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Año: 2008
“La finalidad del arte es dar cuerpo a la esencia secreta de las cosas, no el copiar su
apariencia”
Aristóteles.
Es esta una toma de posición a favor del realismo, aunque no del cinismo, que se orienta
hacia la maximización del resultado obtenido en las investigaciones, de los recursos y, en
particular, del tiempo empleado en la indagación científica. Desde esta perspectiva, la
presentación de una investigación se manifiesta como lo opuesto al espectáculo, es más
bien la asunción de riesgos, de exposición de uno mismo y, por tanto, posibilidad de
críticas, de revisión y de aprendizaje. En este sentido, Bordieu nos invita a rechazar los
criterios propios del denominado “Homo academicus”, fanático de la productividad y el
trabajo terminado, señalando que la creatividad y el pensamiento crítico florecen
precisamente allí donde la investigación se encuentra en estado de borrador (Bordieu, 2008,
pág. 273). Por el contrario, la exposición de Bordieu apunta en dirección hacia la
aprehensión del proceso real a través del cual se lleva a cabo efectivamente el trabajo de
investigación científica (Bordieu, 2008, pág. 273).
De acuerdo con Bordieu, el punto cúlmine del arte de las ciencias sociales es la capacidad
de realizar apuestas teóricas muy altas a través de objetos de investigación empíricos
sumamente precisos, prosaicos, de carácter incluso aparentemente irrisorio. Según este
razonamiento, la mayoría de los científicos sociales tienden a darle a su objeto de
investigación una importancia desmesurada, de tal manera que pareciera que se justifica por
sí misma la importancia de escribir e investigar acerca de tal problemática -como sucede
con los teóricos del poder, del Estado, del capital, etc-. De allí que quienes tienden a
hipostasiar su objeto terminen por descuidar el método. Por el contrario, según Bordieu, el
quid del asunto reside en el rigor en la construcción del objeto, en la capacidad de
transformar objetos socialmente insignificantes en objetos de saber científico (Bordieu,
2008, pág. 274). En síntesis, se trata de retomar científicamente el conocido lema de
Flaubert: “escribir bien sobre lo mediocre”.
En tal sentido, Bordieu nos invita a la tarea de convertir problemas altamente abstractos en
operaciones científicas totalmente prácticas, que implica una relación estrecha y particular
entre la teoría y la práctica, entre nuestro marco científico de referencia y la praxis
científica (Bordieu, 2008, pág. 274). Por otro lado, no hay otro camino para dominar los
principios fundamentales del quehacer científico que la práctica constante, especialmente
de la guía de un maestro. En el camino hacia la ciencia no existen atajos, puesto que las
cosas que es preciso saber para hacerlas es haciéndolas que se las aprende, y aunque, como
señala Bordieu, su perspectiva puede resultar desencantadora para algunos, es precisamente
por mor de esa necesaria desmitificación que se hace posible alcanzar los más altos frutos
que puede entregar la ciencia de la sociedad. En otras palabras, el “habitus científico” solo
puede adquirirse en la práctica, único terreno en que se forman los modos particulares de
percepción, de disposiciones, de visión del mundo que es propia del científico social:
Para Bordieu, la sociología como corpus científico está más avanzada de lo que
comúnmente se cree, pero aún está escasamente codificada y formalizada como tal. Por
consiguiente, para alcanzar una praxis científica adecuada al particular objeto de estudio de
la ciencia de la sociedad es primordial contar los esquemas encarnados del habitus
científico (Bordieu, 2008, pág. 277). En tal sentido, este habitus constituye una
interiorización de los métodos y formas de operar propias del quehacer científico, una
verdadera encarnación viviente de las reglas metodológicas, un sentido práctico que
permite actuar de manera adecuada al proceder científico sin necesidad de problematizar
una y otra vez los pasos necesarios de la investigación. De hecho, Bordieu afirma que los
científicos sociales que requieren transmitir un determinado habitus científico tienen más
en común con un entrenador de deportistas de alto rendimiento que con un académico
universitario, puesto que la sociología se enseña por medio de sugerencias prácticas o, más
precisamente, corrigiendo las prácticas a medida que se las realiza (Bordieu, 2008, pág.
