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Universidad de Valencia
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ABSTRACT: When the prisoner is serving his sentence, ending its relationship with the
criminal justice system. It may be, however, that their release would endanger society
because there is a risk of committing other crimes in the future. Faced with this danger,
imposing penal system reacts to the subject a security measure. This security measure
may be a further imprisonment, in serious and exceptional, and is called in most
continental European systems security custody. The rule of law raises the legitimate
conflict if drastic punitive intervention when the individual has already paid his debt to
Justice, because he has served his sentence. This conflict is examined here from the
perspective of thought derived from the process of globalization and its influence on
the criminal justice system. This influence of the ideology of globalization is transferred
to the custody analysis from security approach that has conducted the legislature,
jurisprudence and doctrine. It takes into consideration, from a critical approach, the
recent developments and the extent of the conflict in Germany and the new proposal
its implementation in Spain. Although this measure appeases the alarm and seems
effective against dangerous criminals, in fact, in the true rule of law creates more
problems than solutions provides. And as shown by the recent decisions of the
European Court of Human Rights and the German Constitutional Court.
KEY WORDS: Criminal Law; Criminal Policy; criminal threat; Custody security;
globalization; human rights.
1. INTRODUCCIÓN
Uno de los conflictos que tiene que resolver cualquier Estado democrático es el que
enfrenta la seguridad (ante el hecho criminal) contra la libertad de los individuos. El
poder público tiene que tutelar los bienes y derechos de las personas frente a las
conductas criminales de ciertos ciudadanos, pues no puede permitir que la violencia se
generalice en la comunidad que gobierna. Pero tampoco puede pretender garantizar
una seguridad total hasta tal punto que ahogue las garantías constitucionales mínimas
de sus administrados.
El Estado democrático, por tanto, tiene que evitar las rejas del autoritarismo (que
encierran a ciudadanos inocentes) y las rejas de la inseguridad (que encierran en su
miedo a potenciales víctimas del delito). Pero no es tarea fácil conseguir un equilibrio
entre estos dos polos. Es decir, no es fácil alcanzar la garantía de una vigencia
razonable de los derechos fundamentales y de las libertades públicas y al mismo tiempo
otorgar una tutela suficiente de los bienes jurídicos más esenciales para mantener una
digna convivencia social. Y precisamente uno de los fines más relevantes del Estado
democrático consiste en lograr mentado equilibrio.
Las fuentes que generan la inseguridad ciudadana pueden ser muy diversas. Pueden
ser reales o ficticias, dependiendo del nivel de alarma que provoquen los medios de
comunicación de masas. Pueden originarse en distintos temores, según sean los bienes
jurídicos amenazados (miedo a perder la vida, a ser lesionado, a ser violado, a perder
el patrimonio, a ser difamado, etc.). Puede derivar de los potenciales y desconocidos
delincuentes, o de aquellos otros que ya han sido atrapados por el sistema penal.
En Alemania, país en el que la medida cuenta con una cierta tradición jurídica, algunos
aspectos de su regulación fueron puestos en tela de juicio por el Tribunal Europeo de
Derechos Humanos (TEDH) por violar algunas manifestaciones del principio de
legalidad penal y el derecho a la libertad consagrados en el Convenio Europeo de
Derechos Humanos (CEDH). Además, como se tendrá oportunidad de comprobar en
sucesivos apartados, el Tribunal Constitucional alemán (BVerfG) declaró contrario a la
Ley Fundamental de Bonn (GG) prácticamente toda la institución (con alguna
excepción).
Pretendo ahora, por tanto, presentar el conflicto desde la perspectiva del actual Estado
postindustrial dentro del específico contexto de la globalización y del pensamiento que
la fundamenta. Pues es ésta la línea de investigación que he iniciado en los últimos
tiempos, y cuyo diseño principal paso seguidamente a exponer en los siguientes
apartados.
2. EL PROBLEMA
Como acabo de señalar, ahora me voy a centrar exclusivamente en las consecuencias
para la inseguridad ciudadana que vienen originadas por los sujetos que han ingresado
en el sistema penal, y que tienen que abandonarlo. Aquí hay que tener presente que
ya la puesta en libertad de un condenado que ha cumplido su sanción genera en la
mayoría de las ocasiones cierta alarma en el lugar geográfico en el que tiene lugar. El
rechazo social que generalmente provoca, por ejemplo, la construcción de un centro
penitenciario en una determinada población, es un hecho incontestable. Tan
incontestable como el etiquetamiento que sufre el sujeto cuando se reintegra a la
comunidad. Y ello sólo por el hecho de haber estado en prisión, con independencia de
la causa que haya motivado su ingreso.
Pero cualquiera que sea la perspectiva que se tome, queda claro que siempre hay un
conflicto latente, y una pérdida evidente. O respetamos al máximo la Justicia propia
del pensamiento liberal, y entonces limitamos la intervención del sistema penal al
momento en el que el sujeto extingue su condena (y aquí puede sufrir una merma la
seguridad ciudadana). O establecemos medidas de intervención del sistema penal tras
el cumplimiento de la condena de sujetos peligrosos, menoscabando entonces los
derechos de aquellos que han saldado su deuda con la Justicia. Pero es necesario ahora
dar un paso más, y presentar el conflicto, como he señalado en el anterior apartado,
desde la perspectiva del moderno Estado postindustrial del Siglo XXI.
Voy a tratar, por tanto, y aunque sea de forma provisional, de esclarecer el significado
esencial del término globalización(2). Claro, que es difícil definir este vocablo con
tantas referencias y connotaciones semánticas. Sin embargo, ahora tan sólo pretendo
apuntar algunos rasgos para explicar cómo el proceso de mundialización de la
economía está influyendo en la homogeneización de las instituciones sociales,
económicas y políticas, y en el pensamiento que las configura(3).
En este sentido, destacaría que uno de los puntos fundamentales que tradicionalmente
ha dividido a la derecha de la izquierda política ha sido el modelo económico
propugnado en los planos teórico y práctico (liberal de economía de mercado, en el
primer caso; intervencionista en el segundo). Con la internacionalización de la
economía, y también con la fuerte implantación de las multinacionales en los centros
de poder de decisión, los gobiernos conservadores y progresistas cuentan con un
menor margen de maniobra. Las fórmulas económicas empleadas cada vez son más
parecidas. Y esto conduce a su vez, a que se fortalezca el mensaje que pone el acento
en las directrices de carácter técnico, que impiden un discurso sobre las posibilidades
de un cambio orientado políticamente. El Banco Central Europeo, el FMI y otras
instituciones ordenan una determinada forma de gestionar los gastos y los ingresos de
los Estados, y las fórmulas propuestas vienen determinadas por criterios “científicos”,
indiscutibles para el profano… ...De ello se deduce que la nueva ideología del Estado
del Siglo XXI vaya siendo más homogénea(7).
Así es, a partir de la Segunda Guerra Mundial, va originándose esa otra revolución, la
revolución tecnológica y de las comunicaciones. En este momento nos encontramos en
pleno proceso de cambio, nos dirigimos hacia un nuevo modelo social, de tal forma que
todavía es pronto para llevar a cabo una completa evaluación de las consecuencias de
esta transformación.
Se ha dicho, y con razón, que más de la mitad de los productos que consume
actualmente la humanidad eran desconocidos antes de la Segunda Guerra Mundial. La
investigación científica avanza vertiginosamente, de tal forma que es difícil tomar
conciencia hoy en día de los nuevos inventos, de los nuevos descubrimientos, de los
nuevos avances. Ahora ya no es más rico el que más tierras posee, ni el que es titular
de más talleres o fábricas… Es más poderoso quien más información puede manejar.
El sistema de comunicaciones ha experimentado (merced a la aparición de medios
como la radio, la televisión, el teléfono y el ordenador) semejante progreso, que ha
afectado notablemente a la vida particular de cada uno de los ciudadanos, y a todas
las estructuras sociales e institucionales. Ahora el poder de los países, por tanto, se
mide atendiendo al nivel de desarrollo en el marco de la investigación tecnológica y de
su sistema de comunicaciones. Sin duda, esta situación ha provocado a su vez una
notable transformación de la propia estructura económica e ideológica del nuevo
Estado.
Esa Tercera Revolución Industrial viene caracterizada, de forma general, por aspectos
reflejados en el desarrollo vertiginoso de las nuevas tecnologías que dan origen o son
consecuencia de los nuevos procesos económicos(10). Desde las dos últimas décadas
del siglo pasado, se ha extendido produciendo nuevos bienes materiales e inmateriales
y creando nuevos sistemas de organización del trabajo. Para ello ha sido necesario que
se potencien las modernas fuentes e instituciones de financiación que posibilitan el
incremento cuantitativo y el poder cualitativo de las multinacionales como los agentes
más relevantes del sistema económico y político.
Estos procesos económicos imponen la ideología de la eficiencia, que mide todo bajo
los parámetros ingresos, costes y beneficios en la sociedad mundial del mercado. Y de
este modo, se hace más difícil distinguir los mensajes de la derecha y de la izquierda.
Los grandes partidos políticos se acercan paulatinamente al centro. Esa nueva ideología
está teñida, como todo lo que atañe a los tiempos en que se desarrolla, de argumentos
tecnológicos, de argumentos trasladados del laboratorio de los científicos. Es la
ideología “cientifista”, dominada por los técnicos, que conocen el lenguaje y los
métodos de gestión del Estado, incomprensibles para los ciudadanos normales, y, por
ello, sustraídos de cualquier discurso crítico. Pues una de las notas propias del
pensamiento del neoliberalismo es el cientifismo, que hace referencia a la necesidad
de justificación científica de todo tipo de decisiones, de valoraciones y creencias.
