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El Quijote y la crítica

Carlos Granés

Columnista

¿Hay alguna novela más crítica y autocrítica que el Quijote? Después de haber estado una semana
en Puerto Rico, oyendo a expertos desmenuzar la inagotable novela de Cervantes en el VII
Congreso de la Lengua, sospecho que la respuesta es negativa.

El Quijote, como piedra angular de la novela moderna, además de una deslumbrante ficción,
también fue un irónico artefacto crítico que impuso nuevas y seductoras reglas frente a las cuales
todos los libros previos empezaron a hacerse ilegibles.

Quizás no haga falta insistir en la crítica que el Quijote hizo a las novelas de caballería. Basta con
decir que en el momento en que don Quijote confunde la ficción con la realidad y ciñe su conducta
al ejemplo de los caballeros mitológicos, el comiquísimo efecto deshizo por completo la
solemnidad y veracidad del género. Más interesantes son las gozosas autocríticas que hace de sí
mimo Cervantes en la segunda parte del Quijote. Recordemos que cuando el bachiller Sansón
Carrasco, lector deslumbrado de la primera parte, señala que otros comentaristas han encontrado
inoportuno el relato de El curioso impertinente, una historia dentro la novela sin relación con la
trama central, Cervantes, en lugar de refutar a sus críticos, les da la razón por boca de sus
personajes. “Yo apostaré”, dice Sancho, refiriéndose al narrador de la historia, “que ha mezclado
el hideperro berzas con capachos”. Es decir, que Cide Hamete Benengeli, el recurso narrativo que
Cervantes usa para velar su autoría y burlarse de sí mismo, ha obrado con total descuido y desdén.
Don Quijote le da la razón: “No ha sido sabio el autor de mi historia, sino algún ignorante
hablador”. Hideperro e ignorante hablador: hace falta mucha ironía y humor para describirse a sí
mismo con estos adjetivos.

Aún más arriesgado es Cervantes cuando ironiza sobre el Quijote de Avellaneda, la continuación
apócrifa de las aventuras de don Quijote y Sancho publicada en 1614. Cervantes le devuelve el
golpe a su imitador apropiándose de uno de sus personajes, Álvaro Tarfe, y haciéndolo reconocer
ante un alcalde que los personajes que él conoció en la otra historia no son los que tiene enfrente.
¿Cómo se explica este extraño desdoblamiento? Por arte de hechicería, desde luego. Un
encantador tuvo que haber engañado al pobre Avellaneda, y eso explica que hubiera escrito
tantos y tan grandes disparates. Si la primera parte del Quijote liquidaba las novelas de caballería,
la segunda liquidaba, y con las mismas armas —el sarcasmo y la ironía—, el Quijote de Avellaneda.

Pero la crítica más importante que hace el Quijote, sospecho, es a la vida. A la vida lánguida y
pequeña que transcurre a ras de suelo, sin saltos ni vuelos imaginativos. Don Quijote es el primer
romántico, es decir, el primer personaje moderno que no se resigna a que su vida sea costumbre,
tradición y herencia. Sin proponérselo, esta fue la más perdurable y exigente crítica que hizo
Cervantes. Nos mostró que el deseo, la imaginación, la ficción y el idealismo desafían la realidad y
torpedean la rutina. Con el Quijote surge el héroe moderno. No quien triunfa, no quien conquista,
no quien consigue el éxito y la fama. Más bien, quien se empeña en ser lo que quiere ser, así el
precio sea la burla, los palos y el fracaso.

De don Quijote a Sancho

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COLUMNISTAS

Miércoles, 26 de Abril de 2017

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Gustavo Gómez A.

El nombramiento lo hizo don Quijote a dedo. No hubo elecciones tramposas ni postulaciones


amañadas.

Resulta que don Quijote nombró a su fiel escudero Sancho Panza, gobernador de una región
llamada La Ínsula, nombre que después copiaron en Cúcuta para ponérselo a un barrio alegre,
trasnochador y bullanguero.

