Está en la página 1de 17

POETAS ARGENTINAS CONTEMPORANEAS

Nora Isabel Delgado.


Ganadora del 1er. Premio en poesía, en el Concurso Literario 2016 de la Biblioteca Mariano Moreno de Bernal.
Domingo a la parrilla.
el sol que rompe el hielo de la cola del invierno
paso firme sobre cada baldosa
para desmentir el desgaste
de la rótula
poquita sal
limón
pero el silencio
se han apagado las llamas
se ha ido el humo
girando
en cambiantes recuerdos
una fría ceniza protege la brasa

GRISELDA GARCÍA
No mamá

un hombre dejó su semen


en mí hace unas semanas
y hoy la sangre viene a decir
que no seré madre:
no se me hinchará el vientre
no usaré vestidos floreados
no vomitaré por las mañanas
no me crecerán las tetas
no sentiré algo comiéndome
no me cambiará el humor
no viviré nada de eso
seguiré sangrando mes a mes
podré masturbarme con facilidad
oigo a mujeres decir:
“tener un hijo es lo mejor que me pasó en la vida”
y pienso:
“qué vida de mierda habrá tenido”
nunca lo digo, claro
pero cada vez que hablan de bebés
la hija que aún queda en mí
asiente y sonriendo recuerda
a la madre que mató y quedó viva.

Griselda García (Argentina, 1979) espa/ita

VALERIA TENTONI / ADENTRO DE LA HELADERA SIEMPRE ES DE DÍA


Adentro de la heladera siempre es de día.
Las cosas que están ahí no se quejan, no le piden a ningún dios
que apague la luz. Esperan su turno.
Algunas se vencen, pero se quedan igual.
Me gustaría ser la botella de Coca-Cola
que cargo con agua de la canilla. Algo que acepta su destino
sin escándalos.

Vivo arriba de un supermercado chino.


El otro día colgué un pantalón de la ventana
y el viento se lo llevó. Tuve que bajar, tuve que pedirles permiso.
Me dejaron entrar al depósito: fue como llegar
a la vasija de pepitas de oro al final del arco iris.
Durante mucho tiempo pensé que el ruido ese venía de la panadería
que está a mitad de cuadra. Resulta que no,
que viene de lo de los chinos.
Hay un enorme motor que usan para ventilar su mercadería.

Las cosas que están ahí no se quejan, no le piden a ningún dios


que haga silencio.

Todo lo que brilla es satélite de alguna estrella opaca.


Algún día esa estrella dejará de existir
antes que sus rayos
y caeremos a una fe ridícula.

Si no hubiese cosas más tristes que esa,


esa sería una cosa triste.

Valeria Tentoni (Bahía Blanca, Argentina, 1985), Antitierra (2014),

ANAHÍ MALLOL / DE "UNA CIUDAD"

2.
me habían dicho que la ciudad
sería mía un día y aunque
no entendía bien qué era lo que
eso podría querer decir vagamente
me imaginaba
que podría caminar
por todas partes sin miedo y
sin perderme
que la ciudad estaría ahí
con una respuesta pronta
para aplacar cada deseo que surgiera
que la ciudad se desplegaría ante
mis ojos mis manos mis piernas
como un libro troquelado
lleno de colores y música e incitaciones sutiles
un juego sofisticado o un
pasatiempo a medias erudito a la vez
mapa diccionario palabras
cruzadas y algo así como un
caleidoscopio amable
después pasaron los años y ahora
que la ciudad es mía
sé lo que mío quiere decir:
en esta esquina el primer beso
y en la otra cuadra una palabra de adiós
allá al norte la muerte de mi padre
en un lugar público y poblado de curiosos asistiendo
mórbidos y morbosos a sus estertores
ahogados al sur
el departamento que me gustó y no llegué a comprar
la iglesia a la que iba cuando creía
que el mundo podía ser mejor
y la casa de las mellizas donde se hacían las fiestas
y el gordito más piadoso nos hizo creer a todas
que éramos la elegida
el camino al aeropuerto y al exilio de un hermano
que se volvió extranjero en el centro
la casa de la infancia un mausoleo
de horror y recuerdos que evito minuciosamente
transitar al oeste la casa que construí
con un compañero que se fue y se llevó su mitad y muy
muy al este la casa del hombre al que más quise donde vive
con su mujer y sus hijos
mía esta ciudad
tan mía que quisiera
irme a un lugar
donde nadie me conozca donde nadie
hable mi lengua
para volver a
creer amar cuidar confiar construir
habitar una ciudad pero
esta sí
que permanezca
si hay dios
para siempre
extranjera.

