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4.

La sierra central
La sociedad huanca
La ocupación humana en el valle del Mantaro durante el Período Intermedio Tardío y el Horizonte
Tardío ha sido investigado a partir de fuentes etnohistóricas y de trabajos arqueológicos, sobre todo los
llevados a cabo por el equipo de arqueólogos de la Universidad de California, en los años Ochenta del siglo
pasado, estudios que han permitido caracterizar los rasgos sociopolíticos y económicos de los huanca. Esta
entidad alcanzó el clímax de su desarrollo independiente durante el periodo Wanka II (1350-1460d.C.), de
acuerdo a la secuencia regional, y continuó funcionando cuando los incas dominaron la zona, período que se
conoce como Wanka III (1460-1533), ya durante el Horizonte Tardío. De modo que, para tener un mejor
entendimiento sobre las formas de vida huanca del periodo regional y los cambios ocurridos en la sociedad
local cuando los incas conquistaron la región, utilizaremos las informaciones arqueológicas recuperadas y
publicadas por los miembros de este equipo arqueológico. 1¿Qué significó la presencia inca en la región del
Mantaro? Los investigadores mencionados sostienen que, durante el periodo Wanka III (1460 -1533 d.C.), los
incas dominaron la región y su presencia permitió, por un lado, el incremento de las tierras agrícolas y, por
otro, la reestructuración del patrón poblacional local. De esta manera, gran parte de la población nativa
huanca de los pequeños enclaves de altura se trasladó a la parte baja del valle que contaba con extensas tierras
irrigadas; y así, la región se convirtió en productora de gramíneas, sobre todo, de maíz a gran escala para fines
propios del Estado cuzqueño. Accedieron también a la yunga húmeda, ubicada al cruzar el contrafuerte
oriental de la cuenca del Mantaro, para procurarse recursos de subsistencia y bienes ceremoniales. Los autores
han estudiado las diferentes expresiones sociales y económicas de un conglomerado de curacazgos huanca
durante el Período Intermedio Tardío (Wanka II, 1350-140 d.C.). Indican que la guerra permanente entre
dichos curacazgos determinó que los asentamientos fueran fortifica-dos o que se construyeran en lugares
protegidos naturalmente. Asimismo, señalan que, durante el período Wanka II, los signos de estratificación
social eran muy claros y se modificaron a raíz de la ocupación inca; además, los símbolos de referencia de la
elite durante el Período Intermedio Tardío cambiaron posteriormente al modo inca. Igualmente, han
observado cambios en las actividades económicas y en el acceso a los variados recursos de gran valía
económica y ritual. Durante el período Wanka II, los asentamientos centrales de cada curacazgo se
distinguieron por sus plazas públicas y edificios usados en ceremonias religiosas y políticas. Asimismo, las
unidades domésticas de elite destinaron mayores áreas para el almacenamiento y para celebraciones de
fiestas, mientras que en el período Wanka III disminuyeron estas áreas. Las diferencias entre nobles y
comunes también se redujeron porque el “Estado Inca absorbió las prerrogativas del estatus y poder de la elite
local”.101Parece ser que la densidad poblacional fue elevada, sobre todo, en las épocas finales del Período
Intermedio Tardío. La población de los curacazgos fluctuaba entre los 12 mil y 17 mil habitantes,
estimaciones que proceden de prospecciones arqueológicas realizadas en la región. La población habría
crecido porque, de acuerdo a estudios climatológicos, el área atravesaba por un tiempo de estabilidad
climática y porque se habría incrementado la humedad y, en consecuencia, se habría elevado la producción
agrícola en las extensas tierras aluviales del valle.102Entre los sitios representativos de este período, por su
extensión y densidad demográfica, destacan: Hatunmarca de 130 hectáreas y con una población estimada en
12 mil habitantes; Tunanmarca de 32 hectáreas y con8 mil habitantes. Podrían ser —de acuerdo a los citados
investigadores—sitios que desempeñaron roles administrativos sobre otros asentamientos pequeños dentro de
un modelo de jerarquía de sitios. Y, Unpamalca, un sitio menor en la estructura jerárquica, con una
población aproximada de3,500 habitantes. En Hatumnarca se han identificado algunas “estructuras públicas”
que señalarían que el sitio, además de ser una aldea esencialmente residencial, albergó en sus épocas finales
algunos recintos en los que se ejercían funciones políticas algo especializadas.

