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Objeto y Significación del Derecho Constitucional

André Hauriou1

SECCION I

El Objeto del Derecho Constitucional


El objeto del derecho constitucional se puede definir; en un sentido muy amplio,
como el encuadramiento jurídico de los fenómenos políticos.
Esta fórmula, para ser bien comprendida, exige dos clases de explicaciones: ¿qué hay
que entender por fenómenos políticos? Y ¿En qué consiste el “encuadramiento jurídico”
de una categoría de fenómenos determinados y, en particular, de los fenómenos
políticos?
1. Los Fenómenos Políticos:
El término “político” es de difícil definición. Proviene de la palabra griega polis,
que significa ciudad y, por consiguiente, su origen nos advierte que se trata de
relaciones interhumanas en el marco de una sociedad organizada. La Ciudad antigua,
pese a su exigüidad y a la institución de la esclavitud, era, en efecto, una organización
política perfeccionada que, en cierta medida, prefiguraba el Estado moderno.
Pero, a decir verdad, esta primera indicación resulta insuficiente debido a que en el
marco de una sociedad organizada también se inscriben diversos tipos de relaciones
humanas, como pueden ser las familiares, las comerciales, las sociales, etc.
En realidad, los fenómenos propiamente políticos pueden abordarse a partir de tres
planos diferentes:
_ El del reconocimiento total del hombre por el hombre.
_ El de la determinación de lo que es bueno para la sociedad.
_ El de las relaciones entre dirigentes o gobernantes y gobernados.
La Política Proceso de Reconocimiento Total del Hombre por el Hombre.
Esta afirmación puede parecer extraña en una época en la que el término “igualdad”
figura inscrito en el frontispicio de muchos pórticos. Sin embargo, para darse cuenta de
su grado realidad basta con recordar la esclavitud, el fenómeno colonial o la
discriminación racial.
Actualmente, las manifestaciones de los negros en Estados Unidos, o las
reivindicaciones de trabajadores emigrantes a Europa occidental, son evidentemente
expresiones políticas, unas veces pacíficas y otras violentas. Tienen por objeto – y,
quizá, el único objeto por parte de los interesados -su pleno “reconocimiento” en cuanto
hombres omnidimensionales. Para no hablar más que de los primeros, mientras que,
teóricamente, tienen los mismos derechos que los blancos, en la práctica están en un
estado de marcada inferioridad, del que pretenden liberarse.
Por lo tanto, en un primer nivel, las relaciones políticas son distintas de las que se
producen en el marco de la familia o con motivo del intercambio de bienes o en el
proceso de fabricación de mercancías o de productos. Las relaciones políticas tienen
como primer objetivo el reconocimiento del hombre por el hombre, tomando en su
totalidad y en su libertad, es decir, presentándose cada uno frente al otro como un
absoluto.
La Política, Búsqueda de lo que es Bueno para la Sociedad.
El reconocimiento del hombre por el hombre, con ese carácter fundamental que le
hemos asignado, no se puede nunca en abstracto, sino en el marco de la sociedad y, por
ello, está vinculado al lugar que ocupa el hombre en la misma y en su organización.