Anahí Mallol (La Plata, Argentina, 1968), Una ciudad (2016)

MARIANA ROBLES / DOS POEMAS

Cuando plancho florece el entendimiento


la revelación se desvía de sus formas lógicas
y lo que soy encarna situaciones ancestrales:
la cadencia, las manos sujetando
la plancha, el calor que emana
conducen a la revelación de un lenguaje
metódico y simple.
-de Tres mujeres planchadoras
*
Mi linda madre con reiterada ceremonia
mes a mes compra varios rollos de colores
para su doméstica cámara analógica.
Cuando mi hijo Valentino y yo vamos
a visitarla, cruzando el filo de las sierras,
ella nos espera con su obturador abierto
como una flor en éxtasis o a punto de morir.

-de El árbol de los reflejos

Mariana Robles (Buenos Aires, 1980), Tres mujeres planchadoras, inédito

Norma Etcheverry

INSECTOS I

Los pequeños insectos danzan en círculo


se estrellan unos con otros cegados por la luz 
que artificialmente
dibuja sus prematuras sombras.
Breves sus vidas se encandilan
en un giro tras otro
inútilmente.

Así los hombres


por demasiada lucidez o demasiada levedad
sucumben.

INSECTOS II

Entonces cae la noche


y no somos más que sombras chinescas
sobre el mundo
cementerio de nada
flores quietas
bajo el golpe efímero del agua
Cada mañana como las mariposas
insectos de luz
volvemos a creer en la mundana concupiscencia
de los días.

EL POEMA DEBIERA SER ALGO QUE SE PLANTA


El poema no es algo que se construye 
 sino algo que se planta. 
Miguel Torga
El poema debiera ser algo que se planta
como un arbusto
un seto un manzano
que se riegue sin saber lo que se arriesga
lo que deja en el fondo
o lo que sale a la luz
solo debiera dar cuenta de nuestra pequeñez
en la tierra
de nuestra imperceptible sombra
y nuestra nada en el tiempo
o mejor aún de nuestra máxima aspiración: que un pájaro o un niño
se pose alguna vez
sobre sus ramas.

EL CABLE DEL TELÉFONO

Sentada al sol
miro mi casa desde fuera de mi casa
la música del auto me envuelve lentamente
todo se detiene
y por un instante
reparo en el cable del teléfono.
Recortado en el fondo de este cielo
me impresiona pensar que todos estos años
ha sido el mismo cable.
Toda esta vida en esta casa
con ese mismo cable negro
péndulo apenas
mecido por los vientos
reseco al sol
lluvia tras lluvia 
sobre el mismo objeto mudo
que estuvo allí permaneciendo cada día
cada noche 
cada año de todos estos años y tantas voces
tantas conversaciones
tantas historias o fragmentos
de historias 
que entraron y salieron
toda la vida y toda la muerte toda 
pasando por allí.
Como un cordón umbilical que alimentara
de palabras al mundo.

