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EL SUJETO Y SU CREATIVIDAD
INTRODUCCIÓN
Lo que llamamos “inteligencia” es una ecuación que incluye tres capacidades: com-
prender, criticar y crear, en ese orden:
LOS MANDATOS
Podríamos decir que nuestra existencia no es más que el resultado de la tensión diná-
mica entre nuestro deseo y la ley internalizada, entre nuestras tendencias más genui-
nas y los reglamentos, las disposiciones, los mandatos sociales. Con frecuencia tales
mandatos adoptan las formas verbales de las frases hechas, los dichos populares, los
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adagios: “no confíes en nadie”, “los hombres no lloran”, “no muestres tus sentimientos”,
“más vale malo conocido que bueno por conocer”, etc.
Es más, al nacer nos preexiste un nombre imaginado por otros, y con ese nombre se
inscribe automáticamente un mandato. Llamarse Bárbara, Máximo, Linda, Augusto,
Sol, supone un mensaje sumamente claro. Y qué decir de quienes cargan con el nom-
bre del padre, o el del abuelo famoso, el nombre de un muerto o el de un político: Juan
Manuel, Juan Domingo, María Eva.
Familias enteras esperan a sus hijos varones, en las distintas generaciones, con un
mismo nombre, como es el caso de Salvador (Totó) en Sicilia y Calabria. Otro tanto
ocurre con las profesiones o los oficios. La conclusión es, pues, obvia: no sólo cromo-
somas heredamos, sino todo un bagaje cultural que básicamente la familia, pero tam-
bién distintos ámbitos sociales, nos transmiten, para que lleguemos a ser el manojo de
contradicciones que hoy somos.
Ahora bien, no nos engañemos: los mandatos recibidos son parte de la herencia; tam-
bién lo son los deseos que aquellos mandatos pugnan por censurar, he aquí la contra-
dicción de la que hablamos.
No obstante, por razones que oportunamente abordaremos, ambas categorías, deseo y
ley, tienen diferentes status: tan humano uno como otra, es la norma, el reglamento, el
mandato, lo que potabiliza la conducta, lo que da carta de ciudadanía a los productos
del sujeto. No en vano llamamos socialización al proceso que culmina en la aceptación
del individuo por parte de los otros.
Para decirlo con otras palabras, la puja entre el ser y el deber ser, se dirime entre lo
que cada uno en el fondo es y la vestidura con que se cubre para no chocar con el ser
del otro ni con la prohibición social. Por eso decimos: “por estar ocupado en ser lo que
tengo que ser, pierdo de vista quien verdaderamente soy”. De esta puja surgen al me-
nos dos hechos: una conducta y una traición. Si la conducta desplegada concuerda
con el mandato social, el sujeto traiciona su propio deseo; y si actúa según su más ínti-
ma tendencia, traiciona la norma.
LA TRANSGRESIÓN
La traición a sí mismo tiene consecuencias que se sufren en el propio cuerpo por vía del
dolor, la contractura, la úlcera, el infarto. Es lo que comúnmente llamamos “somatiza-
ción”. La más elemental operación lógica nos conduce a la opción restante, ahora bien,
¿cómo traicionar la norma sin un nuevo perjuicio posterior? La respuesta es simple: por
vía de la transgresión, modo transaccional de la traición.
Volviendo a sus raíces latinas, transgredere significa “ir más allá”, “atreverse”. La au-
dacia de una acción cobra así el beneficio de la reconciliación con uno mismo.
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No existe solución mientras el trazo se dibuje dentro del cuadrado, pero saliendo de
sus contornos el problema se resuelve de inmediato.
De este modo el sabio intentó probar que las soluciones de los problemas requieren
inventiva, y que para ser creativos es preciso traspasar ciertos bordes. Eso fue lo
que él mismo hizo cuando postuló la Teoría de la Relatividad, diseñando atajos fuerte-
mente transgresores.
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Había una vez, en una lejana comarca, un castillo poblado por fantasmas. Nadie me-
dianamente sensato imaginaba siquiera ocuparlo, pues ello significaba la locura o la
muerte. Sin embargo, llegado al lugar Juan Sin Miedo, los habitantes deciden probar las
resonancias de su nombre invitándolo a pernoctar en la lóbrega mansión. Sin vacilar, el
visitante accede. Al día siguiente, el morbo popular se concentra a los pies del portón
levadizo con la secreta esperanza de ver aparecer a un desquiciado. Cuando el madero
desciende, surge la figura de Juan Sin Miedo que observa a todos con una sonrisa en
los ojos y un silbido casual en los labios. El portavoz del grupo entonces pregunta: -
“¿Pero cómo, Juan Sin Miedo, no estaba el castillo repleto de fantasmas?” -”Sí, había
fantasmas por todas partes.” -”¿Y entonces qué pasó?” -”Pues nada, los miraba de
frente y desaparecían...”
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EL PROCESO CREADOR
INTRODUCCIÓN
Nos proponemos abordar un tema que configura uno de los pilares de la actividad hu-
mana plena. En efecto, junto al amor y el trabajo la creación en todas sus facetas
constituye una de las variables que nos permiten determinar el grado de salud mental
del individuo.
Comenzaremos diciendo que creación es una categoría que se sitúa como articulación
entre fantasía y realidad, entendiendo por fantasía la actividad representacional que
cabalga entre lo conciente y lo inconsciente.
Aún en la fantasía más simple está puesto en juego algo de la fantasía inconsciente,
algo del orden de lo reprimido, es decir, una representación intolerable al yo.