Supone una nueva ideología que deja fuera de la discusión pública la gestión social y
política de los asuntos de la comunidad, quedando éstos en manos de los especialistas.
De esta manera, lo político es relegado al decisionismo positivista, impidiendo cualquier
discurso y debate crítico de los afectados(11).
Se explica así que los mensajes políticos sean menos utópicos, y estén más influidos
por criterios macroeconómicos, por propuestas de soluciones rápidas y eficaces, por la
coyuntura de la práctica. La política se convierte así en administración y gestión de los
asuntos públicos en materia de cuestiones complejas, sin una base ideológica “fuerte”,
como era la imperante durante el primer tercio del siglo pasado(12). La política estatal
se va asemejando a la forma de dirección de una gran empresa(13).
"La teoría política tradicional entra en crisis y pierde capacidad explicativa por limitarse
a contemplar los poderes estatales sin admitir que encuentran limitaciones externas
en ciertos ámbitos de su actuación. Estos límites son impuestos por la concentración y
la transnacionalización del poder económico, en el pasado enormemente fragmentario.
La mundialización subvierte el mercado nacional, uno de los fundamentos del poder
del Estado-Nación… …El poder político ha modificado su estructura profunda con la
mundialización; por vez primera desde el nacimiento de la modernidad no puede ser
descrito en términos de soberanía y legitimidad simples. El campo de
poder contemporáneo parece constituido por la interrelación de un soberano privado
supra-estatal difuso y –puesto que se mantiene la base territorial de localización del
poder para determinadas funciones– un "Estado Abierto" o unas "asociaciones
estatales" (como puede ser la Unión Europea, en el ámbito económico, la OTAN, en el
ámbito militar) permeables, abiertas o porosas"(14).
Dichas transformaciones, por tanto, han afectado, al entero sistema punitivo. Pero
también se reflejan, sin duda alguna, en las diferentes concepciones del Derecho Penal,
de tal forma que se ha ido produciendo una modificación sustancial de algunas de sus
metodologías. Y también han aparecido otras nuevas.
Y, sin embargo, como la economía especulativa del ámbito transnacional, los preceptos
continúan vacíos de contenido y los problemas siguen sin resolverse.
Y aquí se destaca que dicho proceso está extendiéndose provocando dos efectos
diametralmente opuestos. Por un lado, la homogenización del mundo en la imposición
del neoliberalismo económico, del ideario político de las democracias occidentales (y
de sus valores de cultura fuertemente individualista) y acompañado de la creciente
incorporación de las nuevas tecnologías en la vida cotidiana. Y por otro lado, la creación
de bolsas de pobreza cada vez mayores, de sectores marginados que poco o nada se
benefician de la mundialización de la economía, y del surgimiento de un fuerte
sentimiento de rechazo a los valores occidentales en grupos humanos étnicamente
diferenciados, o con otras culturas o de otras civilizaciones distintas del modelo de vida
occidental.
Sin duda, este segundo aspecto está íntimamente relacionado con la extensión,
también global, del terrorismo en el mundo. Y si bien es verdad que el país que más
ha contribuido a la mundialización económica, política y cultural ha sido EE. UU.,
también es cierto que ha sido el Estado que ha sufrido las peores consecuencias del
terrorismo internacional. Tampoco es casual la correspondencia en el tiempo entre un
proceso y otro(27).
También para otros sectores delictivos, como la criminalidad organizada, en los que se
predica la viabilidad del Derecho Penal del enemigo, podemos encontrar esa vinculación
con la globalización, si bien aquí no se explica tanto por la reacción que provoca el
rechazo ideológico, religioso o cultural, sino más bien por la imposición de los mismos
criterios de gestión empresarial "efectista" y tecnificada en el seno de la estructura de
dichas organizaciones criminales.
Bajo este contexto, el Derecho Penal del enemigo refleja la respuesta propia de la
ideología de la globalización. Una respuesta tecnocrática, funcional, que no toma en
consideración valoraciones propias del deber ser, sino que persigue la ventaja del
beneficio rápido, materializado en la aparente y eficaz solución al problema
planteado(28).
Y, en efecto, en el fondo, las tesis de los defensores del Derecho Penal del enemigo
están íntimamente unidas al pensamiento neoliberal del principio de la eficiencia, tan
relevante en la ideología de la globalización. La reacción del Derecho frente a la
actuación de cada sujeto viene determinada por su contribución eficaz al sistema según
el desarrollo de su competencia con arreglo a la situación que ocupe. También el mayor
o menor reconocimiento de garantías constitucionales en el sistema penal, vendrá
determinado por esa misma toma de posición del reo frente al propio Estado. Si viola
las normas, pero no pone en tela de juicio la existencia institucional de la sociedad,
será considerado como ciudadano e ingresará en el sistema penal tradicional con sus
principios y límites. Si, por el contrario, su conducta va más allá de la violación de la
norma y el sujeto se coloca voluntariamente fuera del sistema, arriesgando la propia
estructura institucional del poder público, será considerado como enemigo, y sufrirá un
Derecho Penal mucho más restrictivo y despersonalizado. Es decir, en última instancia,
la posición que ocupa el sujeto como titular de derechos, como persona y ciudadano,
puede perderla por su propia conducta y pasar a ser un individuo sin derechos, un
enemigo. Es la teoría neoliberal de tanto tienes, tanto vales... tanto contribuyes, tanto
mereces(29).
Pues, de este modo, quien se sitúa entonces fuera del sistema democrático y pretende
su aniquilamiento, ha de esperar que el mismo poder institucional del Estado lo deje
lejos de los muros que delimitan su estructura y funcionamiento. Y de nuevo la
ideología tecnocrática que busca la solución rápida y contundente de los conflictos sin
atender a razones relacionadas con tutela de valores, sino a otras vinculadas con la
eficacia técnica, justifica desde esta concepción la calificación del sospechoso, acusado
o reo como “enemigo”, “no-persona” o “combatiente enemigo”, con una brutal
restricción de sus derechos fundamentales, merced a su consideración de criminales
altamente peligrosos para la propia existencia de la comunidad.
La Reforma de 2010 introdujo un sistema dualista que reacciona con la pena frente al
hecho antijurídico culpable y con la medida de seguridad de libertad vigilada frente al
delito peligroso tras el cumplimiento de aquella. Pero en este Anteproyecto se
contempla esta medida como muy limitada (que lo es), y de ahí que calificase dicha
reforma como “tímida”(35). Es por ello que se introduce una medida de seguridad
aplicable a los sujetos peligrosos tras el cumplimiento de su condena, y cuya
característica fundamental reside en que ataca dicha peligrosidad mediante la privación
de libertad. Dicha medida, siguiendo la tradición de los textos punitivos germánicos, y
traduciendo el término alemán de Sicherungsverwahrung, se denomina custodia de
seguridad(36). Tal y como acabo de señalar, merced a la provisionalidad de este
instrumento pre-normativo, no puedo entrar a realizar una detallada relación de la
regulación y de los requisitos de aplicación de este instituto(37). Está prevista su
imposición cuando el sujeto ha cumplido su condena en relación con delitos graves, ha
habido reiteración delictiva en los mismos, o ha ejecutado varios de ellos, se constata
en el sujeto una especial peligrosidad que no pueda ser atacada por otras medidas
menos contundentes, y, finalmente, se establece un plazo máximo de cumplimiento de
diez años. Sin duda, representa un cambio de política criminal frente a la limitada
intensidad y extensión de la vigente medida de libertad vigilada. Pero, como se tendrá
oportunidad de ver al final de este apartado y en las conclusiones del último, el
problema, como siempre, va a residir en la forma de determinación del pronóstico de
peligrosidad y en el sistema de cumplimiento de la medida en la práctica, que deberá
ser distinto y diferenciado de la ejecución penitenciaria de la pena.
También es interesante explicar la visión del legislador alemán en relación con esta
medida de seguridad contemplada para reducir la peligrosidad de determinados sujetos
tras el abandono del sistema penitenciario: la ya mencionada custodia de seguridad
(Sicherungsverwahrung). Esta institución, que fue introducida en el Derecho Penal
alemán con la reforma de 14 de noviembre de 1933 (durante el régimen
nacionalsocialista), consiste en el internamiento en centro cerrado, con privación de
libertad, de sujetos proclives a perpetrar delitos en el futuro tras el cumplimiento de la
condena(38). No es éste el lugar para explicar detenidamente todos los requisitos de
esta medida y sus recientes reformas. Ahora tan sólo me interesa resaltar algunos
aspectos que reflejan la forma en la que el legislador germánico se ha enfrentado al
problema de la peligrosidad postdelictiva de los condenados en los últimos tiempos, e
intentar revelar los condicionamientos ideológicos que se derivan de su regulación.
Como acabo de señalar, la custodia de seguridad constituye una medida de auténtica
privación de libertad que, con el internamiento, pretende proteger a la sociedad frente
a futuros delitos y rehabilitar al sujeto. Desde su introducción en los años treinta, hasta
1997 no fue reformada (salvo en la antigua República Democrática de Alemania, que
fue derogada en 1952). En este periodo, sin embargo, apenas se aplicó por su origen
poco conciliable con las garantías democráticas. Se exigía para la imposición de la
medida un pronóstico de peligrosidad revelado en el hecho, su constatación tras el
cumplimiento de la condena y ciertos requisitos formales (tendencia al delito, condenas
anteriores). Hasta el año 1998, la medida de internamiento no podía exceder de 10
años.
