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CUESTIÓN 37

Sobre el Espíritu Santo llamado Amor


Ahora hay que estudiar lo referente al nombre Amor. Esta cuestión plantea y exige
respuesta a dos problemas: 1. ¿Es o no es el nombre propio del Espíritu Santo? 2. El Padre
y el Hijo, ¿se aman o no se aman por el Espíritu Santo?

ARTICULO 1

Amor, ¿es o no es el nombre propio del Espíritu Santo?

Objeciones por las que parece que Amor no es el nombre propio del Espíritu Santo:

1. Dice Agustín en XV De Trin.1: Desconozco por qué, así como el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo son llamados sabiduría, y todos no constituyen a un tiempo tres, sino una
sola sabiduría, no se tiene que llamar amor al Padre, el Hijo y el Espíritu Santo,
constituyendo todos, a un tiempo, un solo amor. Pero ningún nombre dado a cada persona
en particular y a todas en conjunto es nombre propio de alguna persona. Luego Amor no es
nombre propio del Espíritu Santo.

2. Más aún. El Espíritu Santo es persona subsistente. Pero el amor no está indicado como
persona subsistente: sino como una determinada acción que pasa del que ama al amado.
Luego Amor no es nombre propio del Espíritu Santo.

3. Todavía más. El amor es el vínculo de los que aman; porque, según Dionisio en el 4 cap.
De Div. Nom.2, es una determinada fuerza unitiva. Pero el vínculo es el medio entre
aquello que une; no algo que proceda de lo que une. Así, pues, como el Espíritu Santo
procede del Padre y del Hijo, como quedó demostrado (q.36 a.2), parece que no es el amor
o el vínculo del Padre y del Hijo.

4. Por último. Todo el que ama tiene algún tipo de amor. Pero el Espíritu Santo ama. Luego
tiene algún tipo de amor. Así pues, si el Espíritu Santo es amor, será amor del amor, y
espíritu del espíritu. Esto es incongruente.

En cambio, está lo que dice Gregorio en la homilía sobre Pentecostés 3: El Espíritu Santo
es Amor.
Solución. Hay que decir: En Dios, el nombre Amor puede ser tomado en sentido esencial y
en sentido personal

a. En sentido personal, es el nombre propio del Espíritu Santo, como Palabra es el


nombre propio del Hijo. Para demostrarlo, hay que tener presente que, como ya se
probó (q.27 a. 1,3 y 5), en Dios hay dos procesiones:
1. Una por el entendimiento, la de la Palabra;
2. otra por la voluntad, la del amor.

Porque la primera nos es más conocida, para indicar cada uno de los aspectos que se
pueden analizar encontramos más nombres adecuados. Pero no sucede así con la procesión
del amor. Por eso hacemos uso de ciertos circunloquios para indicar la persona que resulta
de tal procesión. Y las relaciones resultantes también de dicha procesión, las denominadas,
tal como ya dijimos (q.28 a.4), procesión y espiración. Dichos nombres, sin embargo,
atendiendo sólo a los nombres, son más de origen que de relación. Sin embargo, ambas
procesiones deben ser analizadas como semejantes. Pues, así como, por el hecho de que
alguien entienda algo, se produce en su mente una determinada concepción intelectual de lo
conocido y que se llama palabra; así también, por el hecho de que alguien ama algo, se
produce en quien ama una determinada impresión, por decirlo de alguna manera, de lo
amado, por la cual lo amado se dice que está en quien ama como lo conocido está en quien
conoce.

Por todo lo cual, cuando alguien se conoce y se ama, está en si mismo no sólo por
identidad sujeto-objeto, sino también como lo conocido en quien conoce y lo amado en
quien ama. Pero por parte del entendimiento se encuentran muchos términos para indicar la
relación conocedor-objeto conocido, como resulta evidente en el mismo término conocer. Y
también se encuentran otros términos para indicar el proceso de la concepción intelectual,
como son el mismo decir y palabra.

Por eso, en Dios conocer sólo se dice en sentido esencial, porque no implica relación con la
palabra que procede. Pero Palabra se dice en sentido personal, porque indica lo que
procede. El mismo término decir tiene sentido nocional, porque implica la relación
existente entre el principio de la Palabra y la misma Palabra.
Por parte de la voluntad, fuera de querer y amar, que implican relación entre el que ama y
lo amado, no se han aplicado otras palabras que impliquen relación entre la impresión o
afección de lo amado —que se produce en el que ama por el hecho del amor— y su
principio; y al revés. Por eso, al no disponer de otros términos b, indicamos dichas
relaciones con los de amor y querer, que es como si la Palabra fuera llamada inteligencia
concebida o sabiduría engendrada.

Así, pues, en cuanto que en el amar o en el querer no está implícita más que la relación del
que ama con lo amado, amor y amar tienen sentido esencial, como lo tienen conocimiento y
conocer. Pero en cuanto a los términos que usamos para expresar la relación entre lo que
procede por amor y su principio, y al revés, como por amor se entiende el amor que
procede, y por amar se entiende espirar el amor que procede, así Amor es nombre de
persona, y los verbos querer o amar son nocionales, como lo son decir o engendrar.

