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Desarrollo económico y social de México

Ensayo uno

Ricardo Ochoa Hernández

Viernes 09 de septiembre de 2022

Dr. Enrique Cárdenas Sánchez

El Colegio de México
Centro de Estudios Internacionales
Licenciatura en Política y Administración Pública
Toda ciencia estaría de más, si la forma de manifestarse de las cosas y la
esencia coinciden directamente. Las verdades científicas son siempre
paradójicas, si se les mide por el rasero de la experiencia cotidiana, que
solo percibe la apariencia engañosa de las cosas.

Karl Marx, Das Kapital (1867).

Los herejes de hoy son los descendientes de un linaje muy antiguo,


oculto, pero jamás extinto, que ha sobrevivido bajo la forma de grupo
aislados excéntricos. Están profundamente insatisfechos; creen que la
observación común es suficiente para demostrar que los hechos no
concuerdan con el razonamiento ortodoxo.

John Maynard Keynes, La pauvreté dans l'abondance (1934).


DESARROLLO ECONÓMICO Y SOCIAL DE MÉXICO

La economía mexicana inició, según diversos especialistas en la materia, su proceso de recuperación de


la crisis de 1937-1938 sobre la base de los enfrentamientos en Europa a la mitad de 1939, cuando la
economía de Estados Unidos tomó medidas preparatorias para la guerra y creció casi 14% en promedio
anual entre 1938 y 1941.1 Los efectos sobre México fueron inmediatos y profundos. A lo largo del
conflicto e incluso posteriormente, la política económica destacó por ser muy activa y por manifestar la
preponderancia del crecimiento y el empleo sobre la estabilidad del tipo de cambio y, en cierto sentido,
de los precios.2

Al final de la Segunda Guerra Mundial, México promovió una estrategia de desarrollo orientada
hacia el interior en la que las políticas proteccionistas desempeñaron un papel central. El gobierno
integró un conjunto de medidas —aranceles y permisos de importación— para proteger a la industria
nacional de la competencia extranjera. Así, el mercado mexicano quedó casi cerrado a productos del
exterior, pero las empresas locales tenían muchas facilidades para la importación de maquinaria y
equipo.3 De este modo, la economía mexicana experimentó un fuerte crecimiento —6.2% en promedio
anual— a lo largo del decenio de los años cincuenta y hasta 1962, a pesar de las fluctuaciones externas
que afectaron la balanza de pagos.4 Aun cuando la población aumentaba a una elevada tasa de 3.1% al
año, el crecimiento per cápita también fue destacable, dado que fue de 3.5% anual. No obstante, el
presente ensayo tiene como objetivo discutir la afirmación de que el incremento en la productividad del
trabajo y capital fueron los pilares del crecimiento económico durante los años cincuenta y sesenta, al
igual que el papel que desempeñó la política educativa en aquellos años.

Los diferentes sectores económicos crecían en forma equilibrada y a ritmos similares, y se


combinaban para lograr una fuerte expansión del empleo y la producción, en virtud de lo cual la
economía pudo absorber el crecimiento poblacional. El comportamiento de la inversión privada en esos
años da prueba del acuerdo de los empresarios con el modelo de crecimiento. De forma análoga, da
cuenta de que el aumento constante de la inversión total y la evolución de la relación entre dos tipos de
inversión refutaba la acusación de que el intervencionismo estatal inhibía al capital privado; de hecho,

1
Véase Cárdenas 2012, Loaeza 2010, Aboites 2018.
2
Enrique Cárdenas Sánchez, “La economía mexicana en el dilatado siglo XX, 1929-2010”, en Historia mínima
de la economía mexicana 1519-2010, 1a ed. (México: El Colegio de México, 2012), p. 249.
3
Soledad Loaeza, “Modernización autoritaria a la sombra de la superpotencia, 1944-1968”, en Nueva historia
genereal de México, 1a ed. (México: El Colegio de México, 2010), p. 668.
4
Cárdenas Sánchez, p. 252.
era prueba de que el efecto era exactamente lo contrario: la inversión pública alentaba la inversión
privada.

A mediados de los años sesenta se habían formado 486 grandes empresas nacionales, y un gran
número de empresas medianas y pequeñas.5 De esta manera, las organizaciones empresariales crecieron
en tamaño, recursos y funciones. El éxito del modelo de crecimiento dependía de normatividades, leyes
y reglas, de créditos y subsidios, así como de empresas paraestatales y organismos descentralizados,
con los que el Estado promovía y orientaba el desarrollo del país.

