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Tabataba

de Bernard-Marie Koltés

PERSONAJES:
Maïmouna (hermana mayor)
Petit Abou (hermano menor)
Harley Davidson (moto)

Patio interior de una casa.


Once de la noche.
Cuarenta grados.

MAÏMOUNA
¿Por qué no sales en la noche, cuando todos los muchachos de tu edad ya andan en la calle con camisa, con
la raya del pantalón bien planchada, y que dan vueltas alrededor de las chicas? Toda Tabataba está afuera,
toda Tabataba anda bien vestida. Los muchachos se ligan a las chicas y las chicas han pasado el día
peinándose. Y yo, mi hermano con grasa hasta las patas y arreglando su máquina. ¡Qué vergüenza la mía!,
van a creer que no sé planchar camisas. Si en la mañana, en vez de desarmar el motor de tu máquina para
armarlo en la noche, me dieras tu camisa para lavarla, tu chamarra para plancharla, el botón de tu pantalón
para coserlo, no me sentiría humillada en la noche cuando los otros muchachos vienen y preguntan: ¿dónde
está el pequeño Abou?, ¿dónde está tu hermano?, ¿dónde está nuestro amigo, que queremos salir con él?
Qué vergüenza la mía. Él está ahí, en el patio, con los perros, entre piojos y fierros viejos, con un viejo y
asquerosos trapo en la mano. Lávate las greñas o te cacheteo: hazte otro peinado, trenzas, rápate, regala tu
camisa. Deja de ser mi vergüenza. En la noche, cuando vienen los vecinos de metiches –sobre todo
Fatoumata– y preguntan: ¿y tu hermano?, ¿dónde está nuestro pequeño? ¿dónde está el pequeño Abou?
¿Qué puedo responder? ¿Está metido en el aceite del motor, huele a máquina vieja, le faltan botones a su
pantalón? Vergüenza la mía. Deja ese trapo, saca la cabeza del culo de esa máquina. ¿Tú crees que una chica
aceptaría subirse ahí atrás, cuando pasó peinándose toda la tarde? Esa cosa ni siquiera te sirve para salir, te
sirve para quedarte. ¿Qué parezco yo, con mi hermano mugroso en medio de mujeres viejas, agachado en su
máquina a la hora en que todo el mundo está afuera? ¿Qué parezco a esta hora de la noche y con este calor,
cuando tú deberías estar tomando cerveza en la cantina, o quizá deberías estar dando vueltas alrededor de
esas vecinas metiches? Tú eres la deshonra de esta casa. Una hermana mayor es responsable de su hermano.
Yo te enseñé a lavarte, yo mismo te lavé bastante. Negrito, limpiecito, bañado, zambullido en el estanque y
ahora, tienes las manos blancas de mugre y hueles a chivo: me ensucias el vestido nada más de verte, estoy
harta de ser tu hermana y te voy a cachetear.
Ya es hora, hace calor, dime dónde está tu camisa, déjame peinarte y te perfumaré con agua de colonia.
Aliviánate, pequeño Abou. Una hermana cuyo hermano no sale es la burla de sus vecinos: una hermana cuyo
hermano no es un hombre, no es una mujer. Afuera, mi vergüenza y mi humillación, recorre las calles de
Tabataba, hónrame: toma cerveza y cógete a las chavas.

PETIT ABOU
Yo no quiero caminar en las calles de Tabataba, están llenas de mierda de perros. Yo no quiero tomar
cerveza en las cantinas, porque al igual ni está fría y hasta está alterada. No me gustan las vecinas porque
huelen a gallina. No me gusta cómo se peinan y cómo se visten, yo las prefiero en la mañana cuando
preparan la comida. Y desde que empieza a anochecer, ya no me gusta andar con mis amigos. Me gusta mi
moto y mis patas llenas de grasa, y el trapo sucio; yo prefiero mi pantalón sin abrochadera y mi camisa
arrugada: me gusta el patio y los fierros viejos y los chivos; un chivo huele a chivo, yo no quiero oler a
gallina, yo quiero oler mi propio olor, quiero elegir mi suciedad y quedarme en el chiquero. Deja tranquilos
a mis amigos y olvida a los vecinos. No te quedes aquí, no te necesito. No me mires así, como si fueras a
darme un baño o una bofetada; yo ya no soy un negrito, ya estoy grande, yo ya no quiero subirme en tu
espalda. Vete Maïomuna. Cuando hace tanto calor, me dan ganas de matar.

