Está en la página 1de 30

Eduardo Terrén

Educación y modernidad
Entre la utopía y la burocracia

Prólogo de Mariano Fernández Enguita

pENSAMtENTo cnír¡co . pENsAMtENTcl uróprco

+
UNN/ER§IDADI OI CONUTII
Eclucaciór y moclcmiclacl : Entrc lil utollía y la burocr-¿rcja / Ec[r¿u'clo'I'enón
prólogo cle Mariano Ferránclez Engrrila. Rtrbí (Balcelor:r) : Arthrr:rpos
-
Eclitorial ; A Comñ¿r : Urivcrsiclaclc ch Comña, 1999
XI p. + 315 p. ; 20 cm. (Pensanicnlo Crítico / Pensaruienlo Ur(rpico ; 109)
-
I3ibliogral'ía p. 295-3 I I
ISI]N 64 7658 552 7

l. Sociología de la educaciórr - Teoría crítica 2. «Modernidacl, - Aspeclos sociales


I. Fernández Enguita, Mariano, pró|. IL Universidacle da Coruña III. Título
IV. Colección A Alberto y Eduardo,
37.015.4
qLte vinieron eLl nu.mdo o la vez que este libro,
y a Elia, que los tra¡o

Prir.l.rera crlició1r: I c)99

O Ecluarclo Terrén, 1999


O Anthropos Editodal, 1999
Edita: Ar-rthropos Eclitorial. Rubí (Barcelona)
En coeclición con Selvicio c1e Publicaciones. Universidade da Corrrña
ISBN: 84-7658-552-7
Depósito legal: B. 17.244-1999
Diseño, realización y coordinación: Pl-rral, Serwicios Eclitoriales
(Nariño, S.L.), Rubí. Tel. y fax 93 697 2296
Impresión: Edim, S.C.C.L, Badajoz, 147. Barcelor-ra

Irrlrlcso cn España - Printecl. in Spuin


Joclos los rlelechos lese¡r,nclos. Esln prrbliclción no puetle ser reproclrrcicla, ni en todo Di cu
ptrtc, ¡ri rrgistra(la en, o Lmnsnriticlt por, un sistenla cle lectr¡temción cle inli¡mr¿rción, cn
ningtma lbrma ni ¡tor ningt'rn r¡ecÜo, sea ntecrinico, fbroquínrico, clcctrónico, nragnético, elec-
trcóplico, pol Ibtocopia, o cu¿rlquier otr!, sin el perntiso previc¡ l¡or escri to de la cditori¡l.
sentar Llna base de análisis teórico qlre en el ftituro permita
plantear respuestas radicales. Quizá, como creyó Weber, la paz CepÍruro 1

de nuestra alma ya no puede ser Ia de quienes soñaron con la


utopÍa; pero pensarla puede servirnos para determinar cuál es LA SOCIEDAD EDUCADA
la genealogía del desconcierto, el desánimo y la triüalización
qlre corroen el discurso educativo en este fin de siglo. puede,
cuando [renos, dos cosas. Por un lado, servirnos para contra-
restar esa tendencia al escepticismo y el malestar moral contra
la qtre Dulüeim (1989: 126) preüno a los profesores que tien-
Este cuadr.o de la especie lrumana, liberada de todas
den a npreguntarse frecuentemente de qué sirwen y hacia dónde estas cadenas, sustraída al imperio del azar, así como al
tienden sus esfuetzosr. Por otro, ayudarnos a resistir frente a cle los enemigos de sus progresos, y avanzando coD paso
las mtinas de la indiferencia y las tiranías anónimas que puede firme y seguro por la mta de la verdad, de la ür'tud y de
traer consigo la percepción del fin de una tradición. la felicidad, presenta al filósofo un espectáculo que le
consuela de los en-r,res, de los crímenes, de Ias injusti-
cias que aún ensucian la tiena, y de los que el hornbre
El iin cle una tradición no significa de manera necesaria que es mnchas veces víctima. Es con la contemplación de
los conceptos tradicionales hayan perdido su poder sobre la mén- ese cLradro como recibe el premio de sus esftlerzos por
te de los hombres; por el contrar-io, a veces parece qlle ese poder los progresos de la razón, por Ia defensa de la libertad.
de las nociones y categorías desgastaclas se lr.relve n-rás tiránico a Entonces se atreve a turirlos a la cadena etema de los
medida que la aadición pierde su luerza vital y la memoria cle str destinos lrumanos, y es ahí donde encuentr-a la verdade-
contienzo se clesvanece; incl_rso pnede desvelar sr_r plena ftierza ra recompensa de la virtud, el placer de haber hecho un
coercitiva tan sólo después de qr_re haya Ilegado a su fin y los hom_ bien duradero que la fataliclad ya no destmira con una
neutralización funesta.
bres ya ni siquiera se revelen contra ella [Arendt, 1,996: 32].
MARauÉs DE CoNooncBr, Eo squejo de un cuadro
histórico de los progresos del espíritu huntano

1.1. t^a Ilustración y el discurso pedagógico


de la modernidad

Instr"uir y construir: nrctolbrología y nrctivos del proyecto

Todo comenzóhace doscientos años cuando los autores del


proyecto de una sociedad racionalmente educada creyeron ha-
ber sister¡atizado para siempre la posibilidad de conjugar el
progreso moral y el progreso material de la humanidad; cuando
creyeron haber encontrado en la educación nacional de la masa
el instnrmento decisivo para controlar el presente y conqllistar
el ftituro.
La modernidad, entendida como el proceso de instituciona-
lización de ciertos modos de üda, conocimiento y orgarrización
social configurados en la Europa de finales del xvtt y el xvtr, es
un concepto geográfica y temporalmente acotado. Pero cual-

22
23
quier especificación ulterior se encuentra con dificultades aná- subrayaremos más bien su acepción politicoadministrativa más
logas a las que Weber (1983: 33 s.) señaló al presentar el con- cercana a la idea de "pian". AsÍ, en tanto qlle plan rector, el
cepto del «espíritu del capitalismo". Más qlre corno un objeto proyecto de la modernidad puede considerarse como la disposi-
que pueda definirse por la vía del género y la diferencia, enten- ción de un universo político en el que se anticipa el curso cle ttn
demos la modernidad es nna «conceptllalización históricar, proyecto histórico y se oftece una coordinación científicamente
esto es, siguiendo las palabras de Weber, como Lrn complejo de fundada de ]a libertad y el orden, de los indiüduos y del siste-
intertelaciones de la realidacl histórica qlle nosotros agrlrpamos rxa.2 La base discursiva de la que dicha disposición arrancó sl-l
conceptualmente en un todo desde el punto de üsta de su slgrzl- fuente de legitimidad radicó en presentarse a sí misma como el
licación cultuu'al. tritrnfo de la razón (Touraine, 1994:9). Sólo así podían hacerse
Visto así, un fenór¡eno colrro el de la modemidad no debe cor-responder las nr-revas exigencias productivas, los nuevos mo-
delimitarse conceptualmente de fonna definitiva ni a priori,l delos de organización social, la cultura científica y las ansias de
plres sll significación pr-tede componerse ar partir de distintos ele- liberación del pasado. Ei proyecto se presentó a sí mismo, plles,
mentos de la realidad histórica. Metodológicamente, corno ocLt- como Llrl programa de racionalización y, al mismo tiernpo, de
re Weber- con toda conceptualización histórica, no emancipación. En arnbas dimensioues, las instituciones y los
-segírn
necesitamos encerrar dicha realidad en conceptos genéticos abs- discursos qlre entraron en juego (corlo la ciencia y la educa-
tractos, sino que basta con «articularla en conexiones genéticas ción) hubieron cle conjugar dos tipos de temporalidad: la de la
concretas, de matiz siempre e ineütablernente individtml y espe- filosoffa de una historia de salvación y la de la disciplina del
cÍfico,. En su conferencia sobre la objetiüdad de las ciencias trabaio ügilaclo; la del curso de las ideas y la del control del
sociales Weber utilizó una expresión que subraya esta labor de cllerpo; la del futuro pensado y la del presente üüdo.
corrposición de la concepttialización científica de la historia: la El hilo conductor qtte seguiremos en ntlestra corrposición
realidad por la que la ciencia social debe interesarse de la constelación cultttral de la modernidad pretende segr"rir
Weber- se configura como Lrna constelación de factores -comenta
históri- jtrstamente el tenso curso de esa racionalizaciótt que a través de
cos. Sigrriendo esa dircctriz, enlo que sigue se tratará cle la ciencia, la lecnología y, sobre todo, la educación, intentó ha-
"com-
poner» el significado de esa
"constelación» cllltural llar¡ada mo- cer de Lrna correcta adr¡inistración cle las cosas y de los indivi-
dernidad a parlir de una selección de aquellos elernentos que duos el fundamento de un cálculo aceriado clel futuro. La idea
son relevantes para el problema qr-re aquí inicialmente nos ocLr- es qlle, como verernos, el proyecto tendió a ser cada vez más
pa: la reconstitución ilustrada del discurso pedagógico como eje excluyente y opaco respecto a otras formas alternatir¡as de ver el
clel proyecto de reforma polÍtica y cultr-rral de la moden:ridad. mundo a medida que se fure h¿rcienclo operativo en el diseño de
Para articular dicha composición dibujaremos ios principa- las institr-rciones y las relacior-res sociales corno Lln progranra de
les trazos de Ia imagen cle esta constelación bajo la forma de un reforma global.3 Traducido a Ia ideología cle la modernización,
proyectg en el sentido que Flerbert Marcurse clio al término;
esto es, cor1lo una elección en la forrla de ordenar la üda social
que es resultado tanto de la cultura hereclada como del jr"rego de 2. Marcuse (1981: 26 s.). Sobrc Ia ntopización rle la libertad y el orden como
los intereses dominantes. El poso sartr-iano cle la noción de pro- f,rentes cte la dicha social y su oscilante articulación en las visiones modernas del
mundo r,éase Bloch (1979/80: II, 93-98): el orclen clota cle espacio a una libertad en la
yecto guarda un inconfundible regusto existencialista pero aquí qlle encuentra st contenido.
3. Giclclcns (1993: 18) lo ha clicho x5f¡ "Las formas de vicla introclucidas por la
moclcruiclacl arrasaron cle nranera sin prccedentes ¡odas las moclalidades tradicionales
l. Giddens (1993: 24) apunta algo pareciclo al consicier:u' la moclerniclacl como un del ordcn social. Tanto en extensión como en intensidad, las transfomraciones que ha
fcnómeno multidimensional cuyo diagnóstico clebe conjugar clinámicas y ordenamien- acaneaclo la moclcnidacl son más prcftlnclas que la mayorÍa cle los tipos de cambio
tos que proceden de difelentcs pelspectil¡as teóricas" Un similar distanciamiento de car¿rcteústicos de periodos anler-iorcs; ex[ensivamente ]ran sen¡.ido pala establccer for-
cualquier versión de la modernidad que se reduzca a una lógica simple puede verse mas de interconexión social que abarcan el globo tenáqueo; intensivamente, han alte-
también en I-Iellery Feher (1989). rado algunas de las más íntirnas y privaclas catacteústicas de nucstra cotidianeiclacl,.

Z+ 25
el proyecto pasó a pretender detern-rinar el desar-rollo social en glas, principios y directivas sistematizables. La sociología de Ia
sr-r totalidad, con Io qLre sll inicial impulso político de oposición cr-rltura 5' de Ia educación deben remitir siempre en última ins-
y liberación terminó por descubrirse igualmente como una es- t¿rncia a una teoría del conocimiento. Veret¡os, en este sentido,
trategia de n-ianipulación y control de volírn-renes cada vez ma- cómo este manera moderna de entender el conocirliento (sus
yores de población. El progreso se instituyó con-ro disciplina y lonr-ras, agentes y métodos legítimos) es fundamental para en-
la utopía hubo de r¡aterializar-se como burocracia. tender la función social clue se autoatribuyó la élite intelectual
El proyecto de la rlodernidacl nace de un moürliento inte- ilustrada, así como su tendencia a rechazar formas tradiciona-
Iectr-ral que, si bier-r hunde sus raíces en el hur¡anisno renacen- les de autoridad y a presentar su liderazgo sobre la base de una
tista, se consolida institucionalmente en la segunda mitacl del eüdencia científica. Lo es también a la hora cle entender cómo
siglo xvnr con Ia entrada en escena de la élite cultural ilustrada. las nuevas formas de disciplina se impondrán a las üejas for-
Se trata cle un proyecto qlle, segírn Habermas (1988: 273), mas del saber consewadas por los oficios. En el fondo, la hege-
monía de esta teorÍa racionalista y utilitarista clel conocir¡iento
es la cle ttn .cuadro, de saber (Foucault, 1986 L52 s.) que, en
[...] consistc cn desarrollar 1as ciencias objetiv:rdoras, los lun-
damcntos universalist¿rs dc l¿r molal y el clerecho y el arte autó-
tanto qlre técnica de poder y de conocimiento, se conüer1e en el
non-ro [...] y, al n¡isl-no tiempo, er-r liberar de sus lbrn-ras esotéri-
gran problema tecnológico de la epistemología moderna.
cas las potencialiclades cognoscitivas que ahí se nranifiestan y La ftinción de esta visión aclministrativo-instmr¡ental del
aprovecharlas para la praxis, esto es, para la configu:rción racio- saber taxonor¡ización, en paiabras de Foucault- fie favo-
lnl de hs relaciones titiles.
-su
recer Lrna acur¡ulación cle ia cultura especializada que permi-
tiera la organización racional de la üda cotidiana. La combina-
Esla descripción, derivada de la teorÍa weberiana acerca cle ción de imágenes liberadoras e interés por sr-l aplicabilidad
práctica se tradujo en la cornbinación de teoría y praxis qr-re
la [ragn-ientación cultural de la concepción del mundo, sugiere
caracterizó al pensamiento ilustrado: la praictica sienta las con-
que la natur-aleza del proyecto moderno resulta inaprehensible
diciones para el discltrso y el discurso dewrelve proposiciones
sin prestar ater-rción a ese caracterÍstico giro episten-rológico por
que facilitan la práctica.a En esta combinación se encuentra el
el que todo problen-ra traclicional relativo a la verdad, las nor
meollo cle la concepción burguesa del mundo como conjtlnto de
mas o la belleza p¿rsó a convertirse en Llna cllestión cle conoci-
obietos y seres cltte cobran sentido como lugares de tlna acción
miento, justicia o gllsto. Corlo tal, ya no debía dirin-rirse segúrn
transformadora, colTlo referencia de un conocimiento producti-
los cánones de una cosmovisión global más propia del mundo
vamente orientado hacia dicha acciÓn.
premoderno, sino segúrn los cánones elaborados por saberes ex-
Montesquieu (1985: 403), ya viejo cuando la Ilustración lle-
pertos cllya cornpetencia ha sido profesionalmenl-e instituciona-
gó a su madurez, r¡anifestó una cierla distancia frente a quie-
lizada, es decir, racionalizada. La condición de posibilidad de
nes, como Tomás Moro, clueúan candorosamente gobernar
este proceso de institucionalización es la expansión de Llna ra-
todo estado con la sencillez de ttna ciurdacl griega y se limitaban
cionalidad instrrmental basada en las creencias y estrategias
propias clel cognitivisr¡o moclemo. a hablar de lo que leían en vez de producir un pensamiento
sistemático. Y es c¡ue, a diferencia de formas anteriores de uto-
El cognitivismo moderno (Horton, 1982: 243; Oakeshott,
1962: 8-13) es Lrna forma de saber que prir.ilegia el conocimien-
to explícito, objetivo y descontextualizado; esto es, el conoci- 4. Si es r,erclacl qrrc la escuela iba a ser la llamada a abr-il. al individuo ¿rl conoci-
miento que puede ser sister¡atizado teóricamente y cllya gene- lniento cle y a la participación en una sociedad presidida por la razón Toulaine (1994:
20) no puecle ser mhs sig[ificativo el que sc plentca|a collo lenr¿r de un ejercicio
ralización stlpone una devaluación de otras forrlas de conoci- p,op.r"rio a los aspirantes a maestros «¿Se cnclrentla alguna rliltrencia entrc Ia e,sc-
miento subjetivo o tácito, eclipsadas ante el predominio de las ¡nrru .1" .ur profesor.puramcnte teórico a la del clue retittc la teoría cott la prtictica?"
formas técnicas de saber que pueden ¿rdministrarse segúrn re- (cit. en Peley'a, 1988).

