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FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIA POLÍTICA

INTRODUCCIÓN A LA CIENCIA
POLÍTICA
(ANTOLOGÍA)

ROBERTO VIZCARDO BENAVIDES


INDICE
Página
Presentación 3
Introducción 4
Orientaciones metodológicas 6
UNIDAD I: POLÍTICA Y CIENCIA POLÍTICA
Política: multiplicidad de definiciones y conceptos. Doctor 8
Francisco Miro Quesada Rada
Ciencia Política y Teoría Política. Gianfranco Pasquino 17
Evolución del pensamiento político. Dr. Alfredo Quispe 20
Correa.
Ciencia Política. Dr. Raúl Ferrero Rebagliati. 25
UNIDAD II: PODER, ESTADO, NACIÓN, PATRIA
El Poder Político. Dr. Raúl Ferrero Rebagliati 31
Poder, Estado y Política. Mario Justo López 43
Estado y Sociedad. Dr. Raúl Ferrero R. 47
Relación de los conceptos Estado, Nación y Patria. Dr. Raúl 52
Ferrero R.
Finalidad del Estado. Dr. Raúl Ferrero R. 54
Estado y Nación. Dr. Alfredo Quispe Correa 60
UNIDAD III: ESTADO, CONSTITUCIÓN Y DEMOCRACIA
La Constitución del Estado. Eduardo García Maynas 67
Constitución y Democracia. Dr. Alfredo Quispe Correa 73
Una agenda institucional para la gobernabilidad democrática. 76
Antonio Camou
UNIDAD IV: PARTIDOS POLÍTICOS
Los Partidos Políticos. Peter H. Markl 82
Partidos políticos y misión de los Partidos Políticos. Dr. Raúl 94
Ferrero R.
Sistema de partidos. Dr. Francisco Miro Quesada Rada 97
Partidos Políticos y Grupos de Poder. Dr. José Páez W. 101
UNIDAD V: IDEOLOGÍAS, DOCTRINAS, REGIMENES
POLÍTICOS.
Ideología y Doctrinas Políticas. Dr. Francisco Miro Quesada 107
Rada
Las grandes ideologías al final del Siglo XX. W. Phillips
113
Shively.
Regímenes políticos. Juan Luis Paniagua Soto 115
LECTURAS COMPLEMENTARIAS 130
PRESENTACIÓN
INTRODUCCION
La ciencia política (conocida también como politología) es la ciencia social que tiene como
campo de estudio la teoría y práctica de la política en sus diversas dimensiones, incluyendo
la descripción y análisis de los sistemas políticos y electorales y del comportamiento
electoral. El profesional de la ciencia política es el politólogo (en ocasiones llamado cientista
político).

La Ciencia Política, trascendiendo la descripción y la mera opinión, se orienta al


conocimiento riguroso, sistemático y objetivo (valorativo) de los hechos y fenómenos que
conforman la realidad política. El conocimiento producido, como en toda ciencia, es
obtenido mediante la observación y el razonamiento, utilizando argumentos
sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales.

El conocimiento de la realidad política o conocimiento político, metodológicamente adquirido


y sistemáticamente ordenado, es el cuerpo mismo de la TEORÍA POLÍTICA, que engloba
a las descripciones, explicaciones, generalizaciones y postulaciones acerca de la
realidad política. La teoría Política tiene dos grandes componentes: La Filosofía Política
y la Ciencia Política.

La Política afecta cotidianamente nuestras vidas, la de nuestras familias, la de los grupos


y organismos sociales a los que nos hallamos vinculados. En todas partes la
omnipresencia de la política se hace patente.

No hay virtualmente, aspecto de la vida social que escape a la política. La política rige
la marcha histórica de los pueblos hacia metas de bienestar y además cautela la
supervivencia y permanencia de las naciones, gracias a la seguridad con la que
provisoriamente tiene que rodearlas.

Todos somos objetos y sujetos de procesos políticos y se hace imprescindible la


participación en asuntos políticos de interés general para contribuir al progreso de la
Nación y al aporte que todo peruano debe brindar a la promoción de la sociedad en todos
sus aspectos.

Por esta razón la Antología de Ciencia Política obedece a la conveniencia de que el


profesional o Alumno de la Facultad de Derecho y Ciencia Política de la Universidad
Particular Inca Garcilazo de la Vega, disponga de un conjunto de temas de diversos
autores, sin que ello, limite de ninguna manera la labor de informarse de otras fuentes y
con diversas perspectivas para obtener conclusiones precisas.

4
UNIDAD 1

POLÍTICA Y CIENCIA POLÍTICA

5
ORIENTACIÓN

METODOLÓGICA

ESTRUCTURA TEMÁTICA
El desarrollo de la Antología del Curso de Introducción a la Ciencia Política se
divide en cinco unidades:

• Unidad 1: Política y Ciencia Política


• Unidad 2: Poder, Estado, Nación, Patria.
• Unidad 3: Estado, Constitución y Democracia.
• Unidad 4: Partidos políticos
• Unidad 5: Ideologías, doctrinas, regímenes políticos.

ESTRATEGIAS DE APRENDIZAJE
El sistema de Educación a Distancia implica fundamentalmente el
autoaprendizaje para el logro de los objetivos y metas. En este entendido, la
antología constituye una herramienta coadyuvante para la interpretación por
parte del estudiante de los contenidos de cada Unidad.

En cada Unidad de estudio se presentan diversos enfoques sobre la temática


tratada. De esta manera, a través de la lectura reflexiva, analítica y crítica, el
estudiante formará su propio criterio, lo cual le permitirá contrastar ideas,
pensamientos y corrientes propias del escenario político cotidiano, local,
regional y mundial. Es propósito además, que los conceptos así aprendidos
constituyan base fundamental para el desarrollo del pensamiento político en
su fase temprana.

6
EVALUACIÓN
Al final de cada Unidad, con la finalidad de verificar el avance y/o progreso del
autoaprendizaje, se presenta una serie de preguntas de autoevaluación, las
mismas que deben ser absueltas, obligatoriamente.

7
POLÍTICA: MULTIPLICIDAD DE DEFINICIONES Y CONCEPTOS

Doctor Francisco Miro Quesada Rada (*)


El intento de comprender y precisar en forma analítica, crítica y rigurosa la acción humana
e interacción social que conocemos como política no es una aventura reciente, pues
se remonta a la antigüedad clásica.

A través de la historia encontramos una serie de apreciaciones sobre política en pensadores


de genial dimensión como Platón, Aristóteles, Séneca, Polibio, Maquiavelo, Santo Tomás,
Hobbes, Bodin, Lecke, Suárez, Belarmino. Montesquieu, Rosseau, Tosqueville, Marx,
Stuart Mill, Lenin, Bertrand Bussell y otros.

Platón decía que la política es la "ciencia regia", Aristóteles, sostenía que era una
mixtura institucional y social.

Siendo la acción política objeto de estudios cada vez más especializados, los pensadores
modernos que se preocupan por el tema en la gran mayoría son científicos políticos, aunque
hay también sociólogos, economistas, juristas y filósofos, al igual que sus antecesores
clásicos han planteado una serie de definiciones y elaborado diversos conceptos
que a continuación exponemos:

En uno de sus múltiples ensayos, "La Política como


vocación", el famoso sociólogo alemán Max Weber1
sostiene que la política es "sólo dimensión, o la influencia
sobre la dirección de una asociación política".2 Según el
tratadista germano, política significa esfuerzo por compartir
el poder, o esfuerzo para influir sobre la distribución del
poder, ya sea entre Estados o entre grupos dentro de un
Estado. Observa Weber, que "los que actúan en política
luchan por el poder, bien para servir otros fines, ideales o
egoísmos o bien como "poder por el poder"; es decir, para
disfrutar de la sensación que proporciona el poder3. Con
estas palabras Weber está señalando un elemento esencial
de la política: su naturaleza agonal4.

La política es lucha por el poder. Los móviles que dan sentido a esta lucha son variados.
Pueden ser fines nobles como la toma y doma del poder para liberar a los pueblos de
la dominación y explotación de los poderosos; pueden ser fines innobles como la captura
del poder con el solo y único afán de gozar de las prebendas, privilegios y prestigio que
éste ofrece.
(*) Tomado del libro: “Política y Ciencia Política”, de Francisco Miro Quesada Rada. Edit. Campodónico. Lima. 1981. Pág. 31 a 47.

1
Alemania (1864 – 1920). Filósofo, economista, jurista, historiador, cantante, politólogo y sociólogo.
2
WEBER, Max. “La política como vocación”. Editorial Martinez Roca, España, 1972, págs. 97-98.
3
Op. Cit., pág. 99
4
AGONAL: Término que se deriva del vocablo agón, que quiere decir lucha, de donde proviene también la
palabra agonía.
8
Una de las notas esenciales del poder – según Weber -es la dominación, que se sustenta
en el uso de la fuerza física, de la represión, y del cuadro administrativo (burocrático-
administrativo), que garantizan el establecimiento de un statu-quo determinado.

Maurice Duverger5, politólogo francés, medita sobre la política


como "ciencia del poder" y como "ciencia del Estado" y aunque
estima importante considerar al Estado, por ser una estructura
fundamental en donde actúa y se desenvuelve la vida política, se
pronuncia a favor de la política como "ciencia del poder". Señala
Duverger que la política, su significado y naturaleza, es siempre
ambivalente. Para demostrarlo da un ejemplo partiendo del mito
romano del dios Jano, al sostener que "la imagen de Jano, el
dios de las dos caras, es la verdadera representación del Estado
y la expresión más profunda de la realidad política"6 .

Para dicho científico-político galo, la política como organización institucional (Estado)


y como realidad social (política práctica) es lucha e integración. Ello es así porque
el Estado, institución de poder a través de la historia, no es sólo un instrumento
de dominación sino también de integración que intenta asegurar "cierto orden social".

La tesis de comprender la política como realidad


social e institucional organizada es expuesta, con
meridiana claridad, por el politólogo norteamericano
David Easton7, para quien la política es una "forma de
hacer" que se traduce en actividades grupales (partidos
políticos, grupos de presión) y en formas de gobierno que
establecen medidas de interés para el conglomerado
social. En Easton siempre encontraremos una
identificación de la política con la autoridad, al sostener que
"se hace política o luchan los diferentes grupos para
influir en el tipo de medidas de carácter autoritario"8.
Luego, a este concepto agrega lo siguiente: "Si fuera a
resumir el concepto de política inspirado en nuestro sentido común probablemente tendría
la siguiente forma: la vida política se refiere a toda actividad que influye de manera
importante en el tipo de medida autoritaria que adopta una sociedad y la forma en que la
pone en práctica"9 . Para David Easton "la vida política es un sistema de conducir,
incorporado a un ambiente a cuyas influencias está expuesto al sistema político mismo,
que a su turno reacciona frente a ellos"10.

Esta concepción de Easton no se limita a admitir que la política es un "sistema

5
Francia (1917 - ). Sociólogo y politólogo, profesor de Sorbona y la Universidad de París.
6
DUVERGER, Maurice. “Introducción a la política”. Ed. Ariel. Caracas – Barcelona. 1967. pág. 16.
7
Canadá (Toronto, 1917 - ). Sociólogo, especialista en Ciencias políticas.
8
EASTON, David. “Política moderna”. Ed. Letras. México. 1968. Pág. 132.
9
Op. Cit. Pág 133.
10
EASTON, David. “Política moderna”. Ed. Letras. México. 1969. Pág. 217.
9
de conducta" y que se trata de un "Sistema aislado", es decir, cerrado. Por el
contrario, desde el punto de vista de Easton, la vida política es un sistema abierto,
expuesto a la influencia de otros sistemas y rodeado de los ambientes físico, biológico,
social y psicológico. Más aún, Easton no se queda allí: pretende ir más lejos al sostener
que el sistema político, en sí toda la vida política, tiene capacidad de autorregulación
para responder a las perturbaciones quelo engloban, de manera que tiene una especie
de capacidad de adaptación. De la visión eastoniana de la política se desprende la
siguienteconclusión: "los sistemas políticos acumulan gran cantidad de mecanismos
mediante los cuales pueden tratar de enfrentarse a sus ambientes. Gracias a ellos son
capaces de regular su propia conducta, transformar su estructura interna y hasta llegar
a remodelar sus metas fundamentales. Pocos sistemas, aparte de los sociales, gozan de
esta posibilidad11.

Hemos hecho un breve comentario de las tres más importantes definiciones que se han dado
sobre política en los últimos años; pero sin duda dentro de este período hay otras muy
importantes que no se pueden descartar y que vamos a indicarlas, si bien no es nuestro
propósito analizarlas en estas líneas como hemos hecho con las de Weber, Easton
y Duverger.

"Política es la actividad humana fundada en intereses justificados ideológicamente, que


pretende conseguir objetivos valederos para toda la comunidad mediante el ejercicio del
poder público organizado y el flujo sobre él" (Pablo Lucas Verdú)12.

"Un sistema político es cualquier patrón persistente de relación interhumana que


englobe, en un significado extenso, el poder, la regla y la autoridad" (Robert Dahl)13

"La política es la toma de decisiones por medios públicos" (Larl W. Deutsch)14

"Por política entendemos el conjunto que se establece entre individuos y grupos animados
de deseos contradictorios y de relaciones estables de autoridad y de dependencia"
(Francoise Parroux)15 .

En estas definiciones encontramos conceptos que son propios de la acción política como
poder, decisión, autoridad, interés, ideología, acción grupal, dependencia.

Hay politólogos que prefieren abstenerse de dar una definición sobre política, porque
consideran que el término es ambiguo e impreciso, Así lo cree, por ejemplo, Robert
Murphy al afirmar que hay dificultades en dar una definición única y omnicomprensiva de
política; y Beiley, quien está más preocupado por comparar la política con el juego, porque
sostiene que ambos se mueven dentro de ciertas reglas.

Los soviéticos Yákivlev, Bieglov, Bikkenin, Brutents, Kelle, Okorelov, Vólkov, Petrenko

11
Op.Cit.pág. 218
12
LUCAS VERDU, Pablo. “Principios de Ciencia Política”. Tomo II. Edit. Tecnos. Madrid. 1973.pág.178
13
DAHL, Robert. “Modern Political Analysis”. Ed. Fundation of Modern Political Science. Series 1965. Pág 6.
14
DEUTSHC, Karl. Política y gobierno”. Ed. FE. México. 1976.pág. 20.
15
FERROUX, Francoise. “Pouvoir et economie”. Ed. Bordes. Paris-Bruxelles-Montreal. 1973.pág. 3.
10
y Zeglandin, quienes parten de la concepción de Lenin sobre la política, sostienen que
"la política es la expresión concentrada y la culminación de la economía".16

Los politólogos soviéticos admiten que la política tiene una relativa independencia de
la economía, y también la capacidad para influir sobre ella. Consideran que, por ser la
expresión concentrada de la economía, depende de ésta, porque sirve para mantener
y sostener un régimen. La política es una superestructura de lo económico, que es la base
de lo social. La concepción marxista de política vincula correctamente la acción política
con la acción económica y está atenta a sus interrelaciones.

Así como hay diferencias de regímenes políticos y existen diferentes regímenes


económicos, la sociedad se diferencia siempre en ambos regímenes. La concepción
soviética de la política es clásica y está fuertemente ligada a las interpretaciones
que ha hecho Lenin sobre ella.

Otras interpretaciones marxistas de la política distinguen la política de los políticos; distingo


que también hacen politólogos "no marxistas" como Jiménez de Parga y Burdeau. Desde
la perspectiva marxista, lo político se reduciría al Estado: es pues, la superestructura
jurídico- política del Estado; en cambio, la política es la práctica política de clase.

Nicos Poulantzas diferencia con acierto la organización política de la práctica. Dice que
mientras la primera es una superestructura, la segunda es la acción conflictual. En este
caso, la política como acción humana es lucha de clases. Esta idea coincide con las de Marx
y Engels, quienes sostienen en "El Manifiesto Comunista" que "toda la lucha de clases
es una lucha política"17.
Para Poulantzas, la política y la historia están íntimamente ligadas. La política es la
expresión de una práctica social, de una acción dinámica. La práctica política como
expresión de la dinámica política, en el devenir histórico ligado a las luchas de clases, haría
de la política una ciencia revolucionaria orientada a los cambios profundos de la
sociedad.

Sostiene Mihailo Markovic que la política es la "realización de todas aquellas actividades y


la toma de todas aquellas decisiones mediante las cuales son regulados y dirigidos
los procesos sociales públicos esenciales"18.

Este filósofo yugoslavo estima que en la política hay dos formas de realización
y manifestación. Por una parte, es actividad y, por otra, es decisión. La actividad y la
decisión tienen una función de regulación y dirección de los procesos políticos. La
política es un mecanismo de regulación del comportamiento inter-subjetivo y de los
conflictos sociales. Partiendo de Marx, Markovic señala los rasgos esenciales de la
política como forma de deshumanización y despersonalización. Las formas de
alienación política según Markovic serían:

16
YAKOVLEV, A. y otros. “Conocimientos políticos básicos”. Ed. Progreso. Moscú. 1975. Pág 18.
17
MARX, Karl & ENGELS, Federico. “El manifiesto comunista”. En grandes pensadores políicos. W. Ubenstein.
Ed. Revista de Occidente. Madrid. 1975. Pág 847.
18
MARKOVIC, Mihailo. “Dialéctica de la praxis”. Ed. Amorrertu. Buenos Aires. Pág. 20.
11
• El hombre pierde el control de las instituciones políticas, del Estado, de partido,
que él mismo ha creado y que funcionan en su nombre.

• En una sociedad burocrática (entiéndase contemporánea) el hombre se aliena


respecto a los demás, tanto si pertenece a los dominadores como a los dominados.
En la elección de aquéllos con quienes desearían mantener relaciones
estrechas, no tiene fundamental importancia para él quién sea el otro hombre
sino qué función ejerce.

• En la sociedad burocrática la actividad política deja de ser creadora.

• Todas estas condiciones llevan a la ruptura total entre la existencia política del
hombre y su esencia auténtica posible.

Es significativo, por otra parte, el aporte de los politólogos argentinos para la comprensión
de la política. Según Carlos A. Floria "la política" es una dimensión constitutiva del hombre,
de modo que no se puede proponer no tener un comportamiento político o ser apolítico,
porque de alguna forma ello es una posición política"19. Entiende Floria que la política se
ocupa del poder, que es un fenómeno intrínsecamente político.

El planteamiento de Floria nos parece correcto. Las posiciones apolíticas son políticas en
la medida en que evitan el desenvolvimiento dinámico de la política y contribuyen al
mantenimiento de las injusticias sociales en un sistema. Esta posición "apolítica" tiene
las características propias del pensamiento y conducta totalitarios y reaccionarios, que
intentan encapsular la vida política dentro de marcos institucionales y categorías
ideológicas consideradas inmutables. Las posiciones apolíticas contribuyen al
mantenimiento del sistema y en tal sentido son conservadoras. Ven un peligro en la
difusión de ideas distintas a las del sistema imperante y en conflicto social.

Ello sucede frecuentemente con las corrientes tecnocráticas, administrativas y burocráticas


que pretenden desvincular la ciencia y la técnica de la política, haciéndolas vivir
en compartimientos distintos como si el ejercicio del poder no fuera el producto de una
técnica orientada a inclinar voluntades, que con acierto llama
Mario Justo López, aspecto formal de la política.

También nos parece correcto el planteamiento de Floria sobre las dimensiones políticas,
pues la característica de toda relación de poder es la de mando-obediencia, que
se produce a consecuencia de los mecanismos que utilizan los grupos de poder
dominantes para inclinar voluntades, a fin de poner en práctica un proyecto político
determinado. Estos mecanismos de poder son: la Fuerza Armada, la ley positiva y
los sistemas educativos y propagandísticos; reflejo de la mezcla de tres elementos
claves en toda política formal de dominación: fuerza, Derecho e ideología.

Según Jorge Venossi, "cuando se hace política se está creando o se está tratando

19
FLORIA, A. Carlos. “La política”. Ed. Belgrano. Buenos Aires. 1976. Pág. 207.

12
de reemplazar un sistema de lealtades por otro"20.

Estas lealtades pueden ser hacia las ideas, hacia los hombres o hacia los intereses. Para
que la política funcione bien estas tres lealtades deben interrelacionarse, pues de
no ser así se produciría el descalabro. La política como acción no es sólo lucha; es proyecto
y construcción de estructuras sociales y de Instituciones. De allí que es más importante
el político fundador que el conductor, sostiene Vanossi. El político fundador y visionario
es escaso. Por lo general, la vida política cotidiana favorece a los conductores.

Luis R.M. Dellera Jofré, sostiene que la acción social se convierte en acción política cuando
su finalidad es el poder. Para este científico político argentino "el fenómeno social se
trasmuta en política recién cuando el objetivo último perseguido es posible de ser merituado
como finalidad de poder"21. Agrega luego que "la relación así generada se interesa en
provocar presión a full de uno de los términos sobre otro; en tratar de alterar la voluntad,
en pretender modificar la conducta: el emisor puede intentar o transformar la relación
social en relación de poder definitivo, o utilizar para adquirir, conservar, aumentar o
disminuir su propio poder" 22.

De estas observaciones se desprende que las relaciones sociales, tal como sostiene
Puolantzas, Onofri y Pissorno, son relaciones de poder. Su característica principal, la
de inclinar voluntades y conductas para poner en práctica un proyecto político, es
consecuencia de la dinámica de la sociedad en su faz agonal y arquitectónica.

El planteamiento de Mario Justo López. Mención especial y estudio detenido merece el


planteamiento que hace el politicólogo y jurista a rgentino Mario Justo López. El
considera que la política es un término de difícil definición por su naturaleza m últiple,
polifacética, variable, simbólica y multirrelacionada. Para López, la política es una realidad
plenaria en donde interactúan una serie de elementos que constituyen las diversas
fases de la misma. Como realidad polifacética, la política tiene una fase estructural,
otra dinámica, una agonal y otra arquitectónica.

Sostiene dicho profesor argentino que "la actividad política no se desarrolla en el vacío, no
tiene sentido sino como relación interhumana, y tal relación implica una estructura que
se presenta como jerarquizada, existente entre los seres humanos, que permite a los
unos inclinar la voluntad de los otros. Esa estructura, aunque puede presentarse, a veces,
muy débil y fluida, ofrece siempre una tendencia natural a traducirse en instituciones
políticas-órganos y normas- con vocación de orden y estabilidad23.
Si concebimos la estructura social como el conjunto de grupos que desempeñan roles
y funciones, que son complementarios y diferenciados dentro de una relación jerarquizada,
no cabe duda que la política acontece en ella como actividad humana y relación
interhumana. Las diferencias en la organización funcional de las estructuras son las que

20
VANOSSI, Jorge. “La política”. Ed. Belgrano. Buenos Aires. 1976. Pág. 211.
21
DOLLERA JOFFRE, Luis. “Manual de Ciencia Política”. Ed. Abeledo Perrot. Buenos Aires. 1971. Pág 25.
22
Op. Cit., pág 25
23
LOPEZ, Mario Justo. “Introducción a los estudios políticos”.Vol. I. Teoría política. Ed. Kapeluz. Buenos
Aires.1969. pág. 34.
13
determina, en gran medida, la jerarquización y el ejercicio del poder político. Es una
secuencia de órdenes verticales entre las diversas instancias institucionales de la
estructura.

Así, quienes desempeñan roles y funciones de más alto nivel en la estructura social son
aquéllos que tienen mayor capacidad de decisión para encausar el comportamiento
individual y social.

La estructura social vendría a ser el terreno en donde se desenvuelve la acción política, pero
ésta no es un terreno baldío: es un terreno organizado, debidamente planeado a través
de las instituciones. La revolución social consistiría en la ruptura de la estructura
jerarquizada de dominación y de poder y el cambio de una estructura por otra en donde
no existan jerarquías y los roles sean funcionales. La actividad política que opera
dentro de la estructura social es dinámica y está en constante movimiento y cambio.
La actividad en la política tiene como principal fin la captura del poder político, o en otros
términos, de los roles y funciones que permiten el ejercicio de ese poder. Al respecto
Mario Justo López sostiene que la política como "actividad, tiende inmediatamente a la
conquista y conservación de los cargos o roles, o también, caso contrario, a resistir
la actividad desplegada desde ellos. En tal sentido la faz dinámica de la política traduce
una vocación de movimientos y cambio"24.

Los participantes en la acción política que actúan dentro de la estructura y en relación


dinámica, entran en conflicto por razones de orden ideológico, social y personales, es decir
que entre ellos se produce una lucha por conquistar o conservar el poder. A esta lucha
se le denomina faz agonal. Indica López que "esa competencia, esa lucha por la conquista,
y en un momento, por la conservación de los cargos y roles, forma parte de la faz agonal
de la Política"25.

En la faz agonal, la lucha puede darse dentro de los cruces normativos e institucionales
establecidos en la estructura social. En tal sentido, los grupos antagónicos actúan dentro
de los límites señalados por la ley. Esto sucede,por ejemplo, en la democracia
representativa y competitiva, o también en las monocracias. Pero la lucha puede extenderse
más allá de los cauces normativos e institucionales llegándose a la "destrucción
organizada", como dice Mannheim, a través de la guerra revolucionaria, o a través
de medidas revolucionarias que paulatinamente van mellando y desdibujando el orden
institucional de una estructura social. El fenómeno de la influencia, tan frecuente en
política, también desempeña una función importante como elemento integral de la faz
agonal.

El acto de influir es diferente al acto de capturar el poder. A los grupos de influencia y de


presión no les interesa capturar el poder para ejecutar un proyecto político determinado,
sino por el contrario, persiguen modificar las medidas y las conductas de quienes ocupan
roles y funciones en las instituciones de la estructura social, para que éstos tomen medidas
a favor de sus intereses.

24
Op. Cit. Pág. 35.
25
Op. Cit. Pág 35.
14
Los grupos de presión y de influencia se valen de una serie de medidas para llevar a
la práctica sus objetivos. Desde el chantaje, pasando por los medios de comunicación
o utilizando relaciones directas de contacto cara a cara con quienes ejercen el poder. La
realidad política, que es agonal y que opera dentro de una estructura social, tiene,
por último, la faz arquitectónica. No cabe duda que de alguna manera los hombres elaboran
"modelos" de organización social y que luego luchan para llevarlos a la práctica.

De allí que la política sea también organización, conducción y administración del


comportamiento individual y colectivo. La ejecución de un proyecto determinado impone
una secuencia de pasos aparentemente prefijados, que pasan de la simple concepción
teórica del modelo, a la planificación, organización y control de la
sociedad. Así los políticos que ponen en acción "su modelo" son arquitectos o ingenieros
sociales, hombres eminentemente prácticos, ejecutores de un plan determinado. López
dice que la faz arquitectónica "es la actividad creadora, constructora, conductora,
integradora, sin que estos calificativos importen en modo alguno, juicios de valor"26. Lo
que debe admitirse es la necesidad de organizar la sociedad. El problema consiste en
saber cuál de los "modelos" propuestos es el más adecuado.

La realidad política es variable, cambia en el tiempo; con los hechos políticos, al igual
que los hechos históricos, no se repiten de igual manera. No obstante, habría que
buscar ciertas constantes de regularidad cíclica que nos permitan precisar objetivamente
leyes de la política aplicadas en todas las épocas de la historia. Quizás el desgaste
progresivo de los sistemas políticos, el desgaste de los gobiernos y las revoluciones, se
repiten a pesar de sus diferencias y, en tal sentido, podrían formularse leyes de esta
naturaleza que sean universales para todas las épocas y para todos los casos posibles.

Por último, la realidad política es una realidad simbólica. La ideología, como concepción
del mundo y como expresión de clase social, determina el comportamiento social y
político. Los hombres crean una serie de teorías para justificar la posición privilegiada que
ocupan en la estructura social. Incluso, llegan a afirmar que la situación es objetiva,
racional y científica.

El elemento subjetivo juega un papel importante en la vida política y esta subjetivación


conduce a internalizar una visión determinada como un fenómeno universal, válido e
inmovible. Lo ideológico y lo político están íntimamente ligados, y muchas veces las ideas
que tenemos sobre las cosas no son la fiel expresión de su objetividad sino el reflejo
de una deformación de la realidad.

La sociedad política está organizada en función de esas ideas, y el agente sujeto de


la política, el hombre político, actúa en función de valores internalizados, como expresión
del proceso de socialización del comportamiento. A la adecuación de las conductas, al
conjunto de ideas rectoras que justifican un "modelo político", se le llama proceso de
ideologización.

26
Op.Cit.pág. 36.
15
Rasgos característicos de la política.

A continuación como resumen y utilizando todo lo expuesto, vamos a señalar los rasgos
característicos de la política. Creemos que son constitutivos los rasgos siguientes:

a. La política es parte de la realidad social y está inmersa en ella.

b. La política es una actividad humana interrelacionada.

c. La política es la expresión del ejercicio del poder coactivo físico dentro del proceso
de decisiones de efectos colectivos.

d. La política es una actividad dinámica y agonal. Se basa fundamentalmente en la lucha


por el poder político y en los diversos intereses ideológicos y materiales que
expresa acción humana. Teniendo en cuenta las anteriores características, podemos
intentar una definición de Política:

La política es una actividad humana y una relación Inter-humana que acontece


en una estructura social, dinámica y agonal; la misma que, dentro de una medida
significativa del ejercicio del poder físico coactivo que manifiesta aspiraciones
ideológicas para poner en práctica un modelo societal, afecta el comportamiento
colectivo con el fin de inclinar voluntades, de una manera eficaz.

16
CIENCIA POLITICA Y TEORÍA POLÍTICA
Gianfranco PASQUINO (*)

Para que la especulación teórica pueda manifestarse y expresarse cabalmente, son


necesarias tres operaciones complejas y multiformes:

La primera es fácil de definir. Si la Ciencia Política quiere afrontar bien pertrechada la


especulación teórica, tiene que confrontarse con (y redefinirse con respecto a) la filosofía
política. La rica y abigarrada tradición de pensamiento de la filosofía política, contiene al
menos cuatro significados:

• Búsqueda de la mejor forma de gobierno o de la república óptima.


• Búsqueda del fundamento del Estado y la consiguiente justificación (o no
justificación) de la obligación política.
• Búsqueda de la naturaleza de la política o mejor de la “politicidad” y la consiguiente
distinción entre política y moral.
• Análisis del lenguaje político “metodología de la ciencia política”27

Sólo el último de estos significados caracteriza a una “filosofía política” que quiera
encontrarse con la ciencia política. De hecho, los otros tres significados carecen al menos
de uno de los componentes que Bobbio considera indispensables para fundar una ciencia
política empírica (y precisamente, la búsqueda de la mejor forma de gobierno no es ni
pretende ser evaluativa, sino todo lo contrario; la búsqueda del fundamento del Estado no
es explicativa, sino justificativa; la investigación de la naturaleza de la política se sustrae a
cualquier posible verificación empírica).

Sin embargo, es interesante hacer notar cómo las diferentes tradiciones de ciencia política
que se han radicado en cada país europeo y en los EEUU, provienen, precisamente de un
cierto modo de posicionarse respecto a algunos de los significados que Bobbio considera
centrales para las corrientes de la filosofía política. Por ejemplo, el historicismo y el idealismo
alemanes operando en una tradición cultural también fuertemente impregnada por el
derecho (y marcada por el peso de las instituciones) han impulsado a la ciencia política en
la dirección de una interpretación de los fenómenos políticos, en cada caso, como un deber
ser, la búsqueda de una esencia, de una concepción totalizadora. Mientras lentamente se
desarrollaba una obra de emancipación, iniciada por la sociología de Weber, y después una
obra de renovación intentada por la Escuela de Frankfurt (en cuyo

(*) Tomado de la obra “Manual de Ciencia política”, de S. Bartolini, M. Cotta, L. Morlino, A. Panebianco, G.
Pasquino. Alianza Editorial. Madrid. 1988. Págs. 29-33.

27
BOBBIO, Norberto. “Considerazioni sulla filosofía política”. Rivista italiana di scienza política”. 1971. Págs.
367-379.

17
interior se hicieron camino no pocos politólogos de fama, el más importante de los cuales
se puede considerar Otto Kirchheimer)28 se abatió sobre las ciencias sociales y la sobre la
propia Alemania la represión nazi. Así que el renacimiento de las ciencias sociales alemanas
presenta una doble cara29: por un lado, la reimportación de métodos e interrogantes que la
diáspora de los científicos sociales alemanes llevó consigo a un ambiente receptivo, pero
también muy diferente culturalmente, como los Estados Unidos; por otro lado, el resurgir de
una tradición indígena, todavía con ambiciones de teorías generales de la sociedad (al estilo
Habermas) y totalizantes. Aún moviéndose de manera creciente en dirección empírica, la
ciencia política alemana lleva consigo una tendencia a la teorización muy intensa que la
hace única en el panorama dominante.

En Francia, la tradición más fuerte no parece haber sido ni la de una filosofía política global,
ni la de una prescripción de mundos mejores. Si es lícito generalizar combinando a los
ilustrados con Montesquieu y Tocqueville como padres de la ciencia política francesa, de la
misma manera que los historiadores a lo Thiers y después con la Escuela de los Annales,
de ello surge una ciencia política francesa que a veces es esencialmente historia política,
historia de las instituciones, no muy inclinada hacia la investigación empírica, en ocasiones
provinciana, a veces filosofante, en conjunto marginal en la escena mundial, y sin la
influencia que los historiadores y estructuralistas franceses han sabido ejercer.

Si la filosofía analítica, la reflexión sobre el lenguaje y el método constituyen los campos


de investigación más propios de la ciencia política y de los tres presupuestos científicos de
la explicación, la verificación y la evaluación, encuentran un terreno fértil en Gran Bretaña,
y más en general en el mundo anglosajón (y escandinavo); sin grandes ambiciones teóricas,
pero con solidez, la mejor parte de la ciencia política británica sigue las huellas de John
Stuart Mill en la descripción de fenómenos, procesos, instituciones políticas, en el análisis
de la democracia con no pocas inspiraciones fabianas, progresistas. Cuantitativamente
superada por la ciencia política estadounidense, la ciencia política británica conserva sin
embargo el terreno de investigaciones serias, bien planteadas, maduras analíticamente (y
lo mismo cabe decir de los politólogos escandinavos que logran fundir de la mejor manera
algunas tradiciones culturales “continentales”, sobre todo el análisis institucional, y algunas
tradiciones culturales anglosajonas, la investigación empírica y la filosofía analítica hasta
fundirlas en su máximo nivel en la obra de Stein Rokkan).

Interrumpida bruscamente por la llegada del fascismo, pero un poco heterogénea, no muy
arraigada y aún frágil, la ciencia política italiana puede referirse a un pasado conocido e
importante y a los nombres de Maquiavelo, Mosca, Pareto y Michels. Pero si las tradiciones
culturales cuentan, entonces el peso del derecho por un lado y la influencia de la filosofía
idealista por otro (que se manifiestan en la abierta oposición de Benedetto Croce a la

28
JAY, M. “The dialectical imagination,a history of the Frankfurt School and the Institute of Social Research,
1923-1950. Boston. Little Brown and company. 1973.
29
LEPSIUS, M.R. “Sociology in Germany and Austria 1918-1945: the emigration of the Social sciences and its
consequences. Florencia. Instituto Universitario Europeo. Working paper Nº 104. 1984.
18
sociología, “inferma scienza”) son los principales responsables de haber retrasado la
evolución de la ciencia política italiana que sólo a finales de los años sesenta comienza su
arraigo académico y su profesionalización, lenta y desigual. Una historia que es breve, que
está sellada por intensas relaciones con la cultura estadounidense y que corre el riesgo,
para muchos, de ser y convertirse en un conjunto de rupturas autobiográficas. A nivel de
intento, en cualquier caso, la ciencia política italiana parece buscar un justo equilibrio entre
la investigación empírica y la teorización, sin caer en la simple historia política y sin rozar
las teorizaciones abstractas.

El tema se complica mucho más en lo que se refiere a los Estados Unidos. La ciencia política
en ese país es por un lado una empresa cultural relativamente reciente (casi un siglo, con
todo) pero continua, y por otro, es practicada por un número de estudiosos que es superior
a la suma de todos los existentes en los demás países. Además es contínuo el examen al
que la ciencia política estadounidense está sometida o se somete; las tendencias están muy
diversificadas, grandes son las diferencias. De modo que es especialmente difícil dar un
juicio sintético de la ciencia política estadounidense incluso aunque sea sólo desde el punto
de vista de sus relaciones con la filosofía política y con la especulación teórica.

Si cada ciencia política nacional ha tenido que confrontarse y redefinirse al contacto con sus
propias y peculiares tradiciones de filosofía política nacional, también es verdad que para
cada una de ellas y para la ciencia política en su conjunto, existe el problema de la relación
que hay que establecer (y alimentar) con los clásicos del pensamiento político. Desde
cualquier punto de vista que se mire ésta es una relación difícil. Los clásicos se pueden
sencillamente embalsamar, manteniendo que los mejores de ellos han sabido plantear los
interrogantes cruciales, aunque imperecederos, acerca de la política (tanto como forma de
reflexión teórica o como actividad empírica). Y después liquidarlos con la afirmación de que,
no sólo han cambiado los tiempos y los lugares, sino que también han cambiado los
métodos y las técnicas, que la ruptura epistemológica que se da en todas las ciencias
alrededor de comienzos de este siglo (S XX), separa claramente la reflexión politológica
posterior, de la que habían desarrollado los clásicos.

“La teoría política clásica sigue definiendo muchos de los problemas fundamentales, dando
forma a los interrogantes críticos y ofreciendo los conceptos cruciales que inspiran, y directa
o indirectamente guían a los estudiosos en la ciencia política, incluidos los que son más
conscientemente científicos. Análisis del comportamiento electoral, sondeos por muestreo
y datos agregados que se refieren a categorías de los sistemas políticos, así como también
estudios de la ejecución de políticas públicas, pueden reconocerse casi siempre como
dirigidos a temáticas que ya fueron identificadas como significativas en la teoría política
clásica”30

EVOLUCION DEL PENSAMIENTO POLITICO

30
BHLUM, W.T; HERMANN, M.G.; MURPHY, W.M.; NELSON, J.S. y PYE, L.W., “Political science and the
humanities: a report of the American political science association, 1985. Págs. 247-259.
19
Por: Alfredo Quispe Correa (*)

Democracia, definía el Dr. Raúl Ferrero31, es la forma de gobierno que se concentra en


la libertad y la justicia. Está orientada al bien común y al respeto de los derechos
humanos. Se basa en el predominio de la mayoría y en el derecho de oposición.

En síntesis, quien fuera profesor de este Centro, nos decía lo siguiente: el predominio
de la mayoría y el derecho de la oposición, se reflejan sólo en lo que se ha dado en llamar
democracia representativa, forma de gobierno en que el pueblo depositario de la soberanía
elige a sus mandatarios para que ejerzan el Poder.

La minoría es un problema de legislación electoral, si se acepta su presencia tal como


lo demandan las doctrinas democráticas. La cuestión es que se debe conciliar la
decisión (mayoría), con la representación (minoría), a fin que se pueda gobernar. La
misión de la minoría es supervisar; la de la mayoría, gobernar. En consecuencia,
minoría puede ser un tercio, un cuarto, un quinto de representantes y, a veces,
mediante la cifra repartidora, se introduce no una sino varias "minorías" lo que, a nuestro
juicio, entorpece el desenvolvimiento de las instituciones políticas.

Su destino, agrega el maestro, en la síntesis que interpretamos, es asegurar la libertad y


la justicia, consagrar la plena vigencia de los derechos humanos y, sobre todo que el
poder se oriente hacia el bien común.

John Stracey, en "El desafío de la Democracia", estimaba que un país era


democrático, cuando en él los ciudadanos adultos procuran gobernarse a sí mismos
en vez de dejarse gobernar por una autoridad que escape totalmente a su control32, entre
sus preocupaciones señalaba: que si el pueblo desea ser gobernado en su propio
interés, debe hacerlo el mismo, pues nadie lo haría mejor.No hay nada que pueda
sustituir satisfactoriamente al gobierno propio, cuando el gobierno está en manos de terceros
resulta al final un gobierno de beneficios de terceros. Si se encomienda la función de
gobierno a un sólo individuo, como es más frecuente, a una sola clase, se termina
siempre siendo explotado".

Las libertades que este autor invoca, son clásicas, las de asociación, de palabra,
de reunión y la cuarta que denominaba el imperio de la Ley. Esta última, un poco difícil
de explicar, le reducía el deseo de todos los hombres de ser regidos por las leyes
y no voluntades arbitrarias.

Lenin en "El Estado y laRevolución" caracteriza a la utópica sociedad que quería formar

(*) Artículo publicado por el CAEN, Enero 2000.

como aquella en donde había "la completa elegibilidad y revocabilidad en cualquier

31
FERRERO, Raúl, “Teoría del Estado”. Edit. Studium. Lima. Pág 105
32
STRACEY, John. “El desafío de las democracias”. Edit. Mar y Mar Aird. 1964.pág 08
20
momento de todos los funcionarios, sin excepción"33. Si comparamos, vemos que
la alternabilidad de la democracia representativa es realidad, mientras que la
promesa de alternabilidad marxista, no se ha cumplido.

Por el contrario, en los países en donde gobiernan marxistas, el político vitalicio es


la realidad mientras que la alternabilidad sigue siendo promesa. Hemos citado este pasaje
de Lenin, porque nos preguntamos si el concepto democracia, tal como lo conocemos
hoy, ha existido siempre.

Y aquí es bueno hacer un primer deslinde. Hablamos de democracia, porque la evolución


de las ideas políticas tienen que encararse alrededor de este término. La política está
siempre vinculada al poder, se dice incluso, poder político. Todo análisis de la política
debe llevarnos, necesariamente al poder. Y, si rechazamos el poder despótico, debemos
admitir que hay un poder democrático. Esa es la razón por la cual nuestro análisis
gira alrededor de esta palabra. Y si hemos hecho este primer enfrentamiento con Lenin,
es porque los marxistas critican lo que llaman democracia burguesa, por oposición a la
que denominan democracia popular.

Debemos señalar que no existe un contrasentido o redundancia en usar ambos términos.


Etimológicamente democracia significa demos-pueblo y cratos, poder, poder del pueblo.
Decir democracia popular no es decir poder del pueblo popular; se quiere graficar la
idea de un gobierno ejercido por la clase explotada, el pueblo, pero por el pueblo sólo
comprenden el proletariado y al campesinado, y llaman a nuestra democracia burguesa,
(también la califican de formal, literal), porque consideran que es un sistema que
naciendo con la revolución francesa, descansa en la clase media (burgo viene de
ciudad), y sólo la sirve. Hay aquí cuando menos, dos planteamientos encontrados.

Y vemos que la alternabilidad propuesta por la democracia se cumple, mientras que el buen
propósito marxista ha trocado la alternabilidad por la perpetuación política en el poder.
Podríamos decir que la evolución de la sociedad humana se ha dado entre
despotismos y poderes compartidos, entre concentración del poder y el poder ejercido
democráticamente. Si las naciones han sido gobernadas transitoriamente por tiranías, ello
no invalida la esencia de la democracia, así como un eclipse no destruye la presencia
de los astros.

Igualmente, como veremos más adelante, en medio de ambas doctrinas ha surgido


el cristianismo para decir lo que se entiende por democracia, en un esfuerzo por
hacernos comprender que su reino puede edificarse en este mundo.

Antes de la Revolución Francesa hay un despotismo, absolutismo lo han llamado,


encarnado por los reyes, quienes presumen que su poder viene de Dios. La voluntad
de los monarcas es ley suprema. Nadie osa contrariarlos, hasta que Voltaire,
Rousseau, Montesquieu, llamados los enciclopedistas, van a cuestionar la teoría de los
reyes, forjada por Bodin, desplegando el centro del poder hacia el pueblo como única
fuente de la soberanía. Este es el fin de los gobiernos hereditarios, vitalicios, sin
controles. Es el comienzo de los gobiernos fundados en la voluntad de poder y

33
LENIN, “El Estado y la Revolución”. Edit. Progreso. Moscú. 1966.pág 41.
21
sujetados a la normatividad de la ley.

La doctrina democrática es muy simple: el poder emana del pueblo, el pueblo elige a sus
gobernantes, los gobernantes se deben al pueblo; la libertad es el centro de toda la
decisión política y la justicia es la meta de todo esfuerzo del poder. Ello lleva a elaborar
toda una arquitectura administrativa que va desde la separación de funciones, hasta la
fijación de plazos para cambios de los gobernantes, como garantía de la libertad y la
igualdad. El liberalismo va a oponer al feudalismo, el concepto de igualdad por
contraposición a las estructuras estamentarias; la individualidad frente al sometimiento
colectivo; el derecho de todos los hombres como reivindicación al derecho de un solo
hombre.

