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Comisariar el mundo
46. Vista del Museum of Contemporary African Art: Library de Meshac Gaba
en la documenta 11, Kassel, 2002.
Todos los relatos desarrollados hasta ahora se despliegan, en su
gran mayoría, ligados a las narraciones curatoriales que se han estable-
cido desde Occidente. Romper con esta dinámica no resulta una tarea
fácil. El quiebre del controvertido binomio centro-periferia debe enfren-
tar no pocos atolladeros, conceptuales, políticos y prácticos, cuya reso-
lución a menudo señala nuevos puntos ciegos. Realizar una historia
mundial de las exposiciones o el comisariado es una tarea imposible de
acometer y carece de sentido en estos tiempos de abandono de las gran-
des narraciones de carácter enciclopédico o universalizante. Lo que sí
puede hacer este cuarto relato es señalar cómo esta historia ha sido, has-
ta la fecha, una empresa eminentemente eurocéntrica. Un autor que ha
escrito extensamente sobre las relaciones de poder que articulan las car-
tografías curatoriales es Gerardo Mosquera, con el que quisiera comen-
zar este recorrido, citando un texto de 1994:
Arte y artefactos
Fetiches europeos
Zonas de contacto
nes reactivaron el debate sobre las convenciones sobre las que se había
construido la modernidad artística. En una conocida exposición, Art/Ar-
tifact (1988), su comisaria, Susan Vogel, trató de evidenciar cómo los
modos en los que los objetos son expuestos y enmarcados determinan
la forma en que los interpretamos [51]. Para ello, dispuso diferentes ob-
jetos pertenecientes a culturas africanas en cuatro ambientes: uno en vi-
trinas con datos sobre sus funciones sociales y religiosas, otro dentro de
dioramas, un tercero como un gabinete de curiosidades en armarios de
madera, y un último como si fueran piezas de arte contemporáneo en
un cubo blanco. La exposición buscaba enfatizar, desde la misma prác-
tica museográfica, cómo todos los sistemas de exposición se constituyen
como entornos discursivos y cómo la división entre arte y artefactos, a
la que aludía el título, era una categorización eurocéntrica que condicio-
naba su consideración. Unos meses antes se habían abierto dos expo-
siciones, Rooms with a view y We The People, que utilizaron la misma es-
comisariar el mundo151
Tribales y modernos
Curadorías invertidas
55. Vista de la obra de Kay Hassan The Flight en The Short Century: Independence
and Liberation Movements in Africa, 1945-1994, Museum Villa Stuck,
Munich, 2001.
de Estados Unidos, como había ocurrido con la Bienal de Sao Paulo con
Rockefeller. Esto generaba un fuerte rechazo y acción por parte de ar-
tistas organizados, como ocurrió en 1966 con la citada Antibienal frente
a las Bienales Kaiser. A esta oposición contra el imperialismo coloniza-
dor se unieron las denuncias contra las dictaduras y los gobiernos repre-
sivos. En esta línea de resistencia se encuentra la Contrabienal de Sao
Paulo (1971), que se formalizó como un libro-boicot contra la dictadura
brasileña. Estas tensiones no impidieron que, durante toda esta época,
se generaran múltiples intentos de crear bienales de tipo regional, lo que
es indicativo de la importancia que el formato había tomado en el ima-
ginario colectivo. En este sentido, es interesante señalar la insistencia en
la articulación de una identidad artística latinoamericana través del for-
mato bienal, entendida tanto en relación a su integración en la cultura
hegemónica, como desde una posición política de resistencia. Un ejem-
plo significativo fue el intento de Matarazzo de generar una bienal exclu-
sivamente latinoamericana que se concretó en 1978 en una única edi-
ción de la Bienal Latinoamericana de Sao Paulo.
A pesar de las tensiones que, como hemos visto, se generaron con
la creación de etiquetas regionales, esta perspectiva tuvo su sentido en
relación con los procesos de descolonización, los movimientos políticos
que derivan de la Guerra Fría y la oposición al imperialismo estadouni-
dense. La territorialización en grandes espacios continentales hizo posi-
ble, en ese momento, la posibilidad de generar una red transregional
que facilitó los contactos entre agentes artísticos y permitió hacer visible
el mapa fuera de los bloques. Así, en 1955, año de inauguración de la
documenta, se fundaron también la Bienal del Mediterráneo en Alejan-
dría y la Bienal de Artes Gráficas de Ljubljana, ubicadas en países del
Movimiento de Países No Alineados, a las que siguió, algo después, la
fundación de la Primera Trienal India (1968). La posición alternativa a
la política de bloques permitió un espacio de acción que, en el plano ar-
tístico, facilitó una selección más amplia de artistas, tanto de los dos blo-
ques (lo que en sí mismo constituía ya una novedad), como de los países
del entonces denominado Tercer Mundo.
