Está en la página 1de 11

«La época dorada del capitalismo

1945-1970» o cómo se engañó a sí


misma la socialdemocracia al hablar
sobre la reciente historia económica
del capitalismo.
Autor: Iago Torres Funes.

Hace unos 4 días, el podcast de youtubers socialistas por el nombre de The


Deprogram, conformado por el trío calavera internacional Hakim-YUGOPNIK-
Second Thought, publicó en YouTube el tercer episodio de su nuevo podcast que ya
llevaba colgado desde noviembre del año pasado en otras plataformas de podcasts.
En Reform or Revolution (Reforma o Revolución en castellano; una alusión a la obra
homónima de Rosa Luxemburgo), alrededor del minuto 45’, Second Thought y
YUGOPNIK aportan a la diatriba sobre el corporativismo o también conocido en
España como el «capitalismo de amiguetes» las siguientes palabras que reproducimos
aquí tanto en inglés como luego en castellano:
Second Thought: “I get this comment a lot on my videos, «that’s not real capitalism, it's crony
capitalism, or corporate capitalism or corporatism». And my response to these people is always
the same; you wouldn’t call stage 4 cancer and stage 3 cancer a different disease; stage 4
cancer is just a more advanced form of the same (virulent) disease. And that's what we see here
in the (imperial core) United States, it's just a more advanced stage of capitalism, that has
become more destructive (and is by this way digging its own grave); that it is it's natural
tendency (capitalism’s) to evolve in that manner.”

“Recibo mucho este comentario en mis videos, «eso no es capitalismo real, es capitalismo de
amiguetes, o capitalismo corporativo o corporativismo». Y mi respuesta a esta gente siempre ha
sido la misma; usted no llamaría al cáncer de grado 4 y al cáncer de grado 3 una enfermedad
diferente; el cáncer de grado 4 es solo una forma más avanzada de la misma patología
(virulenta). Y eso es lo que vemos aquí en los Estados Unidos (el país imperial más
desarrollado), es solo una etapa más avanzada del capitalismo, un capitalismo que se ha
vuelto más destructivo (y de esta manera uno que comienza a cavar su propia tumba); que al
fin y al cabo, es su tendencia natural (la del capitalismo) la de evolucionar de esa manera”.

YUGOPNIK (declaraciones polémicas censuradas): “Even if we imagined that crony capitalism


is an actual _______ thing, how would you go about returning it to mum and pop capitalism (if
such a thing could even be said to have existed; Keynesian economists and politicians argue
that that period was from 1945 to the seventies, we’ll analyse this assertion later on)?
- I dunno, we limit the power of massive corporations, well that’s infringing on the free
market. That means it's no longer capitalism.

1
- I dunno, how about we put a cap on property moguls who are driving the good ol’
small landlords out of business. That’s infringing on what; property rights. So that’s no
longer real capitalism.
- Let’s I dunno bring back all that outsourced labour from China and all those, insert
racist word countries, cause, if you’re using this argument you’re racist AF, back to our
country. Well, what are you thinking!, this is infringing on the business rights of every
owner to hire whoever they want. So, sorry for repeating myself again, you would no
longer be living under real capitalism.
So all the solutions (outlined before) to what people call crony capitalism are inherently anti-
capitalist, it's a snake that eats its own oversized ass (idea mía: the dichotomy between
stimulating effective aggregate demand or investing more funds in the circuit capital).”

