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Informe de Lectura

BUAP/ICSYH – Maestría en Sociología

Libro: El oficio de sociólogo: presupuestos epistemológicos.

Autores: Pierre Bordieu; Jean-Claude Chamboredon; Jean-Claude Passeron.

Año: 2018 (cuarta reimpresión, Siglo XXI Editores)

Secciones:

Texto 4. Las prenociones como obstáculo epistemológico (Émile Durkheim).

Texto 5. La definición provisoria como instrumento de ruptura (Marcel Mauss).

Texto 22. Hay que tratar a los hechos sociales como cosas (Émile Durkheim).

Texto 23. El vector epistemológico (Gaston Bachelard).

Estudiante: Pablo Ignacio Jiménez Cea.

Los cuatros textos seleccionados tienen en común el ser diferentes perspectivas de abordaje
epistemológico de la construcción del objeto científico. En el primer texto, titulado Las
prenociones como obstáculo epistemológico, Durkheim comienza señalando que el
designar a los objetos por su utilidad cancela la posibilidad de su conocimiento científico.
Precisamente por ello, las prenociones deben su fuerza no solo al hecho de que se presentan
espontáneamente como una tentativa de explicación sistemática, sino también al hecho de
que las funciones representacionales que cumplen constituyen en sí mismas un sistema.
Toda ciencia que inicia su camino, lo hace preñada de prenociones. Cuando un nuevo orden
de fenómenos se hace objeto de conocimiento científico, estos ya se encuentran
representados de alguna manera en la cultura, no sólo por imágenes sensibles, sino por
especies de conceptos groseramente formados. Durkheim da como ejemplo los primeros
pasos de la física y la química: cuando iniciaron su desarrollo los seres humanos ya tenían
nociones sobre los fenómenos físico-químicos, nociones que superaban la pura percepción.
Esto quiere decir que la reflexión sobre los hechos mismos es anterior a la ciencia, que sólo
se sirve de esa observación con un método mejor. Los seres humanos no pueden vivir, de
acuerdo Durkheim, sin formarse una noción espontánea de las cosas que surge de la propia
vida práctica y, de hecho, como necesidad de la misma. Sin embargo, estás nociones -a
despecho de su utilidad cotidiana- pueden ser eminentemente falsas. Tal es el caso de la
noción vulgar del dinero, que es aprehendido comúnmente como un inocente medio de
cambio desprovisto de cualquier determinación histórica, cuando en realidad es una
relación social de producción que comporta una sumisión de los seres humanos a la
producción de capital. De esta manera, todo el mundo ocupa el dinero en su vida práctica y
tiene una noción de él sin que su carencia de conocimiento científico al respecto constituya
algún obstáculo para la circulación dineraria. Tales prenociones son, por tanto, fetiches,
fantasmagorías que deforman el verdadero aspecto de las cosas y que, no obstante, son
tomados como las cosas mismas. Si tales prenociones estaban ya en el comienzo de las
ciencias naturales ejerciendo su carácter desfigurador de la realidad, con mayor razón se
encuentran insertas en la sociología puesto que la sociedad -y las necesarias prenociones
que se derivan de la praxis social- antecede con mucho al conocimiento científico de la
misma.
La sociedad es creada por la praxis social e histórica de los seres humanos, pero la vida
social misma desborda en su totalidad a los límites de la consciencia individual. Empero,
aunque se nos escapen los detalles concretos del movimiento dinámico esencial de una
sociedad determinada, los seres humanos nos formamos representaciones esquemáticas y
sumarias que constituyen las prenociones de las que nos servimos para los usos prácticos
cotidianos de la vida social. No sólo están en nosotros tales prenociones, sino que, siendo
un producto de repetición de experiencias, tienen una especie de ascendiente y autoridad de
esa misma reiteración constante y del hábito resultante. Por ende, todo contribuye a
hacernos ver en ellas la verdadera realidad social. De ello se deriva que la sociología posee
carácter un ideológico cuando es acrítica, esto es, cuando no descarta de manera sistemática
todas las prenociones. De acuerdo con Durkheim, esta regla es la base de todo método
