El CORREO ESPAN91
aPUEBLO VASCO
El Gobierno autónomo vasco de 1936 era de los
llamados «de concentración», ya que en el mismo
confluían diversas fuerzas políticas. Sin embargo,
su tendencia predominante fue la del
nacionalismo sabiniano ortodoxo hasta el punto
de eclipsar, casi por completo, las de los demás
grupos integrados en él. Algo que se vio, de una
forma especialísima, en el terreno social donde las
normas aplicadas por el Ejecutivo de Euzkadi no
recordaban, ni de lejos, los esquemas defendidos
no ya por comunistas y socialistas, sino tan
siquiera por Acción Nacionalista Vasca o por las
dos ramas del republicanismo confesional.
Pese a hallarse incluido en el mapa de la España «roja»
El Gobierno vasco aplicó, hace 50 anos, una
política social poco menos que de derechas
Vicente Talón
Razón tuvo, pues, don Manuel de Irujo al declarar: «Nuestro
Gobierno ha sido constituido para resistir a una rebelión militar
antidemocrática y antirrepublicana. No es un Gobierno de lucha
de clases. Es un Gobierno republicano». Razón, por lo menos,
en lo de que no era un Gobierno de lucha de clases ya que éstas
se mantuvieron intocadas, en lo sustancial, y hasta tal punto
que el «Diario Oficial del País Vasco» no sólo publicaba las
convocatorias de juntas de accionistas, como en los tiempos
pasados, sino que el 6 de noviembre incluso anunció la
correspondiente a «El Mensajero del Sagrado Corazón de
Jesús», loqueen un marco como el de la España gubernamen-
tal no podía resultar más atípico.
La moderación como pauta
En líneas generales, si bien cayeron algunos privilegios y se
colocó en trance apurado a algunos miembros de la alta
finanza, la mayor parte de éstos, así como la pequeña y media
burguesía, salvo excepciones, no fueron molestados. Los
propietarios siguieron siéndolo, los comerciantes continuaron
al frente de sus negocios y todo se redujo a medidas tales como
prohibir que varias direcciones de empresas recayeran en
manos de una sola persona u obligar a que las rentas a percibir
bajasen en un cincuenta por cien. Ni tan siquiera fue tocada la
Banca, aunque el 23 de diciembre se había promulgado un
decreto regulando la constitución y funcionamiento de sus
consejos de administración cuyo reparto de puestos, con
notable preponderancia del capital sobre el trabajo, era como
sigue: cuatro miembros de la dirección del banco, dos accionis-
tas, dos cuentacorrientistas o impositores y cuatro empleados.
Estos últimos, afiliados a STV o UGT, tenían como única misión
la de garantizar un buen desarrollo técnico de la actividad
bancaria.
DON CELES
Fotografía tomada desde un ángulo, raramente visto, de la ceremonia de jura de José Antonio Aguirre como primer presidente
autónomo vasco.
Lógicamente, el método y composición de estos consejos
levantaron más de una marejada pero los nacionalistas, que
los consideraban ideales e incluso mejor que el control obrero
aplicado por UGT y CNT en Asturias, quebraron lanzas en su
favor incluso cuando ya se encontraban en el exilio, siendo muy
sintómatico, a este respecto, un editorial publicado por «Euz
kadi», a la sazón en Barcelona, el 21 de diciembre de 1937. Para
el citado periódico, la buena marcha de la institución bancaria
se debió al titular de la Consejería de Hacienda, Eliodoro de la
Torre, de quien dependía la facultad de nombrar o cesar a los
consejeros, pero según el poumista vizcaíno José María
Arenillas: «En Hacienda se hace política financiera al dictado de
la gran banca bilbaína. Esta tiene puestos allí, desde los tiempos
de la Junta de Defensa, a dos de sus secretarios más hábiles».