A partir de este momento, la institución sufrió una serie de reformas de gran calado,
que han culminado con la reciente declaración de su inconstitucionalidad tras la
Sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos(39). Con gran brevedad, se
exponen las fases que marcan su reciente evolución y sus modificaciones más
relevantes(40).
Tras la Segunda Guerra Mundial, y tanto por razones político-criminales como de orden
dogmático, la custodia de seguridad estaba escondida y a punto de desaparecer en
Alemania. Pero a mitad de los años noventa, se produjeron una serie de terribles
crímenes en Bélgica y Alemania (caso Dutroux, y asesinatos con graves delitos
sexuales de las niñas Natalie y Kim), que motivaron que se pensase de nuevo en la
revitalización de esta institución. De esta manera se aprobó la Ley contra los delitos
sexuales y otros crímenes peligrosos(41), y con ella, se agravó la custodia de
seguridad, entre otras razones, porque se eliminó, bajo ciertas circunstancias, el límite
de internamiento de diez años que quedó a partir de entonces indeterminado. Sin
embargo, el pronóstico de peligrosidad se realizaba, fundamentalmente, con base en
el hecho enjuiciado. Más tarde se introdujo la custodia de seguridad bajo reserva
(vorbehalte Sicherungsverwahrung), que requería para la imposición de la medida su
reserva en la sentencia condenatoria, pero el pronóstico de peligrosidad se retrasaba
al momento cercano al abandono de la prisión(42).
Con carácter general, ya se aprecia una gran diferencia entre la regulación española y
la regulación germánica. En España, hasta 2010, no existía ninguna respuesta del
legislador frente a los sujetos peligrosos tras el cumplimiento de la condena. Y a partir
del 2010 las consecuencias que extrae la ley penal son muy limitadas, pues se
circunscriben a la aplicación de una medida no privativa de libertad (libertad vigilada)
y exclusivamente para delitos de terrorismo o de naturaleza sexual. En cambio, en
Alemania se cuenta desde el año 1933 con una medida privativa de libertad, y cuyo
ámbito de aplicación se extiende a un grupo de ilícitos penales mucho mayor. Ya su
origen anclado en el más exacerbado totalitarismo político podría ponernos sobre la
pista de que el conflicto entre la seguridad ciudadana y los derechos del condenado se
inclina claramente en favor de la primera opción. Con el profundo avance democrático
que se produjo en la República Federal de Alemania tras la Segunda Guerra Mundial,
esta institución debería haber desaparecido o quedar notablemente limitada. Pero lejos
de estrecharse los cauces de su aplicación, algunos casos puntuales acontecidos en
este país y en otros limítrofes en la primera mitad de la década de los noventa del siglo
pasado, determinaron una progresiva agravación de la medida que culminó con la
introducción de la custodia de seguridad a posteriori a principios de la presente
centuria.
Sin duda alguna, esa agravación ha venido acompañada del viento ideológico de la
globalización, de búsqueda de soluciones simples y radicales a problemas que son
reales, pero que vienen amplificados por el potente altavoz de los medios de
comunicación de masas. Esta es, como se ha visto en la primera parte del presente
trabajo, una forma de hacer la política criminal en todo el mundo occidental. La relación
entre graves delitos (que siempre han acontecido, y que seguirán aconteciendo),
incidencia en un sentimiento generalizado de inseguridad ciudadana, exageración de
la alarma social en el ámbito de los medios de comunicación y actuación de los poderes
públicos por criterios de clientelismo político, se repite en todos los países del mundo
occidental. A este respecto, en una famosa entrevista realizada en el año 2001 al que
fue primer ministro del país germánico, Gerhard SCHRÖDER, éste, refiriéndose a
determinados delincuentes sexuales peligrosos, lanzó una expresión en la que venía a
decir que habría que encerrarlos a todos, y para siempre(48). Estos antecedentes, que
dieron origen a la ulterior regulación de la custodia de seguridad a posteriori, vienen,
sin duda alguna, marcados por características propias del Derecho Penal simbólico y
del Derecho Penal del enemigo(49). Pues queda claro, por un lado, que se utiliza la
reforma de la ley penal como mecanismo de tranquilizar la alarma social de la
ciudadanía provocada por una serie de crímenes horribles que refuerzan la sensación
de inseguridad de la sociedad ante sujetos muy peligrosos que ya han demostrado su
potencial lesivo en hechos concretos. Y, por otro lado, la peligrosidad del sujeto
constituye el factor fundamental para excluirlo del sistema de garantías, con
privaciones de libertad que pueden ser indeterminadas e indefinidas en los supuestos
más graves. El peligroso se convierte así en el enemigo, y la reacción del poder público
es contundente, “efectivista” y simbólica, como propugna el pensamiento de la
globalización.
5. 2. La perspectiva de la jurisprudencia
En cambio, Alemania cuenta desde hace décadas, entre otras, con la institución de la
custodia de seguridad, que ha sido especialmente evaluada por el Tribunal
Constitucional alemán en dos momentos distintos, con perspectivas diametralmente
opuestas. La razón de este cambio drástico de posición del BVerfG fue la irrupción de
la Sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, ya mencionada, de 17 de
diciembre de 2009. En estos tres periodos se contienen fundamentaciones ideológicas
enfrentadas que plantean soluciones distintas al conflicto objeto de análisis en el
presente trabajo. De ahí que, en este apartado, se van a tomar en consideración
algunas resoluciones de gran relevancia en esta temática.
De lo expuesto en las resoluciones reseñadas, en esta primera etapa, hay que señalar
que, en efecto, el Tribunal Constitucional alemán ha superado las funciones que
normalmente competen a un órgano de estas características, para situarse en una
posición ideológica cercana a los objetivos que persigue el Estado en la lucha contra la
peligrosidad de los ciudadanos (que ya la han manifestado en hechos delictivos
enjuiciados). Una de las autoras que mejor ha estudiado esta perspectiva ideológica
de esta primera etapa del BVerfG, lo ha explicado con un gran acierto:
“La prevención difusa y la intervención tajante son las funcionalidades del ‚Derecho del
riesgo‘ que ponen en contacto la cadena de significaciones de las técnicas de peligro
(‚prevención‘, ‚factores de riesgo‘, etc.) y la lógica del combate (‚defensa‘,
‚neutralización‘). De este modo se adoptan en el discurso del Derecho Penal (términos
como…) ‚protección‘ y ‚defensa‘ frente a ‚peligros/riesgos‘. Esta situación va más allá
en la articulación de las actuales funciones. Las funciones del Tribunal Constitucional
también parecen haber sido articuladas. Mientras que el Tribunal Constitucional velaba
en el ámbito jurídicopenal por la observancia de las garantías y principios
constitucionales y penales, aquí el Tribunal vela por el respeto y cumplimiento de ese
cometido (jurídico-)estatal del Derecho Penal, esto es, por la ‚protección‘ y ‚defensa‘
de la población. Proteger a la población es equivalente con satisfacer funciones jurídico-
estatales. Los principios del Estado de Derecho ya no se expresan como tutela de los
derechos individuales de un ‘delincuente‘, sino como tutela de la población ante
‚peligros/riesgos‘. El Derecho Penal pasa a ser ‘Derecho del riesgo‘ y el delincuente, a
‘peligroso‘”(58).
En las decisiones del Tribunal Constitucional alemán latían los mismos temores que en
la regulación de la custodia de seguridad, tanto por parte de los Estados federados
señalados, como por las reformas emprendidas por el propio Estado federal. Se trataba
de impedir que determinados sujetos, calificados como altamente peligrosos, fueran
liberados tras el cumplimiento de la condena y de la medida de seguridad de diez años.
Se temía la reacción de los medios de comunicación ante la alarma social que podría
derivar de esa puesta en libertad. De nuevo aparece el valor simbólico de decisiones
del Defensor de la Constitución. Son decisiones con un contenido político-criminal, que
persiguen lograr un aparente “efectivismo” en la lucha contra la criminalidad de los
sujetos más peligrosos, separándose de su auténtica tarea: la defensa de las garantías
y principios constitucionales de todos los ciudadanos, incluidos los más peligrosos. Pero
el tiempo demostraría que dicho “efectivismo”, como todo “efectivismo” en la época de
la globalización, es más aparente que real. Más todavía, en el conflicto que es analizado
reiteradamente en la presente investigación, el BVerfG llega a expresar afirmaciones
del siguiente calado: “… la necesidad de seguridad de la comunidad (sería prioritaria)
frente al derecho fundamental a la libertad del demandante, y consecuentemente,
niega su pretensión de puesta en libertad”(59).
También hay que señalar que, frente a esta actitud fuertemente intervencionista en la
injerencia de los derechos del reo por parte del BVerfG, del Estado central y de los
Estados federados, el Tribunal Supremo alemán (BGH) intentó limitar esa privación de
derechos al máximo a través de una interpretación restrictiva (tanto de las decisiones
de aquél como de la regulación de éstos), especialmente en la institución más gravosa:
la custodia de seguridad a posteriori.