Respuesta a las objeciones:

1. A la primera hay que decir: Agustín habla del amor en Dios tomándolo en sentido
esencial, tal como dijimos (sol.).

2. A la segunda hay que decir: Entender, querer y amar, aun cuando se indiquen como
acciones que pasan al objeto, sin embargo, son acciones que permanecen en quienes las
hacen, como ya dijimos (q.14 a.2; q.18 a.3 ad 1); y permanecen, no obstante, implicando
cierta relación con el objeto. Por eso el amor, también entre nosotros, es algo que
permanece en quien ama, y la palabra mental permanece en quien la pronuncia; y, sin
embargo, se relacionan con el objeto amado o expresado con la palabra.

Pero en Dios, en quien no hay accidentes, sucede algo más. Porque tanto la Palabra como el
Amor subsisten. Así, pues, cuando se dice que el Espíritu Santo es el Amor del Padre hacia
el Hijo o a cualquier otra cosa, no se está indicando algo que pasa a otro, sino sólo la
relación entre el amor y lo amado; como en la Palabra está implícita la relación entre la
Palabra y lo expresado por la Palabra.

3. A la tercera hay que decir: Se dice que el Espíritu Santo es el vínculo del Padre y del
Hijo en cuanto que es Amor. Porque, como el Padre se ama a sí mismo y al Hijo con un
solo Amor, y al revés; en el Espíritu Santo, en cuanto que es Amor, está implícita la
relación entre el Padre y el Hijo, y al revés, como la relación entre el que ama y lo amado.
Pero por lo mismo que el Padre y el Hijo se aman mutuamente, es necesario que su mutuo
amor, el Espíritu Santo, proceda de ambos. Así, pues, en cuanto al origen, el Espíritu Santo
no es el medio, sino la tercera Persona de la Trinidad. Y en cuanto a la relación
mencionada, es el vínculo entre los dos procedente de ambos.

4. A la cuarta hay que decir: Así como al Hijo, aun cuando conozca, no le corresponde, sin
embargo, producir la Palabra, porque el entender le corresponde en cuanto Palabra que
procede; así también, aun cuando el Espíritu Santo ame, tomándolo en sentido esencial, sin
embargo, no le corresponde a El espirar amor, que es amar en sentido nocional; porque, así,
ama en sentido esencial como Amor que procede y no como aquello de lo que procede.

ARTICULO 2

El Padre y el Hijo, ¿se aman o no se aman por el Espíritu Santo?

Objeciones por las que parece que el Padre y el Hijo no se aman por el Espíritu Santo:
1. Agustín, en el VII De Trin.4, prueba que el Padre no es sabio por sabiduría engendrada.
Pero, así como el Hijo es sabiduría engendrada, así también el Espíritu Santo es Amor que
procede, como ya se dijo (a.1). Por lo tanto, el Padre y el Hijo no se aman con el Amor que
procede y que es el Espíritu Santo.

2. Más aún. Cuando se dice: El Padre y el Hijo se aman por el Espíritu Santo, el verbo
amar tiene sentido esencial o nocional. Pero tomado en sentido esencial, la frase no
puede ser verdadera, porque, por el mismo motivo, podría decirse que el Padre conoce
por el Hijo.

Tomado en sentido nocional, tampoco puede ser verdadera, porque, por el mismo motivo,
podría decirse que el Padre y el Hijo espiran por el Espíritu Santo, o que el Padre engendra
por el Hijo. Por lo tanto, de ninguna manera es verdadera la frase el Padre y el Hijo se aman
por el Espíritu Santo.

3. Todavía más. Es el mismo el amor con el que el Padre ama al Hijo, se ama a sí mismo y
nos ama a nosotros. Pero el Padre no se ama por el Espíritu Santo. Porque ningún acto
nocional vuelve sobre su principio; pues no puede decirse: El Padre se engendra o el Padre
se espira. Luego tampoco puede decirse que el Padre se ama por el Espíritu Santo, si amar
se toma en sentido nocional. Por lo mismo, el amor con que nos ama no puede ser el
Espíritu Santo, porque implicaría relación con la criatura, y esto pertenece a la esencia. Por
lo tanto, es falsa la frase: El Padre ama al Hijo por el Espíritu Santo.

En cambio está lo que dice Agustín en el VI De Trin.5: El Espíritu Santo es por quien el
Engendrado es amado por el Progenitor y por quien ama al Progenitor.

