Buenos Aires, Argentina

Jueves 5 de mayo de 2022

AÑO LXXXVI Nº 104 TOMO LA LEY 2022-C ISSN: 0024-1636 - RNPI: 5074180

Doctrina

¿Robots creativos?
El derecho de autor en las obras artísticas creadas por IA
Elian Facundo Yorlano
Asesor Legal en la Dirección General de Asuntos Jurídicos de la Jefatura de Gabinete de Ministros de la Nación Argentina. Profesor invitado del Seminario de Grado “La Inteligencia
Artificial frente al Derecho” (UNLP). Investigador y autor de distintos artículos sobre Derecho e Inteligencia Artificial.

SUMARIO: I. Introducción.— II. Conceptos sobre un clásico derecho de autor.— III. La disrupción de la IA en la totalidad de lo cotidiano.— IV. ¿Quién es el autor
de lo creado por la IA?.— V. The Beatles, Shimon y la creatividad.— VI. Frida, AI-DA y el libre albedrío.— VII. El futuro de la propiedad intelectual en un mundo
de arte e IA.— VIII. Conclusiones.

I. Introducción
“La certidumbre de que todo está escri-
to nos anula o nos afantasma”, escribe Jor-
ge Luis Borges en uno de sus más famosos
escritos, “La Biblioteca de Babel”, donde
nos relata sobre una biblioteca donde “sus
anaqueles registran todas las posibles com-
binaciones de los veintitantos símbolos or-
tográficos (número, aunque vastísimo, no
infinito) o sea todo lo que es dable expresar:
en todos los idiomas” (1). Es curioso cómo
indica la “posibilidad” de la combinación y
no hace hincapié en su existencia. Lo exis-
tente nos limita y lo posible nos encuentra
ante infinitos potenciales panoramas. Y así,
se arriba al “arte”, en su sentido más amplio,
como aquello que se crea en un espacio
donde nada había. Lo que no existía, ahora
es posible a causa de la creación artística.
Y así lo han demostrado desde hace siglos
distintas personas que hemos considera-
do “artistas”: músicos, pintores, escultores,
poetas, bailarinas, actrices y actores. ¿Y por
qué los llamamos “artistas? Al fin y al cabo,
podrían ser con toda tranquilidad meros
roles sociales, espacios a llenar en una so-
ciedad que necesita oír música, visualizar
danzas que ocupen su ocio y métodos para
alienarse de lo rutinario de los oficios coti-
dianos.
Es allí donde nos adentramos en el sen-
tido de ser artista. Hay tantas definiciones
cuantas personas existen en el universo.
Sin embargo, a través de los tiempos se han
otorgado distintos parámetros para poder
resguardar a aquellos y darles protección
a sus creaciones, además de que puedan
ingresarlas al comercio y tener la posibili-
dad de sustentarse económicamente con
sus expresiones artísticas. El Derecho debe
brindar una defensa ante el posible corrom-
pimiento de los derechos de los autores,
como por ejemplo la “piratería”, que ha sido
Especial para La Ley. Derechos reservados (Ley 11.723)
(1) BORGES, J. L., “La biblioteca de Babel”, Bs. As.,
1941.
(2) NORAGUEDA, C. (26 ene. . 2020). HIpertextual.
hoy día naturalizada pero no deja de signifi-
car un menoscabo a aquel que pensó, inter-
pretó y plasmó una obra (musical, teatral,
lienzos, etc.).
II. Conceptos sobre un clásico derecho de
autor
Es de público conocimiento la famosa
obra de Bram Stoker de 1897, “Drácula”,
pero lo que quizás muchos ignoran es la
historia detrás de los derechos de autor
del escrito. Florence Balcombe fue la espo-
sa y administradora del legado literario de
Stoker, y también es conocida por ejercer su
herencia como albacea literaria y defender
los derechos de autor de la obra mencio-
nada, cuando en 1922, diez años después
del fallecimiento del “padre de Drácula”,
el director de cine Friedrich Wilhelm Mur-
nau estrenó la película “Nosferatu”, objeto
de juicio por la viuda, alegando que se ha-
bían violado los derechos de autor al copiar
aquella obra de su difunto esposo. Ganó el
juicio que había comenzado y los magistra-
dos ordenaron entregar a Balcombe cada
copia de “Nosferatu” a fin de evitar su re-
producción masiva. A través de filtraciones
y reediciones es que hoy día conocemos la
historia original. (2).
De este modo, podemos ver cómo desde
hace décadas (e incluso, como veremos,
mucho más) se ha implantado un derecho
de autor en nuestra sociedad y nuestras
regulaciones, el cual se enmarca dentro
de la propiedad intelectual. Los derechos
de propiedad intelectual protegen los in-
tereses de los inventores, investigadores
y creadores, para garantizarles la explo-
tación económica de sus creaciones y re-
sultados. Los titulares de estos derechos
pueden licenciar, vender o ceder los dere-
chos de sus creaciones. De esta forma se
recompensa la creatividad y el esfuerzo
Obtenido de hipertextual.com: https://hipertextual.
com/2020/01/nosferatu-florence-balcombe
(3) GARCÍA, E. (s.f.). “El derecho de autor en el derecho
romano”, Dialnet.
humano, estimulando el progreso de la
humanidad.
Siglos atrás, el pueblo romano ya empe-
zaba a dar esbozos de lo que serían nues-
tros modernos derechos en la temática. Por
ejemplo, la obra literaria (scriptura) sigue,
como la accesión, la suerte jurídica de la ma-
teria (un pergamino, por ejemplo). El dueño
material sobre el que se escribe se hace pro-
pietario de los caracteres de la escritura. En
otro ejemplo, la pintura (pictura), con base
en la specificatio, deviene propiedad del pin-
tor si es realizada sobre el material de otro,
pero la pintura sobre una pared será del pro-
pietario del edificio y es calificada, en caso
de reivindicatio, como un gasto suntuario
(impensae voluptuariae). (3). En fin, si bien
no existía un derecho de propiedad intelec-
tual como el de hoy en día, ni mucho menos
un derecho de autor como el actual, había
importantes antecedentes que permitirían
vislumbrar la protección actual de las for-
mas de expresión artística.
Ante un siglo XXI que se vio en su comien-
zo revolucionado por la irrupción del inter-
net, las computadoras, y la digitalización,
tan solo dos décadas después nos encontra-
mos ante una infinitud de nuevos dilemas y
expresiones de la tecnología, por medio del
fenómeno en boga llamado “Inteligencia Ar-
tificial”.
Columna de opinión
La habilitación de la vía recursiva
administrativa no es infinita
Carlos A. R. Stefanelli
Asesor Legal en la Dirección Nacional de Asuntos Jurídicos y Regulatorios del Ente
Nacional de Comunicaciones.
III. La disrupción de la IA en la totalidad de
lo cotidiano
La Inteligencia Artificial (IA) es un térmi-
no que actualmente ocupa páginas y capítu-
los enteros de los papers y revistas de inves-
tigación e innovación. De un modo por de-
más simplista podríamos definirla como la
combinación de algoritmos encaminados al
fin de crear máquinas que presenten las mis-
mas capacidades que el ser humano. De ahí
derivan tantos conceptos y desafíos lógicos,
filosóficos, y éticos: ¿la máquina puede ser
inteligente? ¿lo artificial podrá llegar alguna
vez a imitar a lo humano? ¿las inteligencias
artificiales serán las que predominen en un
mundo donde los “defectos” humanos como
el cansancio y el ocio obstruyen la máxima
capacidad productiva de un mundo emi-
nentemente capitalista? Ante todos estos
interrogantes, es difícil predecir hasta dón-
de llegará la evolución que pondera en estos
tópicos. No nos será extraño en pocos años
caminar junto a robots que realicen la lim-
pieza de nuestras ciudades ni tampoco será
una locura pensar en máquinas que diag-
nostiquen nuestras enfermedades (es más,
ya las hay), ni mucho menos resultará curio-
so que las inteligencias artificiales realicen
la mayoría de las actividades que en nuestra
contemporaneidad llevamos a cabo. Siendo
más específicos para el tema que nos atañe
en este artículo, hoy por hoy existen robots e
Véase el texto completo en p. 4

Nota a fallo CNCiv., sala H, 07/02/2022. - S., C. A. c. Sindicato de Cho- Jurisprudencia

feres de Camiones Obreros y Empleados y otros s/ daños y
Responsabilidad colectiva perjuicios. 6 Derecho a la salud
Manifestación de grupos de trabajadores. Agresión a per- Medicamentos. Certificado de discapacidad. Cobertura to-
sonal policial. Sindicato dividido en varios gremios. Estudio de la responsabilidad colectiva y anónima tal.
Franco Raschetti 7 CNFed. Civ. y Com., sala II, 31/03/2022. - G. A, I. c. OSDE s/
Amparo de salud. 12
CORREO
FRANQUEO A PAGAR
ARGENTINO

CENTRAL B CUENTA N° 10269F1

2 | Jueves 5 de mayo de 2022
inteligencias artificiales que se podrían con-
siderar “artistas”.
No se considera descabellado hoy día ad-
quirir un NFT creado por una IA en la Bloc-
kchain... palabras que no existían en nues-
tro léxico diario hasta hace poco tiempo. En
los periódicos digitales, podemos apreciar
noticias del estilo de “El laboratorio de in-
teligencia artificial Blockchain Fetch.ai ha
lanzado un nuevo mercado NFT para arte
generado por IA, que brinda a los usuarios
la capacidad de crear coleccionables digita-
les en un entorno colaborativo a través de la
tecnología de aprendizaje automático” (4).
Es decir, una inteligencia artificial (en térmi-
nos sencillos, un sistema/máquina) tendría
el potencial de producir un Token No Fungi-
ble, el cual puede introducirse al mercado en
forma de arte y ser comercializado como tal.
Inimaginable para nuestros clásicos retratis-
tas, que no conocían otro método que pasar
largas horas para que su trabajo se considere
aceptable y de valor para los demás.
En otro orden, encontramos también
piezas musicales enteras generadas por IA,
bandas sonoras de filmes cinematográficos
que son producidos por un sistema y que
luego un compositor anexa sus arreglos o le
otorga el visto final. El célebre compositor
Stephen Sondheim ha manifestado en al-
guna ocasión “Matemáticas y música están
íntimamente relacionados. No necesaria-
mente en un nivel consciente, pero seguro”,
y esto no es más que ratificar el proceso en
el que se involucran los algoritmos para ela-
borar armonías y melodías que agraden al
oído. Ahora bien, ¿tiene más valor lo creado
por aquel programador que se ha entrenado
y ha fabricado un sistema capaz de originar
una canción que ocupe el Nº 1 en las listas
de música globales, o aquella sinfonía de
Johannes Brahms que ha demorado vein-
tidós años en componer? (5). Ciertamente,
los términos de valor en el arte rara vez son
objetivos.
En términos legales, ¿quién es el creador
de estas expresiones artísticas enumeradas?
¿es posible crear una ficción jurídica donde
un robot sea el dueño del copyright de una
canción?; el desarrollador de un sistema,
¿puede percibir ventajas monetarias, porque
su creación comercializa obras de arte digi-
tales? Diferentes incógnitas se presentan en
razón de los enormes avances tecnológicos
de nuestra época.
IV. ¿Quién es el autor de lo creado por la IA?
La respuesta a esta pregunta no es nada
sencilla de responder. Por un lado, debido
a los vacíos legales que hoy día imperan en
estos temas. También, conexo a lo expuesto,
por razón de la carencia normativa, habrá
casi tantas réplicas a la pregunta como ex-
pertos en la materia. Lo que colaborará en
formar un criterio estructurado para poder
otorgar una respuesta que se podría acercar
a una ilusión objetiva, será repasar los acer-
camientos legislativos en el derecho compa-
rado internacional.
En los Estados Unidos de Norteamérica la
Oficina de Derechos de Autor ha declarado
que “registrará una obra original de autoría,
siempre que la obra haya sido creada por el
ser humano”. La declaración tiene aires de
completitud y a simple vista no se podría ob-
jetar aduciendo un “derecho de autor artifi-
cial”. En profundidad, esto es coherente con
parte de la jurisprudencia del mismo país,
dado que en el caso Feist Publications c. Ru-
ral Telephone Service Company (6) se especi-
fica que “el derecho de autor solo protege el
(4) BOURGI, S. (24 ago. 2021). Cointelegraph. Obte-
nido de https://es.cointelegraph.com/news/fetch-ai-
launches-nft-platform-for-ai-generated-art
(5) Classicfm. (s.f.). Obtenido de An epic first sym-
phony.
fruto del trabajo intelectual que se basa en el
poder creativo de la mente”.
En un caso más reciente, en Australia,
Acohs Pty Ltd c. Ucorp Pty Ltd, el tribunal
declaró que una obra generada con la inter-
vención de una computadora no podía estar
protegida por el derecho de autor, porque no
había sido producida por el ser humano (7).
Cambiando de continente, el Tribunal de
Justicia de la Unión Europea se ha pronun-
ciado en su histórica decisión Infopaq, adu-
ciendo que el derecho de autor solo se aplica
a las obras originales y que la originalidad
debe reflejar la “creación intelectual propia
del autor”. Por lo general esta expresión se
entiende en el sentido de que una obra ori-
ginal debe reflejar la personalidad del autor,
lo que significaría que debe haber un autor
humano para que exista una obra protegida
por el derecho de autor (8).
De manera distinta, la legislación británi-
ca sobre el derecho de autor, en el art. 9 inc. 3
de la Ley de Derecho de Autor, Diseños y Pa-
tentes, dispone “En el caso de una obra lite-
raria, dramática, musical o artística genera-
da por computadora, se considerará que el
autor es la persona que realiza los arreglos
necesarios para la creación de la obra”. Del
mismo modo, el art. 178 de la misma ley
define una obra generada por computado-
ra como aquella que “es generada por una
computadora en circunstancias tales que no
existe un autor humano de la obra”. La idea
subyacente a esta disposición es crear una
excepción para todos los requisitos de auto-
ría humana, al reconocer el trabajo que en-
traña la creación de un programa capaz de
generar obras, aunque la chispa creativa sur-
ja de la máquina.
La casuística reina hoy en día en la juris-
prudencia actual, en decisiones como Nova
Productions c. Mazooma Games de Inglate-
rra, donde el Tribunal de Apelación tuvo que
decidir sobre la autoría de un juego informá-
tico y declaró que la intervención del juga-
dor “no es de naturaleza artística y que este
no ha aportado ninguna habilidad ni labor
de tipo artístico”. Por lo tanto, una solución al
problema podría ser considerar la actuación
del usuario caso por caso (9).
En España, la legislación utilizada para dar
respuesta a estas cuestiones es el Real Decre-
to Legislativo 1/1996, por el que se aprueba
el texto refundido de la Ley de Propiedad
Intelectual. El contenido lo encontramos en
su art. 2, cuando indica que “La propiedad
intelectual está integrada por derechos de
carácter personal y patrimonial, que atribu-
yen al autor la plena disposición y el derecho
exclusivo a la explotación de la obra, sin más
limitaciones que las establecidas en la Ley”.
Por otro lado, el art. 5 expresa que se “consi-
dera autor a la persona natural que crea algu-
na obra literaria, artística o científica”.
Se creería entonces, que en estas últimas
legislaciones, las obras generadas por la IA
deberían tener derecho de autor atribuible a
la persona desarrolladora de dicha inteligen-
cia, y no a la inteligencia en sí misma. Esta
persona o personas naturales son quienes al
fin y al cabo en última instancia se encuen-
tran detrás de su creación. Un argumento
contrario a estas ideas sería el planteamien-
to de que las redes neuronales modernas
aprenden por su cuenta y muchas veces se
alejan de los parámetros iniciales introduci-
dos por sus creadores; sin embargo, no pa-
rece haber una línea de pensamiento única
en este sentido que logre separar completa-
mente al creador de la IA de la propia IA. Si
(6) Supreme Court of the United States 1881, “Feist Pu-
blications, INC. v Rural Telephone Service CO., Inc. 499
U.S. 340”.
(7) “Acohs Pty Ltd v. Ucorp Pty Ltd & Ors” (Federal
Court of Australia 27 de sept. . 2006).
quisiéramos otorgar derechos de autor a una
IA, primero deberíamos otorgarle persona-
lidad jurídica, para adjudicarle derechos y
obligaciones. El derecho de autor, por ejem-
plo, en el caso de la legislación española,
también conlleva decisiones, como las de su
art. 14 (“Decidir si su obra ha de ser divulga-
da y en qué forma; determinar si tal divul-
gación ha de hacerse con su nombre, bajo
seudónimo o signo, o anónimamente; exigir
reconocimiento de su condición de autor
de la obra, etc.”). ¿Cómo podría un sistema
decidir (es decir, tomar decisiones mora-
les y con valores) acerca de sus creaciones?
Estaríamos ya hablando de una conciencia
artificial, tema intrínsecamente complejo
que, en caso de que en algún futuro llegara a
desarrollarse, cambiaría (entre muchas otras
cosas) el derecho de autor en obras artísticas
generadas por IA, en su completitud.
En el año 2017, la Organización Mundial
de la Propiedad Intelectual (WIPO) emitió
un artículo escrito por Andrés Guadamuz,
donde explica que una característica im-
portante de la Inteligencia Artificial aplica-
da al arte es que “si bien los programadores
pueden establecer parámetros, el trabajo en
realidad es generado por el propio programa
de ordenador, denominado red neuronal, en
un proceso similar a los procesos de pensa-
miento de los humanos” (10). Sin embargo,
las leyes de propiedad intelectual y derechos
de autor ponen a la persona en el centro.
En cuanto al régimen legal argentino,
este mismo carece de normativa específica
en la materia, como la mayoría de los orde-
namientos, aunque podemos inferir dis-
tintas cuestiones a través de distintos pun-
tos dispersos en leyes, resoluciones y de-
cretos. La Constitución Nacional reza en su
art. 17 “...todo autor o inventor es propieta-
rio exclusivo de su obra, invento o descubri-
miento por el término que le acuerde...”; los
términos “autor” e “inventor” indicarían, a
primera vista, que solamente se considera la
posibilidad de que una persona de existen-
cia física pueda ser tal.
La legislación específica en materia de
Propiedad Intelectual, la ley 11.723, en su
art. 4º, especifica “Son titulares del derecho
de propiedad intelectual: a)  El autor de la
obra; b)  Sus herederos o derechohabien-
tes...”, dejándonos de manera explícita la
norma con la certeza de que se refiere a per-
sonas humanas, y sin la posibilidad de con-
siderar a la Inteligencia Artificial como crea-
dora de un objeto con propiedad intelectual.
Concuerda con esto mismo el siguiente ar-
tículo (5º) “La propiedad intelectual sobre
sus obras corresponde a los autores durante
su vida...”, la vida como concepto metafísico
es algo que hoy día solamente pertenece a
los seres humanos.
Ahora bien, nada quita que hoy día haya
desarrolladores argentinos que puedan
crear un algoritmo o sistema donde a través
de una serie de pasos, un programa, con me-
canismos de machine learning y deep lear-
ning, pueda generar piezas musicales. En
este caso, ¿a quién ampararía la ley?
Distintos interrogantes surgen ante cues-
tionamientos de este estilo, debido al gran
vacío legal que enfrentan nuestros cuadros
normativos: ¿cuándo entenderíamos que
una obra es generada por la IA y no por los
humanos a través de la IA? ¿deberíamos
otorgar derechos morales a las obras gene-
radas por IA?; si la IA crea una obra similar a
otra ya existente de titularidad de un tercero,
¿constituiría una infracción correspondien-
te a los mecanismos de redes neuronales del
(8) Tribunal de Justicia Europeo, “Infopaq Interna-
tional a/s v. Danske Dagblades Forening, C-5/08”,
16/07/2009).
(9) “Nova Productions v. Mazooma Games”, EWCA Civ
219 (2007).
sistema o cabría alguna responsabilidad al
desarrollador?
Se han propuesto por parte de la doctrina
varias soluciones para determinar en es-
tos casos quién sería el autor de la obra; sin
embargo, ninguna termina de satisfacer las
necesidades de hoy en día. Persisten las in-
compatibilidades con el marco regulatorio
del derecho de autor. Habría distintos tipos
de soluciones, según Lizarralde. La primera
solución sería negarles la protección del de-
recho de autor a todas las obras producidas
por robots. Los robots van a producir cada
vez más obras, por lo que se convertirán en
actores importantes a nivel global. Si ni los
programadores ni los usuarios, ni el propio
robot, pueden ser considerados autores, en-
tonces la obra quedaría huérfana, pasando a
formar parte del dominio público. Las obras
de dominio público pueden ser copiadas,
distribuidas, adaptadas, interpretadas y ex-
hibidas en público gratuitamente, como si
perteneciesen a todos. Esto no devendría en
una justa solución, ya que tanto los creado-
res del robot, como los usuarios y empresas
que los compran y utilizan, han invertido
grandes sumas de dinero en ellos. Si no ob-
tienen beneficio económico a cambio po-
drían dejar de tener incentivos para invertir,
con lo que se frenaría la investigación, desa-
rrollo e innovación en robótica. Sin embargo,
también hay quien defiende que esta posibi-
lidad es la que más beneficia todos los inte-
reses. La segunda solución sería atribuirle el
derecho de autor al propio robot. Si un robot
es completamente autónomo y produce una
obra protegible por el derecho de autor, so-
lamente este sistema podría reclamar dicho
derecho. Esta solución bajo el ordenamiento
jurídico actual de nuestro país pareciera no
tener respaldo. No obstante, en países como
Corea del Sur o Japón se están tomando ini-
ciativas para atribuirle derechos de autor a
los robots. Es un tema que ha sido no sola-
mente cuestionado desde el punto de vista
legal, sino también desde el punto de vista
moral. Además, ha sido debatido que, sien-
do uno de los objetivos del derecho de autor
dar incentivos al autor para generar la obra,
sería irracional atribuirle el derecho a un sis-
tema o a un robot que no necesita incentivo
alguno. También hay autores que se han pro-
nunciado expresamente en contra de esta
solución, pues sería atribuirle tanto la auto-
ría como la titularidad original del derecho a
una entidad que no tiene personalidad legal.
La tercera solución sería crear una ficción le-
gal y atribuirle los derechos sobre las obras o
bien al creador del sistema, o bien al usuario
que la utiliza. En la primera opción debemos
preguntarnos si realmente crear la máquina
significa también contribuir a la creación de
la obra final. En ambos casos lo problemáti-
co es que se estaría atribuyendo la titulari-
dad originaria a una persona que realmente
no es creadora de facto. Se trata de decidir si
es el robot el que ha creado la obra protegi-
ble o si, por el contrario, ha habido interven-
ción humana, aunque sea indirectamente,
y entonces la atribución del derecho sería
justificable. A favor de atribuirle la titulari-
dad originaria del derecho de autor al pro-
gramador está el argumento de que sin su
actividad la obra nunca hubiese existido, ya
que es él quien creó el robot. Aun siendo mí-
nima la contribución del usuario, se podría
considerar que asignarle el derecho de autor
a él le daría incentivos para seguir invirtien-
do en el desarrollo de la IA y así se seguirían
produciendo nuevas obras. La cuarta y últi-
ma solución, relacionada con la anterior, es
la de la autoría conjunta/ coautoría entre el
usuario y el programador. Si consideramos
que ambos han contribuido a la creación
de la obra final mediante la realización de
(10) GUADAMUZ, A., “La Inteligencia Artificial y el de-
recho de autor”, OMPI Revista, 2017.