277).
De este modo, una herramienta práctica imprescindible de los científicos sociales -que es al
mismo tiempo teórica y metodológica- consiste en el ejercicio continuado del pensar
relacionalmente, es decir, una forma de pensar y proceder científicamente en la que la
tradicional oposición entre la teoría y la metodología, división que tiene sus fundamentos
en la división social del trabajo científico, tiende a quedar abolida. Se trata, por tanto, de
una forma de pensar y hacer en la cual la construcción del objeto científico no está
constituida ni por un teoricismo absoluto, ni tampoco por un mero fetichismo de la
evidencia. Esto implica reconocer que la construcción del objeto, aquel fragmento de la
realidad que es analizado desde el prisma científico, está dada por una cierta teoría, un
corpus teórico y científico que permite aprehender el objeto en su realidad más elemental,
es decir, como conjunto de relaciones imbricadas y mutuamente contradictorias. Así, es
posible superar una perspectiva que tiende a pasar por científica, pero que no aprende la
realidad de manera relacional, y que consiste en tomar ciertas metodologías de recolección
de datos como la verdad misma del objeto de investigación, lo que significa en la práctica
hacer pasar una abstracción como la realidad (Bordieu, 2008, pág. 280).
Es por ello que, a modo de ejemplo, y con el propósito de romper los esquemas
sustancialistas del pensar, Bordieu prefiere hablar del campo del poder -y no, por ejemplo,
de antagonismo de clase o de clases dominantes- cuando hace referencia quienes detentan
de manera empírica el poder social en la sociedad contemporánea (Bordieu, 2008, pág.
284). En consecuencia, una de las dificultades más grandes al momento de construir
pensamiento relacional reside en que los espacios sociales solo se dan a conocer, de manera
fenoménica, bajo la forma de ciertas propiedades entre individuos e instituciones, puesto
que precisamente los datos que levanta quien investiga están en primera instancia adheridos
a ciertos grupos de individuos o instituciones (Bordieu, 2008, pág. 284). Como antídoto a
esta problemática propia de la investigación científica de la sociedad, el autor recomienda
la realización de un “cuadro de las propiedades pertinentes de un conjunto de agentes o
instituciones” (Bordieu, 2008, pág. 284). Es decir, un instrumento que favorece el
pensamiento relacional en la medida en que permite ir adhiriendo dimensiones o esferas
sociales de relaciones que condicionan la estructura social del objeto en cuestión, y que a
través de tal herramienta permite ir captando visualmente la complejidad relacional que
constituye la construcción científica del objeto de estudio, es decir, el campo relacional en
el que se inserta -y del que forma una parte activa- el objeto de la investigación sociológica.
No obstante, en la práctica la pregunta acerca de los límites de un determinado campo de
relaciones surge constantemente, por lo que Bordieu señala el necesario enfrentamiento
entre la opción por un análisis intensivo del fragmento de realidad estudiado, o el análisis
intensivo del verdadero objeto (Bordieu, 2008, pág. 287). En consecuencia, la construcción
de un objeto científico va a requerir la adopción de una postura y sistemática con respecto a
los denominados “hechos”.
Se trata, por tanto, de abordar objetos sociales, casos empíricos, etc., con el propósito de
construir un modelo que logre relacionar los hechos y datos pertinentes de una manera tal
que adopte la forma de un programa autopropulsado de investigación científica capaz de
crear preguntas sistemáticas que, a su vez, puedan ser contestadas con respuestas
sistemáticas (Bordieu, 2008, pág. 287). En otras palabras, y a modo de síntesis, Bordieu nos
aporta en el texto algunos de los principios fundamentales del habitus científico propio de
la sociología, un quehacer basado en una rigurosidad sistemática que aborda las
problemáticas sociales desde una perspectiva relacional -en la cual la noción de campo es
fundamental-, y que permite la construcción científica de objetos que incluso pueden ser
tomados como aparentemente insignificantes, revelando de este modo la complejidad de
nudos de relaciones, posibilidades y elementos sociales insospechados e inadvertidos que
encierra la estructura de la sociedad humana y que la sociología es capaz de desvelar
mediante la praxis científica.
Referencias bibliográficas.