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Carta a los Romanos

San Pablo escribe esta carta como precursora de su proyectado viaje a Roma. Conocedor
de la situación de la comunidad cristiana de aquel lugar, presenta su forma personal de
comprender y predicar el Evangelio, según la cual judíos y gentiles quedan colocados en
un plano de igualdad frente a la revelación de la justicia de Dios en Jesucristo. Así, en
esta carta formula en términos más pacíficos y precisos su concepción de la relación entre
la Ley mosaica y Jesucristo.

Ocasión de la carta

Durante su tercer viaje apostólico (años 53-58), san Pablo escribió́ desde Éfeso a
los gálatas y empezó́ una correspondencia con la comunidad de Corinto. Las dos
cartas a los corintios, escritas entre contrariedades, dieron sus frutos: al final, la
comunidad gozaba de salud y fervor espirituales. Las noticias de las demás
iglesias fundadas por el Apóstol indicaban que todo marchaba bien con la gracia
del Espíritu. Su actividad en la parte oriental del Imperio romano ha logrado ya
unos frutos estables. Desde Jerusalén hasta las regiones de Iliria, es decir, hasta
la ribera oriental del Adriático, ha sido predicado el Evangelio de Cristo. En vista
de ello, Pablo proyecta extender su labor apostólica hasta Hispania, haciendo
una amplia escala en Roma, donde ya se había establecido un buen número de
cristianos.

A fin de preparar debidamente su llegada a Roma, escribe desde Corinto la


Carta a los Romanos, en el invierno-primavera del año 57-58. Esta es la datación
propuesta por la mayoría de los estudiosos en las últimas décadas, aunque una
minoría la adelanta al ano 52. Que la carta se escribiera en Corinto lo indica la
alusión a la «diaconisa» Febe de la ciudad de Cencreas, puerto de Corinto en el
mar Egeo (Rm 16,1). Si Febe estaba a punto de navegar hacia Roma, es
razonable pensar en el final del invierno o ya en la primavera del último período de
san Pablo en Corinto.

No sabemos cuándo comenzó́ la comunidad cristiana de Roma, pero debía de


contar con una relativa antigüedad, pues Pablo habla de que «desde hace
muchos años siento un gran deseo de ir donde vosotros» (Rm 15,23) y que
«vuestra fe es alabada en todo el mundo» (Rm 1,8). Sabemos por la historia
general que las comunicaciones de Palestina con Roma –había allí́ varias
sinagogas judías– eran frecuentes en aquella época, por mar y tierra. Esta
circunstancia hace razonable la suposición de que algunos cristianos de Judá y
regiones limítrofes llegaran a la capital del Imperio por diferentes motivos, entre
ellos comerciales.

Por estas causas, es posible que la comunidad cristiana de Roma, formada por
fieles de procedencia judía o gentil, fuese más conservadora de las tradiciones
judaicas que las fundadas por Pablo en Oriente. Un reflejo puede ser que san
Pablo en Romanos es más cauteloso que en Gálatas respecto al valor de la Ley y
de otras tradiciones judaicas (compárese, por ejemplo, Rm 3,1-2 con Ga 5,2).
Otro dato a tener en cuenta es que, entre las cartas de autenticidad no discutida,
Romanos es la que más vocabulario litúrgico contiene: Cristo es comparado al
propiciatorio (Rm 3,25); los fieles son exhortados a ofrecer sus cuerpos «como
ofrenda viva» a Dios (Rm 12,1); etc. Tales pasajes resultan más oportunos si los
destinatarios tenían conocimiento de la liturgia del Templo de Jerusalén.

En cualquier caso era importante para el Apóstol exponer los efectos de la


salvación de Cristo a estos fieles de distinto origen, mostrándoles que ya no
había diferencias entre ellos. Por otra parte, dada por cumplida su misión en los
países del Mediterráneo oriental, san Pablo esperaba comenzar su labor
apostólica en los del Mediterráneo occidental, concretamente en Hispania, el finis
terrae, y Roma sería la base apropiada para la nueva área de expansión.

Terminología

La Carta a los Romanos es el escrito paulino más extenso y, además, el más


sistemático y estructurado. Comencemos puntualizando el sentido de algunos
términos clave.

a) «Judíos», «judaísmo». Cuando Pablo usa estas expresiones no es para


referirse a un raza sino a una categoría religiosa: los sujetos a la Ley mosaica. Se
trata, concretamente, de los que viven las prescripciones de la Ley, de las que la
circuncisión es la primera.

b) «Griegos», «naciones», «paganos». Estas expresiones, cada una con sus


matices, hacen referencia a las personas o pueblos no judíos, esto es, ajenos a la
Ley mosaica.

c) «Ley».CuandoPablousalapalabra«ley»esnecesariofijarseenelcontexto para ver


a qué ley se está́ refiriendo. La expresión tiene en el Apóstol diversos significados:
la Ley mosaica (en este manual la ponemos con mayúscula), una ley genérica, la
ley de Cristo, etc.

d) «Pecadores”. El judaísmo señala con esta expresión a la categoría de


personas abocadas a la «destrucción» por estar bajo el dominio total del pecado y,
por tanto, alejadas de Dios. Aquí́ entran los no circuncidados y los apostatas del
judaísmo. El que no pertenece a esta categoría, aunque sabe que puede pecar,
también sabe que la Ley le ofrece unos mecanismos de petición de perdón y, por
tanto, se «sabe» excluido de la categoría de los «pecadores».
Estructura y contenido

Dinámica del discurso

La Carta a los Romanos se presenta como un tratado que desarrolla, en diversas


fases, el gran tema enunciado en Rm 1,16-17:

«No me avergüenzo del Evangelio, porque es una fuerza de Dios para la salvación
de todo el que cree, del judío en primer lugar y también del griego».

El contexto general de la carta está definido por las siguientes coordenadas:

 la condición del hombre,


 las modalidades de retribución divina,
 la justificación,
 la vida en Cristo.

Podemos dividir el texto en las siguientes secciones (sigo en este epígrafe la


propuesta y las ideas de Jean-Noël Aletti en sus diversas publicaciones sobre la
Carta a los Romanos):

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