Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
EL PROBLEMA DE LA MOTIVACIÓN
Antonio Lucas Marín
Humanizar el trabajo
Desde hace unos años se ha venido hablando de la conveniencia de humanizar el trabajo,
indicando con esta expresión ambigua la necesidad de que las personas logren en su
trabajo una satisfacción de fondo, no sólo aparente. Pero es necesario dejar claro que el
trabajo es, por lo pronto, intrínseca e inevitablemente humano. El trabajo es algo propio y
exclusivo del hombre. Sólo el hombre trabaja. El animal, en rigor no lo hace; se limita a
satisfacer, si puede, sus necesidades naturales mediante el juego espontáneo entre sus
capacidades orgánicas y las demandas de su medio biológico (Yela, 1979). Tres son las
características sobresalientes del trabajo como actividad intrínsecamente humana:
1. Es un esfuerzo cultural. Cualquier actividad del hombre sobrepasa el esfuerzo
meramente biológico, animal. El trabajo es también un esfuerzo cultural que
va desarrollándose en formas inventadas de saber hacer. Eso es la técnica, y el
esfuerzo por atenerse a la realidad, y de alguna forma conquistarla y disponer de
ella, con arreglo a normas técnicas es precisamente el trabajo. Elhomo sapiens, por
ser animal cultural, es, inevitablemente animal laborans. En definitiva, el trabajo y
sus hábitos son
cultura: comportamiento común adquirido que se transmite. El carácter social del
trabajo le viene de ser algo intrínsecamente humano.
2. Es perfectivo. El hombre puede mejorar o corromperse mediante las actividades
que desarrolla, incluidas las profesionales. El ser humano puede hacerse mejor
persona en la medida en que se encuentre más plenamente con la realidad de las
cosas y de sí mismo, en la medida en que asume y se apropia más plenamente esa
realidad, y hace su personalidad más rica y más plenamente apropiada y poseída.
En este sentido, el trabajo es más humano en la medida en que se realiza más
libremente, y cualquier cosa que signifique pérdida de libertad (sometimiento a
las cosas, a las máquinas, al dinero o a los otros) es deshumanizante.
Es relacional. El trabajo es siempre una actividad eficazmente productiva de
alguien con otros. Con eficacia productiva, porque supone siempre una apropiación
progresi va y acumulativa del mundo. Personalmente eficaz porque es posible
A
hacer del trabajo una vía de apropiación del mundo para el hombre que trabaja. Y
socialmente eficaz en el sentido de favorecer la cooperación y la solidaridad: hacer
del mundo una vía de
3. apropiación del mundo para todos. Así se puede afirmar que sólo se humaniza el
trabajo haciéndolo productivo, personal y socialmente eficaz.
Es indudable que en términos genéricos, cualquier intento de humanizar el trabajo
deberá venir por una atención de todos al sentido del trabajo. Para el hombre y para la
empresa no puede ser suficiente objetivo conseguir un trabajo productivo. Ha de hacerse
cuestión del sentido de trabajo, y conseguir la insoslayable eficacia económica no ha de
impedir una organización del trabajo que aclare, facilite y promueva su valor humano
para el hombre y la sociedad.
En las últimas décadas han sido numerosos los intentos y experiencias que han buscado
armonizar persona y trabajo, con base en los avances de la psicología, la sociología y otras
ciencias del comportamiento, que han estudiado lo que se denomina "organización de la
tarea", procurando hacerla productiva y, al mismo tiempo, socialmente eficaz. Entre los
objetivos pretendidos se cuentan la prolongación del ciclo de realización, para que los
operarios pudieran producir algo completo; la asignación de tareas a grupos de trabajo y no
a individuos aislados; y la división de la empresa en subempresas autónomas y coordinadas.