El liberalismo distingue entre sociedad y estado; entre el hombre, como individuo y


la sociedad. Priman los derechos naturales que son inherentes al hombre y anterior al
Estado. El derecho a la vida, a la libertad, a la propiedad son propios de la
naturaleza humana, y toda la arquitectura legal sólo puede edificarse alrededor de
estos cimientos. De allí, reiteramos, se diseña la política de la representación porque el
pueblo es el depositario de la soberanía; se esboza la teoría de la "separación de
poderes" como garantía de esa libertad, para que el poder no se concentre en pocas
manos, con el consecuente peligro de la dictadura; y se enmarca un Estado dentro
de las normas - Estado de Derecho -, para que la arbitrariedad no sea la medida de todas
las cosas.

Comparado con el feudalismo, el liberalismo es un avance indiscutible. Pero se agota ante


las exigencias contemporáneas, los hombres tienen ansias de justicia, urgencia de dignifica-
ción. Sobre el individuo prima el interés social. Ante la infinidad de problemas, el Estado
no puede ser espectador. La indiferencia estatal no puede institucionalizarse. De aquí
deriva otra concepción; el Estado social de Derecho, enfatizando que tiene prioridad en lo
social sin sacrificar el individuo.

El marxismo, convertido en una religión, surgió para oponerse al liberalismo. El


materialismo dialéctico explica los procesos naturales a través del método de los
contrarios: tesis o afirmación, le sigue su antítesis o negación, cuya solución momentánea
es la síntesis, la que vuelve otra vez a ser tesis de una escala superior.

Se denomina materialismo, porque se funda en la materia, a la que considera anterior a


la conciencia. El materialismo histórico, basándose en las mismas leyes, se esfuerza en
explicar la evolución social: del feudalismo surge el liberalismo, de éste el socialismo,
cuya negación lleva al comunismo. Habría, eso sí, que preguntarse : ¿Sí el comunismo
se convierte en tesis cuál es su contrario, antítesis?.

La realidad económica, formada por las relaciones que surgen de la propiedad de los
medios de producción, determina una estructura concreta, la que a su vez da origen a una
superestructura formada por leyes, el arte, la religión, etc. Toda estructura social tiene
un equivalente de superestructura. He aquí un fatalismo que rechazamos: la realidad
determina el espíritu; la estructura origina una superestructura. Si fuera totalmente cierto,
¿Cuáles son las posibilidades de liberarse de un medio opresor?.

22
A la burguesía como clase social, dueña de los medios de producción, dueña del aparato
político, se le va a oponer el proletariado, como clase antagónica, hasta arrebatarle
el poder y fundar una dictadura que servirá de medio para la construcción del socialismo
y pasar de este estado a otra etapa, que es la sociedad sin clases que llama comunismo
y en la que se extinguirá el Estado.

No se puede negar la importancia del marxismo. Frente al liberalismo que partía del
supuesto del hombre libre, nos llamó la atención hacia la dominación del hombre
y postuló su liberación, por lo menos en teoría.

Pero el marxismo no ha creado instituciones políticas propias ni ha cumplido con abolir


el Estado, ni lo ha debilitado como preconizaba Lenin; por el contrario, el Estado se
ha fortalecido en dimensiones fantasmales. No se han atendido las necesidades básicas
del hombre, el pueblo no elige a sus representantes; hay perpetuación en el poder. Los
postulados teóricos no han alcanzado concreción real.

Hay, pues, en ambos sistemas, el liberal como el marxista, graves fallas, pero mientras por
la vía de la libertad es posible concretar alguna forma de socialismo, por el camino
del socialismo marxista no se alcanza la libertad, como lo prueban los diversos Estados
regidos bajo este signo.

Como una solución del choque de los extremos, surgiría el fascismo, aunque tarde se
comprobaría que era otra forma abominable de dictadura. Si el marxismo adecuaba el
diseño político a la infraestructura económica, el fascismo consideraba al Estado como el
supervisor del sistema económico; si el marxismo hizo de la lucha de clases,
irreconciliable motor de la historia, el fascismo se esforzó en soldar o conciliar las diferencias
de clases; y, si el liberalismo exaltó la libertad individual, el fascismo lo hizo sinónimo
de egoísmo, en lugar de la soberanía popular proclamó la autoridad y en sustitución
de la igualdad propuso la jerarquía.

El fascismo fue un intento de conciliar ambos sistemas. No extraña por eso la denominación
del nacional socialismo que acuñara Hitler. Ni que Mussolini arguyera que había bebido
el socialismo desde los senos maternos. El falanguismo español y el cooperativismo
portugués reivindicaban idéntica posición. Por descontado que hubo diferencias. El
Nazismo se centró en el endiosamiento de la raza aria, más el estilo de gobierno fue el
mismo y todos enfrentaban los males del capitalismo y el peligro comunista. Podría
agregarse que el Nazismo hizo del Estado un servidor de la Nación, mientras que el
fascismo pensaba que el Estado es el creador de la Nación. Podría complementarse esta
disertación diciendo que el Nazismo basó su fuerza política en los terratenientes
mientras que el fascismo lo hizo en la burguesía; en tanto que el nazismo no trató de
corporativizar el Estado, lo que sí hizo el fascismo, la verdad es que ambos tuvieron como
común denominador la violencia, la opresión, la intolerancia. Y acabaron siendo
desplazados como sistemas políticos, por la másgrande conflagración que haya
atormentado a la humanidad, la segunda guerra mundial.

Frente a esas concepciones surgió el social- cristianismo. Creemos que en el futuro


cercano, la lucha se dará entre el social- cristianismo y el marxismo, por la natural
extinción del liberalismo. No se trata de una tercera posición. El social cristianismo,
23
contenido en las encíclicas34; toma del liberalismo su profundo sentido de la libertad
humana y los derechos que son esenciales al hombre. Rechaza el egoísmo individualista,
en cuanto trata de prevalecer sobre los intereses generales. Pero admite,
como el marxismo, que si bien el hombre nace libre, hay un orden que le impide desarrollar
su personalidad, por lo que trata de liberarlo; admite las profundas desigualdades
económicas y sociales y postula un replanteamiento de la sociedad para
hacerla girar alrededor del bien común.

No cree, a diferencia del marxismo, que el hombre sea un producto de la materia,


sin posibilidad de salvación, ni que deba sacrificar su libertad presente por su utopía venidera.
De allí que la doctrina social de la iglesia preconice una igualdad y un rol más activo
por parte del Estado y un régimen que, menoscabo de la libertad, pueda afirmar la libertad
total.

La dignidad del hombre no debe ser atacada. Si admitimos que el marxismo alerta a los
cristianos, no queremos decir que una alianza entre ellos sea inevitable.

Esta pugna que vemos rondando los umbrales, no se dará en el nivel de la satisfacción de
las necesidades, sino en el del respeto a la libertad, de la dignidad, en la trascendencia
del hombre; será la batalla por la primicia del espíritu en esfuerzo por edificar en la tierra
el mundo que Dios quiso a su semejanza.

----------------------------------------------------------------

34
ENCICLICAS. “La prensa”. México.1962

24
CIENCIA POLÍTICA

Por: Raúl Ferrero Rebagliati (*)

Es la ciencia del poder. Es una ciencia crítica que ha venido a destruir la ingenuidad
del derecho constitucional, que encubría en parte los hechos al atribuir a las formas una
realidad separada de la vida que las inspira. Equivale a la sociología política, o sea que es
una ciencia pragmática y realista, empírica. Sus especialistas se denominan politólogos y
en los países anglosajones «científicos políticos». La nueva disciplina se ha desprendido
de la Sociología, con dimensión propia, a partir de la Segunda GuerraMundial. Analiza la
naturaleza y el ejercicio de la autoridad. Es objeto de su estudio la relación mando-
obediencia dentro de la sociedad. Hace luz sobre el gobierno como hecho y sobre
el origen y la formación de las decisiones políticas. Este estudio del proceso
decisional (decisión - making processus) permite particularizar lo político dentro del
marco de lo social. Se trata de un conocimiento preferentemente innovadora de los
gobernados. sociológico, dado que el poder reprime pero a la vez absorbe la influencia

La descripción e interpretación del fenómeno político, es decir de la movilidad del poder,


o sea de los hechos políticos, es decir de la vida política, constituye el área propia de la
ciencia política. Pero con frecuencia, sobre todo cuando la tratan autores franceses,
la ciencia política ensancha su ámbito y pretende constituirse en ciencia global del
Estado. En su acepción estricta, la ciencia política es el conocimiento de la vida política,
del comportamiento humano en relación con el poder, la dominación y la toma de
decisiones. En una acepción amplia o globalizadora, atañe al Estado: ideas,
instituciones y vida. Hasta hoy no existe unanimidad respecto a establecer si el estudio
de las realidades y de las abstracciones que conforman el Estado constituye una sola
ciencia o varias, o sea si cabe emplear la expresión ciencias políticas o solamente la de
ciencia política.

Es pertinente recordar que los especialistas, reunidos por la UNESCO en 1948, se


inclinaron por la denominación en singular, o sea ciencia política, fundándose en que a
la unidad de objeto debe corresponder la unidad de la ciencia. A pesar de que dicho
consenso ha sido corroborado en importantes certámenes internacionales, lo real
es que el comportamiento político no puede ser analizado sino por una gran
variedad de disciplinas,por ser un comportamiento humano de complejidad extensa. De
entre esa variedad de disciplinas tres son las que comprenden la mayor parte de los
conocimientos relativos al Estado: Teoría del Estado, Derecho Constitucional y Ciencia
Política. Hemos considerado útil demarcar estas tres disciplinas con la mayor claridad
e inclusive con reiteración.

Distinguiendo entre teoría del Estado y ciencia política, repetiremos que esta última es
la ciencia del poder; de los hechos y no de los principios. La teoría del Estado se
propone desentrañar la esencia del Estado, o sea lo que éste tiene de permanente,
aquello que le confiere identidad. Pero, dado que existe una conexión indisoluble entre
lo teórico y lo práctico, la actitud teórica no alcanza a desprenderse de los
factores reales para cobrar una autonomía radical. Por eso, en todo estudio
doctrinario sobre el Estado advertimos la presencia, o cuando menos la referencia
ilustrativa, de hechos reales, con valoración política. De este modo, la ciencia política,
que es de naturaleza sociológica, se entrelaza con la teoría del Estado, que es

(*) Tomado de la obra “Ciencia Política”. Edit. Studium. Lima. 1975. Cap. I. Págs. 29-50
filosofía, y con el derecho constitucional, que es jurídico-positivo, para darnos una valiosa
explicación de la dinámica del Estado, o sea de los grupos que lo dominan. La evaluación
hecha por la ciencia política es útil particularmente a los países en desarrollo para
la adopción de una política de mejoramiento social y de reforma o
sustitución de estructuras.

El estudio del derecho constitucional, que debería circunscribirse a los textos legales
supremos, se extiende hoy al análisis de las instituciones políticas, tal y como funcionan
en la realidad. Casi siempre existe disconformidad entre los textos legales y los
hechos. Tal contraposición entre los hechos y el derecho distingue qué parte del derecho
tiene aplicación real y qué parte no la tiene. Más aún, hoy reluce que el ordenamiento
jurídico se esfuerza por coordinar la realidad con la legislación, adecuando ésta a aquélla.
El derecho constitucional, para analizar instituciones que la
constitución ignora, tales como los partidos políticos, la prensa, los grupos de presión,
la manipulación de la opinión pública, recurre a la ciencia política, desprendida de la
sociología.

Efectúase así un valioso proceso de abstracción. Dicho proceso, partiendo del estudio
de los hechos políticos (ciencia política), conduce al estudio de la organización formal
del Estado (derecho constitucional), y por último, se eleva a lo especulativo racional (teoría
del Estado). El eslabonamiento de las tres disciplinas es constante y resulta
imposible demarcarlas con nitidez excluyente. Pero, en sus líneas fundamentales, cada una
tiene su ámbito propio y constituye una etapa de la operación gnoseológica que permite
penetrar en la naturaleza del ente estatal.

La técnica de la ciencia política tiene mucho de sociología y aún de micro-sociología, como


cuando estudia la formación de líderes o el discurrir de las opiniones en grupos
de magnitud menor que la sociedad nacional o regional. Pero guarda gran conexión
con el derecho, como que muchos de los investigadores llamados científicos políticos
(political scientist ) han ejercido primero como constitucionalistas y recaen en lo jurídico,
no obstante el móvil de su disciplina. Su pragmatismo no les impide elevarse a
abstracciones, a conceptos generales que están más allá de los datos materialmente
identificables. Al aprehender el fenómeno político que está inextricablemente unido
al conjunto de fenómenos sociales, realizan un proceso de abstracción para expresar
la unidad de la esencia. Como dice Burdeau, sin tal abstracción la ciencia política resulta
encadenada a la política menuda; se hace de ella una simple recopilación de recetas para
cada contingencia. El científico político realiza investigación valiosa, pero se halla lejos de
la objetividad que proclama. Al fin y al cabo, está implicado en la «aventura humana que
analiza», aunque no se crea comprometido; tanto más en los casos en que se sabe
comprometido y considera que tiene por ello un mayor título moral.

Política y ciencia política

También debe distinguirse entre política, que es acción práctica, disputa del poder, y
la ciencia política, que es conocimiento reflexivo del objeto de la política. Ni la teoría del
Estado ni el derecho constitucional pueden hacer abstracción del acontecer real, de
esa «vida estructurada, en que consiste el Estado» como anotó Hermann Séller. Por eso,
el ser y el deber ser no pueden ser totalmente emancipados; cuando se pretende
hacerlo, nos encontramos con que todo lo estatal se ha volatilizado y flotamos en la
26
vaguedad.

Es tan grande la importancia alcanzada por la ciencia política que Georges Burdeau,
eminente profesor de la materia, pretende que el derecho constitucional sea segregado
de las disciplinas propiamente jurídicas y pase a ser considerado como complemento de
la ciencia política, en el área de las ciencias sociales. En verdad, la politología refleja
una nueva actitud mental, pues aborda los temas con realismo penetrante. Mediante el
análisis de lo fáctico esclarece lo doctrinario e incita a remodelar las estructuras
tradicionales. El estructuralismo, corriente filosófica que es ante todo un método,
comienza a ser aplicado a la ciencia política, con el ánimo de encontrar invariantes en las
relaciones de poder. Pero su estudio del comportamiento político es todavía incipiente,
por lo que no cabe hablar de constantes.

El surgimiento de la ciencia política se debe principalmente a la corriente marxista, a


los estudios realizados en las universidades estadounidenses y a la obra de notables
especialistas franceses. El marxismo ha aportado aspectos positivos para la
investigación, incitando a la desacralización, a la destrucción de ciertos mitos políticos,
al análisisde problemas tales como la dependencia externa, la estratificación social y la
selección de los cuadros o dirigentes. La ciencia política occidental debe a los Estados
Unidos y a Francia una poderosa corriente creativa, perceptible desde fines del siglo
pasado.Duverger, Burdeau, Meynaud, Parsons y Easton son los especialistas más
notables. Pablo Lucas Verdú y Luis Sánchez Agesta son representativos españoles ilustres.
Desde la segunda guerra mundial, la ciencia política se ha configurado como disciplina
autónoma, coincidiendo con la protesta del Tercer Mundo, con la crisis del marxismo
oficial y con cuestionamiento de los sistemas de democracia formal imperantes en Estados
Unidos y en Europa Occidental.

No es demás subrayar que la ciencia política propiamente dicha es sociología. Estudia


el comportamiento humano en un área de la actividad social. Se ha enriquecido
con observaciones de la sicología social y guarda relación con disciplinas no sociológicas,
como son el derecho constitucional y la teoría del Estado, de carácter jurídico y filosófico,
respectivamente. El poder se legitima por su institucionalización omo Estado, o sea
cuando se organiza como autoridad impersonal. A partir de entonces se
entiende que ejerce coacción con miras de proteger los derechos de cada cual y a
cautelar el cumplimiento de lo deberes.

No basta hoy el análisis de las disciplinas constitucionales o el razonar sobre las teorías
políticas que justifican el ejercicio del poder. La investigación sociológica ha penetrado
todas las disciplinas atañederas al Estado y trata de elucidar la conducta política. Por ello,
como quieren Duverger, Gatlin y Bentley, las expresiones sociología política y ciencia
política son equivalentes. Explicarse la política sobre bases científicas, es decir
descubriendo las leyes del comportamiento político, es la aspiración de la ciencia política.
Desde luego, sin incurrir en la exageración de formular leyes de rigor matemático o con la
precisión de un recetario, puesto que la observación de la conducta humana sólo
permite esbozar leyes tendenciales.

El trasfondo económico y social, antes ignorado por los expositores políticos, aflora
modernamente con interés avasallador. Se analiza el papel que cumplen los sindicatos,
27
la Fuerza Armada, los medios de comunicación o información (prensa, radio, televisión),
la Iglesia, los grupos de presión, los electores, la opinión pública. Toda la política ha entrado
en crisis y sus fundamentos doctrinarios son revisados hasta llegar
a posiciones anárquicas. En algunos países la opinión se divide por mitades,
determinado gobiernos precarios, o de indefinición obligada. Por doquiera se indaga
e impugna respecto de la alineación, del burocratismo, de la tecnocracia privilegiada, de
los mecanismos de poder, de la dominación y del «poder popular». La redistribución
de la renta nacional entre los diversos sectores, la conducción de masas, la fabricación
de mitos, la estrategia revolucionaria, la prioridad de acumulación de capital nacional, las
aspiraciones a una justicia social real, las superestructuras y la correlación
entre el poder y el status de diversos grupos, todo ello ha determinado una movilización
del interés intelectual, dirigida a desmontar la teorización abstracta. Claro está que tal
inflación sociológica, acompañada casi siempre del uso de un lenguaje esotérico,
ocasiona distorsiones de la realidad y de las ideologías, pero el cúmulo de observaciones
y planteamientos inquietantes resulta sumamente útil para hallar la verdad.

ACTIVIDADES OBLIGATORIAS:
28
Conteste las siguientes preguntas:

• ¿Por qué es importante el conocimiento de la Ciencia Política?


• ¿Qué es más importante, la ideología o la política.

Términos que deberá manejar:

o Organización, Ideología, burocracia, estructura política


o Grupos de poder, grupos de presión.
o Formas de gobierno, democracia, liberalismo, socialismo

AUTOEVALUACIÓN:

1. Defina Ciencia Política


2. Cuáles son los campos de investigación de la Ciencia Política?
3. Señale las diferencias sustanciales entre el liberalismo y el marxismo.
4. Realice la distinción entre Política y Ciencia Política.
5. A qué se debe, principalmente, el surgimiento de la Ciencia Política?

RECURSOS PARA AMPLIAR EL TEMA:

EXPLORACION ON LINE

• REVISTA URUGUAYA DE CIENCIA POLITICA (http://www.fcs.edu.uy/icp/revista.htm)


• CIENCIA POLTICA EN INTERNET (http://usuarios.multimania.es/politicasnet/index.html)

BIBLIOGRAFIA COMENTADA

• Dieter Nohlen (ed.): Diccionario de Ciencia Política. Teorías, métodos, conceptos. Porrúa,
Ciudad de México 2006.
• Norberto Bobbio, Nicola Matucci y Gianfranco Pasquino: Diccionario de Política edit. Siglo
Veintiuno, Ciudad de México 2002.

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UNIDAD 2
PODER, ESTADO, NACION,
PATRIA.
EL PODER POLITICO
Por: Raúl Ferrero Rebagliati (*)

Naturaleza del poder

En el ápice del Estado se halla el Poder o sea la facultad de gobernar, de citar reglas a
la conducta ajena. Al abordar el presente estudio, comprobamos que el poder es
inherente a la naturaleza humana y que el Estado, en un primer aspecto, es
institucionalización del poder.

El poder es la energía organizadora de la vida Social, Heuriou lo define como una "energía
de la voluntad" que asume el gobierno gracias a su superioridad, para asegurar el orden
y crear el derecho. Ello significa que la actitud para el mando y la vocación de poder
son cualidades naturales del espíritu, que corresponden a personas dotadas de
ascendiente. Acertadamente, Meinecke define el poder como un impulso de intensificación
de la personalidad.

Para Burdeau, el Poder es una fuerza al servicio de una idea. "Es una fuerza nacida
de la voluntad social preponderante, destinada a conducir el grupo hacia un orden que
estima benéfico y, llegado el caso, capaz de imponer a los miembros, los comportamientos
que ésta búsqueda exige". La coacción que el Poder ejerce en todo grupo social, así
como el derecho de la colectividad a imponer normas, constituyen hechos evidentes y
constantes más allá de las justificaciones que se buscan para razonarlos. La fuerza de
que dispone el Estado es tan ostensible que domina por simple demostración, sin que
el Poder necesite recurrir a ella en la generalidad de los casos.

El poder comporta dos elementos: dominación y competencia. Este último determina que
normalmente el poder sea obedecido sin recurrir a la coacción. En cuanto a idea, el
poder pertenece al mundo del espíritu, a diferencia de la fuerza, que pertenece al mundo
físico. Tiene el poder quien sabe ofrecer al hombre motivos eficaces del obrar; posee la
fuerza quien dispone de armas ante las que desaparece toda resistencia, dice Meyer.
El poder puede existir sin la fuerza, así como la Fuerza puede carecer de poder.

La Iglesia, que carece de medios de compulsión material, ejerce un poder evidente sobre
sus creyentes y sobre la sociedad en general;inversamente, un gobierno de ocupación
detenta la fuerza, pero carece de poder. El poder precede al derecho positivo, pues
establece el Estado y éste se organiza y consolida mediante normas jurídicas.

No cabe explicarse la vida social sin analizar el impulso de poder, ya que la historia nos
prueba que la voluntad de dominio es una de las fuerzas más constantes en la dinámica
social y seguramente la de mayor expansión. Sociológicamente, el poder es la aptitud de
un individuo o de un grupo para realizar su voluntad, para exigir colaboración de los
demás individuos o grupos.

(*) Tomado del libro “Ciencia Política” de Raúl Ferrero. Edit. Studium. Lima. 1975. Pág 29 a 50.

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La voluntad de poder, verdadera libido dominandi, significa la ambición de un hombre, de
un sector o de un pueblo. El temperamento político aspira a ocupar el escenario,
al dominar o cuando menos sobresalir sobre los demás, y constituye la motivación
impura de los grandes. Si va acompañada del carisma, o sea del imán o simpatía
personal, forja al líder, deseoso de agradar y de ejercer poder. El carisma es un don
natural, sobre abundante, que motiva en otros una inclinación no razonable, hasta una fe
que lleva a entregarle una lealtad incondicional. A veces, la luz de un destino superior
dota al conductor de algo mágico e irracional, como si el sentimiento, exaltado por sobre
el realismo y los desengaños sucesivos, viniera a ofrecer una esperanza, un hálito nuevo
y distinto. Tal sucede cuando una nación se reconoce en un hombre.
La política como función social

La política es la lucha por el poder. Pero no es lucha ciega, al menos modernamente, pues
se halla condicionada por intereses morales, por ideologías que conforman una cultura
política, o sea un ámbito que es parte de la cultura general. La realidad social es
gobernada y orientadas por la política en cuanto a vocación de poder. La actividad
política se diferencia de las demás funciones sociales en el hecho de que sobre ella recae
la responsabilidad de dirigir lo social. Mucho antes de que hubiera Estado, la actividad
política existía como función social que organizaba la cooperación del grupo.
El concepto de lo político es más amplio que el de lo estatal; no sólo la actividad política
es anterior a la aparición del Estado sino que existen grupos políticos dentro del Estado
y entre los Estados. No toda actividad del Estado es actividad política, pues la
mayor parte de sus funciones constituyen aspectos de mera administración.
Ordinariamente, la actividad de los órganos estatales subordinados, que se realiza
siguiendo pautas precisa, no es función política. Esta consiste en dirigir la marcha del
Estado o en disputar la tenencia del Poder.

La idea del poder ha sido obsesiva en muchos pensadores alemanes, sobre todo desde
el siglo diecinueve. "La voluntad de poder" fue exaltado por Nieztche y primó como
teoría sicológica y racial con el nazismo. Cuando el Estado resulta un ente ávido de
poder, ello conduce, inevitablemente, a la dictadura en lo interno y a la guerra en lo exterior.
La política se explica por la aspiración al poder y a la ostentación de él, lo que
pervierte con frecuencia todo sistema de valores y lleva a constatar que los recursos
jurídicos de nada sirven frente a los hechos de poder. Si la vida internacional se mira con
realismo, no puede negarse que ella obedece, casi siempre, a un pugna de poder, pugna
que puede ser sutil o con despliegue de fuerza, pero que subyace respecto de las
doctrinas y las declaraciones retóricas.

El poder político es el único que puede ejercerse sobre la comunidad entera,


a diferencia del poder económico, del poder religioso o del poder sindical. El poder
es multiforme e incluye desde la jefatura de una organización de cualquier tipo hasta el
de la burocracia. Pero el cargo político es el único que inviste de autoridad global, el que
dota de la aptitud para imponer un orden de conducta. El poder económico o el sindicalson
prominentes, pero no alcanzan la amplitud y eficacia del poder gubernativo, que es
el máximo. El empuje de una convicción determinada mueve a los hombres a una
acción unida, como sucede con los nacionalismos que ofrecen motivación eficaz para el
todo social. Los poderes distintos al poder político pueden ser temporalmente muy fuertes
o aún dominantes, pero si bien influyen en la vida del Estado al punto que no cabe afirmar
que existe una forma de poder social con carácter de absoluto, el poder del gobierno
resulta siempre distinto e impone a la comunidad el sentido unitario que esta requiere.
Puede ser influido, a veces quebrantado, pero se reconstituye por necesidad vital del grupo
humano y emprende su propia dirección, para realizar un orden determinado. Al final de
toda crisis, es el poder de signo político el que predomina sobre el mando militar, la
influencia económica o la presión sindical.

El poder cumple una triple función: de dirección, de especialización y de coacción.


En efecto dicta reglas, las aplica de modo continuo y sanciona a los infractores.

Función de Dirección

Siempre que se trata de una acción colectiva, la ausencia de dirección, implica el desorden,
de ahí la necesidad de un poder que dirija y dicte normas antes de aplicarlas. Por
lo general, se piensa que el poder es necesario sólo para el efecto de poner la fuerza
al servicio del orden y por eso concebimos el Estado como un aparato coactivo. Hay
error en tal concepción, pues la necesidad de coacción no es la razón esencial del
Poder. La razón primordial de éste y por lo tanto la del Estado mismo, consiste en la
necesidad de una Dirección que asegure la unidad de acción social, sea de una
mente que formula el orden antes de imponerla. La imposición de un orden
determinado, es una fase indispensable, sin duda, pero posterior a la
formulación de la norma.

Toda sociedad, toda actividad, toda empresa, supone necesariamente una dirección,
es decir, una autoridad. Nada importa que una labor empiece a una hora y otra, pero
siempre será indispensable que se haga a una hora uniforme, el tránsito de vehículos
puede realizarse por la derecha o por la izquierda pero siempre será indispensable
que una autoridad determina sobre que lado deben circular los vehículos, pues de lo
contrario se producirán colisiones a cada momento. En la Suma Teológica,
Tomás de Aquino se pregunta si la autoridad sería necesaria en una
sociedad compuesta por hombres en estado de inocencia a lo que responde "La vida
en una sociedad numerosa no es posible sin un Jefe que vele por el bien común.
Librados a ellos mismos, hombres distintos tienden a cosas distintas; un sólo hombre
tiende a una sola cosa". Suponiendo una sociedad compuesta por seres perfectos,
siempre sería indispensable una autoridad que dicte normas generales para organizar
la vida en común. En efecto, podrían suprimirse el código penal, las cárceles y todo el
sistema de sanciones, pero siempre habría necesidad de una autoridad que coordinara la
actividad de los asociados y velará por el bien común. Como dice Vialatoux,
siempre habría necesidad de un reglamento de tránsito y de un policía que concertara la
circulación y el cruce de los vehículos, por más que no impusiera multas por
infracciones. La necesidad de un poder directo es obvio, además, por el
hecho de que los hombres no pueden ponerse de acuerdo diariamente sobre cada
asunto, de modo que alguien debe encargarse constantemente de adoptar la decisión
sobre cada particular. Tal es la función rectora que cumple el Poder.

Función de especialización

Como quiera que la sociedad se halla basada en la división del trabajo, se precisa que cada
cual asuma una determinada función, especializándose en ella y realizándola mejor
que la generalidad. La tarea de dirigir el grupo supone una especialización; pues, aunque
el gobierno interese a todos los asociados, es menester que exista un grupo de
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hombres consagrados exclusivamente a las tareas del gobierno a fin de realizar tal
función de una manera continua y con mayor aptitud. Mientras unos hombres se
dedican a la producción de bienes económicos otros a la instrucción y al pensamiento
y otros a la defensa de la sociedad, un grupo se consagra a la función de dictar
normas para la convivencia social y de vigilar su aplicación con miras al bien común.

Función de coacción

La función compulsiva del Poder es, sin duda, la que más impresiona y la más visible. De
otro lado, es casi imposible concebir el derecho sin la nota de coercitividad, en virtud
de la cual la norma se impone independiente de la voluntad de los obligados, pues
la regulación jurídica es inexorable y no depende del acuerdo con el sujeto. Es por ello
que generalmente concebimos al Estado como un aparato coactivo, aunque
sustancialmente su función es de dirección. Dada la naturaleza del hombre que
obedece normalmente a estímulos egoístas, no basta que el Poder establezca un
orden sino que debe imponerlo en muchos casos por la fuerza. Por lo común, el Poder no
necesita emplear la fuerza porque, conociendo los asociados que ella es incontrastable,
obedecen las normas respaldadas por los medios de compulsión que el Poder ejercita
en caso de resistencia. El empleo de la coacción sólo es necesario cuando hay
infractores del orden jurídico, lo que es menos frecuente en los pueblos de cultura
homogénea. Pese al progreso material logrado, y en parte por efecto del mismo, el tipo
actual de nuestra civilización hace cada día más necesaria la función coactiva del
Poder, en razón de la creciente agresividad antisocial.

Insistimos en que el Estado no es sustancialmente un orden coactivo, aunque tampoco


puede ser concebido sin fuerza coactiva. En efecto, la coacción no es una nota
específica de la norma jurídica, por más que la eficacia de la norma jurídica depende en
gran parte de la coacción que la respalde. Norma y coacción son idealmente
independientes. Entre el Estado como poder y el Derecho como norma, existe una
relación pero no una dependencia, pues aunque el Estado garantiza el Derecho y lo
respalda con su fuerza coactiva, las normas jurídicas son siempre del Derecho y no del
Poder.

Necesidad del Estado

La primera necesidad es subsistir, lo que implica alimentarse y resistir a los vecinos.


Ello no se logra sin un mínimo de cohesión. La formación del Estado obedece a
una inclinación de la naturaleza humana y ha sido admitida en todo tiempo por la razón
como algo conveniente y necesario.

Una fuerza organizada, ejercida por una autoridad superior a todos y que mira el bien
común, es evidentemente preferible a las fuerzas particulares, dispersas y antagónicas,
que emplearían los hombres si el Estado no existiera. El conflicto de intereses y el
contraste de apetitos y pasiones, que son la entraña misma de la vida, hacen quimérico
pensar en la conciliación espontánea. Si se ensayara la anarquía como forma de vida
legítima, inspirada en la creencia de la bondad universal, el resultado sería la imposición
despótica de un hombre o de un grupo. El orden social que la historia de la humanidad
patentiza, nos indica como la sociedad ha optado entre una situación de anarquía librada
al abuso de los más fuertes, y una situación de autoridad, con imperio de la fuerza pública
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que el Estado emplea para proteger a todos los asociados. La sociedad ha escogido
siempre al gobierno que asegura un orden.

Guillermo Ferrero coincide con Hobbes a explicar que la humanidad se ha organizado en


Estados porque cada hombre sabe que es más fuerte que otros, pero también que es
más débil que otros. Para liberarse del círculo de terrores, o sea para no temer a los más
fuertes, el hombre renuncia a imponerse sobre los más débiles. El orden social radica en
admitir la autoridad porque ella organiza la defensa contra otros grupos, a la vez
que impone normas para precaver a todos contra la agresión interna. El temor al abuso,
así como el temor a la guerra, explican el acatamiento al Poder desde las
sociedades más rudimentarias hasta hoy día en que se aspira a una organización
internacional o super-Estado.

Lo cierto es que la necesidad del Poder se confunde con la necesidad del Estado, pues
su triple función de dirección, especialización y coacción es lo que determina y mantiene
el hecho Estado, que perfecciona la sociedad, la estructura conscientemente y la domina.
La unidad social previa al Estado nace por obra del poder y de la convivencia.

Poder de hecho y poder de derecho

Propiamente hablando, no existe sino un poder, pero se distingue corrientemente entre


el poder de hecho y el poder de derecho. En puridad, son los gobiernos los que pueden
ser clasificados en regímenes de jure y regímenes de facto, según se posesionan del
poder conforme el ordenamiento jurídico o quebrantando sus reglas.

Los gobiernos de hecho se constituyen por revolución o por golpe de Estado, como
sucedió en los casos típicos de Cronwell y Bonaparte, respectivamente. Por lo general
se consolidan por medio de una Constitución o bien por el uso acertado de las
facultades legislativas que se arrogan. El gobierno de facto conserva casi todos los
caracteres del poder legítimo y su legislación es convalidada expresamente por el régimen
legal posterior o bien subsiste por la bondad intrínseca de las normas dictadas.

Fundamentalmente, el gobierno de facto se legítima cuando cumple el fin para el que


existe el Poder. El advenimiento del General de Gaulle al gobierno, en 1958
demuestra hasta qué punto la toma del poder es una empresa de la voluntad. Cualquiera
que sea su origen, el Poder necesita contar con adhesión pública, siquiera sea en su
forma de asentimiento tácito, pues de lo contrario establece un régimen de fuerza que es
inestable. El grupo que ejerce el poder tiende a convertir su gobierno de hecho es un
gobierno de derecho, sea que provenga de un golpe de Estado o de una revolución.
Un gobierno puede mantenerse por la fuerza durante largos períodos, pero sólo en
los casos en que una raza más ilustrada domina a otra. En cierto grado de civilización,
es imposible que subsista un gobierno que tenga en su contra a la enorme mayoría de
la nación. La adhesión a las monarquías en gran parte pasiva es inspirada en hábitos
tradicionales, explica el poder de que gozaron los reyes. El principio de la soberanía del
pueblo reside en el fondo de todos los gobiernos y se oculta aún en las instituciones menos
libres, como observara Tocqueville. El propio emperador romano, autócrata omnipotente,
decía fundar su autoridad en la delegación de poder que había recibido del pueblo.

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El poder de Derecho posee la ventaja de ser ejercido en nombre de una institución,
el Estado. Ello le permite dar respuesta a dos grandes interrogantes:

1. En virtud de qué principio tiene el Poder la facultad de mandar?


2. En un grupo dado, a quién corresponde el derecho de mandar?

En cuanto a lo primero, o sea como competencia del Estado, el poder tiene la facultad
de mandar porque la naturaleza social del hombre hace necesaria una autoridad. En
cuanto a determinar a qué grupo de hombres corresponde el gobierno, ello constituye
un problema debatido durante milenios y que trataremos de dilucidar más adelante.

El Poder institucionalizado es el Estado. La formación de éste no trae consigo,


aparentemente, una modificación del fenómeno político primordial, pues siempre se ve
unos hombres que mandan y otros hombres que obedecen.

Pero en esencia sí existe una transformación, pues las personas que deciden ya no llevan
en sí mismas la vocación de mando. Ahora es la voluntad social la que sustenta la existencia
de un Poder y no reconoce jefes sino simples gobernantes, habilitados en virtud de
un estatuto del poder, o sea la Constitución, obligados a ceñirse en el ejercicio de
su autoridad a los fines del Estado. Desde que el Estado adquiere forma, la investidura de
los gobernantes, así como su actividad y su sucesión, se hallan normados por el
derecho.

El titular del Poder es el Estado, o sea un titular abstracto. En su nombre se exige


obediencia y se obliga a un comportamiento determinado. El Poder resulta así dividido
entre un titular, que es el Estado, y los agentes a su servicio, que son los gobernantes.
Como ilustran Kalsen y Georges Burdeau, el Estado existe porque es pensado, a la vez
que se da en la experiencia como real. Es pensado por los gobernantes, que
encuentran en él la fuente de su autoridad, y por los gobernados, que ven en él
un fundamento de las reglas.

Politicidad esencial del Estado: derecho y política

Política es la relación entre gobernantes y gobernados y una búsqueda de lo que


es bueno para los gobernados. El acto político tiene una naturaleza propia, tal como
se distingue un acto moral o un acto económico. Dado que los hechos se vinculan con
el pensamiento, el conocimiento del Estado no puede desprenderse de la actividad
política. Esta es la actividad ordenadora que precede a la sociedad ordenada o Estado, así
como al orden de la sociedad o sea a la Constitución. Como anota Sánchez Agesta, la
actividad política no es una forma de conducta que realice su efecto (la ordenación)
y luego se inhiba. Por el contrario, supone una acción continua dentro del Estado e
influye sobre el orden constitucional para remodelarlo según las ideas que predominan.

La "Razón de Estado" es la máxima del obrar político, la ley motor del Estado, a fin
de mantenerlo vigoroso. Pueden los políticos discrepar en cuanto a los medios
para alcanzar los objetivos del Estado, pues en cada momento histórico hay una línea
ideal de obrar, o sea una razón de Estado ideal. Pero, junto al valor del bien del Estado,
existen otros valores elevados que también piden para sí una vigencia incondicionada,
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como son la moral y la idea del Derecho. En último término, el poder mismo puede
verse amenazado por el quebrantamiento de los valores morales y jurídicos.

Meinecke, en "La idea de la razón de Estado en la Edad Moderna", señala el vasto espacio
en la cual se entrecruzan en la acción gubernativa al utilitarismo y la motivación ética
al punto que ésta se pone de manifiesto sólo cuando coincide con el provecho del Estado.
El político respeta las fronteras del Derecho y limita su impulso de mayor poder por
la presión coincidente de razones prácticas y de móviles idealistas. El hombre "goza con
deleite del poder en sí y en lo que tiene de intensificación de la personalidad". La voluntad
de poder, al lado del hambre y del amor, dice Meinecke, es uno de los impulsos más
eficaces; "sin las bárbaras concentraciones de poder, tejidas con terror y crueldad, de
déspotas y castas primitivas, no se hubiera llegado a la fundación de Estados ni a la
educación del hombre para grandes cometidos supra-individuales". Desde luego, en la
misma dirección han obrado también los ideales, como factores para edificar y vigorizar el
Estado.

Como afirma Jellinek, hay un derecho virtual, engendrado por el ansia de justicia, que aspira
a ser derecho actual mediante su consagración por la ley. Por eso, las ideas
políticas adquieren juricidad, o sea que la política se juridiza, cuando la aspiración
alcanza a triunfar en la esfera del poder. Una visión realista del poder nos lleva a considerar
la relación entre derecho y política, ya que el objeto directo de la idea de derecho no es
el hombre sino el grupo social, el cual asume un ordenamiento según sea la ideología
de quienes gobiernan.

La política tiene por fin al gobierno y dirección del Estado; para sus relaciones se sirve
de técnicos y administradores que hacen posible la ejecución de los planes concebidos por
los políticos. El estadista posee el arte de hacer posible lo que es necesario, sirviendo su
ideal con eficiencia. Se encuentra situado en la zona de interferencia de dos ámbitos:
lo que debe ser y lo que puede ser, como anota Ruíz del Castillo; orienta a la opinión
pública y procura crear el ambiente favorable a sus designios. Para el pensador, la
política es un conjunto de principios; para el estadista, es una realización que marcha
a través de escollos, transacciones e impurezas.

Cabe distinguir, pues, entre la política como ciencia de gobierno, especulación teórica, y
la política como arte de gobierno, actividad práctica. En la realidad social tal diferencia
es difícil de advertir, pues la política se vale de instrumentos jurídicos y de medios
prácticos para alcanzar finalidades señaladas por la elaboración doctrinaria. Arnold
Brecht ha puesto de relieve, con los ejemplos de Lenin y Stalin, que el pensamiento teórico
no es asunto ajeno a la vida, como sostienen algunos políticos de oficio. La
importancia de la teoría es muy grande. Basta recordar que la ideología Marxista condujo
al poder a Lenin, precisamente en el país que Marx consideró no adecuado en razón de
hallarse insuficientemente desarrollado.

La ideología, es decir la superestructura, cambió las formas de producción es decir


la infraestructura, contrariando el determinismo económico por efecto de la voluntad de
poder.

Por lo que se refiere a la importancia que tiene las teorías políticas, citamos el pensamiento
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de Stalin, expresado en una de sus conferencias sobre los fundamentos del leninismo:
"La teoría pierde todo objeto si no enlazacon la práctica revolucionaria, exactamente igual
que la práctica queda ciega si no elimina su camino con la teoría". La teoría puede
convertirse en otra inmensa fuerza si se desarrolla en unión con la práctica.

Más allá de toda cuestión jurídica, es indubitable que la voluntad de poder constituye
una de las grandes fuerzas de la vida individual y social.

Bertrand Russel afirma en su obra "El Poder" que éste tiene en el mundo del espíritu
la misma importancia que la energía en el mundo de la física.

Por tanto, el Estado debe ser mirado esencialmente, como agrupación política, o sea
como un ente de poder, antes que como ordenamiento jurídico. Es la agrupación política
suprema y; como quiera que orienta su actividad con arreglo a cauces jurídicos, puede
definírsele como un ser político que se organiza jurídicamente.

Querer huir de la política es como pretender huir del Estado, dice Carl Schmit, dado que
la comunidad nacional nos envuelve y nos afecta en una totalidad en la que se entrecruzan
la administración, la economía, la moral y el poder. El fenómeno político guarda
relación con el fenómeno económico, el demográfico y otros, que pueden ser anteriores,
concomitantes o subsiguientes, pero siempre es motor de una colectividad el poder por
el poder, la voluntad de dominio. De ahí la importancia de integrar el mando en un
orden moral para evitar la opresión.

La política está constituida por puntos de vista sobre la justicia. Los partidos y los grupos
presionan en el sentido de aquello que consideran justo,aunqueno lo sea
objetivamente. La política actual se cubre de un substrato ideológico y todo obrar tiene
tras de sí, más o menos conscientemente, un pensamiento. La noción ideológica
según la cual se organiza jurídicamente la convivencia social, es llamada "fórmula política",
inspirada en una concepción capital sobre el modo de relación que deba existir entre la
sociedad y los individuos. Por eso, hablamos de sistemas políticos liberales, socialistas,
comunistas, etc. Claro está que, unas veces, son las ideas las que determinan los hechos
políticos, y otras veces son éstos los que toman tributarias a las ideas, en un proceso de
interacción. La función política es vital, figura el lado de aquellas que aseguran
físicamente la supervivencia de la especie, como la nutrición o la reproducción. Expresa la
conciencia del grupo para encontrar un eje de cohesión.
La política está profundamente inserta en lo social. Las teorías que diferencian la sociedad
natural de la sociedad política pretenden señalar el paso de la primera a la segunda,
como sucede con tal liberalismo y con el marxismo, se funda en una hipótesis
no comprobada por la historia. El carácter religioso o guerrero que tuvieron las
primeras autoridades ha ocultado el hecho esencial de que la autoridad es siempre
política, no importa quien la ejerza, ya provenga de la imposición o de la elección.

El hecho político es simultáneo al hecho social, es indispensable para evitar que


la sociedad se disuelva. La distinción entre sociedad natural y sociedad política
puede hacerse conceptualmente pero no en la realidad.

El poder y la sociedad de masas


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La sociedad de nuestro siglo es una sociedad de masas, caracterizada por su tamaño y
su complejidad. A las pequeñas democracias griegas, a las nacionalidades surgidas
desde la edad moderna, y gobernadas por pequeñas élites, han sucedido las sociedades
masivas, sean pluralistas o totalitarias en las que la voluntad política determinante es
aquella que sabe apoyarse en la masa. El comportamiento de las masas las hace
vulnerables al totalitarismo, al engreimiento arrollador del derecho, a la manipulación
mediante maniobras de conductismo, pero es innegable que traduce la aspiración de
mejores niveles de vida, a la vez que una exigencia de mayor participación en las
decisiones políticas, lograda a través del sufragio frecuente o por la cohesión transitoria en
torno a una dictadura.

El máximo problema de nuestra época radica en organizar el consentimiento, o sea


la adhesión a una forma política, bien sea por resignación o por participación activa.
El creciente número de contestatarios e impugnadores y la violencia desatada por "el poder
joven", el "poder negro" y el terrorismo urbano constituyen fisuras en el orden social, que
hoy es movimiento hacia el cambio. Nuestra sociedad respeta cada vez menos los
medios jurídicos de resistencia a la opresión, por ineficaces, y es incitada a los métodos
de violencia. La masa intuye una necesidad de transferencias de los centros de poder,
problema arduo y de manejo más difícil que el de los explosivos, pues supone el planteo
de los teóricos y la habilidad innata del hombre político, del conductor carismático que
sea capaz de equilibrar su poder personal con la subsistencia de instituciones valiosas
pero necesitadas modificación urgente.