LA POSESIÓN DEL INSTANTE

Sé que atrapé un instante


cuando llegaba noviembre
o poco antes
las cortinas se mecían por el viento 
y flotaban las nubes
una mosca merodeaba por lo humano
Sé que atrapé alguno 
entre sucesos
felices y no tanto
bajo la tinta oscura, 
por ejemplo,
el infinitesimal respiro
con que dijiste por última vez amor
 y
 volveremos a vernos

Sé que pude 
en el minúsculo soplo de la letra
despedirme con ojos, con palabras
con de-terminaciones
con silencios

Sólo la escritura tiene cosas 


del presente huidizo 
entre las manos
esta posesión de lo inasible (¿será que ya fue o será
que va a ser?)

Atrapé un instante antes de noviembre


y me quedé con él

Estabas todavía en la casa

Pronto
sería el verano.

Norma Etcheverry Nació en 1963 en la provincia de Buenos Aires, Argentina, 

Josefina Saffioti | Mundo lego

ya sé
ya sé que no.
que no tengo pareja
casa familia auto
ni plata en el colchón
ni vacaciones de semana santa
ni creo en dios
ni voté nunca al que ganó.
ni siquiera me gustan
el fernet con coca
el whisky doble o la tapita negra.
soy del tipo de gente 
que deja caminar 
a una cucaracha sobre la espalda
años sin matarla, años mirándola
crecer convertirse
en una cucaracha mayor
sin aniquilarla.
ya sé que el raid 
no sirve para el amor.

Josefina Saffioti (Buenos Aires, 1983), Mundo lego. Ediciones En Danza. Buenos Aires. 2015.

ROXANA PÁEZ

LA COLECCIÓN DE PIEDRAS DE ROGER CAILLOIS EN LA BIENAL DE VENECIA

Junto con ellas, el cuento que él se contaba sobre ellas,


el de una escritura inscrita en ellas de una sintaxis misteriosa.
Ellos estaban celosos de la mía,
un guijarro de tiza dentro de una cajita,
como Caillois del secreto del frijol saltarín. No importa
lo que tenga dentro, sino su movimiento mágico que motiva
el ensueño decía Breton. Pero Caillois quería cortarlo como un chico
para descubrir el misterio de la inquietud de la vaina.

Y tenía razón, dentro vivía una larva que sacudía la semilla


cuando sentía calor. Con paciencia se puede llegar
a ver el gusano abandonando su casa.

El punch maravilloso de Breton no existía. Pero sí las investigaciones


líricas de Caillois-Caillou. Investigación y poesía van juntas para toda
experiencia sobre la tierra, incluso sobre y debajo de ella.
La red de los sueños es la misma red del conocimiento.

Y es mentira que todo en la naturaleza sea razón y necesidad.


Abundancia, juego, derroche y ebriedad y hasta deseo puro
de gustar y decorar como dice en La escritura de las piedras,
de su sintaxis críptica que completan los poetas.
Piedras que reflejan la importancia del cielo
o guardan agua como el ágata que Caillois quería descubrir
sabiendo que el agua guardada no era tal sino un recuerdo
imaginario para nadie.
Como una vida, se puede evaporar en un segundo después
del encierro de tanto tiempo por la más mínima fisura.
Sólo la inmensa presión la mantuvo líquida.
Por eso te fascina el cuarzo,
esa fuerza perdida del padre. Si hubiera sido
cristal de roca, no hubieras podido fugarte,
meteorito consumido por tu propia caída.
Pasajero decepcionado
encerrado
en el espacio abierto. Soy yo todavía
la intrusa estupefacta.
TERRON DE BARRO

La tempestad cubre el mundo y toda la realidad.


Se traga el auditorio e incluso a los que traman
espectáculos.
Pero Próspero tal vez no previó nada
y al libro de magia se lo llevó la corriente.

Qué asco la lujuria de lo grandioso.


Sólo podía hablar de pequeñas cosas.

Y sin embargo llegó tarde la noticia de la tormenta.


Y tuvo un miedo gigante.

Esa lluvia de cuatro años en sola una noche.

Después de la inundación
vino el recuento de lo perdido. Tu hijo está vivo.
Podés nomás ir a trabajar.
Hace siete horas se conectó al libro de las caras.