Pero es importante señalar que una cuestión crucial para conseguir la armonía y la
satisfacción en el trabajo es la organización del poder. En efecto, lo único importante para
humanizar el trabajo no es únicamente la tarea. También es decisivo que el trabajo del
hombre sea verdaderamente suyo, que el sujeto que lo realiza tenga poder sobre él. El
problema consiste en cómo organizar este poder. Son muchos los estudios sobre el poder en
las organizaciones y no es posible dar cuenta en estas páginas de todos sus matices. Para el
presente propósito resulta útil destacar los conceptos –aceptados comúnmente- de fuerza y
autoridad. La fuerza es la que obliga externamente, de manera coactiva, imponiéndose. La
autoridad, es la que potencia desde dentro, la que más que vencer, convence. Pues bien, una
forma de distribuir razonablemente el poder es despersonalizar la fuerza y limitarla al
poder coactivo de las normas, que obligan por igual a todos, y personalizar la autoridad.
Que todos puedan al máximo de sus posibilidades ser autores y contribuir a potenciar a
los otros para la realización de un trabajo humanamente eficaz. Debe procurarse, por
tanto, que existan unas normas firmes y eficaces por fundarse en la participación de todos
en la autoridad, la información, el conocimiento y la toma responsable de las decisiones.
De esta manera, la vía para conseguir un trabajo más humano incluye la participación en
la toma de decisiones. Es, sin embargo, un camino erizado de dificultades por la necesidad
de mantener la eficacia, por la disparidad de intereses inmediatos, e incluso por los
desniveles de cultura, competencia y desarrollo económico entre los individuos, los sectores
sociales y los países.
Un modelo de motivación
Puede afirmarse que todo comportamiento humano está siempre motivado, aunque no
sepamos a cienc ia cierta cuál es el motivo. En una explicación simplista del actuar
A
humano podemos acudir a unas ideas generales como: el miedo, la esperanza, el orgullo. Se
ha indicado, por ejemplo, que si miramos a la mente del operario existen en ella estas tres
palabras de gran importancia. La
primera es el miedo: se tiene miedo al desprestigio, cuando se ha de realizar una tarea y se
quiere llevar a cabo de manera eficaz; es el miedo a realizarla mal el que motiva. La
segunda palabra clave es la esperanza: se espera y desea la promoción; es un incentivo
constatar que si se mantiene una buena marcha en la realización de los trabajos hay más
posibilidades de promoción. Finalmente, es el orgullo lo que importa, la satisfacción
interior que produce el respeto de sí mismo, como percepción de la estimación y
reconocimiento de la profesionalidad.
Sin embargo, hablar de motivos exige referirnos a algo más concreto. Puede definirse el
motivo como: la causa o razón de ser que mueve a realizar una cosa, o también, toda causa
de orden intelectual que produce o tiende a producir una acción voluntaria. En cualquier
caso, el motivo es el componente teleológico del comportamiento, la finalidad perseguida.
Y motivación es la acción de motivar: dar una finalidad o razón de ser al comportamiento.
El esquema del proceso motivacional puede expresarse de la siguiente
+
La situación inicial (necesidad) corresponde con un estado interno de desequilibrio, que
el sujeto procura reducir (comportamiento) mediante la consecución de una meta (motivo),
que modificará el desequilibrio interno y conducirá a una situación más estable.
Este proceso sintéticamente señalado por el esquema anterior puede estudiarse desde
dos aspectos, pues una situación de motivación tiene un aspecto subjetivo y otro objetivo.
El subjetivo es una condición que se llama "necesidad", "impulso" o "deseo". El objetivo
es un objeto fuera del individuo que se puede llamar incentivo o fin, y también motivo. El
enfoque subjetivo es propio de un planteamiento negativo del problema, pues señala la
carencia y manifiesta una situación interna difícilmente apreciable desde fuera. Por el
contrario, el objetivo es siempre un enfoque positivo pues se refiere a lo que mueve al
comportamiento, apreciable incluso con una referencia externa; los dos enfoques no están
en contradicción, sino que se corresponden con diferentes maneras de abordar el problema,
siendo fácilmente reducible uno al otro.