27
26
pÍa que carecieron de la irnpronta de ese cognitivismo y en las nrasa total del género humano marcha siempre, bien que a pa-
que Ia realización de la esperanza podía irr-umpir en cualquier: sos lentos, hacia una perfección más grande».s Cieúamente,
momento segírn la inaprensible lógica cariológica del destino, la llLrbo tardoilustrados qLIe, como Herder, expresaron reparos
utopía del discurso regeneracionista ilustrado hizo gala de una aflte estas nnovelas, acerca del progresivo meioramiento dei
fe inquebrantable en el institucionalismo y en eI poder fonlati- rnundo o qlre, como Goethe, no pensaban qlre porqlle el horn-
br-e pudiera ser cada vez más inteligente y juicioso fuera a ser
vo de la política y la economía. De ahÍ que Mannhein-r (1993:
193-201) üera en este discurso la constitución de una especÍfica necesariamente más feliz. Pero no cabe duda de que la confian-
z.a en el potencial transformador de las ideas condujo a clue así
mentalidad utópica, la utopía
"liberal-humanitaria»; una fonla como, segúrn Mannheir¡, la esencia de las utopías r¡ilenaristas
de utopía que ya no respondía al grito agónico de protesta de
los más humildes contra el todo, sino, más bien, a .una clase ¿interiores había consistido en una uespiritualización de la poli
media que se estaba disciplinando por medio de una cultura tica», la esencia de la utopía ilustrada consistiera básicatlente
consciente; [qr-ie] consideraba la ética y la cultura intelectual en Lrna politización del espíritu. Para ello es para 1o qtte tuvo
c¡.re articttlar teoría y praxis en Lln nuevo edificio infelectual'
corlro slr principal iustificación (contra Ia nobleza), y que, sin
qttererlo, cambiaba Ias bases de la experiencia, de r-ur plan extá- Y esta imagen del edificio uo es gratuita. Una parte nada
clespreciable de la sociología del saber ih-rstrado podrÍa escribir-
tico a uno edncativor.
La afición dominante a la ilustración profesó una inigualada se como ttna metaforología de imágenes constructivas. Estas
imágenes llenaron no sólo el pensamiento de sus teóricos más
fe en la capacidad de las ideas para trascender la realidad pre-
sente; no en vano, la historia de las ideas fue una se sns creacio-
representativos, sino también muchas de las reaiizaciones cle
sus actiüstas más destacados. Thomas Jefferson, por ejemplo,
nes más representativas. Mas allá de las filologías emditas del
el que afirmó tajantemente que la ciencia nunca podía ser re-
Renacimiento, la «l-ristoria dei saber" fue, efectivan'rente, Ltn pro-
trógada y que constituía una garantía contra el despotismo, fue
ducto de la modernidacl ilustrada, es decir, de una modernidad
r-rn influyente propttlsor del estilo arcluitectónico conocido
madura necesitada de combinar el orden arquitectónico de su
como el «joven república" que, inspir-ado en los monllmentos
exposición y el estilo de su cognitir.ismo con la justificación his-
clásicos ellropeos, debía sustituir a la arquitectltra colonial in-
tórica de sll proyecto; el estilo atemporal y sistemático de la enci-
glesa en los Estados Unidos. Más allá de la limitada concreción
clopedia con la conciencia de la historicidacl de su experiencia
cle este caso, existe Llna especie de afinidad profunda entre la
transformadora. Seguramerfe esto fue así porqlle «los aconteci-
organización ilustrada del saber y el valor simbólico de la arqui-
mientos históricos aparecen como un proceso sólo cuando la
tectllra corno gesto cultural. Qr-rizá haya sido la intuición filosó-
clase que considera esos acontecimientos espera aúrn algo de
fica cle Wittgenstein la clue mejor haya captado la esencia de
ellos. Sólo tales espemnzas pueden hacer surgir utopías, por Llna
esta afinidad al afirmar: «nllestra ciülización está caracterizada
parte, y conceptos de proceso, por otr-a» (l\4lannirein-r, 1993: 129).
por la palabra "progreso". El progleso es su foma; no una de
No debe olüdarse, en cualquier caso, qlle la concepción de
sus propiedades, la de progresar. Es tÍpicarlente constructiva.
Llr1 proceso terrporal lineal no se presenta sólo en la filosofía de
Su actividad consiste en erigir Lrna estrLlctllra cada vez más
la historia ihrstrada colno Lrn rnero sllplresto ontológico que sir-
compleja" (1995:40).6
ve para otorgar direccionalidad a su utopía. Se presenta tatrr-
bién cor-no conclusión de un estudio metódico cle la evohrción
de la especie. Las obserwaciones cle Gibbon acerca de la historia 5. Turgot, Discl rso s obrc el espú'it t r h un rut t o, cit. en Sebrelli ( 1 992: 85).
antigua, Ia idea kantiana de la corriente de reguiaridad tenden- 6. Todo anzrncó del pensamiento cle Bacon y su intelés por cl método: otenía la
imageu viva cle mra consttucción gigantesca [...]. Es como si los hombres de su épo-
cial que registra la historia universal o el cuadro histórico de la ca hubiesen empezado a consttanir ur gran edificio clesde los cimientos, y corno si él
evolurción del espÍritu de Condorcet son suficienternente repre- hubiese visto en la fantasÍa algo parecido, Ia aparición de tal collstmcción; Ia hubiese
visto aírn más imponente, quizá, que los que trabaiaban en ella" (ibíd.:127).
sentativos de la base empírica de esta fe turgotiana en que nla

29
28
Desde el Renacimiento el lenguaje de la geometría se había presentó su ciudad ideal como la representación total de un
impuesto como discurso legitirnador del ordenarniento social mundo ordenado en la que una elipse periférica ocupaba el lu-
inscrito en las utopías de las nllevas constmcciones burguesas. gar de las órbitas de los planetas; en su interior, un disgregado
Desde luego qlre en la historia rrroderna de la utopía se encuen- pero a la vez conexo sistema de pabellones clasificaba a la po-
tran modelos muy distintos: desde las ciudades-iardín salpica- blación segÍrn los oficios. A pesar de que la presencia de zonas
das de casas aisladas qlle presenta la utopÍa de Moro hasta la verdes hace pensar en la utopía de Moro, la utopía del incipien-
disposición concéntrica y centralizada de la utopía autoritaria te ftincionalisrno de Ledoux es, más bien, la de la geometrÍa
de Campanella. Todas ellas, no obstante, ponían de relieve una militar y planificada caracterÍstica de la ciudad de Campanella.
misma confianza en el eler¡ento geométrico cotrto solución de El sustrato epistemológico de su alegorÍa simbólica es la misma
una sociabilidad calculada. Esta confianza es la precursora de que perraitió «constrLrir» y sistematizar Llna historia del saber
la confianza en la racionalidad burocrática moderna, es la pri- de la fonna en qlre lo hizo la historia ilustrada de las ideas.
mera mllestra de nna constante de la ideología básica de la mo- Puede verse, así, como el aparentemente inocente recurso al
esqLrerna conceptual del
dernidad que penlite poner en conexión el juego de lenguaje de "cuadro, del que hace uso el famoso
las n-retáforas construrctivas colt las üsiones clasicistas de un Bosquejo de Condorcet se revela como expresión regularizada
Pinaressi o un Ledoux; y, más allá, con la arquitectura funcio- de tur flujo sistematizado de conocimiento y de ideas; en defini-
nalista soüética o Ia de Le Corbusier. Unas y otras son formas y tiva, de historia. Foucault (1986: 152 s.), rnuy sensible a este
mtinas de la modernidad. Y es que, indudablemente, todo pro- componente arquitectónico presente en la metáfora del cuadro
ceso de ordenamiento social se constnrye (también) en el len- cle Condorcet, llegé a ver en él una clara analogía con el diseño
gr"raje. Los procesos de can-rbio cultural implicados en dichos del edificio carcelario. Aunclue Foucault no haga referencia a
ordenamientos dan lugar a procesos de rnetaforización que se ello, la relación que guarda esta observación con la íntima co-
erigen en Ia estructura profunda de las nuevas fonrras de comu- nexión qne Kant (1978: 570-574) establece entre la sistemática
nicación y dominación que se establecen. De ahí la imporlancia de un conocimiento racional que asegure el ftlturo y sus efectos
que reüste para la cornposición de nuestro problerna la toma disciplinarios amplía la validez de esta analogía. De hecho, pa-
en consideración de la metáfora arquitectónica, plres rece perviür todavía setenta años despttés en la pedagogía de
muy bien dijo Gramsci (1985: 163)- «el estudio del origen -colrro
lin- Tuiskon Ziller, cuya identificación de la disciplina con la ense-
gtiístico cultural de una metáfora empleada para indicar un ñanza le llevó a hablar del ugobierno» corrro el «cirniento del
concepto o una relación recién descubiertos, puede ayudar a edificio educativo".T
comprender mejor el concepto misrro, por cuanto se pone en Pero, rnás allá de sr'ls componentes analíticos, las metáforas
relación con el mundo cultural históricamente deteminado en Gramsci- se justifican ante todo por su popr-rlaridad,
-decía
es decir, por su capacidad para ofrecer Lln esquema intelectual
clue ha surgido de la rnislla rnanera en qLle es úrtil para precisar
los lírrrites de la propia metáfora". fácil al púrblico. Hubo otras imágenes, como la de la salud o la
cle los tribunales, clue fueron también frecuentadas a la hora de
En este preciso sentido es en el qlre merece especial conside-
ración la imagen del edificio, pues desde la hacer accesible el contenido regulativo de la nueva racionali-
"arquitectónjca de dad. Todas ellas, en el fondo, definen una misma simbología:
la razón, kantiana o la "simple idea de arqtritectura» con qLle
Bentharn presenta su panóptico, la metáfora constructiva de la un alma sana, Lln alma educada es Lln ah¡a edificada, recons-
razón planificada ha venido figurando como Lln elernento clave
del sentido comúrn de la modernidad. Y 1o ha hecho con una 7. AllgenrcúrcPeddg;ogik,Leipzig, 1876:22(cit.enLuhmann, 1993:196 s.).Lame-
táfora, en cualquier caso, tenía ya su historia. Aunque el pensamiento ilustmdo la
específica orientación reguladora.
consolidó en la fomra que vemos, ya Decartes habÍa p¡esentado su ciencia del método
Ledoux, por ejemplo, el arquitecto de la Revolución France- segírn un modelo de urbanismo social que hizo que las ciudades planificadas del siglo
sa qlre veÍa en su profesión la posibilidad de rivalizar con Dios, XVII reciberan el nombre cle vill¿s dla" Descartes.

30 31
I

tmida, reformada ante el tribunal de la razón. La metáfora clel progrreso. Las nuevas formas de comunicación y socializa-
constmctiva, sin embargo, guarda una especial afinidad con la ción instaur-adas culminaron en la hegemonía de la razón ins-
cnestión de la configuración pedagógica de Ia cultura ilustrada trumental o técnica y permitieron el eiercicio de la dominaciór-l
porqLle es la que mejor deja traslucir el interés de ésta por ei a los gmpos sociales asociados a ella. EIlo trajo consigo tlnos
orden artificial y la "bírsquecla cle la estructura» (Bauman, nllevos patrones de reconocimiento social en virtud de los cua-
1993: xi) en la disposición cle las ahras.B La legitimidad de las les una persona debía ser juzgada a partir de stl natllraleza mo-
instituciones y los discursos cle la moderniclad ha durado mien- ral interior y del mérito indiüdual cle su proceder. Esta alttono-
tras l-ra durado confianz¿r en la estn-rctllra, en aquello a Io que el mización del indiüduo y la percepción moral de su experiencia
discttrso pedagógico de esta época de ilustración llar¡ó el orden sLrponía el establecimiento de tlna sllbietividad desligada
y el método. malmente, al menos- de la religión y el enfientamiento de la
-for-
Como muestra claramente el rreferido ejemplo de la arqui- conciencia a la necesidad de extraer de sí trrisma slr propia nor-
tectlrra de Ledoux, la politización del espíritu exigida por la matividad. Como señala Habermas (1989: 18), la modenridacl
ntteva utopía social ilustrada pasaba por este nuevo ordena- no tlrvo más remedio que echar mano de sí misrla, lo que muy
miento/disposición de los individuos para que la organización bien puede explicar la dinámica de sus intentos, constantes has-
social resultante fuera percibida como legítima; para que, en ia nuestros días, por fijarse conceptllalmente, por constitLlirse a
definitiva, se pudiera dotar de valiclez a Llna totalidad social sí misrna y resolver srl propia legitimidad histórica. Su gran
bajo la fonna de su idea burguesa encarnada en personas e problema, nttestro gran problerla, de identidad ha sido funda-
instittrciones (Ilorkheimer y Adomo, 1994: 54). Y esa idea era mentalmente Lln problema de orientación, como ya se aplrntaba
una idea arquitectónica, la idea de un sisterna cientÍficamente en el texto canónico en qr-re Kant se pre€Jrlntaba por el significa-
retrnido, construido y transn-ritido. Articuilatio, no coaceruatio, do de la Ilustración.10
pedía Kant. Y es que la razón legisladora debía ser una razón La descripción de esta dinár-nica reflexiva qr-re encontró en el
edificada segúrn un plan sistemático porque ésta era la Írnica ideal arquitectónico Lrna respuesta al problen'ra de orientación
fon-na de que el conocimiento se aparlara del estado rapsódico del espíritu de la nueva época quedarÍa incorrpleta sin hacer
e inconexo cle la doxa y sirwiera a la causa de los fines más mención de la crítica, cornponente esencial de todo discurso
esenciales de Ia razón.e ilustrado y ualma cle esta edad disputadora" (Hazard, 1985: 20).
EI proceso de constitución de la cultura burguesa a lo largo El gesto crítico era algo así conlo un corolario cle la dimensión
clel siglo xvtrI y su marcado iengr-raje regeneracionista se basa- utópica clel proyecto, Lrna clerivación de sr-r reiünclicación de la
ron en el rechazo de las tradiciones preiiustradas, en una nlleva esperanza cle un mundo racional y feliz., y sobre todo, una mani-
visión del tien-rpo histórico y en rlna cútica ideológica arnpara- festación de la corlunión de teorÍa y praxis. Las teorías sobre la
da en la ciencia como valor de lucha e hito del camino segltro felicidad social se mezclaron, de hecho, con los relatos críticos y

8.«Construir», de hecho, era una palabra cnlta y poco habitual en castellano hasta 10. I{abermasreenI'Iegelalprincipalreprescntantcdeestaconcienciadelanecc-
el siglo XVI excepto en su Llso glamatical (Coronrinas y Pmcual, 1992, vol.2: 173). siclad clc ¿rlrtoacercioramiento. En su intcnto cle conceptualizar la modemidad va iur-
Repárese en que comparte níz (straere) con «insttalir,, término inicialmente rel'erido plícita una crítica de la misma qrre, ciertamente, pucdc scr el exponente dc su elera-
tanto al levantamiento de paredes como a la for:nación cle los efectivos humanos pata ción a problema filosófico. Pero seguramente la compue(a de esa problernaticidacl
la batalla; clisposición ordenada cle elementos, pues, tanto si son laddllos como si son había siclo abierta por Locke y su reclncción clel alma humana a una actividad cle
hombles. aprenclizaje. Suya es, en definitiva, la reducción clel homb¡e al hombrc (I'Iazarcl, 1985:
9. La arquitectónica es cl arte de los sistemas, aquello que, segun la docttina del 47) qrre pcnnitió a Pestalozzi y otros pedagogos ilustraclos desarrollar el sapere atLde
métoclo, lleva el conocimiento ordinario al camino firrne y segruo de Ja ciencia (Kant, kantiano y alirmar clue el hombre sólo poclía Ilegal a serlo a través de la eclucación,
1978: 646 s.). La misma gramática profuncla cabe apreciar en la expresión por exce)encia Para una intclpl'etación del ¡exto kanliano (1981: 25-38) descle el punto de vista cle la
clel sabel' ilustmdo: nReunir los conocimicntos [...], exponer su sistem¿r general [...] y caracterÍsticamcntc modema problematización rcllexiva cle 1a actualidad r,éase Fo*
hansmith'los,, tales son los objetivos rJela Brciclopcrlm (Dideror y D'Alaml¡ert, 1974: 69). cault(1985: 197-207).

32 JJ
el recurso literario a la utopía en la ironÍa de Swift, Cadalso o ventó al nhombre" (Foucault, 1984: 331) y asentó el sueño ar-
Montesquieu. Su objetivo era denunciar gobierros corruptos, qtritectónico de una polis edrcada sobre un sueño antropológi-
costumbres supersticiosas, hábitos irracionales o instituciones co. Pero si el propio Kant afirrnó en st Pedagogía-
académicas encerradas en sÍ mismas, pero también proponer -como
cletrás de la educación se escondía eI secreto de la perfectibili-
constituciones nllevas, religiones más puras, estilos de üda más dad de la naturaleza humana, ante ella se ofrecÍa el reto de su
racionales o saberes rnás írtiles. Sin duda, el recurso a Ia figr-rra efectivo perfeccionarniento. La élite intelectual ilustrada fue
literaria de los üajeros descontentos y slr popularidad reflejan la igualmente la autora de un discurso legitimador por el que las
expansión del horizonte de üda a través de la mejora del trans- subjetiüdades suplrestamente liberadas de la idolatrÍa, de las for-
porte y la intensificación de la comunicación escrita qlte acom- mas de autoridad tradicional y de las forrtas de conocimiento
pañó a la constitución de un púülico ilustrado. pero el recurso al anacrónicas, su§etiüdades desproüstas por todo ello del ancla-
motivo del üaje era tar¡bién indicador de un gesto intelectual
ie existencial que les proporcionaban sus mundos de vida pre-
hacia la utopía que sembró literariarnente el caldo de cultivo en ilustrados, debían ser resocializadas en el nuevo lenguaie del
que germinaría el carácter políticarnente trascendente de una orden racional, en su red de estrategias organizativas y en las
filosofía de la historia y del progreso. El motivo de la arquitectó- nllevas formas legítimas de conocirniento. Lo que para unos
nica no fue el úrnico reclrrso del discurso regeneracionista. Escri-
eran sueños, para otros comenzaron a ser pesadillas.
tores, quizá secundarios desde el punto de üsta de la historia de
En cualquier caso, debe quedar claro que esta constelación
las ideas, pero representantes genuinos de la ügencia intelectual
histórica que responde al nombre de modernidad refiere tanto a
de una cLnima naturaliter modenta, como el Conde de Vohey o
Lrn estado de cosas como a Ltna percepción de ellas. Es tanto
Sebastian Mercier propusieron un tipo de prospectiva social que
una forrna de producir el mundo como de representarlo. La
un siglo después popularizaúan las novelas utópicas de Edward ideologÍa de la modernidad es un estilo cognitivo cuya episte-
Bellamy. Sus relatos contribuyeron a acercar al imaginario po-
mologÍa ftindamental supone que el mundo taxonomizado es
pular los escenarios en los que el orden de la razón desarr.ollado
accesible, y su cambio, progresivo y controlable; es una forma
en las obras de los filósofos parecÍa ser capaz de conseguir una
de conocimiento en la que una detenr-rinada estructura norrna-
felicidad social equiparable a la que segrirn la economÍa fisiocrá-
tiva impone su discttrso en bllsca de un sistema que privilegia la
tica era deducible del orden natural.ll
unidad, la homogeneidacl y el orden. En definitiva, plles, la teo-
No obstante, si Diderot pudo llamar a su siglo
"el siglo filo- ría del conocimiento social que vertebra el proyecto ilustrado y,
sófico, fue porque el diseño de esa felicidad social ftie obra de
por tanto, su reconstitución del discttrso pedagógico moderno
la reflexión crÍtica de su élite cultural (los philosoplzes) y de su
clrenta como presuplresto ontológico Íundar¡ental 1o que po-
función intelectual en la forja de una imagen de época.l2 Fne-
drÍamos definir como Llna disposición curricular de la existen-
ron ellos quienes elaboraron la imagen del hombre adecuada a
cia. Todo es mejorable, todo es aprendible... ucon mucho orden
la arquitectura de Ia sociedad educada; una irlagen ya no basa-
y método» (Diderot y D'Alambert, 197 4: 59).
da en el ordo estarnental, sino en el derecho natural. Kant in-
Pero, si pretende rentabilidad sociológica, cualquier descrip-
ción de esta peculiar configuración del saber (y del poder) que
refleja tanto Lrna versión arquetípicamente platónica del cambio
1 1. véase Btuy (1971 : 1 60 s.) para un desa,'ollo rnás cletallaclo cle
esta iclea basaclo
en una ob¡a de Mercier de la Rir¡iére cnyo tÍtrilo no tiene clesperclicio: El ordett na.tural
social dirigido como una incipiente bttrocratización del conoci-
y esencial de las sociedades políticas. rr-riento debe atender igualmente a las condiciones ql-re permitie-
12. soble la figura clel intelectual como «hacedo'cle i*ágenes,, como forjaclor dc ron la proyección social de dicha configuración. Esto obliga a
una estmctura ideologica que se conüerte en inagen cunndo pasa a fomrar parte del
universo simbólico de un gnrpo réase Boulding (1965: 7). Este planteamiento coincicle
prestar atención no sólo a los fundarrrentos filosóficos de la red
con el de Luhmann (1987) cuando vincula Ia posibilidact de legitimación con la exis- simbólica sobre la que se asentó el discurso pedagógico de la
tencia de un sujeto autorizado de producr'una ,epr€sentación a;eptal¡le de lo social.
rrrodernidad ilustrada, sino también a los ntrevos espacios de