“Incluso si nos imagináramos que el capitalismo de amiguetes es una cosa real, ¿Qué harías
para devolverlo al capitalismo de mamá y papá (idea mía: si se pudiera decir que existió tal
cosa; los economistas y políticos keynesianos argumentan que ese período fue desde 1945 hasta
los años setenta, analizaremos esta afirmación más adelante)?
- No sé, limitemos el poder de las multinacionales y de nuestras principales empresas
nacionales, bueno, eso está infringiendo en el libre mercado. Eso significa que ya no es
capitalismo.
- No sé, ¿qué tal si ponemos un precio tope a la vivienda para combatir a los
especuladores inmobiliarios que están aniquilando a la competencia ( los pequeños
arrendatarios)? Eso es infringir en qué; el derecho a la propiedad privada. Entonces
eso ya deja de ser un verdadero capitalismo.
- No sé, traigamos de vuelta toda esa mano de obra deslocalizada de China y de todos
esos, inserte el insulto racista para x países del 3. er Mundo, porque, si está usando este
argumento, eres un racista de ______, de vuelta a nuestro país. ¡Oye usted qué está
pensando!; esto es vulnerar un derecho empresarial básico: la libertad de contratación.
Entonces, perdón por repetirme otra vez, ya no estarías viviendo bajo un capitalismo
real.
Así que todas las soluciones (esbozadas anteriormente) a lo que la gente llama capitalismo de
amiguetes son inherentemente anticapitalistas, es una serpiente que se come su enorme trasero
( idea mía: la dicotomía entre el estimular la demanda agregada efectiva o entre el invertir
más dinero en el circuito del capital).”
Yo concuerdo con sus puntos de vista sobre como 1) el capitalismo de amiguetes que
consideran los liberales en los Estados Unidos o progres aquí en España como un
desviación del sistema económico descrito por la socialdemocracia es una fase ya
avanzada del capitalismo que se ha visto en la obligación de recurrir a métodos cada
vez más explotadores, draconianos y corruptos para mantenerse vigente y como 2)
cualquier propuesta reformista radical que devuelva la soberanía económica al
Estado-pueblo acabará por siendo una propuesta socialista que corrija, regule o
inclusive elimine aquellos tres pilares elementales del capitalismo: el libre mercado, la
propiedad privada y la libertad de contratación.
Pero hay una cosa que yo quería añadir a esta discusión. Y es que ese idílico
capitalismo de papá y mamá del que hablaba YUGOPNIK, es decir, aquel capitalismo
tan alabado por socialdemócratas y economistas keynesianos, en mi opinión nunca
existió o reformulado de otra manera, sí que existió pero, que no fue tan bueno como
lo pintaban. Cuando el capitalismo emergió en la Europa de mediados de siglo XIX
como el modo de producción principal de aquella región del globo, Marx y muchos

2
otros socialistas de su época describían con considerable lucidez el modus operandi
del capitalismo de su época y los resultados tanto positivos (expansión descomunal de
la producción) como negativos (la imposición por la fuerza de sus tres pilares
elementales, la anarquía del libre mercado, las crisis cíclicas, la explotación
desproporcionada del proletariado y la destrucción de la naturaleza) que este trajo a la
humanidad y a la Tierra.
Después, halagos ninguno se puede llevar el mismo sistema que llevó a las naciones
europeas a iniciar dos guerras mundiales: una motivada por las aspiraciones imperiales
divergentes de las grandes potencias de principios del siglo XX, y otra motivada por la
ansia ultranacionalista e hipercapitalista hitleriana por conquistar y colonizar la
Europa Oriental, deseo inspirado en la guerra que liberó los Estados Unidos contra las
distintas naciones indias de la franja occidental de Norteamérica. La cosa es que los
Estados Unidos hicieron la guerra a un pueblo infinitamente inferior a ellos en
términos económicos y militares, a diferencia de Hitler y los capitalistas alemanes
quiénes tuvieron que combatir contra una nación de naciones que realizó un esfuerzo
monumental de industrialización récord que le permitió con gran facilidad derrotar a
una Alemania donde escaseaba una de aquellas materias primas esenciales para
mantener una guerra en los años cuarenta: el petróleo. Esta nación de naciones era
nada más y nada menos que la Unión Soviética, país que liberaría gran parte de Europa
de la ocupación exterminadora de las dictaduras fascistas apoyadas por los capitalistas
de estas mismas naciones quienes en un intento desesperado, encontraron en el
fascismo a unos ideólogos comprometidos con la defensa acérrima de sus intereses
económicos y en la lucha contra el comunismo, movimiento político que incrementó
en popularidad tras el triunfó de la revolución de octubre en 1917 y la Gran Depresión
capitalista de los años treinta. Y cómo no iba ser popular el comunismo en los años
treinta y más adelante después de 1945 si sus partidos políticos fueron los principales
valedores de la clase obrera europea durante esa época; siendo los primeros en
oponerse a los partidos fascistas de sus países durante los años treinta, siendo los
primeros en iniciar la resistencia nacional contra la ocupación fascista en la IIGM y
más adelante siendo los mismos que colaboraron en esa misma guerra en la liberación
de sus países que encabezaban los ejércitos soviéticos.
Ahora nos encontramos en el año 1945. Europa se encuentra completamente
devastada por la guerra, centros urbanos destruidos, fábricas y campos abandonados y
otra generación entera traumada por otra Gran Guerra. La Unión Soviética junto a sus
aliados occidentales ha conseguido derrotar a la Alemania de Hitler y sus
colaboradores. Mientras que los soviéticos quieren que los capitalistas alemanes,
franceses e italianos rindan cuentas ante los tribunales por su estrecha colaboración
con estas dictaduras, los Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña los consiguen
proteger. Esto enojó mucho a las clases medias y trabajadoras de Europa Occidental
que lucharon codo a codo por la liberación de sus países del yugo fascista. Esta actitud
tampoco hizo gracia a la clase obrera estadounidense quienes querían ver las cabezas
de tanto Hirohito como de Hitler en una bandeja. Por lo tanto, para evitar una
revolución comunista, los capitalistas europeos acordaron con la aristocracia obrera
europea (dirigentes de partidos socialdemócratas y de sus sindicatos afines) 1) la
vinculación de la subida de los salarios de los obreros con la subida de la