Las dificultades de estudiar el modelo de la motivación señalado podrían reducirse a
cuatro (Genesca, 1977:7-8):
1. Los motivos son difíciles de identificar (al igual, en cierto sentido, que las
necesidades), ya que no pueden observarse directamente, sino que se infieren del
comportamiento.
2. Raramente se dan solos, aislados, pues normalmente la acción se explica por un
conjunto de motivos.
3. La gente difiere en la naturaleza de los motivos que impulsan a la acción.
A
1. Se parte del supuesto de que los conocimientos (ideas, actividades, opiniones, etc.) y
la conducta de un es tipos de relaciones: a) Consonantes: cuando la conducta A
sigue del conocimiento B; por ejemplo, una persona que trabaja en la empresa A
dice que la empresa A es un buen lugar de trabajo; en este caso, el conocimiento de
aprobación es consonante con el conocimiento de experiencia. b) Disonantes:
cuando la conducta A no se sigue del conocimiento B; por ejemplo: la misma
persona dice que no le gusta la empresa A. c) Irrelevantes: cuando A no tiene
relación con B; por ejemplo: esa misma persona, que lleva veinticinco años en la
empresa, decide tomar sus vacaciones en julio y no en agosto.
2. Partiendo de este supuesto, se considera que un conjunto de conocimientos disonantes
constituye un estado motivacional negativo que el individuo tiende a reducir. Para
eliminar este estado motivacional negativo, el sujeto tiende a cambiar sus
conocimientos y el modo de alcanzar esos conocimientos, a fin de que sean
consonantes con su conducta.
3. Finalmente, se afirma que la importancia de la disonancia como estado motivacional
negativo –y, por tanto, como determinante de la conducta- aumenta con el número y
la importancia de conocimientos disonantes.
Sobre esta base teórica se han desarrollado numerosas investigaciones que indican la
tendencia a trabajar hasta el nivel en que se obtienen unos resultados "justos", "equitativos"
y "equilibrados", aunque para llegar a esa situación de coherencia sea necesario renunciar a
algunas recompensas exteriores. Como ejemplo de estos trabajos se pueden citar los de
Adams y Rosenbaum en 1962, en que demostraban que cuando una persona es contratada a
destajo su rendimiento es mayor si considera que su sueldo es justo que si considera que no
lo merece. También Andrews concluía en esta misma línea que las personas que consideran
que reciben un salario superior a lo que merecen disminuyen su rendimiento, en tanto que
las que consideran que reciben un salario inferior al que merecen aumentan su rendimiento.
Otros resultados positivos comprueban la teoría de la disonancia cognoscitiva.
El problema más importante, todavía no superado, de esta teoría, proviene de la
dificultad de medir directamente la disonancia cognoscitiva de un sujeto: suponemos que
existe como resultado de unas manipulaciones experimentales, pero cuando se reduce no se
sabe con certeza a qué se debe.
La teoría de la autorrealización se mantiene en la línea de estudiar los deseos de
coherencia humana. Indica que las personas están motivadas para rendir en una tarea o en
un puesto de trabajo de manera coherente con la autoimagen con que enfocan esa tarea o
ese puesto de trabajo. Esto es, las personas se sentirán motivadas a rendir eficazmente en la
medida en que su autoconcepto relativo a la situación laboral o profesional les exija ese
rendimiento eficaz para ser coherente con sus conocimientos.
Señala, por ejemplo, Baron en 1966 que las personas con un nivel alto de refuerzo social
(es decir, muy recompensadas anteriormente) tienden más a rendir buscando recompensas
que aquellas persona s con un nivel bajo de refuerzo social. Así, resulta que los
A
individuos que afirman ser incompetentes para rendir en una tarea de la que no tienen
experiencia previa, rinden peor que quienes se consideran competentes. Otros autores de la
misma corriente afirman que
en los grupos que han fracasado anteriormente se establecen unos objetivos que aumentan
sus posibilidades de volver a fracasar. Son numerosas las investigaciones cuyas conclusiones
son favorables a considerar que el rendimiento de las personas es coherente con su
autoconcepto.
inconvenientes de toda índole; y que esto mismo sucede también a quienes nos rodean,
nos mandan o nos obedecen. Se puede, de todas formas, distinguir las principales causas de
satisfacción o insatisfacción personal en el trabajo, así como
una tipología de caracteres referida a las posibilidades de satisfacción o frustración (Neff,
1972).