De esta manera, con el argumento de que esta medida provoca el más fuerte
menoscabo de garantías del sujeto que ingresa en el sistema penal, la interpretación
del BGH fue dirigida a que dicha medida se aplicase a un mínimo número de casos.
Para ello estableció una serie de criterios restrictivos que pretendían ceñirse
exclusivamente a los supuestos más graves. Y de esta forma, entre otras limitaciones,
se consideró que la custodia de seguridad tan sólo podría aplicarse a delitos contra la
vida, contra la integridad física, contra la libertad o contra la autodeterminación sexual.
Esta es una de las restricciones más relevantes, teniendo en consideración que ni
legalmente, ni tampoco en la práctica judicial, la medida se circunscribía a un elenco
determinado de hechos punibles(61).
En esta resolución se trataba de determinar la conformidad con los arts. 5.1 y 7.1 del
Convenio Europeo de Derechos Humanos(63) de la aplicación de la reforma alemana
de la custodia de seguridad de 1998, que eliminó el plazo límite de esta medida,
establecido hasta entonces en diez años (sustituyéndolo por otro de carácter
indefinido). Muy resumidamente, el demandante, que contaba con una muy amplia
carrera delictiva, fue condenado en el año 1986 a una pena de prisión de 5 años, con
la previsión de que tras el cumplimiento de la condena se le impondría una custodia de
seguridad (que en aquel tiempo, estaba limitada a un máximo de diez años). Llegado
el año 2001, el custodiado solicitó su puesta en libertad, pero se le aplicó
retroactivamente la reforma legal de 1998, y como todavía se le consideraba peligroso,
continuó privado de libertad, según resolución de los tribunales competentes. El asunto
llegó al Tribunal Constitucional que, en la resolución de 5 de febrero de 2004 (referida
en párrafos anteriores), mantuvo la constitucionalidad de la reforma legal de 1998 y
de las decisiones judiciales que la aplicaban. El argumento, ya explicado, partía de la
premisa de que la prohibición de retroactividad de medidas sancionatorias expresada
en el art. 103, párrafo segundo, de la GG, sólo alcanzaba a la pena, y no a la medida
de seguridad. Y como la custodia de seguridad es una medida, y no una pena, no se
violaba este principio constitucional básico en Derecho Penal.
También declaró el Alto Tribunal Europeo que el Art. 5. 1., letra a), del CEDH requiere
que toda privación de libertad esté vinculada sustancial y materialmente a la sentencia
condenatoria. Es por ello que la denominada custodia de seguridad a posteriori, que
no necesita estar prevista ni reservada en la condena del tribunal sentenciador, es
contraria al Convenio Europeo.
A esta resolución del TEDH le siguieron otras que continuaron el mismo camino(64).
Esta jurisprudencia del Alto Tribunal Europeo tuvo una influencia decisiva en el Tribunal
Constitucional alemán, quien el 4 de mayo de 2011, en una resolución histórica(65), y
en contra de su propia jurisprudencia, declaró contrario a la Ley Fundamental de Bonn
(GG) casi toda la regulación de la custodia de seguridad en este país.
La base de su argumentación viene motivada en gran parte por la Sentencia del TEDH
de 17 de diciembre de 2009. Y, en este sentido, declara incompatible la institución (en
el marco del establecimiento de su duración indefinida) de la custodia de seguridad en
el Código penal y en la Ley penal juvenil con el derecho fundamental de la libertad
personal (Art. 2. 2 en relación con el art. 104.1 de la GG). La razón de ello estriba,
como había manifestado el TEDH, en que entre la pena y la custodia de seguridad no
existe la suficiente diferenciación que justifique un distinto tratamiento en el
sometimiento a las garantías jurídicas penales y constitucionales entre ambas
instituciones (lo que el BVerfG denomina, en una difícil traducción, “mandato o
imperativo constitucional de diferenciación”, verfassungsrechtlichen Abstandsgebot).
En esta línea argumentativa, el BVerfG reconoce que la prolongación con posterioridad
de la privación de la libertad de los custodiados cuya medida estaba limitada a 10 años
cuando les fue impuesta (los denominados “casos antiguos”, Altfälle) es incompatible
con el principio propio del Estado de Derecho de la seguridad jurídica recogido en el
art. 2. 2, segundo inciso, en relación con el art. 20. 3 de la GG. También la regulación
de la denominada custodia de seguridad a posteriori, tanto en el Derecho Penal de los
adultos como en el Derecho Penal juvenil, adolecería de la misma deficiencia en el
respeto a las garantías constitucionales señaladas.
Tras estas consideraciones, cabría apuntar ahora (una vez más, de forma resumida)
algunas conclusiones que se derivan de la influencia ideológica de la globalización en
algunos tribunales, especialmente en Alemania, en relación con el conflicto entre
mantenimiento de la seguridad (frente a la peligrosidad de sujetos que ya han cumplido
su condena) y las garantías jurídico-penales y constitucionales (de los ciudadanos, y
de los “peligrosos”).
Hasta épocas muy recientes, tanto los tribunales supremos como los tribunales
constitucionales de los países democráticos, han constituido una auténtica barrera
frente a la Política Criminal de los gobiernos y legisladores cuando ésta superaba los
límites marcados por el respeto a unos mínimos en el marco de los derechos humanos.
Los fines del gobierno, o incluso del legislador, se han ido circunscribiendo a mantener
el orden público y la paz social frente a la inseguridad ciudadana. También en los
Estados democráticos, el poder necesita límites externos a su misma
institucionalización, pues la tendencia es superar las fronteras de lo que
razonablemente debería ser un moderado ejercicio del mismo. Dichas fronteras al
moderado y razonable ejercicio del poder punitivo han venido tradicionalmente
establecidas por los órganos jurisdiccionales o constitucionales que se han encargado
de velar por el respeto a los derechos fundamentales y las libertades públicas, fuera el
Tribunal Supremo, fuera el Tribunal Constitucional. Dependiendo del sistema jurídico
que imperase en cada país, uno u otro han ido anulando los actos de gobierno, los
decretos o las leyes de los parlamentos que vulneraban de una u otra forma las
garantías de los ciudadanos, incluso aunque las razones alegadas de los poderes
ejecutivo o legislativo estuvieran fundamentadas en un interés general en el
mantenimiento de la seguridad ciudadana. En este sentido, se traen a colación el
clásico reforzamiento de ideas de proteger a las víctimas inocentes de desalmados
delincuentes, de buscar el necesario castigo a los delitos, de evitar la impunidad, de
velar por la tranquila y segura convivencia entre personas honradas, impedir que los
delitos “salgan gratis” a los delincuentes, o que “estos se vayan de rositas”, etc. Es
entonces cuando las máximas instancias políticas del Estado, gobierno y parlamento,
reaccionan proponiendo y aprobando leyes que, como si de un eficaz medicamento se
tratase, están diseñadas para curar estos males y hacer frente a la enfermedad del
delito.
Sería ahora prolijo recurrir a todos los ejemplos que hemos encontrado en las últimas
décadas de esta exacerbación punitiva. Aquí lo hemos centrado en un ámbito que está
siendo ahora muy discutido en Alemania y en España, en el marco de la intervención
del Derecho Penal para hacer frente a la peligrosidad postdelictiva, y en relación con
la medida de seguridad más restrictiva de derechos: la custodia de seguridad. Y aunque
en España no tenemos todavía ejemplos claros de intervención legislativa contundente
en esta materia, sí que se ha producido, desde mi punto de vista, una clara reacción
jurisprudencial tras el establecimiento por parte del Tribunal Supremo de la
denominada “doctrina Parot”. En Alemania, en cambio, como se está poniendo de
manifiesto constantemente a lo largo del presente trabajo, desde el año 1998 las
sucesivas reformas de la custodia de seguridad han ido limitando cada vez más los
derechos fundamentales de los reos, violando algunas garantías que hasta el momento
se consideraban intangibles.
5. 3. La perspectiva de la doctrina
Con carácter general, hay que decir que la doctrina suele ser bastante crítica con las
actuaciones legislativas y jurisprudenciales que afectan a los principios básicos del
sistema penal y constitucional. Como no podía ser de otra forma, en una temática tan
relevante como la relativa a las reformas legislativas o creaciones jurisprudenciales
que están destinadas a hacer frente a la peligrosidad postcondena del interno, los
juristas, especialmente los penalistas, se han manifestado en contra de la actuación de
los poderes legislativo y judicial. Ello ha sido así porque la construcción doctrinal del
sistema penal se ha vertebrado fundamentalmente con base en los principios
constitucionales del ordenamiento punitivo que han pretendido limitar el poder público
en un exceso de celo en la realización de su política criminal. Y precisamente, las
reformas operadas tanto en Alemania como las que se prevén en España (además de
la jurisprudencia de la denominada “doctrina Parot”), se han caracterizado por bajar la
guardia ante la debilitación de dichos principios jurídico-penales. En este orden de
cosas, tomaré en consideración tan sólo tres manifestaciones de esta crítica: la llevada
a cabo en Alemania tras la aplicación retroactiva de la custodia de seguridad sin límite
temporal, la formulada en España en relación con la “doctrina Parot” del TS y, con
carácter general, la expresada en este país en relación con las medidas de seguridad
para imputables.
