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Universidad Nacional de La Plata

Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación


Departamento de Ciencias de la Educación
Didáctica y curriculum (equivalente con Diseño y planeamiento del curriculum) 

Las relaciones entre didáctica y 

OM
curriculum en nuestro país: una 
aproximación a partir de 
fragmentos de diferentes textos 
.C Ficha de cátedra 
DD
 
 
 
 
 
LA

 
Sofía Picco 
2º cuatrimestre de 2011 
 
FI

 


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Nos proponemos con este trabajo aportarles a los estudiantes de la cátedra una
aproximación a la modalidad en la que se han configurado las relaciones entre la
didáctica y el curriculum1 en la Argentina, ambas disciplinas que integran nuestra
asignatura.
Estas relaciones son complejas por diferentes motivos: se trata de disciplinas con
orígenes geo-políticos diferentes; que estudian objetos que involucran diversidad de
dimensiones; no hay consenso entre los diferentes autores acerca de la naturaleza de sus
vinculaciones; y otros que abordaremos en este escrito.
En este sentido, tomamos fragmentos de diferentes textos dedicados a analizar
las relaciones entre didáctica y curriculum a partir de distintas perspectivas,

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principalmente aquellos de autores que anclan el estudio en nuestro país.

Sentidos de didáctica y sentidos de curriculum.

Las relaciones entre didáctica y curriculum son problematizadas por diferentes


autores. Cada uno de ellos, construye particulares miradores desde los cuales enfoca la

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cuestión que, a su vez, incluye variadas dimensiones de análisis.
En la unidad I del programa de la asignatura, nos dedicamos a estudiar la
didáctica como disciplina. Los autores incluidos en la bibliografía obligatoria nos
permitieron abordarla como una disciplina que se ocupa de estudiar la enseñanza2,
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buscando explicarla y elaborar normas acerca de cómo deben comportarse dichas
prácticas. Así puede ser definida como “…una teoría de la enseñanza…”3 o como “…la
ciencia de la enseñanza…”4.
A su vez, referimos –aunque no profundizamos en el debate– a otras
conceptualizaciones que entienden a la didáctica como aquella disciplina que se ocupa
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de estudiar el salón de clases5 o el proceso de enseñanza-aprendizaje, destacando las


críticas que se presentan para este último caso.
Por su parte, en la unidad II hemos visto que el término curriculum es
polisémico, es decir, que se hallan asociados a él diversos sentidos. Consecuentemente,
la disciplina que se ocupa de su estudio no está claramente delimitada. Repasamos
FI

                                                            
1
“…la ortografía del término curriculum plantea algunos problemas ante los cuales es necesario tomar
posición. (…) La palabra curriculum está tomada del latín; es una expresión formulada en singular, no
lleva tilde, su plural es curricula y tampoco lleva tilde. Las expresiones correctas son el principio “el
curriculum” y “los curricula”. Si se quiere castellanizar el término, entonces hablamos de “el currículo” y


“los currículos”, con acento ortográfico” (Terigi, 1999, p.28). Cabe agregar que la misma autora, más
adelante en el texto, da cuenta de la aceptación de la expresión “currículum vitae” (acentuada) por parte
de la Real Academia Española; situación que plantea interrogantes y que abre la posibilidad de utilizar los
términos en su forma en latín o castellanizada de manera indistinta.
Nosotros optamos por las expresiones en latín –curriculum y curricula– motivo por el cual las escribimos
con letra cursiva, como otras expresiones que utilicemos en otros idiomas. No obstante, cuando tomamos
citas textuales, respetamos las formas de escritura de los autores.
2
Coincidirían en esta afirmación diferentes autores, entre ellos: Contreras Domingo, 1990; Davini, 1995,
1996, 2008; Camilloni, 1996, 2007a; Garrido Pimenta, 1998; Feldman, 2008.
3
Camilloni, 1996, p.27. La cursiva figura en la edición consultada. También se puede ver Camilloni,
2007b, p.13.
4
Contreras Domingo, op.cit., p.15.
5
Becker Soares, 1985; Barco, 1989. De ambas autoras, tomamos trabajos que datan de la década del ’80,
años de fuertes cuestionamientos al tecnicismo y a las propuestas autoritarias en educación que lo
implementaron y, a su vez, de emergencia de perspectivas etnográficas e interpretativas, en términos
generales, en la investigación educativa. Restaría indagar el posicionamiento de las autoras en trabajos
más actuales.

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conceptualizaciones más tradicionales que asocian al curriculum al plan de estudios o a


los contenidos que deben ser transmitidos por la escuela; conocimos otras más amplias,
como pueden ser las que incluimos en las racionalidades práctica y crítica; aunque
también aludimos a los peligros de pensar que todo lo que pasa en la práctica educativa
es curriculum, en tanto esto podría conllevar la disolución misma del campo6.
Desde una perspectiva curricular y a partir de los aportes de Barbosa Moreira7 y
Álvarez Méndez8, podríamos vincular el tratamiento del contenido a la constitución
misma del curriculum como campo disciplinar. Ambos autores coinciden en que el
curriculum se ha ocupado prioritariamente del contenido, del qué enseñar, mientras que
la didáctica como disciplina ha estado más inclinada a pensar el cómo enseñar, las

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cuestiones metodológicas.
Lo dicho no implica que las reflexiones en torno al contenido escolar se
circunscriban exclusivamente al campo del curriculum. En países como el nuestro, por
ejemplo y como veremos más adelante, la didáctica general se ha ocupado del
tratamiento del contenido y del método. En este sentido, es importante reconocer que al
no existir desarrollos didácticos y curriculares en todos los países, las disciplinas que se
van ocupando del estudio de las prácticas educativas y de sus dimensiones constitutivas

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son diversas según los contextos geo-políticos.
También sabemos que la didáctica como disciplina ha evidenciado un
importante abordaje del contenido escolar. La Didáctica Magna de Comenio publicada
en 16329, ya dedica algunos capítulos a la enseñanza de diferentes contenidos escolares.
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Cabe recordar que diferentes autores10 sostienen que Comenio marca la constitución
oficial de la didáctica como disciplina, por lo que podríamos decir que, ya desde el
comienzo, en el campo didáctico aparecen preocupaciones relativas al qué enseñar. Los
capítulos 20 a 24 de la obra comeniana están dedicados al método de: “las ciencias en
particular” (cap. 20), “las artes” (cap. 21), “las lenguas” (cap. 22), “las costumbres”
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(cap. 23), e “inculcar la piedad” (cap. 24). Esto sin desconocer que su ideal pansófico –
el que estructura toda su obra– se define de la siguiente manera: cómo enseñar todo a
todos, aludiendo con el primer “todo” al contenido a transmitir. Cabe destacar,
siguiendo a Cols11, que si bien Comenio reconoce la especificidad de los distintos tipos
de saberes y dedica diferentes capítulos de su Didáctica Magna a su tratamiento, busca
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un método de aplicación general e invariable más allá de estas particularidades.


Asimismo es cierto que la didáctica ha mostrado mucho interés por el método de
la enseñanza, llegando en algunos casos a desarrollarse un formalismo muy criticado y
que muchas veces es el que se destaca al momento de hablar de esta disciplina. Si bien
se presentan varios casos en la historia del campo12, es quizá la didáctica que se


                                                            
6
“[…] llegar a la conclusión de que todo lo que pasa en la institución escolar es, de manera
indiferenciada, ‘curriculum’, sin discriminar entre distintas explicaciones filosóficas, políticas,
pedagógicas, sociológicas o psicológicas sobre la razón de ser, histórica y actual, de la organización
institucional –escolar– en torno al saber”. (De Ibarrola, 1983; citado en Terigi, op.cit., p.26. La palabra
subrayada figura en cursiva en la edición consultada).
7
Barbosa Moreira, 1999.
8
Álvarez Méndez, 2001.
9
La edición latina data de 1657 y es, tal vez, la fecha más divulgada de esta obra.
10
Por orden cronológico: Barco, op.cit.; Camilloni, 1993; Martínez Bonafé, 2004; reconocen en la obra
de Comenio el surgimiento oficial de la didáctica aunque prácticas didácticas y de enseñanza hayan
existido con anterioridad.
11
Cols, 2007.
12
Diferentes autores considerados clásicos en la didáctica han propuestos sus métodos para la enseñanza
enmarcados en una teoría amplia de la educación. Tal es el caso de Comenio y de Herbart, por ejemplo.
Para el caso de este último pensador, Cols (op.cit.) reconoce que fueron sus seguidores quienes

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desarrolla en las décadas del ’60 y ’70 la más cuestionada por su instrumentalismo. En
vinculación al tratamiento que el contenido recibe en este contexto, encontramos el
trabajo de Araujo13, para quien esta perspectiva instrumental en la didáctica anula la
reflexión en torno al contenido escolar; también se pueden mencionar los textos de
Edelstein y Rodríguez14 y de Becker Soares15 –aunque cabe destacar que las
reformulaciones que las autoras propugnan para la disciplina son claramente
diferentes16– quienes coincidirían en la crítica a la didáctica instrumental ya que desde
ella se prescribe la utilización de un método único y válido para la enseñanza de los
diversos contenidos.
La didáctica presenta mayor desarrollo en Europa meridional mientras que el

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curriculum lo hace en países anglosajones. A su vez, la didáctica ha tenido más
desarrollo en aquellos países con una tradición centralizada en sus sistemas educativos;
y el curriculum convive con sistemas educativos descentralizados en líneas generales.
En la Argentina, es la didáctica proveniente de Europa Meridional la disciplina
con mayor tradición de pensamiento, aquella que más aportes ha brindado para pensar
los problemas educativos. No obstante y tal como lo plantea Camilloni17, existen ciertas
controversias acerca de si la didáctica es una teoría de la enseñanza, como lo indica la

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tradición europea; si se confunde con la psicología educacional más propia de la
tradición norteamericana; o si debe ser reemplazada por alguno de sus objetos de
estudio, entre ellos el curriculum.
Cols, Amantea, Cappelletti y Feeney18 postulan que históricamente la didáctica
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(general) se ha caracterizado por producir un discurso normativo acerca de la enseñanza
y, específicamente, acerca del contenido19, el método y la evaluación. Es precisamente
esta tradición –como veremos a continuación– la que recibe en la década del ’60 el
impacto de la teoría curricular de corte tecnológico y proveniente, principalmente, de
los Estados Unidos. Posteriormente, en la década del ’80, harán su aterrizaje la
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sociología del curriculum y los enfoques prácticos y críticos, prioritariamente de origen


sajón20.

                                                                                                                                                                              
enfatizaron la estructura de los pasos formales, desgajando lo metodológico del conjunto de la obra
FI

herbartiana.
13
Araujo, 2006.
14
Edelstein y Rodríguez, 1974.
15
Becker Soares, op.cit.
16
Mientras que las primeras autoras mencionadas apuestan a seguir pensando y desarrollando lo


metodológico como categoría didáctica –si bien no es objeto específico de este trabajo, cabe mencionar
que es una muestra de estas preocupaciones los trabajos más recientes de Edelstein en los cuales
desarrolla la categoría de “construcción metodológica” (ver por ejemplo: Edelstein, 1996)–; la otra autora
se desliza hacia la conformación de un eje descriptivo-explicativo del aula de clases como objeto de
estudio de la didáctica.
17
Camilloni, 1996. También citado en Feeney, 2007.
18
Cols, Amantea, Cappelletti y Feeney, 2002.
19
En un trabajo posterior, las mismas autoras reconocen que la didáctica tiene “…una larga historia de
reflexión…” en torno al contenido escolar (Amantea, Cappelletti, Cols y Feeney, 2004, p.15).
En un trabajo reciente, Camilloni (2007b) justifica la necesidad de la didáctica en la actualidad a partir de
ocho postulados, uno de los cuales refiere a los contenidos y remarca, según consideramos, la importancia
de la reflexión didáctica sobre este componente. En este sentido, la didáctica se torna una disciplina
necesaria al plantear que los contenidos de la enseñanza no se transmiten con la misma lógica con la que
fueron producidos y validados en los campos disciplinarios desde los que provienen. Es decir, la didáctica
tiene mucho que aportar a la enseñanza de los contenidos en tanto éstos sufren una serie de
transformaciones a propósito de su transmisión en el contexto escolar.
20
Cols, Amantea, Cappelletti y Feeney, op.cit.

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Haciendo un análisis general, aunque con referencias a Brasil, es interesante


conocer algunos fragmentos del artículo ya mencionado de Barbosa Moreira.
Consideramos valioso su aporte por el análisis que realiza de la didáctica y el
curriculum, y por la propuesta de articulación que ofrece, como veremos en el segundo
apartado de esta ficha. Ambos puntos nos aportan elementos para pensar estas
relaciones disciplinarias en nuestro contexto.

