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CAPÍTULO 6

“EL SECRETO DEL MUNDO” EN CIUDAD JUÁREZ:


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2666, ÉTICA Y POLÍTICA EN LA MODERNIDAD

cuando aprendes a decir No con toda la energía


de 1 karateca cintanegra o a decir Sí / con la certe-
za de que pronto las estrellas tendrán 1 color que
hasta pasado 1 buen rato entenderemos.
Mario Santiago Papasquiaro, “Consejos de 1 discípulo
de Marx a 1 fanático de Heidegger”.

E N su estudio sobre Las benévolas (2006), la novela del estadou-


nidense Jonathan Littell, el crítico francés Jean Bessière conje-
tura: “Todo orden es su propio límite [. . .] Representar el presente
Copyright 2015. University of North Carolina at Chapel Hill Department of Romance Studies.

y la realidad de una sociedad supone que ésta sea vista según los lí-
mites de la definición de su propia racionalidad que ella misma se
da y que practica” (86). La novela de Littell, en efecto, se nos ofrece
de entrada como la problemática búsqueda de la racionalidad y la
práctica del nazismo. El personaje central es un ex oficial de las SS
(Schutzstaffel) que en la vejez y a lo largo de novecientas páginas,
ofrece sin mayores remordimientos un detallado relato sobre el pro-
grama político y militar nazi. Littell explica que el proyecto de la
novela surgió del intento por comprender “la naturaleza del crimen
de Estado” (Mantilla). Para Bessière, sin embargo, el minucioso re-
paso del nazismo, sus modos de operación, su elaborada ideología y
la compleja estructura de sus jerarquías políticas y militares, revela
algo más que un crimen de guerra: evidencia lo que Bessière llama
una “sociedad sin referente”, es decir, una sociedad que se define
por una peculiar conducta racional de guerra que propone “la ne-

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146 LA MODERNIDAD INSUFRIBLE

gación de lo humano” (89) como un medio aceptable para alcanzar


sus objetivos. “La racionalidad que se reconoce como orden social
es la ruina misma de ese orden” (89), escribe Bessière acaso parafra-
seando a Benjamin. Cuanto más viable parezca el relato de un adep-
to del nazismo, entre más clara y objetiva sea la explicación de su
lógica, más contundente será la falta de referente. “Si la moderni-
dad se define como la época en la que el orden es pensado, reflexio-
nado y practicado por él mismo”, explica Bessière, entonces la mo-
dernidad es también “la época de todo orden fallido, de su fallida
perspectiva, de la limitación de los poderes del artificio” (87).
El protagonista de Littell tiene un obvio precedente en el céle-
bre personaje borgeano Otto Dietrich zur Linde, el subdirector de
un campo de concentración nazi, que articula una análoga y escan-
dalosa reflexión ideológica en “Deutsches Requiem”, texto incluido
en El Aleph. Condenado a muerte en los procesos de Nuremberg,
su relato funciona como un alegato final sobre la validez histórica
del nazismo. Dietrich se considera inocente aunque se confiesa ase-
sino y torturador. Su versión del nazismo se nos presenta como un
“hecho moral” que rechaza la piedad cristiana para privilegiar la
voluntad de un nuevo superhombre. La supuesta moralidad encu-
bre la dimensión política del nazismo, transformando la confronta-
ción entre países enemigos en una necesidad histórica, aún cuando
esa necesidad implica la caída del Tercer Reich.1 Afirma Dietrich:

Se cierne ahora sobre el mundo una época implacable. Nosotros


la forjamos, nosotros que ya somos su víctima. ¿Qué importa que
Inglaterra sea el martillo y nosotros el yunque? Lo importante es
que rija la violencia, no las serviles timideces cristianas. Si la vic-
toria y la injusticia y la felicidad no son para Alemania, que sean
para otras naciones. Que el cielo exista, aunque nuestro lugar sea
el infierno. (“Deutsches Requiem” 580-581)

El antinómico sintagma que une en una secuencia disonante la vic-


toria, la injusticia y la felicidad muestra sutilmente el horizonte epis-

1
En su “Anotación al 23 de agosto de 1944”, con motivo de la liberación de
París, Borges dilucida sobre el nazismo en los mismos términos: “Ser nazi (jugar a la
barbarie enérgica, jugar a ser un viking, un tártaro, un conquistador del siglo XVI,
un gaucho, un piel roja) es, a la larga, una imposibilidad mental y moral. El nazismo
adolece de irrealidad, como los infiernos de Erígena. Es inhabitable; los hombres
sólo pueden morir por él, mentir por él, matar y ensangrentar por él. Nadie, en la
soledad central de su yo, puede anhelar que triunfe” (106).

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“EL SECRETO DEL MUNDO” EN CIUDAD JUÁREZ 147

temológico despolitizado del nazismo, donde la razón occidental,


asentada en el legado epistemológico de la Ilustración, aparece lle-
vada a un punto de agotamiento. La crítica Annick Louis anota que
la manipulación de Dietrich del dogma cristiano, la Biblia, el deca-
dentismo fáustico que observó Spengler, la “comprensión ecuméni-
ca” de Goethe y hasta el De rerum natura de Lucrecio, junto con
otras sofisticadas referencias, supone un intrincado juego de contra-
dicciones que anula toda posibilidad de significado (Louis 271-72).
Después de todo, como subraya Dietrich no sin ironía, también en
su espíritu “abominable” existe la capacidad de análisis y de goce
estético. De ese modo, cuando el nazismo se apropia del legado cul-
tural de occidente erradicando la voluntad política de la razón ilus-
trada, lo único que queda es la abyección inmoral de alta cultura
cuyo único fin es producir un conflicto despolitizado entre naciones
incapaces de construir nuevas alianzas.
“Deutsches Requiem” sentó un precedente que en la tradición
mexicana acaso ha tenido repercusión en obras como Morirás lejos
(1967) de José Emilio Pacheco o En busca de Klingsor (1999) de
Jorge Volpi. Hay que adentrarse, sin embargo, en la obra de Rober-
to Bolaño para encontrar una total reapropiación de la lectura bor-
geana del nazismo, que a través de sus novelas y cuentos, replantea
su significado en el contexto general de la modernidad occidental.
Esta reapropiación, que discutí a fondo en el Capítulo Uno, opera
también como una radicalización de los presupuestos de la moder-
nidad literaria latinoamericana en general y mexicana en particular,
sobre todo en relación a los asesinatos de mujeres en la fronteriza
Ciudad Juárez como temática central de la novela póstuma 2666
(2004). La obra de Bolaño, como la de Littell, retoma ciertas estra-
tegias textuales que discutiré aquí para poner en juego los defectos
epistemológicos de una sociedad “sin sociedad”, como la llama uno
de sus personajes, en la cual la lógica cultural de la modernidad oc-
cidental se despeña hacia el abismo de sus propios límites.
A casi una década de su primera edición, 2666, la novela más
ambiciosa y compleja de Bolaño, ha sido leída por la crítica acadé-
mica a través de modelos teóricos que la inscriben en sistemas glo-
bales de significación que desbordan los límites geopolíticos y las
coyunturas latinoamericanas específicas. Con ello, algunos críticos
sugieren entender la novela como una reflexión sobre procesos his-
tóricos mundiales que revela el violento fracaso de la modernidad
occidental que experimentan en común, en el contexto del libro,

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México, Estados Unidos y Europa. Sharae Deckard, por ejemplo


propone comprender la estructura de la novela como “sistemática-
mente histórico-mundial, uniendo una semiperiferia particular
(Ciudad Juárez) y una coyuntura histórica particular (el capitalismo
tardío del milenio) con un vasto alcance geopolítico” (353). En el
modelo de Deckard, cada una de las cinco partes de 2666 explora
formas y géneros literarios distintos como un intento de totalización
de la tradición occidental: “La parte de los críticos” sería una nove-
la de sátira académica, “La parte de Amalfitano” un thriller filosófi-
co, “La parte de Fate” una “road novel” beat, “La parte de los crí-
menes” una novela detectivesca y “La parte de Archimboldi” una
künstlerroman y una novela histórica (356).2 Por su parte, Sergio
Villalobos analiza 2666 como una “articulación planetaria del mun-
do a través de la guerra global” (194), siguiendo aquí las tesis del
historiador italiano Carlo Galli para comprender las dinámicas
mundiales que desactivan las nociones de soberanía, territorio y na-
ción. Aunque ambos acercamientos anotan con agudeza la estructu-
ra desterritorializada de 2666 y sus implicaciones geopolíticas, los
análisis invocan modelos teóricos que generalizan discusiones re-
cientes de lo que se denomina como “postnacional” en la academia
estadounidense y europea. Deckard adopta así la misma plataforma
epistemológica que dictamina a priori el espacio latinoamericano
como una precariedad periférica y que reduce la región al tránsito
de las utopías caudillistas que prevalecieron desde finales del siglo
XIX y hasta mediados del 20, hasta llegar a las formas de explota-
ción económica y laboral propias del neoliberalismo. Por su parte,
Villalobos extiende a Latinoamérica el modelo de guerra global por
medio del cual Carlo Galli señala el supuesto agotamiento de la di-
visión entre enemigo y amigo que el politólogo alemán Carl Schmitt
proponía como la esencia de lo político. De este modo, la violencia
en 2666 es para Villalobos “la sinécdoque de la historia contempo-
ránea” (201) en la cual la guerra es ahora una noción ubicua, per-
manente y global, sobrepasando los límites políticos del estado-na-
ción, debate al que volveré más adelante.
En la era neoliberal latinoamericana, de hecho, se ha vuelto un
lugar común insistir en esa generalizada condición post-nacional en la

2
En mi análisis de “La parte de Archimboldi” retomaré la idea de pensarla co-
mo una künstlerroman o novela de aprendizaje, sobre todo en relación a la idea de
intelectual que formula Bolaño a lo largo de 2666.

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que las fronteras estatales se diluyen ante la fluidez del libre merca-
do. Como si la propia soberanía del Estado en el sistema actual del
capital global no fuera sino un artefacto del siglo XIX, el vocabulario
en debates académicos recientes está saturado por términos análogos
que comparten una misma base epistemológica post-política con la
idea de guerra global acuñada por Galli, como es el caso de la noción
de interregnum de William Spanos, la posthegemonía de Jon Beasley-
Murray o la postsoberanía de Oscar Ariel Cabezas, por mencionar los
más visibles. En una sociedad sin referente, como anota Bessière, es
ciertamente pertinente trazar los modelos globales que condicionan
las dinámicas de violencia y subjetividad contemporáneas, como ha-
cen ambos Deckard y Villalobos. Me parece, sin embargo, que estos
análisis reifican lógicas culturales orgánicas al propio capitalismo tar-
dío: la noción de centro y periferia, la reducción de Latinoamérica a
una historia general de utopía caudillista fallida y de sujeción geopo-
lítica, la anulación absoluta de lo político en el contexto global, la su-
premacía de dichos vectores globales de dominación que convierten
a los objetos literarios en dispositivos de significación mundial, etc.
Ante la compleja estructura textual de 2666, señalar la condición
“global” de la novela resulta un primer paso conceptual necesario,
pero que es por sí solo insuficiente y en ciertos aspectos problemáti-
cos.3 Deckard, por ejemplo, insiste en la prejuiciosa categorización
de lectores de “primer” y “tercer” mundo al reflexionar sobre los
márgenes occidentales, que en Los detectives salvajes, según su lectu-
ra, producen una “estética de narración serial radicalmente democra-
tizada e indígena” (352). Deckard aprueba y sigue aquí una reseña de
Edmond Caldwell, quien afirma que Los detectives es una novela más
cercana al movimiento zapatista en Chiapas que a la poesía moderna
mexicana, y que uno de sus principales logros sería haber reformula-
do para Latinoamérica la tradición del testimonio ante el agotamien-
to de la explotación mercantil de las novelas del boom.
Dejando de lado este tipo de análisis limitadamente ideologiza-
do, el trabajo de Villalobos ofrece una lectura de 2666 que produce

3
Sigo aquí la crítica que Alain Badiou hace de la noción de globalización en el
contexto del capitalismo tardío al argumentar que se trata de un fenómeno socioe-
conómico advertido por el propio Karl Marx desde mediados del siglo XIX. Así, ex-
plica Badiou, el “capitalismo contemporáneo posee todas las características del ca-
pitalismo clásico. Cumple estrictamente con lo que se espera de él cuando su lógica
no es contrarrestada por una acción de clase resoluta, local y victoriosa” (The Re-
birth 11).

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una importante formulación sobre el proyecto general de la novela


que no debe desatenderse. Al hilvanar la Segunda Guerra Mundial
con el feminicidio en la frontera norte de México, las obsesiones de
los críticos literarios que asedian al enigmático Benno Von Archim-
boldi, “la novela se enfoca en el horizonte compartido por la histo-
ria europea y latinoamericana como si el viejo truco de la diferencia
se hubiera agotado” (202). Así, la historia de violencia occidental
que interconecta a Europa y a Latinoamérica se convierte en el
principal tema de 2666. A partir de este punto, no obstante, debe
desarrollarse la manera en que la novela articula formas de resisten-
cia y saberes críticos de la violencia sistémica del mundo occidental
y la manera en que se inscriben en los sistemas políticos de domina-
ción regional que en mi opinión siguen vigentes. Me refiero aquí la
noción de violencia sistémica que Slavoj Žižek define como “la vio-
lencia inherente en un sistema: no sólo violencia física directa, sino
formas más sutiles de coerción que sostienen relaciones de domina-
ción y explotación” (Violence 9). Una de las principales aportacio-
nes de 2666, como argumentaré en el presente capítulo, es activar
un ethos por medio del cual Bolaño configura estrategias políticas
que sus personajes adoptan para confrontar las redes de poder que
los asedian en distintas coyunturas espaciales y temporales a lo lar-
go del siglo XX. Más allá de la violencia subjetiva que sufren indivi-
dualmente las mujeres, la minorías raciales o los ciudadanos de paí-
ses oprimidos, dicho ethos produce fisuras y discontinuidades en las
conceptualizaciones actuales que naturalizan formas de violencia y
opresión en las sociedades contemporáneas. Al asumir posiciones
éticas específicas, los personajes de Bolaño trazan alianzas horizon-
tales y comunitarias que articulan formas positivas de supervivencia
que al mismo tiempo hacen visibles los límites epistémicos de las
supuestas sociedades globales. Será sólo bajo pactos laterales de su-
pervivencia, en efecto bajo un regreso epistemológico hacia la inme-
diatez de la comunidad, que los personajes de Bolaño impondrán
nuevas formas relacionales de agencia para reconfigurar su lugar en
lo social y en lo político, noción que, como intentaré demostrar, no
ha sido del todo agotada.
2666 se estructura entonces como un gradual acercamiento a la
compleja materialidad de la vida en la frontera entre México y Esta-
dos Unidos, zona de conflicto donde convergen los vectores históri-
cos de la violencia sistémica occidental moderna. Para narrarlo,
Bolaño se propone a través de sus personajes una representación

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crítica de la frontera que no presume una lectura unívoca y global


de la violencia, sino que esboza el trazo de múltiples opciones éticas
ante esa violencia en las cinco partes que integran la novela. Cada
una de esas partes, de hecho, propondrá a su manera un tratamien-
to al fenómeno de la violencia contemporánea y conforme avanza la
trama, cada una de estas partes irá estrechando la distancia entre los
personajes y el referente concreto de la frontera. Al llegar a “La
parte de los crímenes”, el lector se enfrenta con el fenómeno del fe-
minicidio explorado a profundidad junto con otras dimensiones de
criminalidad, como el narcotráfico, la corrupción política, el racis-
mo y la misoginia. La quinta y última sección de la novela, “La par-
te de Archimboldi”, construye literalmente el arco histórico que se
extiende de la Segunda Guerra Mundial a los asesinatos de mujeres
en Santa Teresa. Será allí que las decisiones éticas de Archimboldi
cerrarán el ciclo de opciones que los demás personajes habrán toma-
do en relación a los crímenes de la frontera y que los coloca en una
red de correspondencias que ellos ignoran. Junto con Archimboldi,
los cuatro críticos literarios, el profesor chileno Oscar Amalfitano, el
periodista negro Oscar Fate, el joven policía Lalo Cura y el periodis-
ta Sergio González, entre otros, se verán obligados a posicionarse
éticamente en relación a los crímenes, posiciones que gradualmente
adquirirán una decidida dirección política. Será entonces en el slum
de la frontera, siguiendo de nuevo las ideas de Žižek, que se materia-
lizará “el evento geopolítico crucial de nuestros tiempos” (In Defen-
se 424). El acercamiento de Bolaño, como discutiré en lo que sigue,
evita las trampas discursivas que imaginan la frontera con limitada
superficialidad como un espacio precario y marginal y en cambio
permite reflexionar la región fronteriza como el escenario donde de-
berán articularse las más urgentes formas de acción política ante la
inercia transhistórica de la violencia occidental.