1
HAURIOU, André. Op. Cit. pp. 21 - 36
La política es, por tanto, la búsqueda de lo que es “bueno” o “útil” para la sociedad.
Es la determinación del “bien común”. Por otra parte, en eso consiste la acción política
habitual. Los partidos políticos, en particular, buscan, a través de sus programas de
gobierno, lo que es “bueno” para la sociedad política y se esfuerzan por imponerlo.
La Política, Relaciones entre Gobernantes y Gobernados.
La determinación de lo que es “bueno” para la sociedad y el gobierno de ésta no
puede ser obra de todos los hombres, al menos habitualmente. Esto pasa, sobre todo,
cuando la sociedad de que se trata adopta la forma de un “Estado – Nación, o sea, un
grupo humano de grandes dimensiones que a menudo abarca decenas e incluso
centenares de millones de habitantes.
Política y Estado:
La sociedad que nos interesa prioritariamente e nuestras investigaciones de Derecho
constitucional es el Estado. Hasta tal punto, que los fenómenos políticos que vamos a
considerar se hallan, ante todo, referidos a él. Más tarde estudiaremos con calma el
Estado, su territorio, su población, la cohesión política que expresa o provoca, el poder
que emana de él y, en particular, la facultad que tiene de emitir, en régimen de
monopolio, una serie de reglas de Derecho obligatorias para los individuos y
sancionadas, en caso necesario, por la coerción. Digamos provisionalmente ahora que el
Estado es una sociedad organizada, fijada en un territorio determinado y que posee el
monopolio de la emisión de reglas de Derecho y de su sanción.
Sin embargo, recordemos que, si el Estado es la sociedad más perfecta, no es la
única en la que los hombres se encuentran integrados. Existe una gran cantidad de
asociaciones, clubs, partidos políticos, sindicatos, iglesias y grupos en cuyo interior se
producen amplios fenómenos de afirmación individual, de búsqueda del bien común y
de dirección de unos hombres por otros. Todos estos fenómenos tienen, por tanto, un
carácter político, en el amplio sentido de la palabra.
El Poder Político:
Se establece, pues, en todas las sociedades, una distinción entre los que conducen la
sociedad – los gobernantes – y los que son conducidos – los gobernados -.
Los actos políticos, normalmente, corresponden a los gobernantes. Sin duda, los
gobernados participan en la vida política, al menos en los países democráticos (adhesión
a un partido, participación en reuniones públicas, en manifestaciones, expresión de su
voluntad o de su opción en el curso de unas elecciones o de un referéndum). Pero, sin
embargo, lo más usual es que sean los gobernantes los que realicen actos políticos. Por
eso se ha afirmado que los fenómenos políticos son los que se refieren a la conducción
de los hombres que viven en sociedad.
Los que ejercen una acción sobre otros hombres, los que les impulsan a adoptar tal
o cual actitud o, por el contrario, a abstenerse en tal o cual circunstancia, son
considerados como detentadores de “poder”. Un jefe de empresa, el presidente de un
club deportivo, un secretario de sindicato, el dignatario de una iglesia organizada
detenta poder porque pueden lograr que otras personan actúen en un determinado
sentido. Ya volveremos con sus manifestaciones en el marco del Estado. De momento,
nos basta destacar su generalidad y el plazo que existe entre el poder y la acción
política.
Los Medios de Acción Política.
Son muchos los medios para incitar a los hombres a actuar, pero los más
importantes son la persuasión y la coerción.
La persuasión. - Se puede influir sobre la voluntad humana, ante todo, por la
palabra o por el escrito, demostrando la necesidad, utilidad, interés o atractivo de tal o
cual objetivo. La palabra es, sin duda, el principal medio de persuasión. Casi todos los
grandes conductores de hombres son oradores que saben, generalmente, unir el gesto a
la palabra. Es de todos sabido, a este respecto, cuántas técnicas audiovisuales modernas
refuerzan los medios de persuasión clásicos: gracias a la radio y la televisión es posible,
hoy mucho mejor que en otros tiempos, incitar masivamente a los hombres a actuar en
tal o cual sentido.
La coerción. - Pero no siempre basta la persuasión, y en ocasiones es necesario
recurrir a la coerción. Cuando se trata, por otra parte, de la conducta de los hombres en
el plano del Estado, hay que señalar que siempre, en su trasfondo, se encuentra la
coerción, y que a veces es utilizada, puesto que es precisamente el Estado quien tiene el
monopolio de la coerción legal en las sociedades modernas, incluso hay regímenes
políticos que hacen o han hecho de las sevicias, de las amenazas, en definitiva del terror,
su principal medio de acción, y estos métodos tienden a renacer en distintos puntos del
globo.
Los Objetivos Políticos: Su Diversidad.
Los objetivos políticos, son aquellos que se refieren a la seguridad, a la paz interior,
al desarrollo, al aumento de prestigio, etc. de la sociedad de que se trate.
Se comprende así que muchos hechos o actos, en apariencia sin ninguna relación
con la vida pública, puedan, en ciertas circunstancias, recibir un notable tinte político:
montar en bicicleta, colocarse un embudo por sombrero o agitar en el aire una rosa o un
clavel.
