Está en la página 1de 62

t

ca
a.
Josep Lluís y Rodolf Sirera
m
ra
nd
la

El día
a
at
.c
w

en que Bertolt Brecht


w
w

murió
en Finlandia
Este texto está protegido por la ley de derechos de autor.
No está permitido ningún tipo de adaptación ni uso sin el permiso correspondiente.
El incumplimiento de esta prohibición y el uso del texto sin el permiso correspondiente
constituirán una violación de la ley de derechos de autor, o bien de los derechos

t
ca
relacionados con dicha ley, y comportarán responsabilidades civiles y penales.
En caso de estar interesado en utilizar este texto, deberá dirigirse a los representantes

a.
legales correspondientes.
Si está interesado en utilizar este texto le pedimos que contacte con la Sala Beckett
am
catalandrama@salabeckett.cat
dr
an
al
at
.c
w
w
w
Personajes
(por orden de aparición)

t
Bertolt BRECHT

ca
MIRJAMI Leino

a.
HOMBRE (los restantes personajes masculinos)

m
MUJER (los restantes personajes femeninos)
ra
nd
a la
at

La acción transcurre en Berlín, entre septiembre y diciembre de 1953,


.c

y en una cabaña en medio de la taiga, en Finlandia, cerca del corredor de Pecenga,


w

entre este país, Noruega, y la Unión Soviética, el día 14 de julio de 1941


w
w

Izquierda y derecha, las del espectador.

Los hechos que se narran en El día en que Bertolt Brecht murió en Finlandia
son completamente imaginarios, aunque el marco histórico y geográfico
en el que se desarrollan guarda alguna relación con la realidad.

–1–
Huyendo de mis compatriotas
he llegado a Finlandia. Amigos

t
que ayer no conocía me ofrecen una cama

ca
en una habitación limpia. Por la radio
oigo las noticias sobre el triunfo de aquella escoria humana. Estudio

a.
con curiosidad el mapa de la Tierra. Arriba, por Laponia,

m
ra hacia el mar Ártico,
todavía vislumbro una pequeña puerta.
nd
Bertolt Brecht: 1941
a la
at
.c
w
w
w

–2–
El día en que Bertolt Brecht
murió en Finlandia

t
ca
a.
Escenario en negro. Dos atriles, a ambos lados y en primer

m
término, con sendos puntos de luz. Tras cada uno de ellos, un par de
ra
sillas. En el foro izquierda, un piano vertical. El centro de la escena,
en segundo término, ligeramente elevado en relación con el resto. El
nd

telón que cierra el foro puede utilizarse para proyectar imágenes.


la

El escenario, a oscuras. Luz sobre el atril de la derecha: Bertolt


a

BRECHT ordena unos papeles, se ajusta las gafas. Adivinamos a los


at

restantes personajes, sentados en las sillas, entre las sombras


.c

Bertolt BRECHT se apoya en el atril, mira al públicoo, comienza a


w

hablar.
w
w

Brecht.- Con mucho interés he recibido la noticia de que, en una


discusión sobre teatro, Friedrich Dürrenmatt planteó esta
interrogante: ¿se puede reproducir el mundo de hoy en el
teatro?
Desde mi punto de vista, para que el teatro constituya una
vivencia ha de responder a la verdad
Mucha gente señala que la vivencia en el teatro se va
debilitando; pero no hay tanta gente que comprenda que el
mundo actual es cada vez más difícil de reproducir. Esta

–3–
convicción fue lo que llevó a muchos autores y directores a
la búsqueda de nuevos recursos artísticos.
Yo mismo, como ustedes saben muy bien, he hecho muchos
intentos de enfocar el mundo actual, la vida social de hoy, a
través de la lente del teatro.
Mientras escribo estas líneas estoy a un centenar de metros
de un gran teatro, que cuenta con buenos actores y toda la
maquinaria técnica necesaria. En este teatro puedo hacer
todo tipo de ensayos, secundado por numerosos
colaboradores –la mayor parte de ellos jóvenes–, con un

t
amplísimo material literario y gráfico de nuestros montajes,

ca
y con una minuciosa documentación sobre los diferentes

a.
problemes acaecidos y las soluciones aportadas en cada
caso. Tengo, pues, a mi alcance, todas las posibilidades: sin

m
embargo, no puedo afirmar que la dramaturgia, a la que por
ra
determinadas razones he calificado de no-aristotélica, y la
nd
correspondiente técnica interpretativa épica, representen la
solución. En cualquier caso, hay algo que se intuye con
la

claridad: el mundo de hoy sólo puede describirse ante el


a

hombre de hoy si se le describe como un mundo


at

transformable.1
.c

BRECHT recoge parsimoniosamente sus papeles. El HOMBRE y la


w

MUJER se levantan, avanzan a primer término.


w
w

Mujer.- (Rotunda, lisonjera. Al públicoo) Excelente. (Pausa. Mira a


su compañero. Se siente obligada a explicarse) Eso quiere
decir que en el mundo no hay nada cerrado, ningún idea,
ningún sistema: todo es transformable. (Dándose cuenta de
lo que ha dicho, comienza a estar preocupada) Todo puede
ser, pues, sometido crítica...

1
Bertolt Brecht: La dialéctica en el teatro.
–4–
BRECHT continua recogiendo sus papeles, como si no hubiera oído
nada. Pero realmente espía, por el rabillo del ojo, los movimientos y
los gestos del hombre.

Hombre.- (En voz baja) Podríamos considerarlo... teniendo en cuenta


las circunsncias y la personalidad del autor... y teniendo en
cuenta también su contribución a la consolidación de una
auténtica cultura socialista en la República Democrática
Alemana... podríamos considerar, digo, este texto como...

Tensión. Hasta BRECHT deja lo que está haciendo y levanta la

t
cabeza.

ca
... no contrario a la ortodoxia.

a.
Mujer.- ¿Indiferente?
Hombre.- (Resolutivo) No contrario.
m
ra
Brecht.- (Al público. Recita) La cuerda cortada puede volver a unirse
nd

y aguantará de nuevo, y pese a todo


la

siempre estará cortada.2


a
at

BRECHT abandona el atril. La MUJER avanza hacia él, le entrega


.c

una carta que saca del bolsillo.


w

Mujer.- Una carta.


w
w

Hombre.- (Somriendo, con complicidad) De Finlandia...


Brecht.- (Con la carta en la mano, nostálgico) Finlandia...

El HOME y la MUJER retroceden a segundo término. BRECHT ha


quedado solo, en el centro de la escena. Sobre el telón del foro
comienzan a proyectarse unas imágenes en blanco y negro, de
paisajes, ciutades finlandesas y aspectos de la vida cotidiana de este
país, en torno a 1940. La proyección se mantendrá durante todo el
parlamento de BRECHT.

2
La cuerda cortada, poema de Brecht.
–5–
Llegamos por barco a Finlandia el diecisiete de abril de
1940. Tras nosotros quedaban los meses pasados en
Dinamarca y en Suecia. Mis amigos de aquellos países no lo
entendían: “¿Por qué te vas? ¿De qué tienes miedo? A Hitler
no le interesan sus hermanos arios del norte. Nosotros somos
neutrales…”
Quizá por eso mismo: porque me preocupen los tractados de
no agresión que firma Hitler. Recuerdo cómo jugó a tres
barajas cuando la guerra de España…
Mujer.- (Con menosprecio, le interrumpe) ¡La guerra de España! En

t
Madrid se quedaron esperándote. Y en Valencia. Tenías que

ca
haber ido con motivo del Congreso de Intelectuales en

a.
defensa de la cultura… Pero no hiciste el viaje: te dan miedo
las bombas.
Hombre.-
m
(Irónioc) La prudencia es una virtud de los buenos
ra
comunistas… Aunque el señor Brecht no haya tenido nunca
nd
carnet.
la

Brecht.- (Molesto) No me dan miedo las bombas. Tenía mucho


trabajo, y trasladarme de Paris a Madrid habría significado
a
at

retrasarlo.
.c

Mujer.- ¿Seguro?
w

Brecht.- Por supuesto. Lo del miedo se lo inventó Ruth Berlau.


w

Mujer.- Ella sí que fue… (Con admiracinó) Una mujer llena de


w

fuerza, ¿verdad, señor Brecht?


Hombre.- Y una buena colaboradora. (Con intención) Usted siempre
ha sabido rodearse de buenas… colaboradoras.
Mujer.- (Al HOMBRE) ¡Machista!

El HOMBRE va a replicarle, pero BRECHT, con un gesto un poco


cansado, los hace callar.

Brecht.- El trabajo del artista necesita, para desarrollarse


correctamente, determinadas condiciones, no sólo
–6–
esprirituales, sino también, digamos, físicas. Helene Weigel,
mi “esposa” (Remarca intencionadamente la palabra) no
sólo es una gran actriz y una excelente madre. También sabe
cómo resolver todos los pequeños problemas domésticos que
han ido surgiendo.
Gracias a ella dispongo de una habitación de trabajo en
condiciones en nuestra casa de Helsinki. Una habitación
muy cómoda.
Mujer.- (Lee) “La habitación no era muy grande, pero como mínimo
Brecht podía desplegar sus originales. Creo recordar que

t
además de este pequeño despacho la casa tenía también una

ca
especie de recibidor con puerta acristalada y una cocina

a.
estrecha y muy larga. Helene Weigel acondicionó el
recibidor como habitación de los niños. A todo lo largo de la

m
cocina puso una cuerda y colgó de ella una cortina, de forma
ra
que de una habitación hizo dos. Una parte la destinó a cocina
nd
y lavadero, y la otra a dormitorio para ella.”3
Hombre.- (Divertido) Una casa muy cómoda… para usted.
la

Brecht.- (Ignorándolo) Meses de trabajo intenso los de Finlandia…


a
at

Hay tantos textos que someter a revisión… Y tengo tantas


ideas por desarrollar… No doy abasto...
.c
w

Va hacia el fonda, coge una de las sillas y la pone en el centro,


w

primer término, mientras habla. Dudando:


w

Quiza deba plantearme lo de las siestas... (Se sienta,


decidido) De ningún modo.

El HOMBRE coge una segunda silla, la pone al lado de la que


ocupa BRECHT y se retira a segundo término.

Debemos mantener las buenas costimbres cueste lo que


cueste. Y las buenas amistades...

3
Recuerdos de Ruth Berlau, pp. 99-100.
–7–
La MUJER asume ahora la personalidad de HELLA WUOLIJOKI y
avanza hacia donde está BRECHT. Se sienta en la otra silla.

Mujer/Hella.- En confianza: pienso que la historia es muy teatral… Yo


misma…
Brecht.- (La interrumpe, sin hacerle caso) Excelente su café, senyora
Wuolijoki. Tan excelente como su residencia de verano…
Ah, y que sus novelas, claro.
Mujer/Hella.- Llámeme Hella, por favor.
Brecht.- Pues bien, Hella... (Sin comprometerse) Esta historia, sí,

t
bien... Quizá desde el punto de vista narrativo...

ca
Mujer/Hella.- Yo le hablaba de una obra de teatro. Un rico hacendado sin

a.
escrúpulos qu, cuando se emborracha, se convierte en una

m
excelente persona, amigo de sus criados, benefactor de todo
ra
el mundo, y que hace de su chófer su confidente… Pero que
cuando se le pasan los efectos del alcohol…
nd

Brecht.- Folklore. Interesante, sin duda.


la

Mujer/Hella.- (Esperanzada) Podríamos escribir la obra juntos. La historia


a

del rico hacendado Puntila y su criado Matti. ¿Qué le


at

parece?
.c

Brecht.- ¿Escribirla? Sí. ¿Por qué no?


w
w

Se levanta. Se vuelve hacia donde está MIRJAMI.


w

Di: ¿tú qué piensas?


Mirjami.- (Sorprendida, avanza a primer término) ¿Yo?

La MUJER/HELLA se levanta también, retira su silla a segundo


término.

Brecht.- Tú, claro. Imagínate que eres el criado y que yo soy


Puntila…

Ante la cara de desconcierto de MIRJAMI, ríe.

–8–
No, mujer, es una broma. Te ha gustado la historia, ¿a que
sí?

MIRJAMI mira al suelo, no dice nada. BRECHT, sorprendido, le


pregunta:

¿Se puede saber que te pasa?


Mirjami.- Quizá dirá usted de mí que soy una tonta...
Brecht.- ¿Por qué tendría que decirlo?

MIRJAMI calla, como si no se atreviese a explicarse. BRECHT

t
insiste.

ca
Pero habla, mujer...

a.
Mirjami.- No me gusta como acaba.

m
ra
BRECHT la mira, boquiabierto. No está acostumbrado a recibir
críticas. La MUJER/HELLA, en segundo término, sigue el diálogo con
nd

mucho interés.
la

Brecht.- ¿Ah, no? (Pausa) Entonces... ¿se puede saber cómo te


a
at

gustaría que acabara?


.c

Mirjami.- (Con timidez) Bien.


w

BRECHT hace gesto de no entender.


w
w

Quiero decir… que el criado tiene derecho a la felicidad, y


su amo también, y su hija… y todos.

