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Aníbal Quijano, por una parte, y yo somos las columnas de una nueva generación que se
abre a una tarea interdisciplinaria que hemos llamado “el giro descolonizador” que viene a
continuar a algunos movimientos que se han dado a veces sólo en EEUU y otros en América
Latina. El tema de la posmodernidad fue europeo, aparece con Lyotard, pero justamente
en mi “Filosofía de la liberación” del año 1975 en la primer página yo digo “esta es una
filosofía postmoderna”, 1976. Pero por posmoderna yo entendía una filosofía más allá de la
modernidad, pero los posmodernos europeos -Lyotard, Vattimo y después todos los que
siguen- son todavía de la última etapa de la modernidad porque son eurocéntricos.
Entonces yo ya no pude seguir hablando de la posmodernidad -que lo dije antes que
Lyotard- porque utilizaron la palabra y la quemaron, tuve que decir “transmodernidad” o
sea ir más allá de la modernidad.
Hay un punto en este giro epistemológico que es el tema del método porque en
algunas conferencias hemos podido ver que el método de esta epistemología es
cambiar el punto de foco de cómo se ven las cosas y pararse desde los oprimidos
como punto de partida epistemológico. ¿Cómo se hace eso, cómo surge esa
posibilidad?
Lo interesante del pensamiento latinoamericano, a diferencia del pensamiento literario, por
ejemplo Edward Said, él propone la gran idea del Orientalismo en 1978; la Filosofía de la
liberación surge en 1968, 69 -hay que verlo en el tiempo- mucho antes que el Orientalismo
y antes que Guha en la India que también piensa desde Foucault el modo de hacer historia
y va a hacer los Estudios Subalternos de Spivak y todo este grupo norteamericano y de la
India. En cierta manera la Filosofía de la liberación anticipa todo eso. Entonces “totalidad”
es Hegel, es Heidegger, ser-en-el-mundo; y en el mundo el Otro, el oprimido, no existe, es
nada. “El ser es”, los griegos, el “no ser” es el barbaro. Entonces de inmediato dijimos “el
latinoamericano no es” y de lo que se trata es de una filosofía bárbara, de los que están
fuera del ser. Y en ese momento Sartre escribió los dos tomos enormes de la “Critica de la
razón dialéctica” entonces entendimos cómo se daba el proceso de una totalidad a otra
totalidad. Pero el momento más creativo del pasaje era el momento de la exterioridad de
una totalidad que me permitía pasar a la segunda: y ese es el tema de Levinas. La filosofía
de la liberación trabajó el tema de la exterioridad del Otro que era “la mujer” en el machismo
ya a principios de los '70 -yo tengo un tomo de la liberación de la mujer en América Latina-
, era “el hijo” de la pedagógica de Paulo Freire que se le mete la ideología del padre, era “el
pobre” en la económica. Entonces Levinas daba la posibilidad de entender la dominación
económica pero no solamente en la relación capital-trabajo en una fábrica, sino la relación
entre los países desarrollados y subdesarrollados en la Teoría de la dependencia en
América Latina dentro de un proceso global en 1969-70. Es decir que fuimos la primera
filosofía que toma en consideración el proceso de globalización que se va a hablar 25 o 30
años después, y antes del pensamiento de Lyotard y aún antes del Orientalismo de Edward
Said y de todo eso. Es interesante. América Latina inició un proceso todavía desconocido.
Ahora eso se va a integrar a todo lo demás. Es por eso que metodológicamente dijimos “la
dialéctica es el método” pero el momento fuerte de la dialéctica no es negación de la
negación. El esclavo es negado y pasar la esclavitud es pasar a un sistema donde no hay
esclavos, pero el esclavo deja de ser esclavo cuando tiene una utopía donde él ya no es
esclavo y esa utopía es positividad. Tiene que imaginarse libre para dejar de ser esclavo.
Entonces el origen del proceso no es una negación de la negación sino que es
una afirmación previa que me permite negar la negación y eso le llamamos en el grupo lo
“analéctico”. Por eso hablamos de una “anadialéctica” porque le daba importancia a la
exterioridad que Levinas había planteado desde un horizonte heideggeriano, hegeliano,
eurocéntrico pero ya el “Otro” aparecía y nos situábamos desde el Otro. Lo que no sabíamos
era lo eurocéntrico que éramos y ni siquiera habíamos pensado el tema, eso va a ser una
lenta maduración de un proceso.
Aquí llegamos a otro punto que va completando este mapa del giro descolonizador
que es una nueva visión de la historia que se ha llamado una visión de la historia no
eurocéntrica y aparece la tensión con esa narrativa europea y la tensión con Hegel
sobre cómo él construye un mito o un invento ideológico. ¿Dónde está el choque
entre estas dos formas de entender la historia?