34 35
de la uni-
de Ia cultura acadéndca
-;il;;p"
'i(\'ialización y tk, ¡ ,r rl ,1,, r, L rcl literaria sobre el que iba a definir- lranifiesto las limitaciones qr-le rrrLlestra el estilo de
un
sc la nueva ¡¡r.o¡rr,rIr , ,l, l siiber y en los qlre esa nlleva simbolo- versidad dieciochesca' de inconforr¡is-
gía iba a .jrr¡iiri ., rr l, rlitittidad. La prolifbración de revistas Drimer representant" d"
;;;;;i"ió"''od""'a
los modelos Ñ;;;;iq e¡tarleci{is qtle llesara al si-
científicas, lil, ,.,,,,,. r'tlc costumbres; las [er1ulias de los salo- ,ro
"or
nes privrul,r'. r 1., , ,liscusiones cle café; las sociedades econó- ;,:;;;;:1;,;;ri1;ÍJi:{*':',d?"i;§TlTi:*:JiÍl;
rnicas 1, r lr' l, ,l r, r rl, ,, [oclos ellos ámbitos nllevos de sociabilidad contrariado por er po-
qu(. (,1r ,,11.'rr,,,, (:rsos sustituyeron y en otros simplemente se ',1-:T,l:l#'#'T,i:'ll'Í"ii,"*oo,y er
p"i
ryr9,
de liempo'
cler de los «titiriterot á;t'Ia, "| "disrrendio
"1,;rcios tradicio,aies cle la üda social co,ro la cOr- dictado' tenni-
Itltltr ll,'t' trt .r , y el
lr', l,r r1'l, .r.r (, lrl casa, Iueron el sínlonra de decadencia cie una qre conllevabun "t .pi"r',a1r^¡" Á"r',',o.istico para asegurat'uno
manttales
vrr'¡,r l,,r rr.r (le saber que ya no poclía encontrar amparo en la H* rt*";i""¿t r^'"'lii 'ut¡Znde su reflexión: una enseñanza
de los objetivos lnás ;;;;;"t
cle
,r r lrut, , l( 'ui(r¿r de la politeia ilustrada.
pÍo hacia lo útil' qlle fomenta-
más eficaz' Sttt ututlt'"Jtri'*"f" de-
ba una institución iI#
d";;"t":'-o"t¿na"t eu complejas
tarde por
años más
L"t"";t"p"ticlos
II t j,t ttbery el optimisnn rel'onnistcL mostraciones silogístás
p""ado áel espíritu escolástico"'
r,'

Olavicie aI habiar d"t doUl"


l.l vicla de la mayorÍa de las universidades del xvlu sir-ve objeto y en s]l rlétoclo' En
su o§eto por-
t.rrro ejemplo de la decadencia de un ordenamiento cultural [." ] que peca en su porqttc c^ vez dc btrs-
qr,rc es ñ"ívolo t;i';ii;;;;st's dc
lt';rcio a la innovación y la experimentación exigida por los nue- o geo,rétricos' Ia presu're
''"¿toclot
car la verclad o";;;á;t sin-rplcs "el csnírittr escolástico cs cl
rrr>s tiempos. Dicha decadencia significaba el declive de una ins-
hallu por tt^ ló;i;";;á^J^' f"'l;icor*rptot dcl gll:t" t
titr-rción que había coronado y controlado la generación de sa- desr.*tctor''r" I""ül;;'''
;;i;'' :L::l'
l¡er institucional clel sisten-la escolástico, pues, desde sus orÍge- ciencias v los sóIidos conocr-
él sor-r inco,-rp^ttb;;i;;"--tladeras
nes medievales, las universiclades habÍan funcionado como apa- mientos del hombr-e'
ratos legitin-radores del orden estamental de la nobleza y t:epro-
ductores de la burocracia tanto estatal como eclesiástica. Sr-t ElbaconianistrrodeFeijóooelpragrrrat-ismodeolavideno difícil'
rnonopolio en la gestación de la cultura hegemónica garantiza- de r'rn país con Llna Ilustración
eran prodllctos aislados extracadémico con los
La imbricación del ;;;i;
ba el orden ideológico necesario para el sostenimiento del or- c'ientífico
clen feudal, pero slr tradición osclrrantista tern-rinó aislándole de valores sociales
ft" lg"ul-ente' si no más' sig-
d"t;;ff*tño
de institucio-ne-s c:mo la
Royal Society
casi todos los avances de la ciencia moderna, la rrrayorÍa de los nificativa otig"'
cuales se llevaron a cabo fuera de slrs mllros.13 "t ptt';;;;pl;' tt"^ balada de la época decÍa:
"'-tA'í,
londinense'
En el caso español, por ejemplo, la crítica terrprana de ese
la bolsa aLimentar la riqttez-a
vulgarisatcur de la Ilustración que fue el padre Feiióo pone cle Nurestros mercaderes en lrallan nos clan risa'
del reino o'' 'i:;;;;;i' i"'l o,.r'''a.v cambridge
str sabidr'r ría' J ;:l;";ü^;i.-1'
á t - I ti' ¡'v" I
13. Véase Lercna (1986: 128 s. y 39-50) para Lur análisis más detallado cle este
punto qllc recoge referencias taliosísimas por su cercanía a críticas actuales. Es el
munclo, 1o qure muchos Tcleen cpe 11111

al ciesc,brir la longitud'ra
"t;::il'ri]il'ili
la navegación;il;';i^;;;
c¿rso, por ejemplo, del ilustrado Yzuriaga que, en una vena qlle hoy dirÍamos creden-
cialista, afimró: "las escuelas ya no son escuclas, sino nlcrame[te ur] teatro pata con-
ferir grados,. Gay (1973: 503 ss.) proporciona también una buena descripción del
anleriores ptoceclen t'lc
Studiunt tradicional y de algunas de las pdmelas rcfbrmas didácticas introducidas en
, en coser (1968: 45)
y sonn¡ti u977 26) L1'^:it"*
el estudio de los clásicos. Son igualmente replrsentativas la crÍLica a ia mriversidad de
Aclam Smith (1996:710 s.) y las argrurentaciones L¡tilitaristas que aparecen en la n*
ji",
-ro-
i" ni.*r ;;, i r,,,,#;;H i*;f11.,;: tl il ::,:ll,;":1':$":*
J
crítica de Diderot y D?lambert (1974: 49-61) a otms institlrciones merlolts cono los "t
colegios, asociados siemprc y no sin ironías con su inlancia jesuítica. :ñ::,}ff :i,:',;'j,i:"lii.i"r'^;,i;sl'rzr-rzor
37
36
Era la balada del Gresham College, primer lugar de reu- rlc la cr-rltura burguesa conürl-ió tarnbién a la ciencia en Llna
nión de la Royal Society, una sociedad que, al igual que hizo nroda, en un elerlento cle distinción social que pasó a integrarse
Diderot en los prolegómenos de la Revolución Francesa, elevó ,'n los hábitos coleccionistas de las nllevas clases pr-rdientes. Ba-
la figura de Bacon a la de Lln nlrevo Moisés y guía de la huma- rrlmetros, termómetros y rláquinas neumáticas pasaron a col-l-l-
nidad. ¡rarlir vitrinas con los bustos cle los clásicos. Cor¡o valor de
La decadencia de la universidad escolástica significaba en el lucha y corlo elemento de distinción, Ia ciencia se ir-rtegró,
fondo la qlliebra de un nodelo de producción cultural y de un l)ues, en los mecanismos de identidacl social auspiciados
por la
modelo de educación formal que hundía sus raÍces en un orde- instittrcionalización cultural de la moderniclad contribuyendo
namiento social ya anquilosado e inerle. Su descrédito fue tal clecisivamente a la articulación de teorÍa y praxis en el nuevo
que toda.ría a principios del siglo xx, el propio Hur¡bolt se Ienguzrje de la utiiidad social.
sintió inicialmente obligaclo en sr.l proyecto de refonna universi- Las ac¿rdemias fueron ttn iuportante exponente institucio-
taria a sustituir la denorninación por la de r-ral de esta nlreva concepción del saber. Stt llorecimiento, InLIy
"establecimientos
científicos superiores,. Al igual qlle en el caso de las organiza- vincr-rlado a la generalizacla crisis universitaria, pretendía in-r-
ciones gren-riales, de las que más tarde nos oclrparemos, el üejo pulsar el trabaio y la ulectura úrtii» para con:rbatir tanto la igno-
saber académico respondÍa a unas prácticas cognitivas que co- rancia como la peclanteúa. De ahí que organizarAn concllrsos
r¡enzaban a revelarse incapaces de dotar de sentido a] mundo clue podían versar tanto sobre el origen de las lenguas como
que emergía de las nuevas formas de ordenamiento social y de sobre el problerla de Ia clesigualdad, sobre el abastecimiento de
asir¡ilar los nuevos patrones de producción del conocimiento. aguas, Ia conserwación de los niños o el alumbrado púrblico. El
Su articulación del binomio poder-saber resultaba ya anacró_ propio Voltaire resumió así su lirnción: ulas ac¿rderlias son a las
nica, pues la utopÍa social fraguada en el discurso de la éli_ universidades lo que Ia edad madura es a la infanci¿r, 1o que el
te ilustrada exigÍa unas nllevas palltas de regulación social y arte de hablar es a la gramática, lo que la cttltura es ¿r las prime-
Llnos mlevos espacios de socializ¿"rción abiertos a la legitimación ras lecciones de la civilización".¡s
del nuevo saber: el conocimiento útil de la ciencia al senicio de EI diagnóstico clel saber vieio como un saber ineficaz podría
Lrna nlreva moral de la productividad. La liberlad buscada era, expresarse igualmente, plies, como el der-rocamiento de una
plles, una libertad productiva. Kant y Adam Smith son las caras teolía del conocirliento desvinculacla de la práctica. La noción
de una rxisma moneda, la moneda de lo que Gay (1973) deno_ de ureformar, clave en Ia institucionalización de los procesos de
mina la «ciencia de la libertadr. r¡odernización social, pttede entenderse precisarnente como la
De ahÍ qlle, corlro sugiere N{annheim, el estuclio del raciona_ expresión política clel intento de aunar teoríer y práctica en un
lis,ro il,strado y de la contribución de su optimis*o al discur- proyecto de moralización productir¡a. No obstante, a pesar de
so reformista deba centrarse e, la ,oción de una ciencia oposi- que del b¿rconianismo latente en la crÍtica antijestrítica propia
tora qlle, si bien se habÍa apuntado ya en el prirler hur¡anismo, de algunas versiones del cliscurso eclucativo ilustrado pudiera
sólo alcanzó su caracterÍstico graclo de sistematización cuando desprenderse un cier-to anticlericalismo, no pilecle pasarse por
comenzó a preparar conceptnalmente la revolución burguesa. alto el poso religioso qr-re el lenguaje y la práctica educativa han
Su principal objetivo, e, este se,tido, fue la clesintegración de conserwado siempre como estrategia de moraiización. Ello obii-
un *odelo de saber anacrónico y la institucionalización de otro ga, de paso, a matizar sustancialmente las r¡ersiones que tien-
nllevo. Es significativo al respecto el liderazgo político de cientí-
ficos como Monge, Iundador de Ia geometríar descriptiva, üce_ 15. Voltaire (1995, I: 3l). Puecle vers,e tanbiér la voz neducación, (r,ol. II: 14 s.) en
presidente de los iacobinos y presidente del senado foancés; o la que se proponc tur cliálogo enhe un exiesuita cllle se l-ecoroce embrulecido por cl
peso cle la cátedra y rur consejero que qlle se qtteja c1e las [onterías y latines que
Cuvier, naturalista, paleontólogo y ministro cle eclucación. El
aprendió con el prinert y cllle aplresta llor uuna educación que sirwa parzr desempeñar
lr-rgar preferencial del nttevo crho.s cientÍfico en ra constitución un profesión,.

38 39
clen a equiparar cle una forrna demasiacro simple
modernidad, co del diagnóstico de 1o üeio, y en sr-r vocabulario pedagógico
expansión educativa y secularización.
cc¡mo corolario de la idea de la meiora de Ia especie a través del
Todavía a mediados del siglo xx el sabor cle este poso
reli_ aprendizaje dirigido.
gioso es manifiesto en el fuerte componente morahsá
que in_ La crÍtica a la üeia concepción clel saber y el lenguaje refor-
trodtr.io en el pri.rer rroümiento refor,rista americano
el evan- rr-rista respaldado por el utilitarisr.no del nuevo discttrso científi-
gelisn-ro de sus padres ftindadores. Ilorace
Mann, por ejemplo, coeducativo, que aquí se gesta y que se desarrollará en el si-
ta, inll,ido por slrs conücciones rerigiosas conlo por ei enton-
guiente siglo, nos dewrelven a la arliculación de teorÍa y prácti-
ces reciente desarrollo de la frenología y por los
áisturbios ur_ ca qr-le destacamos como descriptor clave del progran-ra cultural
banos de 1837, basó slrs propllestu, .1" i"fo.rra educativa
in-rportancia de Ia forl,ación escorar del carácter
en la de la modernidad y a la idea wittgensteniana de Lln proceso
como agente ciülizatorio umoldeado" por la palabra progreso. Sobre ellas
moralizador y, por tanto, equilibrador cle la sociedacl. pÁ
ciertarnente innegable qlle, a pesar cie la frecuenciu
es graüta no sólo la constitución de la cultura de la emancipación
todavÍa en ese momento el término .reforr¡a, era
.o, q.r" burguesa, sino Ia propia constitución de la racionalidad edr-ica-
asociado con tiva como pieza decisiva de dicho programa. Tanto "refonrra,
la a1,uda que debía, recibir Ios pecaclores para reencontrar
car¡i,o de ia salvación, la inflcxión q.r" ,.if.ió e, el discurso
el como "legitin-ridad" sol1 conceptós asociados a polÍticas de cri
ilustrado sentó las bases cle su progresiva secnlarización. sis (Kitromilides, 1986: 61). Lo fueron en la llustración y 1o son
Así, ahora. Por eso, al igual qlre ocllrre hoy día en las polémicas en
afi:rrra Popl<ewitz (1994: 47), ula .áfor,-,a se conürtió en
un torno al sentido y fin de la n-iodernidacl, polémicas a las que
esftierzo público, primero para llevar la palabra de
Dios a la veremos- la archirrepetida "crisis de la educación" no
organización de la üda incliüdr_ral, y, ciespués, como -corllo
estrategia es ajena,lT también el siglo xvrrl se debatió sobre el sentido y fin
racional para la mejora socjalr. Las r-eIor-mas de los sisternas"de
escolarización desempeñaron Lln papel decisivo en de la Ilustración, que no era sino otra forma de discutir sobre el
el tránsito alcance y legitimidad de las r-eforr¡as y, con ello, sobre la propia
de uno a otro momento al ligar lai preocupaciones
administra_ identidad y legitimidad cle un proyecto clue pasaba por Llna
tir¡as clel estado con las exigencias episte.rológicas que
con["- nada fácil armonización del crecin-riento indir.idual y el progre-
vaba el autogobierno de las sr-rbjetiüáacles
"libiradas,, d"l so colectivo.
orden y que debía, ser resocializadas en el nuevo.r6 "¿j.
El refo,lis- Uno de los loci classici en la historia de la atttoconcepciótr
rro, en definitiva, fue la_respuesta porítica a ra crisis cle regiti'ra-
ción que acompañó a la caída clel Antigr_ro Régimer_r; .rio del proyecto ilustrado fue el debate suscitado entre slls princi-
,=._ pales representantes ¿rlemanes en Lrna cle 1as reüstas paradig-
puesta qlre yLlxtapltso el supuesto histórico_filosófico
del pro_ nráticas del moümiento, el Berlfuische Monatschñfi.18 Uno de
greso a la renovada idea aristocrática cle Lrna
fironarquÍa alier_ los interünientes en dicho debate, F. Mendelssohn, destacó
ücio del interés pírblico. pero, nrás allá de esta respllesta con_
creta, lo importante es qlre Ia idea cle .¡sf6¡rrl^, se impuso cómo, por aclurel eutonces, «cllltllra", ufbrrlación, e "Ilustra-
en el ción, eran todavía téminos qlle peftenecÍan al lenguaie de los
vocabrlario político de la ,rodernidad como el correláto prácti-
libros. Ser-vían, sin embargo, para sinbetizar todos los esfuerzos
y aspiraciones de nn "estaclo edttcado" que aspirara a arrnoni-
16. En este sentido, la ir.rvestigación dc Fouc¡ult (19g4) puecle zar el clestino inesencial del hombre-ciucladano con el destino
consicleratse cn
gt'an pa.te corro Lln análisis de hasta qtré punto
ra epistemología il,shacla .-.ii-
pLrcsto ce,rtral cle las prácticas r=fornistas clc ",
la móclerniclacl al haber ¿".orrrilJo
Lrr plrnto cle'ista sobre el cambio qrrc'incnló progr€so
y razón.Erdesar.ono cle este 17. Young (1990; 8), por ejemplo, ha subrayado la rcaparición en las cliscusiotlc;
pturto de üsta coincide co, cr del eiracro,acionar
|.r. i.i",i"o. cre conr.cl sobre ros
s.jetos «srrjetos, a la identiclad anónima, colectira y abs'trr"tn actuales cle muchos cle los temas y supueslos elaborados cntonccs.
cle la población. Es aii
clonde cobra rodo su ralor er régirnen de saber i,"p.t".a 18. Las rctbrencias del clebate pueclen encontralse en Kant (1981: 25-39 y 95-123)
pá. el senti,o o,igiruiá"'io
«Estadística», partc de la rclbma social auspiciaclá y de forma más clocumentada en Burger (198ó). Para tln comentalio más en detalle
por: la'"policia, de las
clescrila por Donzelot ( 1 990). ñbh;;; Iigado al problema cle la problemhtica «popularidacl» clel proyccto clc la cducación
popular r,éase Ten'én (1989).