diferentes tareas, esta para algunos autores
debería ser la mejor solución, puesto que no
dejaría a ninguno de los dos sin recompen-
sa por su inversión. Además, se ha llegado a
proponer que se considere también coautor
al robot. El problema es que para ser consi-
derado autor se requiere cierta “intenciona-
lidad” de contribuir en el resultado final de
la obra, requisito que los robots claramente
no pueden cumplir. Autores como Thimoty
Butler promueven esta solución, crear una
ficción legal y atribuirle el derecho a la per-
sona física, bien sea el usuario, el programa-
dor, o en coautoría. Argumenta que la pro-
blemática que se plantea en el derecho de
autor no versa únicamente sobre quién os-
tenta la titularidad originaria, sino de cómo
poder explotar la obra y así obtener todos los
beneficios que ello tiene no solo para el au-
tor, sino también para la sociedad (11). Para
ahondar en estas cuestiones de manera con-
creta, servirán de manifestación gráfica tres
situaciones resueltas en tribunales del mun-
do sobre estos tópicos:
- El caso Infosafe Systems: Acohs es una
empresa que se dedica a la producción de
fichas de datos de seguridad sobre produc-
tos químicos peligrosos. La empresa es pro-
pietaria de un software a través del cual se
ingresan los datos de productos químicos y
el sistema crea fichas técnicas particulares
para cada tipo de información. Cada ficha
técnica está basada en un código-fuente di-
ferente, escrito autónomamente por su sis-
tema de IA. Oportunamente, Acohs decidió
demandar a otra empresa, Ucorp, ante los
tribunales de Australia, para impedir que
esta última copie las fichas técnicas genera-
das por su sistema de IA, sobre la base de los
derechos de autor que la empresa alegaba
sobre el código-fuente de las fichas. Ahora
bien, Acohs decidió quitarle relevancia a la
IA en la generación de las fichas, argumen-
tando que era simplemente una herramien-
ta, todo esto con la finalidad de evitar que se
niegue la existencia efectiva de derechos de
autor por falta de inventor. De todos modos,
el tribunal entendió que Infosafe Systems
era más que una herramienta, y que la inter-
vención de los programadores de Acohs en
la generación del contenido de las fichas era
prácticamente nula, por lo que no se podía
hablar de una obra original, negando así la
existencia de derechos de autor sobre los có-
digos generados por el sistema de IA.
- El caso Dreamwriter: en China ocurrió
que a comienzos del año 2020 la empresa
Tencent decidió llevar a la empresa Shan-
ghai Yingxun Technology Company ante los
tribunales de Shenzhen en la provincia de
Guangdong por violación de sus derechos
de autor. El caso surgió, porque la parte de-
mandada había tomado un artículo perio-
dístico generado de forma autónoma por
el sistema de IA “Dreamwriter” (del cual ya
hemos hablado) y lo había subido a su sitio
web. Es ante estos hechos que el tribunal
chino decidió condenar a la parte deman-
dada por daños derivados de la violación
del copyright que Tencent tenía sobre la in-
formación generada por su sistema de IA.
Lo interesante es que el tribunal no entró en
detalle sobre el problema de la autoría, sino
que basó su decisión en el carácter razona-
ble, lógico y original de la obra generada por
la IA, siendo dichos caracteres suficientes
para justificar la existencia de derechos de
propiedad intelectual sobre las obras.
- El caso “DABUS”: DABUS es una red neu-
ronal artificial creada con el propósito de ge-
nerar inventos. En 2019 creó dos productos,
por un lado, un contenedor para alimentos
y, por el otro, una luz fractal para alertar en
situaciones de emergencia. Lo interesante
(11) LIZARRALDE, M. D., “Inteligencia Artificial y Ro-
bótica: los Nuevos Desafíos del Derecho de Propiedad In-
telectual”, Universidad de Salamanca, 2018.
(12) Technology, C. f. (s.f.). Shimon. Obtenido de ht-
es que su creador decidió patentar ambos
inventos, pero con una particularidad: en
vez de presentarse él como el inventor, de-
cidió desafiar a diversas oficinas de patentes
del planeta y solicitar una patente a nombre
de la IA, quien, a su entender, era el verda-
dero inventor de los productos. Tan así es
que presentó solicitudes en las oficinas de
patentes en Reino Unido, la Unión Europea,
los Estados Unidos, Sudáfrica y Australia,
entre otros países. Tanto en el Reino Unido,
la Unión Europea como en los Estados Uni-
dos las solicitudes de patentamiento fueron
denegadas, todas por la misma razón: la fal-
ta de autor. Ninguna de las entidades negó la
patentabilidad del invento en sí, sin embar-
go las tres argumentaron, por un lado, que la
IA no tenía personería jurídica y por lo tanto
no podía ser titular de derechos de propie-
dad intelectual y, por el otro, que cuando sus
normas hablan de la necesidad de un autor,
lo hacen refiriéndose a un autor humano. Si
el creador de DABUS se hubiese presentado
como el inventor original, probablemente
hubiese obtenido las patentes; pero si bien
esconder la relevancia de la IA en el proceso
creativo puede garantizar una patente, tam-
bién implica tener que ocultar el potencial
creativo de la IA y no poder demostrar su
verdadero valor. De todos modos, la suerte
de DABUS cambió a fines de julio de 2021
cuando la oficina de patentes de Sudáfrica
decidió conceder las patentes solicitadas,
convirtiéndose en el primer país en otorgar
una patente a un inventor basado en IA. A su
vez, en Australia, la oficina de patentes ori-
ginalmente rechazó la solicitud de patentes
presentadas, sin embargo, la cuestión fue so-
metida ante la Corte Federal de Australia, la
cual resolvió otorgar las patentes solicitadas
y dejó en claro que “un inventor puede ser
un sistema de inteligencia artificial.
V. The Beatles, Shimon y la creatividad
Tan solo algunas décadas atrás, la conside-
rada, por algunos, mejor banda musical de la
historia, The Beatles, llegó a un punto en que
sus miembros tenían que pagar impuestos
al derecho de autor por las canciones que
ellos mismos habían compuesto. Esto, debi-
do a la compra de los derechos por parte de
Michael Jackson en uno de los movimientos
patrimoniales más importantes de la época.
No fue sino hasta hace tres años que Paul
McCartney pudo recuperar el derecho de las
canciones, tras una batalla legal en derechos
de autor que ha durado largos años.
En otro caso relacionado, hace poco más
de un lustro, la estrella mundial del pop Ma-
donna ha ganado una disputa de derechos
de autor sobre su famosa canción “Vogue”
del año 1990, según ha determinado una
Corte de Apelaciones en California. Había
sido demandada por la utilización de poco
más de veinte segundos de la canción “Love
Break” de The Salsoul Orchestra, y la compa-
ñía discográfica, que posee los derechos de
aquella canción, había demandado a la can-
tante y su productor por utilizar un fragmen-
to de esa canción sin autorización. Según
la jueza, la parte utilizada fue tan corta que
ningún escucha podría reconocerla como
parte de la canción supuestamente plagiada.
Ha habido una disidencia en el jurado di-
ciendo que ha sido un robo, más allá de que
sea un fragmento muy corto.
Los mencionados recientemente son tan
solo dos casos paradigmáticos que involu-
cran el derecho de autor en las obras musi-
cales, en este caso, de dos de los artistas más
importantes del siglo XX. Como se expone
en este trabajo, es inevitable pensar cómo,
si por la IA el derecho de autor mutará,
cambiarían estas historias en el mundo nor-
tps://gtcmt.gatech.edu/shimon
(13) Ai-Da. (s.f.). Obtenido de https://www.ai-darobot.
com/
mativo que se avecina con las regulaciones
de propiedad intelectual que se avecinan
a causa de la irrupción de las inteligencias
artificiales.
Para demostrar lo manifestado, resulta-
rá esclarecedor presentar el caso de Shimon,
“un robot capaz de cantar y componer can-
ciones” (tal como indican los portales de no-
ticias). El sistema ha sido creado en 2017 con
una base abundante de datos y redes de ma-
chine learning, al principio conectado a la
música pudiendo tocar la marimba, y a través
de su entrenamiento en la database, ha po-
dido a lo largo de su existencia cantar, bailar,
componer canciones y melodías. Se ha entre-
nado al robot con más de 50.000 letras de can-
ciones de jazz, rock progresivo y hip-hop (12).
Es aquí donde una cuestión esencial para
poder pensar en si se debe considerar que
las inteligencias artificiales deben ser titu-
lares de la propiedad intelectual y el dere-
cho de autor de las obras generadas. Y es así
como algo contrasta de manera radical entre
el cuarteto de Liverpool y Shimon, la creati-
vidad, esa “capacidad de creación” (según la
definición de la Real Academia Española).
Donde en Shimon vemos algoritmos, en The
Beatles vemos una idea surgida a través de
un sueño epifánico (tal como relata Paul Mc-
Cartney de donde surgió la idea para crear
Let It Be). Eso que algunos llaman “chispa”
no lo podrá lograr un robot cuya creación
surge solo y exclusivamente desde una data-
base y que se interconecta por nodos y redes
neuronales que pueden ser asimilables un
aprendizaje humano, pero por el momento,
en nuestra historia, no idénticos.
Los derechos de autor, en una de sus ins-
tancias, tienen una finalidad económica
subyacente: incentivar la creación y la distri-
bución de las obras. Tomando este aspecto,
el otorgar el derecho de autor a una inteli-
gencia artificial no cumpliría con estos pará-
metros, ya que el sistema o robot no puede
por sí mismo tener la voluntad de generar
una ganancia en su patrimonio (inexisten-
te), aunque quizás la puede haber por parte
del desarrollador, donde nos encontraría-
mos ante una creación mediata, la cual hoy
día no está protegida por la mayoría de las
leyes de propiedad intelectual.
Sin embargo, podemos encontrar otros
factores que alientan la actividad creativa,
como el prestigio, los premios, los subsidios,
el altruismo, y la sola motivación de expresar
el arte. Vislumbrando cada una de estas cues-
tiones, es difícil pensar cómo podrían enmar-
carse en el objeto de la inteligencia artificial.
Según el fallo “Feist Publ’nsn, Inc. v. Rural
Tel Serv. Co.”, para que un trabajo pueda ser
pasible de adjudicarse el derecho de autor,
debe tener un “mínimo grado de creativi-
dad” y ser original al “autor”. Algunos postu-
lan que el arte generado por la IA carece de
creatividad, porque el trabajo solo “imita la
expresión creativa de eras pasadas, más que
crear nuevos trabajos bajo el marco cultural
actual”. Por otro lado, algunos argumentan
que el trabajo generado por la IA no debería
ser protegido por los derechos de autor, por-
que carecería de sentido el incentivo econó-
mico que justifica el trasfondo del copyright.
VI. Frida, AI-DA y el libre albedrío
De manera idéntica a lo que ocurre con
la música, sucede con las pinturas y el arte
en dibujo y pintura. Ai-Da es considerada
el primer artista ultrarrealista del mundo.
Dibuja usando cámaras en sus ojos, sus al-
goritmos de Inteligencia Artificial y un brazo
robótico. Incluso, la “humanoide” (como sus
creadores la definen) tiene cuentas en dis-
tintas redes sociales donde se pueden apre-
ciar sus trabajos. Y aún más, recientemente
ha sido detenida en Egipto a raíz de que las
autoridades creyeron que era un peligro
para la seguridad de su país a causa de las
Jueves 5 de mayo de 2022 | 3
cámaras insertas en sus globos oculares para
poder pintar. La detención ha ocurrido en el
marco de una exposición a presentar en la
nación africana (13). En este estado de cosas,
se podría inferir que la vida de Ai-Da no dis-
ta demasiado de la de un artista como podría
ser Frida Kahlo, que ha recorrido el mundo
exponiendo sus creaciones. Sin embargo, la
robot artista probablemente no sea pasible
de ser titular de copyright en la mayoría de
los ordenamientos internacionales.
Lo que toma relevancia contrastar entre
los dos artistas, el humano y el robot, es la
capacidad de uno de poseer un patrimonio
y ser capaz de ejercer derechos y cumplir
obligaciones. Parece una obviedad mencio-
narlo, pero a la medida que crece la tecno-
logía en nuestros días, lo que hoy significa
dogma, al día siguiente es cuestionable: hoy
día no existen robots que tengan la capaci-
dad de tomar decisiones por sí mismos con
lo que llamamos en nuestra especie “el libre
albedrío”.
Si bien los sistemas de aprendizaje auto-
mático (machine learning) y aprendizaje
profundo (deep learning) son cada vez más
sofisticados y avanzados, esto no significa
que se haya llegado aún al punto de haberse
creado un robot totalmente independiente
de su desarrollador hasta la instancia de po-
der tomar decisiones de cualquier tipo por
sí mismo o ejercer esta libertad de elección
que solo tiene el humano, lo que nos permite
relacionarnos en sociedad y poseer un patri-
monio, entre otras cuestiones. Por estos mo-
tivos, resulta complejo imaginar cómo Ai-Da
podría involucrarse en un litigio denuncian-
do la copia de sus creaciones o cómo podría
pagar alguna supuesta multa, si alguno de
sus proyectos violara el copyright de otro.
Por el momento, la solución parecería que el
desarrollador responda por ello.
Donde Frida podía tomar elecciones libre-
mente acerca de si tenía la voluntad de pin-
tar tal o cual obra o de hacerlas de determi-
nada manera, en Ai-Da no existe el libre al-
bedrío, sino que sus algoritmos “deciden” el
rumbo de su actuar.
VII. El futuro de la propiedad intelectual en
un mundo de arte e IA
¿Cómo deberá tomarse el derecho de
autor por obras artísticas en el futuro de
nuestro mundo impregnado de Inteligen-
cia Artificial? En principio, es esencial
crear una normativa lo suficientemente
amplia para no quedar desactualizada a
medida que los avances tecnológicos to-
men preponderancia.
Asimismo, en un futuro probablemente
la normativa internacional se clasifique en
cuanto el lugar que se le dé a la inteligencia
artificial en su sociedad; y aquí se da la aper-
tura a nuevos interrogantes: ¿llegará la IA a
ser considerada una persona jurídica? ¿se al-
canzará a crear una “conciencia artificial”?;
los robots, ¿se colarán entre los humanos
y comenzarán a vivir una vida idéntica a la
nuestra? ¿se podrá hablar de un robot con
derechos y obligaciones? Cuestionamientos
que se dilucidan día a día; y lo que quizás
puede tener una respuesta certera en un
momento, al día posterior es potencial de
replicarse de una manera distinta.
VIII. Conclusiones
Resumiendo lo expuesto, el tema acerca
de las obras de arte generadas por una IA ge-
nera más cuestionamientos y dudas sobre lo
incierto de nuestro porvenir, que conclusio-
nes acerca de ello y doctrina elaborada sobre
alguna legislación que casi no existe.
Teniendo en cuenta lo expresado has-
ta aquí, podemos concluir en que más allá
de que la tecnología esté avanzando a pasos
agigantados en nuestro cotidiano, aún no
4 | Jueves 5 de mayo de 2022
podemos hablar de un derecho de autor, de
una propiedad intelectual, que se le pueda
conferir a un sistema de inteligencia artifi-
cial de manera análoga al ser humano. Esto,
como ya vimos, se debe a distintas causas:
la carencia de creatividad en la máquina,
la pérdida del argumento principal cuando
fundamentamos la finalidad del derecho de
autor, la libre toma de decisiones que podría
hacer una persona y no un robot, el dispo-
ner de las ganancias que podrían ingresar a
su patrimonio o responder por posibles res-
ponsabilidades que le podrían caber por vio-
lar los derechos de copyright de otros auto-
res, entre más factores que son los que hacen
concluir que en la gran mayoría de nuestros
sistemas normativos no cabe la posibilidad
de adjudicarle este tipo de derechos a la IA.
Sin embargo, tal como se ha mencionado,
las circunstancias y los contextos están en
constante movimiento. Por lo tanto, esto no
significa que deba perdurar de este modo en
las décadas siguientes de nuestra existencia.
Es un tema que demandará una actualiza-
ción constante y un trabajo fuertemente in-
Columna de opinión continuación
La habilitación de la vía recursiva
administrativa no es infinita
Carlos A. R. Stefanelli
El Estado y sus Dependencias deben seguir
trabajando de manera adulta y sostenida ha-
cia un solo objetivo: la eficiencia y la desbu-
rocratización
Prefacio
Una de las cuestiones que resultan habi-
tuales para las partes de un procedimiento
administrativo es su lentitud y burocracia,
con hitos, muchas veces inexplicables a la
luz de la razón.
La anterior gestión gubernamental dictó
normas jurídicas que tenían por objeto qui-
tar burocracia a la administración pública,
hacerla más ágil y eficiente (1).
Las normas, más allá de sus buenas in-
tenciones, parecería ser, han quedado en el
olvido, sin que se advierta hasta el presente,
obviando la pandemia que azota al mundo,
una reacción en pos de dicho loable objeti-
vo.
Es bastante frecuente que dependencias
del Estado, por distintas razones, muy com-
plejas por cierto, tomen decisiones equivo-
cadas sobre las quejas de administrados re-
clamantes.
Especial para La Ley. Derechos reservados (Ley 11.723)
(1) El Decreto de Necesidad y Urgencia 27/2018 y nor-
mas complementarias derogó cuantiosas leyes, modificó
otras, y tuvo por objeto recortar regulaciones para el de-
sarrollo productivo. Sin embargo, el trámite parlamenta-
rio logró suprimir determinados cambios impulsados ori-
ginalmente para proteger los derechos del consumidor y
del trabajador. De los considerandos del citado Decreto,
surge la clara intención de eliminar las barreras que ha-
cen al Estado más burocrático e ineficiente, proponien-
do la eficiencia en los trámites administrativos, quitando
los obstáculos que entorpezcan el accionar de aquel; cita
como antecedente el dictado el dec. 891 de fecha 1 de no-
viembre de 2017 por el cual se propone el establecimien-
to de normas y procedimientos claros, sencillos y direc-
tos, mediante la utilización de principios e institutos que
pongan en primer plano a los ciudadanos, simplificando
los requisitos que deben cumplir estos; los consideran-
dos agregan algo muy significativo, esto es, que la rela-
terdisciplinar, para actualizarse de las nove-
dades tecnológicas, los últimos desarrollos y
demás.
Hace pocos meses un portal de noticias
ha publicado que una novela en Japón se ha
publicado siendo una Inteligencia Artificial
la coautora del más del 80% de su contenido.
En otro sitio web, se da la novedad de que
Sophia es el primer robot en el mundo don-
de su país, Arabia Saudita, le ha otorgado la
ciudadanía. Algunas de estas primicias po-
drían tomarse, a simple vista, como esbozos
de algún libro que cuenta las peripecias de
un mundo distópico, pero son hechos que
ocurren en nuestro planeta día a día; y lo
que hoy es novedad, mañana será cotidiano,
y esto ocurre a pasos agigantados.
Uno de los pioneros en lo que es la Inte-
ligencia Artificial, Alan Turing, ha dicho en
alguna ocasión “El futuro puede ser incierto,
pero si queremos que sea lo mejor posible,
sin duda deberemos trabajar”, y allí debemos
aunar nuestros esfuerzos: realizar investi-
gaciones exhaustivas en derecho compara-
Para ello, una de las vías a utilizar es la de
pretender asignar a las presentaciones de las
partes el carácter de “recursos”, cuando no
reúnen los requisitos inherentes a una im-
pugnación.
Aun admitiendo el informalismo a favor
del administrado, ciertos libelos se transfor-
man, podríamos decir, “mágicamente” en
presentaciones recursivas.
El objetivo de este trabajo es repasar algu-
nas cuestiones vinculadas al instituto de la
habilitación de la vía recursiva, para estable-
cer sus requisitos y límites, a la luz de la idea
de una administración menos burocrática,
que continúa siendo el norte de muchos.
I. Habilitación de la vía recursiva. Requisi-
tos
La primera cuestión a revisar es la si-
guiente: para habilitar la vía, ¿es necesa-
rio que el inferior jerárquico resuelva el
supuesto recurso que interpuso el admi-
nistrado? ¿basta con informar a las partes
que se remitirán las actuaciones al supe-
rior para el trámite del recurso jerárquico?
(suponiendo que haya vencido el término
para la reconsideración).
ción del Estado Nacional y los administrados debe ba-
sarse en la evolución social, demográfica y tecnológica.
Lo contrario haría que la propia administración se torne
obsoleta generando burocracia innecesaria que acarrea
un dispendio económico y organizacional, tanto para
la administración como para el administrado; también
hacen mención a la necesidad como elemento esencial
para la aplicación de estos principios, de implementar y
utilizar las tecnologías de la información y comunicación
disponibles; en ese sentido recuerda que por el dec. 561
de fecha 6 de abril de 2016 se aprobó la implementación
del Sistema de Gestión Documental Electrónica (GDE)
como sistema integrado de caratulación, numeración,
seguimiento y registración de movimientos de todas las
actuaciones y expedientes del Sector Público Nacional,
actuando como plataforma para la implementación de
gestión de expedientes electrónicos. Uno de los avances
más destacados que surgen del dec. 27/2018 es el uso
del documento electrónico y la firma digital para todos
do; proponer prototipos de regulaciones en
nuestro país; poder ir avanzando de manera
conjunta con los avances de la tecnología.
Ese debe ser nuestro norte para poder resol-
ver las novedosas cuestiones que atañen a la
Inteligencia Artificial.
Hacia dónde vamos nadie puede saberlo
con seguridad, sin embargo la profundiza-
ción de nuestros conocimientos resultará
en llegar al futuro mejor preparados y no
aguardar una aparición abrupta de dis-
rupciones en nuestra vida. En lo que a este
trabajo respecta, podemos estar seguros de
que el derecho de autor tiene la utilidad de
proteger la propiedad intelectual de un ar-
tista; y si en algunos años debemos prote-
ger el intelecto de un sistema o robot, solo
el devenir lo dirá.
El arte ha mutado, sin embargo no se pue-
de hablar de avances ni progresos en este
aspecto. Pocos años atrás se descubrió que
el homo sapiens no fue la primera especie
estrictamente “artista”, al haberse encon-
trado pinturas rupestres correspondientes
Para responder esto, debemos repasar
brevemente cuál ha sido la doctrina más ge-
neralizada de la Procuración del Tesoro.
En los precedentes consultados para este
trabajo, el mencionado órgano asesor ha di-
cho que en caso de que la Administración
haya habilitado el procedimiento recursivo,
y estando firmes los actos que lo componen,
no resulta admisible producir una retroac-
ción que cambie su rumbo (2).
Más aún los citados precedentes hacen
referencia a que queda habilitada la vía,
aun cuando el acto impugnado sea irrecu-
rrible.
También se ha dicho que abre la vía re-
cursiva, la decisión que resuelve un recur-
so de reconsideración opuesto fuera de
término.
Otro de los requisitos que debe cumplir-
se es el de la legitimación previa de la parte
que impugne el acto administrativo, esto
es, que ya revista la calidad de parte en el
proceso, al detentar e invocar un derecho
subjetivo y/o un interés legítimo (Dictáme-
nes, 241: 249).
Empero, respondiendo a la pregunta ini-
cial, en todos los casos, para que se conside-
re habilitada la vía, es necesaria la existencia
de un acto administrativo, dictado por auto-
ridad competente, que califique la presen-
tación como recurso, y lo resuelva, es decir,
tome la decisión de rechazar la reconsidera-
ción intentada.
los actos jurídicos y administrativos, así como su valor
probatorio; se responsabiliza al socio oculto de las socie-
dades comerciales; se unifica el criterio para la definición
de micro, pequeña y mediana empresa, y se agilizan los
plazos para la obtención de patentes y marcas; se trans-
fieren competencias de órganos del estado; se conside-
ra grave la falta de pago del peaje; se avala el uso elec-
trónico en la generación de letras de cambio, pagarés,
cheques y tarjetas de crédito, con la utilización de firma
digital, siempre que se asegure la integridad de los do-
cumentos; el mismo criterio para el acceso al crédito; los
emisores de tarjeta pueden enviar el resumen al correo
electrónico del cliente, salvo que este se oponga expresa-
mente; se establece la posibilidad de actualizar los mon-
tos de los créditos hipotecarios, mediante el CER creado
por el dec. 214/2002; entre otros cambios. Que también
conviene recordar que el dec. 434 de fecha 1 de marzo de
2016 aprobó el Plan de Modernización del Estado como
el instrumento mediante el cual se definen los ejes cen-
a la época neandertal. Si el arte busca (si es
que se puede decir que busca algo) expresar
y trascender, lo hace desde miles de años
atrás; y en estos días, con robots, humanoi-
des y millones de algoritmos, también lo
hará. El interrogante es de qué manera.
Cita on line: TR LALEY AR/DOC/1453/2022
Más información
Cabanellas, Guillermo, “El marco jurídico
de la innovación”, Sup. Innovación y Derecho
2020 (noviembre), 1, LA LEY, 2020-F, TR LA-
LEY AR/DOC/3504/2020
Libro recomendado
Tratado se Inteligencia Artificial y Derecho
Autor: Corvalán, Juan G
Edición: 2021
Editorial: La Ley, Buenos Aires.
Este ha sido el temperamento utilizado
por la Procuración en Dictámenes 232: 184,
entre otros.
De lo expuesto se seguiría, hasta lo aquí
expuesto, que la nota informativa de remi-
sión de las actuaciones al superior (para el
trámite del recurso jerárquico) no sería váli-
da para habilitar la vía.
II. Límites razonables
Sin embargo, esta postura bastante bené-
vola de la administración de permitir el ac-
ceso al superior jerárquico, con facilidad, ha
encontrado un razonable límite (3).
En efecto, cuando la presentación del ad-
ministrado no reúne los requisitos exigidos
por el Reglamento de la Ley de Procedimien-
tos, aún abierta la vía, las actuaciones deben
retrotraerse a la instancia anterior y devol-
verse a la instancia de origen, para que emita
un acto administrativo dejando sin efecto la
tramitación de la vía recursiva.
Es decir, si erróneamente se ha otorga-
do a un libelo el carácter de impugnación
del acto, resolviendo la reconsideración, no
puede llevarse adelante la instancia jerár-
quica, puesto que sería irrazonable además
de un dispendio innecesario de recursos hu-
manos y materiales.
En el sentido indicado cabe recordar que
el art. 81 del Reglamento de Procedimientos
Administrativos —dec. 1759/72, (t.o. 2017)—
expresa con claridad que los recursos debe-
trales, las prioridades y los fundamentos para promover
las acciones necesarias orientadas a convertir al Estado
en el principal garante de la transparencia y del bien co-
mún. Dicho Plan de Modernización tenía entre sus obje-
tivos constituir una Administración Pública al servicio del
ciudadano en un marco de eficiencia, eficacia y calidad en
la prestación de servicios, a partir del diseño de organi-
zaciones flexibles orientadas a la gestión por resultados.
El dec. 27/2018, en sus considerandos entendió que la
implementación del expediente electrónico y el proceso
de digitalización debía reflejarse en términos de menores
costos y plazos y, en consecuencia, en una mejor atención
del ciudadano. El objetivo de esta última norma era, en
definitiva, aliviar la carga burocrática para la realización
de las respectivas actividades, tanto en el ámbito de la
Administración Pública como en el sector privado.
(2) Dictámenes, 232:184; 236:257; 239:090; 241:249;
242:112; 247:479; 249:465; 255:586, entre otros.
(3) Dictámenes, 287:29