Tampoco la industria se vio particularmente afectada. Fue
intervenida por el Gobierno autónomo y administrada por él a
través de sus hombres de confianza que, muy a menudo, eran
los mismos que hasta entonces habían venido regentándolas.
No eran pocos los que se maravillaban al ver cómo las
empresas bajo control oficial daban la impresión, en el fondo,
de haber sido, mediante esta maniobra, protegidas ya que en
muchos casos sus antiguos directivos, e incluso los dueños,
seguían al frente de ellas y así, tras la incautación de los
ferrocarriles de vía estrecha, el diario bilbaíno «La Lucha de
Clases» atacó duramente al consejero de Obras Públicas, el
comunista Astigarrabía, por reconocer los derechos de los
antiguos propietarios quienes, decía, habían expoliado «las
arcas del Tesoro en beneficio propio sometiendo a sueldos de
hambre y a jornadas agotadoras a los obreros». Por su parte,
«Euzkadi Roja» se preguntó: «,Por qué no se procede a la
incautación (debe leerse expropiación o nacionalización, N. del
A.) por parte del Gobierno de Euzkadi de las grandes empresas
siderometalúrgicas, mineras, navieras, de electricidad, etc.?...
¿Por qué no se nacionalizan las compañías de seguros y los
'II
bancos? ¿Por qué no se les da en propiedad a los nekazaris las
tierras que cultivan y los caseríos que habitan?...»
Una biografía original
La respuesta estaba, por supuesto, en los propios funda-
mentos ideológicos del PNV y en su control absoluto del
Gobierno autónomo al que se incorporaron, como queda
dicho, hombres de otros partidos de izquierda pero -habilidad
suma- pertenecientes a los sectores más «reblandecidos» de
éstos. Eran exponentes que no habían sido ofrecidos por sus
agrupaciones políticas sino escogidos por el propio lendakari,
José Antonio Aguirre, y así el representante de ANV militaba en
el ala derecha de su grupo, el de Izquierda Republicana era, de
hecho, filonacionalista, el comunista había sido antes naciona-
lista vasco y acabaría siendo expulsado de su partido como tal,
y en cuanto a los tres socialistas pertenecían a la corriente
moderada de la que era jefe Indalecio Prieto.
No hubo, pues, represión socialeconómica al nivel de la
aplicada en los demás puntos del Estado sometidos a la ley
republicana; y no la hubo porque, como escribe uno de los
militares que actuaron al servicio de la causa gubernamental en
Vizcaya, Buzón Llanes, en las filas del nacionalismo vascc
«estaban la mayoría de los grandes señores ya cuya cabeza iban
los capitalistas y las clases selectas». En consecuencia, es
obvio, no se pudo convertir en enemigos, por principio, a «los
ricos» y despojarles, sin más, de sus bienes.
La propia biografía oficial del lendakari le situaba, sino ya
entre los capitalistas, pues no lo era, sí entre las referidas
«clases selectas» y así cuando James Minifie, enviado especia!
del «New York Herald Tribune», solicitó del secretario particular
de Aguirre una nota biográfica sobre el mismo le informaron
en documento que conservo en mi archivo, que los padres de
político vasco «disfrutaban de un estimable bienestar», que
había estudiado en «un buen colegio» y en «una excelente
Universidad», que uno de sus hermanos era ingeniero, otrc
abogado y otro más industrial, siendo los dos restantes
estudiantes y las hermanas enfermeras -«una de ellas casad
con un arquitecto»-. Añadíase que su mujer, «hija del gerente de
una de las más importantes compañías navieras de Bilbao», fue
educada en el colegio del Sagrado Corazón, de Guecho, más
tarde en las Ursulinas de Pau y, luego, en Inglaterra.
Semejante perfil biográfico resultaba por completo insólitc
al lado de los que, sobre otros dirigentes de la relevancia dE
Aguirre, se distribuían en la España gubernamental y retrata a
lendakari como un personaje de la burguesía.
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