40
41
esencial del hombre-hombre. Es en esta armonÍa de Ilustración ilustrada como una «cultura pedagógica», es porqlle su lógica
y cnltura, de conocimiento y moral, en donde radicaba la clave respondía al tipo específico de legitirnidad exigido por el nLlevo
de la reforma social y de la consecución de la felicidad pÍrblica y patrón de ordenamiento.
el bienestar social. La ya referida intervención de Kant en este La universalización de la lógica del aprendizaje en un len-
debate y su definición de la flustración como Lrn proceso educa- guaje de la ernancipación dirigida que ünculaba el desanollo
tivo hacia la autonomÍa moral conectó definitivamente emanci- á" Lrno al desarrollo racional del todo social hizo de la
pación, raz6n y educación anclando definitivamente en el pai- "udu
educación en sí misma la metáfora más contundente del pro-
saje ideal de la modernidad, algo qlre no estaba incluido en la grama. Esto es manifiesto, por ejemplo, en la Educución del
fonlulación clásica del arquetipo platónico: la legitimidad de
una filosofÍa progresiva de la historia corro eje del binomio
fn nto huntano de Lessing, Lrna filosofía de la historia basada
én h idea de la educación progresiva de la humanidad; pero
educación-felicidad. todavía lo es más en la presentación que se hace enlosWander-
I e

El programa cr-rltural de la Ilustración puede verse, asÍ, iahre de Goethe de la época ilustrada como
Llna «Provincia pe-
como la culminación de la modernidad política en la medida en dagógica".
que a través de su lenguaje regeneracionista
"la bírsqueda de la Lá racionalidad educativa representa, plres, la lógica misrna
legiümación sentó la disposición básica del pensamiento políti- del proyecto moderno, plles era la írnica marlera de naceptar de
co moderno y conformó la sensibilidad política de toda una foÁa iealista el mundá del presente sin sacrificar las posibili-
época de civilización ellropea» (Kitromilides, 1986: 65). Las dades del futuro, (Gay, 1973: 499). A diferencia de la fonna
principales isotopÍas qlre se repiten constantemente en los in- clásica en ql-le Platón la había pensado, la formulación ilustrada
fonnes sobre la educación popular y nacional (utilidad, mejora, debía hacei compatibles la dirnensión política y moral del men-
fomento) son los pilares que apuntalan la gran irnagen cons- saje de la libertad y la igualdad consumada en la Revolución
tmctiva de la reforma social a través de la reforma indiüdual. Francesa y la dimensión social y organizativa plasmada en la
En üfttrd de dicho constmctiüsmo, el estado utópico podría Revolución Industrial. La forrna en que la élite ilustrada refor-
implementarse a través de un mecanismo de educación racio- muló un discurso pedagógico anclado en las fonnulaciones de
nal de la sociedad y ügilarse desde el lugar social priülegiado comenio y de los jesuitas no sólo suministró la metáfora central
de una élite llar¡ada a mediar entre la arquitectura sistemática de la épica social con que dicha élite intelectual se percibió a sí
del plano y la edificación efectiva del proyecto. Su base de ci- *isma, sino que suministró también un dispositivo central a Ia
mentación se encontró en el respaldo ontológico proporcionado hora de traducir el iclealismo de su proyecto en un programa de
por la idea de Llna progresiva mejora de la especie humana y gobierno efectivo de las cosas y de los indiüduos'2o
por el principio de aplicabilidad de la razón. Si la educación fue Las posibilidades del futuro pasan por la organización del
tan importante, hasta el punto de penr-ritir hablar de la cultura presente. Como ha observado Gay (1973:497): "refor-ma y liber-
iud e.a, las dos caras de una misrna esperanza: las libertades
estaban entre las reformas qlle debían ser implerrlentadas y las
refonTras estaban entre las felices consecuencias de la libertad
19. "Elpaisajeidealeselmismo,conlasah,edaddequeestepaísradicaparaKant
en la esperanza y en trna aptoximación sólo infinita a su realización, mientras que en
Platón, en cambio, consiste en la más intensa lealidacl, trna realidad sllshaÍda a toclo [...] [pero] libertad y refonlra eran a menlldo incornpatibles'',El
cleveni», (Bloch, 1979/80: 426 s.). Siguiendo esta interpretación, el recurso a la filosofía .ur"l"" pa.. la realización del progreso político de los ilustrados
de la historia y la imagen de la perfectibiidad htulana dota al pncyecto de una teleolo-
gía justificada pero alcanzable sólo de forma asintótica, cual es la clave de la tensión
condlrjoa una serie de estrategias organizativas qlre tuvieron
existente entle los aspectos utópico y buocrdtico del arquetipo platónico. El bello
ideal de su realización se revela como (sólo) Llr slrpllesto regulador que dirige un cuso
de progreso con finalidad pero sin fin. La inflexión kantiana de la utopía platónica 20. En la obra de Foucault pueden encontrme muchos ejemplos de cómo el sabe¡
consistió, en este senticlo, en haber trasladaclo la legitimidad del principio regulador p"a"gOgi"o proporcionó .,na fárm. de conocimiento capaz de garantizar la supewi-
del cambio social descle lo metafÍsico a lo moral. .io" | ñ moral del indiüduo, es clecir, su crecimiento vigilado'
""oi""ion

42 43
como fin la racionalización de las práctic^s sociares (entre
ellas, regeneración económica y la renovación cultural a través de la
de la enseñanza) y la neutralizacióir de las fon,as cle
üda alter- cclucación, y üo en Ia reforma de la enseñanza prin-raria la clave
nativas. La filosofÍa del progreso proporcionó ar discurso
ir,stra- cle una p;,ogresiva felicidad social. Eso Iue lo que le llevó a patro-
do un repertorio de nuevas imágenes utópicas sobre el
curso del cinar la introducción del métoclo pedagógico de Pestalozzi en
c.amblo social dirigido por la élite cultural, pero sr-t potencial
legi_ España. Este «ensayo filosóficor, corno él mismo lo denominó,
tirnador se transformó igualmente en ia coartadá fiiosófica
áe no fue un hecho aislado. En ton-lo a 1800 el moünriento pesta-
toda una red de tecnologías disciplinarias, expresión de
un nue_ lozziano estaba muy difundido er-rtre sectores activos de la bur-
vo estilo de do*inación y de la clestmcciór, .1. fo..r.u. alternati-
vas de socialización. progreso y disciprina puecren considerarse, guesía elrropea. Por sus instituciones pasaron ftituros industria-
plres, corxo las dos caras de la moneda con qlle les cle zonas como Nllulhotise y fue llevado hasta los Estaclos Uni-
el proyecto de la
r¡odernidad pagó el precio de su.lregemonÍa. clos por nn empresario, Mclure, que años después lundaÍa New
Amony en compañÍa de Owen. En España, en cambio, las pri-
rneras escuelas pestalozzianas, ¿1llnqlle apadrinadas por algunas
sociedades ilustradas, fueron dirigidas por n-rilitares, aigo que no
1.2. La cultura como misión
es meranlente anecdótico, pues la'relación educación-eiército se-
ría igualmente palpable en Ia introclucción de la enseñanza n-ru-
El intelectual, su público, stt t,nisión tua irtpoúada de Inglaterra en plena fiebre lancasteriana.2l
Los símbolos de la educación científica y modema se con-
Es bien conocido un cuadro qlle representa a Godoy
soste_ ürlieron también en un elemento de distinción. En las tiendas
niendo en Lrna mano Llrl bastón de mando y un libro qu"
r"ro de Madrid podÍan encontrarse retratos de Pestalozzi a dos rea-
"educación pútblica de Pestalozzi». l^ s1¡ mano apunta hacia les y se compusieron oclas a su figr-rra; en otros lugares de Euro-
un templo clásico en clryo friso aparece la leyenda .a
la educa_ pa se comercializaban polvoreras con las efigies de Rousseau y
ción de los españoles». Es una instantánea dé poder, Llna
repre_ Diderot, y jóvenes aristócratas pedían retratarse con libros de
sentación orgr-rllosa y narcisista der triunfo de ra razón.
üna Locke en las rnanos. En la Alemania de esos mismos años apa-
imagen de esa transfiguración carisr¡ática cle la razónraciona-
recieron más escritos sobre educación y enseñanza que en los
lista y seculaizada,ritificada por ra Irustración que,
sin embar- tres siglos anteriores. No en vano, si Ortega definió al siglo xvul
go, sigue dependiendo de motivos expresivos religiosos
y perso_ como uel siglo educador, ftie porque, corno pudo adveÍir la
nalistas para recabar legitirnidad. Un gesto qlre recoge
el^caris_ fina sensibilidad de La Chalotais, parecía «qlre, en relación con
matisr¡o de una élite que se veÍa a sí misma como portadora
de Ios fines educativos, hay en el púrblico de Europa una especie de
trna razón absoluta, 7a razón cle estado. Es una imagen
satisfe_ fermentación".22 Todas estas r-noclas y rnor.imientos fueron el
cha que pretende haber resnelto las cuitas qLle atormentaban
al resultado de la popularización de los proyectos de reforna rno-
Agathon de Wieland cuando recorrÍa la Cáia Anligua preglln_
tando a los sabios c,ál era el ca'i,o de la felicidaJ. Ei"ráaro
ral a través de la educación impr-rlsados por los intelectuales
rcbosa clasicis,-ro; co,de,sa las icreas de orden y equilibrio
con
Ias que se asociaba al munclo clásico y reverencia la 21. De hecho, los modelos mecanicistas clc enseñanza cono el clc la escuela mútttta
creencia
platónica de que ese orden y ese equiliúrio debían guardaban una especial afiniclad con el noclelo militar de instmcción. Vóasc, por
estar presicli- ejemplo, el testin-ror.rio de Thorrpson (1979: 277). Como vcremos más adelante, el
dos por ia capacidad legislativa del saber y cle las élites
lámadas método mútuo de la escuela lancasteñana urclía rura enrcvesada red dc controles cntte
a encarnarla. Es una representación del arqr-retipo platónico. maestlos y ayudantcs en la que l:o había resquicio para la ociosidacl. Su implementa-
Godoy, ,rás qr-re un intelect,ai, fue un mi,istro ilustraclo ción fue animada en muchos casos de miltarcs como J. Kcarney, capitán clel regimien-
to de Málaga, y pol sectol€s de la nobleza e intelectu¿rles que anteriomente habÍan
convencido de la importancia de Ia empresa educativa apoyado el rnétodo de Pcstalozzi. En pocos arios dio fbnna a un prrograma de rcgene-
en la
constr-ucción nacional' creÍa en una estrecha asociació, ración nacional aplicable por igtral a jór,enes, militares y prcsos.
entre ra 22. Essals deducutiort naLtormL(cit. en Ilazalcl, 1985: l7l).

44
45
ilustrados de la segunda mitad del xvm. Su confianza en el po- CuADRo 1. Rasgos dlferenciales de la educaciótt tttodcnta
der de Ia educación como instrumento polÍtico de producción se gún dil erent e s criterio s
cle la virlud y garantía de la felicidacl social (y no sólo moral,
como decía Jovellanos) es la clave clel optimisrno pedagógico A,Lont:escluieu Durkheint Deu)e.y Weber
implícito en su utopía reformadora. La educación racional se
convirtió con ello no sólo en un modelo de crecimiento en la criterio: fontru criterio: criterio: üttereses crilerio: luute
ürtucl indiüdual, sino también en un modelo de gobernabili- de gobienro 0f:en t¿ y li.bertatl de lagitintidad

dad nacional en la que los súrbditos quedan sorrretidos a una Educación Educación Educación Educación
dominación e-iercida como enseñanza. Lo que interesa destacar en el te¡nor dilirsa platónica carisrlática
acluí es hasta qué plrnto sll dilusión fue frr-' to de la autopercep- (Despotismo)
ción de cier-tos intelectuales como administradores del saber le- en el honor' [an'riliar' incliüdtralista traclicional
(N4onarquía)
gítin-ro y depositarios de nna misión cultural cle renovación que insti lucionalizada nacional
en la ürtucl racior-tal
debía garantizar la féliciclad social. (Repírblica) y social
La base social clel movimiento ilustraclo combinó una arlal-
gan:ra de ciudaclanos cultos cle clase media, aristócratas rebel-
des y curas progresistas. Su difuso carácter cle clase es especial- cación en el gobierno de la repírblica ql're no tiene en ninguna
mente manifiesto en países como España, en el que el rnoü- otra forrla de gobierno.23
miento fue en gran medicla un movimiento de funcionarios Pero, ¿cuál era el estatus de esta «aristocracia del estado"
(Fuentes, 1988), pero es igualmente apreciable, por ejemplo, en (Gramsci) llamada a representar Ia ürtud y determinar la forma
la cornposición social y profesional de los miembros de las en qlle debe aprenderse? ¿Eran tura especie de partido, Llll grLlpo
Asambleas [rancesas. A pesar cle dicha heterogeneidad y de que de presión, una clase? ¿Eran slt grado de cohesión y su horizon-
los debates de los cliferentes proyectos eclucativos eran en gran te de intereses tan acordes como aigunos de ellos pensaron? Des-
rnedida auténticas querelles entre estamentos sociales minoúta- de luego, pocas categorías sociológicas son tan ambiguas y dis-
rios, sus propuestas legisiativas no estaban concebidas para el cutidas corro la del inteiectual.2a No es por eso de extrañar que
grupo en cuestión, ni tan siqtiiera, muchas veces, para el país; Lln estlrdioso del pensamiento social de la época como es Petel'
sino para la hun-ranidacl entera. Grarlsci (1977: 318), por ejern- Gav (1973) haya utilizaclo el término "familia, en su descripción
plo, tan sensible a la labor política de los intelectuales, üo en un de las afinidades y divergencias de losphilosophes.
tardoilustrado colro I{egel Ia expresión cle un morrento de pen- La ubicación social de la familia ih-rstrada puecle trazarse, en
samiento político en qr-re .se empieza a deiar cle pensar segírn
las castas o estarnentos para pensar segúrn el estaclo, cuya aris-
23. El cuaclro I prescnta la tipología cle lbrmas cle edttcación establecida pol Mon-
tocracia son los inlelectuales». Esta autor.alo¡ación de los inte-
tcscprieu y la comp¿lra con o[l'¿ls tipologías quc son lepl€sclltativas de cómo descle dife-
lectuales en su rol social cor¡o iegisladores no quecló circunscri- rcntes ángulos se h¿r rcconociclo la peculimiclacl cle la educación lnoclentr. Estos ángulos
ta sólo al rnarco cle la cultura del estado nacional, sino que fue se dejan ver cn los cliferentes criterjos utiliz-aclos. La Írltima fila es la cspecialnente
relevanle para el clisctu:o que aquí se annliza. Pot-su especial sign:ificitción para mrestm
terratizada como Lrna misión en pos de una Bildung colectiva perspectiva, la tipología rvebcriana se anrplí:r en el cttacho 2 clel segundo capÍtulo.
cle la especie. Sólo combürando ambos aspectos poclía garanti- 24. Algo que no clcbe exhañar si tenenos en cuert¿r qttc la sociología dc los inte-
zarse la arrnonÍa cle n-roclernidacl cultural y moclernización so- lectuales es básicamente tura tlaclición cle atltoconciercia icleológica en la que el gran
mcclicla el procluctor clc saber se estnclia y clasilica a sí mismo. Véase oltr:r (1978: 7-57)
cial en que clebía resultar el reestablecimiento de Ia bella totali- para tm clesarlollo dc csta ret-lexión y WrigLrt (1979) para tuta cxplicación de la contra-
dad cle la polis clásica. Y conseguir una repÍrblica educada era, dicción frurcional y cstruclural rllre cncama la posición cle clase cle los intclecluales.
sin ducla, el camino para el1o. Así cle claro es, por ejernplo, en el Un trrtaniento clásico cle lo que Alliccl Weber llamó lafreíscht'cbuttle Intelligenz es
Mannheirr (1993: 136 ss.). AquÍ sigo cn lo lundarrent¿rl las distinciores :rnalizaclas por
hecho de que Nllontesquieu atribuya una impor-tancia a la edu- Bottonorc (1995: 23-47).

46 47
F
principio, a partir de la consicleración de los r¡edios de poder lricrno para ternas educatir¡os, además de filósolb; Turgot' Ola-
uicle o Humboldt, lleron productores de orden, rriembros
cle
de que dispusieron para el eiercicio de su ftinción directiva. EIlo
rrrra élite intelectual que diseñó y parlicipó en la nueva regula-
aconseja describiria nlás cómo una éiite qlre corno Lrna clase
dirigente. "Élite" sugiere el contraste entre Lrna minorÍa cohe- ,'ión de una sociedad racionaln-rente organizada' La supe-
sionada (aunque no necesariamente orgar-rizada) y una mayorÍa rioriclad clel nuevo ordenamiento qlle pugnaba por imponerse
amorfa no necesariamente explotada por eila, en la medida en rro poclía satisfacer sus necesidades de legitirnación simplemen-
que la posición de poder cle una élite no está cleterminada por tc en función cle dictados divinos o adscripciones estamentales:
su controi sobre los medios de la producción económica. La la superioridad debía transformarse en hegemonía, y para ello
dinámica de dominación a que responde la Iunción directiva cle l^ ncruzada cuitural, jugó su papel erigiendo a la élite intelec-
trral en el profesor clel cambio (Baumar-r, 1993:3'7)'25
una élite cr,ilturai responde más bien a 1o qr-re en la sociologÍa de "o1""Ño
la religión de Weber se describe como la dialéctica del virttroso En un sentido ar-nplio, esto es, como aqttel qlre crea, recrea y
y la masa, una dialéctica basacla en Lrna desigual asignaciór-r clel clistribuye el ,runclo áe los sí,rbolos, el intelectttai es una fig,ra
pe-
carisma social que los primeros se otorgan a sí mismos. Ello no social presente en todo momento de la historia' Pero cada
rioclo ieformula a su marlera clichá figura cle la produrcción cul-
obsta, sin embargo, para qLle pueda considerarse a la élite
esta caso, la élite intelectual- como integracla en la función -en tural. Tal y como ftie elaborada en el humanismo renacentista y
directiva de la clase dominante. Pero al hacerlo debe tenerse en ."plor'rt"uáo er-r la cltltttra política de la Iiustración, la figura del
cuerlta qLre esta adscripción se hace en los térr¡inos de su corl- i*ielectual parecía allnar en sí una doble imagen de rigorisuto
trol sobr-e una específica esfera cle poder: la esfera cultural, y científico y de proyecto histórico de emancipación' Corto seña-
qlle tanto su unidad de grr-rpo corno sLr trabajo en la producción la subirats (1991: 151), en dicha unidad se lirnda la dimensión
y reprodr-rcción de ideas collserva siempre Lln resto de indefini- nrás irnporlante de la tarea del intelectual moderrto: ustt ftu-
ción que en ocasiones puede derivar en significativas divergen- ción orientadora y sLl obietir¡o pedagógico. El intelectual moder-
cias a la hora de representar el escenario de la reforma e impli- no se afir.mó como Lln eclucaclor soci¿rl a trar¡és principalmente
cle una comprensión exhaustiva y global de la realidad'
y a tra-
carse en é1. Como más acleiante veremos, las an-rbigriedades y rretafísico
r,és clel prirrcipio crÍtico como principio a la vez o
discordancias discursivas de que el cliscurso ilustrado hizo gala
epistemológico y ético o social".
a la hora de representar al pr-reblo son Lln claro testir-nonio de su
heterogénea conciencia de gr"r-rpo. De al-rí la climensión específica qtre la figura adquiere en el
No obstante, ateniéndonos a sl-r adscripción a la ftir-rción di- contexto cultural de la modemidacl y, rrírs concretamellte, en
rectiva cte la clase burguesa en ascenso, tan relevante como lo ei de ia llustración, pues sólo entonces existe ese pÍrblico educa-
heterogéneo cle su conciencia es su grado de organicidad do capaz de liberarie de las fórmulas del mecenazgo y cle pro-
(Gramsci, 1977 390 ss.). Importa entender ésta cle una forma porciánarle los nuevos espacios necesarios para Lrn nuer¡o tipo
dinárnica y no merarnente como resultado de una estructura de áe interpelación icleológica (Coser, 1968; Bury, 1971)' La emer-
posiciones (Wright, 1979: 56). Cierlanrente los intelectuales que gencia áe clicho pírbhcá se clebió a la confluencia de tres facto-
forjaron la cultura pedagógica cle la moclernidad lirncionaron I"., lu yu ,uro,rubl" amplitucl del nÚr,rero de indiüdr-ros educa-
como Llna élite orgánica que preparó ideológicamente la hege- .lo, pu.o el clebate a qnienes los intelectuales deben acudir en
monía de clase sobre la cllle se constrnyó el poder económico de b.rrá d" legitimación; la existencia de nn acllerdo generalizado
la burguesía. Pero clicho ftrncionamiento no respondía a un in-
terés propio de clase, sino, más bien, a la autopercepción cultu- 25. Otra cosa es que no siempre la conciencia de ese liclerazgo cultural consiguiem
pOr cjemplo, Voltarirc, el
explesalse en una misma corso.a,r"ia con lo educativo. AsÍ,
ral de los protagonistas como los verdaderos intérpretes clel *á*i- a" esa i¡onía mediadora entre el patemalismo del intelectua'l y la distancia
qlre sea
proceso y los dotados de legitirridad para legislarlo. Hegel, di- ,o.inl,I"l gob"-ante afirma: ol-o que es de ley es que el pueblo sea guiado' no
rector cle instituto, consejero escolar, rector y consultor del go- instnriclo,, (carta 1'9-IIl-1766, cit. en Lerena 1985: 52)