Vivimos una era de discontinuidad, tentando vías que conduzcan a nuevo pluralismo, a
la reforma de todo lo viciado, a la organización de un consentimiento sin miedo. En
cada circunstancia histórica ha surgido la reinterpretación de los ideales vigentes. Para
ello, la teoría Política y la ciencia política nos brindan un rico material de reflexión, aunque
ésta sea contemporánea a la realización de hechos violentos que viene alterando
la subestructura social.

La sociedad no es una adición de individuos, sino un compuesto. Por virtud del Poder
adquiere una voluntad y sigue un comportamiento determinado. Este comportamiento es
producto de la orientación política. El ordenamiento jurídico y la estructura del
Estado son resultantes de la actividad política. Por la toma de conciencia de ésta
realidad, el poder se ha convertido hoy en el centro de la lucha social y
económica. A su vez, la política es mirada como el arte de convertir las tendencias
sociales en normas jurídicas. El político hace posible el objetivo entrevisto o anhelado.
Nuestra época es una transición del Estado Liberal al Estado Social, siendo perceptible
una mayor participación del pueblo en el poder. Se quiere pasar de la democracia
gobernada a la democracia gobernante. Las construcciones formales están cambiando
su contenido, para no quedar vacías de verdad. Tanto el pensamiento del derecho natural
del Siglo XVIII como el derecho racional de Kant, concibieron una organización estatal
con raíces individualistas. Pero a partir de la primera guerra mundial, se hizo patente
que los partidos políticos, los sindicatos y los grupos de presión iban operando con
un dinamismo que debilitaba lo formal del derecho. Por ello se ha acentuado
notablemente desde que los sindicatos de masas, las Iglesias, el poder militar y
la tecnocracia han gravitado claramente sobre la vida del Estado.
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Paralelamente a esta transformación del Estado en el interior, se ha venido
produciendo la declinación de su soberanía exterior y el surgimiento de organizaciones
supranacionales que limitan la autodeterminación. El proceso más hondo
es el de una nivelación subjetiva y acompañada de un desplazamiento del poder, que
ha pasado de las esferas parlamentarias y gubernativa al seno de los partidos
políticos. El estado ya dejó de ser neutro, por virtud de la exigencia general de que tome
posición contra determinadas formas de orden existentes.

Podemos señalar, siguiendo a Fayt, tres posiciones en pugna ideológica : la de quienes


quieren conservar el Orden existente y consideran que bastaría dulcificar la injusticia
humana; la de quienes quieren establecer la burocracia totalitaria, arrebatando al hombre
la posibilidad de decidir por sí sobre su destino, y, por último, la de quienes deseen
la transformación del orden dentro de la libertad, para obtener un ordenamiento social
que asegura la justicia económica y el pleno desarrollo de la personalidad humana.
Esta tercera posición es la única que permitirá crear una sociedad nueva en el mundo
occidental.

Ello significa analizar, con frialdad de especialista, cuáles son los instrumentos que
permitirán implementar el cambio de un modo racional, progresivo, con la conciencia de que
el poder es bifásico, o sea supone percepción clara de las metas en quienes gobiernan
y motivación acertada en quienes obedecen y presionan para participar. La relación
mando- obediencia conduce, en el mundo de hoy, hacia una amplia participación
popular, con lo que la política se ennoblece en la medida en que el miedo deja de ser el
sistema normal de gobernar.

El orden, el poder, la libertad

Orden social, poder y libertad son nociones llamadas a equilibrarse en la vida normal
de un estado. Maurice Hauriornu, eminente constitucionalista de la década anterior a la
segunda guerra mundial, opina que la concepción de un régimen constitucional tiene por fin
establecer "un equilibrio fundamental que sea favorable a la libertad, asegurando el
desenvolvimiento regular del Estado". Este equilibrio se establece por juego de dos
fuerzas dinámicas o de movimiento, que son el poder y la libertad, y de una fuerza
de resistencia, que es el orden. Así como afirmó Freud, toda sociedad se construye sobre
el renunciamiento a las satisfacciones instintivas; por ello es represiva. Orden, poder y
libertad conforman una trilogía en torno a la cual se centra toda la problemática
política. Son factores recíprocamente imbricados, pues el poder hace un juego
equilibrador a fin de compatibilizar el orden y la libertad. Si se pone énfasis extremo en
el orden, o sea si es preferida la libertad, el poder resulta un aparato de coacción
y arbitrariedad.

El equilibrio constitucional es el término medio, pues el orden hace resistencia a los cambios,
en tanto que la libertad y el poder suelen presionar para alterar lo establecido por virtud
de la dinámica política. Si la resistencia que el orden opone a los cambios reclamados por
la libertad, es excesiva, dice Haurion, el poder coloca su fuerza al lado del cambio. Por
el contrario, si las reformas le parecen exageradas o prematuras, el poder se inclina
del lado del orden. Otro tanto podemos decir de las reformas exigidas por el sentido,
40
de justicia o de liberación social, que Hauriou no pudo entrever.

La primacía del poder en la formación o en la vida del estado es evidente. Es él quien


mantiene la cohesión entre los componentes de una sociedad, más por situación que
por adhesión, como anota Prélot. Un minimun de fuerza material le es indispensable,
pues la cooperación libre, espontánea, unánime, no pasa de ser una utopía; por ello afirmó
Idering, que hablar de Estado sin fuerzas es "una contradicción en sí". Pero desde
luego, la autoridad no es solamente fuerza material, compulsiva; consiste sobre todo
en ofrecer motivos para ser obedecida. Si el poder residiera en la fuerza, tras de
cada súbdito habría que situar un vigilante o un policía, así como tras de éste habría
que colocar otro guardián. En el límite cabría preguntar ¿Quién custodia al guardián?. El
orden previene del hecho de que cada súbdito del Estado reconoce que éste
tiene derecho a ser obedecido, porque existe una relación de dependencia respecto
de la norma. De ahí que, cualquiera sea su origen, todo gobierno invoca algún tipo de
legitimidad, sea por su procedencia democrática o afirmando que realiza el bien común.
Todo poder aspira a ser obedecido con un empleo mínimo de la fuerza y trata de ganar
prestigio como condición de perdurabilidad.

Ciertamente, la importancia de la represión varía en razón inversa del grado de consenso.


En los grupos coherentes, la represión es innecesaria de modo general, pero en
los grupos de consenso débil, la represión es indispensable para evitar la disolución.
Por ello, en los países en lo que el consenso sobre los valores colectivos es grande,
la influencia de la Fuerza Armada es menor y su actividad se limitaal rol específico de
seguridad.

En el punto de partida de toda concepción humanista está la afirmación de la libertad


humana, que opone resistencia a los gobernantes en todo caso de arbitrariedad. Se admite
la necesidad del mando, y más ahora que se tiende a hacer del Estado el "agente creador
de una sociedad nueva", como definen muchos. El diseño de esta organización
futura es impreciso, además de que varía ciento ochenta grados de uno a otro lado del
mundo. Sin embargo, existe la convicción de que el Poder no es solamente el servidor
del orden establecido sino también el regulador de los cambios anhelados, el árbitro que
puede hacer de la democracia un movimiento más que un estado
de cosas. Movimiento que conduzca a la justicia económica sin anular la
libertad.

La revolución y el movimiento

La realidad política es la de un orden en movimiento. Como dice Georges Burdeau,


llamamos estabilidad a lo que no es sino un equilibrio de fuerzas. El orden muestra
siempre un determinado grado de aptitud para integrar las fuerzas de renovación.

Cuando el proceso de cambio se cumple por medio de una continua incorporación de


normas de justicia al orden establecido, éste no sufre convulsión.

Pero cuando el orden no muestra capacidad para introducir los cambios que la tensión

41
social exige, se presenta el fenómeno denominado revolución. Consiste en el cambio
brusco de estructuras, sea raíz de un simple golpe de estado o bien tras una subversión
radical, que se enfrenta a las fuerzas del Gobierno y las domina.

Las democracias representativas tienen mecanismos reguladores, principalmente la


autoridad de las ánforas libres, para que el orden, solidario de una determinada idea
del Derecho, incorpore reformas con oportunidad que evita violencias. El instrumento
legislativo es el modo normal de usar la flexibilidad si el orden tiene razonable porosidad.
Pero cuando el pluralismo de las corrientes políticas enerva la autoridad gubernativa, o
bien cuando las fuerzas conservadoras se muestran impermeables y ciegas, adviene el
cambio brusco; la revolución. Esta realiza el cambio que inspiró el desacato del orden,
pero a la vez aspira a restablecer la cohesión social, pero que el nuevo orden sea estable.
Más allá del cambio de equipo gobernante, una revolución entraña la sustitución del
orden social sobre el cual se basaba el anterior aparato político.

La revolución recoge la nueva idea del derecho y la convierte en derecho.Desde


luego, la palabra Derecho comprende todo lo legislado que esté vigente. Por tanto, no
hay derecho y viejo derecho, sino simplemente Derecho. Esto se enriquece
incorporando medidas de justicia que la convicción general reclamaba y que faciliten un
orden social estable, de acuerdo con los tiempos.

No es imposible, aunque si improbable, efectuar una revolución dentro de la libertad,


o sea mediante la ley, respetando las formas de la democracia representativa. En la
esencia de la revolución, no está la violencia, pero generalmente le acompaña, como
sucedió en la revolución francesa, la rusa, la mexicana, la china y la cubana. La experiencia
de algunos países no desarrollados es contradictoria al respecto, pues la
transformación se ha realizado de maneras diversas, inclusive sin derramamiento de
sangre. A partir de la experiencia cubana los regímenes instaurados con el propósito
de cambiar las estructuras rápidamente se denominan "gobiernos revolucionarios", tales
como los de Argelia, Perú (en los 70´s), Guinea e Irak.

La conquista del Poder no es un fin en sí: el Poder que tiende a oficializarse no es otra
cosa que la promesa y el símbolo del orden social futuro, nos dice Burdeau, el cual
agrega: "La revolución sanciona el desajuste entre la vitalidad de las representaciones
colectivas y la atrofia del aparato político que hubiera cuando el Poder dicta las reglas por
encadenamiento de los sucesos, debido registrarlas". Las tensiones sociales
desaparecen consolidando la posición política obtenida.
PODER, ESTADO Y POLITICA

Por: Mario Justo López (*)


El poder, significados. Su carácter "relacional"

Sin mengua del examen que en su momento se hará al poder del Estado, resulta ahora
conveniente, a los fines de una mejor comprensión, considerar el poder en su acepción
más amplia.

En el uso común y frecuente, la palabra poder sirve tanto para designar una especial aptitud
42
para hacer algo (potencia, en el lenguaje aristotático-temista) como al sujeto o titular
de esa aptitud. Con tales acepciones, se puede tener poder y ser poder. En el primer caso
se lo posee, en el segundo, se lo personifica.

Pero en la concepción que prevalece en la actualidad, al poder no se presenta ni como


una actitud, ni como un ente, sino como una relación. Es a esto a lo que reiteradamente
se ha aludido en páginas anteriores cuando se ha hablado de la política en tanto
relación: interhumana en virtud de la cual la acción de unos determina el comportamiento
de otros, relación, en definitiva, de mando y obediencia.

El carácter relacional del poder se hace evidente a poco que se le observe.


El gobernante es poder o tiene poder sólo en la medida en que es obedecido. Si falta
este requisito de nada vale que lleve una corona sobre la cabeza y se siente en un trono
de oro o que el Boletín Oficial lo llame Presidente. En plena Edad Media, Bonifacio,
apóstol de Germania, preguntaba al papa Zacarías : "Conviene llamar rey a aquel
que tiene la realidad o aquel que tiene la apariencia del poder". Y la realidad del poder
no es sino la obediencia de los súbditos. Muchos siglos antes le había advertido
Aristóteles en la Etica a Nicómaco: "El magistrado, revestido de poder, no es algo sino
con relación a los demás, como que está ya en comunidad con ellos".

Corresponde advertir, sin embargo, que en esta obra, antes de ahora - y volverá a ocurrir
después - se ha localizado el poder como sujeto o como aptitud; pero ello se debe a
que a veces hay que expresarse elípticamente o no se puede eludir el empleo de una
terminología de uso común.

Acepción amplia del poder, Vinculación con la política

La acepción del poder como relación de mando y obediencia abarca un ámbito muy
extenso; un ámbito tan extenso como el de la política en su sentido más amplio. Es
que poder y política suponen recíprocamente la relación política en su acepción más
amplia el carácter puramente formal de la política es ya una relación de poder. Cuando
un vecino incita a otros para apagar un incendio y obtiene su concurso, se está en
presencia de una relación de poder. Lo mismo es el caso del gangster que obtiene la
colaboración de otros congéneres para asaltar a un banco.

(*) Tomado del libro “Introducción a los estudios políticos: Teoría política. Mario Justo LOPEZ, Edit.
Kapeluz. Buenos Aires. Pág. 39-43.
Y es también relación de poder, por supuesto, la relación política que con carácter también
material está configurada, por la existencia de una iglesia, de una sociedad anónima, de
un club deportivo. Es que, en definitiva, el poder no es otra cosa que otro nombre que se
da a larelación política, o, quizás con más propiedad, al complejo de relaciones políticas.
Dentro de esa amplia acepción cabe tanto el poder político como el poder no político.

Acepción limitada del poder. Vinculación con la política

Cuando se trata del "sistema político" mayor, es decir, de aquel que corresponde al grupo
humano superior a todos y que incluye en sí a los demás, la política se reduce
conceptualmente - según se ha visto- a la actividad y a la relación que tienen al Estado
43
como marco de referencia. En ese caso se produce igual reducción en el concepto
de poder. Sólo existe, por una parte, el poder del Estado, es decir, la relación entre
aquellos seres humanos cuya actividad se imputa al Estado y los demás seres humanos
que se comportan como súbditos del mismo; por otro, las relaciones que se originan
internamente en los grupos que tienden a ejercer influencia sobre los ocupantes de los
cargos o roles en función de mando, y, por fin, las que se generan externamente a
esos grupos precisamente para ejercer la mencionada influencia. El poder en su acepción
limitada - tal como aquí se lo considera - es, pues, el poder político en sus distintas
manifestaciones (estatal, no estatal e influencia).

Poder e influencia. Aclaración conceptual y terminológica

No hay duda que el poder - la relación política - es una relación de influencia. Hay poder
si hay influencia. Hay poder si unos influyen sobre otros para inclinar sus voluntades.
Pero, para una mejor comprensión de ese complejo de relaciones políticas que es el
"sistema político", a nivel del Estado, resulta conveniente establecer en el uso de ambos
vocablos la siguiente diferencia conceptual: hay poder, cuando la relación política opera
en sentido directo, de "arriba" a "abajo", es decir, de los ocupantes de los cargos o roles
(de mando) normativamente establecido, a los no ocupantes, hay, en cambio, influencia,
cuando opera en sentido inverso, de "abajo" a "arriba", es decir, de los "no ocupantes" a
los "ocupantes". Por supuesto que en ambos casos hay también, en alguna
medida, consentimiento, sea "abajo" o "arriba". Por lo demás, iguales tipos de relación
política pueden originarse en el seno de los grupos políticos no estatales. Cabe, pues,
distinguir entre poder político estatal, poder político no estatal e influencia política.

Poder político y actividad política

Caracterizado en sus distintas manifestaciones, en el poder político que es el que aquí se


hace patente el carácter de su vinculación con la actividad política. Esta, en cuanto tal,
no es sino el dinamismo de aquella estructura. Actividad política "en faz agonal", en tanto
algunos grupos, o individuos, desplegando poder político noestatal procuran acceder a la
ocupación de los cargos o roles desde los cuales se enhebra la relación del poder
político estatal, o bien de ejercer influencia sobre los mismos, en sentido positivo o
negativo. Actividad política en "faz arquitectónica", en tanto a los ocupantes de los cargos
o roles procuran conducir a los no ocupantes (súbditos, gobernados) de acuerdo con
el propio proyecto para la empresa común de la comunidad política (lo que
comúnmente se denomina "ejercicio del poder").

Estado y acepción limitada de la política

La vinculación entre Estado y política ha sido puesta de manifiesto en páginas anteriores.


En su amplia acepción, la política excede, al igual que el poder, el marco de referencia del
Estado pero en su acepción limitada - que es la adoptada en esta obra - la política, como
actividad y como relación - de poder -, cobra sentido en y por su vinculación con el
Estado, y ésta se realiza en tanto y en cuanto aquélla es realidad.

En esa acepción limitada que, hay que insistir, es la que aquí interesa, la vinculación
de la política con el Estado ofrece numerosas manifestaciones. La actividad política en
44
"faz agonal" tiene lugar con referencia al Estado. La pugna entre los aspirantes a
la ocupación de los cargos o roles, para conquistarlos, conservarlos o resistirlos,
según los casos, no es sino una pugna pero que su actividad puede, en su momento,
llegar a ser imputada al Estado mismo. Así, el juego múltiple entre diversas fuerzas,
según ciertas formas, condicionadas por determinados factores y en procura de diversos
fines, gira alrededor de ese ente - real o imaginario - que es el Estado. Del mismo
modo, la actividad política en "faz arquitectónica" realiza la relación de poder delEstado
con sus súbditos, institucionalizándola mediante una estructura especial de órganos y
normas y haciéndola funcionar.

La múltiple y recíproca relación entre poder, Estado y política.

Distintos aspectos de una realidad única

La múltiple y recíproca relación entre poder, Estado y política se advierte si se tiene


presente a la vez el poder objetivo del Estado, el poder subjetivo sobre el Estado y
el poder subjetivo en el Estado. Si dejamos de lado, por el momento, el poder subjetivo
sobre el Estado, que no es otra que el llamado poder constituyente, el cual será
objeto de consideración más adelante encontraremos que los otros no son sino dos
aspectos de una realidad única. En efecto, se llama poder objetivo del Estado a la
capacidad de acción de todo el agregado humano que se desarrolla por la organización
combinada de todos sus miembros y que no corresponde localizarla en ninguno de ellos
en particular, y se da el nombre de poder subjetivo en el Estado a su efectivo ejercicio por
los seres humanos que concretamente realizan la actividad. En tal sentido, cabe
hablar – y ésa será la terminología empleada en esta obra - de poder del Estado
(poder objetivo del Estado ) y de poder de los ocupantes de los cargos o roles del Estado
(poder subjetivo en el Estado), en la inteligencia de que el primero no es sino
imputación de la actividad desplegada por el segundo (única actividad real).

El poder del Estado, es, pues, poder político estatal, y el Estado, en definitiva, sólo cobra
existencia mediante él. Hay, fuera, más poder político (no estatal e influencia), pero
éste gira necesariamente alrededor de aquél, y lo que hace que se realicen uno y otro,
poder del Estado (o sea el Estado mismo) y poder político no estatal (e influencia), no es
sino la actividad política. Queda así evidenciada la múltiple y recíproca relación entre
poder, Estado y política, lo que no implica, sin embargo, confusión ya que, como
se ha visto, hay actividad política que es actividad estatal, y la hay también que no lo es.
Hay, además, actividad estatal que no es política.

45
ESTADO Y SOCIEDAD

Por: Raúl Ferrero ( * )

Naturaleza del Estado

El Estado es sociedad más Poder, o sea una sociedad políticamente organizada. Estado
y sociedad son indesligables en la práctica, si bien se le separa conceptualmente. En
cuanto realidad socio- política, el Estado es una obra del hombre, pero de acuerdo con
la naturaleza social de éste.Como dice Heller, el hombre es producto y a la vez
productor de la historia. En la historia que se produce actúa la ya producida. Analizar
la naturaleza del Estado es un estudio conexo al de los elementos de su trama, que son
la sociedad, el poder y el derecho. Como toda institución, el Estado es un producto de la
46
interacción humana.

Al Estado no lo advertimos en forma corpórea sino a través de sus manifestaciones, o sea


a través de la legislación, de la administración pública, de la fuerza armada y de los
símbolos. De ahí que su naturaleza aparezca inaprehensible, y es que el Estado es
un concepto, ante todo. Su realidad se concreta en la sociedad.

El concepto de sociedad es más extenso que el de Estado; el primero representa el género


y el segundo la especie. No es un orden normativo por más que las normas reflejen la
estructura que decide darse. No está formado por hombres sino por actividades humanas.

Aclarando la noción, enseña Carnelutti que una sociedad se llama Estado en tanto y
en cuanto produce derecho. Precisamente la palabra Estado expresa la consistencia que
la sociedad adquiere merced al derecho. "El Estado es una sociedad que está, es decir,
que dura, porque el derecho impide la disgregación.

El destino del hombre es influido por lo social, debido a que la existencia, como
precisara Heidegger, comporta la dimensión de vivir con otros. Esta condición gregaria
está en la esencia de la historia. El hombre es naturalmente social: ordena su vida a
través de una convivencia necesaria. El Estado realiza una inclinación humana radical:
la de organizarse políticamente. Pero el hombre, a la vez que recibe el Estado como
una imposición de la realidad social, lo reforma a su voluntad.

La Filosofía del Derecho nos explica el sentido radical de lo jurídico en la vida humana y en
el universo. Nos presenta la sociedad como convivencia humana bajo unos mismos
principios, según definió Ortega y Gasset, el cual aclara que el Estado es también
sociedad, pero no toda ella, sino un modo de ella. Es importante subrayar, además, la
coexistencia de sociedad e individuo, para valorizar que el hombre sea como persona
o como colectividad, es el sujeto, por lo que no puede ser usado como un medio para
la grandeza del Estado.

(*) Tomado del libro: “Ciencia Política, Teoría del Estado y Derecho Constitucional”. Edit. Studium. Lima.
Con un fin didáctico, puede definirse el Estado como la colectividad humana organizada
políticamente sobre un territorio. No tiene una existencia natural propia; es una entidad
formada por la agrupación de individuos. De ahí que se empleen indistintamente los
términos Sociedad y Estado, pues éste no es sino la forma más elevada de organización
social. Como fenómeno social concreto, se distingue, de las demás agrupaciones por
el elemento Poder. Ante todo, cabe preguntarse, Cuál es la naturaleza o esencia del
Estado?. La naturaleza de su realidad es la de un ser derelación, o sea un tejido de
comportamientos.

Como estructura social-histórica, se basa y se sustancializa en los hombres en sociedad que


lo componen; sin esta base social, el Estado no es nada. El concepto Sociedad es más
general que el Estado, pues éste, aunque muy importante, es sólo un aspecto de lo social,
el aspecto político-jurídico.

La naturaleza de su realidad es la de un ser de relación, pues no existen a la manera


47
de un árbol o un animal, los cuales tienen sustancia. El Estado no existe y subsiste
por sí mismo; existe y subsiste en el ser de los individuos. No es la mera pluralidad de
éstos, pues al conjunto de hombres agrega una realidad nueva relación de poder,
indestructible y necesaria. De otro lado, el fenómeno social que llamamos poder político
suscita una actitud intelectual, cuyo resultado es el Estado.

El Estado existe porque es pensado. No es una construcción a partir de lo real sino


un concepto, porque su realidad reside en el espíritu de los hombres que lo
componen, como explica Burdeau. Es una institución de instituciones, la institución
suprema, algo que ha sido fundado. El Estado es un ser de derecho que resume
abstractamente una colectividad humana. Definirlo por sus elementos es didáctico, pero
equivale a una presentación heterogénea, que pugna con la esencia unitaria y homogénea
del Estado, tal como advierte Jorge Xifra Heras. Sumar sus elementos es una manera
aritmética de definirlo, por yuxtaposición, pero no brinda la concepción unitaria que le
corresponde.

Con todo, en calidad de aproximación al personaje Estado es válido definirlo en sus tres
elementos: pueblo, territorio y poder, agregando la finalidad que lo anima, o sea el bien
común. El poder y el fin son los datos que fundamentan el orden jurídico, el cual es la
textura institucional del Estado.

Elementos del Estado.

Pueblo, territorio y poder son los tres elementos del Estado. Si se añade que el poder
o autoridad existe para realizar el bien común, la definición se completa. Algunos
autores consideran como un cuarto elemento, el ordenamiento jurídico, pero nosotros
creemos que tal arquitectura de normas es la producción del Estado, a la vez que el sistema
que lo estructura.Refleja la voluntad que dictalas normas, es decir, el Poder.
Esencialmente, el Estado es poder, impuesto inicialmente y más tarde institucionalizado.
Derecho y Estado se entremezclan y se suponen recíprocamente. Los actos coactivos
que caracterizan al Derecho y al Estado son los mismos. El Estado, como dice del
Vecchio, puede concebirse en dos formas:

1. Como unidad de un sistema jurídico que tiene vigor positivo, o sea que puede ser
impuesto por la fuerza;

2. Como sujeto invisible pero real de ese mismo orden jurídico.

Origen de la denominación "Estado".

Para los griegos, la palabra "polis", o sea ciudad, expresaba la comunidad diferenciada
por un modo de vida propia. El Estado era entendido por los romanos como «Res pública
o Civitas». Del uso de expresiones tales como "Status Rei Romana" puede provenir la voz
Estado. Al extender su dominación, Roma llamó «Imperium» a su organización política,
acentuando así el elemento decisivo del concepto Estado, que es el imperio o potestad
de mandar. En el derecho germánico también se acentuó el elemento de dominio, pues
el Estado fue llamado "Reich", voz que procede de "Regnum", o sea mando de un príncipe.

48
El Estado moderno en cuanto construcción consciente u obra de arte, apareció en Italia
de los siglos catorce y quince, cuando se centralizó el poder por reacción contra
el feudalismo. La denominación "estado", fue empleada por primera vez por Maquiavelo,
en las líneas iniciales de su obra "El príncipe". Tal acepción de la palabra "status" como
orden vino a responder a una necesidad general, ya que ninguna de las voces antes usadas
servía para denominar la pluralidad de formas políticas existentes
en la Italia renacentista. Unida al nombre de una ciudad como Florencia, Génova
o Venecia, el término "stato" dio expresión a todas las formas, ya fueran republicanas,
monárquicas o tiránicas, o bien aplicadas a sólo una ciudad o a toda una región sometida
al imperio de la misma autoridad.

Formación histórica del Estado.

El Estado es el resultado de una larga evolución de la convivencia humana. Aparece


con la civilización sedentaria, cuando el grupo pasa de la vida nómade a la vida agraria. Con
el Estado se alcanza el grado más alto de la organización social, el de una unidad colectiva
dotada de autodeterminación y ordenación jurídica. El hecho de que el hombre esté
naturalmente destinado a la convivencia fue lo que determinó las formas primitivas de
la vida social y la aparición del Estado.

Los elementos humanos más próximos del Estado no son los individuos, puesto que
la sociedad no es un agregado de átomos, sino las comunidades locales y las familias.
Se ha constituido históricamente por la asociación de los grupos naturales, o sea
familia y comunidades locales, las cuales formaron un grupo superior en cuyo desarrollo
se fueron distinguiendo las funciones que hacen necesario el poder, que son
básicamente las siguientes:

1. Establecer reglas para las actividades del grupo.

2. Hacer efectivas dichas reglas, contrarrestando los actos que estén en conflicto con
ellas.
La primera sociedad natural fue sin duda la familia. Por extensión o crecimiento
espontáneo de la familia, o bien por agregación de otras, se formaron el clan y la tribu.
Esta fundó la ciudad, realidad permanente que arraiga al hombre a un territorio. Las
necesidades de la defensa común y el intercambio comercial favorecieron la agregación
de ciudades dentro de una más vasta unidad social: La nación. Sólo dentro de ella puede
el hombre realizar sus destinos y alcanzar el mayor grado posible de perfección.

Históricamente, ha sido el Poder quien ha creado al Estado, organismo social encargado


de realizar el derecho. Lo más probable es que el Estado reconozca su origen en el
acatamiento tácito de la autoridad de quienes asumieron el Poder por un simpleimpulso de
voluntad. La coexistencia de familias, o bien quizá la sujeción de unas familias a
otras, añadidas a la descendencia común de una estirpe, no bastan para dar nacimiento
a la sociedad civil, que es específicamente distinta de la familia. Se precisa siempre un
factor de asentimiento a las obligaciones recíprocas, de costumbre o aceptación tácita, para
explicarse la formación del Estado.

49
El poder del Estado moderno es incontrastable. Desde el siglo XV ha venido dominando
toda feudalidad. El Ejército permanente, la burocracia jerarquizada y el establecimiento
de impuestos generales lo han emancipado. Concentra el empleo legítimo de la fuerza
e impone su dominación.

El Problema del Origen del Estado.

El Problema del origen del Estado no es tan fácil de resolver como el de su definición, pues
ésta se hace en vista de tres elementos empíricos: un territorio, un pueblo y un
gobierno. Como quiera que el problema del origen y el problema de la esencia del Estado
son de carácter predominante sociológico y filosófico, respectivamente, muchos juristas
han renunciado a investigar los principios esenciales del Estado y se limitan a enfocar
su atención sobre el estudio del derecho positivo. Así, el eminente tratadista Hans
Kelsen sostiene que la teoría política debe renunciar por principio a todo intento
de explicación del Estado y sus fuentes, pues su causalidad es metajurídica, o sea que se
halla más allá de la ciencia del Estado. Según Kelsen, cada Estado debe ser
estudiado con pautas puramente jurídicas; la norma original decada Estado la
«Ursprungnorm», determina la naturaleza de su estructura y el estudio de dicha norma
original escapa a la teoría política.

A una conclusión igualmente escéptica llegó Carré de Malberg, quien afirmó que la ciencia
del derecho no se relaciona con la investigación del origen del Estado, problema ajeno al
examen de los juristas. Semejante conclusión, válida para los juristas, no lo es para la
politología, pues comporta una abdicación de la ciencia política a su carácter
de ciencia si renunciara a ofrecer una aplicación racional de las causas primeras.

El problema del origen del Estado, extremado su planteo, consiste en saber si el Estado
existe como una exigencia de la naturaleza humana o si es una creación de la voluntad.
El problema interesa directamente al Derecho, pero pertenece a la filosofía social, pues
entraña un juicio de valores; equivale a preguntarse si el Estado es dado o construido.
La respuesta acertada es una media entre ambos extremos, pues el Estado es natural
por su origen y también es voluntario por el hecho de contar con el asentimiento del
grupo.

Entre las diversas teorías sobre el origen del Estado, merecen especial estudio las cuatro
siguientes: la teoría organicista, la teoría de la lucha de clases, la teoría de la naturaleza
social del hombre y la teoría del contrato social.

50
RELACION DE LOS CONCEPTOS ESTADO, NACION Y PATRIA

Por: Raúl Ferrero (*)

El Estado puede existir tanto cuando el pueblo constituye una nación como cuando pertenece
a diversas nacionalidades. Pero, ordinariamente, la nación es el medio social en el que
se produce el hecho Estado.

Entre los conceptos Estado y Nación hay un paralelismo y no una identificación, pues
el uno es concepto jurídico y el otro es sociológico.

La nación es una sociedad, como también lo es el Estado, pero con la diferencia de que
el Estado es una sociedad organizada, en tanto que la nación carece de organización o bien
la tiene en el Estado. Hacia 1851, el profesor Mancini definía la nación como "una
sociedad natural de hombres a los que la unidad de territorio, de origen, de costumbres
y de idioma conduce a la comunidad de vida y conciencia sociales".

En cuanto una nación adquiere conciencia de sí misma, aspira a la unidad estatal; y a su vez
51
na comunidad estatal no es verdaderamente armónica sino cuando reposa sobre una
auténtica comunidad nacional.

La nación es un complejo que reúne diversos elementos, de índole natural y cultural , o sea
geográfico, lingüístico, antropológico e histórico. Es el conjunto de hombres unidos por
una comunidad espiritual, forjada por la convivencia histórica en el mismo territorio y
proyectada idealmente hacia el futuro.

Su factor esencial es la tradición. En cuanto a la palabra nacionalidad, distingamos que tiene


dos acepciones. En sentido objetivo, significa el conjunto de caracteres que configuran una
nación; en sentido subjetivo, designa para un individuo el hecho de pertenecer a un
determinado Estado.

La presencia de los caracteres de raza, religión, lengua y costumbres puede darse


en general, pero no es indispensable.Lo importante es que exista entre los miembros
de una nación el sentimiento de afinidad, la conciencia social. Cuando ésta se halla
en formación o sea fundiendo elementos dispares a través de la vida en un mismo territorio,
el proceso es llamado integración. La solidaridad del compuesto es la nota
que revela haberse alcanzado la homogeneidad, la cual es fruto de una secular evolución
en común. La nacionalidad se nutre por el cruce de razas, por la larga convivencia por
la tolerancia recíproca, por la libertad de las tendencias contradictorias, todo ello de
un modo real y vivo.

Ha dicho Renán que la nación se constituye por "un plebiscito de todos los días". La nación
es un alma, un principio espiritual. "Dos cosas que, a decir verdad, no hacen más que una,
constituyen esta alma: una, es la posesión en común de un rico legado de

(*) Tomado del libro: “Ciencia Política, Teoría del Estado y Derecho Constitucional”. Edit. Studium. Lima

recuerdos; la otra, es el consentimiento actual, el deseo de vivir juntos, la voluntad de


continuar haciendo valer la herencia que se ha recibido indivisa, tener glorias comunes en
el pasado, una voluntad común en el presente, haber hecho grandes cosas en común,
querer realizarlas todavía, he ahí la condición esencial para hacer un pueblo".

Patria es la nación, en cuanto ha adquirido conciencia de sí misma y ha llegado a


ser objeto de culto y amor para su miembros, según definió Hauriou.

Cuando Nación y Estado coinciden, el sentimiento patriótico arraigado a la nación


fortalece el Estado y lo hace concebir como una empresa histórica. "Los hombres sienten
en su corazón que son un mismo pueblo cuando tienen una comunidad de ideas, de
intereses, de afectos, de recuerdos y de esperanzas. He aquí lo que hace la patria y
la patria es lo que amamos". Así define Fustel de Coulanges la comunidad espiritual a la
cual adherimos más por respeto al pasado, o sea a las generaciones que nos han precedido,
que por amor al suelo.

La patria no es sólo la tierra en que se nace, realidad que arraiga; no sólo la bandera,
emblema que exalta; no sólo los muertos, cuyos huesos sagrados son el pasado.
Es también el futuro con la aspiración de grandeza y de destino por cumplir. Como dijera
52
José de la Riva Aguero, la patria supone la comunidad de los compatriotras
contemporáneos y también la comunidad de las generaciones sucesivas. Vive de dos
cultos el del recuerdo y el de la esperanza, o sea de los muertos y el del ideal proyectado
en lo venidero.

El sentimiento patriótico unge de espíritu la política anota Ruíz del Castillo, y es el factor
que concilia en el alma de cada persona su conciencia de individualidad con el sentido
de pertenecer a una comunidad. La exaltación del patriotismo contribuye a definir la
nacionalidad. Acelera el proceso de integración interna por virtud de una solidaridad
nueva: el nacionalismo. Este se inspira en la tradición, pues invoca los sentimientos
de lealtad histórica, pero a la vez forja un credo modernizador, dirigido a reforzar la
identidad de la nación. Tratándose de países que han sufrido opresión externa o vasallaje
económico, la mira del nacionalismo es independizarse del control extranjero.

FINALIDAD DEL ESTADO


Por : Raúl Ferrero ( * )

El Bien Común

La causa del Estado es el bien común, o sea el bien de la comunidad. Así lo definió
Aristóteles y ha quedado inconcluso de modo universal. Elemento fundamental del bien
común es el orden jurídico, pero éste se inspira en el bien común. Poder y fin están
contenidos en el orden, al cual remodelan. El poder está antes del orden y el fin está más
allá del orden.

El bien común consiste en un conjunto de condiciones sociales quefavorecen la


existencia y el desarrollo del hombre. Es el medio social propicio para que la persona
se realice. No es una masa de bienes por repartir, sino un orden justo, más allá del
cual existe para el individuo un fin último. La consecución del bien particular es
franqueada por la existencia de un orden que brinda seguridad y justicia, a través de
los servicios públicos, con mayor o menor eficiencia.

Tal definición del bien común como el medio social propicio para que el hombre cumpla
su destino, es individualista. Debemos sobreponerle la concepción comunitaria de Tomás

53
de Aquino: el bien común es un orden justo para la vida suficiente de una comunidad.

Tiene el carácter de bien intermedio.

Si a la idea del bien común se le despoja de su connotación filosófica, viene a ser lo que
denominamos interés social. Desde luego, el bien común no es una fórmula de gobierno
sino un principio rector: el bien de los hombres que componen la sociedad.

Como aclara Bertrand de Jouvenel, el bien común no se traduce en bien particular de


los individuos sino de modo indirecto, o sea en función del orden y de la justicia que
proporciona al conjunto. Por eso, Dabin lo denomina bien común público, agregando la
palabra "público" para expresar que engloba sólo bienes sociales considerados
indispensables para el bien individual, como son la seguridad de la vida y la de poseer
el fruto del trabajo, la educación, el matrimonio, los servicios de salud o los medios
de transporte masivo, y no comprende la distribución de bienes que sean alcanzables
individualmente.

Excepcionalmente, como sucede con la edificación de viviendas en numerosos países,


el Estado asume la tarea de proporcionar el bien particular, al dotar con viviendas
a personal de un determinado sector de la población. Lo hace para remediar un
malestar social que no puede ser encarado sólo por acción estatal indirecta. Igualmente
cuando proporciona medios de producción, tal como sucede con la Reforma Agraria,
el Estado realiza directamente el bien particular de los adjudicatarios. Pero en la sociedad
occidental sobre todo, el poder se limita a crear las condiciones sociales, como son
el orden jurídico y su protección, la educación, la administración de justicia, que
hacen posible que cada persona se realice.
(*) Tomado del libro: “Ciencia Política, Teoría del Estado y Derecho Constitucional”. Edit. Studium. Lima
Por este carácter de generalidad tiene un rango superior al bien particular. En la
sociedad humanista, los gobernantes se distinguen por su voluntad de servir de medio para
el bien del pueblo todo, reconocimiento que el Estado existe para que se realice a
plenitud de las facultades personales.

Triple función del Estado.

De dicha concepción deriva para el Estado una t riple función de tutela, suplencia
y promoción, consistente en proteger los derechos individuales, suplir la iniciativa privada
y promover el progreso social.

Poniendo énfasis en la primera de estas funciones, el liberalismo concibió el llamado


"Estado Gendarme", que se limitaba a garantizar la seguridad, en tanto que
el socialismo ha concebido el Estado Bienestar, el cual ofrece procurar bienes económicos
a todos.

Superando los extremos del estado gendarme y del estado providencia, la democracia
social diseña un Estado que promueva el bienestar sin ahogar la libertad.

La misión del Estado es simultáneamente estática y dinámica, o sea de tutela y


de subsidiaridad. De un lado debe protegerse los derechos de la persona, y del otro, la de
54
suplir lo que la iniciativa privada es incapaz de realizar, así como promover el
desarrollo económico y social para elevar los niveles de vida y reducir al mínimo las
desigualdades. Tal función supletoria, así como la de promoción, aplican el principio de
subsidiaridad. Cuando el Estado se sustituye a los particulares para hacerlo que éstos
pueden realizar tan bien como él, o en muchos casos mejor que él, la libertad
es recortada innecesariamente.

Las funciones concretas del Estado, así como la amplitud con que deben ser ejercidas,
dependen de causas sumamente variables en su número y naturaleza. Cabe mencionar
algunas funciones primordiales, como la conservación del orden social, la defensa
contra agresiones externas, la administración de justicia, los servicios civiles, la educación,
la regulación de las operaciones económicas fundamentales, el desarrollo económico
y social, la organización de la salubridad y los seguros sociales. Respecto de la
intervención del Estado en la vida económica, la discusión doctrinaria se actualiza cada día.
Las escuelas totalitarias preconizan un intervencionismo absoluto, que centralice
los medios de producción y distribución de la riqueza, en tanto que la
concepción democrática occidental respeta las formas esenciales de la propiedad, dentro
de una organización en la que el Estado dirija la economía con miras al bien común.

La fórmula más adecuada a la actual coyuntura es la que ha anunciado la democracia


social: "Libertad hasta donde sea posible y planificación hasta donde sea necesario".

Así se viene logrando en algunos países que consideran que la iniciativa privada debe ser
llamada a participar en el planeamiento del desarrollo, para que éste se logre con un
sentido de comunidad y no de estatismo. Ello supone que toda actividad económica
sea puesta bajo el imperio de la ley nacional de modo que los centros de decisión
estén en el país y que el sector público de la economía acreciente su radio de eficacia.
La revolución industrial y el notable crecimiento demográfico, así como los requerimientos
de una sociedad que se masifica, han determinado que se acentúe la intervención del
Estado en esferas que, hasta hace pocos años, quedaba libradas a la actividad
privada. La democracia representativa, enfrentaba a sistemas colectivos compactos, ha
comprendido por fin que la economía debe estar al servicio del hombre.

Admite ahora activamente sus deberes de promoción económica, mediante una política
fiscal, crediticia, de salarios y de seguros sociales, a fin de favorecer la redistribución
de la riqueza y disminuir los desniveles en el tenor de vida.

Determinación de los fines del Estado.

Durante siglos, cuando menos a partir de Aristóteles, los hombres han considerado
injustas las grandes desigualdades económicas. Pero no se tenía conciencia de que fuera
posible cambiar fundamentalmente la distribución de la riqueza. Desde comienzos de este
siglo fue extendiéndose la convicción de que los factores económicos podían ser
orientados hacia la justicia social. La formación de una vasta clase proletaria,
consecuencia de la industrialización, puso en mayor evidencia las injusticias sociales,
porque las acentuó. Al mismo tiempo, la evolución de las ideas demostraba que la
jerarquización social no respondía a una fatalidad, sino que era, más bien, una
organización o estructura que el hombre podía transformar.
55
La pasividad de las masas fue compensada con el dinamismo de los miembros de los
grandes partidos, comenzando a manifestarse tensiones exigentes y premiosas.

La ciencia política ha venido clarificando la interpretación de la acción política, la cual


incide sobre la composición social. A partir de la segunda guerra mundial, los politólogos han
visto definidamente que la acción del Estado depende de las creencias y de valores. Estos
últimos son más diversos y se les fija como objetivos simultáneamente: justicia social,
autodeterminación, respeto de la persona, cooperación internacional. La acción política
se orienta según sean los valores a cuya realización tiende cada época. En la nuestra,
la justicia social es el valor predominante. De modo universal se tiende a que se acorten
las desigualdades en el disfrute de los bienes. En materia de rentas no derivadas del
trabajo, el sistema tributario más adelantado tiende a reducirlas notablemente. Tocante
a ingresos o remuneraciones por razón del trabajo existen diferencias notorias entre los
campesinos y los obreros, entre las mujeres y los varones, entre los burócratas de
categoría elevada y los empleados públicos subalternos, entre los ejecutivos de las
empresas y el común de los trabajadores, por ejemplo.

Ello es objeto de distintas tentativas para acortar distancias en el "abanico de


las remuneraciones" con la finalidad remota de una nivelación. Si se comparan los
sistemas de remuneraciones a todo lo ancho del mundo se comprueba que a cada nivel de
desarrollo corresponde una mayor o menor desigualdad, mereciendo relieve particular el
caso de China por ser el país que viene aplicando con mayor sinceridad los incentivos
morales. En general, se aspira a llegar a un punto de equilibrio entre los incentivos
económicos y los incentivos morales, lo cual depende de una reeducación paulatina y
de una no siempre duradera.
La Declaración de la Independencia de los Estados Unidos, así como la introducción a
su Constitución y el preámbulo de la Constitución suiza, mencionan los fines del Estado,
al expresar la razón de ser aquellas formaciones políticas. También la Constitución de
México menciona el fin del Estado.

Así, la Constitución de los Estados Unidos se proclama dictada "en orden a formar una
unión más perfecta, establecer la justicia, asegurar la tranquilidad doméstica, proveer
a la defensa común, promover el bienestar general y asegurar a nosotros mismos a
la posterioridad contra las infracciones a la libertad. La constitución helvética es más
precisa, pues declara que la unión se propone “afirmar la independencia de la patria,
mantener el orden, proteger la libertad y los derechos de los súbditos, y promover el bien
común de los mismos”. La mexicana expresa que el poder ha sido instituído para el bien
del pueblo. El estado concreto, o sea cada Estado vigente, legitima su existencia por virtud
de los fines que invoca. Toda modificación en la organización y en la legislación del
Estado se justifica por la doctrina de sus fines. Cada Estado regula su actividad política
según sean los fines supremos que persigue.- De ahí la importancia de analizarlos, más
en nuestra hora, en que se enfrentan la concepción monocrática y la pluralista. Los
componentes del bien común son la seguridad y el bienestar general.

La seguridad tiene dos connotaciones: interna y externa. La seguridad interior (que abarca
el orden público y la seguridad jurídica) garantiza la coexistencia de los hombres; la
seguridad exterior protege de la agresión. El bienestar general consiste en la

56
satisfacción de las necesidades del compuesto social; sin un mínimo de bienestar
no existe el medio propicio para que la persona humana se realice.

