ESPONSAL Y EL LENGUAJE DEL CUERPO, PRESUPUESTOS BÍBLICO Y ANTROPOLÓGICO.
Pbro. Ricardo Cuestas.
• Estos dos presupuestos nos permiten comprender los sacramentos como símbolos del don divino, como acciones simbólicas de Cristo y de la Iglesia que, por la fuerza del Espíritu Santo, otorgan la gracia asignada desde su institución.
• Los que se unen en alianza conyugal son un hombre y
una mujer, que descubren en su cuerpo, a través de su masculinidad y feminidad, el lenguaje esponsal, la capacidad de entregarse y recibirse el uno al otro.
• Ellos son el signo sacramental del matrimonio, que se
realiza en el momento del consentimiento, se completa en la consumación y se prolonga en lo que las palabras y la unión sexual significan durante toda la vida conyugal. 1.1. LA ANALOGÍA BÍBLICA DEL AMOR ESPONSAL.
• El simbolismo del amor nupcial ocupa un lugar
privilegiado dentro del mundo simbólico, hasta el punto de poder utilizarse como analogía del misterio trinitario, y de la historia de la Alianza de amor de Dios por el hombre y de Cristo con la Iglesia.
• Concilio Vaticano II: “Pues de la misma manera
que Dios en otro tiempo salió al encuentro de su pueblo con una alianza de amor y fidelidad, ahora el Salvador de los hombres y Esposo de la Iglesia, mediante el sacramento del matrimonio, sale al encuentro de los esposos cristianos. Permanece, además, con ellos para que así como El mismo amó a la Iglesia y se entregó por ella, así también los cónyuges, con su mutua entrega se amen con perpetua fidelidad” (GS 48). 1.1.1. EL SIMBOLISMO NUPCIAL EN EL ANTIGUO TESTAMENTO. • El Concilio Vaticano II para hablarnos del encuentro y la permanencia de Cristo con los esposos por medio del sacramento del matrimonio, alude a la experiencia histórica de amor y fidelidad entre Dios y su pueblo. En efecto, cuando Dios quiso darse a conocer y revelarse a Israel, lo hizo estableciendo una Alianza: ellos serían su pueblo y Él su Dios.
• Pero la infidelidad del pueblo a este
compromiso de amor, y el perdón y renovado amor por parte de Dios a Israel, van a permitir a los profetas expresar el concepto de Alianza por medio del simbolismo conyugal. • Podemos descubrir como dos estratos. En el primero y fundamental los profetas presentan la Alianza de Dios con su pueblo como un matrimonio: Yahvé es el Señor de Israel pero también es su Esposo, de tal modo que la ruptura de la Alianza es también infidelidad. Desde este primer estrato la analogía revela un segundo: “el lenguaje del cuerpo”, al que podemos también llamar el “profetismo del cuerpo”.
• Los profetas buscaron sostener con el lenguaje del cuerpo la
profundidad de la Alianza y aquello que la contradice: el cuerpo dice la verdad con la fidelidad y la falsedad con el adulterio o la prostitución.
• En la segunda mitad del siglo VIII a.C., Oseas utiliza el
simbolismo nupcial de forma muy original al involucrarse él mismo con el mensaje que expresa. Obedeciendo a Dios, toma como mujer a una prostituta, los nombres de los hijos (Dios siembra, No-compadecida, No- mi-pueblo) representan simbólicamente las relaciones entre Dios y su pueblo. El capítulo segundo muestra cómo actúa Dios; después del abandono es Yahvé el que intenta seducir de nuevo al pueblo y desposarlo para siempre en amor y fidelidad. En el capítulo tercero el profeta Oseas debe tomar de nuevo a la mujer que le ha sido infiel, comprarla y purificarla, representando con ello el amor de Dios hacia Israel infiel, y el tiempo del perdón y de la misericordia. • El profeta ha utilizado este simbolismo-realidad nupcial para significar lo que caracteriza la Alianza: la comunión de Dios con Israel. No es la institución conyugal lo que simboliza la Alianza, sino el matrimonio histórico y concreto de Oseas en que la esposa abandona el hogar y el marido permaneciendo fiel la perdona y ama.