científico, por lo que el científico social debe prohibirse el empleo de los conceptos
formados fuera de la ciencia, del yugo de las categorías empíricas.
Lo anterior, nos abre el camino para el segundo texto: La definición provisoria como
instrumento de ruptura de Marcel Mauss. En conformidad con el autor, la definición
provisional tendría como función principal descartar las prenociones, es decir, las
preconstrucciones no cuestionadas de la sociología espontánea, contribuyen a la
construcción del sistema de relaciones que define al hecho científico.
Mauss aplica tal método en el análisis antropológico del fenómeno religioso de la oración.
El autor comienza, pues, considerando la oración como un elemento integrante del ritual,
esto es, como una institución social cuyo estudio tiene una materia, un objeto, algo a lo que
podemos y debemos entregarnos. Para quienes analizan tal fenómeno, la oración debe
constituir la realidad misma:
“Puesto que contiene todo lo que hay de activo y de vivo en la oración: guarda en
reserva todo lo que tuvo sentido en las palabras, contiene en germen todo lo que
podremos deducir, a través de síntesis nuevas: las prácticas y las creencias sociales
que se encuentran condensadas en él están cargadas del pasado y del presente y
preñadas de porvenir” (Mauss en Bourdieu, et al., 2018, p. 145).
Cuando se estudia la oración desde esta perspectiva se transforma en una realidad definida,
en un dato concreto, en algo preciso, consistente y polarizador de la atención del
observador. En un principio, Mauss no conoce la amplitud ni los límites exactos del sistema
que se denomina comúnmente como oración, por lo que deviene necesario transformar una
impresión indecisa en una noción concreta distinta: tal es el objetivo primordial de la
definición provisoria. Esta es, tal como indica su nombre, una tarea provisional, puesto que
la definición de conjunto de la sustancia misma de la problemática analizada en cuestión -la
oración-, solamente puede encontrarse articulada de manera concreta al final de la ciencia,
esto es, después del proceso de investigación científica que asciende desde lo abstracto a lo
concreto, proceso que construye un concepto del fenómeno estudiado que constituye una
síntesis de múltiples determinaciones, de la unidad de diversos elementos que en su
conjunto articulan la realidad de la oración como fenómeno social e históricamente
condicionado.
Por consiguiente, a pesar de su provisionalidad, está definición habrá de hacerse con el
máximo de cuidado en tanto que habrá de condicionar el proceso posterior de trabajo
científico. De esta manera, la definición provisoria facilita la investigación, felimita el
campo de observación, entrega un carácter metódico propio del hábitus científico a la
verificación de las hipótesis. Gracias a ella es posible escapar de lo arbitrario, nos obliga a
atenernos a los hechos y, por ende, a realizar una crítica que se constituye de acuerdo con
reglas precisas.
En este sentido, conviene recordar la primera regla -y la más fundamental- del método
sociológico durkheimiano: considerar los hechos como cosas. En este tercer texto, Tratar a
los hechos sociales como cosas, el autor define cosa como todo aquello que está dado, todo
lo que se impone a la observación. Tratar a los fenómenos sociales como cosas es lo mismo
que tratarlos como meros datos, datos que constituyen para Durkheim el punto de partida
de la ciencia. Esto constituye toda una apuesta epistemológica que considera imposible
alcanzar el núcleo de los hechos sociales sino es a través de la realidad fenoménica que los
expresa.
Para los científicos sociales es, pues, necesario considerar los fenómenos sociales en sí
mismos, separados de las representaciones que los sujetos individuales tienen de su propio
proceso social. Deben ser estudiados desde una perspectiva externa, ya que es así como se
presentan en primera instancia ante los investigadores. Aunque la exterioridad es solo una
ilusión aparente, ésta sólo puede disiparse con el avance el proceso de investigación
científica. Por tanto, aunque parezca que una práctica o una institución posee un carácter