Por añadidura, el crecimiento de la economía mexicana durante los años cincuenta no sólo fue
acelerado, sino en términos generales más balanceado de lo que históricamente había sido. Dicho de
otro modo, la dispersión en las tasas de crecimiento de los diversos sectores es mayor en otros periodos
que en los años cincuenta. En concreto, la agricultura creció a un ritmo de 4.4% al año en términos
reales, entre 1950 y 1962, mientras que la industria manufacturera creció al 7.0%. 6 Otros sectores
relevantes, que crecieron a tasas por encima del promedio del producto fueron la industria petrolera
(7.8%) y la eléctrica (9.1%). Cabe destacar que los servicios, en general, también crecieron a tasas
similares al promedio.7 En resumidas cuentas, el sector primario, que había tenido cierto rezago en los
años cuarenta, restableció su ímpetu y de hecho contribuyó con en el 11.4% del crecimiento de la
economía. El sector secundario, primordialmente el relacionado con la generación de energía, la
construcción y la industria de la transformación, avanzó con un rápido crecimiento. El sector de
servicios tampoco se quedó atrás, habida cuenta de que sucedió algo similar con la mayoría de éstos.
Esto permitió que México se haya colocado dentro de los primeros lugares de crecimiento per cápita a
nivel mundial.

Durante los años cincuenta, la inversión total se acrecentó con rapidez y por encima de lo que
creció el producto nacional. La formación bruta de capital fijo creció de un 13.6% del producto en 1950
a un 17.0% en 1960 —aunque en 1962 se contrajo a 15.3%.8 En términos reales, la inversión total
creció a una tasa promedio de 7.0% anualmente. El comportamiento de la inversión privada, pese a que
durante los años del «milagro mexicano» registró algunas variaciones, nunca se vio superada por la
inversión pública.9 La inversión privada tuvo un promedio anual de 5.7%, en tanto que el desempeño
5
Loaeza, p. 669.
6
Enrique Cárdenas Sánchez, “La segunda guerra mundial y la industrialización acelerada, 1940-1962”, en El
largo curso de la economía mexicana, 1780 a nuestros días (México: Fondo de Cultura Económica y El Colegio
de México, 2014), p. 509.
7
Ídem.
8
Ídem.
9
Loaeza, p. 670.
de la inversión pública fue más lento entre 1951 y 1959, a un ritmo de 2.3% en media anual —después
se recuperó en forma extraordinaria puesto que entre 1960 y 1962 creció en promedio 16.9%
anualmente. Indiscutiblemente, esta inversión sirvió como base para el crecimiento económico de la
década de los sesenta.

La productividad de la mano de obra durante el periodo 1950-1962 creció una tasa de 3.0% en
promedio anual, que ciertamente es una cifra sumamente elevada. Ello se reflejó en un crecimiento
anual promedio de los salarios reales de la industria de 2.2% entre 1949 y 1960. 10 En resumen, se puede
constatar que la inversión, especialmente la privada, tuvo un comportamiento muy proactivo en el
curso de los años cincuenta, lo cual aumentó la productividad de la mano de obra empleada, y ello a su
vez incrementó la tasa de crecimiento de la economía. A esto se agregó la acumulación de capital social
generada por el Estado en decenios anteriores y durante buena parte de los años cincuenta, lo que
también repercutió en incrementos de la productividad. 11 Por ejemplo, los aumentos de la producción
física se debieron a la fuerte inversión pública y privada para hacer crecer la superficie cultivable y los
rendimientos por hectárea. La superficie aumentó 5, 2 y 5% en promedio anual en los quinquenios
1950-1955, 1955-1960 y 1960-1965 respectivamente, en tanto que los rendimientos por hectárea
crecieron 18, 12 y 23% anualmente en esos mismos quinquenios.12 Visto todo lo anterior, la afirmación
de que el incremento en la productividad del trabajo y capital fueron los pilares del crecimiento
económico durante los años cincuenta y sesenta es verdad. Más aún, esto permitió que la política social
comenzara a redituar con mayor ahínco a los grupos más amplios de la población.

En este orden de ideas, la cobertura de la educación básica se acrecentó sustancialmente desde


la década de los cuarenta. Según el censo de 1857, únicamente alrededor de 12% de la población en la
edad escolar correspondiente asistía a la escuela primaria; en ese año se educaba cerca del 3% de la
población total. En la década de 1900-1910, este último porcentaje alcanzaba el 5%. En 1950, las
cuatro quintas partes de los niños en edad escolar asistían a la escuela. Durante el siglo XX se lograron
avances sustanciales en los niveles educativos, incluso durante la agitada década de 1910 a 1920. En
1960, el 72.5% de las personas entre 10 y 24 años de edad podían leer y escribir, lo que se compara
muy favorablemente con el 51.7% de las personas mayores de 50 años que estaban en este caso.13

