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BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNIcA OSCAR TACCA


DIRIGIDA POR DÁMASO ALONSO

11. ESTUDIOS Y ENSAYOS, 194


LAS VOCES DE LA
NOVELA
TERCERA EDICIÓN CORREGIDA y. AUMENTADA

BIBLIOTECA ROMÁNICA HISPÁNICA


EDITORIAL GREDOS
MADRID
210 Las voces de la novela

Reyes, A., 151. Sterne, L., 35, 52. 156.


Ríchardson, D., 101, 102.
Tadié, J.·Y., 14, 22.
Richardson, S., 40; 136. Taine,36.
Rivera¡ J. E., 115. Thibaudet, A., 132, 150, 170.
Robbe.Grillet, A., 25, 30, 64, 72, 83, Tintoretto. 28.
95, 131. Todorov, T., 18, 29, 33, 36, 40, SS,
Roland, 144. . 61, 69, 89, 93, 94, 118, 153, 170•.
Rousset, J., ti, 20, 22, 36,40,41.42. Tomachevsld, B., 160. 1NDICE GENERAL
63, 138, 170. Torre, G. de, 70.
Rubens, E. F.• 56. Toynbee, 75.
Tur¡ueniev, '11:
PRÓLOGO oo. oo' oo •• oo oo' oo •• oo oo. oo •• oo .oo oo' oo. oo. oo.

Sábato, E., 68- Unamuno, 133, 157.


Sade, 152. l.-Introducción oo •• oo .oo oo' oo. oo, oo •• oo oo' .oo ••• 21
Saint·Aubain, 46, 47. Valera, J., 48, 70.
Sainte-Beuve, 43, 45, 116, 155, 158. Valéry, P., T I . Novela y drama. Instancias del relato. La voz del na-
Van Gogh, V., 28. rrador. Conciencia narradora y persona gramatical.
Saínt-Exupéry, A. de, 125, 129.
Mirada, conciencia y voz. Omnisciencia y punto de vis-
Sale, R., 10. Vargas Llosa, M., 108, 109, 111, 112.
ta. Behaviorismo. N ouveau rom ano Visión y registro.
Sand, G., 115, 156. Vie1lerglé, 46. La narración que se narra.
Sarraute, N., 90, 91. Vigny, A. de, 57.
Sartre, J.-P., 25, '1:1, 37, 61, T I , 9 0 , Vossler, 82. n.-A utor y fautor ... ... ... ...
95, 103, 125, 170.
Warren, A., 170. El autor relator. Autor y narrador. La subjetividad del
Scott, W., 46, 47. autor. Convención literaria de la novela. Lá intrusión
Senancour, 45, 116. Wellek, R., 170.
del autor. El autor-transcríptor. Novela y ficci6n. 1.
Sévigné, Mme. de, 156. Withworth, K. B., 10. Exclusión del autor. a) Objetividad. Grados de imp.,.
Sinclair, May, 78. Woolf, V., 74, 78, 101. cialidad. La novela epistolar. Sus modalidades. Su
Sollers, Ph., 149. ejemplaridad teorética. Los relatos enmarcados. .Las
Souriau, E., 103, 149, 167. Ynduráin, F., 72. novelas del 'editor'. El caso de Balzac, b) VerosimiH·
sesi. Mme. de., 9, lO, 40, 53. tud. Indicios de credibilidad. Código narrativo. 2.' In·
Steinbeck, J., 90. Zamora Vicente, A., 91, 92- tervención del autor. Grados. La 'intrusión' del lector.
Zéraffa, M., 11, 132, 170. Perspectivas de la novela de transcripci6n. Verosimi·
Stendhal,16, 53, 76, 78, 83, 96. 156,
loJa, E., 76. litud y convención.
157.
IIr.-EI narrador .oo ."
••
1. Saber y contar oo.

Saber y contar. La informaci6n. La voz del narrador


••
como eje de la novela. Misión del narrador. Superpo-
sición de narrador y personaje. El diálogo. Carácter
212 Las voces de la novela tndice general 21:\
P ágs.
, 't i fl \' t1 r :..
ficticio del narrador. Relación de conocimiento entre V .-E l personaje . . 131
narrador y personajes: omnisciencia, equisciencia, de-
ficiencia. 1. Narrador fuera de la historia. a) Omnís- El personaje como tema y como técnica. Emancipa-
ciencia. Crisis y rechazo. Realismo y realismo subje- ción. Voces a través de voces. M artln F ierro. Estilo
tivo. b)Equisciencia. Inter-mirada de los personajes. directo, indirecto, indirecto libre. El diálogo. La mar-
Visión y emisión. El estilo indirecto libre. Ejemplos de ca del narrador. Las novelas del 'doble registro'. D on
Faulkner y Conrad, c) Deficiencia. Limitación del na- Segundo Som bra. Angulos de enfoque: narrador-per-
rrador: luz, oscuridad y claroscuro. Behavíorismo. 2. sonaje 'principal, secundario, testigo. Personajes his-
Narrador dentro de la historia. a) Imposibilidad de tóricos y ficticios. El retorno de los personajes.
omnisciencia del narrador-personaje, b) Equiscicncía ;
realización del punto de vista. Ventajas y desventajas. I V I.-E l destinatario .... oo ••••••••••••••• oo •••• 148
e) Exclusión de la deficiencia de información. ,'.
Escritura y lectura. El público. Qué ('5 leer. El lector
1
de la obra. El lector en la obra. El lector como tér-
2. Reconsideracióny variaciones ... ... ... 87 mino de la comunicación. El destinatario: teatro, cine
Reconsideración de los casos a y c: su realidad. Per- y novela. La narración: destinatario interno (ficticio
sonaje-narrador: desajuste de información entre uno o verdadero) y externo (definido o no). Desplazamien-
y otro. El personaje-narrador de Proust. Psicología y tos. El destinatario y los géneros. Para quién se escri-
expresión. Los casos de E l extranjero y La fam ilia de be. Simbiosis de autor y lector. Diversidad de registro,
Proust, la lectura y el 'libro'. La lectura y los códigos.
P ascual D uarte. Visión y lenguaje. Dialéctica y praxis
de las teorías y manifiestos. La visión estereoscópica,
Cuasi-omnisciencia de la visión prismática. Ubicuidad
y simultaneidad. La colm ena y E l cuarteto de A lejan-
APOSTILLAS •••••••••••• '" •.• ••• ... ••. ••. .•• '" .•. •.. 169
dría. El monólogo interior. Caracterización. Funciones.
Modalidades. U l i s e s v E l sonido y la furia. La relación BIBLIOGRAFíA B.(SICA ••• ••• •.• ••• ••. ••• ••• ••. ••• 173
narrador-personaje en el monólogo interior. Finalidad
y contradicciones. Variaciones. Visión interna o exter- tNDICE DE NOVELAS Y RELATOS CITADOS ••.• oo ••• ••• 177
na del narrador sobre el personaje. Conocimiento má-
ximo y mínimo en la relación equisciente, Multiplica- tNDICE DE NARRADORES CITADOS 185
ción de la voz narradora. El ejemplo de La ciudad y
los perros. tNDICE DE NOMBRES PROPIOS oo ••••• oo ••••••••• 207

IV.-La voz y la letra 113


Numenicidad y fenomenicidad de la escritura. Saber,
decir y escribir. Circunstancias y precisiones de la es-
critura. Coherencia o desajuste. Las M em orias de un
pavo (Bécquer) y E l extraniero (Camus). Los momen-
tos de escritura. Memoria, diario, epistolario. Las no-
velas de 'proceso'. La palabra impracticable.
PRóLOGO

La littérature -eomme toute autre


activité de I'esprit-« repose sur des
conventions que, sauf exceptíons, elle
ignore. Il ne s'agit que de les m ettre
en évidence.
Gérard Genette, F igures.

De todos los escritos literarios, las novelas son aquellos


que tienen el mayor número de jueces, decía Madame de
Staél. Aquel aserto sigue teniendo vigencia hoy, aunque con
una diferencia: en nuestro tiempo crece el interés por la
técnica del relato, por el misterio de la form a. Y nunca
como hoy se ha vuelto tan cierto aquello que. decía Cípión
en el C oloquio de los perros: que los cuentos, unos encie-
rran y tienen la gracia en ellos m ism os, otros en el m odo
de contarlos. Paulatinamente ~an pasando al dominio del
lector común, desde la trastienda del novelista, problemas
técnicos reservados antes sólo al escritor o. al crítico. Entre
tales problemas, la crítica se interesa de manera creciente
en los modos de narración, en el tratamiento del tiempo,
en el punto de vista del narrador. Evolución normal, en
definitiva, dado que los mismos novelistas, considerando
agotadas las posibilidades de innovación con relación a
temas o a personajes, o juzgando vana tal empresa, buscan
la novedad en las técnicas narrativas o en las implicaciones
P rólogo 11
10 Las voces de la novela

que tales novedades comportan, Las innovaciones, por lo observar lúcidamente, los curiosos mecanismos del contar,
demás, se multiplican, pues los novelistas están convencidos por el lado de su relojería, de su maquinaria: com o tum bar
de que «nuevas formas revelarán en la realidad nuevas C O - una tortuga en la arena para espiar su aparato locom otor
sas» (Michel Butor). (Cortázar). En fin, de mostrar, usando unas palabras de
La crítica trata de mirar más de cerca en el taller del Balzac, aunque en sentido diferente, la fisiología escritural
novelista: y descubre que sus técnicas son muchas veces de la novela.
cuestión de consciente oficio 1, otras de inconsciente savoir No es cuestión, pues, de reemplazar la obra, de sustituir
faire 2. Diríase, pues, volviendo a la reflexión de Madame de un objeto por otro: se trataría «ante todo de una aventura
Staél, que estos jueces de hoy se Interesan mucho más en la de la mirada, de una conversión en la manera de pregun-
reconstrucción del crimen que en sus móviles o circuns- tar» 4. Tal mirada, empero, no es anemizante. Pareciera, por
tancias. el contrario, innecesario repetir que toda técnica lleva ínsita
Quitando · 10 que de abuso haya en la comparación, lo una metañsíca; Que todo procedimiento- perfecto, como de-
cierto es que la crítica y aun el lector común abandonan cía Claude-Edmonde Magny con motivo de la técnica de
poco a poco (a la psicología, a la sociología, a la antropo- John Dos Passos, «dejando de ser un procedimiento, se
logía) el qué se cuenta 3 por el cómo se cuenta, volviendo transforma en la expresión directa de una concepción iné-
su interés desde la novela como retrato o espejo hacia la dita del hombre y del mundo». O, de modo más general,
anatom ia y fisiología de estos cuerpos im aginarios que han
como decía Jean Rousset: que el arte reside en esa solida-
constituido la fauna poética m ás característica de los 'últi- ridad de un universo m ental y de una construccián sensible,
m os cien años, según decía Ortega y Gasset en las M edita... de una visión y una form a.
ciones del Q uijote. Se trata de descubrir, o al menos de La estructura de la obra no es algo intrascendente o ad-
venticio, ni algo caprichosamente impuesto a la realidad. Es
un modo de verla (o de entenderla) para después contarla 5.
, 1 Tan consciente, que pueden establecerse verdaderas antologías La obra está en su texto. No se trata, empero, de un menos-
te6ricas de la novela a cargo de los propios novelistas. Mencionemos
dos o tres: Roger Sale, D iscussions oi the novel, Boston, 1960; Mi- cabo de su riqueza. La crítica' actual; de acento estructural,
riam Allott, Los novelistas y la novela, Barcelona, 1962; H. S., Ger- no excluye ni subestima los datos aledaños. Mas puede haber
shman y K . B. Whitworth, A nthologie des p r é f a c e s de r o m a n s 'fran- confusión. Y puesto que esta crítica (como la tradicional)
cais du X IX e. siécle, París, 1964.
2 T~ inconsciente, que Claudc-Edmonde Magny puede decir con
no desdeña carnets, manuscritos, diarios íntimos o episto-
plena razón: ••Tel auteur qui n'a jamais lu une lígne de, Joyce se larios, conviene precisar una distinción básica. La crítica
trouvera pourtant employer le monologue intérieur la o ü , cinquante
ans plus tót, il eüt sans doute conté comme France ou comme Bour-
get.• (L'4ge, du rom an am éricain, Seuil, París, 1948, pág. 45.) 4 Jacques Derrida, L'écriture et la différence, Seuil, París, 1967,
3 ••Cuya pobreza es fundamental y que repite, desde los comien- página 9. •
zos del género y de la vida en sociedad, un reducidísimo número de 5 ••Une oeuvre d'art est révélatrice du réel de 'liar sa nature for-

historia'!.• (Henri Focillon, V ie ( f e s form es" 1'. V. F., París 1955 'Dá,. melle, en raison méme des artífices employés pour la constítuer.»
gina 76.) , , ~ (Michel Zéraffa, R om an et sooiété, P. U. F., París, 1971, pág. 14.)
~ Las voces de la novela P rdtoga

a~terior partía de una serie de datos y referencias externos ni tercera persona. Lo que acontece (en la historia) a un
(blOgtafía, manuscritos, esbozos, circunstancias histórico-cul- partidario de Napoleón puede acontecerle (en el relato)
turales) para ver luego la obra como una corroboración. La como primera o como tercera persona (a Genestas en E l
crítica actual se desenvuelve de modo exactamente opuesto. m édico rural, a Fabrício en La C artuja), y ello sólo se deter-
Se atiene a la obra; busca y encuentra en' ella todo 10 que mina desde la instancia del discurso y no desde · la realidad.
le es posible, se mantiene dentro de sus límites. Sólo des- Las personas gramaticales no tienen más realidad que la del
pués utilizará (con criterio selectivo y vigilante) los datos 'discurso': 'yo' no puede ser definido m ás que en térm inos
exter.tl.oscomo corroboración de los que el análisis interno de 'locución', no en térm inos de objeto, com o lo es un signo
dep~rara; variando pues -pero esto es esencia1- la pers- nom inal (Benveniste). Otro tanto ocurre con el tiem po: 'lo
pectrv., del enfoque. que sucede', en el relato no es, desde el punto de vista refe-
rencial (real), literalm ente, nada; 'lo que pasa' es sólo el.
TOda narración es un misterio. Su forma privilegiada es, lenguaje, la aventura del lenguaje (Barthes). Y de los perso-
sin dltda, la novela. Pero ella, m:ás que espejo, es espejism o. najes, finalmente, nunca, ni aun cuando dialogan, escucha-
Por eso no basta con decir que la novela está en su texto, mos propiamente su voz; por m ucho que diferencie las
y en las entidades que éste instaura, como si se tratase de voces, el narrador perm anecerá siem pre en el prim er plano
una clave unívoca de signos. A la ingenua pregunta ¿ qué de la audición y de la conciencia (Kayser). .
es? nos sentimos tentados de responder de manera posi- Esas categorías tienen, pues, realidad en otro plano, y
tiva:l.1n relato asumido por un narrador, en determinada constituyen la novela. En ese otro plano, en el de su mutua
forma o persona (gramatical) que alude a un tiem po dado relación e interdependencia, es en el que hemos procurado
y nos pone en contacto con ciertos personajes. Pero en verlas. La novela está en su texto, pero el texto no es el
cuanto nos aproximamos, descubrimos que ninguna de esas resultado de una suma, sino de una composición. El estudio
entidades corresponde a una forma de existencia (referen- de la novela, en los últimos años, parece haber transitado
cial, 'tea1'), sino que cada una se constituye exclusivamente desde la idea de que ella es «un género sin reglas» (y aun
en el plano del discurso y sólo a partir de él. Así, el narra- 'genre déréglé') hasta la idea opuesta de que, por el contra-
dor (~n la mayoría de las novelas) es una ausencia, a 10 rio, son unas pocas leyes las que rigen cada categoría, y que
sumo Una voz. Como en cualquier relato anónimo (en cierto es de su combinación de donde nace la rica variedad del
modo, toda novela 10 es) la entidad narrador es una abs- género. Desde esta perspectiva, la novela debiera ser vista
tracciCSnhecha a partir del texto, una entelequia absoluta- como limitación, como 'clotüre', al modo como los estructu-
me~te confinada en él. H ay una cierta m ateria que 'quiere ralistas ven toda lengua, todo sistema de signos: «Mientras
decirs-e¡ y en un sentido no es el novelista quien hace la que el habla concreta e interpersonal se presenta como acon-
novela, es la novela que se hace sola, y el novelista no es m ás tecimiento abierto a todas las creaciones, a todos los impre-
que el instrum ento de su venida al m undo, su partero (Bu- visibles, la lengua revela en el análisis su carácter cerrado
tor). ~o hay tampoco en la realidad, primera, ni segunda,
14 Las voces ele la novela P rologo 15
en tanto sistema o estructura que reposa sobre un pequeño apartarse de un estilo que de una estructura dada. Por eso
número de reglas» 6. (Véase apostilla A, pág. 169). también, de un idioma a otro, resultará siempre más com-
«Ocurre que, quizá, la 'verdadera novela' sea un mito, prometedora una asimetría en determinada categoría (la
una hipérbole; y que no se encuentre, en toda la literatura, del pronombre, por ejemplo) que en el tono o tesitura del
un solo ejemplo de novela incontestada que satisfaga a todo estilo.
el mundo y reúna en sí todo lo que cada uno de nosotros Dos o tres ideas son las que hemos querido formular o
pide a la novela», decía hace algunos lustros Claudc-Edmon- subrayar en las páginas del libro, para lo cual hemos recu-
de Magny. Y, sin embargo, es evidente que sus reveladoras rrido sólo a aquellas novelas que mejor las ilustraban.
radiografías (anticipadoras en varios aspectos de las que La primera es la idea de la novela como audición. Quien sabe
aportó después el estructuralismo) han hecho posible un escuchar (quien sabe leer) debe percibir la voz del autor, la
análisis mucho más cierto de la novela, fundado en su cohe- del narrador, la de cada personaje, la del destinatario. Y
rencia- interna, mostrando la acertada o contradictoria com- en algún caso, hasta la del dedicatario, la del epígrafe. Aque-:
binación de sus categorías, procurando, si no directamente, na idea podría acogerse al amparo de estas frases: «La dí-
juicios de valor, al menos juicios. de realidad que los justi- mensión vitalm ente relevante de la audición es la voz hu-
ficasen. En este sentido, el texto de la novela interesa más mana. Todos los demás sonidos quedan en otro plano, bio-
como estructura que como estilo. Aprovechemos, al respec- gráficamente secundario». Julián Marías (a quien pertenecen)
to, la prieta distinción que Jaime Alazraki sienta entre amo ha analizado sagazmente la estructura sensorial del mundo,
bos conceptos: «Entendemos que el primero ati~nde a la mostrando que tres son los sentidos que lo configuran, tal
composición de la narración y el segundo, en cambio, a la como primariamente lo entendemos: el tacto, la vista' y el
textura de la prosa; mientras el primero trata de la orga- oído, que fundan, respectivamente, tres dimensiones (inse-
nización de los tejidos o planos narrativos en órganos, en parables, aunque no indistinguibles): realidad, m undanidad
estructuras, el segundo se concentra en el examen del tejido y significación.
mismo y de sus células lingüísticas» 7. Y Jean-Yvcs Tadié: Es la vista la que instaura el mundo, pero es el oído el
«Dar cuenta de páginas, la estilística lo puede; pero la tota- que capta el 'sentido' de sus voces. Y «la voz humana no es
lidad de un libro, de una gran unidad cerrada, plantea otros s610 sonido, ni siquiera 'sonido personal': es palabra» 9.
interrogantes, sugiere otros métodos, reclama otros con-
ceptos» '. Por eso resultará siempre más viable al traductor
que englobaría el enfoque estructural. Véase a este respecto, especial-
6 J. B. Fages, C O l1 lR r e lld r e le structuralism e, Privat, 1967. Traduc- mente, su valioso M á r g e n e s d e l e s t r u c t u r a l i s m o (Nova, Buenos Aires,
ción española,' P a r a c o m p r e n d e r e l estructuralism o, Galerna, Buenos 1975,pág. 12). Aunque compartiendo su reiterada idea de la necesidad y
Aires, 1969, pág. 95. beneficio de una crítica abarcadora de diferentes métodos y enfoques,'
7 Jaime Alazraki, La prosa narrativa d e Jorge Luis B o r z e s , Grcdos, dado el expreso cometido y la tradicional connotación de la e s t i l í s -
Madrid, 1968, pá¡. 8. tic a creemos preferible mantener la distinción.
8 Jean-Yves Tadié,' P r o u s t e t le r o m a n (Introduction), Gallimard, 9 J. Marías, «La estructura sensorial del mundo», en A n t r o p o l o g í a
París, 1971. Raúl H. Castagnino habla de una «estilística integral», m e ta fís ic a , Madrid, Revista de Occidente, 1973, pág. 133.
LAS VOCES. - 2
i6 Las voces de la novela P rólogo 17

Se 'ha hablado hasta el cansancio del mundo de la nove- Decir entre autor, narrador y personajes implica dístín-
la, de perspectiva de la novela, de la novela como espejo. guir, fundamentalmente, entre los dos primeros. y éste es
Es decir, de una entidad constituida a partir de su consa- otro de los puntos que nos interesa subrayar. No creemos
gración visual. Se ha olvidado que, para nosotros, tanto o que haya duda sobre la categoría y función del narrador.
más que un m undo, la novela es un .complejo y sutil juego Baste con recordar que el narrador no es simplemente el
de voces. La novela, más que espejo, es registro. autor: su misión es más precisa: contar. Pero lo que llama-
Balzac hablaba insistentemente de su proyecto de C om e- mos autor exige cierta aclaración. El autor no es, natural-
dia hum ana como de una vasta catedral, en la que arcos mente, el hom bre (Stendhal no es sencillamente Beyle), pero
y dovelas, triglifos y metopas, acabarían por realizar la uní- tampoco simplemente el hombre escribiente, l'homme-a-la-
dad del conjunto. Lo mismo pensaba Proust de la R echerche. plumeo La entidad del autor no está dada por la distancia
Imaginemos, más bien, a ambas como la grave pluralidad que va del hombre en pantuflas a la del hombre en su escri-
de voces que en ella resuena, alzándose, corriendo, saltando, torio. En la 'literatura', el autor es una convención bastante
de eco en eco, por columnas, bóvedas y frisos. La riqueza diferente de lo que el autor es para el resto de la producción
del m undo novelesco parece fundada, en efecto, en una poli- escrita. Cuando Michelet, por ejemplo, escribe, podemos su-
fonía, en un coro, en una sabia 'diacústica' que recoge su poner que las ideas del autor son las del hombre, y en tal
profundidad. sentido, la diferencia no es otra que la que va del hombre
Otra idea es la de la novela como juego de inform ación, práctico a la del hombre que escribe. En literatura, en cam-
la que, a su vez, podría cobijarse bajo este otro epígrafe: bio, la noción de autor supone una entidad algo diferente:
« ••• pues así como el perro ignora 10 que parcialmente saben un hombre de oficio (poético) acuciado por el afán de crear
los campesinos y éstos lo que parcialmente sabe el caba- y, sobre todo,' de haber creado. Un mundo, o tan siquiera
llero y éste lo que parcialmente saben los reyezuelos y éstos una comarca. No es bastante decir (en la novela) que da la
lo que saben los Papas y los emperadores, así también los palabra a un narrador (entendiendo por narrador esa entidad
Papas y los emperadores sólo sabrán imperfectamente lo precisa del relator que cuenta, en lenguaje mimético, y con
que en su totalidad y 'en su perfección conoce Dios»\o.La crédito irrestringido por parte de todos los lectores). En-
novela es la imagen depurada de una cierta dimensión del contramos, al margen de este lenguaje estrictamente narra-
mundo: la que está dada por 10 que el hombre sabe por sí tivo, dudas, interrogaciones, apreciaciones, reflexiones, gene-
y por los otros, y especialmente d e lo que sabe que no sabe, ralizaciones -lo que se ha dado en llamar 'íntrusíonest-c-,
de sí y de los otros. Es, en resumen, una suerte de recom- que atribuimos al autor: esas dudas, esas reflexiones, no
posición del mundo operada por el lector, a partir de una siempre trasuntan el pensamiento real del escritor, del horn-
limitada cantidad de información hábilmente repartida en- bre-que-escribe. Tales reflexiones, que no pueden pertenecer
tre autor, narrador y personajes. al narrador -porque otra es su misión-, tampoco suelen
ser las del hombre: son exigidas por el libro y aportadas
10 Marco Denevi, .Variación del perro», en V ariaciones sobre un
por el oficiante. La categoría de 'autor' es la del escritor que
tem a de D urero, Galerna; Buenos Aires, 1968, pág. 53.
Las voces de la novela P rólogo 19
18
pone todo su oficio, todo su pasado de información literaria intenciones secretas. Una obra verdaderamente .grande nada
y artística, todo su caudal de conocimiento e ideas (no sólo tiene que temer a un tal examen» 13.
las que .en la vida sustenta) al servicio del.: sentido unitario La empresa ideal para una crítica del género consistiría,
'de la obra que elabora. Esta entidad que llamamos 'autor' tal vez, en extraer, del análisis de un gran número de rela-
asoma muchas veces en ei libro, detrás del narrador, no con- tos, un verdadero y completo sistem a de descripción. Luego,
fiando enteramente en él, arreglando, componiendo, acla- munidos de él, volver a cada caso particular para aplicarlo.
rando, acotando, completando 11. Su intervención es a veces Ese sistema de descripción será también, naturalmente,
ideal. A semejanza de las especies zoológicas, es dable ima-
solapada y sutil, otras burda e insufrible. Esa imagen del
autor no es, por consiguiente, una para todos los libros de ginar entre las novelas mamíferos que no tienen pelo, aves,
un mismo escritor, sino una diferente para cada libro. La que tienen diafragma. Habrá quizá, en una tabla mendeleía-
imagen del 'autor' que utilizamos no es, obviamente, más na de la novela, completa y virtual, relatos aún no escritos,
pero teóricamente concebibles 14. .
que una convención puramente ídeal ".
Se debería empezar por ver qué categorías operan en
Pero tanto si la obra está en las líneas del texto c o m a si la novela, cómo se interrelacionan, mediante qué procedi-
está entre líneas, hay que conocer el texto. La gran obra no mientos funcionan. Pues la"idea de estructura, como es sao
reside exclusivamente en los recursos técnicos, pero tamo bido, implica la de· función.
poco existe fuera de ellos. Describirlos, señalar categorías, Una frase de Derrida, referida al lenguaje, pero que po-
comprender su mecanismo es quizá el camino más seguro dría servir .de lema a toda la crítica literaria, nos tienta
como sentencia liminar de todo análisis en que hubiésemos
para su conocimiento 'poético'.
No es cuestión de enseñar al artista ni de rehacer la incurrido: P arler m e fait peur p a r e e que ne disant jam ais
assez, je dis toujours tropo Esto, que es válido quizá, como
obra. «No se puede refutar una visión novelesca del mundo,
pero se puede -se debe- rechazar el dejarse vendar los decimos, para toda la crítica, se torna particularmente cier-
ojos, querer ver, desmontar en 10 posible los resortes, las
13 C.-E. Magny, H istoire du rom an [rancais depuis 1918, Seuíl, París.
1950, pág. 140.
14 De ese .slstema de d,escripción de la estructura novelesca podría
11 Y ése era el sentido pnmlgenio:autor, del latín auctor, de tal vez decirse algo traslaticiamente semejante a lo que Lévi-Strauss
augere, aumentar; acr;¡:entar ... (V. «Vocabulaire d'Esthétique», en R e- dice de la etnología: "SU objetivo consiste en alcanzar más allá de
vue d'E sthétique, núm. 3-4, julio-diciembre de 1966.) la imagen consciente y siempre diferente que los hombres forman de
12 Es' habitual transferir tam bién dicha función al narrador. Mar- su propio devenir, un inventario de posibilidades inconscientes, cuyo
tínez Bonati distingue así el lenguaje mimético del no mimético del número no es ilimitado: el repertorio de estas posibilidades y las
narrador. Todorov la llama 'nivel apreciativo': dice que es inherente relaciones de compatibilidad o de incompatibilidad que cada una de
al libro y distinta de la del autor real. Desaparecen, púes: las intru- ellas mantiene con todas las demás proporcionan una arquitectura
siones de autor. Hechas las salvedades y precisiones anteriores, cree- lógica a desarrollos históricos que pueden ser imprevisibles sin ser
mos conveniente, en favor de una más nítida separación de funciones, nunca arbltraríos.s (A ntropología estructural, Eudeba, Buenos Aires,
mantener esa separación de cometidos, esa suerte de división del tra
1968, pág. 23.)
bajo entre 'autor' y 'narrador'.
Las v o c e s d e la n o v e la
20
to cuando se trata de 'procedimientos'. Y, en efecto, apenas
hemos señalado un mecanismo literario, nos asalta la con-
vícción de su pobreza o insuficiencia para explicar la riqueza
y plenitud poéticas en que se halla inserto; al mismo tiempo
que la: inquietud y la sospecha de haber ido demasiado lejos,
de haber dicho' demasiado al pretender que tal recurso en-
cierre, de manera cabal, ese acierto o plenitud. 1
Esta desazón encuentra, por lo demás, sustento en el
reproche más general de inanidad del análisis estructural,
INTRODUCCIóN
en cuanto es incapaz de fundar juicios axiol6gicos, de ser-
vir a una crítica valorativa. Dos reflexiones, empero, deben ... je crois que je perdrais moins,
circunscribir tal desaz6n y reproche. La primera consiste perdant la vue, que perdant I'ouíe .
.en recordar el peligro opuesto' de una crítica pseudo o neo- Pourtant je vois mes personnages;
mais non point tant leurs détails que
:impresionista, ponderativa de méritos y,aciertos, sin que se leur masse, et plutót encore leurs
vea muy bien en qué se fundan: crítica de contenido que, gestes, leur allure, le rythme de leurs
en más de un caso, podría verificarse exactamente igual' mouvements. Je ne souffre point de
ce que les verres de mes lunettes ne
tanto para la cr6nica periodística del 'suceso' como para la me les présentent pas tout a fait eau
obra literaria que lo recrea. La segunda, en comprobar que poinb; tandis que les moindres infle-
si bien el valor literario de una obra no reside exclusiva- xions de leurs voiXl,je les percois
avec la netteté la plus vive.
'1 1
mente en sus recursos técnicos, la originalidad, coherencia
Gide, Iournal d e s [ a u x - m o n n a y e u r s .
o perfecci6n de éstos contribuyen de manera decisiva (aun
cuando el lector no sea 'consciente') a fundarlo. Quién hubiese dicho, cuando aprendíamos en latín el
Toda búsqueda o análisis de estructuras será un designio inquit, más tarde, cuando nos sumían en .la académica dis-
muy modesto, y aun menor, si se pierde de vista su verda- tinci6n del estilo directo e indirecto, que esas tiernas, ino-
dera finalidad: mostrar el paso d e u n d e s o r d e n a u n o r d e n , centes palabras, llevaban. en sí una carga explosiva que pro-
como dice con acierto Jean Rousset, e l p a s o d e l o i n s i g n i f i - vocaría toda una revoluci6n en la novela y en la crítica ...
cante a l a c o h e r e n c i a d e l a s s i g n i f i c a c i o n e s , d e l o i n f o r m e Tal vez con la misma inocencia (a la literatura · la carga
a la fo rm a , del vado a la p le n itu d , de la a u s e n c ia a la p re -
el diablo) Cervantes desmontaba la espoleta del relato:
s e n c ia . P r e s e n c ia de un le n g u a je o r g a n iz a d o , p r e s e n c ia de
Púselo en forma de coloquio, por ahorrar lo de d i j o C ip ió n
un e s p fr itu en una fo rm a .
B e r g a n z a , que suele alargar la escritura r,
r e s p o n d ió '
----
Ce~tes,
1 El c a s a m ie n to engañoso, Clásicos Castellanos, s.co.
pe, Madnd, 1957,pág. 207.
22 Las voces de la novela Introducción 23

Porque, en gran medida, la revolución que en nuestro sin embargo, obvia es la importancia de saber si el que cuen-
tiempo se produce en el arte y en la crítica de la novela, ta es un testigo imparcial, el protagonista, un actor secun-
nace en el momento mismo en que el lector, a imagen y dario, en fin, un cronista, el verdugo o la víctima. Pues, en
semejanza del que escucha una llamada telefónica, pregunta: efecto, una historia o una aventura cualquiera puede semos
¿Q uién habla? transmitida por el que la ha vivido, por quien la ha escu-
En el teatro, el problema no se plantea. El autor sale de chado de otros, o por quien la ha inventado. La variedad
la escena, se sienta en la platea, y da la palabra a sus per- del punto de vista se complica todavía si tenemos en cuenta
sonajes. En la novela, en cambio, el autor da la palabra a que el narrador puede contar con intención documental o
r:
;un narrador, y éste eventualmente a sus personajes, Sobre fabuladora, en forma de alegato, carta o memoria: episto-
la escena el diálogo es puro, en la novela siempre más o lario, testamento, diario íntimo o historia maravillosa, todo
menos teñido: «por mucho que diferencie las voces, el na-] queda envuelto en la cubierta que lleva el mismo rótulo de
rrador permanecerá siempre en el primer plano de la audio! novela. De ahí la' importancia que tiene para el novelista
ción y de la conciencia» 2. El dramaturgo nos dice: Este) (hoy plenamente consciente de ello) la adopción de un ángu-
sucedió así: dos puntos, y se levanta el telón. El novelista, lo de enfoque. Pues si en el teatro, como observa Jean Pouíl-
en cambio, nos dice: pienso que esto sucedió así... En el Ion, los actores son vistos sobre la misma escena, en la
drama, el diálogo es la realidad primaria, mientras que en novela podemos verlos desde fuera o desde dentro, o unos
la novela es una realidad secundaria (o terciaria): él entraña a través de la conciencia de los otros. Ante tal variedad:
ese complicado juego de espejos que es su propia natura- «¿qué punto de vista, qué centro de perspectiva elegir para
leza. Para decirlo en términos de ffsica: el teatro es refle- ordenar y recorrer de modo novelesco esa 'pluralidad?» 4.
xión, la novela refracción. . . La poesía resulta de una lucha denodada por la única
Es probable que haya habido en todo tiempo una infi- forma de decir algo. La novela, por su parte, es una lucha
nidad de lectores que, durante la lectura de una novela, no entre las múltiples maneras posibles de contar algo.
se hayan planteado nunca 'la pregunta: ¿quién dice esto?, la Sin embargo, desde sus primeras. líneas todo relato insi-
pregunta del niño, en suma, que, escuchando un cuento de núa su perspectiva:
labios de su madre, y ante expresiones tales como «dijo», «Acaescióuna vez, que el conde Lucanor estaba fablando en
«respondió», se preguntaba: «B st-ce vraim ent écrit?~. Y, su poridad con Patronio, su consejero, et dijcl.,.• (Ejemplo 1 de
E l conde Lucanor.)
W.'Kayser, Interpretación y análisis de la obra literaria, Gredos,
2'
«En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acor-
Madrid, 1961, 4.& ed., pág. 241. «Llevadas por el largo discurso del darme...•• (D on Q uijote.)
narrador, las palabras de los múltiples personajes están, ellas tam-
bién, sometidas a la perspectiva central,» J.-Y.'Tadié, op. cit., pág. 132.
3 Gaétan Picon (L'écrivain et son om bre, Gallimard, París; i953, d'un ordre en rupture avec l'état exístant, l'affirmation d'un ~gne
pág. 95), quien agrega: la narración, que no es del, dominio de la qui obéit i l ses Ioís ' et i l sa logique propres•• (F orm e' et signi#C ation,
Historia, pertenece a «un autre ordre qui n'est pas celui - d e la vie••. Corti, París, 1964, pág. 11). '
Y Jean Rousset, de modo coincidente: «L'oeuvre ímpose I'avenement 4 Jean Pouillon, Tem ps et rom an, Gallimard, París, 1946, pág. 23.

~' BIBLIOTECA CENTRAL


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24 Las voces de la novela Introducción 25
«Pues sepa vuestra merced ante todas cosas que a mí me gía U . S. A . , John Dos Passos nos cuenta en tercera persona
llaman Lázaro de Termes, hijo de ...• ( E l L a z a r i l l o d e T o r m e s . } las aventuras de sus héroes: pero la exterioridad del punto
«Había una vez un leñador y una leñadora que teman siete de vista no es más que una apariencia: el relato sería exac-
hijos, todos varones...• ( P u l g a r c i t o . ) tamente el mismo si el personaje dijera 'yo'; se nos informa
«Longtemps,je me suis couché de bonne heure.• (A la re c h e r-
no solamente sobre sus comportamientos, sino también so-
che du te m p s p e rd u .) bre sus emociones, sus preocupaciones, sus reacciones psi-
«Vous avez mis le pied gauche...• (L a m o d iiic a tio n .)
cológicas; se nos dicen de él cosas que únicamente él puede
saber» s. Con razón escribía Sartre, refiriéndose a 1919 (se-
Es evidente que la adopción de cada forma responde a gunda novela de la trilogía): «Le récitant raconte, du dehors,
una intención deliberada. No obstante, cuando se trata de comme le héros eüt aimé qu'on racontát» '. Más nítidamen-
ceñir el problema del narrador -o de distinguir a su res- te aún puede verse, en La lalousie de Robbe-Grillet, esta
pecto las diferentes formas del relato- se advierte que tal tercera persona patente que es en realidad una primera
categoría es en sí misma insuficiente. Pnes, desde un punto persona latente: «A hora la sombra del pilar -el pilar que
de vista estrictamente narrativo, las variaciones están en sostiene el ángulo sudoeste del techo- divide en dos partes
relación con diferentes instancias: autor, relato, narrador, iguales el ángulo correspondiente de la .terraza» 7. Bien co-
personajes, tiempo, destinatario. Y es sólo en función del nocido es además el. caso de E l castillo, que Kafka comen-
juego de tales relaciones como puede caracterizarse la es- zara a escribir en primera persona, pero escrito finalmente
tructura de una novela determinada. en tercera, aunque conservando siempre el carácter de un
Se ha tratado de resolver la cuestión mediante el recur- mundo visto a través de una conciencia protagónica (Direc-
so a la forma personal del relato: narración en primera o ción exactamente opuesta al itinerario recorrido por Proust
en tercera persona. Pero prontamente surge la insuficiencia desde lean Santeuil a la R echerche),
o el error de esta caracterización, cuando menos abusiva.
s C.-E. Magny, L 'd g e d u T o m a n a m é r i c a i n , Seuil, París, 1948,pági-
Pues hay formas de curioso entrecruzamiento. En efecto, na 71. Tiempo después hemos leído estas palabras del propio John
una narración puede asumir la forma de cabal relato en Dos Passos, que confirman aquello plenamente: «Para entonces yo
tercera persona, correspondiendo, no obstante, a la más estaba embarcado en un esfuerzo para sostener un comentario con-
temporáneo sobre los cambios de la historia, siempre como si lo vie-
estricta conciencia de la primera. Tal e~ caso de E l viejo y ran los ojos de algún individuo, lo oyeran las orejas de algún indivi-
el m ar de Hemingway, por ejemplo, donde la tercera per- duo, lo sintieran los nervios y tejidos de algún individuo. Estos libros
sona del protagonista no es más que un calco de su visión fueron U . S. A .. (<<Quéconstituye a un novelísta», en F a c e t a s , 1 9 7 1 ,
vol. 4, núm. 3, pág. 117.)
absolutamente personal: la novela podría ser reescrita en 6 J.-P. Sartre, S i t u a t i o n s 1, Gallimard, París. 1947,pág. 20.
primera persona sin que la merma (desde el punto de vista 7 El subrayado es nuestro. Pero sin necesidad de subrayado: «Los

lógico, naturalmente) fuese apenas perceptible. Tal el caso, tres cubiertos ocupan tres de los lados, la lámpara el cuarto. A...
ocupa su sitio habitual, Franck está sentado a su derecha -o sea de-
también, de la novela de Dos Passos (pero ¿a qué Intentar lante del aparador. Sobre el aparador...». El tercer hombre -igno-
decirlo mejor que Claude-Edmonde Magny?): «En su trílo- rada- no es otro que el narrador.
26 Las voces de la novela Introducción 27

Inversamente, un relato en primera persona puede co- vigor entre los años 1947·50 -muy especialmente a raíz del
brar la forma de la más objetiva visión en tercera: tal el sonado artículo de Sartre sobre los personajes de Mauriac.
relato autobiográfico de Meursault (E l extranjero J, . un hom- Pero donde mejor se reflejara fue en la novela behaviorista
bre que se ve a sí mismo como si fuera otro. Y cabe pregun- de los norteamericanos. En ella podría verse propiamente,
tarse si es sólo con las tres personas (o con sus transmí- avant la lettre, una primera 'escuela de la mirada'. El narra-
graciones) con las que Carlos Fuentes ha especulado en La dor, a semejanza de Santo Tomás, debía ver para contar.
m uerte de A rtem io C ruz. La novela norteamericana (Hemingway, Caín, Hammett,
Se ha hablado, también, de autor omnisciente, de autor Chandler) sacrifica la psicología a la conducta, al compor-
protagonista, de autor transcriptor,· de cámara narradora. tamiento, a la manifestación exterior. Un paso más y -sóló
Pero ni estas distinciones resultan suficientes, cuando no en dicho sentido- la novela objetiva: «No hay más aconte-
inducen a error, ni la mera persona (gramatical) del relato cimiento; la mirada es el acontecimiento» 8.
resuelve la cuestión: queda claro que no siempre la narra- Cuando aquel examen y rechazo de la omnisciencia lle-
ción en tercera persona es omnisciente, ni el relato en prí- varon a la reflexión sobre la perspectiva y a la adopción de
mera subjetivo. El citado caso de Proust bastaría como tes- un punto de vista determinado, éste se resolvió casi literal-
timonio: en primer lugar, parece abusiva la identificación mente en lo que su nombre indicaba, es decir, en la elec-
entre el narrador y M arcel (como tantas veces se lo ha he- ción de un ángulo de enfoque, que excluía de las posibilida-
cho): el que cuenta su infancia y su pasado es un persona- des del narrador la referencia a todo aquello que escapara
je-narrador y no Marcel Proust; pero hay más: y es que, a su visión.
como veremos, a pesar del carácter subjetivo del relato, Este planteo iba, más que contra la om nisciencia, con-
el narrador sabe demasiadas cosas. tra la om nipresencia, contra la ubicuidad y la pluralidad de
miras, contra la visión sinóptica. No es, pues, extraño que,
como reacción, la novela se ciñera al punto de vista. Ni que
MIRADA, CONCIENCIA Y VOZ su lenguaje se restringiese en consecuencia al mundo de
lo visual. Un novelista como Harnmett, por ejemplo, pa-
Este desajuste, esta incoherencia entre voz narradora reciera atenerse estrictamente en el relato a lo que verían
y perspectiva del relato provocó una toma de concíencía, nuestros ojos. No es tampoco extraño que, en un momento
un primer reclamo de coherencia con el punto de vista, exi- dado haya sido el arte de la imagen, el cine, quien mayor
gencia que, como toda reacción, se tradujo en un exceso, influencia ejerciera sobre la novela 9. Ni que haya sido el
en un abuso, en una amputación deliberada de muchos de
los recursos tradicionales de la novela. I Bernard Píngaud, La antinovela, Carlos Pérez, Buenos Aires,
La discusión y el rechazo de la omnisciencia cobra su 1968, pág. 42.
9 Y aun la pintura: entre varios escritores y músicos a quienes
mayor intensidad -después de Henry James- hacia los
Hemingway menciona, respondiendo a la pregunta de un periodista
años de la· primera posguerra, y vuelve a rebotar con nuevo (¿Q uiénes cree usted que son sus antecedentes literarios? ¿A quellos
28 Las voces de la novela Introducción 29
behaviorism o su modalidad más ilustre. Indénticos son, en Claude-Edmonde Magny, por ejemplo, aporta a la novela,
un momento dado, los postulados a que novela y cine tra- están casi invariablemente extraídas del cine, utilizan un
tan de ceñirse. Claude-Edmonde Magny ha mostrado (cuan- riquísimo repertorio de nociones ópticas 10. Y, sin embargo,
do tanto el cine como la novela se esforzaban por salir de la novela, tanto como una cuestión de planos y 'perspectí-
las limitaciones impuestas por la linealidad y objetividad va' es una cuestión de polifonía y 'registro': alguien cuenta]
del relato tradicional) la influencia recíproca entre ojo cine- un suceso: lo hace con su propia voz; pero cita también, en:
matográfico y conciencia narradora. estilo directo, frases del otro, imitando eventualmente su'
Pero el cine, en definitiva, es fundamentalmente una su- voz, su mímica y hasta sus gestos; por momentos resume, l
cesión de imágenes, una combinación de miradas sobre el en estilo indirecto, algunas de sus expresiones, pero su pro-
mundo; en resumen, un modo de ver, un 'enfoque', y sólo pia voz, inconscientemente, denuncia en las inflexiones el
metafóricamente un lenguaje. Por eso hablamos, a su res- contagio de. la voz del otro; a veces, en la reproducción de
pecto, de planos y de ángulos de vista, de perspectiva y de las afirmaciones que le presta, asoma el acento de su propia
incidencias. Todo lo cual (no sin razón) puede aplicarse a la pasión. Un oído fino lo distingue. Y a menudo no está más
n o v e l a , cuyo objeto ha sido definido como «la realidad huma- que en la sutileza de ese registro el placer que nos causan
na que ella quiere describir desde cierta oblicuidad» (Jean algunos relatos 'imparciales'. No es extraño, pues, que el
Pouillon). Mas parece haberse olvidado, a todo esto, que la interés y la lucidez respecto del 'punto de vista' (The C raft
novela no es sino un lenguaje (en sentido estricto), a través of F iction de Lubbock, Tem ps et rom an de Pouillon, por
del cual se cuelan distintas voces. La novela, más que un ejemplo) hayan precedido notoriamente a los del 'registro'
modo de ver, es un modo de contar. Empero, casi todas las (Todorov, Genette) -sólo hoy en vías de investigación y des-
explicaciones y comparaciones a su respecto son de orden arrollo.
'visual. (Diríase que -con el cine y la televisión- nos hemos Es cierto que, de una visión impersonal, considerada fal-
convertido en seres de un registro visualmente agudo pero sa y abstracta, se había tomado a otra más acorde con los
auditivamente pobre). Las similitudes y aproximaciones que medios normales de percepción individual. Pero se empo-
brecía y amputaba así el campo narrativo. Dicha restricción
de quienes usted ha aprendido m ds?), nombra a Tintoretto, Jerónimo no estaba enteramente fundada en razón. Pues, sin duda
Bosch, Breughel, Goya, Giotto, Cézanne, Van Gogh, Gauguin, y aña-
de: cHe incluido pintores porque yo aprendo a escribir también en
alguna, el narrador sabe m tÍs de lo que ve. El relato puede,
los pintores. Usted se preguntará cómo sucede eso. Pero explicarlo
también nos llevaría un día entero.s (George Plímpton, U na entrevista 10 Michel Raimond, al insistir sobre la influencia, aun en el voca-
con E rnest H em ingw ay, trad. de Miguel Briante y Roberto Guares- bulario, de las técnicas cinematográficas, consigna en una nota: cCf.
chi. En E n otro pais, Estuario, Buenos Aires, 1968.) Y John Dos Pas- la lista establecida por Broce Morrissette: 'campo de vista, ángulo
sos: cParte de mi servicio fue en el frente italiano. (... ) estaba allí intencional perspectiva del personaje, campo límite, visión con, toma
la pintura. L o menciono porque estoy seguro de que la gran pintura de vista, Úuminación, cuadro o cono intencional, centro de visión,
narrativa de los siglos XIV y xv influyó profundamente sobre mis ideas coordenadas de posición del ojo registrador', etc.s (La crise du Tom an
de cómo narrar en palabras una hístoría,» (cQué constituye a un no- des lendem ains du natuTalism e aux années vingt, Corti, París, 1966,
velista», en F acetas, 1971, vol. 4, núm. 3.) pág. 301.)
30 Las voces de la novela Introducción 31
ciertamente, cemrse a la VIStan. Pero puede también, de preocupación óptica, un esfuerzo de visión, una mirada
modo más amplio, representar la conciencia de un narrador, estética.
que no solamente ve, sino que supone, deduce, conjetura. La Un narrador puede valerse de la óptica de LInpersonaje,
unidad de enfoque es reemplazada por la unidad de concien- de su mirada. Claro está, no resulta fácil mantener un mun-
cia. El ojo pasa a ser el ojo del espíritu, como diría Valéry. do a este nivel. Pronto aparece la necesidad de una concíen-
La novela deja de ser un punto .de vista para ser una con- cia 12. De igual modo, el narrador puede servirse de la con:
ciencia narradora. ciencia de un personaje para mostrar el mundo. Pero en
Curioso es observar que esta relación entre conciencia ambos c~sos puede subsistir la pregunta: ¿quién cuenta?
y mirada vuelve a ser reinvertida por el nouveau rom ano Pues un relato puede adoptar el punto de vista o la concíen-
~ste opera un despojo, un retorno a la visión desprejuicía- cia de un personaje sin que sea asumido por su voz. E l so-
da, una ascesis. No es extraño que se haya hablado a su nido y la furia constituye un excelente ejemplo. El relato
respecto de reducción fenomenológica, de puesta entre pa- de Benyi se circunscribe a lo que. éste ve: relato al nivel
réntesis de toda interpretación del mundo -y, en definitiva, de la mirada, no de la conciencia. (Y he aquí el comentario
de fascinación-o La novela objetiva intenta reconquistar una del mismo Faulkner: "yo había com enzado a narrar la his-
visión prístina y elemental del mundo. «La catarsis, la puri- toria a través de los ojos del niño idiota, pues sentí que re-
ficación del contenido novelesco, se opera en Robbe-Grillet, sultaría m ás eficaz que la relatara alguien capaz sólo de saber
reduciendo la conciencia a una mirada, y, por consiguiente, qué acontecía, pero no P C ?r qué) 13. La misma novela sirve
los acontecimientos a objetos en el espacio de un presente para ilustrar las otras dos instancias: el relato de los mismos
detenido ... », dice Jacques Howlett. El mundo está en' los acontecimientos (con escasa diferencia) vuelve a ser asumi-
ojos. La conciencia se reduce a mirada. Las cosas vuelven do, una segunda vez, por la 'conciencia' de Quentin (o de
a ser sustancia, forma y color antes que sentido: «no hay Jasan). Y, por último, el relato parece corresponder, preemi-
más 'yo', éste se ha convertido en una mirada que se ignora, nentemente, a la 'interpretación' de Dilsey, pero no es asu-
mirada del hombre en la primera mañana de sí mismo y del mido por su voz, sino por la del narrador.
mundo; pero esa pura mirada no es una mirada inocente;
hay que hacer un esfuerzo para ver así» 11. Quizá en esto 12 Madame Magny lo muestra claramente a propósito de Faulk-
ner: ••Los acontecimientos se nos muestran por los ojos de un tes-
radique una de las diferencias esenciales con la novela nor- tigo, al principio solamente responsable de la óptica particular de h
teamericana de entreguerra. J!sta conserva todavía la ino- narración, pero pronto atrapado por 10 que ve e inmediatamente como
cencia en la mirada. De allí proviene el carácter frío y dls- prometido en la acción. La frecuencia de este procedimiento puede
explicarse por un escrúpulo de honestidad artística, por el cuidado
tante del mundo desolado e irrescatable de Dos Passos, por de sefialar que un relato es siempre el relato de alguien, que un
ejemplo. El mundo es como es, los ojos ven como ven ... En acontecimiento para ser captado, es decir, para ser, necesita una con-
la novela objetiva, por el contrario, hay por de pronto una ciencia que lo perciba.• (L'dge du rom an am éricain, Seuil, París, 1948,
pág. 222.)
11 Jacques Howlett, e Dístance et personne dans quelques romans 13 Citado por F. 1. Hoffman en W i l l i a m F a u l k n e r , Fabril, Buenos
d'aujourd'hui», E sprit, [ulio-agosto de 1958, págs. 89 y 90. respectiva- Ail'eS, 1963, pág. 60.
mente. LAS VOCES. - 3
32 Las voces de la novela Introducción 33