• Jeremías que desarrolla su ministerio profético a
finales del siglo VII a.C. y principios del siglo VI a.C., utilizará la imagen conyugal para tratar las relaciones entre Israel- Judá y Yahvé. El profeta recuerda el tiempo del noviazgo, la fidelidad primera de las relaciones entre los israelitas y Dios (Jr 2, 2). Pero esta fidelidad se ha visto traicionada tanto por Israel como por Judá (Jr 2, 20-25; 3, 6-13). Sin embargo, Dios es piadoso y no guarda rencor perpetuo. Tras el fracaso de la Alianza antigua Dios pactará una Alianza eterna grabando la ley en el corazón del pueblo (Jr 31, 31-34). Esta Alianza está expresada también en términos de simbología conyugal: “Con amor eterno te he amado: por eso he reservado gracia para ti. • Ezequiel, a principios del siglo VI a.C., desarrolla en una alegoría la historia del pueblo de Israel, donde el amor de Dios por Jerusalén es expresado en términos esponsales. La Alianza del Sinaí está narrada en símbolos nupciales: “Entonces pasé junto a ti y te vi. Era tu tiempo, el tiempo de los amores. Fue el tiempo en que el pueblo permaneció fiel al Señor, pero la esposa aprovechó su belleza para prostituirse (Ez 16, 9-34); finalmente, Yahvé después de las amenazas (Ez 16, 35-59), aparece como el esposo que perdona gratuitamente: (Ez 16, 60). Son palabras de amor y consuelo que anuncian una Alianza nueva.
• Esta misma imagen nupcial es utilizada por el
Deutero-Isaías (Is 40-55) y el Trito-Isaías (Is 56-66). En el capítulo 54, el profeta para expresar el amor de Dios por su pueblo y el establecimiento de una Alianza nueva, utiliza los símbolos de la mujer estéril, que va a engendrar una multitud que heredará las naciones y poblará las ciudades (cfr. Is 54, 1-3); así como el simbolismo nupcial. Amor esponsal y alianza quedan entrelazados. • En el Tercer-Isaías Dios se desposa con Jerusalén, (Is 62, 5). Esta nueva Jerusalén es la comunidad redimida a la que Cristo promete la vida eterna, razón por la que se eleva una acción de gracias y se proclama la alegría (Is 61, 10).
• En cuanto al Cantar de los Cantares, la lectura
hebraica, le asignaba un sentido simbólico, interpretando el amor humano como el amor de Dios por Israel y de Cristo por la Iglesia. Para D. Colombo, el Cántico debe ser leído en una doble perspectiva: la primera sería un canto al amor humano; la segunda que, por medio de este canto, Dios sugiere la realidad de un amor transcendente e histórico a la vez.
• Balthasar considera el Cantar como presagio del amor
esponsal de Cristo y la Iglesia. Blaise Arminjon se sitúa en la línea de la interpretación religiosa tradicional. C. Bernard explica el Cántico desde la simbólica esponsal, en donde el amor de Dios-esposo permanece firme a pesar del amor inseguro del pueblo-esposa. • Según Mazzanti este libro marca el vértice de la tradición esponsal al describir la relación amorosa entre Yahvé e Israel. Juan Pablo II se vincula con la exégesis moderna que contempla el Cántico como un canto de amor humano.
• El uso del simbolismo nupcial en los libros proféticos y
en el Cantar de los cantares para manifestar el amor permanente y fiel de Dios por su pueblo, y la vinculación a este simbolismo en el futuro de una Alianza nueva y eterna, nos permiten hablar no sólo de una teología de la Alianza, sino de una teología del matrimonio con relación a ella.
• Sólo un amor total y permanente, una entrega sin
límites y una unión fiel e indisoluble, puede ser un símbolo adecuado de esta Alianza indestructible de Dios con su pueblo que anticipa y anuncia la de Cristo con la Iglesia, de ahí que podamos vislumbrar un fundamento en los libros proféticos de lo que será la permanencia del signo sacramental en el matrimonio cristiano. 1.1.2. EL SIMBOLISMO NUPCIAL EN EL NUEVO TESTAMENTO. • G. Mazzanti ha contemplado la Revelación concentrada en el tema de las bodas de Dios con la humanidad, toda la Historia de la Salvación se encuentra contenida en esta simbología nupcial.