rán sustanciarse y resolverse “...cuando re-
sulte indudable la impugnación del acto...”.
De modo tal que la cortapisa reside allí. No
cualquier presentación reviste el carácter de
libelo agraviante.
En el sentido indicado, Gordillo conside-
ra que las presentaciones que impugnan un
acto administrativo deben reunir las pautas
propias a toda presentación ingresada a un
expediente administrativo, previstas en los
art. 15 y 16 del Reglamento de la Ley de Pro-
cedimientos (4).
Agrega que deben reunirse también los
requisitos inherentes a los recursos, esto es,
poner de manifiesto la contradicción entre el
acto y el ordenamiento jurídico o, al menos,
la voluntad de pretender un nuevo pronun-
ciamiento.
Naturalmente, por el principio de infor-
malismo, no se requiere fundamentación
jurídica, pero sí el cumplimiento de las exi-
gencias esenciales, como ser la clara volun-
tad de obtener un nuevo pronunciamiento y
la revisión (5).
Debe quedar claro (en la presentación)
que el recurrente no está conforme con lo
decidido y que insiste con su derecho, de-
biendo quedar nítida su voluntad de manera
expresa o razonablemente implícita, bastan-
do la notificación en disconformidad.
Esta última cuestión ha disparado una
interpretación exactamente en contrario de
parte de la Procuración, como venimos co-
mentando.
La Procuración ha dicho en el preceden-
te antes citado que “...La sola expresión en
disconformidad no posee efectos recursivos.
Los artículos 15 y 16 del Reglamento de Pro-
cedimientos Administrativos establecen las
formalidades y demás recaudos que deben
cumplir todos los escritos que se presenten
ante la Administración Pública o que pro-
muevan la iniciación de una gestión ante
ella. De dichas normas se desprende que
todo escrito al que se pretenda asignar el ca-
rácter de recurso administrativo debe con-
tener ciertos recaudos mínimos esenciales
insoslayables, cuya inobservancia impide
que se produzcan los efectos recursivos que
el Reglamento atribuye a las presentacio-
nes efectuadas en debida forma; es decir, de
conformidad con las exigencias legales esta-
blecidas...”.
También ha dicho (en dicha oportunidad)
que “...Un recaudo esencial que no pue-
de soslayarse en materia recursiva es, sin
duda, el de una mínima fundamentación
de los recursos administrativos. En efecto,
el cumplimiento de este recaudo permitirá
a la Administración conocer los agravios
del recurrente, evaluar sus argumentacio-
nes y brindar una respuesta congruente y
concreta a la pretensión puntual expuesta
por el administrado. Dicha conclusión no
implica un menoscabo del principio de
informalismo a favor del administrado. Se
trata en todo caso, de establecer con mayor
precisión cuáles son los alcances de dicho
principio en relación con una situación es-
pecífica...”.
En este aspecto medular de la cuestión,
viene al caso recordar una de las máximas
de la Procuración del Tesoro, en el sentido de
(4) GORDILLO, Agustín, “Tratado de Derecho Admi-
nistrativo”, Cap. III- Los recursos administrativos.
(5) Dictámenes, 39: 115; 62: 112; 70: 210, entre otros.
(6) FIORINI, Bartolomé A., “Procedimiento Adminis-
trativo y Recurso Jerárquico”, Ed. Abeledo Perrot, 1971,
ps. 34 y ss.; L.S. 183-364).
(7) CNFed. Cont. Adm., Sala IV, en autos “Construc-
ciones Lumen de Carlos Asaam v. Estado Nacional -Se-
cretaría de Agricultura y Ganadería-Servicio Nacional de
que los hechos son los que activan las nor-
mas tornándolas aplicables o inaplicables,
pudiéndose afirmar que el alcance de una
regla y, por lo tanto, su sentido, dependen de
la determinación de los hechos (Dictámenes,
245:280, entre muchos otros). O sea que si la
presentación no reúne los requisitos inhe-
rentes a una impugnación, aunque sea de
manera rudimentaria, no puede válidamente
tenerse por deducido un recurso, porque no
se activa la norma jurídica que así lo prevé.
Resulta adecuado profundizar algunos as-
pectos de la cuestión bajo análisis, siguiendo
el precedente de la Procuración que sostiene
la tesis aquí propugnada.
II.1. Asesores juriídicos de la Secretaría
Legal y Técnica habían discrepado con el Mi-
nisterio de origen apoyándose en que luego
de la disconformidad no se efectuó presen-
tación alguna tendiente a fundamentar su
postura.
Señaló, a nuestro criterio con razón, que
atento a lo dispuesto por el art. 77 y concs.
del Reglamento de Procedimientos Admi-
nistrativos, aprobado por dec.  1759/1972
(t.o. 1991 en aquel entonces), se infería que
la mera firma en disconformidad, sin conte-
nido, no satisfacía las formalidades y recau-
dos allí previstos que permitiesen asignarle
a aquella el trámite de los recursos adminis-
trativos.
Agregó que en ese caso no estaban defi-
nidos los aspectos del acto administrativo
por los cuales el firmante se consideraba
agraviado y menos aún su pretensión; y que
el art. 16 del Reglamento de Procedimientos
Administrativos, aprobado por dec. 1759/72,
antes citado, preveía el recaudo de que la
petición debía ser concretada en términos
claros y precisos.
Indicó que no desconocía la existencia de
opiniones doctrinarias contrarias al criterio
expuesto, entre ellas la de Tomás Hutchin-
son en Régimen de Procedimientos Adminis-
trativos, y la de Agustín Gordillo, quien ha-
bría citado en una de sus obras —que no in-
dividualizó— el asesoramiento de esa Casa
registrado en Dictámenes 106:240.
No obstante lo cual entendió que se había
habilitado el procedimiento recursivo, en los
términos de la tradicional doctrina de Dictá-
menes 249:465, entre otros.
II.2. La Procuración, cuando efectuó su pro-
pio análisis del caso, coincidió con la Secreta-
ría Legal y Técnica (de la Presidencia), en el
sentido de que el art. 16 prevé expresamente
que todo escrito deberá contener la petición
concretada en términos claros y precisos.
En lo que atañe a los recursos, el art. 77 del
citado Reglamento dispone que la presenta-
ción de los recursos administrativos deberá
ajustarse a las formalidades y recaudos pre-
vistos en los art. 15 y sigtes., en lo que fuere
pertinente, indicándose además, de manera
concreta, la conducta o acto que el recurren-
te estimare como legítima para sus derechos
o intereses. Advertida alguna deficiencia
formal, el recurrente será intimado a subsa-
narla dentro del término perentorio que se
le fije, bajo apercibimiento de desestimarse
el recurso.
Es por todo esto que el principio de infor-
malismo a favor del administrado es enten-
Sanidad Animal”, LA LEY, 1990-A-678.
(8) SC Buenos Aires, autos “Balut, Fadil Edgar c/ Mu-
nicipalidad de Tres de Febrero. Demanda Contencioso
Administrativa”, sentencia del 17 de diciembre de 2003;
del voto del doctor de Lázzari.
(9) GARCÍA de ENTERRÍA, Eduardo - FERNÁNDEZ,
Tomás, R., “Derecho Administrativo”, t. II, p. 381, citado
por CASSAGNE, Juan Carlos, Derecho Administrativo, t. II,
p. 529, 7ma. edic. actualizada, Lexis-Nexis, Buenos Ai-
dido como un informalismo moderado que
permite subsanar solo los defectos formales
no esenciales.
A modo de digresión, Fiorini ha expresa-
do sobre el particular que la reacción contra
el formalismo es el informalismo, pero en
forma alguna contra el incumplimiento de
formas y plazos procesales esenciales que
son normas de orden y sistematización pro-
cesal (6).
En este sentido, agregó el precedente, la
jurisprudencia ha sostenido que si bien en
el procedimiento administrativo reina el in-
formalismo, este no puede llegar a tal extre-
mo que las peticiones de los administrados
se formulen con tal laxitud y vaguedad que
la Administración no tenga elementos de
juicio suficientes para acceder o denegar la
solicitud (7).
Dijo asimismo que, como regla, la garantía
constitucional de la defensa no se opone a su
reglamentación en beneficio de la correcta
sustanciación de las causas, de donde en el
ámbito del proceso administrativo resultan
válidas las previsiones que razonablemente
regulen el ejercicio del derecho de peticio-
nar y controvertir los actos dictados por la
autoridad (8).
Desde esta perspectiva, cabe afirmar que
un recaudo esencial que no puede soslayar-
se en materia recursiva es, sin duda, el de
una mínima fundamentación de los recursos
administrativos (el destacado nos pertene-
ce). En efecto, el cumplimiento de este re-
caudo permitirá a la Administración conocer
los agravios del recurrente, evaluar sus argu-
mentos y brindar una respuesta congruente
y concreta a la pretensión puntual expuesta
por el administrado.
La conclusión a la que arribó no implicaba
un menoscabo del principio de informalis-
mo a favor del administrado, que esa Procu-
ración del Tesoro había aplicado en numero-
sas ocasiones (Dictámenes 250:150; 277:11;
74; 262 y 268; entre muchos otros).
Ello así, agregamos, porque implica un lí-
mite a su existencia y flexibilidad.
II.3. La regla general conocida como:
abierta la vía recursiva, corresponde resol-
ver el recurso en trámite y no producir una
retroacción, ha tenido excepciones en deter-
minados supuestos.
Todo recurso que se promueva contra las
disposiciones a las que se refiere el art. 80
del Reglamento de Procedimientos Admi-
nistrativos debe ser rechazado; ello conlle-
va, además, la improcedencia de otorgarle
al recurso incorrectamente interpuesto
aptitud para abrir la vía recursiva y, más
aún, para recorrerla, a partir de él, íntegra-
mente, como ha ocurrido en las actuacio-
nes referidas al reencasillamiento laboral y
salarial.
Ello así, por cuanto ese proceder tergiver-
sa la razón de ser del artículo citado, al des-
plegarse una actividad procedimental tan
innecesaria y dispendiosa como carente de
sentido (Dictámenes 286:30).
III. Informalismo
De algún modo la postura que aquí pro-
piciamos pone coto al principio de informa-
res, marzo de 2004.
(10) MARIENHOFF, Miguel S., “Tratado de Derecho
Administrativo”, t. II, p. 129.
(11) CASSAGNE, Juan Carlos, ob. cit., t. II, p. 529.
(12) CASSAGNE, Juan Carlos, “Acto Administrativo”,
2ª ed., p. 288.
(13) CASSAGNE, Juan Carlos, “Derecho Administrati-
vo”, t. II, p. 529.
(14) ESCOLA, Héctor, J., “Tratado General de Procedi-
Jueves 5 de mayo de 2022 | 5
lismo previsto en la Ley de Procedimientos
Administrativos. Pero, ¿en qué consiste?
Veamos.
Como todo principio, es una idea que se
concibe, en este caso, a favor del administra-
do, y siempre tiende a que este pueda lograr,
superando los inconvenientes de índole
formal, el dictado de una decisión legítima
sobre el fondo del asunto, planteada ante la
administración (9).
Dicho instituto permite que el adminis-
trado quede excusado de la observancia de
exigencias formales no esenciales, que pue-
dan cumplirse a posteriori; ello así de con-
formidad al texto específico de la LNPA en su
art. 1º inc. “c”.
Las formas no esenciales comprenden
las llamadas irregularidades intrascenden-
tes (10), que no provocan vicio alguno, hasta
los defectos formales que impliquen una nu-
lidad relativa (11).
En cambio los requisitos formales, que de-
vendrían en vicios esenciales de forma (12)
y que serían causa de una nulidad absoluta,
no pueden ser excusados por la administra-
ción (13).
Por aplicación de este principio, cualquier
duda que se plantee en el curso del proce-
dimiento, referida a las exigencias formales
(cómputo de plazos, legitimación, decidir si
el acto es definitivo o de mero trámite, cali-
ficación de los recursos, etc.), debe interpre-
tarse a favor del administrado y de la viabili-
dad del recurso (14).
Al propio tiempo que en el procedimiento
administrativo se exigen las formas reque-
ridas para cada tipo de acto, no tienen allí
cabida aquellas formas creadas por la rutina
burocrática o trasplantadas al proceso judi-
cial civil o penal (15).
Esto significa que la aplicación supletoria
del Código Procesal Civil y Comercial, pre-
vista en el art. 106 del RLPA, aprobado por
dec. 1.759/1972, solo procede a favor del ad-
ministrado (16).
La Corte Suprema ha dicho que frente al
formalismo moderado (17) que caracteriza
al procedimiento administrativo, resulta in-
congruente negar en él lo que está permitido
en el ámbito de la Justicia (18).
Desde dicha perspectiva, la Administra-
ción debe encuadrar cada impugnación en
la normativa procedimental de aplicación.
Ello así, por el principio del informalismo
a favor del administrado que consagra el
art. 1º, apart. c) de la ley 19.549, y además,
por la teoría de la calificación jurídica, sus-
tentada en el art. 81 del Reglamento de Pro-
cedimientos Administrativos, según la cual
los actos tienen la denominación que co-
rresponde a su naturaleza y no la que le atri-
buye la parte (19).
De ello se sigue, a modo de digresión, que
para calificar, debe haber impugnación, esto
es, crítica concreta y razonada de los funda-
mentos del acto, sin mayores exigencias por
tratarse de la presentación de un lego, pero
crítica elocuente al fin.
Los recursos administrativos han de in-
terpretarse no de acuerdo con su letra, sino
conforme a la intención del recurrente (20).
miento Administrativo”, Depalma, Bs. As., p. 133
(15) CASSAGNE, Juan Carlos, “Derecho Administrati-
vo”, t. II, p. 530
(16) ESCOLA, Héctor, ob. cit., p. 131.
(17) CASSAGNE, Juan Carlos, “Derecho Administrati-
vo”, t. II, p. 530.
(18) Dictámenes, 239:418, 241:226, 244:660
(19) Dictámenes, 116:196.
(20) CASSAGNE, Juan C., “Acerca de la conexión y di-
6 | Jueves 5 de mayo de 2022
Que también se ha dicho que este princi-
pio apunta a sanear situaciones que even-
tualmente puedan originar la posibilidad de
que el administrado pierda un derecho por
el incumplimiento de una formalidad, situa-
ción que origina el deber de la Administra-
ción de optar por la solución que sea más
favorable para aquel.
Toda la doctrina coincide en que el pro-
cedimiento administrativo cumple una
“función de garantía” al proteger tanto al
interés público como al particular frente a
la ilegitimidad o inconveniencia del obrar
de la Administración Pública. En cambio,
en el proceso civil el objeto de la garantía
consiste en “asegurar la igualdad entre las
partes” con arreglo a las reglas del princi-
pio de defensa.
Se reconoce por eso que el contenido
del principio de igualdad se proyecta de
modo diferente, ya que si bien el órgano
administrativo debe mantener la igualdad
respecto de pretensores que se atribuyen
un derecho idéntico o contrapuesto, no
hay técnicamente en el procedimiento ad-
ministrativo igualdad procesal frente a la
parte, a lo que contribuye la configuración
de los poderes inquisitivos que se asignen
a la administración y la posibilidad de ha-
cer prevalecer la verdad material sobre la
formal (21).
En esta misma línea de pensamiento el
informalismo en favor del administrado
conlleva un criterio de actuación que da
preeminencia a lo sustancial, a la verdad ob-
jetiva, real, material, sobre la formal, aunque
parezca paradójico.
En consecuencia, como quedara dicho,
cualquier duda que se plantee en el curso
del procedimiento administrativo, referida a
las exigencias formales (cómputo de plazos,
legitimación, decidir si el acto es definitivo o
de mero trámite, calificación de los recursos,
etc.) tiene que interpretarse a favor del ad-
ministrado y de la viabilidad del recurso en
su caso, con los límites aquí propuestos.
Se ha dicho que no debe observarse ni
cuestionarse la falta de puntualidad o califi-
ferencias entre el procedimiento administrativo y el pro-
ceso civil”, LA LEY, 1990-C, 967.
(21) Ver CASSAGNE, ob. cit., LA LEY, 1990-C, 967; ES-
COLA, Héctor, “Tratado teórico-práctico de los recursos
Nota a fallo
Responsabilidad
colectiva
Manifestación de grupos de trabajadores.
Agresión a personal policial. Sindicato divi-
dido en varios gremios.
1. - Que los integrantes de la asociación
gremial codemandada formaran parte
del acto en el que se produjeran las le-
siones del personal policial y que no se
pudiera identificar el autor del hecho le-
sivo conlleva la responsabilidad del sin-
dicato.
2. - Los supuestos de responsabilidad co-
lectiva aparecen cuando el sujeto no
está individualizado entre un grupo de
posibles responsables y, por ello, no
puede demostrarse la relación de cau-
salidad. [1]
3. - A los fines prácticos, en el posterior proce-
so civil la probation produce efectos simi-
lares a los establecidos por el art. 1103 del
Cód. Civil, es decir, la existencia del hecho
no podrá ser ya discutida, pero sí la res-
ponsabilidad.
cación jurídica de las peticiones, o el encua-
dre jurídico de los recursos (22).
Corresponde reiterar que este principio
excusa a los interesados la inobservancia de
exigencias formales no esenciales (23)
IV. Epílogo
Erich Fromm sostenía que para entender
la psicología de las personas y de la socie-
dad, era necesario observar el entorno, el
contexto que nutre la mente, las costumbres,
los sentimientos y las actitudes.
En otros términos, el ser humano no pue-
de ser ajeno al medio social en que vive,
porque este es causa de la percepción del
hombre.
Nuestra sociedad es la resultante de ello;
por eso, la burocracia, y la ineficiencia que
por momentos observamos en algunos órga-
nos el Estado (y que por cierto nutre la ca-
suística) no es casual, sino causal.
No en vano, llegamos a las interpretacio-
nes laxas e incoherentes del principio de in-
formalismo, dando cabida a habilitaciones
de vía recursiva, que de ninguna manera
pueden sostenerse ni menos aún continuar-
se.
El mencionado principio ha sido concebi-
do para la defensa de los intereses de las par-
tes en un proceso administrativo, para evitar
que las rígidas estructuras jurídicas lo lleven
a perder un derecho.
Pero, como lo hemos señalado, esto no es
excusa para pasar por alto las formas esen-
ciales que deben cumplirse al momento de
deducir una queja o recurso respecto de un
acto administrativo.
La Administración no puede obviarlo; y a
esto apunta el precedente que aquí resalta-
mos, la expresividad (y naturalmente el con-
tenido) que debe reunir un libelo impugna-
torio.
No se requiere un refinado y exquisito
vocabulario ni formas sacramentales, pero
administrativos”, Depalma, Buenos Aires, 1967, ps. 230
y 233.
(22) Dictámenes, 124: 300; 131: 334; 132: 115.
(23) CNFed. Cont. Adm. Fed., Sala IV, in re: “Murchi-
4. - Es acertada la apreciación efectuada por
el Sindicato de Choferes de Taxi en cuan-
to a que la representación sindical de esa
actividad se encuentra dividida en varios
gremios. En ese marco, la referencia a “los
taxistas” o al “sindicato de taxistas”, que
surge con frecuencia en las actuaciones pe-
nales —tanto en declaraciones de testigos
como en presentaciones del fiscal—, resul-
ta bastante confusa para delimitar cuál de
los sindicatos de la actividad participó de la
convocatoria a la manifestación.
5. - El actor pretende desconocer la reali-
dad en la que ocurrieron los hechos e
intenta demandar a cualquier entidad
sindical bajo la premisa de que deben
ser ellos quienes demuestren que no
intervinieron en una movilización. Para
evitar caer en situaciones injustas, la
identificación del grupo que participó
en el hecho dañoso debe ser lo más cer-
tera posible.
Cuantificación del daño
El hecho dañoso:
Agresión en manifestación.
la petición debe ser clara y concreta. No se
requiere una gran erudición ni formación
para sostener, sencillamente, no estoy de
acuerdo con la decisión que tomó el funcio-
nario, y expresar las razones por las cuales
está equivocado, como podría ser no tuvo
en cuenta el documento que acompañé al
expediente, o determinada norma jurídica,
por ejemplo.
Como lo decíamos al comienzo, la habili-
tación de la vía recursiva no es infinita. Para
que esta pueda sostenerse jurídicamente,
debe existir la decisión explícita y motivada
de un órgano administrativo resolviendo la
cuestión de fondo.
A este primer tópico debe sumarse que la
impugnación reúna, sin excepción, los re-
quisitos previstos en el Reglamento de la Ley
de Procedimientos, que hemos señalado en
este trabajo.
No es posible admitir el dispendio de re-
cursos cuando una petición no tiene enti-
dad agraviante; llegado el caso, en honor al
principio de informalismo y sencillez, po-
drá intimarse a la parte a dar cumplimien-
to con las formas esenciales, bajo aperci-
bimiento de dar por decaído el derecho de
que se trate.
La Corte de la Nación ha dicho que la
hermenéutica de las normas constitucio-
nales y legales no puede ser realizada por
el intérprete en un estado de indiferencia
respecto del resultado, y sin tener en cuen-
ta el contexto social en que tal resultado
fue previsto originariamente y habrá de ser
aplicado al tiempo de la emisión del fallo
judicial (24).
Siguiendo este precedente del Tribunal
cimero, podemos señalar que no puede in-
terpretarse que la finalidad de la norma que
establece el informalismo pretende estable-
cer un procedimiento de tal laxitud que con-
temple la displicencia del administrado en el
ejercicio de sus derechos.
En esa misma línea de pensamiento,
naturalmente, ha cambiado el contexto
en el cual se aplica el principio de infor-
son”, 11/2/86, c. 10.352.
(24) Causa S.351.XXXV “Sosa, Marcelo Claudio s/ re-
curso extraordinario”, del 9 de agosto de 2001, Fallos:
324:2153.
Referencias de la víctima:
Sexo: Masculino.
Edad: 28 años.
Actividad: Policía.
Componentes del daño:
Daño extrapatrimonial
Daño psicológico:
Tratamiento psicológico: $96.000.
Daño patrimonial
Incapacidad sobreviniente: $550.000
Daños varios:
Tratamiento médico: $15.000
CNCiv., sala H, 07/02/2022. - S., C. A.
c. Sindicato de Choferes de Camiones
Obreros y Empleados y otros s/ daños y
perjuicios.
[Cita on line: TR LALEY AR/JUR/14541/2022]
Contexto doctrinario del fallo
Bustamante Alsina, Jorge, “La responsa-
bilidad colectiva en el resarcimiento de
daños”, TR LALEY AR/DOC/3992/2007;
malismo, en relación al momento en que
nació.
En efecto, la “gimnasia” y la práctica del
reclamo de las personas dista bastante de la
que ocurría en la década del ‘70; por ello es
de esperar que la interpretación de la norma
sea más exigente con el reclamante que ha
crecido sostenidamente en la práctica de sus
derechos.
Guste o no, a partir de la década del ‘90,
hubo una gran transformación en nuestro
país, en términos políticos y económicos, lo
que ocasionó una profunda transformación
en el Estado a la que nos hemos referido en
otras oportunidades (25).
Ese cambio debe ir acompañado necesa-
riamente, a esta altura del proceso, de una
real pérdida de burocracia en la adminis-
tración y un sentido más adulto en el trata-
miento de las situaciones y en la interpreta-
ción del derecho.
Por fin sosteníamos que para que opere
el precedente congregante, la decisión (de
la administración) no debe ser idónea para
abrir la vía recursiva, de modo tal que si la
resolución que pone fin a la disputa o pre-
tende erigirse en rechazo de una supuesta
reconsideración no es apta para hacerlo, es
allí donde debe darse la retracción del pro-
ceso.
El supuesto más emblemático sería el re-
chazo de una reconsideración sobre una
cuestión que no fue objeto del proceso y por
ende de la decisión de fondo, como podría
ser un reclamo autónomo, en este caso por
afectar el principio de congruencia, la ga-
rantía del debido proceso, y la defensa de la
contraria.
En síntesis, cuando la presentación de la
parte y/o la decisión de la Administración no
son idóneas para abrir la vía recursiva, debe
retrotraerse el procedimiento.
Sin duda, una valiosa cortapisa.
Cita on line: TR LALEY AR/DOC/1456/2022
(25) Ver nuestros trabajos “Servicios Público”, LA LEY,
2009-A, 1261 y ss., y “Entes Reguladores y de Control” en
Revista Argentina del Régimen de la Administración Públi-
ca, RAP, Año XXX-358, Sección Doctrina, ps. 7/37.
LORENZETTI, Ricardo Luis, “Responsabili-
dad colectiva, grupos y bienes colectivos”,
TR LALEY AR/DOC/9555/2001; ITURBI-
DE, Gabriela A., “Algunas reflexiones sobre
la responsabilidad colectiva, anónima y
por la actividad peligrosa de un grupo en
el Código Civil y Comercial”, TR LALEY AR/
DOC/2419/2020.
Costas
Se imponen a los vencidos.
Intereses
Se aplica la tasa activa.
[El fallo in extenso puede consultarse en
Atención al Cliente, http://informaciónle-
gal.com.ar o en Proview]

