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Son derechos que implican un deber de abstención por parte del Estado, cuya
actuación es, en esencia, pasiva, aunque supone no solo un deber de garantizar el
orden publico dentro del cual esos derechos pueden ejercerse efectivamente, de
manera libre y no discriminatoria, sino también de establecer y mantener las
condiciones en que el orden, dentro del cual se ejerce la libertad, exista efectiva y
realmente. El titular de estos derechos es el ser humano en el caso de los derechos
civiles, y el ciudadano en el caso de los políticos, considerados el hombre y el
ciudadano; no como abstracciones autónomas y aisladas sino como entidades que
actúan necesariamente en el complejo de la vida sociopolítica.
Dos puntos de vista muy divergentes entre sí pretendieron dar respuesta a estas
reivindicaciones: por un lado la Iglesia Católica, con la formulación de la doctrina
social cristiana en la encíclica Rerum Novarum, por el otro la doctrina comunista de
Marx y Engels plasmada en el Manifiesto Comunista.
En efecto, se ha dicho, como ya vimos, que mientras los derechos civiles y políticos
suponen en lo esencial un deber de abstención del Estado, los económicos, sociales
y culturales implican un hacer estatal que brinde los servicios, las prestaciones y los
medios necesarios para que puedan existir. Los derechos de la tercera generación
combinan ambos elementos, ya que requieren un no hacer de la autoridad a efectos
de no inhibir su libre ejercicio, pero necesitan también de un hacer estatal (políticas
de desarrollo, de paz, de defensa del medio ambiente, etc.).
Principio moral que inclina a obrar y juzgar respetando la verdad y dando a cada
uno lo que le corresponde.
Elementos
1- El derecho de acceder a los órganos de justicia, el cual implica universalidad,
gratuidad, igualdad y debido proceso.
2- Obtener una sentencia motivada y congruente.
3- Que la sentencia se ejecute de manera efectiva.