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Las críticas a Michels

Seymour Martin Lipset fue un sociólogo estadounidense. Lipset escribió la


introducción a la nueva edición del libro de Robert Michels “Los partidos Políticos”.

Primero presenta la ley hierro de la oligarquía: “la organización es lo que da origen


a la dominación de los elegidos sobre los electores, de los mandatarios sobre los
mandantes, de los delegados sobre los delegadores. Quién dice organización dice
oligarquía” (Lipset, 2008).

Lipset explica que según Michels la democracia presenta malos funcionamientos


frente a las grandes organizaciones. Para que cualquier organización pueda
siquiera existir, es necesario en primer lugar que los miembros de estas
organizaciones cedan el poder a unas pocas personas, pero esto a la vez implica
la dominación de los miembros por un pequeño grupo de personas, lo que trae
inevitablemente problemas en la aplicación de la democracia.

Estas grandes organizaciones que menciona Michels tienden a formar estructuras


al interior de la organización en las que los funcionarios de más alto rango se
encuentran autorizados por los mismos miembros a ejercer un poder casi
absoluto.

El aumento de la burocracia es lo que permite que un grupo pequeño de personas


acumule tanto poder, estos lideres cuentan con ciertos recursos que les otorgan
ventajas por sobre otros miembros, y Lipset menciona tres recursos:

1. Mayores conocimientos
2. Control sobre los medios de comunicación del partido
3. Experiencia en la política

Otro problema que permite la concentración del poder en pocas manos son los
problemas de tiempo y desinterés: la mayoría de los miembros de un partido
ocupan la mayor parte de su tiempo sus trabajos, la familia y otras actividades
impiden que los miembros puedan participar en todas las actividades del partido,
según Lipset, esto es lo que Michels llama la “incompetencia de las masas”. Por
otro lado, los lideres pueden dedicar todo su tiempo a las necesidades del partido,
principalmente porque el mismo partido es el trabajo de los líderes.

Michels no cree en el liderazgo representativo, para él los intereses de los


funcionarios son distintos a los intereses de los miembros, y siempre prevalecen
los intereses de los funcionarios por sobre los intereses de las masas que
conforman los partidos Esto a largo plazo puede provocar que las masas se
inquieten y exijan resultados a los funcionarios, lo que a su vez provoca en estos
acciones opresivas para controlar a las masas.

Desde el principio Lipset aclara que la perspectiva de Michels sobre la democracia


es pesimista, así que para posiblemente la democracia podría terminar
conduciendo a una nueva tiranía, solo que esta vez más disfrazada y con mayor
legitimidad.

Michels en su libro mencionaba en repetidas ocasiones a los partidos socialistas,


así que “Los partidos políticos” trajo inevitablemente las respuestas de los
intelectuales pertenecientes a los partidos socialistas. Lipset menciona las
respuestas de Sídney Hook y Nikolai Bukharin, ambos defendían la imposibilidad
de la aplicación de la ley de hierro de la oligarquía en las sociedades socialistas.

Hook argumentaba que los puestos administrativos no implicaban beneficios


económicos para los funcionarios, agrega que los funcionarios habían sido
educados para comportarse de forma honesta, lo cual los inmunizaba de la
corrupción y de la ambición del poder.

Por su lado, Bukharin explicaba que en una sociedad socialista la incompetencia


de las masas desaparecía pues esta se trataba de una consecuencia de la
situación económica y cultural de ese momento. Agrega que si bien sería
inevitable la formación de pequeños grupos que intentasen hacerse con el poder
del nuevo régimen, estos serían detenidos y expulsados inmediatamente por el
aumento de las fuerzas productivas y por una sociedad que ahora estaría educada
como producto del fin del monopolio de la educación.
Lipset menciona (y está de acuerdo) con las críticas que acusan a Michels de
super determinista, especialmente por haber dicho que las élites de todas las
organizaciones grandes siempre terminan optando por defender sus interés por
sobre los intereses de las masas que dominan. Sus críticos argumentan que las
circunstancias políticas de Alemania no son las mismas en todo el mundo.
Además, hay analistas que critican el que Michels conceda muy poca capacidad
de acción a las masas frente a sus líderes, argumentan que los funcionarios
siempre necesitarán de un mínimo nivel de aprobación de parte de las masas y
también existirán las sanciones que castiguen a los dirigentes corruptos.

Lipset también explica que es difícil distinguir el momento en el que los intereses
de las masas dejan de ser los mismos para los líderes de los partidos, aquí
aparece un dato bastante curioso: producto de una serie de encuestas se notó que
los sindicatos ingleses y los miembros del partido laborista habían apoyado las
propuestas de la derecha parlamentaria de Inglaterra. Según Lipset, esto tiene que
ver con los objetivos de los sindicatos, si estos sindicatos cumplen con los
objetivos que persiguen, los dirigentes pueden tener mayor libertad de elección en
otros temas que no tienen que ver con sus objetivos. De esta manera se cumple la
idea de Michels que tiene que ver con las diferencias de objetivos entre los
dirigentes y las masas.

Es en este momento cuando Michels observa el papel de los líderes carismáticos:


estos líderes que son capaces de ir más allá de las reglas del partido a la vez que
tienen la capacidad de mantener tranquilas a las masas, esto lo llevaría a la teoría
elitista de la democracia:

Con su concepto de la sociedad y la organización como entidades divididas entre élites y


prosélitos, Michels llegó a aceptar la idea de que el mejor gobierno es el sistema
ostensiblemente elitista bajo la dirección de un líder carismático —aquel mismo concepto
había llevado a otros hombres a conclusiones notablemente diferentes—, y sugirió la
necesidad de reformular el concepto de democracia, de elaborar la teoría «elitista» de la
democracia (Lipset, 2008).
Referencia bibliográfica:
Michaels, R. (2008). Introducción. En Los partidos políticos I (pp. 13 – 43).
Amorrortu.

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