Estas tres instancias del relato pueden coincidir (narra- manifestarse mediante él» 15. Son casi las palabras de Michel
ciones en primera persona). Digno de señalarse es, no obs- Butor: «Hay una cierta materia que quiere decirse; y en un
tante, el caso de La celosía, en que nunca se alude a la mi- sentido no es el novelista quien hace la novela, es la novela
rada o a la conciencia del narrador, quedándonos sólo su que se hace sola, y el novelista no es más que el instrumen-
voz. Pero puede haber también divorcio entre esas tres ins- to de su venida al mundo, su partero; sabido es la ciencia,
tancias. De su inocente alquimia o de su hábil combinación la conciencia, la paciencia que esto implica» 16. y lean Pouíl-
nace la infinita, pero siempre envolvente, atmósfera de la Ion: «La forma debe resultar de una exigencia del conteni-
novela, su «envoütement», su hechizo. Tiene razón Bernard do; es un molde que se moldea y no que moldea» 17. Todo-
Pingaud: «Si no podemos ser un 'personaje', quisiéramos rov, a su vez, advierte: «Tenemos, pues, cantidad de datos
ser 'alguien' por 10 menos. El héroe de la novela moderna, sobre el narrador, que deberían permitirnos' aprehenderlo,
que ya no tiene carácter, a quien no se puede ya situar des- situarlo con precisión; pero esa imagen fugitiva no se deja
de el exterior ni analizar desde el interior, se reduce a una aproximar y reviste constantemente máscaras contradicto-
voz. Pero esa voz merece ser escuchada, pues nunca es la rias, yendo de la de un autor de carne y hueso a la de un
misma» 14· personaje cualquiera» 18. En fin, «el novelista sería una espe-
¿ Y de dónde proviene, si no de allí, esa cambiante pers- cie de catalizador de cierto lenguaje» 19.
pectiva, esa pluralidad o, mejor dicho, esa extraña comple-
jidad, esa atmósfera envolvente de la novela? Es el efecto 15 W. Kayser, «Actitudes y formas de lo épico», op. cit., pág. 468.
16 M .Butor, R épertoire, Seuíl, París, 1960, pág. Z13.
de la voz del narrador. O, mejor dicho, de las diferentes 17 1. Pouillon, Tem ps et rem an, Gallimard, París, 1946, pág. 14.
'1 voces que el narrador modula a través de la suya, como en 18 T. Todorov, eles catégories du récit littéraireit C om m unica.
i
un sutil juego de espejos. Voz narradora que no siempre tions, núm. 8, Seuil, París, 1966, pág. 146. '
19 Georges Jean, Le rom an, Senil, París, 1971, pág. 142.
resulta fácil determinar. Puesto que «el narrador de la no-
vela -como dice Wolfgang Kayser- no es el autor, pero
tampoco la figura imaginada que, con frecuencia, nos sale
al paso tan familiarmente. Detrás de este disfraz está la
novela, que se narra a sí misma; está el espíritu de esta
novela, el omnisciente y omnipresente espíritu de este mun-
do artístico. Es preciso aceptar la paradoja: el autor crea
el mundo de su novela; pero también este mundo se crea
a sí mismo a través de él, le transforma en sí mismo, le
obliga a entrar en el juego de las transformaciones, para

14 B. Pingaud, .Y a-t-ll quelqu'un?, E sprit, julic>agosto de 1958,


pá¡. 83.
A u to r y fa u to r 35
extraña resulta (en la tercera) la de alguien que no habla,
que no cuenta, sino que juzga:cel autor. A partir de enton-
ces, ya no basta la distinción entre hombre y autor ( h o r n o
s c r i p t o r J, sino que es necesario distinguir entre autor y na-

rrador:
qui parle (dans le récit) n'est pas qui écrit (dans la vie) et qui
écrit n'est pas qui est 2.
II
Todo libro pertenece, en principio, a un autor. ~l es, en
primer lugar, quien d a l a c a r a . Asume la palabra, la autoría,
AUTORY FAUTOR el relato. Se identifica, desborda al narrador. Declara a ve-
ces abiertamente:
.., le roman ne relevant pas moins
de la fiction comme fiction d'un récit Laura, Douviers, La Pérouse, Azais... que faire avec tous ces
qUE;comme récit d'une fiction. gens-la? Je ne les cherchais point; c'est en suivant Bernard et
Olivier que je les ai trouvés sur ma route. Tant pis pour moi;
Georges Blín, Stendhal et les désormais, je me dois a eux,
problem es du rom ano
(Gide, Les [a u x -m o n n a y e u rs , pág. 278.)

EL AUTOR RELATOR
Corriente y usual fue en el siglo XVIII esta exhibición del
autor, muchas veces con fines humorísticos (Sterne, Mari·
La primera condición para el análisis de la estructura
vaux, Diderot). Perdura en autores del siglo XIX, en algunas
narrativa es el asombro. Asombro ante las cosas del relato
obras de Balzac, por ejemplo, como la P h y s i o l o g i e d u m a -
que parecen IJ1ás obvias o naturales. El lector, desde hace
riage. Pero con toda razón señala P. Barriere: «Hay allí un
un tiempo, oye v o c e s ...
sistema absolutamente contrario al que debe tener un nove-
-Voila sans doute sa derníere cartouche, lista; esa superioridad del autor que no quiere ser engañado
dit en souriant le croupier apres un moment de. silence... por su relato, que nos muestra con el dedo todos los hilos
I l existe je ne sais quoi de grand et d'épouvantable dans le suicide.
(Balzac, La peau de chagrin, pág. 171) mata la ilusión dramática» 3. Desde el siglo XVIII en adelante,
la marcha de la novela tiende progresivamente al secuestro
Ninguna duda sobre la distinción entre la palabra de un
personaje (priIIlera línea) yla del narrador (segunda). Más 2 Roland Barthes, .Introduction a l'analyse structurale des ré-
cits», C om m unications, núm. 8, Seuil, París, 1966, pág. 20;
1 En éste coJ110en todos los casos, el número de página corres- 3 P. Barriere, H onoré de B alzac. Les rom an" de ieunesse, Ha-
ponde a la edición mencionada en el .1ndice de novelas y relatos c í - chette, París, 1928, pág. 23.
tados».
36 Las voces de la novela A utor y fautor 31

del autor. Del texto de la novela, el autor pasa al prefacio. ción, como en el cortapapeles de Sartre: y es ésta, sin duda,
y éste, poco a poco, se reduce hasta desaparecer.
la idea tradicional en que se funda el concepto de literatura.
Pero este autor (que por asumir la palabra llamaremos (Otra de las técnicas narrativas, la del autor-transcriptor,
l?rov~soriamente relator, para distinguirlo del transcriptor} como veremos, deriva justamente de una inversión de los
puede alcanzar un grado muy diverso de subjetividad. De términos, que consiste precisamente en desliteraturizar la
ahí que se haya hablado de autor subjetivo u objetivo, se- obra, suponiéndola documento o testimonio, fingiéndola sin
gún emita juicios y comentarios o se abstenga de hacerlo. 'autor', viéndola como pura existencia a la que, por su cuen-
Balzac puede ser un claro ejemplo de lo primero. Desde el ta y riesgo, unos lectores vienen a dotar después de esencia
realismo, en cambio, la novela persigue el ideal de un autor -literaria-).
imparcial, objetivo, impersonal. Todorov prefiere hablar, Veamos, pues, al autor como último responsable y eje-
con razón, de nivel apreciativo: «La descripción de cada cutor; verdadero m etteur en oeuvre, artífice material del
parte de la historia comporta su apreciación moral; la au- libro, sin idealizarlo: el autor ideal de la novela se resuelve
sencia de una apreciación representa una toma de posición en la categoría del narrador.
igualmente significativa»4. Hay, pues, entre autor y narrador una tensión difícil de
~se ideal de objetividad parece corresponder hasta tal resolver. Por estar aquél siempre presente, resulta arduo
punto a una de las concepciones del género que llega casi tenerlo callado. Si la voz del narrador aparece como legí-
~
a identificarse con él. Guy Michaud suponía que todo nove- tima, la del autor parece 'intrusa'. Y si el narrador siempre
lista lograba serlo cuando dejaba atrás una primera etapa acierta, cuando habla y cuando calla, el autor sólo acierta
(acentuadamente lírica, autobiográfica) Y alcanzaba una se- cuando calla.
gunda de plena objetividad. Esa objetividad era la que, al
EL AUTOR -TRANSCRIPTOR
parecer, le impedía a Taine ser novelista: no alcanzaba nun-
ca a cortar el cordón umbilical de sus personajes, seguía
siempre en ellos, con ellos, detrás de ellos. A este afán de silencio total o eliminación del 'autor' ha
No es extraño que en este sentido se haya hablado de respondido, sin duda, el nacimiento de un antiguo recurso
autor presente o ausente, como lo hace Jean Rousset. Con- novelesco: el de la transcripcián: Recurso detrás del cual
sideremos, sin embargo, y hasta nuevo examen, como pre- se oculta otro afán de mayor alcance e implicación estética:
sente al autor en todo relato en que asume la palabra (aun la despersonalización, la objetividad, la verosimilitud. Como
cuando lo haga del modo más objetivo). Con permiso de los ningún otro género, la novela pugna contra una de sus di-
filósofos, diríamos que la esencia precede aquí a la existen- mensiones fundamentales, contra la que más ostensible-
cia, el autor al libro, el concepto y la finalidad a la ejecu- mente preside su nacimiento: la ficción. La novela y lo no-
velesco entran en conflicto.
En la mayoría de las novelas la tensión de la cuerda en-
4 T. Todorov, eLes catégories du récit littéraire", Com m unications,
tre autor y narrador hace que no nos demos cuenta de ella,
núm. 8, SeuiI, París. 1966; pág. 146.
38 Las voces de la novela A utor y fautor 39

de sus polos. El autor sólo habla a través del narrador, el novela epistolar su ausencia es obviamente natural, en los
narrador 'disimula' juicios y opiniones del autor. Pero basta papeles hallados, una flagrante convención.
que el narrador ceda un poco para que la cuerda se distien- El recurso responde, desde sus comienzos, a un doble
da y aparezca la fláccida voz del autor. afán de objetividad (a) y de verosim ilitud (b). Dos caminos
Otras veces, al contrario, es el autor el que cede. O, me- diferentes por los que avanza la novela (y que la crítica a
jor dicho, retro-cede, da un paso atrás, y se sitúa antes de menudo intercambia o confunde, cuando a lo sumo se com-
la novela, en su portal, en su portada, en la A dvertencia del plementan). El primer concepto apunta a la im parcialidad
E ditor. del autor. El segundo, a la credibilidad de 10 narrado. Por
Este autor-editor o transcriptor, más que un autor es un ambas vías la novela pretende caucionar la 'historia'. Por
fautor, en el sentido policial y vagamente delictivo que ha la primera, sustrayendo la figura del rapsoda, del inventor,
adquirido la palabra. El autor recurre a la coartada, instiga, del embaucador (como diría Borges). Por la segunda, acumu-
desaparece, actúa por delegación, vicariamente. lando pruebas e indicios de la realidad del documento. Doble
El recurso del autor-transcríptor (sólo aquí podría ha- afán manifiesto en D on Q uijote, La vie de M arianne, P am e-
Ii
blarse con mayor derecho de autor ausente) comprende una la, La nouvelle H é l o i s e , Les liaisons dangereuses, el M anus-
1I
II variada gama de relatos, que podrían ordenarse respondien- crito' encontrado en Zaragoza, Le ultim e lettere di Jacopo
'1 1
do a una doble coordenada: desde la forma epistolar de las O rtis, A dolphe, V olupté, The scarlet letter, Le journal d'une
'"
1 II

111 1 novelas hasta aquellos en que el autor. se presenta como [em m e de cham bre, La vorágine, La nausée o La fam ilia de
illl mero 'editor' de unos papeles (encontrados en un desván, P ascual D u a rte , salidas a luz por obra de un editor, deposi-
1
11 1 en un mesón, en una farmacia); y desde los que (sin parti- tario o traductor.
¡j cipación del intermediario) han sido sólo objeto de copia a) Los escritores realistas y sus seguidores proclama-
fiel y cuidadosa hasta los que (admitiendo una cierta parti- ron reiteradamente s~ afán de objetividad, de imparciali-
cipación) han sido 'traducidos', 'compuestos' o 'reescritos'
dad y aun de impasibilidad. Pero hablar de la imparcialidad
por el transcriptor 5. del autor (o aun de la del narrador en cuanto juzga su his-
toria) es problemático: un juicio como
1. La primera coordenada hace; pues, al mayor o me-
nor artificio de la exclusión (o escamoteo) del autor: en la ¿Es esa -preguntó el remoto progenitor de semejante impu-
dicia- tu moralidad? 6.

5 La palabra autor poseía en latín dos sentidos principales: el revela una evidente intrusión de autor. Pero
que es causa prim era de algo, el que es garante. Es al primer sentido
al que apunta preferentemente la idea de autor-relator. Al segundo, Ansiosa, tiernamente su amiga trató de comprender t ,
la de autor-transcriptor: 'garante', pero en segunda instancia, casi
'deditionis auctor', instigador de la reedición. (Cf, eVocabulaire d'Es- 6 Henry James, Las alas de la palom a, Troquel, Buenos Aires, 1967,
thétíque», R evue d'B sthétique, t. XIX, fase. 3-4, C. N. R. S., París, pág. 59.
julio-diciembre 1966.) 7 lbidem .
40 Las voces' de la novela A utor y fautor 41
¿no la revela también, aunque en menor grado? Y así po- extensa confesión, que presupone un verdadero destinatario
dríamos seguir, teniendo en cuenta los diversos 'registros' (interno), empero totalmente ausente del relato y de quien
de la palabra que Todorov ha estudiado. En rigor no hay no se tiene para nada en cuenta su respuesta u opinión. El
un autor imparcial y otro parcial, sino simplemente grados efecto fundamental es, como Rousset lo señala, un cierto
de parcialidad (no existiendo, en puridad, un discurso total- patetism o. Este tipo de 'epistolario' tiende a confundirse
mente referencial). con el diario íntim o o las m em orias 8. Tal el caso, por ejem-
Esa imposibilidad de neutralidad absoluta ha sido, sin plo, de las C artas persas (Montesquieu), o de las C artas por-
duda, el móvil secreto de la técnica del 'transcríptor'. En tuguesas (¿Guilleragues?). Las últim as cartas de 1acobo O r-
lugar de adoptar el discurso más impasible, más neutro, tiz, en cambio, tienen más en cuenta las del interlocutor
más aséptico posible -nunca suficientemente referencial-, Lorenzo -quien además agrega, como editor, algunos tex-
el autor se 'elimina', declara: «No he escrito, sino trans- tos para la mejor inteligencia de la historia de Jacobo: «para
crito»: contártela, interrumpiré de cuando en cuando, de aquí en
En la novela epistolar, el autor -implícita o explícita- adelante, esta serie de cartas» (Lorenzo, a·l que leyere).
mente- niega su autoría, presentándose como editor, com - La otra forma deja de ser monólogo para. ser verdadero
pilador o redactor. Queda así a salvo la objetividad del re- diálogo: pero diálogo del que sólo escuchamos una voz.
lato. En el P refacio del E ditor de P am ela (Richardson) se Como en el caso de una conversación telefónica, en que sólo
lo declara literalmente: «Se debe razonablemente suponer oímos a uno de los interlocutores, el lector aventura, recom-
que un Editor juzga una obra con una imparcialidad de la pone mentalmente los estados de ánimo, las réplicas del
que casi nunca es capaz el Autor». Y Madame de Staél en ausente: los silencios se pueblan de conjeturas. Tal el caso,
el P refacio a D elfina: «Las cartas que yo he recogido han entre otros, de La incágnita de Benito Pérez Galdós.
sido escritas en' el comienzo de la Revolución (... ); desearía La segunda manera epistolar es la de un canto a dos
que los lectores se ocuparan únicamente de las personas voces (eventualmente con intervención de alguna otra), ver-
que las han escrito». dadero diálogo o intercambio de correspondencia en que
El género epistolar encierra, como veremos, por nece- ambas tienen pareja importancia. Se trata aquí de una au-
sidad, y de manera inocente, algunos de los recursos más téntica comunicación, en la que cada carta presupone una
modernos a que por otras vías ha arribado la novela con- anterior (a la que contesta) o convoca una respuesta. La
temporánea. Así, sólo del número de corresponsales nace exposición es casi obligadamente lineal (nos referimos al
ya una rica gama de posibilidades. Consideremos los tres tiempo de la correspondencia, pues cada carta puede natu-
casos fundamentales, según se trate de una sola voz, de ralmente utilizar 'libre y caprichosamente el tiempo de 10
dos o de varias. narrado) y sólo por excepción puede trastrocarse la sucesión
En el caso de las cartas de un único emisor (10 que Rous-
a Las m em orias implican una distancia temporal con 10 narrado,;
set llama «suite a une v o í x » ) pueden darse ya dos. estruc- el diario, en cambio. una coetañeidad. Las cartas pueden saltar lib.J:Doo
turas diferentes: la de un largo soliloquio, a manera de mente de lo uno a 10 otro,
43
42 Las voces de la. novela A utor y fautor ._____---'--------------
o' e. -aunque no forzosamente- al tiem-
cronológica: la ausencia de un «acuse de recibo» o de res- en otras) casI slernpr oovela epistolar utiliza del mo d o m á s
o • •

puesta provoca automáticamente un trastorno que reclama po de la escritura.· L. atr de las personas gramatíca . 1es, y es
ser prontamente subsanado. Sería ésta "la forma más pura O
natural todo el reg lS ,
. te mas antiguo de la segunda persona.
o

y natural del género. Rousset señala que, paradojalrnente, tal vez el anteceden oumero , de corresponsales puede resu-1
es la más rara. 1
La multiplicación de 'bi! recurso de sustrtucion
. de la omms- o , •

En fin, cabe, por último, el canto polifónico: varios inter- tal'0'0 de hecho un ha
• ' La composicron episto 1ar. permlit e, por
.. , .
locutores mantienen relación epistolar. Esta pluralidad de
o

cIencIa
'o
del autor.
.'
. .
egO con respecto al destinatario.
voces multiplica a su vez las posibilidades del campo nove-
último, un rico JU rtaS, el género más artificial desde el
lesco. Naturalmente, lo 'que se gana en extensión se pierde La novela por. car í o (e trop de convenu et d'arrangement
.
generalmente en hondura. Dos consecuencias de capital im- punto de vista Iitera . embargo, el m á s
· 'ote.Beuve) resulta, sm
portancia para la novela: desempeña aquí un papel impor- littéraire», decía Sal d . t Iézi
tantísimo la inform ación (de unos respecto de otros) y la · tO e VIS a glco.
natural desde el pun
cronología epistolar admite un juego casi ilimitado de liber-
', . , 0 entre la natural ausencia de autor
tad e innovación. Les liaisons dangereuses de Choderlos de A mitad de carn)"~ el artificio . total del autor-transcrip-
o. •

Laclos sería un ejemplo clásico para este tipo. del género epistolar ) relatos en los que, en sus primeros .
La novela epistolar encierra, curiosamente, casi toda la tor r quedan aquel 1•OStll prepara las condiciones (el m arco )
. .
problemática del género. Una reflexión sobre el modo epis- capítulos r el novelis aJ'e relate. ., .
su historia (que es la 'hísto-
tolar de la novela habría revelado, pues, desde su aparición, para que un persa dne aqUl, , re ducid
U C ) o a 1as proporciones
. d e1
muchos de los problemas sobre los cuales la narrativa ha
. o ,

na de la novela)
.
. .D 1 U ili . ,
'e r O P ar: « n mi uar arrugo mio que mu-
centrado su interés después. Veámoslo sucintamente. cuento , un marco ej el'a hace algunos anos, -
me contó un dí a
El relato asumido por un personaje entraña la limitación rió de. fiebre en Gre ' . .
. 'e oto al que asístíera. Su relato me cho-
del punto de vista y una subsecuente restricción del campo. el, prImer acontecírn!e l o escribí, , de memoria . tan pronto como
La posibilidad de una composición de libertad práctica- ca de tal
. manera qu, qUI: ».9 Dom "
intque, d e E ug ene F ro-
mente ilimitada nace desde el momento mismo en que pue-
o ••

tuve .ttempo. Relo - ~ 0 5 a que la vida del personaje epónimo,


de verse toda la materia narrativa distribuida en piezas suel-
mentín, no es otr~ o y recogida (vertida) por el autor. El
tas y unitarias (las cartas). La sola supresión de alguna de
contada por sí mls r O modo: «Ciertamente no tengo de qué
ellas deja vislumbrar un juego de silencios o misterios, de lib .
te
d e es'90 aquel cuyas confidencias volcaré en
1 ro comienza
'agujeros' a los que ha sido tan afecta la novela contempo-
quejarme -me. de~~ y muy poco novelesco que se leerá en
ránea. La 'escritura' epistolar hace patente la existenci~ de
el re.lato muy Slmp tl ... » Sus dos primeros capítulos con-
diversos tiempos que se responden y entrecruzan: un tiem- e
seguida-e-, puesto q
po de producción (momento de escritura); otro de lectura
(del interlocutor); otro de lo narrado, que puede implicar . cnt de la redoute», R om ans et nouvelles,
Mérimée. «L'cnlcvef11273.
9
un futuro ligado' (en esta forma novelesca mucho más que Garnier, París, 1967, pál'
44 Las voces de la novela A utor y fautor 45

tribuyen a fijar la situación del transcriptor y el punto de confesó todo». (... ). «Resultaba asombrosa su resistencia.
vista del narrador -en síntesis, la perspectiva del relato, Conversaba hasta dieciocho horas por día. Yo tomaba notas
que cobra el carácter íntimo, reservado y 'pudoroso' de una urgentemente. Mi trabajo era penoso, porque tema que tra-
confidencia otoñal producida por y en determinadas circuns- bajar en la semioscuridad. Erdosain no podía tolerar la luz.
tancias-. Ese segundo capítulo concluye.de manera elocuen- Le era insoportable». El autor, empero, disimula ciertas
te («Yo no le pedí sus confidencias; él me las ofreció. Y co- 'intrusiones', o inconsecuencias de autor-editor en las N otas
mo si no hubiese tenido más que traducir en palabras las del com entador.
memorias cifradas que yo tenía ante mis ojos, me contó En el otro extremo de la coordenada encontraríamos
1 1 1 '1

sin disfraces, aunque no sin emoción, la historia siguiente»), aquellos relatos en que el artificio· del autor-transcriptor
y lo que continúa -el relato propiamente dicho de Domí- resulta más patente. El editor reclama simplemente el méri-
nique- adquiere así un eco distinto del que tendría sin la to (o la disculpa) de haber encontrado o dado a la impren-
introducción: aparece como justificado, o por lo menos ta unos papeles: «Este libro, que publico con el título D ia-
exento de toda sospecha de exhibicionismo. El confidente, rio de una m ucam a, ha sido en verdad escrito por Celestí-
destinatario (interno), ha recibido, pues, una relación oral na R. .., mucama» (Mirbeau). Por supuesto, hay un gran nú-
de los hechos y la ha transcrito. mero de relatos en que el autor trata de disimularse, si no
Caso similar es el de O tra vuelta de tuerca de Henry de ocultarse, por razones de conveniencia, de pudor o de
James, aunque en éste el transcriptor ha escuchado -y ha censura. Tal, a este respecto, La vie de M arianne (Marivaux),
transcrito con toda exactitud mucho tiempo después- la que se escuda detrás de un doble envío: «Como podría sos-
lectura de una relación escrita de la historia. La introduc- pecharse que esta historia ha sido deliberadamente escrita
ción, que hace de marco, presenta una tertulia en la que para divertir al público, creo un deber advertir que la he
uno de los asistentes, Douglas, anuncia -aportando algunas recibido de un amigo, quien realmente la encontrara, como
referencias previas- la lectura de una escalofriante' historia él mismo 10 dice luego...»: «este pequeño preámbulo meha
escrita por su protagonista, una joven institutriz, y guar- parecido necesario, y 10 he hecho 10 mejor que pude, pues
dada bajo llave durante muchos años. yo no soy en absoluto autor, y nunca se imprimirán de mi
Del mismo recurso se vale Roberto Arlt en Los siete locos , más que esta veintena de líneas». q bien, O b e r m a n (de Se-
que se continúa en Los lanzallam as. Pero hay aquí una hábil nancour), cuyo autor se presenta apenas veladamente como
innovación. Leemos la novela (o novelas) sin saber exacta- su editor. O V olupté de Sainte-Beuve: «El autor, el perso-
mente quién cuenta, cómo han llegado los sucesos al narra- naje no ficticio del relato, ha muerto ha pocos años en la
dor (salpicados de algún extraño 'me decía', 'lo interrogué'); América del Norte ... ». Personaje no ficticio, en efecto -aco-
Sólo al final de la novela aparece el m arco: el protagonista, ta Maurice Allem-, y del cual sólo la muerte es ficticia 10.
antes de suicidarse, ha referido todo al 'cronista' o narrador:
«(Brdosaín) salió de la lechería, dirigiéndose a mi casa. Per- 10 Saínte-Beuve, V olupté, introducción y notas de M. Allem, ed.
maneció allí tres días y dos noches. En ese intermedio me Garnier Freres.
46 [¡tU voces de la nove14, A .utor y fautor 47

O la irónica A dvertencia del E ditor de Les liaisons dange--" fuerza por hacer creer en la existencia de abates, de mílí-
reuses: «no garantizamos la autenticidad de este c o n j u n t o s tares, de sacristanes, de gente muerta en 'los calabozos, y en
y hasta nos sobran razones para pensar que no es más que el hallazgo de manuscritos que hacen volcar sobre criaturas
una novela». postizas tesoros de simpatía-o Sir Walter Scott tuvo esa ma-
El autor fluctúa, como vemos, entre ser y no ser, o: me- nía, pero tuvo el buen gusto de burlarse él mismo de esas
jor dicho, entre ser y aparecer: desde la tímida presencia superfetaciones que restan verdad a un libro. Si se está con-
a la ausencia remisa. Nada más ilustrativo a este respecto denado a subir a las tablas, hay que decidirse, por cierto,
que los comienzos de Balzac. Como es sabido, Balzac ensaya a hacer de charlatán, pero sin ayuda de maniquí. Acogemos
sus primeros pasos en la novela ocultándose detrás de va. con más gravedad y estima a un hombre que se presenta
rios seudónimos: Lord Rhoone (empero anagramático ...), modestamente diciendo su nombre, y actualmente hay mo-
Saint-Aubin, Viellerglé. No conforme, recurre al artificio: destia en nombrarse, hay una cierta nobleza en ofrecer a la
F a l t h u r n e , Manuscrito del Abate Savonati, traducido del ita. Crítica y a sus conciudadanos una vida real, un compromiso,
liana ... ; L'H éritiere de B irague, Historia extraída de los ma- un hombre y no una sombra, y a este respecto nunca fue
nuscritos de Dom Raga, ex-prior de los Benedictinos... ; llevada una víctima más resignada a las hachas de la Crío
C lotilde de Lusignan ou le beau juif, Manuscrito hallado tíca».
en los archivos de Provenza... La vacilación de Balzae entre el anonimato y la autoría
Ocultamiento, pues, de segundo grado. Pero cuando a es evidente. Victor Morillon ha reemplazado ya a los Lord
los veintinueve años decide abordar la novela histórica (si- Rhoone y a los Saint-Aubin, pero esgrime todavía argumen-
guiendo el camino ilustre de Walter Scott) con Les C houans, tos suicidas. (El psicoanálisis develaría seguramente en este
su primera novela importante, vacila entre el abandono del texto un asombroso caso de am bivalencia). Finalmente, Bal-
anonimato o de los viejos seudónimos y la franca adopción zac sustituye a Morillon, y sanciona por primera vez una
de su propio nombre. Un momento lo vemos inclinarse obra con su nombre (que reforzará poco después con la
hacia una solución intermedia: dejando atrás los extraños partícula nobiliaria: de Balzac),
seudónimos de sus novelas de capa y espada, adoptará uno En A dolphe el recurso es complicado. El editor declara
nuevo, más formal y acorde con la seriedad dei tema que en su A dvertencia haber recibido un cofre (con cartas, un
extrae de «la parte más grave y delicada de la historia con- retrato femenino y un cuaderno manuscrito) enviado por
temporánea»: Victor ~orillon. No obstante, desdoblándose un posadero de Calabria en cuyo albergue se alojara meses
en el prólogo, escribirá un extenso y curioso A vertissem ent atrás, simultánea y casualmente, con un extranjero <, Care-
du G ars, que habla elocuentemente de su indecisa paterní- ciendo de las señas de éste (a quien pertenecen sin lugar
dad: «Con satisfacción podemos confesar que nuestro sentí- a dudas los efectos), ha conservado los papeles durante
miento ha sido compartido por el autor de esta obra ....o..quien diez años, hasta que en un encuentro fortuito, en Alemania,
manifestó siempre una profunda aversión por estos prólo- y habiendo hablado del manuscrito, alguien se lo pide. Ocho
gos, semejantes a charlatanerías de feria en que uno se es- días después, lo recibe nuevamente, acompañado de una
LAS VOCES. - 4
48 Las voces de la novela A utor y fautor 49

carta, que 10 decide a la publicación. Al final del libro, se del lector, con su desconfianza. Multiplica las cauciones.
agregan dicha C arta al E ditor (<<Yohe conocido a la mayo- Acumula indicios de garantía. Contrarresta con datos' natu;
ría de los que figuran en esta historia, demasiado veraz... rales 10 sobrenatural. La historia de D on Q uijote fue hallada
Usted debería publicar esta anécdota ... Hoy no puede ya en unos cartapacios, escritos en caracteres arábigos y ad-
hacer mal a nadie») y su R espuesta (<<Sí,publicaré el ma- quiridos casualmente en la tienda de un sedero de Toledo,
nuscrito que usted me devuelves). por medio real; los tradujo luego un morisco aljamiado por
El transcriptor del legajo de P epita Iim énez (Juan Valera) dos arrobas de pasas y dos fanegas de trigo; historia que,
hallado entre los papeles de un deán, confiesa haber creído en opinión de su Editor, peca más bien por haber quedado
en un principio que se trataba de una novela, en la que el su autor falto antes que demasiado.
deán «quiso ejercitar su ingenio componiéndola en algunos La letra roja, según Hawthorne, proviene de otro hallaz-
ratos de ocio», aunque más tarde, observando la sencillez go igualmente casual: en el segundo-piso del edificio de la
de su estilo, llegó a la conclusión de que se trataba no de Aduana de Salem, dentro de uno de los barriles repletos de
novela, sino de verdaderas cartas, «que el señor deán rasgó, fajos de viejos documentos oficiales, encontró, una lluviosa
quemó o devolvió a sus dueños, y que la parte narrativa, tarde de ocio, un paquete que contenía un rollo de papel
designada con el título bíblico de 'Paralipómenos', es la sola polvoriento envuelto en un trozo de tela bordada con una
obra del señor deán, a fin de completar el cuadro con.sucesos extraña letra A... El M anuscrito encontrado en Zaragoza
que las cartas no refieren». (Jean Potocki) 10 fue, en una casita abandonada, días des-
En las M em orias de dos recién casadas las prevenciones pués de tomada la ciudad, por un oficial del ejército francés.
de Balzac van más lejos todavía: «Si el editor hubiera que- y el de La vida de M ariana, varios cuadernos de escritura

rido hacer un libro en lugar de publicar una de las grandes femenina, en un armario practicado en el muro de una casa
acciones privadas de este siglo, hubiese procedido de,' otro campestre cercana a Rennes.
modo: eréasele». El manuscrito de O tra vuelta de tuerca, con su «tinta
Persiguiendo una asepsia cada vez mayor, una neutra- envejecida, pálida, y con la letra más admirable», fue res-
lidad o abstención más absoluta,' el relato ha quedado a catado de un cajón cerrado con llave, donde estuvo durante
cargo de un árbol o una casa. Tallo que ocurre, por ejem- años, y el de los H ijos del viento (Burgess Drake), «escrito
plo, 'en La sangre de Elena Quiroga y La casa de Mujica en un par de rollos de papel para planos, 'con trazos sutiles
Láinez. Pero -es curioso- no podría hablarse de deshu- como una telaraña', sujeto por la correhuela y con ras vio-
manización. Paradojalmente, el árbol, la casa, guardan más letas encima» hallado sobre el piso de la habitación de los
humanidad que el narrador de muchas nove~as contempo- niños.
ráneas. e Veuillez me donner ce cahier relié en parchemin, sur la
seconde tablette, au-dessus du secrétaire; non pas celuí-cí,
b) Pero junto al afán de objetividad y prescindencia se
mais le petit in-octavo», precisa el profesor Wittembach ano
acentúa el prurito de verosim ilitud. Ya no bastan las pala-
tes de leer el manuscrito de Lokis (Mérimée).
bras del Editor. El autor cuenta, más que con la credibilidad
so Las voces de la novela A u to r y fa u to r 51

Las memorias de P ascual D uarte fueron encontradas en ción dictada, releída y firmada por el Doctor YuTsun, anti-
una farmacia de Almendralejo a mediados del año 39 sin guo catedrático de inglés en la Hochschule de Tsingtao,
que se supiera cómo, después de haber estado en manos de cuyas dos primeras páginas se han perdido; lo mismo que
un tal Barrera López, quien declara en su testamento 016- la primera de E l iniorm e de B rodie, encontrado dentro de
un ejemplar de Las m il y u l 1 a noche, manuscrito con esme-
grafo:
C uarta: Ordeno que el paquete de papeles que hay en el cajón rada caligrafía.
de mi mesa de escribir, atado con bramante y rotulado en lápiz Se procura, como se ve, borrar los signos del código na-
rojo diciendo: "Pascual Duarte», sea dado a las llamas sin leerlo rrativo. Barthes tiene razón al señalar que, «en general,
y sin demora alguna, por disolvente y contrario a las buenas nuestra sociedad escamotea cuidadosamente la codificación
costumbres. No obstante, y si la Providencia dispone .que, sin
mediar malas artes de nadie, el citado paquete se libre durante
de la situación de relato: no se cuentan 'ya.
los procedimien-
dieciocho meses de la pena que le deseo, ordeno al que 10 en- tos de narración que intentan naturalizar el relato que va a
contrare lo libre de la destrucción, lo tome para su propiedad seguir, fingiendo otorgarle como causa una ocasión natural
y disponga de él según su voluntad, si no está en desacuerclo y, si puede decirse, 'desinaugurarlo': novela por cartas, ma-
con la mía. nuscritos pretcndidamente hallados, autor que ha encon-
trado al narrador, films que lanzan su historia antes del re-
Papeles casi ilegibles debido a la mala letra y a su des-
parto» ! l . Pero como borrar los signos es imposible (<<lero-
orden, que el Transcriptor (según nos declara en una N ota)
:illl:ii!l
"1 '1 "" man doit rnystifier ou se renoncer» 12), se juega con ellos
11111:111 se ha entretenido en ordenar antes de dar a la imprenta,
como si no existieran: se cae en una verosimilitud de segun- (
1 precedidos de la carta en que Pascual destinara el manus-
1'1 11
do grado -como veremos luego. El recurso subraya a veces
i 1I 1 ¡Ir crito a don Barrera López y escrita con la misma tinta mo-
rada de los dos últimos capítulos ... Al manuscrito le siguen con ironía la convención:
El libro fue encontrado, tal como lo predijera su autor, es-
dos cartas recabadas por el Transcriptor a sendos testigos
crito en un par de rollos de papel para planos, «con trazos
que conocieron a Pascual Duarte, los cual'es corroboran in- sutiles como una telaraña», y sobre el piso de la habitación de
directamente la 'autenticidad' de dicho manuscrito. los niños, sujeto por la correhuela y con las violetas encima.
Los E ditores de los cuadernos de La' náusea declaran La identidad de su autor plantea, naturalmente, un problema
haberlos encontrado entre los papeles de Antaine Roquen- distinto. Algunos dicen que fue escrito por' la mujer, otros afir-
man que es obra de un bromista, y hasta hay quienes aceptan
tino Se trata de un D iario, y aunque su primera hoja no está
el origen que se consigna en el manuscrito. Pero cualquiera
fechada, deducen que es en algunas semanas anterior al que sea la versión correcta, el hecho es que el libro fue escrito,
diario mismo (1932); lo dan a publicidad respetando sus puesto que aquí está. (Burgess Drake, H ijos del' viento.)
espacios en blanco, precisando mediante discretas notas al
Por eso no faIta tampoco la lúcida parodia y burla del
pie de página alguna corrección o tachadura (equízás forzar
procedimiento.
o fo r ja r » ) .
Muchos de los relatos de Borges no pertenecen a Bor- . 11 clntroduction a l'analyse structurale des récits», C om m unica·
ges: E l jardín de senderos que se bifurcan es una declara- tions, núm. 8, Seuil, París, 1966, pág. 22.
12 Michel Raimond, op. cit., pág. 483.
52 Las voces de la novela A utor y fautor -5 3
:.--------------------
Ill-fated sermon! Thou wast lost, after this recovery of thee, de librarlas al púpUco, por razones no precisamente de for-
a second time, dropped thro'an unsuspected fissure in thy master's ma o de composición».
pocket, down into a treacherous and a tattered lining, -trod
Madame de Staél declara, en el P refacio a D elfina, haber
deep Into the dirt by the left hínd-food of bis Rosinante inhu-
manly stepping upon thee as thou falledst; -burie~ ten days in
«puesto cuidado en suprimir de esas cartas, hasta un punto
the mire, -raised up out of it by a beggar, -sold for a half· compatible con la ilación de la historia, todo lo que podía
penny to a parish-clerk, -transferred to bis parson, -lost for tener relación con los acontecimientos políticos de aquel
ever to thy own, the remainder of bis days, -nor restored to tiempo»; aclaración muy próxima a la de Mérimée al publi-
his rest1ess M A N E S till this very moment, that 1 tell the world
car las cartas relativas a la aventura de E l A bate A ubain
the story,
(Sterne, Tristram Shandy, pág. 104.)
«sin otro cambio que la supresión de ciertos nombres y de
algunos pasajes».
2. La segunda coordenada hace al mayor o menor grado En la A dvertencia de La C artuja de P arm a, Stendhal de-
de intervención del editor o transcriptor, abarcando desde clara haber escrito una novela con lo que hubo escuchado
aquellos casos en que el autor rechaza su plena condición primero (en una amable velada padovana, a fines de -1830)
de tal, aunque admitiendo ser quien ha compuesto y escrito y leído después (en unos anales de Parma) sobre la historia
una historia 'real' que no le pertenece, hasta aquellos otros de la duquesa Sanseverina. Sin embargo, insinuando cierta
en que niega taxativamente toda participación, invocando fidelidad a ambos, acota: «La amable sobrina del canónigo
ser únicamente el copista fiel de un manuscrito. En líneas había conocido y aun amado mucho a la duquesa Sanseve-
generales, dicha participación es en la historia de la novela rína, y me ruega no cambiar nada de sus aventuras, que son
decreciente. censurables».
Véanse algunos hitos significativos de tal gradación. Nada De modo semejante, el autor de La letra roja nos pre-
más ilustrativo que el prefacio de La N ueva E loísa como tes- viene, respecto del uso que ha hecho de los papeles origi-
tiIIlonio de esa velada, incierta, pero declarada participación nales del Inspector Pue: «No digo que, al acomodar esta
del autor-transcriptor: «Aunque yo no tenga aquí más que historia y al imaginar los motivos y modos de pasión que
el nombre de editor, he trabajado yo mismo en este libro, influyeron en sus personajes, me haya invariablemente con-
y no me oculto. ¿Es mío enteramente, y toda la .correspon- finado dentro de los límites de la media docena de cuader-
dencia no es más que una ficción? Gente del mundo, ¿qué nillos de papel ministro del viejo inspector. Por el contrario,
OS importa? Es seguramente una ficción para vosotros». Edi- me he acordado sobre todos estos puntos tanta libertad
tor de presencia insinuante, provocativa, que descubre -a como si hubiesen sido de mi invención. Lo que sostengo es
través de la ficción- la pata de la sota al lector. la autenticidad de los contornos».
Presencia no muy distinta, en definitiva, a la del autor Esta fluctuación entre autor y transcriptor, empero, crea
de V olupté: «El depositario, el editor, y, si se le permite, un clima ambiguo para la novela, que perjudica su status:
desde varios puntos de vista el rapsoda, pero rapsoda siem- deja, naturalmente, al lector en una situación también amo
pre fiel y respetuoso de aquellas páginas, ha vacilado antes bigua -cuya razón analizaremos luego (pág. 165).
54 Las voces de la novela A utor y fautor 55

