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EL ÚNICO DIOS

“Para nosotros, sin embargo, solo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y
nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y
nosotros por medio de él” (1 Corintios 8:6).

“Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien
has enviado” (Juan 17:3)

¿Solo el Padre es el único Dios verdadero?

“Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al
que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios,
y la vida eterna” (1 Juan 5:20).

“Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y


Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y
purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2:13-14).

Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de
nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra: Gracia y paz os
sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús. (2 Pedro 1:1-2).

“De quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre
todas las cosas, bendito por los siglos. Amén” (Romanos 9:5).

¿Solo una persona forma parte de este único Dios?

“Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo
soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios” (Isaías 44:6).

¿Qué ser también llamado Jehová, es el primero y el postrero?

Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta,
que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y
envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis,
Filadelfia y Laodicea. Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete
candeleros de oro, y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre,
vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro.
(Apocalipsis 1:10-13).

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