“…La  didáctica  tiene  como  objeto  de  estudio  la  enseñanza,  desarrollándose 
principalmente  en  Francia  y  en  Alemania,  así  como  en  los  países  fuertemente 
influenciados  por  estas  culturas.  La  disciplina  curriculum,  por  otro  lado,  se  expande 

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dominantemente,  a  partir  de  los  países  anglosajones,  focalizando  en  el  conocimiento 
escolar  –el  curriculum–  y  abarcando,  en  su  ámbito,  cuestiones  ligadas  a  los  procesos  de 
enseñanza‐aprendizaje. […] 
Se  puede,  al  menos  provisoriamente,  considerar  que  los  límites  entre  las  dos 
disciplinas de hecho se presentan tenues y transponibles, lo que se comprende dado que la 
enseñanza se efectiviza a partir de un curriculum y éste sólo se materializa en el momento 
de  la  enseñanza.  Otro  aspecto  que  responde  por  la  indeterminación  de  las  fronteras  es 

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aquél según el cual la didáctica aborda la enseñanza y el curriculum enfoca el curriculum, 
por  lo  tanto  son  variadas  las  concepciones  de  los  dos  objetos,  lo  que  acarrea 
ambigüedades,  indefiniciones  y  superposiciones  en  los  rumbos  tomados  por  ambas 
disciplinas. 
DD
En  ese  escenario  nebuloso,  se  encuentran  los  que  proponen  que  las  disciplinas 
sean  entendidas  en  términos  aditivos,  los  que  sugieren  que  la  didáctica  subsuma  al 
curriculum  y  los  que  juzgan  que  curriculum  abarca  más  que  didáctica,  lo  que  justificaría 
anexarla a su territorio. […]” (p.24). 
“…Gimeno  Sacristán  (1994)21…  el  cientificismo  de  los  años  sesenta  y  setenta 
provocó  el  desmembramiento  de  actividades  complejas  y  la  emergencia  de  visiones 
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especializadas, sin embargo parciales, de procesos y acciones humanas. La enseñanza, por 
ejemplo, se separa en métodos, contenidos, así como en agentes y elementos responsables 
por la determinación de las actividades. 
En ese contexto fragmentador, la didáctica terminó, dominantemente, centrada en 
cuestiones  metodológicas,  tanto  en  función  de  la  preocupación  de  nuevas  teorizaciones 
pedagógicas  como  en  un  ambiente  escolar  capaz  de  propiciar  el  desenvolvimiento  del 
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estudiante,  como  el  hecho  de  que  los  contenidos  acostumbran  a  ser  definidos  fuera  del 
ámbito escolar. En él, en tanto, comenta Gimeno Sacristán, se elabora un discurso riguroso 
sobre la enseñanza sin tener en cuenta los problemas relativos a los contenidos. 
En  cuanto  a  la  didáctica,  se  ocupaba  de  los  métodos;  la  discusión  sobre  el  qué 
enseñar se  fue centrando en la tradición anglosajona, en el pensamiento  curricular, cuya 


tendencia  predominante  separó  los  temas  referentes  al  curriculum  –los  contenidos  de 
enseñanza–  de  los  relativos  a  la  enseñanza  propiamente  dicha  –las  actividades  de  la 
práctica. Desde esa óptica, la enseñanza pasó a ser vista no como la actividad instrumental 
concerniente  a  fines  y  contenidos  pre‐especificados,  pero  sí  como  la  práctica  que 
materializaba  los  componentes  del  curriculum  y  permitía  que  los  mismos  asumieran  un 
determinado significado para el alumno. Recientemente el pensamiento curricular pasó a 
interesarse por el modo en que el proyecto educativo se realiza en las aulas, incorporando, 
entonces, la dimensión dinámica de su realización. 

                                                            
21 Gimeno  Sacristán,  J.  “El  curriculum:  ¿los  contenidos  de  la  enseñanza  o  un  análisis  sobre  la 
práctica?”,  en  Gimeno  Sacristán,  j.  y  Pérez  Gómez,  Á.  I.,  Comprender  y  transformar  la  enseñanza, 
Madrid, Morata, 1994. 
De  aquí  en  adelante,  aparecerán  con  otra  tipografía  las  citas  realizadas  por  los  autores  cuyos 
fragmentos seleccionamos para esta ficha. 

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Es  que  la  didáctica  necesita  ocuparse  de  los  problemas  relacionados  con  los 
contenidos  de  un  proyecto  pedagógico  y,  por  otro  lado,  los  estudios  del  curriculum  se 
extienden hasta la práctica. Se está adelante, constata con propiedad Gimeno Sacristán, de 
campos  superpuestos  coincidentes  en  sus  objetos,  aunque  procedentes  de  ámbitos 
culturales y académicos distintos. […]” (p.26). 

Una hipótesis: la programación de la enseñanza como espacio de articulación entre


la didáctica y el curriculum.

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Como adelantamos líneas más arriba, es interesante la propuesta de vinculación
de la didáctica y el curriculum expresada por Barbosa Moreira.

“En  tanto,  estamos  ante  dos  campos  constituidos,  ante  dos  discursos,  y  no  cabe 
suponer que se pase, por un acto de voluntad, a subsumir uno en el otro al promover, por 
resolución,  su  fusión.  Juzgo,  por  eso,  que  es  posible  y  deseable  la  promoción  de  una 
estrecha interlocución entre los dos campos, que evite tanto redundancias como abordajes 

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parciales, empobrecidos. Pienso que esa interlocución facilitaría el análisis de problemas 
ubicados  en  interfaces,  útil  como  la  incorporación  de  rupturas  (Bonamino  y  Brandâo, 
199422).  Sugiero,  entonces,  que  se  construya,  colectivamente,  lo  que  Said  denomina 
Programa  de  interferencia,  en  el  cual  se  flexibilicen  fronteras,  se  socialicen  saberes 
DD
restringidos  a  pequeños  grupos  de  especialistas  y  se  aborde  el  fenómeno  educacional 
“secularmente”. 
Finalizo tejiendo consideraciones sobre el programa propuesto. Si la didáctica y el 
curriculum  constituyen  campos  cuyos  saberes  y  prácticas,  históricamente  situados, 
necesitan  responder  a  los  desafíos  en  los  que  el  momento  los  coloca,  y  si  los  avatares 
teóricos  parecen  estar  afectando  a  la  práctica  pedagógica  menos  de  lo  deseable,  los  dos 
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campos pueden ser considerados en crisis. Según Lather (1991) 23, en períodos de crisis, la 
preocupación  con  la  práctica  precisa  identificarse,  ya  que  ella  se  torna  en  un  motor  de 
innovación. Defiendo, entonces, apasionadamente, ese punto de vista, la centralidad de la 
práctica  en  el  programa  de  interferencia.  Aclaro  que  enfatizar  la  práctica  no  implica 
desvalorizar  la  teoría,  pero  sí  considerar,  con  Lefebvre,  que  “la  coherencia  abstracta,  la 
demostración teórica desligada de la actividad social y de la verificación práctica no tiene 
FI

ningún valor” (1979, pág. 2724). 
En ese sentido, el programa propuesto podría incluir la participación conjunta de 
las dos comunidades: a) en investigaciones de la práctica pedagógica, con los profesionales 
que  en  ella  actúan;  b)  en  retomar  diálogos  con  la  escuela,  en  una  perspectiva  que  no  se 
limite  a  descripciones  y  a  prescripciones;  y  c)  en  el  desencadenamiento  de  un  intenso 


diálogo  entre  los  investigadores  de  los  dos  campos  y  de  ellos  con  otros  especialistas” 
(pp.29‐30). 

La programación de la enseñanza –tal como la abordaremos en la unidad IV del


programa de nuestra materia– es entendida como un complejo proceso que tiende a
buscar la concreción de las intenciones formativas formuladas en los diseños
curriculares en las instancias centrales, que en nuestro país están representadas por el
nivel nacional y jurisdiccional. En este sentido, la programación brinda una mayor
                                                            
22 Bonamino, A. C. e Brandâo, Z., Posfácio en Brandâo, Z. (org), A crise dos paradigmas e a educação, 

São Paulo, Cortez, 1994. 
23  Lather,  P.,  Getting  smart:  feminist  research  and  pedagogy  within  the  postmodern,  New  York, 

Routledge, 1991. 
24 Lafebvre, H., Sociologia de Marx, Rio de Janeiro, Forense‐Universitária, 1979. 

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contextualización o adecuación local, institucional y áulica a aquellas intenciones


pedagógicas. La programación corresponde al momento de concepción y anticipación
de la enseñanza e implica una serie de actividades de distinto tipo por parte del
docente25.
Cols identifica en la programación así conceptualizada un requerimiento relativo
a las características inherentes de la enseñanza en tanto práctica social. La enseñanza es
una práctica intencional, racional y proyectual, por lo que la programación la constituye.
“...Entonces, más que un procedimiento añadido para responder a las exigencias
externas de control y comunicación, la programación obedece a un principio de
estructuración y regulación interna...”26.

OM
Asimismo, la autora diferencia otro “...requerimiento de orden organizativo y
administrativo, ligado a la regulación de las prácticas de enseñanza y a la previsión de
las formas de materializar y contextualizar una determinada propuesta de política
curricular...”27. Hablar de la enseñanza institucionalizada en el contexto del sistema
educativo lleva a pensar en la programación como una práctica que permite la
supervisión, la previsión de lo que se va a hacer y la adquisición de un estado público de
las acciones docentes vinculado a la responsabilidad institucional y social que se posee.

.C
Podemos aludir aquí a aquellos “...espacios de realización...”28 que
conceptualiza Salinas Fernández y que permiten analizar la enseñanza como una
práctica social situada y condicionada. Dice el autor que el docente al iniciar sus clases
DD
en un curso no se encuentra con un abanico de opciones ilimitadas, sino que tiene
posibilidades y también restricciones para su ejercicio profesional.
Sintéticamente, enumera cuatro aspectos básicos que condicionan la práctica
docente: 1– limitaciones de orden institucional; 2– el curriculum oficial; 3– el puesto de
trabajo; y 4– los propios conocimientos, capacidades y epistemología del profesor.
Podríamos tomar los aportes de Cols29 para enriquecer los primeros dos
LA

aspectos. En este sentido, la autora recupera los planteos de Elmore y Sykes30 y de


Eigenmann31 para aludir a distintas características que puede adoptar la política
curricular y, en consecuencia, influenciar diferencialmente el accionar del docente con
respecto a la programación.
Por un lado, una política curricular ambiciosa en términos de Elmore y Sykes o
FI

un diseño curricular de gran intensidad tal como lo expone Eigenmann, representa un


documento con una importante cantidad de elementos prescriptos y se limitan por tanto
las posibilidades de decisión de los docentes. Por otro lado, una alternativa modesta de
política curricular o un diseño de menor intensidad, representa un curriculum que se
halla a menor distancia del docente y su lugar de intervención en él es mayor.


Asimismo, Cols expone un proceso de programación complejo que se desarrolla


en el ámbito institucional y que involucra una dimensión técnica pero básicamente una
política y cultural. “...Dar forma y diseñar prácticas de enseñanza en contextos

                                                            
25
Traverso, Picco y Coscarelli, 2011.
26
Cols, 2004, p.6.
Este trabajo está incluido en la bibliografía obligatoria de la unidad IV del programa de la asignatura.
27
Cols, op.cit., p.4.
28
Salinas Fernández, 1997, p.35.
29
Cols, op.cit.
30
Elmore, R. y Sykes, G. (1992). “Curriculum policy”. En: Jackson, Ph. (ed.). Handbook of research on
curriculum. New York, Macmillan; citado en Cols, op.cit.
Este texto está incluido en la bibliografía obligatoria de la unidad III del programa de la asignatura.
31
Eigenmann, J. (1981): El desarrollo secuencial del curriculum. Madrid, Anaya; citado en Cols, op.cit.

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institucionales requiere procesos de deliberación, construcción de consensos y


coordinación de acciones...”32.
Resumiendo lo expuesto: hemos resaltado las relaciones entre la programación
de la enseñanza y el marco curricular en el que se desenvuelve, entendiendo
básicamente al curriculum como un proyecto formativo.
A partir de la propuesta de articulación de la didáctica y el curriculum postulada
por Barbosa Moreira, consideramos que en la posibilidad de tomar y articular aportes de
ambas disciplinas para el mejoramiento de la enseñanza es donde radica la riqueza de
las relaciones interdisciplinarias. En este sentido, pensamos a su vez que la
programación podría ubicarse en un espacio del mencionado programa de interferencia.

OM
Antes que disputarse si la programación es un objeto de estudio de uno u otro
campo, conceptualizarlo como espacio de intersección puede aportar al mejoramiento
de la enseñanza y colaborar con los docentes en la toma de decisiones informadas.
Como dijo Estela Cols en una de sus (valiosas) clases, la riqueza de los aportes
de los diferentes enfoques de investigación, que pueden ser considerados como
producciones dentro del campo de la didáctica o no, elaborados por didactas o no, reside
en cuánto nos habilitan para explicar y mejorar las prácticas de enseñanza que es a lo

.C
que nos dedicamos los didactas.
DD
Contextualizando las relaciones entre didáctica y curriculum en la Argentina.

Como vimos, las relaciones entre la didáctica y el curriculum son complejas ya


que se producen entre dos disciplinas con lógicas diferentes, nacidas en contextos geo-
políticos distintos, aunque con algunas preocupaciones comunes, por ejemplo: las
relativas al contenido escolar, al mejoramiento de la práctica, la participación o
LA

actuación del docente, etc.


Intentamos recuperar en este apartado del trabajo algunos fragmentos de
diferentes textos que analizan las relaciones interdisciplinarias que nos preocupan en la
Argentina, prioritariamente, pero también en México o haciendo alusiones generales a
toda América Latina. Consideramos que estas caracterizaciones son importantes para
FI

conocer algunas tendencias generales.

En este sentido, Díaz Barriga33 analiza la situación de la didáctica en América


Latina de la siguiente manera:


“[…]  Si  atendemos  desde  otra  perspectiva,  en  el  caso  de  América  Latina  la 
evaluación  social  es  el  resultado  de  las  políticas  globales  de  desarrollo  –las  que 
actualmente  afrontan  serias  crisis–,  por  medio  de  las  cuales  se  “optó”  por  una 
modernización industrial de corte capitalista, que golpeó las estructuras tradicionales de 
la  región  y  demandó  –como  a  su  vez  había  sucedido  previamente  en  los  países 
industrializados–  una  transformación  de  la  sociedad  en  su  conjunto  y  de  los  sistemas 
educativos en particular” (p.14). 
“Este  aspecto  permitiría  explicar  parcialmente34  el  relativo  abandono  de  la 
didáctica en la región y la creciente influencia de modelos pedagógicos provenientes de los 
países industrializados. 

                                                            
32
Cols, op.cit., p.8.
33
Díaz Barriga, 1991.
34 Otro factor importante en este abandono en la propia crisis del pensamiento didáctico. 

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Las  políticas  desarrollistas  en  nuestro  contexto,  han  impactado  en  forma 
contradictoria al sistema educativo y a los reclamos pedagógicos que se inscriben en éste. 
Pareciera que la didáctica, tal y como la conocemos, no ha sido capaz de dar una respuesta 
satisfactoria  a  esta  demanda.  Esta  falta  de  respuestas  frente  a  nuevas  condiciones  –
modernización de la sociedad– permite entender la tesis de que existe un agotamiento de 
las  propuestas  didácticas.  De  tal  suerte  se  explica  la  incorporación  de  los  modelos 
pedagógicos que acompañaron el proceso de desarrollo industrial, particularmente en los 
EE.UU. 
Así, la adopción de la tecnología educativa, como opción instrumental, científica y 
como  expresión  de  una  pedagogía  industrial,  permite  “garantizar”  una  formación  de 
acuerdo  a  una  nueva  racionalidad:  la  formación  eficiente  de  recursos  humanos  para  el 

OM
desarrollo industrial. 
Sin embargo, una primera aproximación a la evolución de la didáctica en nuestro 
contexto  evidencia  que  ésta  se  ha  desarrollado  en  forma  contradictoria.  Por  un  lado,  sus 
formulaciones  dan  la  impresión  de  un  discurso  estancado  entre  una  visión  formalista  y 
otra instrumental (ambas en vías de extinción); por otro lado, en forma simultánea, hay un 
notorio enriquecimiento conceptual de algunos planteamientos que se efectúan sobre esta 
problemática, que responden a lugares y momentos sociales específicos en América Latina. 