Tanto las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en determinadas unidades familiares de elite y del
común, como el análisis de evidencias encontradas permitieron conocer diferentes aspectos de la economía de
subsistencia, de la economía productiva de bienes suntuarios y de las formas de vida de los huanca antes de la
llegada de los incas. De igual manera, ha sido posible señalar la incidencia de los cambios ocurridos después
de la presencia incaica en una variedad de aspectos de la economía como la tecnología, el consumo, la
función que tenían determinados espacios y la celebración de fiestas. Para ello, se centraron las indagaciones
en los patios de diversas unidades familiares: 7 pertenecientes a la elite y 11 pertenecientes a la población
común, correspondiente al Wanka II, los mismos que se han comparado con 6 unidades de la elite y 8 de la
población común del Wanka III, cubriendo un total de “31 unidades analíticas”. De igual modo, los
arqueólogos evaluaron una variedad de evidencias materiales encontradas en las excavaciones, a las que se les
reconoció valores distintos. Los autores lamentan, sin embargo, la falta de textiles, dado que el tejido
era un indicador de prestigio, de simbolismo, de poder y de desarrollo tecnológico. Durante el Wanka
II, el acceso a los recursos de subsistencia fue diferenciado. La elite consumía una mayor cantidad de
maíz procedente de tierras templadas del valle; de la misma manera, consumía más carne, especialmente, de
camélido y cérvido. Por otra parte, solo en unidades familia-res de elite se han encontrado productos agrícolas
que no son de subsistencia, pero que sí tienen alto prestigio, como el ají, la coca y el tabaco, importa-dos de
medio ambientes tropicales. En cambio, las poblaciones comunes consumieron menos maíz y mucha menos
cantidad de carne. Ambos sectores sociales, sin embargo, consumieron un porcentaje mínimo de carne de
perro. La diferencia en la cantidad de carne consumida entre la elite y el común —afirman los autores— debe
ser por las diferencias en el acceso a la carne y debe ser un reflejo de las prerrogativas administrativas y las
posiciones en la red de intercambio entre cacicazgos del Período Intermedio Tardío. Durante el Wanka
III, se incrementa el consumo de carne en ambos sectores; sin embargo, el consumo de carne de camélidos y
de perros es mayor en la población común que en la elite. Asimismo, la elite consumía un porcentaje mayor
de carne de venado que los sectores comunes. También se indica que, durante esta etapa, los hombres
consumían más maíz que las mujeres.

