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Título: Especificidad de los grupos de sociedades y bloqueo del principio mayoritario - Nota a
Fallo
Fecha: 1-ene-1999
Producto: MJ,SOC
Sumario:
Introducción
El caso comentado se vincula con dos problemas de ardua solución en el estado actual de
nuestra legislación societaria que, en consonancia con buena parte del derecho comparado, no
los ha considerado. Ambas situaciones se pueden plantear en todos los tipos de sociedades,
pero son más frecuentes e intensas en las anónimas.
Concierne el uno a las dificultades con que tropiezan las actividades empresarias de los grupos
a la luz de la vigente normativa legal que, en su estricta literalidad, inhibiría su
desenvolvimiento. Versa el otro sobre la aporía jurídica del principio mayoritario cuando las
desinteligencias se instauran en las sociedades integradas por dos socios o por dos grupos de
socios con una participación igualitaria, es decir con el 50% de los votos cada socio o grupo, lo
que puede acontecer especialmente en las filiales comunes y suele ocurrir en las
descriptivamente llamadas sociedades de familia.
II
Los grupos de sociedades tienen una presencia protagónica en la economía moderna y han
dado origen a una importante doctrina en el derecho comparado (en nuestro medio se destaca
el reciente aporte de RAFAEL M. MANóVIL con su Grupos de sociedades en el derecho
comparado, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1998). Pero no han alcanzado idéntico desarrollo
en el derecho legislado. Ello se debe a que desde el origen y no obstante el sostenido
desenvolvimiento logrado desde el siglo XIX, la legislación societaria asentó y mantuvo sus
lineamientos a partir de una concepción atomística de sociedades aisladamente asumidas y
encaradas, elevada a principio neto en la visión legal. Hay un derecho genérico de las
sociedades para el que la autonomía de cada sociedad es tenida en consideración, con
independencia de que esté integrada por otras sociedades y de que esas relaciones den
existencia a una empresa distinta común (YVES CHAPUT, Les groupes de sociétés en droit
Français, Revista delle società, 1991, p.1532).
Las manifestaciones grupales, las sociedades constituidas o integradas por otras sociedades,
las participaciones que otorgan el control de otras sociedades, la comunidad de dirigentes y
otros géneros de relaciones intersocietarios inherentes al capitalismo de las grandes
empresas, fueron paulatinamente ganando importancia y extensión. Ante su desarrollo, el
interés inicial del legislador emergió con un cariz de preocupación por el influjo en la distorsión
de los mercados y por las prácticas restrictivas de la concurrencia atribuibles a ententes y
manifestaciones monopólicas u oligopólicas a las que debía ponerse freno, propósito que se
hace presente en las legislaciones antitrusts.
De ese interés y del que posteriormente originaría otras proyecciones jurídicas en torno al
fenómeno, no llega a surgir una noción del grupo. No alcanzó éste una significación
técnicamente precisa ni llegó a concretarse una caracterización jurídica. Fueron emergiendo,
en cambio, disposiciones legales dispersas relativas a los grupos de sociedades encarados
desde la lógica de las distintas categorías jurídicas a las que correspondían: tributarias,
laborales, concursales, societarias. Por eso se ha dicho con acierto que debería hablarse de
los grupos de sociedades antes que del grupo, siendo que sus definiciones, aun en los casos
en que resultan vecinas, responden a los objetivos dela rama del derecho a la que se
incorporan. Su estudio se torna caleidoscópico y en ellas deben reconocerse simplemente
disposiciones particulares que aportan deformaciones al derecho común de las sociedades
comerciales (Y. CHAPUT, op. cit. págs. 1531 y 1533), aunque sería quizá más adecuado
encontrar en ellas reglas específicas que se apartan o rectifican las genéricas de esa
legislación. Y en el marco de ésta, el fenómeno del grupo es atendido mediante normas
relativas a las vinculaciones entre sociedades oriundas de participaciones o con fuente en una
influencia dominante y con reglas relativas al control. Sus repercusiones están centradas en
regímenes de información y de responsabilidad.III
Una vez alcanzado el período de la legislación societaria que superó la etapa de la ignorancia
de las relaciones entre sociedades, en muchos ordenamientos pareció suficiente a su respecto
la aludida normativa que se introdujo sobre el control para dar satisfacción a esta problemática,
manteniendo el cuadro clásico de la independencia jurídica y la autonomía patrimonial de cada
integrante en la consecución de su interés egoísta.
No fue la descripta una tesitura universal. En el derecho alemán se produjo una innovación
legislativa. A partir de una diversa concepción de los grupos que hizo necesaria su
configuración legal y la fijación de los límites jurídicos de su admisibilidad. A partir de una
disciplina inicial en la ley de sociedades por acciones de 1937 y superada la hostilidad de que
fue objeto en la segunda postguerra, se la reformuló en la ley de 1965, con las modificaciones
de la ley de 1994. Se introdujo de esta suerte un régimen específico para los grupos a partir de
una distinción entre los que son de hecho y los que se articulan bajo requisitos determinados
como grupos de derecho.
La legislación alemana fue el modelo adoptado por la ley de sociedades por acciones brasileña
de 1976, con un sentido marcadamente nacionalista, al que un autorizado comentarista
encuentra inspiración en la economía empresarial japonesa de los ZAIBATSU (MODESTO
CARVALHOSA, Comentários à lei de sociedades anonimas, San Pablo 1998, t. II, vol. 4, pág.
