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Pierre fue uno de los sociólogos mas relevantes del siglo XX, su trabajo se centro en los ámbitos de
la sociología de la cultura, educación, los medios de comunicación y los estilos de vida
Se distinguió siempre por su capacidad para moverse con toda soltura tanto a nivel de la
epistemología, como de la metodología y de la teoría, concebidas como tres dimensiones
inseparables de la práctica de la investigación sociológica
b. El oficio: no existe otra manera de adquirir los principios fundamentales de una práctica —
incluyendo a la práctica científica— como no sea practicándola con la ayuda de algún guía o
entrenador, quien asegure y tranquilice, quien dé el ejemplo y corrija. Se trata de comunicar
esencialmente un modus operandim
Esta oposición epistemológica, es una oposición constitutiva de la división social del trabajo científico
en un momento dado
Es necesario:
No conservar una rígida adhesión a los métodos : “monoteísmo metodológico”
Movilizar todas las técnicas que, dada la definición del objeto, puedan parecer pertinentes y que,
dadas las condiciones prácticas de acopio de los datos, sean utilizables en la práctica.
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3- Una duda radical
eciencia social debe romper con las preconstrucciones del sentido común, esto es, con la
"realidad" tal como ella misma se presenta.
¿Cómo escapamos de esta situación
Estar atentos
Hay que elaborar la historia social del surgimiento de los problemas, de su progresiva
constitución, es decir, del trabajo colectivo.
Se debe tomar como objeto las contribuciones que sus propios colegas aportan, con toda
buena fe, a la producción de los problemas oficiales.
Practicar la duda radical equivale a romper con las reglas del juego
Hay que considerar los conceptos, términos y métodos que cada profesión emplea para
hablar del mundo social y conceptualizarlo.
Ya que constituye, un inmenso depósito de preconstrucciones naturalizadas y, por lo tanto,
ignoradas en tanto que funcionan como instrumentos inconscientes de construcción
Obstáculos
Entre los obstáculos que debe prever una verdadera pedagogía de la investigación, se
encuentra, la pedagogía ordinaria de los profesores ordinarios, quienes refuerzan las
disposiciones al conformismo inscritas en la lógica misma de la reproducción escolar y
también, en la imposibilidad de acceder a "la esencia misma de las cosas" sin ningún
instrumento de percepción.
+La fuerza de lo pre construido radica en el hecho de que, por estar inscrito tanto en las
cosas como en los cerebros, se presenta bajo las apariencias de la evidencia, que pasa
inadvertida por su carácter manifiesto.
+ La ruptura es, de hecho, una conversión de la mirada "proporcionar nuevos ojos "una
nueva mirada". Y esto no es posible sin una verdadera conversión, una revolución mental,
un cambio en toda la visión del mundo social.
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+Para lograr la objetivación del investigador con su objeto es necesario haber renunciado
a la tentación de servirse de la ciencia para intervenir en el objeto, a fin de estar en
posición de llevar a cabo una objetivación que no sea la simple visión reductora y parcial
que se pueda tener, una vez dentro del juego, de otro jugador, sino la visión global que se
pueda tener de un juego que es posible captar como tal porque uno se retiró de él.
Podría haberse pensado que el sería fácil escribir Homo Academicus, puesto que versa sobre los
intelectuales franceses, es decir, un mundo del que forma parte. No obstante parece ser el que le ha
costado más esfuerzos en término de tiempo, reflexión, redacción e investigación; pero también de
inquietud ¿Por qué tantas dificultades?
Homo Academicus es un libro especial, porque el trabajo requerido por la objetivación científica se
acompaña de un trabajo acerca del sujeto de la objetivación. No es posible trabajar sobre
determinado objeto sin tener presente en todo momento que el sujeto de la objetivación está en si
mismo objetivado.
Tomar la universidad como pretexto para estudiar la mirada sociológica es un procedimiento que ya
había aplicado cuando, a principios de los sesenta, llevó a cabo una encuesta sobre las prácticas
matrimoniales en su propia aldea del sur de Francia, después de haber realizado un proyecto similar
entre los aldeanos argelinos.
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relativamente autónomo que constituye el campo de la producción cultural. La “parcialidad” teoricista
o intelectualista consiste en olvidarse de señalar, en la teoría del mundo social que se construye, el
hecho de que dicha teoría es producto de un enfoque teórico. La sociología verdaderamente
reflexiva debe cuidarse de este epicentrismo, de este “etnocentrismo de científico”, que estriba en
ignorar todo aquello que el analista proyecta en su percepción del objeto, por el hecho de que es
exterior al objeto, que lo observa desde lejos y desde arriba.
