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MATERIA: II.

3 “Derecho a la Participación”

GUÍA CONCEPTUAL

Elaborada por: Raymundo Martínez Fernández

Introducción

A continuación se le presenta la guía conceptual correspondiente a la materia:


“Derecho a la participación”, en la cual usted encontrará la exposición de los
conceptos claves que se desarrollarán en cada una de las unidades de
aprendizaje correspondientes a la estructura de contenidos de esta materia.

Esta guía es de suma importancia, le ayudará a identificar los puntos clave que
permitirán organizar conceptualmente las ideas que se encontrarán en las lecturas
básicas. Dichas lecturas enriquecerán a su vez las ideas clave expuestas en esta
guía, lo que le permitirá desarrollar de manera adecuada las actividades
programadas.

Las secciones de la presente guía corresponden a las temáticas de las unidades


en que se divide la materia.

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Participación en general, participación política y participación ciudadana

Como sea que se defina la participación en general, siempre están implícitas las
siguientes características:

 Actuar por iniciativa propia, es decir, lo contrario a la pasividad o la mera


reactividad.
 Se actúa junto con otras personas, generalmente en condiciones similares
o de igualdad.
 La actividad está orientada a un objetivo común.
 La actividad está orientada a influir en el curso de un asunto.

Precisamente por el carácter colectivo de la acción frecuentemente las normativas


nacionales tienden a regular la participación de los ciudadanos. Esto quiere decir
que no es enfocada en estos casos como un derecho.

Desde el punto de vista de los derechos humanos, la participación reconocida


como derecho es lo que podemos denominar como participación política,
entendida como derecho a participar en los asuntos públicos. Su formulación
escrita la encontramos en los principales instrumentos internacionales de
derechos humanos, tanto en el sistema universal como en el interamericano.

En la Declaración Universal de los Derechos Humanos, su artículo 21 establece


que:

1. Toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de su país, directamente


o por medio de representantes libremente escogidos.
2. Toda persona tiene el derecho de acceso, en condiciones de igualdad, a las
funciones públicas de su país.
3. La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público; esta
voluntad se expresará mediante elecciones auténticas, que habrán de celebrarse

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periódicamente, por sufragio universal e igual y por voto secreto u otro
procedimiento equivalente que garantice la libertad del voto.

Por su parte, la Declaración Americana sobre Deberes y Derechos del Hombre, en


su artículo XX establece que:

Toda persona, legalmente capacitada, tiene derecho de tomar parte en el gobierno


de su país, directamente o por medio de sus representantes, y de participar en las
elecciones populares, que serán de voto secreto, genuinas, periódicas y libres.

Los tratados propiamente tales que abordan el tema del derecho de participación
política, incluye en el sistema universal el Pacto Internacional de los Derechos
Civiles y Políticos; en su artículo 25 establece que:

Todos los ciudadanos gozarán, sin ninguna de las distinciones mencionadas en el


artículo 2, y sin restricciones indebidas, de los siguientes derechos y
oportunidades: a) Participar en la dirección de los asuntos públicos, directamente o
por medio de representantes libremente elegidos; b) Votar y ser elegidos en
elecciones periódicas, auténticas, realizadas por sufragio universal e igual y por
voto secreto que garantice la libre expresión de la voluntad de los electores; c)
Tener acceso, en condiciones generales de igualdad, a las funciones públicas de
su país.

En tanto en el sistema interamericano, la Convención Americana sobre Derechos


Humanos, en su artículo 23, titulado, derechos políticos, establece que:

1. Todos los ciudadanos deben gozar de los siguientes derechos y oportunidades:


a) de participar en la dirección de los asuntos públicos, directamente o por medio
de representantes libremente elegidos; b) de votar y ser elegidos en elecciones
periódicas auténticas, realizadas por sufragio universal e igual y por voto secreto
que garantice la libre expresión de la voluntad de los electores; y c) de tener
acceso, en condiciones generales de igualdad, a las funciones públicas de su país.

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2. La ley puede reglamentar el ejercicio de los derechos y oportunidades a que se
refiere el inciso anterior, exclusivamente por razones de edad, nacionalidad,
residencia, idioma, instrucción, capacidad civil o mental, o condena, por juez
competente, en proceso penal.

La anterior caracterización del derecho a la participación política o en los asuntos


públicos corresponde a lo que comúnmente se denomina “democracia
representativa”. La principal característica en dicho sistema político consiste en
que el ejercicio efectivo para influir en los asuntos públicos se da a través de
representantes de los ciudadanos. Los aspectos que incluye dicho derecho, a
pesar de las variantes en la formulación, son básicamente:

 Acceso igualitario a la función pública y gobierno del país.