Estudio de la responsabilidad colectiva y anónima
Conceptualización, especies y eximentes de responsabilidad
Franco Raschetti
Abogado graduado con Diploma de Honor (Derecho, UCA Rosario). Especialista en Derecho de Daños (Derecho, UCA Rosario). Profesor Asistente Interino de Contratos Parte Gene-
ral, Contratos Parte Especial y Derecho del Consumidor y del Usuario (Derecho, UCA Rosario). Profesor invitado en la Especialización en Derecho de Daños (Derecho, UCA Rosario).
Doctorando en Derecho (tesis doctoral presentada, UCA).
SUMARIO: I. Proemio.— II. Breves antecedentes de la figura.— III. Nociones generales de la responsabilidad colectiva y anónima.— IV. Cosa suspendida o arro-
jada.— V. Autor anónimo.— VI. Actividad peligrosa de un grupo.— VII. Las eximentes de responsabilidad.— VIII. Aportes del fallo estudiado.— IX. A modo de
colofón.
I. Proemio
La sala H de la Cámara Nacional de Ape-
laciones en lo Civil ha dictado en fecha
07/02/2022 una muy interesante sentencia
que nos proponemos estudiar en este tra-
bajo (1). La temática general abordada por
ella —la responsabilidad colectiva y anóni-
ma— ha merecido los esfuerzos interpre-
tativos de la doctrina y jurisprudencia na-
cional casi de modo constante, lo cual dota
al tópico de marras de una trascendencia
notable.
La plataforma fáctica del pronuncia-
miento en comentario podría resumirse
de la siguiente manera: el día 12 de no-
viembre del 2007 el actor —efectivo po-
licial— se encontraba prestando tareas
en las inmediaciones de la Legislatura de
la Ciudad de Buenos Aires, en la cual se
debatía un proyecto de registro por pun-
tos (scoring) para conductores, motivo
por el cual en las adyacencias del lugar
tenía lugar una manifestación organiza-
da por los diversos sindicatos. En un de-
terminado momento, por motivos que no
resultaron esclarecidos, comenzaron a
reportarse incidentes entre los manifes-
tantes y el personal policial consignán-
dose un importante número de heridos
pertenecientes a ambos grupos. Debido
al enfrentamiento, el actor sufre lesiones
y demanda a los sindicatos intervinien-
tes —a su criterio— en la manifestación,
a saber: Sindicato de Camioneros, Unión
Tranviarios Automotor y el Sindicato de
Choferes de Taxis.
A partir de dichos antecedentes, el juez
de primera instancia hace lugar a la de-
manda contra los tres requeridos, apelan-
do dicho pronunciamiento dos de ellos.
Entre varios aspectos la Alzada debió abo-
carse a estudiar, en lo que interesa a este
comentario, la efectiva intervención y par-
ticipación de los demandados en la movi-
lización y los efectos de la suspensión del
juicio a prueba para definir su responsa-
bilidad.
A continuación desbrozaremos el aná-
lisis del fallo en distintos apartados que
Especial para La Ley. Derechos reservados (Ley 11.723)
(1) CNCiv., sala H, “S., C. A. c. Sindicato de Cho-
feres de Camiones Obreros y Empleados y otros s/
daños y perjuicios”, 07/02/2022, TR LALEY AR/
JUR/14541/2022.
(2) Nuevamente, se patentiza el rol del derecho ro-
mano como “tutor” del derecho contemporáneo. Ver,
MOISSET DE ESPANÉS, Luis, “Derecho romano: “tu-
tor” del derecho contemporáneo. Con especial referen-
cia a las relaciones reales y a los derechos reales”, JA
2008-IV-915, TR LALEY 0003/014096. Salerno desta-
ca con respecto a este saber que “Las aulas universita-
rias no le deben cerrar sus puertas, si se aspira a man-
tener encendido el espíritu de Occidente” (SALERNO,
Marcelo U., “La vitalidad del derecho romano”, LA LEY,
2001-B, 1377, TR LALEY AR/DOC/18865/2001).
(3) CIENFUEGOS SALGADO, David, Reseña a la obra
de Áurea Ramos Maestre, “La responsabilidad civil
por los daños causados por cosas arrojadas o caídas
(análisis del artículo 1910 del Código Civil)”, Revista de
contendrán: un repaso por los anteceden-
tes y evolución de la responsabilidad co-
lectiva y anónima, su perfilamiento gene-
ral —tanto en su conceptualización como
su vínculo con la causalidad colectiva del
daño—, para luego volcar el estudio sobre
el modo en el cual ha sido receptada esta
hipótesis de responsabilidad en el Código
Civil y Comercial a través de los tres su-
puestos alojados en la normativa nacional
(arts. 1760, 1761 y 1762). Seguidamente
desandaremos el tópico de las eximentes
de responsabilidad que pueden alegar-
se en estos casos, consignando en último
lugar los aportes que podemos extraer del
pronunciamiento de marras en relación
con esta particular hipótesis del derecho
de daños.
II. Breves antecedentes de la figura
Verificamos el origen de la responsabili-
dad colectiva y anónima en el Derecho ro-
mano (2), particularmente en el Derecho
Justinianeo, en instituciones tales como:
la positum et suspensum, aquel caso en
que se produce un daño producto de la
caída a la calle de objetos suspendidos o
colgados de edificios o casas y la effusum
et deiectum, que contemplaba la situación
de que si de algún edificio o casa caían a
la calle objetos que dañan a los transeún-
tes la acción se concedía no solo contra el
dueño, sino contra el que habitaba la casa.
Se memora que ambas figuras eran consi-
deradas cuasidelitos y eran sancionadas a
través de la actio de effusis vel deiectis y de
la actio de positis et suspensis (3), todo ello
a la postre contemplado en la Partida 7ª,
Tít. XV, Leyes 25 y 26 que sirviera de fuente
a Vélez (4).
También es menester tener presente
que en el derecho comparado han existido
dos tendencias (5) en lo que a la recepción
normativa de la responsabilidad colectiva
respecta: por un lado, encontramos aque-
lla que contempla la institución a través
de una norma general tal como ocurre
en el Código Civil alemán [art. 830 (6)], el
Código Civil japonés (art. 719) y el Código
de las Obligaciones de Polonia (art. 137),
temperamento que fuera criticado por
la Facultad de Derecho de México, T. LIII - Número 239
(2003), México D.F., 2003, p. 289.
(4) BURGOS, Débora - MAGLIO, María C. - MARINO,
Abel E. - SILVESTRE, Norma O., “Obligaciones”, La Ley,
Buenos Aires, 2017, 2ª ed., p. 277.
(5) GESUALDI, Dora M., “Daños en riña. Respon-
sabilidad colectiva”, RCyS 2013-XI, 59, TR LALEY AR/
DOC/1443/2013.
(6) Mittäter und Beteiligte: (1) Haben mehrere durch
eine gemeinschaftlich begangene unerlaubte Handlung
einen Schaden verursacht, so ist jeder für den Schaden
verantwortlich. Das Gleiche gilt, wenn sich nicht ermitte-
ln lässt, wer von mehreren Beteiligten den Schaden durch
seine Handlung verursacht hat; (2) Anstifter und Gehilfen
stehen Mittätern gleich.
(7) Cfr. DE ÁNGEL, Ricardo, “Nota sobre el daño ex-
tracontractual causado por el miembro indetermina-
do de un grupo en Estudios de Deusto”, 2ª época, Vol.
XXXII - Núm. 64, 1984, ps. 297 - 298.
(8) LÓPEZ CABANA, Roberto M., “Responsabi-
algunos autores (7), puesto que se con-
funden en los artículos aludidos aspectos
de la coautoría, instigación y rol de cóm-
plices con la responsabilidad colectiva,
pareciéndose suponer la realización del
acto ilícito por varias personas, es decir,
mediando coautoría, lo cual constituye un
supuesto distinto al de la responsabilidad
colectiva.
Amén de ello, la segunda tendencia de
regulación normativa echa mano a dispo-
siciones concretas y específicas de la res-
ponsabilidad colectiva, prescindiendo de
normas genéricas. Esta último es la meto-
dología que han seguido los códigos civi-
les latinoamericanos, los cuales contienen
disposiciones concretas de aplicación del
supuesto (8), en particular sobre cosas sus-
pendidas o arrojadas.
Por caso, el Código Civil de Chile prescri-
be, en su art. 2328 que: “El daño causado
por una cosa que cae o se arroja de la parte
superior de un edificio es imputable a todas
las personas que habitan la misma parte
del edificio, y la indemnización se dividirá
entre todas ellas; a menos que se pruebe que
el hecho se debe a la culpa o mala intención
de alguna persona exclusivamente, en cuyo
caso será responsable esta sola...”. Idéntica
norma contienen los códigos civiles de
Colombia (art. 2355), Ecuador (art. 2255)
y Uruguay (art. 1330). En similar tónica, el
Código Civil de la República Federativa del
Brasil dispone, en su art. 1529 que: “aquel
que habitare una casa, o parte de ella, res-
ponde por el daño proveniente de las cosas
que cayeran o fueran lanzadas desde ella,
en lugar indebido”.
El Código Civil español alude a esta hi-
pótesis en el art. 1910: “El cabeza de fami-
lia que habita una casa o parte de ella es
responsable de los daños causados por las
cosas que se arrojaren o cayeren de la mis-
ma”, temperamento reiterado en el ordena-
miento jurídico de países centroamerica-
nos como Puerto Rico (art. 1811), Panamá
(art. 1652) o Guatemala (art. 1672 inc. 1).
El Salvador optó por seguir una regulación
como la anotada para el caso latinoameri-
cano (art. 2079).
lidad colectiva. Régimen legal en Argentina y Lati-
noamérica”, RCyS 2013-III, 279, TR LALEY AR/ DOC/
6679/2001.
(9) “...A los padres de familia, inquilinos de la casa, en
todo o en parte de ella, en cuanto al daño causado a los
que transiten, por cosas arrojadas a la calle, o en terreno
ajeno, o en terreno propio sujeto a servidumbre de trán-
sito, o por cosas suspendidas o puestas de un modo peli-
groso que lleguen a caer; pero no cuando el terreno fuese
propio y no se hallase sujeto a servidumbre el tránsito.
Cuando dos o más son los que habitan la casa, y se ig-
nora la habitación de donde procede, responderán todos
del daño causado. Si se supiere cuál fue el que arrojó la
cosa, él solo será responsable”.
(10) “El que formare parte de un grupo de tres o más
personas, por el solo hecho de formar parte del mismo,
cuando en forma ocasional o permanente provoquen
desórdenes, insulten o amenacen a terceros, será sancio-
nado con veinte fechas de prohibición de concurrencia y
con quince a treinta días de arresto”.
Jueves 5 de mayo de 2022 | 7
En nuestro medio, y enrolado en esta úl-
tima tendencia, el Código Civil velezano
contenía una mención especial en la ter-
cera parte de su art. 1119 a supuestos de
daños causados por cosas arrojadas a la
calle (9), pero careciendo de una disciplina
general u orgánica sobre la responsabili-
dad colectiva o anónima. No obstante ello,
Kemelmajer de Carlucci pone de resalto
que la solución del art. 1119, junto al art. 95
del Código Penal — añadimos que hoy po-
dríamos consignar, en materia penal, el
art. 35 de la ley 23.184 (Ley de Espectáculos
Deportivos) (10)—, han permitido a la doc-
trina nacional elaborar toda una teoría en
torno a la responsabilidad colectiva o anó-
nima, mediante la cual la víctima encuen-
tra a un responsable en aquellos casos en
que no se ha podido individualizar al autor
del daño (11).
Con la sanción y entrada en vigencia del
Código Civil y Comercial se presenta un
nuevo escenario en la materia por contar
esta con una sección especial (la 8ª) den-
tro del capítulo referente a la responsa-
bilidad civil que, en tres artículos (1760,
1761 y 1762) atiende a la responsabilidad
por cosa suspendida o arrojada, el caso
autor anónimo y la actividad peligrosa de
un grupo como tres supuestos diferencia-
dos e independientes que conforman el
género de la responsabilidad colectiva.
III. Nociones generales de la responsabili-
dad colectiva y anónima
III.1. Definición de la figura
Es conteste la doctrina en definir a la res-
ponsabilidad colectiva como aquella que
se configura en supuestos en los cuales “el
daño es ocasionado por un agente no iden-
tificado, que pertenece a un grupo circuns-
tancial determinado; pero no se encuentra
identificada la persona dentro de ese grupo
que causó el daño. De tal modo que la im-
putación se refiere al grupo” (12). En pocas
palabras, la autoría de alguno de los inte-
grantes del grupo resulta cierta y es inne-
gable, pero no puede individualizarse (13).
Se enseña que, frente a la imposibilidad de
individualizar al autor de daño, la condena
(11) KEMELMAJER de CARLUCCI, Aída, en BELLUS-
CIO, Augusto C. (dir.) - ZANNONI, Eduardo A. (coord.),
“Código Civil y leyes complementarias. Comentado,
anotado y concordado”, Astrea, Buenos Aires, 2007,
t. V, p. 657.
(12) LORENZETTI, Ricardo L., “Responsabilidad co-
lectiva, grupos y bienes colectivos”, LA LEY, 1996-D,
1058, TR LALEY AR/DOC/9555/2001; TANZI, Silvia Y.
- CASAZZA, María S., “Responsabilidad colectiva, anó-
nima y por la actividad peligrosa de un grupo en el Có-
digo Civil y Comercial”, LA LEY, 2015-A, 745, TR LALEY
AR/DOC/4657/2014.
(13) GREGORINI CLUSELLAS, Eduardo L., “La res-
ponsabilidad colectiva de un grupo de riesgo y su
factor de atribución objetivo. La absolución penal
y sus efectos”, APBA 2013-11, 1407, TR LALEY AP/
DOC/1527/2013; ídem, “La responsabilidad colectiva.
Alcance y efectivización”, LA LEY, 2007-F, 841, TR LA-
LEY AR/DOC/3010/2007.
8 | Jueves 5 de mayo de 2022
se extenderá a todos los que intervinieron
como parte del grupo identificado como
tal, siendo indispensable probar que el
daño provino del grupo, pese a no poder
puntualizar cuál de sus integrantes fue el
agente (14).
A pesar de que en las XVI Jornadas Na-
cionales de Derecho Civil, celebradas en
Buenos Aires en 1997, se concluyó por
unanimidad que “corresponde distinguir
los supuestos de daños cuya autoría perma-
nece en el anonimato (responsabilidad co-
lectiva) de aquellos en que el daño proviene
del accionar riesgoso de un grupo”, tene-
mos para nosotros que la responsabilidad
colectiva representa, como tal, un género
que cobija las tres especies que, como ya
relatáramos, el Código Civil y Comercial ha
disciplinado.
No obsta esta conclusión el hecho de
que el legislador haya optado por incluir
un artículo específico para el autor anóni-
mo (art. 1761), ya que, como veremos en
los caracteres definitorios de la figura de
marras, el anonimato es condición fun-
damental y basal para configurar una res-
ponsabilidad colectiva o anónima, en sus
tres casos receptados legislativamente.
Parece que surge con cierta claridad de las
definiciones y conceptualizaciones trans-
criptas que aun cuando exista certeza so-
bre el grupo o el inmueble del cual se pro-
piciara el nocimiento, en todos estos casos
su autor o autores individualizados no son
pasibles de reconocimiento especial que
permita atribuirles a título personal la res-
ponsabilidad civil dimanante del hecho.
En resumidas cuentas, la autoría es anóni-
ma, pero la imputación es grupal (15); y es
precisamente el anonimato del autor del
daño lo que define a la responsabilidad
colectiva (16).
Por ende, creemos que los tres artículos
traídos a colación en este trabajo son, en ri-
gor, supuestos de responsabilidad colecti-
va en virtud del anonimato del autor, pero,
asimismo, fundamentados dos de ellos
por motivaciones complementarias que se
adunan al estricto anonimato, como es el
riesgo de la cosa (responsabilidad por cosa
suspendida o arrojada del art. 1760) o la
actividad riesgosa desplegada por un gru-
po (actividad riesgosa de un grupo apre-
hendida en el art. 1762).
III.2. La causalidad colectiva del daño
Nos detendremos un momento en el
tópico apuntado, toda vez que reviste
interés para perfilar la generalidad de la
figura estudiada verificándose que la cau-
sación del daño, o su devenir causal pre-
senta ciertas particularidades en los casos
de responsabilidad colectiva, lo que se ha
dado en llamar “causalidad colectiva del
daño”.
Sobre el particular, resulta de especial
interés la diferenciación entre “causali-
dad disyuntiva o alternativa” y la “cau-
(14) COMPAGNUCCI DE CASO, Rubén H., “Dere-
cho de las obligaciones”, La Ley, Buenos Aires, 2018,
ps. 872-873.
(15) Cfr., TRIGO REPRESAS, Félix A. - LÓPEZ MESA,
Marcelo J., “Tratado de la responsabilidad civil”, La Ley,
Buenos Aires, 2004, t. IV, p. 293.
(16) COMPAGNUCCI DE CASO, Rubén H., “Derecho
de las obligaciones”, ob. cit., p. 873
(17) Por ejemplo, se alude a la “intervención acu-
mulativa o concurrente” cuando varias personas in-
tervienen ejecutando actos independientes entre sí
que producen el mismo resultado que habrían produ-
cido aisladamente, por caso, dos personas adminis-
tran separadamente veneno a otra (WIERZBA, Sandra
M., “Obligaciones”, La Ley, Buenos Aires, 2019, 2ª ed.,
p. 674; BURGOS, Débora - MAGLIO, María C. - MARI-
NO, Abel E. - SILVESTRE, Norma O., “Obligaciones”,
ob. cit., p. 278).
salidad plural”. No se nos escapa que la
doctrina ha esbozado subclasificaciones
sobre ambas tipologías (17), pero enten-
demos que a partir del texto del Código
Civil y Comercial su estudio se justifica en
el hecho de que la responsabilidad con-
sagrada en los arts. 1760 y 1761 alude a la
causalidad disyuntiva o alternativa mien-
tras que el art. 1762 recepta una causali-
dad grupal (18).
La causalidad disyuntiva o alternativa
tiene lugar cuando dos o más personas
son responsables del hecho ilícito, co-
nociéndose que una de ellas lo causó de
manera excluyente, pero se desconoce
al responsable directo; vale decir, exis-
ten conductas individuales idóneas para
constituirse en causa del daño, pero no
es posible probar cuál de tales conductas
lo ha generado. No es posible acreditar el
nexo causal entre cada uno de los suje-
tos actuantes y el daño  (19). Frente a esta
hipótesis todos los integrantes del gru-
po son responsables del daño, salvo que
prueben la existencia de un eximente de
su responsabilidad (20).
Creemos válido colegir que los dos artículos
previamente reseñados (léase, 1760 y 1761)
responden a esta lógica, imponiendo res-
ponsabilidad a todos los miembros del
grupo para proteger a la víctima del anoni-
mato del autor, ya sea por provenir el daño
de la caída de una cosa o de la configura-
ción de un grupo determinado. En senti-
do concordante Ubiría expresa que aquí
no promedia co-causación, ya que no hay
sumatoria de acciones imputables a dos
o más sujetos que conducen al resultado
dañoso, sino que la causalidad es disyun-
tiva (21).
Distinta es la cuestión en art. 1762 en el
cual se plantea una hipótesis diversa. Allí,
la generación del daño responde a una
causalidad grupal, ya que el devenir cau-
sal que presupone la norma es la actua-
ción conjunta o en común del grupo como
tal (22) en donde el anonimato resulta
trascendente, pero lo central es la poten-
cialidad dañosa que apareja el riesgo de la
actividad grupal, dado que, se ha destaca-
do, aquí la autoría es grupal —y agregamos
anónima— y la imputación también (23).
Así, la conducta de cada uno de los miem-
bros del grupo no debe ser necesariamen-
te adecuada a la producción del resultado,
sino que, por el contrario, basta con que de
alguna manera colaboren con el acrecen-
tamiento o creación del riesgo de la activi-
dad (24).
Puede apreciarse claramente lo disímil
de este artículo con su precedente, ya que,
si bien guardan estrecha relación, dado
que regulan la misma materia (daños pro-
ducidos por grupos de personas), lo hacen
desde una óptica diferente. Este último
en particular los regula desde la actividad
riesgosa que ese grupo pueda practicar,
sumándosele tal atributo al anonimato
del autor del daño cuya reparación se per-
(18) A idéntica conclusión arriban Compagnucci de
Caso y Calvo Costa. Ver, COMPAGNUCCI DE CASO, Ru-
bén H., “Derecho de las obligaciones”, ob. cit., p. 874;
CALVO COSTA, Carlos A., “Derecho de las obligacio-
nes”, Hammurabi, Buenos Aires, 2017, 3ª ed., ps. 945-
946.
(19) “Se configura la categoría de responsabilidad co-
lectiva denominada de “causalidad alternativa” cuan-
do se ha producido por una u otra persona del grupo o
grupos, y no resulta posible probar quién fue el autor del
hecho”, Ver CCiv. y Com., Junín, “A., J. P. v. L., J. M. y
otros”, 16/09/2008, APBA 2008-11, 1294, TR LALEY
70048060.
(20) TANZI, Silvia Y. - CASAZZA, María S., “Respon-
sabilidad colectiva, anónima y por la actividad peligro-
sa de un grupo en el Código Civil y Comercial”, ob. cit.,
con cita de Gregorini Clusellas.
(21) UBIRÍA, Fernando A., “Derecho de Daños en el
sigue, habida cuenta de que el resultado
dañoso es la acumulación de actuaciones
que son no solo necesariamente colectivas
sino también riesgosas. Así, en el art. 1762
se trata al grupo como “agente de riesgo”,
no solo como requisito necesario para
endilgar responsabilidad, sino como enti-
dad potencialmente productora de perjui-
cios (25).
Nos permitimos advertir que no ha de
confundirse a la causalidad grupal con
la causalidad plural, conjunta o común
sin perjuicio de la similitud semántica
de sus denominaciones, las cuales, va de
suyo, invitan al equívoco. En la actuación
plural varias personas cooperan en la
producción del mismo resultado dañoso,
existiendo causación común, aunque —y
aquí la nota diferenciadora por excelen-
cia— con posibilidad de individualizar el
aporte de cada uno de los partícipes (26).
Este último supuesto no deja de ser una
actuación de grupo, de pluralidad de per-
sonas, pero atañe a la noción de coauto-
ría —atrapada por el art. 1751 Cód. Civ. y
Com.— en donde operan acciones y res-
ponsabilidades individuales, todas ellas
sumadas en su singularidad a la produc-
ción final del daño y no colectivas o co-
munes a una pluralidad de agentes por
igual. Mientras que en la plural hay una
lógica de suma, en la grupal hay una vi-
sión de conjunto.
Esta última distinción fue de recibo en
un precedente en el cual se consideró que
la responsabilidad en las lesiones sufridas
por el actor a consecuencia del accidente
producido mientras manipulaba pirotec-
nia junto a otras personas no resultaba
encuadrable como un supuesto de respon-
sabilidad colectiva, ya que si bien existe di-
ficultad probatoria para identificar al autor
del hecho, se trata de una responsabilidad
plural de varios sujetos individualizados
por su participación conjunta en la ejecu-
ción del acto (27).
IV. Cosa suspendida o arrojada
El legislador ha receptado este caso
dentro del art. 1760 en los siguientes tér-
minos: “Si de una parte de un edificio cae
una cosa, o si esta es arrojada, los dueños
y ocupantes de dicha parte responden soli-
dariamente por el daño que cause. Solo se
libera quien demuestre que no participó en
su producción”.
La problemática aquí analizada fue sis-
tematizada en casi idéntico sentido por
el Proyecto de 1987 en su art. 1118, el
cual replicaba la redacción citada, pero
sin hacer mención a la solidaridad entre
los responsables. El Proyecto de Diputa-
dos de 1993 por su parte, en su art. 1118,
mencionaba que “El daño por una cosa
arrojada o caída, hace responsables, por
el total de la reparación, a todos los que
habitan el edificio o, en su caso, la parte
de dicho edificio de donde provino el ob-
jeto, mientras se mantenga el anonimato
Código Civil y Comercial de la Nación”, Abeledo-Perrot,
Buenos Aires, 2015, p. 450.
(22) PARELLADA, Carlos A., “Responsabilidad co-
lectiva y daño anónimo en el Proyecto de Reforma de
Código civil y Comercial de la Nación de la Comisión
decreto Nro. 191/2011”, RCyS 2012-X, 5, Cita Online: TR
LALEY AR/DOC/4849/2012.
(23) BURGOS, Débora - MAGLIO, María C. - MARI-
NO, Abel E. - SILVESTRE, Norma O., “Obligaciones”,
ob. cit., p. 279.
(24) MELCHIORI, Franco, “La causalidad colecti-
va del daño. Estudio de los supuestos de causalidad
disyunta y causalidad grupal”, RCyS 2016-V, 27, Cita
Online: TR LALEY AR/DOC/217/2016.
(25) ZAVALA de GONZÁLEZ, Matilde M., “La res-
ponsabilidad colectiva y el art. 1119 del Proyecto de
Código Civil”, LA LEY, 1988-D, 861, TR LALEY AR/
DOC/19007/2001.
del agente”. Luego, el Proyecto del Poder
Ejecutivo de 1993 previó, en el art. 1593
la responsabilidad que nos convoca en
los mismos términos que el Proyecto de
1987.
La cláusula legal hoy vigente en estudio
contiene dos hipótesis diferenciadas: ya
sea que la cosa “caiga” de alguna parte de
un edificio o que sea “arrojada”, aunque
no existe a nuestro criterio una diferencia
cualitativa trascendente entre ambas posi-
bilidades. Entre las “cosas” que pueden in-
volucrarse en ambas situaciones citamos,
como ejemplo, macetas, adornos, muebles
varios que pueden ser movilizados por las
fuerzas de la naturaleza o por el hecho del
hombre, aunque, claro está, nada obsta a
entender a cualquier objeto como com-
prendido en el caso, dada la peligrosidad
de impacto que genera la altura. Asimismo,
la caída no debe producirse inexcusable-
mente hacia la calle o vía pública, siendo
perfectamente posible que ocurra en sec-
tores no abiertos al público, como un patio
o pasillo interno.
En orden a la legitimación pasiva el Có-
digo Civil y Comercial se inclina por una
mucho más amplia que la postulada por
Vélez Sarsfield en el antiguo art. 1119 (28).
Recordemos que dicho artículo menciona-
ba a los “padres de familia” e “inquilinos de
la casa” en fidelidad a su fuente romanista,
cuya vaguedad de términos tanto conflic-
to interpretativo generó. Superando esta
cuestión, el legislador optó por los térmi-
nos “dueños” y “ocupantes”, incluyendo
tanto a los titulares dominiales de los in-
muebles involucrados como aquellos que
en ejercicio de un derecho real (usufruc-
tuarios, usuarios) de un derecho personal
(comodatario, locatario, depositario) o
de una relación de hecho (usurpador), se
encuentren en el edificio. Según Ossola, la
locución amplia de “ocupante” permite en-
tender ello (29).
Va de suyo que tanto los propietarios
como los poseedores o tenedores a quie-
nes se busca responsabilizar deben serlo
respecto de la parte de la cual la cosa cae
y es arrojada, pues en caso contrario la
imputación de responsabilidad carece-
ría de sentido. Así se cita el ejemplo (30)
de una maceta que cae a la vereda, y por
ello responderán únicamente los dueños u
ocupantes de las unidades que den al fren-
te del edificio, mas no los de los departa-
mentos que solo tengan salida al pulmón
de manzana. De tal forma, aquellos podrán
argüir su “no intervención” en la produc-
ción del nocimiento.
Resta decir que la situación del dueño no
ocupante (v. gr., que ha cedido la tenencia
de la cosa en virtud de un contrato de loca-
ción para su uso y goce) deberá analizarse
en el caso concreto según las particulari-
dades de ocurrencia del hecho, porque,
por un lado, podrá acudir a la eximente
de no haber participado en la producción
del daño por no hallarse ocupando la cosa,
(26) LORENZETTI, Ricardo L., “Responsabilidad co-
lectiva, grupos y bienes colectivos”, ob. cit.
(27) Cám. C1ªCiv. Com., sala II, San Isidro, “Spano,
Adrián Alejandro c. Monjardin, Sergio Alberto y otro”,
28/08/2008, La Ley Buenos Aires 2008 (noviembre),
1158, TR LALEY AR/JUR/8352/2008.
(28) BURGOS, Débora, “La responsabilidad colec-
tiva y anónima en el Código Civil y Comercial”, RCyS,
2015-IV, 198, TR LALEY AR/DOC/794/2015.
(29) OSSOLA, Federico A., “Responsabilidad civil”,
Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2017, p. 403.
(30) PICASSO, Sebastián - SÁENZ, Luis R. J., en LO-
RENZETTI, Ricardo L. (director), DE LORENZO, Miguel
F. - LORENZETTI, Pablo (coordinadores) “Código Civil y
Comercial de la Nación Comentado”, Rubinzal-Culzoni
editores, Santa Fe, 2015, t. VIII, ps. 604-605.

