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Nota: este resumen es muy breve y está incompleto.

Sin embargo, el PDF que subí


está subrayada con las ideas más importantes.

Los humanistas empiezan por definir el concepto de libertad de la manera tradicional y bien
establecida. Habitualmente emplean el término para denotar independencia y autogobierno:
libertad en el sentido de ser libres de toda intervención externa, así como en el sentido de ser
libres de tomar parte activa en la administración de su comunidad.

El primer aspecto de esta tradicional definición de "libertad" que adoptan los humanistas es la
idea de conservar la integridad de las sobrevivientes ciudades-repúblicas contra toda
intromisión.

El otro tradicional sentido de "libertad" que los humanistas continúan celebrando es la idea
de mantener una constitución libre, según la cual todo ciudadano es capaz de disfrutar de
iguales oportunidades de participar activamente en los negocios del gobierno.

Los humanistas continúan aceptando es que el valor de un ciudadano no debe medirse por lo
rancio de su linaje ni por la extensión de su riqueza sino, antes bien, por su capacidad de
desarrollar sus talentos, de alcanzar un sentido apropiado de espíritu público y de desplegar
así sus energías al servicio de la comunidad. La virtud constituye la única nobleza verdadera.

Los humanistas empezaron a instituir búsquedas sistemáticas, especialmente en las


bibliotecas monásticas, de más escritos de sus autores clásicos predilectos, en particular de
nuevos textos de Cicerón, al que consideraban (según la frase de Petrarca), como "el gran
genio" de la Antigüedad.

los humanistas en el estudio de la retórica y la filosofía antiguas en el curso del siglo xiv. El
héroe de esta historia es Petrarca.

Cicerón había considerado como el valor especial de una educación fundada sobre una
combinación de retórica y filosofía. El resultado de esta investigación, como lo dice Seigel,
fue que "Petrarca transformó la retórica italiana medieval al redescubrir sus raíces y
dimensiones clásicas, capacitando así a los retóricos practicantes a convertirse a sí mismos
en algo como la imagen ciceroniana".
Ante tocio, Petrarca redescubrió el sentido ciceroniano de los objetivos apropiados de ía
educación. Como Cicerón había afirmado en las Disputas tusculanas, el objetivo de la
educación no sólo es producir un hombre con cierta gama de capacidades técnicas, y ni
siquiera un hombre capaz de alcanzar todas las virtudes y "estados espirituales adecuados".
El objetivo fundamental de toda educación debe ser, pues, el desarrollo del vir virtutis.

Pero también debe ser capaz de dar uso práctico a su sabiduría, relacionando su filosofía
con su vida y comportándose como ciudadano y no sólo como hombre sabio. MÁS DE MIL
QUNIENTOS AÑOS CICERÓN

El paso primero y fundamental que los humanistas dieron consistió en elucidar la secuencia
de sus posiciones subyacentes en el concepto ciceroniano de virtus: en primer lugar, que en
realidad es posible que los hombres alcancen el más alto tipo de excelencia; en seguida, que
el proceso atinado de la educación es esencial para alcanzar esta meta; y finalmente, que el
contenido de semejante educación debe centrarse en el estudio relacionado de la retórica y
la filosofía antiguas.

La siguiente afirmación que subrayan los escritores florentinos es que, siendo los hombres
capaces de alcanzar tal excelencia, tienen el deber de hacer que la búsqueda de la virtus sea
el principal objeto de sus vidas.

Por último, los humanistas convierten esta visión de las capacidades del hombre en un
llamado urgente al patriotismo.

los humanistas vuelven a afirmar que, aun cuando la capacidad de acción del hombre es
limitada, ei factor decisivo en acción no es más que el poder caprichoso de la fortuna, no la
fuerza inexorable de la providencia.

los humanistas empiezan a negar que todo en el mundo ha sido providencialmente


ordenado.

la afirmación de que siempre está abierta a los hombres la posibilidad de ejercer su virtus de
tal manera que superen el poder de la Fortuna.
No había nada nuevo en la idea de ofrecer consejos prácticos a los dirigentes políticos sobre
la conducción de sus asuntos. Ésta había sido siempre la meta de ia anterior tradición de
libros de consejos dirigidos a. podestá y magistrados de las ciudades y esta tradición, a su
vez, había utilizado el concepto mucho más antiguo de sostener un "espejo" ante los
príncipes, presentándoles la imagen ideal y pidiéndoles buscar su reflejo en sus
profundidades.