Se da cuenta de la cara poco amigable de BRECHT y trata de


arreglarlo como puede.

Que acabe bien, y también que sea emocionante. La gente va


al teatro a emocionarse y a divertirse… (Con voz casi
inaudible) Es lo que yo pienso.

Silencio incómodo.

–9–
L’HOME avança ara cap a BRECHT i trau una carta de la
butxaca. La projecció finalitza.

Hombre.- Una carta (Sonriente, con complicidad) De Finlandia...


Mujer/Hella.- (Con reconvención) De una mujer.
Brecht.- (Con la carta en la mano. Con añoranza) De Finlandia…
(Lee el remitente, esforzándose por recordar) Mirjami…
Mujer/Hella.- A veces deberíamos escuchar lo que dice la gente sencilla.
(Pausa. Transición. Al público) El caso es que Brecht y yo
no nos entendimos. Lo que escribió… (Sacude la cabeza,

t
resopla) No sé… Demasiado frío… Demasiado cerebral. Y

ca
el teatro no es eso… (Con un suspiro) Un hombre muy

a.
peculiar, pero un gran escritor. Lástima que las

m
circunstancias le hayan obligado a irse de Finlandia…
ra
BRECHT y el HOMBRE van hacia un lateral, se separan de la
nd
MUJER, que abandona su seu papel de HELLA Wuolijoki.
la

Brecht.- (Seco, al HOMBRE) No son “las circunstancias”. Llamemos


a

a las cosas por su nombre: Finlandia ha dejado de ser


at

territorio seguro.
.c

Hombre.- Ya entiendo. (Pausa) Entonces, habrás pensado en la


w

posibilidad de establecerte en la Unión Soviética...


w

Brecht.- Corren malos tiempos. Aunque firmó el pacto, dudo que


w

Hitler respete eternamente la Unión Soviética. Será mejor


para todos nosotros marcharnos un poco más lejos. Necesito
paz y tranquilidad para escribir. Y hay personas que
dependen de mí, me siento responsable de su seguridad...

La MUJER se les acerca.

Mujer.- Habéis conseguido los visados, supongo.


Brecht.- (Con cansancio) El problema es Grete… Con su
tuberculosis, en los Estados Unidos no la quieren admitir

– 10 –
como immigrante. (Pausa) Y, claro, no podemos dejarla
aquí… Se encuentra enferma…
Hombre.- En su estado, un viaje en barco desde Suecia a los Estados
Unidos no es nada recomendable.
Mujer.- Pero Bert tiene razón. Grete tiene que irse: en Finlandia los
nazis crecen como hongos. Y los peores no son los que
vienen de Alemania; los peores son los que tenemos en casa.
Brecht.- (Enérgico, al HOMBRE y a la MUJER) Ese es un buen
problema. Tenéis que resolverlo cuanto antes.

t
BRECHT se separa del HOMBRE y la MUJER, va al lateral

ca
contrario.

a.
Mujer.- (Al público) Finalmente conseguimos para Grete un visado

m
de turista… Después, ya veríamos.
ra
Brecht.- (Al público) Elegimos el corredor de Pecenga para tratar de
nd
salir de Finlandia. Pensamos que así ahorraríamos tiempo y
dinero, que no nos sobran. Partimos el día 13 de julio.
la

Hombre.- (Al público, con un punto de sarcasmo) Una familia muy


a
at

bien avenida, la gran familia Brecht: él, sus hijos, Stefan y


Bárbara, su mujer Helene Weigel, su secretaria Grete
.c

Steffin, tan enferma que casi no podía ni moverse, y su


w

fiael...
w
w

Mira a la MUJER, sonríe, malicioso.

... “colaboradora” Ruth Berlau.


Mujer.- (Con conmiseración) Acabaría su vida en un manicomio,
pobre chica...

MIRJAMI, que durante la escena anterior había permanecido en


segundo término, se adelanta hasta llegar a la misma altura que
BRECHT. Quedan, así, BRECHT y MIRJAMI a un lado de la escena, y
el HOMBRE y la MUJER en el contrario.

– 11 –
Mirjami.- (Al público) Pero no pudimos llegar a Pecenga. Los nazis
controlaban la región. Nos encontrábamos prácticamente en
el círculo polar y aunque estábamos a mediados de julio el
frío era grande y el camino muy difícil: zonas medio
inundadas, desniveles abruptos…
Brecht.- (Al público) Por eso dimos la vuelta en dirección contraria
hacia el sur. Y dos días después atravesamos la frontera con
la Unión Soviética. Ja estábamos fuera de peligro.

La MUJER mira al HOMBRE, con complicidad. Después, se dirige


a BRECHT.

t
ca
Mujer.- Fueron dos días de viaje, ¿no es eso?

a.
Brecht.- (Molesto) Aproximadamente, sí.

m
Hombre.- (Interesado) Serían momentos muy difíciles para la familia
ra
Brecht... (Sonríe, malicioso) Y los... (Corrigiéndose) quiero
nd
decir, las... acompañantes.
Brecht.- (Molesto) Sí, más o menos…
la

Mujer.- ¿Y no tuvieron ningún encuentro inesperado, algún


a
at

incidente?
.c

Brecht.- (Molesto) Un incidente sin importancia, cerca de Pecenga.


w

No nos retrasó demasiado el viaje.


w

BRECHT se separa de MIRJAMI, mira al HOMBRE y a la MUJER,


w

enfadado. Va al centro de la escena, primer término. La MUJER


avanza hacia él, le da una carta que saca del bolsillo.

Mujer.- Ha llegado una carta.


Hombre.- (Somriendo, con complicidad) De Finlandia...

MIRJAMI se acerca al atril de su lado, toma de él un papel.

Mirjami.- (Lee con timidez) Supru, veinte de julio de 1953. Distinguido


y admirado señor Brecht. Quizá ya no se acuerde usted de

– 12 –
mí… Hace doce años que nos vimos y desde aquel catorce
de julio del cuarenta y uno no hemos vuelto a mantener
ningún contacto. Soy Mirjami, la mujer del guardabosques
Jöns Snellman…
Bien, la mujer ya no. Su viuda.
¿Me recuerda? En aquella época vivíamos cerca de la
frontera con Noruega i la Unión Soviética. Y usted y su
grupo trataban de llegarar a Pecenga.
Se habían perdido cerca del lago de Soulisjärvi. Usted
buscaba a alguien que los pudiera guiar…

t
ca
Hombre.- (A media voz) Qué remedio… Era el único hombre del
grupo. Tenía que dar ejemplo…

a.
Mirjami.- Cuando se despidió me dijo que podía pedirle lo que

m
quisiera. ra
Por eso le escribo ahora… Estoy sola, con mi pequeño
nd
Alvar. Y había pensado emigrar a la República
Democrática… Sempre he sido una buena y leal militante
la

comunista.
a
at

Sé que usted es muy importante en su país, por eso le ruego


que me facilite los trámites, que me avale ante las
.c

autoridades.
w

Espero que mi petición no le cause molestias.


w
w

Siempre admiradora suya,


Mirjami Leino, viuda de Snellman.
Brecht.- (Tratando de recordar) ¿Se llamaba realmente Mirjami? ¿Y
su fill? No recuerdo que tuviera ningún hijo…
Mujer.- (Amb reconvención) Tú no te has preocupado demasiado de
los tuyos…
Hombre.- Ni de los de tus colaboradoras: “Ruth ha sido operada”, así
es como consignaste en tu Diario de trabajo el nacimiento
del hijo de Ruth Berlau… y tuyo.

– 13 –
BRECHT va hacia el atril de su lado, toma de él un papel.

Brecht.- (Lee) Berlín, doce de septiembre de 1953.


Querida señora Leino. Perdone que haya tardado tanto en
responder a su carta, pero esta me ha llegado con mucho
retraso.
Ni que decir tiene que puede usted contar conmigo para todo
lo que necesite. Le he remitido ya su carta carta al
Secretariado de Inmigración y la he acompañado de un
informe mío donde les explico que usted y su marido –por

t
cierto, no sabe cuánto lamento que nos haya dejado– nos

ca
ayudaron a reencontrar el camino a la Unión Soviética, y que

a.
sin usted yo posiblemente hubiese muerto a la orilla de aquel
llago: de hecho usted misma me dijo que, cuando me

m
encontró, sin conocimiento, parecía talmente un cadáver. Y
ra
que, estoy seguro, habríamos caido en manos de los nazis sin
nd
su inestimable ayuda.
Déle muchos besos a su hijo… (Pausa. Con cierta
la

prevención) Por cierto, no me ha dicho qué edad tiene.


a
at

Saludos cordiales de su amic... Bertolt Brecht.


.c

Mirjami.- (En su atril, lee con un tono muy animado)


w

Supru, dos de octubre de 1953.


w

Admirado y quertido senyor Brecht:


w

Su carta me hace sentirme muy feliz. No dudo que sus


gestiones darán el fruto que tanto deseo, y que no tardaremos
mucho en agradacerle personalmente las atenciones que ha
tenido con nosotros…
¡Tengo tantas ganas de verlo! De verte... Si me permites
tutearte... Mi alemán no es muy bueno, ya te habrás dado
cuenta... Y así, de “tú”, me resulta más fácil.
A la pregunta que me hiciste sobre mi hijo, te diré que en
abril cumplió onee años. Ya es todo un hombrecito y tiene

– 14 –
muchas ganas de conocer al gran escritor de quien tanto ha
oído habrar a su madre.
Siempre a tu disposición. Hasta muy pronto…

BRECHT ha acompañado la lectura de los últimos párrafos con un


cómputo con los dedos, rápido y mal disimulado. Su gesto es ahora
muy serio. Se acerca a donde está MIRJAMI; suavemente pero con
firmeza le arrebata la carta que acaba de leer, la vuelve a meter en un
sobre en el que escribe unas palabras, toma por los hombros a
MIRJAMI y, sin decirle nada, la conduce al foro. Después de
cerciorarse de que no se mueve, BRECHT se acerca a la MUJER y le

t
entrega el sobre.

ca
a.
Mujer.- (Lo toma y lee) Destinatario desconocido…

m
Va a donde está MIRJAMI y le da el sobre; MIRJAMI se queda muy
ra
afectada al ver lo que hay escrito en él.
nd
La MUJER coge algún elemento de atrezzo para caracterizarse
como LOTTE Lenya, mientras dice, admirada, al HOMBRE, que se ha
la

puesto a su lado:
a
at

Muy, muy hábil…


.c

Hombre.- Ya puedes decirlo. El problema… (Vacila) El problema…


w

Mujer.- (Interesada) ¿Sí?


w

Hombre.- (Lo dice con mucho cuidado) Es que a la larga uno acaba
w

viéndolo venir…

La MUJER, ahora convertida en LOTTE Lenya, va hacia el atril.

Mujer/Lotte.- (Lee) Querido Kurt, no me fío, nunca he creido que Bert


pudiera cambiar de carácter, un carácter que es interesado y
siempre lo será. No me cabe duda de que habrá vivido
situaciones desagradables, pero no tan desagradables como
para que le hayan cambiado el carácter. Querido, ya sé con
qué facilidad te olvidas de las cosas, pero hazle caso a tu

– 15 –
Lotte, yo me acuerdo muy bien de todo lo que te hizo. Y no
fue poco. Pues claro que quiere volver a colaborar contigo.
Es lo mejor que podría sucederle, colaborar contigo ahora
que Kurt Weill es un nombre prestigioso y respetado en
Broadway. Pero estoy tan convencida de que a los pocos
días estarías tan disgustado con él que podría describirte
ahora mismo lo que iba a pasar.4
Brecht.- (Enfadado, avanza hacia su atril. Lee)
Santa Mónica, veinte de mayo de 1943.
Querido Kurt:

t
ca
No entiendo cómo, después de todo lo que hemos trabajado
juntos, me respondes que te es imposible hacerlo ¡justo

a.
ahora cuando necessito im-pe-rio-sa-men-te ganarme la vida

m
en los Estados Unidos! ¡Yo, que tanto dinero he hecho que
ra
te embolsaras gracias a mis canciones…! Y eso que dices de
que el mundo de Broadway es muy diferente al del Berlín de
nd

los años veinte es una tontería. Me siento capaz, muy capaz,


la

lo mismo para escribir guiones de cine que libretos para


musicales… Y te lo demostraré. (Pausa. Con intención)
a
at

Muchos recuerdos para nuestra querida Lotte Lenya… (Un


punto sarcástico) ¿Ya ha encontrado el lugar que se merece
.c

en el mundo del music-hall americano? La verdad es que no


w

sé qué dirías ni qué harías sin ella.


w
w

Pausa. Pare él, rememorando.

Nunca cantará nadie como ella la canción de Jenny de los


piratas.

Sonríe, pensativo.

Es divertido: subtitulé “los sueños de una joven cocinera”...

Suspira.

4
Donald Spoto: Lotte Lenya, p. 157.
– 16 –
¡Éramos idealistas, hacía tan poco que habíamos comenzado
a vivir! A nuestro alrededor Alemania se encontraba en
ebullición...

