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Acompañamiento espiritual (Curso de Catholic Link)

1. Cómo acompañar en situaciones difíciles

i. Un modelo de acompañamiento desde la antropología cristiana

- Nadie debería sentirse experto en el acompañamiento. Siempre estamos


aprendiendo. El sufrimiento va cambiando de persona a persona. Cada persona tiene
un matiz diferente.
- Nos vamos conociendo en la existencia.
- El silenciamiento del yo es la habilidad más importante de aquel que acompaña.
- El terreno del sufrimiento es sumamente delicado y hay que adentrarse con mucho
respeto. Una persona muy vulnerable.
- A veces buscamos las preguntas existenciales y sus respuestas (para qué este
sufrimiento: el sentido de las vivencias) fuera de nosotros, donde parecería que hay
más luz, pero si queremos hablar del ser humano, del sufrimiento, y desde dónde
acompañar, debemos poner los ojos en nosotros mismos. Sin desechar el
conocimiento, la formación que adquirimos teóricamente, lo más importante para el
acompañamiento es la experiencia. El sufrimiento de otros siempre nos va a
conmover: ¿y yo qué haría en esa situación?
- Hay realidades en que tenemos que implicarnos.
- El acompañamiento: ¿cómo estar con y para el otro? ¿a quién acompaño?
- Antropología integral (dimensión corporal; relacional y comunitaria; racional,
intelectual y cognitiva; afectiva, volitiva, emocional): no somos seres divisibles.
- Esta antropología se entiende cuando amamos al otro como a sí mismo. ¿Quieres
cuidar a otro? ¿Te cuidas tú?
- La inteligencia de la compasión:
o Un llamado a la no indiferencia.
o El rostro del otro: apelación a un nombre propio.
o Tenemos que enamorarnos de los matices: el mundo humano está lleno de
matices.
o No desde la tolerancia, sino desde la aceptación, la comprensión.
- Primero hay que mirar el síntoma: desde dónde sufre. La persona está sufriendo: no
matar el síntoma, el síntoma es un mensajero.
- Luego, comprender el síntoma: implica una pregunta existencial (para qué me ha
pasado esto).
- Luego, ver horizontes de crecimiento.

ii. La ética del cuidado y el amor al prójimo

- ¿Y quién es mi prójimo? (Lc 10, 25-35).


- El buen samaritano se encuentra con un hombre despojado y herido, medio muerto.
- Viéndole pasaron de largo (los transeúntes)
- El buen samaritano se acerca, es movido a misericordia.
- Venda sus heridas
- Cuida de él
- Lo primero: atención y disponibilidad al otro. No solo es pensar, sino responder:
acercándose y mirando.
o La vida como camino y tarea compartida con los demás: si los veo como
extraños los veré con miedo.
o Los demás como mi familia.
o El mundo como hogar.
o Disponibilidad:
 Intencionalidad: apertura a los demás.
 La libertad de juicios y condenas.
 La confianza en la vida buena con y para el otro.
- Lo segundo: responder: encuentro empático sin importar quién es el otro.
o Ética de la fraternidad
 Querer el bien de mi hermano.
 Decir el bien del hermano (ética de la palabra)
 Veracidad: una verdad que sea escuchada por el otro. Saber
decir la verdad estando atento al oído del que escucha.
 Sinceridad: si no hablamos honestamente se nota. Nos va
alejando y genera desconfianza.
 Respeto
 Hacer el bien con lo que tengo (no tratar de exacerbarme en los
recursos de que dispongo; pero por eso es tan importante trabajar en
sí mismo).
 Hacer el bien con lo que hago.
 Hacer el bien con lo que soy (entero para el otro).
- Compasión: acción, gratuidad (no voy a pedir que me retribuyas y me agradezcas).
o De la ética del cuidado a la ética de la reciprocidad: no solo dar sino darnos
con el otro.