Durante el período local (Wanka II), utilizaron más vasijas utilitarias locales “de gran valor” en eventos
ceremoniales, como las jarras y los cuencos decorados. “En el periodo Wanka II, el estatus y el poder
estuvieron marcados por símbolos definidos localmente. Las elites mantuvieron su base de poder en la
construcción de alianzas entre ellas. Estas alianzas fueron aparentemente simbolizadas en parte a través
del intercambio de vasijas deprestigio”.103 Durante el Wanka III, estas redes regionales decayeron en
importancia y fueron reemplazadas por una manera nueva de entablar alianzas. En esta época, hubo una
relativa concentración de cerámica inca, especialmente del llamado aríbalo. Los sistemas de prestigio
definidos localmente decayeron porque los huanca fueron incorporados a la burocracia estatal inca. De la
misma manera, las relaciones políticas y sociales entre las vecinas elites regionales que eran tradicionales y
horizontales se convirtieron en vínculos verticales, por los cuales las elites locales pasaron a ser subordinadas
al Estado y, al mismo tiempo, dependientes respecto del Estado, para lograr distinción social y legitimar su
autoridad. Del mismo modo, durante el período de desarrollo local, los bienes metálicos —como agujas
de cobre o bronce— fueron escasos y se concentraron en las residencias de elites y, escasamente, en los del
común. En cambio, la circulación de estos objetos durante el Wanka III fue significativa y, además, se
incluyeron otros bienes como cinceles, hachas y bolas. El bronce debió obtenerse a través del intercambio
a larga distancia durante el Wanka III; inclusive creció sustantivamente el uso de objetos de bronce entre
los comunes. La diferenciación social se ve también reflejada en el patrón constructivo habitacional y en la
introducción de determinados elementos arquitectónicos, pero no en la tecnología ni en el material
constructivo. Durante el Wanka II, las edificaciones fueron simples y circulares, por lo que la diferencia entre
las edificaciones de la elite y las del común radicaba más bien en el tamaño y en el acabado de los patios. En
el Wanka III, los comunes mantuvieron las formas de sus edificaciones, mientras que la elite empezó a
construir recintos de formas rectangulares con los característicos nichos trapezoidales del estilo arquitectónico
inca, a manera de un nuevo símbolo adquirido y, en consecuencia, nuevos estilos de vida asimilados y nuevas
necesidades económicas. Asimismo, se indica la producción y circulación de ciertos bienes especiales,
considerados de lujo. Este tipo de objetos incluyen cerámica exótica, metal, concha marina y otros bienes
obtenidos solo a través del intercambio regional y de larga distancia. Fueron objetos importantes en la
sociedad huanca porque formaban parte del fondo de riqueza económica y porque algunos otros
constituyeron símbolos de control de la elite huanca. La elite en el periodo Wanka II tuvo 5 veces más
cantidad de cerámica exótica y plata que los comunes. Igualmente importante fue, en ambos períodos, la
concentración de objetos de metal lujosos —como tupus y discos— en unidades familiares de elite.
Curiosamente, en el Wanka III, se incrementó la circulación de plata y cobre en general, pero disminuyó
entrela elite y subió entre los comunes; quizá esto se explique por la intervención del Estado inca en la
circulación de bienes. El almacenaje es otro indicador económico de la variedad y cantidad de recursos. Así,
en el periodo Wanka II, el almacenaje era una actividad desarrollada dentro de la esfera familiar, mientras
que durante el Wanka III los incas construyeron grandes y numerosos almacenes alejados de las
comunidades locales, como parte de la economía política estatal. Finalmente, debe señalarse que los bienes
especiales usados en actividades ceremoniales servían para consolidar la “distinción del estatus social”; y
la más importante de estas ceremonias fue el festín ofrecido por las elites durante el período Wanka II. Los
festines o ceremonias de hospitalidad ofrecidos eran expresiones simbólicas de reciprocidad para
reforzar alianzas con los comunes. Se realizaban continuamente en los patios de las residencias de elite, como
se desprende del registro de vasijas de cocina utilizadas en abundancia, así como por el uso de un gran
número de batanes y la concentración de huesos quemados, lo que indicaría —a su vez— consumo de carne
asada y hervida; asimismo, por el uso de vasijas para servir: las pequeñas para porciones individuales,
y las más grandes y de más fondo para chicha o co-mida preparada. Durante el Wanka III, las evidencias de
festines entre las elites disminuyen, mientras que los festines financiados por los incas iban en aumento,
aunque el consumo de maíz continuaba concentrado entre la elite. A manera de resumen, Costin y Earle
señalan que con el advenimiento de la paz incaica en la región se ganó libre acceso a recursos locales,
incluyéndose las tierras agrícolas, las pasturas, los cotos de caza y los productos artesanales.