La MUJER/LOTTE canta ahora, en segundo término, un breve


fragmento de la canciçon de Jenny, de “La ópera de perra gorda”.

Mujer/Lotte.- (Canta)
Meine Herren, heute sehen Sie mich Gläse abwaschen
Und ich mache das Bett für jeden.
Und Sie geben mir einen Penny, und ich bedanke mich

t
[schnell

ca
Und Sie sehen meine Lumpen und dies lumpige Hotel

a.
Und Sie wissen nicht, nit wem Sie reden.

m
Und Sie wissen nicht, nit wem Sie reden.5
ra
El HOMBRE, mientras tanto, va poniéndose los elementos de
nd
atrezzo que lo caracterizarán como Kurt WEILL. Va hacia el atril.
la

Brecht.- ... ¡cuánto añoro aquellos años en los que creíamos que tod
a

era posible, que vivir era una gran aventura y el mundo un


at

territorio virgen que había que explorar! Formábamos una


.c

buena piña: Caspar Neher, Elisabeth Hauptmann, Theo


w

Mackeben, Lewis Ruth, Helene Weigel, Ernst-Josef


Aufricht, Enric Engel... y mis queridos Kurt Weill y Lotte
w

Lenya...
w

Mientras va citando los nombres, se proyecta a su espalda


fotografía del grupo. Sendos círculos acaban señalando a Brecht,
Weill y Lotte Lenya. Finalmente toda la imagen se desvanece y sólo
queda en pantalla el rostro –desenfocado por exceso de ampliación–

5
“Señores míos, ahora me veis fregar la vajilla / y hacer las camas para los huéspedes, / y
no dais una propina y yo os doy las gracias / y veis mis harapos en el hostal harapiento, / y
no sabéis, señores míos, con quien habláis...” Adaptado de L’òpera de tres rals, traducción
de Feliu Formosa.
– 17 –
de Kurt Weill. Cuando comienza la lectura de la carta siguiente, la
imagen de Weill se desvanece también.

Home/Weill.- (Lee)
Brook House (New City), New York, seis de noviembre de
1943.
Querido Bert:
Si pretendías herirme con tus comentarios, ciertamente lo
has conseguido. “Tus canciones”, dices. ¿Y mi música?
¿También la compusiste tú? Y, por lo que respecta al dinero,

t
tanto dinero me has hecho ganar tú a mí como yo a ti...

ca
Estamos, por lo tanto, en paz.

a.
m
La MUJER/LOTTE se vuelve hacia el atril ante el que está el
HOMBRE/WEILL, habla alternativamente a éste y al público.
ra
nd
Mujer/Lotte.- No, no lo estáis. El contrato que firmasteis poco antes del
estreno La ópera de perra gorda, la obra más conocida de
la

las que escribisteis conjuntamente, le favorecía a él, que


a

insistió en percibir el 62,5% de los derechos, mientras que tú


at

sólo percibías el 25%, y Elisabeth Hauptmann –colaboradora


.c

y “admiradora” (¡otra más!) del escritor–, que había hecho la


w

traducción al alemán de La ópera del mendigo, el 12,5%


restante. Pero Brecht siempre actuó com si él fuese el único
w

propietario de la obra, y tractaba con agentes y editores, y


w

negociaba con ellos sin pedirte nunca opinión.6


Hombre/Weill.- (Enfadado, a BRECHT) Y lamento muchísimo que te
niegues a entender que en los Estados Unidos no hacen las
películas ni los musicales como en Europa. Quizá te crees
que como has hecho trizas la preceptiva aristotélica tú solito,
no te costará nada hacer lo mismo con las formas que tienen
aquí de escribir. Pues vas muy equivocado.

6
Donald Spoto: Lotte Lenya, p. 89.
– 18 –
Los guiones de cine, lo mismo que los musicales, tienen su
lógica. Una lógica empresarial, si prefieres, pero déjame que
te diga, amigo mía, que sin esta lógica ni tu admirado
Chaplin habría llegado donde ha llegado, ni decenas de
millones de espectadores de todo el mundo se
entusiasmarían ante un cine y una música que tú en el fondo
desprecias porque, como tantos europeos, te resistes a
aceptar que en el Nuevo Continente hay teatro, música y
cine de tanta calidad como la que podemos encontrar en
nuestra casa. Si no más.

t
Enfadado, va hacia donde está el piano y se sienta ante él. Levanta

ca
la tapa y, aún enfadado, prueba cómo suena.

a.
BRECHT que ha estado haciendo como que leía para sí mismo la

m
carta de Weill la rasga con rabia y se retira al fondo de la escena, al
ra
lado de donde se encuentra MIRJAMI. Toma asiento.
nd
Mujer/Lotte.- (Se acerca al HOMBRE/WEILL, lo abraza y lo besa,
admirada) Querido, cuando quieres hacer daño, sabe cómo
la

hacerlo…
a
at

Después, sin pausa, retoma la canción de antes. El


.c

HOMBRE/WEILL la acompaña al piano.


w

(Canta)
w

Meine Herren, da wird wohl Ihr Lachen aufhören


w

Den die Mauern werden fallen hin


Und am dritten tage ist die Stadt dem Erdboden gleich
Nur ein lumpiges Hotel wird verschont von jedem Streich
Und man fragt: Wer wohnt Besonderer darin?
Und man fragt: Wer wohnt Besonderer darin?7

7
“Señores míos, seguro que no reiréis más, / porque las paredes se vendrán abajo: / la
ciudad quedará tan plana como la palma de la mano, / sólo quedará en pie un hostal
destartalado, / y diréis: ¿es que vive ahí alguien especial?...” Adaptado de L’òpera de tres
rals, traducción de Feliu Formosa.
– 19 –
Sin solución de continuidad, la canción se transforma: sobre la voz
de la MUJER/LOTTE se escucha la del HOMBRE/WEILL que canta,
acompañándose al piano, el inicio de “September song”.

Hombre/Weill.- (Cantando)
When I was a young man courting the girls
I played me a waiting game.
If a maid refused me with tossing curls
I’d let the old earth take a couple of twirls
And I’d ply her with tears instead of pearls
And as time came around, she came my way

t
ca
As time came around, she came

a.
But it’s a long, long while from May to December
And the days grow short whwn you reach September.

m
The autumn weather turns the leaves to flame
ra
And I haven’t got the time for the waiting game.8
nd

Durante unos segundos, las dos voces se mezclan. Finalmente, la


la

MUJER/LOTTE calla y sólo se escuchan las primeras frases musicales


a

de la canción del HOMBRE/WEILL, dichas con un cierto aire de


at

desafío. Pronto deja de cantar también, pero no de tocar el piano, el


sonido del cual acompañará la carta de MIRJAMI.
.c
w

MIRJAMI, que ha estado reuniendo fuerzas durante todo este


w

tiempo, se dirige de nuevo al atril y lee. Su voz, débil y llena de


vacilaciones, va tomando fuerza a medida que avanza la lectura .
w

Mirjami.- (Leyendo).
Supru, seis de noviembre de 1953.
8
“Cuando yo era joven y galanteaba a las muchachitas / acostumbraba a entretenerme con
el juego de la espera. / Si una chica me rechazaba sacudiendo sus rizos / yo esperaba a que
este viejo mundo girase un par de veces / para después importunarla con lágrimas en lugar
de perlas. / Y, llegado este momento, ella se me acercaba / llegado el tiempo, ella se me
acercaba. / Pero hay mucho, demasiado tiempo entre mayo y diciembre / y los días se
acortan cuando llega septiembre. / El otoño convierte las hojas en llamas / y yo ya no tengo
tiempo para el juego de la espera.” September song. Letra de Maxwell Anderson, música de
Kurt Weill.
– 20 –
Distinguido y admirado señor Brecht:
No entiendo qué ha podido pasar, ni siquiera sé si esta carta
llegarà a sus manos.
Aun así, le escribo porque necesito convencerme de que
todo es fruto de una confusión.
Porque si no… Porque si realmente usted la hubiese
rechazado… no podría soportarlo.
Me costó mucho superarlo cuando el cartero me devolvió mi
anterior carta. No había ningún error: la dirección era la
misma que figuraba en el sobre de la última suya. ¿Cómo es

t
ca
posible, pues, que pusiera “destinatario desconocido”?

a.
Comienza a escucharse un murmullo lejano, que va creciendo, com

m
si se acercara un gran genío. BRECHT lo oye, levanta la cabeza,
ra
patece ponerse en guardia.
nd
Como tenía unos ahorros, me acerqué a Rovaniemi. En la
Biblioteca reciben prensa alemana y no encontré ninguna
la

noticia de que usted hubiera abandonado su país. Los


a

camaradas...
at

El murmullo ha aumentado: es una manifestación y podemos


.c

distinguir gritos de “¡Libertat!” y “¡Fuera los soviéticos!”. BRECHT


w

permanece quieto, inexpresivo.


w
w

... me confirmaron también que usted se mantenía fiel a sus


compromisos con el pueblo trabajador y que su carta de
apoyo al régimen a raíz de los hechos de junio del año en
curso había tenido efectos muy positivos…

El HOME se acerca a BRECHT. Este se levanta, va hacia el atril


de su lado, coge un papel que hay encima y comienza a leer. Pero sus
palabras resultan ahogadas por los gritos de los manifestantes, que
son ahora ensordecedores. Los gritos se interrumpen de repente. Y
entonces escuchamos la voz de BRECHT en medio del súbito silencio:
está acabando de leer su carta.

– 21 –
Brecht.- (Solemne) Quiero expresar en este momento mi solidaridad
al Partido Socialista Unificado de la República Democrática
Alemana.

Pausa. Ahora, con voz natural, como justificándose, dice, mientras


pliega la carta y se la guarda en el bolsillo:

Es la única frase de la mi carta que la censura me dejó


publicar en la prensa.

El HOMBRE se encoge de hombros, como diciendo: “Así son las


cosas”. Seguidamente se vuelve hacia MIRJAMI.

t
ca
Hombre.- (A MIRJAMI, disculpándose) Perdone. Continúe.

a.
Mirjami.- (Después de una pausa, continúa leyendo. Con miedo)

m
Entonces, señor Brecht, ¿por qué no me responde?
ra
No quisiera pensar que se ha sentido molesto porque en mi
nd
anterior carta me atreví tutearlo. Ahora comprendo que fue
una ligereza imperdonable y le pido disculpas.
la

No, mejor: perdón. Las disculpas resultan demasiado


a
at

formales entre dos personas que se han sentido, aunque sólo


fuera por breve tiempo, tan próximas.
.c
w

Le pido, pues, perdón.


w

Piense en el pequeño Alvar… Para él, usted es un mito…


w

Cuando era un niño de pañales, lo dormía con sus poemas…


Poemas de amor y también poemas que le incitaran a la
lucha.
Me inventaba la música.

En segundo término, la MUJER canta a media voz una canción de


cuna.

Mujer.- (Canta)
Esclavo, ¿quién te dará la libertad?
– 22 –
Los que están en la sima más honda,
ellos te verán, compañero,
te oirán gritar.
Son los esclavos quienes te liberarán.
O todos o ninguno. O todo o nada.
Un hombre solo no puede salvarse.
O fusiles o cadenas
O todos o ninguno. O todo o nada.9
La canción pasa a segundo término.

Mirjami.- (Continúa leyendo, sobre la canción de cuna)

t
ca
Mi hijo ha aprendido alemán con sus poemas.

a.
Igual que yo.

m
A mi marido era algo que no le hacía ninguna gracia. Me
ra
decía que lo que tenía que hacer era aprender rus, que esa sí
que es la lengua del futuro.
nd

O como mínimo el sueco…


la

Pero el alemán… ¡qué tontería!


a
at

Yo lo hacía callar enseguida.


.c

“¿Te acuerdas?”, le decía; “¿te acuerdas del señor Brecht,


w

cómo nos recitó, antes de irse, las Preguntas de un obrero


w

ante un libro?”
w

Tú no la conocías. Y hasta aquel momento te habías


empeñado en burlarte de lo inútiles que son los intelectuales:
“Unos parásitos. ¡Tendríamos que expulsarlos de la sociedad
ideal!
“Y si no, ahí lo tienes, el famoso Bertolt Brecht, ¡incapaz de
orientarse, perdido y a las puertas de la muerte!
“A ningún obrero, a ningún campesino le habría pasado
eso…

9
O todos o ninguno, poema de Brecht.
– 23 –
“En cambio, a los escritores… se les va toda la fuerza por la
boca.”
Y él, él, te hizo callar.
¿Te acuerdas? Aquellas palabras que apenas entendías
hablaban también de la miseria, de tu padre y de tu abuelo,
que murieron sin tener nada que fuera suyo, nada fuera del
hambre y los sufrimientos.
Llorabas. A pesar de tus esfuerzos, lloraste.
Saliste corriendo de la cabaña, avergonzado.

t
No habías llorado ni cuando murió tu madre. Y aquel

ca
hombre que despreciabas te había hecho llorar con unas

a.
palabras pronunciadas en una lengua extraña.

m
No volviste hasta bien entrada la noche. De tanta vergüenza
com pasaste.
ra
Habías dejado al guía en el refugio donde te esperaba él, con
nd

su familia. Y tú y yo nunca volvimos a hablar de ello.


la

¿Y quieres que no le enseñe a nuestro hijo (Dice “nuestro”


a

mirando fijamente a BRECHT) una lengua tan bella?


at

BRECHT, que al principio hacía como que escuchaba la carta suns


.c

demasiado interés, ha acabado fascinado por MIRJAMI. No puede


w

dejar de mirarla.
w
w

¿Entiende, señor Brecht, por qué necesito verlo de nuevo y


que Alvar lo conozca?
Si usted no lo cree así, per piedad, dígalo.
Todo, todo, será mejor que esta ausencia de noticias suyas.