Tipos de frustración
Puede decirse que tenemos una vivencia o estado anímico de fracaso o frustración cuando
alguno de nuestros deseos, necesidades, impulsos o proyectos no alcanza su meta porque
hay un obstáculo o barrera que se interpone entre nuestro deseo y la meta u objetivo a
lograr. Es evidente, por lo tanto, que en una frustración intervienen tres tipos de elementos:
un “sujeto” que desea, necesita, busca, etc.; una “barrera” u obstáculo que impide los
propósitos del yo; un “objetivo” o meta que se desea y busca.
La barrera constituye, en cierto sentido, el elemento más externo y objetivable de la
frustración. Para analizarla e intentar construir una tipología, podemos considerarla: a)
activa (si es capaz de tomar por sí misma la iniciativa) o pasiva (si tan sólo se limita a estar
y a impedir con su presencia nuestra acción), y b) interior o exterior, según el obstáculo esté
en nosotros mismos o fuera. Combinando ambos criterios tenemos la siguiente clasificación
(ver Cuadro 14.1), que indica diferentes tipos de frustración (Fernández de Luco, 1979).
Hay que decir de inmediato que, desde un punto de vista psicológico, la intensidad con
que se vive la frustración se presenta, en orden creciente del tipo 1 al tipo 4. De tal manera
que genera más tensión y malestar el fracaso personal (tipo 2) que la avería inesperada (tipo
1), la lucha y confusión interior (tipo 4: no sé lo que quiero; no hay manera de ser feliz y
estar contento) que la prohibición exterior (tipo 3) y ésta, que los dos supuestos anteriores 1
y 2.
En cuanto a las consecuencias o coste psicológico de la frustración puede decirse que: a)
cualitativamente (es decir, en cuanto a su índole y naturaleza) los efectos psicológicos más
visibles suelen ser: la tensión interior, es decir, la ansiedad que se manifiesta en un estar
nervioso, inquieto y necesitado de descarga; y las conductas imprevistas, sin finalidad
aparente
quizá, no siempre explicables y a menudo desproporcionadas, poco adaptadas e incluso
negativas para el sujeto (reacciones de autodestrucción); y b) cuantitativamente dependen
en su intensidad (los efectos de la frustración) tanto de la importancia objetiva que el sujeto
atribuye al suceso como de la misma índole del individuo, es decir, de su entrenamiento
personal y su umbral de tolerancia a la frustración; con la particularidad de que una persona
normal y de buena salud mental tiene un nivel alto de tolerancia de manera que los fracasos
no le autodestruyen a través de las reacciones que provocan.
Cuadro 14.1
Barr A
Exterior Interior
era
Tipo 1. Una avería Tipo 2. Imposibilidad mía
Pasiv mecánica,
funcional: “no alcanzo”.
a
Cuadro 14.2
empresarios y líderes sociales, mantienen el suficiente grado de generalidad como para ser
aplicadas a todas las personas. La idea fundamental -como vimos anteriormente- es que
todos los individuos sienten
un deseo de hacer las cosas bien, de alcanzar el éxito. Numerosas experiencias recientes han
confirmado que, en contra de lo que inicialmente se consideraba, es posible llevar a cabo
una tarea de formación y desarrollo de dicha motivación. Las consecuencias inmediatas de
esta tesis en el campo individual son claras, pues se puede conseguir prácticamente que se
duplique la "tasa de actividad" para superar los obstáculos, con las correspondientes
consecuencias sociales (planes de desarrollo, nuevas actividades empresariales, etc.).
Con esta referencia somera a la experiencia subjetiva, terminamos este apartado sobre el
estudio psicológico de la satisfacción en el trabajo. Algunos estudios han intentado
identificar el grado de satisfacción en función del tipo de ocupación, de la aparición de
algunos factores ambientales (autonomía, trato personal, etc.) y de diferentes atributos
personales o sociales. Pero dejaremos para los próximos apartados un estudio detallado del
tema, con enfoque más cercano a la sociología que a la psicología.
