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FRUTOS DIGNOS DE ARREPENTIMIENTO

“Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he
venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Marcos 2:17).

Este versículo habla de dos clases de individuos, los justos y los pecadores, a los justos, Jesús los
cataloga como sanos, porque son personas que generalmente gozan de bienestar y estabilidad
emocional, precisamente porque la gracia divina los motiva a seguir un estilo de vida saludable.

A diferencia de los justos, los pecadores son enfermos espirituales, ellos no tienen verdadero
bienestar, son emocionalmente inestables y hay algo en su manera de vivir que afecta su salud física
o mental; cada persona que vive en la actualidad, pertenece a uno u otro de estos grupos.

¿Cuál es el síntoma esencial de esta enfermedad?

“Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti”
(Salmos 51:13).

Refiriéndose a los pecadores, esta cita también los identifica como transgresores y los cataloga así,
porque su principal síntoma consiste en que ellos transgreden o vulneran algún principio del
gobierno divino.

¿Qué principios transgreden los pecadores?

“Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la
ley” (1 Juan 3:4).

Transgreden los principios de la Ley, porque al cometer pecado automáticamente se está


infringiendo la Ley, es decir, un acto es pecado porque está en contra de lo que determina la Ley, ella
es la que permite detectar el pecado, sin la Ley divina, el ser humano no podrá discernir lo que es
pecado ni podrá identificar a los pecadores.

La transgresión de la Ley ¿qué provoca en la salud del ser humano?

Nada hay sano en mi carne, a causa de tu ira; ni hay paz en mis huesos, a causa de mi
pecado. Porque mis iniquidades se han agravado sobre mi cabeza; como carga pesada se
han agravado sobre mí. (Salmos 38:3-4).

La salud corporal, la paz mental y el equilibrio emocional, todo es afectado cuando se da cabida a la
transgresión de la Ley y si estas iniquidades o transgresiones personales no son eliminadas, están
irán agravando la condición física y espiritual de la persona.

El valor infinito del sacrificio requerido para nuestra redención pone de manifiesto que el
pecado es un tremendo mal, que ha descompuesto todo el organismo humano, pervertido
la mente y corrompido la imaginación. El pecado ha degradado las facultades del alma. Las
tentaciones del exterior hallan eco en el corazón, y los pies se dirigen imperceptiblemente
hacia el mal. (El Ministerio de Curación, página 357).

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¿Cuál es el remedio espiritual que Jesús receta a los pecadores?

“Respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los
enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Lucas 5:31-
32).

El arrepentimiento es el único remedio eficaz, a través del cual, la divinidad puede sanar
espiritualmente al ser humano y precisamente, invitar a los pecadores al arrepentimiento, es uno de
los motivos por los cuales Jesús vino a nuestro mundo.

Si el ser humano desea ser sanado ¿Cuál debe ser su prioridad?

“Sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la
tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo
obras dignas de arrepentimiento” (Hechos 26:20).

Debe enfocarse en arrepentirse, en convertirse y en hacer obras dignas de arrepentimiento y a


continuación, lo primero que debe anunciar por toda la tierra, es este mensaje de arrepentimiento y
conversión espiritual.

¿Se debe bautizar a un creyente que no da frutos dignos de arrepentimiento?

Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía:
¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos
dignos de arrepentimiento, y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham
tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas
piedras. (Mateo 3:7-9).

Solo cuando la Iglesia está compuesta de miembros puros y desinteresados, puede cumplir el
propósito de Dios. Se hace demasiado trabajo apresurado para agregar nombres al libro de
la iglesia. Se ven defectos graves en el carácter de algunos que se unen a la iglesia. Aquellos
que los admiten dicen: Primero los incorporaremos a la iglesia y luego los reformaremos.
Pero esto es un error. El primer trabajo a realizar es la obra de reforma. Ore con ellos, hable
con ellos, pero no les permitan unirse con el pueblo de Dios como miembros de iglesia
hasta que den evidencia decidida de que el Espíritu de Dios está trabajando en sus
corazones. (Review and Herald, 21 de Mayo de 1901, par. 7. Recuperado de:
https://m.egwwritings.org/en/book/821.20442).

¿Qué va a pasar si se bautiza a personas que no dan frutos de arrepentimiento?

“Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido
destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia
de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo” (Judas 1:4).

Van a entrar encubiertamente en la iglesia, hombres impíos, quienes van a distorsionar el verdadero
sentido de la gracia de Dios para convertirla en un medio que justifique su libertinaje y de esta
manera se constituirán en agentes de Satanás que obrarán para debilitar y corromper al pueblo de
Dios.

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Hay una cosa que no tenemos derecho a hacer, y ésta es juzgar el corazón de otro hombre o
impugnar sus motivos. Pero cuando una persona se presenta como candidato para ser
miembro de la iglesia, hemos de examinar el fruto de su vida, y dejar la responsabilidad de
sus motivos con él mismo. Mas debe ejercerse gran cuidado en aceptar miembros en la
iglesia; pues Satanás tiene sus artimañas especiosas por medio de las cuales se propone
atestar la iglesia de falsos hermanos por cuyo medio pueda obrar con mayor éxito para
debilitar la causa de Dios. (The Review and Herald, 10 de enero de 1893).

¿Cuál es el principal fruto del arrepentimiento y la conversión?

Por tanto, yo os juzgaré a cada uno según sus caminos, oh casa de Israel, dice Jehová el
Señor. Convertíos, y apartaos de todas vuestras transgresiones, y no os será la iniquidad
causa de ruina. Echad de vosotros todas vuestras transgresiones con que habéis pecado, y
haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. ¿Por qué moriréis, casa de Israel? (Ezequiel
18:30-31).

Cuando el arrepentimiento y la conversión son genuinos, su principal fruto es apartar o expulsar de la


vida todas las transgresiones con que se ha pecado y solo así, el creyente podrá recibir un corazón
nuevo y un espíritu nuevo; si no se aparta de todas sus transgresiones, significa que aún no está
convertido y en consecuencia, todavía no ha entrado en el camino de la salvación.

Jesús reconquistó el cielo para el hombre soportando la prueba que Adán no pudo resistir;
porque El obedeció la ley a la perfección, y todos los que tengan una concepción correcta del
plan de redención comprenderán que no pueden ser salvos mientras estén transgrediendo
los sagrados preceptos de Dios. Deben dejar de transgredir la ley y deben aferrarse a las
promesas de Dios que están a nuestra disposición por medio de los méritos de Cristo. (Fe y
Obras, página 91).

Por ello ¿Qué debemos hacer para dejar de transgredir la Ley?

“Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él. Todo aquel
que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido” (1
Juan 3:5).

No es el contacto casual con Cristo lo que se necesita, sino el permanecer en él. Él os llamó a
morar con él. No os propone una felicidad pasajera que se experimente ocasionalmente
mediante la búsqueda ferviente del Señor, y que se desvanece al abocaros a vuestras
ocupaciones seculares. Vuestra permanencia en Cristo aliviana toda tarea necesaria,
porque él lleva el peso de todas las cargas. El hizo provisión para que permanezcáis en él...
(En los Lugares Celestiales, página 57).

Los seres humanos necesitan aprender que sólo cuando reciben la gracia de Cristo pueden
poseer en su plenitud las bendiciones de la obediencia. Esta es la que capacita a los hombres
y a las mujeres para obedecer las leyes de Dios y para libertarse de la esclavitud de los
malos hábitos. Es el único poder que puede hacerlos firmes en el buen camino y permanecer
en él. (Ser Semejante a Jesús, página 46).

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