49
48
r
sobre los criterios de validez en qlle basar dicha aprobación (la ,lc la educación característica de las sociedades reglrladas por el
justificación racional); y un conjunto de creencias y actitudes ¡rlincipio rllonárqllico (honor, modales, orgr-rllo) y los de Ia edu-
cofiIlrnes asociadas a la ]ectura de textos canónicos y publica- r'ación de una sociedad reptlblicana, qlle son aquellos qLre se
ciones tenrporales.2o La ConyerscLción entre el cLutor y el lector, ('orresponden con la ürtud polÍtica.
ptrblicada por Wieland en 1770 constituye una clara ilustración Los intelectuales ilustrados se presentaron, plles, ante sr-l píl-
blico como los líderes carismáticos de la nueva política de la
de esa defensa de
"la influencia de los intelectualesr2T en la que
Wieland habla de la fe que el lector debe profesar hacia el au- viftud productiva, como los garantes de una en-Ipresa ética se-
tor. Cuando el primero pide al segundo Lrna mlrestra de los an- cr-rlarizada qlle permitía combinar la utopía con la eficiencia. El
tecedentes sociales y educativos que puedan garantizar su cre- lenguaje de un orden social y una educación cientÍficarrente
dibilidad, éste ofrece úrnicar¡ente como tales su capacidad de cliseñables fue el gran legado de su idealismo para el positiüs-
razonamierfo y sll gllsto. Y es que, efectivamente, corlo apLlnta rlo y las pedagogÍas sistemáticas del siglo siguiente. Hijos sttyos
f ueron los que, como los saintsimonianos de la Ecole
Misgeld (1975:24),la creación de esta esfera de debate pírblico Polytech-
está Íntimarnente relacionada con la preocupación por la difti- rrique qlre hicieron de Francia Lrna potencia mundial a media-
sión universal de la educación, pues ambas sllponen aspectos clos del xtx, aprenclieron de la economía y las ciencias naturales
recÍprocamente condicionados de una misrna concepción de la una misma admiración por la planificación y el orden y se for-
racionalidad: el conocimiento tenido por racionaln-rente legÍti- maron en la idea de que la reforma social podía basarse en
mo es Lln conocimiento cientÍfico, ql.re es tanto como decir ba- leyes precisas. Como lo fueron tan-rbién los pedagogos herbar-
sado en principios universales y, por tanto, púrblicos. Publicidad tianos que dijo Ortega- hicieron madurar y crecer ia
y racionalidad se exigen porqlre tanto el ejercicio de los dere-
-como
semilla sembrada por Pestalozzi. Hijos stlyos han sido, en defi-
chos pirblicos como la investigación científica requieren Lln es- nitiva, todos los clue desde entonces han creído en la irnagen
pacio discursivo libre de prejuicios, autoritaúsn-ros y restriccio- arquetípica de que una élite de expertos podía dar con la peda-
nes arbitrarias. En términos habermasianos esta exigencia recí- gogía científica necesaria para hacer parlicipar a la masa social
proca podría expresarse como la necesidad de espacios de co- en las leyes que rigen la naturaleza.2s
rnunicación no distorsionada de que precisa todo proceso ra- Existe un suficiente repertorio de pruebas filológicas
cional de discusión y toma cle decisiones. EI nuevo lenguaje de (Wlreelwright , 1979) clue permiten establecen la cortesponden-
la utilidad en qlle se expresó el discurso refonnista promoüó cia entre esta üsiótl del cambio social y la simbología de su
criterios universales y fonrralmente accesibles que pretendían discurso de la elucidación, la clarificación y la ilustración. Tal y
acercar el elhos de la nueva regulación a Ia discusión púrblica. con-ro dijimos anteriorn-rente, todo proceso de ordenación social
Este giro Iue decisivo para qlle la educación pasara de conside- se constituye también en el lenguaje. En este caso, la arquitec-
rarse desde la perspectiva de la distinción a la perspectiva de la tura del ordenamiento social ilustrado y su ügilancia intelectual
producción y el interés púrblico. Como hemos üsto, Montes- de la historia tomó forma en un discurso constntido en torno a
qtrieu (1985: 25-29) mostró claramente esa inflexión en la con- la isotopía cle la luz. Esta isotopÍa se resuelve en tres motivos
ceptualización de lo educativo al distingurir entre los objetivos importantes para Llna sociología del saber ilustrado: la visibili-
dad que se abre al conocimiento racional y marca los perfiles de
Lrn cambio controlado y procluctivo; el calor de un entusiasmo
26. No obstante, debe tenerse en cuenl¿r clue la interrelación cle estos tres factol.es
siguió caminos mr-ry distintos en diferenles contextos. Así, por ejemplo, mientras que
en Escocia, caso estudiaclo por Maclntyrc (1990), la creación de este púrblico se debió
en gran medida al mor¡imiento reformador cle las universidades, en España se hizo sin 28. (Coser, 1968: 1 15; Bendix, 1975: 15). El positivismo social, en úrltima instancia,
contal con ella. extraerí su legitin-ridacl cle la ontología ilustrada que vio a1 mundo social como el
27. Exprcsión que, dado lo incierto todavÍa del sllstanti\o .intelectnal» en la época, escenario cle trna vocacióD de legislación universal, de una misión de interuención
Phelan (1990: 22 s.) recomiencla leer más bien como ola influencia cle lo intelectual,. cultural.

50 51
derivado de una adición deliberada al sentido histórico de la ,'tltrcador del pueblo qlledaron así incrllstadas en la formr-rla-
acción; la tendencia a qne tanto la generación de esa üsibilidad , i«in ilustrada del arquetipo platónico. Es difícil valorar hasta
del orden como las metas de sentido se establezcan desde arñ- r¡rr(: punto la tendencia idealizadora de la épica burguesa del
bcL, cortto slrgieren todas las connotaciones de la luz y la verdad l)r'ogreso estlrvo a Ia altura del ethos espiritual de la unidad cul-
consensadas por el arquetipo platónico. trrlal clásica, pero es rl.rás fácil detectar las diferencias. Ptlede
La cultura fue, efectivamente, la misión de esa política depo- vcrse, así, como Lln gesto característico de stt constitttción canó-
sitaria de la ürtud profetizada por los intelectuales. «l\{isión» es rrica en torno ai ideal del arqttetipo platónico el hecho de haber
un término weberiano sobre el que volveremos en el capítulo introducido en él la noción de una funcionarización del destino.
sigr-riente. Su utilización en este contexto permite interpretar La concepción de la historia como Llna historia de educación
esta ideologÍa de la cultura como Llna slterte de ascetisr¡o intra- r>cupó en el imaginario intelectual moderno el lugar que la dio-
mttndano por el que el mundo social se conüer1e en una uobli- sa Verdad ocllpaba en la memoria de los üejos poetas. Con ello,
gación impuesta» para el ürtuoso, en Llna vocación clue debe larnbién, la constitución histórica de la verdad objetiva y racio-
ser cumplida racionalmente eiecutando la norrr-ratiüdad de una rral que debía ser enseñada de acuerdo con sll adecuación a lo
volurfad revelada. Esta voluntad puede ser divina, como oculre rcal, a 1o Írtil y a los principios de la lógica, se volvió igttalmente
en el cliscr-rrso religioso tradicionai o histórico-natural, como inseparable cle la acción cultural de los llamados a producir los
ocllrre en el lenguaie polÍtico secularizado de la Ilustración. No criterios de demostración, verificación, normalización y distri-
obstante, no deberÍa \¡erse una estricta exclusión entre ambos bución clel saber. En definitiva, la concepción pedagógica del
casos. Weber emplea el térilino en ei contexto generalizado de mundo social como el resultado de ttna organización en la que
cualquier donrinación carismática, en la que el reconocimiento lunos enseñan el camino y otros aprenden a seguirlo es lo clue se
crca deber por la autoridad que confiere la legitimidad de la esconde bajo la imagen de ttna cultura convertida en la ideolo-
profecÍa y de quien la pronuncia. EI cun-rplimiento racjonal de gÍa de los intelectuales. Tal y como sentenció la Pedagogkt de
la verdad revelada signe en cualcluiera de los dos casos ia fór- Itunt (1988: 706):
mula uestaba escrito, pero yo en verdad os digo". Esta fórmula,
allnqlre Weber no lo menciorre, es tan cara al lenguaje de la [...] toda cttltur,a comienza con los hombres privados y se ex-
revelación bíblica como al sentimiento cle obligatoriedad moral tiencle desde ellos h¿rcia ¿rfitera. La aproximzición gradr-ral de la
qLle acompañó ya a telxpranas concepciones del deber intelec- natnr¿rleza lrumana a stt lin sólo es posible por ios esluerzos de
las pcrsonas clc an-rplias inclin¿rciones quc son capaces cle captar
tual moderno: «si conozco la verdad y tír eres ignorante
-decía el ideal de un¿r condiciór-r lutnra mejor [...] Los gobemantcs estáll
Spinoza-, es mi deber moral cambiar tus pensamientos; no
simplemente interesaclos por L1n¿t cclrtc¿lción tal qr:e haga cle sus
hacerlo sería cmel y egoÍsta".2e súrbditos herr¿rmientas meiores p¿tl'¿I sLrs propias intencioues.
Probablen-rente Ia prin'rera versión occidental de esta
"mi-
sión, fue la de Homero y los poetas épicos de la Antigua Grecia No será casual que Dewey (1982: 107) mostrara interés por
recordados enla República platónica como los eclucadores de la esta sentencia kantiana. Los súrbditos son concebidos como itls-
hr-rn-ranidad. La lir¡itación que el racionalismo platónico quiso trLrmentos desde la óptica de los ih-rstrados adr¡inistradores del
imponer a esfafttbula docet no pudo dejar de recurrir frecuente- conocimiento en qttienes recae la responsabilidad r¡oral de pla-
rnente a la validez pedagógica de Ia cor"lmoción poética. Figuras nificar el desanollo racional de la humanidad.
y metáforas heredadas de aquella concepción del poeta como

29. Cit.en Bauman(1993: xiv).Lasreflexionesclel,\¡eberseenclrcntmn en(1979:


195 s.,429,482). Para nna convergencia cle las nvisiones prcvidenciales, snbyacentes
en las clos versiones referidas véase Gicldens ( I 993: 54 s.).

52 53
kL élite y el pateblo: ¿tiene lím.ites la iluLstración? , r'i¡rción de las operaciones de la mente para posibilitar una
,lcscripción colTecta de los obietos y Ia erradicación de toda
Pero el público no era el pueblo. Esto es algo que Voltaire
concepción no ajllstada a la verdad del rnundo natt¡ral. El análi-
sabía muy bien cuando se mofaba de la moda de los libros de
:is sistemático de las ideas y las sensaciones debía proporcionar
agronomÍa que leían todos menos los agricultores. Si bien es ll base de un conocimiento científico del que poder inferir
cierto que la ampliación del mercado de libros ftie una de las ,'rrnnciados de carácter lnoral. La icleología era la «primera
condiciones que penrritió la emergencia de los nltevos intelec-
cicncia», Ia base de Ia gramática, de ia lógica, de la edr-rcación y,
tuales, no 1o es menos que la mayor parte de la población no
t'r'r definitiva, cle lo que Condorcet (1980: 21ó) llamaba «al arte
podÍa leerlos.3o Así, por ejemplo, cuando Rousseau afirrnó en su
social": el arte de regularla sociedad. Debía, plles, proporcionar
Emilio que los pobres no necesitan educación, no estaba expre-
rrn conocimiento de la naturaleza humana que permitier-a dise-
sando un desideratum, sino resumiendo la situación de trna
ñar un ordenamiento político y social acorde con las necesida-
multitud cuya educación r¡oral nltnca habÍa pasado de Ia reli-
rles de los seres humanos y libre del error y el prejuicio.3l
gión del pan y el circo. El disctrrso ilustrado mantlrvo siempre
Era una ciencia concebida como Llna aproximación antiall-
respecto a esta rnasa iletrada una posición ambivalente qlre re_
toritaria y anticlerical a la verdad a partir de las percepciones
flejaba ya no sólo su compleja identidad ideológica, sinó tar.n-
sensibles, una pedagogía de la formación de las ideas que aspi-
bién su no rrenos con-rpleja identificación política con el apara-
ral¡a a una metodología universal con el fin de poder asegLlrar
to de poder estatal.
sobre una base sólida la construcción del orden polÍtico y social
Tonrer¡os, por ejemplo, el caso de los ideolog¿r¿s franceses.
crnergente. Un ordenamiento justo y razonable debía basarse
Convencidos seguidores de la üsión condorcetiana de la perfec_
cn Lln conocimiento adecuado clel rlundo y de sus partes; pero,
tibilidacl hu*rana a través de la educació, y del anárisis de las
¿ü mismo tien-rpo, sólo el acceso general y ordenaclo a dicho
sensaciones de condillac ,7os ideologutes desarollaro, u,a fuer-
conocimiento podía l-iacer que dicho ordenarliento luera legíti-
te üncr-rl¿rción con el republicanismo llegando a inflr_rir decisiva-
lno, es decir, reconocido y obedecido. Esta interdependencia
mente en su configuración institucional. Una sociología de su
entre la construcción política y la constr-ucción del conocimien-
programa intelectual penr-rite rnostrar cómo la realización de la
to no pasó desapercibida a Napoleón, rrrr'ry atento a lo que ya
n-risión cultural del proyecto ilustrado obligaba a ciertas opera-
I Ielvetius había proclamaclo:
ciones episterrrológicas qlte permitieran transformar los valores
y las representaciones consideradas legÍtimas en un saber admi-
[...] el arte de formal a los hombres, en todos los países, está
nistrable y universalizable; es decir, accesible tanto al esfuerzo tan estrechamente relacionado con Ia forma de gobiemo que no
del ignor-ernte como al control del enseñanteJegislador. En este es posible hacer ningúrn cambio considerable en la educación
sentido, dicho programa de crítica episternológica podría ser púrblica sin hacerlo en la constitnción misma de los estados.32
considerado corlo la primera teoría política de ia educación del
mundo contemporáneo. Los icleologu¿.s irlgaron, cle hecho, un importante papel en los
La Escuela de la Ideología fure definida por Desfurt de Tracy comités revolllcionarios hasta el pllnto de hacer cle la constitr-r-
corno Ltrla disciplina que tenía por objeto la observación y des- ción napoleónica clel año III prácticamente una prolongación de

30. Un opirsculo soble la cclucación pública publicado anónimamcnte en Franci¿r


en 1764 informa sobre ]a no escolarizació. cle 1.820.000 cle los r.los millones cle jór,enes 31. Recuérdesc quc pam De Tracy, daclo sn marcado positivismo naturalista, la
cntre los 7 y los 1ó arlos (Abbag'ano y visalberghi, 1976:3g4). No debe conftir.rclirse, ciencia cle la Ideología for¡raba parte cle la Zoología, pues el análisis de las facultades
pues, cl que el op,eblo" fuera un hallazgo rle la época con.lo objeto cle tura literarnm mentales e1'a palte clcl análisis completo clel animal en que debía encuadrarse el estr
especÍlica v dc la estadística o dc las primeras inr¡estigaciones sobre la poesÍa po¡:ular dio mcional (neutral) del ser hulano. Para un clesamollo más defallaclo de este plulto
r,éase Coser (1 968: 220 ss.) y Thompson (1990: 3 1 ss.).
con rur vcrcladelo protagonismo cnlrural (Shenda, 1970).
32. De I'esprit, IV, xvii, cit. enHazard (1985: 178).