El nombramiento lo hizo don Quijote a dedo. No hubo elecciones tramposas ni postulaciones


amañadas. No hubo candidatos dadivosos, de los que gastan miles de millones de pesos en
mercados y en efectivo para compra de votos. Lo malo no es sólo la compra-venta de votos, sino
que el elegido debe llegar a reponer, como sea, el dinero invertido en la campaña. Y si no, “¿el
poder para qué?”.

Pues bien. Lo nombró y no le dijo: “Vaya a ver qué hace y vamos miti y miti”. No. Al contrario, le
dio unos consejos, llenos de justicia y de sabiduría para que fuera un buen gobernante, recto,
probo e incorrupto, como deben ser todos los gobernantes.
El primer consejo fue “Témele a Dios”, es decir, no robes, no mates, no le hagas daño a nadie.
Sancho agachó la cabeza, prometiendo de corazón que nunca le volvería a dar de latigazos a su
burrito, único pecado que a veces cometía, porque lo demás no iba con él, que no robaba ni
mataba ni le hacía daño a nadie.

En segundo lugar, don Quijote le recomendó que no se inflara como la rana que quiso parecerse al
buey. Para eso “debes conocerte a ti mismo”, le dijo. El que se conoce sabe quién es y de qué es
capaz y a qué no se le debe medir. Tal vez don Quijote pensaba en los gobernantes que, después
de que llegan al cargo, no conocen a nadie, se inflan como  ranas y creen que han alcanzado el
cielo con las manos.

El Ingenioso Hidalgo siguió hablándole al nuevo gobernador: “No te avergüences de decir que eres
del campo, hijo de labradores y de estirpe humilde”.  Era como adivino el viejo. Hoy muchos de los
que se creen importantes, no dicen ni de dónde son, ni quiénes son sus taitas, ni cuáles son sus
raíces, porque les gusta presumir y mostrar lo que no son.

Cuando vayas a ejercer justicia, no te fijes en quién es el juzgado, le siguió aconsejando. Si es


pobre o si es rico, la vara debe ser la misma.  Se sabe que hoy –según dice el refranero popular-
“La ley es un perro bravo que sólo muerde a los de ruana”. Los que no son enruanados tienen
todas las garantías y los beneficios. A los pobres se los carga el Mandingas.

He recordado estos consejos, ahora con motivo del Día del Idioma, en que se habla de don Miguel
de Cervantes Saavedra y su inigualable obra El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha. Y
pienso cómo hace falta en estos días un Quijote que les haga un curso de capacitación a quienes
nos gobiernan y un taller (o muchos talleres) contra la corrupción, mal que, según los analistas, es
lo peor que nos está sucediendo en esta época. Y lo más grave: Que no se ve solución a la vista.
Hay jarabes para las lombrices, pastillas para el hígado, menjurjes para la cara y tratamientos para
el cáncer. Pero para la corrupción, ni pío. 

Tres reflexiones en torno a “El Quijote”

La tristeza, la risa y la metaficción son las tres grandes lecciones de la novela de Cervantes