pero, asimismo, la entrega de la cosa a otro
sujeto no lo releva de vigilar la propia cosa,
más aún cuando, por caso, en el contrato
de locación pesa sobre él la obligación de
conservación de la cosa (según art. 1201) y
también la de adoptar medidas de preven-
ción de daños que puedan ser necesarias
(art. 1710) (31).
El artículo impone una responsabilidad
solidaria entre todos los responsables.
Dicha solidaridad implica que se podrá
demandar a todos o algunos de los res-
ponsables presumidos por la ley (art. 833)
quedando vigente entre ellos la posibili-
dad de repetición, la cual operará confor-
me lo establece el art. 841 in fine “en partes
iguales”, toda vez que no se puede graduar
la participación que cada uno de ellos ha
tenido en la faz genética del daño recono-
ciendo identidad de causa para los coobli-
gados. La solidaridad resulta una decisión
acertada, porque de no ser así y adoptar la
concurrencia (fundada en diversidad de
causas), quedaría huérfana de sustento la
responsabilidad colectiva por autor anó-
nimo, al entrar a tallar la individualidad
de la intervención causal de cada uno de
ellos, lo cual cobra notoriedad solo para la
exclusión de responsabilidad (art. 1760 in
fine).
V. Autor anónimo
El art. 1761 del Cód. Civ. y Com. reza: “Si
el daño proviene de un miembro no identi-
ficado de un grupo determinado, responden
solidariamente todos sus integrantes, excep-
to aquel que demuestre que no ha contribui-
do a su producción”.
Primeramente, creemos que correspon-
de delimitar el concepto de “grupo”, pues-
to que representa uno de los ejes de la
norma. Zavala de González enseña que al
dato de carácter material de la pluralidad
debe adicionársele una interacción que
genera una unificación entre los que for-
man el grupo, lo que da lugar a imputar a
todos lo que el grupo genera (32). Scolara
pondera la vigencia de un vínculo, una per-
tenencia más o menos definida como para
justificar que se les impute a todos y cada
uno de ellos la carga de responder por los
daños generados (33). Wierzba resalta que,
jurídicamente, el grupo debe ser además
de una realidad numérica, una realidad
cualitativa, que no consiste en la mera yu-
xtaposición de personas, sino que implica
la pertenencia de cada una al conjunto, a
través de un lazo de cohesión más o menos
definido (34).
En un antiguo precedente se ha puesto
de resalto lúcidamente el modo de definir
este grado de cohesión, barruntándose que
si bien no medió entre los intervinientes
una verdadera confabulación que impor-
ta la coautoría con la particular intención
de dañar, al menos existió entre ellos un
acuerdo de voluntades para realizar en
calidad de partícipes un fin común, aun
actuando independientemente, pero en
un verdadero plano de igualdad por enci-
(31) Razonamiento seguido también por Ossola,
quien cita el ejemplo de la colocación de un asador en
un balcón cuyo techo pueda eventualmente despren-
derse ante un fuerte viento o la existencia permanente
de elementos peligrosos (OSSOLA, Federico A., Res-
ponsabilidad civil, ob. cit., p. 403).
(32) ZAVALA de GONZÁLEZ, Matilde M., “La respon-
sabilidad colectiva y el artículo 1119 del Proyecto de Có-
digo Civil”, ob. cit.
(33) SCOLARA, Verónica A., “La responsabilidad co-
lectiva como supuesto de responsabilidad objetiva en
nuestra legislación civil”, J.S. 36-37, Sección Doctrina,
p. 148; SCOLARA, Verónica A. - TALLONE, Federico C.,
“Participación del individuo en grupos. Relevancia en
el ámbito de la responsabilidad civil”, LA LEY, 2000-A,
967, TR LALEY AR/DOC/5460/2001.
(34) WIERZBA, Sandra M., “Obligaciones”, ob. cit.,
ma de la actividad específica de cada uno,
corriendo por consiguiente todos con las
eventuales consecuencias, incluso las ad-
versas, que la consecución de tal logro po-
dría acarrearles (35).
En tal sentido, podemos conceptualizar
al “grupo” como una reunión circunstan-
cial o concertada de dos o más personas,
sin importar su mayor o menor número,
que lo hacen en virtud de una actividad o
finalidad común. La definición importa
dos dimensiones: el aspecto material, fác-
tico o cuantitativo de la presencia de una
pluralidad numérica de personas y el as-
pecto volitivo que alude a que aquel agluti-
namiento de seres humanos lo es en virtud
de que todos ellos practican una misma
actividad, vale decir, que su accionar pre-
senta rasgos comunes que permiten cohe-
sionar a la multiplicidad de personas bajo
una finalidad común.
Son ilustrativas en este punto las pa-
labras de Bustamante Alsina  (36) , quien,
analizando la legislación alemana de la
responsabilidad colectiva (el art. 830 del
BGB alemán), cita un comentario de La-
renz, para quien es suficiente a los fines
de fundamentar esta responsabilidad
que se dé la posibilidad de que una per-
sona haya causado el daño, agregando
luego que no es necesario que la actua-
ción peligrosa de varios se base en un
acuerdo entre ellos; basta que, según el
criterio de la práctica, integre un fenóme-
no unitario.
En mérito de lo expuesto previamente se
descartó la aplicabilidad de esta hipótesis
de responsabilidad para dos médicos que
tomaron participación en una interven-
ción quirúrgica, si en el caso no existió una
atención grupal del paciente que pudiera
dar lugar a una responsabilidad colectiva
de los galenos, sino que por el contrario
ambos atendieron a aquel en forma suce-
siva, guardando cada uno el control de la
cirugía en momentos distintos; por lo que
en tales condiciones cabe responsabilizar a
dichos profesionales en la medida en que
sus conductas negligentes contribuyeron a
la producción del daño cuyo resarcimiento
se reclama (37).
Luego, si bien el autor material del per-
juicio debe permanecer en el anonimato,
la conformación del grupo de hallarse
acreditada, para lo cual surgen dos posi-
bilidades: que se individualice a los in-
tegrantes del grupo respecto del cual se
generó el nocimiento (v. gr., los que toma-
ron parte en una partida de caza) o que
el grupo pueda definirse no ya en la in-
dividualidad de sus miembros, sino en la
intervención activa de un sujeto con una
personalidad jurídica propia y diferencia-
da (v. gr., un sindicato que forma parte en
una movilización).
La identidad de actividades individuales,
aunque se acumulen en un mismo marco
ocasional y fáctico, no genera la ligazón
que supone la actividad grupal. Debe ha-
p. 673.
(35) CCiv.y Com., Dolores, 4/12/1982, “De An-
chorena, Manuel N. J. c. Cristófalo, Antonio J.”,
28/08/2008, LA LEY, 1983-C, 298, TR LALEY AR/
JUR/3948/1982. En el caso, se había incendiado un
campo provocado a raíz del recalentamiento del mo-
tor del automóvil en que se trasladan los integrantes
de una partida de caza y que se hubiera atascado en
un pajonal.
(36) BUSTAMANTE ALSINA, Jorge, “La responsabi-
lidad colectiva en el resarcimiento de daños”, Respon-
sabilidad Civil Doctrinas Esenciales VI, 867, TR LALEY
AR/DOC/3992/2007. Recuerda el autor que la norma
germana se inclina por la solidaridad de todos los inte-
grantes del grupo, operando esto como una excepción
nominada al régimen de la mancomunidad, estableci-
do como regla en el campo de la responsabilidad civil
ber, pues, un cierto vínculo asociativo,
compartido, comunicante entre todos los
individuos sometidos a consideración. De
tal guisa, la unidad o la identificación en la
pluralidad de sujetos son esenciales, pues
como, señala Calvo Costa, la consecuencia
es que se genera una presunción legal (iu-
ris tantum) de que todos los miembros del
grupo han sido autores y son solidariamen-
te responsables, hasta tanto alguno de sus
miembros acredita que no ha contribuido a
su producción (38).
Habiendo perfilado la noción de gru-
po, la aplicación del art. 1761 no es au-
tomática, dado que resta indagar sobre
un aspecto más de aquel grupo confor-
mado: la actividad que ha desplegado.
Así, la importancia radica en si el agru-
pamiento de personas ha realizado una
conducta riesgosa o peligrosa para ter-
ceros o no. En caso de haberlo hecho, el
artículo aplicable al caso no será el aquí
desbrozado, sino el art. 1762; en caso de
no ocurrir ello, es plenamente operati-
vo el art. 1761 aquí analizado. Tal es, a
nuestro modo de ver, el criterio distinti-
vo entre ambos artículos  (39) , los cuales,
a partir de una lectura rápida, podrían
presentar cierto solapamiento o super-
posición.
Entonces cabe preguntarse: ¿existen
grupos que no lleven adelante activida-
des peligrosas? Burgos (40) trae a colación
diversos ejemplos de actividades no ries-
gosas: asistentes a un espectáculo teatral
o cinematográfico, procesión religiosa,
huéspedes de un hotel, consumidores
en un supermercado, entre otros. Sin
perjuicio de ello, reforzamos la idea de
que la actividad debe tener como “titu-
lar” principal al grupo. No cabría impo-
ner responsabilidad colectiva con moti-
vo de la mera superposición de situacio-
nes, procederes o actitudes individuales,
tal como ocurriría en supuestos como
dormir distintas personas en un mismo
hotel donde es dañado un objeto, haber
visitado varios un museo del cual es sus-
traída una obra de arte, pasear muchos
individuos por el centro de la ciudad en
cuyo ámbito tiene lugar un homicidio.
En un caso se intentó infructuosamente
hacer responsable a la Unión Cívica Ra-
dical por el hecho de que un ciclista tro-
pezara con un cartel de una candidata a
intendenta por dicho partido, alegando
la actora —con suerte adversa— que
miembros no identificados, pero afilia-
dos a dicho partido, habían generado di-
cho riesgo  (41) .
En este tren, se ha aclarado que cuan-
do varios médicos cohesionados por per-
tenecer a una unidad departamental o de
“un servicio” constituyen un grupo (42);
y al respecto resulta trascendente lo de-
cidido jurisprudencialmente haciendo
aplicación de la responsabilidad colectiva
o plural de todos los integrantes del equi-
po —en el caso por un trabajo de parto
que derivó en graves consecuencias da-
ñosas— cuando no puede individualizar-
por el art. 420.1 del BGB alemán.
( 3 7 ) C N C i v. , s a l a  C , “A l í , J u a n P. c . H . , A .”,
23/06/2006, RCyS 2006, 1209, TR L ALEY AR/
JUR/4099/2006.
(38) CALVO COSTA, Carlos A., “Derecho de las obli-
gaciones”, ob. cit., p. 946.
(39) La diferencia restante entre ambas normas —en
orden a las eximentes— será tratada en un acápite es-
pecial.
(40) BURGOS, Débora, “La responsabilidad colec-
tiva y anónima en el Código Civil y Comercial”, ob. cit.
(41) SC Buenos Aires, “Vezzera de Silveira, Carme-
la y otro v. Unión Cívica Radical y otros”, 11/08/2010,
TR LALEY 70064881. El caso se desechó en la instan-
cia extraordinaria, porque la introducción del planteo
de la responsabilidad colectiva resultaba extemporá-
nea.
Jueves 5 de mayo de 2022 | 9
se al responsable directo, en razón de la
complejidad de la labor desarrollada y la
interrelación existente entre las diversas
conductas concretas de los distintos par-
tícipes, atento a que, probada la relación
de causalidad entre el perjuicio y la inter-
vención del equipo, se presume el nexo
causal con el hecho de cada uno de sus
miembros, salvo que alguno de ellos acre-
dite que su participación no fue causa del
daño (43).
Precisados los aspectos más importan-
tes de la responsabilidad por autor anó-
nimo, creemos que esta resulta una he-
rramienta de utilidad y su consagración
legislativa es atinada, aunque ello no es
óbice para considerar que en la generali-
dad de los casos el daño que se pretende
reparar suele provenir de una acción pe-
ligrosa de un grupo, cuando no violenta,
de lo que se ha dado en llamar “grupo de
riesgo” (44).
VI. Actividad peligrosa de un grupo
Por último, el Código Civil y Comercial
atiende a los daños derivados de la activi-
dad peligrosa de un grupo en los siguientes
términos: “Si un grupo realiza una activi-
dad peligrosa para terceros, todos sus in-
tegrantes responden solidariamente por el
daño causado por uno o más de sus miem-
bros. Solo se libera quien demuestra que no
integraba el grupo”.
Podemos replicar todo lo vertido an-
teriormente sobre la configuración del
grupo, dado que ello es plenamente ope-
rativo aquí con la salvedad ya explicitada
respecto a la actividad que lleve adelan-
te dicho grupo, la cual en este caso ha
de trasuntar una actividad de carácter
peligrosa. Es decir, a cierto grado de co-
municación, lazo o vínculo entre una plu-
ralidad de sujetos se le aduna el requisito
de que la actividad de dicho grupo reúna
las características que legislativamente
se le ha dado a la actividad riesgosa en el
art. 1757, pudiendo definirse dicho carác-
ter por la naturaleza de la actividad, los
medios empleados o las circunstancias
de su realización.
Si bien el propio art. 1757 alude a acti-
vidad “riesgosa” o “peligrosa” no existen
mayores diferencias entre ambas nocio-
nes correspondiendo tratar a ambos voca-
blos como sinónimos con idéntico alcan-
ce también en relación con el art. 1762,
aun cuando este solo refiera a “actividad
peligrosa”. Parece que en ambos casos
abreva el fundamento de la atribución de
la responsabilidad no solo con total abs-
tracción de la idea de culpabilidad, sino,
fundamentalmente, en la creación, co-
nocimiento o dominio de un riesgo para
terceros (45).
El legislador ha intentado brindar a
la víctima una herramienta más frente
a determinados grupos riesgosos sobre
los cuales la realidad social demuestra
que han escalado no solo en cantidad y
(42) CNCiv., sala D, “Calcaterra, Rubén y otra c. Mu-
nicipalidad de Buenos Aires”, 24/05/1990, LA LEY,
1991-D, 469, TR LALEY AR/JUR/1629/1990.
(43) CNCiv., sala F, “F. R., C. c. Gobierno de la Ciudad
de Buenos Aires y otros”, 03/03/2011, RCyS 2011-VIII,
43, TR LALEY AR/JUR/1741/2011.
(44) SAUX, Edgardo I., “Un caso de responsabilidad
colectiva. Miembro no identificado de un grupo agre-
sor”, RCyS, 2010-II, 67 TR LALEY AR/DOC/152/2010.
(45) De un modo similar, se manifiestan Pizarro y
Vallespinos al verter su opinión sobre la conceptua-
lización del factor de atribución “riesgo”. Ver, PIZA-
RRO, Ramón D. - VALLESPINOS, Gustavo E., “Tratado
de responsabilidad civil”, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe,
2017, t. I, ps. 439-440.
10 | Jueves 5 de mayo de 2022
relevancia, sino también en la gravedad
de los daños que ellos irrogan. Podría
válidamente pensarse en que cualquier
actividad grupal podría devenir en ries-
gosa (46) cuando las circunstancias y
contextos que se pueden dar en el agru-
pamiento son amplios y, por ello, siguien-
do a Molina Sandoval, el desarrollo, las
circunstancias y la forma en la que se
realiza la actividad son relevantes para
determinar la existencia del riesgo, de-
biéndose tratar de actividades “especial-
mente riesgosas” o riesgosas de manera
“notable” o “evidente” que conlleven una
“probabilidad cierta y objetiva” de causar
daños (47).
Al respecto, Tanzi y Casazza  (48) ense-
ñan que la actividad de grupo no implica
que todos los miembros que lo componen
desarrollen la misma conducta tendiente
a producir el daño. Todos estarán obliga-
dos a reparar el daño causado, aunque
solo algunos hayan participado de mane-
ra pasiva en la producción de ese daño y
otros no identificados hayan ocasionado
el resultado dañoso. La atribución de res-
ponsabilidad a todos los componentes
del grupo se funda en la circunstancia
de que la acción del conjunto, aprehen-
dida como fenómeno unitario, fue la que
posibilitó la consecuencia dañosa; como
así también a la inversa, que sin esa par-
ticipación grupal, tal resultado no habría
acontecido.
Esta suerte de “mera participación” es
el presupuesto fundamental que exige el
art. 1762, ya que prescinde totalmente de
las diversas funciones o actividades indi-
viduales que cada uno de los sujetos pudo
haber puesto en práctica. Estas pueden ser
de la más variada naturaleza, más o menos
peligrosas, incluso pueden no serlo en ab-
soluto, pero el solo hecho de que integren
el grupo es el escenario que la ley exige se
dé por acreditada para activar esta respon-
sabilidad y, por ello, solo podrá eximirse
acreditando ser un extraño total al gru-
po (49).
Ello así, porque este caso importa una
“autoría del riesgo” por el solo hecho de
pertenecer al grupo  (50) , toda vez que
cuando la actividad que realiza el gru-
po es peligrosa para terceros, es decir,
que conlleva una alta dosis de riesgo, se
asigna a esta circunstancia un papel de
particular relevancia: se lo considera su-
ficiente para conferirle entidad causal e
imputar a sus integrantes los perjuicios
producidos  (51) .
Se enseña que aquí no tiene lugar la
liberación por el señalamiento del autor
material del hecho o por la no contribu-
ción al daño; lo esencial es no pertene-
cer bajo ningún punto de vista al agru-
pamiento, toda vez que la identificación
del autor o autores del daño no descarta
en modo alguno el peligro que entraña
el grupo en sí mismo. Fue argüido que
en esta hipótesis de responsabilidad res-
(46) Fue denunciado que una noción en exceso am-
plia de la actividad riesgosa implica llevar a su máximo
nivel a la teoría del riesgo, en donde prácticamente no
quedaría ninguna actividad fuera, porque todo puede
ser riesgoso (LÓPEZ HERRERA, Edgardo, “Teoría ge-
neral de la responsabilidad civil”, Lexis Nexis, Buenos
Aires, 2006, p. 330).
(47) MOLINA SANDOVAL, Carlos A., “Derecho de
daños”, Hammurabi, Buenos Aires, 2020, ps. 286-287.
(48) TANZI, Silvia - CASAZZA, María S., “Responsa-
bilidad colectiva, anónima y por la actividad peligrosa
de un grupo en el Código Civil y Comercial”, ob. cit.
(49) Aquí se analiza prioritariamente no la produc-
ción directa del daño, sino que la causalidad común ha
contribuido de forma determinante al riesgo que luego
decanta en el nocimiento (Cfr., WIERZBA, Sandra M.,
Obligaciones, ob. cit., p. 680).
(50) OSSOLA, Federico A., “Responsabilidad civil”,
ponden todos los miembros del grupo,
pues se le imputa el daño en razón de su
peligrosidad, tanto si media anonimato
respecto del daño como así también si su
autor está identificado, por lo cual carece
de toda relevancia la autoría individual
del agente  (52). Volveremos sobre esto en
el apartado siguiente.
Como ya dijéramos, a la hora de definir
si una actividad es riesgosa o no lo es, el
propio Código Civil y Comercial nos brin-
da una pauta interpretativa de dicha cues-
tión en el art. 1757 resultando en que la
actividad puede ser riesgosa por su propia
naturaleza o por las circunstancias de rea-
lización, pero siempre irrogando un riesgo
o peligro para terceros. Sin perjuicio de
este parámetro general se pueden brindar
como ejemplos de grupos riesgosos a: un
grupo de cazadores, barras bravas, patotas,
grupos de agentes contaminantes, auto-
movilistas realizando carreras ilegales en la
vía pública, efectivos policiales controlan-
do por la fuerza una manifestación, entre
otros.
Asimismo la sola presencia de alguno
de dichos grupos no necesariamente de-
finirá la subsunción del caso en uno de
responsabilidad colectiva, ya que bien se
ha aclarado, con relación a los eventos de-
portivos que el daño sufrido puede recono-
cer su causa tanto en hechos provenientes
de otros deportistas, espectadores, en los
supuestos de responsabilidad colectiva
cuando no resulta identificable el autor del
daño, en los casos de avalanchas, tumultos,
acción de barras bravas, como así también
puede resultar por el hecho de las cosas de
las cuales se sirve el empresario, pero que,
en todos los casos, se compromete la res-
ponsabilidad objetiva y directa del organi-
zador (53).
Saux profundiza el análisis y señala que
el riesgo que el grupo genera o determina
es variable en sus proyecciones. Hay ries-
gos “externos” (hacia terceros como los de
una patota), “internos” (hacia los miem-
bros del propio grupo, como una avalancha
en un concierto), “concurrentes” (tiroteo
entre ladrones y policías respecto a tran-
seúntes) y “recíprocos” (grupos enfrenta-
dos entre sí) (54).
Cierta duda podría generar la inclusión
en la hipótesis del art. 1762 el caso de ries-
go “interno”, ya que la víctima del daño no
puede provenir del propio grupo o de los
grupos que intervengan, sino que debe
ser externo a ellos y que no haya tenido
injerencia ni participación alguna en la
conducta dañosa objeto de sanción legal.
Asimismo, con relación a los riesgos “recí-
procos” fue decidido que por las heridas
sufridas por periodistas que cubrían una
rebelión, no es de aplicación la responsa-
bilidad colectiva o anónima, por no tratar-
se de daño generado por un grupo o dos
grupos cuya acción dañosa se enderezara
al mismo objeto, sino de la intervención
de dos grupos antagónicos: los amotina-
ob. cit., p. 404 con cita de Pizarro.
(51) UBIRÍA, Fernando A., “Derecho de Daños en el
Código Civil y Comercial de la Nación”, ob. cit., p. 456.
Opera, según el autor, una “necesaria ficción legal”.
(52) CALVO COSTA, Carlos A., “Derecho de las obli-
gaciones”, ob. cit., p. 946 con cita de Picasso y Sáenz.
(53) CNCiv., sala J, “K. R. J. c. Club Atlético Boca Ju-
niors y otro s/daños y perjuicios”, 03/12/2020, El Dere-
cho Cita Online: ED-MCCLVIII-823.
(54) SAUX, Edgardo I., “Un caso de responsabilidad
colectiva. Miembro no identificado de un grupo agre-
sor”, ob. cit.
(55) CNCiv. Com. Fed., sala II, “Carnota, Fernando J.
v. Estado Nacional”, 24/06/1997, JA 1998-III, 165, Cita
Online: 982448.
(56) Si se nos permite la licencia, como ocurriera en
la obra Julio César: “César: Tráiganlo aquí. Le quiero ver
el rostro – Casio: Sal tú de entre la turba; mira al César”
dos y las fuerzas armadas del Gobierno
Nacional (55).
Finalmente, por expreso mandato legal
se recuerda que el art. 1762 no es de apli-
cación a los casos en los que intervengan
profesionales liberales, ya que el art. 1768
in fine define que “...la actividad del pro-
fesional liberal no está comprendida en la
responsabilidad por actividades riesgosas
previstas en el art. 1757”, exclusión cuyo
estudio excede el estrecho margen de este
opúsculo, pero que, adelantamos, habrá
de ser sopesada con prudencia en el caso
concreto.
VII. Las eximentes de responsabilidad
En materia de responsabilidad colecti-
va existen eximentes de responsabilidad
especialmente previstas en la premá-
tica civil y comercial: para los casos de
“cosa suspendida o arrojada” (art. 1760)
y “autor anónimo” (art. 1761) el Código
Civil y Comercial estatuye que “se libera
quien demuestre que no participó en su
producción”. En cambio, en la “actividad
peligrosa de un grupo” (art. 1762) logra
la fisura al nexo de causalidad adecua-
do “quien demuestra que no integraba el
grupo”.
La “no participación en la producción
del daño” (arts. 1760 y 1761) puede adop-
tar una doble virtualidad para el sindicado
como responsable: por un lado, podrá indi-
car y probar quién ha resultado ser el autor
del daño (56), despejando así el anonimato
del autor; por el otro, cabe la posibilidad de
eximirse acreditando acabadamente que
no tuvo ninguna injerencia relevante en la
producción del daño, aun cuando no logre
precisar quién ha sido el autor del noci-
miento. También, la ajenidad al grupo y el
hecho de no integrarlo son parámetros de
los que podrá valerse el presunto respon-
sable.
Puede apreciarse cómo se requiere en
estos casos de una ajenidad total respecto
al daño, tanto sea en su génesis como en
su concreción; y a dicha conclusión pue-
de arribarse tanto individualizando a su
autor o autores como demostrando que
no se ha tomado intervención activa en el
devenir dañoso, tanto sea integrando o no
el grupo. La mentada intervención activa,
se añade, debe entenderse en términos
amplios, vale decir, que el sindicado como
responsable no colaboró, ayudó o partici-
pó, en modo alguno, en la consumación
del menoscabo (57).
Por ejemplo, en un antecedente juris-
prudencial habíase probado en sede pe-
nal que un obrero que se desempeñaba
en una obra en construcción fue el res-
ponsable de la caída de un hierro sobre un
peatón y, ante ello, fallóse que el art. 1760
resulta aplicable en la medida en que no
se pueda individualizar al autor material,
porque, identificado aquel (como ocurrió
en el caso), se descarta la responsabili-
(SHAKESPEARE, William, “Julio César”, Acto Primero,
Escena II).
(57) ALFERILLO, Pascual E., en ALTERINI Jorge H.
(director), “Código Civil y Comercial de la Nación. Tra-
tado exegético”, La Ley, Buenos Aires, 2015, t. VIII,
p. 361.
(58) CNCiv., sala K, “Curto, Rubén José Daniel
c. Seguros Sura S.A. y otros s/ daños y perjuicios”,
18/10/2021, TR LALEY AR/JUR/162517/2021.
(59) CNCiv., sala B, “Muñoz, Oscar Daniel c. Consor-
cio de Prop. Condarco 3”, 06/05/2010, TR LALEY AR/
JUR/36694/2010.
(60) Por ejemplo, se mixturó ambos criterios al fa-
llarse que el demandado “pretende escudarse en que no
fue específicamente identificado como el agresor, pero
no puede en modo alguno negar que integraba el gru-
po violento, ni identificar verazmente a quien fue espe-
cíficamente el integrante del mismo que ejerció violencia
dad colectiva, ya que dicha norma pre-
vé que se libera quien demuestra que no
participó de la producción del detrimen-
to; por ende, acreditado quién fue el que
lo generó, ello excluye la posibilidad de
responsabilizar a los demás integrantes
del conjunto (58). En similar sentido, en
otro caso se desechó la responsabilidad
del consorcio de propietarios por resul-
tar acreditado que fue un tercero quien se
encontraba manipulando una reja de su
propiedad cuando esta se soltó y produjo
un desprendimiento de mampostería que
hirió a un transeúnte (59).
Pasemos ahora a la segunda eximen-
te de responsabilidad, propia de la ac-
tividad peligrosa de un grupo. Aquí la
situación es más gravosa aún, ya que el
art. 1762 impone demostrar que no se in-
tegraba el grupo en cuestión. En el caso
anterior se admite pertenecer al grupo
del cual parte el daño, pero se exige no
haber tenido injerencia en la produc-
ción o génesis del daño en cambio; en
este caso se exige una ajenidad completa
a la sola pertenencia al grupo de riesgo.
Como dijéramos previamente, la mera
pertenencia a un grupo que desarrolla
una actividad peligrosa ya activa la tute-
la del art. 1762, en tanto y en cuando se
irrogue un perjuicio a terceros.
El Código Civil y Comercial impone no
solo una completa ajenidad al daño, sino
también al grupo que desplegó la conduc-
ta —algo que podía generar cierta duda
en el régimen anterior (60)—, ya que to-
dos los que lo integran contribuyen con
su sola participación a crear e intensificar
el riesgo que se traduce en el daño a un
tercero (61).
Jurisprudencialmente se precisó que,
tratándose de una neta actividad ilícita de
un grupo determinado, frente al lesionado
todos deben responder; al menos como
participantes de una agresión donde si
bien no se puede determinar el grado de
participación, la sola integración del grupo
ya los hace responsables de las consecuen-
cias del accionar colectivo, aunque sea un
solo individuo el agente directo del daño
causado (62). En una palabra, la causa de
eximición pasa por la no participación en
el grupo (63).
Ahora bien, ¿qué sucedería si un inte-
grante del grupo que ha desarrollado una
actividad peligrosa lograse probar aca-
badamente e individualizar al autor del
daño? Por un lado, podría argüirse que de-
mostrar quién ha sido el verdadero autor o
responsable del daño no exime de respon-
sabilidad a los otros integrantes del grupo,
ya que aquí lo determinante es la participa-
ción en un grupo que despliega una activi-
dad riesgosa para terceros, de allí, nueva-
mente, que la eximente de responsabilidad
descanse, con exclusividad y mayor riguro-
sidad, en la prueba de la no participación
en el grupo. Pero al unísono, la lectura lite-
ral de la norma (que no autoriza como exi-
física sobre la mujer atacada. Dichas circunstancias nos
permiten encuadrar clara y contundentemente la situa-
ción en el marco de la mentada responsabilidad grupal o
colectiva” (CCiv. y Com., Formosa, “Ocampo, Dora Ele-
na c. Zelaya, Isidoro”, 24/08/2009, La Ley Litoral 2010
(febrero), 95, TR LALEY AR/JUR/30304/2009.
(61) JFed. Nº 2 Rosario, 0/07/2010, “U.N.R. c/ Re-
coaro, Carlos A., y otro”, 24/08/2009, TR LALEY AR/
JUR/34754/2010.
(62) C5ªCiv. Com., Córdoba, “F., C. A. c. L. M. J. y
otro s/ ordinario - daños y perjuicios - otras formas de
responsabilidad extracontractual”, 11/03/2014, RCyS
2014-X, 3018, TR LALEY AR/JUR/6031/2014. En el
caso, se extendió la condena a los padres de los meno-
res que habían conformado el grupo agresor.
(63) CCiv. y Com., Junín, “A., J. P. v. L., J. M. y
otros”, 16/09/2008, APBA 2008-11, 1294, TR LALEY
70048060.