Existe, además, una íntima relación entre fantasía y energía libidinal. Cuando la fan-
tasía es privada de descarga se reitera, así como se reiteran ciertos sueños. Inversa-
mente, aquello que se ha logrado descargar no retorna en fantasía.
Los sueños, por caso, son intentos fallidos de realización de deseos. Cuando habla-
mos de deseo estamos aludiendo a objetos prohibidos y por lo tanto sexuales, en un
contexto de escenas de incesto y parricidio. Lo que se reprime es precisamente la
representación del objeto.
CREACIÓN Y PULSIÓN
FUENTE
FIN
PULSIÓN
OBJETO
EMPUJE
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Recordemos que el fin es reducir la tensión y por lo general es de orden sexual. Hacia
1915 Freud escribió un artículo notable titulado “Las pulsiones y sus destinos” -o “Los
instintos y sus vicisitudes” en otra traducción- donde esboza las instancias finales en
que la pulsión recala. Ellas son:
1. La represión
2. La vuelta sobre la propia persona
3. La transformación en lo contrario
4. La sublimación
SUPERYÓ
REALIDAD
EXTERNA
YO
ELLO
Cuando analiza las relaciones entre fantasía y realidad Freud nos habla del Yo y su “tri-
ple vasallaje”, es decir, del sometimiento por parte del Yo a tres instancias que lo go-
biernan: el Ello (deseos), el Superyó (la ley interna) y la realidad (el afuera).
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Este triple vasallaje determina la desfiguración de la que hablábamos, así como la espe-
ra que el Yo instrumenta para la satisfacción buscada.
En la vuelta sobre la propia persona las pulsiones se canalizan de un modo tal que algo
en la situación queda invertido. Así, por caso, el voyerista -el sujeto que disfruta miran-
do- deviene en exhibicionista. Aquí la voz activa se transforma en pasiva: hay un trán-
sito desde el mirar al ser mirado.
En la transformación en lo contrario, en cambio, una pulsión sádica, en el ejemplo to-
mado por Freud, se convierte en masoquista. En el origen la agresión se dirige desde
el sujeto a su objeto, mientras que en su destino es el propio sujeto quien resulta objeto
de la agresión de un otro.
Tanto en la represión como en la vuelta sobre la propia persona y la transformación en
lo contrario, rige la repetición. Mientras la raíz del proceso se mantenga incomprensible
para el sujeto y la representación no sea ligada al afecto, la escena vuelve “como alma
en pena”. El sujeto puede ser conciente de su repetición, pero es incapaz de detenerla.
En lo económico hay una asignación de energía que no queda ya disponible para la
actividad normal: parte de la energía del Yo se destina a sostener determinado material
reprimido en lugar de ligarse a objetos.
Podríamos aquí recordar el conflicto pulsional que Freud postula como básico: pulsión
de vida - pulsión de muerte, fuerzas que ligan (Eros) versus fuerzas que desintegran
(Tanatos). La pulsión de vida tiende a eliminar la tensión de un estímulo buscando una
ligazón con un nuevo objeto, mientras que la de muerte apunta a la cesación absoluta
de estímulos y a evitar toda nueva ligazón.
A medida que el Yo se va relacionando con distintos objetos, al modo de una ameba
cuyos pseudópodos avanzan sobre el entorno, se enriquece, se consolida. En la vida
cotidiana esto se observa claramente; la multiplicación de los afectos, de los vínculos,
debe ser leída como un signo de salud.
Lo contrario, la merma en las ligazones con los objetos, supone un empobrecimiento
yoico. El sujeto se torna apático. Una frase que podría atribuírsele es la siguiente: “No
puedo hacerlo; estoy muy ocupado reprimiendo”.
LA SUBLIMACIÓN
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vado, aunque no deja de ser erótico en la medida en que proviene de la pulsión de vi-
da.
Uno de los ejemplos más claros es el del cirujano, quien transforma una pulsión sádica
en una actividad socialmente funcional. En este caso, la energía liberada de la repre-
sión es asignada a un modo de sublimación. Debemos aclarar que el hecho de lograr
sublimar una pulsión de ninguna manera implica que haya dejado de ser inconsciente.
En las tres series trabajadas por Freud, el síntoma corresponde al orden psicopatológi-
co donde lo reprimido retorna porque no hay comprensión, el sujeto no sabe por qué
despliega determinada conducta. El sueño es un fenómeno normal del funcionamiento
psíquico y allí lo reprimido retorna porque no se logra satisfacción ya que su manifesta-
ción es asocial. En el sueño se manifiesta algo del funcionamiento del inconsciente ya
que se rige por sus mismos mecanismos: condensación, desplazamiento, ausencia de
contradicción, atemporalidad, etc., propios del proceso primario.Tanto el síntoma como
el sueño configuran la puesta en acto de la repetición.
En la tercera serie, la del chiste, no hay repetición sino creación en la medida en que
hay algo novedoso y sorprendente puesto en juego. Estamos frente a fenómenos donde
la energía libidinal disponible se destina a la generación de situaciones nuevas que re-
suelven conflictos y gratifican desde varios planos.
En este caso hay una pulsión -propia del orden inconsciente- que cambia de objeto y
logra para el Ello una cuantía de satisfacción; el Superyó no se entera porque el fin no
es sexual. El acto de creación se vuelca hacia el mundo externo enriqueciendo al Yo
debido a la aceptación social.
El acto creador es, sin duda, una transgresión a la norma. Sin embargo debemos dis-
tinguir la transgresión que conserva la estructura de la ley y aporta un enriquecimiento
de tales normas, de la que tiene por objeto destruirlas.
EL JUEGO
1. EL JUEGO ELABORATIVO
El fenómeno del juego ofrece múltiples facetas. Existe una instancia lúdica en la infan-
cia denominada “juego elaborativo”, donde el niño juega para elaborar lo traumático.