En otras palabras, una ciencia rigurosa de la sociedad debe construir teorías que conlleven una
teoría de la ruptura entre teoría y práctica.
Un modelo exacto de la realidad debe tener en cuenta la distancia que separa al modelo de la
experiencia práctica de los agentes y que hace que los mecanismos descritos funcionen con la
“complicidad” inconsciente de esos agentes. El mundo universitario, lo mismo que cualquier
universo social, es el escenario de una controversia en torno a la verdad del mundo universitario y
del mundo social en general.
Este retorno hacia la relación genérica del analista con su objeto y al sitio particular que él ocupa en
el espacio de la producción científica sería lo que distingue el tipo de reflexividad que Bourdieu
pregona de aquél defendido por Gouldner, Garfinkel, Mehan y Wood o Bloor.
Lo que hay que objetivar no es (solamente) el individuo que lleva a cabo la investigación en su
idiosincrasia biográfica, sino la posición que ocupa en el espacio académico y las “parcialidades”
inherentes al punto de vista que pueda adoptar mientras esté fuera de juego. La sociología de la
sociología que Bourdieu defiende en nada se asemeja aun retorno intimista y complaciente hacia la
persona privada del sociólogo, ni tampoco a una investigación sobre el Zeitgeist intelectual. Acepta
que existe una experiencia primigenia de lo social que descansa en una relación de creencia
inmediata que nos predispone a aceptar el mundo como autoevidente. Este análisis es excelente
como descripción, pero es menester ir más allá de la descripción y plantear la cuestión de las
condiciones de posibilidad de esa experiencia dóxica. Hay que sociologizar el análisis
fenomenológico de la doxa como sumisión indiscutida al mundo cotidiano, no sólo con objeto de
establecer que aquella no es universalmente valida para cualquier sujeto que perciba y actué, sino
también a fin de descubrir que, cuando se realiza dentro de ciertas posiciones sociales, en particular
entre los dominados, representa la forma más radical de aceptación del mundo tal cual es, es decir,
la modalidad más absoluta de conformismo.
Uno de los objetivos del libro es demostrar que la oposición entre lo universal y lo único, entre el
análisis nomotético y la descripción ideográfica, es una falsa antinomia. El modo de pensamiento
relacional y analógico favorecedor del concepto de campo otorga al facultad de aprehender la
particularidad dentro de la generalidad y la generalidad al interior de la particularidad. Homo
academicus se puede y debe leer como un programa de investigación acerca de cualquier campo
universitario. En realidad, mediante una simple experimentación mental, el lector puede llevar a cabo
el esfuerzo de transposición necesario y descubrir, gracias al razonamiento analógico, una buena
cantidad de realidades de su propio universo profesional.
¿Acaso esto no plantea también el problema de la relación de los universitarios con los poderes
establecidos?
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Aquí también sería necesario disponer de medidas muy precisas de la relación de los científicos con
las diferentes instituciones, con “el campo del poder”.
Precisamente, numerosos comentaristas de tendencias muy diversas han criticado sus modelos por
ser demasiado estáticos o “cerrados”, porque dejan poco espacio a la “resistencia”, el cambio y la
irrupción de la historia. ¿Acaso Homo academicus no responde a esta pregunta al proponer el
análisis de una ruptura política y social, la protesta de mayo del 68, que intenta disolver la oposición
entre reproducción y transformación, así como entre historia estructural e historial eventual?
En realidad, el autor ha denunciado una y otra vez la “deshistorización” inherente al punto de vista
estrictamente estructuralista. De la misma manera, no ve como las relaciones de dominación
pudieran establecerse sin suscitar alguna forma de resistencia.
En efecto, su rechazo de la noción de “cultura popular” ha sido denunciado por algunos como elitista
o, incluso, políticamente conservador
La mayoría de los discursos ordinarios sobre el mundo social tienen por objeto decir, no lo que son
lasa realidades implicadas (el Estado, la religión, etc.) sino lo que ellas valen; emitir, pues, juicios de
valor. El discurso científico meramente enunciativo está, por tanto, destinado a ser percibido como
una ratificación o una denuncia. La dicotomía existe en la realidad, en la forma de jerarquías que le
son inherentes, así como en la objetividad de los funcionamientos sociales y en la subjetividad de los
sistemas de clasificación, de los gustos que están jerarquizados.