Para aclarar la visión del Estado hemos de dividir sus actividades en dos grupos:

• Actividades que corresponden exclusivamente al Estado, y


• Actividades mediante las cuales ordena y promueve la vida social.

Actividades que corresponden de modo exclusivo al Estado son las de seguridad, o sea
la protección de la comunidad y de sus miembros, lo que entraña la defensa del
territorio y de la soberanía. Dice Jellineck: "No sólo tiene el Estado funciones propias
respecto del exterior, sino también respecto del interior; su fin consiste en la conservación
de sí mismo y en el mantenimiento de la integridad de sus fines generales; lo que
en primer lugar se logra mediante ella, es asegurar la existencia del Estado.
Los deberes de policía y los penales, no protegen sólo los bienes individuales y sociales,
sino al Estado mismo. En toda actividad del Estado hay un elemento cuya finalidad
consiste en conservar y fortalecer al propio Estado. De aquí que el mantenimiento y la
protección de la existencia propia y del propio prestigio, sea uno de los fines
correspondientes al Estado, dada nuestra conciencia de éste y de sus funciones".

Igualmente, es función del Estado la formación y mantenimiento del orden jurídico. Tras
una lucha secular, ha monopolizado el Derecho, el cual a su vez penetra las
manifestaciones del Estado y canaliza sus actividades.
El fin jurídico comprende la legislación vigente y también la legislación futura; ésta ha
de corresponder a las exigencias del devenir social, ya que la evolución histórica
determina el contenido del derecho.

Conjuntamente con las funciones de seguridad o tutela, el Estado cumple otras con miras
al bienestar, ellas son de suplecia y promoción, compartidas eficazmente con la
actividad individual. Tal extensión de la actividad del Estado, más allá de sus fines
exclusivos, varía según las épocas y está condicionada por la evolución de los hechos
y de la cultura.

Actualmente, casi todo cuanto se refiere a la vida comunitaria recibe la impronta de


la voluntad estatal, porque el Estado atiende directamente al interés común o bien
orienta el modo como los particulares deben propender a él. El problema de los fines del
Estado guarda relación estrecha con el fundamento del poder. No hay sociedad
posible sin poder, ni hay satisfacción de las necesidades humanas sin Estado. De aquí
recibe el Estado su justificación y su valor: nos ha sido impuesto por la vida histórica, pero
continuamente lo reformamos, persiguiendo el ideal humanista de que sirva a todos los
hombres y a todo hombre.

Política General y Política de Sectores.

Distingamos la política en cuanto conquista y uso del poder, o sea la política-dominio, de


la política en cuanto acción, la cual consiste en un haz de programas, política económica,
vial, educacional, sanitaria, etc.
57
La política general del Estado persigue el bien común, compuesto del valor seguridad y del
valor bienestar. Pero en cada circunstancia histórica y en cada país se presentan
necesidades múltiples a las que el Estado atiende por requerimiento exigente.

El Estado es la puesta en forma de una determinada sociedad, lo que supone el


empleo de una inteligencia y de una voluntad que, más que de la masa de gobernados,
procede de una minoría resuelta. La minoría que condujo el proceso revolucionario
en Francia así como aquella que modernizó al Japón en el siglo pasado, o la que
transformó la sociedad y el gobierno en Rusia, inspiró su acción en una ideología no
generalizada hasta mucho después. Igualmente viene sucediendo en América Latina.

La autodeterminación de cada Estado se manifiesta en propósitos rectores, siendo


lo ideal que dichos objetivos sean deliberadamente deseados por la colectividad. La política
se "abre en abanico", para atender a muy diversos ámbitos: el de gobierno o poder, el
de educación, el de sanidad, el de manejo monetario, el de población, el de protección
de las fronteras, el de mejoramiento de las infraestructuras (vial, escolar,
hospitalaria y de vivienda). Se trazan, de modo más o menos planificado, numerosas
políticas o frentes de acción del Estado.

Para la seguridad exterior, se traza una política militar y una estrategia diplomática;
para facilitar el acceso de la mayoría o los bienes materiales se traza una política; para
alcanzar una conciencia de unidad nacional, se sigue una política de integración social;
para elevar el nivel cultural, se traza una acción educativa; para mantener los derechos
individuales, inherentes a la dignidad del hombre, se emplea el respeto al pluralismo
político y una democracia con participación real del pueblo; para incentivar el desarrollo,
se sigue una política fiscal y una política económica determinadas, para prevenir
las secuelas del infortunio o del desempleo se traza una política de seguridad social,
para extender una real, se traza una política de transferencia del poder económico
hacia los sectores más vastos, mediante la redistribución de los ingresos, para reducir la
dependencia externa, se traza una política de inversiones e industrialización. Así con una
creciente planificación, el Estado ensancha su actividad y sus perspectivas.

El principio rector para que la autoridad no se torne prepotente es el que anunció Rousseau:
"Para ser legítimo, es preciso que el gobierno no se confunda con el soberano, sino que sea
su ministro".

Quienes mandan no son hombres providenciales; ejercen autoridad porque se les inviste
o tolera para lograr el bien común. Aún en el caso de gobernantes de facto, la conciencia
de su provisionalidad es impuesta por la experiencia histórica y constituye un apremio
para normar sus actos por la delimitación del bien común. En los países del tercer
mundo, en presencia de tensiones sociales que son incentivos de transformación
urgente, la función de gobierno comporta la necesidad de trazar estrategias para cada
problema vital. La estrategia del desarrollo es, sin duda, la más incitante y supone la reforma
o cambio de las estructuras, así como el planteamiento racional de las técnicas
a seguirse.

58
ESTADO Y NACION

Por: Alfredo Quispe Correa (*)

En la Constitución de 1993 se otorga a ambos vocablos significados diferentes. El artículo


cuarto nos dice que la comunidad y el Estado protegen a la familia y promueven el
matrimonio. El artículo 39° señala que todos los funcionarios y trabajadores públicos están
al servicio de la Nación. El artículo 66° sostiene que los recursos naturales son
patrimonio de la Nación, pero, agrega, que el Estado es soberano en su aprovechamiento.

El artículo 110° hace del Presidente de la República Jefe del Estado y personificación
de la Nación, y, el artículo 163°, dispone que el Estado garantiza la seguridad de la
Nación, mediante el Sistema de Defensa Nacional.

Las normas citadas, contienen palabras que han sido objeto de controversias, se han
usado como sinónimos y, por último han generado crueles conflictos que marcaron para
muchas sociedades su fin como entidades políticas y, para otras,el engrandecimiento
que han servido como ideales de grandeza, de sacrificio, de unidad de destino.

Trataremos en esta breve disertación de hacer un deslinde entre ellas, su enfoque


constitucional y, lo que creo sería la piedra angular en esta intervención, su proyección
política.

Jacques Leclerc: decía que "los conceptos de patria y de nación corresponden a un


sentimiento intenso y a una idea imprecisa".

59
(1) Efectivamente, mientras patria se vincula siempre como el padre y con el territorio, la
patria es tierra del padre, la tierra de los antepasados; nación que viene del nasci,
nacer, apunta al conjunto de hombres unidos por vínculos comunes al margen del
territorio. Hoy podemos afirmar que los palestinos constituyen una nación porque les
falta territorio, como lo fuera hasta fines de la segunda guerra mundial el pueblo
Israelí. En el caso de la Patria, también se desciende del antepasado, como en
la Nación, pero mientras ésta pone énfasis en la comunidad de hombres y el destino
futuro, la Patria redunda sobre la tierra y los antepasados. Nación, a nuestro
entender viene disparada de ancestros inmemoriales, pasa por el presente, en
que destaca la voluntad de unión y se proyecta hacia el futuro mediante una
vinculación sicológica que endurece la solidaridad entre los hombres. Estado, en
cambio, es la organización jurídica de la sociedad. El Estado es, en otra definición,
la sociedad políticamente organizada. El Estado no se confunde con la Nación; en todo
caso "Sociedad" puede usarse como sinónimo de Nación, como puede servirnos
el término comunidad. Hay que distinguir: Nación es siempre el elemento humano,
un pilar de la estructura estatal, pero no es el Estado. El Estado tiene tres elementos
básicos, como una estructura que son pueblo o población o nación, el territorio y el
poder, como hemos visto en la parte introductoria de esta conferencia.

(*) Ex Ministro de Justicia. Tomado de conferencia dictada en el CAEN-2000.

Nación es parte del Estado, cuando lo consideramos como elemento humano; las
otras, el territorio y el poder.

El Estado es más la administración de la sociedad y sus recursos. Por esa razón en la


constitución se dice que el Estado protege a la familia que es la base de la nación
y que los recursos son patrimonio de la Nación aunque pertenezcan al Estado.
Aclaremósle, los recursos naturales constituyen el patrimonio de la Nación, es decir
de la sociedad, pero es el Estado que en nombre de ella los administra, los usa y los
concede en explotación. Es el Estado, reitera la carta política, el que garantiza la
Seguridad de la Nación. En realidad, la nación, de donde proviene la nacionalidad,
constituye ese conjunto de seres humanos unidos por un destino común. Renán
diría: unidos por el deseo de querer compartir un destino común.

Ahora bien, el Estado realiza políticas para integrar a la comunidad alrededor de un


proyecto común, trata de universalizar un idioma concreto, en nuestro caso, el
castellano, para unificar; persigue crear y robustecer una conciencia nacional, combate
o debe combatir aquellas doctrinas que tratan de destruir las bases de la identidad
política. Se esfuerza, en suma, en hacer de esa sociedad heterogénea una nación,
integrando a los habitantes en una cadena solidaria e invisible cuyo fin debe ser
el bien común. Por lo menos, esa debe ser la tarea estatal.

Hemos delimitado los conceptos de patria, estado, nación. Nos orientamos ahora a su
contenido y perspectivas. Antiguamente se definía la nación como una comunidad
humana vinculada por religión, idioma, pasado, presente, futuro y raza. Hoy esa
definición no resiste compararse con la realidad; más aún, es difícil encontrar una
sociedad humana que resuma todas esas características. La afinidad colectiva es
un ideal, no una realidad. Comencemos por la raza.

60
¿Cómo definirla?, un diccionario común nos dirá que es una "casta o calidad de
linaje", "grupos de seres humanos que se dividen según el color de su piel y otros
caracteres".¿Es posible encontrar tanta pureza en lapigmentación?,definitivamente,
el vocablo "raza" ha sufrido una revaluación y no se lo usa en el sentido tradicional.
Raza es un grupo humano que tiene algunas características comunes, no
necesariamente físicas; aquí incidimos más en el aspecto cultural. El énfasis en las
características físicas llevó al mundo al borde de la destrucción, por culpa del nazismo.
No existen rasgos que privilegien a unos hombres sobre otros. La inteligencia no es
potestativa de algunos que poseen determinada conformación.

Hoy se sabe que la igualdad de oportunidades y de posibilidades, permite a los niños


de diversas latitudes, reacciones y desarrollo parecidos. Habrá siempre diferencia de
aptitudes, pero ellas no provienen de la diferencia de "rasgos" sino de los cromosomas.
Genéticamente, el hijo de un "genio" no necesariamente es "genial", como tampoco el
hijo de un limitado físico, hereda sus limitaciones.

Decimos luego que nación tiene un idioma común, y observamos aquí, cerca a las
fronteras, desmentidos rotundos. Brasil y Portugal tienen el mismo idioma pero
constituyen no sólo Estados distintos, lo que es obvio, sino unidades políticas muy
diferenciadas. Y en Europa, en Suiza, en donde se hablan idiomas diferentes,
nadie duda en calificarla de una "nación". Y en América del Sur, que se habla
mayoritariamente el castellano, nos sobran escrúpulos para pensar que estamos en
camino de integrar una nación.

(2) La religión tampoco resulta, hoy en día, causal de identidad. Los yugoslavos se
encuentran unidos a pesar que los croatas y serbios profesan religiones como la
católica y sismática griega, mientras que pueblos, como los latinoamericanos, que
tienen una confesión mayoritariamente católica, se hallan divididos, a veces por
pugnas irreconciliables. Incluso dentro de un Estado coexisten religiones diversas,
protegidas por la libertad de creencias que las constituciones modernas consagran.

La historia es un factor de aglutinación cuando existe conciencia de ese pasado


común. Diremos mejor, cuando un Estado ha logrado socializar, integrar a su población,
para que comparta ciertos hitos culturales. ¿En América del Sur hay un pasado
común y, sin embargo, no existen Estados diferenciados que se esfuerzan en
cimentar sus diferencias en grupos humanos?. ¿Del Tahuantinsuyo, de la Colonia,
en lugar de pasar a una gran confederación aprovechando las analogíassicológicas,
idiomáticas, religiosas, no hemos formado un conglomerado de islas enfrentadas?.
En nuestro propio Estado, el pasado no ha sido internalizado por el total de la
población peruana, lo que revela el fracaso de la educación en nuestro medio,
porque educar es también integrar. Igual apreciación podemos hacer sobre el
presente y el futuro. No existe una conciencia compartida de nuestro rol hoy, y
menos, del papel de mañana, hablando en términos internos.El "presente" histórico
pasa por filosofías de gobierno tan distintas, que la población no logra movilizarse
alrededor de una "idea-motor" que la subyugue. Con mayor razón el futuro aparece
nebuloso; la gente mira el mañana sin esperanzas.

Es curioso observar como Stalin, en su "El Marxismo y el problema de la Nacionalidad",


61
hablaba de la nación como si fuera una “ comunidad estable, históricamente desarrollada, de
lengua, territorio, vida económica y rasgos sicológicos, que se
manifiestan en una comunidad de cultura". Y decimos curioso, porque losmarxistas
han criticado mucho al nacionalismo que se funda precisamente en esos caracteres,
llamándolos movimiento burgueses, chauvinistas. Hoy existe un retorno a
esa línea de apoyo, para aprovechar las legítimas aspiraciones de un pueblo
por alcanzar su independencia y encausarlas hacia el autoritarismo marxista.

(3) Hay que ver las críticas que el propio Marx y Engels lanzaran, en su manifiesto
comunista, al Estado Nacional.

(4) Desgraciadamente el Fascismo vendría a justificar, en alguna medida, las críticas


acerbas, porque en nombre de la "nación italiana", propinó a los hombres peores
vejámenes.

Como una reserva a la idea de la nación - estado, identificación propuesta por el nazismo
y el fascismo, se sugería la existencia de los estados multinacionales. Rusia era un
ejemplo, como lo era Bélgica, Suiza, China, Yugoslavia.

Y es bueno recordarlo, hubo épocas en que los comunistas intentaron dividir al Perú
en Quechuas y Aimaras, sin que éste temperamento prosperara. Pues bien, ¿qué hace
que un Estado multinacional no se disgregue? Volvamos los ojos a Renán, la
respuesta sigue siendo fundamentalmente una cuestión sicológica: la solidaridad entre
los hombres por el convencimiento del destino común. Si esa solidaridad no existe,
un Estado es débil, invertebrado, desintegrado, exponiéndose a toda clase de presiones.
Si, por el contrario, un Estado logra cohesionarse, integrarse, vertebrarse, le será mucho
más fácil eludir las amenazas y alcanzar los objetivos que se proponen.

¿Existe la nación, es posible un Estado- Nación?. La nación, en nuestro concepto es


un ideal a alcanzar. Es sumamente cómodo gobernar, cuando existe un idioma común,
cuando se conocen las vicisitudes pasadas, cuando el pueblo afirma su vocación de
realizarse en un futuro cercano. Y a esa situación debe propender un estado. La
educación es un medio , los planes y programas deben coincidir en esa tarea
aglutinante; los profesores también aunque este resulta en el caso concreto nuestro,
el talón de Aquiles de todo esfuerzo integrador alrededor de la idea nacional, porque
poseen ideologías diversas convierten cada aula en un centro descohesionador de los
esfuerzos que se realizan por unir.

El Perú es un país heterogéneo. Debemos esforzarnos en constituir una nación.


El nacionalismo, que viene de nación, es una esperanza frustrada; es un vehículo
aglutinador no utilizado políticamente. Nosotros debemos tratar de universalizar la cultura,
el idioma, integrar los planteles, incluyendo las universidades, hacia los grandes
objetivos nacionales, que comprenden las políticas de desarrollo y de defensa.

Insistimos que nación es, sobre todo, una vinculación sicológica. Israel se une por la
amenaza de los Arabes; Los palestinos por recuperar su territorio, en Estados Unidos hay
clara conciencia sobre el valor de su carta política y destino imperial; los países
comunistas, porque juzgan que están realizando una tarea de liberación, como si
62
fueran mecías renacidos.

¿En el Perú, que nos une ?. He aquí el gran problema.

Debemos rechazar toda idea que intente hacer del nacionalismo un egocentrismo, que
lleve a considerar que el mundo gira alrededor nuestro, que culmine en una soberbia
despreciativa hacia otros pueblos. Nuestro nacionalismo se debe fundar en la solidaridad,
para lograr un proyecto nacional que compartan todos. Y debemos señalar objetivos
básicos de estas ideas: el poblamiento de las fronteras, la ocupación plena del territorio,
la divulgación histórica en todo los niveles, el recuerdo constante de los héroes, la
descentralización económica y, sobre todo, como idea-motor las tareas que reserva el
futuro, las grandes reivindicaciones.

Es evidente que el proyecto no puede agotarse en breves líneas. Pero si queremos


resaltar que la nación es un ideal a alcanzar, que el Perú es un país invertebrado y que
se debe realizar una gigantesca obra vertebradora. Nuestra
Constitución habla de la integración, pero integrarnos así como estamos, divididos, sin
clara conciencia de nuestra unidad política, de nuestra importancia, con otros Estados
sería para desaparecer como Estado Peruano. Por ello debemos realizar esfuerzos en
lograr esta vertebración, es decir, por hacer del Perú una nación, de lograr, en caso de ser
posible, una identidad Estado-Nación, que facilitaría enormemente no sólo la
tarea de gobierno, sino la seguridad interior.
Las condiciones están dadas. Debemos si cuidar un aspecto: que los diversos gobiernos
no compitan con ideologías diversas, aceptamos que la carta política contiene los grandes
fines que el Estado propone. Pues bien, alrededor de esas ideas, que deben ser
internalizadas, forjemos la unidad que se requiere. Entre nosotrosno sólohay diferencias
de gobierno, sino hasta diferencias de ministro a ministro dentro de un mismo gobierno,
superemos estas trabas. Es hora de pensar integralmente al Perú y de realizar su destino.

63
ACTIVIDADES OBLIGATORIAS:

Conteste las siguientes preguntas:

• ¿Por qué se dice que el poder político es el único que puede ejercerse sobre la comunidad
entera?
• ¿Cuál es el fin de la política?.

Términos que deberá manejar:

o Razón de Estado.
o Orden social.
o Poder objetivo del Estado.
o Acción política

AUTOEVALUACIÓN:

1. Conceptualice la naturaleza del poder


2. ¿Por qué se dice que el poder político es el único que puede ejercerse sobre la comunidad entera?
3. ¿En qué consiste la función compulsiva del poder?
4. ¿Cómo se manifiesta la vinculación de la política con el Estado?
5. Por qué Estado y sociedad son indesligables?
6. Conceptualice el término Patria.
7. ¿Cuál es la finalidad y la función del Estado?
8. ¿Es igual Estado y Nación?. ¿Por qué?.

RECURSOS PARA AMPLIAR EL TEMA:

EXPLORACION ON LINE

• http://www.monografias.com/trabajos12/elorigest/elorigest.shtml

64
• http://es.wikipedia.org/wiki/Portal:Ciencia_pol%C3%ADtica
• www.elprisma.com/apuntes/apuntes.asp?categoria

BIBLIOGRAFIA COMENTADA

• Josep M. Vallès: Ciencia Política. Una introducción. Barcelona, 2000


• Sodaro, Michael, "Politica y ciencia política, una introduccion". Mc Graw Hill. México.2006.

UNIDAD 3

65
ESTADO, CONSTITUCION Y
DEMOCRACIA

LA CONSTITUCION DEL ESTADO

Por: Eduardo García Maynez ( * )

Hemos definido al Estado como la organización jurídica de una sociedad bajo un poder de
dominación que se ejerce en determinado territorio. El Estado es, por consiguiente, una
forma de organización y dicha organización es de índole jurídica. Por organización
se entiende - dice Ehrlich - "La regla de la asociación que asigna a cada miembro de
ésta su posición dentro de la misma, ya de dominación, ya de sujeción, y las funciones
que le corresponden".

Las normas relativas a la organización fundamental del Estado reciben el nombre de


constitución. La Constitución del Estado comprende - según Jellinek - "las reglas
jurídicas que determinan los órganos supremos de éste; su modo de creación: sus
relaciones recíprocas; su competencia y la posición de cada uno en relación con el poder
estatal". La palabra constitución no es solamente aplicada a la estructura de la
organización política, sino también sobre todo en la época moderna - al documento que
contiene las reglas relativas a dicha organización - (constitución en sentido formal).

La idea de la constitución como norma fundamental fue formulada por vez primera
en el siglo XVI. En Francia, durante la época de Enrique IV, Loyseau sostuvo que el poder
real encuentra serias limitaciones en "las leyes fundamentales del Estado". Y "Hobbes,
en su obra Leviathan, escribe que la ley fundamental es aquella "cuya abolición traería
consigo la ruina del cuerpo social y provocaría una anarquía completa". Esta ley
tiene su origen, según el mismo autor, en el contrato que sirve de base a la organización

66
estatal.

La idea de que la Constitución emana de un contrato celebrado por los particulares para
instituir el poder político, reaparece, con variantes de mayor o menor monta, en
las doctrinas de la época sobre el derecho natural.

Pero el concepto de Ley Suprema, en el sentido de carta constitucional, sólo empieza


a tener importancia práctica en las colonias inglesas de América del Norte. La
organización de éstas hallábase establecida en una serie de Cartas otorgadas por los
reyes de Inglaterra, en las cuales se fijaban los principios fundamentales de su gobierno
y organización administrativa: Las “Fundamental Orders” de Connecticut, aparecidas en
forma de contrato celebrado por los colonos, constituyen el núcleo principal de la Corte
otorgada por Carlos II a la Colonia, confirmada en 1776 por el pueblo como constitución.
Del mismo modo, la colonia de Rhode-Island, establecida por Roger Williams sobre la
base de un contrato de colonización, recibe en 1663 una Carta de Carlos II, que
confirma las instituciones ya existentes y sirve de Constitución a ese Estado hasta
1842. Las cartas de ambos Estados de la confederación americana son, pues,
las dos más antiguas cartas constitucionales en el sentido moderno de la
palabra".35
(*) Tomado del libro “Introducción al estudio del derecho”, de Eduardo García Maynez. Edit. Porua. México. 1940.
Cuando estalló la revolución americana, las 13 colonias tenían Cartas de esa índole, las dos
ideas que sirvieron de base a tales documentos son, por una parte, la del contrato
fundamental concluido por los miembros de la comunidad, y la de concesión emanada del
poder real, por la otra. Esta última, idea fue debilitándose paulatinamente, en tanto que
la tesis de que la constitución es fruto de un contrato se robusteció cada vez más. En
las Cartas de las colonias inglesas de América se consagró el principio de la división
de poderes, lo mismo que el de la limitación del poder legislativo de cada colonia. Tal
poder tenía un límite en las mismas Cartas y en las leyes inglesas.

Toda disposición legal contraria a las Cartas otorgadas por el Rey o a la legislación del
reino, podía ser declarada nula por el privy council británico. De este modo empezó
a dibujarse la idea de la constitución como ley fundamental o suprema, es decir, como
norma de normas. Esto significa, por un lado, que la constitución sirve de base o
fundamento a las demás leyes y, por otro, que la legislación ordinaria se encuentra
subordinada al orden constitucional.

Al independizarse las colonias y transformarse en Estados, promulgaron, en ése y los


siguientes años, sus distintas Constituciones, de acuerdo con los principios de soberanía
del pueblo y división de poderes. Tales documentos ejercieron una influencia decisiva en
la Asamblea Constituyente, francesa de 1789-1791 y, a través de las Constituciones de
Francia en las demás de Europa y América.

Las constituciones americanas comprenden dos partes principales: el Bill of Rights


(Declaración de Derechos) y el Plan of Government (Plan de Gobierno).

35
JELLINEK, Op. Cit. Pág. 183

67
Las Declaraciones de Derechos no figuraban en las Cartas coloniales o, al menos,
no tenían la extensión que alcanzaron más tarde. El Bill of Rights contiene una enumeración
de los derechos subjetivos públicos; el Plan of Government determina la estructura
fundamental del Estado.

Al promulgarse, en 1787, la Constitución Federal Americana, no se incluyó en ella


ninguna Declaración de Derechos. Pero en 1789 se añadieron diez (10) artículos más,
con el carácter de Bill of Rights para toda la Unión.

A las dos partes principales de las constituciones modernas suele dárseles, actualmente,
los nombres de Parte Dogmática (que en lo esencial corresponde al Bill of Rights) y
Parte Orgánica (para el Plan of Goverment)36.
La idea de que la constitución es la norma fundamental deriva de dos consideraciones
principales. En primer término, las normas constitucionales - en los países que tienen
una constitución escrita – se hallan por encima de la legislación ordinaria y sólo pueden ser
modificadas de acuerdo con un procedimiento mucho más complicado y largo que el que
debe seguirse para la elaboración de las demás leyes; en segundo lugar, tales normas
representan el fundamento formal de la idea y de los preceptos jurídicos de inferior rango.
Este último aspecto ha sido definitivamente esclarecido por la teoría del orden jerárquico
de los preceptos del derecho, elaborada por Markl, Kelsen y Verdross.

En los países que no poseen una constitución escrita, como Inglaterra, el orden
constitucional no es definido de acuerdo con características formales, sino atendiendo a
un criterio material. Por constitución se entiende entonces la estructura fundamental del
Estado, es decir, la forma de organización política, la competencia de los diversos
poderes y los principios relativos al "status" de las personas.

Las constituciones modernas suelen ser divididas en dos grupos: rígida y flexibles37.

36
“El sistema normal de las constituciones escritas comprende ordinariamente una parte que suele y puede
muy bien llamarse, dogmática, y otra orgánica. Las declaraciones de derechos de las constituciones
norteamericanas y de la Constitución Francesa de 1791, así como los títulos primeros de otras, vgr., de la
nuestra, en que se habla de los españoles y sus derechos, forman esa parte o elemento dogmático, con sus
expresiones y declaraciones, definidores o imperativas, que consagran determinados principios y formulan
normas fundamentales, como por ejemplo la fuente o residencia de la soberanía, las condiciones y garantías
de la personalidad y ciertos derechos y libertades, etc. El resto de las constituciones, o sea las disposiciones
sobre organización de poderes, determinación de sus respectivas funciones y de las relaciones entre las
instituciones que las desempeñan, forma parte de los elementos orgánicos”. A. Posada “Tratado de Derecho
Público”. Madrid. 1929.
37
“Por constitución de un Estado o Nación entendemos –dice Bryce-, las normas o leyes que determinan la
forma de gobierno, los derechos y deberes del gobierno ante los ciudadanos y viceversa; en algunas partes
las leyes o normas que forman la Constitución pueden ser establecidas o modificadas por el legislativo
ordinario, de la misma manera que las demás leyes, mientras en otras, esas normas están colocadas por
encima o fuera del alcance de su Poder Legislativo; dictadas por una autoridad superior, no pueden cambiarse
por ella. En los países de la primera clase, “lo que se llama Constitución, no es más que el conjunto de leyes –
comprendiendo entre ellas, naturalmente, a las costumbres y decisiones judiciales de carácter político-, en
esos países no hay nada con la forma de las que se llaman comúnmente constitucionales, ni se distinguen
estas por su origen ni por el grado de autoridad, de las otras leyes. Una Constitución de ese género,
68
Las del primer grupo son aquellas que no puedenser modificadas, en la forma
establecida para la elaboración o modificación de las leyes ordinarias las del segundo
no señalan ninguna diferencia de orden formal entre leyes ordinarias y constitución, por
ende, la reforma de éstas últimas puede hacerse del mismo modo que la de aquéllas. La
Constitución Inglesa son los dos ejemplos típicos de constitución rígida y constitución
flexible. La de nuestro país pertenece a la primera categoría, ya que su reforma está
sujeta a requisitos mayores que los que se exigen para la modificación de las leyes
ordinarias.

Derecho Constitucional

El derecho político o constitucional es el conjunto de normas relativas a la estructura


fundamental del Estado, a las funciones de sus órganos y a las relaciones de éstos entre
sí y con los particulares. Al referirnos, al concepto de constitución, vimos como pueden
entenderse en sentido formal o en sentido material. Desde el punto de vista formal
la palabra constitución se aplica al documento que contiene las normas relativas a
la estructura fundamental del Estado; desde el punto de vista material, en cambio, se
aplica a esa misma estructura, es decir, a la organización política, a la competencia de
los diversos poderes y a los principios concernientes al status de las personas.

De acuerdo con esta doble posibilidad, cabe hablar del derecho político tanto en sentido
formal como material. La acepción en que aquel concepto se toma dependerá de
la forma en que la palabra constitución se emplea.

Si entendemos el término en sentido material, habremos de admitir que todo Estado tiene
una constitución. "Tomada, en efecto, la constitución, en su aceptación amplia,
es aplicable a todo tiempo y lugar. Se trata entonces, de un concepto de alcance y
valor muy generales y referibles no sólo a los Estados, sino a los cuerpos físicos.....".
"La palabra constitución, dice Schmitt, reconoce una diversidad de sentido. En una
acepción general de la misma, todo, cualquier hombre y objeto... puede tener una
constitución. De aquí no cabe obtener ningún sentido específico.

Si se requiere llegar a una inteligencia hay que limitar la palabra constitución a la


constitución del Estado, es decir, de la unidad política de un pueblo38. Pero un entendido
de Estado, la expresión puede tomarse, según dijimos antes, tanto en sentido formal como
en sentido material. En este último sentido, todo Estado tiene una constitución; en el
primer sentido sólo la poseen aquellos cuya organización política aparece regulada
en un documento solemne, al que se le dá el nombre de Constitución (Ley Gubernamental,
norma de normas).

susceptible de ser modificada en todo momento, ampliándose o "En los países de la otra clase las leyes y
normas que describen la naturaleza, los poderes y las funciones de Gobierno, están contenidas en uno o
varios documentos emanados directamente de una autoridad superior a la legislativa ordinaria". "En todos
esos casos, no encontramos en esos países una ley o grupo de leyes que se distinguen de las otras, tanto por
el carácter de su contenido como por su origen y por su autoridad ..."- Cuando la Constitución consta de una
o de varias leyes, de esa naturaleza, propongo que se llame constitución rígida". restringiéndose, en lo que,
puede llamarse propiamente una Constitución flexible.”. Op. Cit. Pág. 134.
38
Posada, A. “Derecho Político”. 5ª Edición. Madrid. 1935. Pág. 13
69
Aún cuando todo Estado - tiene materialmente hablando, una constitución escrita o
consuetudinaria- el término Estado constitucional suele aplicarse únicamente a las
organizaciones políticas "cuyas máximas fundamentales no sólo definen cómo deben ser
elegidos o designados aquellos a quienes se confíe el ejercicio de los poderes
soberanos, sino que imponen restricciones eficaces a tal ejercicio, con el fin de proteger
los derechos y prerrogativas individuales y defenderlos contra cualquier acción del poder
arbitrario".39 . El carácter fundamental de una constitución escrita, en sentido moderno,
como dice Borgeaud, es ser "una ley de protección pública, una ley de garantías".

De aquí que en los Estados Constitucionales que poseen constitución escrita, esta última
tenga, el lado de la Parte Orgánica, una Parte Dogmática (Bill of Rights), en donde
se consagran los derechos subjetivos públicos del individuo. Pero es claro que un
Estado puede quedar comprendido dentro de aquella categoría aún cuando carezca,
como Inglaterra, de constitución escrita. Por ello es que al definir el Derecho Constitucional
como conjunto de normas relativas a la estructura fundamental del Estado, a las
funciones de sus órganos y a las relaciones de éstos entre sí y con los particulares,
aludimos tanto a reglas escritas como a normas consuetudinarias.
Derecho Administrativo

"El derecho administrativo es la rama del derecho público que tiene por objeto
específico la administración pública". Esta definición, que expresa el concepto más
moderno del derecho administrativo, no puede ser entendida si no se explica su última parte.

Administrar significa, en términos generales, cobrar para la gestión o el cuidado de


determinados intereses, propios o ajenos. La administración pública puede ser
definida como actividad a través de la cual el Estado y los sujetos auxiliares de éste
tienden a la satisfacción de intereses colectivos.

Para precisar el concepto de función administrativa es necesario recordar la doctrina de la


división de poderes. De acuerdo a tal doctrina, las funciones del Estado pueden ser
concebidas en dos sentidos diversos, uno material y otro formal. Desde el punto de vista
formal, las diversas funciones son definidas de acuerdo con la índole de los poderes: así,
la legislativa es atribuida al Congreso; la jurisdiccional, a los jueces y tribunales y la
administrativa a los órganos ejecutivos.

Esta delimitación no coincide en todo caso con la índole material delas distintas
funciones. Puede ocurrir que un acto administrativo desde el punto de vista formal, sea,
desde el material, jurisdiccional o legislativo, o que un acto realizado por el Congreso
o por los tribunales, tenga desde el segundo punto de vista, carácter administrativo.

En los Estados modernos tanto la administración como la jurisdicción se encuentran


normativamente reguladas. Esta subordinación de las citadas funciones al orden legal es
distinta en cada caso. Al ejercitar la de juzgar, al Estado persigue la realización del
derecho controvertido o incierto; al ejercitar la administrativa, tiende a realizar intereses
generales.

39
Frases de Gooley, citado por Posada.
70
Las funciones legislativa y jurisdiccional ofrecen dos características comunes:
imparcialidad y objetividad (Santi Romano). Los jueces deben aplicar el derecho existente
y se encuentran colocados por encima de las partes; el legislador, en cuanto tal, nunca
interviene en las relaciones jurídicas que derivan de las normas por él formuladas.
En cambio, al realizar la tarea administrativa, el Estado obra por sí mismo, es decir,
como sujeto o parte interesada en ejercicio de dicha función.

Los procesalistas han elaborado un criterio que permite distinguir claramente las
funciones administrativa y judicial. Al realizar esta última, el Estado obra por cuenta ajena,
subsistuyéndose a los particulares para la declaración y tutela del derecho controvertido
o incierto, en tanto que, al desempeñar la primera, obra por cuenta propia.

"Cuando el Estado, dentro de los límites que le ha señalado el derecho, persigue sus
intereses, desarrolla una actividad administrativa. Por el contrario, cuando interviene
para procurar la satisfacción de ciertos intereses a que el titular no pueda proveer
por sí mismo, a causa de la incertidumbre y de la inobservancia de la norma que los
protege, existe la jurisdicción. La distinción entre actividad administrativa y jurisdiccional
estriba, pues, en que mientras con la primera el Estado persigue directamente sus
intereses, en cuanto pueden ser directamente perseguidos, con la segunda interviene para
satisfacer intereses de otro, que han quedado sin satisfacción y que no pueden
perseguirse directamente.

"Administrar, aquí como en cualquier otro orden, es cuidar intereses propios; hacer
justicia es intervenir en el interés de otro..

La posibilidad de definir las funciones del Estado desde el doble punto de vista, material
y formal, vuelve a presentarse en relación con el concepto de administración pública. En
efecto, dicho concepto puede ser entendido tanto formal como materialmente.

La administración pública, en sentido material u objetivo es la actividad del Estado


encaminada a la satisfacción de intereses generales (sea cual fuere el órgano que
la realice). En sentido formal, por administración pública se entiende todo acto del poder
ejecutivo (aún cuando tenga, desde el punto de vista material, carácter diverso). Para
precisar nuestra definición del derecho administrativo tendremos que decidir en qué
sentido ha de tomarse en ella el término administración pública.

Los autores no han conseguido entenderse en este punto. La mayoría se inclina, sin
embargo, en favor del criterio formal. De acuerdo con este último, el derecho
administrativo podría definirse como el "complejo de normas jurídicas que regula la
organización y la actividad de la administración pública en sentido formal.

71
CONSTITUCION Y DEMOCRACIA

Por: Alfredo Quispe Correa (*)

La Democracia se puede caracterizar como gobierno de la opinión pública y control


de poder. Si fallan, un régimen podrá ser Constitucional pero no democrático.

La Constitución es el continente y la democracia el contenido : para medir su trascendencia


se requiere evaluar las normas y apreciar críticamente el ejercicio del
poder.

El propósito de éste artículo no es enjuiciar la normatividad Constitucional, es observar si


su principal objetivo se viene cumpliendo; es decir, si la democracia se ha
desarrollado plenamente o si, por el contrario, a pesar de la carta magna y de regímenes
Constitucionales, la democracia es todavía proyecto. En otras palabras, descubrir si
nuestro sistema político se ha modernizado al extremo de profundizarla o es sólo,
la democracia, arquitectura frágil.

Se elige gobierno por un período determinado. Ese es el sentido de la democracia


representativa. La elección de un gobierno significa el triunfo de la opinión pública
prevaleciente en el país, en un momento dado. En consecuencia, si esa opinión pública
varía, tiene todo el derecho de cambiarlo siguiendo las pautas legales, como una forma
de dinamizar, darle vida a la democracia.

Es sensato, en lugar de sostener que la sociedad está obligada a padecer al mal


gobierno hasta el término de su mandato. Es un concepto sadomasoquista de la
democracia que rechazo.

Equivale decir : sufre por haberte equivocado, con el agravante que se tortura también
al inocente. El concepto de la democracia es algo más digno.

En la democracia moderna si el pueblo yerra tiene derecho a rectificarse. En la democracia


72
petrificada, sobreviviente de ideologías de otros siglos, si el pueblo se equivoca tiene que
sufrir. Modernizarse supone, entonces, no esperar resignadamente
la muerte, sino posibilidad de seguir viviendo mediante un cambio de rumbo.

Existen instituciones diversas que han superado las deficiencias del Gobierno
representativo.

Tal anacronismo se apreciaría si un ministro nos dijese que no renuncia porque cuenta con
la confianza del presidente de la República y es su atribución Constitucional removerlo
o confirmarlo, lo que constituiría una verdad a medias. Es cierto que la designación
y remoción de los ministros es prerrogativa presidencial, pero la verdad total es que
no basta ese respaldo si no se tiene la confianza de la opinión pública.

(*) Artículo publicado por el CAEN – 2000.


Un ministro, por no decir un régimen, que tiene el 80% del electorado en contra, ¿puede
seguir gobernando un país?. Misterio. Para no encubrir la autocracia bajo un manto
Constitucional, lo que debió decir hipotéticamente ese Ministro, es lo siguiente: ejerzo el
cargo porque tengo el respaldo de la opinión pública y del presidente de la República. Un
gobierno debe legitimarse diariamente: las confianzas son mutuas.

Otra característica comprende el control del poder, antigua aspiración que no logra
plasmarse. El problema no radica en la Constitución sino, además en la voluntad
de los gobernantes. Veamos. La ley fundamental ha establecido una serie de
mecanismos formales para que ese control se produzca. Lo que no pudo prever fue la
concentración del poder, a pesar de las elecciones y por el papel que desempeña el
partido en la época contemporánea.

Sin embargo, diez años de experiencia son suficientes para haber propuesto las
enmiendas requeridas si, como resultado del sistema electoral, hay una tendencia a
concentrar el poder de un partido. Si ese monopolio es la negación de la democracia,
se debió reformar la Constitución para evitar acaparamientos peligrosos.

El poder debe ser controlado por muchas razones: la libertad humana, la justicia, el bien
común. Títulos suficientes para plantearse algunas innovaciones en la carta, establecer
otras formas de designación y/o elección o, cuando menos, que los gobernantes
demostraran explícitamente su voluntad de no temer el control ni a la opinión pública.

Las mejores lecciones de ciencia política las da el sentido común. Si un gobernante quiere
cumplir la Constitución no vacila en nombrar personas idóneas, así fuesen adversarios,
en el tribunal de Garantías Constitucionales, para que lo ayuden en tal noble propósito.
A un gobernante que tiene el deseo de manejar honrada y eficientemente los recursos
del Estado, no le asusta que existan funcionarios autónomos encargados de las tareas
de inspección.

Si quiere, en cambio, que le cubran sus infracciones Constitucionales; busca


complacientes en la composición del tribunal. Si no quiere justicia o le molesta que fiscalicen

73
sus manejos presupuestales, apela a otros incondicionales. Sin reformar la Constitución,
hubiese bastado la actitud del gobernante, para evitar malentendidos y
afianzar la democracia.

Esa conducta negativa por eludir el control y obediencia a la opinión pública, conduce
a que sea cada vez mayor el número de personas que desconfía del sistema
democrático. Si ese sentimiento negativo se extiende, resulta peligroso para el porvenir
de un modo de vida que se funda en libertades. Si ocurre serán culpables quienes, a
sabiendas de lo que pasa, no se han atrevido a rectificar la carta ni a comportarse de
tal manera que el ciudadano sienta orgullo de su régimen político.

Si el pueblo comete errores debe tener la posibilidad de enmendarlos. Después de todo


el pueblo es la fluencia del poder. Así nos lo han enseñado y repetido desde que nacimos
a la vida independiente. Más que transferir la culpa al pueblo, hay que responsabilizar
a quien, teniendo el poder en sus manos, no es capaz de crear medios
eficientes de participación ciudadana, ni osa cimentar la confianza en el sistema
promoviendo instituciones autónomas de control del poder.

La Constitución admitimos que requiere algunas reformas, pero lo que apreciamos más
como saldo negativo es el desdén de la autoridad por la opinión pública, así como su afán
crónico por eludir cualquier forma de control. Si se persiste en esa línea no habrá que
buscar culpables de la destrucción del sistema entre sus enemigos tradicionales.

Esa situación precaria la aprovechan los aventureros del totalitarismo, para burlarse
en nuestros rostros de la justicia tasada, la ausencia de participación, el monopolio
del poder y la inmoralidad pública, como si la Constitución fuese el decorado que cubre
una realidad sufriente y distinta, y nos incitan a rebelarnos con otras banderas y
diferentes himnos.

La democracia, si quiere sobrevivir debe superar amenazas mediante instituciones


de autogobierno y participación, la renovación del régimen atendiendo a los clamores
de la opinión pública, al manejo idóneo de recursos públicos y la imagen de la patria
señalando el camino, por encima de intereses personales o de partido. Si no se logra
próximamente, la celebración del siguiente decenio de vigencia Constitucional será,
sencillamente otra frustración histórica.

Sebastián Soler decía, refiriéndose a la Argentina, que educar al pueblo era fácil y que
lo difícil era educar a los educadores del pueblo. Las dificultades, afirmaba, se
encuentran en niveles más altos. Pensando en el Perú suscribió en su totalidad ese
pensamiento. Si se traba el proceso de democratización del poder, no es culpa
del pueblo y si así fuese, educarlo no es difícil. Las dificultades se encuentran aún en
niveles altos.

Ojalá que el próximo proceso culmine con la elección de personas que tengan otras
actitudes, vocabularios y procedimientos acordes con nuestro tiempo. Ello nos permitirá
descubrir que la democracia es hermosa porque se funda en la libertad, en la
solidaridad humana y quiere alcanzar el bien común. Y que entre técnica, eficiencia y buen
gobierno y honradez y buenas maneras, no existen abismos.
74
UNA AGENDA INSTITUCIONAL PARA LA GOBERNABILIDAD DEMOCRÁTICA

Por: Antonio Camou (*)


El primer punto de la agenda se concentra en los temas de la seguridad ciudadana y
el mantenimiento del orden público; el segundo combina las dimensiones del desarrollo
económico y la promoción del bienestar social; los últimos tres puntos se refieren
al ámbito más general del orden político.
La garantía del orden público.

La gobernabilidad supone una reconocida capacidad del gobierno para mantener o


restaurar rápidamente el orden público, hacer cumplir la ley y hacer acatar las políticas
gubernamentales. Sin embargo, la proliferación de delitos comunes y la vinculación entre
las dependencias del Estado y el crimen organizado, en particular ligado al narcotráfico,
han generado durante los últimos años en las sociedades latinoamericanas una creciente
inseguridad ciudadana. En tal sentido, las exigencias de una gobernabilidad democrática
nos obligan a buscar un equilibrio entre eficacia gubernamental y control
ciudadano. Así, es preciso dotar al gobierno de herramientas ágiles y eficientes para
combatir el delito, pero también es necesario desarrollar mecanismos institucionales,
entre los que se destacan la conformación de unPoder Judicial ágil e independiente,
para impedir que la acción de los servicios de seguridad y las Fuerzas del Orden se
desnaturalice por los cauces de la conducta arbitraria y la impunidad.

La redefinición del esquema de relaciones entre estado, mercado y sociedad civil.