En Alemania, fue KINZIG, uno de los más reconocidos especialistas en esta materia,
quien tempranamente (en el año 2001), puso de manifiesto que la prohibición de la
retroactividad desfavorable al custodiado (al pasar de un máximo de privación de
libertad por la medida de seguridad de 10 años a un término indefinido) alcanzaba
también a la custodia de seguridad. La nueva regulación de la custodia de seguridad,
también en su versión a posteriori, violaría los correspondientes preceptos del
Convenio Europeo de Derechos Humanos(69). Y, en este sentido, la mayoría de la
doctrina alemana, tanto en el marco del Derecho Penal, como en el ámbito del Derecho
Internacional y Derechos Humanos (KINZIG, ALBRECHT, RENZIKOWSKY DÖRR,
HANNACK, RICHTER, RZPKA, STRENG, BAIER, CALLES, BÖLLINGER, GAZEAS,
SCHULZ, DESSECKER, RÖMER, STRENG, BENDER) se manifestó en contra de la
custodia de seguridad a posteriori por las razones apuntadas. En cambio, otros, aunque
todavía críticos, abogaron por la legitimidad legal de la institución (PIEROTH, HÖRNLE,
ROSCHAU)(70).
También hay autores, claro está, que abogan en favor de medidas de seguridad más
drásticas (privativas de libertad) tras el cumplimiento de la condena(77), a pesar de
que es poco conocida en nuestro país, por falta de tradición jurídica, la mentada
custodia de seguridad(78). Y, en sentido inverso, existen en la doctrina hispánica
algunas posiciones que expresan un rechazo generalizado del Derecho Penal de la
peligrosidad(79).
En España, también por tradición jurídica, la doctrina se muestra más crítica con el
Derecho Penal de la peligrosidad. La nefasta experiencia de los estados peligrosos y
medidas de seguridad pre-delictivas de la Ley de 1970 que estuvo vigente hasta 1995,
originó en los autores españoles cierto pensamiento común combativo contra las
medidas de seguridad aplicadas a sujetos imputables. Por esta razón se explica que la
introducción de la libertad vigilada como medida de seguridad complementaria de la
pena para imputables, fuera recibida con cierto escepticismo, bien por razones
ideológicas que dudan de su legitimidad, bien por la concreta regulación llevada a cabo
por el legislador español. Y ello a pesar de sus limitados efectos, tanto por la estricta
aplicación a supuestos muy puntuales, como por la menor intensidad del menoscabo
de los derechos del reo afectados. Sólo un sector minoritario de la doctrina española
se ha mostrado favorable a introducir la custodia de seguridad en nuestro
ordenamiento punitivo, y cuando lo ha hecho, ha expresado la necesidad de establecer
estrictos límites a la aplicación de esta institución. La reciente propuesta político-
criminal que ha realizado el Gobierno español con el Anteproyecto de julio de 2012 de
incorporar nuevos mecanismos jurídicos fuertemente restrictivos de derechos, como la
prisión permanente revisable o la custodia de seguridad, se va a encontrar, muy
probablemente, con la oposición de un relevante sector, seguramente mayoritario, de
la doctrina penalista española.
Y una vez más esa doctrina penalista, tanto en España como en Alemania, quiere seguir
manteniendo el Derecho Penal de las garantías, el Derecho Penal del Estado de
Derecho. Y aunque las tendencias influidas fuertemente por el pensamiento de la
globalización, como el Derecho Penal funcionalista, simbólico o del enemigo están
marcando su propio camino en Europa y Latinoamérica, sus partidarios todavía
constituyen una minoría relevante cuyas posiciones son muy contestadas en el ámbito
del pensamiento jurídico-penal(81).
6. A TÍTULO DE CONCLUSIÓN
Cuando un individuo es condenado y cumple su pena, cumple a su vez con la Justicia.
Pues la pena retribuye el mal causado por el delito acorde con la culpabilidad de su
autor. El sujeto ha sido castigado, y en condiciones normales ahí habrá acabado la
intervención del sistema penal. El problema se presenta cuando el paso por el
establecimiento penitenciario no ha conseguido evitar que el sujeto, con bastante
probabilidad, pueda volver a delinquir en el futuro. Aquí la cuestión no es de Justicia,
dado que la persona ya ha pagado su deuda con la sociedad, sino de seguridad, en la
medida en que en un futuro más o menos próximo se corre el riesgo de que aparezcan
nuevas (o antiguas) potenciales víctimas. Si se trata de un problema de seguridad, la
forma de enfrentarlo requiere un primer posicionamiento ideológico, por ser un asunto
que afecta directamente a los poderes públicos.
Dicho posicionamiento ideológico bascula entre las dos ponderaciones del fiel de la
balanza: entre la libertad de quien ha cumplido su condena y la seguridad ciudadana
del resto de la comunidad. El primero tiene derecho a reintegrarse en la sociedad una
vez que pagó su tributo con aquélla a través del sistema penal. La comunidad tiene
derecho a no sufrir futuros delitos de quien todavía es capaz de atentar a bienes
jurídicos individuales y colectivos. Cada modelo de estado, según el pensamiento que
lo conforma, inclina uno u otro de los platillos conforme a argumentos y necesidades.
En todo caso, la respuesta del poder público va a tener que elegir entre (en una
expresión que gusta a los penalistas) un cierto reparto de cargas. Si le otorga mayor
valor a la libertad del reo, la sociedad cargará con un mayor grado de inseguridad. Si
le otorga un mayor valor a la seguridad, el individuo cargará con otra privación de
libertad. Aquí se ha querido examinar esta perspectiva ideológica que contempla el
conflicto y su respuesta desde la óptica de la globalización y desde la institución de la
custodia de seguridad.
¿Y cuál es la experiencia que nos muestra el país germánico? Tras la Segunda Guerra
Mundial, tuvo la oportunidad de derogar la custodia de seguridad como producto
político-criminal procedente de un sistema totalitario, pero no lo hizo. El nuevo Estado
democrático de la República Federal de Alemania prefirió dejar sin efecto esta medida
de seguridad privativa de libertad no aplicándola, o limitando su aplicación al máximo.
Eran los tiempos de recuperación del Estado de Derecho y por ello era obligado
maximizar todas las garantías de todos los ciudadanos, incluso las de los reos
peligrosos. Los requisitos para su imposición, en esa misma línea restrictiva, eran
excepcionales y su duración limitada a diez años. Pero a raíz de una serie de crímenes
sexuales muy graves que acontecieron a mediados de la década de los noventa del
siglo pasado, los medios de comunicación encendieron la alarma roja de la inseguridad
total y los poderes públicos iniciaron una serie de reformas en la medida de seguridad,
de tal forma que fue extendiéndose su campo de aplicación e intensificándose el
menoscabo de derechos de los condenados en vistas a reducir su peligrosidad. De este
modo, se eliminaron límites de reincidencia, de edad del sujeto, de momento de
imposición de la misma (pudiendo quedar tan sólo reservada en la sentencia
condenatoria o incluso no contemplada en ella y dejada en manos del órgano de
ejecución penitenciaria) y de su duración (pasando de 10 años a su indeterminación
temporal). La custodia de seguridad se aplicó no sólo a delitos violentos o sexuales,
sino a otros no violentos, como estafa o falsedad de documentos.
Nunca podremos saber cuáles fueron los motivos reales en virtud de los cuales, tanto
la Audiencia Nacional, como después el Tribunal Supremo, cambiaron su jurisprudencia
en el momento en que Parot, un sanguinario terrorista que no había dado muestras de
arrepentimiento por sus muchos crímenes execrables, terminaba de cumplir su
condena. Pero lo que no ofrece dudas, es que dichos tribunales no querían dejar en
libertad a los terroristas que habían sido más activos y peligrosos. Puede ser que la
razón residiese en el temor al riesgo generado para las potenciales víctimas por su
puesta en libertad. Puede ser que se entendiera que la pena cumplida era demasiado
corta en comparación con el número y la gravedad de los delitos perpetrados. O puede
ser que ambas razones, más otras de menor relevancia, motivaran esta nueva línea
jurisprudencial. Pero lo cierto es que a partir de la STS de 28 de febrero de 2006, el
Alto Tribunal estableció un cambio jurisprudencial en virtud del cual se aumentaba la
pena de cumplimiento real en más de ocho años a sujetos que tenían que abandonar
la prisión con arreglo a los criterios de cómputo cuando fueron enjuiciados. Se trataba,
por tanto, de una jurisprudencia que, en perjuicio de reo, se aplicaba retroactivamente
aumentando en más de un tercio su privación de libertad. El TC español respaldó
recientemente, salvo alguna excepción con mayor calado formal que material, esta
doctrina. El paralelismo con la actuación del BVerfG es evidente. Se trata de sujetos
muy peligrosos, que han cumplido con su privación de libertad conforme a las reglas
jurídicas o de interpretación jurisprudencial que regían cuando fueron condenados.
Llegado el momento del límite del cumplimiento conforme a esas reglas o doctrinas, al
sujeto se le impide recuperar la libertad merced al establecimiento de una nueva norma
o interpretación jurisprudencial más grave, que aumenta de hecho su privación de
libertad. Esta ulterior privación de libertad se proyecta retroactivamente, con
argumentos técnicos de distinta índole que esconden la verdadera razón de este
proceder.
Por todas estas objeciones, antes de introducir este instituto jurídico extraño a nuestro
sistema penal, sería conveniente aprovechar mejor las instituciones que ya conocemos.
En penas largas de prisión, se podría sustituir una parte de la misma e incidir con la
medida de seguridad, y luego complementar, si fuera necesario, con la libertad vigilada
(que también requeriría de una profunda reforma). O incluso podría introducirse la
custodia de seguridad como medida complementaria de la pena de forma subsidiaria.
