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Cuando nos encontramos con un paciente con coloración amarillenta de la piel y mucosas
como parte de su motivo de consulta, estamos ante un síndrome, denominado ictericia,
que nos exige hacer un ejercicio diagnóstico progresivo para aclarar las diferentes causas.
Para poder realizar un diagnóstico diferencial (procedimiento por el cual se identifica una
determinada enfermedad o estado de salud mediante la exclusión de otras posibles causas
que presenten un cuadro clínico semejante al que el paciente padece) entre las diversas
causas de ictericia, que pueden ser causas prehepáticas (hemólisis), hepáticas (trastornos
de la captación –sme de Gilbert-; trastornos de la conjugación –sme de Gilbert, sme de
Cliger Najjar-; trastornos de la excreción canalicular –sme de Dubin Johnson-; trastornos
generalizados de la función hepática por hepatopatías agudas –hepatitis viral, hepatitis
inducida por fármacos, hepatitis alcohólica- o hepatopatías crónicas –hepatitis viral,
esteatosis, cirrosis-) o posthepáticas (obstrucción de las vías biliares por cálculos –
colelitiasis y coledocolitiasis-, tumores de la vía biliar o de páncreas, pancreatitis, por
inflamación de los conductos producto de una infección –colangitis-) es necesario que
elaboremos una completa y cuidadosa historia clínica.
De los datos personales interesa prestar atención en la edad y el sexo, dado que
existen distintas patologías prevalentes, y también en el lugar de residencia
Dentro de enfermedad actual debemos orientar con preguntas el relato del motivo de
consulta. Así, preguntaremos sobre cuándo y cómo fue la aparición y evolución de la
ictericia y el resto de los síntomas, si es la primera vez que le pasa (si relata episodios
pasados de ictericia podríamos pensar por ejemplo en un síndrome de Gilbert o Cliger
Najjar), si presenta o ha presentado otros signos o síntomas acompañantes (coluria,
acolia, hipocolia, hipercolia, prurito, fiebre, palidez, taquicardia, vómitos, dolor en
hipocondrio derecho)
Dentro antecedentes personales es importante preguntar si tuvo alguna enfermedad,
alguna internación u operación relacionada con el hígado y las vías biliares, o síntomas
similares a los actuales y cómo evolucionaron, además de preguntar sobre otros
antecedentes patológicos de jerarquía, ya que por ejemplo puede que por una
infección bacteriana de otro foco haya tomado un antibiótico como sulfametoxasol
trimetoprim (cotrimoxazol – lesiones de tejidos blandos causadas por estafilo o
estrepto), que puede desplazar a la bilirrubina de su unión a la albúmina y generar la
ictericia; es importante no olvidarse de las vacunas, solicitar el carnet de vacunación o
preguntarle si está vacunado contra la hepatitis A (a los 12 meses de vida) y B (12
horas de vida, o al ingreso escolar, o siendo adulto)
En cuanto a los hábitos no debemos olvidar preguntar sobre el consumo de alcohol, ya
que podría tratarse de un cuadro de hepatitis alcohólica (cuadro agudo que se
desarrolla después de una ocasión de beber en exceso, habitual en los adolescentes
como Federico) -no pensamos en cirrosis alcohólica por la edad-; sobre hábitos
sexuales, particularmente si ha tenido relaciones sin la utilización de métodos de
barrera (preservativo) dado que la hepatitis B, D y menos frecuentemente la C son
infecciones que se transmiten por contacto sexual; sobre el consumo de drogas
inyectables, el antecedente de transfusiones, piercings o tatuajes, todo lo cual nos
hace sospechar también de hepatitis C, B y D por transmitirse por vía sanguínea;
preguntar sobre el consumo de medicamentos, como dije anteriormente algunos
antibióticos pueden desplazar a la bilirrubina y generar una ictericia a predominio
indirecto, y otros pueden causar hepatotoxicidad como el paracetamol, un analgésico
y antipirético de uso extendido (dosis terapéutica 1g a 4g/día, dosis tóxica de 7,5 a
10g/día)*; sobre la dieta, más que nada en relación al consumo reciente de una
comida copiosa, al consumo habitual de alimentos con un alto contenido en lípidos
por su relación con los cálculos de colesterol; sobre la diuresis y catarsis
principalmente preguntando sobre el color de la orina y las heces (coluria -orina color
caoba- + hipocolia o acolia -heces color macilla o blancas- orienta hacia una ictericia de
origen obstructivo; hipercolia orienta hacia una ictericia hemolítica)
*El paracetamol es metabolizado a compuestos inactivos por conjugación con sulfato y ácido
glucurónico, siendo una pequeña parte metabolizada por el sistema del citocromo P-450. Éste
oxida al paracetamol para producir un intermedio muy reactivo, el N-acetil-p-benzoquinoneimina.
