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Por asfixia se debe entender la supresión del intercambio gaseoso entre el aire
respirable y la sangre circulante en el cuerpo, esto es por falta de llegada del
Oxígeno a los pulmones, hecho vital estrictamente necesario.
El lazo con el nudo intacto deben preservarse para la correlación con las lesiones
que puedan encontrarse en el cuello de la víctima. Debe separarse del cuerpo
cortando el lazo en el sitio opuesto al nudo.
El lazo puede ser de variados materiales siendo los más frecuentes las cuerdas,
cables, cadenas, ropas, telas, cinturones, barandas de camas o cunas. El surco
guarda el patrón del objeto utilizado; algunos objetos blandos como las toallas
pueden no dejar surco.
Las livideces ocuparán las partes declives del cuerpo según se trate de una
ahorcadura completa o incompleta. La hinchazón de estas partes corporales
puede incluir los genitales masculinos con deformación del pene lo cual no debe
tomarse como lesiones de tipo sexual. El grado de hinchazón depende del tiempo
en que el cuerpo permaneció suspendido. La descarga de líquido seminal es un
hallazgo común en casos de asfixia y ocurre por contracción de los músculos de la
vesícula seminal y tampoco es indicativo de actividad sexual relacionada a la
muerte. Cuando el cuerpo ha sido descolgado, puede haber escurrimiento de la
lividez hacia los párpados si la nueva posición lo permite, no debiendo confundirse
con lesiones.
Internamente, la lesión de los músculos del cuello así como la fractura del
cartílago tiroides o del hueso hioides son la excepción más que la regla. Puede
observarse con más frecuencia en pacientes ancianos en quienes hay
calcificación de los cartílagos y aumento de la fragilidad de los mismos. Puede
observarse más a menudo hemorragia submucosa de la epiglotis con contusión
de los músculos profundos de la base de la lengua y de las papilas gustativas
de la mitad posterior de la lengua, todo por compresión directa del lazo.
Estrangulación.
Las evidencias de estrangulación manual son las marcas de uñas sobre el cuello
aunque su ausencia no la excluye. En la mayoría de los casos existen extensas y
abundantes lesiones en la piel (fig. ---). Los estigmas ungueales y digitales son
semicirculares y ovales y son producidos por la presión que ejercen los dedos y
las uñas sobre la piel del cuello, especialmente en su cara anterior. Siempre
deben buscarse huellas de lucha o de violencia principalmente en la cara, espalda
y manos de la víctima.
Sofocación.
Es el impedimento brusco del pasaje de aire por las vías respiratorias por oclusión
de los sitios de entrada (boca y nariz), por oclusión de las vías aéreas internas
superiores (laringe, tráquea) como ocurre en la broncoaspiración de un cuerpo
extraño, o por compresión tóraco-abdominal que impide el movimiento respiratorio
como en el caso del aplastamiento.
La etiología homicida ocurre para impedir que la víctima grite, por introducción de
objetos en la boca como trapos, papel, etc.
Sepultamiento o Enterramiento.
Sumersión.
Piel muy fría, con cutis anserino, y retracción de los pezones, del pene, del escroto
y de los pelos del cuerpo por la contracción de los músculos cortos del cuerpo.
Maceración de la piel. Ocurre en la piel gruesa de las manos y los pies, así como
en las callosidades corporales. Se manifiesta con color blanco, piel arrugada que
se desprende en tiras. Se manifiesta tempranamente si la temperatura es alta en
el ambiente.
Rostro pálido o azul. El color blanco refleja más una muerte por inhibición y un
rostro azul indicaría una muerte más lenta, por asfixia.
Lesiones de arrastre. El cadáver flota cerca del fondo en posición decúbito prono
con mayor declive de la cabeza y del tórax. El efecto del arrastre por las
corrientes provoca excoriaciones en las partes sobresalientes del cuerpo como la
frente, las rodillas, el dorso de las manos y pies.
Lesiones ajenas al arrastre. Presentes cuando hay acción de la fauna local. Los
peces tienen predilección por los ojos, párpados, narinas, labios y orejas.
Bibliografía.
TELLO FLORES, F.J.: Medicina Forense. Ed. Harla, S.A. de C.V., México, 1991.
MASSON, J.K.: The Pathology of Trauma. Ed. Hodder & Stoughton, London,
1993.