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Resumen
Las deidades andinas son un tema fascinante de la historia prehispánica sudamericana, y de gran
significado para comprender el pasado de nuestros pueblos. Las wakas están dentro de ese gran
panteón de deidades y sus singularidades forman parte de nuestra historia precolombina. El
presente artículo es un avance del estudio etnohistórico y arqueológico de una waka local al sur de
Lima, presentándose sus características y el importante rol que debe haber jugado durante el
periodo prehispánico tardío.
Palabras clave:
Abstract
The Andean deities are fascinating subject of southamerican pre-hispanic history, and great
significance for understanding the past of our peoples. The “wakas” are in the great pantheon of
deities and their singularities are part of our pre-Columbian history. This article is a preview of
ethnohistorical and archaeological study of “waka” at south of Lima, presenting their
characteristics and the important role that must be played during the late pre-Hispanic period.
Keywords:
Waka , shrine , Late Intermediate period, Late Horizon period, ethnohistory , archeology
Las sociedades prehispánicas andinas en general y los inkas en particular parecen haber
definido su vida en función del espacio habitado y la sacralización del paisaje (Niles, 1992;
Bauer, 2000). Gran variedad de accidentes topográficos fueron considerados como
deidades o lugares sagrados que sirvieron para organizar y unificar aquellos lugares cada
vez más distantes y distintos de la capital sagrada el Cuzco.
El sacerdote español Joseph de Arriaga (1968: 201) enumera todo aquello que adoraban
nuestros antepasados y que incluye dentro de la categoría de waka: “astros, ríos,
manantiales [...] cerros altos y montes y algunas piedras muy grandes también adoran y
mochan y les llaman con nombres particulares y tienen sobre ellos mil fábulas de
conversiones y metamorfosis y que fueron antes hombres que se convirtieron en piedras”.
Las wakas son lugares sagrados de culto y veneración en muchos casos estos fueron
oráculos, habiendo inclusive una variedad de estos a lo largo del territorio andino
(Albornoz, 1984). Estos espacios de gran significancia fueron respetados desde tiempos
inmemoriales y su presencia en el mundo andino está relacionada con los cultos de
ancestralidad, de fecundidad, de sanación, y de adivinización llevados a cabo por los
“sacerdotes” andinos.
Varias fuentes históricas tempranas han señalado la demarcación política del valle de
Cañete, antes de la irrupción de las tropas inkaikas en el valle: Los señoríos o curacazgos
que ocuparon la parte baja del valle fueron: Guarco y Runahuanac (Rostworoski, 1978-
1980).
Guarco o Huarcu: Fue un señorío localizado en la sección baja del valle regado por las
aguas del rio Cañete. Su ubicación en esta parte del valle le permitió explotar las tierras
más fértiles y extensas. Los Guarco destacaron por la creación de un sistema de canales
de irrigación altamente sofisticado que pretendían defender por ser esta la base de su
producción agrícola (Rotsworowski, 1978-1980). Este señorío además de dedicarse a la
agricultura también se dedicó a la pesca y otras actividades especializadas. (Marcus:
1987,107).
Las crónicas hispanas dan cuenta de la cruenta y difícil que fue la conquista de los
Guarco por parte de los inkas, al parecer este fue el ultimo pueblo anexado y conquistado
por el Inka Túpac Yupanqui en la costa peruana.
Hyslop identifica el sitio de Inkawasi de Lunahuná como el “nuevo Cuzco” descrito por
Cieza de León construido para abastecer y recambiar al ejército imperial en su incansable
e incesante lucha por conquistar el territorio Guarco.
Waka o Wak’a como lo define Mario Polia (1999, 107) “es un receptáculo de lo sagrado,
es el cuerpo de una entidad espiritual: una piedra, una roca, árbol, cueva, etc., que
contiene un espíritu”, representando una manifestación sagrada fuera de lo común de una
entidad espiritual con poderes.
Parece que esta práctica, de dar un carácter sagrado a diferentes rasgos del paisaje
como los afloramientos rocosos, fue anterior a la expansión del imperio inka (Stanish y
Bauer: 2011).
La interpretación de lo señalado por Albornoz refiere a una piedra que esta sobre un cerro
cercano al pueblo de Lunahuaná, esta aseveración nos condujo a buscar dicha piedra en
la cercanía inmediata del pueblo actual de Lunahuaná, a continuación describimos y
damos algunos alcances sobre esta importante waka local.
Ubicación:
El cerro en mención figura en la Carta Nacional Lunahuaná (26-k), como Cerro Escalón, el
sitio arqueológico, se localiza en la parte alta del espolón Norte del mismo a 635 msnm
(Fig. 1), asimismo debe señalarse que en los alrededores de este cerro, se hallan otros
sitios arqueológicos que datan de los periodos Intermedio Tardío y Horizonte Tardío.
Sector 1: definido como el área central que incluye dos rocas o afloramientos rocosos (Ver
Foto 1) rodeados por muros de piedras semicanteadas unidas con argamasa de barro,
conformando un cerco perimétrico bajo a manera de altar. Esta área mide 28 m. de largo
por 14 m. de ancho. Una de las rocas (Roca A) es de forma amorfa ligeramente curva, la
cual parece estar asentada con piedras pequeñas hacia el interior del cerro, en la parte
superior tiene una ligera punta distinguiéndose una forma triangular, debe señalarse que
la roca en mención parece haber sido más grande pues se observan dos fragmentos de la
misma en su cercanía inmediata, mientras que la otra roca (Roca B) tiene uno de sus
lados ligeramente plano, y está dispuesta a manera de “mesa ritual”. Si bien el espacio
sacro descrito es pequeño, la disposición de ambas rocas y su geomorfología nos
sugieren un área de especial significación.