Esa de la señora flotando en una piscina de improviso


dentro mismo de su casa, no se la va a olvidar.

Ni a la madre que sacó a todos sus hijos de la casita,


uno en la espalda, otro bajo el brazo derecho, la tercera
bajo el izquierdo, el bebé sujeto por delante.
Se dio cuenta saliendo
a flote. El de pecho se perdió en la corriente
que ella nunca volverá a cruzar.

El negocio del amigo quedó cubierto,


las máquinas y las ropas resistentes, todas perdidas.
Es la ganancia del barro. El ya no duerme, desentierra,
esquiva los restos del temporal.

¿Un triste aniversario, día feriado, tu compañero de trabajo


bajo plátanos, tilos o naranjos pedaleaba cuando el agua
lo llevó a un paradero de limo?

No hay comienzo ni fin, pero hay repetición y gobernantes


que visitan el día después de la gran inundación
las veredas cubiertas de basura y colchones anegados.
Hasta las ranas y los escarabajos, las cucarachas milenarias
se habrán ahogado con las campanillas
barridas con una pluma de carancho sobre el Arroyo del Gato.
Ladran los perros guardianes por el fin de la propiedad.

Nadie sabe cuántos paraguayos


desaparecieron de su propia vida, invisibles
para siempre del resto,
como lo fueron antes.

La tempestad misma envuelta en cuero, vino en harapos


porque mucho antes el agua de La Plata la había castigado.

Un tomo blando que fue un don de un ser querido a otro,


ambos ya idos. Cada uno por su catástrofe a destiempo.

Mi padre le regaló la tempestad a mi madre.

Escuchá un poco más. La biblioteca fue un reino


enorme y hubiera sido pecado dudar
de la honradez de mi abuela.

Mi padre hizo llover


lágrimas y un nene provisorio nos sonrió
y salvó de la tormenta.

¿Cómo decir del agua que es dulce? ¿Cómo ganar


la orilla?

Esas lecciones me sacaron


buena parte de la frivolidad.
Ya que debí crecer
en el hueco de un tilo,
me acostumbré
a ser invisible.

Visibilidad, comunicación, mitos barrosos.


¡Monstruos y catástrofes,
muéstrense bien! Sin siquiera la gracia
de la cresta de una ola.
Hokusai se vuelve pincel cuando surfea.

Monstruitos, viendo todo no ven


cómo libera la reserva. Distraídos
por la repetición en el reflejo, no vieron
las piedritas ni el musgo ay
del pasaje, ni la savia ni la hormiga
en el hueco del tilo.

Una muela de leche guardada


en un alhajero se salvó.
¿Qué ves? La suela dura y chata
de una alpargata seca, colchones destripados,
restos de sillas y maderas podridas.
Los aparatos de la conexión
incomunicados para siempre y las huellas
biodegradables de los habitantes invisibles.

Casilla y cartón. Terrón de barro.

Terror del paradero inconcluso.


Todo está cambiando
de lugar. ¿Y sin embargo qué ves?

¡Enjambres!
No son abejas, ni moscardones. Ni las moscas
de la mierda de tan real
tan alegórica.

Son chicas y chicos en escuadrillas


aleatorias que organizan el desentierro,
del residuo del temporal.
Limpian el porvenir
frágil sin embargo.

Estás viendo a tu hijo! Delegado del barrio.


Pero tus hijos no son tus hijos, sino hijos e hijas
del amor y de las catástrofes
– y de la mutación.

Revoloteos luminosos entre el paco y el barro.


Campanillas fosforescentes salen de un tacho.
Se viene otra tormenta.
La oigo cantar en el viento. Daré una vuelta
para calmar la agitación.
Cric cric cric cric cric
Luciérnagas, grillos, ranas me alegrarán.

¿Cómo están ahora? ¿Quién era tu compañero? ¿Tenía cierta edad?