El editor de La vida de M ariana nos previene: «No he ha sido aceptada, no habría bastado, indudablemente, para
tenido otra intervención que la de haber retocado algunos dar mérito a la obra, pero le habría quitado por lo menos
pasajes demasiado confusos o negligentes». Y el del D iario una parte de sus defectos». Y a renglón seguido, con rara
de una m ucam a: «Ella me pidió leer el manuscrito y corre- habilidad, fingiendo una gran inocencia, descubre los pro-
girlo. No acepté, considerando que, pese a .su estilo desco- blemas en que la crítica se demoraría después. No deja de
sido, este diario tenía un sabor particular, una originalidad, resultar sorprendente el comprobar con cuánta sagacidad,
que mi intervención malograría. Insistió y cedí... ». y tan tempranamente, so pretexto de replicar a las objecio-
En La náusea, en cambio, el editor ya no pasa de tal. Y nes que sus reservas y propósitos habrían merecido, señala
su intervención, para mayor asepsia, se pluraliza: los Edito- algunos de los problemas que la novela epistolar o el recur-
res, que advierten: «Estos cuadernos fueron hallados entre so de la transcripción plantean. Así, por ejemplo, y entre
los papeles de Antoine Roquentin. Los publicamos sin nin- otros, el problema de la variedad de estilos o el de la atrac-
guna modificación». Abstención, neutralidad, respeto, que ción del documento: «Se me ha objetado que eran las caro
se repite en P ascual D uarte a través de la N ota del trans- tas mismas lo que se quería dar a conocer, y no solamente
criptor: «Quiero dejar bien patente desde el primer momen- una obra hecha según ellas; que iría tanto contra la vero-
to que en la obra que hoy presento al curioso lector no me similitud como contra la verdad que las ocho o diez per-
pertenece sino la transcripción; no he corregido ni añadido sonas que han mantenido la correspondencia hubiesen todas
ni una tilde, porque he querido respetar el relato hasta en escrito con igual pureza».
su estilo. He preferido, en algunos pasajes demasiado cru- La novela de transcripción pasa, curiosamente, del re-
dos de la obra, usar de la tijera y cortar por lo sano». Re- chazo de una autoría intrusa (el autor queda expulsado del
cordemos que el transcriptor de O tra vuelta de tuerca de- texto) a la adopción de una lectura intrusa. En efecto, hay
clara haber trasladado «con toda exactitud» el manuscrito una esencial diferencia entre el relato abiertamente desti-
de la institutriz. nado a los lectores (forma corriente y habitual de la novela)
Un recuerdo especial merece el caso de Las am istades y aquellos otros que tienen su propio destinatario (interno),
peligrosas, de LacIos. El transcriptor discute abiertamente a los cuales el lector se asoma entonces 'indiscretamente'.
en el P refacio del redactor su participación. Después de Toda la novela epistolar y el diario íntimo juegan con este
décimos en qué ha consistido (a saber: selección y ordena- recurso 13. La novela de autor-transcriptor extrae de él su
miento: m a m ission ne s'étendait pas plus loin), precisa: principal efecto: lo que vas a leer no estaba destinado a ti;
«Yo había propuesto cambios más considerables, y casi to- tal circunstancia fortuita ha hecho que estos papeles llega-
dos relativos a la pureza de dicción o de estilo, contra la ran al molde; sin ella, lo que aquí se cuenta habría naufra-
que se encontrarán muchas faltas. Hubiera querido estar gado en el olvido; hay algo muy extraño (¿de indiscreto?,
autorizado a cortar algunas cartas demasiado largas, algunas
13 Por supuesto. como en la pintura, toda 'lectura! -su punto de
de las cuales tratan, separadamente y casi sin transición, de vista; su perspectlva- está ya preestablecida, ordenada por el autor.
casos completamente extraños entre sí. Esta tarea, que no En este sentido, el lector obedece los desipios del autor.
56 Las voces de :,ia novela' A utor y fautor 57
¿de culpable?) en esta lectura que haces de algo que no te insertada dentro de otra principal, como en las novelas del
pertenece. Q uijote, los cuentos de D on Segundo Som bra, o los episo-
Señalemos todavía dos modos diferentes de utilización dios contados por el capitán Renaud en Servidum bre y gran-
de los papeles encontrados. En un caso, éstos han sido ha- deza m ilitare~ de Vigny, o el cuento dentro del cuento c o m o
llados, publicados, y su efecto concluye allí: La náusea, La en Juan F lorido (M. Estrada) o La lechuza (Gerchunof);
fam ilia de P ascual D uarte. En el otro, en cambio,. encontra- b) la composición 'enmarcada' de E l libro de las m il y una
dos los papeles, la historia sigue: los ha englobado, los noches, del C onde Lucanor o del D e c a m e r á n , H eptam erón
desborda. Dichos papeles intervienen, influyen en los acon- y P entam erán. La denominación entrecomillada resulta grá-
tecimientos posteriores. Como imagen ampliada de esta in- fica y acertada: la historia . ( 0 historias) principal y el marco
teracción entre la parte y el todo, podrían servir el diario son independientes. Aunque a cada paisaje convenga un
de Justine, el comentario de Baltazar y las cartas de Clea marco diferente: Schérezada, Patronio, Pampinea y compa-
en E l cuarteto de A lejandría, por no citar las razones que ñía ... ; e ) el marco queda reducido al mínimo en el recurso
entre sí pasaron los personajes del Q uijote, al comentar en artificial del 'editor', los papeles encontrados y las peripe-
11::11:,111
11""1",,
1 1 111111111
su segunda parte la historia de Cide Hamete Benengeli con- cias de su hallazgo. En fin, la novela de autor-transcriptor
. a 13' es como una duplicación de la novela normal. Si adoptamos
1111::::::::
1111111:1111
tenida en la primer .
La novela de autor-transeriptor puede ser vista desde tres el esquema de Jakobson (destínador-mensaje-destínatario),
perspectivas diferentes, a saber: ella se nos presenta como una escena, dentro del m ensaje,
1) Como resultado de una progresiva elim inación del que el destinador ofrece a la contemplación del destinata-
'autor', a travé~ de tres etapas que podrían sintetizarse del rio: dentro de esa escena vuelven a encontrarse destinador-
siguiente modo: a ) el autor en el prólogo; b ) la novela sin mensaje-destinatario. Teóricamente al menos, la serie puede
prólogo; c) el autor en la N ota del editor. ser infinita, según la representamos en el diagrama de la
2) Como límite de un creciente afán de objetividad, página 59,
cuyas etapas serían: a ) el autor interviene en el relato con Visto, en cambio, como recurso 'realista', el de la trans-
sus juicios u opiniones; b ) el autor desaparece del relato, cripción resulta el más frágil, artificioso y convencional d,e
limitándose a narrar; e ) el autor declara no ser tal, sino los procedimientos. Es extraño, con todo, que en la Repú-
mero transcriptor. blica de las letras no haya sido denunciado por su policía
3) En fin (si no como la derivación) como la hipertrofia como altamente subversivo. Y, en efecto, no pretende en
o más bien la extrapolación de los antiguos relatos 'enm ar- esencia sino un 'renversement', un trastrocamiento, una sub-
cados' (los franceses hablan de 'enchassement' o de 'encar- versión total del orden establecido. Ya 10 hemos esbozado.
1age') a través de tres modos diferentes: a ) una historia es En la novela tradicional (de autor-relator) la esencia prece-
13' La complejidad narrativa del Q u i j o t e ha sido bien estudiada de a la existencia: desde el momento inicial de su produc-
por Erwin F. Rubens (<<CideHamete Benengeli, autor del Q u i j o t e • •, en
ción (10 situemos donde queramos) la literatura, el género,
C o m u n ic a c io n e s d e L ite r a tu r a E s p a ñ o l a , Buenos Aires, 1972), donde
consigna una útil bibliografía al respecto. preceden a la novela. Se trata siempre de la novela de un
58 Las voces de la novela

novelista. En las de autor transcriptor se pretende que sea


al revés: el documento (cartas," diario, memorias) es antes
de alcanzar existencia literaria. Son los lectores quienes se
la otorgan, por añadidura: le rom art m algré-soi ... Desde este
punto de vista, estas obras que no son literatura, sino 'docu-
mentos', 'casos deIa vida real', están teóricamente destina-
das a vivir en un mUndo de autodestrucción: si las lee el
lector práctíco.. no literario, descubre inmediatamente su
mentira: el documento no es documento, ni el diario, diario.
y si las lee el lector literario, las titeraturiza 14. Liberadas
de toda pretensión realista, en cambio, estas novelas ponen
en .evidencía los signos del' código narrativo, la convención
fabuladora, el poder mítico de la novela.
I

El recurso del transcriptor tiende, en definitiva (y aun- f--T ----


que hayamos distinguido matices de finalidad) a la verosim i- .-~"Ñ'
..
.¡:.
I

litud. Pero este concepto -sometido como pocos al impla-


cable análisis de la crítica contemporánea- exige ciertas
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precisiones. Verosímil es, en la vida práctica, aquello que :


tiene apariencias de verdad. En literatura, en cambio, la ve-
rosimilitud es siempre convencional. El criterio de verosi-
militud no proviene «de una relación entre el discurso y su
referente (relación de verdad), sino entre el discurso y .10
que los lectores creen Verdadero» (Todorov), o sea "entre el
discurso y la opinión C O m ú n . Ahora bien, la opinión común
del lector, en cuanto tal, se constituye a partir de una acep-
tacíén total, de un crédito. irrestringido a la palabra del

14 Viene al caso recordar estas palabras de M,-G. Barrier, aunque


con otro designio, referidas a una novela no explícitamente de autor-
transcríptor, pero que en Inucho se le parece: « . • . la plupart des cri-
tiques ont étés frappés par la maniere d'écrirc et de raconter choisie
par Albert Camus dans L'étranger. Le récit semblait rompre l 'la
fois avec le langage littéraire et avec le langage romanesque, sem-
blaít dire: 'je ne suis pas Iittérature, [e ne suís pas roman's (L 'art
d I! rlcít dans L'ltranger d'A lbert C am us, Nizet, París, 1966, pág. S.)
Las voces de la novela A utor y fautor 61
60
narrador. ~sta es la ley básica del juego: lo que cuenta el verdad. Tanto Ios- editores del D iario de A na F rank (que
novelista, como tal, no se discute. En otras palabras, su rela- dan a la imprenta un documento real), como Max Brod
to no es --como dice Butor- verificable. «La marquesa sa- (que da a luz las ficciones de Kafka), co~.C?Macpherson (que
lió a las cinco»: el lector de la novela no puede .negar, ni publica-los cantos del falso Óssíánjson editores reales: hay
siquiera dudar. (De ahí que se haya hablado del carácter verdad (y no verosim ilitud) en el epílogo del D iario de A na
mimético y el contenido apofántico del discurso narrativo). F rank: «Salvo algunos párrafos sin interés para el público,
La opinión com ún del lector se entrega a las leyes del juego, el texto original ha sido publicado íntegramente». La hay
sin cuya aceptación no hay novela: «Por cierto que esto se en Max Brod cuando justifica no haber dado al fuego los
finge con concíencía más o menos clara de tal artificio de papeles de E l P roceso, como hay intento de igualar a la ver-
la fantasía, con distancia irónica. En rigor, una entrega iró- dad (o de sustituirla) cuando Macpherson dice haber sim-
nica de fe tan ilimitada sólo es posible porque está presidida plemente traducido las leyendas de Ossíán, Hay, .en cambio,
por la conciencia de lo narrado como ficticio. En esto se afán de verosim ilitud, es decir, de semejanza no con la reali-
evidencia que el carácter ficticio del objeto narrado, como dad, sino con un- discurso de la realidad -el que tiene vigen-
condición de una irónica credulidad sin reservas, es el medio cia en la opinión com ún, ávida de 'documento'- en los rela-
para una imagen narrativa no inhibida: la literatura en sen- tos y novelas de autor-transcriptor. Pero se trata aquí de
tido estricto encuentra en la ficción su posibilidad» 15. Una una verosimilitud de segundo grado, que actúa contra la pri-
vez más recurramos a Maurice Blanchot para encontrarlo mera. ¿Contra qué se ejerce exactamente este -rechazo del-
certeramente, poéticamente dicho: «(la lectura) deja de ser novelista? Para ver claro, valgámonos de una apreciación
lo que es; es libertad, no libertad que otorga el ser y lo capta, de Todorov (que resumimos): la verosim ilitud remite a la
sino libertad que acoge, consiente, dice sí, no puede decir relación de la obra con otra cosa, que no es Ia 'realidad',
más que sí, y en el espacio abierto por ese sí deja afirmarse sino un discurso diferente, que puede cobrar dos formas:
la decisión trastornadora de la obra, la afirmación de que las reglas del género o la opinión com ún.
ella es -y nada más» 16. ¿Cuál de ellas se impugna? La novela de transcripción
En las novelas de traslación que nos ocupan, el autor no ejerce su rechazo, aunque parcialmente, contra ambas. Su
se contenta con esa verosim ilitud por consenso, monda y victoria es a la vez derrota: en el primer caso, por cuanto
lironda. Reclama para su ficción una lectura como docum en- el rechazo del género 'novela' desemboca en un nuevo géne-
to. O mejor, una lectura com o documento. Aspira a una ro: la novela de autor-transcriptor; en el segundo, por cuan-
nueva forma de verosim ilitud, ya que no --claro está- de to la opinión pública asimila el golpe, se reconstituye y
-naturalmente- perdura. Cuando Cervantes atribuye los
sucesos de D on Q uijote al historiador árabe Cide Hamete,
15 F. Martfnez Bonati,' «Naturaleza lógica y estructura fenoménica
de la ~arración literarla ••, en La estructura de la obra literaria, Ed. de ningún lector puede estimarlo con apariencias de verdad.
la Umversidad de Chile, 1960, pág. 56. Cuando Sartre o Cela, empleando el mismo recurso, acumu-
16 Maurice Blanchot, L'espace llttéraire, Gallimard, París, 1955, pá-
gina 258.
lan sobre él indicios, verbigracia, el haber encontrado los
62 Las voces de la novela A utor y fautor 63
papeles en una farmacia, atados con un trozo de bramante, comunicativa; y aun esto mismo imperfectamente, pues su
escritos con tinta morada y añadiendo las cartas del ca- pertenencia a aquel mundo y a aquella situación comuní-
pellán r del guardia, ni el autor ni los lectores se engañan: cativa perturbaría su contemplación con inquietudes rela-
nadie creerá en la superchería de que el autor es Duarte tivas a la verdad de lo dicho y a la actitud que ante ello
y no Cela, ni tampoco que Cela pueda suponer que -me- debe adoptar». Desde este punto de vista de la autoría fin-
diante tal acumulación de indicios verosim iles- nosotros, gida, la novela del transcriptor, aunque distinta de la novela
lectores, lleguemos a creerlo. En rigor, la novela no es nun- por cartas, forma con ella un mismo grupo. A ambas puede
ca verosímil: juega a la verosimilitud 17. La novela del trans- aplicarse lo que Jean Rousset dice de la segunda: que es
criptor, pues, juega a que juega. O mejor dicho, su verda- sólo por ficción por lo que se excluye lo ficticio, que el nove-
dera propuesta sería: juguemos a que esto (que leemos) no lista se disimula para aparecer mejor: « y el lector 10 sabe
es juego (sino 'documento'). Vista así tal superfetación (co- muy bien, todo el mundo lo sabe, pero siempre hay en la
mo la llamaba desdeñosamente Balzac), resulta un compli- lectura, en diverso grado, un consentimiento de la ilusión».
cado artificio. Lo que el autor-transcriptor propone al lector El género 'novela', en fin, y especialmente la novela de autor-
no es la realidad, sino (como diría Barthes) un efecto de transcriptor, podría repetir 10 que Barthes hace decir a toda
realidad. En fin, ninguna definición convendría mejor a la la Literatura: «Larvatus prodeo, me adelanto señalando mi
novela de autor-transcriptor que aquella que Julia Kristeva máscara con el dedo».
aplica a la verosimilitud en general: «lo verosímil, sin ser
verdadero, sería el discurso que se asemeja al discurso que
se asemeja a' lo real» 18. Este doble juego es la imagen mis-
ma de la convención narrativa. El lector no se engaña. Su
asentimiento, tanto como su lucidez, son indispensables para
la consumación ficcional. Sólo a condición de ambos se esta.
blece el circuito novelesco. Todo retaceo, en el uno o en la
otra, provoca un cortocircuito. Si el lector se engañara -dice
con razón Martínez Bonati-, «su contem plación seria im -
perfecta: como el oyente ficticio, y en su lugar, contemplaría
sólo al hablante y al mundo narrado, y no toda la situación

17 «¿Hasta qué punto creemos en las ficciones que nos propone


el arte? Lo que importa, sospecho, no es creer en ellas, sino en la
plenitud de la imaginación que las ha soñade,» (Jorge Luis Borres,
«El arte de Susana Bombal» en La N aci6n, Buenos Aires, 23-5-71.)
18 Julia Kristeva, «La productivité dite textes, C ornrnunications, nü-
mero 11, Seuil, París, 1968,pág. 61.

LAS VOCES. - 5
El narrador 65
«Lo excepcional no es que algo aparentemente singular
acontezca, sino saber que ha acontecido ... », se lee en La casa
de Mujica Láínez (el subrayado es de su autor). En efecto,
la mitad del milagro consiste en saberlo, la otra mitad en
decirlo. En este saber y en este decir se resuelve la Instancia
del narrador.
Lo sabido, sin embargo, puede ser explorado desde el
111 comienzo o el final, alumbrado desde fuera o desde dentro,
recorrido en infinitas direcciones. Para el novelista, la pri-
EL NARRADOR ~era palabra, la apertura de la voz, 'sucede a un trae: ¿cómo
ver, para después hablar? (equel point de vue, quel centre
de perspective choisir pour ordonner et parcourir de facón
Mais les époques primitives une foiló
passées, c~:>nterd~t difficUe. romanesque cette pluralité?»). El punto de mira decidirá
Phílarete Chasles, Introductiot1 la voz: Au méme moment se produit le véritable regard et
aux r O J ? ¡ a n s d e B a lz a c .
le véritable chant 1.

Nunca se sabrá cómo hay que cott' Este punto de mira o ángulo de enfoque, esta adopción
tar esto ...
de una perspectiva determinada para ordenar un mundo,
Julio COl1:<izar,Las b a b a s d e l
d ia b lo .
cobra en la novela dos modos fundamentales:
1. El narrador está fuera de los acontecimientos narra-
Raconter est devenu proprement iJ11'
possible, . dos: refiere los hechos sin ninguna alusión a sí mismo. (Es
A. Robbe-GrUlet, Pour un nouvea tS el clásico relato en tercera persona).
"a m a n . 2. El narrador participa en los acontecimientos narra-
dos. Dicha participación puede asumir: a ) un papel protagé-
1. SABER Y CONTj1t nico; b ) un papel secundario; c ) el papel de mero testigo
presencial de los hechos. En estos casos, el narrador se iden-
El mundo de la novela es, básicamente, Un ~undo in-sót~
tifica con 1.!!l personaje. (Es el relato en que el narrador se
too Mundo lleno de voces, sin que una sola sea real, sin qtle
sitúa, habla de sí en primera persona) .
. la sola voz real de la novela revele procedencia. Nada J1 9 '
Al primer caso corresponde, pues, generalmente, el relato
ocultado tanto la esencia de 10 narrativo como ver en el
omnisciente -salvo que, como hemos dicho antes, el narra-
relato algo natural, que va de sí, mero comentario, repto"
dar adopte, convencionalmente, la óptica o la conciencia de
ducción, 'imitación' del mundo.
Toda pregunta, empero, que busque caución para loS
entes de la novela conduce exclusivamente a la única reali- 1 G. Pican. a propósito de Proust (<<La.nalssance du chant., Leo-
ture de Proust, Mercure de Pranee, París, 1966, pág. 27).
dad de un lenguaje, de una voz, a la voz del narrador.
Las voces de la novela El narrador 67
66
un personaje (manteniendo, naturalmente, el relato en ter- grafías verbales, «esas cambiantes historias que se cuentan
cera persona). todas las noches al oído en los salones de París».
En el segundo caso, es decir, cuando él narrador habla El narrador,' que no es simplemente el autor ni tampoco
hipostasiándose a un personaje, la visión es forzosamente un personaje cualquiera, puede resultar una entelequia. Fi-
monoscópica, el conocimiento obligadamente parcial (en los gura inasible y huidiza, su entidad pronta a confundirse o
a perderse entre las otras instancias de la novela requiere
dos sentidos), restringido a la subjetividad del personaje.
Pero en ambos casos juega de manera decisiva, para la ser determinada con cierta simplificación ideal: como un
modelo virtual, como una categoría de un sistema de des-
caracterización del relato, la información. (V. apostilla B,
cripción, dotada de una claridad y de un rigor excluyente
pág. 169).
que rara vez posee en la realidad del texto.
Toda novela, en última instancia, no es más que un juego
Entre el autor y el lector (siempre virtual) se sitúan el
d~ información 2. Balzac, por ejemplo, construye un universo
narrador y su destinatario (o lector ideal). Estos dos, abso-
básicamente fundado sobre la diversidad (e insuficiencia)
!utamente d6ciles y silenciosos, nunca se exhiben, cada cual
de información de unos personajes respecto de los otros.
obediente a su misión: contar, enterarse. Si el silencio se
(El mundo absurdo de El Extranjero se apoya esencialmen-
quiebra, y aparecen, dejan de ser lo que son y adquieren
te en la carencia casi total de información o conocimiento
otra entidad. Son las célebres y burlescas intrusiones de
mutuo de sus personajes, el de Mauriac sobre el error de
información, el de Proust sobre la interrupción de las in- autor: «Il me prend presque envie d'effacer ce que je viens
d'écrire. Ou'en dites-vous, Lecteur?» 3.
formaciones). La palanca que mueve el mundo dramático
de la Comedia Humana se apoya en ese inmenso conoci- El que cuenta (el que aporta información sobre la histo-
miento a medias que tienen los personajes entre sí. El re- ria que se narra) es siempre el narrador. Su funci6n es
informar. No le está permitida falsedad, ni duda, ni interro-
curso estaría declarado y resumido -microorganismo que
gación en esa información. S610 varía (s610 le está concedi-
refleja el macroorganismo de la Comedia Humana- en esta
intrusión del autor en Papa G o r io t : «Eugene ignorait qu'on
da) la cantidad de informaci6n. Toda pregunta, aunque apa-
ne doit jamais se présenter chez qui.que ce soit a Paris sans rezca indistinta en el hilo del relato, no corresponde, en
s'étre fa ít conter par les amis de la maison l'histoire du rigor, al narrador. Bien vista, puede siempre atribuirse al
mari, celle de la femme ou des enfants ... ». Mucho se ha ha- autor, al personaje o al lector.
blado de la 'omnisciencia' de Balzac. Más importante, quizá, Tratemos de verlo. En Papa Gorioteñ narrador nos cuen-
es sefialar el caudal de 'scientia' de sus personajes, el cono- ta: «El hermoso portugués no se había atrevido a decir una
cimiento o información que mutuamente tienen de las bio- palabra. ¿Por qué?114.E ste ¿por qué?, atribuido al narrador,
resulta retórico y gratuito. No puede, en verdad, pertene-
2 eSe souvient-on de ce que le Narrateur ~ g l'la r u s , celui qui sait-
est mot •. mot l'opposé de I'ígnare qui ne sachant rien ne peut raeon-
ter? I l y a une parenté toute premíere entre connaissance et narra- 3 Marivaux, P h a r s a m o n , París, Prault pere, 1737.
tion, tirées presque du méme mot, 1 un p~fixe pm.. lean Pierre 4 Balzac, Le Pére Goriot, Gamler, París, 1960, pAS.SO.
laye, Théarie du rlelt J , Chánge, Seuil, Parfs, 1970.

i i
68 Las voces de la novela El narrador 69
cerle. Su instancia se sitúa en un plano superior, mucho más Básicamente, ~ªv oz del narrador constituye la única rea-
próxima a la del autor. Si alguna duda nos demorase, con- lidad del relato. Es el eje de la novela. Puede que no oiga-
tribuiría a desvanecerla la frase que inmediatamente le si- mos en absoluto la voz del autor ni la de los personajes.
gue: «Nada hay, sin duda, más difícil que, notificar a una Pero sin l1-ª.r.radorn o hay novela. Conviene, pues, abandonar
mujer un ultimátum semejante», nítida intrusión del autor. aquella idea, tan repetida en Forster, de que el creador y
Leemos en Barrabas: «No llegaba a comprender que se el narrador son una y la misma persona. Un leve esfuerzo
trataba de un preso y que había sido condenado a muerte, de abstracción permite distinguir entre autor y narrador
exactamente como él. No comprendía nada. El asunto, p~r -aunque la figura del primero asome muchas veces por
supuesto, no le interesaba; pero ¿c6mo se podía condenar encima del hombro del segundo. El narrador no tiene una
así? El Hom.bre era inocente, sin duda. 5. Es evidente que, ,.r personalidad, sino una misión, tal vez nada más que una
en este caso, el narrador cuenta asumiendo el punto de vista función: contar. La cumple bien, en la medida en que no
y la 'conciencia' del personaje. La pregunta es, pues, de Ba- se aparta de ella: en la cámara de los relatores se está síern-
rrabds. Un texto más explícito, menos artístico (el arte es prelisto para declararlo fuera de la cuestión, Mayor esfuer-
siempre sutil, disimula sus recursos), hubiera cobrado sen- zo exige distinguir -cuando coinciden- narrador y perso-
cillamente la forma: «El asunto, por supuesto, no le intere- naje. Ambas figuras se superponen, aunque no se confunden.
saba;' pero -se preguntó- ¿c6mo se podía condenar así?». Por eso es importante conservar intacta la imagen ideal del
Kayser transcribe, por su parte, el
comienzo de Brave narrador. El que habla en tales casos es, naturalmente, el
New World de Hux1eyhasta llegar a las preguntas: «¿Edad? personaje, y lo que dice concierne a su personalidad. Pero
¿Joven? ¿Treinta, cincuenta? ¿Cincuenta y cinco?, para el tono y el concierto del discurso son obra de un narrador.
acotar: «¿Quién pregunta aquí de pronto, interrumpiendo la Se trata de funciones diferentes. Tal vez en ningún autor se
descrípcíén. por la edad del director? Evidentemente, el na- encuentra .más sencilla y certeramente expresado que en
rrador. Y ¿por qué? Porque ve aflorar esta pregunta ( ... ) a Proust (el caso por antonomasia): «Hay un señor que cuenta
los labios de los lectores» 6. Resulta obvio que la auténtica y dice yo» (Carta aRené BIum). El narrador es, pues, una
pregunta aquí, en cuanto ella trasunta ignorancia o duda, abstracción: su entidad se sitúa (recurriendo a la útil distin-
pertenece al lector y no al narrador", ci6n de Jakobson, retomada por Todorov) no en el plano
,5 Par Lagerkvist, Ba"abds, Emecé, Buenos Aires, 1962, pág. 19.
del enunciado, sino en el de la enunciación 8. Mas no s610
6W. Kayser, 01'. cit., pág. 463. de funciones diferentes: «Des que le sujet de l'énonciation
7 En rigor' no le está permitida al narrador. tampoco, ninguna devient sujet de l'énoncé, ce n'est plus le mérne sujet qui
falta de memoria. Y si resultan más o menos aceptables, cuando el
narrador es un personaje, expresiones como: cje ne sais si ie t'ai
l'arM de mon abbé ...•• (Mérlmée, L'abbé Aubin), cle dije ya que m • ...El enunciado es exclusivamente verbal, mientras que la enun-
esos dos afias...?", cereo haberle dicho que todos los Olmos...•• (E. ciación coloca al enunciado en una situación que presenta elementos
Sábato, Sobre {héroes 'Y tumbas), que se refieren a datos ya consig- no verbales: el emisor, el que habla o escribe; el receptor, el que
nados. resultan incongruentes o excesivamente artificiales cuando !le percibe; y el contexto en que esta articulación tiene Iugar.» (Todorov,
trata de un mero narrador. «Peétique», Qu'est-ce que le structuralisme, Seuil, París, 196s, pág. lOS.)

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70 Las voces de la novela El narrador 71

énonce. Parler de soi-méme signífie ne plus étre le méme esa libre opción del narrador, de la solución de ese teorema
s o i- m é m e » 9. esencial surge lo que en la novela se llama perspectiva. En
Hemos dicho que al narrador no le está permitida false- ' efecto, de cómo sabe el narrador nace el punto de vista, la
dad, ni duda, ni interrogación. Ya lo veían -a su manera- visión que el mismo adopte (y de ella, en gran medida, cómo
Platón y Aristóteles al distinguir d ie g e s is (simple relato) y cuente J. Aquella previa' decisión pone de relieve claramente
mimesis (imitación poética) 10 -en un plano más concreto: el carácter ficticio del narrador, que para Kayser peculia-
narración y drama,-, reservando para el primer caso lo que riza el relato. Pero hablaremos simplemente de narrador,
el poeta dice «hablando en Su propio nombre, sin intentar pues en el ámbito de la novela y el cuento, todo narrador
hacernos creer que es otro el que habla». De ahí que el estilo es ficticio 11. Barthes lo dice también claramente, al observar
propio del relato deba ser, en puridad, el indirecto. Todo que las distintas concepciones del narrador han visto en él,.
diálogo, o palabra de un personaje, resulta así la suspen- no obstante, y en los personajes, «personas reales, 'vivien-
sión, el abandono de la actitud narrativa. Aunque aquellas tes' (conocida .es la fuerza de este mito literario), como si
interpolaciones pueden ser vistas también como un modo, el relato se determinase originalmente en su nivel referencial
como un recurso del estilo narrativo: el narrador refiere; (se trata siempre de concepciones 'realistas'). No obstante,
cuenta lo que sucedió y lo que dijeron los personajes de su al menos desde nuestro punto de vista, narrador y perso-
historia, pero -e-procurando una mayor caución o fidelidad, naje son esencialmente seres de papel» 1 2 .
o simplemente un mayor efecto al introducir otra voz- se La visión 13 del narrador determina, pues, la perspectiva
interrumpe y reproduce la palabra del personaje. En re-;¡¡: de la novela. «Raconter une histoire implique forcément une
dad, el reproche -bastante justo--: de Balzac (e El diálogo certaine position du narrateur par rapport a cette hístoire»
de Víctor Hugo se parece demasiado a su propia palabras), (Michel Raimond). Dicha perspectiva ha sido caracterizada
o el de Richard Chase a Henry James (<<todoslos persona- de diverso modo. A nuestro juicio debe traducir siempre la
jes hablan el lenguaje de Henry James») no hace sino sub- relación entre narrador y personaje (o personajes), desde el
rayar, en casos bien notorios, el pecado original e indeleble punto de vista del 'conocimiento' o 'información'. Esta rela-
de toda narración: « ... por mucho que diferencie las voces, ción entre el conocimiento del narrador y el de sus persa-
el narrador permanecerá siempre en el primer plano de la
audición y de la conciencia» (Kayser), 11 Martínez Bonatí ha puesto especial empeño en mostrar que no
Este narrador debe saber para contar. Es sabido que el s610 el narrador, sino todo el lenguaje de la narraclón, es un lenguaje
verdadero carácter de un narrador no consiste tanto en lo ficticio.
12 R. Barthes, "Introduction fl l'analyse structurale des r.écits»,
que cuenta (los temas van y vienen), sino en cómo cuenta. Communicatlons, núm. 8, Seuil, París, 1966,pág. 19.
Pero así como existe una libre elección sobre cómo contar 13 Al hablar de visión, entendemos algo que, aunque participa

existe una obligada decisión previa sobre cómo saber. De de lo que suele llamarse el punto de vista, lo desborda. El punto de
vista, aunque guarde simUitud con la pintura, se enriquece en lite-
, lb id., pág. 121. ratura porque se carga de 'lnformaci6n': la perspectiva visual se tor-
10 ef. Gé;ard Genette, "Frontleres du r6cib, Communications n11- na perspectiva psicológica. .
mero 8, Seuil, París 1966. '

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T ~O TECA CENTRAL t

[ 72 Las voces de la novela El narrador


~J...,~grW r-
a 73
najes puede ser de tres tipos: omnisciente (el narrador.fo- 1.• El narrador puede contar' situándose, pues, fuera de
t
l
see un conocimiento mayor que el de sus personajes); equis-
ciente (el narrador posee una suma de conocimientos igual
la historia. Normalmente lo hace, como dijimos, adoptando
el relato en tercera persona. Su información, su conocimien-
a la de sus personajes); deficiente (el narrador posee menor to, no obstante, puede mantener, con respecto al personaje,
información que su personaje -o personajes) 14. Ahora bien: tres modos diferentes de relación:
teniendo en cuenta que -según el punto de vista o ángulo
de enfoque- habíamos distinguido dos tipos fundamentales 1. a. El narrador planea por encima de los personajes,
de narrador según se situase fuera o dentro de la historia su saber es omnisciente: autor-dios que todo lo sabe, autor-
(en general, el relato en tercera o primera persona, respec- fantasma que todo lo descubre, Asmodeo que penetra en
'''11'1
tivamente) 15, podríamos trazar el siguiente cuadro: todos los recintos. El autor puede escribir con pleno derecho:
,lO I

Nessirn alzó los ojos hacia ella y se quedaron un largo rato


mirándose las mentes. En los ojos de él había ahora una ar-
a. Omnisciente (N)P) (L a mayoría de los
" IIII,~ :' diente dulzura apasionada; eran como los ojos de una noble
C I¡
relatos en tercera
1. Narrador fuera persona) ave de presa. Se humedeció los Iabios con la lengua, pero no
I"Jo,11
111111'111 de la historia (3.' habló. Había estado a punto de decir: «Tengo miedo de que
<::JI, persona) b. Equisciente puedas enamorarte de él», pero una curiosa sensación de pudor
-1
I
(N=P) (Henry James)
1
lo contuvo.

J I 1 Ili
II
c. Deficiente (N<P) (Robbe - Grillet:
v o y e u r).
Le (Lawrencc Durrell, Mountolive, pág. 227.)

;l. ~sta fue, con poca excepción, la técnica tradicional de


la novela, y especialmente la de su apogeo decimonónico. El .
q, Omnisciente (N)P) ( ... ...... .., ... ) género casi se identificaba con ella: la novela era el instru-
mento mágico mediante el cual, como los dioses, podíamos
2. Narrador dentro b, Equisciente (N = P) (Todos los relatos
de la historia (l.' en primera perso- penetrar en todas las conciencias y conocer diáfanamente
persona) na) todos los dramas 15'. Este modo operatorio, que duró por mu-
cho tiempo casi sin objeción, hace crisis en el siglo xx. (Crí-
c. Deficiente (N<P) ( ... ... ... ... ...)
sis estudiada con amplitud y penetración por Michcl Raí-
mond con' el significativo título de Les scrupules du point
de vue 16). En realidad, la objeción fundamental, referida a
14 Tal vez sería mejor decir suprasciente, equisciente, inirascien-
te, ya que se trata de una relación. 15' Ninguna deñnícíén de la omnisciencia, quizá, más justa que la
15Dejamos de lado el caso, no siempre uniforme, de la segunda
del narrador del Quijote refiriéndose a Cide Hamete: "Pinta los pen-
persona, que demandaría un largo desarrollo. Véase, a este respecto,
samientos. descubre las imaginaciones. responde a las tácitas [pre·
el interesante artículo de Francisco Ynduráin « L a novela desde la
guntasj, aclara las dudas, resuelve los argumentos: finalmente, los
segunda personas, Historia y estructura de la obra literaria, Consejo
átomos del más curioso deseo manifiesta. (pág. t 3 ~ ) .
Superior de Investlgaciones Científicas, Madrid, 1971, pág. 159. 16 Op. cit., pág. 299.

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I

74 Las voces de la novela El narrador 75


la fuente y alcance de la información, podría ya estar sinte- segmento de un drama) implica. Esto fue advertido en los
tizada en una réplica extraída de un cuento de Balzac ínserto albores mismos del realismo. Y quizá en nadie, esa superio-
en La musa departamental: ridad y desborde de la realidad con respecto a la fantasía
-Il faut raconter cela, dit le journaliste, a des charbonniers, aparece tan clara e insistentemente como en Balzac. Mau-
car il faut leur foi robuste pour y croire. Pourriez-vous m'expli- rice Bardeche lo ha señalado sagazmente: «Una masa tal de
quer qui, du mort ou de I'Espagnol, a causé? 17. realidad pesa sobre el drama, que ya no controla la con-
ducta de la acción, se diría que la padece. Hay a menudo,
Los plenos poderes del narrador omnisciente le permi-
hay casi siempre en Balzac un momento en que finge que
tían un libre tránsito de lo visible a lo invisible. Todo dato
el relato se le escapa. Según .las palabras de la duquesa de
le era lícito, cualquiera fuese su procedencia: información,
Langeais: 'Desde entonces, los hechos dicen todo. He aquí,
confidencia, descubrimiento, suposición.
pues, los hechos.' La realidad se ha vuelto más fuerte que el
La reacción contra la potestad omnisciente se concentra
narrador. Testigo impotente de la tragedia a la que ha dado
particularmente, en la visión antinatural y artificiosa deÍ
nacimiento, éste no puede más que consignar hechos, que
narrador dotado de ubicuidad temporal y espacial. Por dis-
no ve en su totalidad, que no comprende en su totalidad,
tintos caminos se propugna el retorno a una visión más
que registra solamente como las formas que cobra enton-
acorde con los modos normales de percepción y captación.
ces la fatalidad» 18.
No faltaban ejemplos, hacia la primera y segunda décadas
¿No radica en un planteo similar todo el problema del
del ~iglo, provenientes en especial de la literatura inglesa,
'realismo histórico'? En efecto, a la pretensión de un cono-
que Influían de manera decisiva. Esos mismos novelistas no
cimiento neutro e imparcial, a la ilusión de un objetivismo
sólo practicaban, sino que defendían explícitamente los nue-
absoluto, a la idea de contar «10 que realmente ocurrió»
vos procedimientos: prólogos de Henry James, cartas' de
(Ranke), sucedió la convicción de la inevitable 'subjetivi-
Conrad, diario de Virginia Woolf.
dad' del historiador (y aun del cronista), la certeza de que
En resumen, dos reservas graves se suscitaron contra
toda historia -de serlo propiamente- era necesariamente
la omnisciencia. La primera, por tratarse de un modo de
'interpretación': «En todos los casos, el historiador y sus
percepción o conocimiento antinatural: al hombre no le ha
objetos de estudio avanzan por el mismo río.: impulsados
sido dado el don de ubicuidad ni el de penetración ... (Una
por la misma corriente» (Toynbee). Claro está que en el te-
f~rma extrema de esta modalidad omnisciente de penetra-
rreno de la historia, la subjetividad que toda interpretación
cíón o develamiento consistiría en el empleo del monólogo
conlleva, procura caucionarse con los hechos, los documen-
interior. Modalidad que abordaremos más adelante.) La' se-
tos y los testimonios. En la novela; en cambio, la subjeti-
gunda reserva radica en la imposibilidad de abarcar la vas-
vidad del narrador sólo encuentra caución en la 'verosímí-
tedad de conocimientos que un drama (que el más ínfimo
litud' (y sólo por ficción, en la. superchería del 'documento'
17 Balzac, La muse du Département, PlBade,Parfs, 1963, IV, pi. o del 'testigo').
sina 113.
18 M. Bardeche, Balzac romanciet, Plon, Parfs, 1940,pAg. 385.

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76 Las voces de la novela El narrador 77
La CriSISdel narrador omnisciente se vio favorecida, a impersonal y omnisciente, es la menos realista de todas: en
un tiempo, por el deseo de renovación, por el éxito de algu- efecto, la realidad que el mundo nos ofrece es la de un co-
nas novelas, y muy especialmente por el triunfo y la difu- nocimiento siempre personal, sujeto a un punto de vista
sión que el ímpetu y la coherencia de sus teorías aportaron individual y a una apr-eciación e interpretación subjetivas.
(las que, por lo demás, de ningún modo invalidaban las En tal sentido, el relato en primera persona (o aquel que de
grandes realizaciones de la novela anterior). Así, pues, desde algún modo reproduce sus condiciones) es más realista que
un punto de vista asépticamente teórico, debería concluir- el otro: «Se trata ante todo de un progreso en el realismo
se que si la novela es, en general, y como una larga tradi- por la introducción de un punto de vista», señala con razón
ción insiste, un espejo (<<miroirqu'on promene le long d'un Michel Butor. La novela realista se muestra, a . esta luz, en.
chemíns o «miroir concentrique de I'uníverss 19), tal espejo flagrante contradicción. (De ahí que Sartre y otros novelistas
-la retina del novelista- excluye la facultad de omniscien- propugnaran un 'realismo subjetivo'.) Desde el punto de vis-
cia, la cual, en tal caso, quedaría naturalmente reservada a ta del narrador, podría repetirse 10 que Valéry decía: que
aquel otro tipo de novela cuya realidad parecería invisible el realismo (aun cuando él lo refiriese a otro aspecto) llega
al espejo. Resulta plausible en tal sentido recordar, como «a dar la impresión del artificio más deliberado». Siguiendo
lo hacía Michel Raimond, la frase de Julien Green: «Es ne- esta línea de reflexión' deberíamos concluir de modo absolu-.
cesario que el novelista sea Dios Padre para sus persona- tamente opuesto a un pensamiento de Camus del Discurso
jes», o más generalmente, y con motivo de Bernanos, que pronunciado en Upsala en 1958: «El único artista realista
«el novelista de 10 sobrenatural, lógicamente, permanecía sería Dios, si existe. Los otros artistas son, forzosamente, in-
como el novelista de la omnisciencia» 20. fieles a 10 real.»
Cabría aquí, por fin, una somera acotación sobre el rea-
lismo. Si éste es considerado como una visión neutra y obje- 1.b. Si el narrador, en cambio, en lugar de acordarse
tiva del mundo, como un mero registro distante de toda un punto de vista privilegiado para su información se ciñe
deformación subjetiva, y casi como una imagen indiferente a la que pueden tener los personajes; si renunciando a la
e inhumana, la novela de Flaubert, Maupassant y Zola, la mirada omnisciente opta por ver el mundo con los ojos de
de Dos Passos y Hammett, la novela en tercera persona de ellos, la narración gana en vibración humana. Las cosas, los i,
autor omnisciente es la que más se le acerca. Pero si el rea- hechos y los seres cobran de inmediato la forma y ' el sen-
lismo es considerado como una imagen del mundo y de la tido que tienen para cada personaje, no para un juez supe-
vida, en sus propias condiciones de aprehensión, es decir, rior y distante. El narrador no decreta, sino que muestra
como una imagen fiel no sólo del mundo, sino de su modo el mundo como 10 ven sus héroes. Distribuye, pues, un cau-
de captación, la novela pretendidamente realista, la novela dal de información equivalente al de éstos. Renuncia a lo
que James llamaba la «majestad encubierta de la irrespon-
19 Stendhal y Balzac, respectivamente, aunque este último citando
a I..eibnitz. sable cualidad de autor». Esta forma exige, naturalmente,
. 20 O P . cit., pár. 386. una mayor participación del lector, que debe estar alerta:
·18 Las voces de la noveie; El narrador 79

lo que se dice no es lo que es, según Dios o un veedor im- sucesiva y altemadamente, el de cada uno de sus persona-
parcial, sino lo que los personajes creen que es. jes 24.
~sta ha sido la óptica que, a comienzos de nuestro siglo, Esa mirada oblicua de tales precursores fue la que, des.
se esforzaron por adoptar algunos novelistas, especialmente pués de la guerra, emplearon más intencionadamente May
anglosajones, Si bien para tal técnica pueden reconocerse Sinclair, Clémence Dane, Virginia Woolf y especialmente
algunos antecedentes, como el de Mérimée (que suele recu- Conrad, quien, al decir 'de Miche¡' Raimond, redescubría la
rrira la iluminación indirecta, lo que le permite -según lección de James: cLa sustitución de una realidad percibida
Jaloux 21_ no decirlo todo, sino más bien sobreentenderlo) por el personaje a una realidad exigida por el autor». El
• ",1
o el de Stendhal (en quien no siempre es consciente y se da,' Tifón es una suma de tifones vividos por los personajes, des-
más que por vía directa, por la indirecta de las 'restriccio- de el capitán hacia afuera, en círculos concéntricos cada
~" 1"
nes de campo' 22), los primeros en aplicarla deliberadamente vez más amplios. Gide sintió la tentación del procedimiento.
fueron Henry James, Galswortby, Mereditb, antes de la pri- Sin embargo, 'no se resignaba fácilmente: «El gran asunto
mera guerra. En James el recurso fue consciente, y a él por estudiar es ante todo éste: ¿puedo representar toda la
aludió el novelista en varios de sus prólogos y en alguna acción de mi libro en función de Lafcadio? No lo creo. E
carta 23. James pretendía mostrar a sus personajes como indudablemente el punto de vista de Lafcadio era demasiado
viéndose en un juego de espejos. Lo esencial es aquí la sus- especial para hacerlo prevalecer permanentemente. Pero
titución de la mirada omnisciente del relator por la ínter- ¿qué otro medio habría para presentar el resto? Quizá sea
mirada de los personajes. O para decirlo con la expresión una locura querer evitar a cualquier precio el simple relato
certera de Régis Michaud: 'James nous offre ses personna- impersonal» 2S.
ges dans la conscience les uns des autres'. El narrador pue- Una, diferencia importante, empero, merece ser señalada'
de, sin' coincidir forzosamente con un personaje, adoptar su -en el interior de esa común renuncia a la omnisciencia, En
lugar, su óptica. Esto significa, desde nuestro punto de vista, efecto, una cosa es que el autor (y narrador) lo cuente todo
'un sacrificio del conocimiento. El narrador renuncia a saber adoptando sucesivamente el punto de 'vista de cada perso-
más de 10 que saben sus personajes: la soledad de Milly, naje, es decir, cambiando de posición, poniéndose 'en lugar
para mostrar' un ejemplo de Las alas de la paloma, será ce-. de' (pero el que se pone 'en lugar de' es siempre el autor.
losamente respetada, guardará toda la hondura y misterio narrador), aportando incluso a las veces los juicios que esti-
.de una conciencia inviolada. El punto de vista adoptado por me convenientes (ingerencias de autor), aunque permane-
el narrador es aquí, como lo ha señalado Percy Lubbock, ciendo siempre dueño y señor del discurso narrativo (y no
como si cada personaje fuese a su turno el 'emisor' del rela-

Citado por Michel Raimond, op. cit., pág. 324.