Se trata allí de una variante de la repetición, aunque está al servicio de la superación de
una instancia dolorosa. Es en ese momento que se despliega el espacio potencial del
que habla Winnicott.
En ese espacio el niño elabora distintos conflictos que le plantea la vida cotidiana como
puede serlo el nacimiento de un hermano: un objeto sustitutivo puede entonces ser
golpeado o acariciado y hasta nombrado como aquel que viene a desplazarlo del amor
materno.
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Existe en esa etapa una cierta permeabilidad entre realidad y fantasía. Los objetos se
van transformando en personas; él mismo es representado por un objeto y los lugares
entre papá, mamá, los hermanos y otros objetos significativos se van estructurando y
permutando.
El juego elaborativo sigue participando del ámbito de la repetición en la medida en que
los conflictos no terminan de resolverse pero sí son mostrados.
2. EL JUEGO REGLAMENTADO
3. EL JUEGO CREATIVO
Luego viene la etapa de los cuentos nuevos, y finalmente la de los cuentos inventados
entre el niño y su mamá o su papá. Es aquí donde lo cotidiano es incorporado a la na-
rración. Se trata de que lo conocido permite el despliegue de lo novedoso. En la inven-
ción se incluye también lo desagradable.
Fantasía y realidad dejan de ser pares antagónicos para articularse en un acto creativo.
El jugar es la cotidianidad del niño, lo que ha valido el siguiente aserto: “jugar tan seria-
mente como juega el niño”. Esta seriedad no alude a la concentración -aunque de he-
cho también se logra- sino al poder complementar y articular en el juego una relación
con el objeto que imbrica simultánea y creativamente el mundo de la fantasía y el de la
realidad externa y material transformándola y transformándose en ese acto.
Una madre suficientemente buena -al decir de Winnicott- es la que puede sostener al
niño en su juego sin interferir, sin impedir y sin asustarse por la investigación que el pe-
queño realiza. El niño es un provocador de la respuesta del otro.
Picasso, pese a su perfeccionamiento técnico, ha dicho que a los 70 años encontró
“cómo pintaba de chico”. El ingreso a la cultura conlleva la exigencia de reprimir. Bus-
camos la satisfacción de nuestras necesidades pero se nos cobra por ello un alto pre-
cio.
Por otra parte los espacios que posibilitan la creación son grupales. Desde este punto
de vista, “lo individual” nunca es individual. Tomemos el caso de Van Gogh: le decían
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“el loco que pinta”, pero debemos puntualizar que cuando creaba no estaba delirando, e
inversamente cuando deliraba no podía pintar.
En Van Gogh encontramos el deseo sublimado. Vivió en los últimos 35 años del siglo
pasado, en el marco de cambios sociales, históricos y políticos importantes y de acon-
tecimientos de la talla de la Comuna de París, en 1871, erigida en paradigma de la rea-
lización de ideales sociales.
Sobre el final de la guerra franco-prusiana, reina en Europa una profunda opresión. Los
ideales de cien años han caído estrepitosamente y las posibilidades expresivas son exi-
guas. Es la época de la caída de las monarquías, de los inicios de la República y la
instauración de formas democráticas. Los marginados -en especial los artistas- habían
encontrado un espacio donde incluirse en el movimiento impresionista.
Al caer la Comuna, parte de la sociedad se involucra desde ciertos cambios. Algunos de
los pintores de entonces pintan para el Poder.
Van Gogh vive momentos de enorme desilusión. En ese contexto, lo excluyen de la
Iglesia Holandesa, donde había oficiado como pastor. Teje entonces un fuerte vínculo
con su hermano Teo y con Gaugin, el pintor de los escenarios tahitianos. Es cuando
comienza a pintar temas populares; sus personajes predilectos son campesinos, mine-
ros, peladores de papas, los marginados, los no expresados. “No encuentro el amarillo”
escribe a Teo, el amarillo que le permitiría pintar el trigo. Su técnica se destaca porque
pinta con el color sin necesidad de bordes continentes. Al respecto afirma “Los ele-
mentos no tienen límites”.
Vemos en su obra la expresión de la transgresión como aporte enriquecedor de la
norma y no como su anulación. Como hombre y como artista es capaz de captar un he-
cho, y, no siendo el único, es él quien puede plasmarlo en obra.
En la sorpresa estriba el éxito de las creaciones colectivas. Al respecto el ejemplo del
17 de Octubre es claro: dice una versión que en realidad nace en la víspera, el 16, en
que el pueblo se acerca a los lugares donde el sentimiento colectivo tiene vías de ex-
presión: las bibliotecas, los clubes, sitios que convocan y contienen. La novedad como
puesta en acto de un movimiento social sorprende y es eficaz.
Otro ejemplo de creación social lo constituye la marcha del silencio: en Catamarca no
hay cómo decir lo que nadie ignora por parte de quienes saben que no van a ser escu-
chados. Luego este modelo es tomado por identificación por otras comunidades, ha-
ciéndolo propio.
El espacio posibilitador por antonomasia es el grupal. Lo que llamamos “factor actual” -
tercera serie complementaria freudiana- es el encuentro con el otro, en la medida en
que el otro deja de ser personaje del mundo interno para convertirse en persona. He-
cho que acontece luego de la transformación en el vínculo de aquello que sostenía Pi-
chon: “Todo encuentro es un reencuentro”. Operado el pasaje a persona, el encuentro
con el otro posibilita el ejercicio de la creación.