MIRJAMI ha acabado de una forma rotunda y se queda inmóvil. La


MUJER deja de cantar de modo igualmente repentino. Va al lado de
MIRJAMI, la acompaña hacia el fondo, mentre mientras murmura.

Mujer.- ¡No tiene corazón, ese hombre!

– 24 –
BRECHT, todavía impresionado, toma un libro que hay sobre el
atril, busca una página.

Brecht.- (Justificándose) No es únicamente culpa nuestra...

Ha encontrado al fin la página.

Sí, aquí... (Directamente al público, solemne) “A los


hombres futurs”.

Comienza a leer, sincero, con voz contenida.

t
Vosotros, que un día surgiréis de la confusión

ca
en la que todos nosotros nos hemos hundido,

a.
cuando hebléis de nuestras debilidades,
pensad también en los tiempos sombríos

m
de los que habéis conseguido escapar.
ra
Recita mientras pasea por delante de los atriles. Los demás
nd

personajes permanecen inmóviles en su sitio. Se trata de una lectura


la

sin grandilocuencia, nada estridente, pero muy emotiva. Incluso


a

visiblemente emotiva.
at

Nosotros cambiábamos de país como quien cambia de


.c

[zapatos
w

a través de las guerras de clases, y nos desesperábamos


w

allí donde había injusticia y nadie se levantaba contra ella.


w

Y, sin embargo, sabíamos


que también el odio contra la ignominia
desfigura el rostro.
También la rabia contra la injusticia
hace que la voz se vuelva ronca. Nosotros, por desgracia,
no queríamos preparar el camino para la amabilidad:
no pudimos ser amables.
Pero vosotros, cuando lleguen los tiempos
en que el hombre sea un amigo para el hombre,
pensad en nosotros

– 25 –
con indulgencia.10

El HOMBRE se le acerca con actitud de irónica reconvención:


ahora es BENO BESSON, uno de los ayudantes de Brecht.

Hombre/Benno.- ¿Este es tu famoso efecto de distanciamiento? Te encuentro


desentrenado.
Brecht.- ¿Lo crees de verdad?
Hombre/Benno.- Tú dirás: casi me has hecho llorar…
Brecht.- ¿Y eso es malo?

t
ca
Cara de perplejidad del HOMBRE/BENNO.

a.
¿Pero por qué os empeñáis todos en hacer que mi teatro

m
sea… no, no, mejor dicho: que “parezca” terriblemente
aburrido? (Con un suspiro) ¡Y tengo que oír esto del que
ra
consideraba uno de mis mejores colaboradores! (Mueve la
nd
cabeza. Como para él) Sólo Egon Monk me entendía…
Lástima que haya decidido irse a la otra Alemania. Tenía
la

sentido del humor.


a
at

La MUJER, que permanecía en el foro junto a MIRJAMI, vuelve


.c

ahora con una libreta de taquigrafía y una silla que coloca en un


w

lateral, primer término.


w

Mujer.- Era berlinés. ¿Cómo iba a tenerlo?


w

Al HOMBRE/BENNO, mirándolo con conmiseración.

En cambio tú, querido Benno…


Hombre/Benno.- (Dolido) Sí, ya. Soy suizo… Un país que solamente ha
aportado a la historia los relojes de cuco.
Brecht.- (Riendo) Esa es buena, amigo Besson. ¿Es tuya?

10
A los hombres futuros, poema de Bertolt Brecht, párrafo tercero.
– 26 –
Hombre/Benno.- No, de Graham Greene. O de Orson Welles… no lo sé
exactamente.
Brecht.- (Decepcionado) Ja me parecía a mí… (Retoma el hilo)
Volviendo a lo que te decía antes: ¿cómo puede ser La
buena persona de Sezuan una obra aburrida? Es una historia
llena de emoción… Las emociones son como los vinos:
algunos provocan dolor de cabeza, otros enturbian la
mente… Pero las buenas, las emociones “gran reserva”, por
decirlo de alguna manera, esas te permiten entender mejor lo
que está pasando a nuestro alrededor, lo que nos está
pasando a nosotros mismos… Te tonifican como una buena

t
ca
sauna… (Concluyente) ¡No matemos las emociones; si acaso
depurémoslas!

a.
Hombre/Benno.- Ahora lo entiendo… Hacías teatro.
Brecht.- ¿Qué?
m
ra
Hombre/Benno.- (Guiñándole un ojo) A mí no me engañas: a ti siempre te ha
nd

gustado más la cerveza…


la

Brecht.- (Con un punto de desánimo) Tienes razón: eres suizo porque


a

no puedes ser otra cosa…


at

La MUJER le hace un gesto. BRECHT se da cuenta y se le acerca.


.c
w

Perdona, Isot. Me había olvidado. ¿Te importa tomar nota?


w

La MUJER se sienta en la silla y se dispone a copiar al dictado.


w

Comencemos, pues.
(Dictando) Berlín, veintidós de noviembre de 1953.
Querida Mirjami:
No sé qué ha podido pasar con su anterior carta. Ignoro qué
tipo de ataque de locura transitoria sufrió mi secretaria...

La MUJER levanta la cabeza para protestar, pero BRECHT le hace


un gesto enérgico para que continue copiando.

– 27 –
... para devolver su carta. Quizá interpretó de forma abusiva
mis órdenes de no pasarme ninguna carta de carácter
profesional mientras me encuentro en los trabajos
preparatorios del montaje de El círculo de tiza…
Usted no puede figurarse qué inoportunos llegan a ser todos
esos directores jóvenes… ¡Y los actores! Me llegan a
decenas con mi Pequeño Organon bajo el brazo, esperando
que interprete cada una de las palabras que escribí… hace ya
cuatro años!
¿Y qué decir de todos aquellos que me vienen aún con el

t
cuadro de las diferencias entre el teatro aristotélico y el

ca
teatro épico? ¿Que sabía yo, hace casi un cuarto de siglo, del

a.
auténtico teatro épico?

m
Cuatro años, un cuarto de siglo… Da lo mismo…
Demasiado tiempo en la vida de un hombre… Todos
ra
cambiamos, la vida nos hace cambiar… Y si no, mal
nd
vamos…
la

Hombre.- (Recita, muy serio)


a

Un hombre que hacía mucho tiempo que no veía al señor K.


at

lo saludó con estas palabras:


.c

–No ha cambiado usted en absoluto.


w

–Oh! –exclamó el señor K., palideciendo.11


w
w

El HOMBRE, la MUJER y el propio BRECHT ríen satisfechos. La


MUJER hace gestos a BRECHT para que continue dictando. BRECHT
retoma el hilo.

Brecht.- Sí, discúlpame... Me disperso con demasiada facilidad... Son


tantos los recuerdos que…
(Pausa. Vuelve a dictar)

11
Bertolt Brecht: El reencuentro. De las Historias del señor Keuner. Incluídas en el libro
Historias de calendario.
– 28 –
Querida Mirjami, perdone que la moleste con mis problemas
profesionales, pero ya se habrá dado cuenta de que casi no
me dejan vivir. ¡Hay tanto que hacer! Reconstruir el teatro,
que en mi patria los nazis habían llevado a unos extremos de
abyección inimaginable. Y construir, al mismo tiempo, el
teatro que necesita nostra era, en una sociedad en proceso de
transformación hacia el socialismo…
¡Y hacer, todo eso, con unos recursos claramente escasos, y
que siempre nos son regateados!

Mira, rencoroso, al HOMBRE que se ha vestido ahora una

t
chaqueta oscura con corbata, estilo apparatchik años cincuenta.

ca
a.
Hombre/Burócrata.- (Hace un gesto de impotencia) No es usted el único, señor

m
Brecht… Tenemos que satisfacer muchas demandas, cubrir
muchos frentes de la lucha cultural. Nuestros recursos son
ra
limitados, lo sabe… (Pausa. Con intención) Quizá si usted
nd
hubiese solicitado su ingreso en el Partido… O si no hubiera
optado por la nacionalidad austríaca y hubiera aceptado la de
la

la República Democrática Alemana… O si, al menos,


a

hubiera domiciliado el cobro de sus derechos de autor en la


at

patria socialista, en vez de hacerlo en la muy neutral y


.c

capitalista Confederación Helvètica... podríamos hacer algo


w

más por usted…


w

BRECHT se lo queda mirando unos segundos, no dice nada.


w

Después, continua dictando.

Brecht.- (Dictando) Discúlpeme de nuevo, mi querida Mirjami.


Los intelectuales hablamos y hablamos, siempre pensando
que los que nos escuchan son gente de nuestro mundo. Y
nuestras miserias despertarán, lógicamente, su solidaridad
perque también son las suyas…
Tenemos que esforzarnos para romper este caparazón, salir
al mundo real…

– 29 –
El tono, que hasta ahora había sido estrictamente profesional,
adopta un aire de confesión íntima. Mientras BRECHT continua
hablando, la MUJER cierra la libreta, se levanta y, arrastrando su
silla, va hacia el foro, donde ha permanecido MIRJAMI todo el
tiempo. Saca una carta del bolsillo. Se la da. MIRJAMI rasga el sobre
con excitación y comienza a leer la carta en voz baja, para ella.

Ya no nos jugamos la vida, como cuando teníamos que huir


de los nazis. Como mucho, arriesgamos nuestro prestigio,
nuestra tranquilidad, nuestro trabajo.
Poca cosa al fin y al cabo, perque cuando concluye la

t
jornada sabemos que tendremos queso en el plato y cerveza

ca
en la jarra…

a.
Le pido, pues, disculpas por no haber podido leer su carta

m
hasya ayer. ra
Y le pido también, te pido, mejor dicho, que me tutees.
nd

MIRJAMI, con la carta entre las manos avanza hacia el atril de su


la

lado mientras lee, ahora en voz alta. BRECHT calla y la observa.


a

El HOMBRE los mira, se encoge de hombros, como si no hubiera


at

nada que hacer, y va hacia donde está el piano, se sienta ante él.
.c
w

Mirjami.- (Leyendo, sobre la última frase de BRECHT )


w

Y le pido también, te pido, mejor dicho, que me tutees.


w

¿Cómo podría olvidarme de aquellas horas en vuestra


cabaña? Me salvasteis la vida… A mí, y a todos los míos.
Confío en que la embajada de la República Democrática
Alemana en Finlandia haya ya iniciado los trámites para
concederos el visado. Tengo ganas, de verdad, de hablar
personalmente contigo y de conocer al pequeño Alvar.

Sobre el telón del fondo se proyecta una reproducción fotográfica


del interior de una cabaña finlandesa. Por la derecha, montado sobre

– 30 –
una plataforma móvil, entra en escena una cama pequeña y sencilla.
Por los laterales de la escena, se ve caer la nieve.

Me permito adjuntarte un libro para él: es una edición de mis


Historias de Calendario; me lo imagino un chico muy listo y
confío que su lectura le ayudará a entender un poco mejor a
su… padre intelectual.

Mientras dice esto, MIRJAMI se acerca a la cama, la abre, se quita


el vestido y se acuesta.

Brecht.- Y para ti, esperando el día en que tengamos la oportunidad

t
ca
de encontrarnos de nuevo, este ejemplar del Señor Puntila,
que tanto éxito tuvo con motivo de su estreno en Suiza. Me

a.
gustaría que su lectura te hiciera revivir aquella discusión

m
que tuvimos acerca de la obra.
ra
Durante su parlamento, BRECHT va también a la cama, se quita la
nd
ropa y se acuesta.
la

Mientras los dos se dan un beso y se abrazan y ella se acurruca


a

contra el cuerpo de él, el HOMBRE comienza a tocar el piano. Él y la


at

MUJER cantan, a dos voces, el estribillo del song “En el lecho en que
estamos estaremos”:
.c
w

Hombre y Mujer.- (Cantando)


w

Denn wie man sich better, so liegt man


w

Es deckt einen keiner da zu


Und wenn einer tritt, dan bin ich es
Und wird einer getreten, dann bist’s du.
Denn wie man sich better, so liegt man
Es deckt einen keiner da zu
Und wenn einer tritt, dan bin ich es
Und wird einer getreten, dann bist’s du.12

12
“Porque, según como haces la cama, así te acuestas / no habrá nadie que te venga a
arropar / y si hay alguien que deba ganar, seré yo / y si hay alguien que deba ser pisoteado,
– 31 –
BRECHT y MIRJAMI se incorporan, quedan sentados en la cama.
BRECHT enciende un puro.