En condiciones normales, éste se genera en pequeñas cantidades y se conjuga con glutatión para
ser eliminado. Cuando aumenta la dosis consumida de paracetamol, las vías metabólicas del
sulfato y el ácido glucurónico se saturan y mayor cantidad paracetamol se desvía al sistema del
citocromo P-450 donde se produce el N-acetil-p-benzoquinoneimina. Consecuentemente, los
suministros hepatocelulares de glutatión se agotan y este compuesto puede reaccionar libremente
con las membranas celulares, causando daños y muerte de muchos hepatocitos, dando como
resultado necrosis hepática aguda.
Dentro de los antecedentes familiares es relevante preguntar sobre un cuadro similar
en los progenitores dado que puede tratarse de una hiperbilirrubinemia no hemolítica
hereditaria, el más frecuente y que se suele manifestar en los hombres durante la
pubertad es el síndrome de Gilbert, un trastorno autosómico dominante que consiste
en un defecto en la captación -ligandinas Y y Z- (Muniagurria), según algunos autores o
en un defecto en la conjugación -déficit parcial de UDP-glucuroniltransferasa- de la
bilirrubina, según otros (Mohan), y da lugar a una hiperbilirrubinemia a predominio
indirecto de excelente pronóstico dado que las concentraciones no suelen superar los
5mg/dl (para que se produzca kernicterus se requieren concentraciones plasmáticas
superiores a los 20mg/dl). Otros posibles trastornos hereditarios son el síndrome de
Cliger Najjar, el síndrome de Dubin Johnson y el síndrome de Rotor. Además, siempre
es conveniente preguntar sobre alguna enfermedad hepática o de las vías biliares en
sus familiares dado que en muchos casos (predisposición a desarrollar cirrosis
alcohólica, predisposición a desarrollar cálculos) existe una vulnerabilidad ligada a
polimorfismos genéticos heredables.
También es interesante tener en cuenta la noción de foco epidemiológico, dado que
existen ciertas infecciones como la hepatitis A y E que generan brotes o epidemias
transmitidas a través del agua por ejemplo por tener una vía de transmisión fecal oral,
por otra parte, al tratarse de un “adolescente” de 20 años, pensamos en una persona
más expuesta a las enfermedades de transmisión sexual y entre ellas la hepatitis
B/B+D/C, a los efectos del consumo excesivo de alcohol que constituye una
importante práctica social y de las drogas, en este caso interesarían las de
administración intravenosa por los riesgos de transmisión de infecciones que conlleva
Deberemos examinar al paciente con luz natural para visualizar mejor la coloración de la
piel y las mucosas, particularmente de la esclerótica y la conjuntiva bulbar (aquí también
podemos evidenciar una anemia observando palidez a este nivel), tejidos elásticos por los
que la bilirrubina tiene mayor afinidad. La ictericia será clínicamente detectable con
niveles séricos de bilirrubina por encima de los 2mg/dl (en los neonatos a partir de los 4-
5mg/dl) aunque dependerá del ojo del observador. La inspección también nos permitirá
detectar lesiones de rascado que acompañan a los síndromes colestásicos (durante los
mismos no solo aumentan los niveles de bilirrubina en sangre sino también los de sales
biliares que estimulan a las terminaciones nerviosas y generan prurito, un nivel menor de
dolor) y otros signos más orientadores de hepatopatías crónicas, las cuales no tenemos
tanto en cuenta en esta situación dada la edad del paciente, entre ellos estigmas cutáneos
de hepatopatías crónicas como las spiders (angiomas en araña), distribución del vello
corporal, ginecomastias, forma del abdomen (abdomen globoso, en batracio indicarían
ascitis).
Una vez obtenidos todos los datos de la historia clínica podremos llegar a un diagnóstico
certero y en caso de tratarse de una enfermedad infectocontagiosa como las hepatitis
virales o las infecciones de transmisión sexual (exudativas -candidiasis, tricomoniasis,
clamidia, gonorrea, vaginosis, mycoplasma genitalium, ureaplasma urealyticum-,
ulcerativas -sífilis 1°, chancro blando, herpes simple, linfogranuloma venéreo,
donovanosis-, proliferativas -HPV- y sistémicas -VIH, sífilis 2° y 3°, hepatitis B, C y D-),
efectuar la notificación pertinente a los organismos de control*.