• La presencia de una pareja, Adán y Eva, da inicio a la
Historia de la Salvación (Gn 1, 27; Gn 2, 7.22); y con otra, el Cordero y su Esposa, se concluye (Ap 19, 20; 21, 2. 9; 22, 16- 20).
• Esta misma estructura se puede observar en el
Evangelio según San Juan. Al inicio del Evangelio, Juan Bautista es presentado como el “amigo del esposo” y Cristo como el esposo mesiánico (Jn 3, 29), que da inicio a su ministerio público en las bodas de Caná (Jn 2, 11), y al fin de su vida hace surgir de su costado a su esposa la Iglesia (Jn 19, 34). • En los sinópticos este simbolismo es utilizado por Jesús cuando compara el Reino a un banquete de bodas (Mt 22, 1-14; Lc 14, 16-24); o a las diez vírgenes que esperan la llegada del novio (Mt 25, 1-13); también lo emplea para referirse a sí mismo como el novio cuya presencia impide a sus amigos practicar el ayuno (Mt 9, 15; Mc 2, 19-20; Lc 5, 34- 35).
• En los escritos apostólicos: el amor de Cristo por la Iglesia
encarnará y llevará a su consumación el amor de Dios por su pueblo. La Alianza eterna y definitiva de amor y entrega que anunciaban los profetas se ha cumplido en Cristo.
• El será el esposo fiel de la Iglesia esposa por quien
entregará su propia vida. En esta imagen de Cristo Esposo de la Iglesia, San Pablo, como señala Balthasar, presenta la esponsalidad de la Iglesia en su aspecto de ya realizada, pero todavía no concluida plenamente.
• La relación de Cristo con la Iglesia bajo el símbolo de
Cristo como cabeza y la Iglesia como cuerpo, ha sido muy desarrollada en la teología, sin embargo, la metáfora esposo y esposa no ha encontrado la misma fortuna. • Conocemos la importancia que ha tenido el texto de Efesios 5, 21-33 en el Magisterio en orden a formular la sacramentalidad del matrimonio, y en la reflexión teología.
• Estos versículos se presentan como una gran analogía
cristológica-eclesiológica que revela la verdad esencial sobre el matrimonio cristiano como imagen de la relación de amor y de entrega de Cristo por la Iglesia y al mismo tiempo nos permiten comprender la esencia de esa relación.
• Juan Pablo II al analizar Ef 5, 22-33, en el quinto ciclo
de las catequesis, considera que debe tenerse en cuenta para interpretarlo correctamente las palabras de Cristo aludiendo al “principio” cuando los fariseos le preguntan sobre el divorcio (Mt 19, 4; Mc 10, 6); o al “corazón” en el discurso de la montaña (Mt 5, 28) y a la futura resurrección (Mt 22, 30; Mc 12, 25; Lc 20, 35). Textos que ha utilizado para elaborar una teología del cuerpo y que en Efesios encontraríamos como el coronamiento de estas palabras- claves. • En los versículos que se dirigen a la mujer (Ef 5, 22-24), la relación Cristo-Iglesia es el modelo analógico de la relación marido-esposa, se le exhorta a someterse al marido como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer como Cristo lo es de la Iglesia; y de la misma manera que la Iglesia está sometida a Cristo, así, en sentido análogo, lo debe estar la esposa al marido.
• “Sed sumisos los unos a los otros en el temor de Cristo”
(21), ésta sería la clave desde la que leer el resto del texto. El temor de Cristo no debe entenderse en el sentido de miedo, sino de respeto por la santidad, por lo sagrado. Se trata de la piedad que “nacida de la profunda conciencia del misterio de Cristo, debe constituir la base de las recíprocas relaciones entre los cónyuges”.