Brecht.- Entonces el señor Puntila, pese a que le ha pedido a su


criado Matti que no lo deje beber, cuando llega el momento
vuelve a hacerlo y se ventila una botella y otra. Y, como
siempre que bebe, el monstruo deja paso al ser humano. Es
como el doctor Jeckyll y Mister Hyde, pero al revés.
Mirjami.- ¿Com quién?
Brecht.- (Sonríe) Los personajes de una novela inglesa, no importa.

t
El caso es que vuelve a ser bueno. (Ríe) Incluso aconseja a

ca
los hijos de Surkkala el Rojo, un trabajador de su hacienda al

a.
que quiere despedir: (Actuando) “¡Hurtad, robad, haceos
comunistas, pero no seáis nunca más unos enanos mentales!”
Mirjami.-
m
(Tratando de entender) Y, eso, ¿por qué?
ra
Brecht.- Porque, cuando Puntila está borracho, se transforma en un
nd

radical anti-Puntila.
la

Mirjami.- (Sorprendida y divertida a la vez) ¿Comunista, él también?


a

Brecht.- Como si dijeramos. Y aumenta el sueldo a su criado, al que,


at

sólo en los momentos en que el alcohol lo domina, trata


.c

como a un igual.
w

Mirjami.- (Pensativa) Me da lástima este señor Puntila. En el fondo de


w

todo, tiene buen corazón.


w

Brecht.- ¿Tú crees?


Mirjami.- Y también me gusta que haya hecho que la obra pase en
Finlandia.
Brecht.- La historia me la contó una escritora de tu país. A lo mejor
la conoces.

serás tú.” Wie man sich bettet, de la ópera Ascenso y decadencia de la ciudad de
Mahagonny, libreto de Bertolt Brecht y música de Kurt Weill.
– 32 –
Mirjami.- Ja le dije que yo no leo mucho. Tenemos mucho trabajo,
Jöns y yo. (Después de una pausa. A pesar de todo,
interesada) ¿Cómo ha dicho que se llamaba?
Brecht.- No lo he dicho. Hella Wuolijoki.

En segundo término, la MUJER vuelve a adoptar el personaje de


HELLA.

Mujer/Hella.- (Al HOMBRE, que continúa sentado ante el piano) El caso


es que Brecht y yo no nos entendimos. Lo que escribió…
(Sacude la cabeza, bufa) No sé… Demasiado frío…

t
Demasiado cerebral. Y el teatro no es eso…

ca
Hombre.- He consultado con un compañero de la asociación de

a.
escritores finlandeses, y me ha recomendado que le plantees

m
en serio la cuestión de los derechos. Y piensa también que
ra
Brecht ha sido increiblemente mezquino en el
reconocimiento de la autoría.
nd

Coge un libro que hay sobre el piano, lo abre, lee:


a la

“Según los relatos, y un esbozo de la obra, de Hella


at

Wuolijoki.” ¡Un esbozo de la obra! Los dos creemos que, a


.c

pesar de vuestras divergencias, tendrías que figurar como


w

coautora.
w

BRECHT se levanta de la cama, irritado, apaga el cigarro en el


w

suelo.

Brecht.- ¡Otra vez ese ridículo prejuicio pequeñoburgués de la


autoría! Las ideas no deberían ser propiedad de nadie. Lo
que importa es el modo en que las hacemos crecer. Y los
frutos que producen cuando llega el momento.
Mirjami.- (Preocupada ante la reacción de BRECHT. Todavía desde
la cama) No te entiendo.
Brecht.- No es nada. (Pausa. Se tranquiliza. Sonríe) ¿Dónde
estábamos?
– 33 –
Mirjami.- El señor Puntila le ofrece a su criado Matti subirle el sueldo.
Brecht.- Sí. (Ríe, recordando) Es una magnífica borrachera.

Se sienta en la cama, al lado de MIRJAMI.

Pero a la mañana siguiente, mientras el señor Puntila todavía


duerme...

La proyección del fondo cambia. Ahora representa el patio de la


hacienda del señor Puntila.

El HOMBRE y la MUJER pasan a la parte izquierda de la escena,

t
primer término, ahora convertidos en MATTI y LAINA.

ca
... Matti sale de casa con una maleta. Laina, la cocinera, lo

a.
sigue con un paquete de comida.

m
Mujer/Laina.- Tenga, llévese estas provisiones. No comprendo por qué se
ra
va. Espere por lo menos a que se levante el señor Puntila.
nd
Hombre/Matti.- Prefiero no arriesgarme a que se despierte. Ayer por la noche
cogió una pítima tan grande, que hoy, de madrugada, me ha
la

prometido que iba a poner la mitad de sus bosques a mi


a

nombre, y eso ante testigos. Cuando se dé cuenta, seguro que


at

llama a la pasma.
.c

Mujer/Laina.- Pues si se va ahora, sin su certificado de policía, la he hecho


w

buena.
w

Hombre/Matti.- ¿Y de qué me serviría un certificado que dijera que soy un


w

rojo o que soy un ser humano? En ninguno de los dos casos


conseguiría trabajo.
Mujer/Laina.- Le echará en falta, porque se había acostumbrado a usted.
Hombre/Matti.- Tendrá que apañárselas él solo. Yo ya estoy harto. Después
del asunto de Surkkala no soporto ya sus confidencias.
Gracias por el paquete y adiós, Laina.
Mujer/Laina.- (Sorbiendo los mocos) ¡Buen viaje! (Se va)
Hombre/Matti.- (Después de dar unos pasos)

– 34 –
La hora de marchar es muy tranquila,
que tengas mucha suerte, herr Puntila.
No eres el tipo peor que he conocido,
pareces casi humano... si has bebido.
Pero nuestra amistad no es muy estable:
cuando despierto estás no eres amable.
Y es bien sabido, y no hay que lamentar,
que aceite y agua no se pueden mezclar.
De qué sirve añorar hechos pasados
si ahora te dan la espalda tus criados.
Sólo tendrá buen amo quien porfía

t
y se atreve a gritar: “¡La tierra es mía!”13

ca
a.
El HOMBRE y la MUJER quedan unos segundos inmóviles.

m
Después, abandonan sus personajes y van de nuevo al foro.
La proyección cambia, vuelve a representar el interior de la cabaña
ra
finlandesa.
nd

Mirjami.- (Después de una pausa. Algo desencantada) ¿Es el final?


la

Brecht.- Sí.
a
at

Mirjami.- (Como para ella) Así que Matti se va.


.c

Brecht afirma con la cabeza. Se levanta de la cama. Se despereza.


w

Comienza a ponerse la ropa que se quitó antes.


w

Y deja solo a su amo.


w

Brecht.- (Didáctico, mientras se viste) Debemos caminar hacia una


sociedad donde no haya nunca más ni amos ni criados. Este
es el problema de Puntila y Matti: que pertenecen a dos
clases sociales antagónicas, y nunca podrán ponerse de
acuerdo.

MIRJAMI no dice nada. Pausa. Luego se levanta y comienza a


ordenar las pieles y las mantas.

13
Bertolt Brecht: El señor Puntila y su criado Matti, escena 14.
– 35 –
¿Qué pasa? Quizá no has comprendido el problema...
Mirjami.- No, sí que lo he comprendido. Pero pienso que...
Brecht.- Habla, sin miedo. (Pausa. Animándola) Di: tú ¿qué piensas?
Mirjami.- (Sorprendida) ¿Yo?
Brecht.- Claro. Imagínate que eres el criado y que yo soy Puntila…

Ante la cara de desconcierto de MIRJAMI, ríe.

No, mujer, es una broma.

MIRJAMI ha acabado de hacer la cama.

t
ca
¿Te ha gustado la historia, a que sí?

a.
m
MIRJAMI baja la mirada, calla. BRECHT, sorprendido, pregunta.
ra
¿Se puede saber qué te pasa?
nd
Mirjami.- Quizá pensará usted de mí que soy una tonta...
Brecht.- ¿Por qué tenía que pensarlo?
a la

MIRJAMI calla, como si no se atreviera a explicarse. BRECHT


at

insiste.
.c

Pero habla, mujer...


w

Mirjami.- No me gusta como acaba.


w
w

BRECHT la mira, boquiabierto. No está acostumbrado a recibir


críticas.

Brecht.- Y... ¿se puede saber cómo te gustaría que acabara?


Mirjami.- (Con timidez) Bien.

BRECHT pone cara de no entender.

Quiero decir… que el criado tiene derecho a la felicidad, y


su amo también, y su hija… y todos.

– 36 –
Se da cuenta de la cara poco amistosa de BRECHT y trata de
arreglarlo como puede.

Que acabara bien, y también que fuese emocionante. La


gente va al teatro a emocionarse y a divertir-se… (Con voz
casi inaudible) Es lo que yo pienso.
Brecht.- (Tras una pausa. Algo decepcionado) Muy interesante.
Mirjami.- (Seria) Yo creo en la bondad del ser humano.

Pausa. BRECHT la mira como si la viese por vez primera. De


repente, sonríe sincero, con afecto.

t
ca
Brecht.- Pero nadie puede ser bueno en este mundo. Cuan los dioses

a.
bajaron a Sezuan, no encontraron allí a ninguna persona
buena... Excepto Shen Te, claro. (Le acaricia el rostro)

m
Quizá tú seas mi Shen Te...
ra
Mirjami.- ¿Quién es Shen Te?
nd

Brecht.- El personaje de una obra que tengo entre manos. (Sonríe, sin
la

dejar de mirarla) Un personaje siempre lleno de preguntas.


a

Mujer.- (Suavemente) Hay algo equivocado en vuestro mundo. Por


at

[qué
.c

la maldad tiene su premio y por qué les esperan a los buenos


w

tan grandes castigos?


Brecht.- Preguntas que nadie responderá. O, si responden, lo harán de
w

manera imprecisa.
w

Hombre.- Porque todo es confuso, muy confuso.


Brecht.- (Triunfal) ¡Ajá!
Hombre.- (Directamente a BRECHT) ¿Quiere eso decir que tendremos
que reconocer que nuestros mandamientos son funestos?
¿Que tendremos que renunciar a los mandamientos?
(Declamatorio) ¡No, eso, nunca! (Decidido) Por tanto, ¡todo
está en orden!14
14
El texto de estas dos intervenciones del HOMBRE, ligeramente modificado, así como la
anterior de la MUJER, pertenecen a La buena persona de Sezuan, de Bertolt Brecht.
– 37 –
Lo acompaña con un puñetazo sobre les tecles del piano.

La proyección del interior de la cabaña finlandesa se interrumpe.


La MUJER se acerca a MIRJAMI, la toma por los hombros y la lleva
al foro. Mientras, la plataforma con la cama se retira por el lateral.

El HOMBRE coge un mecanoscrito que hay sobre el piano y baja a


primer término, mientras lo hojea. Es ahora el Dramaturgista del
Partido. Queda al lado contrario de donde se encuentra BRECHT.

Hombre/Censor.- (Mirando alternativamente los papeles y a BRECHT) ¿Y por


qué quiere representar su Puntila con un final diferente,

t
señor Brecht?

ca
Brecht.- Porque mis textos teatrales no son momias, ni artículos de

a.
culto. No son seres muertos, sino vivos y bien vivos. Y

m
como son vivos, evolucionan.
ra
Hombre/Censor.- Ya. De repente, doce años después de escribir la obra,
llevada a escena mil veces, quiere usted cambiar el final. ¿Se
nd

puede saber qué es lo que no le gusta del otro?


la

Brecht.- Del final autorizado, quiere decir.


a

Hombre/Censor.- (Molesto) El final con que se ha representado y publicado la


at

obra en todo el mundo.


.c

Brecht.- No sé. De repente me parece demasiado... reduccionista.


w

Hombre/Censor.- ¿De repente?


w
w

Brecht.- Quiero decir... He recordado que, cuando estaba en


Finlandia, estudié la posibilidad de otro final.
Hombre/Censor.- En Finlandia...
Brecht.- Sí.
Hombre/Censor.- Y... justo ahora...
Brecht.- Hay algo que me lo ha recordado, ya le he dicho.
Hombre/Censor.- (Interesado) ¿Un... hecho de tipo... digamos... político?
Brecht.- No. Una historia (Remarcando el adverbio) absolutamente
personal.
– 38 –
Hombre/Censor.- Ya. (Larga pausa) O sea que, si no he entendido mal, en este
nuevo final, Matti no abandona a su amo, sino que decide
quedarse con él... (Busca una página) ... para tratar de hacer
que los buenos sentimientos de Puntila predominen sobre los
malos, incluso cuando no esté borracho. Ya que... (Lee)
Sólo al ser humano podremos salvar
si hacemos en su pecho triunfar la bondad.

