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personal docente.
CAPÍTULO 3
LOS COSTOS EN EL SECTOR EDUCATIVO
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» Entre un 3% y un 5% al funcionamiento de los organismos de conducción
educativa.
» Alrededor del 5% a la Inversión Real (infraestructura y equipamiento).
» El resto al financiamiento de bienes y servicios no personales y a otro tipo de
transferencias (ayuda escolar, subsidios a escuelas, comedores escolares).
Los factores explicativos de esa estructura de costos, podría postularse una sencilla
relación funcional según la cual el determinante último de los gastos educativos es la
cantidad de alumnos.
Sin embargo, los costos docentes difieren entre escuelas. Esto no puede ser de otro
modo si se considera que existen distintos tipos de escuelas que combinan distintas
modalidades: de nivel inicial; primario; medio; superior no universitario; privadas o
estatales; con diferentes tamaños; urbanas; rurales; etcétera.
d. Distintos equipamiento.
La forma de llevar a cabo esta tarea dependerá del enfoque seguido o preferido por el
analista y el objetivo último que tenga el trabajo a encarar. A continuación presentamos
dos formas posibles de llevar adelante un estudio de costos:
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1.1 El análisis diagnóstico de los costos
Cuando se acomete el estudio de las finanzas sectoriales, el primer interrogante que debe
hacerse el analista se refiere a la magnitud de los recursos públicos que se destinan a la
educación. A partir de ahí , surgen dos preguntas:
La primera clasificación divide a los gastos según sean corrientes o de capital. Los gastos
corrientes u operativos se aplica a aquellos bienes y servicios que son utilizados en forma
inmediata (por lo general, en el plazo de un año) y cuya compra debe renovarse
regularmente. Ej: salarios del personal, alquileres, seguros, becas escolares, servicios de electricidad,
agua, suministro de gas, etc.
Los gastos de capital, en cambio, se refieren a bienes y servicios que son utilizados en
un período de tiempo más prolongado, como edificios, equipos y muebles. Se trata de
bienes durables de los cuales se beneficiarán varias generaciones de alumnos. En
contraposición están los no-durables, consumidos en un período de tiempo relativamente
corto; es el caso de las tizas, borradores, etc. (y por eso se los incluye dentro de los gastos
corrientes).
Los gastos de capital en el sistema educativo, conforman sólo una pequeña porción de
los costos reales de la educación primaria y secundaria, sin embargo resultan
imprescindibles puesto que afectan a la capacidad de prestación del servicio.
Conviene distinguir dos momentos asociados a este tipo de gastos o costos: (ej. Pág.130)
En función de estas consideraciones se explica que a pesar de que los gastos de capital
suelen ser elevados en términos absolutos (piénsese en el costo de los edificios, del
equipamiento y mobiliario escolar, etc.), resultan, por lo general, una proporción menor
de los gastos totales incurridos en el proceso productivo (vida útil estimada del edificio a 50
años = 2% del costo total del edificio para ese año).
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recursos destinados a cada nivel educativo pueden presentarse según sean gastos
corrientes o de capital enriqueciendo, por tanto, el análisis y la comparación de los costos
de cada uno de esos niveles.
Ahora bien, el monto total y la distribución del gasto educativo depende, por supuesto,
de definiciones políticas que se hubieran realizado tanto en el pasado como en el
presente. Las decisiones que se adopta o heredan en el sector educativo no son inocuas
en el costo de la prestación del servicio.
El impacto de las políticas sobre los costos educativos dependerá de una serie de factores
entre los que se encuentran: el ámbito geográfico donde se encuentran los
establecimientos escolares, hasta cuestiones culturales, sociales y económicas. En
términos generales, como resultado de estas decisiones y el entorno en el cual se toman y
deben aplicar, la oferta del sistema educativo tendrá determinadas características que los
distinguen como tal. A su vez, como resultado de la demanda por educación, el sistema
educativo tendrá una determinada magnitud.
Por eso, en su faz cuantitativa, el gasto sectorial se puede explicar por la confluencia de la
oferta y la demanda educativa.