I. LA FRONTERA Y EL MAL

La trayectoria literaria de Bolaño puede comprenderse como la


articulación de una particular noción del mal que encuentra su for-
ma más depurada en 2666, pero que puede trazarse en toda su
obra. El editor de Anagrama, Jorge Herralde, recuerda que Bolaño
escribió las más de mil páginas de su novela póstuma a la par de los
libros que fueron apareciendo anualmente desde la publicación de

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152 LA MODERNIDAD INSUFRIBLE

la novela Estrella distante en 1996 (Herralde 35). Una primera refe-


rencia sobre el concepto emergente del mal concebido por Bolaño
aparece en la novela policial que escribió a cuatro manos con Anto-
ni García Porta, Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático
de Joyce (1984). El protagonista, un asaltante aprendiz de escritor,
reflexiona sobre el proceso creativo al que busca llegar a través de
una “forma” poética en construcción: “La Forma a través de la cual
la vida tendría que ser si no clara, legible, estable. Pero la forma fue
adquiriendo progresivamente el rostro del crimen” (51). Esta ima-
gen del crimen comienza a expandirse en la primera novela que Bo-
laño firma ya sin colaboración, El Tercer Reich, escrita alrededor de
1989 pero publicada póstumamente en 2010.4 Su protagonista lee
una novela policiaca que define el mal como “el mismo crimen” re-
petido varias veces (126). Esta idea reaparece como nota marginal
en Estrella distante, donde un personaje llamado Graham Green-
wood5 reflexiona sobre el “mal absoluto”:

En su particular teología el infierno era un entramado o una ca-


dena de casualidades. Explicaba los asesinatos en serie como una
“explosión del azar”. Explicaba las muertes de los inocentes (to-
do aquello que nuestra mente se negaba a aceptar) como el len-
guaje de ese azar liberado. La casa del diablo, decía, era la Ventu-
ra, la Suerte. (Estrella distante 110)

El asesinato en serie se enuncia aquí como un acto diabólico deshis-


torizado y despolitizado, regido en cambio por un azar que horrori-
za por producir la muerte de inocentes sin razón aparente, sin una
lógica expositiva que justifique la naturaleza del crimen y sin un asi-
dero intelectual para interpretarlo.
Como anoto en el Capítulo Tres, en La literatura nazi en Améri-
ca Bolaño ahonda en el nazismo siguiendo recursos borgeanos, des-
de las breves y subversivas biografías de Historia universal de la in-

4
En el próximo capítulo analizo a fondo esta novela junto con los demás libros
póstumos de Bolaño como textos que simultáneamente configuran y desestabilizan
la unidad orgánica de su obra.
5
Es posible que el personaje de Greenwood haga referencia al detective del
mismo nombre involucrado en la investigación y detención en 1981 de Peter Sut-
cliffe, conocido como el “Destripador de Yorkshire”, acusado del asesinato de 13
mujeres. Los crímenes ocurrieron en el norte de Inglaterra entre 1975 y 1980. El
alias de Sutcliffe remite al famoso caso sin resolver de “Jack el Destripador”, el ase-
sino serial jamás identificado que en 1888 mató a varias mujeres en Londres.

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“EL SECRETO DEL MUNDO” EN CIUDAD JUÁREZ 153

famia hasta las falsas referencias bibliográficas que van tejiendo un


inusual catálogo de viñetas que revelan aspectos del fascismo inser-
tos en todos los niveles de prácticamente todas las naciones del con-
tinente. Hasta este punto de su producción, Bolaño hace evidente
una influencia borgeana que incluso preserva el pudor del “editor”
de “Deutsches Requiem”, cuando éste último explica en una nota al
pie de página que omitirá la descripción que hace Dietrich de la
tortura a la que sometió en un campo de concentración al arquetí-
pico poeta judío David Jerusalem, que terminó por conducirlo a la
locura y finalmente al suicidio. Dietrich, en cambio, sí anota el prin-
cipio básico del mecanismo de esa tortura:

Fui severo con él; no permití que me ablandaran ni la compasión


ni su gloria. Yo había comprendido hace muchos años que no
hay cosa en el mundo que no sea germen de un Infierno posible;
un rostro, una palabra, una brújula, un aviso de cigarrillos, podrí-
an enloquecer a una persona, si ésta no lograra olvidarlos.
(“Deutsches Requiem” 579)

Este recurso, que Borges reformula en cuentos como “El Zahir”,


propone la idea de un inferno mental en el que una imagen inamo-
vible domina el imaginario privado de una persona. La tortura
transformada en una subyugación psíquica desborda la superficiali-
dad del dolor corporal, conviertiendo a la mente individual en un
verdugo implacable.
Annick Louis escribe que Borges excluye toda descripción ex-
plícita de violencia para evitar “una ruptura del pacto” que mantie-
ne la diferencia entre el relato de ficción y el documento pedagógi-
co (280-81). Esta opción que es también una técnica narrativa,
consciente o no en Bolaño, nos impide conocer la naturaleza de la
exposición de fotografías que el infame Carlos Ramírez Hoffman,
piloto del ejército de Pinochet, instala en su recámara. Recordemos
que esa exposición desata una conmoción que acaba con su carrera
militar. Pero la biografía de Ramírez Hoffman, la última de La lite-
ratura nazi en América, como sabemos, se convierte en el argumen-
to de Estrella distante, publicada apenas unos meses después. En
esta segunda versión, como analicé en el Capítulo Tres, los detalles
precisos de la exposición aparecen sin reticencias: se trata de cien-
tos de fotografías decorando las paredes y una parte del techo. Son
en su mayoría imágenes de mujeres mutiladas, aunque no se descar-

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ta la posibilidad de que “en un treinta por ciento de los casos estu-


vieran vivas al momento de hacerles la instantánea” (97). Es impor-
tante subrayar que esas imágenes siguen además un cierto orden,
“una argumentación, una historia (cronológica, espiritual...), un
plan” (97). A partir de este episodio, el crimen masivo asume en la
obra de Bolaño un carácter gráfico que emerge de un contexto his-
tórico y político muy preciso. En varios pasajes de Los detectives sal-
vajes (1998) y su derivada novela Amuleto (1999), así como algunos
de los cuentos de Putas asesinas (2001) y El gaucho insufrible (2003)
(como discutí en el Capítulo Cuatro), la violencia reaparece como
vehículo de conocimiento subjetivo, pero también como síntoma
inequívoco de una sociedad y un proyecto de nación–mexicano,
chileno, argentino–inviable.
Como podemos ver, Bolaño transita de una noción vaga y ahis-
tórica del mal hacia la materialidad específica de una violencia con
coordenadas políticas, culturales y económicas precisas que alcan-
zan su forma más depurada en 2666. En un ensayo sobre la relación
entre literatura y enfermedad, incluido en El gaucho insufrible (su
último libro publicado en vida), Bolaño cita el célebre poema de
Baudelaire que imagina el decadente fin de siglo como “un oasis de
horror” “en medio de un desierto de aburrimiento”. “No hay diag-
nóstico más lúcido”, escribe Bolaño, “para expresar la enfermedad
del hombre moderno. Para salir del aburrimiento, para escapar del
punto muerto, lo único que tenemos a mano [. . .] es el horror, es
decir el mal” (“Literatura+enfermedad” 151). El verso de Baudelai-
re reaparecerá en 2004 como el único epígrafe de 2666. En la es-
tructura de esta novela, como sabemos, se combinan dos contextos
históricos que en un primer plano parecen no guardar relación al-
guna: la Segunda Guerra Mundial y los asesinatos de mujeres en
Ciudad Juárez. Este último fenómeno es literalmente entendible co-
mo un oasis de horror en medio de un desierto de aburrimiento, en
el que las condiciones históricas del capitalismo tardío junto con las
redes políticas locales se intersectan de un modo sórdido e implaca-
ble sobre los sectores más vulnerables de la población. En ese senti-
do anota Jean Franco: “La novela es un monumental acto de luto
no sólo por la generación nacida en la década de 1950, sino por los
muertos del Holocausto, por los rusos muertos y por las jóvenes
mujeres nacidas en las décadas de 1970 y 1980” (Cruel Modernity
236). Otros planos históricos se irán yuxtaponiendo: la trata de es-
clavos, el racismo estadounidense, la guerra de independencia en

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“EL SECRETO DEL MUNDO” EN CIUDAD JUÁREZ 155

Chile, la poesía española contemporánea, el narcotráfico en Méxi-


co. Aunque el sentido de la violencia de cada una de estas coyuntu-
ras funciona evidentemente dentro de un contexto global, Bolaño
las explora al mismo tiempo a un nivel local inmediato. Como si só-
lo fuese posible visualizar lo global desde su enunciación más bási-
ca, la novela aborda a los personajes tocados por estos temas desde
una perspectiva microhistórica donde la cuestión más relevante es
la manera en que se afirma o se niega su pertenencia a una comuni-
dad inmediata.
En un episodio de “La parte de los crímenes” citado con fre-
cuencia por la crítica, un exjefe de la policía del Distrito Federal
explica su peculiar teoría de que cualquier variedad de la violencia,
toda “modalidad del horror” (2666 670), existe y fue explorada an-
tes de la revolución francesa. De hecho, dice, toda expresión de vio-
lencia “en gran medida era una repetición, una vuelta de tuerca a
una mirada que ya miraba” antes de 1789 (670). Aunque se enfatiza
la condición transhistórica y global de la violencia implícita en esta
cita, la crítica pasa por alto el hecho de que esa forma de mirar de la
violencia como dimensión inherente de la modernidad permanece
paradójicamente invisible en la sociedad contemporánea. Con fre-
cuencia, críticos como Edmundo Paz Soldán observan en 2666 una
imprecisa noción del mal que “se generaliza al siglo XX, al mundo, a
la condición humana” (18). Contra una noción ontológica del mal
desprovista de significado político e histórico, la obra de Bolaño re-
vela la contundencia material de la violencia sistémica occidental en
determinados espacios y tiempos latinoamericanos. Sólo así puede
comprenderse la muy subrayada afirmación de un personaje en “La
parte de Fate” sobre los crímenes de mujeres en Santa Teresa: “Na-
die presta atención a estos asesinatos, pero en ellos se esconde el se-
creto del mundo” (2666 439). Como núcleo trascendental del siste-
ma de violencia occidental moderno, ese secreto no será del todo
develado, sino apenas periféricamente dilucidado. Más que el senti-
do último de la violencia, los crímenes plantean una exigencia ética
fundamental que cada uno de los personajes, como discutiré en lo
que sigue, deben confrontar con una acción política determinada.
El secreto del mundo no consiste entonces en resolver los crímenes
o en analizar la suspensión ética que produce a esos crímenes, sino
en la configuración de formas de agencia y subjetividad política tan
radicales como la violencia misma.

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156 LA MODERNIDAD INSUFRIBLE

II. LOS CRÍTICOS Y LAS TRAMPAS DE LA LECTURA

2666 inicia con “La parte de los críticos” en 1980 en París,


cuando el joven estudiante Jean-Claude Pelletier lee por primera
vez una novela de Benno von Archimboldi, entonces un oscuro es-
critor alemán que permanece fuera de la esfera pública, y cuyo
nombre verdadero es Hans Reiter. Pelletier conocerá después a
otros críticos entusiastas de la obra de Archimboldi: Piero Morini
de Italia, Manuel Espinoza de España y Liz Norton de Inglaterra.
Los cuatro se unen para encontrar al elusivo Archimboldi, quien ha
sido visto en México tras décadas de no hacer apariciones públicas.
La primera parte de la novela toma lugar en las cómodas dinámicas
sociales contemporáneas de las principales ciudades europeas, aje-
nas a la problemática frontera mexicana. Es sólo a partir de la obra
de Archimboldi, que inscribe resonancias históricas de la Segunda
Guerra Mundial, de las decisiones éticas de su autor y de los espa-
cios y figuraciones de esa misma violencia que desde entonces se re-
producen en distintos lugares de Occidente, que los críticos se ven
obligados a relacionarse con la realidad de Santa Teresa, la ciudad
imaginada por Bolaño basada en Ciudad Juárez. Pero el objetivo
del viaje–encontrar a Archimboldi–fracasa. Esto se debe principal-
mente a la incapacidad de los críticos por comprender la subyacen-
te cadena de causalidades y de condiciones históricas que conducen
a Reiter hasta la frontera mexicana. Mientras que los críticos sólo
pueden atender sus propias formulaciones teóricas sobre la obra de
Archimboldi, éste último está condicionado por circunstancias con-
cretas que aunque no están fuera del ámbito de su experiencia de
vida, sobrepasan las coordenadas de su proyecto literario. Es decir,
mientras que para los críticos sólo resulta productivo analizar las
simbolizaciones literarias de Archimboldi, los efectos de lo real
abren un espacio de experiencia que ellos simplemente no pueden,
y no se han propuesto, descifrar. La frontera que los críticos obser-
van está limitada por un sofisticado acto de lectura que sin embargo
permanece exterior al orden de lo real que los interpela.
A pesar de sus referentes culturales y su manejo erudito de la
obra de Archimboldi, los críticos son irónicamente los menos capa-
ces de relacionarse con las dimensiones de violencia sistémica que
constituyen su objeto de estudio. Su relación con la obra de Ar-
chimboldi es sólo académica, por lo que se desprende de su lectura

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“EL SECRETO DEL MUNDO” EN CIUDAD JUÁREZ 157

un impulso bibliográfico que no proporciona al lector un verdadero


acto de interpretación. De los cuatro, Liz Norton marca una única e
importante excepción, pues se acerca a la obra de Archimboldi de
un modo más intuitivo que los otros tres críticos: “Para ella la lectu-
ra estaba relacionada directamente con el placer y no directamente
con el conocimiento o con los enigmas o con las construcciones y
laberintos verbales, como creían Morini, Espinoza y Pelletier” (22).
En un primer análisis, esta dimensión hedonista no parece alejada
de la polémica división entre “lector cómplice” y “lector hembra”
que Julio Cortázar incluye en el capítulo 79 Rayuela por medio de
su personaje Morelli. Como se sabe, esa distinción sugiere que el
“lector hembra” se comporta de un modo unidireccional, pasivo y
convencional ante el texto literario, mientras que el “lector cómpli-
ce” interactúa con la experimentación multidireccional y contingen-
te de la novela vanguardista. Como ha señalado Gabriela Nouzei-
lles, esta categoría de lectura “condiciona la totalidad del régimen
de legibilidad de Rayuela, desde las conexiones entre los personajes
a las relaciones del texto con sus posibles lectores” (77).
Conforme avanza la lectura, sin embargo, es claro que Bolaño re-
vierte los usos sexistas cortazarianos de esta diferencia precisamente
para señalar los límites epistemológicos de la pretendida sofistica-
ción crítica de Pelletier, Espinoza y Morini, cuyo nombre remite al
Morelli de Cortázar. Sin la mediación absoluta de un sistema teórico,
o como si esos sistemas por sí solos resultaran insuficientes, Norton
consigue observar con mayor efectividad los referentes reales activos
en la obra de Archimboldi interponiendo el placer derivado de su
lectura. Leyendo desde la configuración de su deseo, Norton–recor-
demos que todavía no ha terminado el doctorado y por ello ni si-
quiera tiene un puesto permanente como profesora–produce signi-
ficados otros que sus colegas catedráticos simplemente no pueden
concebir. Como se especifica en la novela, Morini nació en 1956 y
Pelletier en 1961 (17). En un cuaderno de notas recogidos en el ca-
tálogo de la exposición Archivo Bolaño 1977-2003, Bolaño apunta
esas mismas fechas de nacimiento junto con las de Espinoza (1963) y
Norton (1968) (VV.AA. 101). Siguiendo estos datos, podemos cons-
tatar la peculiaridad del personaje de Norton: sin terminar su docto-
rado ni estar de lleno en la profesión académica, es de los cuatro crí-
ticos la menos condicionada por el discurso analítico y científico,
además de ser la más joven y por ello la menos afectada por expe-
riencias de vida. Cobra sentido así que la voz narrativa de esta pri-