.C
Es factible afirmar que las líneas de análisis y reflexión didáctica, que parecen más 
florecientes  en  nuestro  contexto,  obedecen,  por  una  parte,  a  la  crisis  global  de  la  región 
que  se  manifestó  en  una  crisis  educativa  como  en  la  necesidad  de  renovar  la  sociedad  y 
por  lo  mismo  a  la  educación;  por  otra  parte,  a  una  influencia  de  los  cuestionamientos  y 
DD
búsquedas  de  autores  europeos  hacen  del  ámbito  educativo.  Cuestionamientos 
relativamente importantes por cuanto provienen de articulaciones culturales mucho más 
sólidas. 
Es  innegable  que  existe  una  cierta  influencia  de  sus  formas  de  trabajo,  que  se 
pueden rastrear en algunas de las líneas de reflexión que surgen en América Latina. Esto 
no  significa  que  se  trata  de  una  copia  de  argumentos  y  planteamientos,  sino, 
LA

fundamentalmente, que se puede visualizar una convergencia de problemas relacionados 
con  el  tratamiento  de  lo  educativo,  donde  se  intenta  romper  con  una  serie  de  visiones 
estereotipadas. 
Más  aún,  al  igual  que  sucede  en  la  actualidad  con  otras  disciplinas  sociales,  en  el 
caso de la didáctica se impone una estricta revisión de los planteamientos efectuados a lo 
FI

largo  de  su  desarrollo,  como  una  forma  de  encontrar  y  construir  análisis  que  permitan 
avanzar en el tratamiento de esta problemática” (p.15). 
“[…]  se  puede  afirmar  que  estos  planteamientos  son  la  expresión  pedagógica  por 
medio de la cual la sociedad industrial pretende adecuar el funcionamiento de la escuela a 
las exigencias del proceso de industrialización35. Esta situación explicaría: 1) la orientación 


global  de  tecnología  educativa,  curriculum  y  evaluación  hacia  un  criterio  de  eficiencia  y 
control,  así  como  la  cercanía  conceptual  de  este  tipo  de  saberes;  2)  la  insuficiencia  de  la 
didáctica  (de  corte  formalista  e  instrumental)  para  enfrentar  las  nuevas  demandas 
sociales  –esto  es,  las  generadas  por  la  industrialización–;  3)  la  incorporación  de  estos 
saberes en América Latina, cuando el modelos desarrollista fomenta la industrialización y 
el subsecuente desplazamiento del saber didáctico” (p.17). 
“En  ningún  momento  […]  afirmamos  que  la  situación  de  la  didáctica  se  deba 
exclusivamente  a  situaciones  externas  a  la  misma.  Esto  es,  también  reconocemos  que  el 
estancamiento  de  la  propia  didáctica  la  ha  llevado  a  una  situación  sin  salida.  Pero 
expresamos  que  el  problema  es  mucho  más  complicado  cuando  observamos  falta  de 
legitimidad  social  que  en  este  momento  tiene  el  conocimiento  educativo  en  general  y 
didáctica en particular. […] 
                                                            
35 
Este  problema  lo  he  desarrollado  con  mayor  detalle  en:  Díaz  Barriga,  Á.,  Los  orígenes  de  la 
problemática curricular. Colección Ensayos. Departamento de Estudios Educativos. UNAM. 1985. 

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10 

[…]  En  una  primera  instancia  es  factible  reconocer  un  serio  problema  de  orden 
epistemológico  en  relación  el  “status”  que  este  saber  guarda  dentro  del  conjunto  de 
saberes educativos, situación que crea un conjunto de confusiones” (p.18). 

Furlán y Gvirtz36 también aluden a las relaciones entre la didáctica y el


curriculum pero introduciendo en este caso algunas comparaciones entre lo acaecido en
Argentina y en México. Además de la comparación entre los países –cuestión que
también vimos entre Argentina y Brasil cuando citamos a Barbosa Moreira– aparece
aquí el rol desempeñado por agencias internacionales en la difusión de obras
curriculares, aspecto que retomaremos.

OM
“[…]  En  la  Argentina,  por  ejemplo,  bajo  la  influencia  de  la  tradición  francesa, 
durante  los  años  sesenta  se  cambió  la  denominación  de  las  carreras  [de  pedagogía]  a 
ciencias  de  la  educación,  persistiendo,  sin  embargo,  las  disciplinas  pedagógicas  según  la 
visión  alemana:  pedagogía,  didáctica  general  y  didácticas  especiales.  Pero,  mientras  en 
Francia las ciencias de la educación trataron de diferenciarse  con nitidez de la formación 
docente  (concentrándose  en  el  impulso  a  la  investigación  desde  las  perspectivas  de  las 

.C
ciencias  humanas  y  sociales)  y  la  formación  para  la  docencia  –con  sus  problemas 
pedagógicos y didácticos– se dejó a cargo de las escuelas normales, en Argentina quedó un 
esquema  híbrido.  Se  mantuvo  una  actitud  ambigua  con  respecto  a  la  preparación  de 
profesores:  mientras  que  la  formación  de  maestros  para  la  primaria  se  dejó 
DD
exclusivamente  en  manos  de  los  “institutos  terciarios”  no  universitarios,  se  retuvo 
parcialmente, en las universidades, la formación pedagógica para profesores de media. De 
este  modo,  las  carreras  de  Ciencias  de  la  Educación  se  desarrollaron  con  un  ethos  de 
investigación,  articulado  con  disciplinas  cuya  vocación  era  y  es  la  intervención  en  la 
práctica. Esta tensión atraviesa en gran medida la producción conceptual del campo. 
[…]  A  esta  diversidad  de  tradiciones,  en  nuestros  países  [Argentina  y  México],  se 
LA

añaden  las  que  se  fueron  incorporando  por  la  influencia  de  las  tradiciones  pedagógicas 
anglosajonas. Si bien esto se remonta a todo el desarrollo de los sistemas escolares, para 
nuestros  propósitos  actuales  interesa  particularmente  señalarse  las  tendencias  más 
recientes referidas a la “teoría del curriculum” y a la “tecnología educativa”. La penetración 
de éstas se hizo visible en los años setenta (aunque hay numerosos antecedentes previos), 
a  partir  de  una  acción  concertada  por  la  Agencia  Internacional  para  el  Desarrollo  del 
FI

gobierno norteamericano. A lo largo de esa década se tradujeron y publicaron en América 
Latina  las  principales  obras  técnicas  elaboradas  por  los  expertos  estadounidenses,  se 
promovió su aceptación  a través  de  un complejo sistema de  apoyos, y se logró un  fuerte 
impacto  discursivo.  En  el  ámbito  académico  esta  producción  impactó  significativamente. 
Esto se debió, entre otras cosas, a que en las universidades existe la posibilidad de aplicar 


metodologías  de  innovación  curricular  en  el  ámbito  del  establecimiento,  dada  la 
autonomía con la que laboran sus carreras. El discurso curricular norteamericano supone 
un alto grado de descentralización, que en ningún caso se verifica en los sistemas escolares 
de primaria y media, en los que ha prevalecido un centralismo,  al menos curricular, muy 
fuerte. Esta inadecuación del discurso a las prácticas posibles en nuestro medio sembró un 
mar de dudas y de usos heteróclitos de los términos. 
El  “imbroglio”  se  hizo  más  opaco  cuando  desde  España,  desde  los  ochenta,  se 
comenzaron  a  traducir  las  elaboraciones  sobre  curriculum  del  Reino  Unido,  que  son 
bastante diferentes a las norteamericanas. El establecimiento es el ámbito prioritario que 
soporta  el  pensamiento  curricular  norteamericano,  mientras  que  para  los  ingleses  es  el 
profesor. La perspectiva inglesa es, en este sentido, más acoplable a la idea de la didáctica, 
que también toma al profesor como su interlocutor central” (pp.4‐5). 
                                                            
36
Furlán y Gvirtz, 1999.

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11 

Didáctica y curriculum entre 1960-1976: irrupción de la teoría curricular37.

Zoppi de Cerruti y Aguerrondo38 analizan un clima de reformas educativas en la


Argentina desde principios de los años ’60, en el que posteriormente impacta la
tradición curricular norteamericana. Se proponía, entre otras cuestiones: la
descentralización del sistema educativo; la transferencia de las escuelas primarias de la
nación a las provincias; la creación del Consejo Federal de Cultura y Educación, etc.
Este impulso de reformas, cuenta también, según informa Feeney39, con el trabajo de

OM
diferentes profesionales que brindan su asesoramiento científico40.
Luego, el período específicamente denominado “Reforma Educativa”41, se da
entre 1968 y 1971, en el marco del gobierno militar de Onganía. A pesar de su fracaso y
de su derogación al final del gobierno de facto, el discurso pedagógico-didáctico
relativo a la teoría curricular, a la formulación de objetivos operacionales a partir de las
taxonomías y la teoría de la evaluación, se logra instalar.
Asimismo, persisten cambios instalados por dicha Reforma Educativa en lo

.C
atinente a la formación docente. La misma se terciariza y pasa, como consecuencia, a
desarrollarse en los Institutos Superiores de Formación Docente, de carácter terciario no
universitario. Los maestros en preparación se convierten en un público consumidor de
DD
literatura curricular, junto con los futuros profesores de las Universidades, donde se
mantiene una formación de corte científico-positivo.
Aparecerían acá dos tensiones en las que se filtra –con distintos niveles de
protagonismo– la teoría curricular: por un lado, la terciariación de la formación docente

                                                            
LA

37
Estos períodos están tomados de Palamidessi y Feldman (2003). Si bien los autores no utilizan
estrictamente estas denominaciones, tomamos de ellos la periodización, el sentido y la caracterización de
cada uno de ellos.
38
Zoppi de Cerruti y Aguerrondo, 1991.
39
Feeney, op.cit.
40
En 1958, se crea la carrera de Ciencias de la Educación en la Universidad de Buenos Aires, en
FI

reemplazo de la carrera de Pedagogía, de corte más filosófico y generalista. Este ámbito contribuye a la
formación de profesionales especializados que van a desempeñarse, muchos de ellos, en las oficinas
nacionales de planificación que lleva adelante el Estado desarrollista (Palamidessi y Feldman, op.cit.;
Feeney, op.cit.).
En el caso de la Universidad Nacional de La Plata, la formación de profesores en Pedagogía y Ciencias


Afines data de principios del siglo XX. Desde 1930 el título que se otorga incluye la denominación
“ciencias de la educación”, no obstante, el nombre completo es “Profesorado en filosofía y ciencias de la
educación”. El plan de estudios de 1953 otorga el título de “Profesor o licenciado en pedagogía”. La
Sección Pedagógica primero en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales entre 1906 y 1914, la
Facultad de Ciencias de la Educación entre 1914 y 1920, así como también la Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educación a partir de 1920, emitían el título de “Profesor en pedagogía y ciencias afines”,
carrera muy influenciada por Mercante. No obstante, en 1959, siendo Ricardo Nassif director del
Departamento de Ciencias de la Educación, se crea la carrera de profesorado en Ciencias de la Educación
en el marco de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Luego en 1969, el plan de
estudio que le sigue, ofrece los títulos de profesor y licenciado en Ciencias de la Educación,
denominaciones que se mantienen hasta la actualidad (Fuente: Southwell, 2003).
41
Esta Reforma impulsada por el gobierno militar de Onganía, intenta recuperar una reforma previa en el
sistema educativo, a saber, la Reforma Saavedra Lamas ingeniada por Mercante entre 1916 y 1917, en la
que se busca implantar la escuela intermedia (de 11 a 14 años), entre la primaria y la secundaria. Por la
oposición de la mayor parte de la opinión pública y de los maestros y profesores, el proyecto fue
abandonado cuando cayó el gobierno de Onganía. (Zoppi de Cerruti y Aguerrondo, op.cit.; Palamidessi y
Feldman, op.cit.).

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12 

se opone a la educación normalista previa; por el otro; los textos curriculares


reemplazan a los manuales de didáctica general que se leían en las Escuelas Normales.
Según argumentan Zoppi de Cerruti y Aguerrondo, la educación hasta los años
’60, presentaba un carácter formalista, memorístico, verbalista y enciclopedista. A
medida que avanza la década, en los planes y programas del nivel primario que elaboran
las jurisdicciones provinciales, van apareciendo elementos renovados en los que se
puede apreciar, según analizan las autoras, la influencia de la Escuela Nueva con
autores como Dewey, Decroly, Montessori, etc.
Es en este contexto de reformas y renovaciones pedagógicas en el que impactan
las teorías curriculares, aunque para las autoras:

OM
“…el modelo didáctico propuesto no varió demasiado en relación con los
anteriores programas o planes de estudio escolares: la propuesta siguió
centrada en los contenidos informativos organizados en unidades temáticas
determinadas para cada grado, con la única evidente novedad de
incorporar exhaustivas listas de actividades para su desarrollo”42.
Por otra parte, es necesario sumar al análisis el impulso que la planificación en
general recibe en esos años de parte de Organismos Internacionales que propugnan el

.C
desarrollo y la modernización de los países subdesarrollados, entre ellos, la Argentina.
Feeney explica, precisamente, que el término curriculum arriba a nuestro país de la
mano de este auge por la planificación43, convirtiéndose en un elemento de la política
educativa del Estado Desarrollista de esos años44.
DD
Reafirmando aspectos ya mencionados, Palamidessi y Feldman45 plantean:

“La  teoría  curricular  comienza  a  difundirse  en  la  Argentina  hacia  mediados  de  la 
década de 1960, […] Argentina se convierte, junto con México, en el centro de difusión de 
LA

esta literatura para España y América Latina. A través de publicaciones, seminarios, becas 
y  otras  actividades,  se  promueve  la  formación  de  recursos  humanos  y  la  constitución  de 
centros  nacionales  de  desarrollo  del  curriculum46.  Junto  con  otros  discursos 
especializados, la irrupción de la literatura sobre el curriculum señala el crecimiento de la 
influencia  de  la  producción  norteamericana  en  el  pensamiento  pedagógico  argentino. 
Durante  este  período  se  difunden  en  la  Argentina  las  primeras  obras  sobre  curriculum 
FI

provenientes,  sobre  todo,  de  los  EEUU.  Empresas  editoriales  como  Troquel,  El  Ateneo, 
Kapelusz, Marymar, Paidós o Losada, vuelcan al mercado gran cantidad de traducciones de 
autores  americanos  como  R.Tyler,  H.Taba,  R.Doll,  H.  Johnson,  J.  Schwab,  J.  Michaelis, 

                                                            


42
Zoppi de Cerruti y Aguerrondo, op.cit., p.71.
43
Esta situación es similar a otros países de América Latina, ejerciendo influencia en todo ellos la
Agencia Internacional para el Desarrollo de los Estados Unidos que fomenta la adopción del discurso
curricular así como también apoya la publicación de diferentes trabajos al respecto. La teoría curricular
inglesa ingresa con posterioridad, en la década del ’80, y en gran parte a partir de las traducciones
españolas. Para más detalles ver: Furlán, 1997; Furlán y Gvirtz, op.cit..
44
Furlán (op.cit.) analiza también para el caso de México el impacto del desarrollismo –al igual que para
toda América Latina a partir de 1955– y postula que éste trae consigo la generación oficinas
gubernamentales, un impulso de la planificación y proyectos de reforma educativa a nivel nacional.
45
Palamidessi y Feldman, op.cit.
46  En  1971,  con  el  patrocinio  de  la  UNESCO,  una  comisión  argentina  participa  del  Seminario 

Internacional  sobre  Desarrollo  Curricular  realizado  en  Granna  (Suecia),  presidido  por  B.Bloom  y 
R.Tyler y con la participación de M.Blaug y R.Havighurst. El objetivo del seminario era promover la 
creación  y  el  fortalecimiento  de  unidades  nacionales  de  planeamiento  del  curriculum.  En  ese 
seminario participó la Prof. Alicia W.de Camilloni, quien coordinaría a su regreso la elaboración de 
los Lineamientos Curriculares de 1972 (Prof. Camilloni, entrevista personal, mayo de 2000). 