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I. INTRODUCCIÓN
METODOLOGÍA DE TRABAJO
2. La siguiente tarea que se realiza consiste en hacer un comentario por escrito a partir
de la lectura de todas las encuestas.
3. Cada miembro del grupo desarrolla el tema planteado en la encuesta, lo aborda,
escribe sobre él, le pone un título. La realización de esta tarea despierta múltiples
sentimientos, fundamentalmente relacionados con el hecho de “escribir”.
4. Este primer desarrollo es confrontado con otro integrante del grupo, quien realiza
aportes, pregunta, pide aclaraciones sobre el mismo.
5. El grupo se aboca a la tarea de buscar posibles relaciones entre los temas plantea-
dos.
6. Como resultado surgen nuevas articulaciones temáticas. Se exploran posibilidades
de armado que ya son del grupo. Se van ampliando intereses temáticos. Cada
miembro del grupo realiza un trabajo en el que intenta establecer relaciones entre
los temas, similitudes y diferencias. Se perfila el interés por el tema “Creatividad”
como opuesto a “Narcisismo”. En algunos trabajos van coincidiendo las vinculacio-
nes entre narcisismo como encierro y creatividad como apertura.
7. Reunidos de a pares los integrantes del grupo, cada uno explica a otro los concep-
tos centrales que intentó articular. Miran los conjuntos y seleccionan temas o rela-
ciones que quisieran estudiar en particular.
Durante estos pasos alternan momentos de expansión temática (listados, múltiples re-
laciones) con otros momentos de delimitación, particularizaciones. Este movimiento se
va repitiendo cíclicamente en el transcurso del trabajo grupal.
También se diferencian momentos de confusión y otros de clarificación. La confusión no
termina un ciclo, es sólo un eslabón y produce ansiedades confusionales, depresivas,
persecutorias. Al permitirse estos momentos, al esperar y dejar ser, se favorece un pro-
ceso, a veces silencioso, que da lugar a nuevos ordenamientos.
Luego de articulaciones y confrontaciones múltiples, listados y nuevas articulaciones se
sintetiza el siguiente cuadro:
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El primer material de discusión partió de la lectura del artículo del Dr. Héctor Fiorini,
“Creatividad: Dinamismos fundantes de un sistema en el psiquismo humano”.
Luego se profundiza bibliográficamente el tema narcisismo y se buscan características
del funcionamiento del sistema narcisista. Surge bibliografía de Freud, Bleichmar,
Grunberger, y Erikson, entre otros.
Cada vez que el grupo profundiza sobre el tema narcisismo, alguien interroga sobre la
creatividad y al hablar de creatividad, surge la pregunta sobre el narcisismo. Van apare-
ciendo algunas cuestiones:
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Desde el comienzo, el coordinador propone que cada uno escriba, ya sea sobre el tema
elegido, o confrontaciones entre temas. Estos escritos son leídos al grupo o a algunos
compañeros.
Esta tarea de escribir resulta muy movilizadora por los distintos niveles de compromiso
que implica con el grupo, con la tarea, con las propias ideas, con el otro como lector. Se
generan ansiedades de tipo persecutorio que se expresan como: “no se me ocurre na-
da”, “escribir es desangrarse”, “tengo la mente en blanco”, “firmaría con seudónimo”, “se
me cruzan las ideas”.
Se ponen en juego temores, placer, sentimientos de alegría, tanto como vivencias de
exigencia e inhibición.
Al consignarse la tarea de relacionar todos los temas elegidos para encontrar un deno-
minador común, aparecen las dificultades propias de la oposición individuo-grupo con
sus rivalidades y puntos de convergencia. Esto se expresa como: “¿Cuánto hay de co-
mún en nuestros temas?” “Este listado es cada vez más grande, va a terminar no inte-
resándole a nadie”.
Estos conflictos van resolviéndose en la medida en que el coordinador marca la exis-
tencia posible de momentos de expansión y comprensión o, dicho de otra manera, de
análisis y síntesis.
Durante el primer tiempo de trabajo, de once integrantes dos dejan el grupo, otros dos
piden licencia por razones personales. En estos momentos surgen temores de desinte-
gración grupal, fantasías sobre posibles inclusiones nuevas y dudas sobre las causas
profundas de estas pérdidas definitivas o temporarias.
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siguiente una compañera aportó un trabajo que significó un jalón importante en la tarea,
como elaboración y conclusión de lo visto hasta el momento.
Esta síntesis actúa como disparadora de una nueva etapa en la producción del grupo.
En las reuniones siguientes, varias compañeras, sin acuerdo previo entre ellas, trajeron
una clasificación de ítems de aquel trabajo, ordenados de modos diferentes. La tarea
que tenían que realizar era otra, pero al no encerrarse en el mero cumplimiento de la
consigna pudieron replantearla. Hubo plasticidad por parte del grupo para recibir este
nuevo enfoque que era imprevisto.
En este cambio de diagrama se hizo un pasaje de la enumeración a la clasificación, que
a su vez se transformó en el esqueleto de este trabajo.
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- Humildad.
- Apertura.
- Plasticidad.
- Consideración del otro como otro.
- Convicciones y posibilidad de incertidumbre.
- Sentido del humor.
- Empatía.
- Percepción ajustada de la realidad. Armonía.
- Respeto y búsqueda de la realidad.
- Búsqueda y respeto por las leyes de la realidad por las cuales se siente regido.
- Código para la valoración de sí teniendo en cuenta la realidad interna y externa.
- Toda conducta puede llevar a un logro o a un fracaso.
- Tolerancia de la inseguridad.
- Posibilidad de enfrentarse al riesgo, al cambio, a los duelos.
- Capacidad para investir libidinalmente al objeto, independencia del ideal.