El mantenimiento de adecuadas condiciones de gobernabilidad depende en alto grado


de la capacidad del gobierno para llevar adelante una gestión eficaz de la economía y
una satisfactoria promoción del bienestar social. La experiencia histórica indica que
la democracia funciona mejor cuando hay un aumento gradual, pero relativamente
constante, del bienestar económico de la sociedad. En consecuencia, el control
de variables macroeconómicas, la promoción del desarrollo y la distribución del
ingreso, considerando cuidadosamente los efectos del crecimiento sobre el
agotamiento de los recursos y la contaminación ambiental, han de tener la más alta
75
prioridad en las agendas de las democracias.

Desde esta perspectiva, dos desafíos cruciales parecen presentarse para la gobernabilidad
democrática: la lucha contra la pobreza y la vinculación con una ciudadanía cada vez más
diferenciada en sus demandas y aspiraciones. En particular, y de manera más urgente,
se hace evidente la necesidad de políticas sociales más activas, destinadas a
contrarrestar los efectos negativos de la crisis de los años ochenta,
y de los ajustes y sobre ajustes posteriores. Como es sabido, estos ajustes se han
traducido en desocupación y subocupación, deterioro de los servicios
sociales, y degradación general en las condiciones de educación, salud, vivienda, trabajo
y cultura, entre otros aspectos.

(*) Tomado de la obra “Gobernabilidad y democracia”. Cuaderno Nº 6. Instituto Federal Electoral de Argentina.2000.
Ahora bien, aquellos países que parecen estar reestructurando sus economías con un
resultado de estabilidad y crecimiento se enfrentan con un dilema perturbador: ¿cómo
responder a esta gama cruzada de demandas sin amenazar los logros en materia de
estabilidad económica y reducción del déficit fiscal, o las perspectivas de crecimiento
económico?. En los últimos años un conjunto de autores ha abogado por una
redefinición de las relaciones entre Estado, mercado y sociedad civil, que supere los
extremos fáciles del viejo modelo del Estado interventor o los limitados horizontes
del llamado Estado "mínimo".

En esta línea se destaca la necesidad de que el Estado desarrolle una estructura en la


que se combinen la coherencia interna del aparato estatal (dotado de una burocracia
eficiente, un grado significativo de autonomía respecto de los intereses inmediatos de
los grupos sociales circundantes, una concentración del saber técnico, un
reclutamiento de personal con base en méritos y aptitudes, y la provisión de
oportunidades mediante una carrera bien remunerada de largo plazo) con la capacidad
para vincularse con sectores económicos, grupos y organizaciones de la sociedad civil,
en un intercambio productivo en el proceso de formulación e implementación de las
políticas públicas.

En tal sentido, se hace necesario fortalecer al Estado a fin de que pueda contar con
los recursos necesarios para asumir una eficaz "gerencia pública del desarrollo social";
una gerencia capaz de diseñar y poner en práctica políticas sociales que alcancen
a los sectores tradicionalmente postergados y a aquellos que han sido marginados
por los procesos de ajuste. Lo anterior implica la rearticulación orgánica entre las
políticas económicas y las sociales, la mayor participación de
las comunidades asistidas por los programas sociales, la descentralización de
las políticas, así como la incorporación de las organizaciones no gubernamentales
para su más eficiente ejecución, y la formación sistemática de
gerentes sociales.

Fortalecimiento de las instituciones del liderazgo político.

El flujo eficaz y legitimado de las decisiones políticas, en las sociedades democráticas


modernas, requiere del equilibrio y el fortalecimiento de las instituciones de liderazgo,
tanto en el nivel del Poder Legislativo como del Poder Ejecutivo. Si el

76
Congreso tiene que desempeñar un papel de gobierno efectivo, distinto del papel crítico
y de oposición, habría de ser capaz de formular metas generales, determinar prioridades
e iniciar programas, con base en mayorías estables y consistentes. Por su parte, un
Poder Ejecutivo con capacidad operativa es esencial para una conducción efectiva
de la política externa, el control de la burocracia y el establecimiento de metas
generales y de política. El Poder Ejecutivo tiene la responsabilidad de asegurar la
acción nacional en situaciones críticas de política económica y externa. No puede
asumir esa responsabilidad si está amarrado por una cadena de restricciones y
prohibiciones legislativas de escaso significado. Las restricciones legislativas sobre el
Poder Ejecutivo deberían ser juzgadas siempre bajo la siguiente pregunta: ¿si el
Presidente no ejerce ese poder, quién lo hará? Si el Congreso puede ejercer
eficazmente esas responsabilidades, puede haber buenas razones para restringir
el poder del Ejecutivo. Pero debe cuidarse que cada restricción al poder presidencial no
se traduzca en un aumento abusivo del poder de las dependencias burocráticas o de
los grupos de interés privado.

Asimismo, es necesario instalar el debate democrático en el procedimiento administrativo,


para impedir el monopolio de la destreza en la administración pública, y para restaurar
algunas funciones del Parlamento, dándole nueva capacidad y, por lo tanto, la
posibilidad de debatir en un mismo nivel con los funcionarios gubernamentales.

Una reforma general de la administración pública, y especialmente de su sistema


de decisión y operación regional y local, constituye un tema central de la agenda de
gobernabilidad de las democracias modernas.

Revigorización de los partidos políticos.

Los partidos políticos son indispensables para asegurar el debate abierto sobre
alternativas significativas, coadyuvar a la integración de intereses dispersos y
desarrollar líderes políticos. Pero para continuar realizando estas funciones, los
partidos tendrían que adaptarse a las cambiantes necesidades e intereses de un
electorado más educado, más exigente y, en general, más sofisticado, que está menos
dispuesto a comprometerse ciega e irrevocablemente con un partido específico y sus
candidatos.

Para cumplir adecuadamente con sus funciones un partido político debe, por un
lado, reflejar los intereses y necesidades de grandes fuerzas sociales y de grupos
de interés de la sociedad y, por otro, ser en alguna medida independiente de los
intereses particulares y tener capacidad de agregarlos y sintetizarlos en compromisos
más amplios, proponiendo cursos de acción concretos respecto de los diversos
problemas sociales. Los cambios en la estructura del partido, membresía, liderazgo
y actividades, habrían de estar orientados hacia el incremento de su habilidad para
realizar estas dos conflictivas pero indispensables funciones. En particular, en el marco de
un ambiente altamente complejo y cargado de información, los partidos han de servir
de ayuda para percibir el mundo, interpretar los acontecimientos, seleccionar y filtrar
la información y simplificar alternativas.

Por otra parte, la revigorización de los partidos políticos requiere de una diversificación
de las fuentes de financiamiento. Los partidos políticos no deberían depender

77
exclusivamente de sus miembros individuales, intereses organizados o del Estado,
para tener los recursos necesarios que les permitan llevar a cabo sus funciones.
Deberían ser capaces de obtener apoyo de las tres fuentes. Lograr un balance apropiado
entre estas tres fuentes requiere de diferentes acciones en las distintas sociedades. El
peligro de que los partidos políticos se conviertan en demasiado dependientes y
responsables ante unos cuantos intereses corporativos, puede ser evitado por medio
de una abierta publicidad de todas las contribuciones políticas y de la disposición
equitativa de los dineros públicos como una alternativa y contrapeso de los fondos
del sector privado.

Refuncionalización de los mecanismos de representación.

Es sabido que no existe un sistema electoral "óptimo", y que la combinación entre


principios de representación (mayoritario y proporcional) e instrumentos de configuración
del sistema (diseño de las circunscripciones, umbrales de representación y fórmulas
específicas de asignación de escaños) impactan de manera diferencial en la
configuración del sistema de partidos y la conformación del gobierno. Si bien la elección
de un sistema por sobre otro ha de ser evaluada en el contexto concreto de la relación
entre Estado y sociedad, desde la óptica de este trabajo creemos conveniente
destacar la necesidad de conformar opciones partidarias
sólidas, que eviten la dispersión electoral, y mayorías legislativas consistentes, que
superen los peligros de una excesiva fragmentación.

Ahora bien, en las sociedades complejas la representación y agregación de intereses


no pasa solamente por los partidos políticos; también está vinculada al desarrollo
de fórmulas institucionales novedosas, capaces de responder a la creciente complejidad
de una sociedad en continuo cambio y cada vez más demandante.

En particular, y con atendible razón, se ha insistido en algunas limitaciones delmodelo


clásico del "subsistema de partidos" como esquema de mediación privilegiado entre la
sociedad civil y el Estado. Así, por contraste, se han destacado las ventajas
de los "varios acuerdos posibles, mediante los cuales los intereses organizados pueden
mediar entre sus miembros (individuos, familias, empresas, comunidades, grupos) y
diversos interlocutores (sobre todo los organismos del Estado o gobierno). Como se
expresó anteriormente, lejos de reivindicar las formas anquilosadas del "corporativismo
autoritario", hoy parece necesario revisar los alcances y posibilidades de pactos múltiples,
en diversas dimensiones y niveles de la sociedad. Estos pactos de
"nuevo tipo" constituirían acuerdos básicos sobre el rumbo de paquetes
estratégicos de políticas, pero también fórmulas de toma de decisiones, capaces
de incorporar garantías de previsibilidad y de compromiso en la acción de los actores
económicos, sociales y políticos, de modo que aseguren la conformación de lo que
hemos denominado un "paradigma de gobernabilidad".

78
ACTIVIDADES OBLIGATORIAS:

Conteste las siguientes preguntas:

• ¿Por qué la Constitución emana de un Contrato?


• ¿Cúales son las razones por las que el poder debe ser controlado?.

Términos que deberá manejar:

o Estado Constitucional.
o Ley suprema.
o Gobernabilidad.
o Sociedad civil.

AUTOEVALUACIÓN:

1. ¿Qué se entiende por organización?


2. Defina: Estado Constitucional.
3. Defina: Administración Pública
4. Caracterice la Democracia
5. ¿Cuándo se dice que la Democracia funciona “mejor”?
6. ¿Cómo se puede evitar que los Partidos Políticos se conviertan en demasiado dependientes de unos
cuantos intereses corporativos? .

RECURSOS PARA AMPLIAR EL TEMA:

EXPLORACION ON LINE

• http://www.ife.org.mx/documentos/DECEYEC/gobernabilidad_y_democracia.htm#presenta
• http://books.google.com.pe/books?id=IGLDQprCQWoC&printsec=frontcover&dq=antonio+cam
ou&source=bl&ots=VMm0TBwOtJ&sig=xk1aiGa2GpisCjO1LvbXKJ_dPaU&hl=es&ei=-
QDRS5ncIIG78gbGuu20Dw&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=9&ved=0CB0Q6AEwCA#
v=onepage&q&f=false

79
BIBLIOGRAFIA COMENTADA

• Bobbio, Norberto, "Democracia e ingobernabilidad", en Liberalismo y Democracia, FCE


(1985), México, 1991.
• Sartori, Giovanní, Teoría de la Democracia (1978), Alianza, México, 1989 (2 vols.).

UNIDAD 4

PARTIDOS POLÍTICOS
80
LOS PARTIDOS POLITICOS

Por: Peter H. Markl (*)

Los Partidos Políticos son actualmente una característica general y principal de la mayor
parte de los sistemas políticos. Es casi imposible describir un proceso macropolítico
o una relación significante sin incluir la consideración del funcionamiento
del sistema de partidos en un país determinado. Lo que es exactamente un partido o el
modo en que los partidos pueden ser clasificados son temas muy debatidos. La mayoría
de los partidos y sistemas de partidos contemporáneos reflejan, además, el desarrollo de
las organizaciones de masas y su penetración en los partidos y organismos del gobierno.
La definición del papel del sistema de partidos en las teorías de los sistemas políticos
se ha embrollado, además, con teorías empíricamente precarias: Se supone que en los
países desarrollados los partidos son "subsistemas autónomos". Pero, acaso es el partido
laborista inglés realmente independiente del Congreso de Sindicatos?. Hasta qué
punto los demás sindicatos europeos son independientes de sus
respectivos partidos?. Es, a veces, más importante la cola que la cabeza y, en
tal caso, cuál es la cola y cuál la cabeza?.

Los partidos políticos siempre han constituido un fenómeno bastante evasivo que a menudo
se reconoce únicamente en términos negativos. Por ejemplo, el término anterior "facción"
tiene un tufo de conspiración e intereses especiales que los estadistas
responsables del siglo XVIII condenaron claramente. Jorge Washington y John Adams
tuvieron una borrosa visión de los partidos y en el Federalist Paper N° 10 James Madison
expuso los méritos especiales de la constitución federal como un medio para controlar
"los efectos de las facciones". En los regímenes autocráticos y coloniales la sola idea de
un partido indicaba una oposición incontrolable. Sólomucho después se reconoció la
unción política de los partidos (a menudo con conceptos erróneos) y fue examinado
por los especialistas en ciencias políticas.

Algo de la primera desconfianza que los partidos despertaban, y especialmente


las oposiciones partidistas, aún desempeña un papel considerable, es el popular recelo
de la política. Aún es más respetable atribuir una política a un primer ministro y a su
gobierno que a su partido como tal, aunque la decisión pueda atribuirse claramente a este
último. En otras palabras pretendemos que el Partido que está en el poder es menos
real que los individuos que ocupan cargos públicos y que su autoridad. Por iguales motivos
la gente se muestra renuente a reconocer al "partido en el electorado" y preferiría atribuir
las decisiones electorales a la elección espontánea del votante que a su actuación
como miembro de un partido.

Enfoque del Estudio de los Partidos

A medida que la importancia primordial de los partidos fue reconocida en el siglo XX,
el estudio comparado de los mismos se convirtió en un claro reto para algunos de los
mejores sociólogos de la época.

(*) EEUU. Annals of the American Academy of Political and Social. 1973.

81
Desde las obras: Polítics as a Vocation de Max Weber, Democracy and the
organization of Political Parties de M. Y. Ostrogereki, Political Parties de Maurice
Duverger hasta el concepto del "partido inclusivo" europeo definido por Otto
Kirohheimer, toda una tradición de teorías clásicas de los partidos europeos ha
proporcionado muchos de los términos de la referencia. Aunque este acervo nos ha dado
muchos conocimientos ha sido también, algunas veces, causa de limitaciones. Por
ejemplo, gran parte de los tratados consideraban de rigor empezar con una
definición abstracta del concepto del partido político que, por lo general, derivaba
la palabra del término latino persa (parte) y yuxtaponía la parcialidad de sus opiniones
e intereses a la "integridad" del interés público o del Estado. Pero todos estos
malabarismos verbales difícilmente podían abarcar la gran variedad de estructuras y
procesos que merecen el nombre de partido en diferentes sistemas. Los partidos
son fenómenos sumamente adaptables que pueden ajustarse a sistemas políticos muy
distintos y, al ser aislados de éstos, no se prestan a una generalización.

Para evitar tales peligros hay dos caminos promisorios. Uno de ellos consiste en reducir
las estructuras y procesos de los partidos a las funciones y actividades políticas básicas que
algunos partidos realizan total o parcialmente. Así, las actividades del partido pueden
dividirse en una función expresiva (o representativa) y otra gubernativa o en funciones
tales como el reclutamiento de dirigentes, la selección de candidatos, la participación
en campañas electorales, la organización de los votantes, la socialización política, las
comunicaciones políticas, la selección de programas, la determinación de la política,
etc., y los partidos pueden clasificarse según lo que realmente llevan a
cabo en un sistema particular. Durante cierto tiempo los partidos políticos norteamericanos
han sido estudiados así. También es posible considerar determinados partidos políticos
como una parte integral del sistema político más vasto y estudiarlos como un sistema
de partidos o como las funciones macropolíticas de los partidos en sus marcos
específicos. Esta última perspectiva se observa, por ejemplo, en la indicación de que
los partidos constituyen una parte importante de lo que David Easton y Gabriel Almond
han llamado "funciones deconversión” las cuales transforman las demandas y apoyos
políticos en políticas específicas del gobierno.

Ambos enfoques (la reducción a elementos menores y la relación de los partidos y


el sistema) tienden a combinarse en la práctica. El hecho de reducir la actividad de los
partidos a funciones específicas inevitablemente descubre una estructura de
importantes funciones sistémicas macropolíticas que los partidos parecen cumplir. El
estudio de los partidos como sistemas, en vez de que como partidos individuales, dirige
la atención a los procesos más amplios de la determinación de la política, el reclutamiento,
la socialización y las comunicaciones de todo el sistema y evita que tengamos que delimitar
a los partidos del medio que los mantiene y que suele ser difícil de separar. Por lo tanto,
ambos enfoques tienden a someter a nuestra consideración grandes áreas más allá
de los partidos políticos y a extender el estudio de los sistemas de partidos casi
tan lejos como el sistema político total. La comprensión de un sistema de partidos
entraña, evidentemente, la del marco institucional, el sistema de grupo total y sus brechas,
la cultura políticas y los procesos de la socialización y el reclutamiento político.

Incluso en áreas deliberadamente alejadas del vaivén de los partidos, como la del servicio
civil, el judicial y las amplias esferas de la cultura y la educación, la influencia

82
del partidismo se deja sentir en mayor o menor grado.
Teorías de los Partidos Políticos

Esto no es el lugar adecuado para pasar revista minuciosamente a la enorme literatura


que se ha escrito sobre los partidos políticos. Sin embargo, es necesario dar algunas
nociones esenciales para sentar las bases de la consideración ulterior del tema en
un contexto sistemático. Los partidos pueden ser definidos empíricamente como grupos
sociales.

La teoría del partido como grupo social aclara lo que tal vez constituye su más importante
aspecto no funcional. Desde los comienzos de la teoría de los partidos, éstos han sido
descritos como agrupamientos de individuos de ideas políticas afines (por Edmund Burke
y Sir Ernest Barker) o como unidades sociales con metas comunes, una división de
papeles, canales de comunicación y una estructura jerárquica deautoridad (por Samuel
J. Eldersvold). Un partido es una especie de forma de gobierno que recluta y socializa
nuevos miembros, escoge dirigentes mediante procesos interiores de representación y
elecciones, resuelve sus conflictos internos y establece decisiones que conciernen a
su política tocante al mundo exterior. En los partidos cuyos miembros son muy
activistas, como los partidos socialistas europeos de la pasada generación o los
movimientos de clubs políticos de todos los matices, es muy posible que los miembros
vivan literalmente en el partido, como el contexto social que da sentido y orientación a
sus vidas. Así los partidos pueden ser subsistemas sociales y políticos bastante
autónomos con una subcultura política distintiva que va mucho
más allá de sus programas e ideologías particulares. Muchos autores que han
estudiado los partidos europeos de este tipo los comparan con comunidades religiosas,
"capillas" o sectas dedicadas a un credo común y unidas por la constante y estrecha
intersección y por la identificación. Sigmund Neumann consideró que su "integración" del
ciudadano particular, a través de su propia comunidad, en la comunidad mayor es una
de sus principales funciones modernas. En los partidos vagamente estructurados que
no exigen a sus miembros caracteres específicos o en los que el activismo es escaso, como
en los de los Estados Unidos, los partidos políticos pueden funcionar como
comunidades sociales sólo intermitentemente. Sus redes de relaciones internacionales
quizá se reducen o incluso llegan a atrofiarse entre las elecciones.

Los partidos y su clientela

Tal como Samuel J. Elderseveld ha señalado, los partidos políticos difieren de otras
formaciones o grupos sociales por sus "propiedades estructurales primordiales". En
particular, un partido democrático es un sistema de acción especializado cuyo objetivo
es la ocupación de cargos en el gobierno, una relación competitiva electoral con
organizaciones similares y una pauta especial de apoyo público y de estrategias de
adaptación. Los partidos se orientan hacia una clientela de electores actuales o potenciales
aunque la presencia de un electorado "flotante" sustancial puede variar según
el sistema. El Partido y su clientela, e incluso sus miembros, en cierto sentido se utilizan
mutuamente en beneficio de todos; esto contribuye al carácter abierto y multifaccionario
de la mayor parte de los partidos. Por otra parte, algunos partidos muy unidos, como
los totalitarios de izquierda o de derecha, suprimen las banderías.

83
Agregación de Intereses

Los partidos también están unidos por "subcoaliciones” a los intereses socioeconómicos
que buscan reconocimiento político si no control. Esto los relaciona estrechamente
con la función de la articulación de intereses así como la agregación de intereses
(Almond y Coloman). Generalmente los intereses se articulan con anterioridad o para
el propósito de vincularse con la política a través de un partido. Les conviene buscar
expresión e influencia a través de uno o, incluso, varios partidos. Al partido por su
lado, le conviene formar una gran alianza; o agregación de tales subcoaliciones, y
preferiblemente una alianza que le asegura una mayoría en los cuerpos representativos.
Si no alcanza esa mayoría no podrá tener el control político. Una alianza que le ofrezca
mucho más de la mayoría, por otra parte, podría comprometerlo con demasiados socios
todos los cuales esperarían resultados de alguna clase. La agregación de diferentes
subcoaliciones en un mismo partido requiere una considerable capacidad de organización
y bastante esfuerzo. Sus intereses suelen oponerse y deben reconciliarse también
con los objetivos comunes del partido. Las tensiones interiores resultantes
deben ser cuidadosamente manejadas por la dirección del partido que tiene
conocimiento de cómo satisfacer las demandas de los grupos a cambio de su
dedicación a la causa.

Organización Jerárquica

Al igual que muchos autores desde Robert Michele, Eldersveld también hace hincapié
en la estructura jerárquica de los partidos políticos que combina pautas de "deferencia
descendente" que van hasta la base de mando centralizado. La propia
dirección puede ser reclutada en fuentes o carreras muy numerosas y diversas o
convertirse en una camarilla cerrada y oligárquica tal como Michels ha descrito.
Sea como fuere e independientemente de las pautas de deferencia descendente,
incluso los partidos más democráticos suelen estar dominados por los criterios de la
dirección en materia de política más que la iniciativa de los miembros ordinarios. Este
hincapié en la dirección deriva evidentemente del carácter competitivo de los partidos y
difiere considerablemente del que suele esperarse de la dirección gubernamental.
Cuando los dirigentes del partido se convierten en dirigentes del gobierno deben,
por lo tanto, sufrir un gran cambio en su conducta y actitud puesto que sirven a un nuevo
electorado: el público.

Tipos Estructurales de Partidos

Algunos autores como Maurice Duverger y Sigmund Neumann han indicado


la conveniencia de clasificar a los partidos políticos según su estructura o tipo.
Duverger propuso distinciones estructurales basadas en el carácter del personal del partido,
tales como entre partidos de cuadro y partidos de masas y entre los miembros directos e
indirectos (de la organización). Generalmente los partidos de masas tienen también
miembros directos mientras que los partidos de cuadro, como los de Estados Unidos, no
tienen personal formal.

Los partidos indirectos, como los de la Gran Bretaña, se apoyan en comités electorales,
parecidos a cuadros, escogidos por organizaciones constituyentes que realmente pueden
proporcionarles una base de masas. Duverger también hizo hincapié en las diferentes
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estructuras locales o tipos distintivos de los partidos europeos. El tipo junta, comité
electoral compuesto de figuras principales, es característico de los más antiguos
partidos europeos liberales, conservadores o radicales. En realidad, éstos son
también los que Neumann llamó "partidos de representación individual" que son pautas
típicas de participación popular muy limitada y que no va mucho más allá del acto de votar.
Entre las elecciones, la organización electoral desaparece y el representante electo puede
gozar su "libre mandato" y decidir de acuerdo, únicamente, con su conciencia. Aunque
la idea del libre mandato puede estar bien arraigada en las teorías occidentales
del gobierno representativo, es evidente que sufrió un gran menoscabo con la aparición
de las camarillas de cabilderos de la disciplina de partido en las legislaturas.

El segundo tipo de estructura local que Duverger menciona es la sección,


una asamblea local y club de debates de considerable tamaño que se reúne con
frecuencia. Típicos partidos de sección fueron los socialistas del contingente europeo antes
de que de ellos derivarán los "partidos inclusivos" o "populares". Estos son los
que Neumann llamó "de integración social", partidos de masas unidas por la trama social
de asociaciones auxiliares, incluidos la atención a los hijos de los trabajadores, las
organizaciones juveniles, los clubes recreativos, culturales y educativos, los sindicatos,
etc., que literalmente rodeaban a los miembros por todas partes y durante toda su vida.
Naturalmente, esta subcultura política también los aislaba mucho de la sociedad no
socialista lo cual reforzaba su estereotipo ideológico "del sistema". Algunos partidos
católicos e incluso conservadores y agrarios evolucionarios en la misma dirección. Los
tipos tercero y cuarto de estructura local que Duverger señala, la pequeña y a menudo
clandestina célula de fábrica o célula de área y la milicia del partido han caracterizado a
los movimientos fascistas y comunistas, especialmente en las décadas de 1920 y 1930.
Por lo general, cada una de ellas está relacionada con el partido superior inmediato sólo
por lazos verticales lo que permite la práctica del centralismo democrático en las
estructuras comunistas y del principio de dirección en las estructuras fascistas. El grado
de centralismo, disciplina y fuerza de articulación" de todo el partido también brinda
distinciones significativas. Neumann caracteriza la intensa vida de las células y milicias
como una "integración total" a diferencia de "integración democrática",
para relacionar la militancia y el utopismo ideológico de la lucha por el poder de
éstos partidos con la dictadura totalitaria que suelen establecer una vez que la alcanzan.

Otros criterios para clasificar los partidos políticos han sido aceptados desde hace
mucho tiempo en esta disciplina. Huelga decir que es posible clasificar los partidos
de acuerdo con sus programas ideológicos, o con su culto de pragmatismo o de la dirección.
A menudo se establece, también, una distinción entre los partidos que defienden el statu
quo (o que tratan de restaurar el anterior) y los partidos reformistas y revolucionarios.

Esta última distinción en las democracias constitucionales utiliza con frecuencia el


término "partidos constitucionales" (partidos dispuestos a aceptar al gobierno
constitucional prevaleciente, incluidas las reglas para el cambio constitucional) a
diferencia de los partidos que se oponen a la constitución o que no están dispuestos
a aceptar su autoridad legítima.

Sistemas de un sólo partido

85
Estos sistemas no son fáciles de definir. La literatura tradicional ha tendido a excluir de
la definición, automáticamente, a esos partidos en cuanto cesa la competencia.
Sigmund Neumann, por ejemplo, ha afirmado que: "El sistema de un solo partido es una
contradicción en sí mismo". A juicio, la competencia no puede excluirse al definir
un partido político como "la organización articulada de los agentes políticos activos de la
sociedad, quienes se ocupan del control del poder gubernamental y compiten por el apoyo
popular con otro grupo, o grupos que tienen distintas opiniones". Neumann y otros se
interesaban en el fenómeno de las dictaduras de un partido que surgieron en el período
entre las dos guerras mundiales.

Cada vez que un partido totalitario fascista o comunista se adueñaba del poder y eliminaba
a todos los demás partidos de un sistema determinado, podía verdaderamente decirse
que el carácter básico de la organización había sufrido un cambio drástico. En muchos
casos el hecho de asumir funciones totalmente nuevas que
hasta entonces estaban reservadas a la policía, el ejercicio o la administración, indicaba
que su básica raison dietre había cambiado al lograr el monopolio del poder. El
interés de los especialistas en Ciencias Políticas por las naciones en desarrollo así
como por las primeras fases de la formación de los países más viejos, centró nuevamente
la atención en el parti unique ya que la mayoría de lossistemas en desarrollo
parecían haber empezado con un solo partido, generalmente una especie de movimiento
nacionalista o de independencia.

Estos sistemas de un partido de los países en desarrollo pueden no ser competitivos pero
no son forzosamente dictatoriales y es posible que se dividan en facciones
Oportunamente, el movimiento nacionalista quizá se divida en dos y la competencia
política aparece mucho después de la primera organización semejante a un partido.

Esa es la razón de que quienes estudian los partidos políticos africanos, por ejemplo,
evitan relacionar su definición de los partidos con la competencia James S. Coloman y Carl
Rosberg, por ejemplo, los definen como "asociaciones formalmente organizadas con
el propósito explícito y declarado de adquirir y/o mantener el control legal, bien sea solos
o en coalición o competencia electoral con otras asociaciones similares, sobre el personal
y la policía del gobierno de un estado soberano real o futuro". En otras palabras incluso
los partidos únicos son aceptados como partidos si cumplen ciertas funciones sociales
que normalmente se adscriben a los partidos políticos.

Funciones de los Partidos Políticos

Funciones basicas de los partidos

Para la orientación inicial del estudiante diremos que las numerosas y diferentes
funciones políticas atribuidas a los partidos políticos pueden dividirse en unas cuantas
categorías básicas.

1. Reclutamiento y selección del personal directivo para los diversos cargos


gubernativos.

2. Generación de programas y políticas de gobierno.


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3. Coordinación y control de los órganos de gobierno.

4. Integración social mediante la satisfacción y reconciliación de las demandas de los


grupos o por la generación de un sistema común de creencias o ideología.

5. Integración social de los individuos mediante la movilización de la ayuda y la


socialización política.

6. Contraorganización de oposición o subversión.

Selección de candidatos

Tal como James Bryce dice al describir a los partidos políticos norteamericanos antes de
la Primera Guerra Mundial, "Lo principal es la selección de candidatos" para ocupar
cargos públicos. En su más amplio sentido, esta afirmación es válida incluso en las
dictaduras totalitarias de un sólo partido, como la del mundo comunista.

Únicamente en las dictaduras militares y en los sistemas tradicionales que carecen de


partidos, como Etiopía, los dirigentes políticos son escogidos exclusivamente por otros
organismos que los partidos. Es más, en las democracias modernas el proceso de
selección tiende ostensiblemente a dar a las masas de electores una verdadera
opción aunque está limitada por la selección previa por parte de los partidos.

Tal como E. Echattschncider señaló hace ya una generación, los electores serían bastante
incapaces de realizar una elección significativa de no ser por esta previa reducción de
sus alternativas que el teórico "todo el mundo" pasa a un puñado de candidatos.

Importancia del papel del elector

Pero la necesidad de una selección previa no debe oscurecer la cuestión principal: la muy
considerable variación en la relativa influencia de los electores o, incluso, de los miembros
ordinarios del partido, al escoger a un candidato.

Reclutamiento de Candidatos

Al igual que en todos los procesos de reclutamiento para posiciones importantes,


la selección de los partidos políticos entraña implicaciones cualitativas muy marcadas.
Es necesario examinar los principios de solución y comparar, quizá, la selección para
los cargos públicos con los procesos de reclutamiento rivales para la industria privada,
las provisiones o el servicio civil para saber si el reclutamiento que el partido efectúa tiende
a la crema o a los productos de segundo orden de otros procesos de reclutamiento.

Por ejemplo, en el sistema norteamericano y salvo raras excepciones, la crema va a parar


a otras vocaciones. Es muy significativo observar, también, si el reclutamiento del
partido para la dirección política se limita a una clase social particular o a una clientela
particular de carácter geográfico, étnico o religioso. Como la básica distribución

87
de fuerzas entre los partidos de la mayor parte de los sistemas es bastante constante,
también vale la pena saber cuáles son los procesos de reclutamiento que realmente llevan
a las más altas posiciones gubernamentales y cuáles reclutanmeramente voceros para
una oposición más o menos permanente.

Papel de los partidos en las elecciones

Un aspecto relacionado de la selección de candidatos en los sistemas competitivos,


es también, el esfuerzo organizado para lograr que sean elegidos y reelegidos. En
realidad, hay muchas pruebas de que los partidos modernos deben en gran parte su
existencia a la necesidad de representantes parlamentarios elegidos para crear comités
electorales o una organización netamente nacional para asegurar su reelección. Por
lo menos este fue el origen de las organizaciones permanentes de los partidos en
Inglaterra y en otros lugares al ampliarse el sufragio.

Generación de programas y políticas

La segunda función básica que generalmente se atribuye a los partidos es la generación


de programas y políticas. Algunos partidos pueden variar mucho en lo que respecta al
gradode compromiso ideológico o de pragmatismo que tienen. En realidad, el que un
partido determinado sea considerado como muy ideológico o muy pragmático dependen
más bien del criterio del observador.

Si un partido se acerca a nuestras propias opiniones sobre determinadas políticas nos


parecerá más pragmático al abordar cuestiones concretas. Si está bastante lejos de
nuestro propio criterio, nos parecerá más estrechamente ideológico en sus pautas. Sin
embargo, algunos partidos sumamente ideológicos se caracterizan por su hincapié en
fórmulas verbales coherentes y complejas para toda clase de políticas. Para ellos
la ideología es un medio de organización y disciplina así como una cuestión de
convicción. Por ejemplo, para el miembro individual de un partido, comunista o fascista,
la ideología constituye a menudo al mundo de significado real, un hogar espiritual alejado
de aquel enajenado que ocupa en la sociedad que la rodea. Un partido pragmático,
por el contrario, vive en un medio caracterizado por el consenso básico por plural que sea.

Programas y políticas del partido

En cualquier caso, incluso el partido más pragmático tiene que desarrollar una
respuesta más o menos coherente al reto constante que supone la determinación
de una política. Si está en la oposición, muestra un punto de vista propio al criticar a
quienes están en el poder. Generalmente, en la competencia electoral tiene que
mostrar un programa de políticas alternativas para atraer a los electores. En realidad,
hay muchos sistemas oligárquicos de determinación de la política en la que ésta sólo
se decide en la cumbre o en donde su elaboración, atañe principalmente a los
organismos del gobierno y a los grupos de presión más que a los electores que son
miembros ordinarios de un partido. Pero incluso en los sistemas de un sólo partido suele
haber cierta competencia interior entre los intereses a las facciones organizadas
informalmente alrededor de propias alternativas de política.

88
Cuando un partido de distinto programa llega al poder, ese programa suele servir para
orientar a los numerosos individuos que ocupan cargos en los cuerpos legislativos,
ejecutivos o en los gobiernos regionales o locales en lo que respecta a los objetivos
comunes. Como las ideologías políticas y los programas electorales de los partidos más
allá de las volubles fórmulas verbales son bastante vagos, el programa del partido en el
poder suele ser modificado considerablemente al ejecutar las políticas día tras día. Los
seguidores ven lo que "su partido" lleva a cabo y se identifican con él, independientemente
de los detalles del programa. En otras palabras : la idea unificadora del programa en la
mente de los adictos al régimen se convierte en su percepción de lo que el partido en
el poder realiza.

Naturalmente, la percepción de los regidores y opositores está teñida por sus respectivas
ideologías. Pero el hecho es que no se aferran tanto a éstas como a sus dirigentes en
el poder. Tienden a identificar el gobierno existente, en el historial del partido, con
su propia adhesión u oposición al partido en el poder.

Elecciones y perfiles de los partidos

Asimismo, durante la competencia electoral los partidos presentan sus respectivos perfiles
pragmáticos, incluso r e cordatorios de sus actuaciones pasadas y promesas para
el futuro.

Los diversos perfiles del partido interactúan para definir los problemas de la campaña
y orientar a los electores en campos definidos por tales cuestiones. Naturalmente, estas
no son el único factor determinante de las alineaciones de una campaña que
deben mucho a las adhesiones al partido preexistentes así como a las
personalidades y exigencias mayores del momento. La magia del dirigente carismático
o un profundo descontento relacionado con él así como las grandes crisis políticas
tales como el peligro de guerra, revolución o hambre pueden sofocar el discurso
político sobre cuestiones específicas bajo una oleada de emoción elemental. Aún así,
la mayoría de las campañas electorales se realizan según una
pauta de alineaciones con respecto a determinadas cuestiones que sirven para moldear
el perfil de los partidos y contribuyen a definir la identidad del elector y miembro de un
partido de un modo que él puede expresar. Estos perfiles o identidades se diseminan
mediante la red de comunicaciones políticas. Como elementos importantes de la cultura
política sirven, además, para los propósitos de socialización política de quienes se identifican
con ella así como quienes forjan su identidad política al reaccionar en contra.
El control y la coordinación del gobierno

La tercera función primordial de los partidos políticos estriba en el control y coordinación


del gobierno. Es muy posible que este sea su principal función para el sistema del que forma
parte. Es posible definir a los partidos como una respuesta sistémica a la necesidad
de organización y coordinación de un cuerpo político con el fin de tomar decisiones
y gobernarse. Los votantes por sí mismos, a pesar de la soberanía popular, son
incapaces de controlar y dirigir al gobierno sin el beneficio de los partidos. Las
"élites" gubernamentales también necesitan a los partidos para movilizar el apoyo
popular. Muchas democracias constitucionales tiene tantos controles y divisiones de la
autoridad gubernamental que se pasarían gran tiempo estancados de no ser por el
89
papel que los partidos desempeñen al salvar los abismos artificiales que el
bicameralismo, la separación de poderes y el federalismo crean. Las naciones
grandes, heterogéneas y nuevas serían incapaces de mantener, no digamos de aumentar,
su cohesión interna y su consenso político si no obtuvieran la ayuda de los partidos
políticos.

Integración de la sociedad

La cuarta función importante de los partidos políticos es la integración de la sociedad


mediante la satisfacción y reconciliación de las demandas de grupo. Todas las sociedades
están formadas por muchos y diversos agrupamientos e intereses cuyas necesidades
y reivindicaciones frecuentemente se oponen. Las demandas opuestas tienen un efecto
centrífugo en la entidad política a menos de que estén contrarrestadas por periódicos
esfuerzos en el proceso de la competencia electoral. En realidad, los partidos que logren
llegar al poder pueden satisfacer algunas de las demandas de grupo. Pero incluso en
la oposición, un partido numeroso puede reconciliar los grupos en su coalición al darles voz
y aportar su solidaridad en toda la nación a la que de otro modo no hubiera sido más
que un grupo aislado, la capacidad de los partidos políticos para unificar o mantener
la unidad se ilustra con ejemplos tales como el de los principales partidos de Bélgica,
que evitan que el país sea dividido entre las dos comunidades linguisticas. El Canadá,
hasta hace poco tiempo, y el partido demócrata norteamericano en los tiempos
anteriores a la Guerra de Secesión, son buenos ejemplos. Claro está que incluso los
lazos de partido pueden romperse pero mientras perduran, ofrecen a las
naciones divididas, y especialmente a las nuevas, una esperanza concreta de
supervivencia. ¿Dónde estaría la India hoy de no ser por el partido del Congreso?.

El proceso de integración de los grupos e intereses en la sociedad más vasta forma


parte del proceso de conversión que mencionamos con anterioridad, a medida que las
demandas se transforman en política. Pero también puede adoptar la forma de
inconversión o insatisfacción inalcanzables del momento por otras futuras. Así, en la lucha
por la independencia nacional, los movimientos nacionalistas de los países jóvenes
que están a punto de hacer tienen muy pocas satisfacciones inmediatas que dar a los
grupos de interés, sean lo que fueren, que van formando su coalición : Geográficas, socio-
económicas, religiosas, tribales o étnicos o políticos. No
pueden dispensar más que satisfacciones simbólicas de independencia nacional, ideología
e identidad y ofrecer grandes promesas. La fe nacionalista en el futuro y en las metas
comunes pueden crear un vínculo de unidad tan fuerte como una población en los
albores del desarrollo de las comunicaciones sociales pueden sentir. Esta fe integradora
del nacionalismo es, de hecho, más fuerte que cualquiera distribución de escasos
favores porque está por encima de las consideraciones sobre la escasez y de las
demandas opuestas.

Integración social de los individuos

La quinta función importante de los partidos políticos es la integración de los individuos


en la sociedad y la entidad política, parte vital de la socialización política. Todos los
partidos cumplen esta función en mayor o menor grado al hacer que la gente participe
en la competencia electoral, movilizar su apoyo u oposición al gobierno y servir como

90
cauces de las comunicaciones políticas. Sin embargo, los partidos de "integración social"
(Neumann) tales como los socialistas de los primeros tiempos o los católicos, o incluso
los comunistas y fascistas, hacen mucho más; sus reclutas consisten,
característicamente, en masas de individuos desarraigados del campo, el pueblo, el
"grito" urbano y otros vínculos humanos y que necesitan reintegrarse en comunidades
humanas. Los socialistas europeos satisfacían esta necesidad literalmente desde la cuna
hasta la tumba con sus grupos juveniles, clubs femeninos, asociaciones deportivas y
recreativas, sindicatos y organizaciones profesionales, ligas educativas obreras y, para
completar el círculo, sociedades funerarias. En la década de 1890, una generación
después de que los socialistas empezaron en abierta competencia con ellos, el partido del
Centro Católico Alemán también empezó a crear una red similar de grupos juveniles,
asociaciones femeninas, profesionales y campesinas así como sindicatos. Del mismo
modo, otros países católicos formaron organizaciones sumamente cohesivas y
estructuradas que absorbían al individuo y sostenían su fidelidad a pesar de otros
procesos de movilización social. Después de la Primera Guerra Mundial, grandes números
de personas movilizadas por las dislocaciones que provocó ese conflicto, también fueron
integradas socialmente por los partidos comunistas y fascistas. Generalmente, las
organizaciones auxiliares así como la intensa interacción social en éstos partidos
extremistas podían ofrecer a los desarraigados, a los descontentos y a los enajenados
una "integración totalitaria" en sus comunidades de lucha y de credo.

Vemos nuevamente que una ideología o una afirmación de creencias comunes pueden
obrar milagros al ayudar a los individuos a fundirse con el grupo. En sus brillantes
ensayos sobre "el opio de los intelectuales" de Europa, el francés Reymond Aron ha
señalado el carácter y la atracción de los mitos del marxismo y de la revolución proletaria. Los
intelectuales que describe están profundamente enajenados de la sociedad que les
rodea, situación que equivale a la migración del campo a la ciudad o al
desplazamiento como resultado de la guerra o una catástrofe. De ahí que "busquen una
religión", una fe en las causas colectivas que puede integrarlos a sus sociedades.

Oposición y subversión

La sexta función importante de los partidos políticos estriba en lo contrario de controlar y


coordinar el gobierno, es decir, en la contra organización para la oposición o la subversión.
El hecho de que califiquemos a esta función de importante puede plantear interrogantes
sobre el peligro que implica para la autoridad legítima y, en realidad, su carácter disfuncional
en potencia. Sin embargo, es indudable que tiene suma importancia para el sistema y
sus ciudadanos. No sólo hace falta cierta oposición para la competencia política sino que
su institucionalización y aceptación como "la leal oposición de su Majestad" es, desde
hace mucho tiempo, una válvula de seguridad contra el peligro de una revolución
popular.El razonamiento básico es que mientras los descontentos pueden lograr,
mediante el voto, que los gobernantes sean derrocados y que un nuevo grupo de
dirigentes ocupe sus puestos, no es probable que las cosas se deterioren hasta
llegar a un levantamiento popular.

Además, las profundas necesidades de muchas personas hacen que se sientan


románticamente atraídas por la posibilidad de unirse a la oposición, rebelarse contra
la autoridad establecida o participar en las conspiraciones de la subversión franca;
el proceso mismo de la elaboración de la política, en todos los niveles, engendra
91
una gran cantidad de disensiones y frustraciones. Cada vez que se toma.

LOS PARTIDOS POLITICOS Y MISION DE LOS PARTIDOS POLITICOS

Por: Raúl Ferrero Rebagliatti (*)

Los partidos políticos


Lo político está inserto en lo social tan profundamente que no puede ser extirpado
sin que la sociedad se disuelva. Pero, así como lo político mantiene agrupados a los
hombres, la política los divide y los enfrenta en lucha. Esta disputa de poder lleva
a organizar partidos, o sea agrupaciones que persiguen el ejercicio del gobierno. Su
nombre proviene de la voz “parte” y está expresando que la opinión se divide
en corrientes diversas. Los partidos tamizan las opiniones individuales de modo que
resultan canalizadas en opiniones de grupos. Sólo así alcanzan a influir en la vida
92
pública las tendencias y las ambiciones personales.

En la práctica, los partidos son expresión de la idea de equilibrio que ha inspirado


la separación del poder del estado en tres poderes. Obedecen a la misma concepción
mecanicista, que impera desde la edad moderna. Para llegar a resultados prácticos,
los partidos transigen con sacrificio de sus postulados esenciales, atentos más bien
a lograr el poder o a conservarlo.

Teóricamente, el partido agrupa a los ciudadanos para defender convicciones comunes


y alcanzar fines determinados respecto a la marcha del Estado. Pero en la práctica, la
organización de un partido y la disciplina que logre sobre sus miembros son más
importantes que el fin ideológico proclamado, el cual resulta, no pocas veces, alterado
para adecuar la acción a las circunstancias. En realidad neta, los partidos son
agrupaciones que se diputan el poder.

El origen de los partidos como sectores de opinión y no simplemente como banderías


palaciegas o religiosas, puede remontarse con precisión al siglo XVII. Los partidos
aparecieron en Inglaterra, bajo el reinado de Carlos II, cuando se intentó dictar el llamado
bill of exclusión, por el cual se excluía de la sucesión del trono al legítimo heredero,
el duque de York, por ser de religión católica.

