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20 de enero de 2023
Quisiera con arles algunos elementos de re exión para este servicio suyo, que
se inscribe en el contexto de la aplicación de la reforma litúrgica.
Uno de los objetivos del Concilio era acompañar a los eles a recuperar la
capacidad de vivir la acción litúrgica en su plenitud y de seguir asombrándose
de lo que sucede en la celebración ante nuestros ojos (cf. Desiderio desideravi,
31). Fíjate, no habla de gozo estético, por ejemplo, o del sentido estético, no,
sino de asombro. El asombro es algo distinto del placer estético: es el
encuentro con Dios. Sólo el encuentro con el Señor te produce
sobrecogimiento. ¿Cómo conseguirlo? La respuesta se encuentra ya en
Sacrosanctum Concilium. En el n. 14, recomienda la formación de los eles,
pero -dice la Constitución- «como esto no puede esperarse si los mismos
pastores de almas no están imbuidos, ellos en primer lugar, del espíritu y de la
fuerza de la liturgia y si no se convierten en sus maestros, es absolutamente
necesario dar el primer lugar a la formación litúrgica del clero». Así, el propio
maestro crece primero en la escuela de la liturgia y participa en la misión
pastoral de formar al clero y a los eles.
Y, por último, les pido que aprecien el silencio. En esta época hablamos,
hablamos… Silencio. Especialmente antes de las celebraciones, un momento
que a veces se toma como una reunión social, la gente habla: «Ah, ¿cómo
estás? ¿Cómo estás, cómo no estás?»-, el silencio ayuda a la asamblea y a los
concelebrantes a centrarse en lo que se va a realizar. A menudo, las sacristías
son ruidosas antes y después de las celebraciones, pero el silencio abre y
prepara al misterio: es el silencio el que prepara al misterio, permite la
asimilación, deja resonar el eco de la Palabra escuchada. La fraternidad es
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hermosa, saludarse es hermoso, pero es el encuentro con Jesús lo que da
sentido a nuestro encuentro, a nuestra reunión. ¡Debemos redescubrir y valorar
el silencio!
Quiero hacer mucho hincapié en esto. Y aquí digo algo relacionado con el
silencio, pero para los sacerdotes. Por favor, las homilías: son un desastre; a
veces oigo a alguien: ‘Sí, fui a misa en esa parroquia… sí, una buena lección
de losofía, 40, 45 minutos… Ocho, diez: ¡no más! Y siempre un pensamiento,
un afecto y una imagen. La gente se lleva algo a casa. En la Evangelii gaudium
he querido insistir en ello. Y lo he dicho tantas veces, porque es algo que no
acabamos de entender: la homilía no es una conferencia, es un sacramental.
Los luteranos dicen que un sacramento, es un sacramental -creo que son los
luteranos-; es un sacramental, no es un sermón. Lo preparas en oración, lo
preparas con espíritu apostólico. Por favor, las homilías, que son un desastre,
en general.
Les deseo lo mejor y les bendigo de corazón. Y por favor, les pido que recen
por mí, no lo olviden. Gracias.
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