• En los versículos dirigidos al marido (Ef 5, 25-33) el
autor usa también la analogía. El marido debe amar a la mujer como Cristo a la Iglesia, el amor redentor se transforma en amor esponsal. Aquí encuentra el marido el modelo de amor a la esposa, modelo ejemplar y exigente, un amor gratuito, desinteresado, que abarque toda la vida matrimonial y que busca la santidad y el bien eterno de la esposa: la salvación. • Aparece en el pasaje una nueva analogía: la de Cristo como Cabeza y la Iglesia unida a Él como su Cuerpo. Los esposos deben amar a su mujer como a su propio cuerpo, como hace Cristo con su Iglesia. Al ser la mujer el propio cuerpo del esposo, según el texto de Génesis 2, 24: “Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne”, el marido ha de nutrir y cuidar a la esposa como haría consigo mismo, como Cristo nutre y cuida a su Iglesia; y puesto que la forma en que Cristo ama a la Iglesia es buscando su santificación, ésta ha de ser la forma en que deben amarse los esposos: buscando su mutua santificación, de esta manera, serán un signo real, una participación del amor de Cristo por la Iglesia y harán que se despliegue con toda su fuerza el signo sacramental. El amor conyugal de los esposos es una autorrealización de la Iglesia, y a “través de este amor conyugal Cristo une a sí a la Iglesia”. • El versículo 32, “Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y a la Iglesia”, es el más debatido de esta perícopa. Para Fleckenstein el matrimonio cristiano está en conexión con la relación esponsal de Cristo y la Iglesia. No es sólo un símbolo de este misterio, sino que participa del carácter sobrenatural que hace del matrimonio un vínculo santo y santificante, lo que permite que de la experiencia matrimonial se pueda intuir algo de lo que es la Alianza de Yahvé con su pueblo y de Cristo con la Iglesia.
• Podemos concluir que la analogía cristológica eclesial de
Efesios revela la profunda verdad y la fuerte exigencia del amor conyugal.
• Los esposos cristianos son símbolo y participación de la
Alianza de amor de Cristo por la Iglesia, quedan capacitado para amarse con un amor de origen divino fruto del Espíritu Santo y para alcanzar la santidad.
• Ellos son, en cuanto pareja, una misma carne, no en el sentido
ontológico, sino en el más amplio de la expresión, y en esta unidad dual el signo sacramental a lo largo de toda la existencia conyugal, llamados a hacer realidad aquello que significan: en esto consiste uno de los aspectos de la sacramentalidad permanente del matrimonio. • También el simbolismo nupcial es utilizado por el autor del Apocalipsis, recogiendo la tradición bíblica iniciada en los profetas para hablar del amor de Dios por su pueblo, y ahora aplicada a Cristo y a la Iglesia al referirse a las bodas de Cordero (Ap 19, 7-8; 21, 9) o al desposorio de la nueva Jerusalén con Dios (Ap 21,2).
• Cristo es el Esposo, el Cordero inmolado en la
cruz, que resucitado posee todo poder y envía el Espíritu Santo sobre la tierra. La esposa es la Iglesia que se ha ido preparando para esta fiesta y se ha engalanado, vestida de lino deslumbrante de blancura.
• El Apocalipsis utiliza la expresión “novia” y
“esposa”. U. Vanni se pregunta cuál es el contenido real de esta imagen de noviazgo, la respuesta nos la da el autor del Apocalipsis en 21, 9-22, 5, cuando la novia llega a ser la esposa. • Las bodas del Cordero (Ap 19, 7) son la unión escatológica del Mesías y de la Iglesia. El autor del Apocalipsis contempla ya el cumplimiento de las bodas, y “el Reino es una fiesta nupcial” a la que está invitada toda la humanidad que se abra al misterio de Dios.
• En el capítulo veintiuno se retoma esta imagen de la
nueva Jerusalén La primera consecuencia de esta presencia de Dios en la nueva Jerusalén es la luz que invade la ciudad (Ap 21, 11); la segunda, su fortaleza y belleza (Ap 21, 12-21); la tercera, que no hay necesidad de Santuario ni de sol ni de luna, porque toda ella es presencia de Dios (Ap 21, 22-24); finalmente, la nueva Jerusalén irradiará y atraerá hacia sí a todas las naciones de la tierra (Ap 21, 24-26).