Los grandes señores, así como los parlamentarios adictos a los derechos tradicionales
de la Corona, hicieron oposición a la ley y fueron apodados torys , del nombre de los
insurgentes irlandeses católicos. Los industriales y comerciantes, de mentalidad
reformista, apoyaron la ley y fueron apodados whigs , del nombre que se daba a los
bandidos escoceses presbiterianos. Los motes despectivos fueron luego ondeados
como bandera por los propios motejados. Durante un siglo los torys fueron partidarios
de la primacía del trono sobre el Parlamento, en tanto que los whigs lucharon por afianzar
el predominio del Parlamento sobre la Corona. Desde mediados del siglo
pasado adoptaron la denominación de conservadores y liberales respectivamente.

Durante la Convención, o sea en la etapa culminante de la Revolución Francesa,


aparecieron el partido de los giro ndinos y los partidos montañeses.

(*) Tomado del libro “Ciencia Política”. Editorial Studium. Lima. 1975

Entre los de la Montaña, así llamada porque sus diputados ocupaban los asientos de
la parte alta del recinto, el más importante fue el de los jacobinos , cuya hegemonía
se alcanzó mediante el terror. Dichos partidos carecían de una organización
verdaderamente nacional y fueron, salvo el de los jacobinos, simple grupos
parlamentarios. Es durante la Monarquía de Julio, o sea en el Reinado de Luis Felipe
de Orleáns, entre 1830 y 1848, cuando se definen los partidos parlamentarios, titulados
de derecha, de centro y de izquierda , en razón de la ubicación de las bancas que
ocupaban, así como los partidos populares con organización nacional, llamados
bonapartistas, socialistas, católicos y republicanos. Durante el siglo XIX, y propiamente
desde la ampliación del sufragio, se organizan partidos con el sentido y relevancia que
hoy tienen; la división del Parlamento y de la opinión en partidos políticos se extiende
por el mundo a fines del siglo y se torna mecanismo esencial de la democracia con
la vigencia del sufragio universal.
93
No son pocos los defectos que la existencia de los partidos apareja. Desde el fanatismo
hasta el acopio de fondos de origen turbio y el montaje de una democracia meramente
formal. Un partido no está constituido únicamente por una idea y un
programa. También consta de un complejo de tradiciones, de lealtades y de intereses.
Como todos los fenómenos que atañen al Gobierno, deben ser estudiado como
biología y no como anatomía. En Inglaterra y en los Estados Unidos, el partido es con
frecuencia más poderoso que las masas. Las organizaciones locales de un partido
raramente influyen en las directivas centrales; son más bien, de un espíritu subalterno
y estrecho. Las críticas de los afiliados no llegan hasta el cerebro del partido y,
en todo caso, el caudillo influye poderosamente sobre las figuras inmediatas y dispone
de medios para contrarrestar cualquier insurgencia.

Sobreponerse al caudillo o imponer normas a la jerarquía del partido, es casi imposible


para los simples afiliados. Por lo demás, éstos no tienen la misma concepción que los
jefes; se limitan a enterarse del programa, interpretándolo cada cuala su manera y según
sea sus inclinaciones.

Desde el siglo pasado, particularmente en Inglaterra, los Estados Unidos y Alemania,


los partidos han tenido preponderancia efectiva. Los políticos no afiliados
han jugado un papel secundario. En el curso de nuestro siglo, el Estado ha quedado
subordinado a los partidos y las grandes democracias han afirmado y extendido el
poder del Estado sobre casi todos los aspectos de la vida, dando con ello mayor
importancia a los partidos predominantes. Como anota Jouvenel, los partidos se han
instalado en la “sala de máquinas” del Estado.

Misión de los partidos

Los partidos participan en el gobierno mediante sus representantes parlamentarios, y


además influyen poderosamente por medio de sus órganos de prensa y de los
movimientos de opinión que organizan. El partido influye sobre sus representantes
en el Parlamento y suspende sobre ellos la amenaza de no reelegirlos. El propio Jefe
del Poder Ejecutivo, si bien es con frecuencia caudillo de su partido, no puede dejar
de escuchar a los afiliados más importantes. Los partidos, aunque estén en
minoría, participan en el gobierno por su función de control y por los cargos
administrativos que el Poder les acuerda en atención a la capacidad personal de
los designados. La opinión pública, que no puede expresarse en elecciones mensuales o
anuales, se manifiesta por medio de la prensa y en otras formas diversas.
Dice Bryce: “Aunque es difícil muchas veces determinar la relativa potencia de las
diferentes corrientes de opinión, todos admiten que cuando una corriente es
marcadamente más fuerte que cualquier otra, o sea, cuando de seguro prevalecería
si el pueblo fuera llamado a votar, debe ser obedecida. Hasta que se realiza la
votación, su poder, expuesto a dudas, carece de título legal a la obediencia. Pero no
obstante que es impalpable, nadie le disputa su poder y los órganos gubernativos,
como ministerios y cámaras, tienen el deber de tomarla en consideración y
acomodar a ella sus actitudes. En este sentido, pues, el pueblo está dirigiendo siempre,
porque su voluntad es reconocida, y por más que, formal y legalmente, su único
modo de expresarse sea el proceso de sufragio, con frecuencia es bastante perceptible
para producir todos sus efectos sin necesidad de ese proceso”.
94
Ahora bien, es evidente que la acción política del pueblo es imposible sin la existencia
de partidos que orienten la opinión, que den concreción a los anhelos colectivos y
que ofrezcan a los individuos la posibilidad de ver realizados sus propósitos mediante
la asociación con otros que piensan de igual manera. Manuel Vicente Villarán anota
lo siguiente: “Absorbido por sus ocupaciones, el pueblo necesita alguien que le llame
la atención sobre las cuestiones públicas, que se las exponga, que lo ilustre sobre
ellas. Los partidos son como los abogados ante el tribunal: plantean la cuestión y
argumentan cada cual a favor de su causa. No siempre razonan con sinceridad, pero
aun incurriendo en faltas, llenan un papel necesario”. Además, los partidos
facilitan enormemente que las opiniones individuales concuerden en propósitos comunes
y alcancen eficacia en la acción. Sin partidos, el pueblo no adquiere sentido cívico;
se despreocupa por los intereses colectivos y cae fácilmente en la
sumisión a dictadores o en la conducción del demagogo.

SISTEMA DE PARTIDOS

Por: Francisco Miro Quesada Rada (*)

Por lo general, la mayoría de los científicos políticos coinciden en afirmar que a


un determinado tipo de régimen político corresponde una forma específica de sistema
partidario. De esta manera, se afirma que en los regímenes totalitarios hay partidos únicos
y que en los regímenes democráticos se han establecido sistemas bipartidistas y
multipartidistas.

Esta afirmación es cierta pero sólo en parte, porque en los regímenes políticos

95
encontramos una serie de variantes en relación a los sistemas de partidos. Por
ejemplo, en los regímenes socialistas, además del unipartidismo, existía el sistema
denominado de "partidos hegemónicos ideológicos", que fue una característica de
algunas democracias populares, como Polonia y la República Democrática Alemana
(RDA).

El "partido hegemónico ideológico", tal como su nombre lo indica, es un partido que tiene
el control del Estado y del gobierno, pero que permite la existencia de otros partidos;
los mismos que pueden participar en la vida política, pero dentro de fuertes
limitaciones legales y de acuerdo a ciertas reglas de juego establecidas por el partido
hegemónico. En este sistema, los demás partidos actúan en la periferia del partido
principal, es decir, como "partidos de segunda", tal como indica Sartori. Estos "partidos de
segunda", no compiten con el partido hegemónico en pie de igualdad; pero tienen,
aunque muy reducidamente, alguna presencia en la estructura formal del Estado. Están
permitidos siempre y cuando no alternen las reglas de juego fijadas por el partido
hegemónico y no pongan en tela de juicio la ideología dominante en la sociedad.

Según La Palombara y Weiner, el partido hegemónico deja de ser expresión de un


sistema monopartidista y funciona en un sistema "unipartidista Pluralista". En este
caso, se trata de la presencia de un partido hegemónico fuertemente autoritario, que
también tiene el control del gobierno e impone ciertas reglas de juego a la contienda
partidaria; e, incluso limitaciones legales que regulan la participación en el poder de
los otros partidos, pero se diferencia de los partidos hegemónicos ideológicos porque
no impone una ideología, sino que se preocupa sólo por mantener su status privilegiado.

Hay casos en que estos partidos hegemónicos autoritarios son pragmáticos, porque
dan más importancia a soluciones inmediatas y efectistas de los problemas sociales
que a una concepción del mundo o al ejercicio autoritario del poder.

Dentro de esta clasificación, podemos mencionar al PRI mexicano y a la antigua


"falange" española. Partidos de esta naturaleza, tanto hegemónicos ideológicos, como
hegemónicos autoritarios y pragmáticos existen en Africa, pero la tendencia hegemónica
ideológica tiene mayor presencia que la autoritaria y pragmática Guinea, Túnez y Argelia
son ejemplos-tipo.
(*)Tomado del libro: “Política y Ciencia Política”, de Francisco Miro Quesada Rada. Edit. Campodónico. Lima. 1981. Pág. 90 a 96
Jean Blondel señala que hay tres sub tipos de partidos único: sistema de partido único
autoritario-radical (del tipo comunista) sistema de partido único autoritario de centro (de tipo
populista); sistema de partido único autoritario conservador (de tipo fascista).

Para Coleman y Almond, los partidos autoritarios se subclasifican en totalitarios y


autoritarios propiamente dichos. Ambos sistemas son similares, pero se diferencian por
el grado de penetración en una sociedad. La penetración autoritaria es menos completa e
integral que la totalitaria que es más ideológica y universal.

Por su lado, Duverger se refiere a lo que él llama partido único provisional, quese
mantiene en el poder por cierto tiempo; pero que, luego desarrolla una tendencia hacia
el pluralismo multipartidista, como sucedió en Turquía durante el gobierno de Kemal
Ataturk; y el partido político que es definitivo, como en los casos de los países de
96
regímenes totalitarios, de tipo stalinista y fascista; en que el partido está ligado al Estado,
o viceversa, es portador de una ideología dominante y asume la conducción de la
sociedad hacia un supuesto "destino histórico" que no puede ser puesto en tela de juicio.

Un caso similar al explicado sobre el sistema de partido único es el de los regímenes


políticos con más de un partido como son los del sistema bipartidista, multipartidista,
dominante y ultradominante.

A nivel del sistema bipartidista, tenemos dos tipos o modelos; el bipartidismo perfecto,
en donde participan y predominan, en franca y libre competencia, dos partidos políticos
que suman alrededor del 90% del electorado. Estos partidos predominan sobre
otros partidos menores que tienen poca influencia en el electorado.

El bipartidismo perfecto existe en los países anglosajones (Gran Bretaña, Estados Unidos,
Canadá, Australia y Nueva Zelandia). Se dice también que el bipartidismo perfecto es sólo
una característica de los regímenes anglosajones, pero esta afirmación carece de base
empírica, porque hubo y hay bipartidismo perfecto en Austria y Uruguay. En este último país,
el sistema se rompió por el golpe de Estado en 1973, pero con las elecciones de
1984 se ha vuelto a restablecer.

El bipartidismo imperfecto se produce porque al lado de los dos partidos importantes existe
un tercero que, si bien no tiene mucho arraigo electoral, es valioso para lograr la estabilidad
en el parlamento y el gobierno. En este caso, uno de los dos partidos principales debe por
lo general, formar alianza con el tercero para poder tener el control del gobierno.

Por otro lado, la imperfección puede consistir en la marginación de ciertos sectores


y partidos políticos que los grupos dominantes imponen, como práctica y norma, en
una sociedad: tal como sucede en Africa del Sur, en donde el bipartidismo es imperfecto
por discriminación racial y política.

También hay bipartidismo imperfecto en sociedades no anglosajonas como Alemania


Federal, Bélgica, Ceilán, Colombia, Filipinas y Japón.

Lo que se viene señalando respecto al bipartidismo también es aplicable al multipartidismo.


En este sistema hay, como es lógico, una serie de variantes. El multipartidismo puede ser
integral o extremo cuando, por lo general, hay más de cuatro partidos que determinan
una polarización tal del sistema político que, incluso, puede poner en riesgo el sistema
parlamentario; situación que obliga, para su mantenimiento estable, a la formación de
pactos o alianzas partidarias a fin de lograr una mayor estabilidad de la democracia
competitiva. También el multipartidismo puede ser atemperado o moderado. Según
autores, como Schwartzenberg y Sartori, esta modalidad supone la presencia de cuatro
partidos, los mismos que por medio de pactos y alianzas como en el caso anterior,
contribuyen a evitar la polarización extrema y con ello una situación intermedia entre el
bipartidismo y el multipartidismo integral o extremo. Esta modalidad de multipartidismo
moderado predomina en países como Alemania Federal, Bélgica e Irlanda, que
tienen tres partidos importantes; y que, como se ha indicado, podrían considerarse
dentro de la clasificación de bipartidismo imperfecto, porque el tercer partido sólo sirve
de apoyo de los dos más importantes, ya que tiene poca influencia en la sociedad y la
97
vida política. Este sistema también existe en Suecia, Islandia y Luxemburgo.

Duverger indica que el sistema electoral es un factor técnico prioritario para la formación
de los sistemas de mas de un partido, aunque no el único factor porque hay que
considerar situaciones de orden histórico. Pero, por regla general, el escrutinio mayoritario
de una sola vuelta tiende al dualismo de los partidos. En cambio, el escrutinio mayoritario
de dos vueltas y la representación proporcional tienden al multipartidismo.

Hay multipartidismo integral o extremo en la mayoría de los países de Europa latina


(Francia, Italia, España, Portugal); en países de América Latina como Perú, Ecuador, Chile
(antes del golpe de Estado), Honduras, República Dominicana, El Salvador,
Nicaragua, Panamá. En cambio, en Argentina, Brasil, Venezuela y Costa Rica se tiende
al multipartidismo atemperado o moderado. Hay multipartidismo extremo en países no
latinos como Dinamarca, Finlandia, Suiza, Israel, Noruega.

Como se ha indicado ya, entre los sistemas con más de un partido, además del
bipartidismo y del multipartidismo, encontramos el sistema de partido dominante y
ultradominante.

El sistema de partido dominante se presenta en los casos en que un partido político logra,
de manera constante y permanente el control electoral en un porcentaje que oscila entre
el 40 y 50% de los votos. Estos partidos reflejan, en cierta medida, las aspiraciones
sociales principales de un pueblo y están ligados a su tradición histórica; pero su
predominio se desarrolla dentro de marcos pluralistas y democráticos, en franca
competencia con otros partidos, los que coaligados pueden desplazar del poder al
partido dominante. Lo mismo se puede decir sobre los sistemas de partidos
ultradominantes; pero, en esta situación, un partido en tales condiciones, logra de
manera permanente e ininterrumpida, por medios democráticos, competitivos y
pluralistas, el control de aproximadamente el 90% del electorado, como sucede con el
Partido de Congreso en la India. Pero también este partido puede perder las elecciones y
ser derrotado por sus opositores, por lo menos en el control del gobierno (poder ejecutivo).

Al partido dominante Sartori lo llama predominante, y al ultradominante, hiperdominante.


La diferencia entre estos sistemas partidarios y el partido único o hegemónico, en
sus forma ideológicas y autoritaria, es que no se mantienen en el poder por la
fuerza sino por la persuasión, dentro de las reglas de juego pluralista y competitivas,
vale decir, democráticas.

98
PARTIDOS POLITICOS Y GRUPOS DE PODER

Por: José Paéz Warton (*)

Proceso de formación de los Partidos Políticos

En términos generales y estáticos se puede afirmar que las clases y los grupos sociales
se generan como consecuencia del lugar que ocupan los hombres en un sistema de
producción y en las relaciones que se establecen entre ellos.

En un sistema capitalista como el nuestro, la organización de la sociedad para producir


los bienes y servicios dio como resultado la existencia de grupos de propietarios
asociativos y no propietarios; de otro lado, trabajadores directos (obreros) y no directos
(empleados, administradores y funcionarios) y por el sector donde laboran (trabajadores
agrícolas, mineros, fabriles, pesqueros y otros). La combinación de los sectores más
99
o menos homogéneos entre los señalados anteriormente, daría como resultado
agrupaciones cuyos intereses son también similares.

Continuando con éstas generalizaciones podemos decir que respecto a la propiedad,


habría tres tipos de intereses correspondientes a las tres formas de propiedad
existentes. En relación al lugar ocupado en la organización del trabajo, habría también
tres grupos derivados de los status obreros y similares, empleados y funcionarios
por el sector productivo, varios más.

Interrelacionando unos grupos resultan c o n una serie de intereses más globales, por
ejemplo, los que agrupan a todos los no propietarios, sin distinguir su rol en el proceso
productivo ni el sector económico. Los que agrupan a todos los que laboran en un sector
productivo, sin especificar su calidad de propietarios o no propietarios, ni el puesto que
ocupan: y así una serie de combinaciones.

Cada conjunto pues tiene una serie de intereses comunes que se expresan en
expectativas, opiniones y reclamos, pero simultáneamente en ese grupo existen
también diferencias. Los partidos políticos tienen su origen en esas expectativas
comunes de los grupos sociales, son por tanto, instituciones que representan a grupos
más o menos homogéneos convirtiéndose en sus voceros. Esta aproximación al
entendimiento del significado de los partidos no incluye aún varios aspectos importantes:
las luchas, el sentido de pertenencia, el rol de la ideología y otros.

Haciendo abstracción de los partidos políticos, se observa que en la sociedad existen


conflictos derivados de intereses contrapuestos, en las luchas, los grupos
contendientes llevan a cabo acciones con el objeto de imponerse, una de éstas es
la difusión de ideologías justificatorias de su posición y actuación, también se ve que
los hombres se ubican en diversos bandos, a veces en los que supuestamente no
les correspondería por su posición social y por último no se aprecia un orden, sino
por el contrario, un cierto caos en cuanto a aspi- raciones y acciones, falta pues un
elemento organizador y orientador.
(*) Tomado de “El análisis político”. José Paéz W. Universidad de Texas. 1989.
Un segundo rol de los partidos políticos es precisamente organizar. Inicialmente atraer
a sus filas a todos los que tienen intereses más o menos comunes a fin de organizarlos
y luego orientar su conducta política, lo que implica, un proceso de adoctrinamiento.

Finalidad de los Partidos

Aunque en términos generales, la finalidad de los partidos es defender los intereses


concretos e inmediatos de grupos sociales similares, en la práctica, esa finalidad
se convierte en algunos casos, en la visualización de intereses
inmediatos en un mundo diferente edificable después de la liquidación del sistema
vigente y de las instituciones que lo sustentan.

Podríamos en consecuencia, dividir a los partidos políticos por su finalidad en dos


grupos; partidos que buscan mantener el sistema social, ya sea en sus formas actual
o aplicando reformas, y partidos que pretenden cambiar el sistema sustituyéndolo por otro.

100
El fundamento de ambas posiciones se encuentra en las Bases Filosóficas, ideológicas o
doctrinarias de cada partido. Veamos dos ejemplos contrapuestos:

• Ideario del PPC

El PPC está integrado por hombres y mujeres de todas las ocupaciones y clases sociales,
y se ha fundado para encarar y resolver los agudos problemas del país y promover
el desarrollo integral del hombre peruano según el criterio y los principios de la doctrina
social cristiana. Por lo tanto se compromete a conducir una política honesta,
transformadora, concreta, realista y eficaz, auténticamente democrático.

El PPC tiene como misión irrenunciable hacer del Perú una sociedad comunitaria,
entendiendo por ello su proclamación del Bien Común como razón suprema del orden
político.

De las bases mencionadas se desprende que el PPC no comparte la tesis del viejo
liberalismo, en cuanto representan una orientación egoísta que ignoran el Bien
Común y en cuanto encarna una concepción materialista que olvida al hombre integral.
De las mismas bases se desprende que el PPC rechaza también toda concepción
totalitaria y colectivista, como la marxista leninista, que desconoce el valor de la libertad
humana con su determinismo económico, que desvanece toda moral en el relativismo
oportunista y que aplasta la dignidad personal con el Estado todopoderoso, el
positivismo jurídico y el ejercicio dictatorial de la autoridad monopolizada por un partido
único.

Consciente de su deber, el partido expresa que pondrá todo su empeño en evitar que
las tensiones, problemas e injusticias que aún se manifiestan en la sociedad peruana,
al no encontrar solución democrática alienten la subversión comunista o entronicen una
dictadura.

La propiedad privada de los bienes de uso y consumo y de los bienes y medios


de producción, es un derecho natural porque es expresión y defensa de la libertad
personal. Puede ser individual pero no es derecho absoluto. Se justifica plenamente
sólo cuando cumple una función social. Por eso el estado debe fijar sus límites
subordinando su ejercicio a la satisfacción de las necesidades genera- les. El PPC busca
el advenimiento de "una economía de propietarios".

El trabajo, desde el punto de vista moral, tiene la primicia entre los factores de la producción
por ser el aporte humano por excelencia. La realización de su dignidad supone, en primer
lugar, la reivindicación del obrero, del campe- sino, del artesano o del empleado, y su
liberación de toda alienación, lo que traba o maltrata su ser. Es urgente su formación técnica
y su acceso a la propiedad. Es indispensable por ello alentar la asociación sindical
libre y representativa, pero sin generar antagonismo que esterilicen o destruyan el
progreso productivo.

• Programa del PUM

101
El programa del PUM tiene como objetivo final la instauración de la sociedad comunista
mundial, cuyos rasgos fundamentales serán :

En lo económico, en el comunismo, al eliminarse la propiedad privada de los medios de


producción y generalizarse el desarrollo de las fuerzas productivas, libradas de la camisa
de fuerza que impone la ley del valor será posible orientar la producción de acuerdo con las
necesidades del conjunto de la sociedad.

La abolición de la propiedad privada de los medios de producción en el comunismo,


no significará la eliminación de la apropiación individual de bienes de consumo.

En lo político, la eliminación de la opresión y la explotación del hombre por el hombre. Al irse


extinguiendo las clases sociales, se irá extinguiendo el Estado como aparato
de opresión de una clase sobre otra, organizándose la sociedad para la administración de
las cosas para beneficio social.

Sin embargo, para revolucionar la sociedad actual y caminar al comunismo es necesario


atravesar por un largo período histórico de transición y de enconada lucha contra
la burguesía y sus remanentes: el socialismo.

El proletariado y su partido de clase tienen que destruir el poder reaccionario de


la burguesía, implantar su propio poder político (la dictadura democrática y revolucionaria
del proletariado) y dirigir todo el proceso de construcción del socialismo hasta la
extinción de las clases y el Estado.

Organización de los Partidos

Para cumplir con las tareas de: representar los intereses y aspiraciones de grupos afines,
atraer a quienes siendo miembros de sus grupos no tengan sentido de pertenencia a los
mismos, organizarlos, adoctrinarlos y elaborar estrategias y técnicas destinadas a alcanzar
los objetivos de los grupos: los partidos requieren una organización.
En la práctica, la organización de los partidos obedece básicamente a su finalidad y a
la forma como llevarán a cabo sus actividades.

Los partidos orientados a cambiar el sistema social, adecuan su organización a esa


finalidad y definen el partido como instrumento de lucha, un elemento del poderpopular
y un destacamento organizado como vanguardia de la clase obrera y del pueblo mediante
la lucha pretenden conquistar el poder político a fin de construir el poder popular y el
socialismo.

Definen sus estructuras como clandestinas, que desarrolla dos tipos de trabajos, abiertos
o legales y secretos.

Grupos de poder

Si aplicamos estrictamente el significado de poder son los partidos políticos, los sindicatos,
los colegios profesionales, las organizaciones sociales y muchos más que ejercen algún tipo
de poder, e igualmente, si empleamos la misma lógica para definir grupos de presión
102
y de interés, encontraremos que las instituciones señaladas merecen esos calificativos.

Sin embargo, en el lenguaje político el concepto grupo de poder" ha ido tomando una
aceptación muy particular, se refiere en el campo económico, a los conformantes de
los monopolios, oligopolios y otros cuyos intereses específicos los llevan a actuar en
función de su corporación.

A diferencia de los partidos políticos que tratan de atraer y organizar grandes núcleos
humanos con el objeto de acceder al estado, sea por vías violentas, pacíficas o
combinadas: los grupos de poder económico defienden sus intereses concretos, mediante
una labor discreta ante los órganos de poder político. Actúan en diversas formas, a través
de los partidos políticos afines ideológicamente, mediante representantes oficiosos
en los organismos del Estado, en los medios de comunicación social, en los
sindicatos y en toda institución que pueda ser utilizada para sus fines. En algunas
oportunidades realizan campañas de difusión destinadas a convencer a la ciudadanía
que las medidas propugnadas por el grupo son beneficiosas para la comunidad.

En el campo social, los grupos de poder, son aquellos, que por haber alcanzado consenso
entre la población o por organización llegan a tener poder, por ejemplo, los ecologistas
o algunas asociaciones de profesionales: periodistas, abogados.

Para efectos del análisis solamente consideramos grupos de poder a los descritos, que
actúan en los campos económico y social. Todas las demás organizaciones: sindicatos,
organizaciones vecinales, regionales y otras, se consideran en función de sus conexiones
con el campo político para establecer las correlaciones de fuerzas y la actividad de
los actores políticos, así por ejemplo, un sindicato no será tomado como grupo de poder
sino como un elemento integrante de una fuerza política pero siempre y cuando exista
una relación o influencia política.

ACTIVIDADES OBLIGATORIAS:

Conteste las siguientes preguntas:

• ¿De dónde proviene el término “Partido”?


• ¿Dónde, históricamente, aparecen los Partidos como tales?.

Términos que deberá manejar:

o Partido hegemónico ideológico.


o Bipartidismo.
o Multipartidismo.
o Grupos de poder .

AUTOEVALUACIÓN:

1. Definición de Partido Político.


2. Mencione dos criterios para clasificar a los Partidos Políticos.
3. Durante la Revolución Francesa. ¿A quienes se denominaba Girondinos y a quienes

103
Montañeses?.
4. Que se entiende por Partido Hegemónico?
5. ¿A qué se llama Multipartidismo integral o extremo?.
6. ¿Cuál es la finalidad de los Partidos Políticos?.

RECURSOS PARA AMPLIAR EL TEMA:

EXPLORACION ON LINE

• http://cies.org.pe/files/elecciones/documentos/Ley_partidos_politicos.pdf
• http://html.rincondelvago.com/partidos-politicos_1.html

BIBLIOGRAFIA COMENTADA

• Duverger, Maurice. 1957. Los Partidos políticos. Fondo de Cultura Económica, México D.F.
• Luís Aznar - Miguel De Luca (Coordinadores) “Política, Cuestiones y Problemas”. Capítulo 6:
“Partidos políticos y sistemas de partidos” de Luciana Cingolani. Buenos Aires, Editorial
emecé, 2006.

UNIDAD 5

104
IDEOLOGIAS, DOCTRINAS,
REGÍMENES POLÍTICOS

IDEOLOGIA Y DOCTRINAS POLITICAS

Por: Francisco Miro Quesada Rada (*)

Concepto de ideología

Sobre lo que es una ideología los autores no se han puesto de acuerdo. Por ejemplo,
Vladimir Weidlé ha señalado que la discusión sobre el concepto de ideología tiene
un significado estéril, pues no ha dado nuevas luces al problema. En cambio, Ferrucio
Roosi-Landi encuentra que hay once concepciones de ideología, la ideología
como:

1. Mitología y folklore,
2. Ilusión y autoengaño,
3. Sentido común,
105
4. Mentira, deformación y oscurantismos.
5. Estafa o engaño consciente,
6. Falso pensamiento en general,
7. Filosofía,
8. Visión del mundo,
9. Institución del mundo,
10. Sistema de comportamiento ,
11. Sentimiento.

Etimológicamente, el término ideología deriva de las voces griegas “eidea”, que


significa “Idea” y “logos”, que quiere decir palabra, verbo, ciencia tratado. Ideología
significa, pues, ciencia de las ideas y como tal fue definida y concebida por Destutt
de Tracy, quien pretendía elaborar una ciencia tan rigurosa como la física y la matemática.
Para Destutt de Tracy, la ideología era la ciencia más alta de todas; una disciplina
filosófica cuya misión era la de formar la base de todas las ciencias. Señala Hans
Barth que, según Destutt Tracy, la ideología es la “ciencia filosófica fundamental” y que
su obra, “elements d’Ideologie”, abriga un fin pedagógico, y “es además el
fundamento teórico de la sociedad”.

Sin embargo, el concepto de ideología tiene sus antecedentes, en otros pensadores


anteriores a De Tracy. Entre ellos está Maquiavelo, quien estableció la distinción
entre una realidad factual y una realidad imaginaria; está última de una visión inexacta
de las cosas a la que se hallan sujetos todos los subordinados; con el corolario de que
las opiniones de los hombres varían de acuerdo con sus intereses y su posición social.
También encontramos antecedentes en Bacon. Tomás Moro y Vico.

Quién más destaca en esta gama de precursores es Francis Bacon, pues su famosa
“teoría de los ídola” es el antecedente más inmediato del concepto de ideología que
elaboran De Tracy y algunos filósofos de lLa Ilustración (Helvetius. D’Holbach) y
Marx.

(*) Tomado del libro: “Política y Ciencia Política”, de Francisco Miro Quesada Rada. Edit. Campodónico. Lima. 1981. Pág. 100 a 115.

Como señala Ludovico Silva, en su obra “Plusvalía Ideológica”, si se quiere hacer justicia
con respecto al término usado por Bacon, lo deberíamos llamar idología y no
ideología.

Para Bacon el ídolo es la imagen de una falsa deidad. Según él, los ídolos se han
posesionado del espíritu humano y lo han deformado; por consiguiente, hay que liberar
el espíritu humano de esta especie de posesión demoníaca, y hay que romper esta
negativa influencia porque impide la evolución natural de la razón.

Bacon distingue cuatro clases de idolos. Los idola tribu que tienen su fundamento en
la estirpe humana; los idola specus o de las cavernas, que son los factores dañinos
del conocimiento que cada individuo posee exclusivamente para sí mismo; los idola fori
o del mercado, que tienen su origen en la convivencia de los hombres, y finalmente,
los idola theatri o ídolos del teatro, que derivan de la tesis y de las fábulas de los
filósofos, así como de las reglas tergiversadas de la demostración.
106
Desde el punto de vista de Bacon, la ideología es una deformación de la realidad
que se produce principalmente en las relaciones económicas y en las creencias
teológicas. Esta última observación baconiana sirvió a los filósofos de la Ilustración para
desarrollar su crítica anticlerical, por cuanto estimaban que la idea de lo divino es el
producto de la superstición.

Sostiene Barth que la “crítica de los ídolos y de la superstición se convierte en la crítica


de una capa social que se inicia en los albores del pensamiento liberal revolucionario,
cuyos pensadores llamaron a los ídolos de Bacon, prejuicios”40.

Antes que Marx desarrollara su famosa teoría de la ideologización y alineación,


muchos filósofos del llamado período ilustrado, como Locke y Rousseau, entre otros,
descubrieron que las clases dominantes elaboraban teorías para justificar sus privilegios,
como consecuencia de su posición social. Había, pues, toda una concepción del mundo
aceptada como verdadera, absoluta e inmutable. La Teoría más
conocida fue la del poder divino de los reyes, poder que emanaba de la voluntad
divida y cuyo depositario era el rey; quien, por un don otorgado por Dios, se encontraba
en una posición superior a la de sus súbditos. Este argumento fue
refutado por los ideólogos de la Ilustración, quienes afirmaron que el poder no
emanaba ni de Dios ni del rey, sino que radicaba en la voluntad del pueblo.

Marx sostuvo que la ideología era una superestructura, un conjunto de doctrinas


y teorías elaboradas para justificar la posición de la clase que determina el pensamiento
y la conducta de los individuos. La ideología es una “Weltanschaung”41 una concepción
del mundo, una manera de pensar, de sentir y de actuar de la clase dominante. Las
concepciones religiosas, económicas, políticas y culturales, la filosofía y la ciencia,
son ideología.

Para Marx la ideología es una ilusión, una completa falsedad, algo que se impone como
cultura sin fundamento objetivo. Al respecto, Marx en “La ideología alemana”, dice que
“Las ideas, de la clase dominante son las ideas de cada época; o, dicho en otros
términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la
sociedad es, al mismo tiempo, el poder espiritual dominante”.

Hay otra concepción más moderna de ideología, pero menos global que las de
Bacon. De Tracy y Marx. Es aquélla que dice que la ideología es la justificación teórica
de la praxis (práctica) política. Esta concepción es limitada porque solo vincula la
ideología con la política. En este caso, existe una relación entre un concepto
universal, como es el de ideología; y una forma concreta de acción, es decir, la acción
política.

Si bien muchos movimientos políticos han adaptado o creado ideologías, no todo


movimiento político tiene una ideología. Muchos sólo tienen programas de acción que se

40
BARTH, Hans.Op. Cit. Pág. 42
41
Visión del mundo en idioma alemán

107
confunden con el concepto de ideología. Hay que diferenciar, entonces, en dónde está la
distinción entre ideología y programa.

Mientras la ideología es un conjunto de ideas que expresan una concepción y visión


particular del mundo y de la sociedad, el programa constituye lineamientos generales y
particulares para actuar en situaciones concretas y resolver problemas del
momento; persigue soluciones pragmáticas. El programa no pretende elaborar una
concepción del mundo aunque puede contener, y desde luego contiene, una ideología
implícita.

El fin de la ideología y su crítica

En ciertos círculos se sostiene que el mundo moderno asiste al “fin de las ideologías”.
El argumento se expresa en la frase: “el pueblo no come ideologías”. La razón de
este argumento consiste en afirmar que la tecnificación, la eficacia tecnológica del
mundo moderno, ha derrumbado los cimientos en que se basan las ideologías. Pero,
esta afirmación es tan ideológica como cualquier otra semejante; es “la ideología de la
desideologización, como acertadamente señala Marcos Kaplan42.

Esta tendencia tiene sus raíces en aquellas corrientes mecanicistas y organicistas que
desembocaron luego en un pragmatismo burdo, y que durante mucho tiempo
predominaron en el pensamiento político y sociológico contemporáneos. Es una
corriente que pone especial énfasis y confianza en la técnica y en la ciencia, como si
ambas fueran las únicas llamadas a resolver los problemas del mundo; cuando,
en realidad, solamente son un medio o instrumento que debe estar al servicio
del hombre. Una cosa muy distinta es que el pensamiento racional cuestione las
interpretaciones especulativas que hay en toda ideología, para dar a éstas un contenido
más científico y riguroso, y otra cosa es sostener que el desarrollo técnico termina
con las ideologías.

Sobre el intento de suplantar la ideología por la técnica, ha reflexionado el historiador


alemán Henry Jacoby, quien luego de sostener que la ideología es “una idea
de justificación del orden existente, idea que siempre ha existido en cualquier
orden social”.43 Señala que “si pudiéramos emplear la ideología en su doble sentido,
entonces podríamos hablar de la ausencia ideológica, que es la justificación del mundo
administrativo44.

Según Jacoby, “la aparente cosificación del mundo administrativo con “su ausencia
de ideología” resalta únicamente la cosificación de las relaciones humanas”45.

Ideología y rigor científico

42
KAPLAN, Marxos. “Estado y sociedad”. Edit. UNAM. 1978. Pág. 28
43
JACOBY, Henry. “La burocratización del mundo”. Edit. Siglo XXI. México. 1972. pág. 301
44
Op. Cit. Pág. 301
45
Op. Cit. Pág 303
108
Hemos sostenido que hay una diferencia sustancial entre el intento de reemplazar
la ideología por la técnica y la ciencia, y el intento de elaborar ideologías con
mayor rigor científico. En este último caso, hay interesantes avances gracias a los
aportes de algunos filósofos contemporáneos.

Existe un antecedente remoto en Lenin, que se refiere a la necesidad de elaborar una


“ideología científica”. Esta idea ha empezado a madurar gracias a los aportes de:
Mannheim, Schumpeter, Marth, Popoer, Myrdal, Northrop, Myers y Chomsky.

En el Perú, Francisco Miro Quesada Cantuarias46, ha hecho un esfuerzo por deslindar


las características de las diversas formas de ideología. Sostiene el filósofo peruano
que hay ideologías epistémicas y estimativas. Las primeras se basan en
fundamentos de carácter científico o filosófico, o de ambos tipos, y tratan de justificar
sus planteamientos con argumentos exclusivamente teóricos. Sus principios pretenden
ser verdades científicas y/o filosóficas. La ideología burgués-liberal, que tiene
sus orígenes en el pensamiento ilustrado de los enciclopedistas, y también el
socialismo marxista, son ideologías epistémicas.

Las segundas se fundamentan en principios y valores. No pretenden ser científicas para


justificar su contenido. El cristianismo y el humanismo son ideologías estimativas porque
parten de principios morales y éticos que se basan en la fé (cristianismo) y en el
reconocimiento de la dignidad humana (humanismo).

Para sistematizar el pensamiento ideológico. Miró Quesada sostiene que es conveniente


tratar de axiomatizar las ideologías; pues, en esta forma se pueden explicitar con mayor
claridad sus conceptos fundamentales. En esta línea, Miro Quesada sostiene que
el humanismo es una ideología monoaxiomática, es decir, que
parte de un solo axioma; el hombre debe ser un fin en sí mismo, no un medio.

Los esfuerzos por axiomatizar el pensamiento ideológico son recientes, como se ha


señalado, pero constituyen una orientación importante, ya que permiten
reflexionar rigurosamente sobre problemas concretos que se presentan en la aplicación
de toda ideología.

Ideología y deformación de la realidad

Las reflexiones más reciente en torno a las ideologías giran sobre el problema de
la deformación en el conocimiento de la realidad. En la medida que ha avanzado el
pensamiento filosófico y científico, nos hemos dado cuenta de que por el sólo hecho de
ser sujetos cognoscentes, cada vez que tratamos de aprehender un objeto de saber
que es, obtenemos una captación deformada del mismo.

La primera deformación que se descubrió fue la del conocimiento de la realidad física y


se le llamó deformación sensorial, que es la que nos imponen nuestros sentidos. Ya los

46
Ver MIRO QUESADA CANTUARIAS, Francisco. “Humanismo y revolución”. Edit. Casa de la cultura del Perú.
109
griegos se habían dado cuenta de este hecho al observar varios fenómenos físicos,
como el que sucede al introducir una vara en el agua.

Esto les permitió plantearse la siguiente interrogante : ¿Cuál es la forma correcta


de la vara, la que tiene cuando está fuera del agua, o cuando está dentro de ella?.

Otro ejemplo similar es el de los colores. Así el ojo humano nos hace ver el mundo
de ciertos colores a pesar de que los objetos que consideramos reales, comolas
moléculas y los átomos, no tienen colores.

Conforme progresaban la ciencia y la filosofía, los hombres se dieron cuenta que, a


veces, la deformación se producía debido a su posición en el universo o cosmos. A esta
clase de deformación se le puede llamar cosmológica. Por ejemplo, vemos la tierra
plana porque estamos sobre ella, pero si estuviéramos en la Lunala veríamos
redonda. A veces, la deformación se produce porque estamos en movimiento, por eso
vemos girar los astros, porque la Tierra gira y nosotros junto con ella.

Cuando el pensamiento filosófico social inicia su proceso de desarrollo, los estudiosos


se dan cuenta de que además de la deformación sensorial y cosmológica hay otras
dos deformaciones; la psicológica y la social.

En el primer caso, nuestro carácter, nuestro temperamento, contribuye a que veamos


el mundo de manera diferente de lo que es. Por ejemplo, el genial Einstein se negó a
aceptar que la teoría de los quanta era una auténtica descripción de la realidad,
porque no encuadraba en sus preconceptos mentales. Como sabemos, la teoría de los
quanta ha terminado por imponerse. Einstein, a pesar de ser un genio, fue víctimade la
deformación porque en este caso, vio el mundo físico deformado por su propia
psicología.

Otro ejemplo típico de la deformación psicológica se da cuando una persona acepta


teorías científicas basándolas en la autoridad de grandes científicos. En este caso,
se está concibiendo el mundo de tal o cual manera, porque confiamos en el talento de
los científicos y en las teorías que han creado.

Hasta mediados del siglo XIX, no se tenía una visión clara de la deformación social,
a pesar de los aportes de Bacon en el siglo XVI y del Baron D’Holbach en el siglo
XVIII. Es a partir de Hegel, y luego con Marx, que los pensadores occidentales se dan
cuenta de que así como la situación del hombre en el cosmos contribuye a deformar la
captación de los cuerpos celestes, su trayectoria y movimiento, de igual manera su
posición en la sociedad contribuye a deformar la captación de la realidad
social. Se comienza a descubrir que los economistas clásicos del capitalismo y de la
sociedad industrial habían elaborado una ciencia que daba la impresión de ofrecer
conocimientos objetivos sobre la manera como se desarrollaban los hechos
económicos, especialmente la formación de precios en el mercado basada en la “libre
competencia” pero que no hacían sino reflejar, de manera deformada, cómo dichos
economistas captaban la realidad social. A esta captación deformada de la realidad
social, debido a la posición social o de la clase de un individuo, se le llama, hoy en día,
ideologización. Una teoría social (política, económica, sociológica, antropológica, histórica,
110
lingüística, etc), que pretende ser objetiva, pero que proporciona, de manera total o
parcial, conocimientos deformados sobre algún aspecto de la realidad social, es una
teoría ideologizada. Superar, en lo posible, la ideologización es la tarea principal el
problema central, de las ciencias sociales47.

Sobre el problema de la deformación social hay diversas posiciones, y, como sucede


siempre, los pensadores no se han puesto de acuerdo. Al respecto, hay tres tendencias:
el realismo ingenuo, el escepticismo y el realismo crítico.

Los realistas ingenuos creen que es posible superar por completo la deformación
subjetiva y llegar a un absoluto conocimiento objetivo. Los escépticos creen que esto
no es posible; que hagamos, lo que hagamos, jamás podremos conocer la realidad.

En cambio, el realismo crítico afirma que, aunque no podamos llegar a un conocimiento


perfectamente objetivo, podemos irnos acercando cada vez más a este tipo de
conocimiento.

47
MIRO QUESADA CANTUARIAS, Francisco. Ensayo”La historia de las ideas en América Latina y el problema
de la objetividad en el conocimiento histórico”. Edit. UNAM. 1974
111
LAS GRANDES IDEOLOGÍAS AL FINAL DEL SIGLO XX

Por: W. Phillips Shively (*)

Con el largo periodo de paz general en Europa y entre otros Estados industrializados
desde la Segunda Guerra Mundial, se han limado algunas de las asperezas del conflicto
entre las grandes ideologías modernas. Conforme la sociedad moderna se establece
con mayor firmeza, las antiguas injusticias no parecen mover a la gente con tanta fuerza
como alguna vez lo hicieron. Con la decadencia de la región (fuera delas regiones
islámicas) y con el desempeño económico deficiente de los Estados socialistas, ha
habido un resurgimiento del liberalismo -pero un liberalismo modificado por un apoyo
gubernamental considerable para los débiles-.

Muchos líderes de partidos, en especial aquellos que tienen la responsabilidad


del gobierno de un Estado, han comenzado a modificar sus ideologías a la luz
de la experiencia práctica. El ejemplo más dramático de esto lo proporciona el colapso
de los regímenes comunistas de Europa oriental y Rusia. Muchos Estados de esta
región se convirtieron en democracias liberales y todos abandonaron sus antiguos
sistemas basados ideológicamente en el comunismo.

Otros líderes, también, muestran cada vez más una mezcla comprometida de ideologías.
Margaret Thatcher, en Inglaterra, fue durante quince años líder del partido
Conservador, el cual entre otras cosas enfatiza los vínculos estrechos con la Iglesia
anglicana y la monarquía. Pero su ideología personal combinaba estos elementos
conservadores con un conjunto de políticas económicas muy liberales que exigían una
reducción mayor del papel del Estado en la economía, marcada por la "privatización"
(venta a propietarios privados) de muchas empresas del gobierno. En el otro extremo
del espectro, algunos socialistas como el ex primer ministro Felipe González de España
combinan su socialismo con preocupaciones por la eficiencia y el crecimiento económico
estable que apenas se reconoce como una doctrina de conflicto entre clases. Y el ex
Partido Comunista de Italia, que ahora incluso eliminó la
palabra "comunista" de su nombre, surgió a mediados de la década de 1990 como el
Partido Democrático de la Izquierda, hoy es un partido democrático de centro izquierda,
de hecho es uno de los partidos principales en Italia después de la Guerra Fría.

Sin embargo, el conflicto ideológico no está muerto. Desde fines del siglo XX en Europa,
nuevos partidos "verdes" plantean una serie de asuntos que los líderes establecidos,
acostumbrados a las antiguas ideologías, encuentran difíciles de absorber en sus
debates. Estos asuntos denominados "asuntos posindustriales" por
Ronald Inglehart, incluyen el feminismo, la protección del ambiente y los estilos de
vida abiertos y espontáneos48. En parte, los representan partidos nuevos por
completo (entre otros, los Verdes); o encuentran su camino en partidos socialistas
establecidos donde a menudo representan la voz de una minoría.