 Ejercicio de dicho acceso directamente o a través de representantes.
 Elección de los representantes mediante voto libre y efectivo.
 Poder ser elegido por voto a la función pública.

En un caso se mencionan explícitamente las limitaciones a este derecho, algunas


de ellas por lo demás explicables: “edad, nacionalidad, residencia, idioma,
instrucción, capacidad civil o mental, o condena, por juez competente, en proceso
penal”.

Lo que hay que destacar es que a pesar de que en principio todo ciudadano de un
estado puede acceder a la función pública, solamente una pequeña fracción lo
hace efectivamente. Para la mayoría de la ciudadanía el acceso es “indirecto”, es
decir, sólo a través de representantes. El derecho a la participación como parte de
los derechos humanos reconocidos en los instrumentos internacionales está
enmarcado en y limitado al sistema político de representación.

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Es claro el problema a que conduce la separación entre un pequeño número de
representantes frente a un inmenso número de representados: la escisión entre
unos y otros.

Una de las transformaciones políticas características de las últimas décadas en las


sociedades en donde existen sistemas de representación política o “democracia
representativa” es el creciente “desencanto” de los ciudadanos frente a sus
representantes formales en las instituciones políticas, así como frente a los
sistemas tradicionales de participación política, en particular los partidos políticos.

En este sistema los partidos políticos, como organizaciones destinadas a postular


candidatos para acceder a los cargos de representación popular, han tenido el
monopolio de la representación y el acceso efectivo al ejercicio del poder público.
Sin embargo, cada vez se hacen más patentes vicios en el ejercicio de la
representación, como la corrupción o la atención preferente de los grandes
intereses económicos en el ejercicio de la función pública, tanto al interior de los
entes públicos como de los partidos políticos, en lugar de atender el interés
general al que supuestamente representan, por lo que a la vista de muchos
ciudadanos han ido perdiendo legitimidad como intermediarios sociales.

En un extremo del espectro político, una de las respuestas puede ser el rechazo
del mencionado sistema de representación, que puede ir desde la desobediencia
civil a la rebelión. En otro extremo, la respuesta pude ser la indiferencia política y
el alejamiento de toda participación, una de cuyas manifestaciones más frecuentes
es la abstención electoral. La participación ciudadana se ubica entre ambos
extremos. El enfoque del derecho a la participación implica el reconocimiento de la
autoridad constituida. Considera que los sistemas de representación existentes
son insuficientes para garantizar la prevalencia del interés general, por lo que es
necesario complementar las formas tradicionales de representación con otras
formas de participación que garanticen, aun de modo puntual o restringido, la
influencia directa del ciudadano en la gestión de los asuntos públicos.

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Ello ha conducido a la búsqueda de medios de participación que, dentro del marco
institucional existente, amplíen, complementen y potencien la influencia ciudadana
en la toma de decisiones que los afectan. Se ha llegado a plantear que esto
representa formas de “democracia participativa”.

Lo que es específico de la participación ciudadana es que, además de las


características de la participación en general en asuntos de la sociedad y la
comunidad (como sería el caso de asociaciones filantrópicas, clubs deportivos,
sociedades de ayuda mutua, etc.), está orientada a influir en la marcha de los
asuntos públicos, en complemento de la acción gubernamental.

Existen otras formas de “participación” que no deben confundirse con participación


ciudadana, aunque se les incluya frecuentemente en ese rubro, posiblemente por
estar asociadas a la gestión pública, pero que se enmarcan en el sistema
representativo tradicional: atención ciudadana, buzones de quejas, derechos de
petición, consultas sin derecho a voto, solicitudes de información pública, rendición
de informes de los funcionarios, etc.

La participación ciudadana como derecho

Desde un punto de vista de derechos humanos, la participación es un derecho del


ciudadano y un deber del Estado garantizarlo. La participación como derecho no
debe estar sujeta a la contraprestación de una obligación. Incluso cuando el
Estado crea condiciones para su realización, ello no debe interpretarse en el
sentido de que se trata de requisitos o condicionantes para su ejercicio efectivo.

Asimismo, el Estado debe incluso fomentar la participación ciudadana, pero no


exigirla ni condicionarla. La ciudadanía contribuye con su participación al bienestar
social, pero no debe sustituir las responsabilidades del Estado. También en este
sentido no debe interpretarse como un mecanismo para hacer más eficiente la

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administración pública, sino para hacer más efectivo el derecho de los ciudadanos
a influir en los asuntos públicos.

