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En el ámbito del derecho, la palabra «terceros» se emplea para designar a toda persona ajena
a algo, ya sea una obligación, una convención o una relación jurídica cualquiera. Esto significa
que la obligación, convención, relación, etc. constituyan el producto contractual o bilateral,
vale decir de dos personas, respecto de las cuales cualquier otra es una tercera persona.
Entonces, con relación a un acto jurídico, los terceros son las personas extrañas al acto porque
no han concurrido a su formación. En principio y por regla general, el tercero no es alcanzado
por el acto jurídico pudiendo serle absolutamente indiferente, cual es el caso de los llamados
penitus extranei. El problema se presenta cuando los efectos de dicho contrato alcanzan,
efectivamente, a un tercero.
Así, cuando alguien transfiere la propiedad de una cosa, pudiera ser que dicho bien podría ser
reclamado en propiedad por alguien mas, díganos un heredero que recién aparece con tal
título. Ese reclamante es un tercero con respecto al vendedor y al comprador y podrá
interponer, eventualmente, una tercería. Esto es, que aun siendo un tercero con relación al
acto jurídico de traslado de dominio, los efectos del contrato le alcanzan incuestionablemente.
Las tercerías aparecen tardíamente en la historia del Derecho Procesal, pues, no se tiene
noticia de ellas en el Derecho Romano, en el medieval ni en el canónico. No se las conoce en
las leyes españolas, en el Fuero Juzgo y la Novísima Recopilación, hasta llegar a la Ley de
Enjuiciamiento Español de 1885 donde se hallan algunos antecedentes. la tercería podemos
definir, entonces, como «La incorporación de un tercero en un proceso pendiente, en forma
voluntaria o provocada, con el fin de hacer valer sus derechos, aunque vinculados a la causa o
al objeto de la pretensión o ambos elementos a la vez.
En esos casos sencillamente la ley indica que algunas personas deben estar en el proceso
necesariamente, por eso algunos autores parecen eliminar más bien esa clasificación de
intervención forzada para incluirla dentro del litisconsorcio necesario y hasta cuasi necesario,
bien por activa o bien pasiva, bien sea que el juez integre el litisconsorcio necesario, bien sea
que la contraparte haga integrar el litisconsorcio necesario, pero como en este caso no se trata
de la intervención voluntaria de la otra parte, entonces de habla de intervención forzada.
Bibliografía:
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/6750300.pdf