10
Cárdenas Sánchez, “La segunda guerra mundial y la industrialización acelerada, 1940-1962”, p. 514.
11
Ídem.
12
Ibidem, p. 563.
13
Leopoldo Solís, La realidad económica de México. Retrovisión y perspectivas (México: Siglo XXI, 1970), p.
251.
Las personas que nacieron entre 1942 y 1951 tenían una escolaridad media de 5.2 años,
mientras que los años de estudio promedio de sus padres era únicamente de 2.3. 14 Al mismo tiempo,
este cambio empezó a abrir oportunidades de movilidad social intergeneracional, que a la larga habría
de ampliar la clase media. Este hallazgo es clave, ya que nuestro país estaba en un proceso de
crecimiento demográfico rápido que implantaba aún más obstáculos al Estado y a la sociedad
mexicana. Además, la participación de la educación en el presupuesto federal aumentó de 3% en 1872
a 7% en 1910. En 1960, 52% de la población mayor de 15 años tenía primaria, y de ellos gran parte la
tenía incompleta; menos del 5% contaba con estudios de secundaria, 2% de media superior y 1% de
superior.15 Esto equivale a decir que 871 mil personas tenían secundaria, 400 mil bachillerato y menos
de 200 mil estudios universitarios. En esta época, la educación pública absorbía la cuarta parte (25%)
del presupuesto federal y significaba el 2.2% del producto nacional bruto.16

De hecho, la política educativa consistió en aumentar los niveles y las instalaciones de


educación elemental y dejar que autónomamente el proceso de desarrollo impulse los niveles de
educación y capacitación en el propio trabajo. El proceso educativo modificó cualitativamente a la
población y mejoró su preparación técnica para desempeñar actividades económicas. En este sentido,
Leopoldo Solís destacó que la educación elevó la productividad marginal del trabajo, facilitó la
absorción de avances tecnológicos, evitó desajustes sectoriales facilitando a la mano de obra su
transferencia entre sectores, y permitió aprovechar de manera más plena las oportunidades que ofrece
la sociedad industrial o en proceso de serlo. 17 En pocas palabras, la educación elevó la productividad
del trabajo.

En esta línea, Gerardo Esquivel y Graciela Márquez indicaron que, debido al cierre de la
economía mexicana, la producción nacional pasó de la mano de obra no calificada a sectores intensivos
en mano de obra calificada. Entre 1935 y 1965 la proporción de mano de obra calificada en México
aumentó en 7.6 puntos porcentuales, así como la masa salarial de estos trabajadores —esta última
aumentó en más de 17 puntos porcentuales, y la mayor parte del aumento tuvo lugar después de 1945. 18
Esto quiere decir que no sólo había más trabajadores calificados empleados en la industria mexicana,
sino también que la remuneración que recibían estaba creciendo en relación con la de los trabajadores
14
Cárdenas Sánchez, “La segunda guerra mundial y la industrialización acelerada, 1940-1962”, p. 515.
15
Cecilia Greaves, “La búsqueda de la modernidad”, en Historia mínima de la educación en México, 1a ed.
(México: El Colegio de México, 2010), p.194.
16
Solís, p.252.
17
Ibidem, p. 253.
18
Gerardo Esquivel y Graciela Márquez, “Some Economic Effects of Closing the Economy: The Mexican
Experience in the Mid Twentieth Century”, en The Decline of Latin American economies. Growth, Institutions
and Crises (Chicago: The University of Chicago Press, 2007), p. 347.
no calificados. Por ese motivo, la política educativa desempeñó un papel fundamental: preparar a las
personas para que obtengan más habilidades y competencias, con miras a desarrollar trabajos
elaborados y especializados. En esencia, el proceso educativo permitió pasar de una mano de obra no
especializada a una especializada.

A manera de colofón, el comportamiento de la economía durante los cincuenta fue muy


enérgico, aun cuando las fluctuaciones acaecidas en el exterior, que repercutieron en los precios y la
balanza de pagos, y a los conflictos sindicales de fines de la década, que luchaban por una apertura
democrática. No cabe duda de que la política comercial que separó progresivamente el mercado interno
de la competencia externa brindó frutos formidables en esta etapa y en la primera parte de los años
sesenta. Tanto así que autores como Francisco Suárez Dávila denominan a este periodo como el de más
rápido crecimiento histórico y, posiblemente, el más exitoso.19 La inversión pública suministró de
infraestructura básica y cercioró el abasto de energía barata, incluso por debajo del precio global. Por
su parte, la inversión privada creció mucho más rápido que el PIB, por lo que la productividad se
potenció notoriamente. El empleo, paralelamente, aumentó aún más aprisa que la misma población
económicamente activa. La población económicamente activa creció a una tasa promedio de 2.1%
entre 1950 y 1962, mientras que las horas trabajadas crecieron a una tasa de 2.7% en promedio anual
durante el mismo periodo.20 Por su parte, los salarios reales, al menos en la industria, también reflejaron
un fuerte crecimiento, aunque menos que el del producto per cápita, lo que implicó mayor bienestar
social en términos absolutos, y a su vez redujo la pobreza oportunamente, pero con una concentración
del ingreso más aguda. Por lo todo lo anterior, es veraz afirmar que el incremento en la productividad
del trabajo y capital fueron los pilares del crecimiento económico durante los años cincuenta y sesenta;
al igual que el papel desempeñado por la política educativa es preponderante en vista de que permitió la
especialización de la mano de obra mexicana.