Esto es, para los supuestos en los que el sujeto peligroso violase las reglas básicas de
la libertad vigilada, y este incumplimiento reflejase un alto grado de peligrosidad. Se
trata, pues, tras la condena, de primar en el marco de las medidas de seguridad el
principio de intervención mínima. En efecto, dado que la fiabilidad de los sistemas de
determinación del pronóstico de peligrosidad del condenado no es muy alta(86), y el
individuo ha cumplido con la pena por el injusto culpable perpetrado, hay que otorgarle
una oportunidad antes de emplear la medida de intervención más drástica para su
libertad.
Pero todas estas otras consideraciones que ahora meramente se expresan en voz alta,
tendrán que ser, reitero, objeto de sucesivas investigaciones…
NOTAS:
(1). Retomo algunas de las ideas que en su día formulé en el trabajo BORJA JIMÉNEZ,
E.: Globalización y concepciones del Derecho Penal. Estudios Penales y Criminológicos,
XXIX. Universidad Santiago de Compostela, 2010; págs. 141-206.
(9). BORJA JIMÉNEZ, E.: Acerca de lo universal y lo particular del Derecho Penal.
Bogotá, 2010; págs. 31 y ss.
(10). Tomamos estos y otros datos del gran trabajo de CAPELLA HERNÁNDEZ, J. R.:
Estado y Derecho ante la mundialización. Aspectos y problemáticas generales en
CAPELLA HERNÁNDEZ, J. R. (Coord.): Transformaciones del derecho en la
mundialización… cit.: págs.83 y ss. En relación con los rasgos de la Tercera Revolución
Industrial, señala el autor: "La tercera revolución industrial consiste esencialmente en
el empleo de nuevos materiales de origen químico y bioquímico, en la introducción
generalizada de la informática, en la producción y en el consumo privado, y, sobre
todo, en la adopción de nuevas formas organizativas para desarrollar los procesos
productivos y de comercialización" (págs. 92-93).
(14). CAPELLA HERNÁNDEZ: Estado y Derecho ante la mundialización… cit.; pág. 105.
(15). En este sentido, vuelvo a retomar algunas ideas de mi trabajo BORJA JIMÉNEZ:
Acerca de lo universal y lo particular del Derecho Penal… cit.; págs. 37 y ss.
(16). Una de las más profundas interpretaciones sobre el funcionalismo en el Siglo XXI
viene reflejada en el trabajo de SCHNEIDER, Hendrik: Kann die Einübung in
Normanerkennung die Strafrechtsdogmatik leiten? Eine Kritik des strafrechtlichen
Funktionalismus. Berlin, 2004.
(18). Ya me expresé en este sentido en BORJA JIMÉNEZ, E.: Algunas reflexiones sobre
el objeto, el sistema y la función ideológica del Derecho Penal. Anuario de Derecho
Penal y Ciencias Penales (ADPCP). Tomo LI (1998); págs. 243 y 244.
(20). En este sentido, ROXIN, Claus: Was darf der Staat unter Strafe stellen? Zur
Legitimation von Strafdrohungen en PÉREZ ÁLVAREZ, F. (Ed.): “Universitas vitae”.
Homenaje a Ruperto NUÑEZ BARBERO. Salamanca, 2007; pág. 683. ROXIN:
Strafrecht. Allgemeiner Teil. Band I. Grundlagen der Aufbau der Verbrechenslehre. 4ª
Edic. München, 2006; págs. 25 y ss.
(21). Señala MORILLAS CUEVA que el carácter simbólico del Derecho Penal de la
globalización representa una aparente contradicción, en tanto que, por un lado, se
recurre a normas penales vacías de contenido para resolver conflictos humanos que no
las necesitan; y, por otro lado, cuando los intereses del mercado así lo requieren, se
despenalizan conductas que merecen la punición. MORILLAS CUEVA, L.: Reflexiones
sobre el Derecho Penal del futuro. Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología.
RECPC 04-06 (2002). http://criminetugr.es/recpc; págs. 22 y 23.
(22). Una explicación sobre la relación entre alarma social y medios de comunicación
se encuentra en el trabajo de BRANDARIZ GARCÍA, J. A.: Itinerarios de la evolución
del sistema penal como mecanismo de control social de las sociedades contemporáneas
en FARALDO CABAÑA, P. (Dir.)/BRANDARIZ GARCÍA, M. A./PUENTE ALBA, L. M.
(Coords.): Nuevos retos del Derecho Penal en la era de la globalización. Valencia, 2004;
págs. 15 y ss., 37 y 38.
(23). “Todo ello lleva a reconsiderar la función de ultima ratio tradicionalmente
atribuida al Derecho penal. El carácter fragmentario y subsidiario que se viene
predicando de éste se fundamenta en consideraciones que hacen referencia, sobre
todo, a la relevancia del bien jurídico afectado y a las características de los medios de
ataque al mismo. Pero cuando a impulsos de la globalización se desconoce el carácter
criminal de conductas gravemente lesivas, el Derecho penal deja de ser ultima ratio
para convertirse en un instrumento ancilar de la política económica, que olvida su
vocación de tutela de bienes jurídicos y se limita, en el mejor de los casos, a una inocua
función simbólica”. TERRADILLOS BASOCO, J: M: El Derecho Penal de la globalización:
luces y sombras en CAPELLA HERNÁNDEZ, J. R. (Coord.): Transformaciones del
derecho en la mundialización. Madrid, Consejo General del Poder Judicial, 1999; págs.
185 y ss., 210.
(24). Se ha dicho, y con razón, que la globalización comporta una espiral de producción
normativa frenética y desordenada (DE JULIOS-CAMPUZANO, A.: La crisis del
ordenamiento jurídico. Reflexiones sobre racionalidad jurídica y globalización en DE
JULIOS-CAMPUZANO, A. (Edit.): Ciudadanía y Derecho en la era de la globalización.
Madrid, 2007; pág. 79 y ss., 95). Una razón puede encontrarse en la rápida
transformación de las sociedades industriales, que obliga a regular con normas
jurídicas esa nueva realidad compleja. Pero en el ámbito punitivo, el incremento de
reformas penales se explica, entre otras causas, por la utilización simbólica del Derecho
Penal.
(25). Ioannis MANOLEDAKIS explica muy bien la relación entre la inflación del Derecho
Penal y los procesos de globalización en Europa occidental. Argumenta que conforme
el Derecho Penal tiende a globalizarse y se recurre a la represión penal en amplios
ámbitos que constantemente la reclaman (también el internacional), mayor es el
alejamiento, con el consecuente debilitamiento, de sus principios fundamentales con
la consiguiente dolorosa erosión de nuestra herencia cultural. Al respecto, PRITTWITZ,
Cornelius: Skizzen zu Strafrecht und Kriminalpolitik in Zeiten der Globalisierung en, C.
PRITTWITZ, Cornelius/MANOLEDAKIS, Ioannis (Coords.): Strafrechtsprobleme an der
Jahrtausendwende. Deutsch-Griechisches Symposium Rostock 1999, 2000; págs. 163
y ss., 164.
(26). Destaco algunas obras generales que fundamentan, explican o critican esta
concepción. APONTE, Alejandro: Krieg und Feindstrafrecht. Überlegungen zum
"effizienten" Feindstrafrecht anhand der Situation in Kolumbien. Baden-Baden, 2004.
CANCIO MELIÁ, M./GÓMEZ-JARA DIÉZ, D. (Coords.):Derecho penal del enemigo. El
discurso penal de la exclusión. Montevideo, Madrid, 2006. GRACIA, MARTÍN, L.: El
horizonte del finalismo y el "derecho penal del enemigo”. Valencia, 2005. JAKOBS,
Günther/CANCIO MELIÁ, M.: Derecho penal del enemigo. 2ª Edic. Navarra, 2006.
KUTALIA, Lasha-Giorgi: "Feindstrafrecht". Naturzustand vs. Rechtsbeziehung?
Göttingen, 2007. MORGUET, Geraldine Louisa: Feindstrafrecht. Eine kritische Analyse.
Berlin, 2009. MUÑOZ CONDE, F.: El Derecho Penal del enemigo. México D. F., 2003.
MUÑOZ CONDE, F.: El nuevo Derecho Penal del enemigo en LOSANO, Mario G./MUÑOZ
CONDE, F. (Coords.): El derecho ante la globalización y el terrorismo “cedant armant
togae”. Actas del Coloquio Internacional Humboldt. Montevideo, abril 2003. Valencia,
2004; págs. 161 y ss. MUÑOZ CONDE, F.: Über das "Feindstrafrecht". Berlin, 2007.
PAWLIK, Michael: Der Terrorist und sein Recht. Zur rechtstheoretischen Einordnung
des modernen Terrorismos. München, 2008. ZAFFARONI, Eugenio Raúl: El enemigo en
el Derecho Penal. Madrid, 2006.
(27). Sobre la relación entre los atentados del 11 de septiembre de 2001, el
endurecimiento de la legislación antiterrorista estadounidense y su calificación como
Derecho Penal del enemigo, VERVAELE, John: La legislación antiterrorista en Estados
Unidos ¿Un derecho penal del enemigo? en AA. VV.: El Derecho Penal ante la
inseguridad global. Albacete, 2007; págs. 171 y ss.