Los Asto
Al sur del valle del Mantaro —aún en el curso medio y bajo del río Mantaro, que viene a ser la parte
nororiental de Huancavelica—, se asentaron los Asto, una formación política que tuvo el nivel de curacazgo,
de acuerdo a los estudios de un equipo arqueológico francés. En la parte occidental de Huancavelica y los
límites con los departamentos de Junín y Lima se encontraban también los Chunku y Laraw. Los
asentamientos Asto se encuentran entre los 3,600 msnm y los 4,400msnm; espacio altitudinal que fue el
preferido por los grupos serranos del Período Intermedio Tardío. Durante el Horizonte Tardío, sin embargo,
hay una modificación en el uso del espacio altitudinal, por lo que muchos asentamientos locales se trasladaron
a zonas de vida más templadas, ubicadas en las partes bajas de las cuencas. Se han ubicado once (11) sitios
por encima de los 4,000 msnm; catorce (14) se encuentran entre los 3,500 y los 3,900 msnm; y dos (2) por
debajo delos 3,500 msnm. La información etnohistórica que señala a los Asto concentrados en las partes bajas
de los valles corresponde más bien a reasentamientos, producto de las reducciones toledanas de tiempos
virreinales tempranos. En este tiempo, se abandonaron los asentamientos prehispánicos y solamente volvían a
ellos cuando tenían que enterrar a sus muertos o realizar alguna actividad ritual, precisan las investigadoras
citadas. Los fechados radio carbónicos obtenidos en distintas aldeas Asto señalan ocupaciones que van desde
el 900 d.C. hasta el 1200 d.C. Los sitios característicos son: Olluta de 5 hectáreas, con una población
aproximada de 800 habitantes; Aukimarka de 5 hectáreas y unos 800 pobladores; Asomara de 32 hectáreas y
una población estimada en unos 5,000 habitantes; Chuntamarca de 3 hectáreas y 500 pobladores; y,
finalmente, Cunaire de 9 hectáreas y unos 1,400 habitantes. En algunas aldeas, sobre todo en aquellas
ubicadas en las cumbres, se han identificado construcciones circulares levantadas en el interior de
recintos, ubicados en sectores más protegidos del sitio. Parecen ser depósitos de alimentos para uso colectivo,
según unos arqueólogos; o pozas de agua, al parecer de otros. Los asentamientos por encima de los 4,000
msnm correspondían a unidades domésticas pastoriles, asociadas a corrales de pirca de forma ovalada
o rectangular. Las casas excavadas indican haber tenido funciones múltiples: en algunas partes se
guardaban instrumentos para labores agrícolas, algunas pequeñas armas, instrumentos para el cuidado del
ganado y herramientas para tejer, hilar y coser. Otros espacios se usaban para guardar alimentos y también se
han ubicado espacios con evidencias de fogones, fragmentos de vasijas utilitarias y desperdicios de alimentos.
Quizá, en las épocas finales del Período Intermedio Tardío, los Asto conformaron un curacazgo de unos
15,000 habitantes, con una economía agropecuaria básicamente de subsistencia que complementaron con el
aprovechamiento de recursos de zonas de vida más templadas.

Zona de Ayacucho y Apurímac


Siguiendo hacia el sur, ya en los actuales departamentos de Ayacucho y Apurímac, fuentes
etnohistóricas y arqueológicas señalan la presencia, antes de la conquista inca, de un gran número de grupos
étnicos organizados políticamente a nivel tribal. Se debe recordar que esta región involucionó después de la
caída wari en el Horizonte Medio. Así, de ser una zona donde la sociedad estaba organizada políticamente
en un Estado expansivo y urbanísticamente inventora de la ciudad andina, devino en una región sin
recursos y sin instituciones políticas complejas. Al parecer el cambio cli-mático drástico, al que hemos hecho
referencia, afectó esta región mucho más que a otras y, como consecuencia de ello, mermaron los recursos
hídricos y no manejaron tecnologías eficaces que les permitieran modificarlos efectos de esta catástrofe. Entre
la región ayacuchana y apurimeña existieron durante el Período Intermedio Tardío unos diez grupos étnicos
de un nivel de desarrollo más bien tribal segmentado. Destacan entre ellos los tanquihuas, los guamanes, los
chancas, los rucanas, los soras y los quichuas. Todos ellos se caracterizaron por copar las partes altas de los
valles y por construir sus viviendas en partes inaccesibles, o bien hacerlas más seguras construyendo muros de
protección. Sus edificaciones eran circulares u ovaladas; quizá, en algunos casos, agrupadas en unos
cuantos recintos. Algunas aldeas presentan pequeñas plataformas, sobre las cuales se construyeron
recintos; así también, varias de estas aldeas tenían canchones. Las casas eran de aparejo rústico. La cerámica
era tosca y ya no exhibía ni la tecnología ni otros rasgos finos del Horizonte Medio. Sus habitantes
manejaron una economía de autosuficiencia y vivían en permanente conflicto.