21 24 Percy Lubbock, The craft of fiction, Jonathan Cape, Londres,
Véase Georges Blín, eLes restrictions de champs, StendhGZ et
22 1965, pág. 184.
les probl~mes du roman, Corti, París, 1953. 25 Gide, lournal des fau»-monntlyeurs, Gallimard, París, 1967, pá·
23 Cf. especialmente el prefacio a The golden bowl. Iina 22.
LAS VOCES. - 6

. --
""

80 Las voces de la novela El narrador 81

to). Hay en este caso un neto predominio del narrador como había hecho de noche y la nieve continuaba cayendo copiosa-
'emisor' (y el consecuente empleo de los' estilos directo e mente, revoloteando a la luz de un farol. Estuvo así un buen
indirecto). El punto de vista varía y se adapta al de los per- rato, hasta ver que la puerta se abría, saliendo el doctor Shu-
mann y la mujer. Entonces despojose de la manta y puso el
sonajes; pero sentimos siempre clara y presente la voz del
motor en marcha. Pero hubo de pararlo de nuevo y envolverse
autor. Es el caso de Henry James (<<¿Esesa -preguntÓ el otra vez en aquélla, porque el doctor y la mujer se habían de-
remoto progenitor de semejante impudicia- tu moralidad?» tenido y estaban charlando animadamente, bajo unos porches.
Las alas de la paloma). La fórmula se encuentra en el mismo ......................................................... ,.
Ella empezó entonces a descender los escalones lentamente
James: «Mi narración de la impresión de alguna otra perso-
desapareciendo entre la nieve, sin volver la, cabeza una sola vez:
na ... » Es en ello donde tiene su origen, creemos, el carácter El doctor Shumann percibió el ruido del' motor al ponerse en
r'l
parejo, terso y constante que se ha señalado en su estilo. marcha. Luego dirigióse hacia la puerta, empujándola aturdí-
"
111"" Obsérvese, de modo parecido, el nítido cambio de pers- damente y penetrando en la casa con los hombros y el cabello
1",,1
( ,) pectiva en un fragmento .de Pylon (Faulkner). Llegados a la espolvoreados de nieve.
(Pylolt, pág. 452.)
'~ I:[:
estación ferroviaria del pueblo, la madre, Laverne, y el niño,
UI Otra cosa distinta esren cambio, que el narrador cuente
¡,¡,JI han tomado un coche para dirigirse a la casa del Dr. Shu-
t~ ~ ll
( 'ji '1 '" mann, abuelo paterno del chico. El punto de vista del narra- tratando de asumir la conciencia, y aun, en muchos casos,
dor transita claramente, en sólo un par de páginas, de la el lenguaje presunto del personaje, acercándose a él lo más
11_ madre al chofer, y de éste al abuelo (excluimos intencional·
mente todo parlamento de los personajes, que no haría más
posible ~aunque sin prestarle la palabra. Hay aquí un debí- \
litamiento de la voz narradora, tenemos la impresión de estar
, '1 que acentuar -de modo explícito- el sucesivo cambio): oyendo a los personajes. Esta modalidad se caracteriza, natu-
¡ ¡ti. Iliii ralmente, por la ausencia de guiones y comillas, y de los
El domicilio del doctor no estaba muy lejos, ya que la ciu-
'dijo', 'pensó', 'respondió', 'le pareció', 'creyó', 'se preguntó'
dad era pequeña, y les hizo el efecto como si el coche se detu-
viera apenas iniciada la marcha. Mirando por la ventanilla, vio -que introducen los estilos directo e indirecto- para dejar
una especie de cenotafio, desvaído, sin majestad ni dignidad, paso, en cambio, al llamado estilo indirecto libre 25bis.
rodeado de victoriosa desolación..., una villa, una escalinata de Es el caso de Conrad:
entrada, una puerta cochera y unos cuantos cobertizos de techo Pero el otro no quería entender razones. En su cara tiznada
plano, construidos de acuerdo con ese modelo, que las películas fulguraban coléricamente los dientes. ~l no escatimaría el tra-
han difundido por toda América, como si el celuloide llevara bajo de aporrear sus cabezas huecas allí abajo, pero se han
consigo ciertos gérmenes. Aunque relativamente nuevo, todo creído los condenados marineros que se puede mantener la
aquello ofrecía el sello de una pronta y completa desintegración. fuerza del vapor en las malditas calderas, con sólo apalear a los
El conductor la estaba mirando. inútiles foguistas. t Nol [Por San Jorge! Hacé falta también
oo •• o •• Oo •••• o •••••••••••••• o •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••

Los observó mientras cruzaban la puerta y ascendían el cami- algún poco de aire; que me confundan por toda la eternidad
nito de asfalto, cubierto de nieve. «De modo que ésta es su es- con un cabeza de estropajo de cubierta, si no es así. Y el inge-
posa -pensó-. Pues no tiene mucho aire de mujer casera. niero jefe, también, alborotado frente al cuadrante del vapor
Aunque en realidad creo que nunca lo ha sído,» Babia otra
----
25 bis Nos permitimos. remitir a otro trabajo nuestro sobre el tema.
manta en el asiento. La sacó y envolvióse en ella, ya que se Véase Osear Tacca, El estilo indirecto libre y las maneras de narrar.
82 Las voces de la noveli.:: El narrador 83
y correteando como loco en la cámara de máquinas, de u n lado" 1. c. Pero el narrador puede manejar una suma de Infor-
a otro, desde el mediodía. ¡Era el colmo! ¿Para qué cree Juke$~. maci6n deficiente con respecto a la que poseen sus perso-
que ha sido puesto alli, si no es capaz de mandar a uno de sus
najes. Podríamos señalar de entrada una novela en la que
inservibles lisiados de cubierta a girar los ventiladores hacia
el viento? 26.
el procedimiento cobra ostensible relieve y se convierte en
( T if ó ~ , pág. 44.)
su nudo: Le voyeur (Robbe-Grillet). El narrador cuenta me-
Después de las dos primeras oraciones breves, el narra- ticulosamente los tres días del protagonista en la isla, menos
dor ve por los ojos, enjuicia por la conciencia y habla lo sucedido en ese 'trou', en ese agujero que Mathias no
casi por la boca del segundo mecánico 27. puede ignorar.
Por esta vía, absolutamente ceñida a la conciencia de los Hablaríamos con derecho de un narrador limitado, en el
personajes, y suprimiendo toda referencia a la percepción sentido de 'borné', dado su conocimiento en relación con el
o intelección (vio', 'oyó', 'pensó'), se va directamente al. de los personajes. El recurso, naturalmente, viene de lejos,
monólogo interior. La diferencia, empero, fundamental en- y puede ser identificado con la sutil admínistracíén de som-
tre una y otra modalidad es que en el estilo indirecto libre bras y silencios, con la hábil dosifícacién del claroscuro que
la perspectiva mantiene como punto 'Original de mira al na- . tantas novelas han empleado. Pero. en algunas de ellas se
rrador, mientras que. en el monólogo interior dicha perspec- convierte en su rasgo medular o se torna deliberado y hasta
tiva se ordena desde el punto de mira del. personaje. explícito.
Stendhal y Balzac supieron manejar este desajuste de
26 Para este pasaje hemos confrontado las traducciones al espa-
ñol de J. A. Moyano (1930) -que damos-, de Federlco López ~ru7.
informaci6n. En Armance, el narrador sabe menos que el
(1945) y al francés de André Gide (1923). Se impone aquí una digre- protagonista: nada dice aquél de la impotencia sexual de
sión sobre la 'traducción'. Es curioso observar cómo, ante estos re- Octavio, que éste no puede ignorar. No obstante, tal anoma-
cursos narrativos que se apartan del cauce tradicional, el traductor
se esfuerza por aportar claridad al texto, cambiando los modos del
lía constituye la clave misma de la novela, sin la cual toda
discurso (directo, indirecto. indirecto libre), introduciendo algunos ella se torna casi absurda y sin .sentído, El lector actual
'dijo' o 'respondió', agregando comillas dond~ no las hay, t?do ello la conjetura, sin duda, menos dificultosamente que sus lec-
en favor de una mejor inteligencia o r~gulanda?, per~, obviamente,
tores contemporáneos. Pero esa dímensíón esencial de la
en detrimento de 'la originalidad y eficaCIa narrativas. ~Itemos, a este
respecto, otro ejemplo, muy ilustrativo: una de la~ pnm~ras traduc- novela queda totalmente ínformulada,
. Henri Martineau , ha
ciones de E l extranjero en castellano reemplaza SIstemátIcamente ('1 mostrado en un inteligente prólogo 28, que el carácter de
pretérito perfecto (sobre cuyo empleo en esa novela tanto se ha es-
Octavio no está mal observado, ni mal construido, porque
crito después) por el indefinido. . • .
27 Estilo directo: -¿Para qué sirve lukes?: estilo mdlr~cto: E ,l todo en él se explica a la luz de su 'désarroi', más psíquico
segundo mecdnico se preguntaba para qué servf~ Iukes; ~st¡]o índi- que físico. Octavio sufre una.'tan honda melancolía y acce-
recto libre: Y Iukes, ¿para qué servfa? El cambio en el tiempo ver-
sos de manía' porque está dominado por la obsesión de su
bal es de por sí revelador. El discurso indirecto libre sirve muy bien
al narrador equisciente, fuere de la historia, a ese narra~or que ~on- impotencia. Informaci6n, e~pero, negada al narrador por
templa todo como si 10 Contemplara el personaje (y lo díce, también,
como si 10 dijera éste).
21 Stendhal, Armance. Garnier, París, 1958.
84 Las voces de la novela El narrador 85

el autor, cuya opmion, por otra parte, ,conocemos: Henri constante rehusarse a saber de sus personajes lo que, pro-
Beyle analiza y discute, en una carta a Mérimée, los proble- bablemente, ni ellos mismos saben.
mas del b a b ila n is m o de Octavio y su incidencia sobre el curo La deficiencia de conocimiento fue un recurso delibera-
so de la novela. damente explotado por la novela 'behaviorista' de los norte>
Al hablar de las precariedades de la omnisciencia, dijí- americanos, quienes, confinándose en la descripción del como
mas que en Balzac hay casi siempre un' momento en que la portamiento, se abstenían de penetrar en las conciencias.
fantasía del narrador parece sucumbir ante la inextricable Abstención, recato, inhibición, singularmente aptos para la
complejidad y originalidad del mundo; en que renuncia a novela policial (piénsese en Hammett o enChandler), que
, ,1
contar y se limita a registrar las formas que adquiere la necesita siempre de una zona de sombra y ambigüedad.
r :
fatalidad. Provienen de allí -según anota con razón Bar- «Entrevoir est la meilleure facón de voír», decía Ramón
deche 29_ «los abruptos 'agujeros' en el relato, las oscuri- Fernández. La hábil dosificación del silencio es uno de los
dades, hasta el negarse a contar ( ... ). La impotencia del na- grandes recursos novelescos. En tal sentido, podría decirse
rrador ante la realidad imaginaria llega a veces más lejos. que toda novela es vagamente policial.
A veces finge solamente ver, y no ver todo. A lo largo de una
vida o de un fragmento de ella, deja zonas de tinieblas, y 2. El narrador puede, en cambio, asimilándose a un
mediante algunos signos, mediante algunos indicios, arroja personaje, contar la historia desde dentro, participando en
alguna luz como a pesar de sí. Releed el Cura de pueblo" en ella en mayor o menor grado. Se trata del tradicional relato
que el novelista tiene el aire de un 'vidente' que no puede en primera persona: 'yo' en el discurso.
llegar al extremo de su esfuerzo, que no percibe todo. Es La distinción entre narrador y personaje, cuando éstos
uno de los secretos de Balzac más raros, más cautivantes, . coinciden, cuando es el personaje el que"- narra, se toma más
el de contar así, en las tinieblas de la inspiración». ardua, por más artificial, pero resulta provechoso mantener-
Gide, a su vez, se complacía en esas ignorancias de na- la. En un plano estrictamente racional, sin embargo, la triple
rrador. Madame Magny muestra algún ejemplo en el que, diversidad en la relación de conocimiento de ambos (omnis-
renunciando a la omnisciencia, ponía cierta 'coquetería' en ciencia, equisciencia, deficiencia) desaparece, y sólo resta el
declarar su limitación: «Bernardo y Laura se miraron, lue- caso b (N = P).
go miraron a Sofroniska; se oyó un largo suspiro; creo que La situación 2 debería, pues, revistarse así:
fue emitido por Laura». Pero en pocos novelistas esta falen-
cia de conocimiento del narrador es tan evidente como en 2. a. Puesto que la distancia entre narrador y personaje
Faulkner: buena parte del misterio, del clima alucinado, de ha sido abolida, y es éste mismo el que cuenta (el que asu-
la 'oscuridad fecundante' de su obra tiene origen en ese me la narración), no puede haber diferencia entre uno y
otro: si el narrador habla por boca del personaje, éste no
puede ignorar 10 que dice. Queda, pues, descartada la rela-
ción N > P.
29 Op. cit., pág. 385.

, .
86 L a s v o c e s d e la n o v e la El n a rra d o r 87

2. b. Narrador y personaje coinciden en un p e r s o n a ie - . Esta relación de equisciencia entre narrador y personaje


n a rra d o r.Es el clásico relato e~ primera persona: eLe je representa, con respectb a la equivalente de 1. b (narrador
sonde le coeur humaín», decía ya Balzac. :e.sta ha sido la desde f u e r a ) ciertas ventajas y desventajas. Las primeras
alternativa más. natural, frente a Ia omnisciencia, adoptada consisten en que la realización del punto de vista resulta más
desde los comienzos de la novela. Pero ha sido también, en espontánea, menos forzada, más natural. Las otras, en una
nuestro siglo, el camino más directo del abandono conscien- mayor limitación de la información.
te de aquélla y su reemplazo por Ia realización del p u n t o d e Finalmente, y por vía de una creciente identificación en-
v is t a . En efecto, el relato a cargo de un personaje obliga tre el saber del narrador y el del personaje, desaparece pro-
, ,1
a un ángulo de visión preciso, a una perspectiva constante, gresivamente todo indicio de aquél (como tal, como 'con-
" a una información limitada. Toda novela autobiográfica y, certador' de historias) y de éste como p e r s o n a je (en su
.I:~ I:::~
l.1 de modo más general, toda novela en primera persona, debe sentido dramático, es decir, como agonista) para quedar en
t_~1 respetarlos JO. Uno de los aportes más valiosos, tal vez, de pura conciencia que fluye:' es la técnica del m o n ó lo g o in t e -
la novela picaresca ha consistido en ponerlos de relieve al r io r .

desplazar su realización desde el autor o desde el héroe,


al antihéroe, al héroe sin 'dignidad' (novelesca y de la otra), 2. c. Abolida la distancia entre narrador y personaje, no
a ese mozalbete desprovisto de todo miramiento que cuenta cabe diferencia. Puesto que el personaje es el portavoz del
orgullosa y descaradamente su historia. De la acentuación narrador, no puede 'saber' más que éste: si lo' sabe, para
(por medio de un narrador completamente inusitado) de un que ese saber cobre realidad tiene que 'decirlo', y si Io dice,
punto de vista inferior y restringido, pero absolutamente ello incumbe ya al n a r r a d o r . Queda también descartada, por
auténtico" y legítimo, nace buena parte del encanto de la consiguiente, la relación N < P.
picaresca: el mundo visto a través del hambre, a través de
una conciencia que no alcanza a comprender primero, y que
cree comprender después sólo en términos de gratificación, 2. RBCo!o{smBRACIÓN
desprecio, crueldad; en fin, el mundo alegre y triste a la vez
de los inocentes humillados. No obstante, en el terreno de la 'ficción, el autor puede
La diferencia entre los relatos narrados por un ..p ersonaje mantener sutilmente la interna distancia del n a r r a d o r - p e r s o -
está en función de su g r a d o de intervención en la historia, n a je (su mente dominando claramente la abstracción'N" P),
es decir, de la importancia del papel que desempeña (como extrayendo de la misma efectos de extrañeza y hondura de
veremos al tratar el P e r s o n a je ) . altos quilates novelescos. Distancia nunca dicha,' sino sola·
mente sugerida, y que viene en realidad a desmentir los dos
30 cJ'hésite depuis deux jours si je ne ferai pas Lafcadio raconter casos señalados como inexistentes (2. a. y 2. c.),
mon roman (...) mais cela me retiendrait d'aborder certains sujets, En efecto,_hay personajes que saben más de lo que dicen,
d'entrer dans certains milleux, de mouvoir certains personnages...•
(Gide, lourruzI des taus-monnaseurs, op. cit., pág. 11.) per~()n.!i~s..,.~~..c:I.ice~.,IIl:,~.!;.I:!~Jº
..qy~".!ª~n. Es éste uno de
88 Las voces de la novell1i! El narrador 89
los recursos más finos y más tenues del arte novelesco: ni.' Iro; pero el narrador va disipando el caos y la confusión,
mia diferencia de 'saber' (de, conciencia, de lucidez) entre' reordenando la geografía de los plegamientos capilares que
narrador y personaje que sólo aparece en una lectura atenta conforman cadenas movidas, contrafuertes escarpados y
e inquisidora JObis. Proust ha sacado el mejor partido posible: valles ondulantes; confiriendo a cada uno de los sentidos su
de ese desajuste. Sus efectos han sido muchas veces señala. { cometido en la empresa, calculando su natural impotencia
dos por la crítica, aunque desde otPOSenfoques.vy apuntañs: o limitación en el momento de la hazaña. Mientras el pri-
do a otros intereses. Lo notaba ya Maurois (aunque sin pre-t mero vive la aventura del beso, el segundo desplaza hábil-
ocuparse por su raíz), al señalar «esa aprehensión lenta de' mente la cámara, creando primeros planos, compaginando
•• 1

la realidad por el espíritu, esos prodigiosos errores come. secuencias. Hay un neto contraste entre el tiempo (brevísi-
tidos sobre los objetos». Hay en el protagonista del Tiempo mo) del personaje y el tiempo (dilatado) del narrador.
perdido una constante indigencia de 'saber' respecto del (V. apostilla C, pág. 169).
mundo, un desamparo de 'verdad' que el narrador, por enci-] He aquí otro texto de Ceja, en que el contraste resulta
ma del personaje, va corrigiendo, va colmando a fuerza de menos patente, aunque -nos parece- no menos cierto:
ordenación, descubrimiento, lucidez. No nos referimos, por
La sombra de mi cuerpo iba siempre delante, larga, muy
supuesto, a esos tipos de rectificación consciente que el na. larga, tan larga como un fantasma, muy pegada al sucio, si-
rrador va efectuando sobre impresiones anteriores ('supe, !luiendo el terreno, ora tirando recta por el camino, ora su-
en efecto, más tarde que ...'), tan abundantes en la obra, biéndose a la tapia del cementerio, como queriendo asomarse.
sino a ese desajuste que el arte del autor sabe mostrar, en Corrí un poco; la sombra corrió también. Me paré; la sombra
también paró. Miré para el firmamento; no había una sola
un mismo texto, entre lo que que dice el personaje y lo que
nube en todo su redor. La sombra había de acompañarme,
finamente sugiere el narrador, y que todo lector sagaz pero
paso a paso, hasta llegar ...
cibe. Lo notaba también, más cerca de nuestro interés, Mi. (La familia de Pascual Duarte, pág. 195).
chel Raimond, al destacar: «No es una de las menores para-
dojas del Tiempo perdido que veamos al autor pretender Cuando el poco imaginativo Meursault dice haberse des-
que la verdad sobre los seres no existe, mientras que tan pertado con las estrellas en la cara, cuando el primitivo
a menudo nos deja el sentimiento de manifestarla» 31. Pascual Duarte observa desde su celda 'la llanada, castaña
Vacilante, un poco perdido entre la Albertina de la playa como la piel de los hombres', podemos ver detrás de sus
de Balbec y ' la Albertina presente, contemplando sus cabe. palabras la alquimia del narrador. Pero tal desajuste tiene
llos, sus mejillas y su cuello, deseando besarla y, al mismo lugar mlÍs allá del plano de información de la novela. Para
tiempo, demorar el beso, ansiando extraer de él una pleni- entenderlo bien, habría que apelar a la virtud fundamental
tud de sensaciones, el personaje yerra perplejo entre 'diez (especialmente para la novela) de uno de los tipos de discur-
AIbertinas' en el corto trayectó de sus labios hacia su ros- so que señala Todorov: el discurso connotativo 32. En efecto,
JObl. G. Genette habla al respecto de<,p a r a lip s e y paralepse, v, Figu-
res /11, op. cit., pág. 211. 32 T. Todorov, .P~tique ••, Qu'est·ce que le structuralisme, Seuil,
31 M. Raimond, o p , cit., pág. 336. París, 1968.
90 Las voces de la novela El narrador 91

frente a los otros (discurso referencial caracterizado por su de la Princesa de Cleves y Adolfo.» Le bastan algunos ejem-
transparencia o transitividad, discursos abstracto y figurado plos:
caracterizados por su literalidad o intransitividad) el dis- Ella
ha inclinado sin una sonrisa su rostro huesudo y largo.
curso connotativo se distingue por su carácter polivalente:
su significación apunta a la vez al aspecto referencial y a Yo estaba algo perdido entre el cielo azul y blanco y la mo-
notonía de esos colores, negro pegajoso del alquitrán 'recíén
una relación que vincula su aspecto literal con otro texto.
cortado, negro opaco de los trajes, negro brillante del coche•.
En verdad, el carácter de' este desajuste entre personaje y
(Meursault se acuerda de r)
narrador que tantas veces la novela moderna explota, culti-
, ,1 el sol desbordante que hacía temblar el paisaje
vando el doble registro de lo que dice secamente el personaje .(y)
y lo que quiere decir el narrador, no se limita simplemente
l'
de un olor de noche y de fiares
a esa segunda alusión a otro texto sino más ampliamente (oye)
a todo un modo de pensar, a · una 'ideología', a ciertas con- un lamento... que sube lentamente, como una fiar nacida del
silencio
venciones culturales, es decir, a una cultura fundamental-
mente literaria (<<pointnévralgique et condensé de l'idéo- para concluir: «Un gusto sin desmayo guía la elección d~
Iogíe»)33 y, por ende, a sus textos. sus epítetos. Nos habla de 'un cabo soñoliento', de 'una res-
Quizá una de las diferencias entre el relato en primera piración oscura» 34.
persona de los siglos XVI Y XVII Y los actuales anida en la Algo semejante puede verse en el Pascual Duarte de Ca-
progresiva conciencia -y explotación creciente- de ese des- -milo J. Cela:
ajuste, de ese recurso. ¿Y no radicará aquí la razón del ... le estuvo lamiendo la herida toda la noche, como una perra
'décalage' entre lenguaje y psicología muchas veces seña- parida a sus' cachorros; el chiquillo se dejaba querer Y son-
reía. Se quedó dormidito y en sus labios quedaba aún la señal
lado en los héroes de la novela contemporánea?
de que había sonreído.
Con motivo de E l extranjero, Sartre decía que a través
del relato jadeante de Meursault discernía una prosa poéti- El valor estilístico no ha pasado inadvertido a la agu-
ca más amplia que lo potenciaba; Robert de Luppé, que deza crítica de Alonso Zamora Vicente: cIncluso' en ese
Meursault veía demasiado a lo poeta. Nathalie Sarraute ob- diminutivo, dormidito, usado siempre en esas circunstancias
servaba:' «Ese Meursault que se muestra, en ciertos puntos, como un rictus lingüístico, vemos asomar un Pascual Duar-
tan insensible, tan tosco y como un poco atontado, revela te que participa de los matices cariñosos del idioma. Algo
por otra parte un refinamiento de gusto, una delicadeza ex- parecido refleja el llamar a la yegua después de apuñalarla
quisita. El estilo mismo en que se expresa hace de él,'tnás ferozmente: 'el animalito no dijo ni pío'.)5.
que el émulo del héroe mugiente de Steinbeck, el heredero
34 Nathalle Sarraute, L 'a r e d u s o u " ,o n , Gallimard, París, 1956,pá.
gIna 19. . . .
33 e f. respuesta de TeZ Q ueZ a un cuestionario en Le M onde Pa. 35 A. zamora Vicente, C a m ilo lo s é C e la ( a c e r c a m im to a un escn·
rís, 10-1· 70. " to r ) , Gredos, Madrid, 1962,pág. 34.'
92 E l n a rra d o r
93

En esos diminutivos ('con corbatita de color malva' , que diga lo que él quiere que diga. La novela moderna, en
lante iba Santiago con la cruz, s ilb a n d illo y dando patad cambio, ha logrado [aire la part du narrateur, marcando
a los guijarros', los guijarrillos del suelo, las cabecitas d sutilmente un grávido desajuste entre personaje Y narrador
colores de los alfileres, las llamitas del hogar moviéndos ' que nos mueve a decirnos: son «pensamientos enteros (de.
a saltitos) reveladores de una ternura cierta, en el detall~i los que) ningún idioma humano podría dar su significación
encariñado con que aparecen las cosas de la vida cotidiana), exacta» 37, o, inversamente, «Perdónalos, Señor, no saben 10
a Zamora Vicente le «interesa destacar cómo Camilo José que dicen». Es la diferencia entre ser y narrar. Una vez más:
qui parle (dans le récit) n'est pas qui écrit (dans la víe) et
Cela ha procurado, por el procedimiento de la insinuación'
, ,1
darnos la idea más justa, la que hemos de ir a d ív ín a n d o .i [surtout!] qui écrit n'est pas qui est (Barthes).
del sujeto real, íntimo, de Pascual Duarte, mientras que ha' No es sólo una cuestión de visión, sino una cuestión de
lanzado la cohetería del crimen y lo truculento sobre aque- lenguaje. Entre el personaje que es visto y contado y el que
llo que puede, a los ojos comunes, condenarle». ve (o actúa) y cuenta hay esencialmente una diferencia de
«Me explicó algunas cosas que no entendí del todo; sin perspectiva. En «Martín sale» hay el sujeto que cuenta,
embargo, debían ser verdad, porque a verdad sonaban.» El. 'yo', y el sujeto que sale, 'él'. (El sujeto de la enunciaci6n
personaje confiesa simplemente no entender; el narrador y el sujeto del enunciado). En «Yo salgo», el sujeto que
escoge cuidadosamente. el dato, que nos va revelando, con cuenta y el que sale parecerían coincidir en uno solo. Pero
otros parecidos; la verdadera psicología del protagonista. el sujeto que dice 'yo' es enteramente distinto del sujeto que
sale. No es sólo la diferencia que va de dormir a decir 'yo
En la: novela tradicional, el desajuste, o no aparecía (sino,
quizá, por 'falla'), o era utilizado en imagen abultada: el loco duermo': 10 importante no es la toma de conciencia del doro
mir, sino del decir (o más espectacularmente del escribir)
que insensatamente suelta las cosas más sensatas, el niño
que dice ingenuamente cosas maravillosas, el cándido extran- 'yo duermo'. Pero tampoco es idéntica la palabra de un per-
sonaje que habla a la de un personaje 9. ue cuenta, aunque
jero que cuenta pedestremente en sus 'Cartas' 1 0 que obser-
ambos digan y o . El que dice 'yo' para contar inaugura un
va" dejando en ellas una clara radiografía de las contradic-
ciones y sinsentidos de una determinada sociedad-e, Pero, mundo, el mundo del lenguaje. Con razón dice Todorov que
claro está, cuando ese 'écart', cuando esa separación o dís- al habla de ese personaje que cuenta, por oposición al habla
de los personajes que hablan, se la podría denominar'es-
tanela: es' demasiado grande y aprehensible, surge irremedia-
crítura' (acordándole 'un sentido análogo al de ADdré Jolles
blemente la certeza de una intrusión de autor aunque subrep-
cuando habla de una «conciencia eterna del lenguajes) 38.
ticia: el discurso, excesivamente casual, pertenece falsamen-
En los relatos en primera persona el verdadero narrador
te al personaje: entrevemos al autor dándole cuerda para
es tan anónimo como en los relatos en tercera. A la apre-
J6 Aun E l e x t r a n je r o de Camus (tan poco tradicional) revela ate-
nuado, hábilmente disimulado el recurso: aparecen las taras y los
absurdos de una sociedad en el mero registro de un hombre que 37 Dostoievski.
se siente en ella ajeno, e x t r a n je r o . El tema ha sido después frecuente- 31 T. Todorov, .Poétique», o p . c it . , pág. 120.
mente transitado por la novela de ficción científica.
94 Las voces de la nove El narrador 9S
miante pregunta: «¿Quién es el narrador en El extranjero?~ con rigor dogmático; tercero -y principalmente-, porque
resultaría difícil contestar: «Meursault»~ bis. I resulta difícil atenerse a .ellos en forma absoluta, pues la
«El narrador verdadero, el sujeto de la enunciación d.•.. rigidez de un procedimiento artístico suele Ir en detrimento
un texto en que el personaje dice 'yo', resulta más d ís írm s , de la calidad estética . Así, un mismo autor, una misma no-
lado aún. El relato en primera persona no hace explícita: vela, ilustra parcialmente varios de entre ellos. El signo de
la imagen de su narrador, sino que, al contrario, la vuelvo! alguna corriente o escuela de la novela moderna ha sido,
más implícita aún» 39. ' precisamente, la aplicación deliberada y sistemática -lle·
Aunque burdamente, la novela policial no ha dejado d e i gando sin arredrarse hasta las últimas consecuencias- de
•• 1 explotar, como clave del 'enigma', la inusual coincidencia un solo procedimiento lúcidamente adoptado: tal lo que
(especialmente en ese tipo de novelas) entre el yo-narradora ocurre en su momento con el realismo subjetivo, y mucho.
habitualmente sujeto de la enunciación, y el yo-personaje, más notoriamente después con la novela objetiva. Acompa-
sujeto del enunciado. Barthes ha aludido con toda razón.; ñado, por lo demás, de una aguerrida, y a veces brillante,
por ejemplo, a El asesinato de Rogelio Ackroyd de Agatha defensa teórica. Baste recordar el carácter taxativo de algu-
Christie, en que el asesino se oculta en el narrador. nas páginas, ya célebres, de Sartre o de Robbe-Grillet.
Sin embargo, la inteligente dosificación de tales técnicas,
Hemos distinguido, pues, seis casos derivados de la de>!
su hábil combinación y variación, la intensificación de un
ble posibilidad de que el relator sea externo o interno a la>
recurso mediante la inyección de otro, han permitido a la
historia y de la triple posibilidad de la omníscíencía, equis-]
novela contemporánea una extraordinaria renovación del
ciencia o deficiencia del narrador en relación con el perso-j
género con la fecundidad y el esplendor sabidos (aventando
naje (o los personajes). Es necesario decir que tales pro-
todo augurio funesto de raíz 'temática') y ofrecen hoy un·
gramas rara vez se cumplen con regularidad constante: pri- ",
riquísimo terreno para la reflexión crítica.
mero, porque en muchos casos su adopción no ha sido cons-:
Volvamos ahora, desde aquella división ideal, a ciertas
ciente; segundo.•porque, conscientes, no han sido adoptados
formas consagradas por la novela, menos simples porque
38 bis Ese desajuste entre narrador y personaje, que hemos inten-
reúnen una diversa intencionalidad estética, pero que pue-
tado mostrar en El extranjero a través de su modalidad primera, den ser quizá mejor vistas a la luz de aquellas categorías
N> P (en cuanto la narración implica o sugiere más de lo que' formales.
dice Meursault), puede verse también, y en la misma novela, en su
modalidad (o aspecto) opuesta, N < P: la extrañeza fundamental del LA VISIÓN ESTEREOSCÓPICA
relato proviene precisamente de los 'silencios' de Mcursault, de que
no dice todo lo que evidentemente sabe, de que calla lo importante,
de que no traduce la totalidad de su conciencia. Hay un ernpobre- Hay un momento en El cuarteto de Adejandría en que
cimiento de la 'verdad' de Meursault. Otro ejemplo de relación seme- el narrador recuerda a Justine sentada frente a un espejo
jante puede descubrirse en El perseguidor de Cortázar: el narrador de varias lunas, y exclamando:
permanece s~empre m á s acá (del protagonista, pero también) de sí
mismo como personaje. -i Mira! Cinco imágenes distintas del mismo sujeto. Si yo
39 ¡ b id . , pál. 121. fuera escritora tratarla de conse¡uir una presentación multí-
LAS VOCES. - 7
96 Las voces de la nove El narrador 91'
dimensional de los personajes, una especie de visión prism en la visión omnisciente, lo fundamental es el don de pene-
tica. ¿Por qué la gente no muestra más que un solo pe tración, de videncia; mientras que en la visión estereoscá-
a la vez? (págs. 25).
pica lo es el don dé ubicuidad. El autor nunca asoma, el
De' esa visión plural o prismática (tan definida en el m í mismo narrador parece ausente: todo sucede como si los
mo Durrell) nace un nuevo modo 'de conocimiento novele mismos personajes presentaran las pruebas sueltas de una
co, suma de conocimientos parciales -rara vez coincide deposición. (Desde 'un punto de vista teórico, el caso típico
tes, a menudo disidentes y hasta contradictorios- de gra de visión estereoscópica estaría acabadamente dado en otro-
riqueza e interés para una comprensión más honda del dra género: el teatro.)
•• 1

""1 ma, pero ceñida a un modo normal de percepción. El pr Frecuentemente utilizado en nuestro tiempo (menos de
l'
· vecho y el inconveniente de una visión tal no habían pasado') modo sistemático que parcialmente), el recurso encuentra
inadvertidos a Stendhal, que escribía en el prefacio de A r antecedentes en la novela del pasado, aunque con un empleo
manee: más limitado y menos consciente. Alguna vez se han seña-
lado como tímidos ejemplos Balzac (Madame Firmiani) o
Si 1'on demandait des nouvelles du jardin des Tuileries aux
tourterelles qui soupirent au faite des grands arbres, elles di-~ Turgueniev (Dimitri Rondine).
raient: «C'est une inmense plaine de verdure oü 1'on jouit de No es extraño que el rechazo de la omnisciencia haya
la plus vive clarté», Nous, promeneurs, nous répondrionsrrl conducido, a quienes la contestaban, a la adopción de esta
cC'est une promenade délicieuse et sombre oü I'on est a I'abri' perspectiva múltiple. Conrad es un buen ejemplo. El tifón
de la chaleur et surtout du grand jour désolant en été.s
de su novela epónima deja una imagen muy distinta en
Tampoco a Balzac, en quien, como hemos dicho, hay casi quienes lo han vivido en la furia de la cubierta del N a n - S h a n ,
siempre un juego de información utilizado por los persona- como el capitán Mac Whirr o el segundo, en quienes lo han
jes, cuyas biografías se convierten de tal modo en esas 'cam- sufrido en las cavernas de sus salas de máquinas o en sus
biantes historias' (ces changeantes histoires qui se content bodegas, como los coolies, en quienes, como las esposas del
tous les soirs d'oreille aoreille dans les salons de Paris ... ). capitán y del jefe de mecánicos o el amigo de Jukes, 10 han
Existe, pues, otra forma de omnisciencia, o de cuasi om- conocido a través de sendas cartas. El recurso ha sido caro
nisciencia, que consiste en saberlo todo, ya no desde un a Faulkner, afecto a contar un mismo hecho repetidas ve-
punto de vista superior e inhumano al modo del narrador ces desde distintos enfoques, lo que hace en muchas de sus
omnisciente, sino acumulando la información que sobre un novelas disimulando la técnica o empleándola ocasionalmente,
personaje (o episodio) tienen los restantes: es esa visión, después de haberla utilizado de modo sistemático en Mien-
plural, polivalente, o pluriperspectiva -que trae siempre al tras yo agonizo. Allí, cada capítulo, como se recordará, lleva
recuerdo un ejemplo cinematográfico: R a s h o m o n . El pro- por título el nombre del personaje desde el que se contarán
cedimiento combina el reclamo de omnisciencia con la 'visión los hechos.
no convencional, sino auténtica, natural y subjetiva de cada La composición de La colmena, de Camilo José Cela, está
personaje. La diferencia esencial radicaría en lo siguiente: clara e intencionalmente basada en esta técnica narrativa.
98 Las voces de la novela El narrador 99
Pocas novelas como ésta, que en su brevedad encierra más¡ retrouvé, sino también un temps délivré. La misma curvatura
de doscientos personajes, exige Una lectura atenta, un des- espacial te proporcionaría el relato estereoscópico, mientras
doblamiento del lector. «Cada variación focal -dice al res- que la personalidad humana vista a través de un continuum
pecto Paul Ilie 40_ debilita la perspectiva objetiva e impone ¿podría tal vez tornarse más prismática? Quién puede saberlo.
Yo te regalo la idea: Puedo imaginarme una forma que, si se
una tensión psicológica al lector que ha de valorar el suceso. realiza plenamente, pueda plantear en términos humanos los
El resultado es que el lector se' concentra no en la escena problemas de la causalidad y de la indeterminación... (pág. 146).
misma, sino en los modos de verla. El objeto visto resulta
ya menos importante que el cámo es visto este objeto.» El Sin embargo,. es natural que, junto a la convicción de
•• 1 don de ubicuidad resuelve. bien, además, el problema de la" que sólo se llega a la verdad mediante la multiplicación de
simultaneidad: «Cuando las escenas ocurren en el mismo los enfoques.. exista otra, mucho más escéptica, de que no
momento, pero en diferentes lugares, es como si múltiples hay verdad, sino verdades, o, en todo caso, de que el cono-
cámaras se alternasen en la proyección de los sucesos sobre cimiento de la verdad, en la esfera de lo humano, es ínal-
la pantalla.s canzable,
Lawrence Durrell ha sido, sin duda, el novelista que con
Balthazar: «Pienso en usted a menudo y no sin cierto mal-
mayor fortuna recurriera a la visión prismática en El cuar-
humor. Se ha retirado a su isla creyendo disponer de todos
teta de A le ja n d r ia . Su aplicación ha sido consciente y hasta · los datos sobre nosotros y nuestras vidas. No cabe duda de
explícita. Durrell consigna en una de las notas complemen- que nos va a juzgar en el papel a la manera de los escritores.
tarias de Balthazar: Me gustaría conocer el resultado. Seguramente no tendrá nada
que ver con la verdad -quiero decir, con esas verdades que
Sé que mi prosa tiene algo de plum pudding, pero eso ocu-
yo podría decirle acerca de nosotros y quizá de usted mismo-.
rre con toda prosa identificada con el .continuum poético; en
O con las verdades de las que podría hablarle Clea (está en
realidad pretende dar una visión estereoscópica de los perso-
París y ha dejado de escribirme). Me lo imagino, hombre sabio,
najes. Y los acontecimientos no se presentan en forma serial,
sino que se reúnen al azar como los quanta, como la vida real leyendo escrupulosamente Moeurs, los diarios íntimos de Jus-
tine, de Nessirn, etc., convencido de que va a encontrar la ver-
(pág. 243).
dad en ellos. ¡Error! ¡Error! ••
A ese continuumpoético vuelven a referirse los extractos (LawrenceDurrell, Balthazar, pág. 13).
del cuaderno de notas de Pursewarden (Mis conversaciones
con el hermano Asno) en la última novela del cuarteto, Clea:
... si quísíeras ser, no digo original, sino tan sólo contempo- EL MONÓLOGO INTERIOR
ráneo, podrías ensayar un juego con cuatro cartas en forma de
novela; atravesando cuatro historias con un eje común, por Hemos hablado varias veces del monólogo interior sin
así decir, y dedicando cada una de ellas a los cuatro vientos. defínírlo. Esta forma, cuya importancia en el camino de la
Un continuum, por cierto, que comprendiera no sólo un temps
búsqueda y renovación de la novela moderna, a través de
40 Paul Ilie, La noveUstica de Camilo los~ Cela, Gredos, Madrid, sus distintas modalidades np puede discutirse, merece con-
1963, pág. 125. sideración aparte.
El narrador 101
100 Las voces de la novela
ciones hasta las intuiciones, visiones y adivinaciones; y en
Pero antes de abordarla a la luz de la relación de cono-
la segunda, las simbolizaciones, sentimientos y procesos aso-
cimiento o información que nos ocupa, conviene que sente-
ciativos), técnicas (discurso directo e indirecto, soliloquio,
mos alguna precisión a su respecto. Pues si por monólogo
libre asociación, montaje de tiempo y espacio, recursos tipo-
interior se entiende todo soliloquio o disquisición que'al-
gráficos), recursos (interrupción de la coherencia mental
guien formula en soledad, producto de una inmersión en
mediante los procesos asociativos, discontinuidad por pro-
la intimidad de su conciencia, el monólogo interior existe
cedimientos retóricos, transformación. por imágenes), for-
desde hace mucho en la novela (cuánto más en el teatro y
mas (unidades de tiempo y lugar, leitmotives, modelos lite-
en la lírica). Pero lo que hoy llamamos convencionalmente,
rarios, etc.) y resultados (en síntesis, incorporación de la
con expresión ya universal, monólogo interior 41, se caracte-
corriente de conciencia a la narrativa tradicional), y dete-
riza (a diferencia de aquellos otros): primero, por tratarse
niéndose en ~l análisis de las obras más significativas al res-
de un descenso en la conciencia que se realiza sin intención
pecto de Joyce, Virginia Woolf, Dorothy Richardson y Wil-
de análisis u ordenamiento racional, es decir, que reproduce
liam Faulkner. Michel Raimon, años después, dedica un ca-
fielmente su devenir (en lo que tiene de espontáneo, irracio-
pítulo de su libro 43 al estudio del monólogo interior como
nal y caótico), conservando todos sus elementos en un mis-
una de las nuevas y más interesantes modalidades del relato
mo nivel; segundo -y fundamentalmente-, porque su ver-
posterior a la primera guerra, destacando su original pre-
dadera realidad está dada en el plano de la expresión me-
cursor (Les lauriers sont coupés de Edouard Dujardin, 1887),
diante la introducción de un discurso que rompe definitiva-
señalando algunos antecedentes (Dostoievski, Browning,
mente con los caracteres peculiares que el análisis intros-
Meredith, Proust), registrando el debate en favor o en con-
pectivo (causalidad, simplicidad, claridad) había consagrado
tra al tiempo de su eclosión (década de los años veinte),
en el monólogo o soliloquio tradicional.
develando su carácter (asociacionismo, espontaneidad, psi-
No es, pues, nuestro propósito describir aquí el proce-
co-cinematografismo, virginalidad, caotícídad, libertad, -oni-
dimiento, hecho ya tantas veces. Robert Humphrey lo ha
rismo, balbuceo), analizando la fidelidad o respeto de los
realizado consagrándole todo un volumen 42, en el que estu-
principios en sus aplicaciones concretas, mostrando final-
dia sucesivamente sus funciones (descripción del qué y el
mente su plena consumación en Joyce, su desvirtuada reali-
cómo de la fxperiencia mental y espiritual, incluyendo en
zación en Dujardin, su atemperado empleo por Larbaud.
la primera, no sólo los procesos lúcidos y racionales, sino
Por nuestra parte, nos interesa sólo analizar el procedimien-
abarcando su totalidad, que va desde los recuerdos y sensa-
to a través de ese sistema de información dado entre narra-
41 La denominaci6n, según Michel Raimond (op. cit., pág. 257), dor y personaje para ver, de una parte, en qué medida se
parece haber sido empleada por primera vez en la novela Cosmopo. explica por él, en qué categorías entra; de otra, en qué me-
lis de Paul 'Bourget. WiUiam James la liamaba stream ot concious-
nes!. Los ingleses hablan también de stream of thought y de thought
tratn.

