Mensaje a la IV Conferencias de Países no alineados, Argelia.
Septiembre de 1973 [Fragmentos]
Juan Domingo Perón
La presencia Argentina en esta magna IV Conferencia Cumbre de los Países No Alineados se
justifica ampliamente, tal como lo ha expresado magistralmente nuestro canciller, el señor embajador don Alberto Vignes, por la tradicional posición de respeto y solidaridad que el pueblo argentino siente por todas las naciones del mundo. Como fieles exponentes de nuestra posición internacional es que luchamos en lo nacional para lograr una Patria justa, libre y soberana, tal como lo proclama nuestra Doctrina Justicialista. Llevamos más de treinta años enarbolando esa bandera de libertad y soberanía, padeciendo con grandeza patriótica los tremendos ataques de la reacción imperialista. Dura ha sido la lucha, pero finalmente la verdad ha prevalecido sobre la insidia, al punto que hoy la casi totalidad de los ciudadanos de nuestro país se han unido, en un acto de verdadera conciencia nacional, para enfrentar al enemigo común y labrar la grandeza de la Patria. El punto de partida de nuestra acción revolucionaria dio un contenido filosófico al movimiento, del cual emanó nuestra Doctrina Justicialista. Pero a pesar de nuestra sinceridad y de nuestros esfuerzos, las informaciones que han circulado por el mundo padecieron las consabidas deformaciones y mutilaciones, tergiversando el noble sentido que las anima. Dicho sentido está signado por el profundo respeto que tenemos por la dignidad del ser humano en todos los órdenes de la vida, colocándolo muy por encima de los bienes materiales. Este es el punto de partida del Justicialismo. Ruego a los señores congresales me permitan una breve aclaración sobre la realidad efectiva de nuestros principios, para poder comprobar el porqué de nuestro avance precursor de la tercera posición, proclamada hace ya treinta años y que hoy tiene vigencia en esta misma asamblea de los Países No Alineados. También se podrá comprender en esta explicación por qué el Justicialismo tiene, tuvo y tendrá siempre vigencia, pese a todas las arteras maniobras que el imperialismo forjó en los diez años de gobierno y en los dieciocho años de persecución y exilio infamantes que sufrimos luego del golpe de Estado de 1955. Cuando en el año 1943 un grupo de hombre de armas decidimos liberar al país de la dependencia extranjera haciendo una verdadera revolución nacional, debimos enfrentarnos también con triste y agobiante panorama mundial, en un mundo que venía de soportar una gran guerra cuyas consecuencias son de todos conocidas. (…) Y así nace el Justicialismo, con las mismas frases de la mencionada proclama revolucionaria del 4 de junio de 1943, cuando refiriéndonos a lo internacional dijimos: “Lucharemos por mantener una real e integral soberanía de la Nación, por cumplir fielmente el mandato imperativo de su tradición histórica, por hacer efectiva una absoluta, verdadera, leal unión y colaboración latinoamericana y por el cumplimiento de nuestros compromisos internacionales”. Y fue también en aquella misma ocasión que manifesté a mis compañeros revolucionarios que las premisas fundamentales de nuestro quehacer debían ser las siguientes: primero, lograr la unidad nacional. Esa unión de todos que es lo único que hace grande a los pueblos. Quería ya la unidad nacional para que cuando fuera necesario sufrir lo sufriéramos todos por igual, y cuando fuera tiempo de gozar lo gozaremos todos por igual también. El otro postulado era el de la Justicia Social, de profundo contenido humano, sin el cual toda la revolución no pasa de ser un simple movimiento de tropas. El patrimonio ideológico de nuestra Doctrina Justicialista está enfocado en trabajar para labrar la felicidad del pueblo y asegurar la grandeza futura de la patria. Nosotros queremos una Argentina socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana. En lo que a política internacional se refiere, los términos de nuestro accionar son claros y precisos. Sostenemos desde el instante mismo del nacimiento del Justicialismo, como principios y objetivos básicos en lo internacional, lo siguiente: 1- La defensa integral de la soberanía nacional en todo nuestro territorio y especialmente sobre la Antártida Argentina, las islas Malvinas y sus islas dependientes. 2- El ejercicio pleno de la justicia social, la independencia económica y la soberanía política como bases para asegurar a cada pueblo del mundo su propia felicidad, mediante la realización de la propia justicia y la propia libertad. 3- La tercera posición como solución universal distinta del marxismo internacional dogmático y del demoliberalismo capitalista que conducirá a la anulación de todo dominio imperialista en el mundo. Nuestra Doctrina Justicialista dice claramente: “Deseamos vivir en paz con todas las naciones de buena voluntad del mundo”. La política argentina ha sido, es y será siempre pacifista y generosa. Nuestra política internacional es de paz, de amistad, de trabajo y de aspiración a comerciar honradamente y con libertad. La Argentina no se comprometerá jamás en ninguna acción que presuponga una agresión a pueblo alguno de la tierra. (…) Así fundamentados fue que, al declararnos partidarios de asumir una tercera posición, dijimos: “Frente a nosotros se levantan triunfantes el demoliberalismo capitalista, puramente individualista, y el colectivismo del marxismo dogmático internacional, alargando la sombra de sus alas imperialistas, amenazando a los pueblos del mundo que, angustiados, sufren en el silencio de la impotencia la esclavitud económica de la presión imperialista o, en su defecto, el avance ideológico reaccionario sostenido por la presión de la fuerza o de la violencia”. (…) He dicho hace tan sólo unos pocos días, ante los trabajadores de mi país, que solamente la conformación de un Tercer Mundo podría ser la garantía que espera la raza humana para disfrutar de un modo mejor, donde no existan niños de corta edad que se mueran sin ver la vida, ni seres humanos que padezcan miserias y enfermedades por falta de atención o de elementos sanitarios. Todos los países del Tercer Mundo deben organizarse férreamente en dicho sentido, dejando de lado todo aquello que pudiera ser motivo de una perturbación. La vida de la raza humana así lo exige. Si los diversos continentes no se unen estrechamente, llegará el día en que faltando los alimentos y las materias primas, que ya están en plena escasez mundial, veremos a los fuertes tomar desconsideradamente aquello que les pertenece, anexando o eliminando, según su conveniencia, a los países como si fueran meros juguetes. Tal vez lleguen a dominarlos hasta telefónicamente. Ayer fue la época de las nacionalidades, hoy es la época del continentalismo y muy en breve será la era del universalismo. Es preciso trabajar unidos, solidarios y organizados, respetando siempre las costumbres y la soberanía de los demás pueblo, pero buscando siempre la solución adecuada para estos acuciantes problemas en bien de la comunidad universal, y tal vez un día podamos designarlos todos con el honroso título de ciudadanos del mundo. En nuestro continente latinoamericano, muchos son los líderes populares que trabajan en este sentido fraternal y los resultados obtenidos son muy halagüeños; esperamos que muy pronto lograremos un acuerdo no sólo importante sino total. Nuestros trabajadores están conformando ya la Confederación General del Trabajo Continental. Ello es un paso sumamente importante. También en esta tarea, que es de todos y no patrimonio de nadie en particular, los argentinos no buscamos liderazgos ambiciosos, sino que somos compañeros integrantes de una misma causa, cimentada en la felicidad de los pueblos, sin otro vínculo que el galardón de una limpia y eterna amistad.