En los últimos años, el estudio de estas bienales ha facilitado el es-
tablecimiento de una genealogía alternativa para este tipo de eventos,
que han sido denominados como bienales de la resistencia (Nancy Adaja-
168 EXPOSICIONES Y COMISARIADO
nia, 2013) o bienales del sur (Charles Green and Anthony Gardner, 2016).
Junto a ellas, las bienales de artes gráficas, como las de Tokyo, Cracovia,
San Juan o Medellín, tuvieron un gran desarrollo al calor de los proce-
sos de innovación en los medios de reproducción mecánicos de la déca-
da de los sesenta. Estos ofrecían la posibilidad de generar un arte pro-
ducido a gran escala, más democrático, accesible y moderno. Esta
posibilidad de creación y distribución no solo beneficiaba el consumo
privado, sino que facilitaba la configuración de una cultura de artes grá-
ficas ligada a la efervescencia política de la época, en sintonía con mu-
chas exposiciones de arte desmaterializado. Los pósteres y otros mate-
riales impresos, donde las imágenes gozaban de una enorme movilidad
gráfica y simbólica, fueron un lugar privilegiado para la elaboración de
una identidad tercermundista, basada en la solidaridad entre pueblos y
la pedagogía anticolonial. Las bienales facilitaron, de este modo, una po-
sibilidad de intercambio cultural internacional fuera de los circuitos co-
merciales del arte contemporáneo occidental.
En paralelo, un conjunto de festivales y bienales en la década de los
setenta se constituyeron para dar forma al panarabismo artístico, aleján-
dose del modelo de la Bienal de Alejandría, que promovía un regionalis-
mo mediterráneo demasiado sometido al nacionalismo egipcio. Tras la
inauguración de una modesta Bienal en Kuwait en 1969 y los Festivales
de Al-Wâsitî en Bagdad y Damasco en 1972, la Unión General de Artis-
tas Plásticos Árabes organizó las Exposiciones bianuales de arte árabe
(Mar’id alsanatayn al’arabi alawwal), en cuyo título se evitó la palabra «bie-
nal». Este conjunto de exposiciones pretendió dar forma a una institu-
ción «nómada» que se concretó en tres ediciones: Bagdad (1974), Rabat
(1976) y Trípoli (1978). Esta unión de artistas contribuyó a coordinar las
políticas culturales regionales y puso sus esfuerzos en definir un progra-
ma para romper el aislamiento de los artistas árabes e insertarlos en el
contexto de la política del Tercer Mundo, a través de contactos con Cuba
y Chile, mediante el apoyo a la causa palestina. Asimismo, trataron de
concretar una identidad cultural árabe, basada en una reelaboración pro-
pia de tradición y modernismo, lo que daba como resultado una gran va-
riedad de estilos, desde el desarrollo de la caligrafía hasta el realismo po-
lítico y el arte geométrico y cinético. Con todo, cabe señalar que dentro
de estos proyectos existían tensiones nacionales y que su institucionaliza-
comisariar el mundo169
La Bienal de La Habana
60. Vista de una sala de Um e/entre outro/s, 24ª Bienal de Sao Paulo, 1998.
176 EXPOSICIONES Y COMISARIADO
Fuentes
La variedad de visiones que desde Occidente se proyectaron sobre el
arte de otras culturas en relación al arte moderno pueden consultarse en
el recopilatorio de fuentes textuales de Jack Flam y Miriam Deutch, Primi-
tivism and Twentieth-Century Art. A Documentary History (2003). De la exposi-
ción «Primitivism» in 20th Century Art: Affinity of the Tribal and the Modern
puede consultarse el catálogo, así como las críticas recibidas por parte de
James Clifford, Hal Foster, Thomas McEvilley y Jean Fisher, mientras que
sobre Magiciens de la Terre puede profundizarse mediante su catálogo, el nú-
mero monográfico de Third Text (1989) y Lucy Steeds et. al, Making Art Glo-
bal. «Magiciens de la Terre» 1989 (2013). En torno al fenómeno bienalístico
cabe mencionar The Biennial Reader (2010) o Making Biennials in Contempo-
rary Times (2015), mientras que encontramos una visión más histórica en el
libro de Gardner y Green, Biennials, Triennials, and Documenta: The Exhibi-
tions that Created Contemporary Art (2016). Sobre bienales concretas destaca-
mos Vittoria Martini y Federica, Just Another Exhibition: Histories & Politics
of Biennals (2011) y Rachel Weiss et al., Making Art Global, The Third Havana
Biennale 1989 (2011).
Textos seleccionados
■ «The sun of Africa on paper», New York Times, 20 noviembre 1914
(traducción de la autora).
más ricas al ser vistas bajo una nueva perspectiva. Aunque esto pueda pa-
recer pretencioso, se encuentra en el ámbito de mis expectativas.