Se lo queda mirando, con un ligero punto de sarcasmo. La pausa es


larga y se vuelve algo incómoda. Finalmente, cierra el libro y le dice a
BRECHT, suavemente, sonriendo.

t
ca
Encomiable. Sí, sinceramente, lo digo de veras. (Como

a.
buscando en la memoria) ¿Cuál sería la palabra? Humanista.
Evangélico, incluso. (Pausa) Pero la cuestión es: ¿dónde

m
queda todo aquello de la lucha de clases? ¿Qué se ha hecho
ra
de aquellos versos que entusiasmaban al Comité Central?
nd
(Recita, histriónico)
la

Sólo tendrá buen amo quien porfía


y se atreve a gritar: “¡La tierra es mía!”
a
at

Brecht.- (Armándose de paciencia) En la República Democrática


.c

Alemana ja no existe lucha de clases. Porque ya no existen


w

clases sociales. Nos encontramos en la fase de construcción


del socialismo.
w
w

Hombre/Censor.- ¿Y?
Brecht.- Pues que no hace falta explicar a nuestros conciudadanos
coses que ya saben ni es necesario movilizarlos para una
lucha inexistente. Al contrario, en una sociedad sin clases, lo
que antes era reflexión sobre la lucha entre ellas, debería ser
sustituido ahora por una mayor atención a los conflictos de
las personas, sus sentimientos, sus contradicciones como
seres humanos: nadie es plenamente bueno ni plenamente
malo. Las personas pueden cambiar, las contradicciones
personales pueden también ser superadas.

– 39 –
Hombre/Censor.- (Esforzándose por parecer amable) Señor Brecht, sabe
cuánto admira el partido su trabajo, y reconoce todo lo que
ha hecho por el triunfo del socialismo, y no sólo en nuestro
país. Por eso mismo, permítame que le recuerde que su
teatro, sus libros, no son únicamente patrimonio de la
República Democrática Alemana, sino de toda la
humanidad. Y es bien sabido que una parte importante de la
humanidad vive aún en una sociedad en la que una clase, la
de los que poseen los medios de producción, explota a los
que no los poseen, y se apodera de las plusvalías que su
trabajo genera.

t
ca
Brecht.- Sí. Pero no comprendo...

a.
Hombre/Censor.- Su teatro, sus libros, son, y aún han de serlo más en el
futuro, una herramienta... No, mejor, un arma. Un arma de

m
lucha en los países capitalistas, donde deben servir para
ra
explicar a los miembros de las clases menos favorecidas la
nd
triste condición en que viven, y lo que han de hacer para
salir de ella. Y sabe usted muy bien que, para eso, sólo hay
la

un camino
a

Brecht.- (Bajo, como para él) Entiendo: hemos conseguido convertir


at

la teoría en una prisión. En nombre de la dialéctica, nos


.c

hemos vuelto antidialécticos.


w

Hombre/Censor.- ¿Cómo dice?


w

Brecht.- Nada...
w

Hombre/Censor.- (Conciliador. Después de una pausa) Le diré lo que


haremos. Yo olvidaré este otro final del Puntila. No lo
comentaré con nadie, lo único que conseguiríamos es
marearlo a usted, con discusiones pesadas y seguro que
innecesarias. Le haríamos perder un tiempo precioso. Un
tiempo que, estamos convencidos, sabrá dedicar a la
invención y la escritura de nuevos textos, donde se reflejen,
de manera adecuada, las contradicciones del home
contemporáneo. (Buscando complicidad) ¿No le parece?

– 40 –
BRECHT no dice nada. Calla, agacha la cabeza. Va hacia su atril y
habla com si estuviera pronunciando una conferencia.

Brecht.- Ustedes saben que yo dirijo el Berliner Ensemble; que yo


sepa, el único gran teatro del mundo dirigido por un escritor.
Hace unos días, tuvimos una gran alegría. Representamos la
obra Katzgraben de Erwin Strittmatter, que describe la
imaginaria evolución de un pueblecito de la Marca de
Brandenburgo, a partir de 1945. Contiene ideas renovadoras
de todo tipo, entre ellas un novedoso sistema de irrigación
con agua infiltrada. Los técnicos rechazaron esta idea

t
cuando la obra fue escrita; pero hace pocos días, nos informó

ca
la delegación de que ahora se está aplicando allí. También se

a.
ha construido la carretera que une el pueblo con el resto del

m
mundo, y que juega un papel en la obra. Y los ciudadanos
invitaron al Berliner Ensemble para que representara la obra
ra
en el Edificio Cultural acabado de edificar. Cuento todo esto
nd
porque me parece un ejemplo muy divertido de colaboración
entre teatro y pueblo. Entre paréntesis, pese a haber sido
la

distinguida con un premio nacional, la obra no fue


a

representada por ningún teatro de la República Democrática


at

Alemana. La mayoría de estos teatros se encuentran mucho


.c

més atrasados que Katzgraben. Y la mayor parte de la crítica


w

teatral, con la suficiencia y la limitación de su mentalidad


w

pequeñoburguesa, está muy de acuerdo con este retraso. Este


w

desprecio por una obra valiosa define la posición de lucha en


que se hallan quienes representan el enfoque socialista y
realista en la creación intelectual.15

Se hace el oscuro, lentamente.

Ruido de tormenta. Se escucha sobre él, muy bajo, una canción de


cuna: es la misma que antes ha cantado la MUJER, pero ahora tiene
otra letra, y quien la canta es MIRJAMI.

15
Bertolt Brecht: La dialéctica en el teatro.
– 41 –
Mirjami.- (Cantando muy suave, sobre el oscuro)
Mi bien, una vez más la noche acaba
mira el sol tras las altas montañas
que ya quiere asomar
y refleja en el lago
dorada luz que llena de esperanza.

Se enciende una única luz cenital sobre BRECHT, que, envuelto


con pieles y mantas, yace en la cama que hemos visto antes, y que,
durante el oscuro, ha sido entrada de nuevo a escena. También ha
entrado, durante el oscuro y por la izquierda, aunque todavía no

t
alcanzamos a distinguirla con claridad, otra plataforma, sobre la que

ca
hay una cocina, una mesa y un par de sillas.

a.
MIRJAMI, entre las sombras, continúa su canción.

m
Contigo o sin tu ayuda. Queriendo o no
ra
la noche ha de volver a nuestros bosques
nd
cuando el sol agonice.
Contigo o sin tu ayuda. Queriendo o no.16
a la

MIRJAMI acaba su canción.


at

BRECHT permanece inmóvil, tumbado en el lecho. Se escucha la


.c

voz del HOMBRE, que habla desde la zona de sombras.


w
w

Hombre.- Bertolt Brecht se arrastraba con dificultad sobre la tierra


w

helada. Tenía los cabellos cubiertos de copos de nieve.


Había salido del refugio para pedir ayuda, pero no estaba
nada convencido de lograrlo. Le parecía que llevaba horas y
horas caminando. Seguro que se había desorientado, y no
encontraría a nadie, se sentía incluso incapaz de regresar a
donde le esperaba Helene y el resto de los componentes de
aquella desaforada expedición.

16
La música para esta canción de cuna ha de ser la misma que la que se emplee para el
poema “O todos o ninguno” (v. nota 9).
– 42 –
Cuando se encontraba dedicado a analizar los aspectos más
negros de su situación presente, casi sin darse cuenta, perdió
el equilibrio y su cuerpo resbaló, de forma imparable, hacia
el lago. La superficie de hielo no era demasiado gruesa, y el
peso del cuerpo la rompió en mil pedazos. En unos
segundos, Brecht se encontró sumergido en el agua, un agua
tan terriblemente helada que le hizo perder el conocimiento.
Afortunadamente, el cuerpo se enredó en las raíces de un
árbol que, aunque el escritor se había desmayado, ayudaron
a mantener su cabeza fuera del agua.
La hipotermia provocó en Brecht un estado de extraña

t
ca
beatitud. En algún lugar de su cerebro tomó forma una idea
rudimentaria: se estaba muriendo, era consciente de ello,

a.
pero no sentía ninguna inquietud, no tenía miedo,

m
únicamente estaba molesto porque no había podido acabar la
ra
redacció definitiva de La buena persona de Sezuan. Y
tampoco sintió ningún disgusto por el hecho de encontrarse
nd

solo, en medio de la nada: al fin y al cabo, había vivido


la

siempre rodeado de gente y siempre se había sentido solo. Y


Finlandia era un sitio tan bueno como cualquier otro para
a
at

morir. La idea incluso le hizo gracia: quizá podría sacarse un


pequeño poema de eso. Y después ya no pensó en nada y
.c

todo se convirtió en oscuridad.


w
w

MIRJAMI, al fòrum, obre els porticons d’una imaginària finestra.


w

Entra una llum blanquinosa i torna a projectar-se, sobre el fons, la


imatge de l’interior d’una cabana finlandesa, que ja coneixem. A la
plataforma de l’esquerra, a la llar, un foc encés i un tupí on es cuina
alguna cosa. Pels laterals de l’escena, es veu com cau la neu.

Brecht.- (Despertando) ¿Dónde estoy?


Mirjami.- (A su lado) En casa del guardabosques Snellman. Yo soy
Mirjami, su mujer.
Brecht.- (Mirando a su alrededor, desorientado) ¿No estaremos en
Pecenga, verdad?
– 43 –
Mirjami.- ¿Iba a Pecenga? Pues ha elegido mal el camino… Pecenga
está más al nort.
Brecht.- Eso ya lo sé. Precisamente pretendía alejarme.
Mirjami.- Pues lo ha conseguido. Aquí, estamos al lado del lago
Soulisjärvi, bastante al sur.

BRECHT suspira, aliviado. MIRJAMI lo observa mientras vierte


líquido de la olla a un tazón que después le ofrece.

Pero, ¿por qué queríaa hacerlo? Quiero decir… alejarse. En


Pecenga están los suyos, los alemanes…

t
ca
Brecht.- (Después de beber un largo trago) Soy alemán, sí; pero los
nazis no son de los míos.

a.
Mirjami.- Ah… Yo creía que… (Pausa) Me alegro: no me caen

m
demasiado simpáticos los nazis.
ra
Brecht.- ¿Por alguna razón en particular?
nd

Mirjami.- No me caen simpáticos. Eso es todo.


la

Brecht.- Eso es todo… (Rezongando) El subjetivismo pequeñobur-


a

gués, como siempre.


at

Mirjami.- ¡Eh! No me insulte. Yo no soy… no soy… eso. (Dolida)


.c

¡Encima que le salvo la vida!


w

Brecht.- No era ningún insulto: se trataba de una simple constatación


w

sociológica… Y eso de que tú me has salvado la vida…


w

Mirjami.- Yo lo pesqué en el lago. Estaba congelado, creo que ni


respiraba. Parecía un bacalao, perdone, pero eso es lo que
pensé. (Digna) Jo no se mucho alemán, pero me parece que,
a eso, en todos los idiomas le llaman “salvar la vida”.
Brecht.- (De mala gana) De acuerdo. Me había extraviado. Y un mal
paso lo puede dar cualquiera.
Mirjami.- Cualquiera, sí. (Ríe) Pero los señoritos de ciudad más que
nosotros, los del campo.
Brecht.- ¿Tanto se me nota?
– 44 –
Mirjami.- ¿Que no ha trabajado en su vida? Claro que sí: no tiene
callos en las manos, ni en las plantas de los pies. Y de sus
músculos, es mejor no hablar.
Brecht.- De acuerdo… Trabajos físicos no he hecho demasiados …
Mirjami.- ¡Ah! ¿Es que hay otros? (Pausa. Interesada) ¿De qué vive
usted?
Brecht.- Soy dramaturgo. A lo mejor no sabes qué es eso.
Mirjami.- Pues claro que lo sé… No he vivido siempre perdida en
estos bosques. Trabajé unos años a Helsingfors, y también
estuve una temporada en Lübeck.

t
ca
Brecht.- ¿E ibas al teatro a Helsingfors, o en Lübeck?

a.
Mirjami.- A veces. A mí me gustan mucho las obras divertidas, con

m
música y todo eso… Que me hagan pasar el rato… (Se le ha
despertado la curiosidad) ¿Escribe usted obras de estas?
ra
Brecht.- Más o menos… Quizá te suene mi nombre: Bertolt Brecht.
nd

Mirjami.- Pues no, lo siento.


la

Brecht.- ¿Y La ópera de perra gorda? (Le tararea unos compases de


a

“Mackie…”) Es de la obra.
at

Mirjami.- ¡Claro que sí! (Tararea la misma melodía) Pero creía que el
.c

autor era un tal Weiss…


w

Brecht.- (Molesto) Se llama Weill, Kurt Weill. Él fue el compositor


w

de la música. Pero el texto es mío.


w

Mirjami.- Perdone… Pero es que cuando la vi yo no entendía


demasiado el alemán y sólo me fijé en la música…
(Admirada) Si usted ha escrito la obra, seguro que será un
gran… (No está segura de recordar la palabra correcta)
“dramaturgo”…? (Desconfiada) Pero, ¿qué hace usted en
estas tierras? Por aquí no hay ningún teatro.
Brecht.- Tratamos de cruzar la frontera con la Unión Soviética.
Huyendo de los nazis.
Mirjami.- ¿Tratamos? Cuando cayó al lago estaba solo…
– 45 –
La MUJER avanza a primer término. Se queda a un lado de la zona
de actuación, como observándola.