245). Se manifiesta así sin embages en el art. 265: La sociedad controladora o de comando
del grupo, debe ser brasileña. Más recientemente se inscribió en los lineamientos legislativos
abiertos por el derecho alemán, el Código de las Sociedades Comerciales portugués de 1986.
IV
Las legislaciones más generalizadas se han mantenido en el esquema clásico del derecho
societario, articulado en torno al ejercicio de una actividad determinada y aislada,
ordenamientos volcados prevalecientemente a reglar las situaciones más comunes en
sociedades pequeñas y medianas, que se desenvuelven en una perfecta autonomía
(GIULIANO LEMME, Il governo del gruppo, Padua 1997, Capítulo II, Nº 3). Es un sistema que
se funda en la indisoluble coincidencia entre la titularidad subjetiva y la imputabilidad del
patrimonio, con lo que la esencial unidad económica de las diversas empresas se fragmenta
jurídicamente en otras tantas autónomas sociedades y empresas (G. RAGUSA MAGGIORE,
Societá collegata, en Quaderni di giurisprudenza comerciale, Nº 156, Giuffré, Milán 1995,
págs.13/14).
Desde este enfoque tradicional, la progresiva atención generada por la eclosión de situaciones
conflictivas en los grupos, condujo a la implantación de límites en las participaciones de
sociedades en otras sociedades, a la introducción de un régimen de informaciones, a la
obligación de presentar balances consolidados, al establecimiento de responsabilidades
emanadas del ejercicio del control. Fueron avances significativos, pero insuficientes para dar
transparencia a la situación de la compleja economía de los grupos, cuya presencia en nuestro
medio no puede ser ignorada.
Una significativa presencia de esta nueva consideración del grupo está representada en
nuestro medio por la recepción legislativa que encuentra en la ley 24.522 [EDLA, 1995-B-896].
Si bien con vacilante terminología (agrupamiento, conjunto económico, grupo económico) su
Capítulo VI del título 2 delinea requisitos, procedimientos y efectos del concurso preventivo de
los grupos, permitiendo su apertura aunque solamente uno de los integrantes del grupo se
encuentre en cesación de pagos. Si bien no es una disciplina exclusiva de los grupos de
sociedades, importa el reconocimiento jurídico de la posible configuración de la empresa del
grupo, con las implicancias que lo acompañan, no obstante la autonomía -crecientemente
permeable- de cada uno de los sujetos empresarios que lo integran. Por otra parte esta
presencia en el derecho positivo introduce una pauta para la estimativa jurídica que no debe
desdeñarse.
Al incursionar con acierto en la materia, el fallo deja sentado un valioso precedente para la
consideración del grupo en su especificidad jurídica, desconocida o insuficientemente
encarada, que ingresa al derecho societario con nuevos problemas y nuevos peligros. Porque
si bien fueron estos últimos los que en el amanecer de las concentraciones empresarias
motivaron las restricciones legislativamente dispuestas y la recelosa consideración doctrinaria,
parecen ya maduros los tiempos para que se opere lo que puede describirse, con la
terminología de que se vale GALGANO, como el tránsito de la patología del grupo a la
fisiología del grupo (Le societá per azioni. Principi generali, en Il Codice Civile. Comentario,
dirigido por Piero Schlesinger, Giuffre, 1996, pág. 136).
V.1. Las posibles soluciones: El arbitraje.No parece cuestionable que la salida de estos
atolladeros puede encontrar en una previsión estatutaria la expeditiva superación, incluyendo
una cláusula que otorgue voto dirimente al Presidente de la sociedad en las deliberaciones del
directorio, posibilidad que cuenta con buen respaldo doctrinario. Sin que parezca mediar óbice
para extender la concesión de tal voto también al presidente de la asamblea. Pero resulta
previsible que mediando tales cláusulas estatutarias, al plantearse las situaciones conflictivas
entre los accionistas el problema se traslade a la imposibilidad de elegir presidente.
Frente a estos atascos se llega a plantear la viabilidad de someter las discrepancias al arbitraje
y a la posibilidad de que los estatutos de las sociedades anónimas incluyan cláusulas
compromisorias.
La licitud del arbitraje en los conflictos societarios tiene sólidos precedentes. El Código de
Comercio en su texto de 1862, siguiendo lo establecido por las Ordenanzas de Bilbao de 1737,
imponía el arbitraje de amigables componedores para todas las cuestiones sociales que se
suscitaren entre los socios, sin distinción o salvedad alguna en razón del tipo societario. La
reforma de 1889 atemperó la regla admitiendo que se estipulase la exclusión del arbitraje en el
contrato social (art. 448).
NOTA
NOTA DE REDACCIóN: Sobre el tema ver, además, los siguientes trabajos publicados en EL
DERECHO: Grupos de sociedades. Algunas pautas jurisprudenciales, por RAúL A.
ETCHEVERRY, ED, 125-152; Dos breves aspectos conflictivos en un Grupo de sociedades,
por MARIANO GAGLIARDO, ED,142-614; Grupos de sociedades: un avance jurisprudencial,
por MARIANO GAGLIARDO, ED, 159-561.