I
41 Robert Humphrey, La corriente de la conciencia en la nove14 43 M. Raimond, «Le.monologue intérieur», 01'. cit., pág. 257.
moderna, Ed. Universitaria, Santiago de Chile, 1969.
102 Las voces de la novela El narrador 103
dida 10 rechaza, implicando una verdadera destrucción del lar algunos de los misterios de la vida psíquica, describir
relato mediante el aniquilamiento del narrador, ésta como una zona desde la cual pudiera explicarse algo
Puede resultar extraño, al primer contacto, que Dujardin del mundo exterior. Pero no lo hízo.s
(convertido años después en teórico y apasionado defensor En ambas funciones, visión instantánea y caótica, ya de
del monólogo interior) hiciera la defensa del procedimiento la conciencia, ya del mundo. Un efecto similar a este último,
librándose «a una violenta crítica de la omnisciencia del logrado mediante el reemplazo de un ángulo de visión sin-
novelista tradicional» 44. Pues ¿qué caso de omnisciencia ma- gular por otro múltiple, o, mejor dicho, de una conciencia
yor que el de poder penetrar una conciencia hasta reprodu- individual por una suerte de conciencia colectiva (la de los
cir su 'grouíllement', su hervor interior? Considerando inde- medios de comunicación, periodismo, opinión de la gente
pendientemente al narrador, y según tal facultad de pene- de todos los estratos), es el que intentara John Dos Passos
tración, en efecto, el ejemplo extremo de omnisciencia resul- mediante el empleo de los 'noticieros' o el 'ojo cínematográ-
taría, sin duda, el monólogo interior. Pero teniendo 'en cuen- fíco' en. la trilogía U. S. A. Muchas veces se han destacado
ta primordialmente, como 10 hacemos, la relación de cono- las semejanzas entre la visión múltiple y caótica del mono-
cimiento entre narrador y personaje, el monólogo interior go interior y la de aquellos procedimientos. Hay, empero,
no es sino una de las formas posibles de equisciencia, por una diferencia esencial que hace al punto de vista del narra-
cuanto el narrador no hace más que identificarse con el perso- dor, cuya intención primordial es determinar el del lector:
naje, con su conciencia profunda, en su pura instantaneidad. individual en el monólogo interior, colectivo en 'el" de los
Es, en síntesis, la repetición del' procedimiento, la piural noticieros. Se trataría de la misma diferencia, más de una vez
penetración de las conciencias, lo que deja la sensación de señalada, entre el mural y el cuadro de caballete, y que Sou-
omnisciencia. Pero la relación de conocimiento ratifica la riau resumía muy bien: «Mérimée, en sus observaciones sobre.
visión equisciente del narrador: éste ve el mundo tan bien los frescos de Saint-Savín, ha mostrado perfectamente que
-o tan mal- como el personaje. Recordemos, de paso, las ese gran arte de la decoración mural plana es un arte en el
dos funciones diferentes que cumple el monólogo interior. que el espectador se ha situado en cualquier sitio, en el que
Por un lado, exploración de la conciencia, captación de su es colectivo. A diferencia del cuadro de museo que supone al
devenir; por otro, imagen del mundo, reflejo de la realidad espectador situado precisamente en cierto lugar, solo, el gran
en la conciencia. Es lo que hizo. Joyce en el U lls e s , buen fresco mural debe ser mirado por todo un pueblo al mismo
ejemplo de ambas funciones: la ciudad de Dublín en el mo- tiempo, y la ausencia de todo punto de vista privilegiado
nólogo de Bloom, el stream de Molly en su largo monólogo introduce la creación de un punto de vista colectivo»: le
final. Es lo que, según parece, no supo hacer Dorothy Ri. point de vue da choeur, de l'opinion publique, según habla-
chardson en Pilgrimage, según el reproche de Humphrey: ba Sartre en el conocido artículo sobre «1919».
«La única posibilidad que le quedaba a la autora era deve- Dos veces habíamos nombrado al comienzo el monólogo
interior ( 1 . b., 2. b .) , En efecto, por dos vías diferentes puede
44 M. Raimond, op. cit., pág. 274. llegarse a él:

1
104 \, Las voces de la novela El narrador lOS
1) En el relato tradicional, el narrador en tercera psr- 'je vois une chaise'» 45. Raimond observaba este tránsito de
sona se aproxima cada vez más al personaje hasta sustituir la primera persona de Dujardin, 'psicológica y literariamen-
su propia narración por el mero registro del fluir de la, con- te falso', al infinitivo de Larbaud: No moverse ( ... ). Mirarlos
ciencia de éste. El narrador de U lis e s , relato en tercera per- dormir ( ... ). Extenderme en el canapé, más verdadero, pues
sona, f:recuentemente calla y repr.oduce el fluir de la. con- elude el difícil desdoblamiento entre nuestros gestos y su
ciencia de Bloom: consciente enumeración.
El señor Bloom, masticando de pie, consideró su suspiro. Por cualquiera de aquellas dos vías, repitámoslo, se acce-
Respiración de buzo. ¿Le diré de ese caballo que Lenehan? Ya de a una relación de equisciencia: máxima identificación
lo' sabe. Mejor que se olvide. Va y pierde mds. El tonto y su posible entre el saber del narrador y el del personaje. Y así
dinero. La gota de roelo está bajando otra vez. Tendría lit se cumple en el terreno de la novela.
nariz fria besando a una mujer. Sin embargo, a ellas podria
Sin embargo, desde un punto de vista critico, el monólogo
gustarles. Les gustan las barbas que pican. Las narices frias
de los perros. Las vieja señora Riordan, etc. (pág. 208). interior podría ser reclamado por las dos relaciones restan-
tes: en un sentido, y en tanto representa un esfuerzo de
2) En el relato en primera persona, en un momento dado acercamiento a la conciencia del personaje y la reproduc-
el narrador-personaje abandona todo intento de exposición ción de su devenir, estaría revelando la relación N < P (aun-
clara e hilvanada y reproduce simplemente la incoherencia que más no fuese en razón de su concreción narrativa siem-
y el caos de su yo interior. Es lo que ocurre con Ouentín, pre insuficiente, fragmentaria, y por la unilinealidad del dis-
por ejemplo, en El sonido y la furia: curso). En otro sentido, en cambio, en cuanto el narrador
logra (tan precariamente como sea) traducir al lenguaje el
Encontré nafta en el cuarto de Shreve y extendí el chaleco
mundo caótico de la conciencia o subconcíencía del perso-
sobre la mesa y abrí la botella. El primer auto en el.pueblo
una chica Chica eso es lo que Jason no podía soportar olor naje, el monólogo interior ilustraría la relación N> P.
a nafta enfermándolo entonces se eniureciá más que nunca Podríamos escoger todavía, para mostrar esa doble dife-
porque una muchacha Muchacha no tenía hermana pero Ben- rencia, otro aspecto de distinto tratamiento posible por par-
jamín, etc. (pág. 152). te del monólogo interior: el de las sensaciones visuales. Raí-
mond destaca pertinentemente que en todo proceso ellas
Es que el acceso al monólogo interior es congénito con están siempre presentes, como un decorado, aunque no les
una pérdida de la conciencia personal. Butor 10 ha visto prestemos atención: «nuestros pensamientos se inscriben
bien: d I est tout différent de voir une chaíse, et de pronon- sobre las fachadas de esas casas que vemos sin mírar». La
cer en soí-méme le mot chaise, et la prononciation de ce disyuntiva que plantean al monólogo interior es la de un
mot n'implique pas du tout nécessairement l'apparition d o b le fracaso, bien señalado con motivo de Les lauriers sont
grammaticale d'une premiere personne: la visión, si. j'ose
díre, artículée, la vision reprise et informée par le mot, peut
45 M. Butor, .L'usage des pronoms personnels dans le roman-,
en rester au niveau: 'íl y a une chaíse', avant d'atteindre le Les Temps Modernes, n ú m . 178, París, 1961, pág. 941: .
106 Las voces de la novela El narrador 107
coupés, y que sirve a nuestro propósito: «El monólogo .de Digamos, finalmente, que de la multiplicación del monó-
Dujardin corre un doble riesgo: obligar al héroe a enumerar logo interior puede resultar -a semejanza de la multipli-
para sí 'visiones' que nosotros nunca pensamos enumerar cación de la visión equisciente del narrador externo (1. b.)
para nosotros mismos [narrador> personaje], o bien s í- que origina la visión estereoscápica-« una forma similar de
guiendo exclusivamente sus pensamientos, abolir un deco- cuasi omnisciencia: la yuxtaposición estereoscópica alean-
rado que no obstante está siempre presente [narrador < pero zaba el efecto de una suma de 'tomas', la yuxtaposición de
sonaje].» monólogos interiores de varios personajes el de una suma
En resumen, y habida cuenta de su procedencia (1. b., de 'escrituras automátícas',
2. b.), resultaría difícil decir si en el monólogo interior se
trata de un narrador que está dentro o fuera de la historia,
pues el procedimiento tiende precisamente a la eliminación VARIACIONES
del narrador. Tal eliminación no sirve, sin embargo, más
que para realzar su presencia: pues ¿cómo es posible que Es, evidentemente, de esta relación de conocimiento en.
el pensamiento amorfo y naciente haya pasado al lenguaje tre narrador· y personajes (omnisciencia, equisciencia, deñ-
articulado?, ¿quién, y en qué momento, lo ha recuperado? ciencia) de donde la novela extrae en nuestros días su ma-
Nada como el monólogo interior para mostrar aquel des- yor riqueza. En cada caso es posible encontrar modalidades
doblamiento real, si no aparente, entre personaje y narra- particulares, innovaciones que ensanchan el campo de las
dor, a que habíamos aludido. Porque el monólogo ínteríor posibilidades narrativas.· Así ocurre, por ejemplo, con la
es, en efecto, una contradictio in terminisi actividad mental hábil dosificación de la omnisciencia que el novelista pro-
pre-lógica vertida en los cauces -lógicos- del discurso, im- diga o retacea a unos y otros personajes de su mundo,
presión convertida en expresión, callada intimidad trans- creando zonas de luz y claroscuro, de transparencia y de
formada en comunicación. Ese bullir anterior a la palabra misterio. Así también en los casos de deficiencia de infor-
adquiere forma de lenguaje (cuan inconexo y descosido sea) mación del narrador, que van desde las sombras y agujeros
por obra de un narrador: es éste quien sustituye una plura- impuestos por el relato hasta aquellos derivados de la natu
lidad simultánea por una linealidad expresiva, quien reem- ral limitación del narrador: el árbol que cuenta en La san.
plaza el caos o el azar de las asociaciones de ideas por el ~ ~ e . puede ver la torre del castillo, mas no puede precisar
orden del discurso. Orden que puede reflejar la espontánea lo que sucede dentro cuando la ventana está cerrada.
incoherencia del flujo interior, pero que · puede ser producto Pero, sin duda alguna, es en la relación de equisciencia,
de una cuidadosa construcción del autor -como en el caso es decir, en la equivalencia de información entre narrador
de Joyce. No es extraño, pues, que, por la minimización del y personajes, donde la novela moderna encuentra mayor
papel del narrador -simple traductor del flujo de la con- diversidad. Analicemos, por ejemplo, dos tipos diferentes
ciencia-, se haya hablado, al aparecer el monólogo inte- dentro de esta misma categoría. La visión que el narrador
rior, de crisis del relato. ejerce sobre su personaje puede ser interna o externa. El
108 Las voces de la novela El narrador 109

narrador, ajeno a la historia, se asoma a la conciencia de la primera lectura de toda gran novela es siempre deficiente,
su héroe, reproduce su devenir mediante la técnica del mo- casi errónea.) La narración comienza con un relato en ter-
nólogo interior (sabe de su personaje tanto como éste de sí cera persona, menos omnisciente que ceñido a una visión
mismo). O bien extrae respetuosamente todos sus datos de personal (a pesar de algún 'dudó' o 'pensó'). El narrador
la visión recíproca que .los personajes ejercen entre sí (el se atiene ~ la visión individual de los personajes, cuenta por
narrador sabe tanto de sus personajes como ellos, mutua- ellos, Pero ignora lo que ellos ignoran de sí mismos. Hasta
mente, de sí mismos). No debe sorprender, pues, que en un la página 30 no aparece ningún signo verbal de persona-
mismo caso (1. b.) quepa la conciencia inviolada de Milly Iízacíén. Es allí donde por primera vez encontramos un
(Las alas de la paloma) y la abrupta violación de la de Molly yo fuera del diálogo (parágrafo 5). Se trata del primer mo-
(Ulises). En ambos casos, empero, el narrador sabe tanto nólogo, aunque aquí, más que como manifestación personal,
como el personaje (o los personajes). Sólo que en el primer aparece como el mero registro de otros diálogos, hecho por
caso la visión es exterior, interior en el segundo. uno de los personajes (el Boa). La presencia de ese narra-
Del mismo modo, esta equivalencia entre 'narrador y per- dor personal, inserto en la historia, es todavía Imprecisa y
sonaje varía desde un máximo hasta un mínimo de conocí- confusa. Más que como diálogos (de los que se ha eliminado
miento, En la dirección de equisciencia con narrador que todo signo. tipográfico que permita identificarlos como tal)
(salvedades hechas) puede considerarse situado fuera de la el parágrafo cobra la apariencia de una yuxtaposición de
historia (1. b.), el monólogo interior del Ulises representa monólogos personales. Este pasaje es único en tal sentido:
un caso límite: el narrador externo se acerca al máximo a ni relato en tercera persona ni monólogo coherente, y mar-
la conciencia de uno de sus personajes y reproduce (¿mági- Ca el comienzo de una sucesión entre ambas formas, que va
camente?) su fluir. Inversamente, en la misma relación de a mantenerse hasta el final. En efecto, a partir de entonces,
equisciencia encontraríamos en dirección opuesta el caso la novela alterna el relato en tercera persona con el monó-
límite de La celosía: el narrador, que indudablemente está logo de dos personajes-narradores (el Boa y el Jaguar) •.pero
dentro (2. b.), cuenta imperturbablemente en tercera per- sin mezclarlos ni confundirlos; muy al contrario, con una
sona sin aludir una sola vez a sí mismo. neta separación en parágrafos distintos. (Sólo en el último
Es, sin duda, con el afán de mantener el relato en el nivel de ellos, cuando no puede haber ya confusión ninguna, con
de una absoluta equivalencia entre narrador y personajes por admirable virtuosismo, Vargas Llosa mezcla diálogo Y':mo-
10 que Vargas Llosa adopta la acertada técnica de La ciudad nólogo, narración y evocación.) No resulta del todo fácil al
y los perros. Técnica sabiamente escogida, que le permite lector desprevenido reconocer desde el principio a estos per-
una gran economía y una total objetividad, sin que queden sonajes-narradores: su identidad debe ser inferida. El relato
empero sombras ni ambigüedades: el relato termina por ser en tercera persona, por su parte, parece adoptar el punto
absolutamente diáfano. El novelista lo logra mediante la de vista protagónico de Alberto, aunque éste, en sus distin-
multiplicación de la 'voz narradora. Es necesario 'releer ínte- tas visiones, adopte a su vez -verdadero juego de espejos,

I, gramente esta novela para gozarla plenamente. (En verdad, voces a través de voces- el punto de vista de otros perso-
110 Las voces de la novela El narrador 111
najes (el de Teresa, el de Gamboa, singularmente el del ~~ Un breve comentario basta. La primera parte muestra
clavo). El esquema de la novela, teniendo en cuenta su divl- un neto predominio del relato en tercera persona, con evi-
sión en parágrafos, seria el siguiente 46: dente primacía del punto de vista de Alberto. Y unos pocos
monólogos del Boa y del Jaguar. En la segunda parte, díla-
P r im e r a p a r te
tada exposición de los puntos de vista del Jaguar y del Boa,
1 11 3." ( = A ) 21 3," ( = A ) 32 3." ( = A )
VI casi equilibrados: ocho monólogos del Boa, nueve monólo-
1 3." (= e ) III 22 3." ( = A )
2 3,0 (= E ) 12 J 23 3,0 ( = A ) 33 3,0 ( = E ) gos del Jaguar (con la interpolación casi constante del rela-
3 .• 24 3,0 ( = A ) 34 3,0 ( = A )
3 (= A ) 13 B to en tercera persona, que configura así otra alternancia:
4 3,0 (= A ) 14 3." ( = A ) 25 3,0 ( = A ) VII
26 3,0 ( = A ) 35 J veintiún relatos objetivos, diecisiete subjetivos). El epílogo,
5 B 15 B
II 16 3," ( = E ) V 36 B finalmente, vuelve a adoptar el relato en tercera persona,
6 .3 .• IV 27 J 37 3,0 (= A )
pero únicamente desde el punto de vista de los' tres perso-
7 3 .• ( = A ) 17 3,0 (= A ) 28 3 .• 38 B
3 .• (= T ) 29 3,0 ( = E ) 39 3,0 ( = E ) najes sobre cuyo porvenir la novela deja un hondo y oscuro
8 3 .• ( = A ) 18
9 3 .• ( = A ) 19 3,0 (= A ) 30 3 .• ( = A ) VIII interrogante: Gamboa, Alberto y el Jaguar.
10 3,0 ( = E ) .20 3,0 (= T ) 31 3 .• ( = A ) 40 3,0 ( = G ) No es extraño que Vargas Llosa haya recurrido a una
aparente paradoja: alejar un tanto (cortando el 'cordón um-
S e g u n d a p a r te
bilical'), mediante el relato en tercera persona, a los perso-
1 II IV VI
70 3,0 ( = A ) najes que sentía más cerca: Alberto, el Esclavo; acercar
41 B 51 J 61 B
42 3." ( = A ) 52 3,0 ( = G ) 62 J 71 J aquellos, mediante la primera persona, que sentía más le-
43 J 53 J 63 3,0 ( = A ) 72 3,0 ( = A ) jos: el Boa, el Jaguar. La omnisciencia repugna al novelista.
44 B 54 3." ( = A ) 64 J VII
3 .• ( = G ) 3,0 La equisciencia absoluta del relato en tercera persona le im-
45 3 .• ( = A ) III 65 73
46 3,0 ( = E ) 55 B V 74 J pide mostrar el pensamiento íntimo de los personajes más
47 B 56 3 .• ( = T ) 66 B 75 3 .• ( = A ) extraños. El narrador suple tal deficiencia mediante el em-
48 3.· ( = A ) 57 J 67 3 .• (= G ) VIII pleo del monólogo.
49 B 58 3 .• ( = A ) 68 J 76 3 .• ( = A )
50 3,0 ( = A ) S9 B 69 3,- (= G ) 77 3,0 ( = G ) Parecería ocioso insistir aquí en el presupuesto básico
60 3,0 (= A ) 78 3.• (= A )
que sustenta toda teoría sobre técnicas o estructuras: su no
gratuidad, su carácter necesario y funcional. Tal lo que ocu-
E p ilo g o
rre con el esfuerzo de equisciencia entre narrador (o narra-
79 3,0 ( = G )
80 3 .• ( = A )
dores) y personajes, unido al lenguaje límpido, exacto, abso-
81 3,0 ( = 1 ) lutamente terso de La ciudad y los perros. Nada de arabes-
cos ni volutas explicativas, nada de los 'entonces pensé' ni
46 L a a b r e v ia tu r a 3 .' ( = X ) q u ie r e d e c ir : r e la to e n te r c e r a p e r s o n a ,
q u e a d o p ta p r e p o n d e r a n te m e n tee l p u n to d e v is ta d e A ( lb e r to ) , C ( a v a ) ,
de los 'supe más tarde' de Proust. La ciudad y los perros es
B ts c 1 a v o ) , G ( a m b o a ) , T ( e r e s a ) . B y J c o r r e s p o n d e n a lo s m o n 6 1 0 g o s el extremo opuesto de En busca del tiempo perdido. Es que
e n p r im e r a p e r s o n a d e l B o a o d e l J a g u a r . el protagonista del Tiempo perdido no se ha desprendido
LAS VOCES. - 8

I
112 Las voces de la novela

nunca de su infancia y adolescencia, vive en la prolongación


de ella, por no decir en ella, la defiende obstinadamente de
los embates del tiempo. En La ciudad y los perros, esta otra
novela de una adolescencia 'superada' (de una adultez dura-
mente alcanzada), los personajes piensan que es mejor olví-
darla, porque ella vuelve no como un bálsamo de 'albaespi-
nas', sino como una 'mimosa' a cuyo contacto la piel humana
se contrae. Donde el protagonista de La ciudad y los perros IV
habla de los seres que poblaron su adolescencia como de
'cadáveres' que no conviene reanimar, el del Tiempo perdido LA VOZ Y LA LETRA
habla constantemente de 'resurrección'. Adolescencia pero
dida y evocada como un Paraíso la de Proust, lacerante como
Ce papier m' intimide ...
una pesadilla de humillación, impotencia y encierro la de
Madame de P... (Mérimée, L'abbé
Vargas Llosa. Aubain).

NUMENICIDAD y FENOMENICIDAD DE LA ESCRITURA

Hemos dicho, aprovechando una frase de La casa de Mu-


jica Láinez, que la mitad del milagro narrativo consiste en
que algo se haya sabido, la otra mitad en que haya sido di.
c h o . En realidad, esta segunda mitad debería a su vez reparo
tirse por igual entre el milagro de que haya sido dicho y el
milagro de que haya sido escrito.
En muchos casos, el narrador ha asumido plenamente
la palabra (relatos en primera persona), acatando todas las
consecuencias que dicha asunción entraña. Pero no siempre
ha asumido el acto de escritura. Pues así como hablar o,
mejor dicho, contar algo, implica una conciencia personal
y un punto de vista, una información y una 'elocución', escri-
bir supone también sus condiciones: un tiempo real para
hacerlo, libertad o al menos posibilidad de ejecución, cierto
grado de alfabetización, algunos elementos materiales, etc.
114 Las voces de la novela La voz y la letra 115
Esto, que es banal, cobra su importancia desde que el na- Estoy escribiendo. estas líneas mientras la lluvia golpea los
rrador asume 'el acto de escritura. vidrios y el viento aúlla. Miro la. negra ventana y, sobre un
fondo de tinieblas,· me- esfuerzo en evocar imaginativamente
En los relatos en tercera persona y omniscientes, el trán-
a mi heroína. Veo su rostro infantil, ingenuo, y sus ojos aman-
sito a la escritura resulta apenas un paso más de la conven- tes. Me entran deseos de dejar la pluma y de quemar todo lo
'ción narrativa: convenimos en que una persona relativamen- escrito. (...) Cerca del tintero tengo la fotografía de...
te extraña a los sucesos los cuente, convenimos en que todo (A. Chejov, Extraña confesión. pág. 34).
lo sepa, convenimos en que el relato tenga finalmente forma
de libro (aunque nadie, ni el propio relator, nos diga quién Darley consignaba en El cuarteto de Alejandrla:
lo ha 'escrito'). Parece, en todo caso, más legítimo cuestionar
Escribo estas frases en circunstancias muy diferentes, y
esas primeras convenciones que la última: ¿cómo, cuándo,
muchos meses .después de esa noche; estoy aquí, bajo este
dónde pudo el narrador recoger, traducir y grabar la expe- olivo, en el charco de luz que arroja una lámpara de petróleo.
riencia que nos narra?
(Lawrence Durrell, Iustine, pág. 106).
Pero en los relatos en primera persona, en que las con-
venciones retroceden, la escritura, lejos de aparecer como Celestina precisaba en su diario:
una convención más, acentúa su misterio. La pregunta podría
Escribo estas líneas, en mi desagradable piecita, bajo el
formularse crudamente así: ¿Cómo ha pasado la palabra al
alero, abierto a todos los vientos, al frío del invierno, al ardor
libró? La narración del que cuenta, ¿es de primera mano? del verano. (;..) Por toda luz, una vela que humea y gotea en
es decir, ¿proviene de la suya propia? Para algunos relatos un candelero de cobre...
la respuesta es obviamente afirmativa (Pascual Duarte); (O. Mirbeau, Diario de una mucama, pág. 33).
para otros se tiene todo el derecho de suponerlo (El extran-
jero); para otros, en fin, la inverosimilitud es absoluta (el y Arturo Cava .asentaba con mano temblorosa sobre los
relato de Benjy en El sonido y la furia). folios del polvoriento libro de Caja:
La narrativa, empero, no ha prestado demasiada impar. Hoy escribo estas páginas en el Río Negro, río sugestiva
tancia a esta cuestión. De hecho, la mayoría de las narra- .que.los naturales llaman Guainía.
ciones callan las circunstancias materiales del relato. Otras, (José E. Rivera, La vordgine, pág. 246).
por el contrario, ponen de relieve el acto de escritura. En el
primer caso, la escritura aparece como una rara solidíñca- Los románticos gustaban de esta clase de precisiones,
ción de la palabra, como su. condensación en un extraño que aportaban una vibración de autenticidad al relato:
firmamento: el de la literatura. La obra encierra la misma
Heme aquí. Llueve. Me he encerrado en la especie de cha-
gratuidad del universo. La segunda solución es más cohe-
let apócrifo que habito al lado de Aix. Hoy no quiero ocu-
rente. El narrador no sólo asume la palabra, sino que con- parme más que de ti. No me gru1ias si escribo como un gato.
signa las circunstancias del relato: Ya es bastante poder escribir.
(George Sand, Mlle. de la QuintiniB, Lettre II).
116 Las voces de La voz y 'la letra 117

Oberman ponía fin a su tercera carta así:


'oo T ~'~s~rib~ ~~;oo~oo ~ ~ h ~~ ;~ 'd
"~~~~t~' '~c¿~t~~~: ;¡;
Traían la cena cuando me puse a escribir, y hete aquí que que ahora se ha corrido a las diez, hora en que mi madre sale
acaban de decirme: Pero señor, el. pescado se ha enfriado, ya cuando no va al teatro (pág. 142).
no estará bueno. Adiós, pues. Son truchas del Rona, Me las ••• o., •••••• o •••••••• o" •••••••••

elogian•.como si ignorasen que comeré solo. Mientras te escribo, he oído ~ 'fu :~ ;c ld ~ fu ~ ~;.~
~ :'~ h. ~
levantado. Desde mi ventana lo he visto caminando por la cres-
(Senancour, Oberman}.
ta del muro, a riesgo de matarse. He ido a la ventana de mi
cuarto, y le he hecho una ligera seña; ha saltado desde el muro,
Jacobo Ortiz salpicaba sus cartas de alusiones: que tiene diez pies; se ha ido corriendo (oo,). [Pobre feo! ¿Qué
venía a buscar? ¿Qué quería decirme? (pág. 207).
Llueve, graniza, centellea; pienso resignarme ante la nece-
sidad, y aprovechar este día infernal escribiéndote.
•••••••••••••••••• o" o" O" •••••• o" ••••••••• O" ••• o" O" O"
En fin, dice un extraño personaje de Bécquer:
l, fuerza es que prosiga la carta; a la puerta de la casa
[D ío s
Escribo estas líneas en el corral donde me recojo a doro
hay una laguna que me impide el paso. Podía atravesarla de
mir y aprovechando la última luz del crepúsculo de la tarde.
un salto..,' ¿y luego? La lluvia no cesa; ha pasado el mediodía
y faltan pocas horas para la noche, que amenaza-el fin del (Bécquer, Memorias de un pavo, pág. 427).
mundo. Hoy, [oh, Teresal, día perdido.
••• o••••••••••• O" o'' ••••••••• o" o' ••••••••••••••••••• O" ••• O" o,.
No por falta de pluma habría dejado de hacerlo... Béc-
Te dejo, Lorenzo. Miguel me llama a almorzar. Volveré a
quer encarga a su pavo la escritura de esas memorias, o pre-
escribirte dentro de un momento.
memorias. Cervantes, en cambio, no esperaba tanto de sus
(Hugo Foscolo, últimas cartas de 1acobo Ortiz, perros, tal vez porque ya es bastante «hablar y responder
pág. 19 y sigs.)
con discurso concertado, como estos perros hablaron», y
encomendaba al Alférez (del Casamiento engañoso) la escri-
El narrador de Volupté nos precisa el momento de escri-
tura del Coloquio:
tura de su último capítulo, al llegar al puerto de Nueva York:
'" al, escuché, noté , finalmente escribl sin faltar palabra.
En el momento en que escribía esto, he aquí el grito de
ttierrat, como respondiendo a mis dudas.
(Sainte-Beuve,Volupté). Hemos dicho que esta clase de anotaciones fueron muy
cultivadas por los románticos. Es curioso: anticiparon ..un
Balzac extraía de tales anotaciones un suplemento de fino agud~.LmKeIli()~o,auténtico recurso de realismo ... --qu~-~l
realismo (en las Memorias,!e dos recién casadas): RealisIn() desconoció. En efecto, éste buscó por la ladera
.. opuesta, insistiendo en la despersonalización, en la ausencia
Me he puesto a escribir. Hacia la una mi padre ha llamado del autor, en el relato-misterio, en el autor-fantasma.
a la puerta de mi saloncito preguntándome si podía recibirlo;
le he abierto la puerta, ha entrado y me ha encontrado escri-
En aquellos casos, como se ve, puede hablarse de una
fenomenicidad de la escritura: ella es un acto real, que tíe-
biéndote (pág. 139).
----._-,
Las voces de la novela La voz y la letra 119
118
ne lugar en un espacio y un tiempo bien determinados. Den- garon «con el pico de la servilleta la lágrima que temblaba
tro del relato, están las circunstancias mismas de su escri- suspendida en [sus] párpados y [se comieron] el cadáver».
tura. (En un sentido menos restricto, cuando el enunciado Este pavo, sin embargo, hace gala de un buen sentido
trata de sí mismo, Todorov habla de enunciado reilexi- que no condice con algunas incongruencias de su relato.
, vo). Para alejar toda duda, el que narra y escribe acumula En efecto, después de darnos cuenta. de su dorada exis-
precisiones, tan triviales como el color de la tinta, la clase tencia, declara expresamente:
de papel o el tipo de lámpara que utiliza. El libro es aquí, Yo creí que no habría nada más allá de esas montañas que
'pues, el resultado de un: acto (intrascendente o sagrado, limitan el horizonte de la aldea.
según lo entienda el narrador). Entre el acto de escritura y
el libro hay una relación directa, que el narrador pone en Es natural, si tenemos en cuenta que toda su vida ha
transcurrido en la felicidad cotidiana y repetida del corral.
evidencia.
Pero este recurso exige, como es obvio, mayor celo. Esa Pero ha oído decir que irán a la corte (Madrid). Poco tiem-
I asunción total de la palabra y la escritura obliga a una mi- po le resta de esa eglógíca vida corraleña:
, ~uciosá coherencia, a un cuidadoso manejo, en especial de Escribo estas líneas en el corral donde me recojo a dormir
la información y del tiempo. El menor descuido o desliz deja y aprovechando la última luz del crepúsculo de la tarde. Ma-
al descubierto (al menos para el lector atento) su incon- ftana partimos.
gruencia.
Ya en la ciudad, anota:
Tomemos como ejemplo las Memorias de un pavo, ya Esto debe de ser lo que en Madrid llaman una buhardilla.
mencionadas, de Gustavo Adolfo Bécquer.
Se trata de un breve relato enmarcado: entre unos co- Reflexión difícil de admitir, si hemos aceptado aquella
mensales de Nochebuena, uno de ellos, encargado de trin- otra: «Yo creí que no habría nada más allá de esas monta-
char el pavo, encuentra en sus entrañas un rollo de papeles. ñas.s Aunque se trate de un pavo que había leído mucho
Quitado, pues, el marco, nos encontramos con las Impre- (a juzgar, cuando menos, por sus alusiones a Galatea, Da-
siones, notas sueltas y pensamientos filosóficos de un pavo, mocles, el judío errante, Jacob o Dante) y aunque tal infor-
destinados a utilizarse ·en la redacción de sus Memorias, es- mación pudiera haberle llegado por vía auditiva o libresca 1,
critos de puño (perdón) y letra del pavo. (Algo del «empleo pero entonces habría que corregir .el primer aserto sobre
de la tercera persona» habría leído ya éste, a juzgar por ese su ignorancia de allende las montañas.
'sus' que reemplaza un 'mis'.) Se trata, en síntesis, de las No menos incómodas resultan ciertas minuciosas alusio-
andanzas de un pavo, desde el corral hasta el,;>atíbulo. La nes a las circunstancias del relato (vinculadas al tiempo):
autenticidad de 'estas Memorias no pareció preocupar dema-
1 A menos que la haya captado en su primer día madrileño; pero
siado a los comensales (mucho menos su [e n o m e n ic id a d ) , no parece muy probable, entre la marcha y los cañazos, su incómoda
quienes, acabada su lectura, y aunque enternecidos, se enju- posición cabeza abajo, su largo desvanecimiento...
120 "
Las voces de la nove La voz y la letra 121
¿Será este extraño afán en la cronología narrativa, o, mejor dicho, en los momen-
¿Será...?
tos de escritura, repercute obviamente en otros aspectos
Un cañazo ha interrumpido el hilo de mis reflexionesen es
instante. muy importantes de la obra: su condición de diario o de
relato, su naturaleza genérica (novela o ejercicio ... ), tesitura
¿Cuándo? ¿En el instante de los puntos psicológica del protagonista, etc. En efecto, dos tipos de in-
Pero entonces hubiera sido más apropiado terpretaciones con implicaciones opuestas parecieran deri-
Un cañazo interrumpió el hilo de mis reflexiones en aquel varse de la determinación del momento (o momentos) de
instante, y continuar (como continúa): . narración. Tal determinación no resulta fácil.
Conocida es la diferencia entre la primera y la segunda
Hago aquí el punto, de prisa y corriendo, para reunirme a~
la manada, no sea que se repita la insinuación. . parte del' relato que refieren, aquélla los acontecimientos y
circunstancias que conducen al crimen, ésta el proceso; la
Parecida incongruencia, finalmente, entre: primera a la manera de un diario (aunque sin presentarse
explícitamente como tal), la segunda, un año después, como
Tal es mi vida; hoy, como ayer, probablemente
comu hoy. recapitulación a la distancia de los hechos vividos.
y Una solución consiste en suponer (al menos para la pri-
Repetid esta página tantas veces como días tiene el año y mera parte) que los momentos de escritura se desplazan,
tendréis una exacta idea de la primera parte de mi historia ••••• día a día, según algunas indicaciones textuales: jueves y vier-
nes para el primer capítulo, sábado y domingo para el se-
con que concluye la tal primera parte. (Hemos subrayado en gundo, lunes para el tercero ... Pero entonces surgen incon-
cada frase el miembro en que la incongruencia se manífíes- gruencias de léxico, como 'al día siguiente', donde corres-
ta.) Evidentemente, si la 'historia' puede dividirse en dos pondería 'mañana', 'a la noche', en lugar de 'esta noche', o
partes, es porque hay una primera parte de felicidad y una de sentido, como la significación premonitoria de la frase
segunda de desventuras. O, cuando menos, porque habrá que cierra la primera parte, y que alude a los cuatro dispa-
diferencias entre las partes. ros de Meursault: «y eran como cuatro breves golpes que
Si un primer momento de escritura se sitúa (como es daba yo en la puerta de la desgracia». Podría tratarse de
lógico suponer). al cabo de la última oración transcripta, pequeñas inadvertencias de autor. Brian T. Fitch prefiere
¿qué sentido tiene hablar de 'primera parte' de esta historia? sostener que, a pesar de las apariencias, «el presente del
Si, por el contrario, situásemos el momento de escritura narrador se sitúa en el mismo momento a lo largo de toda
al final de todo el relato (es decir: la historia vista desde su la novela», al comienzo del último capítulo, o sea des-
consumación total), aquel"'probablemente' resu1ta falso, pués de la condena de Meursault. Esta explicación, em-
pero, contradice el texto: 'hoy ha muerto mamá', 'tomaré el
El análisis atento (y minucioso) de El extranjero ha dado autobús de las dos', 'hoy es sábado' ... Fitch la resuelve di-
lugar, de modo semejante, a un arduo debate que, originado ciendo que tal empleo de verbos en presente y en futuro
122 Las voces de la novela La voz y la letra 123

no es otra cosa que el esfuerzo mental del narrador por revi- mejor dicho, de su escritura. A través del problema de la cro-
vir los acontecimientos desde el hombre mismo que había ' nología 'narrativa (momentos. de escritura que no coinciden
sido y experimentar así nuevamente las sensaciones pasa- con la división en acontecimientos o en capitulos), El extran-
das: «Presente de narración que utiliza con naturalidad el jero plantea; a nuestro juicio; paradigmáticamente, la distan-
hombre del pueblo cuando cuenta a alguien 10 que le ha su- cia entre autor, narrador y personaje. Así, no nos sorprende
cedídos s, leer en J. C. Pariente (quien, más aún que Barríer, prefiere
Otra solución consiste en atenerse al texto y a su eficacia. atenerse al texto y admitir francamente la sucesividad de
Es lo que propone M.-G. Barrier, para quien los signos del los momentos narrativos): «El extranjero ha sido escrito
instante presente son eficaces desde la primera lectura, e durante. algunas sesiones; cuyo número ha dependido del
instalan al lector en la vivencia de un presente, desdeñan- movimiento mismo de la existencia de Meursault, se han
do la posibilidad de que el narrador conozca desde el retomado luego las páginas y redistribuido conforme a un
comienzo el final de la aventura: «¿debe verse en la téc- orden no vivido y personal, sino oficial y anónimo. Meursault
nica narrativa de la. primera parte, que suprime en cierto llevaba un diario; lo que nosotros leemos es un libro, una
modo la: distancia temporal entre el presente del narra- 'novela'» 4 •
.dor y el de su relato, la prueba de que Meursault quiere
revivir los acontecimientos? No lo creemos, pues, por nues- Como se ve, el acto de escritura, desde el instante en que J
tra parte, queremos permanecer lector, y, como tal, al leer el narrador lo asume (o finge asumirlo), obliga a exigencias!
«hoy ha muerto mamá ... », no tenemos en absoluto la impre- que sobrepasan las del acto de la palabra. Hay, de la prime-
sión de que Meursault está reviviendo un acontecimiento, ra a la segunda parte de El extranjero, un desplazamiento
sino de que lo está viviendo. Como lectores ignoramos que del diario a la novela", Las Memorias de un pavo, por su
el desapego mental del personaje se deba, como sostiene Parte, más que como memorias han sido escritas como dia-
Fitch, a su estado de conciencia en el momento de escribir. rio. En efecto, mientras las memorias cuentan forzosamente en
Para nosotros, ese desapego pertenece al personaje. Es uno pretérito, el diario y las cdrtas lo futcen en presente, o en un
de los caracteres de su naturaleza» 3. pretérito inmediato, pero en ambos casos desde un presente
Habíamos dicho al pasar (en la nota 14, pág. 58) que esta lanzado a un futuro desconocido, es decir, abierto a todas
novela en mucho se parecía a un relato transcrito. Camus la s posibilidades. 1.0 propio de ambas formas es su redac-

pudo haber antepuesto a la primera página la clásica adver- cíén sucesiva, día a día, o carta tras carta. Ahora bien: la
tencia del editor. Prefirió, sin embargo, presentar el texto des-
nudamente. Al lector, resolver el problema de su autoría, o, 4 J.-C. Pariente, «L'étranger et son doubles, Albert Camus. Autour
de L'étranger, «La Rewe des Lettres Modernes., París, 1968,nüms, 1"10-
2 B. T. Fitch, Narrateur et narration dans L'étranger, Archives des 174, pág. 64.
lettres modernes, París, 1960,pág. 35. 5 También al narrador de La atención (Alberto Moravia) el diario
3 M.-G. Barrier, L'art du récit dans L'étranger, Nizet, París, 1966, se le convertía 'en novela, pero como resultado de una. dialéctica con-
pág. 26. frontación entre novela y realidad. .
124 Las voces de la n o v e la La voz y la le tr a 125
novela y el cuento han explotado muchas veces la riqueza; rrala. La larga serie de acosados prueba a la par la cons-
de ese presente indeciso, preñado de incertidumbre y de tancia y la diversidad del hecho: acosamiento físico y policial
misterio. Pero como se trata de epistolarios y de diarios íntí- en E l te r c e r h o m b r e de Graham Greene, político en E l c e r o
mos fic tic io s , en los que el narrador escribe la. historia des-. y e l in fin ito de Koestler, psicológico y moral en P a s c u a l D u a r -
de su consumación total, no siempre se han respetado las' te de Cela, metafísico en E r ó s tr a to de Sartre y E l e x tr a n je r o
imposiciones del caso, deslizándose incoherencias entre lo de Camus, religioso en B a r r a b á s de Par Lagerqvist. Pero el
narrado y la narración. novelista no SÓlO hostiga y arrincona al personaje, sino que
En realidad, estas observaciones de detalle nos proyectan lo hace objeto de un proceso. :este es el síntoma definitorio
a un replanteo global de la palabra y la escritura. La ~ohe- de toda una novelística de preguerra y de posguerra. Para
renci~~!1tre lo narrado y J,ª-J:!~ª_C:!§!J,_se._!l.Q~.p-:r~enta~~~~ , ello recurre tanto a la minuciosa retícula de la J u s tic ia co-
s o modo.-e.iLtr.~i--:hi!Q:~· :sI@ͪ<:!l:!iy_o~;
la cqp.vención.narrativa mo al aparato burdo, grosero y abusivo de la le y . El simple
es muy laxa en los relatos en tercera persona, disminuye número de 'los procesados muestra de por sí que la novela
cuando es el protagonista el que cuenta, se reduce aun cuan- de nuestro tiempo ha dejado de ser el laboratorio experi-
do es él mismo el que e s c r ib e . Esto exige, sin embargo, al- mental de los naturalistas, el parque de diversiones de Laf-
gunas reservas y distinciones. Si bien podríamos ejemplífi- cadío, el gran teatro del mundo de Proust, el campo de de-
carlo con cualquier tipo de novela, lo haremos con uno en portes de Saint-Exupéry y Malraux,L!?ara pasar a ser una
particular, porque reúne de manera más evidente algunos gran sala de audiencias en la que el lector está en la barra,
rasgos que nos interesa señalar: las novelas de 'proceso'. el personaje en el banquillo, y el autor es el juez, a veces
Expliquémonos antes. Llamamos así a un grupo de nove- sólo el escribiente, casi nunca el defensor, a menudo el fiscabJ
las características de nuestro tiempo cuyo protagonista se Una larga serie de acusados aguarda su turno en calabozos
halla sometido a 'proceso'. René-Marill Albéres ha hablado húmedos y malolientes : José K ( E l p r o c e s o ) , Macias ( C a r a
de l'homme traqué, del hombre acosado 6. Pero no es sólo a la m u e r te ) , Meursault ( E l e x tr a n je r o ) , Pablo Ibbieta ( E l
el acoso. -El novelista ha ido despojando a su héroe de todo m u ro ), Pascual Duarte ( L a fa m ilia d e P a s c u a l D u a r te ) , el
rasgo excelso, le ha ido quitando poco a poco casi todo: cura Juan ( E l p o d e r y la g lo r ia ) , Rubashov ( E l c e r o y e l in-
inteligencia, coraje, prestigio, belleza, dinerq,J Hasta la cédu- fin ito ) , Barrabás ( B a r r a b á s ) ... Cosa curiosa: entre ellos no
la de identidad, dejándolo en precaria condición legal, con hay valientes, y -más curioso todavía- ninguno es ínocen-
un nombre al que le falta el apellido, con un apellido al que te. Pero -paradojalmente, y para decirlo con 'palabras de
le falta el nombre, con un mote, un sobrenombre o una ini- Kafka en E l p r o c e s o - no todos tienen culpa: «los acusados
cial: K, Eróstrato, el Enano. No conforme con el despojo son, precisamente,' los más hermosos; no puede ser su falta
de sus bienes tradicionales, lo abruma, lo persigue, lo aco- lo que los embellece, pues no todos ellos son. culpables».
y no hay fuga. Ni hay indulto. Todos, por igual, condenados
a muerte. Desde José K, a quien le hunden tres veces el
6 R.-M. Albéres, Les homme« traqués, La nouvel1e édition, Pa-
cuchillo y que exclama: -¡Como un perro I (ey era como
rís, 1953.
126 Las voces de la novela La VOZ Y la letra 127
si la vergüenza debiera sobrevivírle»), hasta Rubashov, con He aquí, sin embargo, una primera reserva. Pues si desde
un tiro en la nuca, otro en la oreja, acogido por un rumor la instancia del saber' o información la primera persona re-
de mar «como un encogimiento de hombros de la eternidad»: sulta más convincente, desde el punto de vista de la pala-
desde Meursault, que sólo desea muchos espectadores y gri- bra resulta impracticable, en presente por razones prácticas
tos de odio en la ejecución, hasta el cura Juan, que pregun- (no se vive y se cuenta al mismo tiempo), en pretérito por
ta cuánto dura un segundo de dolor, 'y cae acribillado por razones lógicas (¿dónde situar el presente desde el cual se
una docena de balas; desde Pascual Duarte, que «terminó enuncia el pretérito?).
sus días escupiendo y pataleando, sin cuidado ninguno de Un ejemplo bastante significativo: durante los años ante-
los circunstantes, y de la manera más ruin y más baja que riores a la aparición de El extranjero, Camus consignaba
un hombre pueda terminar; demostrando a todos su miedo algunas notas y observaciones 7 con miras a una novela, La
· a la muerte», hasta Barrabás, que «sintiendo llegar la muerte, mort heureuse. En varias de esas notas vemos una ver-
a la que había tenido tanto miedo, dijo en las tinieblas, como dadera prefiguración de El extranjero. El protagonista, Mer-
si a ellas hablase: -A ti encomiendo mi espíritu. Y entregó sault (que después se llamará Meursault), es también un
su alma», condenado a muerte, cuya palabra nos lleva hasta sus últi-
Ahora bien: en estas novelas es frecuente el empleo de mos instantes:
la tercera persona, aun cuando desde un punto de vista
... Tengo frío .. Qué frro hace. ¿Por qué me han dejado en
lógico ( y especialmente para los últimos episodios del con- mangas de camisa? Es cierto que ya no importa. No hay más
denado) resultaría más natural que la primera persona enfermedades para mí. He perdido el paraíso del sufrímien-
reemplazara al narrador omnisciente: to, lo pierdo, y la alegría de escupir los pulmones o de estar
enfermo o mordido por un cáncer bajo la mirada de un ser
Con los ojos moribundos, vio todavía a los señores inclí- Querido.
nados muy cerca de su rostro, que observaban el desenlace . . .y ese cielo sin estrellas, esas ventanas sin luz y esa calle
mejilla contra mejilla. hirviente y este hombre en primera fila, y el pie de este hom-
(Kafka, E l p r o c e s o , pág. 196). bre que ... (pág. 144).