Si no querés, no me digas nada. Lo que pude leer y escuchar dejó
filtrar apenas un resto de limo secado sobre un diario de ayer.
Nadie puede ponerse en el lugar del otro.
Cómo pudo ser una corriente sin río, adónde iba.
En Mendoza es más fácil darse cuenta.
El deshielo carga el río y los zanjones rebalsan,
el agua « atormentada » se lleva todo. El terremoto
sacude y traga.
La gente convive con el suspenso como
en los alrededores de un volcán.
Pero La Plata fue privada de orillas y montañas.
A cambio, pájaros y cigarras.

« Hay mil anécdotas terribles que trato de filtrar, por la psicosis


que genera semejante desastre.
Esta noche se pronostica lluvia…imaginate lo que se siente.
Este compañero iba en bici la noche de la tragedia
y se lo llevó la corriente. Profunda tristeza. »

¿Cómo te diste cuenta?


¿Una gota cayó en una cuchara y te despertó ?
¿Acaso gritos en medio del sueño te llamaron
sin conocerte ?
-Lo supe al otro día,
cuando salí a la calle. La mía es
la mas alta del barrio.
Un poco mas allá los desagües estaban saturados,
las cloacas desbordaban. Mucho se dijo
sobre quién se dio cuenta, quién no.
Desagotaba su casa, se ponía a salvar
muebles cuando de pronto pensó
¿alguien estará en peligro?

La boca de tormenta, la gárgola


horizontal y callejera
¿vomitaba o tragaba?

Me acuerdo bien. La lluvia que tanto quise


en el desierto, en Tolosa no podía ser feliz.

¿Adónde fueron tu compañero en bici y las nenas


que raptó la corriente? Pudieron gritar
en castellano, en guaraní revueltas
en una sopa de barro
espesa como la pobreza? Imaginate,
era feriado. Si hubiera sido un día hábil, la
cantidad de gente por la calle.
No hay barrio que no haya sido afectado.

Hay barro.

Han desaparecido de una manera extraña.

Esas figuras, esos gestos,


sin el auxilio de la palabra
forman un lenguaje mudo.

Mirá, mirá directamente.


No hay moluscos en estos charcos.
Pero se van cubriendo de unas redes de araña
que sobrevuelan teros y benteveos.

Escuchá, parece el chasquido de una pala.

Después de destilar
su aniversario de guerra vuelve
el sol alegremente
y las partículas de los rayos
se amotinan en cada agujero.

BIDASSOA

La frecuentación de los baños y duchas públicos


es un indicador de la miseria del mundo dijeron
Dector y Dupuy.

Iban en merma. Incluso la década pasada


entraste dos veces en casa de gente que se los había
comprado para vivir dentro, cerca de la plaza,
una especie de enorme mansión
sin luz.

El hombre en overol azul con vivos rojos


escribe con tiza en un pizarrón diminuto
la hora de entrada. Puede quedarse veinte minutos
y si no molesta ni vocifera, cantar
bajo la ducha.

Aunque no tenga con qué jabonarse


ni secarse. Van ligadas las duchas al gimnasio
donde cantó Edith Piaf
y a la ex casa de obreros en el mismo barrio.
Son gratuitos desde el año 2000. Y en lugar de desaparecer
la frecuentación se triplicó.

El paseo de Dector y Dupuy se llama El sueño


Tumultuoso. Son casi las tres y el otoño
es bastante cálido todavía después de medianoche.

Se detienen sobre la boca enrejada por donde


salen vientos subterráneos como de una caja de Pandora.
Dector o tal vez Dupuy levanta vasos de plástico
entre la basura de la calle, los pone sobre la reja
para que floten, subidos por el aliento del metro.

Al atravesar la rue de Ménilmontant por el mismo


bulevar, nos muestran la tapa giratoria de las cloacas
que un trabajador cerró mal a sabiendas
para que no coincida más con la senda peatonal.
O fuimos los peatones

los que cruzamos tantas veces y


la hicimos girar? Leen las calles como poetas.
Escribir poesía significa ser gitano. Vamos
subiendo para escuchar.