(29). En este sentido, las atinadas reflexiones de PAWLIK: Der Terrorist und sein
Recht... cit.; págs. 38 y 39.
(31). “Es notorio, sin embargo, que en determinados supuestos de especial gravedad
ese efecto rehabilitador de la pena se ve dificultado, en la medida en que ésta no
resulta suficiente o adecuada para excluir un elevado riesgo de reincidenci… La opción
inocuizadora, que se traduciría en la prolongación ilimitada y/o indiscriminada de la
privación de libertad, choca obviamente con principios elementales del Derecho Penal
que la Constitución ampara. Se hace necesario, por tanto, para tales casos de especial
gravedad expresamente previstos, contemplar otras soluciones que, sin cejar en el
esfuerzo rehabilitador que debe seguir inspirando el tratamiento penitenciario,
permitan conciliar las referidas exigencias constitucionales con otros valores no menos
dignos de tutela, como son la seguridad y la libertad del resto de los ciudadanos,
potenciales víctimas del delincuente no rehabilitado que el sistema penitenciario
devuelve a la sociedad”.
(32). Son muchas las interpretaciones legales que se han llevado a cabo en relación
con el significado y ponderación del conflicto señalado tras la aprobación de la L. O.
5/2010 . A título de ejemplo, señalo algunos trabajos que han profundizado en esta
línea. ACALE SÁNCHEZ, M. J.: Libertad vigilada (art. 106 y 468), en ÁLVAREZ GARCÍA,
J./GONZÁLEZ CUSSAC, J. L. (Coords.): Comentarios a la Reforma Penal de 2010.
Valencia, 2010; págs. 147-158. FEIJOO SÁNCHEZ, B.: La libertad vigilada en el derecho
penal de adultos, en DÍAZ-MAROTO Y VILLAREJO, J. (Dir.): Estudios sobre las reformas
del Código Penal: (operadas por las LO 5/2010, de 22 de junio, y 3/2011, de 28 de
enero). Madrid, 2011; págs. 213-240. GARCÍA ALBERO, R.: La nueva medida de
seguridad de libertad vigilada. Revista Aranzadi Doctrinal, núm. 6 (2010); págs. 183-
196. GARCÍA RIVAS, N.: La libertad vigilada y el derecho penal de la peligrosidad.
Revista General de Derecho Penal, núm. 16 (2011); págs.. 1-27.
(33). “Agotada, pues, la dimensión retributiva de la pena, la peligrosidad subsistente
del sujeto halla su respuesta idónea en una medida de seguridad” (Preámbulo de la L.
O. 5/2010).
(34). Señala FEIJOO SÁNCHEZ (La libertad vigilada en el derecho penal de adultos…
cit.; pág. 237), que aunque la introducción de medidas de seguridad para imputables
peligrosos tras el cumplimiento de la pena es legítima, la materialización que el
legislador ha realizado a través de la libertad vigilada en la reforma de 2010 es
desastrosa.
(35). “El sistema monista tradicional en nuestra legislación penal fue objeto de una
tímida revisión por la Ley Orgánica 5/2010 , que introdujo una medida de seguridad,
la libertad vigilada, que debía ser cumplida tras la extinción de la condena por los
delincuentes sexuales peligrosos”. Exposición de Motivos del Anteproyecto de 2012, de
Reforma del Código Penal de 1995 (ARCP 2012), VI.
(36). “La novedad más importante es la previsión de una nueva medida de seguridad
privativa de libertad denominada custodia de seguridad, que se reserva para los casos
más graves y cuando las medidas no privativas de libertad se revelen insuficientes para
hacer frente a la peligrosidad del autor. La medida podrá ser impuesta únicamente en
supuestos excepcionales de reiteración de la comisión de delitos de especial gravedad
y constatación de la especial peligrosidad del sujeto, y deberá ser cumplida con
posterioridad a la pena de prisión que haya sido impuesta por el delito cometido”. ARCP
2012, cit.
(37). “Se introducen dos grupos de supuestos en los que será posible la imposición de
esta medida de seguridad: el primero, cuando el sujeto sea condenado por alguno de
los delitos de especial gravedad incluidos en la Ley (delitos contra la vida, la integridad
física, la libertad o la libertad o indemnidad sexual, delitos de tráfico de drogas, delitos
cometidos con violencia o intimidación sobre las personas, delitos contra la comunidad
internacional, de riesgo catastrófico o de terrorismo) a una pena de más de tres años
de prisión; hubiera sido ya anteriormente condenado por delitos de esta naturaleza y
hubiera cumplido una estancia mínima en prisión; y se constate su elevada
peligrosidad… … Y, en segundo lugar, podrá imponerse la custodia de seguridad cuando
el sujeto fuera condenado por varios delitos contra la vida, la integridad física, la
libertad o la libertad o indemnidad sexual, delitos contra la comunidad internacional, o
de terrorismo, se le impusiera una pena total superior a cinco años de prisión y, al igual
que en el supuesto anterior, se confirmara la peligrosidad del autor…. … La custodia de
seguridad tendrá una duración máxima de diez años, si bien deberá ser alzada tan
pronto desaparezca la causa que hizo necesaria su imposición (peligrosidad). Existirá
una revisión judicial periódica, como ya está previsto actualmente con carácter general
para las medidas de seguridad. Cuando se hubiera impuesto una medida de seguridad
privativa de libertad –custodia de seguridad- el alzamiento en su momento de la
medida iría acompañado de la imposición de una medida de libertad vigilada”. ARCP
2012, cit.
(41). Gesetz zur Bekämpfung von Sexualdelikten und anderen gefährlichen Straftaten,
de 26 de enero de 1998.
(50). Aparte de los criterios formales que tradicionalmente utiliza el StGB para imponer
la medida de custodia de seguridad, el § 66 exigía que, tomando en consideración una
valoración global del autor y de sus actos, merced a su tendencia a perpetrar delitos
de gravedad notable, pueda constatarse que es peligroso para la comunidad.
(53). Cito algunos trabajos que explican esta jurisprudencia: SANJUÁN GARCÍA, P.: La
redención de penas en la acumulación de condenas: La "Doctrina Parot". Lex nova: La
revista, núm. 54 (2008). DOLZ LAGO, M.: Doctrina Parot aplicada al doble cómputo de
la prisión provisional en la acumulación de condenas. Diario La Ley, núm. 7679 (2011).
MANZANARES SAMANIEGO, J. L.: Reflexiones sobre el <<caso Troitiño>>, la
<<doctrina Parot>> y los vaivenes jurisprudenciales en materia de terrorismo. La Ley,
núm. 7654 (2011).
(54). BVerfG Sentencia de 5 de febrero de 2004 (2 BvR 2029/01), citada por la doctrina
como BVerfGE 109, 133.
(55). BVerfG Sentencia de 10 de febrero de 2004 (2 BvR 834, 1588/02), citada por la
doctrina como BVerfGE 109, 190.
(57). No obstante, tres magistrados llevaron a cabo un voto particular en el que ponían
en duda la constitucionalidad de la continuación de la privación de libertad de los
demandantes, argumentando en favor de ello la merma de los principios básicos del
Estado de Derecho. Sobre esta resolución, y sus votos particulares, ampliamente,
ALEX: Nachträgliche Sicherungsverwahrung… cit.; págs. 14 y ss.
(58). BÖHM: Der 'Gefährder' und das 'Gefährdungsrecht'… cit.; pág. 149.
(60). Sobre la situación que determinó esta forma de actuación del BVerfG en estas
dos importantes resoluciones, KINZIG: Die Legalbewährung gefährlicher Rückfalltäter…
cit.; pág. 41.
(61). Las decisiones más relevantes son BGHSt 50, 121; BGHSt 50, 180; BGHSt 50,
275; BGHSt 50, 284 y BGHSt 50, 373. Al respecto KINZIG: Die Legalbewährung… cit.:
págs.. 299 y 300.
1. Toda persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad. Nadie puede ser privado
de su libertad, salvo en los casos siguientes y con arreglo al procedimiento establecido
por la ley:
1. Nadie podrá ser condenado por una acción o una omisión que, en el momento en
que haya sido cometida, no constituya una infracción según el derecho nacional o
internacional. Igualmente no podrá ser impuesta una pena más grave que la aplicable
en el momento en que la infracción haya sido cometida.
(64). Así, destacan, entre otras, las siguientes Sentencias del Tribunal Europeo de
Derechos Humanos: 13 de enero de 2011, núm. 17792/07, Kallweit v. Germany; 13
de enero de 2011, núm. 20008/07, Mautes v. Germany; 13 de enero de 2011, núm.
27360/04 y 42225/07, Schummer v. Germany. En relación con éstas y otras
resoluciones del TEDH en este asunto, EGMR 21.10.10, Sicherungsverwahrung
innerhalb der zur Zeit der Tat und der Verurteilung gesetzlich vorgeschriebenen
Höchstdauer konventionsgemäss. Grosskopf gegen Deutschland. Europaische
Grundrechte Zeitschrift, núm. 38 (2011); págs. 20 y ss. EGMR 13. 1. 11, Nachträglich
verlängerte Sicherungsverwahrung. Kallweit gegen Deutschland. Europaische
Grundrechte Zeitschrift, núm. 38 (2011); págs. 255 y ss.
