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1 Erich Fromm (Frankfurt, Alemania, 1990 — Muralto, Suiza, 1980) fue un ensayista, psicoanalista,
psicólogo social y filósofo de origen judío. Su posicionamiento político tendió al marxismo, dentro de
la corriente amplia del socialismo democrático. Estuvo implicado en las primeras investigaciones de la
Escuela de Frankfurt aunque finalmente rompió con ellos al considerar que la interpretación
hegemónica, que pretendía sintetizar a Freud con el marxismo —el freudomarxismo—, era heterodoxa.
Fue uno de los grandes renovadores de la corriente psicoanalítica de mediados del siglo XX.
De entre sus obras fundamentales destacamos las siguientes: El miedo a la libertad (de cuyo capítulo
cuarto hemos extraído este fragmento), El arte de amar, Tener o ser y El corazón del hombre.
2 Erich Fromm, El miedo a la libertad, Paidós Contextos, Madrid 2006, páginas 121-129.
Toda valoración crítica del efecto del sistema industrial sobre este tipo de libertad
íntima debe comenzar por la comprensión plena del enorme progreso que el
capitalismo ha aportado al desarrollo de la personalidad humana. Por supuesto, todo
juicio crítico acerca de la sociedad moderna que descuide este aspecto del conjunto,
dará con ello pruebas de estar arraigado en un romanticismo irracional y podrá ser
justamente sospechado de criticar al capitalismo, no ya en beneficio del progreso,
sino en favor de la destrucción de las conquistas más significativas alcanzadas por el
hombre en la historia moderna.
Sin embargo, si bien todo esto fue uno de los efectos que el capitalismo ejerció sobre
la libertad en desarrollo, también produjo una consecuencia inversa al hacer al
individuo más solo y aislado, y al inspirarle un sentimiento de insignificancia e
impotencia.
El primer factor que debemos mencionar a este respecto se refiere a una de las
características generales de la economía capitalista: el principio de la actividad
individualista. En contraste con el sistema feudal de la Edad Media, bajo el cual cada
uno poseía un lugar fijo dentro de una estructura social ordenada y perfectamente
clara, la economía capitalista abandonó al individuo completamente a sí mismo. Lo
que hacía y cómo lo hacía, si tenía éxito o dejaba de tenerlo, eso era asunto suyo. Es
obvio que este principio intensificó el proceso de individualización, y por ello se lo
menciona siempre como un elemento importante en el aporte positivo de la cultura
moderna. Pero al favorecer la «libertad de», este principio contribuyó a cortar todos
los vínculos existentes entre los individuos, y de este modo separó y aisló a cada uno
Para explicar esta tesis debemos mencionar en primer lugar un hecho que ya ha sido
descrito en el capítulo anterior. Dentro del sistema medieval, el capital era siervo del
hombre; dentro del sistema moderno se ha vuelto su dueño. En el mundo medieval
3Conspicous waste, alusión al conocido concepto de TH. Veblen en Teoría de la clase ociosa. Traducción al
castellano: México, Fondo de Cultura Económica, 1944 [N. del T.]