La necesidad de ampliar el campo de la participación en los asuntos públicos ha


llevado a multiplicar los espacios de influencia y los mecanismos de participación.
Los partidos políticos han tenido que compartir el espectro político con
organizaciones sociales y ciudadanos en lo particular, que buscan ejercer la
participación de manera directa para incidir en la dirección de los asuntos públicos
mediante la colaboración y el control de la actividad de los órganos públicos.

El reconocimiento de nuevas formas de participación como derecho humano tiene,


entonces, implicaciones de orden social, político y jurídico. Involucra la aparición
de nuevos mecanismos reconocidos de participación, nuevas formas de relación
sociedad-estado, nuevas formas de fundamentación jurídica y nuevas rutas para
acceder a mecanismos de protección.

Desde la perspectiva de derechos humanos, la participación política en general


puede considerarse como un tipo de derecho autónomo, diferente de los otros
tipos de derechos, y que por lo tanto otorga facultades y protecciones propias. Sin
embargo, en su especificidad se encuentra restringido en los instrumentos
internacionales de derechos humanos al ámbito del sistema de representación
política. La participación ciudadana debería formar parte de dicho sistema y no ser
sólo a una categoría conceptual que agrupa ciertos derechos. Debe ser un
derecho con contenido propio diferenciable de otros derechos.

Sin embargo, en razón de la limitación de las características específicas del


derecho a la participación reconocidas explícitamente en los instrumentos de
derechos humanos, para poder tratar específicamente la participación ciudadana
debemos considerar otros derechos asociados que permitirán ampliar el campo de
la participación política. Entre diversos derechos posibles podemos mencionar:

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 Libertad de conciencia, expresión del pensamiento y opinión.
 Libertad de reunión.
 Libertad de asociación.
 Libertad de manifestación.

Igualmente se puede recurrir al principio de no discriminación. También, el Estado


debe cumplir con su obligación de hacer efectivo los derechos, entre otras formas,
mediante la adecuada asignación de recursos públicos de todo tipo: materiales,
humanos y financieros.

En cuanto a los límites del ejercicio de la participación ciudadana, de acuerdo con


la normativa internacional, sólo puede esgrimirse, aparte de los de edad,
nacionalidad, etc., el que no se vulneren derechos de terceros.

Mecanismos de la participación ciudadana

En cuanto a los medios o mecanismos de la participación ciudadana, éstos


pueden ser muy diversos. Muchos de los mecanismos mencionados en la
literatura son caracterizados como necesariamente vinculados a experiencias
locales, pero también hay de carácter general o nacional. No debe haber una lista
“definitiva”. Lo importante es que sus resultados deberán tener un carácter
vinculante. Entre otros mecanismos podemos mencionar.

 Referendos o plebiscitos. Consiste en actos donde se someten a votación


leyes o decisiones administrativas específicas, para su ratificación por parte
del pueblo o ciudadanía. Pueden ser de diversos tipos: aprobatorios.
revocatorios, facultativos, etc.
 Revocación de mandato: Se refiere a la capacidad de decidir la terminación
del mandato de una autoridad que ha sido elegida antes del término del
mismo.

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 Consultas o sufragios populares. Se trata de procesos de deliberación
pública para toma de decisiones.
 Iniciativa popular. Se trata de la promoción y admisión formal para su
deliberación, por los órganos correspondientes, de una propuesta de
norma, principalmente. Puede ser legislativa, constitucional, constituyente,
etc.
 Cabildo abierto. Asambleas populares locales para tratar y decidir asuntos
de importancia pública local, generalmente convocadas por el propio
gobierno municipal.
 Consejos consultivos o ciudadanos con capacidad de decisión.
 Presupuestos participativos.
 Participación en procesos electorales al margen del sistema oficial de
partidos políticos.

Dentro del tema de la participación ciudadana se encuentra la temática del papel


que juegan las llamadas organizaciones de la sociedad civil (OSC) organizada. En
general debemos pensar en la actuación de todos los agentes no estatales,
excluyendo también a los ligados a los grandes grupos económicos poderosos.

Son diferentes las opiniones sobre el papel de las llamadas OSC en el espectro de
la participación ciudadana. En muchos casos se destaca su papel como voz de
quienes no pueden expresarse políticamente de modo directo. También se habla
de que desempeñan un rol importante como agentes de control social. Igualmente,
aunque de modo generalmente implícito, se considera que asumen la
representación alternativa de la sociedad o de diversos sectores de la misma,
interpretación sostenida sobre todo por parte de algunas de estas mismas
organizaciones.