mente la determinación del responsable)
aparejaría en este caso la condena a suje-
tos ajenos a la causación del nocimiento,
pues en la hipótesis planteada se conoce
quién ha causado el daño. La solución a
este entuerto no será sencilla, pues entran
en juego los términos indubitados y claros
de la norma (64) con las particularidades
de un hecho cuya condena se extendería
a quien no ha intervenido en la irrogación
del nocimiento, pero que ha participado en
la conformación del riesgo que diera pábu-
lo a aquel.
Finalmente, aclaramos, si bien el legisla-
dor ha sido estricto y preciso en orden a re-
gular las eximentes de responsabilidad en
cada caso estudiado, creemos que, la causa
ajena, en tanto modo genérico de quebrar
el nexo causal en la responsabilidad objeti-
va, también constituye una eximente válida
para el legitimado pasivo (65). Ello, porque
el hecho de legislar eximentes especiales
de responsabilidad no obsta la virtualidad
de aquellos modos generales estatuidos
para anular o mitigar el grado de respon-
sabilidad achacado a los presuntos respon-
sables. No obstante ello, debe memorarse
que el art. 1733 norma que aunque ocurra
el caso fortuito el deudor responderá igual
si este constituye una contingencia propia
del riesgo de la cosa o la actividad (inci-
so e), de modo que habrá de cohonestar en
el caso particular todas estas disposiciones
normativas. Asimismo, a la hora de ponde-
rar la eventual alegación como eximente
de un hecho de un tercero por el cual no se
debe responder (art. 1731) deberá conside-
rarse, para delimitar el carácter de “terce-
ro” y la vinculación entre los sujetos, que,
según el art. 1757, “...en caso de actividad
riesgosa o peligrosa responde quien la rea-
liza, se sirve u obtiene provecho de ella, por
sí o por terceros”.
VIII. Aportes del fallo estudiado
Efectuado el somero repaso que antece-
de, viraremos el análisis al caso en comen-
tario, para destacar algunos de sus aspec-
tos que nos parecen relevantes para la te-
mática analizada.
Desde ya mencionamos que, si bien no
será tratado pormenorizadamente por ex-
ceder los contornos de este trabajo, apare-
ce como trascendente la decisión de revo-
car la segmentación de la tasa de interés
sobre las partidas de incapacidad sobrevi-
niente y daño extrapatrimonial, decidida
por la judicante de primera instancia —a
saber: desde la fecha del hecho hasta el
dictado de la sentencia una tasa de interés
puro del 12% anual y a partir del pronun-
ciamiento hasta el efectivo pago, tasa acti-
va—, reemplazándola por una tasa única
(activa) aplicable a todas las partidas con-
cedidas desde la fecha del hecho hasta el
efectivo pago.
VIII.1. Los efectos de la suspensión del jui-
cio a prueba
La responsabilidad colectiva y anónima
es un campo fecundo para analizar las vin-
culaciones entre los efectos del proceso
(64) Debiéndose respetar, en consecuencia, la pau-
ta interpretativa que desaconseja distinguir allí donde
la ley no distingue (CS, “Dorre, Guillermo Roberto c/
Provincia de Córdoba”, Fallos: 294:74 (1976), consid.
4º; “Sindicato Argentino de Docentes Particulares (SA-
DOP) c/ Estado Nacional s/ nulidad administrativa”,
Fallos: 333:735 (2010) del dictamen de la Procuración
General que la Corte hace suyo; “Wintershall Energía
S.A. c/ EN - PEN - dto. 786/02 - ley 25.565 s/ ampa-
ro”, Fallos: 331:2453 (2008); 10/12/2013, “Andreuchi,
Luis Antonio c. Club Atlético Newell’s Old Boys y otro
s/ ejecutivo”, LA LEY, 2014-B, 465, TR LALEY AR/
JUR/84177/2013; 15/07/2021, “INC SA (TF 24.746 - I) c.
DGI”, TR LALEY AR/JUR/110009/2021).
(65) En idéntico sentido: UBIRÍA, Fernando A., “De-
penal —en particular el modo de su culmi-
nación o resultado— sobre el proceso civil.
Así, ha merecido ocupación de la judi-
catura el efecto que genera la absolución
en sede penal como argumento eximente
de responsabilidad en sede civil. Se deter-
minó que la absolución del imputado por
el delito de lesiones decretada por el juez
penal, basada en la duda razonable acerca
de la autoría del daño, es insuficiente para
descartar su responsabilidad civil, pues si
bien aquella tiene incidencia cuando con-
cluye con la inexistencia del hecho o bien
con que este no fue realizado por el acu-
sado, en los demás casos la diferente na-
turaleza de culpas no restringe el ámbito
de apreciación y juzgamiento por parte del
juez civil (66). En otro antecedente, tam-
bién descartando la absolución en sede
penal como eximente, se puso el foco en
que resultaba acreditado en el caso que el
demandado había participado en el grupo
que agredió a la víctima, dándosele ope-
ratividad a la responsabilidad colectiva de
todos sus integrantes (67).
En el caso en comentario no ocupa a la
Cámara una hipótesis de absolución, sino,
por el contrario, de la mentada probation,
ya que el juicio penal iniciado por “aten-
tando a la autoridad agravado” culminó
con la suspensión del juicio a prueba (
arts. 76, 76 bis, 76 ter y 76 quater del Código
Penal nacional) solicitada por los propios
imputados.
Se ha dicho que el acceso a este institu-
to no implica confesión o reconocimiento
de responsabilidad, lo que significa que
al formular el pedido no se admite como
acreditada la existencia de relación de
causalidad adecuada, ni se acepta como
probado el factor de atribución (68). De
igual modo, la cuantía dineraria de la
promesa de resarcimiento hecha por el
imputado no significa un reconocimiento
de la existencia del daño ni de su dimen-
sión (69). Es que más allá de que si la pro-
bation sea una especie de condena o no,
nada impide que en sede civil pueda de-
batirse y resolverse sobre la procedencia
de la responsabilidad en la producción del
hecho y examinar desde las normas de de-
recho civil si se dan los presupuestos para
que aquella opere (70).
El vocal Kiper se inclina por esta postura,
aclarando que queda claro que no puede
hablarse de “prejudicialidad” alguna como
fundamento de la condena en sede civil,
ya que la probation no implica reconoci-
miento de los hechos imputados. Arguye
en tal sentido que, si por alguno de los su-
puestos previstos se revocara el beneficio,
el imputado se encontraría en la misma si-
tuación en la que estaba antes de pedir la
probation; se sigue de ello que si el pedido
y la concesión implicaran reconocimiento
de los hechos, no se comprende cómo el
acusado podría ser eventualmente absuel-
to (71). Por lo demás, añade el vocal Kiper
que la existencia del hecho se encuentra
reconocida, discutiéndose solo la existen-
cia de alguna eximente de responsabilidad,
ya sea total o parcial.
recho de Daños en el Código Civil y Comercial de la Na-
ción”, ob. cit., p. 451.
(66) Cám. Civ. Com., Pergamino, “Rocha, Ramón
Antonio c. Lanselotto, Carlos Luis y otros s/daños y
perj. del./cuas. (exc. uso aut. y estado)”, 12/12/2012,
RCyS 2013-IV, 123, TR LALEY AR/JUR/70562/2012.
(67) Ver también: CCiv., Com., Lab. y Min., sala III,
Neuquén, “D. S. c. R. J. M y otros s/ daños y perjui-
cios”, 19/04/2012, La Ley Patagonia 2012 (agosto),
435, TR LALEY AR/JUR/21360/2012. Se trataba de
un caso de daños causados por un grupo de personas
hacia otra, sin que pueda identificarse qué miembro
lo ocasionó con la utilización de un rifle de aire com-
primido que fue introducido en su cuerpo ocasionán-
dole lesiones.
Pareciera que dicha postura podría sos-
tenerse con basamento en las normas del
Código Civil y Comercial, puesto que el
art. 1776 refiere exclusivamente a una “sen-
tencia penal condenatoria” como aquella
que produce efectos de cosa juzgada en el
proceso civil respecto de la existencia del
hecho principal que constituye el delito y
de la culpa del condenado. También ha de
recordarse que nos emplazamos en el te-
rreno de una responsabilidad civil objetiva,
lo que incluso ameritará que se establezca
como excepción al principio general de la
suspensión de la tramitación del proce-
so civil cuando la acción penal precede a
la acción civil, o es intentada durante su
curso (art. 1775) cuando la acción civil por
reparación del daño está fundada en un
factor objetivo de responsabilidad (inci-
so c) (72). Asimismo, hay que reconocer la
contundencia del art. 76 quater que dispo-
ne: “La suspensión del juicio a prueba hará
inaplicables al caso las reglas de prejudicia-
lidad de los artículos 1101 y 1102 del Códi-
go Civil, y no obstará a la aplicación de las
sanciones contravencionales, disciplinarias
o administrativas que pudieran correspon-
der” (73).
VIII.2. La conformación del grupo y su
prueba
Amén de lo explicitado en el apartado
precedente, sin dudas que las pruebas ver-
tidas en el proceso penal tendrán una im-
portancia central en el ámbito civil en pos
de lograr, como destaca el vocal Kiper, que
“la identificación del grupo que participó
en el hecho dañoso deber ser lo más certera
posible”.
Como señaláramos en el proemio, dos
de los demandados apelaron el pronuncia-
miento de baja instancia (la Unión Tran-
viarios Automotor y el Sindicato de Cho-
feres de Taxi) alzándose, en lo que aquí in-
teresa, en la atribución de responsabilidad
decidida. Es de interés, creemos, ver cómo
han intentado eximirse de responsabilidad
y cómo el tribunal receptó o no sus preten-
siones, ya que, hemos visto, la responsabi-
lidad colectiva cuenta con una estructura
de conformación y eximentes particulares.
Por un lado, el Sindicato de Choferes de
Taxi alegó derechamente su ajenidad total
a la manifestación, dado que sostiene que
no participó en ella. Puede verse que ello
guarda paralelismo con la eximente consa-
grada en el vigente art. 1762, aunque por la
época de ocurrencia de los hechos la legis-
lación aplicable es la del Código velezano.
Añade que en su rubro existe una plurali-
dad de agrupaciones sindicales, algunas
de las cuales fueron las que tomaron parte
en la manifestación que derivó en el hecho
lesivo.
En las actuaciones penales (declaracio-
nes de testigos como en presentaciones
del fiscal) surge con frecuencia la alusión
a “los taxistas” o al “sindicato de taxis”, lo
cual implica expresiones un tanto vagas o
confusas para delimitar cuál de todos los
sindicatos de la actividad participó en el
hecho. Por ello, se toma en especial consi-
(68) CNCiv., sala M, “G., C. A. c. O., M. H. s/ daños y
perjuicios”, 17/09/2013, JA 2014-II, 274, TR LALEY AR/
JUR/65817/2013.
(69) HIGHTON, Elena I., “La suspensión del juicio a
prueba (“probation”) y el proceso civil. ¿Cómo juega la
normativa civil cuando en causa penal no hay condena
ni absolución, sino suspensión del proceso a prueba?”,
en Revista de Derecho de Daños 2002-3: “Relaciones
entre la responsabilidad civil y la penal”, Rubinzal Cul-
zoni editores, Santa Fe, 2002, p. 137.
(70) CNCiv., sala F, “Sners, Laura Susana c. Garda
Olaciregui, Pedro María y otros”, 13/03/2013, ED 224 –
201; TR LALEY AR/JUR/4743/2007.
(71) Ya se había sostenido este criterio en autos CN-
Civ., sala H, “L., R. C. c. M., R. O.”, 16/08/2007, RCyS
Jueves 5 de mayo de 2022 | 11
deración en el fallo a las filmaciones y fo-
tografías incorporadas a la causa criminal
en la que se aprecia que gran parte de los
participantes que entraron en conflicto
con la policía vestían ropa negra con una
franja amarilla —cuando el del Sindicato
de Choferes es totalmente negra—, leyén-
dose en algunas de ellas “Federación Na-
cional-Peones de Taxi”. También se valora
que en las indagatorias realizadas algunos
de los imputados declararon pertenecer al
Sindicato de Peones de Taxi.
Con dicho material probatorio el tribu-
nal tiene por acreditada la no intervención
del Sindicato de Choferes de Taxi en la ma-
nifestación, lo que, de rondón, implica el
éxito de este en repeler la acción iniciada
en su contra demostrando que no participó
del grupo.
Distinto es el caso de la Unión Tranvia-
rios Automotor, la cual alegó que los dete-
nidos no pertenecían a su sindicato, que su
intervención en el hecho se limitó a entre-
gar un petitorio en la Legislatura sin que
haya participado en la organización de la
movilización y que, incluso, miembros de
su sindicato resultaron heridos. El tribunal
no recepta su planteo en atención a que
varios testigos describieron la presencia de
sujetos vestidos con camperas grises (color
que identifica a la Unión Tranviarios Au-
tomotor) y que la intervención violenta no
se limitó a quienes formaron la primera lí-
nea de contacto con el cordón policial sino
que —según testimonios— también hubo
lanzamiento de proyectiles por parte de
personas que se ubicaban detrás.
En definitiva, se concluye que el hecho
de que los integrantes de dicha asociación
gremial formaran parte de acto en el que se
produjeran las lesiones del personal poli-
cial y que no se pudiera identificar al autor
del hecho lesivo conlleva la responsabili-
dad del sindicato.
IX. A modo de colofón
Como reflexión final concluimos en que
el fallo comentado reviste gran trascenden-
cia para la cabal operatividad de uno de los
aspectos más conflictivos de la responsabi-
lidad colectiva y anónima, como es la com-
posición e identificación del grupo del cual
se irroga un perjuicio y, fundamentalmen-
te, sobre cómo acreditar y valorar la inter-
vención efectiva de quienes lo componen.
Ciertamente, uno de los ejes por los que
discurriera el pronunciamiento se enlaza
a la completa ajenidad al grupo peligroso
que, legislativamente, el Código Civil y Co-
mercial autoriza como eximente especial
(art. 1762) para este supuesto de responsa-
bilidad, de allí su interés.
Va de suyo que los contornos de la res-
ponsabilidad colectiva y anónima conti-
nuarán siendo pasibles de debate, buscan-
do ser precisados en situaciones concretas
como la que nos convoca. Con dicha finali-
dad, sumamos nuestro aporte.
Cita on line: TR LALEY AR/DOC/1455/2022
2007, 1011, TR LALEY AR/JUR/5247/2007.
(72) Según el art. 1780 se deja a salvo la posibilidad
de revisión cuando la sentencia penal sea posterior a
la civil, lo que solo procede a petición de parte y en
los casos legislados entre los cuales se menciona: “en
el caso previsto en el artículo 1775 inciso c) si quien fue
juzgado responsable en la acción civil es absuelto en el
juicio criminal por inexistencia del hecho que funda la
condena civil, o por no ser su autor”.
(73) Ver, C2ªCiv. Com., sala II, Paraná, “Ayunes,
Omar I. c. Castro, Carlos A.”, La Ley Litoral 2007 (di-
ciembre), 1236, TR LALEY AR/JUR/1968/2007.
12 | Jueves 5 de mayo de 2022