• Se nos habla en estos textos de dos momentos
diferentes: la Iglesia en su situación histórica (Ap 19, 7-8), en la que se va preparando, como don de Dios y la Iglesia en su situación conclusiva y escatológica (Ap 21, 2.9-27), la nueva Jerusalén, la esposa engalanada, por la gloria de Dios, para las bodas escatológicas y definitivas durante toda la eternidad, que expresan que Dios lo será todo en todos. • Esta imagen de las bodas escatológicas del Cordero con la nueva Jerusalén, cumplimiento y culminación del amor de Dios con la humanidad y de Cristo con la Iglesia, y en la que sea posible una respuesta eterna de amor y de fidelidad por parte de la Esposa, permite entrever la posibilidad de establecer esta situación como modelo y cumplimiento de la unión matrimonial, más allá de la vida mortal, en la que sea posible un amor pleno y total.
• Inos Biffi escribe que la caridad esponsal de Cristo y de
la Iglesia alcanza la perfección en el “mundo futuro”, y que el sacramento de tal caridad, es decir, el matrimonio, es atravesado por la “aspiración” escatológica.
• Juan Pablo II afirma que lo que del matrimonio
pertenece al mundo visible está destinado a desaparecer, pero el hombre llamado a vivir en la escatología mediante la resurrección del cuerpo, es el mismo hombre, varón o hembra, que en el origen del mundo visible está vinculado con el matrimonio. • De estas palabras se podría deducir que con la muerte cesa la unidad corporal de los esposos, pero el “matrimonio cristiano es más que la carne. «El amor es más que el amor». Transfigurado por el Espíritu, el amor construye para la eternidad, porque «el amor no pasa nunca»”. Por tanto, podemos hablar de una unidad espiritual que continua y permanece en una modalidad nueva.
• En síntesis, el simbolismo nupcial utilizado
ampliamente en el Antiguo Testamento para representar la Alianza de amor de Dios por su pueblo, alcanza su culminación y plenitud en el Nuevo Testamento: Cristo Esposo establece una Alianza de amor eterno con la Iglesia a quien une a sí como a su esposa.
• La eucaristía lleva sacramentalmente a pleno
cumplimiento esta comunión de amor que revela de modo análogo la verdad de lo que es el matrimonio: los esposos deben amarse como Cristo a la Iglesia, de manera gratuita y desinteresada, buscando su mutua santificación y salvación; deben amar al cónyuge como si se tratara de sí mismo puesto que cada uno es la prolongación del otro. • Pero el amor de Cristo por la Iglesia no permanece exclusivamente en el ámbito analógico, en el sacramento del matrimonio hay una verdadera participación de él: los esposos son el signo real, aunque de manera limitada e incompleta, del amor y de la unión esponsal de Cristo con la Iglesia, pero llamados a alcanzar su plenitud en la escatología.
• Se confirma así que la realidad humana de
éstos es la que se convierte en sacramento, en signo de gracia. Toda su existencia conyugal queda situada dentro del misterio de Cristo y la Iglesia siendo un sacramento permanente de este misterio. 1.2. EL LENGUAJE ESPONSAL DEL CUERPO.
• Quien celebra el sacramento del matrimonio es un
hombre y una mujer que precisamente a través de sus cuerpos, en su masculinidad y feminidad, permiten la relación esponsal y la fecundidad. Ellos son, en toda su integridad antropológica, sacramento permanente de Cristo y la Iglesia.
Para poder sustentar estas afirmaciones es necesario
aceptar dos presupuestos:
• El primero, la unidad sustancial del cuerpo y del
espíritu en el ser humano de tal manera que todo lo que el hombre es se pueda expresar por medio del cuerpo.
• El segundo, consiste en el modo propio de existir de la
persona humana, la masculinidad y la feminidad como exigencia necesaria para la relación esponsal. • El hombre es un ser que por origen y naturaleza se entiende a sí mismo en relación con los demás. Por origen, su existencia se debe a unos progenitores. Por naturaleza, porque necesita absolutamente de sus semejantes para sobrevivir, y porque el encuentro con el otro le permite tomar conciencia de su propio ser, le descubre la experiencia del “nosotros” que se desdobla en “él” y “yo”, saberse diferente del otro y encontrarse consigo mismo.