Hegel no es Kant. Y aún mucho más allá de Kant, de Montesquieu, Voltaire -en De l' esprit
de lois, etc.- muestra una nueva historia mundial que se la construye. Y todas sus lecciones,
las lecciones de estética, de la historia universal, de la historia de la filosofía, del derecho;
todas las hace sobre un cuadro histórico. La religión -por ejemplo- nace en China, en
Oriente, va creciendo en el mundo persa, griegos, romanos, hasta llegar a Alemania y el
triunfo de Alemania en religión. Y en la estética igual el espíritu y en la filosofía triunfa como
“Espíritu Absoluto” y esto en un esquema histórico. Esto es una novedad absoluta. Nadie
había planteado todos los tratados en un sentido histórico. Pero es eurocéntrica esa historia
y Alemania es el centro, él dice “el corazón de Europa es Alemania, Dinamarca e Inglaterra”
y el Sur de Europa desaparece, Grecia, Roma, Portugal “eran”, pero no son. Eso determina
a los latinoamericanos hasta hoy, desaparecemos de la historia. Yo siempre he dicho desde
Martin Bernal -que hace un gran estudio- que en el siglo XVI y XVII la gran cultura clásica
era Egipto. Los obeliscos egipcios estaban en Roma, en París, en todas partes. Y de pronto
los románticos alemanes en el siglo XIX dicen “es Grecia” y Winckelmann hace toda una
reconstrucción del arte griego. La Universidad de Berlín tiene una propuesta que si usted
no dice que la filosofía se origina en Grecia usted no puede ser profesor, entonces imponen
ese “helenocentrismo”, un dogma. Y eso lo hacen los románticos y sin embargo ellos critican
al racionalismo pero en el fondo son eurocéntricos. Eso es lo que yo planteo en el primer
tomo de la “Política de la liberación”, tengo que reconstruir toda la historia mundial para
empezar a ser latinoamericano y pensar desde mi horizonte las cosas.
Acá hay otro punto en este pilar del giro descolonizador que es la inclusión de ese
“Otro” excluido en la historia porque lo que vemos acá no es solo negar la existencia
de ese Otro o “encubrirlo”, sino negar la contribución de ese Otro en la historia
universal
Usted ha dicho varias veces que América Latina es el laboratorio político más
importante que tenemos en el planeta. Pero ¿qué es lo nuevo de ese laboratorio
político y cuál es la perspectiva? -porque tampoco es una solo experiencia, tiene sus
diferencias-
Habiendo planteado ese horizonte histórico, metodológico, ontológico, ético, había que
construir una política. Y la política se contruía conociendo muy bien a los grandes políticos
teóricos actuales que sería un Badiu en Francia, un Agamben en Italia, Carl Schmitt en
Alemania, Rawls en Estados Unidos; nos hicimos cargo de lo mejor del pensamiento
filosófico político. Pero al mismo tiempo estaban aconteciendo grandes experiencias en
América Latina que para mí son las seis revoluciones que comentaba hoy en la reunión: la
revolución cubana, la revolución del Frente Popular con Allende en Chile, la revolución
sandinista que remueve la teoría marxista tradicional, los zapatistas pero sobre todo cuando
llega en 1999 la revolución bolivariana en Venezuela y ahí llega una nueva concepción de
la política porque llegan al poder de una manera realmente novedosa, primero reformando
la constitución, nunca había pasado. Ninguna revolución, ni la rusa ni la china iba a cambiar
la constitución, “esas son cuestiones burguesas”. No señor. Legalidad y democracia son
populares. Consiste en una concepción de la política. Entonces me decía un cubano en La
Habana “estos venezolanos son ingenuos. Todavía van a perder una elección”. El cubano
nunca va a perder una elección. Y yo le digo “si tu no arriesgas de perder una elección no
estás haciendo política”. Y para no perder la elección tienes que estar haciendo política en
serio. La hegemonía son los intereses y si no los cumples pierden legitimidad y si no
corriges tus errores te sacan del poder. Eso es política.