No cabe duda del muy importante papel de muchas OSC en la promoción y


defensa de diversos derechos. Por otra parte, ha sido el propio Estado el que al
menos en el discurso acepta su importancia y su participación en diversos

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procesos de discusión, vigilancia y control de la actuación gubernamental. Más
difícil es suscribir su representatividad social; generalmente pueden contar en el
mejor de los casos con el asentimiento de grupos muy pequeños, o la gestoría o
defensoría jurídica de unas pocas personas. Como sea, al hablar de
representación volvemos al punto de partida, es decir, la posibilidad de separación
entre potenciales representantes y representados.

También se dice que las organizaciones que participan generalmente no actúan


como representantes, sino como intermediarios y facilitadores de los procesos. Sin
embargo, en ocasiones la ley establece mecanismos específicos de participación
en los que se espera que los participantes representen de algún modo a la
sociedad o a determinados sectores.

A medida que se han multiplicado diversas iniciativas de participación ciudadana


cabe preguntarse también acerca de los retos y riesgos que ello representa: el reto
de proponer nuevas formas efectivas de incidir en política pública, pero también la
posibilidad que dicha participación se vea distorsionada, coartada o cooptada.

Ello ha introducido, entre otros, el tema de la rendición de cuentas dentro de las


organizaciones y grupos de participación. Se plantean preguntas como la de si al
buscar la democratización del Estado se debe también propugnar por una
sociedad o unas organizaciones también más democráticas.

Junto a la percepción generalmente positiva de organizaciones y grupos y de su


relevancia social han surgido algunas dudas, de las que se han hecho eco otros
sectores (algunos medios de comunicación, algunos políticos, dirigentes diversos,
etc.), destacando determinados escándalos o malas prácticas que se han
producido. Surgen preguntas como ¿quién controla a las OSC?, ¿cuál es su
legitimidad?

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A la par ha surgido una literatura creciente acerca de los modos en que las propias
OSC desarrollan mecanismos y métodos de rendición de cuentas propias de su
naturaleza. Está presente el tema de la legitimidad y de los criterios de la misma:
integridad de las personas que las componen, su tipo de servicios, los resultados
de su actividad, los informes que proporcionan (“transparencia”), vinculaciones con
la sociedad, autonomía de desempeño, grado de participación social, etc.

Mecanismos de protección

Los mecanismos de protección de la participación ciudadana como derecho


humano son los mismos que rigen el conjunto de derechos humanos. La
participación política en asuntos públicos corresponde al área de los llamados
derechos civiles y políticos. Toca a los órganos de los tratados supervisar que los
derechos sean cumplidos. En el sistema universal los derechos civiles y políticos
corresponden al Comité de Derechos Humanos de la ONU; en el sistema
interamericano todos los derechos son vigilados por la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos (CIDH) y la Corte Interamericana de Derechos Humanos
(CorteIDH).

El Comité de la ONU y la Comisión de la OEA pueden emitir observaciones


particulares a los estados en el sentido de enmendar determinadas violaciones de
derechos, a las cuales los estados deben responder. Sin embargo, hay que
señalar las limitaciones de estos mecanismos. Primero deben desahogarse todas
las instancias internas antes de recurrir a estos organismos, lo que
frecuentemente lleva mucho tiempo. Además, los estados firmantes o estados
parte deben responder a las observaciones, pero no tienen la obligación de
acatarlas. Sin embargo, hay que destacar que dichos órganos pueden recomendar
medidas cautelares, a fin de prevenir daños irreparables a los derechos humanos
en casos graves y urgentes. También la CIDH presenta casos ante la Corte
Interamericana y comparece ante la misma durante la tramitación y consideración
de los casos.

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Sólo el sistema interamericano tiene una instancia cuyas resoluciones tienen
obligatoriedad para los estados parte: la CorteIDH. Para ello deberán agotarse
previamente los recursos en la CIDH. Su objetivo es la aplicación e interpretación
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Para el cumplimiento de
dicho objetivo la Corte tiene dos funciones: una función jurisdiccional y una función
consultiva. Sus sentencias constituyen además jurisprudencia en la materia.