Los juegos olímpicos, que se disputan cada cuatro años, han adquirido en muchos
países un evidente carácter político. Para no hablar más que de Francia, la preparación
de los atletas se efectúa bajo el control del secretario para la Juventud y los Deportes,
gracias a una serie de créditos a cargo del presupuesto del Estado o de las colectividades
locales.
Más claro aún, la gira de los jugadores americanos de ping – pong por China, en
abril de 1971, ha tenido un marcado carácter político; igualmente, la tragedia que tiño
de luto los Juegos de Múnich, en setiembre de 1972.
Por último, fijar el precio de la leche o el de la carne puede convertirse en un
objetivo político. Aún sería posible citar otros muchos ejemplos en el mismo sentido.
Pero, ciñéndonos a los ejemplos escogidos, es fácil darse cuenta de que estos
hechos o acontecimientos pueden afectar la conducta de la colectividad.
Obtener en los Juegos Olímpicos el mayor número posible de medallas de oro es
demostrar, ante la opinión internacional, de manera indirecta pero eficaz, que el país
vencedor está bien dirigido, que es a la vez moderno y poderoso y que es posible confiar
en él.
Fijar el precio de la leche es, sin duda, ejercer un arbitraje entre productores y
consumidores, en un terreno en el que podría suscitarse una tensión, y es, por tanto,
velar por la paz interior. Pero, sobre todo, es tomar una decisión que afecta al índice de
los 259 artículos de consumo corriente sobre el cual está basado el salario mínimo
nacional inter – profesional de crecimiento (S.M.I.C.) (ley del 2 de enero de 1970) y, en
consecuencia, todos los otros salarios y precios, de la que depende la expansión estable
de toda la economía nacional, sin contar las incidencias sobre la política agrícola común
de la Europa de los Nueve.
Nos encontramos, pues, a partir de ahora, en presencia de una serie de datos
empíricos.
Existen fenómenos políticos tanto en el seno de las sociedades organizadas como,
particularmente, en el seno del Estado.
Estos fenómenos políticos son complejos, puesto que se refieren al reconocimiento
del hombre por el hombre, a la búsqueda de la sociedad mejor y, en fin, a la dirección
de esta sociedad y de los hombres que la componen por los gobernantes. No obstante, lo
que habitualmente nos revelan es que unos hombres presionan a otros para obtener de
ellos comportamientos, actitudes, acciones o abstenciones que se juzgan necesarias o
útiles para el bien de la colectividad.
Estos fenómenos, que, por lo pronto, parecen surgir de una especie de dinámica de
la vida en sociedad, ¿pueden ser encuadrados por el Derecho? Esto es lo que hay que
examinar ahora.
2. El Encuadramiento Jurídico de los Fenómenos Políticos.
En general, el Derecho se define de esta manera: “conjunto de preceptos de
conducta obligatorios, establecidos por los hombres que viven en sociedad y destinados
a hacer reinar el orden y la justicia en las relaciones sociales”.
Partiendo de esta definición, es fácil ver que las diversas disciplinas jurídicas o, para
hablar de manera simple, las diversas ramas del Derecho, son sistemas de
encuadramiento de las relaciones humanas para introducir en ellas el orden y la justicia.
El Derecho civil es un sistema de encuadramiento de los comportamientos humanos
en el ámbito de la familia y de las relaciones humanas para introducir en la misma
seguridad, orden, equidad, etc.
El Derecho mercantil es un sistema de encuadramiento de actividades de los
comerciantes de cara a introducir orden, exactitud, sinceridad, justicia, etc.
El Derecho laboral encuadra y reglamenta relaciones entre jefes de empresa y
asalariados, a fin de alcanzar objetivos del mismo orden.
Este esfuerzo de encuadramiento, que ha tenido lugar muy pronto para los
fenómenos de la vida de relación entre individuos, al menos para el Derecho civil y
mercantil, ha sido emprendido también, aunque más tardíamente, para las
manifestaciones de la vida política. El resultado de este esfuerzo es lo que se llama
Derecho constitucional.
Pero es necesario indicar inmediatamente que el encuadramiento de los fenómenos
políticos no es una empresa fácil y ello por tres razones:
En primer lugar, porque, por decirlo de alguna manera, la violencia es inherente en
las relaciones políticas.
Luego, porque la vida política tiene, aparte de la violencia, una espontaneidad y un
poder de evolución considerables.
Y, finalmente, porque los preceptos del Derecho constitucional se dirigen a “actores
jurídicos” particularmente poderosos, que no siempre obedecen las reglas establecidas.
A. La violencia en las relaciones políticas:
Podemos afirmar que la violencia se encuentra en todos los niveles que hemos ido
analizando al pretender la definición del fenómeno político.
El Reconocimiento total del Hombre por el Hombre.
Muy a menudo ese reconocimiento no llega si el que lo busca no está no está
dispuesto a pagarlo con el sacrificio de su vida. Recordemos la situación de los negros
en Estados Unidos y el carácter cada vez más violento que reviste su acción. Pero no
olvidemos tampoco las revueltas de esclavos, ni las luchas por la descolonización, ni los
combates contra el racismo por parte de bastantes minorías étnicas que buscan el
reconocimiento de sus derechos. No hay que olvidar tampoco los esfuerzos que han