3
productividad de las economías capitalistas y de 2) la instauración de un estado de
bienestar europeo comparable pero cojeante en ciertos aspectos con el soviético. Este
acuerdo calmó el fervor revolucionario de los años cuarenta en Europa y
Norteamérica pero, el acuerdo también fue un completo abandono de la clase
trabajadora europea de la lucha revolucionaria proletaria del 3. er Mundo (las colonias
de las naciones occidentales), siendo financiado este estado de bienestar por los
impuestos a las superganancias que generaban los capitalistas europeos por la
explotación de las clases trabajadoras del 3. er Mundo, donde el capitalismo se comenzó
a dar a conocer en ese mismo momento. El modo de producción capitalista se
introdujo en estos países de forma violenta, como ya ocurrió en la Europa del siglo
XIX (imposición de dictaduras afines a las naciones imperialistas, confiscación de
recursos naturales valiosos, privatización de servicios públicos esenciales, ilegalización
y persecución de partidos revolucionarios y sus sindicatos afines e incluso la
realización de auténticos genocidios contra aquellas personas que militaban en o
simpatizaban con la izquierda política como fue en el caso de Indonesia y Argentina).
Esto se tradujo en la oleada revolucionaria de los años 1950 a 1980 que se vivió en el
Hemisferio Sur del planeta: Corea, Argelia, Cuba, el Congo, Indonesia, Vietnam,
Namibia, Angola, Nicaragua y Filipinas entre muchos otros países que se habrían
podido mencionar. Sí, por aquel entonces la calidad de vida en Europa Occidental
había incrementado notablemente, pero, aquel breve período de lujuria tuvo un coste
enorme en los países del Hemisferio Sur.
Ahora llegan los años setenta, el modo de producción capitalista es asestado un duro
golpe. En palabras del economista español Manuel Funes Robert (cito al final al
antropólogo David Graeber para hablar sobre la crisis de la deuda del 3. er Mundo):
“El desarrollo económico del planeta (aquí también incluimos al bloque socialista) a partir de
los años cincuenta estaba apoyado en una base tecnológica y económica constituida por la
abundancia y baratura del petróleo que además de ser abundante, cada vez era más barato:
no había subido de precio entre los años 1954 y 1973. Todo el diseño industrial, toda la
construcción de edificios, todos los hábitos de uso y consumo, contaban y había nacido sobre el
precio bajo, [...], de la energía.
En 1973, una multiplicación repentina y drástica de un precio esencial (como lo era el del
petróleo), [...], produjo una conmoción grande por su intensidad y desconcertante por su
absoluta falta de precedentes. Esta subida descomunal del precio del petróleo se sobrevino por
un conflicto armado, la guerra de Yom Kipur, donde los Estados Unidos intervinieron a favor
de Israel, lo que motivó a todas las naciones árabes a 1) cerrarle el grifo del petróleo a los
Estados Unidos y 2) reducir al 5 por ciento su producción del petróleo. Dos hechos que llevaron
a todo el planeta a vivir una recesión de gran envergadura.
Con la crisis energética se concentró una enorme masa monetaria en pocas manos, las de los
árabes, que no podían gastarla en cosas por la desproporción entre sus rentas y su capacidad
de consumo. La Banca Internacional (predominantemente occidental) recoge esas masas de
dinero y se las presta al 20 por ciento a los países que no pueden pagar la factura del petróleo.
Ya no afecta sólo a individuos, sino a países enteros, que negocian sus deudas porque no
pueden pagar los intereses del 20 por ciento. El aumento de los precios del petróleo obligó en
esta época a no sólo gobiernos occidentales, sino también a muchos de los gobiernos de países
del 3.er Mundo a pedir préstamos cuantiosos para adquirir suministros esenciales. El FMI
(institución al servicio de los Estados Unidos), aprovecha la ocasión para hacer negocio y
rapiña en esta zona del planeta, imponiendo planes de estabilización cruentos a todos aquellos