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13 

B.Bloom, W.Ragan. Otros trabajos llegan a través de editoriales mexicanas y españolas. A 
través  de  la  teoría  curricular  comienzan  a  difundirse  nuevas  tecnologías  que  el 
pensamiento  de  la  época  liga  a  la  modernización  de  la  enseñanza:  la  teoría  de  la 
evaluación, la formulación y taxonomías de objetivos operacionales” (p. 3)47. 

Estas traducciones posibilitan la circulación y lectura en los espacios


institucionales de formación de autores como Tyler, Taba, Bloom, Schwab, Doll,
Johnson, todos de origen norteamericano.

Palamidessi y Feldman48 hacen un análisis de los principales ejes que

OM
caracterizan a estos trabajos.

“Los primeros trabajos sistemáticos  producidos en la Argentina  sobre la  cuestión 


curricular  son,  ante  todo,  libros  de  textos  dirigidos  a  los  estudiantes  de  Profesorado  del 
nivel primario y, en algunos casos, a los estudiantes universitarios. Sus autores son, por lo 
general,  egresados  de  las  nuevas  carreras  superiores  en  Educación.  Su  producción 
intelectual se orienta, fundamentalmente, a las necesidades del mercado editorial. Con su 

.C
ingreso al campo, esta nueva literatura desplaza a los manuales de Didáctica General que 
se  utilizaban  en  las  Escuelas  Normales.  Entre  otros,  se  publicaron  trabajos  como 
Curriculum,  de  Irma  Sarubbi;  Planeamiento  curricular,  de  Oscar  Combetta;  Planeamiento 
escolar,  de  Norberto  Galacho  y  La  tarea  docente,  de  Susana  Avolio  de  Cols,  eran  los 
DD
primeros  textos  argentinos49.  Estos  autores  sistematizan  el  enfoque  curricular  en  una 
presentación canónica del Tyler rationale. Esta primera literatura curricular argentina se 
estructura en relación  los siguientes ejes: 
• La noción de curriculum se identifica con un enfoque racional y científico para la toma 
de decisiones en materia educativa. Por oposición al plan de estudios y a los programas 
de  enseñanza  que  consagran  el  predominio  de  la  materia  de  estudio,  el  curriculum 
LA

supone una metodología integral y sistémica orientada a la producción planificada de 
experiencias  educativas:  “Currículo  es  sinónimo  de  planificación  integral  de  las 
actividades de la vida escolar”50. 
• Se legitiman nuevas divisiones del trabajo pedagógico. Según ella, los expertos deben 
ocuparse  de  los  pasos  relacionados  con  la  fundamentación  científica  y  la  concepción 
estructural, mientras que los docentes deben operativizar los objetivos subordinados 
FI

(“didácticos”, “de aula”) del curriculum. 
• La  teoría  curricular  se  sitúa  en  el  eje  tradicional‐moderno.  Como  destacaba  la 
prologuista  local  a  la  versión  en  castellano  del  libro  de  R.Doll:  “Quizás  ha  llegado  el 
tiempo de la formulación real de un curriculum que atienda las demandas de nuestra 


sociedad  actual  y  de  la  cultura  tecnológica  que  la  identifica.  Si  los  pueblos 
latinoamericanos,  en  sus  diversos  grados  de  desarrollo,  no  han  logrado  aún  esa 
cultura, no hay duda que están en camino de obtenerla o pisan ya sus umbrales, y en 
consecuencia deben prepararse para vivir en los patrones que ella comporta. Urge, por 
consiguiente,  la  transformación  del  curriculum.  Esa  responsabilidad  es  de  los  que 
dirigen  la  educación  y  esta  obra  viene  a  ayudar  a  quienes  tienen  que  prepararse  en 

                                                            
47 La numeración de las páginas se corresponde con el documento en el que se traduce el capítulo 

citado. 
48
Palamidessi y Feldman, op.cit.
49 Combetta (1971), Sarubbi (1971), Galacho (1973) y Avolio de Cols (1975). 
50 Combetta (op.cit., pág.46). 

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14 

todos  los  niveles  del  sistema  educativo  para  instrumentar  y  poner  en  marcha  ese 
curriculum que nuestra educación reclama”51. 
En estas versiones locales se hace coincidir el esquema tyleriano con las instancias 
burocráticas existentes del gobierno del sistema educativo. El  planeamiento moderno no 
modifica los niveles oficiales en los que se planifica el curriculum. Si bien destacan el rol 
innovador de la escuela, mantienen al Estado en el centro del cambio curricular y la toma 
de decisiones52. 
Buena  parte  de  los  profesionales  y  grupos  que  utilizaron  la  teoría  curricular 
asumieron los supuestos sistémicos dominantes en la literatura de la época. Sin embargo, 
el  pensamiento  curricular  entró  en  el  campo  de  disputas  que  recorría  la  educación 
argentina.  La  lectura  realizada  fue  diversa.  La  interpretación  que  realiza  el  campo 

OM
pedagógico argentino en estos años reconoce dos grandes vertientes: Por un lado, la de los 
sectores que adoptan la versión más técnica de la teoría curricular basada en los objetivos 
operacionales, la evaluación standarizada y la búsqueda de la eficiencia. Por otro lado, los 
académicos y profesores que se opusieron a esta versión y utilizaron el planteo curricular 
para renovar, desde una perspectiva democratizadora, el  qué y cómo se  enseñaba en las 
escuelas.  Estos  grupos,  los  progresistas,  sostenían  la  promoción  de  un  planeamiento 
integral como una posibilidad de fortalecer la autonomía de los docentes. Ligados en parte 

.C
a  estos  sectores  –y  acompañando  los  movimientos  de  radicalización  política  que  crecían 
en la sociedad argentina–, se conformaron incipientes núcleos universitarios que usaron la 
teorización  curricular  para  realizar  una  crítica  de  la  escolarización.  En  la  Universidad  de 
Córdoba, jóvenes profesores inician una producción que articula al pensamiento curricular 
DD
con cuestiones de clase social y el poder cultural; producción  que se construye  abriendo 
un cuestionamiento del paradigma tyleriano53” (pp.4‐6). 

En lo que respecta al campo pedagógico –en términos amplios–, podríamos decir


que la teoría curricular norteamericana también impacta en procesos y dinámicas
LA

teóricas que se venían desarrollando.


“…esta difusión e importación de literatura curricular se produce en medio
de un intenso proceso de renovación del pensamiento pedagógico-didáctico
argentino: los replanteos vinculados con la obra de Jean Piaget, la
modernización del currículo para la enseñanza de las ciencias que realiza
el Instituto Nacional para el Mejoramiento de la Enseñanza de las Ciencias
FI

(INEC), la propuesta de áreas curriculares integradas, los debates sobre

                                                            
51  Bahler  (en  Doll,  op.cit.).  Iguales  consideraciones  pueden  encontrarse  en  los  trabajos  de 
Lafourcade (1970) y Martínez (1970). 


52  Como  sostiene  Avolio  de  Cols  (op.cit,  pág.130):  “Es  fundamental  que  el  curriculo  responda  a  la 

Política Educativa de un país, la que a su vez es parte de la Política Nacional. El currículo debe estar 
al servicio de un tipo de hombre y de un tipo de sociedad, debe propugnar el logro de los objetivos 
establecidos  en  el  Proyecto  Nacional  de  cada  país.  Un  currículo  que  no  instrumente  una  Política 
Educativa auténticamente nacional irá al fracaso y será rechazado”. 
53  Este  grupo,  constituido  por  Eduardo  Remedi,  Alfredo  Furlán,  Gloria  Edelstein,  Susana  Barco  y 

Azucena Rodríguez, desarrolla una visión crítica de los procesos educativos articulando la reflexión 
pedagógica  con  perspectivas  sociológicas,  antropológicas  e  históricas.  Sin  utilizar  aún  el  lenguaje 
curricular,  el  grupo  realiza  una  reflexión  sobre  los  aspectos  metódicos  de  la  enseñanza 
diferenciándose  de  la  racionalidad  técnica  (Edelstein  y  Rodríguez,  1972).  De  este  modo,  recrean 
líneas  de  reflexión  que  anticipan,  en  buena  medida,  el  pensamiento  curricular  post‐dictatorial. 
Muchas de estas ideas y discusiones circularon en encuentros, debates y jornadas sin tomar forma 
escrita; lo que era bastante común en la actividad universitaria del momento (Prof. Gloria Edelstein, 
comunicación  personal,  Septiembre  de  2000).  Unos  años  después,  miembros  de  este  grupo 
continuaron  estas  líneas  de  trabajo  en  el  exilio,  contribuyendo  al  desarrollo  del  pensamiento 
curricular en México. 

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15 

los métodos globales de enseñanza, la introducción de la matemática


moderna y la gramática estructural, la educación no diferenciada por
género, el cuestionamiento de la tradición nacionalista y patriótica…”54.
Podríamos concluir, parafraseando a Palamidessi y Feldman, cuando plantean
que la apropiación de la teoría curricular es parte de un movimiento mayor de reformas
que cuestiona las tradiciones pedagógicas vigentes en la Argentina hasta los años ’60.
“En el seno de este movimiento complejo de renovación, es a través de la
acción del Estado que las nociones de curriculum y de planeamiento
curricular se difunden en el campo pedagógico. La Reforma Educativa
(1968-1971) promueve activamente el planeamiento y la formulación

OM
operativa de objetivos didácticos, que se convierten en el discurso técnico-
pedagógico oficial […] A partir de ese momento, las Comisiones nacionales
y provinciales encargadas del diseño curricular empiezan, de manera
creciente, a ser controladas y lideradas por especialistas universitarios.
Este nuevo grupo profesional desplaza de esas funciones a directores,
profesores y supervisores”55.
Avanzando en los años ’70, Zoppi de Cerruti y Aguerrondo informan que en

.C
1976 el Consejo Federal de Cultura y Educación elabora los Contenidos Mínimos en un
intento de armar un curriculum básico para todas las jurisdicciones. Mencionamos este
dato con una doble intencionalidad: por un lado, aparecen Contenidos Mínimos para
DD
todas las jurisdicciones del territorio nacional, que van a condicionar lo que se enseña a
pesar de la transferencia de las escuelas primarias y de la autonomía jurisdiccional. Por
otro lado, surge también un desafío para el curriculum igualmente pertinente a los fines
de este trabajo: la tradición curricular norteamericana se centra en la autonomía de las
escuelas y en su trabajo pedagógico, en el marco de un sistema descentralizado de
educación, pero sabemos que el nuestro presenta un carácter centralizado muy
LA

arraigado. Por lo tanto, para las autoras, estos cambios en materia de planificación
curricular no dieron los resultados esperados en lo que se refiere a adecuaciones y
adaptaciones regionales, y se terminó de convalidar la propuesta que tenía vigencia
hasta el momento.
FI

Zoppi de Cerruti y Aguerrondo visualizan la convergencia de dos tradiciones en


el plano curricular que es importante destacar:

“Del conjunto de posiciones pedagógicas, teorías, doctrinas, que se han ocupado de 
los aprendizajes, las corrientes que más se fundaron en la idea del curriculum como algo 


que  se  va  construyendo  con  bastante  grado  de  espontaneidad,  de  libertad  y  de 
participación  de  las  personas  que  intervienen,  son  las  caracterizadas  como  “Escuela 
Nueva”.  Este  movimiento,  sustentado  en  ideales  democrático‐liberales,  desarrolló 
propuestas  como  la  del  método  de  proyectos,  propició  experiencias  centradas  en  las 
iniciativas  de  los  estudiantes,  etc.,  desplazando  el  eje  de  interés  pedagógico  del  aspecto 
lógico  al  aspecto  psicológico.  A  raíz  de  ello,  la  Escuela  Nueva  expresa,  dentro  de  las 
acepciones  posibles  del  curriculum,  la  de  mayor  amplitud,  mayor  diversidad,  mayor 
posibilidad de caminos que pueden ir estructurando. 
En  cambio,  otras  corrientes  pedagógicas  que  se  estructuraron  como  un  modo  de 
respuesta  a  la  Escuela  Nueva  a  partir  de  la  década  del  '50,  propusieron  la  idea  del 
curriculum  como  "un"  plan  de  formación.  Esa  línea,  determinada  por  pensadores  como 

                                                            
54
Feeney, op.cit., pp.178-179. También en: Palamidessi y Feldman, op.cit.
55
Palamidessi y Feldman, op.cit, p.4. Las palabras subrayadas figuran en cursiva en la edición consultada.