Los virus de la hepatitis A y E son virus ARN desnudos, lo que les permite la transmisión
fecal-oral (al ser desnudos son más resistentes a agentes físicos y químicos y persisten en
el medio ambiente). Las personas pueden infectarse al ingerir alimentos o agua
contaminados con heces humanas (el virus de la hepatitis E es frecuentemente
vehiculizado por el agua) cobrando real importancia en su prevención, el saneamiento
ambiental, con provisión de agua de calidad; mediante relaciones sexuales oro-anales; o
por medio de la mala higiene de las manos, frecuente modo de transmisión entre los
niños, siendo comunes los brotes de hepatitis A en guarderías, jardines.
Los virus de la hepatitis B, C y D (virus deficiente que requiere de una coinfección con el B
que le provee de su envoltura) son virus envueltos formados por un genoma de ADN en el
primer caso y ARN en los otros dos. Se transmiten por vía sexual, parenteral y materno-
fetal; por lo que para prevenir la infección por los mismos se recomienda el uso de
métodos anticonceptivos de barrera, el screening de la sangre para donaciones, el uso de
jeringas nuevas y estériles, entre otras medidas.
Vemos que el cuadro presentado por Federico puede tranquilamente corresponderse con
la transición entre la fase preictérica e ictérica de la hepatitis viral aguda.
Si la infección aguda está causada por el virus de la hepatitis B o C ésta puede progresar a
hepatitis crónica (es más frecuente que la hepatitis C se haga crónica) cuyas
manifestaciones clínicas son variables, desde el estado de portador (individuo
asintomático que aloja la enfermedad y puede transmitirla, a su vez puede ser un
portador sano o un portador con enfermedad crónica que sería este caso) hasta el cuadro
completo de cirrosis y sus complicaciones.
Por último, podríamos preguntarnos cómo es que estos virus provocan estas lesiones, es
decir, cuál es su fisiopatogenia y cuál es la participación de nuestro sistema inmune en
ello. Paradójicamente, la mayoría de los virus de la hepatitis (excepto el virus de la
hepatitis D que podría ejercer efectos citopáticos directos), lesionan a los hepatocitos por
medio de un mecanismo inmunológico:
El virus de la hepatitis B infecta a los hepatocitos y la respuesta inmune celular ataca a
la célula infectada para eliminar la noxa. La respuesta inmune celular innata será
mediada principalmente por las células NK y la respuesta inmune celular adaptativa
será mediada por linfocitos T citotóxicos (CD8+) específicos contra antígenos del virus
El virus de la hepatitis C no se encuentra en el citoplasma de los hepatocitos por lo que
se cree que los lesiona al infectar a las células linfoides. El mecanismo inmune celular y
las citocinas inflamatorias liberadas lesionarían a los hepatocitos. Además se
encontraron anticuerpos dirigidos a los antígenos virales con reactividad cruzada
(reacción de hipersensibilidad de clase II) sobre autoantígenos (antígeno microsomal
hepático-renal), lo cual explica la asociación de hepatitis autoinmune y hepatitis por
HCV
No se conoce con certeza la patogenia de la infección por los virus de la hepatitis A y E
pero se cree que también tiene una base inmunopatológica
*Otros mecanismos por los cuales los virus lesionan a nuestras células son:
De esta forma vemos que, si bien nuestro sistema inmune activa respuestas celulares y
humorales con el objetivo de erradicar la infección y protegernos, puede también, por
medio de las mismas, lesionarnos.
Las respuestas inmunes celulares frente a los virus consisten en la eliminación de las
células infectadas por medio de citotoxicidad directa mediada por células NK durante la
respuesta innata y por los linfocitos TCD8 citotóxicos durante la respuesta adaptativa;
mientras que, las respuestas inmunes humorales frente a los virus consisten en la
inhibición de la infección de la célula por medio de los interferones de tipo I (α y β)
durante la respuesta inmune innata y la producción de anticuerpos por los plasmocitos
que puedan unirse a los virus evitando su adhesión a nuestras células y por ende
impidiendo la infección de las mismas, pueden opsonizar a la célula infectada y mediar la
citotoxicidad dependiente de anticuerpos por parte de células NK, macrófagos y
neutrófilos.
La vacunación con una única dosis de la vacuna contra la hepatitis A (a los 12 meses) y B (a
las 12 horas de vida) (vacunas de antígenos sintéticos) nos brinda protección durante toda
la vida debido a que generamos anticuerpos y linfocitos de memoria.