4
países que no pudieron devolver los préstamos. Para obtener el refinanciamiento del FMI, estos
países pobres se verían obligados a abandonar el apoyo a los precios de los alimentos básicos,
o incluso las políticas para mantener reservas estratégicas de alimentos, abandonar la
atención médica gratuita y la educación gratuita; todo ello agravando la ya precaria
existencia de las clases trabajadoras del Hemisferio Sur(comentario mío: estas últimas líneas
del fragmento son del antropólogo norteamericano David Graeber y no del economista Manuel
Funes Robert).”
El colapso del Sistema de Bretton Woods (el orden monetario internacional de la
época) en el año 1971 tampoco ayuda a mejorar la situación. Como respuesta a la
inflación de origen monetario aparente a los economistas liberales más conservadores,
se aplica la austeridad para frenar la subida de precios, acción que termina por
cargarse la ya inexistente demanda agregada efectiva de Occidente. Para solventar
esto, la clase capitalista del Hemisferio Norte y la Banca Internacional proponen un
nuevo acuerdo a la aristocracia obrera de Europa y Norteamérica que volvió a sus
antiguos métodos de presión a la patronal (huelgas generales y disturbios violentos). El
contenido de este acuerdo sería el siguiente: Los salarios ya no estarán vinculados a la
productividad, y la deuda satisfacerá las necesidades de consumo de la clase
trabajadora y la clase media, ergo, la demanda agregada efectiva de Europa y
Norteamérica. A esto habría que añadirle la aceptación por esta aristocracia obrera de
los duros programas de ajuste que conllevaban la moderación salarial ya mencionada y
la reestructuración de los mercados de trabajo (Miren Etxezarreta, 1991). Y esta deuda
de la que hablábamos antes, ¿de dónde provendría? Pues, de la desregularización del
sistema financiero conocido el proceso también como la financiarización. El objetivo
que tenían los economistas que propugnaban este proceso era cargarse de un tiro a
dos pájaros: la demanda agregada efectiva y la inversión de fondos en el circuito del
capital. Los límites que se impusieron al sector financiero se levantaron, rompiéndose
así con el marco regulador característico del Occidente capitalista de los años 1945-
1970. Citando al economista marxista griego Costas Lapavitsas:
“La financiarización ha dependido del Estado para liberalizar el sistema financiero con
respecto a precios, cantidades, funciones y flujos transfronterizos de capital. Igualmente, la
financiarización ha dependido del Estado para regular la idoneidad de su propio capital, la
gestión del riesgo y las reglas de competencia entre las instituciones financieras. Aún más
decisivamente, la financiarización ha dependido de que el estado intervenga periódicamente
para garantizar la solvencia de los bancos, proporcionar liquidez extraordinaria y garantizar
los depósitos del público en los bancos (comentario mío: Esto no ha sido un proceso anárquico,
sino, todo lo contrario, ha sido un proceso coordinado a la perfección por una clase de
personas que encontraron ya otra manera, la que ellos creían definitiva, de perpetuar el modo
de producción capitalista).
En última instancia, sin embargo, el (re)surgimiento de las finanzas ha resultado de cambios
profundos dentro de la acumulación capitalista. Tres tendencias características de
acumulación en los países maduros (Occidente capitalista, Japón y Corea del Sur) han
configurado la financiarización como una transformación estructural del capitalismo
contemporáneo. En primer lugar, las empresas no financieras se han involucrado cada vez
más en los procesos financieros de manera independiente, a menudo realizando transacciones
en los mercados financieros por cuenta propia. La financiarización de empresas industriales y
comerciales ha afectado su rentabilidad, organización interna y perspectivas de inversión. En
segundo lugar, los bancos se han centrado en realizar transacciones en mercados financieros