MAÏMOUNA
¿Quién te crees, pendejito, para pensar que puedes desafiar la naturaleza? No te pregunto qué quieres ni lo
que quieres hacer. Y si las piedras también pueden aparearse y reproducirse, tú también lo harás. Aunque no
tengas ganas, sal o te doy unas buenas cachetadas.
Te quedas aquí, fumando como una puta en interrogatorio. ¿Quién te enseñó a fumar estando solo? Un
hombre puede fumar en la cantina, tomando cerveza y manoseando a las chicas, pero alguien que fuma sólo
es un vicioso. Van a creer que yo no supe enseñarte nada de la vida, van a creer que yo no cumplí con mis
obligaciones de hermana mayor. Y sin embargo, cuando estabas pequeño, me pasé noches dándote de golpes
para enseñarte todo, para prepararte bien, para explicarte cómo son las mujeres, y me dabas la impresión de
comprenderlo. Cuando tenías siete años, te hice un dibujo en tu cuaderno de la escuela, igual dejé tocarme
para que no te sorprendieras tanto la primera vez. Te expliqué bien: es aquí, es así, adentro, afuera, es todo,
es simple, el hombre, la mujer, la vida, todo el desmadre, ya no hay nada que aprender, ya no hay nada que
saber. Y tú que tenías la cara de haber comprendido. Vergüenza la mía, no comprendiste nada de nada. Y a
esta hora en la que deberías estar afuera cachondeándote a las vecinas, estás en el corral con los fierros
viejos acariciando esta máquina. Te hubiera golpeado más todavía. Hubiera desconfiado. Hubiera pensado
que eras un vicioso. A la edad en que los muchachos van a ventanear a las chicas cuando se bañan, tú, yo me
acuerdo muy bien, tú preferías subirte atrás de los camiones para respirar el humo del mofle, y entrabas a la
casa tosiendo con dolor de cabeza, drogado como un americano. Y ahora que puedo llorar: ya es muy tarde.
Te quedas en tu rincón con el vicio, tú me dejas en el mío con la deshonra. Sin embargo, tú eres tan bonito,
pequeño Abou, que me dan ganas de llorar. Si me dieras chance, cabroncito, te haría tan bello que los
vecinos se volverían grises, sobre todo Fatoumata. Si yo te peinara, si te bronceara la piel con crema, si me
dejaras perfumarte, con una buena agua de colonia, y planchar tu camisa, coser tu pantalón y bolear tus
zapatos, pequeño Abou, yo andaría tan orgullosa por las calles de Tabataba. Deja ese desagradable trapo de
grasa, me va a hacer llorar.
¿Qué tienes en contra de las vecinas? Es cierto que ellas no son tan bonitas, y que tú podrías aspirar a algo
mejor. Pero ellas han pasado tantas horas peinándose, perfumándose, tratando de arreglarse, sobre todo
Fatoumata; y ahora ellas están ahí, las metiches, dando vueltas frente a la puerta esperando que tú salgas.
Más valen ellas que otras, mientras llega alguien mejor. Si no te gustan las vecinas, pues ve a tomar cerveza
con tus compas y luego vete de putas. Pero hace calor, es tarde, apúrate para salir: todo Tabataba está afuera.
Tú no tienes derecho de encerrarme con mi vergüenza.

PETIT ABOU
Maïmouna, carnala, ya no vales gran cosa, y bien pronto ya no valdrás ni un quinto. ¿Quién eres tú para
decirme lo que tengo que hacer, a quién debo acariciar y a quién debo cortejar? Tú estás vieja y no estás
casada. A tu edad deberías estarlo y servirle la mesa a un hombre viejo y bañar a otros negritos y no a mí. A
tu edad desde hace mucho tiempo deberías estar entrepiernada y tú no lo haces. No eres nadie para
sermonearme. Muy pronto estarás tan gastada por las noches de Tabataba que ningún hombre inteligente
querrá nada contigo. Deja de ser joven. ¿Cuánto tiempo te va a tomar para dejar de serlo? ¿Qué parece un
muchacho cuya hermana mayor es joven, y tan joven que ella no se decide a dejar de serlo? Búscate un
amante y déjame crecer a mi manera. A esta hora, en lugar de estar vestida y perfumada como una viuda,
deberías estar en la casa de un hombre tuyo, ya rico y ya viejo, planchando sus camisas y cosiendo su
pantalón. Pero prefieres pasarte el día peinándote como una señorita. ¿Cuánto vale una chica que le habla a
su hermano menor de tomar cerveza caliente en la cantina, y de ir con las putas? Los muchachos pueden
hacer esas cosas, pero las chicas no tienen derecho a hablar de eso. Vergüenza la tuya, Maïmouna, por culpa
de tu lenguaje y de tu soledad.
MAÏMOUNA (Se arrodilla y llora)
Yo no quiero un amante, yo no quiero un marido. Un amante es como el sol, entre más calienta, más desierto
hace a nuestro alrededor. Yo no quiero ser como una plantita de piedras.

PETIT ABOU
Entonces, ¿por qué me jodes, Maïomuna, y por qué quieres que yo haga lo que tú no quieres hacer? Sabes
bien que de nada serviría salir y caminar entre la mierda de los perros de las calles de Tabataba.

MAÏMOUNA
¿Pero la vida, pequeño Abou? ¿Todo lo que te he enseñado, el hombre, la mujer, el amor, todo ese
desmadre? Tú no estás ni pequeño ni tampoco eres viejo, pequeño Abou: no se puede desafiar la naturaleza.
Vergüenza la nuestra: los vecinos se burlan y los amigos tocan la puerta.

PETIT ABOU
Déjame crecer y fumar tranquilamente en mi rincón: tú, haz lo que quieras.

MAÏMOUNA
Sin mujer, pequeño Abou, ¿quién planchará tus camisas? Cuando seas viejo, ¿quién te preparará de comer?

PETIT ABOU
Tú hazme de comer, y no quiero que planchen mis camisas.

MAÏMOUNA
Dame el trapo, pendejito, esta máquina está asquerosa, la voy a acariciar contigo.

Fin

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