(*) EEUU. Profesor Principal del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de Minnesota.
En los partidos socialistas, el nuevo estado de ánimo ha producido un especial interés

48
Ronald Inglehart, “Culture Shift in Advanced Industrial Society”. Princeton, N.J.: Princeton University
press, 1990.
en. la participación directa de los trabajadores en la administración de sus
industrias49. En el otro extremo del espectro, partidos antiinmigrantes, como el Frente
Nacional de Francia, plantean asuntos de raza y nacionalismo que se pensaba estaban
muertos desde la Segunda Guerra Mundial. Fuera de Europa, el islamismo militante, con
sus reclamos de un Estado religioso, ha elevado la temperatura política en muchos
Estados del norte de África, Medio Oriente y el sur de Asia.

La historia y el desarrollo de las ideologías no se detienen. Las grandes ideologías


modernas fueron un producto de la tensión entre la industrialización de Europa y
las instituciones estáticas que Europa heredó de su pasado feudal. Conforme ahora
disminuye esa tensión, otras fuentes de desarrollo ideológico comienzan a destacar,
en una mezcla a veces confusa de fuerzas y tensiones: las experiencias económicas
prácticas de la Unión Soviética y Estados Unidos; el creciente problema de la
degradación del ambiente; el resurgimiento del islamismo militante; el descubrimiento
de la juventud y las mujeres como clases, aun cuando el socialismo marxista consideraba
a las clases como basadas solamente en la posición económica; y la creciente
división clara de intereses entre Estados ricos y Estados pobres -el "Norte" y el "Sur"-
.

REGIMENES POLITICOS

49
Véase, por ejemplo, W. Rand Smith, “Toward ‘Autogestion’ in Socialist France? The Impact of Industrial
Relations Reform”. West European Politics, vol. 10 (no 1, enero de 1987), pp 46-62.

113
Por: Juan Luis Paniagua Soto (*)

Ciudadanía y conocimiento de los sistemas de gobierno50

Constitución, república, monarquía, dictadura, parlamentarismo, presidencialismo,


democracia, etc.; son términos que con reiterada frecuencia, vemos recogidos en los
medios de comunicación, aunque no siempre de manera unívoca, y que, a menudo
también, manejamos acentuando su sentido ambiguo; acaso porque algunos de ellos
han cambiado, en buena medida su significación original. ¿Representa, pues, la
monarquía de nuestros días, tan alejada de aquella otra que recibía su legitimación de
la gracia divina, el poder en manos de una sola persona?, ¿Responde todavía hoyla
democracia al viejo postulado que la señalaba como “el gobierno del pueblo”. A la vista
de la realidad histórica ¿Habría que convenir con ROUSSEAU, sin duda el más
grande teórico de la democracia de todos los tiempos, que en rigor ésta no se ha dado
nunca ni existirá jamás, por cuanto es antinatural que los mas gobiernen y los
menos sean gobernados?, y ¿qué pensar de las adjetivaciones que suelen acompañar
al sustantivo democracia?, si para muchos no hay más democracia que la liberal,
otros, en cambio, entienden que la democracia solo cobra pleno sentido allí donde la
clase obrera es dueña de los medios de producción (democracia popular).

El centro de la cuestión es la relación entre gobernantes y gobernados; la distinción


fundamental que todo colectivo social genera en su propio seno; el eje sobre el cual
báscula toda sociedad política. Y de ahí, también, la permanente paradoja que en
cualquier comunidad encierra la relación entre unos y otros: organizar un poder
y, habiéndolo estructurado, arbitrar los medios para controlarlo, dada su incontenible
tendencia a adquirir cada vez mayor autonomía, escapando progresivamente a los
frenos que puedan oponérsele. Así las cosas, y en un sentido amplio de la
acepción, un régimen político es, precisamente, el modo como se presenta esa
distinción entre gobernados y gobernantes en el marco de una colectividad.

(*) Doctor en Ciencias Políticas y Económicas y Catedrático de la Universidad Complutense de Madrid.


España.
Tomado de “Temas Claves”. Colecciones SALVAT. 2ª edición. Madrid. 1984

Gobernantes y gobernados: el punto de partida

La historia política de la humanidad viene a confundirse con la sucesión de los distintos

50
"…La ciudadanía entraña ahora muchas obligaciones, y cualquier persona seria, reconocerá que es
difícil, si no imposible, cumplir con tales obligaciones sin estar familiarizada con la organización y el
funcionamiento del gobierno. Pero el conocimiento de un solo sistema de instituciones políticas puede
dar ocasión a la patriotería, a prejuicios peligrosos y a una incapacidad general para comprender cómo
podría mejorar el propio gobierno. La persona que solo conozca el gobierno de su país está expuesta a no
percibir su carácter auténtico, a no advertir sus puntos fuertes y débiles, porque carece de perspectivas
…" (H. ZINK: Los sistemas contemporáneos de Gobierno, 1965).

114
modelos de dominación que desde tiempo inmemorial unos hombres han ido
imponiendo a otros. Desde el mismo momento en que surge el poder, se da,
lógicamente, una división automática entre gobernantes y gobernados. Aparece así
la división de la comunidad entre aquel o aquellos que disponen del dominio y los que
se someten, de grado o por fuerza, al criterio de los que gobiernan. La existencia del poder
se hace, pues, realidad al encarnarse en una persona o en una institución, En ambos
casos, ya sea poder personalizado o poder institucionalizado, su efecto (capacidad de
imponerse coactivamente) es el mismo, si bien la forma que adopte puede ser muy
diferente: legitimado por los gobernados mediante su consentimiento (democracia);
apoyado o ejercido en interés de un sector minoritario (oligarquía) o asumido por una
sola persona (monocracia).

Conseguir una organización acabada en el ejercicio del poder, con órganos adecuados,
distribución de funciones y articulación de controles, constituye el objetivo de todo
régimen político. Este vendrá dado entonces por la forma concreta de organizar el poder
dentro de un territorio o, si se prefiere por el modo como se distinguen y se relacionan
gobernantes y gobernados.

¿Cuáles son los órganos de un régimen político? Toda vez que las comunidades
políticamente organizadas fueron adquiriendo cierto grado de evolución, su gobierno
iría diferenciando distintas áreas o modos de operar en la dirección de los asuntos
públicos: una función de crear las normas de convivencia (leyes); otra, para ejecutar
esas normas y hacerlas cumplir (capacidad ejecutiva o poder coactivo), y una tercera
para dirimir los conflictos, de acuerdo con aquellas normas, entre los intereses
contrapuestos dentro de la comunidad. Esas tres grandes funciones dieron lugar a su vez
a otros tantos órganos; el poder legislativo o parlamento, el poder ejecutivo o gobierno,
y el poder judicial o tribunales de justicia51.

Delimitadas las áreas del poder político y sus órganos, cabe entonces preguntarse ¿cómo
se configuran? La historia ofrece muchos y variados ejemplos, mencionaremos los dos
más próximos: la autocracia, es un régimen político que deriva de la desaparecida
monarquía absoluta, en el que el gobernante ejerce un poder absoluto, asumiendo todas
las funciones ejerciéndolas unipersonalmente, no reconociendo límite alguno, pues su
voluntad es la suprema ley; la democracia, que confiere cada una de aquellas
funciones a órganos distintos, formados por personas y
procedimientos diferentes. En la actualidad, esta última es la fórmula de configuración
más comúnmente aceptada, aunque no la más fielmente cumplida, cuyas
características básicas son la formación de parlamentos por sufragio, la separación en
grados diversos entre el legislativo y el gobierno, y la existencia de jueces

51
" En cada Estado hay tres clases de poderes: la potestad legislativa, la potestad ejecutiva de las cosas
pertenecientes al derecho de gentes, y la potestad ejecutiva de aquellas que caen bajo la
jurisdicción del derecho civil. Merced al primero, el príncipe o magistrado hace las leyes, bien sea para
cierto tiempo, bien para siempre, y corrige o deroga las que están en vigor. Gracias al segundo, hace
la paz o la guerra, envia o recibe embajadores, establece la seguridad y previene las invasiones. Por el
tercero , castiga los crímenes o dirime los litigios de los particulares. Este último se llamará poder”.

115
independientes de los dos poderes anteriores, castiga los crímenes o dirime los
litigios de los particulares. Este último se llamará poder judicial, en tanto que el
otro, simplemente, poder ejecutivo del Estado" (MONTESQUIEU: El Espíritu de
las leyes, 1748)

Sin embargo, es claro que no basta con separarlos; es preciso establecer unos
controles, tanto entre gobernantes y gobernados como entre los distintos órganos. A
este respecto, la organización de consultas electorales periódicas es el más
sobresaliente (de los controles), aunque no el único. De la combinación de estos
factores resulta el régimen político, y de las distintas variantes que una u
otra combinación pueden producir surgen los diferentes tipos. De su comparación
obtendremos una tipología que, aún siendo relativa, nos permitirá conocer las
formas de organizar políticamente la comunidad.

Pluralidad de criterios y diversidad de tipos

Varios son los criterios que podemos manejar para establecer una tipología de los
regímenes políticos y proceder a su estudio comparado. Tomando como punto de
referencia la existencia o no de procesos electorales, comprobaremos el carácter
representativo, en mayor o menor grado, de aquellos que periódicamente organizan la
renovación de sus órganos, frente a aquellos otros que carecen de tal mecanismo52 Los
primeros en la participación de los gobernados para nombrar a los gobernantes,
mientras que los segundos nos sitúan ante regímenes dictatoriales. entre los que tienen
su fundamento en el sufragio algunos presentan determinadas limitaciones: así, por
ejemplo, los hay que excluyen a ciertos partidos o ideologías de la lucha electoral,
y otros dejan fuera del control periódico de las urnas a instituciones concretas, como es
el caso de las monarquías, que, con su carácter
hereditario, no están sujetas a la sanción electoral periódica.

De acuerdo con el número de partidos, se pueden clasificar en: regímenes de partido


único, bipartidistas y multipartidistas. Los primeros, característicos delfascismo y
algunas formas de gobierno de países latinoamericanos (México y Cuba).
Pero tanto en el bipartidismo como en el multipartidismo puede haber elementos
correctores que suponen una limitación de la actividad política sancionada por la ley;
en otros casos, sin haber una expresa prohibición, se limitan las opciones encauzando al
electorado hacia el llamado voto útil, en beneficio de los partidos mayoritarios.

La existencia de frenos que limitan la actuación del poder es, por otra parte,
una categoría diferenciadora que separa a unos regímenes de otros. Estos límites
pueden ser institucionalizados, cuando proceden de la propia Constitución; pero también
el respeto a la opinión pública y a la libre organización de los ciudadanos en
asociaciones para la defensa de sus intereses constituyen otras tantas limitaciones. Otra
restricción lo constituye la coexistencia del poder central con otros poderes locales,
originados por un proceso descentralizador, o bien por la organización federal del

52
Sistemas electorales

116
Estado.

Desde un punto de vista político- institucional, que combina aspectos dinámicos


(el proceso político) y también estáticos (mecanismos jurídicos - institucionales)
podemos establecer una clasificación a partir del grado de mutua influencia,
interdependencia o separación entre el Parlamento y el Ejecutivo. Combinando este
enfoque con la forma de nombramiento o elección de los órganos se obtendrá una
tipología, que distingue los siguientes regímenes:

• Presidencial (elección del presidente y separación de poderes);


• Parlamentario (gobierno apoyado en una mayoría parlamentaria y colaboración
de poderes);
• Convencional o directorial (predominio absoluto del parlamento). Este último, dado
su carácter atípico, en realidad, solo cuenta con un ejemplo: SUIZA, por lo que
se tiene una variante del parlamentarismo, el parlamentario corregido.

Finalmente y en relación con las grandes áreas internacionales los regímenes se pueden
clasificar en: democracias liberales (con economía de mercado ) y democracias
socialistas ( de algunos estados europeos por ejemplo )

Constitución frente a la arbitrariedad del poder.

El Objetivo que se propone todo aquel que aborda el estudio de un régimen político
es, en ú ltima instancia, conocer las claves del poder. ¿Cómo se organiza? ¿Cuáles
son sus características esenciales?. La frecuente distancia entre el Derecho y más
concretamente el Derecho Público (el que tiene por objeto regular el orden general
del estado y sus relaciones), y la realidad social sobre la que opera hace que sea
difícil apropiarse del objeto - la realidad del poder - y condiciona el entendimiento del
fenómeno en cuestión .

El hombre vive, desde su constitución en comunidades políticas en una permanente


paradoja: tiende a organizar un poder y, una vez constituido, se esfuerza por oponerle
toda suerte de controles, por cuanto el poder muestra siempre una inclinación irresistible
a adquirir cada vez mayor autonomía, escapando en forma creciente a los
controles que se le ponen. La Criatura, el Estado, se impone, pues, finalmente a sus
creadores.

La Constitución es en principio, el instrumento mediante el cual el poder se somete


al Derecho. Dicho de otro modo: gracias a ella el poder deja de ser arbitrario en
cuanto que se objetiva en esa Ley Fundamental. Taxativamente, la declaración de
Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) decía en su artículo XVI, “Toda
sociedad en la que no esté asegurada la garantía de los derechos, ni determinada la
separación de poderes, no tiene constitución“. Esta afirmación se ha convertido desde
entonces en la piedra angular del moderno Constitucionalismo, y es la clave de la
radical división entre regímenes democráticos y autoritarios

Actualmente el principio de separación de poderes es sin duda más formal que real. En

117
el régimen presidencial, cuando el partido del Presidente es también el mayoritario en
el Parlamento, esta división resulta bastante ficticia, lo cual suele ser por otra parte,
harto frecuente. Del mismo modo en el régimen parlamentario de nuestros días no se
da tal separación ya que el gobierno sale de la mayoría del Parlamento, en la que se
apoya. De hecho, la división de poderes solo se produce en el momento de la
pérdida de aquella mayoría y, por tanto, del apoyo parlamentario. Tan pronto
como se recompone la mayoría y se forma el nuevo Gabinete, la identidad, que no la
separación de poderes, será una realidad. Esta peculiar situación se ve reforzada por
cuanto el presidente de la Cámara, que dispone de poderes notables, también
pertenece a la Mayoría.

Desde esta perspectiva, es necesario concluir que los supuestos controles que limitan
el poder han caído, cuando menos en desuso, y en cualquier caso han perdido gran
parte de su fuerza original. La sociedad moderna deberá por consiguiente arbitrar
nuevos mecanismos si quiere garantizar el respeto que los poderes públicos deben
tener para con la comunidad; al tiempo, habrá de sacar todo el partido posible a
los instrumentos con que se cuenta en la actualidad: prensa, asociaciones
ciudadanas, partidos políticos e instituciones territoriales, sociales, etc. Sólo así será
factible articular un nuevo proyecto de limitación del poder y adecuar a la nueva realidad
el viejo principio de la división de poderes mediante el establecimiento de unos
controles efectivos.

Partidos y sistemas políticos

El análisis de los regímenes políticos tiene que centrarse necesariamente en la


observación de las relaciones entre los poderes ejecutivo y legislativo, habida cuenta
de un hecho capital que tiende a generalizarse cada vez más: y es que el órgano
representativo por excelencia - el parlamento - ocupa hoy un lugar secundario
desplazado por las crecientes atribuciones del Ejecutivo. Pero el estudio de los
regímenes políticos quedaría incompleto si, junto a estas dos instituciones, del poder,
no consideramos el papel desempeñado simultáneamente por los partidos y los sistemas
electorales.

El régimen de los partidos es un fenómeno complejo, ya que en el intervienen sectores


de distinto signo y fuerza variable. En los regímenes pluralistas el multipartidismo
viene a ser, el estado natural; sin embargo, la larga experiencia acumulada primero con
el sufragio censitario (aquel en que se reserva el derechode voto para los ciudadanos
que reúnen ciertas condiciones económicas: renta anual,posesiones agrarias, tributación,
etc., tipo de sufragio restringido anterior al actual, que es universal), luego con la elección
indirecta, hasta llegar al momento actual, en que domina el sufragio universal
directo, ha llevado a la creación de técnicas - los sistemas electorales -
que corrigen aquel estado natural, plural, de la opinión pública, reduciéndolo en un gran
número de casos a dos opciones importantes que, aceptando el modelo de sociedad en
su conjunto ofrecen variaciones de tono menor en el orden práctico.
Hay una tendencia creciente a la consecución de mayorías parlamentarias lo más
homogéneas posibles, y a tal fin se utilizan las técnicas electorales más complejas.
Desde la implantación del sufragio como instrumento de formación de las cámaras
representativas, dos han sido las corrientes principales para conseguir tal objetivo, por
más que los criterios inspiradores de una y otra tienen una finalidad bien diferente:
118
mientras que los defensores del Sistema mayoritario pretenden la formación de un
parlamento con pocos partidos políticos y mayorías relativamente claras y estables,
los partidarios del Sistema proporcional sacrifican los fines anteriores en aras de una
cámara que sea fiel reflejo de las inclinaciones político-ideológicas del electorado.

En la cámara elegida proporcionalmente tienen asiento la mayoría de los grupos que


la sociedad produce de forma natural, en la elegida mediante criterios mayoritarios solo
consiguen escaños dos o tres de estas agrupaciones políticas, quedando sin
representación el resto de las opciones. En la proporcional, multipartidista, es muy difícil
que un partido consiga la mayoría absoluta, y lo más frecuente es que las fuerzas estén
muy repartidas, por lo que será preciso llegar a pactos para formar una mayoría de la que
salga el equipo gubernamental. La estabilidad y duración de éste
vendrán predeterminadas por el grado de “naturalidad“ o “artificiosidad“ de dicho pacto:
las coaliciones de derecha, o izquierda, serán siempre más naturales que las
del centro-derecha o centro - izquierda, y éstas más que las formados por partidos
muy distantes en el abanico político. Lógicamente, cuanto mayor sea la distancia entre
los partidos de una coalición ocasional más fácil será que éste se rompa y, en
consecuencia, que arrastre consigo al Gobierno que apoyaba.

Por el contrario, un Parlamento formado por el sistema mayoritario dará solo cabida a dos
o tres opciones políticas - bipartidismo puro o imperfecto -, las de mayor implantación
o potencial económico, quedando el resto - las minoritarias del Sistema proporcional
sin representación en la cámara. Es fácil, que alguna de ellas obtenga la mayoría
absoluta de los escaños o, al menos, la suficiente para, en alianza con latercera
fuerza política, poder gobernar. En este caso el Parlamento no recoge la
representación de todas las opciones existentes, pero si, en cambio, ofrece una
estabilidad de gubernamental muy superior a la que se da generalmente en el
multipartidismo.

SISTEMAS DE PARTIDOS POLITICOS

· Modelo adecuado a la dictadura


Partido único · Frecuente opción como salida de procesos
revolucionarios.

· Consecuencia de la sedimentación delargos


procesos históricos (USA, Reino Unido).
Bipartidismo · Consecuencia (artificial) de sistemas
electorales mayoristas puros.

119
· Presencia de varios partidos.
· Sociedad con fuertes tensiones.
Multipartidismo · Riqueza ideológica. Gran debate.
· Ausencia (en general) de un partido con
mayoría absoluta.

Quiebra del orden social y dictadura

¿Dónde radica el origen del poder? ¿Quién lo legitima?. En líneas generales, tres son
las respuestas posibles: la autoridad se legitima por la voluntad divina, por la tradición o
por la propia colectividad. Estas tres fuentes, si dejamos a un lado las posibles
combinaciones y matices, legitimaron distintas formas de gobierno. Solo la dictadura
prescinde de ese fundamento legitimador, imponiéndose por la exclusiva voluntad del
dictador que detenta el poder.

¿Cuál es el origen de la dictadura?. Las causas que dan lugar a los regímenes
dictatoriales son múltiples, sin embargo, es posible fijar su nacimiento en torno a
dos momentos: en los inicios de una comunidad en la que la ausencia de instituciones
pueden dar lugar a la aparición de personas o sectores con afanes monopolizadores, o
en el supuesto, más frecuente hoy día, en que una comunidad política ya formada entra
en crisis, poniendo en peligro la estructura de poder político - económico existente. Esta
quiebra del orden social vigente produce de forma inmediata la inestabilidad del sistema
y, en consecuencia, abre las puertas a su desaparición. En este sentido, la salida a
tal situación, mediante la cual surge la dictadura, vendrá explicada de dos maneras
distintas, aunque en alguna medida coincidentes. En unos casos será
la defensa del orden social, bien aplicando los mecanismos constitucionales de
excepción, es decir, estableciendo una dictadura constitucional y, por tanto, limitada y
dirigida a restaurar el modelo amenazado; o bien dejando en suspenso la legalidad
para, por medio de la dictadura anticonstitucional, preservar la hegemonía y el
dominio de la clase o sector amenazados por la crisis. En otros casos, y desde la
posición contraria, esto es, al margen de los cauces constitucionales, de lo que se trata
es de poner fin al orden establecido, instaurando la dictadura al servicio de nuevos
intereses y proyectos.

Las diferencias básicas entre la dictadura constitucional y la extraconstitucional, no


legítima en origen, estriban en que mientras la primera es legal, la segunda no lo es; y
en que si una nace con un límite temporal y finalista (vuelta a la normalidad anterior),
la otra no tienen más emplazamientos que la absoluta voluntad del nuevo poder.
Tanto esta última como aquella que surge en defensa de un orden social en crisis,
y para ello suspende la legalidad estatuida, pueden convertirse en regímenes
constitucionales, con un ordenamiento jurídico que regula los procedimientos y le confiere
estabilidad aunque ello no signifique necesariamente que sean democráticos.

Cabe reseñar algunos de los regímenes dictatoriales más frecuentes, que en ocasiones
120
pueden llegar a confundirse, bien por su objeto o por el componente humano que los
sustentan. Estos son: la dictadura personal, las dictaduras desarrollistas y las
oligárquicas.

En la primera, el gobierno está al servicio de unos intereses unipersonales o familiares,


y estos se apoyan en una cerrada organización policial, burocrática y militar. Las
desarrollistas siempre de base militarista, aunque dirigidas indistintamente por militares
o civiles, pretenden alcanzar un desarrollo económico mediante un rígido control de
la economía, de las fuerzas productivas y del aparato político, y a su vez pueden
contar con una base popular. Por último, las oligárquicas, frecuentes en sociedades
débilmente integradas o con predominio étnico o económico de un sector de la
población, suelen caracterizarse por el apoyo institucional que les confiere el
presidencialismo, y en ellas se produce frecuentemente una identidad entre oligarquía y
fuerzas armadas.

Régimen parlamentario

El régimen parlamentario se estructura de acuerdo con una interpretación de la teoría


de la división de poderes, según la cual la articulación de las funciones del estado
(legislar, ejecutar, juzgar) se hace de forma que, depositadas en órganos diferentes,
estén en estrecha colaboración. El sistema funciona, pues, gracias al concurso de
los tres poderes, que, sin llegar a confundirse, están íntimamente relacionados. Dos
de ellos, el legislativo y el Ejecutivo, realizan la labor más dinámica, mientras que el
poder judicial permanece ajeno al quehacer político inmediato y limita su actuación a
dirigir los conflictos y a aplicar e interpretar las normas. La esencia del régimen
parlamentario radicará, por consiguiente, en el modo como están establecidas las
relaciones entre esos poderes, sobre todo entre el Ejecutivo y el Legislativo.

El Parlamento nace de la voluntad popular, encausa la soberanía y, por tanto es


el órgano de representación. En su seno se reproduce, más o menos fielmente,
según los sistemas electorales, los distintos segmentos de opinión resultantes de la
libertad, de pensamientos, de expresión y de asociación. Y el Gobierno, con su Presidente
al frente, surge de la mayoría parlamentaria, pues debe de ser investido una vez que
presenta su programa; investidura que solo se obtiene si se dispone de un apoyo
mayoritario en el parlamento. Teóricamente, el régimen parlamentario parte del
supuesto de que ambos poderes son iguales; que el equilibrio entre uno y otro
es máximo, por cuanto los dos disponen de los medios necesarios para contrarrestarse;
en definitiva, que el sistema funciona merced a una serie de mutuos controles, que operan
a modo de frenos y contrapesos. Así las cosas, las relaciones entre Gobierno y Parlamento
tendrían que ser de colaboración, por, más que ésta se manifieste en ocasiones
negativamente a través de la crítica e incluso de la renovación de cualquiera de ellos. Pero
en la práctica no siempre ha sido así, y el régimen parlamentario se ha visto sometido
a un movimiento pendular. Hasta la tercera década del Siglo XX, los parlamentos
predominaron sobre gobiernos frágiles; desde entonces hasta nuestros días la balanza
se ha ido inclinando del lado del Ejecutivo (varias épocas en diferentes países).
En el régimen parlamentario la organización de las relaciones entre los poderes ejecutivo
y legislativo se articula de la siguiente manera:

121
• El parlamento enviste al Gobierno y a su Presidente, que se presenta ante él para
exponer su programa. El Jefe del Gabinete, por lo general líder de la
mayoría, suele escoger a sus ministros entre los parlamentarios, aunque puede
no hacerlo así.

• Tanto el gobierno como el Parlamento disponen de iniciativa legislativa.El primero


propone proyectos de ley, y el segundo proposiciones de ley53, que habrán de
ser discutidos y aprobados por votación, según el procedimiento y las mayorías
requeridas en cada caso por la Constitución o el reglamento interno de la Cámara.

• El gobierno elabora el Presupuesto anual del Estado, y el Parlamento lo aprueba,


con o sin enmienda, o lo rechaza.

• El gobierno dirige la política nacional e internacional, de acuerdo con su


programa, mientras que el Parlamento tiene la facultad de controlarlo a través
de preguntas, interpelaciones, mociones, etc.

• El gobierno disuelve el Parlamento y este a su vez puede hacer dimitir al Gabinete.


Estos casos están sujetos a un procedimiento que recoge la Constitución, para
sustraerlos al mero capricho o conveniencia momentánea.

De ellos se desprende que el régimen parlamentario pretende, a través de determinados


controles, evitar un ejercicio arbitrario del poder, al tiempo que facilita una comunicación
permanente entre dos centros capitales de decisión, quedando en la base del sistema
el electorado como depositario de la última palabra en las elecciones. Este esquema
puede ser alterado por diversas circunstancias: el sistema electoral y el de partidos,
la influencia real de la opinión pública, etc, actúan de diferente modo sobre él.

Régimen presidencial

Si el régimen parlamentario institucionaliza unos cauces de comunicación y acción


recíprocas entre Gobierno y parlamento, el régimen presidencial los separa y no
establece esos mecanismos de relación mutua. Generalmente, un estudio a fondo
de este modelo solo puede realizarse a partir de su prototipo, LOS ESTADOS UNIDOS
de NA, pues aunque en la actualidad hay casi un centenar de regímenes presidencialistas,
lo cierto es que la mayor parte son más que una apariencia bajo la que se
oculta un poder personalizado, de base oligárquica o similar y no sujeto a controles
democráticos. En este sentido se ha llegado a afirmar que este tipo de régimen político

53
Proyecto de Ley: denominación que reciben los textos legales que el Gobierno (iniciativa legislativa del
Ejecutivo) presenta a las cámaras (o Congreso); una vez tomados en consideración por el Pleno, y tras
trámites reglamentarios, llegarán a convertirse en leyes. Proposición de ley: textos articulados que,
originados en el Congreso (iniciativa legislativa del Parlamento), se tramitarán, si son aceptados por el
Pleno hasta su forma definitiva como LEY.

122
está tan ligado a las instituciones norteamericanas, que cabría preguntarse si los
EEUU no constituyen su modelo y único ejemplo auténtico.

El presidente, elegido por sufragio, directo o indirecto según los casos, representa
la voluntad popular del mismo modo que el parlamento. Este hecho fortalece
políticamente al ejecutivo que, dado su origen, no tiene por qué someterse a la voluntad
de los parlamentarios. Se trata, pues, de dos órganos con idéntica legitimidad, lo que
supone al menos teóricamente, que no existe supremacía de unosobre otro. Carecen de
cauces institucionales de comunicación, o si los hay, son muy débiles; tampoco
disponen de instrumentos ordinarios para resolver las crisis políticas que puedan
surgir como consecuencia de mutuos enfrentamientos, sobre todo en el caso de que
el partido del Presidente no fuera mayoritario.

El presidencialismo no cuenta, por tanto con los recursos de que está asistido el régimen
parlamentario:caída del Gobierno o disolución del parlamento y convocatoria de nuevas
elecciones. Ante situaciones como esta, el régimen presidencial puede abrir entonces
las puertas a soluciones extra-constitucionales. De ahí que, si exceptuamos el caso
de las sociedades homogéneas y que hayan asumido claramente un
comportamiento democrático en momentos difíciles, o el de aquellos en las que las clases
dirigentes estén dispuestas a pactar salidas pacificas a las crisis, lo normal sea que casi
siempre se de una intervención militar. un enfrentamiento civil, o ambas cosas a la
vez, es decir, el golpe de estado.

Sin embargo, el régimen presidencial, y sobre todo en los países de tradición


democrática, se ha dotado de varios instrumentos para paliar esas carencias. Así por
ejemplo, un conocimiento constante del estado de la opinión pública es hoy
una necesidad de todos los gobernantes, y más aún en los regímenes
presidencialistas. El perfeccionamiento conseguido por los sistemas de encuesta es tal,
que en todo momento puede conocerse con exactitud el porcentaje de población que
está a favor o en contra de una política o de una institución, y dentro de este tanto por
ciento, cual es a su vez el de las distintas ideologías, creencias religiosas, razas,
sexos, ingresos, edades, etc. Sólo así se podrán introducir las correcciones pertinentes
para recuperar, dentro de lopolíticamente posible, los segmentos de población no
vinculados a tal o cual opción. Pero este importante y eficaz instrumento, que puede
inducir al Presidente o al Parlamento a ceder frente a su contrario, requiere evidentemente
unos costosos medios y, también cierto tipo de sociedad que reúna condiciones mínimas
imprescindibles de alfabetización, concentración de hábitat, nivel de vida, libertad de
expresión, etc.
El presidente ejerce un auténtico liderazgo personal, ya que al mismo tiempo que
acumula varias jefaturas: la del Estado, la del Gobierno, la del Partido a que pertenece,
la de las Fuerzas Armadas, está ligado a la población no solo por el voto, sino por
los mecanismos que hoy en día posibilitan un contacto directo y permanente con la
opinión pública, como las ruedas de prensa y las intervenciones radiotelevisivas, que
resultan más inaccesibles al Parlamento por su composición plural, y que, obviamente,
son innecesarios en los casos de partido único, donde el presidencialismo, la más
de las veces, oculta bajo sus formas la dictadura.

El Congreso en el régimen presidencialista norteamericano, está representado por

123
un Parlamento bicameral: una cámara popular, la de Representantes; y, otra de los
Estados, el Senado. La existencia de estas dos cámaras es el resultado del acuerdo
al que se llegó entre las posiciones encontradas representadas por los dos
proyectos estatales que se elaboran con la independencia: la Cámara popular recogía
los deseos de los partidarios de la integración en tanto que el Senado venía a constituir
la garantía del respeto de las peculiaridades estatales y protegía los derechos de
los Estados miembros de la Federación frente a los posibles abusos del poder central.

Así, vemos que la Constitución norteamericana, que establece un poder ejecutivo


unipersonal, confiere, en cambio, el legislativo a dos Cámaras, ambas elegidas por
sufragio universal, pero de duración diferente: la de Representantes se elige en
bloque cada dos años, y en el Senado sus miembros los son por seis, si bien se
renuevan por tercios cada dos, lo que lo convierte en una Cámara permanente. Y
aquí surge la paradoja y, en consecuencia, la explicación del papel predominante del
Senado: mientras que la Cámara de Representantes, al igual que el Presidente, lo es del
conjunto de la población de los Estados Unidos, el Senado representaría, al menos
formalmente, los intereses de los Estados.

Sin embargo, la Cámara de Representantes ha pasado a ser la más localista, la más


provinciana, ya que sus miembros, al someterse a reelección en períodos tan
breves, se ven condicionados por la servidumbre de tener que responder directamente
a los intereses locales de sus electores. Por el contrario, el carácter permanente
del Senado y el más dilatado mandato de los Senadores ponen a su disposición
los medios para plantear una política nacional menos sujeta a las necesidades
electorales inmediatas. Si a esto añadimos que le corresponde aprobar los
nombramientos presidenciales y la política exterior, es fácil comprender su creciente
importancia en detrimento de la Cámara de Representantes.

El trabajo en Comisiones, procedimiento que hoy es habitual en todos los


Parlamentos, tuvo en el Congreso norteamericano su primer cultivador; y constituye
todavía, por su número y la importancia de alguna de ellas, un elemento clave dela
actuación parlamentaria. A este respecto, interesa destacar las Comisiones de
Investigación o Encuesta –verdaderos instrumentos de Control Ejecutivo, de la
Administración y, eventualmente de los parlamentarios-, cuya repercusión sobre la
opinión pública está fuera de duda. Pero también desempeñan esta Comisiones una
función nada desdeñable: y es que a través de ellas el Ejecutivo ha encontrado una
fórmula de comunicación con el congreso, pues los secretarios (Ministros) tienen
acceso al trabajo de las comisiones, aunque no a las sesiones plenarias, debido a la
separación de poderes establecida en la constitución.

Otra institución parlamentaria es el LOBBY (cabildeo, pasillo), que representa los


intereses de los grupos de presión, y cuya actividad, regulada legalmente, se realiza en
los aledaños del Salón de Sesiones. Su cometido es ganar a los parlamentarios para
las causas que defienden, que no siempre son privadas. En efecto, como consecuencia
de la separación de poderes, el propio jefe del ejecutivo en ocasiones envía a las
Cámaras a algunos de sus funcionarios, que actúan como tal lobby.

Más allá del modelo: crisis y dominio oligárquico


124
El modelo presidencialista norteamericano se ha reproducido en un buen número de
países, sobre todo de su área de influencia continental. Y si no totalmente, al menos
en algún aspecto parcial y con determinadas variantes según los casos - elección
directa del Presidente, creación de Tribunales, establecimiento del Sistema federal y
del bi-cameralismo a que dio lugar - su influjo se ha dejado sentir tanto en Europa como
en África y Asia. Pero donde realmente ha obtenido carta de naturaleza es en
gran parte de América Latina, en cuyos Estados pueden hallarse una serie de
características comunes que explican la adopción de ese modelo y, más aún, las
razones de su permanente crisis.

Varios son en efecto, los rasgos distintivos que caracterizan a las repúblicas
latinoamericanas, y todos ellos políticos, unos, socioeconómicos, otros hunden sus
raíces en el pasado colonial. Por un lado, está el virreinato, modelo de dominación
impuesto por las metrópolis y fiel reflejo de sus monarquías absolutas, en el que sin
duda se inspiraron las clases dirigentes que capitanearon las independencias respectivas;
atraídas por el régimen norteamericano, no es aventurado
afirmar que vieron en el Presidente una moderna versión del virrey. Por otro lado, no
se puede pasar por alto su complejidad étnica y su peculiar estructura económica,
cuyos efectos llegan hasta nuestros días. En efecto, contrasta la importancia
numérica de la población india y mestiza, a las que luego se vinieron a añadir negros,
mulatos, y asiáticos, con su marginación económica y social, consecuencia de la
dominación a que se vieron sometidos por la minoría rectora criolla. Así mismo, una
economía basada en las materias primas y una agricultura
frecuentemente mono cultivadora, en manos de grandes propietarios y sujeta a unas
relaciones de intercambio desiguales, constituía el marco que hizo posible el
dominio de unas pocas familias, al tiempo que explica la dependencia internacional
de estas repúblicas.

Una estructura social y económica como ésta tenía que conducir al caciquismo, a la
manipulación política y al secuestro de la voluntad popular por un reducido número
de personas, familias o clanes. De ahí, pues, que en tales condiciones la implantación
de un régimen tan complejo como el presidencial no se pudiera realizar sin
caer en desviaciones que acabarían haciéndolo derivar hacia formas autoritarias,
cuando no autocráticas o dictatoriales. En primer lugar, porque estas sociedadescarecen
de tradición democrática, lo que resulta a todas luces imprescindible para un buen
funcionamiento de este sistema, que en gran medida tiene sus controles en la opinión
pública. En segundo lugar, porque al ser esta misma opinión la que decide las salidas
de una crisis política, en regímenes donde no se cuenta con ella o no está bien articulada
termina siendo sustituida por los aparatos del poder o por las clientelas políticas, y entonces
el golpe de Estado es la solución a la que se suele llegar. Y, en tercer lugar, porque
el presidencialismo conlleva el establecimiento de dos grandes centros de decisión y
poder, y uno de ellos, el Ejecutivo, es unipersonal, lo que da paso en sociedades no
democráticas a la aparición o reproducción del caudillaje en cualquiera de sus modernas
o antiguas formulaciones: populismo, plebiscitos, etc., es decir, a la instauración de
dictaduras. Por ello la historia del presidencialismo, con la excepción de los EEUU de NA
y quizás de algún otro país, se confunde con la historia de los pronunciamientos y de los
golpes de Estado. Cabe poner en duda, sin embargo, que el régimen parlamentario

125
pudiera ofrecer mejores resultados con respectoa la democratización política, ya que el
problema de fondo radica en la estructura oligárquica. Con todo, la elección del modelo
presidencial, mimetismos aparte, no se debe al azar, sino más bien a las posibilidades que
brinda para el mantenimiento de una determinada situación; y,
sin duda, esta función la cumple más adecuadamente que el régimen parlamentario.

Frenos y renovación: parlamentarismo corregido

Durante el Siglo XIX y principios del Siglo XX, el régimen parlamentario vivió por lo
general una época de predominio de las Asambleas, sobre todo en Europa y de modo
especial en Francia. Y ello por varias razones: la juventud del modelo; la plena
aceptación del principio de que la soberanía popular reside en el Parlamento; y la
configuración del sistema de partidos, por má que todavía la figura del parlamentario sin
disciplina de voto fuera bastante frecuente. Frente a estos Parlamentos poderosos,
los Gobiernos se mostraban débiles y limitaban su acción al cumplimiento de las
directrices establecidas por las Cámaras; de ahí que un enfrentamiento con ellas se
tradujera las más de las veces en dimisión, dado que las coaliciones ocasionales en
que se apoyaban se rompían fácilmente.

Una larga experiencia en este sentido llevó a pensar que el régimen parlamentario era
sinónimo de crisis de gobierno y aún más, que el parlamentarismo al uso podría acaba
con el Estado; tal fue, precisamente, la idea que esgrimiría el fascismo para justificar
su intervención autoritaria. Por otra parte, la entrada de los representantes del pueblo
en los Parlamentos no hizo sino aumentar estos recelos. En efecto, con la conquista
del sufragio universal los partidos obreros comenzaron a romper la homogeneidad de las
Cámaras, y acabaron por suponer una amenaza para la misma pervivencia de la
hegemonía gobernante. Al comenzar a introducirse correctivos al régimen para darle
estabilidad, aparecen nuevas técnicas de articulación del sufragio cuya finalidad no es
otra que crear mayorías sólidas, y se dota al Ejecutivo de capacidad legislativa. En la
última postguerra esta tendencia se consolida.

El Parlamentarismo corregido o frenado implica, pues, un reforzamiento del ejecutivo


y facilita la formación de gobiernos estables, al tiempo que supone una norma de poder
del legislativo. Por un lado, la elección por sufragio universal del Presidente de la
República lo acerca de hecho al presidencialismo; por otra parte, se fortalece al jefe de
gobierno en la medida en que se hace difícil su caída, ya que toda moción de censura
ha de cumplir unos requisitos - mayorías muy elevadas, presentación previa de un
candidato, o bien ambas cosas - que con frecuencia se convierten en impedimentos.
Además, amplía considerablemente la función legislativa del gobierno bien a través de
los proyectos de ley o bien por medio de su capacidad parlamentaria; a este
respecto, el sistema electoral mayoritario o el proporcional corregido aseguran al
gabinete la mayoría parlamentaria necesaria para que no exista más iniciativa legislativa
que la suya, por lo que no resultara fácil, que prospere una proposición de Ley
de la oposición. Por último provoca una disminución del papel político del Parlamento;
ya que la mayoría se ve reducida a apoyar al gobierno, mientras que la oposición,
minoritaria y con escasas posibilidades de derribarlo mediante el voto de censura se
delimitara a criticar, preguntar e interpelar, de acuerdo con las normas del trabajo
parlamentario establecido por la Constitución y el reglamento de la Cámara elaborado

126
por ésta, pero aprobado según los criterios de la mayoría.

Soberanía limitada: ¿única salida?

Una simple ojeada a la historia de las formas políticas nos basta para percibir que
evolucionan con no poca lentitud; junto a ciertos cambios de innegable importancia
perviven todavía modos y formas que ya se daban sustancialmente hace varios siglos
cuando no provienen de la misma antigüedad. A este respecto, contrasta, pues, la
aceleración histórica que en las últimas décadas han experimentado la ciencia y la
tecnología con la permanencia en lo básico de las estructuras del poder político, del
Estado en cuanto aparato de dominación o como conjunto de instituciones mediante las
cuales una comunidad se procura una forma concreta de existencia política. Esta
resistencia al cambio de los regímenes políticos se han visto acrecentada
últimamente con la consolidación de una política internacional basada en la existencia
de bloques, dotando de gran rigidez a las estructuras internas de los distintos Estados
Nacionales.

La creciente interrelación entre las naciones está produciendo, por otra parte, unos
efectos que no pueden dejar de mencionarse: el mundo actual cada vez moldeado
por las medios de comunicación, que condicionan las diferentes corrientes de opinión;
la dependencia económica va en aumento y conduce al establecimiento de políticas
comunes frente a terceros países. Esta estrecha vinculación, voluntaria unas veces,
ineludible otras, pone al descubierto una nueva versión de la soberanía nacional. En
efecto, si bien todos los Estados se siguen auto titulando soberanos, lo cierto es que la
realidad actual, que se traduce en una mutua dependencia económica, política militar y
tecnológica, hace pensar que, pese a las frases altisonantes, nos encontramos en una
etapa de soberanía compartida, o, si se prefiere limitada.

ACTIVIDADES OBLIGATORIAS:

Conteste las siguientes preguntas:

• ¿Qué se entiende por “visión del mundo”?


• ¿Cuál es la diferencia entre Autocracia y Democracia?.

Términos que deberá manejar:

o Parlamentarismo.
127
o Presidencialismo.
o Multipartidismo.
o Lobby .

AUTOEVALUACIÓN:

1. Concepto de ideología.
2. ¿En qué se fundamentaba la Teoría del Poder Divino?
3. ¿Por qué se dice que una ideología es epistémica?
4. ¿Por qué se dice que una ideología es estimativa?
5. ¿Es posible pensar en el fin de las ideologías?
6. ¿Cuáles son los órganos de un régimen político?
7. ¿A que se denomina Autocracia?
8. ¿Dónde radica el origen del poder?

RECURSOS PARA AMPLIAR EL TEMA:

EXPLORACION ON LINE

• http://www.cpa2.org/cpa2/index.php?option=com_content&task=view&id=91&Itemid=58
• http://www.librosaulamagna.com/libro/EL-PRIMER-SOCIALISMO.-TEMAS--CORRIENTES-Y-
AUTORES/10695/2331
• http://www.priceminister.es/offer/buy/20498467/Macridis-Roy-Las-Ideologias-Politicas-
Contemporaneas-Regimenes-Y-Movimientos-Libro.html
• http://www.intercodex.com/HISTORIA-DE-LAS-DOCTRINAS-POLITICAS_L9788429015355.html

BIBLIOGRAFIA COMENTADA

• Miro Quesada Rada, Francisco. Manual de ciencia política. Lima. 2004


• Mosca, Gaetano. Historia de las doctrinas políticas. Editorial Reus. Madrid, España, 2009.

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LECTURAS
COMPLEMENTARIAS

La realización de la utopía

Por: Francisco Miró Quesada Rada

Diario “El Comercio”, Lima. Edición del Sábado 13 de Febrero del 2010

A mediados de los setenta el ingeniero estadounidense Burtmaister Fuller escribió “La


realización de la utopía” .El libro que “sacó roncha” entre los defensores del “establishment” y
los intelectuales, principalmente economistas, en realidad ideólogos que justifican “el sistema”.

129
Fuller demostró matemáticamente que era posible —con los niveles del desarrollo económico,
industrial y financiero de aquella época— desterrar la hambruna, conseguir trabajo para todos,
educación, salud y otros servicios. No había razón para que continuara la tragedia humana de
la desigualdad.

Los argumentos esgrimidos en el libro son asépticos, casi apolíticos. Pero ¿si es
matemáticamente posible realizar la utopía, por qué no se realiza?

La respuesta es compleja y pasa por un análisis político, económico, social, cultural y


psicológico. Una de las razones es porque hay plutocracias (del griego “plutos”-“plata” y
“kratos”-“poder”), el poder de los que tienen plata, que impiden que la utopía se convierta en
realidad. Pero esta es solo una variable entre otras posibles. Queda descartada la tesis de que
el hombre es egoísta por naturaleza, porque también es generoso.