convencional, este jamás debe ser presumido. Tal es el progreso que debe efectuar la
sociología, es decir, pasar de un estado subjetivo de conocimiento a una fase objetiva. A
diferencia de los hechos propios de la psicología, en los que el dato se presenta como algo
interior al sujeto que investiga, los hechos sociológicos tienden más natural e
inmediatamente a evidenciar características cósicas: el derecho existe en leyes, la economía
en el movimiento del dinero y las mercancías, los movimientos de la vida cotidiana se
expresan en estadísticas, etc. En otras palabras, en virtud de su cualidad misma, los hechos
sociales tienden a constituirse de manera exterior a la conciencia individual, puesto que, de
hecho, la domina u somete a sus dictados. De este modo, no es necesario cosificar a
posteriori una realidad que se presenta ya de manera inmediata ante el científico con todas
las características de una cosa.
Por lo demás, tratar como cosas a los hechos sociales no significa clasificarlos dentro de
una categoría degradada de la realidad, sino más bien analizarlos desde la perspectiva de
una cierta actitud mental subjetiva. En otras palabras, significa iniciar su estudio tomando
como presuposición que se los ignora absolutamente, y que todas sus características
fundamentales no pueden ser aprehendidas más que por el más atento proceso de
investigación científica.
Finalmente, en El vector epistemológico Gaston Bachelard comienza su argumento
señalando que todo científico contemporáneo se apoya en dos actitudes filosóficas
fundamentales propias del espíritu del conocimiento moderno: racionalismo y realismo. No
sería demasiado difícil demostrar -dice el autor- que, por un lado, el racionalista más
comprometido con tal perspectiva acepta en su vida cotidiana -mediante sus juicios
científicos-, las enseñanzas de una realidad que no puede conocer a fondo en su totalidad.
De la misma manera, en la antítesis, el realista más obstinado realiza cotidianamente una
serie de simplificaciones, proceder exactamente idéntico al de quienes se declaran
partidarios de los postulados filosóficos del racionalismo.
Según Bachelard, tarde o temprano el tema fundamental de la polémica filosófica será el
pensamiento científico. Esto llevará a la sustitución de las metafísicas intuitivas e
inmediatas -fundadas en prenociones-, por metafísicas discursivas objetivamente
rectificadas. De este modo, un realismo que ha encontrado la duda científica deja de
pertenecer ipso facto a la misma categoría que el realismo inmediato. De manera
simultánea, un racionalismo que corrige los presupuestos a priori ya no puede ser
denominado como un racionalismo cerrado, dogmático.
La ciencia crea filosofía, por lo que el filósofo deberá matizar su lenguaje para traducir el
pensamiento contemporáneo en su fineza y movilidad. Debe, por lo tanto, comprender y
respetar la ambigüedad por la cual todo pensamiento científico tiende a interpretarse a la
vez en lenguaje realista y en lenguaje racionalista. Es necesario, por ello, meditar acerca de
la “impureza metafísica” que viene dada por el doble sentido de la prueba científica, que se
afirma tanto en la experiencia como en el razonamiento, en relación simultánea con la
realidad y la razón.
El punto de partida de una actividad genuinamente científica está dado por el abandono del
dominio de base, es decir, el experimento hace necesario el razonamiento, y viceversa, si se
razona es preciso experimentar. En consecuencia, la ciencia contemporánea se encuentra
abocada a una verdadera síntesis de las contradicciones metafísicas, cuyo vector
epistemológico posee un sentido claro: de lo racional a lo real, y en ningún caso a la
inversa, de la realidad a lo general, como lo han sostenido los filósofos canónicos del
pensamiento occidental desde Aristóteles hasta Bacon. En otras palabras, se trata de la
realización de lo racional o, según Bachelard, de la realización de lo matemático.
Referencias bibliográficas
Bourdieu, P., Chamboredon, J.-C. & Passeron, J.-C., 2018. El oficio de sociólogo:
presupuestos epistemológicos. Ciudad de México: Siglo XXI Editores.

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