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El tercer motivo por el que Amores Fúster ve en la definición del concepto de ficción una
“dificultad epistemológica” se debe a la dispersión generalizada del concepto. Explica este autor, a
partir de una mención a Dawson, que la ficción comenzó a estudiarse como un concepto
independiente y diferenciado de otras nociones teóricos literarias a partir de los años sesenta. Esto
no quiere decir no se haya indagado acerca de la existencia no real de los contenidos literarios. Que
la ficción haya sido estudiada como una noción independiente, explica Amores, se debe a “su
dispersión, infiltración y disolución en el estudio teórico de otros conceptos literarios”. Aclara
Fúster que sí se ha indagado sobre la naturaleza exacta del espacio ficcional a lo largo de la historia,
pero de forma integrada a indagaciones sobre otra clase de conceptos teóricos-literarios como la
cuestión de géneros. Explica amores que durante el período que va de Aristóteles al siglo XX, la
definición de la ficción “aparece disuelta” en el estudio de otros conceptos teórico-literario. Afirma
Amores que si la ficción se encuentra presente en toda área de los estudios literario, su teorización
está necesariamente disuelta en la de otros conceptos teórico-literarios.
Para Amores Fuster, el concepto de interxtualidad permite entender qué es lo que puede definirse
como ficción. El autor toma a este concepto como cuarta categoría a partir de la cual definir a la
ficción: la ficción no es sólo aquello cuyo contenido no refiere a la realidad nuestra, ni tampoco
aquello que posee libertad en la elección de las formas con las que expresarse, sino que puede
llamarse ficción a aquellos escritos que posean una intertextualidad infinita. Amores Fúster dice que
si el contenido y la forma de una texto de ficción pueden ser ilimitados, también puede serlo su
vinculación con otro tipo de textos. Para explicar esto, Amores Fúster compara el empleo de las
citas dentro de un texto jurídico y dentro de un cuento. En el caso del texto jurídico, las citas deben
atenerse a cierta pertinencia con el tema tratado, deben estar relacionados tanto sintáctica como
semántica y pragmáticamente, mientras que en el caso del relato, la cita puede no tener ningún tipo
de relación con el contenido del relato y ser aceptada dentro del texto: pone por ejemplo las citas
que preceden el comienzo de un relato que bien pueden ser el fragmento de una canción o la
transcripción de un discurso no necesariamente justificado por los acontecimientos narrados. Fúster
también emplea este ejemplo para explicar otros de los dos tipos de intertextualidad señalados por
Genette en su concepción práctica del término: la alusión y el plagio. La alusión forma parte de los
relatos como vínculo sutil entre dos textos, como puede ser que el nombre de un personaje haga
alusión a un autor admirado por el escritor (Jorge de Burgos en El Nombre de la Rosa, de Eco, es
una alusión a Jorge Luis Borges). Señala Amores Fuster que, salvando las cuestiones de derecho de
autor, el plagio es una de las formas intertextuales compartidas por ambos tipos de texto, en tanto
que el texto judicial puede repetir de forma literal un párrafo entero de otro texto judicial del mismo
tipo, añadiendo pequeños cambios.
Para Amores Fúster, la ficción, en tanto no posee referencialidad alguna con la realidad, es
ilimitada tanto en su forma de expresión como en aquello de lo que habla, es decir, su contenido, en
lo que a la literatura se refiere. Amores traslada esta característica a otro elemento de las obras
literarias: su intertextualidad, diciendo que el vínculo que un texto tiene con otros textos también no
posee límite. Bajo esta idea, Amores señala que esta intertextualidad permite que la obra literaria se
presente de formas textuales distintas, mostrándose como una carta o incluso como una
transcripción de una conversación. A esta característica de la obra literaria surgida del carácter
ilimitado de la ficción, la forma y el contenido, Amores la denomina proteicidad.