Un golpe sordo le hirió detrás de la cabeza, pero a pesar


El relato de El extranjero se detiene, por lo contrario,
de que había estado 'esperándolo, lo tomó desprevenido. Sin-
tió, vagamente, cómo las rodillas se le doblaban 'debajo del
mucho antes. Castex ha indicado sagazmente la inverosimí-
cuerpo, en tanto que éste giraba dando una media vuelta. «Qué litud de aquel procedimiento, la que habría, sin duda, con-
teatral -pensó mientras caía-, y, sin embargo, no siento ducido al novelista a detenerse antes: «El relato del conde-
nada .• Quedó contraído en el suelo, con la mejilla apoyada nado ha debido normalmente interrumpirse, a más tardar,
en las frías losas. Lo rodeó la oscuridad, como si el mar se
cuando el cortejo de ejecución ha entrado en su celda. Ca-
lo llevase meciéndolo en su superficie nocturna. Los recuerdos
pasaron a través de él como los jirones de niebla sobre el
7 Publicadas después de su muerte con el título de Carnets (Gal·
agua. limard, París, 1962). L a m o r t h e u r e u s e , por su parte, constituye el
. (Koestler, E l c e r o y e l in f in it o , pág. 201). núm. 1 de los C a h ie r s A lb e r t C a m u s (Gallimard, París, 1971).
LAS VOCES. - 9
128 La v o z 'Y la le t r a 129
mus ha debido juzgar necesario privarse de un último des- allá a Dios, aquí al Autor. Pero aquí, la existencia de este
arrollo emotivo, pero técnicamente inaceptable» 8. dios de bolsillo desbarata todas las leyes del juego. La nove-
La primera persona, como se ve, exige mayor celo, por .. la que leemos encierra para nosotros el mismo misterio que
que puede conducir a una nueva inverosimilitud. El acto de esa piedra solitaria y reluciente, en medio de la arena intac-
escritura, por su parte,. la impide, y obliga abiertamente a ta del desierto, de que hablaba Saint-Exupéry: allí está, sin
la .coherencíá: que la haya tocado mano humana, desafiando la explicación
Cuando pienso en que, de precipitarse un poco más los del hombre sobre su origen.
acontecimientos, mi narración se expone a quedarse a la mitad Podría hablarse en estos casos, en que se prescinde de
y como mutilada, me entran unos apuros y unas prisas que me toda implicación o referencia a la materialidad del escribir,
veo y me deseo para dominarlas porque pienso que si escribien- a su facticidad, d e ~ d de la escritura. Como la
do, como escribo, poco a poco y con los cinco sentidos puestos
mónada leibniziana, la obra se cierra sobre sí misma y que-
en lo que hago, no del todo claro me ha de salir el cuento,
si éste lo fuera a soltar como en chorro, tan desmañado y des- da, como diría Dufrenne, sin ventanas que se abran hacia
lavazado habría de quedar que ni su mismo padre -que soy el mundo ni hacia el autor. La escritura aparece como un
yo- por hijo 10 tendría. misterio, como una caída o déchéance, como una inexplica-
(Cela, La familia de Pascual Duarte, pág. 159). ble materialización del milagro, como unas extrañas tablas
de la ley, como una revelación impenetrable. Un caso bien
Pero en la mayoría de los relatos, como hemos dicho, el patente (casi podríamos decir patético) de esa numenicidad
acto de escritura no se plantea. Ni siquiera en aquellos en de la escritura estaría dado por el relato de L a c a s a de Ma-
que las garantías de la subjetividad, del punto de vista y nuel Mujica Láínez, El narrador de L a s b a b a s d e l d ia b lo
de la limitación, son totales. Cuando leemos la narración de (Cortázar) soñaba, de manera concreta, con la sustanciación
E l e x t r a n je r o , en la que abundan precisiones y referencias del milagro: «Puestos a contar, si se pudiera ir a beber un (
temporales, y en la que la técnica de composición dista mu- bock por ahí y que la máquina siguiera sola (porque escribo (
cho de la improvisación, puede asaltarnos la pregunta: a máquina), sería la perfeccíón.» .
¿Quién ha escrito esto? ¿Meursault mismo? ¿Cómo pudo Desde esta perspectiva toda narración, tanto más la im-
hacerlo? personal y omnisciente, irradia ese atractivo y desconcer-
En la mayoría de los relatos no hay respuesta para tal tante misterio. Cuando la escritura es numénica, el relato se
pregunta. La obra resulta así algo no muy distinto de la nos aparece como la huella luminosa de un astro apagado:
presencia del universo: inútil preguntar sobre su origen, su huella que nadie ha dibujado, que el astro mismo más que
nacimiento. Como el mundo, sencillamente, la escritura e s . trazado ha 'dejado', ajeno a su estela y a los 'ojos que la re-
Imposible averiguar cómo han llegado a ser, sin recurrir, gistran.
Escritura numénica y fenoménica comportan, pues, dos
8 P.-G. Castex, Albert Camus et cL'étranger», Corti, París, 1965, concepciones distintas de 10 que es la narración literaria.
pág. 23. Los conceptos de ~umen ( n o u m e n o n ) y de fenómeno ( p h a i-
Las voces de la novela
130
nom enon} encierran la distinción a que aludimos. La !.erosi-
militud narrativa se ha internado curiosamente p~r dos. vías
~ntes: por un lado, hacia lo narrativo e~__sr, hacía la
acentuación del ~lY'ácter v.~rbali~~!~r~!1~I~-:Ji.~L_~~~-
EJg!!.o; por otro, hacia la~aci~~_y!sibl~-.-Y~E~_ef:l:!~"'~~~
~ acentu~n de la implicación, trasce~d~I!te ~_~_Ül:,~n~nt:ta-
ción. En un caso, la escritura es numéníca, aparece c~mo.un
~nto de signos de origen misterioso, Y ~?da atnb~CI?n
v
resulta herética. En el otro, el libro está ceñido ~ su ~
l~al', es el resultado de un acto eenscíente y os- EL PERSONAJE
tensible; y así como no es posible la dicotomía del pensar
y el hacer (todo pensamiento es acto y todo acto entraiia Le roman paratt chanceler, ayant
pensamiento) hay aquí una fuerte unidad entre pensar, ha- perdu son meilleur soutien d'autrefois,
le héros.
cer y registrar. Alain Robbe-Grillet, P o u r u n
nouveau romano

El personaje ha constituido siempre una de las dimen-


siones fundamentales de la novela. Su distinto tratamiento
podría, de por sí, bastar para una historia del género.
Cabría, no obstante, distinguir (con afán categorizador)
dos enfoques diferentes: el personaje como tema, es decir,
como sustancia, como interés, central del mundo que se
explora, y el personaje como medio, como técnica, es decir,
como instrumento fundamental para la vísíón o exploración
de ese mundo. Un personaje como Julien Sorel, la tumultuo-
sa biografía de su alma, se identifica casi totalmente con
la sustancia de su novela; un personaje como Meursault es
el instrumento idóneo para la visión de un mundo novelesco
determinado.
Las relaciones entre autor y personaje podrían ser ilus-
tradas desde ambas vertientes. Desde ambas podría escri-
birse la historia de la novela. En un caso, el personaje está
132 El personaje 133
íntimamente ligado a lo que sé cuenta, en el otro a cán su independencia. Quizá los movía un oscuro sentimiento
se cuenta. «El personaje en otras épocas sujeto, se vuelv de culpabilidad. La reacción natural consistió en decretar
un signo operatorio», dice Michel Zéraffa. (V. apostilla D~ su autonomía: los autores se declararon ajenos y obedien-
pág. 170). tes. Las musas, que antes musitaban al oído del poeta, ha-
Aunque el deslinde nunca podría ser absoluto, como in., blaban ahora por boca de los héroes. Pirandello, Unamuno,
mediatamente se descontará, dejaremos de lado el primer' Grau, fueron los heraldos de la generación espontánea. O
aspecto, el que hace a su importancia temática. Miriam Allotti:, por lo menos de la inocencia del autor.
ha ilustrado la evolución desde el primer enfoque, escogíen-i Olvidemos el espejismo; primero, porque el personaje,
do aquellos testimonios críticos que muestran el distinto' como todo lo demás, es obra de un autor; segundo, porque
tratamiento según el novelista prefiera reflejar 10 que los' en el caso particular de la novela el personaje no nos es
personajes hacen y dicen a 10 que piensan, según provengan" presentado directamente, sino a través de un narrador.
de la vida o de la mente, según sean auto o heterobiográ-: En la novela contemporánea, en cambio, el respeto por
ficos 1. Michel Raimond, a su. vez, lo ha hecho de manera, el personaje -innegable y evidente- se verifica de otro
clara y documentada, mostr.ando el distinto criterio de líber-: modo: no se trata ya de velar por su independencia (nunca
tad o sumisión del autor ante el personaje, su cuasi-identi- el personaje adquiere un carácter tan artificial, tan fabricado,
ficación o deliberado distanciamiento, la evolución descle la tan 'muñeco', como cuando el autor postula su autonomía),
observación positivista, pasando por la 'réveríe' simbolista, sino del respeto de un narrador por la complejidad, oscu-
a la creación de influencia bergsoniana o freudiana 2. La irn- ridad e inescrutabilidad de una conciencia. En este sentido,
portancia mayor desde el enfoque temático reside en el aná- y no en el otro, el narrador salvaguarda la autonomía y has-
lisis -descartada la mera descripción naturalista- de las ta la soledad de sus personajes. Una cosa es su independen-
distintas formas de creación del personaje a. partir del y o , cia y otra que, en virtud de una coherencia interna de moti-
según «la única línea de su vida real» o «las infinitas dírec- vación psicológica, el autor, a partir de un momento dado,
ciones de su vida posible» (como distinguía Thibaudet), «un no pueda introducir caprichosamente actitudes o compor-
poco de y o » (Montherlant) o «la teoría de las virtualidades tamientos que resultarían falsos.
interiores» (Du Bos), el 'injerto' o el 'trasplante' (Hytier), en
fin, la confesión autobiográfica o la imaginación creadora, Nos interesa, en cambio, ver las relaciones entre autor y
la alienación o la invención. personaje, a la luz de una exigencia básica: la introducción del
Tanta fue la importancia concedida a las distintas foro narrador. Los personajes se han convertido paulatinamente
mas de creación del personaje, que hace algunos decenios en los canales fundamentales del caudal dramático. Más que
(después de la primera guerra) los novelistas proclamaron el tema mismo de la novela han pasado' a ser fuentes de
información, juego de espejos, puestos de observación. Del
1 Miriam Allott, .Los personajes», en Los novelistas 'Y la novela,
S. Barral, Barcelona, 1965. narrador, de su manejo de los estilos (directo, indirecto, in-
2 M. Raimond, .Le romancier et ses personnages», op. cit., pá- directo libre) depende nuestra relación de lectores con los
gina 464.
134 Las voces

personajes. Su posibilidad es múltiple: puede contar coSO'


que no le atañen, introducir personajes que relatan e intl'Ol>
Narrador
(Cruz)
que introduce a
¡
el guitarrero

ducen personajes que relatan e introducen personajes ... - y


el milagro épico no es sino esa polifonía de voces que escu-'
chamos, unas a través de otras. Qué variedad, bajo la ap. Narrador
rente simplicidad del Martín Fierro, por no citar sino uD (Hijo mayor)

ejemplo más diáfano que el de una novela particular. J o s é


Hemández, autor, hace hablar a Martín Fierro, narrador en un vecino
primera persona, al mismo tiempo personaje principal de que retrata a
la historia, quien da sucesivamente la palabra a otros perso-
najes secundarios: a Cruz, a su hijo mayor, a su hijo me- Narrador
(M . Fierro) el alcalde
nor 3. ~ste nos presenta, a su vez, a otros personajes de me-
introduce a que retrata a ~ '\.
nor importancia, como el viejo Vizcacha, su tutor, aunque
recurriendo también al testimonio de otros que lo conocie-
ron: dos o tres vecinos y el alcalde, quienes presentan una
suerte de 'visión estereoscópica' (<< IQué rosario / le están Autor
Narrador
(Hijo segundo)
introduce a
un tercero
que introduce a
¡
BB.arurU~llo
que increpa a
¡
El viejo
Vizcacha

rezando al fínaol», dice el hijo de Fierro). La estructura po- (J. H .)

dría diagramarse así: Yretrataa~

el curandero

el cura

el comandante
Picardía
que íntroduce a
3 Sin que falten algunas irropciones o desdoblamientos sorpre-
sivos: en las estrofas finales de la primera parte, la voz de. un narra-
Narrador
impersonal
1 el juez

dor impersonal sustituye a la de Martín Fierro: En este punto el can· introduce a


tor I buscó un porrón pa consuelo... Cruz y Fierro ele una estancia .. Martín Fierro
Otro tanto ocurre con la exposición del hijo segundo, en la que, a
raíz de una réplica, súbitamente aparece el narrador impersonal: Al
1 'O"'~J'W'ru
verse asE interrumpido I al punto dijo el cantor ... Aparicionesimpre- I El moreno
vistas, que hacen pasar al payador, en cada caso, de contemplador
a contemplado, de expositor a interpelado. .
..
I "
136 Las voces de la novela: El personaje 137
-'-------------------------..:.: ;1

La realidad del personaje no puede ser buscada más qu.,' La intervenci6n directa de los personajes en el discurso
en la positividad del relato. El narrador sabe; empero, que';; narrativo, su palabra, es, en realidad, una ilusión: ella tam-
en determinado momento nada iguala el efecto de una depo- j bién pasa por la alquimia del narrador. Aun en el diálogo
sición directa. Es como si declinase ciertas atribuciones en está tan presente éste como aquéllos. La verdad 'oral' de un
favor de los personajes, o, mejor dicho, en favor de un acce- personaje es una verdad tamizada por el narrador. Y en
so directo ala realidad de éstos: «Desde el momento en que realidad, el diálogo oscila en las distintas novelas (oscilación
la palabra del héroe es la suya, y no la del novelista, como de por sí elocuente) entre la nimiedad frente al relato pro-
sucede en Proust o en Gide, en quienes la justeza del tono piamente dicho y la marca indeleble del narrador. Nada más
es siempre de una infinita perspicacia, el lector tiene el ilustrativo de lo primero que el paso trascendental (propia-
sentimiento de que todas las palabras pronunciadas surgen mente del no ser al ser) de leal! Santeuil a la Recherche du
de la constitución nerviosa, moral, intelectual del personaje» Temps perdu. Picon ha mostrado con sagacidad que, si des-
(Michel Raimond). Los novelistas han sido en muchos casos pués de ese tránsito nos ocurre reencontrar en la Recherche
explícitamente conscientes de la economía y eficacia de uti- algunas frases de lean Santeuil, se trata casi siempre de fra-
lizar tal atajo: «Si tengo que exponer parlamentos y con. ses pronunciadas por los personajes: «Pero no estamos aquí
versaciones, tendré que hacerlo de la manera justa, porque. en el lenguaje particular que abrirá la especie de la obra,
no pueden conocerse los estados de ánimo y los personajes, sino en el lenguaje exterior de la vida, que puede ser común
a no ser que repita lo que dicen y su manera de decirlo» a obras diferentes» 5. Por el contrario, cuando el novelista
(Richardson). En puridad, el estilo del narrador no podría no acierta a combinar la dosis exacta (esa 'infinita perspi-
ser sino el indirecto o el indirecto libre. No seamos, empero, cacia') que regula su poderío con la 'realidad' del personaje,
tan categóricos: aun en los pasajes de estilo directo subyace se hace pasible del reproche formulado a los personajes .de
el narrador. Kayser ha destacado netamente esa írreductí- James 6, «hablando todos una lengua pareja. Merecerían de
bilidad: «Pero ni siquiera el estilo directo predominante en. esta suerte el mismo reproche que se hizo a los personajes
cubre el hecho de que la escena épica es siempre obra de de Valera: todos hablan como el autor» (Guillermo de To-
un narrador que la configura y matiza, que esa escena es rre), y que ya Balzacdirigiera a los de Víctor Hugo: «Le
narrada y no representada. Quien lea en voz alta una escena dialogue de V. Hugo est trop sa propre parole ... » (V. apos-
épica nunca debe intentar, en los pasajes de estilo directo, tilla E, pág. 171).
despertar la ilusi6n de oír a personajes completamente dis- 5 G. Pleon, Lecture de Proust, Mercure de France, París, 1963, pá-
tintos: por mucho que diferencie las voces, el narrador pero gina2S. . . di
manecerá siempre en el primer plano de la audici6n y de la 6 O a los de Ivy Compton-Burnett ; «Recuerdo Que un crítíco IJO
que era imposible 'concebir a ningún ser humano h~b.lando d~ cada
conciencia. Averiguar hasta qué punto ha procurado el autor emoción o flaqueza suya, o razonándolo, con la precisión, claridad e
mantener una tonalidad uniforme en los pasajes de estilo ingenio que poseen todos los personajes de Miss Compton-Burnett,
directo es un problema estilístico» 4. se trate de camareras, niños, padres o tías solteronas'», (1 . ~omPton-
Burnett, A conversatíon betwee,t l. C.-B. a l1 d M. I o u r d a in , Citado por-
.• W. Kayser, op. cit., pág. 241.
M. AUott, o p . cit., pág. 370).
138 El p e r s o n a je 139

Por eso el diálogo es el gran 'tour de force' de los nove- Proust extrae sus efectos de ese doble registro. Y una de
listas. Conocido es el íntimo proceso de sucesiva depresién las. diferencias fundamentales entre la introspección prous-
y entusiasmo de Flaubert en lucha por el diálogo exacto dé .tiana yel monólogo interior, al cual se ha querido asimilar
M a d a m e B o v a ry : su dolorosa incertidumbre era provocada aquélla; consiste precisamente en ese desdoblamiento y dis-
por la imperiosa necesidad de ser igualmente fiel al persot tancia entre observador y observado: Proust no traduce el
naje y al relato. Lo aparentemente fácil (la transcripci6n fluir de una conciencia en el instante de su desenvolvímien-
cierta del habla) era lo más difícil, si se quería permanecer . to, sino el. resultado de un acendrado afán- posterior de aná-
fiel a la intención estética. A través de aquella parte más lisis y clasificación. (V. apostilla F, pág. 171).
'aséptica' y distante del narrador -el diálogo- Flaubert Kayser ha .señalado también ese doble registro del pero
instilaba la quintaesencia de su arte. sonaje en M o b y D ic k : «Su figura de narrador como prota-
Nuevamente aquí vemos la importancia que cobra la posí- gonista llegado a la vejez no es más que un papel. Pero
ción del narrador, según relate a distancia de los personajes, ¿quién se oculta detrás? Sin duda, el mismo personaje cuya
o, inversamente, d e s d e u n o d e e llo s . En el primer caso, la proteica capacidad de transformación se ha manifestado en
procurada objetividad y autonomía del personaje se verá el desarrollo de la novela» 8.
facilitada para el novelista. En el segundo, deberá buscarla ¿y, no es, acaso, el mismo efecto que, desde las primeras
por otros medios. páginas de D o n S e g u n d o S o m b r a , nos sobrecoge al leer el
Hay un procedimiento muy utilizado por la novela, que relato al mismo tiempo inocente y 'avisado' del reserito?
consiste en un verdadero desdoblamiento entre narrador y Pero no del reserito: del hombre experimentado que ha en-
personaje, aunque conservando su coincidencia, su identi- tornado los ojos para volverlos a la infancia. El protago-
dad. El personaje cuenta hechos de su pasado, pero contem- nista, aunque único (Fabio Cáceres), está escindido en con-
plados con la relativa 'ajenidad' que impone el tiempo. So- templador y contemplado, en un ser que ha vivido intensa-
brevive, naturalmente, el apego de la propia identidad, pero mente una aventura plena, abierta hacia un mañana inse-
hay el desapego de la distancia temporal. Toda la novela se guro, y otro que evoca desde ese mañana, seguro un ayer
desenvuelve así en lo que Rousset ha llamado con acierto, dichoso pero clausurado. Allí reside buena parte del encanto
a propósito de Marivaux, d o b le r e g is t r o 7. El personaje se de la novela, logrado merced a un hábil y sobrio empleo de
convierte en 't:1 D observador de sus azares': «la Mariana ma- aquel recurso.
dura que cuenta no es la joven Mariana que vivía su sole- En primer lugar, Güiraldes ha sabido ceder plenamente
dad y su amor; la considera desde lejos; la Mariana del pre- la voz al narrador, a' un narrador cabal, sin desfallecimiento
sente tiene para la Mariana del pasado la mirada de un ni concesiones (a un narrador en el más exigente sentido
autor para un personaje que le resulta algo extraño y cuyo que la palabra adquiere hoya los ojos de quienes ven en la
destino conoce». Incluso buena parte de la gran novela de novela, antes que nada, un discurso narrativo): ninguna.

7 Jean Rousset, op. cit., pág. 45. • W. Kayser, op. clt., pág. 466.
140 Las voces de la novela. El personaje 141

intromisión de autor, ausencia casi total de remansos filoJ· de enternecimiento romántico sobre sí mismo. Por el con-
sóficos (discurso abstracto), un marcado orden causal (rele..!! trario, abundan con insistencia los pasajes en que se subra-
vante en el discurso narrativo). Todo el relato no es sino lal} ya el desdén, la incapacidad y hasta la fatiga por la intros-
limpia evocación de un pasado, «un sueño evocado de in" . pección o el análisis:
tentó», que implica la confrontación entre un ayer ínten-' Llegado a esta altura de mis meditaciones, no pensé más
samente vivido y un hoy de remembranza; pero se trata de porque la solución me satisfacía y porque el pensar hasta el
una confrontación muda, silenciosa, sin que ningún parén- cansancio no para en nada práctico (pág. 24).
tesis reflexivo o moralizador la subraye. Las famosas 'refle-
Gracias a Dios, me cansé de tales ejercicios (pág. 182).
xiones' tan frecuentes en novelas de este tipo, y que tanta
tinta hicieran correr en la crítica del ejemplo señalado (La Cansado en mis ideas, daba vuelta a la misma matraca, romo
vie de Marianne), a favor y en contra, no empañan ni gra- piéndome los oídos con su bullanga, sin ver salida útil a tales
van la materia narrativa de Don Segundo Sombra. No apa- desvaríos (pág. 183).
recen en esta novela anotaciones del tipo «Pero no hice en-
Me cansé de hablar y de removerme el alma. Callé un largo
tonces esta reflexión, la hago solamente ahora que escribo»,
rato (pág. 189).
«Consultaba en mí mismo lo que tenía que hacer; y ahora
que lo pienso, creo que no consultaba más que para perder Una fatiga grande pesaba en mi cuerpo y en mis pensamíen-
tiempo» (que abundan en Marivaux) 9. El relato es en Don tos, como un hastío de seguir siempre en el mundo sembrando
Segundo Sombra lineal y depurado. De él surge esa nítida hechos inútiles (pág. 190).
confrontación, pero toda reflexión, toda meditación sobre
ella queda a cargo del lector. El rasgo sobresaliente de esa Durante aquellos años en que Fabio vrvia la .vida como
confrontación es, pues, la sobriedad. No hay en la conciencia una 'eterna mañana', la contemplación obstruía la acción.
del ser adulto que recuerda, como no lo había en el mucha- Vivir era hacer, no pensar. Y al hacer (o después de hacer)
chito que vivía entre la exaltación y el asombro, el gusto por no quedaba tiempo para pensar:
la problematización psicológica, por la exploración de los
¿Cómo mirar para atrás ni valorar pasados cuando el pre-
vericuetos del alma o por la indagación del destino. Todo es
sente siempre me obligaba a una continua acción atenta? 1 Muy
aceptado con naturalidad. Esa naturalidad que disipa toda fácil eso de pensar, cuando minuto por minuto hay que resol-
incertidumbre, todo temor: «'De la muerte no voy a pasar', ver la vida misma! (pág. 189).
parecía ser el pensamiento de mi padrino.» Ninguna clase
Había pensado como el hombre que pelea, con los ojos bien
abiertos hacia el peligro, y toda la energía pronta para ser em-
9 Alguna vez anota excepcionalmente una perplejidad anterior, pleada, allí mismo, sin dilaciones ni mermas (pág. 189).
pero es sólo al efecto de subrayar la distancia entre su ignorancia
pasada y su saber ulterior: «El de ciencia dijo palabras que guardé
en mi memoria y cuyo significado cabal sólo supe años después•• Por su bien, el resero tiene la vida demasiado cerca para
(pág. 172). poder perderse en cavilacionesde índole acobardadora (pág. 172).
142 lAs voces de la novela ;; El personaje 143
No había tiempo, en efecto, para la 'memoria', en esa Ese desdoblamiento, registro de una infancia ignorante
eterna mañana. La mañana fue haciéndose recuerdo. Y el de la verdad (ignorancia, empero, intranquila) y de un mun-
recuerdo olvido. «Pero indudablemente hay que dístinguir do adulto que 'sabe', se confirma desde las primeras pági-
entre recuerdo y memoria. El recuerdo es un estado, la nas 13. El relativo enigma del reserito es objeto -de una doble
memoria un acto. Para que el recuerdo se haga presente en confrontación: la del niño con quienes lo rodean (<<'¡gua.
la conciencia es preciso que la memoria lo obligue a ello. cho!', con lo cual malicié que en torno mío también existía
Todo recuerdo surge de una sombra en la que se halla ocul- un misterio que .nadíe quiso revelarme») y la del niño con
to. Esa faz secreta, desconocida, de la memoria, se llama el adulto que evoca esos recuerdos. Pero esta evocación es
olvido» 10. La memoria vendría, después del mediodía, con tan vívida, que parece abolir la distancia. El narrador revive
la tarde de la vida: plenamente su pasado. Casi podríamos decir que vive en él.
... como la tarde, me dejaba ir hacia adentro de mí mismo, Por eso relato y evocación, tiempo de narración y tiempo
serenándome en la revisión de lo que fue (pág. 189). de lo narrado, aparecen tan íntimamente compenetrados:
cuando el narrador evoca es como si 'viera'; cuando ve, al
y «quien dice memoria, dice narración» 11. La infancia y ado- final del libro, alejarse a Don Segundo, es ya como si 'evo-
lescencia de Fabio no es objeto de un proceso, ni de un dia- cara'; «Lo vi alejarse al tranco. Mis ojos se dormían en lo
rio íntimo, ni de una confesión: surge como el relato diá- familiar' de sus actitudes. Un rato ignoré si veía o evocaba,»
fano y sucesivo de una etapa de dichosa claridad. Las som- Un elemento simbólico, en fin (muchas veces señalado
bras posteriores son sin duda, las que han llevado al narra- por la crítica, pero que interesa destacar aquí desde el punto
dor a la memoria. de vista que nos ocupa), enfatiza la sobriedad con que GÜi·
Literatura didáctica, en el mejor sentido de la palabra. raldes ha utilizado el 'doble registro'; el agua, ese espejo
En el sentido en que habla Kayser de novela de 'formación'. transparente que una y otra vez sirve en el libro para llevar
Es decir, aquella que muestra el tránsito a una «madurez al reserito a los significativos instantes de contemplador y
definitiva, de acuerdo con las disposiciones íntimas en que contemplado. ~l mismo los resume:
el protagonista ha desarrollado sus capacidades en un todo
Está visto que en mi vida el agua es como un espejo en que
armónico». Literatura que muestra, no que moraliza. Litera- desfilan las imágenes del pasado. A orillas de un arroyo resumí
tura didáctica, aunque el calificativo pueda parecer tan ex- antaño mi nifiez. Dando de beber a mi caballo en la picada
traño como cuando Butor lo aplica a La modificaci6n 12.

13 No es necesario apelar a las diferencias -lingüísticas para ad·


vertir con claridad ese doble registro: el reserito habla un lenguaje
10 Bernard Pingaud, «Alain Resnaiss, en M u r ie l, «La loca poesía», popular, casi gauchesco, mientras que el hombre _maduro habla un
Buenos Aires, 1969. lenguaje culto. Antes bien, es en la pura narratividad del texto donde
11 Ibídem. conviene ver la distancia: los hechos vividos con el apremio y elfm-
12 Michel Butor, «L'usage des pronoms personnels dans le reman», petu adolescentes están contados con la mesura y sobriedad de la ex~
Les Temps M odernes, núm. 178,febrero 1961,pág. 941. periencia adulta.
LAS VOCES. - 10
144 Las voces de la novela El personaje 145
de un río, revisé cinco años de andanzas gauchas. Por último,
del héroe. Un segundo caso correspondería al de las nove-
sentado sobre la pequeña barranca de una laguna, en mis pose-
siones, consultaba mentalmente mi diario de patrón (pág. 1 9 0 ) : las en que el narrador es un personaje secundario. Hay un
sutil encanto que nace en muchas obras de esa humilde y
Es, por 10 demás, esa estructura del 'doble registro' la recogida exposición de alguien a quien le ha tocado una
que sostiene en Don Segundo Sombra las múltiples oposi- participación menor en la historia, y que pareciera obtener
ciones (tantas veces señaladas) que enriquecen y animan la del lector un suplemento de simpatía y de credibilidad frente
novela, y que van desde el lenguaje popular al culto, de la a lo narrado. Tal el caso de Visiones de Gérald (Jack Ke-
pampa a la estancia, de la vida nómada a la sedentaria, de rouac), a cargo del hermano menor del personaje principal,
la infancia a la adultez, del saber empírico a la cultura li- o el de El gran Gatsby (F. Scott Fitzgerald), a cargo de un
bresca, de la pobreza rica, libre y dispendiosa, a la riqueza simple vecino del protagonista, que termina convertido en el
pobre y tiranizante, de la amistad callada y franca a la único amigo y desolado relator de aquel triste verano de
amistad con sombras y explicaciones; en fin, de la aparcería Gatsby. Más importante que el papel desempeñado es en
a la soledad, de la acción a la cavilación, del sol infinito estos casos el puesto de observación, que motiva y justifica
a la lámpara de lectura 14. la elección. No resulta así muy extraño encontrar que dicha
Cuando el narrador coincide con uno de los personajes, elección recaiga a menudo en un condiscípulo del protago-
a cuyo cargo queda el relato, cobra especial importancia el nista, como en los casos de Luis Lambert, de Madame Bova-
ángulo de enfoque. Si bien las posibilidades son innúmera- ry o de El gran Meaulnes. Por último, el relato puede que-
bIes, todas pueden asimilarse a tres tipos principales. El dar a cargo de un mero testigo de los hechos. La novela con-
primero sería aquel en que el narrador se identifica con el temporánea ha experimentado con frecuencia la poderosa
protagonista de la novela. Es el caso paradigmático de Ro- atracción de esta modalidad, que. conjuga la imparcialidad
binson Crusoe: el 'mundo está visto desde la conciencia del testimonio objetivo con la visión comprometida, propia
de todo relato en primera persona. La intervención del per-
14 La novela ha sido llevada al cine (film de Manuel Antín, 1969. sonaje que testimonia puede ser muy variada en la novela,
Cf. la interesante publicación de E d ic in e preparada por Roland y
si bien para el lector queda siempre eclipsada por su res-
Jorge E. Crornberg), La dificultad mayor consistía, sin duda, en el
'doble registro'. Porque toda novela de 'remembranza' sufre una des- ponsabilidad de testigo-narrador. Y aunque su forma más
naturalización fundamental en el tránsito a ese otro modo de expre- natural es la del relato en primera persona, su atracción ha
sión que es el cine. Por de pronto, lo que en la novela es m e m o r ia ,
llegado a la del relato en tercera: el narrador adopta la visión
evocación de un pasado, en el cine es inexorablemente p r e s e n te , des-
apareciendo así la conciencia central de la evocación, el espejo, o, de un personaje-testigo. Henry James defendía el recurso
mejor dicho, el prisma en el que aparecía refractado ese pasado. expresamente: «Ya he expuesto, como una costumbre acep-
Cuando quiere evitarlo, para salvar lo que hay de subjetivo en el
tada, incluso comentada como extravagancia, mi preferencia
relato, suele recurrir al 'off', es decir, coloca fu e r a y superpuesto lo
que está tan d e n tr o , que es el corazón mismo del encanto novelesco. por tratar mis temas, por 'ver mi historia', a través de la
Sabido es con cuánto ingenio y por cuántos caminos el cine ensaya oportunidad y de la sensibilidad de alguna persona más o
hoy la conquista de ese dominio.
menos ajena, alguien que no esté involucrado, pero sí inte-
Las voces de la novela El personaje 147
146
resado a fondo, y que sea un testigo o un informador inte- que, paulatinamente, va reemplazando los personajes históri-
ligente. alguna persona que contribuya al caso principal- cos por los de ficción, en la medida en que estos últimos
mente con una cierta dosis de crítica y de interpretación del cobran a sus ojos mayor gravedad o en que los reemplazan-
tes han alcanzado en la Comedia cierta plenitud.
mismo,»
Esta visión de un testigo no siempre es tan so~tenida- El célebre procedimiento de retorno de los personajes
mente. aséptica. Sabido es cómo se ha valido Camus en La adquiere, de esta circunstancia y otras concomitantes, un
peste de este juego de perspectivas recurriendo a la visión valor muy distinto al de las novelas cíclicas ('romans fleu-
de un testigo o cronista (aunque relator en tercera persona) ves') con las cuales se lo ha querido asimilar. En éstas, el
que se revela al fin el personaje principal. Claude-Edmonde novelista sigue, a través de diferentes etapas, la vida de un
Magny ha mostrado que la· 'atracción sagrada' que ejercen grupo de personajes. Balzac, por el contra:i:io, recurre, cuan-
sobre nosotros muchas novelas de Faulkner procede del re- do los necesita, a pesonajes que tienen ya un 'prontuario' en
curso o 'truco' de hacer contar la historia a un espectador la Comedia Humana. El autor de novela-río concibe, inventa
del drama, el cual, exterior e. indiferente al comienzo, cae de antemano una familia o unos cuantos héroes a los que
luego en la red de acontecimientos que lo arrastran: Hora- va a seguir. (Naturalmente, siempre hay descubrimientos,
cio Benbow en Santuario, el repórter anónimo de Pilón, 'remaniements'.) Balzac no se preocupa por 'seguir' o 'com-
Shreve y Quentin en Absalón, Absalón, y aun -como sím- pletar' la vida de unos personajes: los convoca o los crea en
bolo sintetizador de todos ellos- la imprevista figura, en el el momento en que los necesita.
apéndice biográfico de El sonido y la furia, de la vieja biblio- trltíma reflexión: en un momento dado, los novelistas ha-
tecaría de Jefferson, que, fascinada por el descubrimiento blan insistentemente de la independencia de los personajes,
de una fotografía de Caddy en un periódico del tiempo de y es entonces cuando, paradójicamente, lejos de. disminuir

la ocupación alemana, la entrega finalmente al último de los .o atenuar la imagen del autor, la traen al foro' más que
Compson. En la mayoría de los casos, pues, un testigo com- nunca. Los novelistas contemporáneos, inversamente, han
prometido, «embarcado sin entender demasiado en asuntos hablado rara vez de la autonomía de los personajes. Pero
que no le conciernen, pero incapaz de desligarse» -y que, a la vez han consumado silenciosa y obstinadamente la des-
señalémoslo nuevamente, determina nuestra visión de. lec- aparición del autor.
tores.

Mauriac decía que tomaba sus personajes de la realidad


cuando menos importancia tenían, como simple 'utilería',
Esto se repite, consciente o inconscientemente, en muchos
novelistas. Es curioso comprobar cómo Balzac, sin declararlo,
cumple el mismo proceso: si analizamos los ciclos de creci-
miento y transformaCión de la Comedia Humana, veremos
El destinatario 149

mición. Pero estos términos son equivocos y pueden hacer


pensar en un tratamiento meramente histórico o sociológico
del problema 1. Nos interesa, por el contrarío, ver las deter-
minaciones que el destinatario opera en la obra. Su realidad
no es ajena o de íncídencia fortuita. Y puesto que en toda
obra de arte el punto de vista del espectador ha de ser el
que el artista haya pre-establecido, dicha perspectiva pone
VI ya en juego de manera profunda (como lo señalaba Etienne
Souriau al hablar de las estructuras dominantes de la obra
EL DESTINATARIO de arte) la relación funcional entre el creador, la obra y el
espectador.
I1 est bien évident que l'on n'assiste
pas, comme le dit Jean Roussct, a un
Al quid sobre la escritura sucede en nuestro tiempo el
roman par lettres comme a un drame quid sobre la lectura. Disminuye el interés por los proble-
romantique, que ron n'a pas, cornrne mas de la creación en favor de una consideración fenome-
lecteur, le méme role devant La Chur-
treuse de Parme que devant Les Trois
nológica de la obra desde el lector. La estructura de un texto
Mousquetaires -a plus forte raison es inseparable de las determinaciones de su lectura. La 'lec-
devant les Illuminations. Dans ce spec- tura' es, por consiguiente, la mejor vía de acceso a los pro-
tacle de «son et.Iumiere» que I'écrívain
prépare pour celuiqui le lit, tout dé-
blemas de la 'escritura'.
pend (et merne I'éclairage et la forme «La cuestión esencial no es más la del escritor y la obra,
de I'oeuvre) du lieu o U le metteur en sino la de la escritura y la lectura, y nos hace falta, por con-
scene a décidé de placer le lecteur-
spectateur.
siguiente, definir un nuevo espacio en el que estos dos fenó-
R.-M. Albéres, Le roman menos podrían ser comprendidos como recíprocos y simulo
d 'a u io u rd 'h u i. táneos, un espacio curvo, un medio de intercambios y de
Ce qu'íl faut dire; c'est que la part reversibilidad en el que estaríamos por fin del mismo lado
'du lecteur, ou ce qui devíendra, une que nuestro lenguaje», dice Philippe Sollers 2.
fois I'oeuvre faite, pouvoir mi possibi-
lité de lire, est déjá présente, 50115 des
formes changeantes, dans la genese de
. I'oeuvre. 1 Planteo legítimo, por supuesto, que considera la obra de arte
Maurice Blanchot, L'espace como «objeto de cívílízacíén», según la denominación de Francastel,
littéraire. o que, en el terreno estrictamente literario, podría resumirse en torno
del interrogante Para quién se escribe, que diera lugar a una abun-
dante bibliografía. Pero situado en un plano diferente del que aquí
Sin duda, uno de los cambios más importantes registra- nos preocupa.
dos en la crítica contemporánea es el esfuerzo por ver la 2 Citado por Gérard Genette en Les chemins actuels de la critique r

obra no desde el lado de su producción, sino de su consu- Union Générale d'Editions, París, 1968.pág. 136.
150 Las voces de' la novela El destinatario 151
Desde esta nueva perspectiva, el destinatario de la obra de la literatura, los críticos, que les conferían su tercera
adquiere una importancia capital. Tempranamente Lanson dimensión ...
(tan .denostado después) sostenía que «la literatura puede En nuestros días se ha acentuado notoriamente la inda-
definirse en relacíón- con el público» 3. Thibaudet, por su gación en torno del lector. Creemos conveniente distinguir,
parte, intentaba un esbozo de la novela contemplada desde empero, tres facetas diferentes en esta vía de exploración.
el lado subjetivo (en realidad, desde ciertos puntos de vista, La primera corresponde esencialmente a la consideración del
el más objetivo) del público 4. Mostraba cómo el naciJiliento lector como parte de la tríada indisoluble (autor-obra-lector)
tardío del género (en relación con la lírica y el drama) se en que se consuma la realidad de la obra. Las preocupacio-
corresponde con el tardío advenimiento del hábito de la nes cardinales a este respecto podrían verse sintetizadas en
lectura silenciosa, recordando que los antiguos cantares de los estudios consagrados al 'leer'. Se trata, fundamentalmen-
gesta no estaban a veces ni siquiera escritos, y una larga te, de una fenomenología de la lectura. Pero a la vieja preocu-
tradición desde el 'roman' -sea de Carlomagno, de la Tabla pación sobre qué es la lectura (como indagación preeminen-
Redonda o de la antigüedad- a las primeras novelas cuenta temente histórico-cultural S) sucede la de qué es leer (como
sólo con oyentes, hasta que, con la invención de la imprenta, camino de penetración, de iluminación, si no de re-construc-
sobreviene la revolución de la lectura interior, silenciosa, ción de la obra). En este terreno se sitúan las disquisiciones
solitaria. Un público especial de peregrinos al comienzo, y sembradas aquí y allá por Dufrenne en su P h é n o m é n o lo g le
preponderantemente femenino después, contribuye al auge de l'expérience esthétlque y sintéticamente en Pour l'hom-
de la novela. Pero, por encima de estas características exter- m e : «La obra es un objeto que se basta a sí mismo, pero
nas (propiamente sociológicas), Thibaudet es uno de los a condición de que ella se realice por el acto que la promue-
primeros en distinguir el diferente alcance que cobra la no- ve a su existencia propia; y es por ello que no cesa de con-
vela según el tipo de 'lectura', o más bien de' 'lector', que la vocar al público; cree en el hombre, aun cuando su autor
practique. A una primera distinción entre lector y leedor finja no creer. En un hombre cuya conciencia no es dadora
de novelas (eun liseur de romans, c'est celui pour qui, le de sentido, pero en quien el sentido se recoge y se prueba
monde des romans exístes) añadía la distinción entre el lec- -un hombre que responde a la obra hasta sentirse respon-
tor-consumidor-indiferente, el lector-vividor de no:velas y el sable de su sentido, aun cuando no descubra más que un
público re-lector ( e q u e después de una, dos, tres o diez ge- rostro entre varios de la obra y no agote jamás el sentido
neraciones aún las lee, extrayéndoles e insuflándoles vída»), que propone» 6. Es, coincidentemente, la afanosa y subterrá-
osando agregar todavía (sin suficiencia; sin temor, sin ironía, nea búsqueda, plena dé fulguraciones esclarecedoras, de
o temporay los hombres de pensamiento, los historiadores Maurice Blanchot en los capítulos «Lire, La communica-
tíon» de L'espace littéraire, o las cautivantes páginas de

3 G. Lanson, De la m~thode dans les soiences, Alean, París, 1919, s Ejemplos: Alain (<<Ladicha de leer»), Alfonso Reyes (<<Catego-
pág. 226. rias de la lecturas).
4 A. Thibaudet~ R Ifle % io n s S U r le ro m a n , Ga11imard, París, 1938. 6 M. Dufrenne, Pour l'homme, Seuíl, París, 1968, pág. 76.
152 El destinatario 153

Gaétan Pican en «L'oeuvre cornme conscíence» de L'écrivain Todorov, de Barthes, y que hacen explícitamente hablar a
et son ombre. Francisco Ayala de El lector como personaje de la obra '.
La segunda indagación concentra su interés en el lector Es, obviamente, la proyección del tema que más nos inte-
como elemento estructurante de la obra. · EI destinatario ~ resa. Tal concepción del lector como determinante de la
es algo externo a ella, para ser tenido en cuenta después do obra puede incluso llegar a ser parcialmente configuradora
su estudio, sino una entidad determinante de su ser: pers:t:; de un género, como es el de la literatura fantástica. En su
pectiva, persona, lenguaje varían, en algunos casos fund~,' Introducción a la literatura fantástica, Todorov muestra, en
mentalmente, según la concepción de aquél, intrínseca a l a l efecto, que lo fantástico se define «por la percepción ambi-
novela misma. Al hablar del lector como ínsito en la obrar ] gua que el propio lector tiene de los acontecimientos rela-
como inherente al texto, no nos 'referimos a ese tratamíente] tados». En esta perspectiva la categoría del 'lector' corres-
paternalista del autor que lleva a su lector de la mano, 0 < , ponde, pues, a una función, implícita en el texto.
que dialoga con él. Esto era frecuente en el autor díecíochess] Por último, la tercera vía de exploración es la de aquellos
ca: en Les infortunes de la vertu, Sade, contando las primee, estudios que se detienen en el análisis del destinatario del
ras andanzas de Justine, supone (a justo título) que el lec.l ,relato, pero viendo éste como una de las formas (muy par-
tor la sigue hasta el pobre cuarto que alquila, escapando a; ticular, por cierto) de la comunicación lingüística en ge-
la caridad... lasciva del cura de su parroquia. En ese puntea, neral. Jakobson ha desbrozado el camino con sus develado-
necesitando referir los antecedentes de la hermana mayot~l ras distinciones entre el proceso de enunciación y lo enun-
anota: El lector nos permitirá que lo abandonemos algÚlt;I:¡ ciado, entre el protagonista agente (destinador) o paciente
tiempo en este reducto oscuro para volver a lulieta y co,.,~ (destinatario) de ese proceso de enunciación; Benveniste ha
tarle ... Nos referimos, en cambio, al lector ínsito en la obra': contribuido con sus agudas reflexiones sobre la categoría de
como una perspectiva, como un ordenamiento, como un pun .•) 'persona'; en fin, Martínez Bonati ha replanteado el circuito
to de vista: el mismo que el narrador ha adoptado a su s~r~X de la comunicación narrativa poniendo especial énfasis en
vicio. «No olvidemos que el narrador es, igualmente y en el( el carácter imaginario (es decir, dado en un plano diverso
mismo grado, el representante del lector, exactamente el( del lingüístico normal) del hablante, del lenguaje y del des-
punto de vista en el cual el autor lo invita a situarse para', t¡ tinatario en la situación narrativa.
apreciar, para gustar tal serie de acontecimientos, para sacaJ¡"'1
buen partido» 1. ' De los géneros literarios, la novela es quizá aquel que
Esta función que en la obra desempeña la categoría del con mayor exigencia implica al destinatario. En apariencia,
lector, y sus .implicaciones de carácter formal, es lo que se esa mayor implicación parecería corresponder al drama,
esfuerzan por mostrar los estudios' de Gérard Genette, de puesto que en él todo (aun la escenografía y el movimiento
de los personajes) está concebido en función del especta-