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158 LA MODERNIDAD INSUFRIBLE

mera parte de 2666, que detalla los pensamientos y hasta los sueños
de los otros críticos, decida no desarrollar ciertos aspectos de Nor-
ton en algunos capítulos, construyendo elipsis significativas: “Sobre
lo que pasó por la cabeza de Liz Norton es mejor no decir nada”
(32). El narrador, en cambio, registra puntualmente las limitaciones
de Pelletier y Espinoza, cuando explica, por ejemplo, que ambos

se dieron cuenta de que la búsqueda de Archimboldi no podría


llenar jamás sus vidas. Podían leerlo, podían estudiarlo, podían
desmenuzarlo, pero no podían morirse de risa con él ni deprimir-
se con él, en parte porque Archimboldi siempre estaba lejos, en
parte porque su obra, a medida que uno se internaba en ella, de-
voraba a sus exploradores. (47)

La diferencia intelectual que Norton manifiesta ante Pelletier y Es-


pinoza se complejiza cuando terminan vinculados en un triángulo
amoroso que tensiona su forma de interpretar la obra de Archim-
boldi y aún la realidad misma. Pelletier se desconcierta con la apa-
rente frialdad de Norton, mientras que Espinoza, cuando Norton le
revela que es divorciada, descubre que simplemente no la conoce:

Norton hablaba de períodos menstruales, por ejemplo, hablaba


de la luna y de películas en blanco y negro que podían transfor-
marse en cualquier momento en películas de terror que depri-
mían enormemente a Espinoza, a tal grado que, terminadas las
confidencias, tenía que hacer un esfuerzo sobrehumano para ves-
tirse y salir a cenar, o salir a una reunión informal con amigos, del
brazo de Norton [. . .] (53)

Como en este episodio, las acciones de Norton con frecuencia diver-


gen de las de Pelletier y Espinoza. Mientras que ellos manifiestan
emociones viriles más predecibles (celos, posesión, inseguridad),
Norton se muestra mucho más abierta a la ambigüedad y a explorar
aspectos de su propia subjetividad que ella misma desconoce.
Los cuatro críticos, no obstante, serán presa de sus prejuicios
culturales e intelectuales. En una escena muy comentada por la crí-
tica pero superficialmente estudiada, Pelletier y Espinoza golpean
brutalmente a un taxista paquistaní que llama a Norton “perra o
zorra o cerda” y a ellos “chulos o macarras o macrós o cafiches”
(102) cuando los escucha discutir sobre sus relaciones promiscuas.
En respuesta a los insultos, ellos lo patean hasta dejarlo inconscien-

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“EL SECRETO DEL MUNDO” EN CIUDAD JUÁREZ 159

te. Durante el ataque, Pelletier y Espinoza se justifican en nombre


de las feministas de París y Nueva York, de la feminista radical esta-
dounidense Valerie Solanas, e incluso le gritan: “métete el islam por
el culo” (103) en nombre de Salman Rushdie, “un autor que ambos,
por otra parte, consideraban más bien malo, pero cuya mención les
pareció pertinente” (103). Norton, por su parte, intenta detenerlos
argumentando que “este paquistaní después de la paliza iba a odiar
aún más a los ingleses” (103). Finalmente, los tres experimentan
una catarsis afectiva por medio de la violencia: “Cuando cesaron de
patearlo permanecieron unos segundos sumidos en la quietud más
extraña de sus vidas. Era como si, por fin, hubieran hecho el ména-
ge à trois con el que tanto habían fantaseado” (103).
Críticos como Scott Esposito analizan la escena como un simple
adelanto de los violentos crímenes en Santa Teresa que Bolaño na-
rra por medio de un lenguaje que “consigue no revelar significado”.
Por el contrario, la golpiza transmite un significado preciso que alu-
de a los crímenes de Santa Teresa como alegoría de la violencia sis-
témica regida desde los centros hegemónicos occidentales. Basta
con preguntarse cómo habrían reaccionado los tres críticos si el ta-
xista hubiera sido un británico blanco en cuya persona no pueden
inscribirse los prejuicios culturales que juzgan al inmigrante paquis-
taní como un retrógrada y misógino musulmán que potencialmente
odia a los ingleses. El comentario sociopolítico de Bolaño no puede
ser más directo: los intolerantes críticos no son capaces de admitir
validez alguna a la opinión del taxista, quien expresa su desagrado
por la promiscuidad manifiesta del trío insultándolos, pero no agre-
diéndolos físicamente. A la agresión verbal del taxista, los críticos
sólo atinan a responder con una desproporcionada agresión corpo-
ral. Cobardemente, Pelletier y Espinoza borran sus huellas digitales
del taxi del paquistaní que roban para escapar de la escena. Ningu-
no de los tres se plantea entregarse a las autoridades. Peor aún,
cuando repasan el incidente más adelante, Espinoza y Pelletier
muestran señales de arrepentimiento, acusándose de xenofobia e
intolerancia, sólo para terminar reificando sus prejuicios:

Pero al cabo de pocos minutos volvieron a lamentar el incidente,


por más que en su fuero íntimo estuvieran convencidos de que el
verdadero derechista y misógino era el paquistaní, de que el vio-
lento era el paquistaní, de que el intolerante y mal educado era el

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160 LA MODERNIDAD INSUFRIBLE

paquistaní, de que el que se lo había buscado era el paquistaní, una


y mil veces. En estas ocasiones, la verdad, si el taxista se hubiera
materializado ante ellos, seguramente lo habrían matado. (110)

Como colmo de la debacle ética de Pelletier y Espinoza, que insis-


ten en responsabilizar al paquistaní de su propia paliza a causa de
su misoginia, ambos críticos olvidan el incidente acostándose con
prostitutas con tal asiduidad que su nueva afición sexual “terminó
por instalarse en la cotidianidad de sus respectivas ciudades” (110).
Cuando Pelletier se involucra sentimentalmente con una de esas
prostitutas, Espinoza, quien nunca repetía servicios sexuales con la
misma mujer, le da un consejo práctico: “A las putas [. . .] hay que
follárselas, no servirles de psicoanalista” (115).
La relación entre los críticos se transforma cuando reciben la
noticia, por medio de un joven estudiante mexicano, de que Ar-
chimboldi fue visto en el Distrito Federal, en camino a Santa Teresa.
Sin ninguna teoría satisfactoria para explicar el viaje de Archimbol-
di–“¿Y si Archimboldi estuviera huyendo?” (143)–Norton, Pelle-
tier y Espinoza deciden ir a Santa Teresa en su búsqueda. Morini,
quien arguye motivos de salud para no acompañarlos, es el primero
de los cuatro que atraviesa por un profundo proceso de cambio
subjetivo:

un estado de mansedumbre, una humildad exquisita e incom-


prensible que lo hacía llorar sin que viniera a cuento y en donde
su propia imagen, lo que Morini percibía de Morini, se iba dilu-
yendo de forma gradual e incontenible, como un río que deja de
ser río o como un árbol que se quema en el horizonte sin saber
que se está quemando. (145)

Igualmente, al llegar a Santa Teresa, Norton comienza a incomodar-


se con la sensación de precariedad y tensión de la ciudad fronteriza,
que aunque intuye, no consigue descifrar:

Norton, por el contrario, pensó que algo raro estaba pasando, en


la avenida, en la terraza, en las habitaciones del hotel, incluso en
el DF con esos taxistas y porteros irreales, o al menos sin un asi-
dero lógico por donde agarrarlos, e incluso algo raro, que escapa-
ba a su comprensión, estaba pasando en Europa, en el aeropuer-
to de París en donde se habían reunido los tres, y tal vez antes,
con Morini y su negativa a acompañarlos, con ese joven un tanto

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“EL SECRETO DEL MUNDO” EN CIUDAD JUÁREZ 161

repulsivo que conocieron en Toulouse, con Dieter Hellfeld y sus


repentinas noticias sobre Archimboldi. E incluso algo raro pasa-
ba con Archimboldi y con todo lo que contaba Archimboldi y
con ella misma, irreconocible, si bien sólo a ráfagas, que leía y
anotaba e interpretaba los libros de Archimboldi. (151-52)

Como es de esperarse, los críticos fracasarán en su búsqueda. Cuan-


do conocen a Oscar Amalfitano, profesor chileno de la Universidad
de Santa Teresa, éste los obliga a repensar los motivos del viaje, re-
cordándoles que los intelectuales mexicanos, como el informante
que los alertó sobre Archimboldi, no son confiables por su cercanía
con el poder del Estado, del que se alimenta la mayoría. Esta cerca-
nía con el poder, de hecho, produce que la literatura en México, se-
gún Amalfitano, sea algo parecido a un kindergarten con un cons-
tante día asoleado que sin embargo no proyecta la sombra de los
intelectuales:

A veces alguno cree ver a un escritor alemán legendario. En reali-


dad sólo ha visto una sombra, en ocasiones sólo ha visto a su pro-
pia sombra que regresa a casa cada noche para evitar que el inte-
lectual reviente o se cuelgue del portal. Pero él jura que ha visto a
un escritor alemán y en esa convicción cifra su propia felicidad,
su orden, su vértigo, su sentido de la parranda.6 (164)

Norton dice no poder comprender las ideas de Amalfitano, cuyas


imágenes resultan ininteligibles a pesar de que se relacionan con
ellos, pues los intelectuales mexicanos, como los críticos visitantes,
son incapaces de comprender que si bien no es probable encontrar
a Archimboldi sí pueden encontrarse a ellos mismos.
Mientras que Pelletier y Espinoza continúan su búsqueda, éste
último comienza a salir con una joven fronteriza, que a pesar de re-
sultarle atractiva e inteligente, no lo incita a establecer algo más du-
radero. En Santa Teresa, Pelletier y Espinoza tienen un único en-
cuentro sexual con Norton al mismo tiempo, pero ella vuelve a
Europa y comienza una relación amorosa con Morini. Y aunque
Pelletier y Espinoza se informan de los crímenes de mujeres, no se

6
Bolaño parece aludir aquí lúdicamente al conocido poema de Alfonso Reyes
“Sol de Monterrey”: “No cabe duda: de niño,/ a mí me seguía el sol./ Andaba de-
trás de mí/ como perrito faldero;/ despeinado y dulce, / claro y amarillo:/ ese sol
con sueño/ que sigue a los niños (144-45)”.

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162 LA MODERNIDAD INSUFRIBLE

interesan en saber más ni tampoco se les ocurre establecer una co-


nexión entre los crímenes y Archimboldi. Su vida pronto adquiere
visos de rutina: leen, ofrecen algunas conferencias literarias en la
universidad y admiten derrotados que no encontrarán a Archim-
boldi nunca. “–Archimboldi está aquí–dijo Pelletier–, y nosotros es-
tamos aquí, y esto es lo más cerca que jamás estaremos de él” (207).
En “La parte de los críticos”, Bolaño revierte las estrategias na-
rrativas de Rayuela: al romper su relación con Pelletier y Espinoza,
Norton abandona también las estruturas de pensamiento más per-
niciosas de la modernidad occidental. Dejar atrás su obsesión con
Archimboldi, y por extensión con Espinoza y Pelletier, es también
renunciar a sistemas analíticos que suponen un saber objetivo y uní-
voco. Con Morini, Norton asume en cambio posibilidades críticas
fluidas e inestables que en mucho coinciden con las irracionales se-
cuencias de sueños de ambos personajes. Norton cancela así la su-
puesta superioridad del lector cómplice, el cual se revela en las ac-
ciones de Pelletier y Espinoza como el más convencional de todos,
y más aún, como un falso lector vanguardista. La relación entre
Norton y Morini produce una forma alternativa de agencia, fuera
de la rigidez académica, por medio de la cual renuncian a los mo-
dos normativos de habitar el mundo.
Siguiendo a Lacan, Žižek analiza la diferencia entre lo femenino
y lo masculino como dos formas de imposibilidad de comprensión
del universo, en la que lo masculino imagina un orden universal que
lo femenino niega y que observa en cambio como un “no-todo”
(Less Than Nothing 756). Así, el idealismo de lo universal (masculi-
no) se confronta con el materialismo de lo disperso (femenino), pe-
ro según Žižek ninguna forma de pensamiento en realidad supera a
la otra en tanto ambas dependen de una misma imposibilidad de
afirmar ontológicamente la naturaleza del universo. Sin embargo, al
eludir las esferas del saber estructurado, el espacio público y sus re-
des de poder, Norton y Morini, sin saberlo pero acaso intuyéndolo,
consiguen estar simbólicamente más cerca de Archimboldi, cerca-
nía más relevante que la proximidad física de Pelletier y Espinoza.
En otras palabras, su distancia voluntaria de las formas de subjetivi-
dad moderna se basa en la misma razón ética que mantiene en el
virtual anonimato a Archimboldi. Esa ausencia, ese no-estar, es lo
único que tendrán en común con Archimboldi, su único momento
de verdadera coexistencia.