Foto 1: Vista panorámica del área central (Sector 1) del sitio arqueológico.
Sector 2: localizado en un nivel más bajo que el sector anterior, dado por un pequeño
conjunto de 5 recintos en hilera (Ver Foto 2), los cuales han sido construidos bajo la
técnica constructiva empleada por los inkas en este valle para este tipo de
construcciones, estas son interpretadas como colcas o almacenes, se distinguen además
algunos otros muros bajos que forman espacios abiertos en intersección con un
afloramiento rocoso de forma alargada.
Identificamos a la Roca A propiamente como la waka (Ver Foto 3), mientras que la Roca B
es la acompañante que junto con la primera configuran el espacio sacro. Las rocas son
una categoría de formación natural íntimamente relacionado con el concepto mismo de
waka, se cree por ello que son transformaciones líticas de los ancestros o de algún héroe
cultural (Polia, 1999: 166)
Foto 3: Detalle de la Roca A, identificada como waka.
En el caso particular que nos atañe por el principio de recurrencia, hemos identificado dos
rocas en el valle vecino de Asia, donde pareciera repetirse la concepción de waka, nos
referimos a la Piedra conocida como “Estrella” cerca al pueblo de Coayllo (Foto 4), y la
formación rocosa denominada “El Sapo” (Ángeles, 2012).
Foto 4: Vista panorámica de la Piedra Estrella en el valle de Asia.
Esto nos lleva a inferir que toda esta cosmovisión fue conocida por los pueblos y
comunidades antes de la llegada de los inkas a esta región.
Información etnohistórica:
Los hechos mencionados parecen estar relacionados, y darían luces sobre la referencia
proporcionada por el extirpador de idolatrías Cristóbal de Albornoz quien señala que en la
provincia de Lunahuaná se encuentra “Muyllucamac es un cerro y en él esta una piedra
junto al pueblo de Lunaguana, su pacarisca” (Albornoz, 1984: 214).
El mismo Albornoz señala que: “…el prencipal género de guacas que antes que fuesen
subjetos al inga tenían, que llaman pacariscas , que quieren dezir criados de sus
naturalezas. Son en diferentes formas y nombres conforme a las provincias: unos tenían
piedras, otros fuentes y ríos, otros cuevas, otros animales y aves e otros géneros de
arboles y de yervas y desta diferencia tratavan ser criados y descender de las dichas
cosas…” (Albornoz, 1984:197).
Sabemos que pacarisca es lo mismo que paqarina y por ende significa “lugar de origen”
ello nos llevaría inferir que Muyllucamac es el lugar de origen del grupo étnico de
Runahuanac o Lunahuana, y allí radicaría su importancia y su función como posible lugar
de consulta (waka-oráculo).
Las piedras (o rocas) fueron sacralizadas. En el área andina se han encontrado algunas
piedras que son catalogadas como "encantadas", y se les reconoce cualidades
extraordinarias.
Consideraciones finales:
Al ser considerados como puntos sagrados en el paisaje, los cerros, rocas y peñas
constituyen una de las categorías principales de wakas, como el entorno más propicio
para el establecimiento y adoración de las mismas (Sánchez, 1999). Una condición en
virtud de la cual los cerros se convierten en escenarios para el ritual y el sacrificio, y por
consiguiente en beneficiarios de ofrendas y pagos de distinta naturaleza. Cerros-waka
(rocas-waka) que el pensamiento local ordena y jerarquiza en función del poder atribuido
a cada uno de ellos, escogiendo a sus favoritos o principales; y es que los cerros se
comportan al estilo de los humanos a los que tutelan, reproduciendo sus formas de
ejercer la autoridad comunitaria.
En cualquier caso, cada comunidad sabe cuál es su cerro de referencia, los que tienen
«mejor mano» según lo que vaya a solicitárseles, a los que se sabe cómo atender de la
forma adecuada en las diferentes ceremonias y rituales, como mejor pagar con ofrendas y
sacrificios para que las peticiones surtan efecto.
Considerando estos términos, en los cerros confluyen dos extremos antagónicos:
multiplicación, orden y conservación por un lado, y esterilidad, caos y destrucción por otro.
De ahí la importancia que en la adoración a los cerros ocupan las ofrendas y el sacrificio,
pagos que las comunidades hacen a las entidades tutelares que en ellos habitan a fin de
mantenerlos satisfechos, porque un cerro hambriento o un cerro furioso son difíciles de
aplacar, pudiendo descargar su furia a través de lluvias a destiempo, inundaciones y
granizos, o al contrario, bloqueando a las nubes de lluvia y originando pertinaces sequias,
dando lugar a épocas de escasez y hambruna. Por eso las sociedades andinas, han
puesto desde siempre tanto cuidado en estar a bien con los cerros.
En conclusión, las wakas en el mundo andino podían tener diferentes formas: cerros
rocas o peñas, manantiales, etc.: éstos eran espacios sagrados que la población asumía
que tenían poderes especiales, “ánimas” con atributos extrahumanos que por lo general
están relacionados a un ayllu o a un grupo humano con relaciones de parentesco. En el
caso del curacazgo de Lunahuaná, este tuvo una waka cuyo poder marco los designios
de este pueblo, pero que seguramente al ser incorporado al imperio, fue aceptado y
adscrito al panteón inkaiko bajo cuya tutela alcanzó prestigio y renombre.
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