5
abiertos con el objetivo de obtener ganancias a través del comercio financiero en lugar de
pedir prestado y prestar directamente. Al mismo tiempo, los bancos se han vuelto hacia los
ingresos individuales y familiares como fuente de ganancias, a menudo combinando el
comercio en mercados abiertos con préstamos a los hogares o recaudando ahorros de los
hogares. En tercer lugar, las personas y los hogares dependen cada vez más del sistema
financiero formal para facilitar el acceso a bienes y servicios vitales, como vivienda,
educación, salud y transporte. Los ahorros de los hogares y de las personas también han sido
cada vez más movilizados por el sistema financiero formal.”
Como hemos podido comprobar por la aportación de Lapavitsas, el proceso de
financiarización no fue un proceso anárquico, sino, todo lo contrario, un proceso
coordinado y calculado por la clase de capitalista y especuladora-financiera que
encontraron ya otra manera, la que ellos creían definitiva, de perpetuar el modo de
producción capitalista. Un proceso que también se llevó a cabo con la protección y
vigilancia del papá Estado y con el aval de la aristocracia obrera del Occidente
capitalista. Tras esta explicación Lapavitsas describe los cambios concretos en el
modo de producción capitalista que ocasiona la financiarización: empresas no
financieras se involucran cada vez más en los mercados financiero-bursátiles por
cuenta propia; los bancos ahora se centran en realizar transacciones en mercados
financieros abiertos para obtener ganancias a través del comercio financiero en lugar
de pedir prestado y prestar directamente a la expansión y creación de empresas; y, por
último, las personas y los hogares ahora dependen cada vez más del sistema
financiero formal para facilitar el acceso a bienes y servicios vitales además de ser
movilizados sus ahorros cada vez más por el sistema financiero formal.

La financiarización del modo de producción capitalista fue para muchos políticos,


periodistas, economistas e ideólogos del liberalismo de principios del nuevo milenio
una especie de final de la historia (Francis Fukuyama). La financiarización había
derrotado a la URSS y en palabras del que fuera el Chancellor of the Exchequer (el
equivalente británico al ministro de Economía y Hacienda en España) laborista
Gordon Brown: “los ciclos de fuerte expansión con su consiguiente contracción en la
actualidad son cosa del pasado; por fin hemos edificado las condiciones necesarias
para un crecimiento económico indefinido”.
Toda esta infraestructura como no fue de esperar por políticos tales como por ejemplo
nuestro anterior primer ministro, José Luis Rodríguez Zapatero (cita textual: “España
está en la Champions League de las economías mundiales”), terminaría por colapsar
ya por el año 2008. Lo que generó, como fue predecible desde un punto de vista
marxista, esta aplicación al extremo de los principios del liberalismo económico más
conservador fue una burbuja inmobiliaria. Esta se inicia en los Estados Unidos
(comentario mío: como todas las más destacadas crisis económicas desde el comienzo
del siglo XX) debido a la concesión de hipotecas para comprar viviendas, pensando en
su perpetua revalorización, a personas que no pueden hacerles frente en cuanto los
tipos de interés aumentan (comentario mío: las hipotecas subprime). Las sumas
prestadas no pueden ser devueltas y los bancos y entidades financieras que se
encuentran detrás de dichas operaciones quiebran. El dinero empieza a escasear,
puesto que los bancos piensan que es más difícil devolver los préstamos: las empresas