Insiste en que el comportamiento principesco debe ser onesto, así como utile.

Un segundo elemento de continuidad entre los teóricos de los espejos para príncipes y sus
predecesores se halla en su análisis de las fuerzas que se oponían al vir virtutis en su busca
del honor, la gloria y la fama. Todos ellos convienen en que la principal culpa de los fracasos
de los planes mejor trazados había de atribuirse al poder caprichoso y abrumador de la
fortuna.

un príncipe siempre debe depender de su propia virtú antes que de los favores de la fortuna
al tratar de "conservar su estado".

Para Maquiavelo, como para ios demás humanistas, el concepto de virtú es aplicado así para
denotar la cualidad indispensable que capacita a un soberano a desviar los dardos y flechas
de la fortuna adversa, y a aspirar, por consiguiente, a alcanzar el honor, la gloria y la fama.

Un primer lugar, tendieron a diferir agudamente de la mayoría de sus predecesores en sus


opiniones acerca de los propósitos del gobierno. Los humanistas "cívicos", así como los
autores de libros de consejos para podestá y magistrados de la ciudad, habían apoyado
todos ellos la idea de conservar la libertad y la justicia constituía el principal valor de ia vida
política. Por contraste, los teóricos de "espejos para príncipes" desarrollaron un argumento
que, como hemos visto, ya había sido esbozado por los primeros defensores de los
regímenes "despóticos" y "tiránicos". Sostuvieron que el principal asunto del gobierno
consistía en mantener al pueblo no tanto en estado de libertad como de seguridad y de paz

El primero fue la sugestión -adaptada de la Política de Aristóteles- de que las cualidades


admirables en un príncipe pueden ser distintas de las que merecen admiración en un
ciudadano privado. Esto hace un tanto engañoso afirmar, como lo han hecho aigunos
estudiosos, que "las virtudes políticas fueron consideradas idénticas a ¡as virtudes privadas"
por estos escritores.

La virtú del gobernante es considerada como una fuerza asombrosamente creadora, clave
para "conservar su estado" y capacitarlo a rechazar a sus enemigos. En cambio, el principal
mérito del pueblo se encuentra en su característica tendencia a la pasividad benigna.

Se afirma, ante todo, que no podrá llamarse a nadie hombre de verdadera virtus a menos
que manifieste todas las principales virtudes cristianas así como las virtudes "cardinales"
señaladas por los moralistas de la antigüedad.

sería erróneo considerarlo como el primer escritor que introdujo esta doctrina en el
pensamiento político humanista; pues la anuencia a lucharen nombre de la propia patria, la
disposición a emplear la violencia en esta causa siempre había sido tratada por los primeros
humanistas "cívicos" como aspecto indispensable de la virtus del verdadero ciudadano.
Tampoco sería atinado considerar a Maquiavelo como el primer escritor que llevó estas
suposiciones acerca de lo inevitable de la fuerza a la atmósfera más enrarecida de la
literatura de espejos para príncipes

Pero rechaza con gran vehemencia la creencia prevaleciente en que la manera más segura
de alcanzar estos fines es actuar siempre de una manera convencionalmente virtuosa.

La primera es que nada importa tanto como conservar las apariencias.

El talento indispensable es la capacidad de imitar la virtud.

La diferencia decisiva entre Maquiavelo y sus contemporáneos se encuentra en la naturaleza


de los métodos que consideraron apropiados para alcanzar estos fines.

La única manera de resolver este dilema, insiste, es aceptar crudamente que si un príncipe
está genuinamente interesado en "conservar su Estado" tendrá que desatender las
demandas de la virtud cristiana y abrazar de lleno la moral, muy distinta, que le dicta su
situación. Así, la diferencia entre Maquiavelo y sus contemporáneos no puede caracterizarse
adecuadamente como una diferencia entre una visión moral de la política y una visión de la
política como divorciada de la moral. Antes bien, el contraste esencial es entre dos morales
distintas: dos explicaciones rivales e incompatibles de lo que, a la postre, debe hacerse."

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