• La Biblia ha expresado esta situación con las palabras
que Dios pronuncia en el Génesis: “No es bueno que el hombre esté solo” (Gn 2,18). La fe cristiana define al hombre como imagen y semejanza de un Dios trinitario que vive en sí un misterio de amor y comunión; porque es un ser interpersonal, un ser comunional.
• El ser humano se presenta como varón o hembra, lo cual
determina su constitución física, psíquica y espiritual y le permite reconocer su diferencia y su orientación natural hacia el otro sexo. Este ser humano en su diferenciación sexual es el que se une en matrimonio y en matrimonio-sacramento de la unión de Cristo y la Iglesia si son bautizados LA UNIDAD SUSTANCIAL DEL CUERPO Y DEL ESPÍRITU EN EL SER HUMANO.
• No se puede hablar de dualismo en la concepción
bíblica del hombre sino de una visión unitaria, que no admitiría la consideración del cuerpo como algo negativo, puesto que el pecado no es obra del cuerpo, sino de todo el ser del hombre; pero tampoco admitiría reducir al hombre a su cuerpo olvidándose de su dimensión espiritual.
• El cuerpo es lo que permite al hombre realizar su
propia vida limitada en un espacio y un tiempo; manifiesta su historicidad; da unidad a todas las actividades que realiza en su existencia terrena, y en definitiva es la expresión real del “yo” espiritual. • A través del cuerpo el hombre se hace presente y accesible al otro, y por medio de él expresa y participa toda la realidad interior. El cuerpo es signo de la persona y al mismo tiempo un signo que la realiza.
• Por eso, no podemos decir que el hombre es un
compuesto dual de cuerpo y espíritu, sino un espíritu que se expresa en el cuerpo, un cuerpo informado por el espíritu, una unidad corporal y espiritual al mismo tiempo.
• C. Cafarra explica la unidad sustancial de la persona
desde el acto de ser: la conciencia de ser yo mismo que se comunica al cuerpo y lo hace ser; y desde el acto libre: la misma conciencia que tiene el sujeto de ser él quien realiza actos libres. Por tanto, el cuerpo es la misma persona es su visibilidad, la posibilidad que le permite expresarse. • Todo lo que el hombre es se expresa en su cuerpo animado por el espíritu y es esa unión psicosomática la que recibe la capacidad de ser el signo sacramental. 1.2.2.LOS DOS MODOS DE SER HUMANO: MASCULINIDAD Y FEMINIDAD, COMO PRESUPUESTOS DE LA DIMENSIÓN ESPONSAL DEL CUERPO.
• Este ser personal cuyo cuerpo y alma están unidos
sustancialmente se presenta, tal como fue creado por Dios, como varón o hembra, lo cual determina su constitución física, psíquica y espiritual, al mismo tiempo que le permite descubrir su identidad y su diferencia; su orientación natural hacia el otro sexo y su dimensión esponsal, es decir, su capacidad de entregarse y recibirse mutuamente, de comunidad y de comunión, de expresar el amor y de acoger al otro tal como es querido por Dios.
• En el análisis que Juan Pablo II hace sobre el
primer relato de la creación del hombre, subraya el hecho de la referencia del ser humano a Dios como varón y mujer: “a imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó” (Gn 1, 27). En el segundo relato se acentúa la soledad del hombre. • Sólo cuando Dios hace de la costilla del hombre a Eva y se la presenta, es cuando Adán expresa la alegría por este otro ser humano que le permite reconocer su propia humanidad, establecer la comunión con otra persona, y llegar a ser una sola carne (Gn 2, 23-24).
• En este estado de inocencia originaria, el Papa
destaca la experiencia primordial de la desnudez original, en la que la ausencia de vergüenza significaría la plenitud de la comprensión del significado del cuerpo: que el hombre y la mujer están originariamente dados el uno al otro, que a través del cuerpo se expresa el yo humano personal y, sobre todo, la capacidad de ver el interior del ser humano: la imagen de Dios. Además, la falta de vergüenza significa que uno al otro no se consideraban como “objetos”, sino como sujetos. • Vinculado a la dimensión esponsal del cuerpo se encuentra el significado generador del cuerpo, la fecundidad: la masculinidad esconde la paternidad, la feminidad esconde la maternidad.