7 M. Butor, «L'usage des pronoms personnels dans le 'romane,


Les Temps Modernes, núm. 178, París, febrero 1961, pág. 938. , Francisco Ayala, La Nación, Buenos Aires, 25.1· 70.
154 Las voces de la novela El destinatario 155

doro No obstante, puede darse entre el público de teatro un Esta observación de Perogrullo determina, sin embargo,
espectador indiferente, es decir, circunstancialmente ajeno en buena medida, la estructura de la novela -y desde su
al progreso de la acción dramática. No es, en cambio, conce- misma génesis.
bible un lector indiferente para la novela. Esto hace, ade- Hay, pues, una modulación de la voz del narrador, ya que
más, a una diferencia esencial entre el público consumidor hablamos de voces, motivada por el destinatario o receptor.
de teatro y el de novela: el teatro apunta a un destinatario Dicho de otra manera, las formas del discurso narrativo es-
colectivo, la novela a un lector individual. C.-E. Magny tras- tán en función del destinatario a que el destinador apunta.
ladaba al cine ese carácter solitario del consumidor de .'ré- Este destinatario, tácito o explícito, puede pertenecer a dos
cits', recordando una observación similar (de Roger Caillois, estamentos diferentes. Hablaremos de destinatario interno
en Puissance du Roman) sobre el individualismo forzoso y externo IObis.
que la novela impone por sus condiciones de percepción: El destinatario interno de un texto narrativo es siem-
«Cuando imaginamos a un hombre leyendo una novela, la pre conocido y preciso. Nudo de víboras de Mauriac se inicia
imagen que se nos impone es la de un ser solitario, en una como una larga epístola dirigida por el narrador (Luis) a su
habitación vacía, prisionero en el círculo estrecho de la luz esposa (Isa); El lirio en el valle de Balzac es una extensa
de su lámpara; vemos en él a una criatura hundida en la carta, un largo relato expresamente dirigido a la condesa
visión que le viene de su lectura, hipnotizado por esa visión Natalie de Manerville (el destinatario contesta al final con
y restituido por ella a su soledad fundamental. Ocurre exac- una breve carta); Voluptuosidad, de Sainte-Beuve, está con-
tamente lo mismo para el cine, aun cuando esto resulte de cebida como 'una especie de confesión general' dirigida por
ordinario empañado por las condiciones materiales en que Amaury, 'el personaje no ficticio del relato', al amigo 'que
actualmente se ven las películas, por razones mitad técnicas; así quería curar': mon bon ami, vous désespérez ... ; Pascual
mitad económicas» 9. 'Duarte destina sus memorias 'al Señor Joaquín Barrera Ló-
Cabría, empero, todavía -y siempre desde el 'punto de pez Mérida'; Lázaro de Tormes se dirige 'a vuesa merced';
vista del destinatario- una distinción entre el consumidor Patronio refiere sus ejemplos al Conde Lucanor.
de cine y el de novela, que arrojaría al primero nuevamente . En los textos narrativos, este destinatario interno puede
junto al de teatro: la acción dramática y el filme avanzan ser ficticio, corno en los casos anotados, o verdadero (aun-
ínexorablemente sin el espectador. Es el lector, por el con- que para ello debamos extender el campo desde la litera-
trario, quien hace avanzar la novela; su participación es más tura 'de ficción hacia toda la prosa narrativa, teniendo en
intrínseca, más personal: cuando el lector se detiene, se de- cuenta que muchos textos originariamente no pertenecien-
tiene la novela 10, tes a la 'literatura' han entrado en su ámbito, ocupando un
sitio muy próximo -al menos para el análisis estructural
9 C.-E. Magny, cEsthétique comparée du roman et du cínémas,
L'dge du roman américain, Seuil, París, 1948,pág. 26. «Lire, ce serait done, non pas écrire a nouveau le Iivre, mais fairc
10 cQu'est-ce qu'un livre qu'on ne lit pas? Quelque chose quí n'est que le livre s'écrive...• (L'espace littéraire, pág. 256).
pas encore écrite», ha dicho más rotundamente Maurice Blanchot,: ¡Obis Actualmente. para aludir al primero, se generaliza de' más
en más la denominación de narratorio.
156 Las voces de la noveld! El destinatario 157

que nos ocupa- al de aquellos nacidos con intención poé- millón de lectores, mientras que Borges se contenta con
tica): Ias Cartas de Madame de Sévigné estaban dirigidas I treinta y siete.
'a Madame de Grignan', y Francisco Ayala recuerda que los A uno de estos dos destinatarios -'a ti, joven de mi país,
lectores de los discursos de Cicerón no somos ya los sena- que tienes más de dieciocho años y menos de veinticinco' 11,
dores romanos a que estaban dirigidos. o 'al que leyere', a uno de los treinta y siete lectores de Bor-
Interesa señalar esa distinción entre destinatario (inter .• ges o al millón de Goethe- se dirige todo escritor, cuando
no) ficticio y verdadero, porque tal diferencia, y en especial no ocurre que él mismo vacile entre ambos. «Quien lee por
algunos casos de 'glissement' o deslizamiento de uno a otro; primera vez a Unamuno -dice Ezequiel de Olaso- tiene la
tienen: directa implicación en la obra, como veremos luego; impresión de que va a halIar en él a u~o de esos raros escrí-:
Pero en lugar de ese destinatario interno (o a veces junto tares que cuentan con el lector, que le hablan a alguien.
a él) las obras tienen un destinatario externo, que ígualmen- Incluso si por casualidad se tropieza con un párrafo en que
te condiciona el texto, proyectándolo a una nueva dimensión: Unarnuno reflexione sobre su menester literario, esa inicial
la del lector, la del público. Destinatario externo (o virtualjs sospecha se corrobora y afirma. 'No sé hablar si no veo unos
multiforme, anónimo y proteico, al que se arroja el libro, ojos que me miran y no siento tras ellos un espíritu que me
unas veces ciegamente, como la botella al mar, otras, expre- atiende' (De esto y aquello). Todo está supeditado, hasta lo
samente invocado: «El autor al lector». Monstruo de ínnu- que se dice, al deseo efectivo de que' ese. decir llegue al
merables cabezas, que cada autor procura alcanzar: amigo lector. Imposible mayor halago y ventaja aparente para éste.
lector (Fielding), lector indulgente (Hawthorne), bella lectora Y, sin embargo, el diálogo con Unamuno es casi imposible.
(Sterne), pío lector (Quevedo), oh lector malévolo (Stend- Su lector oscila entre dos extremos: o es todo el Universo
hal), encabritado lector (Marechal) ... menos Unarnuno, es decir, poca cosa, o es un ser tan pró-
Ese destinatario externo puede ser amplio, indefinido ximo a él que también desaparece, esta vez porque 10 devora
(Víctor Hugo en Notre Dame de Paris, Stendhal en La Charo la excesiva cercanía» 12. Aunque bien visto, y más que por la
treuse, George Sand en La Mare au Diable, se dirigen cons- excesiva cercanía, el escritor es devorado por las sombras
tantemente 'al lector'), o puede ser un destinatario restrin -. en que se mueve su lector. Quizá todo autor formula ínti-
gído, definido: Hawthorne piensa que cuando un autor lanza mamente el mismo voto de Stendhal: «Este cuento [IJucien
sus hojas al viento se dirige no al gran público, sino 'al pe- Leuwen] fue escrito pensando en un pequeño número de
queño número de los que lo comprenderán mejor que la lectores a quienes nunca he visto ya quienes no veré jamás,
mayoría de sUS'compañeros de escuela o de la. vida', Benja- lo cual me disgusta: ¡me hubiera gustado tanto pasar las
min Constant dice haber escrito Adolfo para 'convencer a veladas con ellos!»
dos o tres amigos'. Si de número se trata, recordemos que
-según Eckerman- para Goethe un escritor no debía em-
puñar la pluma si no era para dirigirse, por lo menos, a un \1 Paul Bourget, E l d is c ip u lo .
12 Ezequiel de Olaso, Los nombres de Unamuno, Sudamericana.
Buenos Aires, 196\ pág. 13.
158 Las voces de la novela El destinatario 159
Puede decirse que todo texto no literario posee un desti- pecto de la obra. Pues así como un cambio en el emisor
natario interno: una carta está dirigida a alguien, un ínfor- (reemplazo del narrador) origina un cambio radical de pers-
me a los entendidos, una memoria a los socios, mientras que pectiva, lo mismo ocurre cuando se produce un cambio de
no se concibe un texto literario sin su natural destinatario destinatario: no leemos del mismo modo la primera parte
externo: las cartas de Delfina, el informe sobre ciegos, las de Nudo de víboras (hasta la muerte de Isa) que su conti-
memorias de Pascual Dtmrte están destinadas al público, al nuación: aquella primera parte encierra para nosotros todas
lector. Lanson decía que la obra literaria era precisamente las resonancias propias de la literatura epistolar; la siguien-
aquella «no destinada a un lector especializado, para una te, las del diario íntimo.
instrucción o una utilidad especiales, o bien que, teniendo Estas sutiles distinciones en el destinatario fundan a su
al principio tal destino, lo excede o le sobrevive, y se hace vez distinciones en los géneros (o subgéneros): las cartas
leer por una multitud de gente que no busca más que la son expresión de una primera persona con destinatario inter-
distracción o la cultura intelectual» 13. Y Maurice Blanchot: no, las memorias son expresión de una primera persona con
«Seul, le livre non littéraíre s'offre comme un réseau forre- destinatario externo,' el diario, por su parte, oscila entre un
ment tissé de significations déterminées» 14. destinatario interno y otro externo. El patético Diario de
Las distinciones que hemos establecido entre destinatario Ana Prank es un caso particularmente digno de atención:
interno v externo (o en el interior de éstos) permiten algunas esa 'amiga', destinatario interno y ficticio a quien Ana cons-
observa~iones útiles en el campo narrativo. Hay, verbigracia, tantemente se dirige, termina por convertirse casi en un
casos de vacilación, cuando no de contradicción. entre el destinatario interno real,' a su vez muestra, como ningún
primero y el segundo. Cabe preguntarse, por ejemplo, si la ejemplo, el tránsito de un escrito providencialmente resca-
Carta al padre, de Kafka, busca su destinatario interno o un tado por la 'literatura', desde un único y recogido destina-
destinatario externo; podemos preguntarnos, en el mismo tario interno a ese vasto, intruso, profanador destinatario
sentido, por qué Gide se lamentara tan amargamente del externo que somos los actuales lectores de Ana Frank. Trán-
'auto de fe' que su esposa realizara con sus cartas, dándolas sito similar, en definitiva, al de tantas memorias, al de tanta
al fuego; podemos comprobar cómo, en Volupté de Sainte- correspondencia. Sin olvidar, por lo demás, los casos ambi-
Beuve, bajo el destinatario interno: 'mon ami', pugna ya la guos de las 'cartas abiertas' y aun de los 'diarios abiertos':
necesidad de un destinatario externo: «Si no fuese a usted, con el pretexto de un destinatario interno se apunta a un
a quien escribo estas páginas, es a él [a otro amigo de Nor- vasto destinatario externo. Las cartas a un amigo alemán,
mandía] a quien me gustaría sobre todo dirigirlas.» (Véase de Camus, rebasan su destinatario, y La carta abierta a Dios,
apostilla G, pág. 172). de Escarpit, nunca fue llevada por el cartero a su destino.
Hay casos de 'glissement' o cambio: nada mejor que ellos El autor del Lazarillo se complace en desorientarnos: aquel
para mostrar la implicación intrínseca del destinatario res- 'vuesa merced' que escribe se le escriba y relate el caso muy
por extenso, aparente destinatario interno y real del libro,
u G. Lanson, op. cit., 226.
14 L'espace littéraire, op. cít., pág. 258. con quien provisoriamente nos identificamos los lectores
LAS VOCES. - 11
160 Las voces de la novela El destinatario 161

desde su portada, vuelve en el último capítulo y se nos reve- nándolo al amigo único. Deseo frustrado. En el público no
la amigo del arcipreste de quien Lázaro es criado -miem· hay lugar para el amigo. No hay lugar para ninguna persona
bro, pues, de la ficción. Con razón Francisco Ayala dice: determinada, y menos aún para tales o cuales estructuras
«Aquí, el esquema. de la relación entre escritor, contenido sociales, familia, grupo, clase, nación. Nadie forma parte y
poético y destinatario ha quedado reducido a los términos todo el mundo le pertenece, y no sólo el mundo humano, sino
más simples dentro del ámbito imaginario, a cuyo efecto con- todos los mundos, todas las cosas y ninguna cosa: los otros.s
tribuye todavía la circunstancia de desconocerse la perso- (Blanchot.)
nalidad histórica del autor de la fábula» 15.
Pero nadie escribe tampoco para los otros. Como nadie
Hojas al viento o 'al único amigo', botella al mar o 'to escribe para el lector de hoy ni para el lector futuro. En
the happy few', 10 cierto es que «la palabra 'lector' designa verdad el escritor escribe para un lector ideal, hecho tanto
en general un círculo bastante mal definido de personas, del de sí mismo como de los demás, y de una modificación de
que a menudo el escritor mismo no tiene un conocimiento sí mismo como de una modífícaclón de los demás. Es decir,
preciso» 16. para un extraño lector que, muchas veces, el autor recrea
Es que, a decir verdad, el lector real, para el escritor no en sí mismo cuando relee la obra.
existe. Tanto no existe, que a veces cae en la ilusión de creer Extraña simbiosis, porque a su vez el lector re-escribe la
que escribe para sí mismo: «¿Por qué escribo? No escribo obra cuando la lee. Nada tan curioso como esta compleja
para el lector, para las gentes, para la sociedad. Escribo trashumancia o metamorfosis que la obra -toda obra de
para mí, para mi propio placer y mi amor propio, buscando arte- hace posible entre autor y destinatario. El artista
siempre la perfección sin alcanzar jamás la perfección a que instaura un punto de vista, pero se sitúa luego en el lugar
aspiro» 17. El escritor, cuando no logra evocar esos ojos que del espectador, ensaya ver con sus ojos, corrige. El espec-
lo miran, aventa las sombras y se dirige a todos, que es como tador observa, primero dócilmente; puede hacerlo después
no hablar con ninguno. O bien, decepcionado de cazar fan- en lugar del artista que crea, y. aun reproduciendo -imagi-
tasmas. procura corporizar la imagen del amigo único. Pero nando- aquel proceso de revisión y corrección del artista-
en verdad el escritor no se dirige a todos ni a uno en par- espectador ...
ticular. «El público no está constituido por un gran número La visión del espectador o del lector, sin embargo, es
ni por un pequeño número de lectores que leen cada cual siempre la que instaura el autor. Aunque pueda a veces ser
para. sí. Al escritor le gusta decir que escribe su libro desti- plural, como en la visión estereoscápica. Pero el punto (o
los puntos) de vista del espectador ha sido escogido por
15 La Nación, arto cit.
el autor.
16 B. Tomachevski, "Thématique', en Théorie de la littérature, Cabe, no obstante, una lectura estereofónica, fundada no
Seuil, París. 1965, pág. 263. ya en la diversidad del punto de vista, sino en la variedad
17 V. S. Pritchett, Why do 1 write. Trad. franc: Pourquoi j'écris.
del registro. Algo así como la misma partitura en distintos
Seuil, París, 1950, pág. 35.
162 Las voces de la novela El destinatario 163

instrumentos. Cada lector suena distinto. Nadie como Proust Por este camino d e la memoria y la sensibilidad perso-
(of course!) ha insistido en esta diversidad de registro. Lo nales no es difícil que Proust llegara a concebirse bibliófilo,
vemos cuando evoca, ante el asombro y el goce del primer pero de una especial 'bibliofilia': «(la belleza de un libro)
artículo 'publicado', las diferentes lecturas hechas 'a la ma- es preferentemente de la historia de mi propia vida ( ... ), de
nera de', es decir, desde distintos lectores (cuya lectura anhe- donde la extraería», Suerte de museo imaginario en que las
laba). Pero Proust va más lejos todavía, reivindicando una obras (no los 'libros') serían escogidas no ya por- su valor
nueva libertad de conciencia, la libertad de lectura. material o histórico, sino en relación con otros 'valores' in-
. dividuales, valores que nuestra condición de lectores ha in-
El escritor no dice sino por un hábito proveniente del lenguaje,
insincero de los prefacios y las dedicatorias: 'lector mío'. En
corporado desde fuera, desde un pasado curiosamente teñido
realidad, cada lector es, cuando lee, el propio lector de sí mis- por cada obra y que ha terminado por teñirla.
mo. La obra del escritor no es más que una especie de instru-
mento óptico que ofrece al lector con el fin de permitirle dis- Pero estas reflexiones dejan de lado la realidad del libro
cernir lo que, sin ese libro; quizá no hubiese visto en sí mismo.
para internarse cada vez más en la psicología del lector,
El reconocimiento en sí mismo, por el lector, de lo que el libro
dice, es la prueba de la verdad de éste, y vicéversa, al menos
mundo cuyos límites se alejan a medida que se avanza.
en cierta medida, pudiendo a menudo atribuirse la diferencia Volvamos a la lectura como función de la obra, al lector
entre ambos textos no al autor, sino al lector. como parte de un mecanismo más limitado y preciso.
(Le Temps retrouvé, t. III, pág. 911). La alquimia de la lectura ¿deja intacto el libro? Por su-
puesto que sí. Sólo en este sentido leer es volver a escribir
La metamorfosis logra aquí su más plena consumación. El la obra. O, más exactamente, leer sería, como dice Blanchot,
lector se transforma no ya en el a:utor, sino- en otro autor: «no escribir de nuevo el libro, sino hacer que el libro se
la lectura se convierte en la escritura de un nuevo libro, escriba o sea escrito -esta vez sin el intermedio del escri-
absolutamente personal e intransferible. La forma es un tor, sin nadie que lo escriba».
mero pretexto que se llena de un contenido nuevo. Leer, literariamente hablando, es entrar en posesión de
Proust aventura un paso más. «La magia de la contem- los signos de un código, es penetrar, con cada libro, en un
plación ¿deja intactos los objetos? círculo de iniciados. «Con excepción del cine, en efecto, todo
arte progresivo se expresa hoy en un lenguaje cifrado, que
Ciertos espíritus que aman el misterio quieren creer que
los objetos conservan algo de los ojos que los han mirado,
sólo los iniciados pueden comprender», dice Hauser 18.
que los monumentos y los cuadros no se nos aparecen más Jakobson ha destacado que en todo proceso de comuni-
que bajo el velo sensible que les han tejido el amor y la cación normal intervienen un codificador y un descodifica-
contemplación de tantos adoradores, durante siglos. Esta qui- dor que al recibir un mensaje, conociendo el código, lo in-
mera se volveria cierta si la transpusieran en el dominio de la
única realidad individúal, en el dominio de la propia sensi-
bilidad. 18 Amold Hauser, Introducción a la historia del arte, Guadarra-
(Le Temps retrouvé, t. III, pág. 884.) ma, Madrid, 1961.
164 Las voces de la novela El destinatario 165

terpreta. Pero agrega: «La posición del lingüista que desci- descripta. «A diferencia del descodífícador, el criptanalista
fra una lengua desconocida es diferente. Trata de deducir cae en posesión de un mensaje sin tener ningún conocimiento
el código del mensaje. De modo que no es un descodificador, anterior del código sub-yacente; es mediante hábiles mani-
sino 10 que se llama un criptanalista. El descodificador es pulaciones del mensaje como llega a descifrar el código» 21.
un destinatario virtual del mensaje. Los criptanalistas ame- Podría decirse, pues, que en la novela normal, en la no-
ricanos que durante la guerra leían los mensajes secretos vela de autor-relator, el lector se comporta como un deseo-
de los japoneses no eran los destinatarios de esos mensa- dificador, mientras que en la novela' de autor-transcríptor se
jes» 19. comporta c<?moun criptanalista. En la primera recibe, como
Volvamos sobre un punto que habíamos tocado antes destinatario, un mensaje cuyo código posee; en la segunda,
para mirarlo nuevamente a esta luz. A la diferencia entre un mensaje que no le estaba destinado y cuyo código se es-
novela de autor-relator y de autor-transcriptor fundada en fuerza por conocer. Hay, empero, todavía una alternativa,
el carácter del emisor, puede agregarse otra, quizá más im- una observación de Jakobson que puede servir para ilumi-
portante, aunque menos aparente, que concierne al lector. nar nuestro campo: «Mientras el investigador ignore los
Cuando el destinatario de un mensaje conoce -el código, o significados de una lengua dada y no tenga acceso a los sig-
llega gradualmente a adquirirlo, puede decirse -según Ja- nificantes, debe decidirse, mal que le pese, a utilizar sus
kobson- que se trata de un participante. Ahora bien: cen cualidades de detective y a extraer de los datos externos el
las antípodas del participante, el espectador ajeno y exterior máximo de información que ellas puedan procurarle sobre
se comporta como un criptanalista, que recibe mensajes la estructura de la lengua ( ... ). Pero si el lingüista está fami-
cuyo destinatario no es y cuyo código desconoce.' Escrutan- liarizado con el código, es decir, si domina el sistema de
do los mensajes se esfuerza por extraer el código» 20. transformaciones por medio del cual un conjunto de signi-
El lector de una novela de autor-transcriptor se comporta ficantes se convierte en un conjunto de significados resulta
como un criptanalista que, a partir del mensaje cuyo código superfluo jugar al Sherlock Holmes (... ). Es difícil, sin em-
desconoce (el manuscrito 'finalmente' llegado a la letra de bargo, simular la ignorancia de un código familiar: las signi-
molde) y del cual no es el destinatario, descifra su código y ficaciones escamoteadas vuelven subrepticiamente para fal-
recompone su mensaje. sear una marcha que pretendía ser críptanalíticas 22. En un
Franqueada la distancia, la situación de aquel lector que plano equivalente, creemos que es la causa que daña a ciertas
lee un manuscrito -de ningún modo destinado a él y que novelas de autor-transcriptor: cuando éste no asume plena-
puede leer gracias a un 'editor' o transcriptor- es explo- mente tal carácter, sino que oscila entre ser y no ser, entre
tada por el autor de manera semejante a la de la relación autor-relator y autor-transcríptor (como podemos ver en La
nueva Elolsa o en La letra roja), el lector paralelamente,
19 R. Jakobson, .Le langage commun des linguistes et des antbro-
pologues», Essais de linguistique générale, Minuit, París, 1958, pág. 33.
20 ¡bid., .Linguistique et tbéorie de la commUDication», op. cit., 21 .Phonologie et pbonétiquelt, op. cit.; pág. 117.
pág. 92. 22 Ib id ., pág. 93.
166 Las voces de la novela El destinatario 167

baila en la cuerda floja, extravía su perspectiva, oscila a su en definitiva, que los pasos del lector reproducen los pasos
vez entre 'descodificador' y 'criptanalista'. del artista, «capaz de suscitar nuestro propio esfuerzo y de
En realidad, deberíamos admitir que, en un sentido más presentarnos un mundo al cual estemos primero convidados,
amplio, más general y más profundo, toda novela es un meno luego acogidos y pronto familiarizados, en fin, poco a poco
saje interceptado por un criptanalista -que no es otro que transfigurados», según decía Etienne Souriau.
el Iector..' Nada más ilustrativo a este respecto que nuestra
propia experíencía de lectores. Y, en efecto, cuando comen-
zamos la lectura de una novela, avanzamos muy lentamente
primero, con vacilaciones, oscuridades, relectura y vuelta
atrás. Progresamos luego a velocidad regular, gustosamente.
Después, cuando estamos ya 'dentro' de ella, a gran velocidad,
casi vertiginosamente (y con el riesgo congénito). Sólo al
final, muy al final, cuando los dedos y los ojos nos dicen que
llegamos a las últimas páginas, frenamos, aminoramos la
marcha, demoramos intencionalmente la lectura -tanto más
cuanto mejor ha sido la novela-, esa demora implicando a
la vez un deseo de intensificación del goce, visión fulgurante
y sintética de todo el pasado de la novela (semejante al que,
según se dice, precede a la muerte), rechazo o aplazamiento
del des-encantamiento final, pre-nostalgia de un pasado que
hemos amado, tristeza de toda despedida. En otras palabras
-en otro plano-, al comenzar la lectura de una novela nos
comportamos como un criptanalista: a medida que vamos
recibiendo el mensaje vamos procurando descifrar su código.
(Cada novelista, a veces cada novela de un mismo novelista,
posee un código particular.) Más o menos pronto, según el
caso, en la medida en que lo vamos poseyendo, avanzamos
más rápidamente, pasamos del criptanalista al descodifica-
dar normal: nos tornamos (parafraseando a Jakobson) un
miembro de la comunidad novelesca transitada 23. Ocurre,

23 En este sentido. cada género puede ser visto como un código


con el que es necesario familiarizarse.
APOSTILLAS

A (pág. 14)
Esta interdependencia de las categorías de la novela (in-
ternas, inherentes a la creación, o externas, relativas a la lec-
tura) es lo que hemos tratado de sintetizar en el capítulo
«Inter-relación entre las distintas instancias de la narración»,
en Instancias de la novela, Buenos Aires, Marymar, 1980.

B (pág. 66)
Parece ocioso destacar que la novela no es sólo informa-
ción. Pero: «Todo relato es antes que nada una realización
lingüística, una manera de organizar la sustancia del conteni-
do. Declarar que la obra es primariamente un discurso, es,
por supuesto, restituirle su naturaleza de comunicación. To-
da comunicación supone un emisor (codificador, destinador),
un mensaje, y un receptor (descodificador, destinatario). Su
fin es trasmitir una serie dé informaciones del modo más pre-
ciso, más económico y más dírecto.» (A. Abbou, «Les parado-
xes du discours dans L'Etranger», en Albert Camus 2, La Re-
vue des Lettres Modemes, París, 1969, p. 35).

e (pág. 89)
Otro tipo de ese mismo desajuste (N > P) estaría dado
por la clase de discurso que, tiempo después hemos descu-
bierto señalado y analizado sagazmente por Genette en el mis-
170 A p o s tilla s 171
Las voces d e la n o v e la

mo Proust (Figures Il I, p. 198), Y que implica la traducción E (pág. 137)


de una reflexión cuasi-filosófica (del tipo de la de Descartes' Pero así como aludimos a los novelistas que no distinguen
o Bergson, observa Genette), y por consiguiente totalmente las voces de los personajes de la propia, o que no las modu-'
diferente del 'monólogo interior' (sin trascendencia ni comu- lan suficientemente, mencionemos también un caso ilustre de
nicación) con el cual se lo ha querido identificar. Supuesto quien sabe hacerlo: «Proust es el modelo del escritor de ento-
soliloquio del protagonista «fuertemente asumido por el na- naciones múltiples .. Se las arregla para no dar a sus persona-
rrador con fines evidentes de demostración», uno de cuyos jes más que palabras a las cuales nuestra lectura restituirá
ejemplos mejores sería el famoso pasaje intercalado en el epi- una entonación característica. La atención que prestaba a es-
sodio de la magdalena: le bois une seconde gorgée OU je ne ta cualidad vocal ha organizado el contenido mismo de las
trouve rien de plus que dan s la premiere ... conversaciones.» (M. Butor, «La littérature, l'oreille et l'oeil»,
y en otro lugar, ya no con motivo del «modo» sino de en Répertoire Ill, p. 393).
la «voz», dice Genette: «Se trata aquí, precisémoslo, de la ex-
periencia ficticia del héroe, que Proust ha querido, por razo-
nes bien conocidas, más restringida que la suya propia: en F (pág. 138)
un sentido, nada en la Búsqueda excede la experiencia de Hay en el doble registro un «incremento confesional»: «to-
Proust, pero todo lo que creyó deber atribuir a Swann, a Saint- do lo que nos dice un narrador en. primera persona tiene,
Loup, a Bergotte, a Charlus, a MUe Vinteuil, a Legrandin, y por el hecho de que nos lo esté diciendo, cierto significado
a.tantos otros, excede evidentemente la de Marcel.» (pág. 258). caracterizador, además y por encima de su valor como dato»
En un caso como en el otro, es decir, tanto cuando el na- (David Goldknopff). Este es el carácter que destaca Gonzalo
rrador se queda más acá como cuando va más allá de la expe- Díaz Migoyo en su interesante estudio sobre el Buscón, ape-
riencia del héroe, vemos que el narrador desborda al lando a ese incremento: el verdadero interés reside en ese
personaje. afán de hacerse conocer en su presente más que en su pasa-
do: «El narrador del Buscón, como cualquier narrador, tiene
D (pág. 132) un propósito actual al narrar: su pasado es el medio de acla-
Agreguemos un par de reflexiones coincidentes: Benyi (en rar su presente.» (V. G. Díaz Migoyo, Estructura de la novela.
El sonido y la furia) podría ser un ejemplo de ambas funcio- Anatomia de El Buscón, Madrid, Espiral, 1978, p. 100). Desde
nes. Chase lo advierte: «(Faulkner) crea un personaje: emplea su propio interés, algo semejante señala Genette con motivo
este personaje como punto de vista; pero a la vez este perso- de un pasaje de Proust: Distingui a un hombre de unoscua-
naje -no agotado como mero punto de vista- vive como per- renta años, muy alto y bastante gordo, con bigotes renegridos,
sonaje y como convención dramática de la obra.» (Richard el cual, golpeándose el pantalón con un bastón; p o n ia en mi
Chase, La novela norteamericana, Buenos Aires, Sur, 1958, unos ojos dilatados por la atención. Genette subraya la dife-
p. 204). Y en la novela de ficción científica «el héroe es un rencia de apreciación (de saber, de información) entre el per-
puro medio de transporte, nunca un individuo problemático sonaje adolescente que muchos años antes registraba simple-
en el sentido tradicional y novelesco del término.» (J. Ignacio mente la mirada atenta de un desconocido, y la del narrador
Ferreras, La novela de ciencia ficción, Madri¡;i;Sigjo XXI, 1972, adulto (aunque sea el mismo) que sabe ya, cuando lo cuenta,
p. 202).' . .fF
172 Las voces de la novela

que aquél era el barón de Charlus, y las implicaciones de


aquella mirada: «El narrador 'sabe' casi siempre más que el
héroe, aun cuando el héroe sea él, y por consiguiente la foca.
lización sobre el héroe es para el narrador una restricción
de campo tan artificial en primera persona como en tercera .•
(Y. Figures IlI, op. cit., p. 210).

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G (pág. 158)
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r
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:lNDICE DE NARRADORES CITADOS

Arlt, Roberto (1900-1942). Narrador, periodista y dramaturgo argen-


tino. Sus obras narrativas, principalmente las novelas El juguete
rabioso, Los siete locos y Los .lanzallamas, marcan en cierta me-
dida y junto con otras obras publicadas en la época una ruptura
con el realismo tradicionai y el advenimiento de nuevas formas
para la literatura argentina. A pesar de su estilo descuidado, estas
obras se distinguen por la fuerza expresiva con que se muestran
conflictos de la sociedad urbana y la moderna captación psicoló-
gica de sus personajes. Es autor, además, de El amor brujo (no-
vela), Aguafuertes, El jorobadito (cuentos). Entre sus obras dra-
máticas cabe citar 300 millones, Saverio el cruel, El desierto entra
en la ciudad.
Balzac, Honoré de (1799· 1850). Novelista francés, acaso el más im-
portante como creador y reformador del género en Francia, consí-
derado el precursor de' la novela realista. Trabajador incansable,
compuso casi cien novelas, que forman lo que él mismo llamó la
Comedia humana, inmenso mundo en' el que caben todos los as-
pectos de la vida de su época y todos los tipos humanos. La Co-
media humana, que comprende Estudios de costumbres, filos6ficos
, a n a litic o s , se subdivide en Escenas (o novelas) de la vida priva-
da, provinciana, política, rural. Balzac sorprende por su poderosa
capacidad creativa, por la fuerza de sus descripciones y por el
poder de dar vida a verdaderos personajes, tipos inmersos en una
sociedad captada y recreada con amplitud y lucidez. Entre sus
novelas más leídas pueden citarse La piel de zapa, Papd Goriot,
Eugenia Grandet, Ilusiones perdidas, Esplendores y miserias de
las, cortesanas.
186 Las voces de la novela lndice de narradores citados 187
Bécquer, Gustavo Adolfo (1836-1870).P oeta y prosista del post-roman-
Caín, James M. (n, 1892). Novelista norteamericano, también publicis-
ticismo español. Su notoriedad se debe principalmente a las Rimas,
ta y escritor de' guiones cinematográficos. Alcanzó notoriedad con
poesías con influencia del romanticismo germánico y de la lírica
la novela The postman always rings twice (El cartero siempre ua-
popular andaluza. 1ntimas, diáfanas y profundas, las Rimas son
ma dos veces). Su técnica narrativa, muy próxima a la de las
un ejemplo de sencillez verbal y economía expresiva. Como pro-
novelas policiales, revela influencias de Hemingway y de Caldwell.
sista, en cambio, utiliza un lenguaje mucho más rico, casi exube-
Otras obras: Serenade, Mildred Pierce, The butterlly.
rante, para desarrollar Leyendas y Narraciones, notables por su
Camus, Albert (1912-1960).Ensayista, novelista y dramaturgo francés.
fantasía y velado misterio.
Durante la ocupación alemana participó activamente en la Resis-
Beyle, Henri-Marie. Véase Stendhal.
tencia. Su notoriedad fue temprana y Se debió principalmente a
Borges, Jorge Luis (n. 1899). Poeta, narrador y ensayista argenti-
la novela El extranjero, rica y ejemplar ilustración de temas, ideas
no. En su juventud representó al vanguardismo martinfierrista y
y motivaciones de Camus. La peste, aparecida algunos años des-
suscribió el primer manifiesto ultraísta (aparecido en la revista
pués, ha sido vista como una transcripción' simbólica de la gue-
Nosotros), pero luego, alejado de esa primera experiencia, se ini-
rra y la ocupación. Con La calda, estas tres novelas son, en defi-
ció en el desarrollo de algunos aspectos que caracterizan a todas
nitiva, un agudo análisis de la condición humana. Entre sus pie-
sus obras: expresión original, criollismo sustancial, erudición poco
zas de teatro (CaUgula, El estado de sitio, Los justos) El malenten-
común, preocupación por problemas filosóficos y teológicos, fan-
dido muestra su filosofía del absurdo a través de sucesivos equívo-
tasía incoherente, barroca y paradójica. Sus cuentos, posiblemente
cos trágicos. Estilista excepcional, sus obras transmiten una par-
la parte más rica en matices de su obra, están reunidos en Histo-
ticular visión del hombre y su mundo, con un lenguaje depurado.
ria Universal de la infamia, Ficciones, El Aleph, Además de su
Cela, Camilo José (n, 1916). Narrador y poeta espafiol. Aunque inició
amplia tarea de creador, realizó una importante labor de difusión
su actividad literaria con un libro de versos, Pisando la dudosa
y orientación a través de innumerables traducciones, antologías,
prólogos, selecciones y ediciones críticas. luz del dla, su verdadera personalidad se define en la narrativa.
Sus novelas (La familia de Pascual Duarte, Pabell6n de reposo,
Browning, Robert (1812-1889).P oeta inglés. Su lírica ofrece gran varie-
Nuevas andanzas y desventuras del Lazarillo de Tormes) muestran
dad de características que, en definitiva, representan una búsqueda
un narrador fuerte, moderno en la técnica y entroncado con la
afanosa de la forma más conveniente para su expresión; poemas,
más genuina tradición picaresca de España. Es, tal vez, uno de
dramas líricos, dramas escénicos, lírica breve, son experimentos
los novelistas españoles más notables de la actualidad.
que evolucionan gradualmente hasta alcanzar el esquema del mo-
nólogo lírico dramático, que, según algunos críticos, es un lejano Cervantes, Miguel de (1547-1616).Célebre clásico de las letras espa-
ñolas, con quien el género de la novela alcanza, en El ingenioso
antecedente del monólogo interior. Obras principales: Hombres
y mujeres, Dramatls p e rs o n a e , El anillo y el libro.
hidalgo Don Quijote de la Mancha, su plenitud. La narración viva
y colorida de ésta y de las Novelas ejemplares, su riqueza imagi-
Butor, Michel (n. 1926). Novelista y crítico francés, uno de los repre-
nativa, su destreza y complejidad técnicas, hacen de Cervantes
sentantes más conocido del grupo del «nouveau reman», La nove-
una piedra angular de la narrativa universal.
la es para Butor como un acercamiento fenomenológico a la rea-
lidad: así, se muestra esencialmente atento a la multiplicidad, a Conrad, Joseph (1857-1924).N ovelista polaco que adoptó la ciudadanía
inglesa en 1878. Fue marino mercante, y durante muchos a ñ o s
la complejidad y a la conexión de los fenómenos de la realidad,
y al mismo tiempo concede amplia atención a la trivialidad, que recorrió los mares y países que más tarde recordó en sus novelas.
Las' aventuras, los paisajes exóticos, los dramas imprevistos y el
forma la mayor parte de las acciones humanas. Sus novelas más
conocidas son: Pasaje Milán, La modificación, Grados. destino implacable aparecen en sus obras fundidos en una reali-
dad imperiosa que, a menudo. termina por destruir a Jos perso-
najes. Su vasta obra es un ejemplo raro de cosmopolitismo: a pesar
188 Las voces de la novela lndice de narradores citados 189

de su origen eslavo, impregnado de cultura francesa, fue uno de Christie, Agatha (n. 1892). Escritora inglesa, autora de novelas poli-
los mejores estilistas ingleses de su época. Obras: Lord Iim , Nos- ciales que le han dado popularidad ' mundial. Si bien es cultora
tramo, Tifón, Bajo la mirada de Occidente. de un género considerado menor por algunos criticas, se destaca
Constant, Benjamín (1767-1830).E scritor y político francés, autor de por la invención de intrigas, por la morosidad del desarrollo de
Adolfo, breve novela psicológica, vastamente conocida. Según los acontecimientos y por la sorpresiva irrupción del desenlace.
sus críticos, esta novela tiene mucho contenido autobiográfico y Ha dado vida a Hércules -Poírot, detective belga de extravagante
se relaciona fundamentalmente con la estrecha amistad que sos- figura, encargado de devclar misteriosos crímenes, Obras: El ase-
tuvo con Madame de Staél, Es un narrador sobrio y mesurado; sinato de Rogelio Ackroyd, La muerte en el espejo, El misterio de
su Diario íntimo contribuyó a explicar algunos aspectos contra- las siete esferas.
dictorios de su temperamento romántico. Dane, Clemence (seudónimo de Winifred Ashton). Escritora norte-
Cortázar, Julio (n. 1914). Escritor argentino. Inició su actividad lite- americana contemporánea. Es autora de la pieza Come oi Age {Ma·
raria con un libro de poemas, Presencia, y una serie de diálogos yor de edad), en la que reúne la fantasía poética con un extraño
sobre el mito del Minotauro, Los reyes. Bestiario (1951), su primer fondo musical de jazz; en sus dos representaciones norteamerica-
libro de cuentos, marca su ingreso en la literatura fantástica. Des- nas (1934 y 1952) fue recibida desfavorablemente. Más éxito alean-
de. entonces sus obras, principalmente las novelas, responden a zó con He B rin g s Great News, novela en la que presenta la vida
una búsqueda continua de nuevas técnicas, cada yez más extrañas inglesa en la época napoleónica. Otras obras: Home the Heart, The
y rigurosas. Según algún critico, Cortázar está fuera de las co- Saviours (en colaboración), The Lion and the Unicorn.
rrientes principales de la literatura actual, pero su originalidad Diderot: Denis (1713-1784).F ilósofo y escritor francés. Editor y prin-
(que 'llega a extremos de audaz juego formal) podría muy bien cipal responsable de la Enciclopedia, obra concebida para expo-
ser un preanuncio de lo porvenir. Desde 1951 vive en París. Ha ner las nuevas corrientes del pensamiento racionalista y los cono-
publicado además 'Iinal del juego, Las armas secretas, Historias cimientos más modernos de su época. Además de 'sus obras filo-
de c ro n o p io s y de famas, Todos los fuegos el fuego, Los premios, sóficas (El sueño de d'Alembert, El paseo del escéptico, Carta
Rayuela, La vuelta al día en ochenta mundos, 62, último round. sobre ciegos), que en cierto modo constituyen un anticipo de las
Chandler, .Raymond (1888-1959).Novelista norteamericano, autor de teoría~ del evolucionismo, escribió novelas {El sobrino de Rameau),
novelas policiales. Sus obras, bien construidas, están escritas con ensayos sobre critica (Salones, La paradoja del comediante) y
un lenguaje sobrio, casi lacónico, que revela la influencia de Ham- obras de teatro {El hijo natural, El padre de familia).
mett. Entre sus novelas de mayor difusión figuran El gran sueño, Dos Passos, .Tohn (1896-1970).N ovelista norteamericano. En Manhattan
Adi6s mi querida, La hermanita, El largo adi6s. transier, su primera obra importante, anticipa ya diferentes téc-
Chéjov, Anton (1860-1904).Narrador y dramaturgo ruso. En sus obras, nicas narrativas que constituyen el rasgo dominante de su trilogía
tanto narrativas como dramáticas, no hay grandes temas ni gran- U. S. A. (P(tralelo 42, 1919, El Gran Dinero). Estas novelas, que
des protagonistas; la vida transcurre monótona y cotidiana, pero describen los conflictos de las grandes ciudades en el auge del
está hondamente representada con una notable riqueza de matí- industrialismo norteamericano, mezclan la ficción narrativa, des-
ces. Chéjov, con Stanislavski y Nemírovích-Danchenco, son los puno arrollada con técnicas que van desde el relato tradicional hasta
tales del Teatro del Arte de Moscú, que renovó la escena rusa. el fluir de la conciencia, con elementos documentales (titulares pe-
Como narrador es considerado uno de los iniciadores del cuento riodísticos, propaganda comercial, canciones populares). Esta com-
moderno. Obras: Cuentos multicolores, La Gaviota, El tto Vania, binación desconcertante, que busca la simultaneidad polifónica y
lAS tres hermanas, Una historia triste, El duelo, Mi vida, El huero emplea un montaje casi cinematográfico, tuvo gran influencia en
to de cerezas, numerosos novelistas contemporáneos.
190 Las voces de la novela lndice de narradores citados 191

Dostoievski, Fiódor (1821-1881).Novelista ruso, tal vez uno de los Fielding, Henry (1707-1754).N ovelista inglés, a juicio de los críticos,
más importantes de su país. Su vasta producción presenta como uno de los más cabales representantes de la genuina novela in.
rasgo fundamental el análisis psicológico profundo de personajes glesa. Su principal obra, Tom Iones (The history oi Tom Iones,
casi anormales que a manera de contrapunto denuncian la nor- a [o u n d lin g }, trata de la educación moral de Ul1 joven;' aunque
malidad convencional e hipócrita que los envuelve. En' sus novelas en ella abundan las lecciones moralizantes, el autor logra dar in.
se combinan con esa preocupación por el psicoanálisis, ideas polí· tensa vida a sus numerosos personajes y consigue mostrar dife-
tícas, metafísicas y concepciones religiosas ortodoxas. Obras: Cri· rentes ambientes sociales de la época. Otras obras: Joseph An.
men y castigo, Los endemoniados, El idiota, Los hermanos Kara- drews, Jonathan Wild, Diario de un viaje a Lisboa.
mazov. Fítzgerald, Francis Scott (1896-1940).Narrador norteamericano. Su
Dujardin, Edouard (1861-1949).P oeta, dramaturgo y novelista francés. primera novela, que alcanzó rápido éxito, The Side ot Paradise
En 1887 publicó Les lauriers sont coupés, en opinión coincidente (Este lado del Paraíso), resultó una cabal expresión de las ideas
de muchos críticos: la primera novela que utiliza el monólogo. in- de la juventud escéptica de la primera postguerra, Su prosa ágtl
terior, consagrado treinta y cinco años después por la aparición y nerviosa describe la actitud vital, alegre y despreocupada de su
del Ulysses de Joyce, En Les lauriers... toda la narración está cons- generación. Vivió intensamente y muchas de sus experiencias es-
tituida por el desarrollo de los pensamientos del protagonista. tán reflejadas en sus novelas (El derrumbe, Los bellos y los conde.
Más 'conocidos son sus dramas .(Antonia, Le chevalier du passé), nadas, Tierna es la noche, El Gran Gatsby}. Escribió cuentos, al.
sus ensayos (Le monologue intérieur, De Sthéphane Mallarmé au gunos de ellos notables, como El diamante grande como el Ritz.
prophete Bzechiel) y otra novela, L'initiation au péché et a l'amour. Flaubert, Gustave (1821-1880).Novelista francés, considerado el Iní-
Durrell, Lawrence (n. 1912). Novelista y poeta inglés ¡ue alcanzó no- ciador del realismo naturalista y una de las figuras más signi-
ficativas de la novela del siglo XIX. SUS obras reflejan un pesímís-
toriedad mundial con su Cuarteto de Alejandría, ciclo de cuatro
novelas (Iustine, Balthazar, Mountolive y Clea) que narran los mo radical y una constante melancolía, ya se refieran a la vida
contemporánea .(Madame Bovary, La educación sentimental, Bou-
mismos acontecimientos, aunque con una interpretación distinta
de los hechos de acuerdo con la visión parcial de los perso- vard y P é c u c h e t} o a exóticos temas orientales (Salambó, La ten-
najes. Esta técnica calidoscópica le permite ejemplificar el valor tación de San Antonio). Su estilo es impecable, sobrio y minuciosa.
mente elaborado.
relativo de los juicios humanos frente a las motivaciones profun-
das de/ actos reales, que, sin embargo, se transforman en ilusorios Foscolo, Ugo (1778-1827).P oeta, narrador y patriota italiano. Es autor
cuando pueden ser válidamente interpretados de manera dispar. de numerosas obras líricas de hechura clásica, en las que la per-
Otras obras: Limones amargos, El cuaderno negro. fección helénica se funde con la auténtica expresión del poeta;
Faulkner, William (1897-1962).Novelista y cuentista del sur de los tal vez su obra más lograda sea Los sepulcros. En la novela Las
Estados Unidos. Sus novelas describen una sociedad en transfor-
últimas cartas de lacobo Ortiz, que tiene ciertas similitudes con
mación, la ruina de la tradicional familia sureña y pasiones inmu- el Werther, narra el dolor de un patriota desengañado que termi-
tables y violentas. Con ellas compone una especie de saga que na en el suicidio. Otras obras: Tiestes, Aye.x, Ricciarda (tragedias);
muestra a su región como un microcosmos elevado a proporciones
A Luisa Pallavicini, A la amiga restablecida (odas); En mis poe-
simbólicas; Faulkner, narrador vigoroso y de extraordinaria fuer-
mas tendrás eterna vida, Un día, cuando deje de .ser un fugitivo
(sonetos).
za dramática, desarrolla técnicas originales. Recibió el Premio No-
bel en 1950 y el Pulitzer (por Requiem para una monja) en 1955. Fromentin, Eug~ne (1820-1876).Pintor y literato francés. Además de
Entre sus obras cabe citar El sonido y la furia, Santuario, ¡Absa· sus cuidadosas críticas de arte (reunidas en MaUres d'autreiois}
ldn, Absalón!, Luz de Agosto, Sartoris, Palmeras salvajes. y de amenas narraciones de viaje (U n été dans le Sallara, Une