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16 

Hilda  Taba,  Ragan,  Sayler  y  Alexander,  Mager,  Peter  Goge,  Karplus,  Bloom,  etc.,  y  que  se 
conoce  con  el  nombre  de  "Escuela  Actual",  es  la  que  –a  través  de  algunos  de  sus 
seguidores–  elaboró  los  proyectos  curriculares  […]  en  los  que  nuestra  generación  de 
planificadores de curriculum encontró basada su formación, y que serían caracterizables 
como  "paquetes  curriculares".  Estos  paquetes  son  planes  totalmente  estructurados  que 
indican,  prescriben,  los  caminos  didácticos  para  el  logro  de  los  objetivos.  Los  caminos 
están  propuestos  en  el  mismo  proyecto:  están  todas  las  indicaciones  dadas,  desde  las 
preguntas  o  consignas  que  tiene  que  formular  el  docente,  el  modo  en  que  tiene  que 
organizar los grupos, el tipo de material que tiene que presentar (cuestionarios, películas, 
etc.).  Todo  eso  se  elabora  y  se  compra  en  esos  "paquetes"  que  son  «los  proyectos 
educativos armados para el logro de determinados objetivos». 

OM
La mayoría de los documentos curriculares que se gestaron en nuestra realidad a 
partir de 1970 responden a este último modelo. Son "paquetes" armados que, señalan por 
lo general objetivos y contenidos para cada grado, incluyendo una cantidad de actividades 
sugeridas. 
Con  la  exhaustiva  indicación  de  actividades,  entonces,  se  está  trabajando  con  la 
idea de curriculum como único camino, el curriculum con anda niveles, el curriculum que 
está pautado y que debe ser seguido  de ese modo si se espera el logro de esos objetivos 
[…]” (p.73). 

.C
“[…] Ahora bien, ¿qué concepción de curriculum es la que puede aportar realmente 
a  este  desafío?  A  simple  vista  puede  reconocerse  que  no  precisamente  aquella  que, 
lamentablemente  muy  generalizada  en  nuestro  país  en  los  años  '70,  se  agotó  en  la 
DD
formulación  de  diseños  curriculares  estáticos,  aparentemente  acabados,  modelos  casi 
perfectos de una nueva realidad más deseada que posible de conseguir. 
A  pesar  del  esfuerzo  que  demandó  su  elaboración,  generalmente  a  cargo  de 
docentes reconocidos por su labor profesional, no llegaron a constituirse en instrumentos 
de referencia lo suficientemente estables como para contener un proceso necesariamente 
lento  de  acomodación  a  sus  propuestas  por  parte  de  un  sistema  escolar  tan  cristalizado 
LA

como el nuestro. ¿A qué se debió esto? 
Las  respuestas  ensayadas  son  diversas  y  llaman  la  atención  sobre  una  serie  de 
factores  que  podrían  haber  incidido,  como  por  ejemplo  la  soberbia  y  omnipotencia  con 
que  se  presentaron  las  ideas  y  propuestas;  su  inserción  improcedente  en  una  dinámica 
política  en  la  que  no  se  supo  actuar  adecuadamente;  la  falta  de  articulación  con  los 
FI

sectores de administración y supervisión; la fuerza que en un contexto resistente cobran 
las  declaraciones  –también  reaccionarias  en  sus  efectos–  de  los  que  descalifican  desde 
marcos teóricos diferentes pero no acercan elementos para encontrar necesarias síntesis y 
productivas prácticas. 
Agotar  las  hipótesis  que  expliquen  este  fracaso  del  curriculum‐documento  para 


modificar  las  prácticas  educativas  formalistas  de  una  escuela  francamente  autoritaria  es 
una  empresa  imposible,  por  el  simple  hecho  de  que  la  pluricausalidad  de  los  fenómenos 
sociales hace que cada una de ellas contenga seguramente una parte de verdad. 
Sólo  se  pueden  reseñar  algunos  componentes  técnicos  centrales  que  están  in‐
dudablemente  involucrados  en  el  problema.  Algunos  de  esos  documentos  seguían 
manteniendo una profunda disociación, de hecho vigente en el sistema educativo, entre la 
formulación de un marco filosófico‐pedagógico universalista y abstracto y la proposición 
de una serie de componentes didácticos (objetivos, experiencias, evaluación) surgidos de 
una  corriente  de  tecnología  educativa  pragmática  y  eficientista,  a  partir  de  la  cual  se 
buscaba la "actualización" o "modernización" del sistema. 
Por  otra  parte,  al  formular  la  mayoría  de  las  propuestas  curriculares  se  mantu‐
vieron e incorporaron "contenidos", pero se dejaron de lado las "estructuras conceptuales" 
que cumplen la esencial misión de contribuir a definir y explicitar el marco teórico desde 
el cual se propone sustentar el proceso de enseñanza‐aprendizaje de cada área y son, por 
ende, el componente sustantivo de toda la formulación” (p.80). 

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17 

“Otro componente técnico que tiene que ver con la incapacidad de producir efectos 
transformadores  de  los  curriculum‐documentos  es  su  presentación  como  una  propuesta 
estática y terminada: un modelo que reemplaza  a otro modelo. No se ha desarrollado de 
modo  generalizado  en  el  país  la  práctica  del  curriculum  como  hipótesis  de  trabajo 
permanentemente  contrastable  y  reajustable,  cercenando  con  ello  la  posibilidad  de  que 
“una práctica instituyente más dinámica pueda aportar progresivamente modificaciones a 
lo instituido” […]” (p.81). 
“[…] Si se piensa el curriculum desde el reconocimiento de quienes adoptan las de‐
cisiones, se introduce un componente esencial que no ha sido considerado con suficiente 
énfasis,  con  la  magnitud  que  se  merece,  ni  por  la  escuela  nueva  ni  por  la  escuela  actual. 
Este  componente  es  la  posibilidad  de  operacionalizar,  de  dar  un  lugar  en  los  hechos,  al 

OM
papel  protagonico  que  debe  jugar  y  que  juega  también  el  docente  en  el  proceso  de 
enseñanza‐aprendizaje. 
Porque  en  la  escuela  nueva,  aun  en  sus  más  contemporáneas  formulaciones,  el 
docente está tan al servicio del alumno que casi no tiene voz ni voto en el proceso. O sea, 
en  esta  propuesta  llega  a  ser  instrumento  del  alumno.  Sin  caer  en  el  extremo  de 
considerarlo determinante absoluto, al menos su aporte como persona en interacción debe 
ser  reconocida.  Y  en  nuestra  opinión,  en  la  escuela  nueva  esa  circunstancia  no  se  da 
suficientemente. 

.C
Tampoco  se  reconoce  este  co‐protagonismo  en  las  propuestas  pedagógicas  de  la 
escuela  actual.  El  docente  es  nada  más  que  un  ejecutor  de  propuestos  predigeridos,  es 
quien aplica una serie de consignas didácticas preestablecidas por quienes supuestamente 
DD
saben  más  o  conocen  profundamente,  o  manejan  más,  los  fundamentos  de  ese  proceso 
educativo […]” (p.83‐84). 

Confluye también, según plantea Furlán56, una idea de mayor racionalización de


los procesos de enseñanza y de aprendizaje así como los de planificación de las
LA

instituciones educativas. Este fenómeno se da en México y también en Argentina; para


este último caso, Furlán cita una jornada de trabajo realizada por profesores de la
Universidad Nacional de La Pampa a fines de 1974 y principios de 1975, cuando
todavía la institución no estaba intervenida por el Gobierno de Isabel Martínez de Perón.

“A  fines  de  1974  y  comienzos  del  75,  tuve  ocasión  de  participar  como  “miembro 
FI

del  equipo  técnico‐docente”  en  unas  “jornadas  de  capacitación  docente”  sobre 
“planeamiento  académico”  en  la  Facultad  de  Ciencias  Exactas  de  la  Universidad  de  La 
Pampa”. Entre las razones que encontramos para abordar el tema curricular se encontraba 
la siguiente: 
“En  un  nuevo  contexto  político  social,  la  Universidad  adquiere  conciencia  de  la 


necesidad  de  racionalizar  sus  objetivos  y  estrategias  para  hacer  frente  a  los  nuevos 
requerimientos del proceso”. 
Dado  que  las  actividades  de  revisión  académica  se  habían  iniciado  meses  antes, 
interpretábamos que su desarrollo expresaba “la necesidad de encontrar los mecanismos 
que  permitan  planificar  las  actividades  educativas  de  la  institución  con  el  máximo  de 
eficacia  y  economía  de  esfuerzo,  superando  las  deficiencias  observadas,  con  base  en  una 
nueva  dimensión  del  concepto  currículo”  (Tomada  de  Currículo57,  en  el  documento 
“Planeamiento Académico y Conducción del Aprendizaje para Profesores  Universitarios”. 
Universidad Nacional de La Pampa, enero de 1975; citado en Furlán, 1997, pp.44‐45). 

                                                            
56
Furlán, op.cit.
57  En  la  página  40  menciona  que  Curriculum  es  la  Revista  especializada  para  América  Latina  y  el 

Caribe publicada por la OEA. 

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18 

“Como  se  infiere  de  los  textos  anteriores,  la  persecución  del  cambio  entendido 
como  esfuerzo  de  “racionalización”  (con  resonancias  de  neutralidad  científica,  eficacia, 
superación de obstáculos) encontró en el concepto de currículum, en diversos grados y en 
sus  variadas  vertientes  (diseño  curricular,  diseño  instruccional,  etc.)  una  clave  de 
búsqueda,  una  brecha  por  la  cual  penetrar  en  las  intrincadas  estructuras  académicas.  El 
discurso  que  circulaba  y  en  el  que  se  desenvolvía  esta  noción  fue  nutrido  por  un 
abundante aporte de educaciones de libros y revistas que dimensionaron el tema. […]. 
Sin  embargo  la  matriz  básica  de  la  conceptualización  aglutinada  bajo  la  noción 
general de currículum provino de los esquemas de pensamiento y el lenguaje utilizado en 
los  textos  especializados,  la  gran  mayoría  producidos  en  Estados  Unidos,  país  en  el  que 
inicialmente se origina y se desarrolla este sector del discurso educativo” (pp.45‐46). 

OM
Cols58, por su parte, en un trabajo en el que analiza cómo se va complejizando la
conceptualización de enseñanza a lo largo de los años, expresa algunos sentidos
convergentes:

“[…]  La  supremacía  del  orden  tecnicista  en  el  campo  de  la  enseñanza  que  tuvo 

.C
lugar desde la mitad del siglo pasado en adelante –con variada duración de su hegemonía 
según los contextos locales–, significó la introducción de una  nueva forma de encarar los 
problemas  relativos  a  la  enseñanza  escolar  y  el  curriculum  a  nivel  de  los  sistema 
educativos, una propuesta de enseñanza y un modo de pensar el papel social del docente 
DD
en el conjunto de tareas que desde un punto de vista sistémico  hacen a la planificación y 
gestión de los sistemas de enseñanza […]. 
[…]  la  visión  del  profesor  como  técnico  aparecía  como  el  único  modo  de 
profesionalizar la tarea, dotarla de un carácter claramente científico y asegurar la eficacia 
de la enseñanza. 
Los  maestros  deben  ser  entrenados  para  ejercer  de  facilitadores  del  cambio,  y 
LA

deben  ser  capaces  de  continuar  con  muchas  de  las  habilidades  existentes  mientras 
aprenden  al  mismo  tiempo  otras  nuevas  que  les  exigirán  en  el  futuro.  De  ahí  que  los 
maestros  deban  ser  entrenados  como  conductores  de  un  ambiente  de  enseñanza‐
aprendizaje,  en  un  rol  que  es  más  extenso  que  el  de  ser  un  maestro.  Esto  significa 
acrecentar  clases  amplias  de  respuestas,  tales  como  organización  educacional, 
organización  ambiental,  motivación  del  estudiante,  evaluación  del  estudiante  y  de  los 
FI

materiales,  etc.  También  significa  disminuir,  o  al  menos  dejar  constante,  el  marcado 
énfasis puesto en el entrenamiento de maestros en asignaturas (Chadwick, 1992:142)59. 
Al tiempo que el papel docente adquiría este carácter, el conocimiento acerca de la 
enseñanza  pretendía  ganar  en  objetividad,  neutralidad  y  para  ello  era  necesario,  entre 
otras cosas, desdibujar el sesgo normativo que había caracterizado al discurso pedagógico 


y  didáctico  hasta  entonces.  Como  se  sabe,  con  arreglo  a  este  modelo,  la  actividad  de 
enseñanza  queda  definida  como  una  intervención  de  carácter  racional,  sistemática  y 
tecnológica,  en  la  que  la  preocupación  central  está  constituida  por  la  búsqueda  de  los 
medios más apropiados para alcanzar finalidades determinadas a priori fuera del sistema 
de  enseñanza.  Básicamente,  los  problemas  a  los  que  hay  que  enfrentarse  pueden  ser 
resueltos acudiendo al conjunto de conocimientos establecidos por la investigación básica 
y  la  tecnología  instruccional,  procedimiento  a  través  de  una  serie  de  pasos  capaces  de 
garantizar procesos de enseñanza eficaces. […] 
Esta  concepción  gozó  de  un  prolongado  reinado  tanto  en  los  ámbitos  de 
producción  teórica  y  técnica  como  en  el  discurso  y  las  acciones  de  los  especialistas  en 
educación  y,  como  es  sabido,  luego  de  innumerables  y  agudas  críticas  al  modelo  desde 
                                                            
58
Cols, 2000.
59 Chadwick, C. (1992). Tecnología educacional para el docente. Barcelona. Paidós. 

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19 

frentes  teóricos,  fue  progresivamente  dejando  lugar  a  otros  modos  de  pensar  los 
problemas  de  la  enseñanza  y  el  curriculum.  Es  así  que  nuestras  visiones  acerca  de  la 
enseñanza  se  han  modificado  sustancialmente  en  los  últimos  treinta  años  a  partir  del 
desarrollo  de  una  serie  de  líneas  de  investigación  y  pensamiento  provenientes  de 
diferentes  perspectivas  disciplinares  y  teóricas.  No  siempre  se  trata  de  desarrollos 
específicamente  enmarcados  en  los  límites  del  pensamiento  didáctico  ni  con 
preocupaciones  e  intereses  de  este  orden.  En  un  hecho  que  la  enseñanza  escolar  y  el 
curriculum  fueron  estudiados  en  las  últimas  décadas  por  teóricos  provenientes  de 
distintos campos de las ciencias sociales y que en su gran mayoría desarrollaron un saber 
básicamente  descriptivo  que  lo  que  ofrece  son  herramientas  conceptuales  de  análisis  y 
claves  de  interpretación  de  la  acción  docente  y  de  los  procesos  de  escolarización  en 

OM
general” (pp.9‐10). 