• Esta dimensión esponsal del cuerpo, su capacidad de
expresar el amor, quedó limitada por el pecado original. La concupiscencia del cuerpo deforma la mutua relación de don y acogida; en definitiva se modifica el significado del cuerpo y las relaciones interpersonales de comunión entre el hombre y la mujer.
• Sin embargo, el hombre está llamado por Cristo a
descubrir y realizar el significado esponsal del cuerpo. No se trata de volver al estado de inocencia original, lo cual es imposible, sino llegar a ser el hombre nuevo, que viviendo según el Espíritu domina la concupiscencia y hace posible la realidad de un nuevo comportamiento, fruto de la redención del cuerpo, que le permita descubrir su sentido esponsal en su verdad integral. • Este significado esponsal del cuerpo se manifestará plenamente en la escatología, cuando el don de sí mismo del hombre a Dios, sea la respuesta del don de Dios al hombre.
• Las palabras del consentimiento están dotadas de un
carácter marcadamente antropológico puesto que son palabras pronunciadas por el hombre, varón y mujer.
• Las palabras pronunciadas por los novios como
ministros del sacramento en la celebración del matrimonio, son el medio por el que contraen matrimonio y al mismo tiempo lo reciben como sacramento.
• El consentimiento es el signo sacramental de forma
incompleta, puesto que su contenido está orientado a la consumación donde el matrimonio queda constituido en su plena realidad. • El consentimiento es el signo sacramental de forma incompleta, puesto que su contenido está orientado a la consumación donde el matrimonio queda constituido en su plena realidad.
• Es decir, de las palabras con las que el hombre y la
mujer expresan su disponibilidad de llegar a ser “una sola carne”, se debe pasar a la realidad de lo que estas palabras significan para que pueda hablarse de un matrimonio plenamente constituido. Los dos elementos, consentimiento y consumación, son importantes para la estructura del signo sacramental.
• El consentimiento no es un mero rito exterior, sino la
expresión de una realidad interior; indica en el orden intencional lo que han decidido ser en el orden real: el uno para el otro durante toda su vida, de tal manera que si no responde a la verdad, si fuese una simulación, no sería signo sacramental. • Por esta razón, los nuevos esposos son los que constituyen el pleno y real signo visible del sacramento mismo. El consentimiento es considerado como signo sacramental porque incluye la mutua entrega durante toda la vida.
• Las palabras pronunciadas se ponen sobre la línea del
mismo “profetismo del cuerpo”: el cuerpo humano habla un “lenguaje” cuyo autor es el hombre, esposo y esposa, que releen el significado esponsal del cuerpo inscrito en la estructura de la masculinidad y la feminidad.
• Por tanto, la estructura del signo sacramental está, de
alguna manera, condicionada por “el lenguaje del cuerpo”. El signo del sacramento del matrimonio supone que las palabras pronunciadas por los nuevos esposos reproduzcan en el “lenguaje del cuerpo” su verdad originaria, es decir, el significado esponsal del cuerpo, ser el uno para el otro (communio personarum) durante toda la vida. • En conclusión, Juan Pablo II está utilizando un concepto de signo sacramental que no puede reducirse al intercambio del consentimiento, incluye el contenido de lo que las palabras expresan y de las personas que las pronuncian, porque el consentimiento no puede entenderse como simple requisito jurídico, comporta una profunda carga antropológica tanto respecto del pasado de los novios que contraen el matrimonio, como del futuro de estos esposos durante su vida conyugal.
• La masculinidad y la feminidad como las dos
maneras de existir el ser humano era el segundo presupuesto para afirmar la sacramentalidad permanente de los esposos.
• Su diferenciación sexual es lo que permite la
dimensión esponsal, la capacidad de darse y recibirse, de ser una sola carne y, por tanto, de significar permanentemente la unión de Cristo con la Iglesia.