Mujer.- Había dejado a su familia atrás. Escondida, mientras


encontraba a alguien que le informara de cómo acercarse a la
frontera rusa sin correr peligro. No le había quedado otro
remedio. Era el único hombre del grupo, si exceptuamos a su
hijo. Pero éste era demasiado pequeño para asumir tanta
responsabilidad.
Mirjami.- Pues ha venido a caer… Perdón, a parar, al lugar idóneo: mi
Jöns se conoce toda esta parte de Finlandia como la palma

t
ca
de su mano. Y tiene amigos en todas partes.

a.
Brecht.- ¿Y cuando volverá tu Jöns? (Mira por la ventana y calcula)
A ver: salí cuando rompía el alba y ahora deben ser las

m
primeras horas de la tarde… Si me doy prisa puedo volver al
ra
refugio antes de que se haga de noche.
nd
Mirjami.- Es que ya es de noche… (Didáctica) En estas latitudes, y
durante el verano, el sol casi no se pone…
la

Brecht.- ¿Que ya es…? ¡Dios mío! ¡Pensarán que me ha sucedido


a
at

alguna desgracia!
.c

Hace ademán de levantarse, pero al retirar la manta descubre que


w

también está desnudo de cintura hacia abajo. Vuelve a taparse


w

rápidamente.
w

Pero… ¿Se puede saber qué hago así?


Mirjami.- (Ríe) ¿Y qué quería? Estamos en julio, pero las aguas del
lago son muy frías. He tenido que darle un masaje por todo
el cuerpo para que entrara en calor…
Brecht.- ¿Un... masaje?
Mirjami.- Pero no tenga vergüenza. (Con picardía) Que no tenga
músculos no quiere decir que otras partes de su cuerpo no
estén bien formadas… (Natural) Y al fin y al cabo no le he
visto nada que no le hubiera podido ver en la sauna…
– 46 –
Brecht.- (Involuntariamente orgulloso) De acuerdo, no importa…
Pero si eres tan amable de darme mi ropa… O de dejarme
algo para que pueda ir a pensar a los míos… Deben de
pensar que me han atrapado los nazis.
Mirjami.- Claro...
Mujer.- Bertolt Brecht la miró. Y entonces se dio cuenta de no le
había dado ni las gracias. Y sintió, de repente, vergüenza de
su insensibilidad, a la vez que un estraño y sincero afecto
por aquella mujer sencilla, que le había salvado la vida.
Brecht.- Gracias. (Pausa. Sonriente) ¿Nadie te ha dicho nunca que

t
eres una chica muy guapa?

ca
a.
BRECHT insinúa un movimiento afectuoso de aproximación hacia

m
MIRJAMI. El HOMBRE, que ha adoptado ahora la personalidad de
Jöns SNELLMAN, el marido de MIRJAMI, mima la acción de abrir la
ra
puerta de la cabaña. Al verlo entrar, BRECHT se queda parado en
nd
una posición algo forzada.
la

Hombre/Snellman.- (Malhumorado, directamente a BRECHT) Tí, alemán: ¿qué


a

haces aún aquí?


at

Mirjami.- (A SNELLMAN, mientras se separa de BRECHT) Ya se


.c

iba… Sólo estaba esperando a que le acabara de secar la


w

ropa.
w

MIRJAMI va hacia el foro.


w

Brecht.- (Al HOMBRE, tendiéndole la mano) ¿El señor Snellman?


Quiero agradecerle que me sacara de las aguas del lago…
Hombre/Snellman.- (Ignorando la mano tendida de BRECHT) ¿Yo? Eso,
Mirjami. Es una sentimental. Por mí, se podía haber
ahogado.
Brecht.- (Incomodo) No le caigo simpático, ya me doy cuenta.
Hombre/Snellman.- Un hombre que no puede distinguir lo que es tierra firme y
lo que es pantano no merece ninguna ayuda. Si no sabes
– 47 –
sobrevivir en estas tierras, lo mejor que puedes hacer es no
salir de casa.
Brecht.- No estoy aquí por gusto. Trato de huir de los nazis…
Hombre/Snellman.- ¿Y cómo pensabas hacerlo? ¿Bajo las aguas del lago?
Brecht.- Nos dijeron que por Pezenga podríamos pasar a Suecia…
Pero hemos llegado tarde: los nazis ya estaban allí.
Hombre/Snellman.- ¿Y ahora tratas de llegar a Suecia yendo hacia el sur? Pues
vas en dirección contraria.

MIRJAMI vuelve del foro. Lleva en la mano unas ropas, que le pasa

t
a BRECHT.

ca
a.
Mirjami.- Pensaba refugiarse en la Unión Soviética. ¿No es eso, señor

m
Brecht?
ra
BRECHT maniobra con dificultades tras la manta para vestirse.
nd

Brecht.- En efecto.
la

Hombre/Snellman.- ¿Quieres ir a la Unión Soviética, alemán? No tienes aspecto


a

de trabajador, tú, ni de campesino…


at

Mirjami.- Es un dramaturgo… Un escritor, Jöns. Muy bueno.


.c
w

Hombre/Snellman.- ¿Es verdad eso?


w

BRECHT dice que sí con la cabeza.


w

¿Y qué escribes tú?


Brecht.- Eh… Un poco de todo: cuentos, poesías…
Mirjami.- Sobre todo, teatro. (Didáctica) ¿Te acuerdas hace dos años
cuando fuimos a la Parroquia de Rovaniemi? Lo que vimos
era una obra de teatro…
Hombre/Snellman.- ¿Teatro? ¿Poesías? ¡Ganas de perder el tiempo y hacérnoslo
perder! (Convencido) En la Unión Soviética no necesitan
gente que cuente mentiras ni poetas llorones que sólo saben

– 48 –
cantar amores desgraciados. Allí todos son obreros, o
soldados.
Brecht.- (Involuntariamente interesado y como aceptando el reto) Yo
no soy de esos.
Hombre/Snellman.- ¿Ah, no? ¿Y qué sabes hacer? ¿Sabes también trabajar con
tus manos…? ¿Eres herrero? ¿Carpintero? ¿Sastre?
¿Carnicero? (Triunfal, sarcástico) ¿O quizá eres ebanista?
¿Eh, di?
Mirjami.- Miu Jöns no solo es guardabosques: le gusta trabajar la
madera. Todos los muebles de la casa los ha hecho él.

t
(Orgullosa) Él los proyectó, los dibujó, taló los árboles,

ca
cepilló la madera… Y también los encoló…

a.
Brecht.- (Se acerca disimuladamente a uno de los muebles) ¿De

m
veras? ra
Lo sacude con alguna violencia. Desencantado, al ver que no se
nd
rompe.
la

Buen trabajo. Son resistentes.


a

Hombre/Snellman.- ¿Qué te creías? (Desafiante) ¿Podrías hacerlos tú igual?


at

Brecht.- No, pero…


.c
w

Hombre/Snellman.- Ya me lo imaginaba. Te ganas la vida como un parásito…


Implorando con qué comer con tus palabras… ¿A quién le
w

importan tus palabras?


w

Brecht.- Mis palabras hacen pensar… Pensar en la razón por la cual


unos son más ricos y lo tienen todo, mientras otros muchos
pasan hambre…
Hombre/Snellman.- ¡Vaya tontería! ¿A quién le importa eso? A los pobres sólo
nos interesa saber cómo nos lo tenemos que hacer cada día
para sobrevivir… Y no tenemos tiempo para escuchar lo que
ya sabemos: que los ricos viven mucho mejor que nosotros.

– 49 –
Brecht.- No es sólo eso: les hablo de la necesaria solidaridad entre
todos los oprimidos; les explico que este estado de cosas no
es eterno… Que lo podemos cambiar…
Hombre/Snellman.- Eso ya lo hacen los agitadores comunistas… No hace falta
adornar esas explicaciones con historietas…
Mirjami.- Sus historias también sirven para distraerenos, Jöns.
Acuérdate de la obra que vimos. Cómo te reías…
Hombre/Snellman.- (A BRECHT, interesado ahora) ¿Quizá tú eres uno de esos
que hacen reír? ¿Un… payaso…?
Brecht.- A mí me gusta que la gente ría con mis obras… Es cierto.

t
ca
Hombre/Snellman.- No tienes cara de ser muy divertido, tú.

a.
Brecht.- Eso depende…

m
BRECHT canta ahora un fragmento de la Moritat de Mackie
ra
Messer, en el estilo vocal que le ha hecho famoso, pero con una
nd
interpretación más propia de un actor de variedades.
la

(Canta)
a

Und der Haufisch, der hat Zähne


at

Und die trägt er im Gesicht


.c

Und Macheath, der hait ein Messer


w

Doch das Messer sieht man nicht.


w

Ach, es sind des Haifischs Flossen


w

Rot, wenn dieser Blut vergießt.


Mackie Messer trägt’nen Handschuh
Drauf man keine Untat liest.17

En un momento concreto, coge a MIRJAMI y la incluye en su


actuación. El HOMBRE/SNELLMAN y MIRJAMI ríen. Cuando acaba,
saluda con una gran reverencia.

17
“Si el tiburón quiere devorarte / le verás todos los dientes, / pero si es Mac quien te ataca,
/ el cuchillo no verás. / Al tiburón se le tiñen / las aletas de rojo. / En los guantes que Mac
se pone / no se ve ni una mancha.” La ópera de perra gorda, traducción de Feliu Formosa.
– 50 –
Hombre/Snellman.- Bien, sí… Si actúas así en las ferias, no te morirás de
hambre. Eres un buen payaso, no hay duda.
Brecht.- No soy sólo un payaso. Ya te lo he dicho: también puedo
hacer pensar con mis obras.
Mirjami- (Explicándole a su marido) Cuando en Lübeck fui a ver La
ópera de perra gorra –es una obra suya, de allí es lo que ha
cantado– a mí me pasó eso, Jöns: que no me podía quitar la
música de la cabeza...

Gesto involuntario de desgrado de BRECHT.

t
... ni tampoco la historia de Mackie y de Jenny, sobre todo la

ca
de Jenny, pobre chica...

a.
Hombre/Snellman.- (Molesto) No me interesa lo que hacías o dejabas de hacer

m
cuando yo aún no te conocía. Creía que eso ya lo habíamos
ra
dejado claro. (A BRECHT) A las mujeres es posible que la
gente com tú les impresione: todas son como Mirjami, con la
nd

cabeza llena de aire, siempre soñando y siempre esperando a


la

que un día un príncipe azul llame a la puerta…


a

Brecht.- Yo escribo para todos los seres humanos… Pero sobre todo
at

para los que son como vosotros… Porque sus vidas están
.c

repletas de ilusiones y de desengaños. Porque son fuertes,


w

capaces de hacer estos muebles, y a la vez son tan débiles


como una hoja de árbol en medio del vendaval… Porque os
w

encontráis llenos de incertidumbres y de preguntas sin


w

respuesta…

El HOMBRE/SNELLMAN lo mira, desconcertado, mira a su mujer.


BRECHT continúa, lleno de energía, convincente.

Sí, yo hago obras de teatro, escribo libros. Y os preguntaréis,


y tenéis todo el derecho a hacerlo: ¿para qué sirven los
libros? ¿Por qué tenemos que leer, por qué tenemos que
aprender cosas, o estudiar historia? (Pausa. Sonríe) Pues
bien, estas son las preguntas que un día me hizo un obrero
ante un libro.
– 51 –
BRECHT recita, natural, con una nota de emoción.

Tebas, la de les Siete Puertas, ¿quién construyó?


En los libros figuran los nombres de los reyes.
¿Arratraron los reyes los grandes bloques de piedra?
Y Babilonia, tantas veces destruida,
¿quién la volvió a levantar las veces que hizo falta? ¿En qué
[casas
de la dorada Lima vivían los obreros que la construyeron?
La noche en que fue acabada la Muralla china,
¿dónde fueron los albañiles? Roma la Grande

t
está llena de arcos de triunfo. ¿Quién los erigió?

ca
¿Sobre quién triunfaron los Césares? En la tan cantada

a.
[Bizancio,
¿todos sus habitantes vivían en palacios? Incluso en la

m
ra [fabulosa Atlántida,
la noche en que el mar se la trabaga, los habitantes clamaban
nd
pidiendo ayuda a sus esclavos.
El joven Alejandro conquistó la India.
la

¿Él solo?
a
at

El HOMBRE/SNELLMAN ha ido emocionándose a medida que


BRECHT recitaba. Trata de disimularlo. MIRJAMI se da cuenta y
.c

mira admirativamente a BRECHT, que continúa recitando.


w
w

César venció a los galos.


w

¿No llevaba con él ni siquiera a un cocinero?


Felipe II lloró cuando se hundió
su flota. ¿No lloró nadie más?
Federico II venció en la Guerra de los Siete Años.
¿Quién la ganó, sólo él?
Una victoria en cada página.
¿Quién cocinaba los banquetes de la victoria?
Un gran hombre cada diez años.
¿Quién pagaba sus gastos?

– 52 –
Una pregunta para cada historia.18

Hay un momento de silencio. El HOMBRE/SNELLMAN, quizá


avergonzado por haberse dejado arrastrar por la emoción, cambia de
tema bruscamente. La turbación de su marido no pasa desapercibida a
MIRJAMI.

