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ESTUDIOS DE A R T E MENOR

SOBRE DERECHO SUCESORIO

PO R

JOSE G O N Z A L E Z P A L O M I N O
N o ta rio de M adrid

I, — DIAGNOSTICO Y TRATAMIENTO DEL «PSEUDO


USUFRUCTO TESTAMENTARIO».

II. — EL ACRECIMIENTO EN LA MEJORA.

III.I— UNA NUEVA CLAUSULA DE ESTILO: LA DE


«NO ESTORBAR».
A l excelentísimo señor don M a n u e l d e l a p l a z a
N a v a r r o , Magistrado, hoy Fiscal, del Tribunal
Supremo.

Esta prim era tanda de « E s t u d i o s j u r í d i c o s d e a r t e m e n o r »


está dedicada a usted desde antes de pasar de las musarañas a
las cuartillas. Pero, dando de lado el estilo de que las dedica­
torias sean cortitas, como sobres de cartas, esta m ía de ahora
ha de ser causal y no abstracta. Pues son mis trabajillos tan
m ezquina y pobre cosa, que sólo con resultandos y consideran­
dos puedo atreverme a ponerlos debajo de su protección y
nombre.
Usted sabe, querido don Manuel, que yo soy un hombre se­
rio, y, por lo tanto, de buen humor. Tienen m is escritos cierto
son de jácara. No es que rehuya la form alidad por sistema.
Pero tampoco la uso de tapadera. Trato siempre en serio de
cosas serias. Mas cuando el asunto me divierte (y aviado está
quien no goce con su quehacer), dejo a la mano que trace el
rasgo de la caricatura, y, hablando en cursi, que la toga se ex­
tienda en larga afarolada. Pues si hay quien cree que sólo cabe
comunicar al prójim o nuestras reflexiones frunciendo el ceño
y estirando el índice, hace siglos que s u a m i g o G r a c i á n dijo que
«salió, a veces, m ejor el aviso en un chiste que en el más grave
magisterio» (Oráculo, XXII).
Guardando distancias de «años luz», ambos pertenecemos a
la calumniada especie de l o s p r á c t i c o s , que en alguna ocasión
m e he atrevido a definir como «gente vulgar y adocenada que
habita detrás de las mesas, es incapaz de sacramentos, se ali­
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m enta de papel sellado y se desvanece con la letta impresa».


Desde que usted venció a los Maestros dándoles la salida y
quince y raya, en su propio campo, todos los de la cofradía nos
sentimos capaces de hacer pinitos. (Claro que nos faltan sus dos
secretos. El uno, talento. El otro, ese famoso reloj que marca
los días con cuarenta horas.)
Todo Maestro auténtico comprende y disculpa las im per­
tinencias de los aprendices, y hasta se goza con ellas. Usted
tuvo, una tarde, la gentileza de perder dos horas escuchando
cierto proyecto de libro de jácaras jurídicas. Le sugerí que sólo
con su colaboración podrían tener compás y m elodía tales m ú ­
sicas. Y aún m e parece milagroso que no pasara ustel el tanto
de culpa a los Tribunales, ni se borrara la sonrisa de sus ojos
vivos.
Desde entonces, m e considero su colaborador in pectore.
Adm iro en usted, más aún que el fondo y la elegancia —gar­
bo, ciencia y experiencia— de sus Tratados de Arte m ayor (que
exceden a toda excelencia), el m ayor arte de su trato personal,
afilado de agudezas bien traídas y llevadas. Que es privilegio de
ciertas latitudes el que los hombres excedan a sus obras, por
buenas que éstas sean. Y a los m ejores hombres de nuestras Es-
pañas se les suele subir el corazón a la cabeza.
Mis tres «ensayos» son romos y bastos. Pero ya nos dijo don
M i g u e l , que tam bién es trabajo hinchar un perro. Y a la m a­
nera de aquel buen hombre que hacía títeres ante el Sagrario,
por ser lo menos peor que sabía hacer, se los dedico a usted por
no sentirm e capaz de cosa menos mala.
Verá usted en ellos, como, a vueltas de tal cual chirigota sin
malicia, hay algún sincero elogio de la jurisprudencia de su
Tribunal. Y al menos esto puede sexrle grato. Que es usted hom ­
bre enamorado de su función, como yo lo estoy de la mía, y
como no sería malo que cada quisque lo estuviera de la suya
propia; ya que no caben términos medios, y o se es amante
apasionado o ganapán sudoroso. En su m a : servidumbre o se­
ñorío.
Si a pesar de lo alegado declara usted no haber lugar a m i
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dedicatoria por ninguno de los motivos precedentes, aún espero


que me la acepte como expresión de gratitud de un Notario es-
paño!, por cosas que usted y yo sabemos.
Aunque deba más, me declaro insolvente y no podrá usted
cobrar. Pues al que no tiene, el Rey le hace libre.
¡ Y la paz...\
J o sé G onzález P a l o m in o ,

Notario.

Conferencias. 29

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