iii. Cualidades del que acompaña sin mirar la paja en el ojo del hermano

- Ver:
o Tenemos que tener el coraje, la valentía, de mirar nuestras propias “vigas”.
Todo esto nos quita la limpieza de la mirada.
 Mis mandatos: la sociedad, la cultura, nuestros padres
(“introyectos”): nos criamos escuchando estos mandatos. A veces
llevan a buscar ser fuerte a toda costa sin ser capaz de reconocerse
vulnerable.
 Mis automáticos: generalización (siempre, nunca, etc.).
 Mis dagas personales: una voz interna que me dice “tú no puedes”,
“tú no eres nadie”, etc.
 Mis expectativas: a veces no nos relacionamos con el otro, sino con
el otro que debería ser, pero no es. Qué soledad para el que sufre: que
yo me relacione con el que yo quiero que seas, no con el que eres.
 Mis competencias y habilidades: “yo soy el experto”, etc.
- Detenerse
o Y revisarse: ¿tengo una guerra interior dentro de mí?; ¿soy indiferente, miro
a los que tienen y a los que no tienen con diferencia?; ¿me preocupo mucho
de lo que los demás piensen de mí?
o No solo quedarse juzgando los problemas de fuera, sino mirar cómo todos
esos problemas están reflejados en nuestro interior.
- Saber cuidar.
- Ser lámpara.
- Ser piedra: te puedes asentar cuando me necesites.
- Ser semilla: puede crecer un bello árbol que luego dé muchos frutos. Saber qué
decir, en qué momento decir, cómo decir.
- Ser brisa (a veces hace falta una caricia que consuele), viento (remover un poco) y
vendaval (sacudir, confrontar, totalmente amparados en la inteligencia del amor).

iv. La aceptación incondicional

- Cuidado con tus prejuicios, con tus “lentes”. Si estoy sumido con las imágenes, me
alejo del sufriente al que pretendo acompañar. Debemos huir de una aproximación
asimétrica, en que yo me sienta mejor y le hago sentir al otro inferior. Esta es una
lógica anticristiana.
- ¿Me gusta ejercer poder? ¿Creo que sé más que el otro? ¿Me siento mejor que el
otro? (Chequear los mandatos. Dejemos de juzgar al mundo solo afuera, sin
mirarnos adentro).
- Si yo no he hecho las paces con mi vida, si intento y estoy atento a esas fracturas
interiores, puedo caer en proyectar en el otro lo que no he hecho en mí mismo.
- Cuidar: lámpara, piedra, semilla y viento.
o Inteligencia de la inocencia: pregunta inocente, en la que no tenemos la
respuesta. No pretender manipular por medio de las preguntas. Acercarnos
con inocencia al otro: no tengo el deseo de escuchar lo que yo quiero. No te
quiero adoctrinar, te quiero conocer, que te sientas escuchado. No me siento
mejor ni peor que el otro. Desde esa sensación de semejanza entramos en un
genuino interés y diálogo.
o El arte del diálogo.
- Las claves para la aceptación incondicional:
o Somos caminantes del mismo camino: no somos especiales.
o Tú eres el experto en ti mismo: ¿cómo podría saber yo más de ti mismo?
o Estoy disponible para comprenderte (tus códigos, no mis prejuicios y
condicionamientos: dispuesto a recibir lo que quieras darme): como el
samaritano.
o Miro sin recelo, pero reconozco mis límites (para trabajarlos).
o Te define tu posibilidad no tus errores: aceptar al otro implica no condenarlo
a ser identificado con sus errores.
o La vergüenza necesita un ‘avergonzador’: si el otro siente vergüenza es
porque siente que uno puede estar engendrando esta vergüenza.
o El condenado necesita un juez: si no me comporto como un juez el otro no
se sentirá condenado.
o El hecho contiene un mensaje que cada uno debe descubrir: vamos a
descubrirlo juntos (Dios no te ha dado esta ocasión para hacerte daño).
o La mente es limitada: las personas de fe sabemos que la mente tiene una
limitación. Tenemos que concentrarnos más en la inteligencia del amor, que
trasciende la mente.
o La vida es amplitud y expansión: para aceptar a otro hay que aceptar su
naturaleza expansiva aunque parezca que se está contrayendo.
- Reglas de oro:
o Acompañamos a una persona concreta, no a una generalidad (“a la
humanidad”).
o Te veo como persona, capaz de confiar desde su propia vulnerabilidad.
o No sirve el juicio y la condena: tengamos cuidado con el juicio (“Es que tú
deberías…”).
 El juicio provoca:
 Defensas
 Ataques
 Resignación
 Desvalorización
 Individualismo exacerbado
 Rigidez: ‘mejor no digo nada’