Hombre/Snellman.- (Áspero) Has dicho que querías cruzar la frontera, ¿no es


eso?
Brecht.- Exacto.
Hombre/Snellman.- ¿Tú solo?

t
ca
Brecht.- Está también mi familia y unas colaboradoras; me esperan
en el bosque. En el refugio que hay cerca del lago.

a.
Hombre/Snellman.- Conozco a un guía. Un buen hombre… Os llevará por una

m
senda escondida hasta la carretera que va hacia el sur. Una
ra
vez allí, estaréis fuera de peligro.
nd
Brecht.- ¿Es de confianza?
la

Hombre/Snellman.- Totalmente. No le gustan los nazis ni la gente de cuello


blanco.
a
at

Brecht.- Llámalo, entonces.


.c

Hombre/Snellman.- Y tú, ves a buscar a los tuys. Estarán preocupados.


w
w

Se vuelve a MIRJAMI.
w

Mujer, prepáranos algo de comer. El viaje no es demasiado


largo, pero resulta muy duro, sobre todo si hay mujeres y
criaturas. Os hará falta reponer fuerzas.
Mirjami.- ¿Cuánto tardarás?
Hombre/Snellman.- Unas seis horas. Es indispensable que partan tan pronto
como yo vuelva.
Brecht.- Haremos todo lo que nos diga.

18
Del libro Historias de calendario.
– 53 –
El HOMBRE/SNELLMAN le da un beso a MIRJAMI que,
afectuosamente, le enjuga el ojo humedecido.

Hombre/Snellman.- Hasta luego.

Habla de nuevo a BRECHT, però ahora con una voz por vez
primera sin agresividad.

Quizá sí que tengas razón y tus palabras sirvan para algo


más que para que te ganes la vida.

El HOMBRE/SNELLMAN se va apresuradamente, mima la acción

t
de salir de la casa. Después, se retira al foro. La MUJER permanece

ca
en su lateral, desde donde seguirá la acción con interés.

a.
MIRJAMI y BRECHT se quedan solos. Se miran. BRECHT

m
comienza a tararear de nuevo, muy bajito, como para él, el tema de
ra
Mackie. Se acerca a MIRJAMI.
nd

Mirjami.- (Entre excitada e implorante) Señor Brecht, los suyos deben


la

encontrarse muy inquietos. Es preciso que se vaya en


seguida a buscarlos.
a
at

Brecht.- Lo haré, pierde cuidado. (La mira, le acaricia el rostro) Seis


.c

horas…
w

Mirjami.- (Con un hilo de voz) Sí.


w

BRECHT comienza a besar con ternura el rostro y el cuello de


w

MIRJAMI que se deja hacer, como hipnotizada. Después, la empuja


suavemente hacia el lecho. Los dos caen sobre el colchón, ruedan,
abrazados, sin dejar de besarse. La luz mengua, el entorno del lecho
se sume en la penumbra.

La MUJER avanza hacia el centro de la escena. El HOMBRE


abandona el foro y baja también a primer término, queda detrás de la
MUJER.

Mujer.- En la vida de Bertolt Brecht había habido muchas mujeres,


mujeres que pertenecían al mundo cultural y artístico,
– 54 –
mujeres profesionales que vivían su vida con independencia,
y sus sentimientos sin limitaciones. Pero aquel día, en una
cabaña perdida en el norte de Finlandia, acabado de salvar
de la muerte casi de milagro, y mientras su familia y sus
fieles colaboradoras continuaban aguardando su regreso,
cada vez más convencidos de que se había perdido para
sempre entre el hielo y la nieve, el gran dramaturgo alemán
Bertolt Brecht, el mismo que había escrito la Balada de la
esclavitud sexual, hacía el amor con una mujer humilde, sin
estudios ni formación, por la que, sin saber explicarse el
motivo, había sentido una repentina e incontrolabre ternura.

t
ca
Hombre.- Después, hablaron mucho rato. Él le explicó historias que
había escrito, y otras que estaba escribiendo, y ella lo

a.
escuchó con mucha atención, e inclusó se atrevió s discrepar

m
con él. Aquella fue una mañana especial, pero, como todas
ra
las cosas buenas, no duró demasiado. Un par de horas
después de haberse metido en la cama, Bertolt Brecht se
nd

levantó y se puso la ropa, tenía que ir a buscar a su família,


la

para que no siguieran inquietándose. Así que le dio a


Mirjami el último beso y salió de la cabaña para no volver
a
at

nunca más.
.c

La luz sobre el lecho en el que están BRECHT y MIRJAMI, va


w

disminuyendo, hasta que se apaga completamente, mientras la MUJER


w

y el HOMBRE cantan, a cappella, en voz muy baja.


w

Hombre y Mujer.- (Cantant)


Denn wie man sich better, so liegt man
Es deckt einen keiner da zu
Und wenn einer tritt, dan bin ich es
Und wird einer getreten, dann bist’s du.19

19
“Porque, según como haces la cama, te acuestas / no habrá nadie que te venga a arropar /
y si hay alguien que deba ganar, seré yo / y si hay alguien que deba ser pisoteado, serás tú.”
Wie man sich bettet, de la ópera Ascenso y decadencia de la ciudad de Mahagonny, libreto
de Bertolt Brecht y música de Kurt Weill.
– 55 –
Oscuro.

Pausa.

La luz de nuevo sobre los atriles. MIRJAMI, al fondo de la escena,


vuelve a acunar a un niño invisible mientras canta en voz muy baja,
casi inaudible, la canción que ya conocemos (“Mi bien, una vez más la
noche acaba…”). Han desaparecido de escena las plataformas del
lecho y la cocina.

BRECHT, ante su atril, lee unos papeles. El HOMBRE y la


MUJER, inmóviles, a su lado.

t
Brecht.- (Leei de forma dubitativa) El amor es producción. Me-Ti

ca
decía… Decía que… No… Ésta no es...

a.
Arruga una hoja y la tira al suelo.

m
Quizá ésta… (Lee) Lai Tu tenía una pobre opinión de sí
ra
misma porque no había producido ninguna obra
nd
importante… Que hubiera inspirado poemas y que por su
influencia la buena gente se hubiese comportado mejor que
la

antes, no tenía ninguna importancia para ella. Me-Ti dijo


a

entonces: Es muy cierto que todavía no has producido nada.


at

Pero eso no significa que no hayas sido útil. Tu bondad es


.c

valiosa perque se saca provecho de ella. Del mismo modo


w

que la manzana adquiere fama al ser comida.20


w

No, está claro que eso no lo decía por ella...


w

Arruga la hoja y la tira al suelo. Se arrepiente enseguida.

O quiza sí. (Llee una tercera hoja, ahora con decisión) Los
hombres no somos perfectos. Pero no debemos perder el
tiempo tratando de superar nuestra debilidad, porque
debemos dedicar todas nuestras energías a luchar por un
mundo mejor. Y debemos hacerlo partiendo, precisamente,
de nuestras propias flaquezas.

20
Bertolt Brecht: Me-Ti. El libro de las mutaciones.
– 56 –
No tiene ningún sentido que tratemos de cambiar nuestro
carácter o que nos sometamos a terribles penitencias como si
nos odiáramos. El socialismo no es ninguna nueva religión
que reclame ascetismos o sacrificios personales llenos de
hipocresía… (Deja de leer) Mirjami… (Con añoranza)
Quién sabe. La memoria humana es tan extranya. Quizá, sin
que yo me haya dado cuenta, hayas sido tú quien realmente
ha estado detrás de mis obras de todos estos años. Tú, y ese
hijo que desconocía…

La MUJER saca del bolsillo una carta, se la da.

t
ca
Mujer.- Otra carta.

a.
Hombre.- (Sonriendo, con malevolencia) De Finlandia...

m
Brecht.- (Con la carta en la mano, esperanzado) Finlandia... La
ra
respuesta, por fin.
nd
BRECHT desgarra el sobre y comienza a leer en voz baja.
la

La MUJER va donde MIRJAMI, la toma del brazo, la hace


a

levantarse, con delicadeza. Después la acompaña al lateral, hace que


at

salga de escena.
.c

El HOMBRE avanza hacia el atril del otro lado, coge un papel que
w

hay sobre el atril y lee en voz alta. A medida que lee, parece como si el
w

cuerpo de BRECHT se encogiera, como si perdiera fuerza hasta que


casi ha de sujetarse al atril para no caer al suelo. Queda medio
w

recostado sobre el atril, mirando a los espectadores, inmóvil.

Hombre.- Asilo mental de Rovaniemi.


Quince de diciembre de 1953.
Distinguido señor Brecht:
Lamentamos mucho tener que de comunicarle la muerte de
una interna, la señora Mirjami Snellman. El pasado día diez
de diciembre, nada más recibir su última carta, se recluyó en
su habitación, que, por causas que ignoramos, se incendió.
– 57 –
Aunque el personal actuó con gran rapidez, encontraron a la
señora Snellman muerta por asfixia.
Es cierto que durante los doce años en que estuvo ingresada,
a raíz de la muerte de seu único hijo Alvar a los pocos días
de haber nacido, había protagonizado algún intento de
atentar contra su vida. No creemos, sin embargo, que esta
haya sido la causa determinante de su muerte. Los bomberos
locales investigan la causa del fuego y, por indicación del
señor Snellman, su desconsolado esposo, le transmitiremos
también a usted las conclusiones a las que lleguen.

t
Tanto el señor Snellman, como quien suscribe, en mi

ca
condición de director médico del asilo, queremos

a.
agradecerle muy sinceramente la comprensión que ha
mostrado hacia la infortunada señora Snellman, a pesar de

m
sus múltiples y muy importantes ocupaciones. Sus cartas
ra
significaron para nuestra paciente un rayo de luz en medio
nd
de la oscuridad en que vivía y gracias a ellas habíaa
experimentado una sensible mejoría durante estos últimos
la

meses. No me cabe duda, señor Brecht, de que ha hecho una


a

auténtica obra de caridad con la señora Mirjami Snellman.


at

Quedo siempre a su disposición.


.c

Doctor Eino Jalkannen.


w
w

La MUJER, que ha adoptado de nuevo la personalidad de LOTTE


w

Lenya, avanza ahora a primer término. Se queda en el centro de la


escena. La luz sobre los dos atriles disminuye, y se ilumina el rostro de
la MUJER.

Mujer/Lotte.- Hacía cinco anys que mi marido, el compositor Kurt Weill,


había muerto en los Estados Unidos. Estábamos en 1955, si
no recuerdo mal. Yo tenía que grabar unos discos en
Alemania, y decidí visitar a Bertolt Brecht en el Berlín Este.
Me parece que se alegró de verme, después de tantos años.

– 58 –
Le dije qué canciones iba a a interpretar para la Columbia en
Hamburgo. Por aquellos tiempos, él sólo hablaba de teatro
épico y de alienación. Pero yo decidí enviarlo al diablo y
cantar las canciones como siempre había hecho. Brecht se
sentó y se puso a escuchar, y yo me paraba y le decía: ¿te
parece que no es bastante épico? ¿Quizá no te gusta? Él, con
mucha gentileza, se me acercó y me acarició el rostro y
respondió: Querida Lenya, para mí todo lo que tú haces
siempre es bastante épico.
Y, entones, sin más explicaciones, aquel hombre al que yo
conocía tantos años, y del que tan próxima y a la vez tan

t
ca
lejana me había sentido, aquel hombre cínico, que huía de
las emociones como de la peste, aquel hombre que antes se

a.
dejaría matar que exteriorizar sus sentimientos, rompió a

m
llorar.21 ra
Hombre.- No podemos construir nuestra vida sobre dogmas.
nd
Aceptar nuestras contradicciones es la mejor manera que
tenemos, quizá la única, de comprender a los demás y
la

comprendernos a nosotros mismos.


a
at

Sólo el reconocimiento de que los seres humanos somos


seres limitados, falibles, dignos de comprensión, y de
.c

compasión, nos permite juzgar con objectividad los


w

conflictos sociales en los que nos hallamos inmersos.


w

Mujer.- Eso es lo que Bertolt Brecht, a su manera, avanzando y


w

retrocediendo, acertando unas veces y equivocándose otras,


intentó hacer a lo largo de toda su vida. Y si hoy su obra
crece y su figura se engrandece con el paso de los años es
precisamente per eso: porque era humano, y como ser
humano, contradictorio e imperfecto.

Se hace lentamente el oscuro.

21
Adaptado de Donald Spoto: Lotte Lenya, p. 209.
– 59 –
Sobre el telón del foro se proyecta una fotografía de Bertolt Brecht,
mientras comienza a escucharse el Moritat de Mackie Messer de “La
ópera de perra gorda”, cantado por el propio autor.22

FIN DEL ESPECTÁCULO

València y La Canyada
octubre-noviembre 2003

t
ca
a.
m
ra
nd
a la
at
.c
w
w
w

22
The collector’s Three Penny Opera Weill-Brecht. Producción de 1990 de Julian Rice.
Mastersound Profile Series, núm, DFCDi-110.
– 60 –

También podría gustarte