Sin embargo, no todo es miel sobre hojuelas. Enrique Cárdenas cita a Miguel Székely para
explicar que el coeficiente de Gini aumentó de 0.52 a 0.57 entre 1950 y 1963, en tanto que eran
reprimidos los movimientos de los trabajadores del Estado que buscaban mayor apertura política y
mejoras en sus condiciones.21 Parecía que el “milagro” mexicano estaba en pleno auge, pero las
condiciones en la macroeconomía ya comenzaban a hacerse evidentes al inicio de los sesenta. Las

19
Francisco Suárez Dávila, “Dos visiones de la política económica en México: un debate en la historia (1946-
1970)”, en Historia del pensamiento económico en México. Problemas y tendencias (1821-2000) (México:
Editorial Trillas, 2005), p. 225.
20
Cárdenas Sánchez, “La segunda guerra mundial y la industrialización acelerada, 1940-1962”, p. 566.
21
Ibidem, p. 567.
represiones políticas también empezaban a perjudicar a las clases medias que habían emergido y se
habían consolidado después de tres decenios de crecimiento económico.

Así, la economía mexicana durante la segunda Guerra Mundial, al igual que muchas otras
naciones, vivió un periodo de convulsiones económicas críticas, algunas que beneficiaron a la
población en términos generales, y otras que no le fueron tan benéficas. 22 Cárdenas detalla que el
resultado global, no obstante, se puede resumir en que hubo una fuerte expansión del empleo y de la
producción, con beneficios claros en el bienestar de la población, a pesar de haber sufrido ciertos
niveles de inflación.23 Los años de la posguerra gozaron la continuación del auge económico, aunque en
esta ocasión más bien propiciado por el propio sector interno de la economía, que no tuvo otro limite
que la disponibilidad de divisas para poder adquirir las importaciones necesarias para el aparato
productivo y continuar el crecimiento.24 No obstante, a partir de entonces, el esquema de desarrollo del
país se definió con mayor claridad: uno en donde el sector interno de la economía se deleitó con un
sistema proteccionista, el cual facilitó la aparición de incontables empresas de toda índole, que dotó de
empleo a la creciente fuerza de trabajo, pero en el cual, con el paso del tiempo, surgieron las
contradicciones inmanente a este esquema de desarrollo tal y como estaba esbozado.

Número de palabras sin notas al pie: 2 275.

22
Suárez Dávila, “Dos visiones de la política económica en México: un debate en la historia (1946-1970)”, p.
231.
23
Cárdenas Sánchez, “La segunda guerra mundial y la industrialización acelerada, 1940-1962”, p. 562.
24
Idem.
Referencias bibliográficas

Cárdenas Sánchez, Enrique. “La economía mexicana en el dilatado siglo XX, 1929-2010”. En Historia
mínima de la economía mexicana 1519-2010, 1a ed., 232–302. México: El Colegio de México,
2012.

———. “La segunda guerra mundial y la industrialización acelerada, 1940-1962”. En El largo curso
de la economía mexicana, 1780 a nuestros días, 493–567. México: Fondo de Cultura Económica
y El Colegio de México, 2014.

Esquivel, Gerardo, y Graciela Márquez. “Some Economic Effects of Closing the Economy: The
Mexican Experience in the Mid Twentieth Century”. En The Decline of Latin American
economies. Growth, Institutions and Crises, 333–61. Chicago: The University of Chicago Press,
2007.

Greaves, Cecilia. “La búsqueda de la modernidad”. En Historia mínima de la educación en México, 1a


ed., 188–216. México: El Colegio de México, 2010.

Loaeza, Soledad. “Modernización autoritaria a la sombra de la superpotencia, 1944-1968”. En Nueva


historia genereal de México, 1a ed., 653–96. México: El Colegio de México, 2010.

Solís, Leopoldo. La realidad económica de México. Retrovisión y perspectivas. México: Siglo XXI,
1970.

Suárez Dávila, Francisco. “Dos visiones de la política económica en México: un debate en la historia
(1946-1970)”. En Historia del pensamiento económico en México. Problemas y tendencias (1821-
2000), 231–52. México: Editorial Trillas, 2005.

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