La composición para un parque público de Hassan


Khan. Verdaderamente las plantas eran instalaciones
de jardineros artistas con esos plumines con desprendimientos
de diamantes o rocío junto a tumultos de arbustos
rojos y frenesíes verdes saliendo de la tierra como chorros.

Esos senderitos como avenidas dejados para las hormigas


y los sonidos encubiertos salidos de bafles entre las matas.
Las bolas ámbar y rojo de los faroles. Todo el parque
como un hermoso sueño donde una vez viniste a
tocar la guitarra.
…………….
Dupuy o tal vez Dector cuentan que en ese boliche
de la Luna un hombre decía
“Aquí sigue vivo
el espíritu de la Comuna.” Sigue. Cuando fuera del barrio
ha desparecido.

La última barricada fue la de la calle de Ramona


muy cerca. Y la próxima dónde será.
La Plaza de la República está sumergida en la niebla.

Sobre las rejas por donde se ventilan los subtes


unos viajeros disfrutan de la calefacción.

Acusados de nomadismo y rapiña, de acumular


basura, de no ir a la escuela y no dormir en casas
nadie, nadie, nadie o casi defiende su suerte
más bien, se argumenta por la decisión de eliminarlos
del mapa más próximo.

Qué vida, sí, escribió el maestro con tiza blanca


en el pizarrón verde, Dios ha muerto, Nietzsche
también. Y yo no me siento nada bien.
Roxana Páez: publicó Gran distracción animada (1994), Manuel Puig. Del pop a la extrañeza (1995), Las vegas del
porvenir (1995), La indecisión (1999), Fogata de ramitas y huesos (2002), Lettera rarissima, antología bilingüe (Marsella,
2007), Madre Ciruelo (2007) y Serie de banda rumorosa (2011), El diario de la China. Donde el diablo perdió el poncho y
la liebre y el zorro se dan las buenas noches (Sofía Cartonera, 2012) y el ensayo Poéticas del espacio argentino: Juan L.
Ortiz / Francisco Madariaga (Mansalva 2013).Tradujo a Pierre Klossowski, Michel Serres, Cornelius Castoriadis, Marcel
Duchamp y Georges Bataille.

MIRTA ROSENBERG

Yo

Haciendo del error virtud,


estoy donde mi cabeza estuvo y vio todo
hasta donde alcanzaba la vista,
porque ella –no yo- nunca se perdió:

en la entrevista oscuridad
del túnel, adelante, dio a pensar
-haciendo de virtud verdad- que esa cabeza
era todo el acontecimiento de la luz.

Y ella acontecía mientras yo


dentro del cuerpo me encerraba,
haciendo de cada órgano mi casa:
oeste o este era un todo sin ventanas,

una feliz ciudad descentrada


en la cuadrícula de la ocasión.
El horizonte desprestigiado
se retiró, se acercó, cambió todo

y todo para que entrara yo:


abajo, arriba, ejido, centro y alrededor.
¿Dónde pasó cada cosa, dónde todo
Sucedió? ¿Infancia, juventud, virtud, error?

El tiempo fue quien pasó: salió, subió,


se puso y terminó. Aunque poco, no del todo
definido, el mundo –cabeza y cuerpo-
cobró la forma del contenido,
agrandó la o del yo.

De El paisaje interior
Mirta Rosenberg nació el 7 de octubre de 1951 en la ciudad de Rosario, Santa Fe. Es poeta y traductora. Es miembro
fundador del periódico trimestral Diario de Poesía. Ha publicado los libros de poemas “Pasajes”, “Madam”, “Teoría
sentimental”, “El arte de perder”, “Poemas” y “El árbol de palabras”. Como traductora, ha publicado poemas de Katherine
Mansfield, Emily Dickinson, Anne Sexton, Dereck Walcott, Marianne Moore, W.H. Auden, Seamus Heaney, entre otros.
Recibió la Beca Guggenheim (2003) y el Premio Konex Diploma al Mérito (2004).