En cuanto a la demanda, por sólo nombrar algunos factores que inciden en el gasto
educativo, se pueden señalar:
En lo que se refiere a la eficiencia interna, por ejemplo, altas tasas de repitencia tienden a
incrementar los costos totales debido a la mayor cantidad de alumnos respecto de los que
debería haber. Por su parte, la deserción tiene el efecto contrario ya que debido a ella hay
menos cantidad de estudiantes a quienes prestar servicio (aunque aumenta el costo por
egresado).
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Ahora bien, el costo que surge de esta forma contempla una cantidad de docentes que no
necesariamente se ajusta a la cantidad real en un período determinado está cumpliendo
funciones en la escuela. Es decir, la carga horaria real o efectiva de docencia puede no
coincidir con la carga horaria oficial. Situaciones:
a. Las mismas licencias generan una carga horaria efectiva menor a la oficial.
b. El trabajo que los docentes realizan fuera del horario escolar (corrección de
exámenes, preparación de las clases, etc. significaría una carga horaria efectiva
superior a la oficial).
c. En ocasiones, las ineficiencias en la instrumentación de la política salarial o en la
ejecución del gasto pueden conducir a la discrepancia entre horas efectivas y
oficiales.
No es posible contar con un patrón o denominador común para expresar cuál es el gasto
por alumno que permita definir el costo de la escolarización de una persona.
c. Instalaciones escolares.
k. Actividades extracurriculares.
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Desde la perspectivas de las políticas públicas, estas cuestiones no son indiferentes en la
medida en que algunas de esas variables y sus atributos son manipulables y otras son de
difícil control o incidencia por parte de los poderes públicos. Esta situación se torna más
compleja en cuanto, los problemas tienden a ser abordados sólo sectorialmente o
endogámicamente, sin considerar los contextos socioeconómicos y culturales. Las
variables que corresponde a esos contextos son las no controladas o manipulables desde
el propio sistema educativo.
Para ordenar esta variedad de recursos que incluye la producción de la educación, Levin y
McEwan (2001) proponen lo que denominan el método de los ingredientes. La idea principal
de este enfoque es que toda intervención utiliza ingredientes que tienen un costo. Si
podemos identificar los ingredientes y sus costos, podremos estimar el costo total de la
intervención.
Los ingredientes deben ser desagregados con el suficiente grado de detalle de modo tal
que permitan determinar sus costos. El grado de especificidad con que se describa cada
uno dependerá de su participación en el costo total.
El programa curricular
De las variables desdeñadas su impacto sobre los costos es el menos evidente. Quizás
esto se deba a que constituye uno de los factores explicativos de los costos que ha sido
menos estudiado por los especialistas.
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Para el estudio de los costos, la carga curricular es el dato exógeno por antonomasia.
Quizás es la única variable en la que el economista no puede intervenir sugiriendo una
composición diferente o planteando alternativas para economizar los recursos que
demandaría ese programa.
De los distintos determinantes de los costos educativos, esa constante es la más sencilla
de estimar: basta con saber la cantidad de horas de cada caja curricular.
Para una cantidad dada de alumnos, la interrelación de esas tres dimensiones permitirá
determinar cuántos docentes frente a la clase se requieren.
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El personal total de las escuelas
Una vez proyectada la cantidad de docentes frente a curso, corresponde estimar el resto
del personal que se desempeña en los establecimientos educativos. Para ello se recurre a
las definiciones sobre organización, las cuales establecen que para cierta cantidad de
alumnos es necesaria determinada planta de dirección y administración escolar. Con
posterioridad, los docentes incorporados para tal efecto se mantienen estables hasta
llegar a otro punto en el que la administración del establecimiento requiere una mayor
dotación para hacer frente a este nuevo aumento de la cantidad de alumnos.
A primera vita, podría creerse que una escuela de mayor tamaño es más conveniente,
desde una perspectiva de los costos, que una más chica. A los ahorros generados por
aumentos de tamaño del establecimiento se los denomina economías de escala. Pero esto
no es necesariamente de este modo; al menos para todos los tamaños de establecimiento.
