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Había una vez un señor llamado José, él vivía en una comunidad campesina
en la ciudad de Cajamarca, era un hermoso pueblo rodeado de árboles y
pastizales verdes. Todos los días, muy temprano salía con sus vecinos a
pastar sus vacas y ovejas, entre ellos cuidaban de sus animales y si alguno se
perdía era José quien rápidamente iban en su búsqueda para regresarlo a la
manada.
En su comunidad todos eran muy solidarios, pues cuando alguien necesitaba
algo siempre lo ayudaban, además para ellos la naturaleza era sagrada, pues
esta es quien les daba todos los alimentos que consumían a diario y los
recursos que utilizaban para poder vivir cómodamente; era un pueblo que
mantenían las costumbres de sus antepasados, ya que estas tenían un gran
valor sentimental, cultural e histórico para los pobladores de ahí. Todos vivían
muy felices compartiendo lo que tenían y celebrando fiestas muy importantes
para ellos, que desde tiempos antiguos era tradición en su pueblo.
A Juan le gustaba mucho estas fiestas, pues en estas siempre participaba
con una danza, los Chunchos de Cajamarca, un baile que tenía mucho valor
sentimental para él, pues fue su padre quien le enseñó a bailar desde muy
pequeño; por eso siempre asistía con mucho entusiasmo a todas las
celebraciones; además, también las fiestas eran oportunidad para compartir
tiempo con sus seres queridos y hablar sobre la importancia de mantener
y nunca olvidar las tradiciones culturales que sus antepasados les habían
dejado.
Los pobladores le tenían un gran respeto a José, pues él era un hombre noble
y bueno que siempre ayudaba a los que más necesitaban, en el pueblo había
muchas familias que a veces no tenían que comer, pues vivían en zonas muy
alejadas de su pueblo, en las cuales por el clima no se podía ni sembrar pues
las heladas malograban los cultivos.
Este grupo de vecinos decidieron ir a enfrentar a José, uno de ellos iba armado
y al hacer una mala maniobra, soltó fuego y por accidente una bala impactó
contra José dejándolo gravemente herido y agonizando. Las últimas palabras
del joven herido fueron:
- Todos deben cuidar lo que tienen, sobre todo la naturaleza, pues es esta
quien les va a proporcionar lo que necesitan, si no la cuidan no habrá más
cosechas, el agua se secará, los animales morirán, nuestro hermoso pasto
verde se volverá seco y nuestros hermosos arboles desaparecerán.
Revaloren su cultura, no dejen desaparecen nuestras tradiciones porque es
algo que nuestros antepasados nos dejaron y si pierden ya nunca las
podrán recuperarlas.
Dicho esto, José dio su último suspiro y murió. Sus familiares y mucha de la
gente del pueblo no dejaban de llorar, había muerto uno de los mejores
vecinos, ya no habrá quien les alcance algo de comidita cuando no tenían
nada, ya no habrá quien les de agüita, quien cure a sus animales, ser tan noble
y bueno había muerto por la terquedad de algunos.
Pasado uno días los pobladores e m p e z a r o n a reaccionar, se reunieron
en la plaza y juraron que no volverían a cometer los errores del pasado; iban
a cumplir con lo que les pidió José en su lecho de muerte.
EL NONIS