LAS VOCES. - 13
192 Las voces de la novela lndice de narradores citados 193
année dans le Sahel), escribió una excelente novela psicológica, señor de Pigmalión, en la que conjuga lo tradicional y lo nuevo,
Dominique. la farsa y la crítica seria, la simplicidad y la hondura intelectual.
Fuentes, Carlos (n. 1929).N ovelista mexicano que sigue los lineamíen- Otras obras: Entre llamas, Conseja galante, El caballero d, Y,ro-
tos de la novela experimental: utiliza todo tipo de recursos técní-. na, El demonio del mundo.
cos: desde los de la narrativa tradicional hasta los propios del Green, Julien ( n , 1900).Novelista y dramaturgo francés. Sus obras,
relato actual (el fluir psíquico, entrecruzamiento de planos, super- marcadas por un pesimismo sin salvación ni consuelo, desarrollan
posición de puntos de vista, tipografía caprichosa). Ha publicado temas como el mal, la predestinación y la herencia, dentro de un
Los días enmascarados, La región más transparente, Las buenas marco melodramático y de violencia. El sur de los Estados Unidos
conciencias, La muerte de Artemio Cruz, Cambio de piel. (patria de sus padres) es el escenario donde transcurre la t~e-
Galsworthy, John (1867-1933). Novelista y dramaturgo inglés. Sus obras brosa historia de Mont-einere, una de sus primeras novelas.
teatrales plantean problemas sociales y jurídicos (Strike, The sil- Adrienne Mesurat y Léviathan, que le siguieron y provocaron mu-
ver box) .. La saga de los Eorsyte, acaso la más tograda de sus chos comentarios y discusiones, se desarrollan en provincias fran-
obras, es una trilogía en la que ataca con sinceridad las costum- cesas. Otras obras: Moira, Cada uno en su noche.
bres de las clases pudientes y las injusticias sociales de la época Greene, Graham ( n , 1904).Novelista inglés. Su conversión al catolí-
victoriana. Otras obras: A modern comedy, The white monkey, cismo, en 1927,ha influido decisivamente en sus obras más elabo-
The silver spoon, Recibió el Premio Nobel en 1932. radas, en las que el pecado, su castigo y la salvación son temas
Gide, André (1869-1951). Escritor francés. Ejerció profunda influencia dominantes; los conflictos de sus personajes, por 10 general peca.
en el ambiente intelectual de su época, especialmente en la juven- dores que no han perdido la fe, se resuelven de acuerdo con sus
tud. Su obra, tan compleja como discutida, aborda todos los géne- convicciones religiosas. The power and the glory (El poder y la
ros. Como narrador se muestra analizador sutil en El inmoralista gloria), The heart oi the matter (B! nudo de la cuestión), respon-
(1902)y La puerta estrecha (1 9 0 9 ). Con Las cuevas del Vaticano den a esas características. También es autor de narraciones de
(1914)anticipa ciertas actitudes existencialistas. En Los monede- tono ligero, que él mismo ha calificado de «entertainments••,como
ros falsos (1926)analiza los complejos intercambios entre la rea- Stamboul train (Tren para Estambul), The coniidential agent (El
lidad y la creación del novelista. Premio Nobel 1~47. agente confidencial), The ministry of fear (Bl misterio del miedo},
Goethe, Johann Wolfgangvon (1749-1832). Escritor alemán de vastfsíma Güiraldes, Ricardo (1886-1927). Novelista, cuentista y poeta argentino
cultura; ejerció profunda influencia en los círculos intelectuales que se adhirió desde muy joven a la vanguardia europea. Sus pri-
de su época. .A pesar de su espíritu clásico, fue considerado un meras obras, llenas de audacias forinales, a la manera de sus
maestro por la joven generación romántica de su país, principal- maestros, no tuvieron repercusión sino en las minorías selectas
mente por su novela epistolar Los sufrimientos del joven Werther, de su época. El reconocimiento llegó con Don Segundo Sombra
de contenido autobiográfico. Con Ijigenia en Tauride impuso un (1926),que además de sus decantados y auténticos valores lítera-
romanticismo mesurado de formas clásicas. Entre sus obras cabe rios, renovó la imagen nostálgica de una vieja vida campesina.
citar Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister, Fausto, GOt1. Esta novela cierra el ciclo de la literatura gauchesca y es una de
de Berlichingen, Novelas cortas. las obras clásicas de la literatura argentina. Otras obras: El ceno
Grau, Jacinto (1877-1958). Poeta y dramaturgo español. Es una figura cerro de cristal, Cuentos. de muerte y sangre, Raucho, Rosaura,
destacada en el teatro de su país, porque busca innovar y renovar Xaimaca.
la escena incorporando elementos simbólicos. Sus obras recrean Hammett, Dashiel (1894-1961). Novelista norteamericano, uno de los
grandes temas de la Biblia (El hijo pr6digo, del Romancero (El fundadores de la moderna narración policial y miembro de la es-
conde Alarcos) y dan nueva vida a personajes literarios (Bl bur- cuela denominada dos duros de pelar••.Como los mejores autores
lador que no se burla). Característica de su estilo es la obra Bl del género detectivesco, Hammett ha elevado la novela policíaca
194 Las voces de la novela lndice de narradores citados 195
a categoría literaria. Sus obras se caracterizan por la supresión James, Henry(1843-1916). Novelista norteamericano. Sus primeras
de todo elemento accesorio en el lenguaje, de manera tal que sus obras presentan aspectos del conflicto espiritual entre América y
diálogos resultan sobrios, rigurosos y altamente expresivos. Obras: Europa (que él mismo vivió) o analizan profundamente la socie-
Red Harvest (Cosecha roja), The Maltese Falcon (El halcón mal- dad inglesa de la época. Con el nuevo siglo inicia una nueva etapa,
tés), The Thin Man (El hombre delgado). escribe las denominadas «novelas intuitivas», en las que la trama
Hawthorne, Nathaniel (1804-1864).Narrador norteamericano, autor de se pierde en el análisis y la introspección. Su capacidad de inno-
novelas y cuentos que presentan como temas principales el mal var se evidencia en la teoría del «cuento según el punto de vista»,
y su herencia, el pecado, la sensualidad y el puritanismo que aho- que en opinión de numerosos críticos transformó la estructura de
ga los instintos naturales. Su novela más lograda, según opinión la novela. Obras: Roderick Hudson (1875), Dais)' Miller (cuento,
general, es The scarlet letter(La letra roja), cuya acción se des- 1878), The portrait oi a lady (El retrato de,una dama, 1881), The
arrolla en Salem, en el siglo XVII; es la historia de Hester Prynn, wings oi the dove (Las alas de la paloma, 1902), The golden bowl
una joven adúltera acusada públicamente y condenada a llevar (La copa de oro, 1904). .
en el pecho una letra A (de adulteress), y de su amante, un pas- Juan Manuel, Infante (1282-1349?).U no de los prosistas españoles más
tor. A pesar de su epílogo moralizante, la novela es un elogio a la destacados de su siglo. Es autor de dos tratados didácticos: el
libertad sana e impetuosa y la condena al mal encarnado por el Libro de los Estados y el Libro del caballero y el escudero; pero
marido engañado y la sociedad puritana. Otras obras: The Blithen- la obra más importante literariamente es El conde Lucanor, colec-
dale romance (Novela en Blithendale), The house of the seven ción de apólogos y cuentos tomados de diferentes fuentes y ela-
gable (La casa de los siete aleros), The marble [a u n (El fauno de borados con perfiles netamente castellanos. Todas las narraciones
mármol), son enmarcadas y responden !l un esquema fijo: el conde Lucanor
Hemingway, Ernest (1898-1961).Novelista y cuentista norteamericano. consulta a su consejero Patronio sobre casos humanos o morales
Su primer oficio, el periodismo (fue corresponsal de guerra), y su y éste contesta con un relato del cual se desprende una moraleja.
afición por los viajes y los deportes violentos lo llevaron a conocer Kafka, Franz (1883-1924).E scritor checo en cuyas obras hay una cons-
aspectos salvajes y primitivos de la vida; de allí que sus mejores tante angustia existencial que lo aproxima a Kierkegaard, reíte-
obras muestren al hombre que lucha solo, enfrentándose con la rada obsesivamente con técnicas narrativas originales. La aparente
muerte o con situaciones límites, para encontrarse y afirmar la incoherencia onírica de los hechos relatados, algo así como un
realidad de su ser. Con lenguaje vigoroso, concreto y despojado realismo mágico, crea una oprímente :sensación de absurdo. La
relata hechos de guerra (Adiós a las armas, Por quién doblan las influencia de Kafka es notoria en gran parte de la literatura de
campanas), corridas de toros (Muerte en la tarde), caza de fieras nuestro tiempo. Obras: La sentencia, La metamorfosis,' En la colo-
(Colinas verdes en Africa) o la moderna parábola del empeño del nia penal (cuentos), y tres novelas póstumas: América, El proceso,
hombre por superar los límites de su estrecha condición (El viejo El castillo.
y el mar). Recibió el Premio Nobel en 1954. Kerouac, Jack ' (1922-1969).Escritor norteamericano, uno de los más
Hugo, Vfctor (1802-1885).Poeta, novelista y autor dramático francés, conocidos representantes de la «generación castigada». Como todos
considerado el más alto representante del romanticismo de su pa- los beats, rechaza los valores convencionales que rigen la sociedad
tria. Sus dramas Cromwell y H ernani si.gnificaron la ruptura con organizada y busca nuevos significados en las drogas, el jazz o el
las reglas neoclásicas y un manifiesto de la estética romántica. Su budismo zen. Su prosa, calificada como «espontánea», con ritmos
vasta obra poética (Odas y baladas, Las orientales, Los cantos del de Whitman y Thomas Wolfe, se organiza en largos párrafos que
crepúsculo, La leyenda de los siglos) se caracteriza por el afán de procuran reconstruir el vértigo y la exuberancia de su propia vida.
innovar técnicas, el exotismo y la grandilocuencia. Entre sus no- Sus novelas -autobiográficas y narradas en primera persona-
velas cabe citar Nuestra Señora de Paris, Los miserables, El no- más conocidas son El dngel subterráneo, En el camino y Doctor
venta y tres. Saxo.
196 Las voces de la novela In d ic e de narradores citados 197

Koestler, Arthur (n. 1905). Escritor nacido en Hungría; emigró a At..,;- narío norteamericano que recorre Europa para distraerse. Fermi-
mania, luego se estableció en Inglaterra y adoptó esa nacionalidad. na Mdrquez, Enfantines, Beauté mon beau souci, Allen, Techni.
Sus obras responden a una problemática cambíame (el sionismo, ques, son otras de sus obras.
la ciencia, el fascismo) y reflejan su evolución política desde' un Malraux, André (n. 1901). Novelista y crítico de arte francés. Su vida,
comunismo ortodoxo a un conservadurismo neto. En Darkness at rica en aventuras y compromisos, se refleja en su producción lite.
noon (El cero y el infinito) narra la lucha interior de un comu- raria; su viaje a China y su relación con los medios revoluciona-
nista dominado por su individualismo; en Arrival and departure rios aparecen en La condición humana, donde no sólo se plantean
(Llegada y partida), episodios de la resistencia europea al fascis- los problemas de la crisis política, sino tambíén los dramas inte-
mo; en Promise and [uljilment (Promesa y cumplimiento), los riores de los' personajes. En L'espoir narra sus experiencias de la
acontecimientos ocurridos en Palestina en los últimos años. Otras guerra civil española .. La lutte avec l'ange afirma el concepto que
obras: Scum of the earth (Espuma de la tierra), Thieves in the determina su vida y su obra: «l'hornme n'est pas ce qu'íl cache, il
night (Ladrones en la noche) y ensayos reunidos en lnsight and est ce qu'il faíts, Otras obras: La tentation de l'Dccident Les con.
outlook (Conocimiento interior y exterior). quérants, La voie .royale, Le temps du mépris. '
Laclos, Pierre ChoderIos de (1741-1803).Novelista y militar francés, Marivaux, Pierre de (1688-1763).Dramaturgo y novelista francés. Sus
cuya obra Las amistades peligrosas le dio notoriedad inmediata, obras teatrales son ligeras, graciosas, ingenuas, y en cierta ~edida
no desprovista de cierto escándalo por la objetividad con que des- constituyen un nuevo tipo de comedia que centra todo el interés
cribe costumbres licenciosas de la época. Tiene como protagonistas en el análisis· de los sentimientos amorosos. Como narrador se le
al Vizconde de Valmont y a Madame de Merteuil, dos seductores conoce principalmente por su novela La vida de Mariana, en la que
ocupados en vencer dificultades para lograr conquistas sentimen- relata las experiencias de una virtuosa huérfana. Arlequin refinado
tales. A juicio de la crítica, esta novela epistolar es una obra maes- por el amor, La doble inconstancia, El principe disfrazado, El jue-
tra de análisis en el campo amatorio. go del amor y del azar, La. escuela de las madres, La feliz estrata-
Lagerkvist, Par (n. 1891). Escritor sueco, reconocido por la crítica
gema, son algunas de sus obras.
como uno de los más claros expositores de la complejidad esté- Maupassant. Guy de (1850-1893).N ovelista y cuentista francés, una de
tica y metafísica de la primera mitad del siglo. Su obra, que com- las figuras más significativas del siglo XIX' en Francia. Su carrera
prende poemas, novelas y dramas, significa una angustiosa e in- literaria, iniciada al amparo de Flaubert, fue meteórica y exitosa,
tensa búsqueda de valores absolutos, en permanente' evolución. debido principalmente a sus cuentos, que se consideran clásicos
Sus obras de teatro (El momento dificil, El misterio del cielo, El en su género. Con las novelas Fuerte como la muerte y Nuestro
último hombre) revelan por la técnica, por los temas y por el corazón se aparta del realismo y se interna en el camino de la
acentuado pesimismo una fuerte influencia de Strindberg. Sus no- investigación psicológica. Sus cuentos están reunidos en coleccio-
velas más conocidas son El enano, Barrabás, El verdugo. Además nes: La casa Tellier, Mademoiselle Fifi, Cuentos de la Chocha; Miss
es autor de un volumen de cuentos, Hierro y hombres, y de libros Harriett.
de poemas (Mottv, Angustia, Cantos del corazón). Recibió el Pre- Mauriac, Francois (1885-1970).Novelista y ensayista francés, cuyas
mio Nobel en 1951. novelas presentan seres humanos atormentados por conflictos en-
Larbaud, Valéry (1881-1957).Novelista, crítico y poeta francés. FoJ;'IIló tre los principios cristianos y los impulsos instintivos de una vida
parte del grupo de escritores de la Nouvelle Revue Francaise y plena. La permanente obsesión del mal y un pesimismo desespe-
colaboró en periódicos de todo el mundo. Larbaud fue un huma- rado envuelven a sus personajes, generalmente burgueses de pro-
nista cosmopolita, y su conocimiento de distintos países y gentes vincia, que sufren y se debaten en procura de la salvación. Su pro-
le permitió 'crear obras inimitables como las Poesias de A. O. Bar- ducción narrativa comprende El desierto de amor, Teresa Desquey-
nabootb y el Diario intimo del mismo personaje, un ficticio millo- roux, Nudo de viboras, Génitrlx, Los caminos del mar.
198 Las voces de la novela lndice de narradores citados 199
Mereditb, George (1828-1909).Novelista. y poeta inglés de gran, noto- dente de la clase alta argentina (Los ídolos, La casa, Los viajeros).
riedad en su época. Sus novelas, de carácter psicológico, son de Gran difusión alcanzó Bomarzo (que inspiró a Alberto Ginastera
desarrollo moroso y de estilo retorcido y algo amanerado. El egoís· la ópera homónima), por la cual recibió el Gran Premio Nacional
ta, su novela más conocida, relata las desdichas matrimoniales de de literatura y otras distinciones. Su producción abarca las nove-
Sir Willoughby Patterne; ,en Diana de las encrucijadas refiere las las citadas, ensayos (Vida de Aniceto el Gallo, Vida de Anastasia
difíciles situaciones que debe atravesar una mujer separada de su el Pollo) y cuentos (Aquí' vivieron, Misteriosa Buenos AireS).
marido. Otras obras: Las desdichas de Richard E e v e re l, Mary Ber- Pérez Galdós, Benito (1843-1920).N ovelista español, autor de una vasta
trand, Yittoria, Poemas. y difundida obra, en la que rescata episodios históricos (Episo-
Mérimée, Prosper (1803-1870).Novelista y ensayista francés, hombre dios nacionales, 46 novelas), plantea problemas sociales y religio-
de amplia cultura y dedicado también a la arqueología y a la sos (Doña Perfecta, Gloria, La familia de León Roch) o refleja la
historia del arte. Comenzó su carrera literaria con dos falsas tra- vida de la clase media (El amigo Manso, Fortunata y Jacinta, Mi.
ducciones: Teatro de Clara CazuZ, atribuida a una ficticia baila- sericordia). Sus críticos señalan en sus obras influencias de Bal-
rina española, y Guzla, colección de poesías ilirias apócrifas. Según zac, aunque el naturalismo de Galdós es más bien de carácter
opinión general, lo más significativo de su obra son los cuentos, científico, y su producción, casi un documento de la vida española
reunidos en cuatro volúmenes; entre ellos cabe. citar Colomba, Ma- del siglo XIX. Otras obras: La desheredada, La de B rin g a s , Mia'4,
teo Falcone, Lokis, Tamango y Carmen, que inspiró a Bizet su cono- Nazarín, Tristana (las dos últimas han sido llevadas al cine por
cida. ópera. Escribió Crónica del reinado de Carlos ¡X , novela his- Lui~ Buñuel).
tórica típicamente romántica. Perrault, Charles (1628-1703).H istoriador y cuentista francés. Fue aca-
Mirbeau, Octave (1850-1917).Novelista y comediógrafo francés, vincu- démico e intervino, en contra de Boileau, en la conocida querella
lado a la escuela naturalista. En sus obras .describe con audacia entre clásicos y modernos. Entre sus obras principales se cuen-
y sinceridad ambientes y caracteres diversos: así, su Sebastián tan Le siécle de Louis le Grand y Paralléles des anciens et 'des me-
Roch, diario autobiográfico, exalta la fealdad; en El jardín de los dernes; pero 10 que en realidad le otorgó renombre universal fue-
suplicios muestra la sensualidad homicida; El diario de una mu- ron Les cantes de ma Mere rOye, colección de relatos para niños,
cama muestra con ingenua visión «cette tristesse et .ce comique recogidos de la tradición popular francesa o de El Pentameron, de
d'étre un homme»: Dingo es la historia de un perro-lobo que mano Basile. Es uno de los clásicos más destacados de la literatura in-
tiene su superioridad animal. Entre sus obras dramáticas se cuen- fantil y ha fijado de manera perdurable algunos personajes que
tan Les mauvais bergers, L'épidémie, S c ru p u le s , Les affaires sont han llegado a ser universales, como Caperucita Roja, el Gato con
les affaires, Le Foyer. Botas, Cenicienta.
Montesquieu, Charles de Secondat, Barón de (1689-1755).F ilósofo, hís- Pirandello, Luígi (1867-1936).Poeta, novelista y dramaturgo italiano.
toriador y jurisconsulto francés, autor de De l'esprit des lois, pri- Su producción inicial (novelas y cuentos) le dio cierto renombre
mer estudio comparativo de las instituciones políticas y sociales, dentro de su país, pero a partir de la representación de su obra
que contribuyó a preparar la Revolución y su posterior Constítu- teatral Seis 'personajes en busca de un autor (1921) alcanzó noto-
ción. A raíz de los ataques recibidos por esta obra, publicó una riedad mundial. La crítica coincide al afirmar que es un renovador
D é fe n s e de l'esprit des lois, modelo de polémica y dialéctica. Les del teatro y que plantea lúcidamente las complejidades del arte
lettres persones (Las cartas persas), aparecidas anónimamente en escénico. Recibió el Premio Nobel en 1934. Su producción com-
Amsterdam (1721), constituyen una aguda y divertida crítica de las prende: El difunto Matías Pascal, Uno, ninguno y cien mil (no-
costumbres e instituciones francesas de la época. velas); Enrique IV, Vestir al desnudo, El hombre con la flor en
Mujica Láinez, Manuel (n, 1910). Escritor argentino. Sus primeras no- la boca, La nueva colonia, entre otras.
velas se refieren con nostalgia, ironía y elegancia al mundo deca-
200 Las voces de la novela lndice de narradores citados 201
Potocki, J'an .(1716-1815).
Historiador, arqueólogo y viajero polaco de rración el registro de la corriente de la conciencia.Su novela más
extraordinaria cultura. Tuvo una esmerada educación y dedicó conocida, Peregrinación, constituida por diez volúmenes,es un lar-
gran parte de su vida a viajar por Turquía, Egipto, Argelia, ~. iO y minucioso estudio interior de una muchacha de existencia
rruecos, China, India. Además de ensayos e impresiones de viaje, algo triste y opaca. Entre sus obras figuran Techos púntiagudos,
es autor de una novela, Manuscrito encontrado en Z(Jrago1.(l. Backwater, Honey comb, The Tunnel, Clear H o riz o n .
Proust, Marcel (1871-1922). Novelista francés, uno de los más desta- Richardson, Samuel (1689-1761). Novelista inglés, considerado el crea-
cados de la primera mitad del siglo xx, con quien la novela psico- dor de J a novela de costumbres en su país. Su primera novela,
lógica alcanza una de sus cimas. Su obra responde a una concep- Pamela o la virtud recompensada, fue un éxito inmediato y le dio
ción que lo lleva a la atomización del tiempo, a la minuciosa re- notoriedad internacional. Sus obras posteriores, Clarissa Harlowe
creación del detalle. a la penetración psicológica de las mínimas (ocho tomos) y Sir Charles Grandison (ocho tomos), siguen la mis-
vivencias y al moroso deleite de las esperas. Prefigurada ya en los ma línea sentimental y puritana. Pamela y Clarissa ejercieron mu-
cuadernos de lean Santeuil, En busca del tiempo perdido (Por el cha influencia por su técnica: su forma epistolar se repitió en La
camino de Swan, A la sombra de las muchachas en flor, Guerman- Nueva Bloisa, Werther y últimas cartas de lacobo Ortiz:
tes, Sodoma y Gomarra, La prisionera, Albertina desaparecida, El Rivera, José Eustasio (1888-1928).Poeta y novelista colombiano, cono-
tiempo recuperado) es la novela de una infancia y juventud pero cido principalmente por su única novela, La vorágine, considerada
didas y recuperadas a través de una memoria exaltada, plena de uno de los más cabales ejemplos de la narrativa regionalista ame-
fervor y de melancolía. Otras obras: Los placeres y los días, Mis- ricana. Su protagonista, Arturo Cova, al mismo tiempo que narra
celdnea. (merced al relato enmarcado y a la. ficción de las memorias aje-
Quevedo,Francisco de (1580-1645). Poeta y novelista, uno de los clási· nas editadas por el autor) sus trágicas aventuras, muestra la vida
cos de la literatura española de la Edad de Oro. Es autor d e los de los caucheros y describe con un lirismo de pesadilla la gran.·
SueRos y de La vida del Buscón, novela picaresca que continúa la diosidad de la selva. En los sonetos reunidos en Tierra de p ro m i-!
línea iniciada por el Lazarillo de Tormes. Ambas obras permiten sion aparece también, aunque tratada de manera distinta, la natu-
apreciar, además de las peculiaridades de su estilo típicamente raleza colombiana.
barroco (juegos verbales y conceptuales, retruécanos y toda clase Robbe-Grlllet, Alain (n. 1922).Novelista y teórico francés pertene-
de recursos propios del conceptismo), la visión desencantada y ciente al movimiento del «nouveau reman», Robbe-Grilletpostula
pesimista del mundo, la sátira aguda y mordaz, el humor amargo una actitud objetiva y aséptica del narrador, ya que considera que
que caracterizan a Quevedo.Su obra poética está reunida en dos lo verdaderamente importante son las cosas; afirma que «hay que
libros: El Parnaso español (Las Musas) y Las tres dltimas musas evitar toda humanización del mundo, toda proyección subjetiva,
castellanas. toda metáfora. Hay que reflejar la realidad de las cosas que no
Quiroga, Elena. Novelista española contemporánea. Su primera no- tiene ningún 'sentido', sino que es pura 'presencia'. Toda explica-
vela, La soledad sonora, anticipaba ya los valores de su producción ción debe ser sustituida por el simple presentar las cosas». Es
posterior. Viento del norte alcanzó una difusión poco común y autor de las novelas Las gomas, El mirón, La celosía, En el labe-
mereció el Premio Nadal en 1950. La sangre es la historia de cua- rinto, además de diversos artículos teóricos reunidos en el libro
tro .generaciones vista desde una rigurosa perspectiva: un árbol Pour. un nouveau romano
narra la vida de los habitantes del Castelo, en cuyo parque ha Sade, Donatien Alphonse Marquis de (1740-1814). Novelista francés
crecido. La critica · española considera a Elena Quiroga una de cuya notoriedad se debe principalmente a su vida tormentosa,
las novelistas actuales más destacadas. plena de escándalos, que motivaron la inclusión del término 'sa-
Richardson, Dorothy (1882-1938). Novelista inglesa cuyas novelas inte- dismo' dentro del lenguaje científico. Sus obras, censuradas en
gran el grupo de obras que tienen como recurso básico de la na- su momento, son objeto en la actualidad de una revisión pura-
202 Las voces de la novela lndice de narradores citados 203
mente literaria. Escribió El p re s id e n te b u rla d o , Iu s tin e o lo s in - Sénancour, Etienne Pívert de (1770-1846). Escritor francés, discípulo
fo rtu n io s d e la v irtu d , L o s c rlm e n e s d e l a m o r, L a m a rq u e s a d e de Rousseau y propagador de sus teorías. Sus obras reflejan algu-
G ange,entre otras obras.. Recientemente fue publicado su D ia rio , nas características del Romanticismo, pero según sus críticos, por
que alumbra algunas perspectivas ocultas de su extraña perso- el estilo pertenece al siglo XVIU. SU novela corta, de forma epis-
nalidad. tolar, A ld o m e n a u le b o n h e u r d a n s l'obscurité, ha sido consíde-
Saint· Exupéry, Antoine de (1900-1944).
Escritor francés, pionero de la rada un esbozo de O b e rm a n n , novela filosófica con Inquietudes
aviación civil y activo miembro de la Resistencia. Sus obras metafísicas .que le dio cierta notoriedad.
. C o u rrie r s u d (C o rre o d e l s u r), V o l d e n u it (V u e lo n o c tu rn o ) y T e . Sévigné, Marie de Rabutin-Chantal,Marquise de (1626-1696). Escritora
rre d e s hommes (T ie rra d e h o m b re s ) son alabanzas casi líricas a francesa, cuyas principales obras son sus cartas (L e ttre s , 'N o u v e lle s
la aviación, al riesgo responsable y a los valores morales perma- lettres, L e ttre s in é d ite s ), que forman la colección epistolar más
nentes y universales. E l p rin c ip ito , destinado a los niños, es un amplia y perfecta de su siglo. Casi todas ellas están dirigidas a
conmovedor relato para pequeños y adultos por la auténtica hu- sus hijos, pero se apartan del testimonio íntimo o familiar para
manidad e intensa ternura de sus páginas. narrar episodios cortesanos, explicar opiniones literarias y hacer
Sainte-Beuve, Charles-Augustin(1804-1869). Escritor francés, dedicado reflexiones morales.
especialmente a la crítica. Su principal objeto de estudio es el Sinclair, May (1868-1946). Novelista inglesa, cuyas primeras obras; casi
autor, y antes que desentrañar los valores del producto literario desconocidas, pertenecen por temática y concepción al siglo pasa-
trata de descubrir el temperamento del hombre escritor; por eso do; más adelante se adhirió a las corrientes narrativas próximas
los P o rtra its littéraires, las Causeries d u lu n d i y N o u v e a u x lu n d is al psicoanálisis. Con M a ry O liv ie r inicia una serie de novelas que
han sido considerados geniales bíógrañas. La Histoire d e P o rt R o - buscan una interpretación del subconsciente ,(M r. W a d d in g to n ot
y a l, extenso trabajo, es una importante: fuente para el estudio de W y c k ,' L ite a n d d e a th o i H a rrie t· F re a n , A c u re o f s o u ls ). Por lo
Pascal y los jansenistas. Su novela V o lu p té tiene como principal general, sus obras plantean los problemas del sexo y de la pareja
mérito el agudo análisis psicológico del protagonista, personalidad desde el ángulo de un feminismo combativo. Otras obras: T h e d iv i·
difícil que supera el vicio y la sensualidad para convertirse en n e tire , T h e h e lp m a te , T h e th re e s is te rs .
misionero. Staél, Germaíne Necker Madame de (1766-1817).
Escritora francesa. Sus
Sand, George (hurore Dupin) (1804-1876). Novelista francesa, autora obras D e la littérature y D e l'A Ile m a g n e formulan con nitidez y
de alrededor de cien novelas, en las que manifiesta sucesivamente claridad ideas fecundas y nuevas para su época sobre la litera-
el romanticismo sentimental (In d ia n a , V a le n tin e , M a u p ra t), el so- tura, especialmente importantes 'para el Romanticismo. D e lp h in e y
cialismo humanitario de su época. (L e p é c h é d e M r. A n ta in e , S p iri· Corinne, novelas autobiográficas, describen la evolución de la muo
d io n , C o n s u e lo ), su gusto por lo campestre e idílico (L a M a re a u jer y su emancipación, de acuerdo con las teorías de Rousseau.
d ia b le , L a p e tite F a d e tte , F ra lW o is le C h a m p i) o. una filosofía sere-
Stendhal (Henri Beyle) (1783-1842). Uno de los más destacados nove-
na de madurez (le a n d e la R a c h e , L a c o n te s s io n d 'u n e [e u n e fille ). listas franceses del siglo xix. Está considerado como el creador
Scott, Walter (1771· 1832).
Novelista y poeta escocés. Inicialmente se de la novela psicológica. Sus obras describen' detalladamente la
dedicó a la poesía romántica con marcado éxito, sólo eclipsado sociedad contemporánea y ahondan en las profundidades del alma
por la naciente fama de Byron. Narrador fructífero, es considerado humana. Las dos más importantes, R o jo y n e g ro y L a c a rtu ja d e
como el creador de la novela histórica, tan a gusto del Romantí- P a rm a , muestran sus mejores cualidades de narrador: análisis
cismo. Su influencia es evidente en los mejores novelistas del sí- profundo de sociedad e individuo,'capacidad de dotar a sus pero
glo XIX. Aun hoy, algunas de sus novelas figuran entre los clásicos sonajes de vitalidad índiseutida' y de crear cuadros de época que
de la literatura juvenil. Obras: L a d a m a d e l la g o , E l a n tic u a rio , son casi documentos.
Iv a n h o e , G u y M a n n e rin g , L u c fa d e L a m m e rm o o r,
204 Las voces de la novela tndice de narradores citados 205
Sterne, Lawrence (1713-1768). Escritor irlandés. Sus 9bras, mundos Llosa maneja en ambas diferentes técnicas narrativas (omniscien-
caóticos, desordenados y heterogéneos, mezclan pensamientos, sen. cia, diálogo directo, fluir de la conciencia, monólogos) para mos-
saciones y fantasía con ajustado humorismo, no desprovisto de trar mundos contradictorios en una visión multiplicada y frag·
ironía. Su técnica narrativa, tan poco ajustada a lo tradicional, mentada de la realidad. Publicó un volumen de cuento, Los jefes.
a juicio de algunos críticos, influyó notablemente en Virginia Woolf, Virginia (1882-1941). Novelista inglesa cuyas obras, junto con
Woolf, James Joyce y otros narradores contemporáneos. Obras: las de Joyce, Lawrence . y Huxley, representan cambios fundamen-
Vida y opiniones de Tristram Shandy, Viaje sentimental, Diario tales en la narrativa de la primera mitad del siglo. A su primera
para Eliza.
novela (Noche y dial, tradicional en la técnica, le siguieron Iacob's
Turguéniev, Ivan (1818-1883). Narrador. y dramaturgo ruso. A su -pri- room (La habitación de lacobo) y Mrs. Dalloway, en las cuales
mer éxito, Memorias de "un cazador, volumen que reunía relatos se manifiestan claramente sus intenciones renovadoras y la nece-
ya publicados en revistas, 'le siguieron varias novelas'(Rudin, Nido sidad de experimentar nuevas técnicas como el monólogo interior,
de nobles, En la víspera, Padres e hijos, Humo, Tierrasvlrgenes) el libre fluir de la conciencia y la fragmentación del relato. Otras
y cuentos (Primer amor, El perro, Aguas de primavera, El reloj) obras: Orlando, Al faro, Las olas.
q u e conservan características peculiares de su autor: están com-
Zola, Emile (1840-1902). Novelista francés, reconocido como el jefe
puestos con riguroso cuidado, sus tramas son sencillas y reflejan de la escuela naturalista. Admirador de Taine y Claude Bernard,
aspectos, ideas, movimientos,de la agitada vida rusa, desde el puno quiso aplicar los procedimientos científicos a la literatura. El ciclo
to de vista de un espectador lejano. Entre sus obras teatrales cabe de novelas de los Rougon-Macquart.(histoire naturelle et sociale
citar El soltero, La provinciana, El pan ajeno, Un mes en el campo. d'une famille sous le second empire) intentaba demostrar la infa-
tinamuno, Miguel de (1864-1936). Filósofo, novelista y poeta espafiol, libilidad de las leyes de la herencia y la influencia del ambiente.
uno de los más destacados representantes de la generación del 98. En 1898 publicó su célebre I'accuse en defensa de Dreyfus, por 10
Abordó casi todos los géneros y sus obras se caracterizan Por la cual fue encarcelado. Obras: La alegria de vivir, Germinal, Nand,
erudición, la ímagínacíén y, sobre todo. por la intención poUtica La bestia humana.
y polémica. Escribió novelas (Paz en la guerra, La tia Tula, Tres
novelas ejemplares y un prólogo), ensayos (Del sentimiento trdgico
de la vida, La agonia del Cristianismo), poesías (Rosario de sone-
tos liricos, El Cristo de Veldzquez, Romancero del destierro).
Valera, Juan (1824-1905). Novelista y crítico literario español, Su vasta
cultura, enriquecida por interesantes viajes, se manifiesta en sus
numerosas obras. Como novelista prefiere los temas amorosos, que
le permiten realizar análisis psicológicos y estudiar el nacimiento
y desarrollo de los sentimientos (Pepita limmez, Las ilusiones del
doctor Faustino, Doña Luz, luanita la larga). Sus ensayos están
reunidos en dos volúmenes bajo el título lCJ1eralde Estudios de
critica literaria.
Vargas Llosa, Mario (n, 1936). Novelista peruano, u n a de las figuras
más destacadas de la narrativa hispanoamericana actual. Su pri.
mera novela, La ciudad y los perros, muestra la vida de los jóve-
nes estudiantes del internado Leoncio Prado; la segunda, La casa
verde, es la historia de un burdel de la ciudad de Piara. Varps
1NDICE DE NOMBRES PROPIOS

Alain, 151. Bombal, S., 62.


Alazraki, J., 14. Borges, J. L . , 14, 39, 50, 62, 157.
Albéres, R.-M., 124, 148. Bosch, J., 28.
Allem, M., 45. :Bourget, P., lO, lOO, 157.
Allott, M., lO, 132, 370, 169. ,Breughel, 28.
Amorós, A., 169. Briante, M., 28.
Antín, M., 144.
Brod, M . , 61.
Aristóteles, 70. Browning, R., 101.
Arlt, R. 44.
Butor, M., lO, 12, 33, 60, 77, 104,
Ayala, F., 153, 156, 160. lOS, 142, 152.

Balzac, H. de, 11, 15, 34, 35, 36, 46,


Caillois, R., 154.
47, 48, 62, 66, 67, 70, 74, 75, 76,
Cain, J. M., 27.
83, 84, 86, 96, 97, 116, 146, 147, 155.
Camus, A., 58, 77, 92, 125, 127, 146,
Baquero Goyanes, M., 169.
159.
Bardeche, M., 75, 84.
Carlomagno, 150.
Barrier, M.-G., 58, 122, 123.
Barriere, P., 35. Castagnino, R. H., 14, 169.
Castellet, J. M., 169.
Barthes, R., 13 35, 51, 62, 63, 71, 93,
153,169. Castex, P.-G., 128.
Bécquer, G. A., 117, 118. Cela, C. J., 59, 61, 62, 89, 91, 92, 97,
125, 128.
Benveniste, B., 13, 153, 169.
Bernanos, G., 76. Cervantes, M. de, 21, 61, 117.
Beyle, H., 84. Cézanne, 28.
Blanchot, M., 60, 148, 151, 154, 158, Cicerón, 156.
161, 163, 169. Compton-Burnett, L , 137.
BUn, G., 34, 78, 169. Conrad, J., 74, 79, 81, 97.
Boccaccio, G., 59. Constant, B., 156.
LAS VOCES. - 14
el

20S
Cortázar, J., 11, 46, 94, 129.
Las voces de la novela
Franee, A., 10.
lndice de nombres propios
Jaloux,78. Michaud, Guy, 36.

Cromberg J. E., 144. Frank, A., 61, 159. James, H., 26, 39, 44, 70, 72, 74, T I, Miehaud, Ré¡is, 78.
Fromentin, E., 43. 78, 79, 80, 100, 137, 145. Miehelet, 17.
Fuentes, C., 26. Jean, Georges, 33, 169. Mirbeau, O., .45, 115.
Chandler, R., n, 85. Jolles, A., 94. Montesquieu, 41.
Chasles, Ph., 64. Joyee, J., 10, 101, 1 0 2 , 1 0 6 .
Galsworthy, J., 78. Monther1ant, H. de, 132.
Chejov, A., 115. Moravia, A., 123.
Gauguin, 28.
Christie, A., 94. Kafka, F., 25, 60, 125, 126, 158.
Genette; G., 9, 29, 70 149, 152, 169. Morillon, V., ~, 47.
Kayser, W.,13, 22, 32, 33, 68, 70, 71, Morrissette, B., 29.
Gershman, H. S., 10.
Dane, C., 78. 136, 139, 142, 169. Moyano, J. A., 82.
Gide, A., 21, 35, 79, 82, 84, 86, 136,
Denevi, M., 16. Kerouac, J., 145. Mujiea Láínez, M., 48, 65, 113, 129.
158.
Derrida, J., 11, 19. Koestler, A., 125, 126.
Giotto, 28.
Kristeva, J., 62. Napoleón, 13.
Diderot, 35. Goethe, 156, 157.
Dos Passos, J., 11, 24, 25, 28, 30, Goya,28. LacIos, Ch. de,' 42, 54.
76, 103. Grau, J., 133. Lagerqvist, P., 68, 125. O1aso, E. de, 157.
Dostoievski, F., 93, 101. Green, J., 76. Lanson, G., 150, 158. Ortega y Gasset, J., 10.
Drake, B., 49, 51. Greene, G., 125. Larbaud, V., 101, 105.
Du Bos, Ch., 132. Guareschí, R., 28. Leibnit2:, 76. Pariente, J.-C., 123.
Dufre~me, M., 129, 151. Guilleragues, 41. .Lévl-Strauss, C., 19. Pérez Galdós, B., 41.
Dujardín, E., 101, 102, lOS, 106. Güiraldes, R., 139. López Cruz, F., 82. Picon, G., 22, 65, 137, 152, 170.
Durrell, L., 73, 96, 98, 99, 115. Lord Rhoone,46, 47. Pingaud, B., 27, 32, 142.
Hamete, Cide, 56, 61, 73. Lubbock, P., 29, 78, 169. Pirandello, 133.
Eekerman, 156. Hammett, D., 27, 76, 8S. Luppé, R. de, 90. Pizarro, N., 170.
Hauser, 163. Platón, 70.
Eco, U . ; 169.
Hawthome, N., 156. Maepherson, J., 60, 61. Plírnpton, G., 28.
Escarpit, R., 159.
Hemingway, E., 24, T I, 2 8 . Magny, C.-E., 10, 11, 14, 18, 24, 25, Potocki, J., 49.
Hemández, J., 134. 28, 29, 31, 84, 146, 154, 169. Pouillon, J., 23, 28, 29, 33, 170.
Fages, J. B., 14. Pritehett, V. S., 160.
Hoffman, F. J., 31. Malraux, A., 125.
Faulkner, W., 31, 80, 84, 97, 101, Propp, V., 170.
Holmes, S., 165. Mareehal, L., 156.
146. Proust, M . , 15, 25, 26, 65, 66, 88,
Howlett, J., 30. Marías, J., 15.
Faye, J.-P., 66. 101, 111, 112, 125, 136, 139, 161,
Hugo, V., 70, 156. Marivaux, 35, 45, 67, 138, 140.
Femández, R., 85. 162, 163.
Humphrey, R., 100, 102, 169. Martineau, H . , 83.
Fielding, H., 156.
Huxley, A., 68. Martínez Bonati, F., 18, 60, 62, 71,
Fiteh, B. T., 121.
Hytier, 132. 153, 170. Quevedo, 156.
Fitzgerald, F. S., 145.
Maupassant, G. de, 76. Ouíroga, E., 48.
Flaubert, G., 76, 138.
Ilie, P., 98. Mauriae, F., 27, 66, 88, 146, 155.
Focíllon, H., 10.
Meredith, G., 78, 101. Raimond, M., 29, 51, 71, 73, 76. 79,
Forster, E. M " 69, 169.
Mérimée, .P., 43, 49, 53, 68, 78, 84, 88, lOO, 101, 102, lOS, 132, 136, 170.
Foscolo, H., 59, 116. lakobson, R., st, 69, 153, 163, 164,
103, 113. Ranke, 75.
Francastel, P., 149. 165, 166, 169.
210 Las voces de la novela

Reyes, A., 151. Sterne, L., 35, 52, 156.


Richardson, D., 101, 102.
Tadié, 1.· Y., 14, 22.·
Richardson, S., 40; 136. Taine,36.
Rivera¡ 1. B., 115.
Thibaudet, A., 132, ISO, 170.
Robbe-Grillet, A., 25, 30, 64, 72, 83,
Tintoretto, 28.
95, 131.
Todorov, T., 18, 29, 33, 36, 40, 58,
Roland, 144. . 61, 69, 89, 93, 94, 118, 153, 1'10•.
Rousset, 1., ti, 20,22, 36,40,41,42, Tomac:hevski, B., 160. 1NDICE GENERAL
63, 138, 1'10. Torre, G. de, 70.
Rubens, B. F., 56. Toynbee, 75.
Tur¡ueniev, '11:
PRÓLOGO •.••.•••.•.••.•
Sábato, B., 68- Unamuno, 133, 157.
Sade,I52.
Saint-Aubain, 46, 47. Valera, J., 48, 70.
l.-Introducción . 21
Saínte-Beuve, 43, 45, 116, 155, 158. Valéry, P., T I. Novela y drama. Instancias del relato. La voz del na-
Saint-Exupéry, A. de, 125, 129. Van Gogh, V., 28. rrador. Conciencia narradora y persona gramatical.
Sale, R., 10. Vargas Llosa, M., 108, 109, 111, 112. Mirada, conciencia y voz. Omnisciencia y punto de vis-
Sand, G., 115, 156. Viellerglé, 46. ta. Behaviorismo. Nouveau romano Visión y registro.
Vigny, A. de, 57. La narración que se narra.
Sarraute, N., 90, 91.
Sartre, J.-P., 25, u , 37, 61, T I, 9 0 , Vossler, 82.
95, 103, 125, 170.
n.-Autor y fautor ... ... ... ... 34
Scott, W., 46, 47. Warren, A., 170. El autor relator. Autor y narrador. La subjetividad del
Senancour, 45, 116. Wellek, R., 170. autor. Convención literaria de la novela. L á intrusión
Sévigné, Mme. de, 156. Withwortb, K. B., 10. del autor. El autor-transcriptor. Novela y ficción. 1.
Woolf, V., 74, 78, 101. Exclusión del autor. a) Objetividad. Grados de impar-
Sinclair, May, 78.
cialidad. La novela epistolar. Sus modalidades. Su
Sollers, Ph., 149.
ejemplaridad teorética. Los relatos enmarcados. Las

,
Souriau, E., 103, 149, 167. Ynduráln, F., 72. novelas del 'editor'. El caso de Balzac. b) Verosimili-
Stacl, Mme. de., 9, 10, 40, 53. tud. Indicios de credibilidad. Código narrativo. 2.' In-
Steinbeck, 1., 90. Zamora Vicente, A., 91, 92. tervención del autor. Grados. La 'intrusión' del lector.
Stendhal,16, 53, 76, 78, 83, 96, 156, Zéraffa, M., 11, 132, 170. Perspectivas de la novela de transcripción. Verosimi-
157. Zota, E., 76. litud y convención.
.~

1I1.-EI narrador ... ... 64


1. Saber y contar ... 64
Saber y contar. La informaci6n. La voz del narrador
como eje de la novela. Misión del narrador. Superpo-
sición de narrador y personaje. El diálogo. Carácter
212 Las voces de la novela Indice general 213
P á g s.
¡ttf s.
ficticio del narrador. Relación de conocimiento entre V.-El personaje . 131
narrador y personajes: omnisciencia, equisciencia, de-
ficiencia. 1. Narrador fuera de la historia. a) Omnis- El personaje como tema y como técnica. Emancipa.
ciencia. Crisis y rechazo. Realismo y realismo subjc- ción. Voces a través de voces. Martín Fierro. Estilo
tÍ\'O. b)Equisciencia. Inter-mirada de los personajes. directo, indirecto, indirecto libre. El diálogo. La mar.
Visión y emisión. El estilo indirecto libre. Ejemplos de ca del narrador. Las novelas del 'doble registro'. Don
Faulkner y Conrad. c) Deficiencia. Limitación del na- Segundo Sombra. Angulos de enfoque: narrador-per-
rrador: luz, oscuridad y claroscuro; Behaviorismo. 2. sonaje 'principal, secundario, testigo. Personajes his-
Narrador dentro de la historia. a) Imposibilidad de tóricos y ficticios. El retorno de los personajes.
omnisciencia del narrador-personaje. b) Equiscicncia :
realización del punto de vista. Ventajas y desventajas. VI.-El destinatario . 148
e) Exclusión de la deficiencia de información. ,.
Escritura y lectura. El público. Qué es leer. El lector
de la obra. El lector en la obra. El lector como tér-
2. Reconsideracióny variaciones ... .., .,. 87 mino de la comunicación. El destinatario: teatro, cine
Reconsideracíón de los casos a y c: su realidad. Pero y novela. La narración: destinatario interno (ficticio
sonaje-narrador: desajuste de información entre uno o verdadero) y externo (definido o no). Desplazamien-
y otro. El personaje-narrador de Proust. Psicología y tos. El destinatario y los géneros. Para quién se escri-
expresión. Los casos de El extranjero y La familia de be. Simbiosis de autor y lector. Diversidad de registro.
Pascual Duarte. Visión y lenguaje. Dialéctica y praxis Proust, la lectura y el 'libro'. La lectura y los códigos.
de las teorías y manifiestos. La visión estereoscópica,
Cuasi-omnisciencia de la visión prismática. Ubicuidad
y simultaneidad. La colmena y El cuarteto de Alejan- APOSTILLAS •.• ••• ••• ••• ••• ••• ••• ••• ••• ••• .•• ••• .•• ••• 169
dría. El monólogo interior. Caracterización. Funciones.
Modalidades. Ulises y El sonido y la furia. La relación BIBLIOGRAFíA B,(SICA ••••••••••••••.••••••••••••••• 173
narrador-personaje en el monólogo interior. Finalidad
y contradicciones. Variaciones. Visión interna o exter- 1NDICE DE NOVELAS Y RELATOS CITADOS •..•.••••••• 177
na del narrador sobre el personaje. Conocimiento má-
ximo y mínimo en la relación equisciente. Multiplica- :tNDICB DE NARRADORES CITADOS •.. ••• ••• ••• 185
ción de la voz narradora. El ejemplo de La ciudad y
los perros.
:tNDICB DE NOMBRES PROPIOS ...•••...•.••.• 207
IV.-La voz y la letra 113
Numenicidad y fenomenicidad de la escritura, Saber,
decir y escribir. Circunstancias y precisiones de la es-
critura. Coherencia o desajuste. Las Memo.rias de un
pavo (Bécquer) y El extraniero (Camus). Los momen-
tos de escritura. Memoria, diario, epistolario. Las no-
velas de 'proceso'. La palabra impracticable.

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