Jurisprudencia
Derecho a la salud
Medicamentos. Certificado de discapaci-
dad. Cobertura total.
1. - Escapa a las posibilidades del tribu-
nal formular un juicio preciso sobre las
características, consecuencias y trata-
miento que requeriría la mencionada
microangiopatía trombótica secunda-
ria, por tratarse de un asunto propio de
la medicina que excede el conocimiento
ordinario que normalmente tienen las
personas sin formación en esa ciencia.
No obstante prima facie, y en este con-
texto cautelar, se estima que el carác-
ter trombótico que se ha atribuido a esa
afección es suficiente para confirmar la
decisión del juez que amplió la medi-
da cautelar, teniendo en cuenta que la
propia recurrente señaló que en caso de
trombofilia la cobertura es total.
2. - Debe confirmarse la decisión del juz-
gador, sin perjuicio de la posibilidad
de revisar esta decisión en caso de co-
lectarse nuevas pruebas que permi-
tan sustentar una conclusión diferen-
te. Ello no implica desconocer la pru-
dencia con que se deben apreciar los
recaudos que hacen a la procedencia
de las medidas cautelares innovativas,
ponderando que en casos como el pre-
sente —donde el objeto último de la ac-
ción está dirigido a cubrir prestaciones
destinadas a la atención de una perso-
na con discapacidad— el criterio para
examinar la procedencia de una medi-
da precautoria, aun cuando sea inno-
vativa, debe ser menos riguroso que en
otros, considerando las consecuencias
dañosas que podría traer aparejada la
demora en satisfacer requerimientos
como el que motiva este litigio.
CNFed. Civ. y Com., sala II, 31/03/2022. -
G. A, I. c. OSDE s/ Amparo de salud.
[Cita on line: TR LALEY AR/JUR/24892/2022]
2ª Instancia.- Buenos Aires, marzo 31 de
2022.
Considerando: I. Que en el primero de
esos pronunciamientos el señor juez admi-
tió la petición cautelar formulada por la ac-
tora con relación a los medicamentos Mab-
thera (Rituximab), Cellcept, Deltisona  B y
Pantoprazole, ordenando a OSDE otorgar
cobertura total de su costo. En el segundo
adoptó idéntica medida para el fármaco
Enoxaparina 40 mg.
La demandada apeló esas decisiones.
Señaló ante todo su carácter innovativo y
destacó que su objeto es coincidente con el
de la pretensión, por lo cual es exigible un
mayor celo para su otorgamiento. En lo re-
lativo a la verosimilitud del derecho sostu-
vo que el programa médico obligatorio vi-
gente no prevé la cobertura con el alcance
reclamado por la actora, subrayando que
esa extensión es determinada por normas
que dictan el Poder Legislativo y el Minis-
terio de Salud. No obstante, añadió que la
actora cuenta con una cobertura del 40%
del valor de los medicamentos en virtud
del plan superador del que es beneficiaria.
Controvirtió además que en el caso se con-
figure el requisito del peligro en la demora
y citó jurisprudencia que estima favorable
a sus planteos.
Similares fundamentos invocó en el re-
curso que articuló contra la resolución dic-
tada el 4 de agosto último, subrayando en
este caso que el medicamento Enoxaparina
no cuenta con previsión de cobertura en la
Resolución Nº 310/2004 del Ministerio de
Salud ni en el programa médico obligato-
rio, salvo ante el diagnóstico de trombofi-
lia, que no es el caso que aquí se presenta.
El traslado de esos agravios fue replicado
por la actora en los términos que surgen de
las presentaciones realizadas los días 2 de
agosto y 5 de octubre de 2021.
II. Así planteada la controversia, corres-
ponde señalar ante todo que la cuestión
relativa al primer recurso se ha tornado
abstracta.
En efecto, luego de que la actora acom-
pañara el certificado de discapacidad que
prevé la Ley Nº 22.431 —expedido el 14 de
diciembre último— la demandada ma-
nifestó que ante ese hecho correspondía
otorgar cobertura total a los medicamentos
que fueron objeto de la resolución dictada
el 3 de julio de 2021: Rituximab (Mabthe-
ra), Cellcept, Deltisona B y Pantoprazole.
De ese modo, han variado tanto las cir-
cunstancias existentes al momento de
iniciarse el proceso como la postura ini-
cialmente asumida por la demandada, al
admitir la cobertura total de los fármacos
mencionados.
Sobre esa base, y ponderando que en los
procesos de amparo las decisiones deben
atender a la situación existente al momen-
to de ser dictadas, teniendo en cuenta no
solo los factores iniciales sino también los
sobrevinientes (confr. CSJN, Fallos: 313:344
y 316:2016, entre otros), la cobertura total
que ha sido admitida por la propia recu-
rrente determina que en la actualidad el
tratamiento de los agravios propuestos
contra la medida cautelar dispuesta el 3 de
julio de 2021 se ha tornado abstracto.
III. No sucede lo mismo con lo dispuesto
por el juez en la resolución del 20 de sep-
tiembre de 2021, donde ordenó a la de-
mandada brindar cobertura total para el
medicamento Enoxaparina 40 miligramos.
De acuerdo con lo que surge de la prueba
documental acompañada por la actora con
el escrito presentado el 31 de agosto últi-
mo, el motivo de su internación fue un ac-
cidente cerebrovascular isquémico cerebe-
loso derecho, y se añade allí que tuvo lugar
“en contexto de anticoagulación, asociado
a microangiopatía trombótica secundaria”.
En la actualidad, escapa a las posibilida-
des del tribunal formular un juicio preciso
sobre las características, consecuencias y
tratamiento que requeriría la mencionada
microangiopatía trombótica secundaria,
por tratarse de un asunto propio de la me-
dicina que excede el conocimiento ordina-
rio que normalmente tienen las personas
sin formación en esa ciencia. No obstante,
prima facie y en este contexto cautelar, se
estima que el carácter trombótico que se ha
atribuido a esa afección es suficiente para
confirmar la decisión del juez, teniendo en
cuenta que la propia recurrente señaló que
en caso de trombofilia la cobertura es total.
Es por ello que habrá de confirmarse la
decisión del juzgador, sin perjuicio de la
posibilidad de revisar esta decisión en caso
de colectarse nuevas pruebas que permi-
tan sustentar una conclusión diferente.
Ello no implica desconocer la prudencia
con que se debe apreciar los recaudos que
hacen a la procedencia de las medidas cau-
telares innovativas, ponderando que en
casos como el presente —donde el objeto
último de la acción está dirigido a cubrir
prestaciones destinadas a la atención de
una persona con discapacidad— el criterio
para examinar la procedencia de una me-
dida precautoria, aun cuando sea innova-
tiva, debe ser menos riguroso que en otros,
considerando las consecuencias dañosas
que podría traer aparejada la demora en
satisfacer requerimientos como el que mo-
tiva este litigio.
Por consiguiente, se resuelve: a)  decla-
rar abstracto el tratamiento de los agravios
propuestos contra el pronunciamiento del
3 de julio de 2021, con costas en el orden
causado teniendo en cuenta que ello se
debió a una circunstancia sobrevinien-
te; b)  confirmar la ampliación de la me-
dida cautelar dispuesta en la resolución
del 20  de septiembre de 2021, con costas.
Difiérese la regulación de los honorarios
profesionales para el momento en que se
dicte la sentencia definitiva. Regístrese,
notifíquese y devuélvase. — Eduardo D.
Gottardi. — Ricardo G. Recondo. — Alfredo
Silverio Gusman.