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“EL SECRETO DEL MUNDO” EN CIUDAD JUÁREZ 163

III. AMALFITANO Y EL COLAPSO DE LOS SISTEMAS DE PENSAMIENTO

“La parte de Amalfitano” aprovecha el fracaso de los críticos


europeos y su imposibilidad de comprender las razones del viaje de
Archimboldi a Santa Teresa para convertirlo en un principio de in-
certidumbre que termina siendo una de las estrategias textuales más
importantes de 2666. Esta segunda parte del libro comienza con la
siguiente declaración de Oscar Amalfitano: “No sé qué he venido a
hacer a Santa Teresa” (211). El profesor chileno exiliado en Santa
Teresa, que ayuda a los críticos europeos en la primera parte, se
ofrecerá como el guía más inseguro y menos confiable para conti-
nuar el viaje del lector a la ciudad fronteriza. Sus dudas y sus in-
quietudes epistemológicas se irán agravando hasta colindar con la
locura, pero también conducirán toda la segunda parte de un modo
esencial: Amalfitano será el vehículo por medio del cual Bolaño
desarrollará una reflexión metaliteraria que culmina con la articula-
ción de una poética general que tendrá relevancia en toda su novela
con nociones fundamentales sobre la praxis literaria como interven-
ción intelectual. Conforme cede a una crisis mental que lo induce a
una continua dialéctica consigo mismo, Amalfitano encarna el tra-
yecto crítico intelectual necesario para reconocer las fisuras especí-
ficas del conocimiento ante una realidad impenetrable frente a la
cual se colapsan todos los sistemas de pensamiento.
El personaje de Amalfitano cobra una particular relevancia al ha-
ber conocido y traducido La rosa ilimitada, uno de los libros de Ar-
chimboldi, en 1974, incluso antes que Morini, el mayor de los cuatro
críticos, leyera al enigmático escritor alemán por primera vez. Exilia-
do a causa del golpe de Estado de 1973 en Chile, Amalfitano em-
prende un periplo que lo lleva a varios países. En España concibe a
su hija Rosa y pronto se convierte en padre soltero cuando su esposa
y madre de la niña, Lola, los abandona. La más puntual y significati-
va descripción de Amalfitano se ofrece de hecho en “La parte de los
críticos”, cuando éstos son presentados con el profesor chileno:

Amalfitano sólo podía ser visto como un náufrago, un tipo des-


cuidadamente vestido, un profesor inexistente de una universi-
dad inexistente, el soldado raso de una batalla perdida de ante-
mano contra la barbarie, o, en términos menos melodramáticos,
como lo que finalmente era, un melancólico profesor de filosofía

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164 LA MODERNIDAD INSUFRIBLE

pasturando en su propio campo, el lomo de una bestia capricho-


sa e infantiloide que se habría tragado de un solo bocado a Hei-
degger en el supuesto de que Heidegger hubiera tenido la mala
pata de nacer en la frontera mexicano-norteamericana. (152)

El “naufragio” de Amalfitano adquiere una densidad intelectual


cuando el chileno explica a los críticos que el exilio funciona para él
“como un movimiento natural, algo que, a su manera, contribuye a
abolir el destino o lo que comúnmente se considera el destino”
(157). Con sus desplazamientos inesperados y discontinuos, el exi-
lio genera para Amalfitano una forma de desestabilizar las inercias
de la sociedad contemporánea, como si el exilio fuera la única for-
ma de agencia posible en la modernidad. El exilio, literal o simbóli-
co, será la estrategia de resistencia que intentan los tres miembros
de la familia de Amalfitano con resultados desiguales. Mientras que
el exilio salvará literalmente la vida de Rosa, para Lola y Amalfitano
será el extraño camino hacia una suerte de locura que culminará
con la muerte de la primera y una revelación clave para el segundo.
La locura tendrá también implicaciones literarias cuando se insiste
en la poesía como la única forma de textualidad que se relaciona
con el mundo sin la mediación artificial de discursos convenciona-
les de conocimiento.
Consideremos primero el viaje de Lola, quien decide repentina-
mente abandonar a su familia para ir en busca de su poeta favorito,
internado en el manicomio de Mondragón, en España. La referen-
cia aquí es el poeta Leopoldo María Panero (1948), quien ha sido
en efecto internado en esa institución mental y en otras en repetidas
ocasiones. Lola escribe largas cartas a Amalfitano con relatos del
viaje. En su único encuentro con el poeta, Lola le propone fugarse
con ella a París y procrear un hijo juntos:

Viviremos como profetas mendigos o como profetas niños mien-


tras los ojos de París estarán enfocados en otros blancos, la mo-
da, el cine, los juegos de azar, la literatura francesa y norteameri-
cana, la gastronomía, el producto interior bruto, la exportación
de armas, la manufacturación de lotes masivos de anestesia, todo
aquello que al cabo sólo será la escenografía de los primeros me-
ses de nuestro feto. (222-23)

La sordidez de los últimos días de Lola, entregada a desvaríos men-


tales y azarosos encuentros sexuales (incluyendo varios en un ce-

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“EL SECRETO DEL MUNDO” EN CIUDAD JUÁREZ 165

menterio), integran una experiencia de vida límite en la que la lec-


tora del poeta maldito asume para sí misma la ética extrema del ar-
tista.7 Lola vuelve a casa después de siete años sin saberse de ella.
Tiene un hijo pequeño, vive en Francia y se ha contagiado de sida.
Reaparece para pasar un tiempo con Amalfitano y Rosa y después
decide regresar a Francia para estar de nuevo con su hijo. De su lo-
cura al parecer sólo le queda la proclividad a irse repentinamente:
se despide de Amalfitano para volver a Francia haciendo autoestop.
Una “imagen conjetural” (238) de Lola se inscribe en la mente de
Amalfitano, quien la imagina como “una mujer encorvada por el
peso de su maleta, sin miedo, caminando sin miedo por la orilla del
camino” (238).
La locura de Lola, matizada por su valentía, marca la ética de
Amalfitano ante su propia inestabilidad mental, cuando ésta co-
mienza a manifestarse. Después de todo, piensa: “La locura es con-
tagiosa” (228). La de Amalfitano–que en buena medida inscribe la
estrategia textual de toda la novela–gira en torno de uno de los mo-
tivos más comentados por la crítica. Se trata del libro El testamento
geométrico, del poeta español Rafael Dieste. Editado en La Coruña,
el libro, una anomalía en la bibliografía de un poeta, aparece en una
de las cajas con libros que Amalfitano envía desde Barcelona, pero
que no recuerda haber visto nunca antes. Desesperado por no po-
der recordar cómo adquirió el ejemplar ni cómo se incluyó en su
mudanza a Santa Teresa, Amalfitano decide colgarlo del tendedero
de la ropa, imitando un ready-made de Duchamp, cuya vida entera,
según el narrador, “fue un ready-made, que es una forma de apaci-
guar el destino y al mismo tiempo enviar señales de alarma” (245).
Una vez más, Bolaño retoma aquí la noción de exilio para contrapo-
nerla a la de destino, como si la instalación artística anulara la iner-
cia natural de la vida. En este caso se nos explica el contexto: Du-
champ concibe el “ready-made malheureux” (246) como regalo de
bodas para su hermana Suzanne con Jean Crotti, ambos pintores
dadaístas. Anota Bolaño: “Se trataba de unas instrucciones para

7
En su libro Poemas del manicomio de Mondragón (1987), Panero describe la te-
rrible cotidianidad del loco como si fuese parte de una poética que une la vida y la
obra del artista radical. Así lo escribe en la última estrofa del primer poema: “El lo-
quero sabe el sabor de mi orina/ Y yo el gusto de sus manos surcando mis mejillas/
Ello prueba que el destino de las ratas/ Es semejante al destino de los hombres” (19).
Confrontado con el destino, el artista elige el exilio mental de la locura, que le permi-
te articular una crítica radical de la realidad que es a la vez la materia de ese poema.

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166 LA MODERNIDAD INSUFRIBLE

colgar un tratado de geometría de la ventana de su apartamento y


fijarlo con cordel, para que el viento pudiera ‘hojear el libro, esco-
ger los problemas, pasar las páginas y arrancarlas’” (246). Y termina
la explicación:

En los últimos años, Duchamp confesó a un entrevistador que


había disfrutado desacreditando “la seriedad de un libro cargado
de principios” como aquél y hasta insinuó a otro periodista que,
al exponerlo a las inclemencias del tiempo, “el tratado había cap-
tado por fin cuatro cosas de la vida”.

Amalfitano explica en términos parecidos su instalación privada en


el patio de su casa: “simplemente lo he colgado porque sí, para ver
cómo resiste la intemperie, los embates de esta naturaleza desérti-
ca” (246). El desierto aparece aquí como un referente implacable y
desbordado que vence a la artificialidad del pensamiento y del co-
nocimiento estructurado en el lenguaje. El primer brote de locura
en Amalfitano también puede entenderse como un experimento
epistemológico de materialidad radical en la que un sistema de pen-
samiento se confronta con la fuerza natural de las dimensiones de
espacio y tiempo. Dicho de otro modo: el ready-made es una forma
de intervención intelectual para someter a prueba el sentido de lo
simbólico ante la inexorable esencia de lo real.
Un gesto análogo ocurre en “La parte de los críticos”, cuando
Morini, Pelletier y Espinoza visitan al artista Edwin Johns, un pin-
tor desequilibrado mental que se amputa la mano derecha con la
que pinta para después embalsamarla y “pegarla en una especie de
autorretrato múltiple” (119).8 Cuando Morini pregunta a Johns por
qué se cortó la mano, el artista refiere como respuesta un debate
que sostuvo con un amigo suyo en torno a la noción de casualidad,
que según Johns “es la otra cara del destino” (123). Vale la pena de-
tenerse en las ideas de Johns:

8
En el sitio de Internet “Las obras de Roberto Bolaño” se sugiere que el perso-
naje de Edwin Johns está basado en el controversial artista conceptual francés Pie-
rre Pinoncelli, conocido por haber dañado dos de las ocho copias del celebrado re-
ady-made de Marcel Duchamp Fountain (1917), el cual consiste en un mingitorio
firmado por “R. Mutt”. Durante un festival de arte en Colombia, Pinoncelli se cor-
tó la punta de uno de sus dedos en protesta por el secuestro de Ingrid Betancourt,
quien fue prisionera de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)
durante seis años y medio. Véase: <http://www.bolanobolano.com/2010/02/03/>.

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“EL SECRETO DEL MUNDO” EN CIUDAD JUÁREZ 167

Mi amigo (tal vez sea una presunción de mi parte llamarlo aún así)
creía en la humanidad, por lo tanto creía en el orden, en el orden
de la pintura y en el orden de las palabras, que no con otra cosa se
hace la pintura. Creía en la redención. En el fondo hasta es posi-
ble que creyera en el progreso. La casualidad, por el contrario, es
la libertad total a la que estamos abocados por nuestra propia na-
turaleza. La casualidad no obedece leyes y si las obedece nosotros
las desconocemos. La casualidad, si me permite el símil, es como
Dios que se manifiesta cada segundo en nuestro planeta. Un Dios
incomprensible con gestos incomprensibles dirigidos a sus criatu-
ras incomprensibles. En ese huracán, en esa implosión ósea, se
realiza la comunión. La comunión de la casualidad con sus rastros
y la comunión de sus rastros con nosotros. (123)

Si la casualidad es otra manera de llamar al destino, resulta impor-


tante recordar que para Amalfitano el exilio opera como la volun-
tad individual de rebelarse contra el destino y tomar control de las
veleidades de la existencia, esos gestos incomprensibles de un dios
igual de incomprensible. El trayecto de Amalfitano consistirá en-
tonces en asumir la fuga permanente de su exilio hacia una fuga
mental de igual profundidad. De ese modo se explican los extraños
esquemas que comienza a dibujar, en los que se entrelazan de un
modo improbable filósofos, personajes religiosos, científicos y escri-
tores alrededor de figuras geométricas, como si las preguntas fun-
damentales de todo tratado de geometría se confundieran con dis-
tintos sistemas de conocimiento de un modo azaroso y accidentado.
Cuando Amalfitano comienza a escuchar una voz interior que
debate con él los principales rasgos de su personalidad, la locura
adquiere la forma de una dialéctica productiva. La primera pregun-
ta de la voz desconcierta a Amalfitano, pero pronto comprende su
sentido: “¿eres un puto, vas a salir huyendo de esta habitación, eres
un ho-mo-se-xual, vas a ir a despertar a tu hija? No, dijo Amalfita-
no. Escucho. Di lo que tengas que decirme” (266). A diferencia de
lo que Bolaño hará con el personaje de Amalfitano en su novela
póstuma Los sinsabores del verdadero policía, las referencias a la ho-
mosexualidad y la masculinidad que aparecen en esta sección de
2666 tienen como principal objetivo radicalizar la dimensión ética
de Amalfitano y cuestionar los límites de su valentía ante los alcan-
ces de sus miedos.9 La voz pide a Amalfitano que se mantenga en cal-

9
En el siguiente capítulo estudio Los sinsabores del verdadero policía a partir de
la reescritura que Bolaño lleva a cabo de varios personajes de 2666. Mientras que en

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168 LA MODERNIDAD INSUFRIBLE

ma, la única actitud que no lo traicionará. Vale la pena detenerse en


la respuesta de Amalfitano:

Y Amalfitano dijo: ¿todo lo demás nos traiciona? Y la voz: sí, en


efecto, sí, es duro admitirlo, quiero decir es duro tener que admi-
tirlo ante ti, pero ésa es la puritita verdad. ¿La ética nos traicio-
na? ¿El sentido del deber nos traiciona? ¿La honestidad nos trai-
ciona? ¿La curiosidad nos traiciona? ¿El amor nos traiciona? ¿El
valor nos traiciona? ¿El arte nos traiciona? Pues sí, dijo la voz,
todo, todo nos traiciona, o te traiciona a ti, que es otra cosa pero
que para el caso es lo mismo, menos la calma, sólo la calma no
nos traiciona, lo que tampoco, permíteme que te lo reconozca, es
ninguna garantía. No, dijo Amalfitano, el valor no nos traiciona
jamás. Y el amor a los hijos tampoco. ¿Ah, no?, dijo la voz. No,
dijo Amalfitano, sintiéndose de pronto en calma. (267)

La calma de Amalfitano se traduce en un cambio de actitud a partir


del siguiente día. Se dice estar en mejor ánimo y llega a pensar que
su incipiente locura podría ser el resultado de una comunicación te-
lepática como las que supuestamente hacían los indios mapuches y
los araucos. Esta idea remite a Amalfitano a un libro que en prime-
ra instancia pareciera una broma metaliteraria de Bolaño:

Recordó un libro muy delgado, que no llegaba a las cien páginas,


de un tal Lonko Kilapán, publicado en Santiago de Chile en el
año de 1978, que un viejo amigo, humorista de ley, le había en-
viado cuando él vivía en Europa. El tal Kilapán se presentaba a sí
mismo con las siguientes credenciales: Historiador de la Raza,
Presidente de la Confederación Indígena de Chile y Secretario de
la Academia de la Lengua Araucana. El libro se llamaba O’Hig-
gins es araucano, y se subtitulaba 17 pruebas, tomadas de la Histo-
ria Secreta de la Araucanía. (276)

El libro de Kilapán propone la delirante tesis de convertir el legado


histórico y cultural chileno en una extensión de la antigua Grecia y
viceversa y puede leerse dentro de la corriente de sincretismo que

esta novela la masculinidad de Amalfitano se plantea en relación a sus decisiones


éticas, en aquella está esencialmente vinculada a su homosexualidad. Como pro-
pongo al final de ese capítulo, la nueva dimensión sexual de la identidad de Amalfi-
tano producirá ciertas tensiones en el corpus de Bolaño que lo mismo complemen-
tan como problematizan su poética en general.