54
55
r
su ideario. Resultado directo de su influencia fureron el sistema lcctualisrno postrepublicano de Napoleón. En stt caso la legiti-
de instn-rcción púrblica de la Convención, y las esctielas Central, ruridad del aparato eclesiástico chocó con la que podía suminis-
Politécnica y Normal, piezas angulares del proyecto. El declive (rar el programa intelectual de una corriente como la de los
delos ideologzres, sin embargo, fue tan meteórico como slr ascen- itleologues; pero en muchos otros casos no fue así. Muchos de
so; su evclución esluvo tan ligada a la ftierza de Napoleón como los proyectos de 1o qlle en la Ilustración española se conocÍa
al colapso de su imperio. Tras la desastrosa campaña rusa de como Ia ueducación popular, contaron expresamente con el va-
1812, el conseio de estado escuchó la siguiente acusación: lor moral de la formación religiosa y con el apoyo de la infraes-
trlrctllra parroquial.3a
[...] debemos echar la culpa de los n-rales qlle nlrestra recta Por otro lado, en la lÍnea de esa identidad reflexiva constan-
Francia ha sufrido a la ideología, esa metafísica sombúa qtte bus- tenlente cuestionada clue anteriormente ümos como caracterís-
ca sutilmente las primeras calrsas en que basar la legislación del tica cle la modernidacl cultural qlle se interrogaba sobre la natu-
pueblo en vez cle hacer uso de las leyes conocidas para el corazón
raleza y los lÍrnites de la Ilustración, las polémicas surgidas en
humano y de las lecciones de Ia historia. Estos erlores deben con-
torno a lo que se dio en llamar Ia upopularidad" del proyecto
ct-rcir, y de hecho, han conducido, al gobierno de hombrres sedien-
tos de sangrc... Cuando alguien está llamado a r-eütalizar un esta-
son tar¡bién representativas de su ambigr-iedad congénita a la
do, debe seguir exactamente los principios contrarios.33 hora de buscar un enraizamiento social e institttcional definido'
En dichas polémicas puede verse hasta qué punto, como señaló
Quizá no resulte exagerado ver en este pasaje Lrn precedente Mannheim (1993: 142), Lln grLlpo sin una posición de clase defi-
de esa actitud tan característica de nlrestro tiernpo qlle es el cul- nida carece de un concepto político decidido respecto de sí rnis-
par a Ia inadecuada planificación educativa de ser la causa de los mo. EIIo podría explicar segurarlente las diferentes postLlras
rnales políticos y económicos. Curiosamente, a pesar de ser pe- clefendidas acerca clel estatalismo en diversos proyectos educa-
riódicamente denostada, siempre r,uelve a ser el corazón de los tivos. Desde quienes, como Conclorcet o Jovellanos preferÍan el
proyectos refonladores. Así, por ejemplo, el propio Napoleón ténrrino «instrucción» para referirse a una formación técnica
había cortejado al Instituto Nacional de los ideologues, había organizacla y superwisada pero no gestionada por el estado, has-
concedido cargos polÍticos a sus lliembros y había llegado a ser ta qnienes, como Datrton o Lepelletier, prefirieron utilizar el
nombrado miembro de su sección de mecánica tras Ia campaña térn-rino ueducación nacional, para resaltar el imperio de la ley
italiana. Su golpe del 18 de Bnrmario ftie mayoritariamente de la igualclad bajo la clue los hiios debÍan ser entregados a la
aclamado en dicho instituto, pero ello no fue obstáculo para qlle acción formadora de slr verdadero dueño: los internados de la
terninara üendo en el declarzrdo republicanismo del Instituto repúrblica. Desde quienes creían que la fon¡ación del ciudada-
Llna amenaza a slls ambiciones autocráticas y para que, final- no i.rteg.al era demasiado importante como para deiársela al
mente, an-rparado en la acusación ya citada, prefiriera el poten-
ciai legitirnador de la religión al de la ciencia: finló el concorda-
to cotl la iglesia de Roma y disolvió la sección de ciencias polÍti 34. Una nan-ación nrás detallada de la historia de los ideologues puede véase en
coser (1968: 220 ss.). Sobre la presencia y vigilancia de los nsocios eclesiásticos» en las
cas y morales del instituto, aquella en clryas rnemorias De Tracy
escuelas patlióticas espaitolas pueden velse los documentos editados por. Negrín
había desarollado los fundarrentos de la nueva disciplina. (19ga), qtie reflejan hasta qué,unto la rcligió, sig.ió ofreciendo l¿r coartada eclucativa
No obstante, no debe pasarse por alto el hecho de que el de tura r,Ía intermeclia que aspiraba a fonlar', pero lo demasiaclo (Femández Enguita,
1g9O: 125 y 1988). Esta especie cle r,ía iütenr-redia ha siclo descrita por Maravall (1986:
recLlrso a Ia legitimiclacl simbólica e incluso a las tecnologÍas 125 s.) coÁo ,na prolongación eclucati'a clel pri,cipio de lin-ritación estamental, por el
disciplinarias de Ia religión no fue Lrn gesto aislado del antiinte- que ei capital culiural dábÍa aclministarse cle lbmra gradual segirn los escalones de la
estructura social. sobre la pcrvivencia cle la iglesia en ciertos modelos de regeneracio-
nismo ilustraclo es significativo El padre de srL pueblo, o ntedios para hacer tentporal-
nrcn.te lblices a los ¡tueblos cott. auxilio de los sefiores curas P(irrocos, editado dos veces
33. Cir. en Thompson (1990: 31). entre 1793 y 1806 (reprocluciclo en Mayoxlomo y Lazalo, 1988: 135-189)'

5ó 57
estado y seguían viendo en la familia y los párrocos los instm- lrt Ilnstración, mllestr-an la necesidad de aleiarse de üsiones sim-
mentos claves de la socialización política, hasta quienes creían ¡rlistas en la composición de la cultura pedagógica moderna. Tan
que la verdadera educación política era sólo una educación por irnportante como es entender Ios efectos qLre tlrüeron sobre slr
y para el estado.3s cliscurso la autoasignación del liderazgo de la élite y los recursos
En cualquier caso, lo cierto es que la mayorÍa de los proyec_ lilosóficos y simbólicos de que hizo uso para conferir legitimidad
tos educativos ilustrados no llegaron a todo el pueblo, plles la a su proyecto, es también el atender a la dinárnica de esa com-
mayoría de ellos fracasaron; pero tampoco estuvo claro si debÍan ¡rosición. Es, asÍ, irnportante comprender qlre el programa edu-
llegar. Mientras qlle La Chalotais no veÍa conveniente «enseñar a cativo elaborado por la élite ilustrada ftie en gran medida el re-
leer y escribir a gente qlre no necesita rnás que aprender a dibu- sultado político de un proceso de transformación cultural de Ia
jar y a rnanejar el buril y la sierra, y recordaba que uel bien de la br-rrguesía r¡isma a través del cual ésta se reubicó en una posi-
sociedad exige que los conocimientos del pueblo no se extiendan ción directiva ante el carlbio social. El mediocre pero franco
más allá de sus ocupacionesr, Condorcet insistía en la conve- IVlendelssohn, cuya disquisición sobre la Ilustración y la cultura
niencia de la expansión educativa porque sólo ella impediía que ya hernos rnencionado, se planteó Lrna serie de preguntas que
los t¡oümientos del pueblo se volvieran peligroso.36 La diversi- nlrnca ya han abandonado la conciencia rnodema de una sempi-
dad de postltras a este respecto pone de rnanifiesto hasta qué terna necesidad de reforma edllcativa: ¿puede y debe ser la IlLls-
punto la teoría social implícita en el discurso pedagógico ilustra- l.ración general en el estado actual de la sociedad hun'rana?, y
do encontró difícil zafarse del legado político de Ia razón de esta- ¿.hasta dónde llega la Il-rstración?, ¿tiene o no tiene límites?37
do personificada en las monarquías barocas. ya el Testantenlo
politico del cardenal Richelieu había recomendado qr-le no se en-
señaran las letras a todos de forrla indiferenciada, pues temía 1.3. Disciplina, método y control del tiempo
que Lln estado en el que todos fueran sabios habría de devenir un
estado «monstrllosor. Schiller llegó a terner qlre la liberación del El trabajo y el mélodo: la docencict regulada
pueblo pudiera poner fin a la incipiente prosperidad, y Herder
señaló la conveniencia de distinguir entre el .pueblo, griego y el Ya anteriomente nos hemos referido al doble rostro de la
"populacho" de su época. En general, las referencias al pueblo modernidad (Giddens, 1993; Bauman, 1993). Si, aun con las
casi siempre estllüeron teñidas de ternor y desconfianza, cuando reticencias y ambigr"iedades ya señaladas, el discr-rrso emancipa-
no de una auténtica depreciación moral. Se le consideró como dor de las élites, su lenguaje legeneracionista y su filosofía del
«un gran r¡onstruro que generalmente sigue Lln cierto instinto y progreso forjaron el rostro liberador de un proyecto destinado a
qlle posee todas las ürludes y todos los vicios al mismo tiempo,; favorecer en úrltinla instancia el derecho de los pueblos a dispo-
como algo de lo que, en definitiva, «no es difícil ganar la confian- ner por sí mismos de su sangre y sr-rs riquezas (Condorcet, 1980:
za, pero es peligroso perderla». 242), el discurso clisciplinario qlre le acon-rpañó amparó la rnás
Todas estas ambigüedades y divergencias propias, sin duda, férrea realización de su verlienLe sistematizadora. La pedagogÍa
de nn momento de crisis y reorientación cultural como fue el de kantiana lo expresó lapidariamente, de Lrna forma que todavÍa
resonará en la idea durkhemiana de la educación moral: la dis-
ciplina es lo que transforma la animalidad en humanidad
35. Esta ambivalencia se da incluso en trna misma persona, corrro muestra Ia evo-
lución de las ideas político-educatirras de Humbolt (Abellán, 19g1, Knoll y Siebert,
1967). Para las referencias a la dualidad instmcción/educación véase Gómez Rocld-
guez (1988: 3ó s.). 37. Las ci[as de los clos Írltimos pánafos proceclen del témrino opueblo, incluido
36. Lm citas prcceden de la cútica de La Chalotais a la labor eclucativa de los en eI Diccionaio de los hemruttos Grinmt, así como de otros doclullentos de la época
hermanos de la Doctrina cristiana y de la cuarta Memoria de conclorcet sobre la que he analizado en otra parte al estudiar el foco de tensión que lo popular supuso
Instr-ucción Pública (cits. en Femández Enguita, 1990: 124 s.). siempre en el discurso ilustraclo (Tenén, 1989).

58 59
(1988: 697). Todas las institucionalizaciones de la tecnologÍa del Sierlpre han existido procesos de endoculturación a través
progreso que surgieron de este discurso pueden integrarse en lo ,lr: los que, con un mayor o rlenor grado de [ormalidad, las ge-
que Gicldens ha llamado el rrcraciones de más edad han inducido a las más jóvenes a adop-
"lado oscllro» de la modernidad: la
traducción tecnológica de esa auténtica pesadilla cle la moder- tlr- los patrones de conducta laboral corespondientes a cada
nidad que es la idea del orden. rura de las formaciones sociales. Una práctica aprendizaje (val-
Como ya apuntamos también al hablar de la idea r,veberiana tlrja decir de socialización) habitual en el mlrndo preindustrial
de la diferenciación de esferas que ia modernidad trajo consigo, t:r-ael envÍo de niños a otras familias o su inrnersión en talleres
procesos sociales tradicionalmente uniiicados colrlo edr-rcación, rrrlesanales desde rluy temprana edad. Su educación era, en
producción y fan-rilia se separaron progresivarlente y fueron cstos casos, fi.uto de Lrna sociaiización directa a través de la
institucionalizaclos co*o á*bitos especílicos de acción orienta- l)articipación, generahnente servil, en las actiüdades de los
dos a la selección de los medios más eficientes para la obten- adultos. La solidez y el arraigamiento social de este dispositivo
ción de Lln fin. La perspectiva cle I¿i lógica del aprendizaje siste- cle educación y ser-vicio fue segurarlente Llna de las razones
mático, caracteústicarnente moderna, surlinistró una nueva le- rlue permitieron la hegemonía de la organización gremial, tanto
galidad interna a cada esfera de vida, introdujo un peculiar cog- en ia estr-ucturación de la üda social como en la reprodllcción
nitiüsmo en cacla nna de ellas, cambió la fon¡a de aprender las clel conocimiento productivo. No en vano, clrando las nuevas
actiüdades propias de cada una de ellas y, con ello, erosionó la condiciones de acumulación pusieron de relieve las limitacio-
forma tradicional de entenclerlas. Tratados de oficios, planes de nes de un sistema de relaciones sociales y productivas no orien-
estuclios, horarios y cr-ralificaciones homogéneas y estandariza- tado hacia la globalización y Ia reproducción expansiva cons-
das, comenzaron a sustituir a la perspectiva qr_re hasta entonces tante surgió el gran debate cle la cuestión gremial, Llno de los
suponía el, simplemente, «crecer)) como her-rero, campesino o principales caballos cle batalla del discurso regeneraciollista
comerciante y el hacerlo en el seno de la propia familia o, corrlo ilustrado.
rrrrrcho, en otlA lallrilia clistinta. Vale ia pena, plres, prestar atención a testirronios colno el
De entre los diversos árnrbitos en qLre se regionalizó la vida debate que tllvo lugar en un periódico español a finales clel xvtu
social moderna [ue, sin ducla, el clel trabaio el que sufiió un acerca cle la utilidad clel sistema tradicional de aprendizaje de
p-roceso de ¡acionalización más significativo. De hecho, como los oficios.3e Un viaiero que había permanecido varios meses en
ha señalado Young (1990: 15), el núrcleo central clel gran impul- la capital del reino escribió:
so utópico ilustrado fue el probiema clel trabajo. Merece Ia pena
considerarlo en detalle para tener tma justa apreciación del im- ¿Por quó ha de estar establecida y tnantenida en luerza cle
pacto que el cognitiüsmo implícito en la cultura pedagógica est¿rtLlto imprcso la inveteracl¿r costllmbre o abuso cle scñalar
moclerna ejerció sobre unas prácticas y Llnos saberes qlre co- tien-rpo de seis, siete u ocho años de aprendizaje gcncralmente a
menz¿u-orl a revelarse como cada vez más anacrónicos en el
contexto del mundo del capitalismo inclustrial que surgió de la
modernidad (Giddens, 1993: 23). Es precisamente en la contri- co¿rcción y violencia r,éase el análisis cle la utopÍa lburicrisla desanollado pol Gaudc-
rlar (1991: 35-44), especialrnerte alento a la relación clc las nLle\/as econonías discipli-
bución de Ia historia de la eclrrcación al clesanollo de una con- naljas con el problema social clel:rmor al habajo. Frcrte a las visiones simplist:urente
ciencia industriai por Ia vÍa cle su led cle esLrategias disciplina- rrprocluctivas que lienclen a hacer ¿le ll cscrtela Lrna estmctLlr'¿r cuy:L rcgttlación se
rias cloncle mejor pr-rede verse el origen cle la .rnáquina pedagó- limita a calcar los procesos cle control extcrros a clla, clebe lererse [uv prcsente que
la difícil innovación clisciplinaria a que hubo clc enh'entarse la congigrueción clel nuc-
gica, moclerna.3s vo tabaiador colccti\/o r€torró rEcetas ya vieias en otros ámbitos cle la acción organiza-
cla, como el eiércilo o la propia escuela. No es casual que ur siglo dcspttés Taylor
(1985: 109) presentara su aníüisis cle la l:gulación clc «tareas, con los creclcnciales que
38. Dressen ( 982). Para una r¡isió, cle la .topía ilustracl¿r clel trabajo y la glorilica-
1 le conhr'ía su ya larga utilización en la práctica escolal común.
ción cle la inclusrrin como ardbuto hunrano cu¡r:r.cio,züiclact exigii riigo i,ás qre 39. Diarío de Marlrid (jrmio clc 1790), recogido en MEC ( 1985: 20 ss.).

60 6l
Y
gremios exigÍan la limpieza de sangre de sus trabajadores la
y
todos los muchachos y parlicularrlente en todos los oficios, sin
distinción de talentos o capacidad de aqurellos y de la facilidad o íluyo.ío de-ellos contában con Lln libro de registro en el qLle
aprendiz en la primera
mecanismo de comprensión de éstos? ¿Por qué a un muchacho clebía mencionarse el día de entrada del
que le destinan sus padres a que aprenda un oficio no se le ha de casa para ql-re no pudiera cambiar de oficio antes de
un cierlo
enseñal o|ra cosa en los primeros años de su aprendizaje que ,rírmáro de años. Las élites ilustradas qr-re lideraro, los ,uevos
barer el obrador, arullar a los niños del maesh'o, comprar- en la prograrnas económicos nacionales toparon con la resistencia de
plaza y verter toda clase de inmundicias y no a tomar: en sll mano éste con1o en otros casos'
estas reglamentaciones' Attnque, en
henamienta delicada [...]? Es circunstancia necesaria para apren-
der un arte enseñar primero a [regar:, a hacer un puchero, a barrer ,ro f.r".á.t capaces cle adoptar siempre una posición absoluta-
de clue
y manejar los kastos más asquer.osos de la casa? Y si lo es, ¿por mente unánime, sí fue comúrn a todos ellos la exigencia
el estado asumiera la responsabilidad en el rediseño del modelo
qué se ha de estar cLratro o cinco años aprendiendo esto cuando el
aprendiz más nrdo se entera de todo en menos de un mes? productivo. En este ."rtido, eI Proyecto económico de Ward' el
ir¡a*r" sobre el libre eiercicio de lcLs artes de Jovellanos o los
Corno se ve, lo que se está cLlestionando no es sólo una for- Dis"r,rsos sobre el l'oruento de la indttstria popular de Campoma-
ma de aprender el trabajo, sino Lrna forma de entender la üda. nes son representativos de la exigencia de un saber experto
ct,ya raciorralidad organizativa debía ser asumida por la
Barrer, cocinar o cuidar a Lrn niño formaban parte de Llna ense- res-
ñanza integral cuya lógica, con algunas variaciones locales, ftie ponsabilidad estatal.
la tónica de la relación educativa fundar¡ental de las economías La filosofía del trabajo in-rplícita en clicha exigencia fue rruy
pe-
preindustriales durante siglos. Corno toda tradición, era funcio- importante para la conceptualizaciór-r cle Llna nr-leva relación
nal en sll contexto. áu!ogi.u, pues dio ltgai a lo clue Escolano (1988: 46 ss') ha
Un mes después, tan ilustrado üajero fuie respondido por un páát^¿" como la .Lscisión entre la escuela y el taller'' Se
para
maestro artesano qlre, aLrn reconociendo nla indecencia de al- áefenclió, por ejemplo, la necesidad de escuelas pírblicas
gunos abusos» que eventlralmente podían acarrear una cada oficiá, 1o que suponía desligar metodológicamente
la ense-
"pérdi- que había estado
da del precioso tiempo de la juventud", se afanó en reiündicar ñanza laboral de las concliciones en'rpíricas en
la servidumbre como un derecho legítirno en concepto de retri- traclicionalmente enmarcada. Fmto de la invasión de la esfera
bución por los costes qlle suponÍa la formación impartida, tal y taxonómica qt-le ya
del trabajo por esa misma epistemología
como ocuría en cátedras y academias: característicartente mo-
analizamos ul hoblu. del cognitivismo
for-
derno, surgió la «enseñanza técnica' (Can-rpomanes): una
mación obit uido de su contexto familiar y basada en un saber
[...] ¿acaso los maestros de los Oficios o Altes que no tienen pretendía una
Cátedras dotadas están obligados en lo político a enseñar pírblica descompuesto y normalizado. Con ello no sóIo se
nueva formación acorde son una nueva ideología de la produc-
o privadamente sus oficios? ¿Acaso no pueden ser slls ordenan-
zas L1n contrato hecho con el mismo púrblico para no carecer éste tividacl, sino también coregir la poca atención clue las viejas
formas de socialización habían prestado -segÚtn los ojos
ih-rs-
de los Oficios y Artes que necesita? ¿No se concede por el Sobe-
rano y por el Gobierno alguna merced a los Catedráticos y Maes- traclos- a la dimensión moral de la forn-ración técnica. Lo que
axioma básico de la
tros de las Ciencias? Campomanes (1978: 178) definió como el
tener por base el arreglo del
1"toio oficio u arte ha de
Lo cierto es qr-re la rigidez de las condiciones del aprendizaje
"rd"gio
tienrpJdeterminado y preciso de la enseñanza' debe
ponerse
en conexión, ptles, con las propuestas del nttevo higienismo so-
estipuladas por las ordenanzas gremiales constituían Lrn serio (im-
cial con que pretendia evitarsá Ia degeneración irracional
obstáculo para la moülidacl de Ia nueva íterza de trabajo, para
el acceso a la üda prodllctiva de nuevos sectores de la pobla- productiá) de las costumbres. Ejemplo característico de ello es
ción y para la estandarización de las cualificaciones. Algunos ia politica de nconservación' de los niños analizada por Donze-