Edictos
El Juzgado Nacional de Primera
Instancia en lo Civil y Comercial
Federal Nº 11 a cargo del Dr. Alejan-
dro J. Nobili, Secretaría Nº 21 a mi
cargo, sito en Libertad 731, 7º Piso
de esta Capital, hace saber que el/
la señor/ra: ERIKA ALNAIR ROJAS
PALAO, DNI Nº 95.314.945 nacido/a
en Caracas-Venezuela, ha solicitado
la ciudadanía argentina. Cualquier
persona que conozca algún impedi-
mento para la concesión del benefi-
cio, podrá hacerlo saber a través del
Ministerio Público. Publíquese por
dos días en un lapso de quince días.
Buenos Aires, 5 de abril de 2022
María Victoria Tripiccio, sec.
LA LEY: I. 05/05/22 V. 05/05/22
El Juzgado Nacional de Primera Ins-
tancia en lo Civil y Comercial Federal
Nº 8, secretaría Nº 15, sito en Libertad
731 7º piso de esta ciudad, informa que
YURIBEL ALEJANDRA ALVARADO
JAUREGUI de nacionalidad venezola-
na con DNI 95.917.534 ha iniciado los
trámites tendientes a obtener la ciu-
dadanía argentina. Por ello cualquier
persona que tuviere conocimiento de
algún acontecimiento que estimara
podría obstar a dicha concesión, debe-
rá hacerlo saber a este Juzgado. Publí-
quese por dos días.
Buenos Aires, 28 de septiembre de
2021
Felipe J. Cortés Funes, sec.
LA LEY: I. 04/05/22 V. 05/05/22
El Juzgado Nacional de Primera
Instancia en lo Civil y Comercial Fe-
deral Nº 5, a cargo del Dr. Patricio
Maraniello, Secretaría Nº 9 a mi
cargo, sito en Libertad 731 piso 10º
de Capital Federal, hace saber que
BÉLGICA MARÍA CARRION, DNI
Nº RD5260988 de nacionalidad Re-
pública Dominicana y de ocupación
ama de casa, ha iniciado los trámi-
tes tendientes a la obtención de la
Ciudadanía Argentina. Cualquier
persona que tuviere conocimiento
de algún acontecimiento que pudie-
re obstar a dicha concesión, deberá
hacer saber su oposición fundada al
Juzgado. Publíquese por dos veces.
Buenos Aires, 14 de marzo de 2022
N. Javier Salituri, sec.
LA LEY: I. 04/05/22 V. 05/05/22

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