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“EL SECRETO DEL MUNDO” EN CIUDAD JUÁREZ 169

produjo insólitos artefactos culturales en la época colonial. En Mé-


xico, el mayor precedente es la colección de Memorias de Fray Ser-
vando Teresa de Mier. Como se sabe, el pensamiento de Mier pro-
dujo fuertes controversias públicas que comenzaron cuando afirmó
en un sermón en el aniversario de la aparición de la Virgen de Gua-
dalupe que la evangelización cristiana en América había comenzado
con Santo Tomás y no con la llegada de los españoles en 1492. La
propia aparición de la virgen habría ocurrido durante la presencia
del apóstol y no durante el virreinato. Las implicaciones políticas
del sermón, que apuntaban hacia la independencia de la corona es-
pañola, le valieron a Mier la excomunión, la prisión y el exilio. De
modo similar, en el texto de Kilapán, además de convertir a O’Hig-
gins en araucano, se extiende un vínculo que pone a Chile en un
mismo horizonte cultural y político que Grecia, anulando de facto
la dominación española en la región:

La prueba número 1 se titulaba Nació en el estado araucano. Allí


se podía leer lo siguiente: “El Yekmonchi1 llamado Chile,2 geo-
gráfica y políticamente era igual al Estado griego, y como él, for-
mando un delta, entre los paralelos 35 al 42, latitud respectiva”.
Sin parar mientes en la construcción de la frase (donde decía for-
mando debía decir formaba, sobraban por lo menos dos comas),
lo más interesante del primer párrafo era su, digamos, disposi-
ción militar. Ya de entrada un recto al mentón o una descarga de
toda la artillería sobre el centro de la línea enemiga. La nota 1
aclaraba que Yekmonchi significaba Estado. La nota 2 afirmaba
que Chile era una palabra griega cuya traducción era “tribu leja-
na”. (278, notas al pie en el original)

Amalfitano subraya la voluntad deconstruccionista del texto de Ki-


lapán. Sus disparatados enunciados produce estrategias críticas que
en el plano intelectual, más que afirmar verdades factuales, articu-
lan un programa político que reconfigura las genealogías históricas
de Chile. De este modo, el libro de Kilapán funciona como el rever-
so simbólico de El testamento geométrico: en lugar de someterse a
los preceptos fundacionales de occidente, los transforma discursiva-
mente para nivelar la relevancia política y cultural entre el nuevo y
el viejo mundo. Mientras que El testamento geométrico debe expo-
nerse a la fuerza desestabilizadora de lo real, O’Higgins es araucano
–cuya publicación en plena dictadura militar en 1978 evidenciaba
“la atmósfera de triunfo, soledad y miedo en que se editó” (285)

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170 LA MODERNIDAD INSUFRIBLE

–construye su propia forma de lo real bajo un orden imaginario


contrahegemónico, como si en sus páginas lo real se tendiera a la in-
temperie de lo imaginario.
La transformación mental de Amalfitano encuentra un interlo-
cutor cuando traba amistad con Marco Antonio Guerra, el hijo del
decano de la Universidad de Santa Teresa. Es significativo recordar
que en su primer encuentro, Guerra lleva a Amalfitano a una canti-
na donde beben mezcal Los Suicidas, el mismo mezcal que toman
Ulises Lima y Arturo Belano cuando leen por primera vez el poema
“Sión” de Cesárea Tinajero, como analicé en el capítulo anterior.
Como en Los detectives salvajes, el mezcal sirve aquí de vehículo pa-
ra reflexionar sobre las circunstancias de los personajes, pero tam-
bién para comenzar a formular ciertas opciones de agencia: “Ya no
se fabrica [el mezcal], dijo Marco Antonio, como tantas cosas en es-
te pinche país. Y al cabo de un rato, mirando fijamente a Amalfita-
no, dijo: nos vamos al carajo, supongo que usted se ha dado cuenta,
¿no, maestro?” (275). Como la voz interior que escucha Amalfita-
no, Guerra plantea una dicotomía entre la cobardía y la acción: “La
gente es cobarde hasta el último aliento. Se lo digo confidencial-
mente: el ser humano, hablando grosso modo, es lo más semejante
que hay a una rata” (280). Según Guerra, sólo el discurso poético es
capaz de resistir a los sistemas de dominación: “Sólo la poesía no
está contaminada, sólo la poesía está fuera del negocio. No sé si me
entiende, maestro. Sólo la poesía, y no toda, eso que quede claro, es
alimento sano y no mierda” (288-89). De estas tres citas emerge
una ética que Amalfitano adoptará hacia el final de la novela de un
modo enigmático. Entre la debacle social, afirma Guerra, sólo el va-
lor de la poesía es capaz de expresar una forma de agencia.
Las conversaciones con Guerra suscitan en Amalfitano una de
las más definitivas reflexiones metaliterarias de 2666 que describe
los alcances de la novela misma de un modo general pero revelador.
Me refiero a la escena con frecuencia citada por la crítica en que
Amalfitano pregunta por las preferencias de lectura de un joven
que atiende una farmacia cerca de su casa en Barcelona. Para Amal-
fitano, el joven prefiere los libros menores de autores que llegaron a
escribir obras maestras importantes y desmesuradas: “Escogía La
metamorfosis en lugar de El proceso, escogía Bartleby en lugar de
Moby Dick, escogía Un corazón simple en lugar de Bouvard y Pécu-
chet, y Un cuento de Navidad en lugar de Historia de dos ciudades o
de El Club Pickwick” (289). Luego concluye Amalfitano:

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“EL SECRETO DEL MUNDO” EN CIUDAD JUÁREZ 171

Qué triste paradoja, pensó Amalfitano. Ya ni los farmacéuticos


ilustrados se atreven con las grandes obras, imperfectas, torren-
ciales, las que abren camino en lo desconocido. Escogen los ejer-
cicios perfectos de los grandes maestros. O lo que es lo mismo:
quieren ver a los grandes maestros en sesiones de esgrima de en-
trenamiento, pero no quieren saber nada de los combates de ver-
dad, en donde los grandes maestros luchan contra aquello, ese
aquello que nos atemoriza a todos, ese aquello que acoquina y
encacha, y hay sangre y heridas mortales y fetidez. (289-90)

A la obra maestra la define no su perfección o acabamiento, sino


justamente su calidad transgresora de una noción de perfección y
acabamiento. Pero la transgresión en sí es apenas el primer paso. La
obra maestra debe por lo menos cumplir dos objetivos, según las
ideas de Amalfitano: perpetrar una serie de fisuras en la tradición y
generar una intervención literaria en los órdenes de conocimiento
hegemónicos. Al mismo tiempo, la obra configura una suerte de
agencia que expresa una ética de resistencia artística ante sistemas
de dominación. Es así que puede interpretarse el final de esta parte,
cuando Amalfitano sueña con Boris Yeltsin, el primer presidente de
Rusia tras la disolución de la Unión Soviética en 1991. En el sueño,
Yeltsin, “el último filósofo del comunismo” (290) explica a Amalfi-
tano lo que podría interpretarse como la ecuación simbólica de la
resistencia ante el triunfo del capitalismo global:

La vida es demanda y oferta, u oferta y demanda, todo se limita a


eso, pero así no se puede vivir. Es necesaria una tercera pata para
que la mesa no se desplome en los basurales de la historia, que a
su vez se está desplomando permanentemente en los basurales
del vacío. Así que toma nota. Ésta es la ecuación: oferta + de-
manda + magia. ¿Y qué es magia? Magia es épica y también es
sexo y bruma dionisiaca y juego. (291)

En gran medida, las estrategias literarias de Bolaño están vinculadas


a esta imagen. La “magia” de la literatura como una épica contem-
poránea en que la transgresión del juego dionisiaco se contrapone a
otras discursividades más normativas, como la historia, la economía
o la política. Es aquí que aparece simbolizada en una línea la nove-
lística de Bolaño. Ante el capitalismo como sistema de dominación,
aparece la práctica literaria como la única capaz de magia. Entendi-
da como una mezcla de lo sensual, lo lúdico y lo épico, aparece en-

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172 LA MODERNIDAD INSUFRIBLE

tonces una forma de agencia claramente delineada y que será reali-


zada de un modo directo por el personaje de Oscar Fate en la si-
guiente parte de 2666.

IV. FATE, PERDIDO EN LA TRADUCCIÓN

El célebre dictum de Robert Frost–“la poesía es lo que se pierde


en la traducción”–adquiere inesperados niveles de significación en
“La parte de Fate”, en cuya historia se materializan las formas de
agencia y ética que prefigura el personaje de Amalfitano. Como este
último, Fate comienza su relato con una serie de preguntas sin res-
puesta que lo llevarán a tomar decisiones directas de un modo acti-
vo que hasta este punto de la novela ningún personaje ha sido real-
mente capaz de emprender:

¿Cuándo empezó todo?, pensó. ¿En qué momento me sumergí?


Un oscuro lago azteca vagamente familiar. La pesadilla. ¿Cómo
salir de aquí? ¿Cómo controlar la situación? Y luego otras pre-
guntas: ¿realmente quería salir? ¿Realmente quería dejarlo todo
atrás? (295)

En el diseño de la novela, Oscar Fate (cuyo nombre verdadero es


Quincy Williams), periodista negro originario de Nueva York, en-
carna la mirada de un extranjero que a diferencia de los críticos eu-
ropeos no proviene de una élite social, sino de un grupo minoritario
segregado y sistemáticamente victimizado. Aunque fortuito, el viaje
de Fate a Santa Teresa servirá para desarrollar una conciencia polí-
tica que le permitirá una mejor comprensión de su propio legado
cultural al momento de confrontar la violencia y la corrupción de la
ciudad fronteriza. La agencia en Fate, sin embargo, no es el resulta-
do de su entendimiento de las relaciones de poder en Santa Teresa.
Como se verá, las acciones de Fate dependerán de lo contrario: es a
partir de su ignorancia sobre las circunstancias específicas de Santa
Teresa que se enmarcarán sus decisiones éticas. Monolingüe, doble-
mente extranjero por su color de piel, Fate está literal y literaria-
mente atrapado en la traducción. Bolaño opta por un lenguaje en el
que la traducción misma se plantea como un problema epistemoló-
gico que media en todo acto de representación articulado por Fate
para relacionarse con sus circunstancias sociopolíticas en Estados

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“EL SECRETO DEL MUNDO” EN CIUDAD JUÁREZ 173

Unidos como en Santa Teresa. El lenguaje aparece así siempre a una


distancia infranqueable para el lector, consciente como Fate del ex-
trañamiento exógeno que produce la lectura.
Esto resulta evidente desde el principio de la sección, cuando
Fate recibe la noticia de que ha sido asesinado el editor de la “sub-
sección” de boxeo de la revista Amanecer negro para la cual trabaja.
Los giros léxicos del inglés recodifican ciertos sustantivos utilizados
en esa escena: “La policía ha detenido al marido de la zorra, pero
nuestro hombre en Chicago dice que probablemente ella también
está implicada en el asesinato” (300). Las opciones de Bolaño ope-
ran como malas traducciones deliberadas (“nuestro hombre” “zo-
rra”), como si esta parte de 2666 hubiese sido escrita originalmente
en inglés.10 Es en ese sentido que acierta Brett Levinson al afirmar
que “La parte de Fate” está escrita en inglés “con significantes en
español” (181). Sin embargo, en mi opinión, el análisis de Levinson
incurre en un voluntarismo crítico al reducir la peculiar estrategia
textual de esta parte a una “irrealidad” que “no refleja ninguna len-
gua nacional o local, ninguna nacionalidad o localidad” (181). Por
el contrario, subrayo la condición exógena de Fate, marcadamente
estadounidense, como la base de toda su experiencia de aprendizaje
tanto en ese país como en la región fronteriza, donde asumirá de
forma gradual un posicionamiento ético que refiere coordenadas
históricas y geopolíticas precisas enmarcadas en un thriller detecti-
vesco. Contra la lectura de Levinson, propongo entonces leer “La
parte de Fate” como la exploración puntual de debates específicos
de la historia compartida entre Estados Unidos y México. De ese
modo, el personaje de Fate es acaso el más fronterizo de 2666. Más
que toda condición nacional, lo que 2666 se propone desarticular
son los regímenes hegemónicos de significación que sostienen los
discursos dominantes de nación, pero que no implican en sí la tota-
lidad de la experiencia comunitaria de todo locus de enunciación.
Dicho de otro modo, lo que 2666 deconstruye son los ideologemas

10
La traductora de 2666 al inglés, Natasha Wimmer, ha comentado el grado de
dificultad que significó traducir “La parte de Fate”, sobre todo ante el riesgo de en-
fatizar en exceso el argot y las expresiones coloquiales del inglés neoyorquino. Para
resolver la traducción de un texto que se asume “originalmente” en inglés y que sería
entonces restaurado a su lengua original, Wimmer explica que optó por un inglés
neutro para que el léxico y los usos lingüísticos de los personajes no resultaran diso-
nantes. De ese modo, Wimmer parece haber intentado mantener un grado de auten-
ticidad del inglés sugerido paradójicamente por el español de Bolaño. Véase Barnes.

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174 LA MODERNIDAD INSUFRIBLE

nacionalistas que operan como formas de dominación política para


privilegiar en cambio las instancias de agencia contrahegemónica de
los protagonistas de la novela.
El viaje de Fate comienza con la muerte de su madre. Como si
al mismo tiempo se anulara todo vínculo simbólico con su lugar de
nacimiento, Fate deja Nueva York para entrevistar en Detroit a
Barry Seaman co-fundador del Black Panther Party, la organización
política socialista negra que tuvo gran influencia en el movimiento
de derechos civiles en Estados Unidos durante las décadas de 1960
y 70. El personaje de Seaman (basado en la figura real de Bobby Se-
ale), aparece de entrada como un hombre humilde y de educación
promedio, lector de libros de divulgación como La enciclopedia
abreviada francesa y un Compendio abreviado de la obra de Voltaire.
Estas lecturas, que podrían parecer un recurso de mofa, se ofrecen
como una reducción esencial del conocimiento que, más allá de su
valor simbólico de alta cultura, se recodifica como un saber útil y
práctico que constituye en sí la intervención literaria desde lo ético
y lo político.
Durante una conferencia ofrecida para una congregación reuni-
da en una iglesia, Seaman articula un programa ético para la comu-
nidad negra que tendrá repercusiones directas en Fate. Los cinco
temas que discutirá son “peligro”, “dinero”, “comida”, “estrellas” y
“utilidad”. La aparente inconexión de estos términos adquiere un
sentido orgánico cuando Seaman indica un virtual programa de ac-
ción que ejemplifica primero a través de la vida de Marius Newell,
el otro co-fundador de las Black Panthers (Huey P. Newton en la
realidad). La juventud de Marius encarna de ese modo el romántico
compromiso de los jóvenes negros que inevitablemente conduce al
peligro, según lo define Seaman:

Él está acodado en un mirador, de espaldas a nosotros. Es invier-


no y hay pocos turistas. Los Panteras Negras somos jóvenes, nin-
guno mayor de veinticinco años. Todos vamos armados, aunque
hemos dejado las armas en el coche, y nuestros rostros expresan
un profundo desagrado. El mar ruge. Entonces yo me acerco a
Marius y le digo vámonos de aquí ahora mismo. Y en ese mo-
mento Marius se da la vuelta y me mira. Está sonriendo. Está más
allá. Y me indica el mar con una mano, porque es incapaz de ex-
presar con palabras lo que siente. Y entonces yo me asusto, aun-
que es mi hermano a quien tengo a mi lado, y pienso: el mar es el
peligro. (316)

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“EL SECRETO DEL MUNDO” EN CIUDAD JUÁREZ 175

Seaman advierte aquí el peligro de la inocencia romántica, sus exce-


sos y su capacidad de autodestrucción. Conforme avanza, Seaman
propone a su público la cuidadosa administración de su dinero, de
sus formas de alimentación y de sus relaciones comunitarias. En
otras palabras, lo que Seaman instruye es un diseño ético con impli-
caciones materiales prácticas para intentar formas de emancipación
reales. El discurso termina con una invitación a la “utilidad” de la
lectura: “Leer es como pensar, como rezar, como hablar con un
amigo, como exponer tus ideas, como escuchar las ideas de los
otros, como escuchar música (sí, sí), como contemplar un paisaje,
como salir a dar un paseo por la playa” (326). Cuando Seaman afir-
ma que el libro de mayor utilidad que ha leído es el Compendio
abreviado de la obra de Voltaire, Bolaño revierte la noción de alta
cultura para extraer un significado práctico de la Ilustración que so-
brepasa el prestigio de sus formas literarias, como si Seaman no se
sujetara a la verticalidad del canon y en cambio siguiera libremente
un compendio de ideas que ya no dependen de la autoridad simbó-
lica de los escritos de los pensadores occidentales.
Este principio de libertad intelectual volverá a plantearse de
modo seminal cuando Fate recuerda la entrevista que le hizo a An-
tonio Jones, el último miembro del Partido Comunista de Brooklyn.
Jones le habla del marxismo y del fracaso del socialismo histórico.
Antes de dar por terminada la entrevista, Jones le regala a Fate La
trata de esclavos, de Hugh Thomas, “un libro que te será de mucha
utilidad” (332). Aquí desde luego la palabra clave es “utilidad”, que
traza su resonancia con el último tema del discurso de Barry Sea-
man. La calidad práctica de lo útil, lo que vence con un gesto esen-
cial la inacción, se hará presente durante la estancia de Fate en San-
ta Teresa. El motivo del viaje es impersonal y desvinculado a la
problemática de la frontera: Fate cubrirá una pelea de box para
reemplazar al editor de boxeo de Amanecer negro que fue asesinado.
Su estancia cobrará inesperadamente una dimensión útil: Fate se
verá involucrado en la investigación de los cientos de mujeres asesi-
nadas en la ciudad fronteriza y terminará por tomar decisiones con-
cretas al respecto, cuyas implicaciones éticas y políticas serán útiles
en el sentido más básico de la palabra.
Las condiciones epistemológicas de la decisión ética de Fate se
van construyendo desde que él relaciona las enseñanzas de Seaman
con su lectura de La trata de esclavos. Luego, mientras come en un
restaurante en el carretera a Santa Teresa, Fate escucha una conver-