- Relativa independencia de un Otro estructurante.
- Lógica terciaria: Inclusión del tercero (realidad).
- Posibilidad de confusión productiva.
- Posibilidad de elaborar duelos y vivir la depresión sin amenaza al propio self.
- Los límites borrosos se viven con angustia y expectativas de algo nuevo.
- La situación de proyecto se encuentra abierta a múltiples caminos.
- Ello trae angustia ante lo desconocido, lo que puede llevar a la posibilidad del pro-
yecto (potencia).
- Situación de expansión, crecimiento, creación, vida.
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-Sistema de creen-
cias cerrado
FRAGILIDAD OMNIPOTENCIA
C -Desprecio de la
-Búsqueda de se- -Control del Otro
E realidad en función
guridad absoluta en función de sí
R de sí mismo -Pérdida del
mismo sentido de la
-Imposibilidad de R
A -Código para la proporción
arriesgarse, renun- -Desprecio de la
D valoración de sí
ciar, cambiar realidad en fun-
O mismo en función -Imposibili-
ción de sí mismo del ideal E dad de
-Dificultad para
S arriesgarse,
investir libidinal-
-Angustia de ani- T renunciar,
mente al objeto
quilamiento A cambiar
dependiendo de la S
autoestima I T
S I -La situación
T -Control del Otro en S de proyecto
-Dependencia de
E función de sí mis- M se encuentra
un Otro estructu-
M mo O apresada por
rante
A los límites del
R -Sistema de creen- ideal
-La confusión lleva
al peligro de la de- I cias cerrado
sintegración G
I -Falta de sentido
-Ante pérdida o D del humor
herida narcisista, O
peligro de aniqui- -Falta de empatía
lamiento, colapso
narcisista -Toda conducta
otorga o niega la
propia identidad
-Lógica binaria.
Todo o nada
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el escritor mismo, en el hijo que deviene la madre en sí misma, o la pareja que pasa a
ser la identidad del otro.
Tanto el escritor, como la madre, como el miembro de esa pareja, quedan congelados
en su libro, su hijo o su pareja, cual la estatua de piedra que “inmortaliza” al que ya no
es.
Cuando a García Márquez le preguntan qué pasa con el libro terminado el dice:
“Deja de interesarme para siempre; como decía Hemingway, es un león muerto”.
Y Julio Cortázar expresa lo mismo diciendo:
“Las ideas tienen que encarnarse, y al hacerlo caen en la tierra como palomas muertas”
.
El proyecto en definitiva, nos enfrenta con la muerte, con la propia finitud, que es quizá,
de lo que el vínculo narcisista cerrado, “perfecto”, “inmortal”, pretende defendernos en
última instancia.
En un sistema narcisista frágil, estático, la omnipotencia es la que ilusoriamente poten-
cia la perfección, que se configura en una escena cristalizada de poder. A ella nos re-
mite Sartre, en su forma más descarnada, en “A puerta cerrada”, en la que denuncia
que “el infierno tan temido” tiene que ver con la fragilidad del self esclavizado a la mira-
da de un otro:
“Garcin llega al infierno: Una habitación sin espejos ni ventanas, con una estatua de
bronce sobre la chimenea y tres sofás de diferentes colores.
GARCIN (al camarero): ...¿Y para qué mirarse a los espejos? En cambio, la estatua,
enhorabuena... Me imagino que habrá ciertos momentos en que me la comeré con los
ojos... ¿Quiere que le cuente cómo sucede? El tipo se sofoca, se hunde, se ahoga, sólo
su mirada queda fuera del agua, y ¿qué es lo que ve? Una reproducción de bronce.
¡Qué pesadilla!
GARCIN (al camarero): ...¿Y afuera?
EL CAMARERO (estupefacto): ¿Afuera?
GARCIN: ¡Afuera! ¡Del otro lado de estas paredes!
EL CAMARERO: Hay otros cuartos y otros corredores y escaleras.
GARCIN: ¿Y después?
EL CAMARERO: Eso es todo.
GARCIN: (con Inés y Estelle, los tres condenados a compartir la eternidad): La esta-
tua...(la acaricia). ¡Pues bien! Este es el momento. La estatua está ahí, la contemplo y
comprendo que estoy en el infierno. Os digo que todo estaba previsto. Había previsto
que me quedaría delante de esta chimenea, oprimiendo el bronce con la mano, con to-
das esas miradas sobre mí. Todas esas miradas me devoran...(se vuelve bruscamente)
¡Ah! ¿No sois más que dos? Os creía más numerosas (ríe). Así que esto es el infierno.
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Los demás son el “infierno” en tanto se está esclavizado a la mirada de un otro para ser.
En un sistema narcisista abierto, plástico, el otro, que permite la triangulación, que posi-
bilita la construcción de un espacio de amor, es un otro que rescata.
En un sistema narcisista rígido, los otros, los que escapan a la luz del reflector que ilu-
mina la escena, son sombras desdibujadas que se mueven en un mundo apenas vis-
lumbrado.
La capacidad de empatía de los protagonistas, encerrados en la solemnidad de su pro-
pia importancia, se diluye, como estas sombras, en la penumbra.
El sujeto que crea, en cambio, no puede apoltronarse en escena alguna. Va hacia afue-
ra en busca de algo que le pertenece y que es también ajeno.
El escultor se compenetra con la piedra, le infunde voces, formas y sentidos. Va cons-
truyendo con ella una multitud de espacios nuevos; él es la piedra; la piedra es un pe-
dazo de roca muda y ciega; él domina a la piedra; ella es la Esfinge, custodio del miste-
rio; la piedra lo sepulta, él es dador de vida; la piedra es germen de vida...
