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I.

EL SER HUMANO, VISIÓN CREYENTE DEL HOMBRE

1.1 La insatisfacción humana


CONTEXTO SOCIAL
"El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros
somos los que jugamos", decía el escritor William
Shakespeare.
Las personas que creen en el destino atribuyen lo que
les sucede a causas ajenas a su destreza, esfuerzo o
regulación, ello implica una desconfianza desmesurada e irreal en las propias capacidades
para manejar las situaciones. Lo mejor sería tener confianza en uno mismo y poner los
medios para conseguir las metas, sin perder de vista ciertos condicionamientos que no
siempre son controlables.
El destino se ha convertido en tierra fértil para los adivinos, cartománticos y demás figuras
representativas del mundo esotérico. Si una cartomántica nos dice que estamos destinados
a casarnos con una persona rubia, probablemente no daremos importancia a las personas
trigueñas.
Otro término a tomar en cuenta es el determinismo, postura que niega la existencia de la
libertad. Para entender este concepto habrá que remitirse al principio de causalidad, según
el cual, todo acontecimiento en el mundo está causado por otro externo, incluso las
acciones están determinadas por un factor en cuya presencia se dan inevitablemente, lo
que implicaría que no tenemos libertad de decisión. Como decían las abuelas “Unos nacen
con estrellas y otros estrellados”. En otras palabras, nuestro destino estaría en manos
ajenas y no en las nuestras.
El cristianismo no cree que exista una predestinación absoluta y sostiene que Dios ha
dotado al hombre del libre albedrío (el poder para tomar sus propias decisiones), por lo
tanto, no acepta el determinismo.
El psicólogo Paulino Castells ha señalado que, "de alguna forma todos somos dueños de
nuestro destino, en el sentido de que tenemos la capacidad de prevalecer sobre las
personas y cosas, ser fuertes y triunfar a pesar de las adversidades".
Otro aspecto que el ser humano debe tomar en cuenta es la falta de sentido en la vida, que
es uno de los motivos por los que muchos seres humanos sufren. Entre los motivos por los
que las personas acuden a los consultorios psicológicos, se encuentra la falta de sentido a
la vida. Casi todos nos hemos preguntado en algún momento de nuestra vida ¿para qué
estoy yo aquí, qué sentido tiene mi vida?
La pregunta por el sentido de la vida suele ser considerada como la pregunta más profunda
de la filosofía, mundana o académica: incluso se llega a definir al hombre como «el ser capaz
de interrogar por el sentido del ser», de su existencia, de su vida. La pregunta suele
formularse de este modo: ¿cuál es el sentido de la vida? Ante esta pregunta, aparecen
conceptos religiosos, morales y políticos.
La vida está llena de momentos de satisfacciones, dudas y crisis personal. Solo es cuestión
de saber prestarles atención. Todos tenemos momentos de dudas, de preguntas sin
responder, de temores ocultos que salen a la luz. A muchos nos da miedo momentos como
éste, cuando todo se pone en duda; o cuando se rompen nuestros esquemas habituales a
causa de algo externo como un despido de la fuente de trabajo, una separación o el
fallecimiento de un ser querido.
Pero también puede suceder que estemos viviendo durante años con una constante
insatisfacción vital, preguntándonos qué es lo que nos pasa realmente.
Puede pasar incluso que aparentemente lo tengamos todo: pareja, familia, un buen trabajo,
sueldo decente... y aun así nos sintamos vacíos por dentro, como si algo nos faltara, como
si no estuviéramos completos, como si fuese necesario algo más.

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