5.La sierra sur


En la región cuzqueña el panorama cultural del Período Intermedio Tardío es bastante distinto si se compara
con el de la cuenca del Titicaca, del Pampas y del Apurímac, que describimos líneas arriba. De acuerdo
a datos arqueológicos, se acepta que Pikillaqta —el centro provincial wari más importante en el Cuzco— fue
abandonado alrededor del 900 d.C., como parte del colapso general de las sociedades al final del
Horizonte Medio. Este colapso dio inicio a una nueva etapa conocida como Inca Temprano o cultura killke
que concluye, a su vez, con la emergencia del Estado inca alrededor de 1438.107La llamada cultura killke
corresponde a una entidad política, cuyo territorio nuclear comprendía los valles de Quispicanchis, Anta y
Vilcanota, con un área de influencia mayor que abarcaba regiones contiguas a dichas cuencas. Recientes
reconocimientos arqueológicos llevados a cabo por Baueren Paruro han demostrado la presencia de cerámica
killke junto con otra cerámica de estilo local que el autor llama colcha y que pertenece también al Período
Intermedio Tardío. Además, a partir de la dispersión de la cerámica killke en la zona de Limatambo (próxima
a la cuenca del río Apurímac), en el lado occidental del Cuzco, se ha incorporado una nueva región en la
discusión de las modalidades de dominio territorial killke.108 En consecuencia, la amplia distribución y la
ubicación altitudinal variada de los sitios killke han permitido que se sugiera que, durante el Período
Intermedio Tardío, aquel escenario se caracterizó por mantener un intercambio económico recíproco sobre la
base de la circulación de objetos de prestigio. En este extenso espacio regional, se habrían asentado los grupos
étnicos incas, chilques, mascas y tambos; y, quizá, la presencia generalizada de cerámica killke refleje —
según Bauer—el intercambio regional de vasijas desde el núcleo central cuzqueño. Los sitios killke se
caracterizan por ser pequeñas aldeas que tienen en común una arquitectura sencilla de aparejo rústico.
Tanto Dwyer como Bauer observan que la mayoría de los sitios killke no se encuentra en las crestas de los
cerros, sino en espacios más bajos de los valles, construidos sin protección alguna y a los que se podía acceder
fácilmente. Los sitios killke con defensas y en partes altas se limitarían quizá a la periferia circundante a la
cuenca cuzqueña. La planta de sus edificaciones es circular, ovalada o rectangular, y sus pobladores vivían de
recursos que procedían del “control vertical básico”. En la cuenca del Urubamba, algunos sitios están
asociados a terrazas agrícolas y se presume que se estaba impulsando un nuevo sistema tecno-lógico que se
cristalizó recién en tiempos incas y que modificó el paisaje dela cuenca del Vilcanota, por medio de la
construcción de complejos sistemas de terrazas para la producción de maíz.

6. La cuenca del Titicaca


Los reinos altiplánicos

El Período Intermedio Tardío en la altiplanicie del lago Titicaca es conocido también como Período Altiplano,
en el que se desarrollaron entidades políticas que dominaron la cuenca lacustre y que controlaron
económicamente zonas ecológicas en regiones de la costa sur peruana y chilena, así como en el lado
oriental correspondiente a Cochabamba, en Bolivia. Se sugiere que las formas de vida, los sistemas
económicos ganadero-agrícolas, propios del Período Intermedio Tardío continuaron durante el Horizonte
Tardío, aunque con ciertos cambios introducidos por los incas, como se puede interpretar en las informaciones
etnohistóricas que aparecen en la Visita de Chucuito de Garcí Diez de San Miguel.