El escultor crea y recrea a la piedra, creándose y recreándose en cada momento del
proceso; va implementando diferentes formas de antiguas conductas e inventando otras
nuevas, va muriendo y renaciendo siendo otro y él mismo. “Sujeto y objeto de la creati-
vidad se van creando recíprocamente en una danza de innumerables entrelazamien-
tos”.
Pujía, desde su vivencia como escultor, testimonia este proceso: “Es un idilio que crece
y crece. A veces me pregunto adonde va a parar... Es un placer general que me trans-
porta y me hace sentir pleno e indelimitado, como mezclado con esa materia que voy
haciendo”.
Se va configurando un lugar diferente “Donde el ser y el no-ser se engendran mutua-
mente”.
Campo regido por el “tercer principio” que postula Fiorini en su trabajo sobre Creativi-
dad:
“...se podría desprender de esta búsqueda que la creatividad está constituyendo siste-
mas de dinámicas profundas del aparato psíquico que responden a un régimen de or-
ganizaciones propias, no reductibles a los que Freud investigó como “los dos principios
del suceder psíquico” (Principio del placer y Principio de realidad). Se abre para noso-
tros la posibilidad de comprender que están en juego en la creatividad elementos cons-
tituyentes de un tercer principio organizador de fuentes psíquicas”.
Es la “tercera zona” de Winnicott, emergente de la dialéctica entre las experiencias in-
ternas y el contacto con objetos externos, espacio generador de lo creativo, en el que
habita, lúdico duende jamás aprehendido, el germen de la creatividad.
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Todos los años y como final del curso realizamos una muestra en el teatro Espacios; en
esta oportunidad, diciembre de 1988, se cumplía la primera promoción del curso de dos
años de duración. Alumnos de los dos cursos presentaron algunos de los trabajos reali-
zados en el transcurso del año. En esta oportunidad utilizaron grandes muñecos cons-
truidos por ellos mismos, con los que dramáticamente realizaron escenas de gran co-
micidad.
El espectáculo, que duró dos horas, reunió a familiares y amigos de los alumnos que
desbordaron los límites del teatro, de ciento cincuenta butacas.
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Participaron más de sesenta alumnos y, pese a nuestros temores, con un orden y efi-
ciencia que nos sorprendieron ya que no se trataba de profesionales de la actuación.
Para nosotros, coordinadores, fue una buena oportunidad de hacer observaciones
comparativas sobre los carnbios operados en los alumnos integrantes de los grupos de
estudio. Veíamos, además de los aciertos interpretativos, a cada alumno llevando el
muñeco atado a su cuerpo. Con este recurso hicieron los personajes de una boda y se-
cuencias de una Escuela de Tango, frente a un "público" que reía y aplaudía con placer
e interés.
Beatriz, mi codirectora de la Escuela, sentada a mi lado comentó por lo bajo: "Han
cambiado como personas"; frase que me conmovió, mientras observaba a aquellos mu-
chachos que con su actuación justificaban con creces nuestros esfuerzos.
Es cierto que toda actividad expresiva genera cambios en la expresión personal, pero lo
que veíamos en aquel momento iba más allá. Como grupo pudieron desarrollar con efi-
ciencia y en perfecto orden todas las tareas que ensayaron con nosotros, aunque la
tarea de presentación en el teatro fue dejada en sus manos. Sesenta y dos personas
actuaron, superando en calidad a los ensayos.
Como grupo habían evolucionado hacia lo que podría definirse como crecimiento, que
se traducía en participación de la totalidad de sus miembros y en grado de cohesión
grupal.
Los trabajos presentados exhibían diferencias globales; los alumnos más avanzados
actuaron con muy bajo nivel de ansiedad; habían resuelto visiblemente los problemas
relacionados con "mostrar" sus productos a los asistentes. Cuando las ansiedades de-
jan de dominar, podemos desarrollar con más eficiencia aquello que nos habíamos pro-
puesto.
En la base de nuestro enfoque metodológico buscamos aliviar los miedos bloqueantes
de tantas posibilidades que permanecen sin expresión. Tal vez los rniedos a participar,
a formar parte de las tareas que se proponen como parte del programa de los cursos,
se resuelven, se alivian en un insistente estímulo a la participación en las clases. Los
bloqueos o los "pánicos” en el trabajo expresivo han sido prácticamente desalojados del
ánimo de los alumnos.
Nuestro primer libro, “El taller de terapias expresivas”, aparecido en 1980, fue escrito
con la fuerza y entusiasmo que los recursos expresivos eran capaces de infundir en
alumnos, pacientes y en nosotros, coordinadores de los grupos. Además de las técnicas
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TEATRO EN EL TALLER
Como se detalla en el libro que mencioné, algunos temas surgidos de los grupos tera-
péuticos, a veces vicisitudes de la vida de algún integrante, adquirían relevancia para el
resto del grupo, y en una elaboración simbolizante llegaron, como en “La postergación",
a transformarse en una muy seria trama, que fue mostrada con solvencia en una sesión
de "Teatrito". Estas sesiones se realizaban en el mismo lugar donde reunía a mis gru-
pos terapéuticos.
Transformar este saloncito de siete metros por cuatro en un “Teatrito" fue obra del entu-
siasmo de alumnos y pacientes participantes. El "público" estaba constituido por inte-
grantes de otros grupos terapéuticos y alumnos, además de algún pariente o amigo que
lograba hacerse un lugar en el escaso espacio de que disponíamos.
Nada impedía que en cada reunión se dieran situaciones que con el tiempo se fueron
transformando en anécdotas, en su mayoría graciosas.