MERCEDES ROFFÉ
Situación para romper un hechizo

Acuéstate
—boca arriba
como si fueras a morir
o a darte a luz.

Remonta
la cuesta de los años
en lo oscuro.

Llega al umbral
traspásalo / sumérgete
en la honda, estrecha, escala del olvido.

Dime qué ves.


Enfréntalo / enfréntate
a quien eras antes aún de la memoria.

¿Te reconoces?
Continúa.
Sí, reconoces ahora el camino
que te ha traído hasta aquí.
Su nitidez lo delata
—un sueño azul que se proyecta en la pantalla azul del tiempo
y va cobrando sentido.

¿Te ves?
Pregúntale por qué y acéptala
—cualquiera sea la respuesta

—He venido a decirte adiós —responde.


No digas más que eso
sin saña
sin violencia
sin rencor alguno.

Intentará retenerte
volver a responder lo que ya sabes
lo que ya le has oído
quizás de otra manera.
Baja los ojos y crea
—con la mirada sólo—
un reguero en el suelo
un surco de tierra húmeda y cenizas.

Verás alzarse un fuego


una pared de fuego
—fuego frío—
entre tú y tu fracaso.
Despídete.
Dale la espalda.
Vuelve a tomar el camino
—el mismo:
el sueño azul sobre el azul del tiempo.

Remonta los peldaños de la escala honda, estrecha.


Llega al umbral
traspásalo y desciende
la pendiente oscura de los años.

Vuelve a tu cuerpo
¿sientes? un dolor en el vientre o en el pecho
como si algo de ti te hubiese sido arrancado
te anuncia que has vencido.

El dolor se irá
tú quedarás contigo.

La memoria del hueco


te seguirá adonde vayas.

De La ópera Fantasma

Mercedes Roffé: (Buenos Aires, 1954) Entre sus libros de poesía se destacan El tapiz (1983), Cámara baja (1987),
Memorial de agravios (2002), La ópera fantasma (2006), Las linternas flotantes (2009). Recibió, entre otras distinciones la
beca Guggenheim (2001). Desde 1998 dirige Ediciones Penn Press. Tradujo a Leonard Schwartz, Adrienne Rich, y
Jerome Rothenberg entre otros. Actualmente vive en Nueva York.

Sonia Scarabelli

Tranquilidad de hablar

Hablo con la tranquilidad


de los que no tienen que ser oídos,
de esos a los que nadie tiene que escuchar.
Ahora mismo soy como el pajarito
al que no le acierta ninguna piedra,
el pez al que no lo pescan, feliz en el agua.
Las palabras me arropan este rato
que lo paso hablando con vos
y no siento nada de frío
y no me asusta ni un poquito la oscuridad.
Mirá cómo ya todo lo que decimos
se hace de la sombra,
y nadie nos escucha ni a vos ni a mí,
y hablamos muy tranquilos
como si conociéramos la lengua de los pájaros.
Mirá cómo lo que decimos la perfuma a la noche,
igual que si las palabras se abrieran como flores,
como si nuestro idioma fuera una flor rarísima,
de esas que se abren
aunque no haya luz. 

El monólogo

A veces es el padre solo el que habla, 


la lengua se le desata como si hubiera 
tenido una piedra clavada en la garganta.
Todo lo que un hombre no puede decir,
las cosas que tienen que quedarse calladas
las va cumpliendo por transformación:
ahora es ese cielo medio encapotado que veo,
pero en un rato se vuelve las torcacitas de la antena,
el bichofeo de las azoteas, el fresno de la puerta,
la enredadera de la pared.
Le salen flores y crece como una planta en mi maceta,
así yo escucho su monólogo interior,
y me convierto en eso que él ahora
dice sin vergüenza.

Sonia Scarabelli (Rosario, 1968), El arte de silbar. Bajo la luna. Buenos Aires. 2014.

También podría gustarte