63
62
lot (1,979). El trabajo, como la familia, debía converger en el de regulación auspiciadas por la tendencia generalizada
r,,i¿rs
diseño de una nueva administración del mundo social. En ella, ;r la didactización, parcelación y taxonomización del trabajo'
sólo lo socialrrente írtil es üsto como relevante para la felicidad lll problema clel .airror, a una cierla configuraciór-l del fraba-
social. Téngase presente qlre, como señala Campomanes (1978: ¡,,,problema tan caro a Fourier, se plrso de manifiesto en los
80), cuando se está hablando de la nueva regulación de las artes |cgiamentos nacionales de Ia profesión puestos en circtllación
se está hablando de una nueva configuración de las prácticas clur¿rnte toda la primera mitad de siglo. Bien es cierto qlle mlry
sociales (tanto científicas, como de oficio e incluso reproducti- lunteriorntente se habÍan oído ya voces qlle reivindicaban una
vas) basada «en patrones reglados y demostraciones y que es auténtica política clocente nacional. un ilustre calígrafo clel si-
úrtil para la sociedad humanar. glo xr,tr, Díaz Morente, había pedido ya entonces una «Acade-
La pedagogÍa arcaizante de la enseñanza gremial cor¡enzó a irio pu.u los maestros» por la clue el Consejo de Castilla pudiera
ser üsta tan anacrónica corlro la desarrollada por el espíritu umandar a los rlaestros qlle enseñan el arte de escribir' y por
escolástico de las universidades. Jovellanos llegó a decir de ella la que se supierer .la verdad apuradamente cle esta ciencia o
qLle era contraria a la naturaleza humana, pues ésta (tal y como ,irte cle escriltir, como en las den-rás ciencias o artes se hace''4l
ya habÍa reiündicado Feiióo) exigía una enseñanza «más r¡etó- pero es sintomático ql-le si-r reivindicación hable indistinta-
dica", más ehcaz; básicamente, exigía que los saberes sobre el mente de la ciencia o el arte de enseñar, pues refleja que en slr
trabaio fuerau pedagogizados, es decir, parcelados, reorganiza- horizonte no tenía cabida toclavía Ia posibiiidad de que 1a institti-
dos y dispuestos en la forma didáctica que exige un tratado. El cionalización científico-política clel oficio y de su método signifi-
camino metodológico hacia una utopía del trabajo libre y pro- caría el fin del arte eclucacior a ilranos de su regulación estatal.a2
ductivo parecía quedar así dispuesto y accesible. La didáctica Casi un siglo después, Kant (i988: 703 ss') sería mucho rnás
del trabajo derivada de la epistemología taxonómica ilustrada cuidadoso al distinguir entre el arte de la enseñanza meramente
proporcionó la r.ía de ejecución al diseño de su arquitectllra rlecánica, basacla en la experiencia del maestro, y la enseñanza
social. La racionalidad de su diüsión y sl-rs patrones de conoci- cier-rtÍfica, es decir, pedagogizada: tlna enseñanza basada en el
miento debían poder garantizar que una sociedad más justa y ftindamento de un plan diseñado por los .conocedores ilustra-
más feliz ftiera también más eficiente.ao De hecho, y en la rnedi- dos, y regr-rlado por el púncipe. .El mecanismo del arte educati-
da en clue los tratados se compusieron para ser leídos, no es ,ro dÁ" ier transforuado en ciencia', y a ello -segÚln Campo-
casual clue la supresión de la obligatoriedad del aprendizaje rnanes (1978: 81)- cleben contribuir las ciencias del hombre
profesional controlado por los gremios coincidiera en el tierrpo apoyadas en las .clemostraciones que suministran Lln buen ra-
con el establecimiento de la obligatoriedad de la enseñanza pri- .ioárrio y el orclen geométrico de co*par:ar las ideas, apartando
nraria; una enseñanza qLte, como todo ámbito sometido a este los pamlógismos, sofismas, stleños y sistemas voluntarios"'
proceso de racionalizaciín organizativa, resultó igualmente Antes cle que el ámbito de la relación pedagógica se üera
y
colonizaclo por- la recl de instituciones, procedimieutos técni-
preciso disciplinar.
cas características de la episterr-rología implícita en esta estrate-
El trabajo de enseñanza desarrollado en el árnbito de lo que
en torno al 1800 se conocÍa como la enseñanza enlas primetas
letras lte efectivarnente uno más de los escenarios de la üda
social que hubieron de asistir a la irrr-rpción en él de las estrate- 41. Cit. en PereYra (1988: 143).
por la
42. La clistincián entr€ el aúe cclucaclol y una lilnciórr docente tespaldacla
.l"Jo p".tagOgica y el estado es teorizacla pár Duldreim (1989: 66 ss' y 84 ss'). Sobre
i^-ir-.,-pár"riJ¿e ia regulación estatal cle la enseñanza Napoleó. había sido bicn
de la sociedad'
40. Incluso Marx, un ilustrado tardío en este punto, llegarÍa a ver en la instrucción ;;pi;;i; oE'se¡ar es uia función clel estaclo po'qlrc es ttna función
tecnológica impartida por las Ecoles d'ettscignenrcnt prolbssionel la esencia de las es- f,í"o.r""*"r-r.lo, las escuelas deben ser estableciurientos del estado y no en el stado;
deben recibir cle él stt esencia y su ley' Por tanto, si el estaclo es uno' slls
escuelas de-
cuelas propias de una sociedad ftl[ur¡ en la que los individr-ros libres pudieran altemar
stts ftrnciones (Marx y Engels, 1978: 106-1,24). l¡en serlas mismas en toclas partes» (cit en Archer', 1979:2Ol)'

65
64
Y
gia de regulación, la enseñanza, colrlo
otras muchas prácticas rt:fbrrrrismo liberal de la primera rnitad de siglo, el poso religio-
profesionales, estaba en gran r¡edida controlada
po, to" grá_ s() qlle rezLlma el filantropismo subyaciente a Ia nueva defini-
mios. Los centros que pudieran considerarr"
.orrrá los prJce_ c'ión de la profesión docente fuie una constante a lo largo de
dentes de las escuelas normales funcionaban
básicamente loclo el siglo. Así por ejemplo, el reglamento español para la
co,ro talleres artesanales, plres no consistía, ge,eralmente
más lrrrmación de maestros impulsado por Gil de Zárate en 1843
qLre en escuelas de niños donde
quienes comenzaban a enseñar (Varetra, 1979: 185 s.) iba a proponer una irlagen austera y [rt-- -
aprendían directamente sll tarea de los maestros
expertos. En
España, por ejemplo, la intmsión de «leccionis,^.,; ¡¡al del nuevo funcionario de la enseñanza, sometido a la "defe-
ber leer, ni escribir, ni contar se cledicaban í;;; ;: lencia y la sumisiór-r a la autoridad legítin-ra" y formado para
a la enseñanza a lrzrcer cumplir y potenciar la subordinación y la regr-rlaridad. Un
domicilio había provocado en Io. ,,rn".t.o, reconocidos
Lrn es- cliccionario educativo de 1884 iclentificaba todavía a la profe-
Iuerzo de a,togestión que ctilminó en la Hemandad
de san sión docente con...
Casiano, ,n potente gremio q,e clescle
su oficializa.i¿r, o
diados del siglo xvrrr monopolizaba ranto -"_
el exarren cle los aspi_
rantes a maestros como sll forr¡ación y [...] una discipiina severa e inflexible qlle no sólo aicanza a los
control a través de actos interiorres, sino que tanrbién domir-ra el pensamiento y la
§tadores" propios.a3 , sir, la fundacion por "i_
carlos IrI del colegio \n \zsl voluntad [...] Las tenclencias morales y cristizuras cle la disciplina
Académico clel"rntargo,
Noble"Arte cle las primeras y el sistema de enseñanzas son medios eficaces para ejercitarlos
Letras slrpLrso el prin-rer intento de regular y en todas las ürtudes y, especialmente, en las peculizu-es de la
unilbr-mizar esta_
talmente esta práctica profesional uutolgurizada. profesión [...] que requierc particr-rlar preparación, nrra especic
El Coleglo
como tal fracasaría, pero el progranla dJ racionalización de notticiado para instr-uirse, para probar sus disposiciones y for-
del
trabajo docente siguió sur ..r.* .ár, Ia ftir.rdación nar sL1 vocación.aa
de una nueva
Acade,ria de Pri,rera Eclucació, clryas pretensiones
de contror
se centraron no sólo en la selección,
sino tarnbién No andaba desencaminaclo Weber cuando üo en el monie el
la formu_
ción de los nuevos maestros, sentando con ", bases
ello las del
ideal del profesor. Si bien la exhibición de destrezas en concllr-
posterior Reglamento cle Instmcción púrblica g2 sos pírblicos ftie ganando terreno como cr-iterio de selección a
rollo
(1 1 ) V d"l aeru_
del modelo de las escuelas normales a partir medida que la profesiór-r se fue funcionarizando, la ejemplari-
cle 1g39.
Este rnodelo de forr¡ación y regulación proltsional dad moral siguió siendo parte esencial del núrcleo de la fonla-
de la en_
señanza ya habÍa sido i,rplementado
veinticinco años antes en ción del profesor nacior-ral. Testimonios corlo los referidos dan
Francia por Lakanal, presidc,te por ento,ces crlenta del espÍritu en cllre se quería encuadrar Ia nueva produc-
clel cor¡i1é de
Instnrcción Púl¡]ica. EI Ilecho de q,re se ción de profesores; son la rnuestra de la slrerle de moralización
clenonrinaran «r]omra_
les, z¡ s5¡¿5 escuelas para la instmcción de
los instmctores cle la
en qr-le debía circunscribirse Ia nueva conciencia burocrática
masa encierra un doble sentido en el que qr-re desde finales del xvm debía pasar a formar parte de la nue-
interesa reparar. por
un lado, aspiraban a ser organizaciones moclelo va configuración de una función docente regularizada.
quá sirrrleran
de eje,rplo (de no,r-ra) pará otras institrrcio,es; Con toclo ello el control grerlial de la enseñanza y las prácti-
por otro, slr
obietivo central era ra reguración cle to, pn.riu. cas alrtogestionadas de fomación y selección pasaron a ser Llna
cle sociarización
en ]as non¡as. No obstante, allnqLle ¿rt"
a"Ui" carácter norma_ imagen del pasado. Pero la regr-rlación global de la concentra-
lDador introclujo en Ia selecció" l^ f*-u.iO.,
po.o el oficio un ción administrativa exigida por la nr-reva arquitectura del traba-
V
claro proceso de secularización"nluy ligado,
por otra parte, al
44. M. Carderera , Dicciotrurio de educaciótt y ntétodos ctt usetianll, cit. en Siguán
43. Sus ordenanzas pueden réase en MEC (19g5, (1986: 67, subrayaclo E.T.). En este nlisrno senticlo, y ya en nlrestr¡ siglo, el Código
tomo I). par¿ su historia puede
verse Guzman (1986: 56-ó3) ypereyra(1988). Elemental inglés de 1904 veía la conclición esencial del «nuevo educador» más en la
conección de sus actitndcs que en su dominio cunicular'(Tomlinson, 1993: 40).

66
67
Y
jo en general, y del docente, en par-ticular, así como la imple- r.cr.rtabilización del conocimiento y corno dispositivo político de
mentación de las nuevas pautas de endoculturación asociadas a tlesn-rantelamiento de esa ociosidad con que desde los textos
dicha racionalización, exigían un esftierzo en el desarrollo tec- ilustrados se venía identificando al pueblo' La lógica del cogni-
nológico de las capacidades de ügilancia, supervisión y medi- tivismo implícita en la cr-rltllra pedagógica de la modernidad
ción.as Estas capacidades constitlryeron una dirnensión funda- volvió a jugar en este sentido tln papel decisivo; esta vez, a tra-
mental en la confluencia de capitalismo e industrialismo qlre vés de ia gestación de esa fortla específica del conocimiento
dio l-rgar a la constitnción de Ia modernidad madura (Giddens, (lLle es el conocin-riento escolar y de las prácticas disciplinarias
1993: 62). Corno veremos, sr-r clesarrollo estuvo indisociable- iisociadas con é1. Varela (1979: 182 s.), por ejemplo, da cttenta
mente ligado al proceso de concentración administrativa carac- cle un significativo ar1ículo del reglamento escolar español de
terístico de los estados nacionales. 1838 por el que todo maestro pÚülico debía uarreglar los ejerci-
cios cle las escuelas y la distribución del tiempo de nlodo que
rringirn niño esté janrás ocioso".
El tiempo de la organizaciórt vigiladct Sl bi".t la escuela no fue LIn invento de la modernidad i]us-
trada, sí lo flle su configuración como organización de n-rasas y
Juntas de car.iclacl controladas por religiosos y supervisadas como principal anatematizador de la ociosidad, algo clue puede
por a).Lrntamientos, cornités cle mendicidad y otros dispositivos resultar paradójico si nos atenemos estrictamente a la etimolo-
administrativos se integraron como engranajes de la organiza- gía del tértlino uescuelar.
ción racional de la vida social moderna al mismo tiempo qt-re se Scholé, inicialmente, ftre ttn hallazgo ctlltLlral del mttndo
abolían los gremios, se prohibían las romanzas, se persegr-ría a meditelTáneo que siguió al detrr-rmbamiento de la ciülización
las minorías nómadas y se unificaban lenguas y medidas. La micénica. En griego significaba «ocio» y, por extensión, el lugar
vigilancia de clue el progreso transcuriera por el camino segllro en qlre se hacía Llso de ese tiempo'46 Derivado del verbo echo
de la razón pasaba fundamentahnente por la persecución de la (tenár), scholaz.ein (tener tiernpo, holgar) tenía un sentido posi-
ociosid¿rd como vicio político, lo que no era más que una forma tivo con ctrya negación (ashcolia) se designaba al trabajo' Hol-
de luchar por la hegemonía de Lrna concepción unidimensional ganza LI ocio son ya, de hecho, traducciones sesgadas, pues
del tiempo, por Lln empleo del tiempo convertido en ley de un scholé no era Lln tiempo liberado cle otro tiernpo, no era el tiem-
trabaio t¡ecánico rigurosamente ejecutado. Más allá de acluella po de inactividad y descanso qtle sigue al trabajo. Era más bien
elevación espiritual que proporcionaba en la disciplina r¡ona- Ll ti",-r-rpo aristocrático qLIe permitía Lln cllltivo desinteresado
cal, este disciplinamiento y metodización del tiempo (el tiempo del alma, un tiempo desligado de toda fonrración profesional v,
convefiido en presllpllesto) se instituyó como instr-umento de en general, de cualquier actividad cllre no sttpttsiera ttn fin en sí
nrisma. Scholé era, en definitiva, el tiempo de una cualidad éti-
ca superior vinculada a la innecesariedad del trabaio y al ideal
45. A nrediados clel siglo XIX,Ticntpos dilicílcs (cle Charles Dickens) aportó quizá
la ir»agen nlás representaliva de cómo cicrtos elementos cle la iconoglafía ilustrada del dellccLlos kagathós.
or-clen conenzalon ¿r marchitalse en las clécaclas siguientcs con los humores agdos del La ruptura de este campo setrrántico fue resultado de un
industlialismo decimonónico y los rituales dc la sociedad victoriana. Un atemorizallte
profesr:r, Sil Thomas Gradgrind, nun hombre cle realidades, un hombre cle hechos y
lento y complejo'entrelazamiento de estrategias de ordenamien-
cálculos que se rige pol el principio de que dos y clos son cuatto, y nada más, se to qlle terminaron por desprender su racionalidad de dicho
presenta ante los inclefe¡sos alumnos v alumnas pn,isto de reglas, escalas y tabla de ideal para sonreterla progresivanlente al paradigma del honn
multiplicar en el bolsillo, pala «pesar y neclir cualquier fragmento cle la naturaleza
humana. Es dicienclo Dickens- una simple cllestion de cifras, Ltn asunto de
oecottont.ictts. Este proceso tLIVo sLl n-Iolnento clave en la segun-
-sigue
simple aritmética,. Siemprc mlly atento al murclo de la imaginación infantil que aso-
ciaba con la libcrrad y l:r espontaleiclad, Dickens ctitica en esta novela el autoritalis-
mo de los hechos, la sistemática y los métodos abstlactos y utilitarios apartan que 46. Véase, al respecto, Abbagnano y Visalberghi (1976: 16,102), Toti (1975: l-5) y
anulan la conciencia de la ¡ealiclad (Mannning, 1970). De Grazia (1966: 1-9).