J. ERNESTO AYALA-DIP

06 MAY 2016 - 14:32 COT


Exposición sobre Cervantes en el Palacio Santa Cruz de Madrid.ZIPI / EFE

1. La metaficción:

Una de las grandes enseñanzas del “Quijote” es una como pensada para sibaritas y estudiosos del
discurso novelístico, narratólogos para entendernos. Me refiero a la hoy tan mentada como
practicada (desde Paul Auster, quien por cierto dedica en el primer libro de “Trilogía de Nueva
York” una extensa reflexión sobre el libro de Cervantes, hasta Enrique Vila-Mata, pasando por
Javier Cercas) literatura de la literatura. Ya hace un tiempo, un importante político español
reconocía no haberlo leído en su totalidad. Sí reconocía haberlo leído a fragmentos. El método no
es malo, pero sólo a condición de haberlo leído antes entero. ¿Por qué hay que leerlo así? No
porque haya un hilo argumental que atrapar. Porque argumento hay, o mejor dicho argumentos,
lo que ya es más difícil es hilo. Y en esto estriba uno de los tantos hallazgos “modernos” del
“Quijote”. En su desarrollo discontinuo, lleno de vericuetos e incongruencias. Elipsis que en el
fondo disimulan probablemente lapsus. Hay que tener en cuenta que este libro, el libro que
inaugura la novela moderna (por su poder de representación de la realidad, por su capacidad para
registrar la amargura humana y la tristeza de las desilusiones, y por su empeño en hacer ínfima la
vanidad y la falsa trascendencia mediante la parodia), asume la responsabilidad estética de
liquidar la novela de caballería, pero no sin antes plasmar en sus páginas toda la melancolía
histórica y literaria que ello suponía. Ahora bien, esa operación de liquidación se hace desde la
más arriesgada heterodoxia novelística. Tan heterodoxa que incluso es probable que el propio
Cervantes no alcanzara a comprender exactamente el alcance de su invención, como así lo
atestigua el hecho de que el libro que ocupó hasta sus últimos días de vida, en trabajo y
esperanzas, fuera precisamente una novela de aventuras “Los trabajos de Persiles y Segismunda”.
¿Y en qué consiste esa heterodoxia? En introducir en su estructura la autoconciencia. Es decir, en
hacer convivir en un mismo plano de representación el autor, el narrador, el personaje, la realidad
(el sentido terrenal de Sancho Panza) y la ficción (las fantásticas visualizaciones del Quijote),
incluso el crítico literario (cuando se enjuicia con tanto enojo los libros de caballerías y se habla
con enfática admiración de “El Tirant lo Blanc”). En una palabra, en hacer que dialoguen todos
estos niveles entre sí, probablemente una de las más fructíferas conversaciones en el corazón
mismo de la gran ficción. El asombro, el desconcierto, la sinuosidad, todo ello dentro de las
estrictas leyes del Barroco, son producto de aquel hasta entonces inédito intercambio. Hay que
decir que esta interpretación es muy reciente, en comparación con los cuatro siglos que nos
separan de su creación.

OTROS ARTÍCULOS DEL AUTOR

2. La risa:

En el capítulo XXII de la segunda parte del “Quijote” hay un episodio que mueve a la risa. No me
refiero a las escenas de risa ingenua, charlotadas podríamos decir, esas escenas que sublevaban
tanto a Nabokov, con justicia o sin ella. Me refiero a una risa más sutil, profética. En este capítulo
aparece un individuo que es presentado como de profesión humanista. Escribe libros sobre
asuntos absolutamente inútiles. Investiga, por ejemplo, por qué a Virgilio se le olvidó consignar
quién fue el primer hombre que sufrió un catarro. Sancho a su vez, le pregunta, si tanta es su
afición a cuestiones tan capitales, si podría decirnos quién fue el primer hombre que se rascó la
cabeza, para enseguida hacerle otra pregunta: ¿quién fue el primer acróbata del mundo? El
humanista profesional le contesta que así, a bote pronto, le sería imposible responder pero que no
dude que su próxima crucial investigación irá en esta dirección. No sé por qué esto me recuerda
tanto al libro póstumo de Gustave Flaubert, “Bouvart y Pécuchet”.