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176 LA MODERNIDAD INSUFRIBLE

sación entre Albert Kessler y un joven al parecer periodista.11 Kess-


ler comenta cómo las frecuentes muertes de esclavos negros en los
barcos que los transportaban a América y los miles de cadáveres
que arrojó la represión de la Comuna de París de 1871 no escanda-
lizaron a las sociedades de su tiempo. Si se comparan con las muer-
tes de ciudadanos de esas sociedades, la desproporcionada atención
es significativa:

los muertos de la Comuna no pertenecían a la sociedad, la gente


de color muerta en el barco no pertenecía a la sociedad, mientras
que la mujer muerta en una capital de provincia francesa y el ase-
sino a caballo de Virginia sí pertenecían, es decir, lo que a ellos
les sucediera era escribible, era legible. (339)

Esta visión, aplicada a los asesinatos de mujeres en Santa Teresa/


Ciudad Juárez produce una interpretación del fenómeno que según
Kessler lleva por lo menos a tres conclusiones:

A: esa sociedad está fuera de la sociedad, todos, absolutamente


todos son como los antiguos cristianos en el circo. B: los críme-
nes tienen firmas diferentes. C: esa ciudad parece pujante, parece
progresar de alguna manera, pero lo mejor que podrían hacer es
salir una noche al desierto y cruzar la frontera, todos sin excep-
ción, todos, todos. (339)

Las ideas de Kessler sugieren un paralelo con la noción de “la parte


de los sin-parte” que articula Jacques Rancière para designar al grue-
so de la población que por momentos ha representado, por ejemplo,
a los pobres de la antigüedad grecolatina, la gente común durante
los primeros años de la Revolución Francesa o al proletariado mo-
derno (Disagreement 9). Aunque en esta población sin acceso al po-
der se funda la propia condición de posibilidad de la comunidad, su
participación política está definida precisamente por no tener parte
alguna en las estructuras de poder de la sociedad. En la crítica de
Kessler, los sin-parte están expuestos al sacrificio porque su muerte

11
El personaje de Albert Kessler remite sin duda a Robert K. Ressler, el recono-
cido criminólogo que visitó Ciudad Juárez en 1998 a petición de las autoridades
mexicanas para contribuir en la investigación de los asesinatos de mujeres que co-
menzaron a reportarse desde 1993. Abordaré este tema en el siguiente apartado con
mi análisis de “La parte de los crímenes”.

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“EL SECRETO DEL MUNDO” EN CIUDAD JUÁREZ 177

es inconsecuente para las redes de poder que dominan la vida comu-


nitaria de la polis. Dichos poderes excluyen de esa misma comuni-
dad a las partes que sin embargo la constituyen negativamente.
Cuando Fate alcanza un mayor entendimiento del fenómeno de
los asesinatos de mujeres como una iteración normalizada de la irre-
levancia de los sin-parte, su trayecto de lo ético hacia lo político es-
tá completo. Ha decidido intervenir con un reportaje periodístico:
“–Un retrato del mundo industrial en el Tercer Mundo–dijo Fate–,
un aide-mémoire de la situación actual de México, una panorámica
de la frontera, un relato policial de primera magnitud, joder” (373).
Su propuesta es rechazada por su editor, pero Fate no puede evitar
involucrarse más cuando la periodista Guadalupe Roncal le pide su
ayuda para entrevistar a un extranjero acusado de los asesinatos,
quien resultará ser Klaus Haas, el sobrino de Benno von Archim-
boldi. Al mismo tiempo, Fate conoce a Rosa Amalfitano durante la
pelea y esa misma noche la rescata de una casa donde posiblemente
se filmaban películas snuff, con violencia y víctimas reales. “Ahora
debo procurar ser lo que soy, pensó Fate, un negro de Harlem, un
negro jodidamente peligroso” (408): al asumir su más reductiva se-
ña de identidad, Fate activa también su legado cultural más fun-
damental no para intentar interpretar la frontera sino para intentar
intervenir en ella. Con esta separación cultural Fate consigue pro-
ducir una apertura en la situación amenazante para escapar con Ro-
sa. “Fate le extendió la mano a la muchacha. Rosa se levantó y
cogió su mano. La mano de la muchacha le pareció tibia, una tem-
peratura que evocaba otros escenarios pero que también evocaba o
comprendía aquella sordidez” (408). Como anota José Ramón Rui-
sánchez, Fate es el nombre que elige Quincy Williams para firmar
sus artículos periodísticos. Siguiendo el juego de alusiones con el
nombre elegido (Fate en tanto suerte o destino), Ruisánchez analiza
la encrucijada ética de Fate:

no es que Fate esté predestinado ni tampoco que desaparezca la


contingencia de las circunstancias, más bien, Fate elige dentro
del tejido de las circunstancias un destino que lo obliga a una ta-
rea primordialmente retrospectiva–aunque, ya se verá que tam-
bién prospectiva–de asumir responsablemente las causas del des-
tino que ha inaugurado. (397, énfasis original)

La elección de un nombre que representa un destino es sólo en apa-


riencia una aporía, pues el destino histórico (retrospectivo) de un

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178 LA MODERNIDAD INSUFRIBLE

periodista negro que busca intervenir en una situación de opresión


(prospectiva), aunque le sea propio, debe ser elegido. Es decir: para
activar la responsabilidad histórica que lo determina como un suje-
to en el mismo horizonte de alteridad que una mujer vulnerable en
Santa Teresa, Fate debe primero aceptar permanecer en esa cir-
cunstancia, es decir, debe elegir su destino.
Los espacios y tiempos que antes separaban a Fate y a Amalfita-
no se han intersectado, como si por fin hubiera operado en ellos un
cruce fronterizo simbólico intersubjetivo. Huyendo del policía judi-
cial que los sigue hasta la casa de Amalfitano, Fate y Rosa cruzan la
frontera hacia al aeropuerto de Arizona, de donde ella viajará de re-
greso a su natal España. En el camino, Rosa explica a Fate la verda-
dera razón por la cual lograron escapar: “Estamos vivos porque no
hemos visto ni sabemos nada” (435). En efecto, las acciones de Fate
han sido el resultado de un conocimiento superficial de Santa Tere-
sa. La misma Guadalupe Roncal admite que su propia comprensión
es limitada, pues al periodista que la precedió le tomó “siete años
para hacerse una idea general” (378) de la situación en la frontera.
Es inquietante de ese modo retomar una de las frases más citadas
de esta parte que Fate cree haber escuchado del presunto asesino
que se entrevista con Guadalupe Roncal: “Nadie presta atención a
estos asesinatos, pero en ellos se esconde el secreto del mundo”
(439). La imposibilidad de conocimiento para Fate marca una dis-
tancia insalvable en torno al referente que sin embargo no sólo no
entorpece sus acciones sino que de hecho las produce. La distancia
(racial, nacional, lingüística) entre Fate y Santa Teresa es la condi-
ción de posibilidad de su intervención ética y política que consiste
simplemente en cruzar la frontera con Rosa Amalfitano. La tensión
ético-política que en Fate se resuelve en un no-conocimiento o en
una no-relación que lo despolitiza al punto de que su huida resulte
irrelevante, es paradójicamente el principio político que condiciona
su decisión ética. Dicho de otro modo, precisamente porque su es-
cape no tiene consecuencias políticas inmediatas es que Fate puede
intervenir con un éxodo que salva a Rosa de una probable muerte
producida por una situación de violencia y corrupción política. Co-
mo ocurre en la siguiente parte de la novela, ninguna posible vícti-
ma que logre entender esa situación con suficiente profundidad
conseguirá ponerse a salvo, es decir, ninguna tendrá ni la más remo-
ta posibilidad de cruzar la frontera.

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“EL SECRETO DEL MUNDO” EN CIUDAD JUÁREZ 179

V. LOS CRÍMENES Y LA COMUNIDAD

El primer trabajo periodístico escrito en México sobre el femi-


nicidio de Ciudad Juárez fue publicado por una editorial de Chi-
huahua en 1999 y editado por un grupo de comunicólogas y perio-
distas fronterizas que titularon al volumen colectivo El silencio que
la voz de todas quiebra. En ese volumen, una de las periodistas recu-
pera el diario personal de una de las cientos de víctimas: Eréndira
Ivonne Ponce Hernández, de diecisiete años de edad, despierta in-
quieta el sábado 15 de agosto de 1998. Días antes de ser impune-
mente asesinada, escribe que tiene miedo. Luego reflexiona y anota:
“Pensándolo bien, no es miedo lo que siento. Es un presentimiento.
Un presentimiento de que voy a descubrir algo. Un secreto. El se-
creto más grande del mundo” (Benítez Rohry). Retomando la afir-
mación de que en los crímenes se localiza “el secreto del mundo”,
Alberto Moreiras interpreta literalmente la promesa del secreto re-
velado como una “obligación de conocimiento” (“Infrapolitics”
165) que sobrepasa la escritura literaria misma, volviéndola insufi-
ciente. Revelar el “secreto del mundo”, es decir, conocer las causas
y razones de los cientos de crímenes, se asume así como una meta
extraliteraria ante la cual la literatura “no puede determinar sus
propias condiciones de enunciación” (165). Moreiras considera que
la praxis literaria es de este modo “impropia”, pues la dimensión de
lo literario no basta para dilucidar un conocimiento que se localiza
en el exterior del espacio textual. Para dar cuenta de esta impropie-
dad de la literatura, Moreiras propone el término “infrapolítica”
con el que define la práctica literaria en la que se produce una ten-
sión epistemológica entre lo ético y lo político que se rehúsa a tota-
lizar por separado ambas esferas de experiencia y conocimiento:

El thriller es la forma dominante de infrapolítica en la literatura.


La infrapolítica, o mejor, lo infrapolítico es el momento teórico
del thriller, es decir, el momento en el que el thriller se expone si-
multáneamente a una interrupción de lo ético por lo político y de
lo político por lo ético. (“Infrapolitics” 151)

Siguiendo ideas de raíz levinasiana, Moreiras define el thriller litera-


rio como una “reacción política a la suspensión de la ética” (“Infra-
politics” 150), entendiendo esa suspensión como el resultado del

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180 LA MODERNIDAD INSUFRIBLE

crimen de un ser humano causado por un entramado político. De


ese modo, afirma Moreiras, el thriller se estructura como “una for-
ma ética para pensar lo político que es también una forma política
para pensar lo ético” (151).
Los parámetros críticos en los que propongo localizar la dimen-
sión ética y política de ciertos personajes de 2666 se relacionan en
primera instancia con esa noción de infrapolítica en la narración de-
tectivesca de “La parte de los crímenes”. La dimensión política de la
novela parece de entrada radicar en el centro referencial de la trama:
los cientos de asesinatos de mujeres de Santa Teresa. Los protagonis-
tas de esta sección, la más larga de la novela–350 páginas–, se con-
frontan con los asesinatos sin comprender los mecanismos exactos
del crimen organizado, sin discernir las coyunturas políticas inmedia-
tas que los enmarcan. Como Fate y Amalfitano, los policías, periodis-
tas y ciudadanos comunes establecen una no-relación con los críme-
nes que funda su ética en un no-saber, pero que al mismo tiempo
genera la condición de posibilidad de su margen de agencia política.
Al interpretar la idea del “secreto del mundo” como la suspen-
sión ética que produce el crimen, sin embargo, Moreiras supone
que la escritura literaria debe renunciar a la capacidad alegórica de
representar lo nacional para evitar la trampa epistemológica que
desatendería la cuestión ética fundamental inscrita en el secreto ex-
traliterario y extranacional del mundo que encierran los crímenes.
Esto ocurre, según Moreiras, porque la ideología de lo nacional
produce un sentido de comunidad que encubre la suspensión de lo
ético, o dicho de otro modo, porque la identidad nacional mantiene
la ilusión de un pacto ético que ya ha sido roto por el crimen. No
obstante, el pliegue conceptual de lo infrapolítico me resulta insufi-
ciente para explicar, por ejemplo, la afirmación ética y política que
conduce las acciones de los que investigan los crímenes más allá de
la suspensión ética elemental que activan, como es el caso de los po-
licías Lalo Cura y Juan de Dios Martínez. Aunque en efecto sus mo-
tivaciones no son reducibles ni a lo estrictamente político ni a lo
esencialmente ético, tampoco permanecen en el ámbito de lo infra-
político, pues las acciones de los personajes, contra la opinión de
Moreiras, sí penetran y totalizan simultáneamente la esfera de lo éti-
co y de lo político. Independientemente de que el “secreto del
mundo” pueda o no explicar una dimensión de lo real más allá de
la alegoría nacional, los policías se confrontan a dinámicas de vio-
lencia y poder concretas y absolutamente locales en la región fron-

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“EL SECRETO DEL MUNDO” EN CIUDAD JUÁREZ 181

teriza. En otras palabras, lo que comienza como una infrapolítica en


2666 culmina como una doble y total afirmación ética y política a
partir de una materialidad irreducible a lo que críticos como Morei-
ras y otros llaman la condición de “posthegemonía” de un presente
supuestamente postpolítico. La cuestión de fondo, entonces, no es
cómo la condición “impropia” de lo literario ante lo ético cancela la
función alegórica de la nación. La estrategia textual elegida por Bo-
laño produce más bien recodificaciones literarias que tensan lo polí-
tico y lo ético para establecer una relación crítica con la función ale-
górica misma, la cual desarticula la representación normativa de la
nación que aparece en novelas como las de Carlos Fuentes, por
ejemplo, para confrontarla con el evento que implica la toma de
conciencia ético-política de los personajes. Esta conciencia termina
por tener un efecto profundo en la reconfiguración de una nueva
forma de comunidad, extraída ya de la ideología de la nación y relo-
calizada en un esfuerzo ético-político colectivo que salva a la comu-
nidad al mismo que tiempo que anula a la nación en tanto discurso
de poder y dominación. Es entonces en la fidelidad al evento que se
inscribe la estrategia textual propuesta por los personajes principa-
les de Bolaño, intuida primero por Liz Norton y Piero Morini, arti-
culada por Amalfitano, improvisada por Fate y finalmente ejercida
por Lalo Cura y Juan de Dios Martínez.
Desde luego me refiero aquí al modelo filosófico propuesto por
Alain Badiou para pensar la manera en que la obra literaria se relacio-
na con un evento, es decir, un acontecimiento que en una situación
de dominación “nos obliga a decidir una nueva forma de ser” (Ethics
41, énfasis original). Esa decisión conduce a encontrar una verdad cu-
yas implicaciones éticas son asumidas por el individuo que adopta
una fidelidad por ese mismo proceso de verdad. Explica Badiou:

Ser fiel a un evento es moverse dentro de una situación que este


evento ha suplementado al pensar (aunque el pensamiento es una
práctica, un poner a prueba) la situación ‘de acuerdo con’ el
evento. Y eso, desde luego–puesto que el evento fue excluido
por todas las reglas normales de la situación–obliga al sujeto a in-
ventar una nueva forma de ser y de actuar en la situación. (Ethics
41-42, énfasis original)

Mientras que para Moreiras el “secreto del mundo” se inscribe en


la ruptura ética perpetrada por el crimen, para Badiou el evento

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182 LA MODERNIDAD INSUFRIBLE

nunca se localiza en el cuerpo violentado de una víctima. Como se-


ñala Bruno Bosteels el evento no es reducible a la víctima, sino al
modo en que puede transformarse la situación de opresión y violen-
cia que produjo a la víctima:

Ciertamente hay un lugar para un tipo de otredad–incluso para


las víctimas y el sufrimiento–en el pensamiento de Badiou. Pero
eso es sólo el sitio de un posible evento; no debe confundirse con
el evento mismo, el cual puede o no tomar lugar donde están las
víctimas. (“The Ethical Superstition” 16)