tenido que hacer en Europa los campesinos y, sobre todo, los obreros, para ser
reconocidos como ciudadanos en el pleno sentido de la palabra.
La Búsqueda de los que es Bueno para la Sociedad.
Ese es el terreno propio de la lucha por el poder y, de un modo genérico, el de la
acción política. Esta puede producirse en acciones de carácter pacífico, en
declaraciones, en propuestas o en negativas corteses. Pero, a menudo, suscita
considerables explosiones de violencia, incluso en nuestros días.
Un ejemplo que acude rápidamente a la memoria es el de los “acontecimientos” de
mayo de 1968 en Francia. Sin ponernos a determinar hasta qué punto se trataba de una
revolución o no, lo cierto es que nos encontramos ante una explosión de violencia, de
orígenes complejos, pero que, en lo esencial, se halla ligada a un rechazo de ese aspecto
que adoptan los países altamente desarrollados de Occidente, llamado “sociedad de
consumo”.
Pero por significativo que sea el ejemplo, no es el único ni mucho menos: los
periódicos, la radio, la televisión nos informan casi todos los días de golpes de mano, las
revoluciones, de guerras civiles (Biafra, Bangladesh, Chile). Incluso de demostraciones
que, en principio, son pacíficas (colocación de pasquines, reuniones o manifestaciones
públicas que no tienen porqué implicar violencias ni alborotos), a veces hay más que
heridos.
La Acción de los Gobernantes.
Como son los gobernantes los que detentan la coerción, tienden naturalmente, no
sólo a usarla, sino abusar de ella. La historia natural del poder es, ante todo, una historia
de la violencia, incluso cuando no es necesaria para obtener la obediencia de los
gobernados. Se piensa instintivamente en los países totalitarios, en la época estaliniana,
etc. Pero incluso en los Estados occidentales, las libertades individuales son, a veces,
violadas por los gobernantes. Sin embargo, no hay que olvidar que, en definitiva, la
razón está siempre por encima de la espada, desde el instante en que, como dice
Talleyrand, “se puede hacer todo con una bayoneta salvo sentarse sobre ella”.
B. La fuerza de evolución de la vida política y las dificultades de su
encuadramiento jurídico.
El Ejemplo Británico:
Para entrar rápidamente en la cuestión, tomemos el sistema constitucional de Gran
Bretaña en la primera parte del siglo XIX, y veamos cómo se presenta hoy.
Hace aproximadamente ciento treinta años, al iniciarse el reinado de la reina
victoria, los textos y usos vigentes permitían definir a Gran Bretaña como una
monarquía parlamentaria, en la que el poder estaba dividido entre dos Cámaras, la
cámara de los Comunes y la de los Lores, y un gobierno, designado por el rey (o la
reina), que debía tener la confianza de la Cámara de los Comunes, pero también del
monarca.
En 1975, esta descripción del sistema británico sigue siendo teóricamente exacta, si
exceptuamos el hecho de que en 1911 y en 1949 los poderes legislativos de la Cámara
sufrieron una fuerte disminución. Sin embargo, la realidad es totalmente diferente.
La reina no ostenta ningún poder político efectivo. Su situación en nada es
comparable a la del actual jefe de Estado en Francia, desde el momento en que aquella
no ejerce siquiera esa magistratura de influencia que correspondía en la IV República al
presidente.
El Gabinete es, por lo tanto, políticamente independiente de la Corona. Pero sus
relaciones con el Parlamento se han transformado también, a causa de la confirmación
del bipartidismo, que se traduce en le hecho de que un partido fuertemente disciplinado,
que, por otra parte, no es siempre el mismo (las elecciones de junio de 1970 y, después,
las de febrero de 1974 lo probaron), ostenta la mayoría en la Cámara de los Comunes y
el Poder del Estado. El Gobierno es el comité director de este partido mayoritario, y
entre el gobierno y su mayoría se establecen relaciones que, como muy bien señala
George Vede, son relaciones de jefe de tropa: es el gobierno quien tiene la iniciativa de
las decisiones políticas e, incluso, de la casi totalidad de las leyes que los miembros del
partido de la mayoría votan disciplinadamente. Se puede decir que, en la actualidad, el
régimen político de Gran Bretaña está constituido por el gobierno de un partido bajo la
crítica constante del otro y el arbitraje periódico del cuerpo electoral.
El Ejemplo Americano.
En los Estados Unidos, aunque la Constitución de 1787 sea mucho más rígida que
la Constitución inglesa, y aunque los americanos se atengan a la letra del texto con
mucha más literalidad que los británicos, la realidad de la vida política americana se
aparta también sensiblemente de lo que a finales del siglo XVIII e, incluso, de la de
hace cincuenta años, debido al desarrollo del “liderazgo presidencial” y de la acción del
Tribunal Supremo.

Luego de la lectura, por favor, responda las siguientes preguntas que


servirán para el debate en la clase práctica:
1. ¿Cuál es el objeto del Derecho Constitucional, según este autor?
2. ¿Qué se entiende por fenómenos políticos?
3. ¿Qué significa encuadrar jurídicamente los fenómenos políticos?
4. ¿Cuáles son las causas que originan los fenómenos políticos?
5. ¿Cuáles son los medios de acción política?

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