Didáctica y curriculum: sus relaciones congeladas durante la última dictadura


militar (1976-1983).

.C
Palamidessi y Feldman60 caracterizan de la manera que sigue las características
que asumió el campo educativo durante la última dictadura militar. Si bien directamente
no refieren a las relaciones entre la didáctica y el curriculum, sí encontramos rasgos que
describen a estas dos disciplinas, entre ellos, el congelamiento de la producción
DD
intelectual, la censura respecto del ingreso de bibliografía crítica que ya circulaba en
otros países para esos años, el distanciamiento de las Universidades públicas de valiosos
profesores, etc.

“En 1976, en un contexto de agudos antagonismos sociales y políticos, las Fuerzas 
Armadas  tomaron  el  control  del  Estado  y  suspendieron  las  garantías  constitucionales.  El 
LA

llamado “Proceso de Reorganización Nacional” no se proponía modernizar a la sociedad a 
través de un gobierno de técnicos y planificadores. Intentó refundar los comportamientos 
políticos,  económicos  y  culturales  de  la  sociedad  argentina  a  través  de  un  Estado 
autoritario militarizado y de la apertura de los mercados. 
Durante  este  período,  el  sistema  educacional  fue  un  blanco  privilegiado  de  la 
FI

represión militar: la desaparición o expulsión de profesores y estudiantes; la prohibición 
de ciertos libros, la imposición de normas que reforzaban formas tradicionales de relación 
y  autoridad.  El  gobierno  militar  y  la  Iglesia  católica  coincidieron  en  la  necesidad  de 
"limpiar" y "ordenar" el sistema educativo: eliminar la oposición existente en las escuelas 
y  universidades,  reformar  los  planes  de  estudio,  combatir  la  difusión  de  ideas 


'subversivas'.  Buena parte de su accionar estuvo guiado por un sentido de "guerra" contra 
la  subversión  del  "orden".  Las  Universidades  fueron  cerradas  y  luego  funcionaron 
intervenidas por autoridades designadas por el poder militar. 
En  una  escena  pública  dominada  casi  exclusivamente  por  las  decisiones 
unilaterales del poder del Estado, se produjo un congelamiento del debate educativo y un 
profundo  retroceso  de  la  reflexión  pedagógica.  La  expulsión  (o  el  exilio)  de  profesores 
afectó profundamente a las Facultades de Ciencias Sociales y Humanidades. Las cátedras 
fueron  asignadas  a  personal  vinculado  con  la  Iglesia  o  a  técnicos  “apolíticos”.  La 
intervención  de  las  Universidades  y  el  control  militar  del  sistema  educativo  modificaron 
radicalmente las condiciones de producción de la incipiente teoría y práctica curricular. La 
censura y el control ideológico obstruyeron la llegada de autores o visiones críticas. 

                                                            
60
Palamidessi y Feldman, op.cit.

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20 

Durante estos años, para aplicar los Contenidos Mínimos definidos en 1977 por el 
gobierno  militar,  las  provincias  modificaron  sus  normativas  curriculares.  De  hecho,  la 
actividad  de  los  técnicos  continuó  y  se  expandió,  aunque  sin  ningún  debate  y  discusión 
pública.  En  esta  etapa,  la  denominación  curriculum  desplaza  finalmente  a  la  de  plan  de 
estudios  o  programa.  Al  mismo  tiempo,  en  un  contexto  de  fuerte  censura  y  vigilancia 
político‐ideológica,  algunas  editoriales  (Troquel,  Marymar,  El  Ateneo)  continuaron 
traduciendo  y  editando  literatura  curricular  norteamericana  de  perfil  técnico‐
instrumental” (pp.6‐7). 

OM
Didáctica y curriculum (1983-2000): diversificación del pensamiento
curricular.

Recién en la década del ’80, con posterioridad al retorno de la democracia, se


evidencian cambios en torno a los contenidos escolares en los documentos curriculares.
No obstante, a partir del análisis realizado por Zoppi de Cerruti y Aguerrondo, se podría
decir que en dichos documentos parecerían convivir elementos de distintas

.C
configuraciones. Por un lado, se presentan “…conceptos y generalizaciones…”61 para
organizar la secuencia de los temas a enseñar, objetivos para el alumno en función de
los diferentes niveles educativos; pero por el otro, se sigue planteando un listado de
contenidos informativos a partir de los cuales se formulan las actividades y los recursos.
DD
La actualización de los contenidos escolares con el retorno de la democracia en
1983, es también un aspecto destacado por Palamidessi y Feldman62, además de la
aparición del debate acerca de las funciones reproductoras o democratizadoras de la
educación, y la estructura de participación en las instituciones educativas.
Estos autores también enfatizan las posibilidades de actualización en materia
LA

académica en las ciencias sociales en su conjunto y específicamente en el curriculum:

“En 1983 la Argentina retorna al orden constitucional. El gobierno del presidente 
Alfonsín  (1983‐1989)  marcó  un  período  de  reactivación  cultural  y  de  reapertura  de 
canales  de  expresión.  En  ese  contexto,  el  sistema  educativo  fue  considerado  como  un 
vehículo  central  en  la  modificación  de  la  cultura  autoritaria.  La  democratización  de  la 
FI

educación  se  realizó  a  través  de  la  expansión  de  la  matrícula,  el  incremento  de  la 
participación  en  el  gobierno  escolar  (Centros  de  Estudiantes,  Consejos  de  Escuela)  y  la 
promoción de pedagogías centradas en el alumno. 
Al mismo tiempo, se produce la normalización de las Universidades y la renovación 
de  sus  cuerpos  de  profesores.  Este  proceso  fue  muy  significativo  en  el  campo  de  la  


Educación,  las  Humanidades  y  las  Ciencias  Sociales,  especialmente  afectadas  por  la 
represión  militar.  Esto  produjo  una  actualización  de  enfoques  teóricos  y  de  la  literatura 
especializada.  Las  carreras  de  Ciencias  de  la  Educación  y  los  Institutos  de  Formación 
Docente  modifican  y  actualizan  sus  planes  de  estudio.  Por  primera  vez,  algunas 
Universidades crean cátedras específicas de Curriculum. 
Durante  esta  segunda  mitad  de  la  década  de  1980,  el  debate  político  asoció  la 
modernización  con  la  democratización  de  las  distintas  estructuras  e  instituciones  de  la 
sociedad.  En  el  campo  educativo,  las  discusiones  prestaron  atención  a  la  función 
reproductora o democratizadora de la escuela, las formas participativas de gobierno de la 
institución  escolar  y  la  actualización  de  los  contenidos  enseñados.  Hacia  finales  de  la 
década  ciertas  corrientes  críticas  del  curriculum  habían  comenzado  a  difundirse  en 
                                                            
61
Zoppi de Cerruti y Aguerrondo, op.cit., p.71.
62
Palamidessi y Feldman, op.cit.

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21 

nuestro medio a través de textos de un grupo pequeño de autores mexicanos y españoles 
que  traducen  y  sistematizan  los  debates  y  corrientes  del  campo  curricular  anglosajón63.  
Por  intermedio  de  esos  trabajos  y  traducciones,  los  académicos  argentinos  conocen  la 
discusión entre la tradición tyleriana y el reconceptualismo en los estudios del curriculum. 
La  sociología  inglesa  del  curriculum  (Bernstein,  Young)  y  las  versiones  neomarxistas 
(Giroux, Apple) empiezan a ser consideradas en los medios académicos argentinos. Estos 
años sirvieron para que la comunidad académica actualizara sus conocimientos en torno a 
la cada vez más elusiva y abarcadora noción de curriculum” (p.7). 

Cols64 destaca un movimiento de renovación similar en lo que respecta a la

OM
didáctica y especialmente a la concepción de enseñanza que es interesante mencionar
para visualizar cómo diferentes corrientes teóricas impactan en esta disciplina y qué
cambios producen.

“Por otra parte, las profundas transformaciones ocurridas en el campo de la teoría 
y  la  política  curricular  también  contribuyeron  a  proponer  nuevas  visiones  de  la  acción 
docente y –de modo más indirecto– de la enseñanza. La puesta en cuestión de los enfoques 

.C
de corte técnico y racional y el surgimiento y desarrollo de corrientes reconceptualistas y 
prácticas,  ofrecieron  modos  alternativos  de  pensar  estas  cuestiones.  En  este  sentido, 
consideramos capital el aporte de Schwab […]. 
Pero si hay un aspecto en el cual el debate curricular ha teñido las visiones previas 
DD
acerca de la enseñanza en su costado más institucional y político, ha sido el avance hacia 
formas  más  descentralizadas  de  gestión  curricular  y  hacia  la  construcción  de  diseños 
curriculares más abiertos, cuestiones que sin duda permitieron mostrar nuevas facetas en 
el  análisis  de  la  relación  entre  el  profesorado  y  las  reformas,  el  papel  de  las  culturas 
profesionales y el controvertido asunto de la autonomía profesional […]. 
Desde  otros  campos  de  saber  se  trazaron  también  líneas  que  impactaron 
LA

progresivamente  en  los  modos  de  considerar  la  actividad  de  enseñanza.  […]  Carr,  quien 
desarrolló  una  corriente  crítica  de  pensamiento  acerca  de  las  relaciones  entre  teoría 
educativa y prácticas de enseñanza (Carr, 1990) 65. 
En  este  cuestionamiento  a  la  racionalidad  técnica  deben  destacarse  también  los 
desarrollos en lo que se ha denominado “epistemología de la práctica” y, en particular, las 
conceptualizaciones de Schön acerca de la naturaleza de la práctica profesional. Sus ideas 
FI

acerca  del  profesional  reflexivo  han  tenido  una  poderosa  influencia  en  el  discurso 
pedagógico  acerca  de  la  formación  docente  en  los  últimos  años  y  en  el  campo  de 
cuestiones relativas al desarrollo profesional del profesorado. […] modelo que destaca la 
existencia de espacios indeterminados de la práctica (Schön, 1992)66. Más recientemente y 
desde  otra  perspectiva  teórica,  los  desarrollos  de  Mendel  y  sus  críticas  a  la  lógica  de  la 


acción abren perspectivas interesantes en el campo de la enseñanza […] (Mendel, 1999)67. 
Un comentario especial merece el impacto que ha tenido en las formas de pensar la 
enseñanza y la acción docente los aportes provenientes de la sociología de la educación y 
del curriculum en especial. Desde sus primeros desarrollos, y a través de una diversidad 
de líneas de pensamiento, han jugado un fuerte papel de develación del carácter no neutral 
de la escolaridad y de la intervención docente y puesto un énfasis en la explicitación de los 

                                                            
63 Entre estas obras, se cuentan: Gimeno Sacristán (1984), Gimeno Sacristán y Pérez Gómez (1984), 

Glasman e Ibarrola (1987) y Furlán (1988). 
64
Cols, op.cit.
65 Carr, W. (1990). Hacia una ciencia crítica de la educación. Barcelona, Laertes. 
66 Schön, D. (1992). La formación de profesionales reflexivos. Hacia un nuevo diseño de la enseñanza y 

el aprendizaje en las profesiones. Barcelona, Paidós. 
67 Mendel, G. (1999). “El acto: una aventura”. Mimeo. 

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22 

diversos  mecanismos  de  operación  del  poder  y  el  control  social  en  la  escuela,  el 
curriculum y el aula. La enseñanza y el curriculum aparecen así con un carácter ideológico 
y  político  incontestable,  y  también  tienen  ese  carácter  las  construcciones  teóricas 
desarrolladas  acerca  de  la  enseñanza  escolar  y  el  curriculum  (Apple,  199568;  Popkewitz, 
198969, 199470). […] aunque no sea el propósito específico de estas corrientes la reflexión 
sobre  la  enseñanza  ni  la  derivación  de  principios  normativos  relativos  a  las  prácticas 
escolares” (pp.11‐12). 

Amantea, Cappelletti, Cols y Feeney71 también aluden a las corrientes que se


dieron a conocer en nuestro país con la recuperación de la democracia y a los impactos

OM
de las mismas en la didáctica. En coincidencia con algunos de los autores ya citados, se
podría decir que se produce una renovación conceptual en la didáctica y el curriculum
en nuestro país en la década del ’80.

“[…] Más tardíamente se incorporaron nuevos enfoques. En los años que siguieron 
a la recuperación democrática, ocuparon un lugar importante los aportes de la sociología 
del curriculum y de los enfoques  prácticos y críticos de origen principalmente sajón. Las 

.C
contribuciones  de  los  estudios  acerca  de  la  enseñanza  (pensamiento  del  profesor  y 
enfoques  etnográficos,  entre  otros),  por  un  lado,  y  de  la  psicología  educacional  de  corte 
constructivista  permitieron  ampliar  el  espectro  de  los  problemas  didácticos  y  modificar 
las visiones acerca de la enseñanza. 
DD
Sin  pretensión  de  exhaustividad,  es  importante  señalar  algunos  de  los  intereses 
que paulatinamente se fueron ubicando en la agenda del pensamiento didáctico, más allá 
de  las  diferencias  en  los  enfoques:  el  abandono  de  los  modelos  “directos”  o  causales  de 
enseñanza, la importancia de las representaciones y concepciones de los estudiantes y el 
contenido  escolar;  el  replanteo  del  contenido  desde  puntos  de  vista  epistemológicos  y 
psicológicos;  la  búsqueda  de  estrategias  y  contextos  de  enseñanza  que  promuevan 
LA

procesos de construcción de significados por parte de los alumnos. 
Por  otra  parte,  la  inclusión  de  visiones  provenientes  del  campo  del  curriculum 
posibilitó replantear las relaciones entre enseñanza y escolarización, entre el profesorado 
y  las  reformas,  entre  intenciones  curriculares  y  realidades  pedagógicas.  Algunos  autores 
privilegiaron  los  aportes  de  los  estudios  sociológicos  del  curriculum  y  de  las  teorías 
críticas,  mientras  que  en  otros  casos  fue  mayor  el  impacto  de  los  enfoques  prácticos  y 
FI

deliberativos.  El  análisis  de  los  aspectos  sociopolíticos  implicados  en  las  decisiones  en 
torno al curriculum y la construcción de procesos de diseño curricular más participativos 
constituyeron temas destacados desde este punto de vista. 
Compartimos  la  descripción  que  Davini  realiza  de  esta  etapa  de 
reconceptualización interna del campo: “La didáctica –entendida como didáctica general– 


fue  creciendo  en  caudal  interpretativo‐descriptivo,  aunque  todavía  fragmentario,  y 


diluyendo  su  dimensión  propositivo‐normativa,  aunque  estuviera  resignificada  como 
criterios sistemáticos de acción” (Davini, 1996: 5372) […]” (p.10). 