3. La tristeza:

Los capítulos en los que don Quijote y Sancho Panza son objeto de las chanzas y escarnio de los
Duques. Probablemente va ser muy difícil encontrar en otra novela una plasmación más
devastadora, por su delicadeza literaria y psicológica, de patetismo. El paripé de los duques y sus
criados riéndose ante las propias barbas de nuestros protagonistas, es una de las escenas más
logradas de la prepotencia y la fastuosa inhumanidad de la aristocracia. Es triste también el
episodio en el cual una muchacha finge estar enamorada para averiguar hasta qué punto don
Quijote es capaz de traicionar a Dulcinea. Ya en Barcelona, después de descubrir ese mar que
nunca antes habían visto, luego de ser invitados a visitar la imprenta en la cual se estaba
imprimiendo el “Quijote” apócrifo de Avellaneda, luego de todo ello, la derrota más triste de un
caballero en toda la historia de la caballería en las playas de la Barceloneta. Y como tristeza final:
la muerte de Alonso Quijano, una vez recuperada esa razón tardía, metáfora universal de la locura
más lúcida y penetrante de su tiempo.

El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha en el siglo XXI

Claudita Ayala

Nov 21, 2018·3 min read

El tiempo transcurre sin ceder, y lo que era relevante unos siglos atrás ya no lo es y quizás nunca lo
será. A pesar de esto y de la nueva era digital, Cervantes y El ingenioso hidalgo don Quijote de la
Mancha  aún alumbran los caminos literarios.

La premisa con la que iniciaré es particularmente halagadora hacia  El ingenioso hidalgo don
Quijote de la Mancha. En el año 2002, cien prominentes escritores eligieron la novela Cervantina
como la mejor obra de ficción de la historia de la humanidad. El Quijote  ha trascendido del pasado
al presente, y de obra de ficción a historia viva.

En El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, Cervantes presenta el dilema humano de cómo
reconciliar lo real con lo ideal. Los personajes centrales, don Quijote y Sancho Panza, son dos
extremos de la vida. Don Quijote es ideal y soñador. Sancho Panza es prosaico y representa la
razón y la realidad. Este choque entre el idealismo y lo cotidiano, lo real y lo banal romantiza en sí
la novela Cervantina y a los personajes. Esto se debe a que don Quijote representa la idea de
libertad, visión individualista, lo degradante y lo inaceptable que conquista infiltrarse en la
realidad y en la actualidad. El Quijote no solo evoluciona, sino que mantiene su posición en la
literatura universal actual por medio de temas narrativos. El Quijote capta el sentido de la realidad
y de la fantasía. Cervantes ofrece ejemplos de buena y mala conducta para que el lector aplique
estos conocimientos a su vida cotidiana.

La pregunta permanece en el reconocimiento de El Quijote  por parte de la generación actual. La


relevancia de El Quijote  antes y después, pero sobre todo como ha resurgido en los tiempos
cambiantes en esta cultura digital. Queda claro que El Quijote  sigue estático como estaba en el
siglo XVII, lo que ha cambiado es su entorno. El ser humano de hoy se ha adaptado a una era
digital de visión individualista. El sueño se ha convertido aún más ambicioso e idealista y sin más
decir, refleja la esencia Cervantina. Don Quijote representa lo que el ser humano quiere ser, pero
algunas veces no logra ser. El Quijote nos enseña a soñar en tiempos de caos, en tiempos de
violencia, y en sí en tiempos degradantes.

Mario Vargas Llosa escribe que “La ficción es un asunto central de la novela,” en este caso, El
Quijote  recurre a la ficción y la ficción a El Quijote. Cervantes explora en profundidad los caminos
de la literatura, la metafísica, la metaficción y la filosofía que solo viven dentro del género
humano. Las palabras de Cervantes son sombras vivientes en la literatura universal actual, que
trascienden y van más allá de las letras y la tinta. La gran novela Cervantina es el primer modelo de
una narrativa no fidedigna, es un arte de ficcionalización de la realidad, que describe los extremos
de la vida, la esencia humana y el cuerpo humano.

El mundo necesita de más Quijotes el día hoy, más allá del mundo físico e irreal. Para así, en estos
mundos paralelos de realidad y ficción, descubrir nuestra propia naturaleza, nuestras virtudes y
nuestros sueños.