68 69
da mitad del xvm y primera del xx, cuando la expansión de la ,¡tre herlos comentado en la sección anterior se ¿Iñ¿lcliera la de
nlreva economía humanizadora del castigo hizo del alma y no ll incorporación de los reloies, sírnbolo de la nueva valoración
del cuerpo el principal objetivo de represión, y cuando el estilo ,lcl tiempo.as La ociosidad qlle constituyó la racionalidad edu-
penal incorporó una nlreva temporalidad orientada hacia el [u- r'ltiva de aquella primera alma occidental pasó a ser sLl princi-
turo (Foucault, 1986: 14-30, 1,27). Tanto en la práctica judicial ¡ral enemiga y la primera causa de los males sociales; Lln ideolo-
co[Io en la educativa emergió una nlreva concepción del saber Itcma qlle presiclió proyectos de intervención social desde Juan
clue respondía a una nueva arliculación de las relaciones de po- rle Ia Salle irasta Fourier.
der centradas, sobre todo, en la reconversión productiva de los La EilaLcaciórl popLLlar de Campomanes (1978: 100-106)
indiüduos a través cle la edificación de su alma. Todo ello con- l)rescribÍa el aseo, el buen porte y el respeto a los preceptos
tribuyó a hacer arraigar en el sentido cor¡úrn de la modernidad religiosos corno elementos esenciales a la laboriosidad que de-
trn motivo ftindamental que constitrye ht nuce el germen de la l¡ía inculcarse para erradicar todos aquellos elementos de ocio-
üsión n-roderna de la justicia social y de. ese meritocratismo sidad que eran considerados conlo la fuente de la miseria, la
caracterÍstico del hur¡anismo burgués: Ia administración de la sllperstición y la degeneración de las costumbres: la tuna, la
justicia se hace inseparable de una organización de la educa- visita a las tabernas, la asistencia a los toros en dÍas laborales,
ción de rrlasa corno garantÍa de la validez legitimadora y la efi- la tradición cle guardar los lunes... La asociación de la ociosidad
ciencia del nuevo orden. con 10 vago e improductivo fue lo que motivó stt persecución
Así como la legislación de finales del xvuI prohibió la circu- como ámbito de socialización incompatible con la nLleva admi-
lación de jácaras, romances y otras fuentes alternativas de en- nistración del trabajo y los estilos de vida asociados a ella' La
doculturación, el código penal español establecía a mediados economía disciplinaria clue la hostigó fue la misma que hizo del
del siglo siguiente ya penas para los padres y tlttores que aban- ciudadano un aprendiz industrial clue debía ser formado (técni-
donaran la educación formal de sus hiios. La cuestión de la ca y moralmente) por el estado. Sobre ella se fragttaron estrate-
instmcción pirblica, tan ligada desde el discurso regeneracionis- gias de vigilancia caracterizadas por un control débil pero agrr-
ta ilustrado al desarrollo económico nacional, pasó de hecho en do y por un objetivo: la manipulación para la utilización; esto
esos mismos años a depender del Ministerio de Gracia y Justi- es, el asegttramiento de la economía y organización de los mo-
cia. Esta maniobra institucional pemitÍa, segl-rn Ltn ministro de ümientos para aLlmentar el poter-rcial de rendimiento económi-
la época, Bravo A4urillo, "reunir los tres grandes intereses o ele- co de,los individuos y, paralelamente, reducir su potencial polí-
mentos sociales: el culto, la adnrinistración de la justicia y la tico (Foucault, 1989: 140 s.).
instrucciór-r".47 En definitiva, tanto la institucionalización de Ia La estanclar-iz ción temporal y Ia micropolÍtica de su diseño
educación profesional y sentimental de la rlasa como la pro- afectó iguah-nente a las estmcturas espaciales y colnLlnicativas.
mulgación de las leyes contr-a el vagabundeo y el nomadismo Fábricas típicamente ilustradas como las de Le Creursot o la de
no hacÍan sino venir a confimar uno de los rasgos distintivos Tabaco de Sevilla, attn cuando en su arclttitectllra externa si-
de Ia ideología esencial de la n-roclernidad: la idea de que, al guieron presas del modelo clel castillo, compiicaron enorme-
igual que no hay progreso sin productiviclad, no hay tampoco mente su estructura interna en zonas incliüdualizadas por exi-
productiüdad sin disciplina. Es sintomático que a la novedad gencias más de vigilancia que estrictamente prodttctivas (Selva-
organizativa de las escuelas técnicas y los tratados didácticos
48. El Menrcrktl l[teriaño, it?sttlrctivo y cru'ioso de MacLjcl (mavo tle 1787), infor-
47. Cil. en Varela (1979: 189). La gcncalogía de esta normalización jurídica clel ura, por ejemplo, cle cómo en las paredes cle las Escuela cle Nobles Arlcs de Barcelona,
aprendiza je socialmente consicleraclo lcgítiuro es rtrás ampliamente exaninada para cl e, lá. q.,L yi p.e.clían rllmetosos alfabetos, «se colocó un reloj en ,, ángulo de la
contexto clc la cclucación ¿rmcricana por Wise (1979), quien subraya las limitacioncs priner:r pieza para sabetse el tiempo de entral v salir de la escuela; Y se dispttso ur
de la cshategia de racionalizació:r clel prrccso eclucativo tespecto a olestiones como li'r i.etr.ete dáncle ie gtrar.cla la ti,ta, plu,a, papel y todo lo preciso pa'a no e1
'etardar
prcductividad o la eficiencia. curso cle 1as lecci6¡s5, (cit. cn Labrador y cle Pablos, 1989: 147).

70 7l
folta, 1978). Disposiciones espaciales pareciclas a las derivadas , orrlpción de dialectos que no eran sino vestigios de feudalis-
de la homogeneizació, del tie,rpo cle trabajo en las fábricas se ,rr,r, de Io üejo, al igual que otras prácticas de endoculturación
registraron en las escuelas. Los Hermanos de la Vida Comírn, ,¡rrt: perwivían en la transmisión de romances, iácaras y coplas.so
por eje,-rplo, introdujero, la disposición de las aulas en hileras l r r clefinitiva, diüdir y clasificar para uniformizar; uniformizar
que pennitier¿rn clasificar a los individuos según su edad o apti_
v rnetodologizar para ügilar; ügilar para capitalizar. Las galas
tudes. La arquitect,ra escolar de la Francia ie la ur Repúrblica, ( on qLle se üstieron las primeras presentaciones en sociedad
hija tardía e, el pla,o educativo cle la educació, ilustracla, su- ,le las innovaciones disciplinarias de la modernidad educativa
r¡inistró todo un reperlorio de minuciosas meclidas cle higiene colno, por ejemplo, la escuela mutlla de Lancaster y Bell-
social q,e preveían la frecuencia de las aireaciones de ]as a=ulas, r le l¡en ser suficientemente representativas a este respecto:
los metros cúrbicos de aire respirable, los metros cuadrados de
suelo para trabajo y para recreo, Ia clirección cle entracla cle la
[...] un métoclo por el cual se multiplica prodigiosamente el
luz o la organización cle las letrinas (Bouillé, 19gg: 51_69). Todo nírmero de enseñados, se gana una considerable cantidacl de
un espectácnlo de visibilidad y separabilidad. y es que, en el tien'rpo y se perfeccionan los resultados hasta donde puede con-
fondo, nlas disciplinas qlle analizan el espacio deben ser tam- cebir la in-raginación. Es a kt enseñanza [...] lo que son a la indtts-
bién entendidas cor¡o aparatos cle sur,rar y capitalizar tiempo» lrio la dhisión tlel trabajo y la aplicación de las nttiqutnas qtte
(Fotrcatrlt, 1989: 162). Sí ttno era el estado, haúia senalado ña_ aLlmentar-r, regularizan y perl'eccionan la producción disminu-
poleón, utcL debía ser la escuela. El plan ouinta,a habró de una yenclo su costo. Un maestro qrle por eI métoclo ordinario enseña-

enseñanza que sólo podÍa ser universal y púrblica si era unifor- ría, por ejemplo, 300 discípulos en tres años, quizás podría ense-
ñar a 3.000 en tres meses por este nuevo método.sl
rne, esto es, si era Llna en la doctrina, en los métodos y la len_
gtra, algo que Condorcet (1980: 244 s.) ya habÍa üsro claramen_
Ya Montesquieu (1985: 403) había llamado la atención so-
te cuando habló de...
bre esas "ideas de unifomidad" clue se apocleran a veces de
las grandes inteligencias directivas y que impresionan infali-
[...] dos medios generales qne cleben influir, a la vez, sobre el
pe'feccionamiento ciel arte de inst*rir y sobre er perfecciona- blenrente a las pequeñas. Utt sistema, ut tt-tétodo, Lm progra.
lliento cle las ciencias: el uno es el enrpleo más extenso y menos ma. Pero, ¿de dór-rde ese impulso por homogeneizar y capitali-
in-rperl'bcto cle los que pueden lla,rarse ,tétoclos té,tiios, y el zar el tiempo? Segirn Giddens (1993) toda cultura clrenta con
otro, l¿r institución de ttnlengtrctje universal. un sentido de la temporalidad. Lo característico de este rno-
nocronisrno qlre vemos fraguarse en la modernidad ilustrada
El pedagogo Salzmann se enorgullecía de qr_re en slls escLle_ clebe consideranie en dos niveles. Por un lado, como ya hemos
las toclos los niños ftieran tratados ig,al,rente y,o hubiera ,-rás visto en secciones anteriores, la linealidad de su filosofía de la
diferencias «qlre las qure ellos ,ris,ros se labranr.ae Así co'ro ,o
debía haber diferencias e, el ,rétodo siste,rático de admi,is-
trar el conocimiento, tampoco debía haberlas en la lengua en 50. De lo primero es ilusnativa la siguiente declaració¡r del Comité de Salvación
ql-le se enseñara. La lengua nacional se constituyó, cle hecho, Púülica h'ancés en 1,794: nla lengua de un pueblo libre clebe sel una y la misma pam
en Lodos [...] el fedemlismo y la superstición hablan bretón, la emigracióu y el oclio a la
un objetivo político central de los primeros diseños cun:ictrlares república hablan alernán, Ia contrarer¡olución habla italiano y el fanatismo habla vas-
con el fi, de combatir lo que Taylierand clescribía cor1lo ,na co. Quebrantemos estos instrlunentos cle claño y terfor) (cit. en Gómez Rodt'Íguez, el
¿/., i988:29). Lo segurdo es manifiesto en docrlmentos como el oDiscurso sobre la
necesidad cle prohibir la impresión y rrenta de las jácaras y rornances wlgares por
dañosos a las costumres púrblicas y de sustituirles por ott:as canciones rodademmente
49. olg.al'i'iencla, igualcs ropas, alimenl.os e instmcció,, igual esparcinriento.
fiinero posición y toda lisonja clcl exrcrior y crer aza. no cleciclen nacionalcs que Lrnan la enseñanza y el lecreo, de Melénclez Valdés, recogiclo en Ma-
iada aqui, (Nacrrd- yordomo y Lázaro (1988: 6l-77).
chtett aus Schcplerthalt,1786, cit. en Ruppeit, 19g3: 44). Soble
(1979: 178 s.).
euinrana r¡éase Varela 51. Atnles a.dninistratfuos, 18 cle cliciembre de 1834 (cit. en Varela, 1979:182,
subrayndo E.T.).

72
73
r
historia corrro Llna historia de progreso qLre avanza hacia el t,ri'so y reconocer: la validez del saber directivo de sus gober-
triunfo definitivo de Ia razón slrplrso una comprensión del pa- n;rntes. Era también Llna masa desorganizada que era preciso
sado orientada hacia un ftituro hecho presente. por otro, la r irlilar y regular desde su interior a través de un programa dis-
propia configuración racional del presente exigía la regula- , i¡rlinario. Esta programación es lo que Foucault (1986) descri-
ción adrninistrativa de la temporalidad de las prácticas socia- l)(' como Lrn «esqltema anatomo-cronológico de comporta-
les cotidianas. En el fondo, corno ya Marx intuyó en sus Grtn,t- ¡rriento», una minuciosa maniobra de dominación porla que el
drisse, toda econor¡ía es, en úrltima instancia, una econornÍa tit'rlpo unidimiensional y acumlrlable colonizó la vida social
del tiempo. t'rr generol y la práctica educativa en particular- Cuando el ré-
La erosión de mr-rndos de üda alternativos que siguió a la ;,,imen de la industrialización capitalista hubo de hacer uso de
fonla en que la cultura pedagógica de la modernidacl colonizó (':ita estrategia disciplinaria, hacía ya Lieilpo clue los modelos
el mundo simbólico preindustrial hizo de la variable tiempo trn ,lr: los ejércitos y los monasterios habÍan sentado stts bases.s2
instrumento clave de regulación social. Así se desprende de es- Aclanr Srnith (1996: 732) incluso cornbinó sus elementos cons-
tudios históricos como Thompson (1979) sobre la adaptación titr-rtivos al describir el poder espiritual de la iglesia como Lln
de la población agraria inglesa al tiempo industrial o Katz ,,ejército [...] disperso en LIna muititud de cuarleles, pero cLlyos
(1971) sobre la obsesión de los comités escolar-es norteamerica- n'lovimientos y operaciones podían ser dirigidos por ttna sola
nos por inculcar a los hijos de .ios emigrantes de mediados del c¿rbeza y ordenarlos con ar-reglo a un plan uniformer. Pero los
siglo xx Lln sentido industrial del tien-rpo. Como señaló Mum- sr-rpuestos normativos y el estilo cognitivo implícito en el mo-
tord (1977), la ingenieía y el experimento técnico crearon la tlelo de la racionalidad educativa, hicieron que ésta se conür-
rnáquina, pero sólo el contr-ol estricto del tiempo mecánico le tiera en la más importante fuente de poder espiritual de la mo-
proporcionó un suelo en qlte clesan:ollarse. La acumulación de clerniclad. Su discurso y stts fórrnulas organizativas han im-
capital exigÍa como «preparación ideológica" una organización ¡rregnado clesde entonces las luentes de legitimidad tanto del
y acumulación clel tiempo y cle los saberes dispersos y la disci- iclealisn-ro de su proyecto de cambio social dirigido como de su
plina propia de la racionalidad educativa contribuyó notable- programación efectiva, pues permitía aunar arnbos en un mis-
mente a ello. Una vez qlre la temporalidad hegemónica se cons- rrro ctradro teleológico de racionalización progresiva del mun-
tituyó en una sucesión de horas y minutos, y no de experien- do. La refonr-lulación ihrstrada del discurso pedagógico de la
cias; una vez qLre el trabajo y el saber se desconrpusieron en Llna modernidad permitió, en definitiva, aunar el proyecto y el pro-
serie de destrezas parceladas; Ltna vez qlre, en definitiva, todos grama de una historia en la qlte no sólo habÍa que creer, sino
ellos se institucionalzaron como espacios cer-rados, homogé- que también había que realizar,
neos y estandarizables, pudier-on acumularse. Só1o así pudo lle- La protosociología de Otega, mury interesante en este plrnto
gar el tie,rpo a ser apreciaclo como el oro; la instr-*cció, ,rili- por haberse cuajado en la cercanía de los lenguajes existencia-
tar, como un modelo de gestión operativa cie la masa; y la irna- listas cle Ias prirreras décadas de1 siglo xx ql-re seguidarnente
gen lrronacal de la üda regular, continua y circunscrita a Lrn estudiaremos, y cerca también de proyectos de auténtico refor-
espacio, corrro Lln modelo organizativo de la experiencia. Una
experiencia productiva,,roralrtlente edifi cante y administritati-
vamente controlable como estaba comenzando a ser la expe- 52. Sombal t, Coulton o Mumford han destacado sob¡'adamente la herencia qne la
riencia ed,cativa que terrli,aría siedo obligatoria para toclá la disciplina clel tiempo inclustlial rccibió clel moclelo monástico, llasta el plmto de llegar
a hacer cle su instilucionalización de la vida prurlttal y ordenacla el veldaclero origen
poblaciórr. del capitalismo. Otros como Blavetnan o Gaudemar, más fieles a l:r interpretación de
Al fin y al cabo, la sociedad educada anhelada por las élites Marx, han hecho más hincapié en el tnifico disciplinario procedente de la herencia
iltrstradas no era sólo una polis de ciudadanos ilustrados que militar como modelo de imbricación de organización, movilidad y eficacia. La impor-
tancia de Ia disciplina edttcativa radica, precisamente, en qlre su cosideración pemrite
debÍan aceptar la legitimidacl de la nlreva sin-rbología del pio- combinar ambas perspectivas.

74 75
TI

mismo tardoilustrado como la Institución Libre de Enseñanza CaPÍrulo 2


o el regeneracionismo, slrpo resumir muy bien la esencia de
este discurso:

Si la educación es translbrmación de una realidad en el senti-


""'fr^"üg?#.ffiHáffiffi'*'
do de una cierta idea mejor que poseemos y la edr-rcación no lra
de ser sino social tenüemos qlle Ia pedagogía es la ciencia dr:
transformar las sociedades. Antes llamábamos a esto política; hc
aquí, pues, que la política se ha hecho par:a nosotros pedagogía
social [1983a: 515].
LlegóDioüma.o":'.t.lo:l:l:":",,f'"ifi *l;,".tffi ',1*
d ñombre de aquel TTI;;J'J'.., *".rr. jabón, dc
ción. Es un.estado "-li].'rñ; üg.,"¡" gráfico de.las
-¡í"ánómí^
pt".tll-l';:1::"
ondas sin hilos, del políúca,

:f ili':il::ü1ffi:':l;x;^.ji";;;[iilg¡;¡
sencl
conciencia humarur'
la relación entre Ie
noblez
[" ] lc pat'ecia.a
za social "'ürrii;"^:i.,l co.nprcndía,.pot'
ción qrtc dc ttna 'Ylt'lii: :J,";;;;i; ,.,. po.tía domi',ar
consiEticnte, tocto lo Qttc,srt ,'^"t-.-.r"1" deo cle ctrya
ilj ir?,.,,r,¡u t,l" *,l",lXb,["J::5'i#:t l, Ñ. *
posesión no había :i:lT":[pñ.n-a civilizacion obs-
qL
Luedaba otro runedro
acceso al alma'
i|Jir^¿ái" ¿"1
sin atributos
Rosrnr Mus[' Elhontbre

y la nostalgia
cultura: la máquina
2.1. Capitalismo y
civ ilizac iótt
(J na enf'ermedacl llnmada
minis-
saliera de Berlín el
de que Napoleón
Dos años después
,"';;;,;"d;r.rntel;o1''':;:',,'-'m'j."jifiJli,:[ü#::
ü*er¡;¡.ry6ri;=',;5;i#t¡"1ifl *,**t^:Eli
la idea antinaPoleonr'

u#,:hm*Hil"""'Ii#:!i}::FiJ-*'*o''r:l1l
p'"rt'ialio""iii- L""tes'1 Ef
proyecto prete^nora
rran-
mente había io educativa
g"o*"ttioffiffi; fio'lintotión
slrperar Io
--.=.-*.u en 1a revista Políticay sociedad'
capítulo apa'eció
primera,ersión .e este
n." 21.
77

76

También podría gustarte