El gobierno de los sabios

Una de las utopías más conocidas es la de los reyes filósofos, de Platón, producto de su
decepción con todas las formas políticas existentes en su época. El gran filósofo sostiene que
los sabios deben gobernar y para ello no pueden poseer nada, igual los guerreros, cuya misión
es defender la ciudad y finalmente el pueblo que, como no gobierna ni defiende la ciudad, puede
poseerlo todo. Lo central es el ideal de igualdad por lo menos en los dos primeros niveles. Todo
se disfruta y se goza en común.

América paraíso

El descubrimiento de América, en pleno Renacimiento, llevó a pensar que podían realizarse


utopías que procedían de la época clásica grecorromana y otras del Medioevo. Tales como la
Tierra de La Florida, donde se encontraba la fuente de la eterna juventud. Buscándola perdió
la vida el conquistador español Hernán Ponce de León y hoy es un estado estadounidense.
Igualmente el mito de El Dorado que algunos creían que estaba en el Perú y otros en la actual
Colombia. Muchos creyeron que el paraíso terrenal se encontraba en América. El mito de las
Amazonas, con la famosa aventura de Francisco de Orellana, la de los patagones y aquel de
los cinocéfalos, hombres con cabeza de perro.

La igualdad

Tomás Moro, católico por excelencia, escribió “Utopía”: una isla donde todos son iguales por
contraposición a otra isla, Inglaterra, reino de la desigualdad. Moro plantea la mejor forma de
república en donde no existe propiedad privada y hay una plena tolerancia religiosa. Luego de
esta obra, escrita en 1517, proliferaron una serie de utopías a lo largo de Europa Occidental.

“La ciudad del sol” de Campanella, publicada en 1620. “Nueva Atlántida” del filósofo Francis
Bacon 1656, de la que han quedado algunos fragmentos. “La mancomunidad Oceana”, de
130
James Harrington, 1656. Las utopías siguieron apareciendo en el siglo XVIII como el “Código
de la naturaleza” de Morelly (1755) y “El manifiesto de los iguales” de Gracus Babeuf.

Sociedad sin clases

En Marx encontramos la gran utopía de la sociedad sin clases, aunque fue crítico de los
utopistas que lo antecedieron llamándolos “socialistas utópicos”, en contraposición a su visión
de socialismo, que denominó “científico”. Aún así, la utopía está en la meta del comunismo ideal
que no pudo alcanzarse con el modelo implantado en Rusia y otros lugares, porque el
socialismo quiso ser impuesto compulsivamente y por la fuerza, lo que derivó en el Estado
totalitario.

¿Se puede alcanzar una sociedad sin clases? Teóricamente si en el mundo se lograra una
sociedad de superproducción, equilibrada con el medio ambiente, en donde se produzca en tal
cantidad que alcance para todos, como dice Burtmaister Fuller, y que sea profundamente
democrática, se podría realizar la utopía.

Y si esto fuera posible solo se logrará por la vía de la libertad. Podrá entonces usted imaginar
una sociedad más humana, sin pobreza, sin explotación, dominación, marginación ni racismo.
Un mundo rico de seres iguales ya no solo en derechos, sino porque controlan la riqueza que
estará al alcance de todos, sin moneda, profundamente libre y democrático.

El mundo posible

Otro mundo, otra cultura, otra civilización, una sociedad sustentada en la ética como base del
comportamiento humano. El ser humano quiso volar y voló. Se pasó del caballo al automóvil y
pudo ir más rápido. Quiso navegar y navegó. Miró durante siglos la luna y la pisó. Claro se
cumplieron algunas utopías tecnológicas, seguramente más fáciles de lograr que las sociales,
políticas y económicas.

Pero mientras haya imaginación se avanzará. Por eso decían los jóvenes revolucionarios
franceses de mayo de 1968: “la imaginación al poder” o como dice Platón en “La República”:
“El fin de la política es la justicia”.

Origen del término

La palabra viene del griego “oú”, “fuera”, y “topos”, “lugar”. Es entonces el lugar que no existe,
lo que está fuera de la realidad, en ningún lugar.

“Un concepto inalcanzable e irrealizable”, según el Diccionario de la Real Academia Española.


El diccionario también dice: “Plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como
realizable en el momento de su formulación”. Definición correcta solo en parte, porque hay

131
muchas utopías optimistas, vale decir positivas, pero existen las negativas. Por ejemplo, la tesis
de la superioridad racial de los nazis y otras doctrinas racistas.

Socialdemocracia
Alfredo Barnechea, Diario “Correo”. Lima. Edición 07 de Diciembre del 2008

Hace poco, un grupo de profesionales jóvenes me propusieron que los ayudara a organizarlo. Su premisa era
que falta una alternativa socialdemócrata en el Perú. No necesitaban convencerme, es algo que he venido
sosteniendo bastante tiempo.

Esa ausencia priva al debate político de lo que ha sido el punto de vista más creativo de todo el siglo XX. Pero,
además, abre un hueco en el sistema político, al haber un espacio vacío en el centro. Ya sabemos que el "centro"
132
no es un "punto" sino una "zona", una franja extensa con matices a la derecha y a la izquierda.

Una de las ideas interesantes que me propusieron fue crear una plataforma abierta de discusión, en Internet,
para crear un plan. No uno elaborado "desde arriba" por "expertos", sino una colaboración en-línea, horizontal.
Una especie de Wikiplan, alrededor de seis temas: Energía para el Perú, Salud para todos, Educación para la
competencia, El fin de la pobreza, El Estado al servicio de la gente y Soluciones para el Sur Andino.

Dos cosas que sorprenden del Perú son las siguientes: hay un abundante "stock" de información sobre casi
todos los problemas; No son recursos lo que faltan, sobre todo después de siete años de acumulación, Lo que
falta es una organización inteligente de la voluntad política.

La socialdemocracia comenzó en Europa como un capítulo de los socialismos. El primer partido socialdemócrata
que se formó fue el alemán en 1869, y el segundo el español en 1879 (el de Felipe González).

A fines del siglo XIX, Bernstein propuso un viraje dramático al reconocer que era necesario conciliar la
democracia representativa, la economía de mercado y el bienestar social. Esto abrió una fosa entre los socialistas
atados a Moscú y los socialdemócratas. Cuando conocí en 1976 en Caracas a Mario Soares, le pregunté al gran
líder portugués qué significaba su victoria contra los comunistas. "Ha sido la primera vez que los mencheviques
le hemos ganado a los bolcheviques".

La gran creación moderna de la socialdemocracia fueron las diversas formas de Estados del Bienestar que
surgieron en Europa. El ciclo liberal que surgió con las elecciones de Margaret Thatcher y Reagan redujo la
fuerza y atractivo de las ideas socialdemócratas. La crisis internacional han revalorizado sus aciertos.

Estas no son un cuerpo rígido y excluyente, a diferencia del marxismo y el mal llamado (incluso por mí, en el
título de uno de mis libros) neoliberalismo. Es más flexible, y en consecuencia más incluyente. Más que una
ideología, es un "espíritu". Sus premisas principales pueden expresarse de varias formas, entre ellas
probablemente esta: Las sociedades se sostienen por un contrato, que todos deben sufragar. Ese sufragio debe
ser equitativo, y por tanto "desigualmente" repartido, pagando menos los más pobres.

Se necesita alguna forma de Estado de Bienestar, que provea de "protección social", o un "piso de igualdad de
oportunidades" a todos los ciudadanos. La democracia representativa es, pese a todas sus imperfecciones, el
instrumento para hacer política, puesta al servicio de los que no tienen recursos, ni por tanto voz.

Entre otras cosas porque si las sociedades son "antagónicas" por naturaleza, compuesta siempre de "ganadores"
y "perdedores" en los mercados, la política democrática puede ser "consensual". La vía para lograr todo esto no
es la "revolución", un cambio violento en las instituciones económicas y políticas de las sociedades, sino el
"reformismo", el incremento gradual y pacífico de los cambios.

Dado que las economías tienen, generalmente, problemas de "crecimiento", pero las sociedades tienen uno de
"distribución", hay que lograr conciliar crecimiento económico con distribución de oportunidades.

Es claro, me parece, que el presidente Lula representa esta tendencia, aunque no empezó así. El PT fue
originalmente una amalgama de sindicalistas maximalistas, marxistas revolucionarios y católicos de la teología
de la liberación. Pero su gobierno es el mejor gobierno reformista de América Latina. Es una fortuna que sea
en Brasil, el país-continente del hemisferio.

En la región andina se debaten todas las tendencias: los que creen que basta mano dura y una buena relación
con Estados Unidos (como Uribe), los viejos golpistas disfrazados de populistas (como Chávez), los indigenistas
de "utopías arcaicas" (como Morales), los socialdemócratas.

Es una suerte, además de un honor, hablar este sábado junto a tres grandes figuras de la región.

César Gaviria tiene seguramente una de las más distinguidas carreras públicas de América Latina. Es el jefe del
Liberalismo, una de las más viejas y resistentes familias políticas del continente. A igual distancia del uribismo
(que muestra tantos rasgos parecidos al fujimorato) y de las FARC.

133
Carlos Mesa salió del poder con 72% de aprobación, y acaba de anunciar que formará un partido para competir
no sólo con el MAS sino con la derecha boliviana.

Teodoro Petkoff es una de las figuras legendarias de América Latina. Líder juvenil del PC venezolano, el único
que hizo guerrillas. Rompió con la Unión Soviética en 1968 después de la invasión a Checoslovaquia, y fundó el
Movimiento al Socialismo. Fue en los 90 con Caldera el superministro que ordenó la economía venezolana, y dio
estabilidad al jaqueado sistema político de su país. Dirige hoy el gran diario Tal Cual, y es el único antagonista
al nivel político de Chávez. Su autobiografía es una biografía apasionante del progresismo latinoamericano.

El Campus socialdemócrata es una zona abierta a todos, que acepta incluso una herejía: las dobles militancias.
Basta inscribirse para asistir en www.socialdemocracia.pe.

Su tarea hoy es un diálogo para un plan. Nadie vota, por supuesto, por planes. Pero sin ellos no puede
construirse el futuro.

FORTUNA Y VIRTUD
EN LA
REPÚBLICA DEMOCRÁTICA
134
Ensayos sobre Maquiavelo
Claves históricas para leer a Maquiavelo

Diana Pipkin*

El que no prueba, Amor


tu gran potencia, en vano espera
Ser de veras leal
al que sea del cielo el más alto valor;
ni sabe, en suma, cómo se vive y muere
cómo acontece el daño y el bien escapa,
cómo a menos que a otro
amarse a si, cómo el denso
temor y la esperanza el alma oprimer y congelan;
ni sabe cómo por igual los hombres y los dioses
temen el arma de que el Amor se ha armado.

Canción para después del primer acto de La Mandrágora,


Obra de teatro escrito por Nicolás Maquiavelo.

C
mo otros personajes de la Historia, la vida y la obra de Maquiavelo están
inscriptos en su tiempo. Esto significa que a la estructura de pensamiento
de Maquiavelo le corresponde una estructura histórica que le sirve de
sustento y le otorga sentido. Por lo tanto, deberemos adentrarnos en el
tejido de la historia y en el de su teoría para enlazarlos significativamente.
Sólo así puede comprenderse el pensamiento de Maquiavelo.

¿Cuál es la época de Maquiavelo?

*
Profesora de Historia Contemporánea en la Carrera de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales,
Universidad de Buenos Aires.

135
Todo aquel que tenga alguna idea sobre la existencia de Maquiavelo,
responderá que es un exponente del Renacimiento italiano. Efectivamente, los años
en que vivió, 1469-1527, y el lugar en que nació y permaneció la mayor parte de su
vida, Florencia, coinciden con el período que los historiadores llaman
“Renacimiento” y con el lugar donde este movimiento alcanzó su mayor esplendor.
Pero, ¿qué es el Renacimiento? ¿Cuándo comenzó y cuándo terminó? ¿Qué
relación tiene el Renacimiento con la cultura de la Edad Media y con la de la
modernidad?.

Hasta hace unas décadas, el Renacimiento significaba “… la aparición del


individualismo, el despertar del impulso hacia la belleza, el triunfo de la mundanidad
y de la Joie de vivre, la conquista de la realidad terrenal por la acción de la mente,
la restauración del deleite pagano de vivir, el desarrollo consciente de la
personalidad en su relación natural con el mundo…” (Huizinga, 1969: p. 215).

Los contemporáneos del Renacimiento coincidían con esta imagen. Los


italianos que vivieron hacia el 1500 veían a su tiempo y a su patria como un gran
estímulo para una nueva vida después de una época de degradación y decadencia.
Maquiavelo, en su obra Del arte de la guerra (1520), exhorta a la juventud a no
desesperar “ … porque esta Provincia parece absolutamente consagrada, de la
posibilidad de resucitar nuevamente las cosas muertas, como puede verse por la
perfección que están adquiriendo la poesía, la pintura y la literatura …”

El carácter histórico del término “Renacimiento” tuvo su origen en la obra de


Georgio Vasari (1511-1574), el biógrafo de los pintores. Para Vasari, el arte había
alcanzado su culminación en la antigüedad griega y romana. Luego de un
prolongado período de decadencia iniciado en tiempos del emperador Constantino,
se produjo un renacimiento cultural a fines del siglo XIII, manifestado en las pinturas
de Cimabue y Giotto.

Sin embargo, actualmente el Renacimiento ya no es considerado tan sólo como


un período en el que irrumpen las raíces de la cultura greco-latina. El avance de las
artes, el saber y la literatura que observamos en la época de mayor esplendor del
Renacimiento –que comprende fundamentalmente los siglos XV y XVI-, no es más
que la manifestación de cambios muy profundos que venían produciéndose desde
el siglo XI, en todos los órdenes de la vida social. Así lo entiende el ensayista e
historiador cultural Emile Gebhart:

“El renacimiento italiano no fue solamente una renovación de la literatura y de


las artes, consecuencia del retorno de los espíritus cultivados a la literatura
clásica y de la mejor educación de los artistas que redescubrieron el sentido de
la belleza en la escuela griega. En el Renacimiento se expresa todo el complejo
de la civilización italiana, y fue la expresión adecuada del genio y de la vida
moral de Italia. (…). En realidad, el Renacimiento italiano empieza antes de

136
Petrarca, pues la renovación de las artes se advierte ya en las obras de los
escultores pisanos y de Giotto, así como en la arquitectura de los siglos XII y
XIII. Los orígenes del Renacimiento son, por lo tanto, bastante remotos y
preceden con mucho a la cultura erudita difundida por la literatura del siglo XV”
(en Huizinga, 1969: p. 231).

Comprender el Renacimiento desde esta perspectiva nos lleva a analizar el


pensamiento de Maquiavelo como el producto de un proceso de más larga duración
que los años en que transcurrió su vida. Un proceso que se inició en el siglo XI y
que se extendió hasta el siglo XVIII.

En este largo proceso conviven rasgos de la sociedad feudal en crisis y


elementos de una nueva sociedad que se va constituyendo, la burguesa.
Maquiavelo vive en una sociedad en transición que, por el entrecruzamiento y fusión
de elementos distintos, puede caracterizarse como feudo-burguesa.

Conviene señalar que las transformaciones iniciadas en el siglo XI fueron


adquiriendo, con el paso del tiempo, distinto ritmo y profundidad. En ciertas
ocasiones diversas circunstancias las aceleraron; en otras, las retrasaron, pero es
indudable que entre el siglo XI y la época de Maquiavelo, se desarrollaron nuevas
experiencias que operaron sobre el sistema de normas, alores y creencias de la
sociedad feudal. Estas experiencias, racionalizadas, alcanzan su primera etapa de
sistematización en las teorías que formularon los hombres del Renacimiento, entre
ellos, Maquiavelo.

Analizar con profundidad este periodo de tan larga duración excede los objetivos
de este trabajo. A fin de brindar al lector algunas claves históricas para comprender
la obra de Maquiavelo, analizaremos sólo ldos aspectos del mismo.

1. Algunas de las transformaciones económicas, sociales y políticas que se


produjeron desde el siglo XI hasta la época de Maquiavelo.

2. Los cambios en la mentalidad que acompañaron estas transformaciones.

Las transformaciones económicas, sociales y políticas que se


produjeron hasta la época de Maquiavelo.

Durante este período se pueden identificar tres etapas:


137
1. La primera comienza en el siglo XI y continúa hasta el siglo XIII. Se caracterizó
por la expansión económica y territorial de la sociedad feudal y el surgimiento y
desarrollo de las ciudades y el comercio.

2. En la segunda, desde los primeros años del siglo XIV y hasta mediados del siglo
XV, la expansión se detuvo. Una profunda crisis afectó todos los órdenes del
mundo feudal. La sociedad urbana se consolidó y se diversificó y comenzó a
predominar la economía mercantil.

3. En la tercera etapa, desde mediados del siglo XV hasta fines del siglo XVI, la
crisis comenzó a ceder y se inició un nuevo período de expansión del comercio.
La economía mercantil se consolidó y las monarquías lograron centralizar el
poder subordinando a la nobleza y al patriciado urbano.

Primera etapa: de ciudades y burgueses (siglos XI al XIII)

Hacía el siglo XI la situación del mundo feudal comenzó a cambiar. Resulta muy
difícil identificar una única causa que explique las transformaciones que
comenzaron a manifestarse a partir de ese momento. Es posible que éstas se hayan
producido como resultado de un conjunto de factores que se combinaron y
potenciaron entre si. Entre ellos, se pueden mencionar una mejora en las
condiciones climáticas e importantes progresos técnicos que posibilitaron un notorio
incremento dela producción agrícola. Hicieron posible además el uso de tierras que,
como los pantanos y los bosques, no habían podido hasta el momento ser utilizadas
para la agricultura. Al mismo tiempo, muchos de los nuevos adelantos técnicos
permitieron reemplazar o alivianar el trabajo humano. Hubo entonces mano de obra
que pudo ser aplicada a la realización de nuevas actividades.

En las transformaciones que vivió la sociedad feudal desde mediados del siglo
XI también debió influir la relativa paz que reinó en Europa a partir de la decadencia
de los musulmanes y la derrota definitiva de los normandos, esclavos y otros
pueblos que asolaron Europa Occidental desde el siglo VIII. La suspensión de las
guerras y el aumento de la producción contribuyeron a disminuir la elevada
mortandad característica de los siglos anteriores. Mejor alimentada, la población se
encontró en superiores condiciones para afrontar las enfermedades y procrear.

En los señoríos –unidad económica, social y política del mundo feudal-


comenzó a contarse con un excedente de producción agrícola y mano de obra que
empezó a dirigirse hacia las ciudades. Las viejas ciudades romanas
semiabandonadas comenzaron a repoblarse. En las proximidades de los
monasterios, de los castillos, en el cruce de las rutas comerciales o a la vera de los
caminos de peregrinación fueron apareciendo nuevos asentamientos de

138
comerciantes y artesanos, que formaron el núcleo desde el que se desarrollaron
nuevas ciudades. Había recomenzado la vida urbana.

Sus habitantes, que empezaron a ser llamados burgueses, provenían de la


economía rural. Muchos siervos se lanzaron a una aventura que los llevaba a
abandonar las tierras y las actividades que habían desarrollado sus familias por
varias generaciones. Para ello necesitaron una mentalidad aventurera, dispuesta al
cambio y con objetivos tales como el mejoramiento de sus condiciones de vida y la
obtención de riquezas. El ámbito urbano parecía darles la oportunidad para
lograrlos. La ciudad les ofrecía, además, la posibilidad de huir de la servidumbre a
la que estaban sometidos en las tierras del señor. En la ciudad se respiraban aires
de mayor libertad: si un campesino siervo lograba permanecer en ella un año y un
día, el señor perdía los derechos sobre su persona.

Mientras el campo producía una cantidad cada vez mayor de alimentos y


materias primas, los habitantes de las ciudades comenzaron a especializarse en la
producción artesanal y el comercio. Al reanudarse el tráfico marítimo como producto
de las Cruzadas se incrementaron los intercambios comerciales y, con ellos, una
economía basada en el uso de la moneda. Junto a las monedas de oro, comenzaron
a aparecer nuevas formas de pago, como los pagarés y letras de cambio. Se daban
así los primeros pasos en la transición desde una economía natural hacia una
economía mercantil.

Las ciudades que adquirieron mayor importancia durante este período fueron
las que se encontraban cerca de las costas del Mar del Norte (Colonia, Brujas,
Hamburgo), las grandes capitales (París y Londres) y, sobre todo, las del norte de
Italia (Venecia, Milán, Génova y Florencia. Estas últimas se convirtieron en el centro
del comercio de larga distancia. Recibían desde Europa del Norte la lana que
necesitaban sus industrias de lujo y, desde el Cercano y Lejano Oriente, artículos
que distribuían en toda Europa. Exportaban además, paños finos de seda y lana,
cristalería, vino y harina. Florencia se especializaba en las industrias de la lana y la
seda.

En un comienzo, las ciudades lograron desarrollarse gracias a la protección de


algún señor; formaban parte de su señorío. A medida que los burgueses fueron
enriqueciéndose y reclamando mayores libertades económicas y derechos
políticos, comenzaron a enfrentarse con los señores. Con la ayuda de la monarquía
fueron venciendo su resistencia y, finalmente, consiguieron que las ciudades se
convirtieran en comunas autónomas.

Los reyes comenzaron a ver a las ciudades como fuente e nuevos recursos y
también como aliados confiables en su lucha por la concentración del poder contra
la pobreza señorial. A partir del siglo XII, la monarquía comenzó a obtener algunos
triunfos sobre los señores.

139
Ninguna de estas transformaciones parecía atentar contra el orden feudal.
Cuando los burgueses entraron en conflicto con los señores, fue porque buscaban
eliminar las trabas que obstaculizaban el desarrollo de sus actividades. No
cuestionaban legitimidad de su poder o de su autoridad. Tampoco criticaban los
valores y creencias vigentes ni reflexionaban sobre la nueva realidad urbana. Se
limitaban a operar espontáneamente en ella, pero poco a poco, los nuevos hábitos
de vida urbana, la socialización en la taberna o en el mercado, fueron creando ideas
comunes, nuevas corrientes de opinión y normas que comenzaron a gozar de
consenso colectivo. Fuer naciendo así, una nueva identidad.

Segunda etapa: la crisis de la estructura feudal (siglo XIV hasta


mediados del XV)
El desarrollo de la burguesía y de la economía mercantil comenzó a
resquebrajar a la sociedad feudal. Surgieron así conflictos y tensiones.

A comienzos del siglo XIV, la expansión económica y demográfica que había


conocido la población europea en los siglos anteriores llegó a su fin. No podemos
analizar aquí las causas de esta crisis. Sólo mencionaremos que la bonanza de los
años anteriores fue reemplazada por un ciclo recurrente de pestes, hambre y
carestía. Numerosos conflictos de variado carácter estallaron en todo el espacio en
que se había desarrollado la sociedad feudal. Las guerras internacionales como la
de los Cien Años entre Inglaterra y Francia y numerosas guerras internacionales
como la de los Cien Años entre Inglaterra y Francia y numerosas guerras locales
profundizaron el clima general de inseguridad que predominó en Europa desde la
segunda mitad del siglo XIV hasta mediados del siglo XV.

En el ámbito rural, la crisis debilitó el poder y las riquezas de la nobleza


tradicional debido a la caída demográfica provocada por la peste o la huída de la
población rural hacia las ciudades, a las rebeliones campesinas y a las largas
guerras feudales –como la Guerra de las Dos Rosas en Inglaterra-. Pero la posición
de privilegio de la nobleza fue socavada, fundamentalmente, por el aumento de
poder de las monarquías y por el desarrollo de la burguesía que basaba su riqueza
en el dinero, con la consiguiente disminución del valor económico y social de los
bienes inmuebles que constituían el patrimonio fundamental de la nobleza.

La crisis también tuvo sus consecuencias en la ámbito urbano. Los conflictos


políticos y las pestes, que se manifestaron con mayor virulencia en las ciudades
que en el ámbito rural, produjeron profundos daños al sistema de producción,
distribución y consumo. El número de habitantes dismnuyó en toda la Europa
feudal. La población de la península itálica pasó, entre 1340 y 1450, de 10 millones
a 7 millones y medio de habitantes. Las ciudades dejaron de ser un ámbito tranquilo
y seguro para realizar transacciones comerciales. Pero no todos sufrieron la crisis
140
del mismo modo. Unos pocos pudieron ponerse al resguardo de la peste y
aprovecharon la escasez generalizada para realizar negocios ventajosos y reunir
una importante fortuna. El clima generalizado de inseguridad y contracción
económica favoreció un proceso de concentración tanto económica como política.

En sus inicios, las sociedades que se fueron conformando en le ámbito urbano


constituían un conjunto heterogéneo, vago y movedizo. La movilidad era atribuida
a la imprevisible “rueda de la fortuna”, imagen frecuente en la literatura de la época.

Gracias a la expansión económica y al privilegio obtenido por algunos


mercaderes se fue formando un grupo diferenciado por su fortuna, el de los más
ricos. Eran grandes comerciantes y banqueros y los maestros de los gremios más
importantes, que constituyeron el patriciado urbano. La diferenciación de este grupo
terminó de definirse cuando conquistaron el poder de las comunas. Familias
poderosas como los Médici en Florencia y los Visconti y los Sforza en Milán,
detentaban el poder en las ciudades.

Otros grupos intentaron disputar el poder al patriciado. Habían surgido a partir


del aumento de las actividades económicas en el período anterior. Nuevas
profesiones, nuevas categorías y también nuevos pobres abrieron, cada vez más,
el abanico de la sociedad urbana. Algunos de estos nuevos grupos que lograron
reunir fortunas equivalentes a las del patriciado comenzaron a reclamar
participación en el poder político de la ciudad.
También hubo descontento en los sectores medios y bajos, pequeños
comerciantes, oficiales, aprendices y trabajadores en general que sufrían los
perjuicios de la crisis económica y del monopolio del poder de los patricios.

La contracción económica, como consecuencia de la crisis, hizo surgir la


necesidad de regular las actividades del mercado y, de la producción, a través, por
ejemplo, de la fijación de los salarios y de las condiciones de trabajo. Para ello, era
imprescindible controlar el poder político. Desde fines del siglo XIII, pero
especialmente durante el siglo XIV, se desencadenaron violentes conflictos –los
movimientos antipatricios- entre le patriciado urbano y los sectores enriquecidos
pero sin poder político apoyados por los sectores medios y bajos. Por lo general se
aprovecharon coyunturas favorables como las frecuentes luchas que se
desencadenaban entre linajes patricios. En Florencia, las revueltas del “popolo
grasso” y del “popolo minuto” en 1295 y la “rebelión de los ciompi” en 1378 se
inscriben en este proceso.

Estos conflictos políticos y sociales culminaron con el triunfo del patriciado


quien, no obstante, no logró conformar gobiernos estables. A partir de entonces, el
patriciado intentó poner límites a la movilidad social y se constituyó en la élite de
las sociedades urbanas a las que impuso progresivamente su sistema de normas y
valores y su concepción de la vida. De esta manera, se fue constituyendo una

141
ciudad dual: el patriciado y el común. En ella, las desigualdades estaban basadas,
fundamentalmente, en la riqueza y el poder político y no en el nacimiento como en
la sociedad feudal.

El patriciado urbano, en algunas ciudades como en las italianas, se mescló con


la nobleza y adoptó un estilo de vida que los diferenciaba tajantemente del resto.
Construyeron lujos viviendas, se rodearon de valiosos objetos y conformaron linajes
poderosos. Su poder y su trascendencia quedó reflejado en obras como la estatua
ecuestre de Gattamelata de Donatello y otras de Verrocchio y Ucello.

El inestable poder político del patriciado, sumado a la reciente rivalidad entre


ciudades, resintió el desarrollo de las actividades económicas. Los grupos patricios
buscaron consolidar su situación. Para ello, apelaron a algún poder exterior a la
ciudad que lograra imponer el orden. Esto significó sacrificar la autonomía política
en aras de la paz social, aunque conservando el poder económico ¿a quién se
apeló?. En muchos lugares, a los reyes y, en las ciudades italianas a los poderes
unipersonales con fuerza militar.

La crisis y los conflictos sociales y políticos profundizaron las transformaciones


producidas en la etapa anterior. La sociedad urbana ya no era un enclave aislado.
Se había desarrollado paralelamente a la desarticulación de las estructuras
productivas y sociales que caracterizaba al mundo feudal y a los avances de la
economía de mercado. Se comenzó, entonces, a reflexionar sobre trascendencia
de los cambios y sobre sus implicancias, y a reajustar los mecanismos de la nueva
economía.

Tercera Etapa: de burgueses y monarquía (siglos XV y XVI)

La vida de Maquiavelo se inscribe en esta etapa

A partir de la segunda mitad del siglo XV, la retracción comenzó a dejar paso a
una nueva etapa de expansión. L experiencia de la crisis permitió conocer mejor el
funcionamiento del mercado, del crédito y las consecuencias de las acciones del
poder político. Las burguesías se encontraban en mejores condiciones para
accionar sobre la economía mercantil. No obstante, a pesar de la consolidación de
su poder económico, social y político tuvo que someterse a las nuevas condiciones
que le impusieron las monarquías centralizadas.

La expansión, lenta al principio, fue adquiriendo una aceleración creciente.


Distintos factores, como el aumento de la población, pueden explicar el cambio.
Pero lo que más incidió fue la mayor estabilidad política que derivó de la disminución
de las tensiones sociales y el surgimiento de los nuevos reinos unificados y
centralizados. El proceso de concentración política y económica que se inició en la
142
etapa anterior se profundizó. Las monarquías territoriales acrecentaron su poder a
medida que se debilitaba el de la nobleza. Francia, Inglaterra, Portugal y España
lograron la unificación territorial y la constitución de las monarquías nacionales e
iniciaron el camino hacia la formación de los Estados absolutos. En este proceso,
jugó un importante papel el capital aportado por las grandes casas comerciales y
bancarias del patriciado urbano.

Poco a poco, la economía urbana quedó atrapada en la red de poder de las


monarquías. La delimitación de ámbitos de dominación territoriales nacionales y los
tratados y acuerdos entre los reyes, facilitaron y ampliaron las actividades
económicas de las burguesías a una escala regional, nacional e internacional. En
este último ámbito, ya en los siglos anteriores, se habían formado ligas comerciales
entre ciudades como la Hansa germánica, que agrupaba a todos los puertos
importantes del Mar Báltico, del Mar del Norte y del océano Atlántico. Pero el tráfico
más intenso y mejor organizado se desarrollaba en el Mediterráneo. Génova y
Venecia eran las ciudades más poderosas de esta zona. La Asociación entre
monarquía y burguesía posibilitó la expansión interoceánica cuando el comercio del
Mediterráneo se vio interrumpido por la expansión de los turcos. Castellanos y
portugueses iniciaron sus viajes hacia el occidente y formaron, desde el siglo XVI,
los grandes imperios coloniales.

El esplendor que muchas ciudades alcanzaron entre la segunda mitad del siglo
XV y las primeras del siglo XVI, entre ellas las del Renacimiento italiano, se debió
a que el patriciado urbano dejó de lado viejas concepciones para incorporar las
ventajas de su nueva situación política y económica.

Muchas burguesías dejaron de ser específicamente urbanas y pasaron a ser


burguesías de los reinos. Incluso, muchos burgueses se incorporaron como
funcionarios de la corona. El patriciado de aquellas ciudades que mantuvieron su
autonomía, como Florencia, quedó sometida a las políticas impulsadas por los
grandes Estados como Francia o España.

Sintéticamente podríamos enunciar los cambios operados desde el siglo XI de


la siguiente manera:

1. Le economía feudal, basada fundamentalmente en la producción para la


subsistencia, sucumbió ante el predominio de la economía de mercado.

2. La sociedad estamental típica de la época feudal dio paso a una sociedad


diversificada, caracterizada por el surgimiento de nuevas clases y grupos
sociales entre los cuales las burguesías urbanas lograron ocupar un lugar
preponderante en la sociedad.

143
3. El sistema político feudal, fragmentado, fue centralizándose. Una nueva
distribución de poderes y estilos políticos caracterizaron a las monarquías
nacionales.

Los cambios en la mentalidad

Antes de abordar este tema, deberemos explicitar que entendemos por


mentalidades. ¿Qué es la mentalidad?.

Siguiendo a José Luis Romero (1987), podemos definir a la mentalidad como


un conjunto de ideas operativas, de ideas que mandan, que resuelven, que inspiran
reacciones. Son también ideas valorativas y normativas, condicionantes de los
juicios de valor sobre las conductas y las opiniones sobre lo que es bueno y lo que
es malo. Son tan cambiantes como los tiempos. Se apoyan en actitudes difusas
pero arraigadas y generan normas que dirigen la acción del grupo.

Los orígenes de estas ideas suelen ser borrosos. Casi todas las ideas
corrientes, por ejemplo, los llamados prejuicios, son viejas ideas incorporadas
desde hace mucho al grupo social, de manera racional, que luego han ido perdiendo
precisión y vigor, desprendiéndose del sistema explicativo que les dio origen y
transformándose en ideas vulgares.

En síntesis, la mentalidad es como el motor de las actitudes. La manera como,


a veces inconsciente o subconscientemente, un grupo social, una colectividad, se
planta ante la muerte, el matrimonio, la riqueza, la pobreza, el amor, el trabajo.

Es un sistema de ideas no racionales que quizás alguna vez lo fue pero que
tiene una enorme fuerza porque se transforma en tradicional.

Fruto de las nuevas realidades y nuevas experiencias, las mentalidades se van


modificando. Las ideas, las creencias que conforman esa mentalidad se abandonan
o se resignifican y a la vez surgen otras nuevas configurando, a veces, una nueva
mentalidad.

¿De qué manera los cambios económicos, políticos y sociales que hemos analizado
incidieron sobre las mentalidades?.

Las mentalidades no permanecieron ajenas a los cambios económicos,


políticos y sociales que se produjeron entre los siglos XI y XVI. Los hombres y
mujeres que vivieron durante este período se enfrentaron a nuevas experiencias
que fueron modificando, muy lentamente, las creencias, valores, opiniones propias
de la mentalidad cristiano feudal. A través de un largo proceso de elaboración
racional de esas experiencias surgieron nuevas normas morales, principios de vida,
144
de legitimidad y de acción así como nuevas concepciones sobre la realidad, el
hombre o la sociedad, Estas nuevas creencias y valores conformaron la mentalidad
burguesa racional y profana. Comenzaron a ser sistematizadas a partir del siglo XV
aunque, con el paso del tiempo, confrontadas a nuevas experiencias, fueron
sufriendo un proceso de reelaboración.

Intentaremos explicar este proceso, por cierto complejo, a través de dos


ejemplos: la concepción del hombre y la naturaleza.

Ambas concepciones, que tradicionalmente han sido relacionadas con el


Renacimiento y, en especial, con el Humanismo, en realidad son cronológicamente
anteriores. Además, no pertenecen a una época sino a un sector social que fue
elaborando formas de pensamiento distintas de las que predominaban en la
sociedad cristiano feudal.

La nueva concepción del hombre

En la concepción organicista de la mentalidad cristiano feudal, el individuo no


existía independientemente del estamento. Este estaba compuesto por un conjunto
de individuos que debían su razón de ser a la función social asignada.

A partir del siglo XI, como fruto de diversas experiencias, comenzó a valorizarse
al individuó separado del conjunto social. El campesino que tomaba la decisión
personal de abandonar el señorío y lanzarse hacia lo nuevo y lo desconocido, hacia
la aventura, aprendió que podía vivir desprendido del vínculo de dependencia y de
la protección de su comunidad original. Su aventura, que era la del ascenso social
a través del comercio o la manufactura, lo llevó a tomar decisiones, a unirse a otros
individuos y a constituir un grupo. Este grupo y, más tarde, la sociedad, ya no tuvo
una sanción divina sino que fue formado sobre la base del acuerdo, del
consentimiento. Era el comienzo del contrato social.

Estas transformaciones en las que los individuos comenzaron a distinguirse del


conjunto social, se vieron reflejadas en las artes plásticas. Las representaciones de
Cristo y de la Virgen adquirieron características diferenciadas aún en las obras de
un mismo autor. En la Virgen con el Niño y en la piedad, ambas de Miguel Angel,
pueden verse estas diferencias. La figura humana pasó a transformarse en una
persona de carne y hueso. Además, a medida que se avanzaba en el conocimiento
del cuerpo humano, aparecieron plasmadas las características particulares de las
personas a las que pretendía representar. Empezaron a utilizarse modelos y
apareció el retrato, como el de Dante Alighieri que hace el Giotto o la Gioconda de
Da Vinci. Como una manifestación del cambio en marcha, los artistas comenzaron
a firmar sus obras, no sólo en la búsqueda de la trascendencia profana sino para
individualiza su obra.

145
En este proceso, el hombre descubrió su capacidad de pensamiento y,
simultáneamente, descubrió su capacidad de sentimientos. Si bien se mantuvo la
dualidad en la imagen del hombre poseedor de un alma noble y de un cuerpo vil,
comenzó a valorarse todo lo que hacía excitar la vista, el oído, el gusto, así como
las diversiones que ofrecía la vida urbana y la riqueza conseguida. El hombre
aceptaba todo ello y lo disfrutaba dejando de lado, sin todavía cuestionarla, la
condena establecida por la oral cristiana.

En los siglos XIII y XIV se multiplicaron las grandes fortunas. En Italia ellas
crecían rápida y considerablemente. Asociadas a la riqueza y al goce, surgió el lujo
personal. En la Edad Media, casi todo el lujo se exteriorizaba, era público y aún en
los casos en que fuera privado, se manifestaba más fuera de la casa que dentro de
ella. En la época del Renacimiento, si bien se mantuvo en el ámbito público –en los
torneos, espectáculos fastuosos, cortejos, convites públicos-, el lujo comenzó a
convertirse en privado instalándose en el hogar. La ambición, el anhelo de
ostentación junto con el orgullo y el afán de poderío se acentuaron y cobraron
nuevas formas. Giacomo de Sant Andrea arrojaba al río objetos de oro y plata a
prender fuego a un edificio para aumentar la diversión de las fiestas.

El lujo en la comida, el “arte culinario” nació en Italia en los siglos XV y XVI junto
con las otras artes. Ya no se buscaba sólo “devorar”. El goce no sólo exigía cantidad
sino también calidad.

En este descubrimiento de su capacidad de sentir, el hombre resignificó el


amor. En la sociedad feudal, amar era una actividad humana al servicio de Dios. El
objeto a amoroso era supraterrestre (como el culto a la Virgen). Todo amor no
consagrado a Dios o no vinculado al matrimonio llevaba el “estigma del pecado”.
No significaba la ausencia del erotismo pero, tanto en el campesino como en el
noble, este tipo de sensibilidad se hallaba reprimida en su valoración aunque o de
hecho.

La secularización que se inició en todos los órdenes de la vida a partir del siglo
XI también alcanzó el amor. Las canciones de los trovadores que se difundieron en
esa época y lograron su mayor florecimiento entre mediados del siglo XII y
mediados del siglo siguiente, le cantaban al amor terrenal. En las obras de los
poetas líricos y, luego, en las de los artistas plásticos, sobre todo en Italia, apareció
el amor carnal y el espiritual, pero ambos eran profanos, La sensualidad natural no
surgió hasta el trecento. En el Decamerón de Boccaccio la sana sensualidad se
impuso definitivamente al idealismo. Pero la mujer, objeto del amor, continúo
cubierta de vestidos en la imaginación del hombre. A partir del cuatrocento y, en
especial, del cinquecento comenzó a retratarse a la mujer desnuda como símbolo
del amor sensual.

146
Como sostenía Firenzuola, “… Amor no es otra cosa que goce. Yo amo a las
mujeres del mismo modo que amo el vino, el juego, la ciencia. O dicho en otros
términos: el vino, el juego, la ciencia y las mujeres me proporcionan deleite. Y el
deleite es el sentido último de la vida. No se goza para algún otro fin sino que el
goce es el fin último …” (citado por Sombart, 1965: p.59).

La nueva concepción de la naturaleza

En la mentalidad cristiana feudal se concebía a la naturaleza como una mezcla


de realidad e irrealidad, poblada de elementos sobrenaturales misteriosos que eran
producto de la creación divina. Los hombres no la observaban ni intentaban
conocerla, vivían inmersos en ella. Sólo la verdad revelada por Dios e interpretada
por los hombres de la Iglesia podría develar sus misterios.

Cuando a partir del siglo XI el hombre comenzó a dejar el ámbito estrecho del
señorío, conoció nuevos paisajes, nuevas naturalezas. Ya sea cuando se asentó
en el ámbito urbano, cuando colonizó nuevas tierras o cuando participó de las
Cruzadas, el hombre se separó de la naturaleza. Sus nuevas actividades el
comercio, la manufactura, le permitieron mantener una distancia física y también
psicológica que no existía cuando su trabajo dependía tan directamente de los
fenómenos naturales. Separado de la naturaleza, el hombre comenzó a contemplar.
La distancia y las nuevas experiencias como los viajes a tierras lejanas fueron
generando novedades actitudes. Los hombres no solo pudieron contemplar sino
que, además sintieron una emoción estética desconocida. Descubierta su
sensibilidad y su capacidad de goce, la naturaleza sorprendió a los hombres y los
deleitó como lo reflejó Marco Polo en El libro de las maravillas del mundo.

La contemplación y la observación les permitió descubrir la variedad de


realidades naturales. Dejó de ser la naturaleza uniforme, única que conocía
campesino feudal. Ahora se percibían su diversidad y sus cambios y los hombres
comenzaron a estudiarla por curiosidad y porque deseaban operar sobre ella como
lo hace el navegante cuando necesitaba tomar decisiones al iniciar una travesía
marítima o utilizar los elementos naturales para orientarse. El hombre primero
observó la naturaleza; más tarde, sometió los datos de la observación a
comprobaciones espontáneas y luego metódicas y finalmente, comenzaría la
experimentación. Si iniciaba el camino que lo conduciría hacia la revolución
científica del siglo XVII.

El conocimiento de la naturaleza modificó la concepción del hombre sobre la


realidad. Sin embargo, ello no implico que automáticamente se despojara de los
elementos de irrealidad. Durante varios siglos, en la imagen de la realidad natural
subsistieron entremezclados elementos simbólicos y místicos. Pero poco a poco, la
naturaleza dejó de ser concebida como una creación pasiva e inmutable. Los
hombres del Renacimiento creyeron en el realismo, en la naturaleza como una
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realidad sensible, un mundo de hechos, de fenómenos que podían ser conocidos
por el hombre. Frente a la religión, adoptaron una actitud subjetiva: tolerante a
veces, otras burlona, mezcla de antigua superstición y de moderno escepticismo.
“Afirmar que el hombre, su razón y su experiencia son fuente de conocimiento
constituye una revolución frente al principio de la verdad revelada: una revolución
mental. (…) No ha dejado de ser creyente, pero ha dejado de respetar todas las
cosas que en la estructura tradicional se suponían respaldadas por Dios” (Romero,
1987: p. 54).

A modo de conclusión

El individualismo y el realismo, nuevas concepciones acerca del hombre y la


naturaleza, respectivamente, asociadas con las nuevas experiencias de la
economía mercantil y los cambios en los sistemas políticos, tanto las que se fueron
desarrollando en las ciudades como las acciones de las monarquías en el proceso
de centralización, modificaron concepciones tradicionales sobre la política y el
ejercicio del poder. Maquiavelo logra llevar al terreno de las ideas sistemáticas las
experiencias que se fueron desarrollando en este campo. Resulta importante
subrayar que, durante el Renacimiento, permanecen muchas de las formas
medievales de pensamiento simbólico y sacramental pero junto a una actitud
personal hacía la doctrina y la autoridad.

“El renacimiento fue un cambio de marea. La imagen que refleja la transición


de la Edad Media a los tiempos modernos es (¿cómo podría ser de otro modo?)
no la de una revolución de una gran rueda, sino la de una prolongada sucesión
de olas que ruedan sobre una playa, cada una de las cuales se rompe en lugar
y en momento diferentes. Por doquier las fronteras, entre lo viejo y lo nuevo,
son diferentes; cada forma cultural, cada concepto se transforma a su propio
tiempo, y nunca la transformación abarca a todo el complejo de la civilización”
(Huizinga, 1960: p. 249).

El pensamiento de los hombres del Renacimiento es de transición, de


combinación de elementos culturales diversos originados en las nuevas
experiencias. Para compensarlo, no debemos buscar la unidad sino la
complejidad, la heterogeneidad y las contradicciones que caracterizaron a esta
época. Sólo así podrá comprenderse la obra de Maquiavelo.

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Sombart, Werner 1979 El burgués, Introducción a la historia espiritual del hombre
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NOTAS

Entre 1455 y 1485, al finalizar la Guerra de los Cien Años, se desencadenó un


conflicto entre las dos principales familias nobles de Inglaterra, la Casa de
Lancaster (rosa roja) y la de York (rosa blanca). Este conflicto se conoce con el
nombre de “La Guerra de las Dos Rosas”. Ambas familias resultaron muy
debilitadas, favoreciendo el proceso de centralización de la autoridad monárquica.

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