Condiciones de trabajo
Son dos las explicaciones más importantes sobre la satisfacción en el trabajo, que pueden
integrarse en un esquema relativamente coherente. Estas dos explicaciones pueden
condensarse de la siguiente manera (Korman 1978:160-172):
1. Teoría de las necesidades saciadas: La satisfacción es una función del grado en que
las necesidades personales del individuo están cubiertas en la situación laboral.
2. Teoría del grupo de referencia social: La satisfacción laboral es función del grado en
que las características del puesto de trabajo se ajustan a las normas y deseos de los
grupos que el individuo considera como guía para su evaluación del mundo y para su
definición de la realidad social.
La integración de las dos teorías puede hacerse si se considera como concepto
fundamental el de coherencia. Según la tesis de la coherencia, las personas parece que se
encuentran satisfechas con aquellos trabajos que son coherentes con los conocimientos que
tiene de sí misma y de los demás. Por tanto, en el grado en que una situación esté de
A
acuerdo con el concepto que una persona tiene de sí misma en relación con su capacidad
para ser competente y satisfacer sus necesidades, en ese grado esa persona se considera
satisfecha. De modo semejante, en el grado
en que una situación esté de acuerdo con el concepto que el grupo de referencia tiene de
una persona en relación con lo que le es propio y adecuado a ella, en ese grado esa persona
estará también satisfecha. En definitiva, el grado de autoestima y las normas del grupo son
los que delimitan en buena parte el grado de satisfacción.
Las conclusiones empíricas –a las que se ha llegado con frecuencia sin base teórica-
pueden resumirse en las siguientes, que enumeramos esquematizadas en torno a cinco
variables, que podrían denominarse ambientales y tres que llamaremos personales.
Respecto a las variables ambientales, las conclusiones son:
1. Nivel profesional. Puede afirmarse que cuanto más elevado sea el nivel profesional,
mayor es su satisfacción.
2. Contenido del puesto. En la medida en que exista más variación en la actividad
(menos repeticiones) habrá más satisfacción.
3. Tipo de liderazgo. Diversos estudios han concluido que el liderazgo más
participativo produce una mayor satisfacción laboral.
4. Salario y promoción. Ambas variables se correlacionan positivamente con la
satisfacción laboral.
5. Grupo de trabajo. Parece claro que la aceptación por el grupo produce satisfacción.
Menos claro es que la consecución de los objetivos propuestos hace las interacciones
más satisfactorias; y todavía menos, que sean favorables las interacciones con
actitudes semejantes.
los problemas que atormentan a la gerencia. Si se acepta la idea de que para cada
trabajador nada es tan importante como la oportunidad de ganar más dinero, entonces todo
sistema que le permita ganar más, debe ser recibido con
entusiasmo" (Schneider, 1976). Pero, realmente, la motivación en el trabajo es, como
hemos ido viendo, un hecho mucho más complejo.
Al referirnos al término salario -igualmente si hablamos de retribución o sueldo-
debemos tener en cuenta que encierra, al menos, un triple significado: económico,
psicológico y social. Prima siempre el sentido económico, que nos refiere a la aportación
monetaria realizada habitualmente por la empresa en contraprestación a unos servicios. En
términos económicos más precisos, el salario sería la retribución al factor trabajo por su
colaboración en el proceso productivo, y como tal estaría sometido a las leyes económicas
y, en especial, a la de la oferta y demanda para determinar el precio. Sin embargo, sabemos
por experiencia, las grandes dificultades que tiene en la práctica la valoración de lo
aportado directamente por el hombre al proceso productivo, hasta el punto de haberse hecho
necesario unos sistemas complejísimos donde se acepta que la base ideológica para el
acuerdo está presente.