Hay lecturas superficiales, incluso elementales, de La distinción y de L’amour de l’art que hacen del
sociólogo una especie de filisteo en guerra contra el arte o la filosofía
Cierta ruptura con las formas más ingenuas de la creencia artística es condición necesaria para el
acceso a la posibilidad misma de construir el arte y la cultura como objetos de análisis. Esto hace
que la sociología del arte siempre choque con los creyentes ingenuos o los defensores fariseos de
la gran cultura. Tanto en el plano de los productores como en aquél de los consumidores, las tomas
de posición artísticas corresponden a las posiciones ocupadas en el campo de producción en el caso
de los primeros, o en el espacio social, en el de los segundos. Lo cual significa que todas las formas
de la fe artística suponen condiciones de posibilidad.
¿De modo que su trabajo no es una “condena general de la estética como pura señal de clase y
como consumo ostentatorio”, ni nos condena, como a menudo se le reprocha, a un relativismo
nivelador?
No. El campo artístico es sede de un proceso objetivamente orientado y acumulativo, a cuyo término
se generan obras que alcanzan niveles de excelencia que las apartan decisivamente de aquellas
formas de expresión artística que no son producto de tal historia. Bourdieu demostró que el acceso al
“gran” arte no es una cuestión de virtud o don individual, sino de herencia cultural o educación. Esto
conduce ala búsqueda de una política que se opone tanto al “absolutismo” de los defensores de la
Cultura constituida en calidad de privilegio de algunos elegidos como al relativismo de quienes
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ratifican simple y sencillamente el hecho del desposeimiento cultural de las mayorías, una política
encaminada a universalizar las condiciones de acceso a lo que el presente histórico tiene de más
universal
Pero, ¿cuáles pueden ser las bases sociales de semejante política? ¿Cabe esperar que quienes
monopolizan lo universal contribuyan a suprimir su propio privilegio?
Es a la sociología de la cultura, del arte, de la ciencia, de la filosofía, en fin, de todas las obras
culturales con pretensiones universales, a la que corresponde efectuar el rompimiento, siempre
doloroso, con la doxa científica, con todas las “ideologías profesionales” de los profesionales del
pensamiento, con sus credos y creencias íntimas.
La pregunta consiste en si la ciencia social puede dar cuenta de lo que aparenta ser una coyuntura
contingente, un evento o usa serie de eventos singulares y la cuestión de las relaciones entre
estructuras sociales y cambios históricos
En Homo academicus intenta dar cuenta de la manera más completa posible de la crisis de mayo de
1968 y, al mismo tiempo, proponer un modelo general de las crisis o las revoluciones. Al analizar el
suceso específico descubrió numerosas propiedades que le parecieron generales. No ignoró las
contradicciones y los conflictos de los cuales el campo universitario es escenario, y que forman la
base misma de los continuos cambios a través de los cuales se autoperpetúa. La noción misma de
campo supone una superación de la oposición convencional entre escritura e historia, entre
conservación y transformación: las relaciones de poder constitutivas de la estructura del campo
motivan, al mismo tiempo, la resistencia a la dominación y la resistencia a la subversión.
¿Puede esclarecer el lugar que la historia ocupa en su pensamiento? ¿No es ella, en su opinión, uno
de los instrumentos privilegiados de la reflexividad?
Existen ainidades entgre su trabajo y el de varios importantes historiadores sociales, como N. Elias,
E. P. Thompson, E. Hobsbawm, W. Sewell, M. Levin o C. Tilly entre otros. Lo que tienen en común
es la atención prestada a los procesos persistentes de constitución de las estructuras mentales,
culturales y sociopolíticas: categorías de comportamiento, formas de apreciación, expresiones
culturales, formas de acción colectiva y agrupamientos sociales. ¿Por qué no destacó más
claramente estos parentescos intelectuales?
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uso antihistórico o deshistorizado de los conceptos que emplean para describir las sociedades del
pasado. Un sinnúmero de historiadores olvidan que estos conceptos y las realidades
correspondientes son producto de una construcción histórica: la propia historia a la cual aplican estos
conceptos los ha inventado, creado, con frecuencia al costo de un enorme trabajo histórico
esencialmente olvidado. La historia de la génesis de los recursos intelectuales usados en los análisis
del mundo social es uno de los principales instrumentos de la crítica inseparablemente
epistemológica y sociológica a la que se deben someter nuestras categorías de pensamiento y
formas de expresión.
