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Con el arribo, en los años setenta de una pléyade de intelectuales exiliados centro
y sudamericanos, sobrevivientes de las dictaduras militares, las disciplinas
sociales vivieron una edad de oro. Carlos Quijano, Eduardo Ruiz Contardo, René
Zavaleta, Teothonio dos Santos, Adolfo Gilly, Ruy Mauro Marini, Sergio Bagú,
Gerard Pierre-Charles, Vania Bambirra, Atilio Boron, John Saxe Fernández y una
larga lista de sociólogos, economistas, historiadores y politólogos imposible de
enumerar aquí, enriquecieron como nunca el pensamiento social e hicieron de la
UNAM, sin duda, la sede principal de irradiación del pensamiento social de nuestra
América. Muchos otros como ellos se radicaron en otras instituciones de
investigación y enseñanza del país.
Incluso en una facultad de corte más conservador como la de Arquitectura, ese filo
crítico social permeó, dando origen a la inédita experiencia, sostenida por
alrededor de una década, del autogobierno y los “talleres de número” una tentativa
(seguramente casi desconocida por las actuales generaciones de estudiantes) por
ir más allá de los diseños audaces y la funcionalidad estética, y poner la práctica
arquitectónica y de construcción al servicio de la vivienda popular. En Economía,
directores como la recién laureada Ifigenia Martínez y José Luis Ceceña, abrieron
las puertas a la crítica del capitalismo y modificaron —siempre con el impulso del
sector estudiantil y de un amplio sector de profesores— los planes de estudio para
ampliar la enseñanza práctica de la investigación y del marxismo. Y esa línea dio
indiscutibles frutos en la comprensión de nuestras sociedades y estructuras
económicas, reflejados en la multiplicación de libros y revistas que abrían nuevos
campos de conocimiento y profundizaban en los ya explorados.
Pero es cierto que, desde mediados de los años ochenta ese papel de vanguardia
de la conciencia social de las instituciones de educación no sólo vino a menos sino
sufrió fuertes golpes desde el Estado. Impulsada por la devaluación y el rápido
deterioro de los salarios con la crisis de 1982, la oleada de huelgas de junio de
1983, en la que numerosos sindicatos universitarios participaron, fue derrotada por
la cerrazón del gobierno y la represión, que llevó al cierre de la empresa estatal
Uranio Mexicano (Uramex) y el despido de su personal, con el fin de debilitar al
Sindicato Único de Trabajadores de la Industria Nuclear (SUTIN). Las demandas
económicas de los sindicatos universitarios no fueron satisfechas y éstos se
replegaron sin lograr objetivos como la constitución de una agrupación nacional de
industria de los trabajadores universitarios, que decayeron para siempre.
Por otro lado, está la doctrina y credo del individualismo, señalada por el
presidente en su crítica, que efectivamente ha permeado en amplios sectores de
estudiantes y académicos como reflejo de la competencia como ideal de
superación impuesta en el conjunto de la sociedad por el llamado neoliberalismo.
En otros términos, el actualizado darwinismo social que postula la sobrevivencia
de los individuos más fuertes o los de mayor capacidad para adaptarse al medio
mercantil capitalista gobernado por las “espontáneas” leyes de la concurrencia.
Por eso, frente a la nada comedida y, como es ya regla, más bien atrabancada
crítica presidencial, son las voces representativas de ese orden establecido las
primeras en brotar con fingida indignación: los panistas que ahora corean goyas a
todo pulmón, cuando nunca han hecho nada por defender la educación superior y
sí por adecuarla al proyecto dominante; las elites académicas configuradas y
adaptadas al sistema productivista de premios y estímulos; los woldenbergs,
corderas y otros representantes de una intelectualidad trenzada con la propia
estructura burocrática, quienes, en 1999 estaban a favor del alza de cuotas a los
estudiantes y jamás critican el autoritarismo que impregna de arriba abajo la
conducción de nuestras instituciones. Rolando Cordera ha sido miembro de la
Junta de Gobierno de la UNAM, piedra angular de ese autoritarismo, como en la
UMSNH lo es la Comisión de Rectoría.
Pero también es cierto que el proyecto impuesto desde arriba no ha anulado por
completo el pensamiento crítico, la acción transformadora y la resistencia
democrática que se encuentran bien arraigados en la comunidad académica,
laborante y estudiantil. Fue esa resistencia la que en 1987, con el Consejo
Estudiantil Universitario y en 1999-2000 con el Consejo General de Huelga, frenó
el incremento de las cuotas impulsada por los rectores Jorge Carpizo y Francisco
Barnés de Castro y defendió la gratuidad; la que impulsó la democratización
general de la sociedad en los procesos de 1968 y 1988 y la que cuestionó, desde
el movimiento YoSoy132 de 2012 el autoritarismo del régimen representado en la
candidatura de Enrique Peña Nieto; la de los estudiantes politécnicos que en 2014
frenaron los cambios regresivos y tecnocráticos a los planes y programas de
estudio y al reglamento interno de la institución; es también la que se expresa en
este 2021 en el movimiento “UNAMnoPaga” de los profesores interinos contra la
lacerante precarización y desprofesionalización del trabajo académico, que
corroen además las actividades sustantivas de las instituciones de educación
superior. No, la derechización y burocratización de las instituciones no han sido ni
serán completas nunca. Subsistirá el espíritu rebelde y combativo de los jóvenes y
las inteligencias claras cuestionando siempre el autoritarismo y el utilitarismo de
las castas universitarias en sus diversas modalidades.
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28-Oct-2021
Jessica Xantomila
“La mayoría estamos contratados por semestre, por horas, y somos víctimas
cautivas de abusos porque si protestamos inmediatamente nos bajan las horas de
clase o desaparece nuestra materia o de plano no nos recontratan”, expuso Miguel
Rangel Aguilera, profesor del CCH Naucalpan.
También en la coyuntura actual ante las críticas del presidente Andrés Manuel
López Obrador a la máxima casa de estudios, relacionadas con las afectaciones
que el periodo neoliberal ha tenido en ésta, los profesores exigieron “un cambio
profundo de estructura, no es posible que en esta época donde el país a
cuentagotas está sufriendo un cambio, la universidad esté impávida”.
Jorge León Colin, profesor de carrera del CCH Naucalpan, expuso que “no cumplir
con la Constitución, la Ley Federal del Trabajo y el contrato colectivo de trabajo es
un principio de la ideología neoliberal”.
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