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En el credo decimos 2 cosas:

El Juicio
 Símbolo de los apóstoles: “desde allí ha de venir a juzgar a vivos y a los
muertos”

 Credo de Nicea- Constantinopla: “ y de nuevo vendrá con gloria para juzgar


vivos y muertos”

¿Que es el juicio?

Desafortunadamente aquí se ha producido una confusión entre las dos acepciones bíblicas
que el termino tiene en la biblia:

Una cosa es el juicio escatológico, que menciona el articulo de credo,


relacionándolo con la parusía…

Y otra el juicio-crisis, la determinación del destino ultimo de cada persona.

Juicio escatológico

El verbo hebreo Safaf significa indiferentemente juzgar y gobernar

Cuando Dios interviene en la historia, Dios juzga, y su intervención tiene siempre una
doble vertiente: salvífica y judicial.

La prioridad corresponde el aspecto salvífico: el juicio divino es fundamentalmente para la


salvación.

Papa San Juan Pablo II:

«En la sagrada Escritura la intervención en favor de los oprimidos es concebida sobre todo como
justicia, o sea, fidelidad de Dios a las promesas salvíficas hechas a Israel. Por consiguiente, la justicia
de Dios deriva de la iniciativa gratuita y misericordiosa por la que él se ha vinculado a su pueblo
mediante una alianza eterna. Dios es justo porque salva, cumpliendo así sus promesas, mientras que
el juicio sobre el pecado y sobre los impíos no es más que otro aspecto de su misericordia. El
pecador sinceramente arrepentido siempre puede confiar en esta justicia misericordiosa»
(Audiencia,7 de junio de 1999)
La idea de juicio esta vinculada con la salvación, idea que llega hasta el pecador. una cosa es
el juicio de las personas que hacen parte del reino de Dios, sino aquellos que están alejados y
en el pecado. porque la justicia de Dios es misericordiosa.

En este sentido, parusía y juicio van de la mano: la parusía es el juicio por excelencia.
Cuando la Iglesia primitiva confesaba su fe en Cristo Juez, lo que resonaba en el fondo de
este articulo de fe era el mensaje reconfortante de la gracia vencedora, que lleva a término
la iniciativa salvadora con una intervención que concluye y consuma los juicios tactos
salvíficos) que han ido jalonando la historia.

Mas adelante, esta idea va cediendo terreno en la medida en que se contempla el juicio
como acto de decisión, es decir, como sentencia jurídica: se va pasando del día del señor
al día de la ira.

La parusía absorbida por un juicio en el que destaca el aspecto judicial, no evoca la


confianza y certidumbre de un juicio reflejadas en 1juan 4, 17ss, sino la angustia e
inseguridad ante una sentencia incierta.

Frente a esta deformación es preciso recuperar la compresión original del juicio


escatológico cual intervención decisiva de Cristo.

El Juicio Crisis (Juicio personal)

Lamentablemente, el significado del juicio escatológico ha sido contaminado por


otra acepción que el término reviste en la Biblia: el juicio-crisis, es decir, el juicio
como discriminación y fijación de la suerte definitiva que nos espera a cada uno de
nosotros en virtud de nuestro comportamiento ético-religioso.

El Nuevo Testamento nos muestra cómo la crisis tiene lugar en la existencia del
hombre: su suerte depende exclusivamente de su libertad personal, y no de una
supuesta sentencia judicial a emitir en el último día.

En otras palabras, no es una sentencia divina lo que constituye al hombre en salvado o


condenado, salvado o culpable: es mas bien la actitud personal de cada ser humano el
principio constitutivo de su situación definitiva. La palabra de Dios constata esa
situación.

En este sentido que debe interpretarse las palabras del Catecismo:

«Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un


juicio particular que refiere su vida a Cristo, bien a través de una purificación, bien para
entrar inmediatamente en la bienaventuranza del cielo, bien para condenarse inmediatamente
para siempre. A la tarde te examinarán en el amor» (CEC1022).

Rm 8, 31-34 nos muestra al Padre y al Hijo volcados en defensa del hombre; y también Jn
3, 17-19 nos muestra la intención de salvar al hombre por Cristo.

A este respecto, afirma el Papa:

 «Sólo quien haya rechazado la salvación, ofrecida por Dios con una
misericordia ilimitada, se encontrará condenado, porque se habrá condenado a sí
mismo».
 En Jn 5, 24 afirma que el que cree no incurre en juicio y según 12, 47s Cristo no
juzga: el juicio se realiza en la no recepción de la palabra. En Mt 25, 31ss el
rey constata que unos son benditos o malditos por lo que han hecho o dejado de
hacer ante sus hermanos.
 Y es que «Jesús, al revelarnos la plenitud de la misericordia del Padre, también
nos enseñó que a este Padre tan justo y misericordioso sólo se accede por la
experiencia de la misericordia que debe caracterizar nuestras relaciones con el
prójimo».

En síntesis, para Juan lo que define es la fe/incredulidad; para Mateo todo se condensa en
el amor/desamor: el juicio es el desvelamiento de la posición asumida en la historia frente
a Cristo (fe/incredulidad) y frente al prójimo, sacramento de Cristo (amor/desamor).

La autenticidad de la fe en Cristo nos debe llevar a descubrir su rostro en el rostro del


hermano, que es su imagen. Así pues, la posibilidad de ser reconocidos en el juicio por el
Cristo futuro –el Señor de la parusía– depende de que ya ahora reconozcamos al Cristo
presente en los hermanos.

En última instancia, los hombres estamos obligados a responder de nuestras opciones, no


ante una norma impersonal, sino ante la persona de Cristo, el cual es la medida de la
humanidad, pues «al morir cada hombre recibe en su alma inmortal su retribución eterna
en un juicio particular por Cristo, juez de vivos y muertos» (CEC 1051).

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