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La Reo Era Una Muger Ciega Enteramente
La Reo Era Una Muger Ciega Enteramente
proporcionada, barba sacada, boca grande y arqueada, color muy oscuro y cabello entre cano y sin
peinar, llevaba en lugar de sanbenito uno á modo de escapulario blanco, y coroza de papel, toda
pintada de llamas, y entre ellas algunas figurillas de diablos”
Menéndez Pelayo escribe: “[...] no era bruja, sino mujer iluminada, secuaz teórica y práctica del
molinosismo, bestialmente desordenada en costumbres so capa de santidad [...]”. Aunque nacida
de cristianos y honrados padres, María de los Dolores mostró, muy desde niña, genio indómito y
perversísimas inclinaciones», otros testimonios dicen: “que edad de seis años fué el escándalo y
turbación de su casa, por poco respeto á sus padres, que por ningún motivo pudieron contener su
altivo genio”. Según parece, la niña quedó ciega a los doce años, edad en que “pasó á vivir á la
casa de su confesor con el que dormía todas las noches por espacio de cuatro años, con el
pretesto caritativo (como ella decía) de quitarle el frio, cuyo desorden sentía muy bien su confesor
al morir, cuando decía á los circunstantes que evitasen que la cieguecita se acercase á su cama,
porque mortificaba su conciencia…”
“Su misma ceguera, unida a un entendimiento muy despierto, aunque, hábil sólo para el mal, le
daba cierto prestigio fantástico entre la muchedumbre, que no acertaba a comprender cómo
Dolores veía y adivinaba muchas cosas sin el auxilio de los ojos”.
La fama de su santidad aumentó y en especiales los favores divinos que recibia del niño divino:
llamaba al Niño Jesús el tiñosito y tenía largas conversaciones con su ángel custodio. El vulgo
pensaba que era una bruja que tenía relaciones con el demonio y que entre otras cosas podía
poner huevos bebiendo un líquido mágico. En realidad, la vida de libertinaje que llevaba María de
los Dolores desde una edad muy temprana hizo que los inquisidores la consideraran como una
adepta de “Molinos”. Su último confesor, Don Matheo Casillas, la denunció a la Inquisición y se
denunció a sí mismo, siendo juzgado por delitos de solicitante, consistía en que el sacerdote pedía
durante la confesión a su hijo o hija espiritual realizar "actos torpes y deshonestos.