Experiencias de participación ciudadana

Al analizar experiencias particulares de participación ciudadana se ponen de


relieve muchos aspectos que no se aprecian en los textos generales sobre el
tema. Una buena conceptualización del tema nos da un mapa que nos delimita el
terreno sobre el cual trabajamos, así como los objetivos y principales criterios con
los cuales valorar las problemáticas particulares. Éstas en cambio enriquecen la
conceptualización y ayudan a analizar y valorar las nuevas experiencias con que
nos enfrentemos en el terreno al aplicar un modelo de participación ciudadana en
nuestro contexto particular.

Una de las principales experiencias de participación ciudadana, tal como se ha


definido en esta guía, se refiere al llamado presupuesto participativo. La idea, en
una versión más sistemática, surgió y fue aplicada primeramente en la ciudad
brasileña de Porto Alegre a iniciativa del partido recién llegado al poder local, el
Partido de los Trabajadores, desde fines de los años ochenta y principios de los
noventa. La idea principal se basa en la estructuración de al menos algunas áreas
del presupuesto con base en la demanda de la población. Empieza con la
priorización de las obras y servicios que defina la propia población. Para ello tiene
que desarrollarse un sistema de participación directa/representación que permita
la estructuración de las demandas y puntos de vista de los diversos grupos,
comunidades y personas que habitan en la ciudad. Esta estructuración se logra
con una delimitación territorial adecuada y sistemas de participación directa en los

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niveles territoriales más pequeños y representación directa en las discusiones y
deliberaciones a nivel de la ciudad. En el caso de Porto Alegre la definición de los
mecanismos de decisión no se dio sin problemas, fricciones, reestructuraciones,
etc., pero su permanencia incluso después de la llegada al poder de partidos
distintos del que lo impulsó habla de su éxito.

Entre las ventajas de esta figura de participación se mencionan el desarrollo de


toda una serie capacidades, tanto de la población como de las autoridades, en el
ejercicio de la política pública; también habla de un ejercicio de educación
ciudadana. Pero además la priorización de obras y servicios produce mayor
impacto en el bienestar de la población, y en este sentido genera una optimización
de recursos en función de los intereses de la misma. Hay una mayor eficiencia por
aplicación de recursos, que en una gestión burocrática frecuentemente se traduce
en subejercicios. Resulta ser un antídoto contra la corrupción en la medida en que
necesariamente los recursos operan con una mayor transparencia. Asimismo, crea
una mejor actitud al pago de impuestos, al ver que éstos regresan en forma de
beneficios palpables.

El presupuesto participativo no desplaza el papel de las autoridades que manejan


el presupuesto o que deciden sobre su aplicación. Generalmente la parte del
presupuesto que está destinada a ser asignada mediante esta forma de
participación se refiere al presupuesto local y a partidas relacionadas con
necesidades locales, como por ejemplo infraestructura urbana, educativa, de
recreación, etc. Además, las autoridades aportan elementos técnicos y
generalmente son los encargados de aplicar la parte del presupuesto
correspondiente conforme al proceso de definición del presupuesto participativo.

Los ensayos de presupuesto participativo se han multiplicado no sólo en el ámbito


latinoamericano sino incuso mundial. Los resultados han sido muy diversos. En
algunas ciudades no ha funcionado; en otras se ha aplicado de modo distinto al
modelo de Porto Alegre. En Europa se ha aplicado con un sentido distinto,

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principalmente con la idea sólo de hacer más eficiente la aplicación de los
recursos. Tal ha sido el éxito que incluso los organismos internacionales tienen su
propia versión de presupuesto participativo, generando documentes y manuales
sobre la temática; pero como es de esperar sus propósitos son completamente
distintos e incluso contrarios a la idea básica de la participación ciudadana,
principalmente con la idea de mejorar la “gobernabilidad”, es decir, con un enfoque
de las viejas instituciones representativas, para hacerlas más viables, no para
empoderar a los ciudadanos.

Otra de las experiencias pioneras de la participación ciudadana fue el modelo de


descentralización participativa desarrollado por la Intendencia de Montevideo,
Uruguay. Aquí el espectro de temas se amplía respecto del presupuesto
participativo, pero a la vez se enfoca principalmente en definir los aspectos de
mayor importancia, participando en su gestión. Aquí es particularmente central
definir la división territorial. En Montevideo se realizó una división en
circunscripciones más cercanas a la población. En ellas se eligen representantes.
Éstos tratan básicamente asuntos locales, entre los que destaca la infraestructura,
pero también abordan programas de beneficios locales inmediatos,
complementarios a los nacionales, para infancia y adolescencia, salud, medio
ambiente, etc. También en este caso fue importante la reglamentación por ley,
pero para ello se requirió previamente una discusión pública y una negociación
política con los partidos políticos de oposición y la apelación a la sociedad
precisamente para asegurar el carácter apartidista de las nuevas disposiciones, y
con ello la no oposición de los partidos.