Estábamos esbozando en aquella época lo que hoy Ilamamos "Despertar de la Creati-
vidad", un método de trabajo que se inicia desde los relatos y avatares de los pacientes,
que, con plena carga emocional en su origen y en una metabolización compleja del pro-
ceso grupal, llegan algunos, a transformarse en argumentos de interés. A pesar de
sustos agregados y traslados al lenguaje teatral, conservaban en su esencia planteos
que tocaban los problemas del hombre con toda su crudeza. En “La postergación" se
jugaba la relación con la familia primaria; el amor entre hermanos y la postergación de
la vida amorosa fuera del encierro de esa protegida vida familiar.
Y tal vez lo más llamativo del origen de la trama reside en el hecho de que el grupo que
trabajó el tema situó el peso de la acción dramática (la crisis de un pequeño grupo de
tres hermanos muy unidos) cuando uno de ellos decide afrontar los riesgos de romper
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ese equilibrio familiar "perfecto" y anuncia su unión con la mujer de la que se ha enamo-
rado.
En síntesis: la problemática de un integrante de un grupo terapéutico es llevada desde
un nivel privado hacia la construcción de un relato pleno de dramatismo (comunicado
así por el “público” y coordinadores) y representado por tres pacientes-actores con todo
su mayor compromiso emocional.
Se trataba sin dudas de un acto creativo: la partida de una situación planteada en tér-
minos concretos y emocionales, hasta un visible producto, una "Conserva", al decir de
Moreno. Éramos parte y testigos de procesos creativos.
Es interesante cómo, al revisar estas secuencias de tareas realizadas desde fines de la
década del '70, encontramos que estaba metodizado lo que hoy explícitamente aplica-
mos y comunicamos a nuestros alumnos.
Comenzamos desde la visión focalizada en lo que llamamos medios expresivos está-
bamos ocupados en cómo hacer las cosas y, como un premio a nuestra empecinada
insistencia, comenzamos a vislumbrar que generábamos imágenes, ideas y temas. Se
fueron haciendo visibles formas de trabajo, recursos que servían cada vez más para
que los alumnos y pacientes generaran ideas e intuiciones facilitados por el clima de
libertad dominante en el taller.
En un proceso en gran parte inconsciente, fuimos inclinando nuestro esfuerzo hacia el
nacimiento de ideas e imágenes, hasta que, no podría decir cuando, al iniciar el curso
de creatividad que realizamos en el teatro Espacios lo titulamos “EL despertar de la
creatividad".
Como en la poesía, algo en el fondo de nosotros nos dictó el título del curso; o sea, sa-
ber de otra manera Io que sabíamos y además transmitíamos en todos nuestros recur-
sos didácticos desde hacía bastante tiempo.
Ana Itelman, prestigiosa coreógrafa, y Julio Ordano, excelente director de teatro, que
participaban como profesores invitados, recibían a los alumnos, alrededor después de
una etapa de desbloqueo por medio de actividades corporales y plásticas. Sus comen-
tarios eran coincidentes al sentirse sorprendidos por encontrar alumnos bien dispuestos
a la tarea y con un bajísimo monto de ansiedad. Podían trabajar con comodidad con
alumnos que formaban un heterogéneo grupo, tanto en edades como en ocupaciones,
dado que nuestro único requisito para su inclusión en los cursos era el interés en desa-
rrollar sus capacidades creativas. El escaso monto de ansiedad como ya dije, obedecía
a la preparación centrada en trabajo corporal y juegos que serán detallados más ade-
lante, cuya virtud era la de combatir los miedos más frecuentes en estos aprendizajes,
el miedo al ridículo y el miedo a equivocarse.
Aliviados de estos temores, los participantes acudían con ánimo de aprender todo lo
que se les ofrecía. En cinco encuentros vivían experiencias que todos hemos deseado
conocer y practicar alguna vez en la vida: la danza y el juego teatral.
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EL DESPERTAR DE LA CREATIVIDAD
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Los casos de anticipaciones fueron más llamativos; como adivinar la Ilegada de una
carta y el contenido de la misma.
Dice E. Green, en sus comentarios, que no habían previsto que los sujetos estudiados
iban a remitir informes de experiencias integrativas personales en los entrenamientos
Theta prolongados.
Green dice también que personas sobresalientes han comunicado que sus importantes
comprensiones en física, matemáticas o estéticas estuvieron asociadas con revèrie e
imágenes hipnagógicas y que los informes de los estudiantes del “Proyecto de Entre-
namiento Theta" incluyeron cambios en sus vidas personales.
Los cambios, en estos casos estaban referidos más que a los estudios en creatividad, a
sus relaciones notablemente mejoradas con profesores, novios, compañeros de cuarto
y sus padres; en el área intrapersonal, sentimientos de culpa francamente aliviados;
mejorados en sensaciones de inseguridad y falta de confianza en la propia identidad;
problemas de la propia atención, falta de concentración e incapacidad para organizarse.
Agrega Green aportes con respecto al uso de las imágenes como una herramienta co-
rriente en psicoterapia, con bastante similitud al "ensueño dirigido".
El acceso a la zona Theta se encuentra facilitado en algunas personas: en nuestra ex-
periencia en grupo de entrenamiento en relajación y visualización, se definen dos clases
de alumnos, los que llegan al ensueño y disfrutan de sus beneficios y los que necesitan
un trabajo extra para llegar al campo imaginario.
Es bastante frecuente, aunque no pretendemos establecer una generalización, que las
mayores dificultades las observamos en personas que no han aprendido a jugar en su
época correspondiente; carecen de la zona intermedia entre la realidad y el sueño.
Agrego que se trata de individuos con poca flexibilidad, poco emotivos y muy sujetos a
la racionalidad.