v. La empatía: noción de hermandad

- La viuda de Naín: el Señor se compadece de ella. Acercarse a su mundo con


palabras sencillas. Los cristianos nos tenemos que implicar: no hay que empezar
poniendo miles de teorías.
- Principios empáticos:
o Tú me importas auténticamente: en tu rostro veo el rostro de Cristo.
o Eres único y aprecio tu singularidad: no hay nadie como tú. Tus palabras, tu
biografía, tus dolores, tus condicionamientos, tus dificultades.
o Tú eres más que un acontecimiento así que miro los hechos: en vez de mirar
el problema, vamos a buscar caminos para salir de él.
o La libertad es un don no una pesada carga: tú tienes que encontrar la
respuesta, yo confío en ti. No debes tener miedo a tu libertad. Yo puedo ser
una lámpara, una brisa, un viento, etc. Pero debes decidir tú.
o La responsabilidad es un paso ligero a lo que quieres ser.
o No eres una habitación cerrada y oscura. Un fósforo sería suficiente.
o Eres una biografía, un relato en el tiempo. Lo que vives hoy es transitorio.
o Tú eres capaz. No te adoctrino ni te hago dependiente (no tienes que venir a
consultármelo todo.
o Reconozco tu lenguaje propio y me importa comprender tu diccionario.

- Claves para desarrollar empatía:


o Auto conocimiento
o Humildad ante los puntos ciegos: cuidado con la auto-referencia (¿Te parece
que te escucho? ¿Mi acompañamiento es bueno? ¿Qué crees que podríamos
mejorar?).
o Comprender el mundo emocional y afectivo: sentir al otro (cuando cierra los
puños, cuando baja la mirada, cuando las miradas no le salen por una
garganta apretada).
- Empatía con el doliente:
o Acompañamos a un ser que sufre y que desea un cambio.
o Sufrir implica un valor singular para aquel que está sufriendo. Se sufre
siempre por algo que es valioso, que está detrás.
o Nuestra misión es ser testigos de la unicidad y orientar en la búsqueda de
comprensión.
o Observar la “sacudida existencial” con la misma intensidad que el otro
(puede que para mí no sea tan relevante el motivo de su sufrimiento, pero
para él lo es, y eso es lo importante).
- La acogida y la hospitalidad
o Observar el ritmo del otro: tenemos que acoger el ritmo del otro.
o Observar con inocencia y preguntar con ausencia de expectativas.
Acompañar a alguien llenos de erudición hace que nos distanciemos del
otro.
- La escucha verdadera:
o El silencio del yo: cuidado con los juicios y las condenas.
o El vacío de uno mismo.
o Cuidar no proyectar mis propias representaciones del otro (que el otro se
refleje en un espejo limpio. Una preocupación absolutamente genuina).

vi. La escucha verdadera

- El silencio del yo:


o Confiar en el otro: escucharlo realmente.
- El vacío de uno mismo
- Proyección de mis propias representaciones del otro
o ¿Me relaciono contigo o con una imagen que yo tengo de ti? ¿Me relaciono
con el doliente o me relaciono con la idea que tengo del doliente?
Relacionarse con la idea de quién es el otro…
o Es un riesgo muy común: “conozco alguien que tiene un rasgo parecido al
de alguien que me cae mal”.
o En el fondo es un narcisismo: vienen los conflictos cuando la persona se
aleja de la imagen que hemos hecho de él.
o Chequear todas las máscaras, los condicionamientos, los prejuicios, para así
entrar disponibles para el otro.
- Trampas mentales:
o Lecturas de pensamiento: no he terminado la frase y yo la completo. No
sabemos lo que está pensando al otro. Es un equívoco tremendo pensar que
puedo interpretar del todo lo que el otro piensa.
o Error del adivino: lo que me acabas de decir predice tal cosa (“yo adivino lo
que te va a pasar”: pensar que tengo el poder de hacerlo es una tremenda
soberbia).
o Razonamiento emocional: manifestar permanentemente lástima por el otro.
En la visión antropológica del acompañamiento es multidimensional: no es
solo emociones, también pensamiento, un ser libre, responsable, que busca
la trascendencia.
o Exigencia inflexible: “tú deberías”. Eres un ser en falta: el “deberías” hacer,
al que no llegues, lo sé yo. No es necesario tanto debería: mejor las cosas
como son, atender al ritmo del otro.
o Etiquetar: cuando lo hago, le comunico al otro que no confío en que pueda
crecer y cambiar. El otro queda reducido a la etiqueta que le ponemos (el
artista, el responsable, el irresponsable, el sabio, etc.). Si cometemos esta
trampa, quiere decir que nosotros nos hemos creído la etiqueta que le
ponemos al otro o que nos han puesto a nosotros.
o Comparaciones descalificadoras: ¿Somos seres únicos e irrepetibles? ¿Por
qué comparar algo que es tan único? ¿En la comparación no hay una
descalificación?
o Tener razón: cerrazón y una defensa de eso que creo que es mi yo. Si yo
defiendo tanto mi yo, difícilmente hay apertura y disponibilidad para acoger
al otro en su alteridad.