(65). Vid supra, nota 39. En relación con esta resolución, y con sus antecedentes y
otras posteriores derivadas de la misma, han aparecido muchos trabajos tras los
inicialmente mencionados. Entre ellos, destacan SCHÖCH, Heinz.: Das Urteil des
Bundesverfassungsgerichts zur Sicherungsverwahrung. Goltdammer's Archiv für
Strafrecht, núm. 159 (2012); págs. 14 y ss. KINZIG, Jörg: Die Neuordnung des Rechts
der Sicherungsverwahrung. Neue Juristische Wochenschrift, núm. 64 (2011); págs.
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BVerfG vom 4.5.2011. Juristenzeitung, núm. 17 (2011); págs. 827 y ss. VOLKMANN,
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págs. 488 y ss. KILCHLING, Michael: Die Zukunft der Sicherungsverwahrung?
Monatsschrift für Kriminologie und Strafrecht, núm. 94 (2011); págs. 1-3. MÜLLER,
Júrgen Leo/STOLPMANN, Georg/FROMBERGER, Peter/ HAASE, Kessy Ann:
Legalbewährung nach Gutachten zur nachträglichen Sicherungsverwahrung.
Monatsschrift für Kriminologie und Strafrecht, núm. 94 (2011); págs. 253 y ss. ALEX,
Michael: Die Anhörung im Bundestag zur Neuordnung der Sicherungsverwahrung: Ein
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Monatsschrift für Kriminologie und Strafrecht, núm. 94 (2011; págs. 266 y ss. MITSCH,
Wolfgang: Was ist Sicherungsverwahrung und was wird aus ihr? Juristische Schulung,
núm. 9 (2011); págs. 785 y ss. PEGLAU, J: Das BVerfG und die Sicherungsverwahrung:
Konsequenzen für Praxis und Gesetzgebung. Neue Juristische Wochenschrift, núm. 64
(2011); págs. 1924 y ss.
(68). El TEDH, en Sentencia de 10 de julio de 2012, en el caso Del Río Prada v. España,
asunto núm. 42750/09 (Sala Tercera), condenó al Estado español a indemnizar a la
recurrente con 30.000 euros por daños morales y ordenó su inmediata puesta en
libertad. Entendió el Tribunal de Estrasburgo que la prolongación de la condena desde
el 2 de julio de 2008 (fecha en la que Del Río tendría que haber abandonado la prisión)
hasta el 27 de junio de 2017 (nuevo cómputo aplicado retroactivamente por los
tribunales españoles merced a la “doctrina Parot”), violaba los preceptos relativos al
principio de legalidad penal y de irretroactividad de las sanciones desfavorables al reo
(art. 7 del Convenio Europeo de Derechos Humanos) y el derecho a la libertad y
seguridad (art. 5 del CEDH).
(71). Todavía se observa una apreciación más técnica que político-criminal en los
trabajos que se han ocupado directamente de esta problemática. Entre los más
recientes, SÁNCHEZ MELGAR, J: La vigencia de la <<doctrina Parot>>, entrelazada
con el caso <<Troitiño>>: algunos aspectos de actualidad en el cumplimiento sucesivo
de las penas. Diario La Ley, núm. 7635 (2011). DE MENDIZÁBAL ALLENDE, R.: El
<<caso Troitiño>> y la <<Doctrina Parot>>. Actualidad Administrativa, núm. 14
(2011); pág. 1. LLOBET ANGLÍ, M.: Caso Parot en SÁNCHEZ-OSTIZ GUTIÉRREZ, P.
(Coord.): Casos que hicieron doctrina en el Derecho Penal. Madrid, 2011; págs. 895 y
ss. CALDERÓN MALDONADO, F. A.: Cumplimiento de las penas: análisis de la Doctrina
Parot y del denominado doble cómputo de la prisión provisional. Diario La Ley, núm.
7671 (2011).
(72). Sin embargo, para autores como GARCÍA RIVAS, atender a la problemática de la
peligrosidad postdelictiva de los condenados implica romper las barreras de contención
de la política criminal del Estado de Derecho: “En efecto, existe un amplio debate
doctrinal en torno a un supuesto nuevo Derecho penal que ha traspasado las líneas de
contención del Estado de Derecho y avanza sin pausa tomando como rehenes a las
garantías que se han construido en los últimos siglos para contener la arbitrariedad
punitiva: el llamado Derecho penal del enemigo, al que se adscriben medidas como la
libertad vigilada española o la custodia de seguridad alemana”. GARCÍA RIVAS: La
libertad vigilada y el derecho penal de la peligrosidad… cit.; pág. 12. Aun siendo cierto
que es difícil mantener un Derecho Penal de la peligrosidad sin afectar las garantías
básicas del Estado de Derecho, no toda medida de seguridad tiene el mismo alcance ni
la misma magnitud, tal y como se señala en el texto.
(73). Entre otros, destacan, ZUGALDÍA ESPINAR, GRACIA MARTÍN, GARCÍA ALBERO,
SÁNCHEZ LÁZARO, FEIJOO SÁNCHEZ, ROBLES PLANAS o BOLDOVA PASAMAR. Así
GARCÍA RIVAS: La libertad vigilada y el derecho penal de la peligrosidad… cit.; pág.
15.
(75). ROBLES PLANAS, R.: “Sexual Predators”. Estrategias y límites del Derecho penal
de la peligrosidad. InDret, núm. 4 (2007), especialmente sus tres últimas conclusiones
al final del trabajo.
(77). En este sentido se manifiestan, entre otros, CEREZO MIR, J.: Reflexiones críticas
sobre algunas manifestaciones de la moderna tendencia a incrementar el rigor en la
exigencia de responsabilidad criminal, en ITXASO, M./GALINDO AYUDA, F.: El
pensamiento jurídico: pasado, presente y perspectiva. Libro homenaje al prof. Juan
José GIL CREMADES. Madrid, 2008: págs.. 217 y ss. SÁNCHEZ LÁZARO, F. G.: Un
problema de peligrosidad postdelictual: Reflexiones sobre las posibilidades y límites de
la denominada custodia de seguridad. Revista Penal, núm. 17 (2006); págs.. 142 y ss.
JORGE BARREIRO, A.: Reflexiones sobre la compatibilidad de la regulación de las
medidas de seguridad en el CP de 1995 con las exigencias del Estado de Derecho, en
BAJO FERNÁNDEZ, M./JORGE BARREIRO, A./SUÁREZ GONZÁLEZ, C. (Coords.):
Homenaje al Profesor Dr. Gonzalo RODRÍGUEZ MOURULLO. Madrid, 2005; págs. 565
y ss.
(78). Hay algunos trabajos, no muchos ciertamente, que explican esta medida de
seguridad, o se esfuerzan por comparar sus efectos en una hipotética introducción en
el ordenamiento punitivo español. En este sentido, se pueden citar, entre otros, SILVA
SÁNCHEZ, J. M.: ¿Es la custodia de seguridad una pena? Indret, núm. 2 (2010).
ENCINAR DEL POZO, A.: Las medidas de seguridad posdelictuales: nuevas
orientaciones. Análisis especial de la "custodia de seguridad". Estudios de Derecho
Judicial, núm. 127 (2007); págs. 11 y ss. CANO PAÑOS, M. A.: El marco jurídico y
criminológico de la custodia de seguridad en el Derecho penal alemán. Cuadernos de
Política Criminal, núm. 91 (2007); págs. 205 y ss. También destacar, en este sentido,
el trabajo de CEREZO MIR reseñado en la nota anterior.
(80). Una moderna exposición puede encontrarse en LEAL MEDINA, J.: El concepto de
peligrosidad en el Derecho penal español: proyección legal y alcance jurisprudencial.
Perspectivas actuales y de futuro. Diario La Ley, núm. 7870 (2012).
(81). Uno de los autores alemanes más controvertidos, y desde mi punto de vista, que
más se acerca al pensamiento propio de la globalización (como mantengo en el texto),
Günther JAKONBS, coherente con su sistema y lineamiento político-criminal, justifica,
como no podía ser de otro modo, las medidas de seguridad complementarias de la
pena con argumentos y lenguaje propio de su funcionalismo sociológico: “Con otras
palabras, quien quiere participar como persona en Derecho, como ciudadano, tiene una
prestación debida que ha de cumplir permanentemente: tiene que generar fiabilidad
cognitiva... …Si esta obligación no se cumple de modo imputable y de una manera
cualificada, en cuyos detalles no hay que entrar aquí, la sociedad civil tiene que
conseguir coactivamente la fiabilidad cognitiva, precisamente mediante medidas de
seguridad complementarias a la pena que excluyen de determinadas actividades
sociales”. JAKOBS, Günther: Coacción y personalidad. Reflexiones sobre una teoría de
las medidas de seguridad complementarias a la pena. Traducción de PASTOR MUÑOZ,
N. InDret, núm. 1 (2009).
(85). En este sentido se expresa el estudio realizado sobre España de MANSO PORTO,
T., en KOCH, Hans-Georg (Coord.): Wegsperren? Freiheitsentziehende Massnahmen
gegen qefáhrliche, strafrechtlich verantwortliche (Rückfall-)lTäter… cit.; págs.. 321 y
ss.
(86). Así, representativos son los recientes estudios que se han realizado en Alemania
en el marco del pronóstico de peligrosidad como presupuesto de la custodia de
seguridad. Así, LANGE, Julian: Die Kriminalprognose im Recht der
Sicherungsverwahrung. Berlin, 2012. WISCHKA, Bernd (Coord.): Behandlung von
Straftätern. Freiburg i. Br., 2012.