Coinciden estas observaciones con las de algunos autores, que afirman que los indivi-
duos que refieren las imágenes hipnagógicas son psíquicamente más sanos, más equi-
librados socialmente, creativos y menos rígidos.
pio de experiencias impresas en cuerpo y mente acumuladas por la vida del hombre en
la tierra y que no han sido hechas, construidas en el cortísimo desarrollo de nuestra vi-
da individual. Las imágenes arquetípicas son un ejemplo de lo que en estado de pro-
funda relajación ha aparecido bajo la forma de imágenes, o sea las estructuras que ad-
quieren aquellas respuestas eternas a cuestiones que el ser humano ha ido resolviendo
en su cada vez más larga historia en el planeta.
¿Qué alumno, en nuestras clases, no se ha emocionado ante el impresionante relato
del sabio Kekulé, de cómo, a través de sus ensoñaciones, “recibió" la imagen de la ser-
piente comiéndose a sí misma por la cola, imagen arquetípica, respuesta al interrogante
sobre la fórmula que buscaba?
“Aprendamos a soñar, señores, tal vez entonces hallemos la verdad, pero guardémonos
de publicar nuestros sueños antes de que hayan sido revisados por la inteligencia des-
pierta.” En 1865 hizo pública por vez primera la fórmula del benceno. Se ha calificado
de hora estelar de la ciencia el momento en Kekulé, frente al fuego de la chimenea, tuvo
la feliz visión de la fórmula que tanto había buscado.
El sabio describe esta experiencia de la siguiente forma: "Durante mi estancia en Gante
(Bélgica) habitaba una elegante habitación de soltero en la calle principal.
"En cierta ocasión me senté para escribir en mi manual; pero aquello no marchaba, mi
espíritu se perdía en otros derroteros. Di vuelta la silla hasta situarme frente a la chime-
nea y quedé medio dormido. Los átomos revoloteaban frente a mis ojos.
“Los ojos de mi espíritu, agudizados por repetidas historias del mismo tipo, distinguieron
ahora formas mayores de gran variedad estructural que giraban y se retorcían a modo
de serpientes. Una de las serpientes se mordió la propia cola y comenzó a girar mali-
ciosamente ante mis ojos.”
Kekulé despertó como herido por un rayo. Cuando seis átomos de carbono se cierran
en círculo formando un hexágono regular, resulta evidente que ello puede dar sólo un
producto de monosustitución y sólo tres productos de disustitución.
Nada resulta tan revelador como este relato, similar al de otros creadores y sabios cuya
producción más original surge en estados de conciencia lejos de la vigilia atenta y foca-
lizada.
Nuestro maestro Enrique Pichon Rivière permanecía a veces en estados casi en el lí-
mite del sueño. Hace ya muchos años y a pesar de haber sido testigo, en las sesiones
de nuestro pequeño grupo de estudio, de sus observaciones tan sagaces como de sor-
prendente clarividencia, le pregunté si se estaba durmiendo. No negó estar somnolien-
to, aunque agregó que en aquel estado percibía más, estaba más abierto a lo que ocu-
rría en el grupo. “Cuando se estaba oyendo un relato (refiriéndose a supervisiones) sin
que uno sepa cómo, recibe, llega a la conciencia una palabra, tal vez una idea que inte-
gra todos los fragmentos de lo que sería un rompecabezas.” Este fue el sentido de lo
que el maestro nos comunicó en más de una oportunidad y hoy, a muchos años de
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aquellos momentos, pienso que este tipo de observaciones nos llevaron a valorizar lo
que creemos es la base metodológica del entrenamiento en creatividad.
Entrenamiento es entonces, para nosotros, el logro de un “estado creativo”; una síntesis
de conciencia y de inconsciencia, sentimiento y razón, vigilia y sueño (en el sentido de
niveles de conciencia referidos a los ritmos cerebrales). “Estado creativo” significa todas
estas instancias unidas y funcionantes.
Disponer de sí mismo, ser receptor de cuanto nuestro organismo es capaz de encontrar
como respuesta a lo que ese perpetuo desafío que es vivir nos plantea a cada instante;
resolver, dar solución a un problema, es crear algo que no existía. Un movimiento, un
acto muscular, en un aprendizaje, es un hecho creativo mientras no se haya automati-
zado. Irá a parar al depósito de las sinergías musculares y todo el juego muscular se
hará presente con sólo evocarlo.
Creativa es al parecer la primera vez, cuando un catalizador une, da unidad a un grupo
de elementos. Algo así como dar vida a un ser latente.
Los procesos integrativos, una proximidad mayor entre conciencia e inconsciencia, en-
tre razón y sentimiento, entre niveles de conciencia, son los condicionantes para que
una respuesta o solución resuelva o desate el nudo, o produzca el objeto necesitado, o
la melodía, o la mejor frase de un poema.
Esa conjunción es la que crea. La conjunción que llamamos “estado”; síntesis, integra-
ción dinámica. Todo tiene que ver aunque en diferente medida. La creatividad parece
cosa de la conciencia porque ésta se entera de todo lo que pasa. Pero las actividades
menos visibles son quizá las más importantes. “Una cuestión de colaboradores más que
de primeras figuras”.
Facilitar esta confluencia de recursos o elementos activos debe ser la razón de las con-
diciones que algunos grandes creadores necesitaban para su inspiración. El campana-
rio que E. Kant necesitaba ver, o la visión del fuego de Kekulé, lideraban la “confluencia
condicionante” de lo que en una segunda parte receptiva del proceso, “tomaban nota”
de imágenes o ideas con la novedad de un hecho creativo.
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