Las oscilaciones climáticas producidas en el área andina central, registradas por los glaciólogos, como
señaláramos para el colapso de Tiwanaku, marcaron el inicio de un periodo crítico. Se indica que entre el
1100 y 1200 d.C. se produjo un período más seco. También se registra otro episodio de sequía entre el 1245 y
el 1310 d.C. Estas oscilaciones climáticas habrían alterado todas las actividades económicas en áreas urbanas
y rurales, habrían dificultado las posibilidades de abastecimientos de productos de alimentación y
materia prima diversa; y, por último, se habría generado un ambiente de inestabilidad general que se
transformaría en conflictos crónicos y de competencia entre diferentes grupos existentes en la
región.110Aquellos grupos pugnaban por aprovechar las pocas zonas húmedas, los pastizales y las escasas
áreas de cultivo. De modo que la región se convirtió en un escenario de frecuentes batallas, por ejemplo, entre
lupaqas y collas, lo que determinó que los sitios ocupados por estos grupos se levanten en la cumbre de los
cerros y con construcciones defensivas adicionales. Uno de los asentamientos más impresionantes de este tipo
es el llamado PucaraJuli que tiene unos 16 kilómetros de muros defensivos escalonados. Investigaciones
arqueológicas llevadas a cabo en áreas de Chucuito-Cutimbo y Juli-Pomata evidencian también formas de
vida distintas; y se presume que se vivía de manera menos holgada que en el Horizonte Medio. Los efectos
drásticos generados por las oscilaciones climáticas se refleja, asimismo, en el cambio en los patrones de
asentamiento, al abandonarse los centros políticos y residenciales Tiwanaku de la altiplanicie y
provocar que la población en general se disperse. Esta población procuró ocupar espacios preferentemente de
altura que tenían más recursos naturales disponibles, como los pastizales, cuyo manejo impulsó una economía
ganadera en desmedro de una agrícola. De esta manera, los cambios implican un crecimiento de
asentamientos en zonas ecológicas agro-pastoriles y una mayor dedicación al manejo de rebaños de
camélidos. En algunos casos, ciertos grupos habrían abandonado la agricultura para dedicarse íntegramente a
la ganadería.112 El registro arqueológico de los asentamientos de este período permite confirmar este
nuevo desplazamiento, por el cual los sitios grandes y fortificados se levantaron en zonas ecológicas entre los
4,000 msnm y los 4,500 msnm, evidentemente, en un escenario esencialmente de pasturas. Fuentes
etnohistóricas y arqueológicas señalan que las etnias más importantes durante la etapa más tardía de este
periodo fueron los lupacas, pacajes y los collas. Hatuncolla, ubicado en las proximidades del lago
Umayo, habría sido la capital del reino colla; y Chucuito, la capital lupaqa. En términos políticos, todos
aquellos grupos representaban pequeños curacazgos liderados por dos jefes paralelos, como podría ser el caso
de los lupaqa —repetimos, en épocas más tardías— gobernado por dos reyes llamados Cari y Cusi, mismos
que quizá representaran a los Anansaya y Urin-saya, en el marco de un sistema político dual. La riqueza de
estos gobernantes, como la de la sociedad en general, se centraba la ganadería de altura. Ellos manejaban
inmensos rebaños, compuestos por docenas de miles de llamas y de alpacas en las extensas
altiplanicies cubiertas de pastos. Mientras que las tierras agrícolas de altura producían recursos de
consumo básicos, como tubérculos y ciertas gramíneas. Complementaron su subsistencia y ampliaron su
esfera económica y política acudiendo, una vez más, al “control vertical de múltiples pisos eco-lógicos”. Este
sistema les permitía tener acceso a diferentes bienes, procedentes de Arequipa, Moquegua y de las sierras
templadas de Cochabamba, y de coca de las yungas húmedas orientales. Todo ello fue posible gracias a
caravanas de llamas que transportaban una variedad considerable de productos ceremoniales, suntuarios y de
subsistencia. Cuando los incas con-quistaron la región, no alteraron las tradicionales formas de vida
económica de los pobladores de la región.

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