Construir un objeto científico significa romper con el sentido común, es decir, con representaciones
compartidas por todos. La tarea del sociólogo es la de conocer un objeto, el mundo social, del cual
es producto, de modo que los problemas que se plantea acerca de él, y sus conceptos tienen todas
las probabilidades de ser resultado de ese mismo objeto. ¿Cómo puede el sociólogo poner en
práctica la duda radical que es necesaria para poner en tela de juicio todas las premisas inherentes
al hecho de que es un ser social y que, por tanto, está socializado y tiende a sentirse como pez en el
agua dentro de este mundo social cuyas estructuras ha interiorizado? ¿Cómo puede evitar que el
mundo social realice en cierto sentido, a través de su persona y de las operaciones inconscientes de
sí mismas de las cuales él es el sujeto aparente, la construcción del mundo social, del objeto
científico? La ciencia semicientífica toma del mundo social sus problemas, sus conceptos y sus
instrumentos de conocimiento y que registra como datum, como dato empírico independiente del
acto de conocimiento y de la ciencia que lo propicia, hechos, representaciones o instituciones que
son producto de un estado anterior de la ciencia, en fin, que se registra a si misma sin reconocerse.
¿Cómo puede el sociólogo escapar de la persuasión clandestina que se ejerce en todo momento
sobre su persona, cuando lee el diario o ve la tele o, incluso, cuando reflexiona sobre los trabajos de
sus colegas? Estar alerta ya es importante; pero no basta con ello. Uno de los instrumentos más
poderosos de la ruptura es la historia social de los problemas, objetos e instrumentos de
pensamiento, esto es, la historia del trabajo social de construcción de instrumentos de construcción
de la realidad social. Para evitar ser el objeto social de los problemas que se toman por objeto, hay
que elaborar la historia social del surgimiento de dichos problemas, de su progresiva constitución, es
decir, del trabajo colectivo que fue necesario para conocer y reconocer estos problemas como
legítimos, confesables, publicables, públicos y oficiales. El problema aceptado como evidente por el
positivismo ordinario ha sido socialmente producido dentro de y mediante un trabajo colectivo de
construcción de la realidad social.
En las ciencias sociales las rupturas epistemológicas son a menudo rupturas sociales, rupturas con
las creencias fundamentales de un grupo y, a veces, con las creencias básicas del gremio de los
profesionales. Practicar la duda radical en sociología equivale a romper con las reglas del juego. El
lenguaje plantea un problema particularmente dramático al sociólogo: constituye un inmenso
depósito de preconstrucciones naturalizadas y, por tanto, ignoradas en tanto que tales, las cuales
funcionan como instrumentos inconscientes de construcción. Es necesario ir aún más lejos y poner
en tela de juicio no sólo la clasificación de las profesiones y los conceptos empleados para designar
las clases de oficios, sino también el concepto mismo de profesión (profession), que ha servido de
base a todo un conjunto de investigaciones y que, para algunos, representa una especie de santo y
seña metodológico. Profession es una palabra del lenguaje común que pasó de contrabando al
lenguaje científico; pero es, en especial, una construcción social, producto de todo un trabajo social
de construcción de un grupo y de una representación de este grupo, que se introdujo
subrepticiamente en la ciencia del mundo social. Esto es lo que hace que el “concepto” funcione tan
bien.
Siempre y cuando se tome tal como se da, lo dado no da ningún problema. Toda camina sobre
ruedas, todo es evidente. Por el contrario, cuando se trabaja con un verdadero objeto construido, las
cosas se complican: el avance “teórico” genera un aumento de dificultades “metodológicas”. La
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abdicación empirista tiene a su favor todas las apariencias y todas las aprobaciones porque, al
ahorrarse la construcción, deja al mundo social tal cual es, al orden establecido, las operaciones
esenciales de la construcción científica, la elección del problema, la elaboración de los conceptos y
categorías de análisis y cumple así una función básicamente conservadora, la de ratificar la doxa. A
menudo es necesario, para ser científico, faltar a las apariencias de la cientificidad, incluso
contravenir a las normas vigentes y desafiar los criterios ordinarios de rigor científico. Se trata de un
momento de ruptura con los presupuestos del sentido común, sea ordinario o científico. Si es
necesario objetivar los esquemas del sentido práctico, no es para demostrar que la sociología no
puede ser más que un punto de vista acerca del mundo, sino para separar a la razón científica de la
razón práctica, para evitar que esa contamine a aquélla, para evitar tratar como instrumento de
conocimiento lo que debiera ser objeto de conocimiento, es decir, todo aquello que conforma el
sentido práctico del mundo social, las premisas y los esquemas de percepción y comprensión.
[Pierre Bourdieu - Loïc Wacquant, Respuestas: por una antropología reflexiva, Editorial Grijalbo,
México, pp. 41-61 y 177-184.]