Una experiencia más amplia de descentralización de las decisiones, también entre


las pioneras, se dio en la administración de la ciudad de Caracas. El punto de
partida fue un cambio constitucional promovido por el gobierno entrante en 1999.
Se creó la figura del Consejo Local de Planificación Pública, cuyas partes
constituyentes fueron gobierno municipal y comunidades organizadas en consejos
comunales. Las asambleas comunitarias se constituyeron como autoridad

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comunitaria e interlocutor ante cualquier otra autoridad. Sin embargo, dificultades
con funcionarios municipales llevaron a la vinculación de los consejos comunales
directamente con el Ejecutivo nacional, desde 2006. Las decisiones de la
asamblea comunitaria son vinculatorias para los consejos comunales; tienen
atribuciones para manejar presupuesto, que es de origen federal, y se aplica a
proyectos comunitarios de comunicación alternativa, educación, salud, cultura,
recreación, actividad física y deporte, socio-productivos, de vivienda y hábitat, de
infraestructura.

Una experiencia importante por la amplitud de sus alcances, aún dentro del plano
local, es la participación en la gestión municipal en la República Dominicana.
Destaca no sólo por la formalización del mecanismo por ley, sino sobre todo por la
amplitud de aspectos de participación ciudadana incluidos. Aún cuando se incluye
como uno de esos aspectos el “derecho de petición”, que es de carácter
meramente administrativo, se integran aspectos tan relevantes como el
referéndum municipal, el plebiscito municipal, el cabildo abierto y el presupuesto
participativo. Cabe resaltar de modo general que existe una muy cuidadosa
distribución de atribuciones entre las funciones federales y municipales, así como
entre los órganos ciudadanos y las autoridades municipales elegidas, así como en
los procedimientos para la iniciativa desde las comunidades, barrios o ciudadanos
para todos esos aspectos.

Una característica común de todas estas experiencias es que se iniciaron


originalmente por la iniciativa de un partido nuevo en el poder o desde la instancia
gubernamental. Aunque el tema está en discusión, al parecer un complemento
indispensable fue que la iniciativa gubernamental no tuvo un componente
partidista y sobre todo estuvo acompañada por una importante respuesta popular.
Esto podría ayudar a explicar por qué no en todos los casos en que se trató de
aplicar algún modelo de participación ciudadana se obtuvo éxito.

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Manuales y guías de la participación ciudadana

La creciente literatura sobre participación ciudadana ha producido diversos


manuales basados en la experiencia, algunos de los cuales se enfocan más en la
experiencia latinoamericana, orientados básicamente al empoderamiento
ciudadano, mientras que otros siguen los lineamientos europeos, centrados en la
gobernabilidad y la eficiencia, según esbozamos antes. Para esta materia se
tomará un ejemplo del primer tipo.

Resulta siempre complicado dar una serie de reglas para diseñar un proyecto de
participación ciudadana. Los manuales siempre deben ser considerados como un
conjunto de lineamientos cuya utilidad es sólo tener presente en mente algunos
aspectos que no deben ser olvidados en un principio, aunque después sean
adoptados, seleccionados, modificados, desechados, etc.

Entre las temáticas a abordar y sobre las cuales habrá que reflexionar, decidir y
definir, podemos mencionar:

Fase de diseño:

 Objetivos, programación, equipo de trabajo


 Diagnóstico de la situación; contexto
 Programación de actividades
 Equipo de trabajo

Desarrollo operativo:

 Ámbito de la participación: nacional, regional, local; dentro de éste, si se


trata de una ciudad grande, zonal o urbano.

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 Mecanismo(s) de participación: referéndum/plebiscito, revocación de
mandato, iniciativa popular, presupuesto participativo, cabildo abierto,
consejos consultivos ciudadanos, etc.
 Instrumentos de participación: asambleas, consultas, foros, etc.
 Reformas legislativas y designación de recursos
 Negociación política / cabildeo:
 Definición de los actores a participar
 Motivación

Evaluación y seguimiento:

 Sistema de información
 Diseño de evaluación
 Seguimiento

Para la materia, se revisarán algunas páginas de un manual de participación


ciudadana con una perspectiva latinoamericana, a fin de apoyar el ejercicio de
auto-reflexión de la propia experiencia o de alguna experiencia cercana de
participación ciudadana.

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