Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Entre el vestíbulo y el altar lloren los sacerdotes, ministros del Señor, diciendo “Perdona,
Señor, perdona a tu pueblo. No entregues tu heredad a la burla de las naciones. Que no
digan los paganos: ¿Donde está el Dios de Israel?” Y el Señor se lleno de celo por su tierra
y tuvo piedad de su pueblo.
CANTO
El mismo Jesús indica en el Evangelio los medios especiales para mantener el esfuerzo de
la conversión, la limosna, la oración, el ayuno e insiste de manera particular en las
disposiciones interiores que los hacen eficaces. La limosna “expía los pecados” cuando es
realizada con la intención única de agradar a Dios y de ayudar a quien está necesitado, no
cuando se hace para ser alabado. La oración une al hombre con Dios y alcanza su gracia,
cuando brota del santuario del corazón, pero no cuando se convierte en una vana
ostentación o se reduce a un simple decir palabras. El ayuno es sacrificio agradable a Dios
y redime las culpas. Si la mortificación corporal va acompañada de la otra, sin duda más
importante, que es la del amor propio. Solo entonces, concluye Jesús, “tu Padre que mira en
lo secreto le recompensara” (Mt 6, 4.6.18) es decir, le perdonara los pecados y te
concederá gracia siempre más abundante.
CANTO
Amigos míos: Aquí tienen el Corazón que los ama más allá de los abatimientos de Belén y
Nazaret. Más allá de la crucifixión del cuerpo y del alma del Calvario. Este es el corazón
que les ha amado hasta el extremo limite, hasta la sublime locura que me tiene encadenado
para siempre en el calabozo del calvario; aquí, en la Hostia, agoté mi inagotable caridad.
Acérquense ustedes, los tristes, los desengañados, los heridos en el propio hogar, los
azotados por la injusticia, los despedazados por la muerte o la desgracia. Acérquense
ustedes, los desheredados de la dicha, los que arrastran un alma en jirones, los que han
saboreado el cáliz de todos los duelos.
Acudan todos, vengan y vean que el torrente de sus desventuras no es sino una lágrima,
apenas una, del océano que ha vertido su Dios en este calabozo.
Aquí se me olvida, como jamás olvidaron los más desleales de los amigos.
Soy tu Dios. Y tú, una criatura pecadora; para ti me quedé para siempre en la Eucaristía.
Desde este Tabernáculo, contemplo la caravana inmensa, los millares de redimidos con mi
sangre.