Si el Quijote viviese en el siglo XXI estaría internado y tomando neurolépticos

AÑO CERVANTES

Un experto en psiquiatría analiza la mente de Alonso Quijano y el por qué de su personaje Don
Quijote

Don Quijote y Sancho Panza

 Getty

EUROPA PRESS
MADRID

20/04/2016 12:34Actualizado a 20/04/2016 12:45

El análisis psiquiátrico de Alonso Quijano, más conocido como Don Quijote de la Mancha, es


complicado de realizar y también de conocer que enfermedad mental sufría, pero todo apunta a
que padecía psicosis reactiva y que, a día de hoy, sería tratado con neurolépticos e internado,
según apunta, en un informe realizado por el 400 aniversario de la muerte de Miguel de
Cervantes, el psiquiatra del Hospital Vithas Nuestra Señora de Fátima, Tiburcio Angosto Saura.

Para Tiburcio Angosto Saura lo más importante de la “destemplanza” de Don Quijote “no es
establecer un diagnóstico, ya que es muy difícil saber qué tipo de locura tiene y no parece encajar
en ningún diagnóstico, pero hay estudios existentes que se inclinan a que sufría esta psicosis
puesto que al final de su vida acaba curándose espontáneamente”.

El experto no tiene duda de que, actualmente, sería internado en una Unidad de Psiquiatría de
Agudos de un hospital general y recibiría un tratamiento a la espera, como hace el propio
Cervantes, de dejar evolucionar la enfermedad hasta su curación.

Otro dato interesante es que el padre del autor del Quijote era médico y, sin duda, algún caso
psiquiátrico le contó a su hijo Alonso Quijano porque en diferentes episodios de la novela
mantiene comportamientos que desvelan una patología concreta.

LOS DELIRIOS DE DON QUIJOTE

Uno de los más conocidos es la batalla que entabla con los molinos de viento. No se trata de una
alucinación, ver lo que no hay, sino de una interpretación delirante de la realidad porque Don
Quijote confundía lo que realmente veía.

Lo mismo sucede con el episodio en el que ataca a los odres de vino confundiéndolos con un
gigante que le atacaba. O bien, con la promesa de una ínsula para Sancho y que finalmente le cede
en las inmediaciones de Zaragoza, es un delirio de grandeza.

El comportamiento con su amada Dulcinea es un delirio erotomaníaco que le llevó a sentir una
emoción muy intensa y un amor pasional y, por eso, tuvo que superar todas las pruebas para ser
digno de ese amor.

Todos estos episodios son “una colección de casos que Cervantes relata como buen observador de
la vida que era, no solo en este libro, sino también en sus ‘Novelas ejemplares’ cuenta la historia
del ‘licenciado Vidriera’, donde describe un catatónico que se creía de cristal”.

LAS LECTURAS NO LE ENLOQUECIERON

Alonso Quijano se convirtió en este personaje tratando de buscar sentido a los libros de caballería
que leía, no como consecuencia de un exceso de lectura.

Así lo afirma el doctor Angosto que desmiente el mito de que la locura fuese producida por un
exceso de lectura y recuerda que el propio autor explica que “la perdida de juicio” se desencadena
debido a su interés por encontrar un sentido. En este sentido, en el capítulo I dice que Alonso
Quijano “desvelábase por entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las
entendiera el mismo Aristóteles”.

Hasta Cervantes especifica que Don Quijote leía muchos libros, especialmente los de Feliciano de
Silva, que eran sus favoritos porque “la claridad de su prosa y aquellas intrincadas razones suyas,
le parecían perlas frente a otros textos”.
En este punto del relato, el autor también desvela su comportamiento obsesivo ya que dice que
leía tanto que abandonaba otras aficiones como “la administración de su hacienda”, e incluso que
llegó a vender “muchas hanegas de tierra de sembrura para comprar libros de caballería en que
leer”.

¿POR QUÉ NO ENTRÓ EN UN MANICOMIO?