Solución. Hay que decir: Este problema entraña dificultad cuando en la frase: El Padre ama
al Hijo por el Espíritu Santo, el ablativo se toma en sentido causal, por lo cual parece que el
Espíritu Santo sea el principio del amarse el Padre y el Hijo. Esta acepción es inaceptable.
Por eso algunos 6 dijeron que la frase: El Padre y el Hijo se aman por el Espíritu Santo, es
falsa. Añaden que Agustín se retractó de esta frase de modo equivalente cuando se retractó
de esta otra 7: El Padre es sabio con sabiduría engendrada. Otros 8 dijeron que se trata de
una proposición impropia, cuya explicación es: El Padre ama al Hijo por el Espíritu Santo,
esto es, por amor esencial, que se apropia al Espíritu Santo. Otros 9 dijeron que el ablativo
tiene sentido de signo, y se aplica diciendo: El Espíritu Santo es signo de que el Padre ama
al Hijo, esto es, en cuanto procede de ellos como amor. Otros 10 dijeron que el ablativo
tiene sentido causal formal, porque el Espíritu Santo es el amor con el que formalmente el
Padre y el Hijo se aman mutuamente. Otros 11 dijeron que el ablativo tiene sentido de
efecto formal. Estos son los que más se acercaron a la verdad. Para demostrarlo, hay que
tener presente que, como las cosas generalmente son llamadas por sus formas, como blanco
por la blancura, hombre por su humanidad, todo aquello que es llamado por algo, en cuanto
a esto tiene razón de forma. Ejemplo: Este está cubierto por el vestido. Este ablativo tiene
sentido causal formal, aun cuando no sea forma. Así, sucede que algo puede ser llamado
por lo que procede de él mismo, y no sólo como el agente por la acción, sino también como
por el objetivo de la misma acción, que es el efecto, cuando el mismo efecto está indicado
en el concepto de acción. Ejemplo: Decimos que el fuego calienta por la calefacción, aun
cuando la calefacción no sea calor, que es la forma del fuego, sino la acción producida por
el fuego. Otro ejemplo: Decimos que el árbol florece por las flores, aun cuando las flores no
sean la forma del árbol, sino determinados efectos que surgen de ella misma. Por lo tanto,
en esta línea hay que decir que en Dios amar es tomado en dos sentidos: Esencial y
nocional.
En sentido esencial, el Padre y el Hijo no se aman por el Espíritu Santo, sino por su esencia.
Por eso dice Agustín en XV De Trin.12: ¿Quién se atreverá a decir que el Padre no-se ama
a sí mismo, al Hijo y al Espíritu Santo más que por el Espíritu Santo? En esto se
fundamentan las primeras opiniones mencionadas.

En sentido nocional, amar no es más que espirar amor, como decir es producir palabras, y
florecer, flores. Por lo tanto, así como se dice que el árbol florece por las flores, así también
se dice que el Padre se habla y habla a la criatura por la Palabra o el Hijo; y se dice también
que el Padre y el Hijo se aman y nos aman por el Espíritu Santo o Amor que procede.

Respuesta a las objeciones:

1. A la primera hay que decir: En Dios ser sabio o inteligente no tiene más sentido que el
esencial. Así, no puede decirse que el Padre sea sabio o inteligente por el Hijo. Pero amar
se toma en sentido no sólo esencial, sino también nocional. Por eso podemos decir que el
Padre y el Hijo se aman por el Espíritu Santo, tal como quedó establecido (sol.).

2. A la segunda hay que decir: Aun cuando en el concepto de alguna acción esté implicado
un determinado efecto, el principio de la acción puede ser llamado o por la acción o por el
efecto. Así podemos decir que el árbol florece por floración o por las flores. Pero cuando en
la acción no está incluido un determinado efecto, entonces el principio de la acción no
puede ser llamado por el efecto, sino sólo por la acción; pues no decimos que el árbol
produce la flor por la flor, sino por la producción de la flor.

Así, pues, al decir espira o engendra, está incluido sólo el acto nocional. Por eso, no
podemos decir que el Padre espire por el Espíritu Santo o que engendre por el Hijo. Sí
podemos decir que el Padre habla por la Palabra —como persona que procede, y que habla
por la dicción —como acto nocional—. Porque decir, cuando indica producir la Palabra,
implica una determinada. persona que procede. Por lo mismo, amar, en sentido nocional,
indica producir amor. Así, puede decirse que el Padre ama al Hijo por el Espíritu Santo —
cerno persona que procede—, y por el mismo amor —como acto nocional.

3. A la tercera hay que decir: El Padre no sólo ama al Hijo por el Espíritu Santo, sino que
también se ama a sí mismo y nos ama a nosotros. Porque, según se dijo (a.1), amar, tomado
en sentido nocional, no sólo implica la producción de la persona divina, sino también la
persona producida por amor que guarda relación con lo amado.

Por eso, así como el Padre se habla y habla a toda criatura por la palabra engendrada, en
cuanto que la Palabra engendrada representa suficientemente al Padre y a toda criatura: así
también se ama y ama a toda criatura por el Espíritu Santo e, en cuanto que el Espíritu
Santo procede como Amor de la primera bondad por la que el Padre se ama y ama a toda
criatura. Resulta evidente también que la relación con la criatura implicada en la Palabra y
en el Amor que procede, es algo secundario; esto es, en cuanto que la verdad y la bondad
divina son el principio del conocer y del amar a toda criatura.

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