2. Cómo cuidar de los dolientes desde un acompañamiento espiritual

i. El diálogo socrático

- Este tipo de diálogo camina a la par con la antropología cristiana.


- El diálogo socrático es una manera de argumentar para estimular el pensamiento
crítico para promover respuestas que creen nuevas formas de pensamiento.
- La mayéutica es hacer surgir a la luz del entendimiento que hay en el intelecto de
cada persona mediante el diálogo. Sócrates pensaba que la sabiduría requería del
acto humilde de abrirse a la realidad sin prejuicios.
- La actitud socrática: el otro tiene la libertad y la capacidad de responder. Nosotros
debemos ser un espejo que rebote sus inquietudes.
- Es un método que nos permite adentrarnos en el encuentro con el otro para llegar a
la verdad descubriéndolo por sí mismos.
- Lo que pretende:
o Llegar a la verdad, pero descubriéndola por sí mismo.
o Por medio del razonamiento y de la ironía (ironía socrática).
o Observar los prejuicios.
o La mayéutica socrática se aplica a la acumulación de conocimientos.
o El filósofo, a través de preguntas, obliga (asiste al parto) al discípulo, quien
finalmente da a luz, es decir, llega al conocimiento.
- En el acompañamiento:
o Diálogo en un sentido socrático
o Actitud socrática
o Preguntas socráticas
 Características de las preguntas:
 La pregunta debe tener un cierto sentido para el otro: no son
para evaluar, para juzgar, para satisfacer nuestra curiosidad.
Lo más importante es la escucha, el uso del silencio. De la
escucha brota la pregunta.
 Preguntar es mejor que responder: ¿qué crees que deberías
hacer? ¿Crees que es posible esto o aquello? ¿Qué tienes a
favor para llevar a cabo esta posibilidad?
 Preguntar quiere decir abrir.
 La pregunta no debe ser cerrada: ¿qué anhelo te brota cuando
te encuentras en tal situación?
 Sin la lógica de la manipulación.
 Preguntas:
 Aclaratorias: aclárame lo que acabas de decir.
 Explicativa: “me siento muy mal, me siento fatal, no quiero
esta vida”. ¿Qué significa no quiero esta vida?
 Generativas.
 Que estimulan expresión, confrontación, reorganización.

ii. Preguntas ingenuas: como niños

- Requieren cierto vínculo de confianza, de empatía. Podemos empezar a interpelar al


otro en lo que dice.
- Es una pregunta con cierto tono irónico (hace evidente la contradicción, pero nunca
hacer sentir mal al otro) e ingenuo en la que aceptas aparentemente la conducta
insana y las afirmaciones del consultante.
- A veces las personas que se encuentran sufriendo emplean expresiones exageradas,
en las que la persona está siendo muy fuerte con ella misma: nadie me quiere, estoy
completamente solo, nunca voy a ser capaz de perdonarme, no puedo, etc.
o ¿Desde dónde lo dices? ¿Exactamente qué es lo que no puedes? ¿Quiénes
son todos? Suele poner la mirada en la expectativa, olvidándose de lo que sí
tiene.
o Te escucho decir que eres tonta, inhábil, incapaz, etc. Pero yo veo que eres
capaz de hacer reflexiones muy profundas. ¿Por qué no nos vamos del “por
qué a mí” al deseo de cambio de la situación en la que estás?
- Las preguntas ingenuas provocan que el consultante se defienda, redimensionando y
redefiniendo su problema.
- La ironía consiste en exagerar hasta el absurdo. Acepto lo que afirmas, aunque sea
erróneo. Planteo una pregunta irónica, exagerada, ingenua que entra en
contradicción con sus afirmaciones y le ayuda a reconocer sus planteamientos
equivocados.
o Bueno, parece que ya no quieres nada de esta vida, ¿qué te haría quedarte en
esta vida? Parece que en el planeta tierra ya no hay posibilidades. (Para que
no vea todo tan dramático, tan oscuro).
- Evoca la ignorancia y humildad del terapeuta, provoca el “insight”.
- Provoca para que el consultante vea sus propias contradicciones y planteamientos
equivocados y acaba rechazando en el terapeuta sus ideas erróneas.
- Se usa cuando nos quieren “usar”, cuando quieren que les digamos cómo actuar o
les demos la razón, o quieren reafirmarse o que apoyemos una decisión tomada.

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