La variación que puedan llegar a tener los costos medios cuando, por ejemplo, se
incrementa la cantidad de alumnos que asiste a la escuela no está predeterminada: puede
aumentar, disminuir o permanecer constantes. El impacto final depende de la relación
entre los costos y el tamaño del establecimiento medido por la cantidad de alumnos (y,
dentro de éstos, del tamaño de los cursos). Esto depende, a su vez, de la combinación
entre los costos fijos y variables.
Cabe señalar que la definición de costos fijos y variables no es unívoca: costos que en un
momento pueden ser fijos, en el largo plazo pueden considerarse variables (en períodos
de tiempo muy largos, todos los costos son considerados de este modo).
Por ejemplo, hay modelos de organización escolar que establecen que cierto personal de
dirección y administración de los establecimientos escolares -tales como secretarios,
preceptores, ayudantes de laboratorio, etc.- dependen de la cantidad de alumnos o cursos
que haya en un momento dado en la institución. De este modo, el gasto en este tipo de
personal puede tomarse como fijo en el corto plazo y aumentar, por ejemplo, si se
incrementa la producción (es decir, la cantidad de alumnos). Estos gastos se suelen
denominar como semivariables o semifijos. Su naturaleza hace que se los pueda
distinguir, también, como costos fijos reversibles ya que pueden eliminarse con una caída en
el nivel de producción; es decir, cuando por ejemplo, la matrícula de la escuela
disminuye.
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Cabe señalar que al incremento en el costo total derivado de agregar una unidad al total
de producto se le denomina Costo Marginal. En el caso de las escuelas, los costos
marginales de funcionamiento más importantes son los costos monetarios de incorporar
más personal al establecimiento.
Desde una perspectiva de los costos, a los efectos de estudiar la pertinencia de expandir
el tamaño del establecimiento o de un curso del mismo (suponiendo que física y
pedagógicamente ello fuera posible y aceptado), se debe observar la evolución del costo
por alumno antes de adoptar esa decisión. A efectos de la factibilidad real de producir
cambios en el tamaño de las escuelas, el análisis debería considerar otros factores como la
posibilidad de reubicación en otras escuelas para lo cual, a su vez, se deberá observar si
existen establecimientos más o menos cercanos, la capacidad física de estos últimos, los
costos de transporte y, quizás lo más importante, el contexto sociocultural y familiar.
Otra cuestión a resaltar es que, a partir de determinado punto, la alternativa más racional
es continuar expandiendo la escala en una sola escuela y no desdoblarla: en el nivel
primario, esto se verifica a partir de los veintiséis cursos y en el nivel medio, a partir de
los veinte. En otras palabras, a partir de esos puntos, los costos medios se tornan
continuamente decrecientes.
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promedio cae (en los análisis sectoriales suelen emplearse el gasto por alumno). Como
consecuencia, puede incrementarse la prestación del servicio sin tener que gastar más
dinero para ello. La evidencia de economía de escala en la educación de tipo tradicional
(presencial) es escasa.
Durante los últimos lustros hubo un gran debate sobre la incidencia –pedagógica y
económica- del tamaño de las clases. Menos rica e intensa fue la discusión sobre los
efectos y características de las escuelas según su tamaño. Básicamente ésta giró en torno a
los costos derivados de la escala de los establecimientos.
Como siempre, la definición final debería corresponderse con un serio análisis costo-
efectividad en el que se conjuguen todas las variables intervinientes.
Donde sí parecería haber una correlación positiva es entre las escuelas de menor tamaño
y:
Entre otras, las razones por las que unas escuelas parecerían ser superiores a otras
residirían en la mayor flexibilidad que permite el menor tamaño para adaptarse a los
cambios, mayores posibilidades de conocimiento del equipo docente y directivo por
parte de la comunidad y mayor probabilidad de participación de los chicos en las
actividades escolares.
El impacto sobre los costos recomendaría escuelas de menor tamaño; mientras, las
ventajas asociadas a la efectividad de la educación y del ambiente escolar, incidirían en la
elección de escuelas más chicas. Por eso, en última instancia, el tamaño óptimo debería
ser el resultante de la combinación y complementariedad de esas dos dimensiones.
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