Pero las expresiones teóricas del zapatismo “los que mandan, mandan obedeciendo”, la
expresión teórica de Evo Morales “yo ejerzo un poder obediencial” me dijo “hay un nuevo
concepto del poder”. Esto es anterior a Hobbes. Entonces en mi “Filosofía política” yo
reconstruyo el pensamiento político moderno y no le concedo a la modernidad nada. Es
decir agarró a Hobbes y muestro que es ya un modelo moderno de encubrimiento y de
dominación… y de Locke y de Hume y de los que siguen hasta Habermas. Porque
Habermas mismo es un formalista que ha perdido lo económico y por eso dejó a Marx. Por
eso Habermas no puede hacer una crítica del capitalismo y puede aceptar la Europa
existente y no puede hacer una crítica de la invasión de la OTAN en Libia porque está
confundido. Yo, en cambio, empiezo una reconstrucción de la filosofía política desde antes
de Hobbes y entonces digo: “qué es el poder” y ahí empiezo a redefinir el poder. Aún la
izquierda en Lenin –El Estado y la revolución- y Marx –según la interpretación de Meszaros-
tuvo una interpretación negativa del poder como dominación. Entonces si el poder es
dominación, yo no voy a entrar en la política, por qué me voy a ensuciar. Y los movimientos
sociales dicen “a la política no hay que meterse porque te corrompe”, entonces quién se
mete a la política, los corrompidos, estamos perdidos. No, yo necesito hacer una política
positiva y demostrar cuándo se corrompe. Cuando Hugo Chávez leyó mi segundo tomo
quedó encantado y empezó a enseñarlo a la gente porque yo le daba instrumentos para
gobernar.
Después de la revolución 17, no era decir “disolver el Estado, todo el poder a los soviets” y
empezaron a discutir y a discutir y como no resolvían nada, 1921, el NEP –Nueva Política
Económica- y se pasó de todo el poder a los soviets –que era anarquista- a la burocracia
rusa no democrática… y era una dictadura, y eso no puede aceptarse. Eso es contra la
dignidad del obrero que nunca gobernó en ningún país socialista porque gobernó una
burocracia de Comité Central. Eso es el socialismo real. ¿Cómo se supera eso? Hay que
replantear todo y eso es mi política.
Mi política es una política que redefine el poder positivamente y que muestra cuándo se
fetichiza y casi siempre se fetichiza en la burocratización. Entonces la burocratización es el
problema y no el poder. Me enfrento a Negri, me enfrento a Holloway y a muchos
pensadores de la izquierda que son cuasi anarquistas que no le sirven a Evo Morales, ni a
Correa, ni a Lula ni a nadie porque hacen la crítica al Estado “bueno, muy bien. Ahora tú
eres presidente, gobierna”. “No, yo disuelvo el Estado”. Están locos.
Sí pero aún podría formularse de otra manera “luchar contra el sistema para hacer un nuevo
sistema”. Porque si te metes dentro y lo quieres reformar eres reformista. Pero si tomas el
poder y empiezas de nuevo –y ahí la nueva constitución- entonces no te metes dentro sino
que tienes supuestos distintos. Ese es el problema de Ernesto Laclau, dice “hay que tomar
el liberalismo y modificarlo”. Yo le dije “nada, yo no le acepto al liberalismo ni el primer
paso”. Dicen “somos individuos, uno que lucha contra el otro y después hacemos un
contrato”, no, nunca hemos sido individuos, siempre hemos sido comunidad. Además el
contrato lo tenemos por detrás porque toda sociedad humana tuvo instituciones siempre,
hasta los primates tienen la institución del macho dominante. Nunca ha habido un grupo
humano sin contrato. Entonces no le acepto al liberalismo ni la primera palabra. Y la
democracia no es de ellos, la inventaron los egipcios y los griegos y nosotros la vamos a
rehacer en serio, parte de la democracia representativa –porque no niego la representativa-
la vamos a articular de una nueva manera y eso nunca se ha dicho…
Sí, pero es previo a Foucault y más allá de Foucault también. Porque Foucault entiende el
poder de manera muy interesante y compleja. Pero yo voy a algo previo: la única sede del
poder es la comunidad política. Todas las instituciones son ejercicio delegado. El Estado,
el presidente, el parlamento, es ejercicio delegado. El pueblo es el único sujeto. Primero el
poder en sí –diríamos con Heidegger- que es indeterminado y es inexistente como el trabajo
en sí de Marx. Marx dijo hay que hacer la crítica de todas las categorías del sistema de la
economía política burguesa. Ese es un texto de 1861 que los marxistas no conocen. Yo
digo hay que hacer la crítica de todas las categorías del sistema de la filosofía política
burguesa de Hobbes a Habermas
Gramsci es casi el único que queda en pie. Gramsci vio casi todos los temas y yo lo cito
continuamente. Gramsci es el único que pensó la política marxista. Los demás pensaron la
económica pero no la política. Por eso que la política es un campo y la economía otro y hay
que distinguirlo, pero después hay que cruzarlo: entonces hay una determinación
económica de la política y una determinación política de la económica y eso va a ser otro
tomo. Ahora voy a publicar 16 tesis de economía política y después voy a hacer 20 tesis de
la historia latinoamericana donde voy a cruzar las mutuas determinaciones. Todo esto
metodológicamente está confundido porque se pensó que el nivel económico era la esencia
de todo, y no, se despreció a la política en el marxismo. Y Marx mismo –dice Meszaros, no
digo yo, Marx tenía de la política una visión negativa. Y por eso es que cree que hay
disolución del Estado y fin de la política después de la revolución y entonces qué hay
después de la política: la administración y el socialismo real. Y ese problema no fue Stalin,
no fue Lenin, fue Marx mismo. Ahí tengo ahora un artículo fuerte que digo Marx tuvo una
visión negativa de la política y nosotros tenemos que hacer la política que Marx no hizo con
el método con que él hizo la economía. Y eso es lo que yo hago. Hago la política que Marx
no hizo pero mundialmente, no eurocéntrica y eso es completamente original porque
estamos pensando qué es lo que dice Evo Morales y qué es lo que dice Hugo Chávez y lo
que está pasando en nuestra revolución. Yo no podría haber escrito mi política en el año
2000.