6
notan enseguida la falta de liquidez para seguir produciendo y los particulares para
seguir comprando. Esto es una recesión de cajón: por un lado, la falta de liquidez en la
economía frena cualquier inversión realizada en el circuito del capital, y por otro lado,
esta misma falta de liquidez, en otras palabras, de préstamos, hace que, en un estado
avanzado del capitalismo altamente financiarizado, los particulares mencionados antes
pierdan la totalidad de su poder adquisitivo (demanda agregada efectiva). Pero esta
crisis no afecta a todos los países por igual. Los países occidentales que apuestan por
el sector de la construcción y el entramado bancario que hay detrás de ella y de la
compra de viviendas, en otras palabras, por la especialización en esos sectores,
(Estados Unidos, España e Irlanda) notan de manera más drástica la crisis, mientras
que los países que mantienen un sólido sector comercial e industrial, de investigación
y desarrollo diversificado (Alemania y toda la Europa Noroccidental), no la sufren
mucho.
Y entonces os preguntaréis: vale, llegados a este punto, ¿cómo van a combatir la
recesión aquellos que predicaban que estas no volverían a surgir? Pues obviamente de
la misma manera en la que se combatió a la crisis económica mundial de los años
treinta en sus inicios: con la maldita austeridad, dirigida principalmente para atajar un
grave problema ¿la deuda pública? Esto se tradujo en 1) recortes al ya cojeante sector
público del Occidente capitalista que con la llegada de la financiarización había
perdido peso abriéndose paso por aquel entonces a su privatización y a la
precarización de los servicios que proveía, 2) la facilitación del despido, la reducción
de los salarios y la precarización del empleo que afectará enormemente a la clase
trabajadora de Occidente y 3) un rescate a la banca financiado en el caso de los
Estados Unidos mediante la política monetaria del quantitative easing, y en el caso de
la Eurozona mediante las contribuciones tributarias de los ciudadanos de la Unión
Europea (Yikes!). Como ya mencionamos al inicio de este período de la historia
económica mundial, se había establecido la deuda privada como principal motor
económico del modo de producción capitalista. Esta serviría para satisfacer tanto la
demanda agregada efectiva como la inversión de fondos monetarios en el circuito del
capital. Cuanta más deuda se produciría mejores resultados económicos veríamos. La
mayor producción de deuda privada por ende vendría dada por la liberalización del
sector financiero occidental que había sido puesto entre cadenas a finales de la Gran
Depresión al ser su naturaleza inestable y altamente especulativa demasiado peligrosa
como para dejarlo dirigir de nuevo el desarrollo del modo de producción capitalista.
Este sector se vengaría de aquellos políticos y economistas keynesianos en los años
setenta tomando su relevo una pandilla de economistas liberales ultraconservadores.
Como no quedaba otra opción para mantener el modo de producción capitalista
vigente, agentes sociales (aristocracia obrera), organizaciones patronales (clase
capitalista) y el sector financiero (la Banca Internacional) llegan a un entendimiento. Y
ahora este sistema también parece haberse frustrado en el año 2008.
La austeridad, que describiremos ahora en más detalle, que se aplicó para atajar la
crisis tenía como principal objetivo el volver a arrancar las economías de Occidente,
mediante las tres políticas enumeradas antes. Utilizaremos para describir el porqué no
funcionó la austeridad recurriendo a la brillante explicación dada por el economista
escocés Mark Blyth:

7
“Imaginémonos que el mundo es una serie de hojas de balance.
Si eres una persona, una empresa, una familia o un Estado, tienes tanto activos como pasivos:
¡una hoja de balance! Antes de la crisis del 2008, las personas se endeudaron mucho. Por
aquel entonces, esto tenía sentido. Por ejemplo, la clase media baja y clase trabajadora de los
EE. UU. no ha tenido un aumento real de sus salarios (teniendo en cuenta la inflación) desde el
año 1979. Las empresas, en especial los bancos, hicieron lo mismo. Pero más que para pagar
las facturas lo hicieron para ganar mucha pasta. Esto se le conoce como apalancamiento, que
es básicamente deuda vista desde una perspectiva distinta. Apalancarse es un poco como jugar
al doble o nada en el blackjack (comentario mío: alusión a que las operaciones financieras se
realizan con la misma mentalidad que la mostrada por las personas que apuestan en los
casinos). Si tú asumes la deuda de una hipoteca, tú esperas que tú vivienda crezca en valor. Si
tu crees que existe una alta probabilidad de que su valor crezca quizá consideres jugar al
doble o nada, y decides de nuevo endeudarte para conseguir otra hipoteca de mayor valor.
Pero como en el blackjack (comentario mío: y por ende, en el casino) siempre te arriesgas a
perderlo todo.
Entonces, los bancos crearon una ingente cantidad de deuda privada se apalancaron unas 20-
30 veces. Es como si hubieran volcado todos fichas del blackjack. Pero, cada ficha siendo un
pagaré. Entonces cuando todo esto se desmoronó, los gobiernos de los países capitalistas se
sintieron como los culpables del desastre y de inmediato los rescataron al ser considerados
«demasiado grandes para quebrar».
Y de aquí proviene el problema de las hojas de balance y el porque no es de sentido común la
aplicación de la austeridad. Si decide uno apalancarse en deuda, y sus activos pierden valor,
su vivienda o su cartera de derivados inmobiliarios si es un banquero, la hoja de balance suya
queda sumergida bajo el agua. Cuando esto ocurre, tanto si eres el tesorero de una gran
empresa como si eres una madre soltera, si ingresas algo de dinero vas a utilizar este mismo
para terminar de pagar la deuda y para conseguir así que tu hoja de balance emerja de debajo
el agua, en vez de gastarte tú el dinero. Y todo aquello significa que nadie está consumiendo
(comentario mío: por ende ya no existe una demanda agregada efectiva). Y aquí es donde
aparece el Estado. Si todo el sector privado se está intentando quitar del medio sus deudas,
naturalmente el gobierno del Estado deberá apalancarse para compensar. Los ingresos
provenientes de la recaudación de impuestos se desploman y por ende incrementa el déficit.
Los subsidios de desempleo aparecen de repente y (comentario mío: según las tesis de Keynes)
el gasto público toma el relevo del gasto privado (comentario mío: en tiempos de recesión). Y
¡ey!, no os equivoqueis, el problema sigue siendo la deuda. Hay demasiada deuda en la
economía tanto en el sector público como en el sector privado y hemos de deshacernos de ella
en nuestras hojas de balance. Pero, hemos de tener en cuenta que todas estas piezas
(comentario mío: actores económicos) están interconectadas. Si el sector público decide
maquillar sus cuentas a la vez que el sector privado, toda la economía se cae. Esta es la
famosa falacia de la composición (comentario mío: de Keynes). Lo que es bueno tanto para una
familia, como para una empresa o como para el Estado, es horrible si deciden todos atajarlo al
mismo tiempo.
Y entonces la pregunta que lanzamos es la siguiente: ¿por qué casi todos los gobiernos
occidentales han decidido emprender estas acciones?, ¿y encima todos al mismo tiempo?
¿Recordamos toda esa deuda privada acumulada que no nos adentramos a conocer hasta que
llego el pinchazo del año 2008? Pues alguien debe hacerle frente. Y nadie, y en especial el
sector financiero, quiere pagarlo. Entonces los gobiernos tienen dos opciones: o 1) incrementar
los impuestos, tarea complicada o 2) cargarse servicios públicos vitales, mucho más fácil.
Especialmente si esta medida se vende como una medida virtuosa y de sentido común.
Austeridad: la resaca del día después de la fiesta. La cosa es que la resaca de la austeridad no

8
se va a notar de manera uniforme a lo largo de la distribución de ingresos de los países que la
aplican. En el año 2010, en una reunión del G20, las economías capitalistas más avanzadas
abogaron por una consolidación fiscal que favoreciera el crecimiento económico. Para Mark
Blyth, esta idea parece guay en principio, pero en realidad es una «puta mierda» (comentario
mío: sus palabras no las mías). Precisamente esta consolidación fiscal no va a afectar de la
misma manera a todo el mundo. ¿Recordamos a la clase media baja y clase trabajadora de los
EE. UU. (comentario mío: utilizamos el ejemplo de los EE. UU. pero perfectamente se le podría
aplicar esto a todo Occidente) que no se beneficiaron mucho por el boom financiero?,
únicamente obteniendo de esta aventura deuda y la ilusión de prosperidad, estas mismas
personas son aquellas que más utilizan y dependen de estos servicios públicos. Aquellos
mismos servicios que serán tan virtuosamente consolidados. Y, ahora hablando de aquellos
que se encuentran en la parte más alta de aquella distribución de ingresos, los mismos que
crearon este desastre no utilizan mayoritariamente estos servicios. ¿Y con que nos deja pues, la
austeridad? Nos deja con aquellas personas más desfavorecidas por el sistema pagando a los
mismos que provocaron la crisis, con los mismos sueldos estancados que ahora adquieren
menos bienes y servicios en una economía cada vez más desigual e injusta. Hay un término
para designar este tipo de medidas: políticas de clase; y normalmente, acaba terminando mal
la cosa.”
Ahora terminada la tan sugestiva explicación de Mark, vamos a recapitularla. Antes de
la crisis del 2008 las familias y personas se endeudaron mucho. También lo hizo el
sector financiero, pero ellos para generar ganancias especulando en el mercado
inmobiliario. ¿Recordamos aquel acuerdo tripartito famoso de la década de los
setenta? Pues llevó a la crisis del 2008. Creo que eso ya quedó claro, además de la
buena explicación de la crisis del 2008, quise realizar una interpretación propia de lo
dicho por Mark en referencia a las consecuencias que estas políticas severas tendrían
sobre la economía y el futuro del modo de producción capitalista.
La clase trabajadora occidental ha vuelto a ser engañada por sus representantes, la
aristocracia obrera. Las constantes cesiones en materia de condiciones laborales y
remuneración salarial que los sindicatos y partidos socialdemócratas occidentales
fueron aceptando como realidades inalterables, prometiendo a sus militantes y
electorado que su calidad de vida podría verse mantenida mediante el mecanismo de
la deuda, finalmente tuvieron consecuencias en el año 2008. Sí, los sindicatos
intentaron batallar por no perder las pocas concesiones económicas vigentes. Pero,
finalmente la clase capitalista les ganó el pulso y se rindieron. Lo que no esperaban
estos (los capitalistas) es que 1) por un lado, los bancos se centrarán aún más, después
de haber perdido los incalculables ingresos que conseguían de los ingresos
individuales y familiares, en realizar transacciones en mercados financieros, en lugar
de invertir directamente en el circuito del capital como bien apuntaba Lapavitsas y 2)
por otro lado, la demanda agregada efectiva del Occidente capitalista a quedado
completamente derruida tras primero, la pérdida de la única fuente de dinero que
mantenían a flote las economías familiares de las clases trabajadoras, la deuda,
segundo, el rescate a la banca que obligó a pagar más impuestos a las clases
trabajadoras con los mismos sueldos estancados de antes de la crisis y, tercero, la
austeridad aplicada en Occidente que, por un lado, se cargó los servicios públicos de
los que tanto dependen y utilizan sus clases trabajadoras y por otro lado, diseñó un