El libro explica el origen de su locura, pero no aclara porque no fue internado en un manicomio
ante los altercados que provocaba. En España ya existían al menos ocho psiquiátricos en aquella
época y, además, había uno en Toledo cerca de donde residía, tal y cómo cuenta el doctor
Angosto.

”En el siglo XVI existía una importante tradición de cuidados para personas perturbadas,
probablemente influenciada por la cultura árabe, que hizo que nuestro país fuera un avanzado en
la creación de ‘Casas de Orates’ como las de Zaragoza o Toledo”.

No obstante, el experto recuerda que en la copia del Quijote de Alonso Fernández de Avellaneda,
el personaje sí fue internado en un psiquiátrico.

”Cervantes no tenía intención de escribir una segunda parte, pero la realiza en respuesta al
apócrifo de Avallenada y la inicia contando historias de locos; para diferenciarse decide que su
personaje muera en su casa y lúcido, no como el apócrifo”, ha indicado Angosto Saura.

Con la muerte de Don Quijote, Cervantes “no solo evita una segunda parte de Avellaneda, sino
que da coherencia al proceso de curación con la aparición de melancolías y desabrimientos que
hoy llamaríamos depresión postpsicótica”, asegura.

Esa depresión quedó reflejada en su personaje y para Alonso Quijano, “al no existir delirio, el
mundo real ya no importa, y al no poder estar en el mundo de Don Quijote, otro mundo poco
importa y por lo tanto es mejor desaparecer”.

La locura de Don Quijote era coherente por la lógica planteada por Cervantes. Por tanto, el doctor
Angosto concluye argumentando que el Quijote de Cervantes es “más coherente como caso clínico
que el de Avellaneda, que solamente tendría la coherencia en un cuento de locos”.

¿Qué pasaría si el Quijote viviese en el siglo XXI?

Por Camilo Egaña

18:30 ET(22:30 GMT) 20 Abril, 2016

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Miguel de Cervantes el 16 de abril de 2016 en Madrid (Crédito: Getty Images)

Nota del editor:  Camilo Egaña  es el conductor de  Encuentro. Las opiniones expresadas en este
artículo son exclusivas del autor.

(CNN Español) -- Yo fui un niño difícil en La Habana eufórica y asediada de los años sesenta.

Curioso que jamás nadie de la familia cuente lo dulce y bueno que pude haber sido. Un pescozón y
un grito de mi madre o de un maestro ordenaba el caos que yo propiciaba. Y como a Cuba no
había llegado la ola de los síndromes, un niño así no padecía nada. Majadería y punto.

Hoy vivimos en un mundo en el que parece existir un síndrome para cada habitante, para cada
circunstancia por rarita que luzca. Por tanto, quien decide ir a contracorriente o desviarse un poco
del camino trazado termina bajo el diagnóstico de un síndrome. Y de un psicofármaco, casi
siempre.

Si el Quijote viviese en el siglo XXI, estaría hospitalizado y tomando neurolépticos o antipsicóticos


para pailar la psicosis reactiva que le habrían diagnosticado. Es lo que sostiene en un informe un
psiquiatra español con nombre de burócrata romano —Tiburcio Angosto Saura—, pese a que
admite que el Quijote "no parece encajar en ningún diagnóstico". El hidalgo se curó
espontáneamente al final de su vida y eso, según este psiquiatra, es muy propio de los que sufren
de psicosis reactiva.

Yo no sé nada de psiquiatría —y se nota—, pero sí sé que justo en el momento en que el Quijote y


su escudero están a punto de ser destripados por las aspas de un molino, el hidalgo dice "Ya no
puedo más" y empieza a transitar el camino a la cordura. Y es el principio del fin de un hombre
que, tras confundirlo todo, reinventa un mundo. Cuando la razón se abre paso entre la bruma del
delirio, el Quijote deja de ser lo que siempre ha sido y se convierte en uno más. Como cada uno de
nosotros.

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