                                                            
68  Apple,  M.  (1995).  “La  política  del  saber  oficial:  ¿Tiene  sentido  un  curriculum  nacional?”.  En: 
Volver  a  pensar  la  educación.  Vol.I  Política,  educación  y  sociedad.  Congreso  Internacional  de 
Didáctica. Madrid, Morata. 
69 Popkewitz, T. (1989). “Los valores latentes del curriculum centrado en disciplinas”. En: Sacristán, 

J.  G.  y  Pérez  Gómez,  Á.  (comp.).  La  enseñanza:  su  teoría  y  su  práctica.  Madrid,  Ediciones  Akal 
Universitaria. 
70 Popkewitz, T. (1994). Sociología política de las reformas educativas. Madrid, Morata. 
71
Amantea, Cappelletti, Cols y Feeney, op.cit.
72 Davini, María Cristina. (1996). "Conflictos en la evolución de la didáctica. La demarcación de la 

didáctica  general  y  las  didácticas  especiales".  Camilloni,  Alicia,  Davini,  María  Cristina,  Edelstein, 

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23 

Sobre el final de la década del ’80, Palamidessi y Feldman73 destacan que el


término curriculum va ampliando sus áreas de incumbencias y sus preocupaciones,
abarcando temas y problemas que tradicionalmente ocupaban a la pedagogía y a la
didáctica. También postulan que con la reapertura democrática, la didáctica se presenta
como una disciplina de poco prestigio académico que concentra el tratamiento de la
enseñanza y de la institución educativa. Por su parte, los trabajos de política y
sociología de la educación, brindan muy buenas herramientas conceptuales para analizar
los rasgos autoritarios instalados en el período anterior pero no aportan elementos para
encarar el mejoramiento de las escuelas. En este contexto, para los autores, el

OM
curriculum juega en un espacio de intersección, posibilitando la comunicación y el
intercambio entre los sujetos de ambos campos.
Para Feeney, en nuestro contexto nacional, “…estamos obligados a integrar la
teoría curricular a la didáctica general”74. La didáctica representa para la autora un
horizonte de sentido que se desarrolla como campo disciplinar en la Argentina con
anterioridad a la entrada del curriculum. Específicamente, la didáctica se ocupaba de los
problemas del contenido, el método y los propósitos de la escolaridad, como ya

.C
mencionamos. Y es justamente en esta tradición en la que irrumpe la teoría curricular,
integrándose, aunque para la autora es la didáctica la que sigue “filtrando” sus
categorías y modos de pensar aún en las obras curriculares nacionales analizadas por
DD
ella. Veamos cómo lo expone:

“[…] En relación con el currículo, podemos decir que no existe un grado de capital 
cultural  acumulado  cuya  posesión  funcione  como  requisito  para  ingresar  al  campo.  Se 
pone de manifiesto una débil estructuración y una baja autonomía relativa del «campo» de 
los estudios curriculares en la Argentina, que impacta de tal forma que la decisión acerca 
LA

de qué se investiga y cómo, y la evaluación de esas producciones, vienen impuestas desde 
afuera, desde otros campos disciplinares con mayor tradición en nuestro país, tales como 
el de la didáctica y la política” (p.188). 
“Probablemente esto se vincule con la «satelización»75 de los estudios curriculares, 
que se encuentran incluidos en campos disciplinares de mayor tradición en nuestro país. 
Entendidas en términos de negociación, de conflicto y de poder  –tal como lo mencionara 
FI

Tomáz  Tadeu  Da  Silva–  las  características  de  la  producción  sobre  el  currículo  están 
regladas  por  las  prácticas  de  teorización76  que  la  didáctica  considera  válidas.  Si  nos 

                                                                                                                                                                              
Gloria,  Litwin,  Edith,  Souto,  Marta,  y  Barco,  Susana  Corrientes  didácticas  contemporáneas  (1a.  ed., 


pp. 41‐73). Buenos Aires: Paidós. 
73
Palamidessi y Feldman, op.cit.
74
Feeney, op.cit., p.191.
75 Satélite: (del latín «satelles‐itis»: miembro de una escolta) se aplica al Estado o país teóricamente 

independiente, pero, de hecho, sujeto a la tutela de otro más poderoso, generalmente vecino suyo 
(Diccionario  de  uso  del  español  María  Moliner.  Madrid,  Gredos  (1994).  Tomo  II).  En  el  campo  del 
currículo  los  países  poderosos  estarían  representados  por  la  didáctica  y  la  política  educativa,  en 
tanto que el currículo funcionaría como satélite. 
76 En palabras de Carr «Un modo de empezar a ocuparse de la relación entre teoría y práctica como 

proceso público consiste en considerar la teoría y la práctica  en términos de relaciones sociales y 
estructuras sociales. Podríamos comenzar  contemplando  estas  relaciones  sociales  en  términos  de 
roles [...] no se trata sólo de que los lugares y tiempos en los que teorizar estén separados de los 
lugares y tiempos de práctica. [...] El análisis de la teoría y la práctica en términos de roles no tarda 
en  hacerse  confuso  cuando  pensamos  en  la  complejidad  de  las  relaciones  entre  las  teorías  y 
prácticas de los llamados teóricos y las teorías y prácticas de los llamados prácticos. Necesitamos 
aclarar exactamente qué prácticas (y de quiénes) y qué teorías (y de quiénes) se consideran en cada 

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24 

encontramos en el paradigma del cómo, es de esperar que la producción sobre currículo se 
centre fundamentalmente en cuestiones ligadas a los problemas del diseño y la gestión de 
éste. 
Los discursos educativos y las teorías referidas a la educación se encuentran en el 
marco de las ciencias sociales y se ven afectadas por la polémica que se desarrolla en torno 
al conocimiento, la ciencia, la noción de realidad, la problemática metodológica, la validez 
científica  y  el  rigor  conceptual,  que  si  bien  no  vamos  a  explicitar  especialmente,  no 
podemos dejar de mencionar. 
El juego de significados que aparece en las ciencias sociales requiere un abordaje 
conceptual  que  tome  en  cuenta  su  complejidad:  del  mismo  modo  que  cualquier  discurso 
sobre  educación,  el  discurso  sobre  el  currículo  se  refiere  a  un  objeto  que  implica  una 

OM
acción  social,  y  debido  a  ello  articula  diferentes  funciones  vinculadas  con  la  práctica,  y 
utiliza un tipo de código que lo caracteriza. 
Entender  que  los  mensajes  se  superponen  y  tienen  referentes  en  distintos 
universos, sin por ello dejar de constituirse en un tipo de saber, significa darse cuenta de 
que las visiones construidas desde un centro tienden a negar las diferencias. En el caso al 
que  nos  referimos,  esto  permite  entender  por  qué  en  nuestro  país  el  discurso  sobre 
currículo aparece como satélite del discurso didáctico y político” (p.189). 

.C
“Por  último,  resulta  pertinente  mencionar  el  impacto  del  campo  disciplinar  de  la 
sociología  de  la  educación  o  insistir  en  el  de  la  política  educativa  en  la  configuración  del 
«campo»  de  los  estudios  curriculares  en  la  Argentina.  Sin  embargo,  es  objeto  central  del 
análisis que  realizamos referirnos a las relaciones que vinculan el «campo» del currículo 
DD
con el de la didáctica. 
La Argentina es partícipe de una tradición educativa que reconoce en la didáctica 
de  la  Europa  meridional  sus  «modos»  de  pensar  los  problemas  de  la  educación  y  la 
enseñanza. Este marco referencial heredado constituye un horizonte de sentido que guía 
nuestra  manera  de  pensar  e  influye  en  nuestros  lenguajes,  forma  parte  de  una 
determinada  tradición  histórica  y,  como  tal,  da  lugar  a  comunidades  discursivas 
LA

determinadas. 
[…]  En  el  caso  argentino,  el  marco  referencial  heredado  –la  tradición  didáctica 
europea secular– constituye un horizonte de sentido que guía nuestra manera de pensar e 
influye  en  nuestra  producción  escrita.  Esto  se  refleja  en  el  tratamiento  que  los  textos 
argentinos hacen del currículo, cuya máxima expresión son las obras de Oscar Combetta e 
FI

Irma Sarubbi  [los primeros textos nacionales sobre curriculum publicados a principios de los
años ‘70]. 
Reconociendo  la  potencialidad  teórica  que  ha  tenido  el  discurso  curricular,  es 
imposible recomponer la didáctica general al margen del campo del currículo. En nuestro 
contexto,  como  cruce  de  tradiciones  recibidas  (tradición  didáctica  y  entrada  de  la 


teorización  curricular),  estamos  obligados  a  integrar  la  teoría  curricular  a  la  didáctica 
general […]” (pp.190‐191). 

La postura que se podría visualizar en el trabajo de Palamidessi y Feldman77


difiere en algún sentido. Veamos cómo lo plantean los autores:

“[…]  A  partir  de  1984,  con  el  retorno  de  las  instituciones  constitucionales  y  la 
normalización  de  la  vida  universitaria  se  produce  un  nuevo  ingreso  de  teoría  curricular, 
con mayor énfasis en sus vertientes críticas. En este período la producción local sobre el 
currículum se diversificó. Proliferaron los enfoques, temas y preocupaciones y el discurso 

                                                                                                                                                                              
momento  [...]»  (Carr,  W.  (1996)  Una  teoría  para  la  educación.  Hacia  una  investigación  educativa 
crítica. Madrid: Morata, Fundación Paideia. P.33). 
77
Palamidessi y Feldman, op.cit.

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25 

acerca  del  curriculum  comenzó  a  superponerse  en  la  discusión  de  temas  que 
anteriormente  eran  tratados  mediante  el  lenguaje  conceptual  de  la  Pedagogía  o  de  la 
Didáctica.  En  el  marco  de  las  reformas  estructurales  del  sistema  de  los  años  ‘90,    el 
discurso  curricular  cumplió  una  importante  función  de  legitimación  de  las  políticas 
estatales y del rol de los especialistas. 
A  diferencia  de  la  primera  ola  de  difusión  del  pensamiento  curricular,  más 
preocupada por los problemas de diseño e implementación, la producción de los últimos 
quince años brindó una mayor atención a los aspectos procesuales de su implementación, 
a las dimensiones institucionales y al rol de los enseñantes en el desarrollo del curriculum. 
Pero,  la  creciente  aceptación  de  ciertos  principios  entre  los  educadores  y  especialistas  –
como el desarrollo curricular basado en la escuela, el rol del profesor como investigador y 

OM
la  autonomía  institucional–  no  se  reflejaron  en  una  producción  teórica  sostenida  y 
creciente. 
En  este  último  período,  la  tematización  de  las  cuestiones  educativas  en  términos 
curriculares  aumentó  notablemente.  Sin  embargo,  todavía  hay  una  marcada 
desproporción  entre  la  extensión  de  los  usos  del  lenguaje  curricular  y  la  producción 
teórica  sistemática.  Pese  al  temprano  y  rápido  desarrollo  de  su  sistema  educativo  y  a  la 
sólida tradición de su pensamiento pedagógico, la Argentina no logró avances importantes 

.C
en la consolidación de un campo local de investigación y de producción teórica sobre los 
problemas  relacionados  con  la  definición  y  distribución  del  contenido  escolar  y  con  la 
discusión sobre el sentido actual de la escolaridad […]” (pp.10‐11). 
¿Cuál es el papel actual del pensamiento curricular en la Argentina? En el período 
DD
de  reapertura  de  las  Universidades  tuvieron  una  gran  influencia  en  las  carreras  de 
Educación  los  enfoques  políticos  y  sociológicos  que  reflexionaron  sobre  los  rasgos 
autoritarios  y  excluyentes  instalados  por  los  regímenes  militares.  Estos  trabajos 
ofrecieron  una  plataforma  de  pensamiento  útil  para  el  momento  de  apertura  y 
democratización  del  sistema  educativo  pero  carecían  de  un  lenguaje  para  abordar  el 
problema del mejoramiento de las escuelas. Por otro lado, el discurso sobre la enseñanza y 
LA

la institución escolares permanecía en manos de la Didáctica, una disciplina que no ofrecía 
prestigio académico. En este marco, la teoría curricular de los últimos quince años brindó 
a  ambas  tradiciones  una  zona  de  intersección.  Es  así  que  las  referencias  en  torno  al 
currículum comenzaron a funcionar como una especie de  lengua franca para las distintas 
especialidades  y  actividades  profesionales  educativas.  El  lenguaje  curricular  se  ha 
FI

amoldado  a  las  necesidades  de  una  comunidad  profesional  con  poca  pertenencia 
institucional y roles cambiantes. También avaló el papel de los expertos para el desarrollo 
de tareas de planeamiento en oficinas estatales” (p.13). 


Algunas notas finales.

Pretendemos en este apartado introducir algunas reflexiones que hemos


encontrado en la bibliografía y que, sostenemos, pueden servir de “puente” para
vincular los contenidos abordados en las unidades 1 y 2 del programa de la asignatura,
con aquellos de la unidad 3. Consideramos que los fragmentos seleccionados nos
posibilitan desde el marco de las complejas y, posiblemente irresueltas, relaciones entre
la didáctica y el curriculum, analizar las configuraciones que estas disciplinas adquieren
en las reformas educativas desde la década del ’90 en la Argentina.