9
nuevo marco laboral aún más precario y desfavorable para este mismo grupo de
personas.
La conclusión de todo esto es que 1) ese capitalismo de mamá y papá, en otras
palabras, el capitalismo de la época de la posguerra hasta la década de 1970 tan sólo
fue una éxito para el Occidente capitalista, ya que para financiar estos salarios y
estados de bienestar, se contó con las contribuciones tributarias de los capitalistas
occidentales que deciden expandir a gran escala por aquel momento su explotación de
la clase trabajadora del 3.er Mundo con su consecuentes repercusiones (guerras
revolucionarias en el 3.er Mundo entre los años 1950-1980) y, 2) el capitalismo esta
promoviendo con el tipo de acciones tomadas después de la crisis del año 2008, ahora
completamente anárquicas, su propia destrucción, ya que tanto la demanda agregada
efectiva de los países occidentales como la inversión de fondos en el circuito del
capital están en la actualidad en sus horas más bajas de toda la historia del capitalismo.
El único problema que veo yo a esto es la completa desorganización del proletario en
Occidente, tras confiar desde hace ya décadas en la buena voluntad de su aristocracia
obrera que o bien se ha rendido, el caso de los sindicatos, o bien se ha
metamorfoseado en una opción política liberal de centroderecha, el caso de los
partidos socialdemócratas europeos. Aunque eso sí, las recientes victorias decisivas de
movimientos progresistas en Latinoamérica y la respuesta a la pandemia de la COVID-
19 por parte de los países socialistas restantes en el mundo me dan esperanza de que
este sistema tan evidentemente obsoleto caiga por su propio peso de una vez por
todas.

Referencias
Brown University. (2010, 30 de septiembre). Mark Blyth on Austerity. YouTube.
https://youtu.be/go2bVGi0ReE
The Deprogram. (2022, 20 de marzo). The Deprogram Episode 3 - Reform or
Revolution. YouTube. https://youtu.be/r9kmEsNKyoM

Fuentes
Funes, M.(1997). La lucha de clases en el siglo XXI: Visión política de las crisis
económicas de nuestro tiempo. (1.ª ed.). ESIC Editorial.
Lapavitsas, C. (2013) The financialization of capitalism: ‘Profiting without producing’,
City, 17:6, 792-805, DOI: 10.1080/13604813.2013.853865
Etxezarreta, M. (1991). La reestructuración del capitalismo en España 1970-1990. (1.ª
ed.). Economía Crítica.
Graeber, D. (2014). Debt: The First 5,000 Years. (4.ª ed.). Melville House Publishing.

10
11

También podría gustarte