Y ahí hay otro punto: en esa nueva política, ¿cuál sería el sujeto
determinante?
Es el pueblo. Y ese concepto, que es el más ambiguo posible, es el que he perseguido 40
años. Y hay tesis de mis compañeros que me dijeron “eso es populismo y está en contra
del marxismo” y yo les dije no, miren, la teoría de las clases funciona, pero la categoría de
pueblo es distinta. Es más compleja pero es definible. Por ejemplo Ernesto Laclau en su
libro “La razón populista” ya avanzó muchísimo, yo también de mi lado y Boaventura
también. Es decir ahí viene un sujeto fuerte que no es la comunidad política. Decía Gramsci
pueblo es el bloque social de los oprimidos no el bloque histórico en el poder. Ahora, dijo
bloque, no dijo clase. Fidel Castro dijo que el pueblo es, cuando de lucha se trata, los
400.000 desocupados -y eso no son clase porque son clase potencial-; luego los 300.000
obreros, los campesinos, los pequeño burgueses, las amas de casa y mete ahí dentro del
pueblo muchísimos grupos que construyen un bloque. Cada uno tiene intereses
contradictorios pero cuando logra unirse eso es la hegemonía. La hegemonía es el único
proyecto que la política puede formular porque un proyecto unánime es imposible. Pero lo
que más se aproxima a la unanimidad es lo hegemónico sobre todo los oprimidos. Y cuando
hay una coyuntura histórica donde los movimientos sociales y la población logran tener un
proyecto hegemónico aparece el pueblo como un bloque que transforma la historia pero se
disuelve después y entra en nuevas contradicciones. Y algunos que eran parte del bloque
se transforman en los dominadores del nuevo sistema: en la primera emancipación los
criollos hegemonizaron un proyecto de los esclavos, los indígenas, de los españoles
pobres…
Se disuelve pero como dice Bloch deja camino para construir el horizonte de la
esperanza
Por supuesto. Y a su vez, muchas veces, el último horizonte es mítico. Y por eso Bloch
tiene razón. Y no es de progreso en el sentido cuantitativo. ¿Populista? Yo tengo un artículo
-5 tesis sobre el populismo- con la diferencia entre pueblo y populismo. Una cosa es el
pueblo y otra cosa el populismo. Justamente populismo es llamarle pueblo a toda la nación
incluyendo a los dominadores, al bloque histórico en el poder.
Claro, bueno, pero populismo con precisión filosófica y sociológica. Son los movimientos
sociales que cada uno tiene intereses distintos pero poco a poco, por el diálogo y la
traducción, empieza a decir yo soy feminista, pero ves el problema de la raza, pero las
mujeres de color son las peor tratadas, entonces las feministas dicen “el problema del
racismo me interesa”. Y otro dice “son las peor pagadas”: entonces las mujeres proletarias
están peor. Y poco a poco por la traducción y el diálogo empezamos a tener un proyecto
homogéneo. Ya no son clases, ni grupos sociales, ni excluidos de las clases como las etnias
sino que es el bloque social de los oprimidos y aparece Gramsci. Mira cómo dice Gramsci:
una clase es dirigente cuando está apoyada en el consenso porque tiene hegemonía. Un
grupo populista –varguista, priista, peronista- logró un proyecto hegemónico burgués,
nacional, obrero, campesino y tenía mayoría real. Tenían el consenso mayoritario porque
eran hegemónicos. Ahora, cuando se pierde el consenso aparece el disenso y el disenso
es cuando los grupos dicen ya mi interés no está siendo cumplido. Se rompe el proyecto
hegemónico. Entonces dice Gramsci: la clase dirigente se vuelve en clase dominante, ya
no gobierna por el consenso –en paz- sino por la represión, entonces empieza el lío. Y
empieza la transformación histórica hasta constituir un nuevo sistema hegemónico. Todo
eso lo estoy tratando en el tercer tomo de la Política de la liberación. Es complejo. Asumo
toda la filosofía política contemporánea europea: a Badiu, Agamben, a cualquiera de ellos
le digo sí contigo aquí, pero no allí, porque allí ya no funciona.