Desde el punto de vista psicológico, el salario tiene el significado de premio por la tarea
realizada, o lo que es lo mismo, incentivo para que se realice un trabajo. El carácter
monetario que suele tener facilita el intercambio por cualquier bien o servicio que interese
al receptor y lo hace especialmente preciado. Por otra parte, al ser fruto de una
contraprestación se ve como un bien exigible justamente.
En términos sociales -más amplios- el sistema de salarios es la forma más usual
empleada por la comunidad para repartir los bienes y servicios a consumir por la misma. En
el saldo neto monetario recibido por una persona por aplicar su esfuerzo a una tarea, existen
siempre unas incidencias relativas a los valores sociales que guían a la comunidad y que se
explicitan en un conjunto de normas y premios.
En cualquier caso, es necesario dejar constancia de la complejidad del tema salarial,
cuyo significado le viene de distinta procedencia, y cuya determinación provoca numerosos
conflictos; llegándose a unos sofisticados procedimientos de reparto de la masa salarial - en
una
Ciertamente los incentivos por producción existen, se dan de una forma repetida en
prácticamente todas las formas de producción propias de la sociedad industrial. Su
persistencia
nos indica que debe cumplir una función que vale la pena estudiar. Por ello, el análisis
estructural funcional, con su visión ciertamente organicista de la sociedad, en su interés, tan
práctico, por verla como un todo conexo formado por instituciones irrelacionadas, nos ha
dado también alguna idea sobre los sistemas de incentivos por producción que vale la pena
tener en cuenta.
El punto de partida de los funcionalistas para su análisis está en el concepto de función,
entendida como consecuencia objetiva observable que favorece la adaptación del sistema.
Igualmente tenemos en todo sistema las disfunciones, que son las consecuencias que
aminoran la adaptación del sistema. Y distingue Parsons entre funciones manifiestas, que
son las reconocidas planeadas y conscientemente buscadas por los individuos, y funciones
latentes, que no son explícitamente reconocidas.
Vamos a ver muy esquemáticamente, y fundamentalmente con base en nuestra
experiencia y en los pocos estudios disponibles, cuáles son las disfunciones que cumplen
los sistemas de incentivos por producción, para intentar indicar sus líneas de evolución.
Podemos resumir en seis las funciones que se le atribuyen a un sistema de incentivos
por producción:
1. Estimular el interés por el trabajo.- Es la función más importante de un sistema de
incentivos. Es tan evidente y tan comúnmente reconocida que podría ser suficiente el
mero hecho de citarla. Es uno de los motivos más fuertes por los que se introdujeron
los sistemas de incentivo en su día. En este sentido, se puede considerar como un
remedio a la monotonía del trabajo "hecho añicos" por la excesiva especialización.
Los modernos sistemas de producción han quitado el atractivo que pudiera tener el
trabajo de los artesanos. Este, se hace monótono y aburrido. Pues bien, las primas
consiguen cierto interés tanto material como psicológico por el trabajo. Finalmente se
pueden considerar dos planos complementarios de acción en esta función: a)
Estímulo del esfuerzo: lógico es pensar que los operarios procuren hacer el máximo
trabajo para sacar
la mayor prima posible, es decir, se preocuparán por acelerar el ritmo de trabajo y de
ahí aumentarán su rendimiento; b) Estímulo de la responsabilidad: esta función es
como complementaria de la anterior, lo que consigue la prima de producción es -
aunque en menor grado y dudosamente- responsabilizarles en otros aspectos, como
buen trato de maquinaria, materiales, etc.
2. Retribución de la aportación personal.- El salario por producción da a los obreros el
sentimiento de ver su valor, su mérito, sus esfuerzos recompensados, al menos
económicamente. Se puede decir por esto que las primas son un estímulo
psicológico importante, sobre todo para los obreros de marcada conciencia
profesional y de carácter individualista.
3. Aumento y control de ingresos.- Es otra de las grandes ventajas. Permite un aumento
de las propias ganancias y es al mismo tiempo un instrumento de control de los
ingresos; en buena parte, la paga que el operario lleva a casa depende de su
A