Al respecto, Cols, Amantea, Cappelletti y Feeney78 expresan:

                                                            
78
Cols, Amantea, Cappelletti y Feeney, op.cit.

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26 

“En  el  caso  argentino,  la  reforma  educativa  que  tuvo  lugar  en  la  década  del  90 
instaló al currículum como uno de los principales centros de intervención sobre el sistema. 
La  Ley Federal de Educación (1993), no sólo modificó la estructura del sistema sino que 
profundizó  los  procesos  de  descentralización  curricular  demarcando  ámbitos  de 
definición  nacional,  jurisdiccional  e  institucional.  Se  iniciaron  una  serie  de  procesos  de 
reforma  que,  más  allá  de  las  diferencias  jurisdiccionales  en  los  tiempos  y  modos  de 
aplicación de la Ley, impactaron desde la educación inicial hasta la formación docente. 
No  obstante  la  magnitud  de  estos  movimientos,  no  tuvieron  su  correlato  en  un 
aumento  de  la  potencialidad  de  análisis  de  los  problemas  curriculares  ni  en  la  densidad 
conceptual  de  la  producción.  Se  observa  un  notable  fraccionamiento  de  los  saberes  con 
respecto al currículum y la producción teórica local relevada (Feeney, 2001) da cuenta de 

OM
una  amplia  variedad  de  temas  con  poco  desarrollo  sobre  los  problemas  teóricos  del 
campo.  De  todos  modos,  si  tenemos  en  cuenta  las  temáticas,  la  producción  se  concentra 
alrededor de los problemas del diseño, desarrollo e innovación del currículum. 
Ciertas  condiciones  del  campo  profesional  explican  la  situación  de  la  teorización 
curricular  en  Argentina.  Para  quienes  están  interesados  en  el  campo  curricular,  la  mejor 
oportunidad de desarrollo ha sido la actividad profesional ya que los centros académicos 
prestan  escasa  atención  al  tema.  En  cambio,  al  dispararse  el  trabajo  de  elaboración 

.C
curricular  a  partir  de  la  reforma,  existen  hoy  muchos  profesionales  que  han  participado, 
por  lo  menos  una  vez  o  por  un  tiempo,  en  la  elaboración  de  un  currículum,  y  los  temas 
curriculares se han inscripto con fuerza en la agenda pedagógica contemporánea. 
Si  bien  hoy,  en  algunos  círculos  del  pensamiento  curricular  se  considera  poco 
DD
provechoso  el  estudio  de  los  procesos  de  diseño  para  la  comprensión  del  currículum,  a 
raíz  de  lo  expuesto,  nosotros  creemos  que  hacerlo  en  nuestro  medio  constituye  una 
necesidad vacante. En la producción local no se ha dado fuerte y públicamente la discusión 
teórica  sobre  estos  temas.  Como  dijimos,  las  prácticas  curriculares  no  enriquecieron  la 
reflexión sobre el currículum ni la posibilidad de identificar y analizar las tradiciones que 
marcan estos procesos. Es necesario también, problematizar el lugar de los actores en la 
LA

elaboración  curricular,  la  dimensión  política  y  técnica  de  los  procesos  de  diseño  y  las 
posibilidades y límites de los diferentes modelos o alternativas curriculares. 
La escasa exploración y reflexión acerca de la variedad de alternativas curriculares 
posibles, generan un riesgo de naturalización de la alternativa oficial y la convierte en la 
única disponible y posible” (pp.1‐2). 
FI

“[…] La magnitud de la revisión epistemológica que tuvo lugar en la década del 80 
y    la  ruptura  con  el  paradigma  técnico  de  pensamiento,  condujo  a  una  verdadera 
reconceptualización  del  campo  de  la  Didáctica,  que  se  extiende  hasta  nuestros  días.  Un 
tema pendiente de debate dentro del campo es la articulación entre la tradición didáctica 
“clásica”  centrada  en  la  enseñanza  desde  una  perspectiva  más  áulica  y    la  tradición 


curricular  centrada  en  los  problemas  ligados  a  la  organización  de  los  sistemas  de 
enseñanza.  Dicho  en  otros  términos,    lo  que  está  pendiente  es  la  construcción  de  una 
perspectiva  amplia  que  considere  a  la  enseñanza  como  sistema  y  como  práctica 
institucional regulada curricularmente, por un lado, y como la  actividad de mediación de 
un sujeto en instancias preactivas e interactivas en vistas a promover el acceso de grupos 
específicos  de  estudiantes  a  determinados  contenidos  de  enseñanza  y  experiencias 
formativas” (p.9). 

En otro trabajo –Amantea, Cappelletti, Cols y Feeney79– las mismas autoras


expresan:

                                                            
79
Amantea, Cappelletti, Cols y Feeney, op.cit.

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27 

“[…] En nuestro país, a pesar de la tendencia hacia la descentralización curricular 
en la legislación reciente, los planes de estudio y diseños curriculares son producidos en 
las unidades centrales del sistema nacional o jurisdiccional. En estas políticas y tal como se 
vienen dando los procesos de diseño curricular en Argentina, la comunidad escolar local 
no  ha  tenido  una  participación  decisiva  en  la  producción  del  texto  curricular  oficial, 
dejando  al  docente  el  lugar  de  intérprete  del  texto.  Existen,  por  supuesto,  algunas 
variaciones  en  el  margen  de  decisión  otorgado  a  la  escuela  y  al  profesor  según  las 
jurisdicciones y el nivel del sistema educativo del que se trate. En algunos casos, este rasgo 
centralista es compensado por la búsqueda de consensos mediante la implementación de 
mecanismos de consulta e intercambio con los actores, especialmente personal directivo y 
docente. 

OM
Para  llevar  a  cabo  la  producción  de  los  textos  oficiales,  las  agencias  de 
planeamiento  y  diseño  central,  tanto  del  ámbito  nacional  como  jurisdiccional,  reclutan 
personal  técnico  y  desarrollan  programas  y  proyectos  específicos.  En  nuestro  medio  es 
muy  notoria  la  interpenetración  del  ámbito  académico  y  profesional  desde  la  década  del 
70,  que  se  concreta  con  la  participación  efectiva  de  diferentes  sectores  del  campo 
profesional y académico en las agencias de diseño. 
En  estas  instancias  participan  actores  con  distintas  posiciones  pedagógicas  y  de 

.C
política curricular que hacen  que las determinaciones planteadas en la esfera política  no 
estén del todo articuladas con la esfera del diseño. Los diferentes grados de consistencia 
en  parte  tienen  que  ver  con  la  lógica  macropolítica  que  define  las  relaciones 
nación/jurisdicciones,  y  en  parte  con  el  papel  de  los  actores,  que  alientan  o  resisten 
DD
determinadas líneas de acción. […]” (p.5). 
“[…]  Un  ejemplo  de  ello  es  el  modo  en  que  se  define  el  contenido  curricular.  La 
Reforma Educativa de la década del 90 instaló a la renovación del contenido impartido en 
las escuelas como uno de sus pilares centrales. Esto generó una importante circulación de 
material local y extranjero sobre la tipología de contenidos adoptada, sobre el tratamiento 
curricular  de  los  diferentes  contenidos,  etc.  Sin  embargo,  consideramos  que  no  se  ha 
LA

producido  suficiente  debate  teórico  acerca  de  los  criterios  de  selección  puestos  en  juego 
por los actores y las tendencias en pugna al respecto. 
Por otra parte, se ha procurado abrir la reflexión acerca de los problemas ligados al 
tipo  de  texto  curricular  en  tanto  discurso  normativo.  En  el  caso  de  nuestro  país,  se  ha 
manifestado  en  las  últimas  décadas  una  tendencia  hacia  la  producción  de  diseños 
FI

curriculares/libro que definen el máximo deseable en lugar de establecer una plataforma 
común  de  criterios  básicos.  Simultáneamente,  o  quizás,  debido  a  ello,  se  ha  debilitado 
notoriamente el potencial regulador del texto curricular sobre  las acciones de enseñanza 
de los profesores. 
[…]  este  tipo  de  diseños  avanza  en  decisiones  didácticas  que  claramente 


corresponderían  al  nivel  de  diseño  institucional  y  de  aula.  Se  aspira,  a  través  de  la 
propuesta curricular, a modificar prácticas de enseñanza. Esto genera distintas situaciones 
problemáticas desde el punto de vista del docente como destinatario e intérprete del texto 
curricular. Extremando el planteo, podría decirse que la aplicación estricta de la normativa 
es  empíricamente  inviable  porque  reduce  al  mínimo  las  posibilidades  de  decisión  del 
docente y homogeneíza las prácticas de enseñanza; ya que es sabido que las instituciones 
llevan  a  cabo  procesos  de  mediación  o  moldeamiento  institucional  de  las  propuestas 
curriculares  sustentadas  por  las  acciones  de  reforma  (Ball  y  Bowe,  199880  y  Cornbleth, 
199881)82. En contextos como el nuestro, el riesgo que este tipo de propuestas curriculares 

                                                            
80 Ball,  S.  y  Bowe,  R.  (1998):  El  curriculum  nacional  y  su  puesta  en  práctica:  el  papel  de  los 
departamentos de materias o asignaturas, en Revista de Estudios del Curriculum. Vol.1, Nº2. 
81 Cornbleth, C. (1998): “Más allá del currículo oculto?” en Revista de Estudios del Curriculum.Vol.1, 

Nº1. 

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28 

genera,  desde  el  punto  de  vista  del  sistema,  es  la  debilitación  de  la  norma  curricular,  y 
desde  el  punto  de  vista  de  la  escuela,  aumenta  la  brecha  entre  las  aspiraciones  de  la 
propuesta  oficial  y  las  condiciones  cotidianas  de  enseñanza  en  el  aula.  El  diseño  de 
políticas  curriculares  más  ambiciosas  acarrea,  como  señalan  Elmore  y  Sykes  (1992)83 
dificultades  tales  como  disputas  acerca  de  los  conocimientos  y  las  teorías,  conflictos  de 
legitimidad  y  control,  y  problemas  de  implementación  y  coordinación  entre  múltiples 
instrumentos y actores políticos. 
Ambas  cuestiones  merecen  entonces  una  profunda  revisión  que  se  enmarque  en 
un análisis acerca del impacto de las prácticas de diseño curricular en el contexto local y el 
modo  en  que  las  políticas  y  decisiones  curriculares  se  articulan  con  las  demás  fuerzas  e 
influencias  que  operan  sobre  el  campo  educativo  en  un  contexto  histórico  determinado 

OM
[…]” (p.14). 

La siguiente cita de Feldman y Palamidessi84 es interesante para reflexionar


sobre el curriculum como texto normativo y los márgenes de interpretación del docente,
aspecto sobre el que focalizaremos la atención en las próximas unidades de la materia:

.C
“[…]  En  los  últimos  diez  años  [desde 1984]  se  ha  difundido,  en  los  medios 
educacionales  de  nuestro  país,  una  concepción  sociológico‐descriptiva  con  respecto  al 
curriculum, al tiempo que se ha estimulado el diseño de planes de estudio más flexibles y 
menos prescriptivos. Ambas tendencias han promovido significativos avances en la teoría 
DD
y  han  incidido  en  las  técnicas  de  diseño  y  desarrollo  curricular.  Paralelamente,  han 
provocado una dilución del concepto, un debilitamiento instrumental y parecen dificultar 
el control sobre el curriculum.  
[…]  Nuestro  propósito  es  fundamentar  la  necesidad  de  adoptar  una  perspectiva 
normativa  que  fortalezca  la  capacidad  de  intervención  activa  en  la  regulación  de  las 
prácticas. […]” (p.69). 
LA

“[…] el curriculum es un texto normativo… 
El desarrollo de la perspectiva descriptivo‐explicativa significó un gran avance en 
la teoría curricular, ya que permitió develar al análisis áreas que quedaban ocultas bajo la 
etiqueta  de  “desviaciones  a  la  norma”.  Es  innegable  el  poderoso  impulso  que  produjo  el 
concepto  de  “curriculum  oculto”,  y  sus  posteriores  reelaboraciones,  para  incrementar  la 
comprensión  de  las  prácticas  escolares.  Sin  embargo,  pese  a  la  enorme  utilidad  de  esta 
FI

conceptualización, sostenemos que “curriculum” no puede ser utilizado como un concepto 
descriptivo  y  ampliado.  Al  enfatizar  esta  vertiente  se  ha  ganado  en  comprensión  pero, 
paralelamente, se ha erosionado la capacidad de intervención. Desde nuestra perspectiva, 
el curriculum debe ser analizado como una construcción normativa, un instrumento para 
regular y legislar un campo de actividad educativa. […] 


[…]  El  curriculum  es,  entonces,  producto  de  un  acuerdo  intersubjetivo  con 
diferentes  grados  de  explicación  y  complejidad.  Como  todo  texto,  es  pasible  de  diversos 
usos  y  lecturas,  pero,  como  toda  materialidad,  impone,  de  hecho,  límites  a  la 
                                                                                                                                                                              
82  Con  variaciones  según  sus  marcos teóricos  y metodológicos,  son  varios trabajos aluden a  estos 

procesos  de  mediación  o  moldeamiento  institucional  de  las  reformas  curriculares  (Ball  y  Bowe, 
1998;  Cornbleth,  1998).  Cornbleth  define  a  la  mediación  como  “...un  proceso  de  interpretación 
mediante el que las personas encuentran sentido o crean significado a partir de la experiencia. La 
mediación  es  un  proceso  de  interconexión  y  vinculación  entre  los  mensajes  por  un  lado,  y  los 
significados  y  acciones  por  el  otro.  (...)  Las  escuelas,  como  instituciones,  mediatizan  los  valores 
sociales y culturales de la comunidad y las experiencias planificadas para los estudiantes. Así pues, 
los intereses externos se filtran a través de las disposiciones institucionales” (Cornbleth, 1998:117). 
83 Elmore, R. y Sykes, G. (1992) “Curriculum policy”. En Jackson. P. (ed.) Handboook of research on 

curriculum. New York, Macmillan. 
84
Feldman y Palamidessi, 2004.

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29 

interpretación.  Por  su  carácter  normativo  el  texto  curricular  debe  proponerse 
particularmente restringir los márgenes de interpretación ya que, de otro modo, se diluye 
su capacidad regulativa. 
Limitar  la  polisemia  en  el  texto  curricular  no  implica  que  éste  cierre  el  campo  al 
desarrollo  o  se  constituya  como  un  paquete  cerrado  “a  prueba  de  profesores”. 
Simplemente,  señala  la  exigencia  de  un  lenguaje  curricular  claro,  que  permita  su 
desarrollo  en  la  práctica  y  facilite  una  acción  deliberativa  sobre  la  base  de  significados 
compartidos” […] (p.70). 

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85
Se referencian aquí los textos consultados para elaborar esta ficha. Aquellos trabajos citados por los
autores que nosotras consultamos, se hallan citados en las notas al pie de página correspondientes,
siempre que los autores hayan brindado esta información.

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