La representación de la frontera que Bolaño lleva a cabo puede in-


terpretarse como los distintos momentos en que un colectivo de
personajes deberán confrontar determinadas situaciones de domi-
nación (la Segunda Guerra Mundial, el racismo, los asesinatos de
mujeres, el narcotráfico) a partir de un evento que produce apertu-
ras transformativas. Los cientos de cadáveres de mujeres asesinadas
en Santa Teresa–“la parte de los sin-parte”, siguiendo a Rancière–
aparecen en el lugar del evento, donde el evento da inicio, pero no
son el evento en sí. En ese sentido, “La parte de los crímenes” es en
realidad la parte de qué decisiones se tomarán en torno a los críme-
nes, de qué tipo de agencia ético-política será posible y necesaria
para alterar el sistema de violencia que produce los crímenes. La
transformación de ese sistema de violencia es el evento. 2666 marca
así la diferencia fundamental con la gran mayoría de novelas y cuen-
tos que se escriben sobre la frontera, que recurren a predecibles tra-
mas policiales y a una representación mitológica y saturada de luga-
res comunes. Al dramatizar la muerte y la miseria, esas novelas con
frecuencia omiten la dimensión política y ética que potencialmente
podría subvertir las dinámicas de poder del modo en que se lleva a
cabo en 2666.
Uno de los personajes más sugerentes de “La parte de los crí-
menes” es el joven pistolero Lalo Cura. Habilitado por el jefe de
policía de Santa Teresa, Lalo representa una anomalía entre los po-
licías de la ciudad fronteriza. A pesar de su corta edad, demuestra
una capacidad innata para el trabajo detectivesco, además de una
personalidad discreta y valiente. El personaje se define cuando en-
cuentran el cadáver de una adolescente en un basurero:

Una vez recibidas las pruebas se confirmó que la muerta era Irene
González Reséndiz, de dieciséis años, fugada del domicilio pater-

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“EL SECRETO DEL MUNDO” EN CIUDAD JUÁREZ 183

no en enero de 1996, tras reñir con la familia. Su padre era un


conocido político priista de la provincia y su madre había salido
en un programa de televisión de gran audiencia pidiéndole a su
hija, delante de las cámaras y en directo, que regresara al hogar.
Incluso una foto de Irene, una foto tipo pasaporte, se pegó du-
rante un tiempo en los envases de botellas de leche, con sus señas
personales y un teléfono. Ningún policía de Santa Teresa vio
nunca esa foto. Ningún policía de Santa Teresa bebía leche. Ex-
cepto Lalo Cura. (686)

Ese rasgo infantil de Lalo es importante en tanto revela una perso-


nalidad naturalmente transparente, sin la malicia que caracteriza a
la mayoría de los viejos policías de Santa Teresa. Tal diferencia es
clave en una de las escenas más citadas por la crítica en que un gru-
po de policías desayunan contando chistes misóginos de una violen-
cia terriblemente significativa en una ciudad donde se cometen crí-
menes contra mujeres de modo sistemático y cuyos casos, lejos de
resolverse, son archivados con fría indiferencia. Lo que con fre-
cuencia se pasa por alto en esta escena es que no todos los policías
participan. Los que prefieren no reírse desayunan a cierta distancia
“acodados en la angustia y en la duda” (692). Lalo Cura desde lue-
go ni siquiera se encuentra allí.
Hijo de una larga genealogía de mujeres violadas relatada en la
novela, Lalo Cura es particularmente sensible a la violencia en con-
tra de mujeres. Es también al parecer el único agente que estudia los
manuales de criminología disponibles en la comisaría. No sorprende
entonces que también sea uno de los pocos policías dispuestos a lle-
var a cabo investigaciones rigurosas y completas. Así lo explica un
compañero de Lalo cuando lo observa estudiar la escena de un cri-
men en un barranco, donde aparece el cuerpo de otra mujer:

Según Ordóñez, la expresión de Lalo Cura era muy rara, no de


sorpresa, sino más bien de felicidad. ¿Cómo de felicidad? ¿Se
reía? ¿Sonreía?, le preguntaron. No sonreía, dijo Ordóñez, se le
veía concentrado, reconcentrado, como si no estuviera allí, no en
aquel momento, como si estuviera en el barranco de Podestá, pero
a otra hora, a la hora en que habían matado a aquella fulana. (657)

Mientras que cierta crítica se enfoca en la manera en que Bolaño


imita el lenguaje impersonal y mecánico de los partes policiales para
documentar decenas de asesinatos, me interesa subrayar el mero he-

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184 LA MODERNIDAD INSUFRIBLE

cho de que un agente de Santa Teresa se involucre realmente en in-


vestigaciones policiales. Con este gesto Bolaño alude con ironía a la
siniestra realidad de Ciudad Juárez y de la frontera en general, en
donde es prácticamente inexistente el trabajo policiaco, como argu-
menta el periodista Charles Bowden:

ignorar a los muertos permite a los Estados Unidos ignorar el fra-


caso de sus modelos de libre comercio, los cuales en Juárez están
produciendo pobres y gente muerta más rápido que cualquier
otro producto. Por supuesto que los asesinatos de mujeres en
Juárez son escasamente investigados o resueltos. Los asesinatos
en Juárez siempre son escasamente investigados, así que en la
muerte, las mujeres finalmente reciben el mismo trato que los
hombres muertos. (Murder City 14)

Como Lalo Cura, el policía judicial Juan de Dios Martínez es otro


de los agentes que investigan como si uno de sus objetivos fuese el
documentar la identidad de los sin-parte:

Entró y se arrodilló junto al cuerpo de Estefanía y lo examinó de-


tenidamente, hasta perder la noción del tiempo. A sus espaldas
escuchó la voz de Lino que hablaba por la radio. Que venga el
forense, dijo Juan de Dios. Según el forense, Estefanía fue asesi-
nada de dos balazos en la nuca. Antes había sido golpeada y se
apreciaban señales de estrangulamiento. Pero no murió estrangu-
lada, dijo el forense. Jugaron con ella a estrangularla. En los tobi-
llos eran visibles la señales de abrasión. Diría que la colgaron de
los pies, dijo el forense. Juan de Dios buscó una viga o un gancho
en el techo. La casa estaba llena de policías. Alguien había tapa-
do a Herminia con una sábana. En la otra habitación lo encontró:
una gafa de hierro sujeta al techo, justo en medio de las dos ca-
mas. Cerró los ojos e imaginó a Estefanía colgando cabeza abajo.
Llamó a dos policías y les ordenó que buscaran la cuerda. (664)

Martínez hace su trabajo como si se propusiera restablecer el pacto


ético que ha sido destruido por el crimen y que ningún otro policía
intentará subsanar, como ocurre con la mayoría de los casos de cadá-
veres sin identificar cuyos expedientes policiacos son rápidamente
cerrados y olvidados. Ahora bien, si como afirma Fernando Fabio
Sánchez “el magnicidio y el asesinato son actos que simultáneamente
delinean y trascienden los límites simbólicos de la nación” (2) enton-
ces investigar y resolver un asesinato es el mayor acto transformativo

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“EL SECRETO DEL MUNDO” EN CIUDAD JUÁREZ 185

de la modernidad. Dicho de otro modo: si la modernidad en México


se funda en el ejercicio de un Estado policial criminal, entonces que
ese mismo Estado policial revierta su dimensión criminal produce el
más radical acto de resignificación de la modernidad.
En su tratamiento del tema del narcotráfico, “La parte de los
crímenes” también articula una representación crítica de las redes
locales de complicidades oficiales y extra-oficiales que en Santa Te-
resa regulan el flujo de drogas y disciplinan la violencia sin la inter-
vención de fuerzas federales. Como explica el sociólogo Luis Astor-
ga, la máquina presidencial del PRI sometió durante siete décadas a
generaciones enteras de narcotraficantes. No se trató de una rela-
ción de complicidad o de tolerancia, sino de una total subordina-
ción del crimen organizado al poder político. Con la caída del PRI
en el 2000, el narco dejó de ser parte de la agenda oficial del gobier-
no federal. Y mientras Bolaño escribía su novela a finales de la dé-
cada de 1990, el país ya se despeñaba hacia una profunda crisis de
gobernabilidad con la fragmentación del poder político y el debili-
tamiento del Estado que trajo la consolidación del neoliberalismo
como única estructura aceptable de gobierno. Esta crisis alcanzó su
punto álgido con la presidencia de Vicente Fox (2000-2006), que se
distinguió, según Astorga, por “la inexistencia de una política de se-
guridad de Estado” que permitió “un mayor grado de autonomía
de policías, militares y traficantes respecto del poder político” (51).
Entre sus muchos aciertos, 2666 da cuenta de esa fragmentación del
poder. En ese sentido y contra el juego de temporalidades sugeridas
por su título, la novela es el fiel reflejo de su época, en particular
con su representación del norte de México y la relación entre crimi-
nalidad y poder oficial.
Recordemos, por ejemplo, que Pedro Negrete, jefe de la policía
de Santa Teresa, contrata inicialmente a Lalo Cura para trabajar
como “hombre de confianza” de su “compadre” Pedro Rengifo,
un prominente empresario local (481). Cuando Lalo Cura salva la
vida de la esposa de Rengifo durante un atentado perpetrado por
dos sicarios, entre ellos un policía estatal, Negrete reclama al em-
presario el haber expuesto al joven pistolero de un modo innecesa-
rio. Negrete decide entonces convertir a Lalo en detective, pero es
hasta mucho después que este último se entera de que el empresa-
rio Rengifo es también un narcotraficante. Esta íntima relación en-
tre policías locales, empresarios y narcos reaparece más adelante
cuando otro policía comenta con Lalo Cura el asesinato de la re-

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186 LA MODERNIDAD INSUFRIBLE

portera de radio Isabel Urrea, cuya agenda personal, depositada en


el archivo de la policía, confirma el orden político local en la inves-
tigación del crimen:
Encontré los teléfonos de tres narcos. Uno de ellos era Pedro
Rengifo. También encontré los números de varios judiciales, en-
tre ellos un jefazo de Hermosillo. ¿Qué hacían esos teléfonos en
la agenda de una simple locutora? ¿Los había entrevistado, los
había llevado a la radio? ¿Era amiga de ellos? ¿Y si no era amiga
quién le había proporcionado esos teléfonos? Misterio. (580)

El negocio del narco aparece aquí como un asunto entre políticos,


policías locales y empresarios. Esta cuidadosa representación del
narco sólo es comparable a un puñado de novelas. Destaco entre
ellas Contrabando (publicada en 2008 pero escrita en 1991), en la
que Víctor Hugo Rascón Banda narra la brutalidad del Estado poli-
cial que disciplinó al narco hasta mediados de la década de 1990. De
igual importancia resulta El lenguaje del juego (2012), novela en la
que Daniel Sada confirma la potencia crítica de su visión del norte al
explorar el modo en que el narco, solapado y alentado por los pode-
res fácticos, ha destruido el tejido social en los pequeños poblados
de la región. En la última década, sin embargo, el campo literario
mexicano ha celebrado el éxito comercial de numerosas narconove-
las que independientemente de su nivel de realismo promueven la
narrativa oficial que explica el fenómeno del narco a partir de una
sempiterna lucha de cárteles y la mitológica vida y muerte de capos
como Joaquín “El Chapo” Guzmán. Novelas como Fiesta en la ma-
driguera (2010) de Juan Pablo Villalobos, Perra brava (2010) de Orfa
Alarcón o Trabajos del reino (2008) de Yuri Herrera, imaginan al
narcotráfico en México del modo en que el Estado describe el fenó-
meno actualmente: como una apocalíptica infestación de supuestos
“cárteles” de la droga que en ciertos territorios periféricos del país
actúan desde un afuera hipotético del Estado mexicano. Como tam-
bién ha analizado Luis Astorga, lo que estos libros denominan “nar-
co” en México está constantemente mediado por el discurso hege-
mónico generado por el Estado. Dicho discurso está conformado
por estrategias de representación que mitifican a las organizaciones
criminales y que son visibles en estudios académicos, investigaciones
periodísticas y textos literarios que poco se diferencian entre sí pero
que describen reiteradamente un mismo conjunto limitado de imá-
genes que opera a su vez como el paradigma de representación do-
minante en toda discusión sobre el tema.

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“EL SECRETO DEL MUNDO” EN CIUDAD JUÁREZ 187

A contracorriente de la mayoría de las narconovelas, Bolaño re-


siste la tentación de la complaciente mitología del narco y produce
una narrativa que relocaliza al Estado y a sus lógicas de poder en el
centro de su análisis del crimen organizado, es decir, reposiciona al
Estado como el significante central del narco. 2666 se adentra en
los laberintos del poder oficial y descubre al narco siempre inscrito
bajo el nombre de los empresarios, de los policías y de los políticos
gobernantes, siempre adentro de las estructuras de Estado. Como
con el personaje de Lalo Cura, el lector se sorprende de encontrar
narcos que no buscan apagar una insaciable sed de sangre y que no
viven de modos excéntricos y ridículos en bunkers amurallados. El
arquetipo oficial del narco se disuelve en 2666 con el personaje de
ese empresario que entre sus múltiples negocios además invierte en
el comercio de la droga, siempre vigilado y controlado por la policía
y la política local.
Resulta significativo discutir las posibles fuentes de Bolaño para
“La parte de los crímenes”. El mismo año de la publicación de El
silencio que la voz de todas quiebra, la editorial Planeta puso en cir-
culación Las muertas de Juárez, del periodista Víctor Ronquillo. Pe-
ro un importante precedente de ambos textos apareció en 1998 con
el ensayo Juárez: el laboratorio de nuestro futuro de Charles Bow-
den. Acompañado de imágenes capturadas por 13 fotógrafos jua-
renses, un prólogo de Noam Chomsky y un epílogo de Eduardo
Galeano, el libro visualiza y anota la compleja realidad fronteriza.
Chomsky deconstruye los supuestos beneficios del proyecto neoli-
beral en general y del Tratado de Libre Comercio de Ámerica del
Norte en particular, y junto con Galeano, denuncia el sistema de in-
equidad que ha exacerbado la pobreza para la mayoría y el privile-
gio para una minoría. Narcotráfico, instituciones vulneradas o ine-
xistentes, migración imparable y corrupción oficializada, son
algunos de los efectos de la política económica que salvaguarda las
fortunas de la oligarquía en ambos lados de la frontera. En las foto-
grafías de este libro, los asesinatos de mujeres asumen una centrali-
dad inesperada. Cada víctima aparece en un lugar y espacio especí-
ficos cuyo contexto político, histórico y económico no se escatima.
No es improbable que los libros antes mencionados hayan infor-
mado 2666. Sin embargo, Bolaño dejó claro que una de sus referen-
cias primarias fue Huesos en el desierto, del periodista y ensayista
Sergio González Rodríguez. Publicado en 2002 por la editorial Ana-
grama, que también edita la mayor parte de la obra de Bolaño, este

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188 LA MODERNIDAD INSUFRIBLE

ensayo se convirtió en un subtexto al mismo tiempo natural y obliga-


do–por ser el más visible–de 2666. Huesos en el desierto recolecta
entrevistas, noticias de prensa y expedientes judiciales y forenses.
Bolaño estudia y adopta ciertas estrategias narrativas de González
Rodríguez (el lenguaje propio del parte policial y de la medicina fo-
rense para referir cada cadáver, por ejemplo), pero no hace lo mismo
con las tres diferentes teorías sobre el feminicidio que ofrece el libro.
La primera es la menos complicada: a partir del testimonio de un
agente meritorio o “madrina” de la Policía Judicial estatal, González
Rodríguez anota que cientos de asesinatos de mujeres fueron perpe-
trados por dos individuos, “Alejandro Máynez y su ‘primo’ Mel-
chor” (Huesos 172), coludidos con el jefe del Grupo Especial Anti-
secuestros de la policía judicial estatal y un directivo de la policía
municipal de Ciudad Juárez. La segunda teoría, que aparece casi al
final del libro, especula que los crímenes “se producen en orgías se-
xuales y de fraternidad” por asesinos protegidos por policías y pa-
trocinados por adinerados “personajes prominentes” del norte y del
centro del país (251). La tercera teoría, presentada en las últimas pá-
ginas del libro como parte de un “postfacio a la tercera edición”, so-
brepasa la conspiración y despliega sin reticencias el argumento de
un híbrido entre novela histórica y relato negro:

En 1989, cuando México anunció las conversaciones hacia la fir-


ma del Tratado de Libre comercio con Estados Unidos, un grupo
de empresarios y políticos de Ciudad Juárez, con influencia al
más alto nivel del país, ordenó crear un clima de inseguridad so-
cial mediante el empleo de sicarios del narcotráfico, protegidos
por policías y funcionarios judiciales, para secuestrar y asesinar
mujeres pobres, entre ellas, obreras de la industria multinacional
allí asentada. El trasfondo de aquello consistía en reafirmar los
privilegios y el dominio fronterizo ante la posibilidad de algún
cambio. (Huesos XX)

Ninguna de estas tres “teorías” es necesariamente descartable–aun-


que la tercera parezca un thriller de Hollywood–, pero aún resultan
insuficientes ante el actual índice de asesinatos en la ciudad que so-
brepasa la conspiración política, las orgías y la acción de asesinos
seriales solapados o protegidos por funcionarios y policías corrup-
tos. De hecho, como confirma el propio González Rodríguez, Bola-
ño se había formado ya una idea propia del fenómeno y prefirió no
seguir ninguna de estas tesis del periodista mexicano, rechazando

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“EL SECRETO DEL MUNDO” EN CIUDAD JUÁREZ 189

sobre todo la absurda posibilidad de que la mayoría de los crímenes


hayan sido perpetrados por uno o varios asesinos en serie (Valdes
32-33). Ante la fantasía de estas interpretaciones, conviene recordar
la elocuente crítica que en 2666 hace el personaje de la diputada del
PRI Azucena Esquivel Plata a los artículos de Sergio González Ro-
dríguez (convertido en personaje en la novela), que aunque son
buenos “a menudo golpea allí donde sólo hay aire” (2666 789). Por
ello le exige: “Deje de hablar como si fuera un guía turístico” (779).
Y finalmente reclama ante González Rodríguez: “Estoy harta de los
mexicanos que hablan y se comportan como si todo esto fuera Pe-
dro Páramo” (779-80).12
Una década después de la aparición de Huesos en el desierto,
González Rodríguez publicó The Femicide Machine (2012), un en-
sayo que en apariencia actualiza su análisis sobre el feminicidio y la
violencia atribuida al narcotráfico. Mientras que en el primer libro
aún desplegaba una narrativa sobre el fenómeno, en particular para
seguir el caso del supuesto asesino serial, el nuevo libro trabaja a un
nivel teórico más depurado que lo lleva a eliminar la minucia perio-
dística y narrativa del primero. Es interesante notar aquí cómo el li-
bro depende de metáforas operativas para argumentar, paradójica-
mente, la misma interpretación ofrecida una década antes:

La máquina de feminicidio de Ciudad Juárez está compuesta por


el odio y la violencia misógina, machismo, poder y reafirmaciones
patriarcales que toman lugar en los márgenes de la ley o en una
ley de complicidad entre criminales, policías, militares, funciona-
rios de gobierno y ciudadanos que constituyen una red de ilegali-
dad de hombres. Consecuentemente, la máquina disfruta de la
protección de individuos, grupos e instituciones que a su vez
ofrecen impunidad judicial y política, así como supremacía sobre
el Estado y la ley. (The Femicide 11)

12
Sin minimizar la gravedad del tema, Bolaño incluso cuestiona la manera en
que con frecuencia se exagera la censura y la represión a la libertad de expresión en
México, sobre todo desde el desmantelamiento del Estado policial con el que go-
bernó el PRI. El mismo personaje de la diputada Esquivel Plata dice a Sergio Gon-
zález Rodríguez (el personaje): “Además, aunque el sistema está lleno de defectos,
al menos gozamos de libertad de expresión y eso el PRI casi siempre lo ha respeta-
do. He dicho casi siempre, no ponga esa cara de incredulidad, dijo la diputada.
Aquí uno publica lo que quiere sin problemas. En fin, no vamos a discutir sobre es-
to, ¿verdad? Usted ha publicado una novela dizque política en donde lo único que
hace es repartir mierda sin ningún fundamento y no le pasó nada, ¿verdad? Ni se la
censuraron ni lo demandaron” (789).

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190 LA MODERNIDAD INSUFRIBLE

Siguiendo la dudosa lógica de esta interpretación, la ciudad entera es-


taría predispuesta para el feminicidio, pues la violencia misógina sería
parte constitutiva del tejido social gobernada por esa “red de ilegali-
dad de hombres”. Pero según este análisis, los asesinos conspiradores
no son sólo perversamente hábiles, sino que paradójicamente requie-
ren de protección policial para evadir al mismo Estado de derecho
sobre el cual supuestamente ejercen una supremacía implacable.
La contradictoria mitología de la violencia que articula Gonzá-
lez Rodríguez es desde luego representativa de una corriente de
análisis del feminicidio y la narcoviolencia que convierte enclaves
urbanos enteros como Ciudad Juárez en los depositarios universales
del atraso cultural, la corrupción y el barbarismo que se manifiestan
casi mecánicamente, del modo en que en Juárez operan las plantas
de manufactura de la industria maquiladora. Rossana Reguillo, por
ejemplo, utiliza las mismas metáforas que emplea González Rodrí-
guez en The Femicide Machine para describir la violencia atribuida
al tráfico de drogas como una “narco-máquina” de naturaleza “ubi-
cua, elusiva, fantasmagórica”, ocupando “un espacio des-localizado
que es imposible de simbolizar”. Igualmente la antropóloga Rita Se-
gato afirma que Ciudad Juárez “es un lugar emblemático del sufri-
miento de las mujeres”, en donde “todo parece formar parte de una
gran máquina comunicativa cuyos mensajes se vuelven inteligibles
solamente para quien, por una u otra razón, se adentró en el códi-
go” (3). En la misma línea, Milagros Ezquerro reseña Huesos en el
desierto y concluye en que la violencia en la frontera se explica co-
mo “la dominación de los machos, pero también de la guerra entre
los machos, pues cada uno tiene que demostrar que él es el domi-
nante, ya que no tienen otra ley que la ley de la fuerza”. Con una in-
terpretación todavía más extrema, Jean Franco lee 2666 y subraya
la violencia de género en la frontera como una expresión cultural
inherente a la sociedad mexicana en su totalidad:

México representa, de forma exagerada, una hostilidad contra las


mujeres que, a pesar del feminismo, a pesar de la adquisición
parcial de derechos para las mujeres, está profundamente incrus-
tada. No estamos hablando aquí de un hombre lobo, de un hom-
bre convirtiéndose en lobo, sino de formas extremas de masculi-
nidad que son respaldadas por la sociedad misma. (Cruel
Modernity 244-45)

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“EL SECRETO DEL MUNDO” EN CIUDAD JUÁREZ 191

Ante este tipo de interpretación que promueve la inverosímil acción


de un asesino serial y que acusa la violencia de género como una
práctica cultural normalizada por la sociedad misma, la investigado-
ra Molly Molloy contrapone la información estadística más actuali-
zada para concluir que el feminicidio de Ciudad Juárez es princi-
palmente “un mito” discursivo:

De los casi 400 casos documentados en los archivos de Esther


Chávez [una de las principales activistas locales] entre 1990 y
2005, alrededor de tres cuartas partes de los casos fueron violen-
cia doméstica, y los casos fueron esencialmente resueltos. Es de-
cir, el asesino fue identificado como un conocido o pareja domés-
tica o pariente de la víctima. Sólo alrededor de 100 fueron casos
completamente irresueltos. Estos son los casos que han recibido
(y continúan recibiendo) la mayoría de la atención mediática, ar-
tística y académica. El único estudio estadístico real sobre el te-
ma [. . .] concluyó que la proporción de homicidios femeninos en
Ciudad Juárez era menor que en Houston. (Hooks)

Molloy se refiere aquí a un artículo de Pedro H. Albuquerque y


Prasad Vemala, quienes se proponen “analizar críticamente la sabi-
duría convencional y algunas de las tesis que son comunes en el
campo de la literatura” (5). Como nota Molloy, este cuidadoso estu-
dio estadístico muestra que el índice promedio del feminicidio en
Ciudad Juárez es similar al de ciudades estadounidenses como Los
Ángeles y Houston, e incluso menor que el de varias ciudades del
norte de México. Contra la opinión popular, Albuquerque y Vema-
la explican que la presencia de las maquiladoras no es relevante pa-
ra el fenómeno, pues sólo 10 porciento de las víctimas trabajaban
en ese sector. El estudio también revela que a pesar de que los me-
dios y las producciones literarias con frecuencia se enfocan en las
víctimas más jóvenes, la realidad es que 37 por ciento de las mujeres
asesinadas tenía entre 15 y 24 años, mientras que 47 por ciento de
las víctimas era mayor de 24 años de edad, muchas de ellas desem-
pleadas y cohabitando con una pareja doméstica fija.

La noción de que las víctimas del feminicidio en Ciudad Juárez


son jóvenes trabajadoras de maquiladora desafortunadamente
deja fuera del debate a un gran número de víctimas que no en-
caja en ese estereotipo, contribuyendo a la falta de comprensión
del serio problema del feminicidio en la región fronteriza. (Albu-
querque 13)

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192 LA MODERNIDAD INSUFRIBLE

Es en esa recurrente caracterización falaz de las víctimas que se ins-


cribe el mito del feminicidio que señala Molloy. Cuando desde lo li-
terario se articulan formas de representación que reproducen el este-
reotipo de la joven mujer victimizada inevitablemente desaparecen
las condiciones más significativas del fenómeno: el desempleo, la ex-
trema desigualdad económica, la vulnerabilidad de las instituciones,
la corrupción institucional. En su lugar queda el machismo y la mi-
soginia supuestamente constitutivos de la “cultura” mexicana, el
sensacionalismo del cadáver de la joven ultrajada por un fantasioso
asesino serial protegido por las altas esferas del poder.
En este punto es importante atender las distintas aportaciones
de la teoría cultural sobre la frontera. Como observa el antropólogo
Alejandro Lugo, la noción de Estado en México se ha transformado
profundamente en las últimas dos décadas, en particular en la re-
gión fronteriza. Explica Lugo:

en los años 90 el “Estado” ha sido estratégicamente dispersado,


tanto por el pensamiento Gramsciano como por las corporacio-
nes multinacionales del capitalismo tardío en un momento histó-
rico caracterizado por la dispersión de los procesos de produc-
ción de manufactura a través del mundo. (56)

Lugo retoma aquí el análisis que Antonio Gramsci hace del Estado
como el espacio contingente de acción, resistencia y lucha, que per-
mite visualizar las complejas relaciones de poder que surgen en él y
que van más allá de la mera estructura de gobierno. En ese sentido,
el espacio de conflicto que implica la frontera mexicana puede pen-
sarse como un sitio de dispersión si por ello entendemos una no-
ción de Estado mayor en la cual se articulan los distintos vectores
de poder de una sociedad contingente en el contexto del descentra-
miento producido por los procesos globales de manufactura. En la
dispersión del Estado producida a la vez por la irrupción del capita-
lismo tardío junto con las condiciones sociales propias de la fronte-
ra, Ciudad Juárez aparece entonces en su especificidad histórica,
política y económica más allá de los mitos culturalistas por medio
de los cuales con frecuencia se intenta naturalizar la violencia.
Siguiendo esta reflexión, es necesario señalar, como lo hace el
periodista José Pérez Espino, por ejemplo, las inconsistencias analí-
ticas de Huesos en el desierto:

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“EL SECRETO DEL MUNDO” EN CIUDAD JUÁREZ 193

González Rodríguez prefirió imaginar que investigar. Es proba-


ble que algunos de los homicidios no esclarecidos los hayan per-
petrado sicarios de la mafia. Pero es insostenible la versión de
que los casi 300 casos [ahora más de 500] sean crímenes “ritua-
les” cometidos por “dos personas”. Sus afirmaciones a la prensa
contradicen lo publicado en su propio libro, del cual se despren-
de que en Ciudad Juárez han ocurrido homicidios por las más va-
riadas causas: motivos pasionales, por violencia intrafamiliar o
enfrentamientos entre pandillas, por ejemplo. (Pérez Espino 64)

Resulta más verosímil, como explica el reportero Ignacio Alvarado,


entender que “más que un patrón adoptado por un asesino o un
grupo de asesinos, la explicación bien puede radicar en el desorden
urbano, el dinamismo anárquico y la corrupción e ineficacia de las
autoridades” (11). El trabajo de Alvarado, al igual que el de otros
periodistas como Julián Cardona y el ya mencionado Charles Bow-
den, coincide con la visión que Bolaño adopta para su imaginaria
Santa Teresa. La causalidad de los crímenes, señala el crítico Peter
Elmore, es sugerida de un modo complejo en la novela que es irre-
ducible a la tesis fantasiosa de un asesino serial:

aunque en varias de las muertes se determinan móviles pasionales


y se identifica a los culpables, esto no impide que el conjunto de
los crímenes aparezca en las páginas de 2666 como un misterio
cuya recta interpretación revelaría “el secreto del mundo”. (277)

Así, muchos de los crímenes de mujeres en la novela son de hecho


resueltos, con asesinos confesos y con sus móviles claramente esta-
blecidos por investigaciones policiacas. Si aún es válido afirmar, co-
mo hace Elmore, que los crímenes revelan “el secreto del mundo”,
es porque en su conjunto designan las relaciones entre la economía
liberal, los prejuicios sociales y culturales como la homofobia y la
misoginia, así como el monopolio de la violencia legítima que ejer-
cen en complicidad policías, políticos y jueces, como bien apunta
Sharae Deckard (360).
Al apartarse de las estrategias narrativas mediadas por mitolo-
gías e ideologemas, la representación literaria sobre la frontera puede
manifestar la tensión de un Estado en dispersión pero abierto a la
acción ético-política de su comunidad, como es el caso de 2666.
Con frecuencia, sin embargo, los estudios académicos sobrein-
terpretan los posibles significados generales de la novela. Grant

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194 LA MODERNIDAD INSUFRIBLE

Farred, por ejemplo, afirma que ante la dimensión postcolonial del


neoliberalismo “todo lo que queda por hacer es dramatizar de un
modo terrible” (693). Laura Barberán, por su parte, anota que Bo-
laño “no permite que las víctimas femeninas reclamen momentos de
agencia mientras están vivas o luchando por sus vidas” (65), mien-
tras que para la propia Deckard “las causas de las muertes de las
mujeres quedan incomprensibles, pues no son entendidas relacio-
nalmente” (364). Herman Herlinghaus reitera esa misma imposibi-
lidad de narración y afirma que ninguno de los casi 40 personajes
de “La parte de los crímenes” “se convierte en portador de empa-
tía” (210) y que en cambio esos personajes navegan una realidad sin
sentido narrativo en la cual todos los acontecimientos “son cabos
sueltos, vinculados paratácticamente, sin ninguna pista importante
o trama lo cual, para un lector moderno, parece o frustrante o inge-
nuo” (212). Incluso una lectora tan aguda como Jean Franco enfati-
za la imposibilidad de una lógica criminal reconocible en los críme-
nes, así como el anonimato de algunos de los cadáveres “sin
nombre, sin casa, sin nacionalidad” (Cruel Modernity 241) que ter-
minan en el anfiteatro de la Universidad de Santa Teresa para uso
de estudiantes de medicina. Pero aunque, como se afirma en la no-
vela, la historia es una “puta sencilla, no tiene momentos determi-
nantes sino que es una proliferación de instantes, de brevedades
que compiten entre sí en monstruosidad” (993), los personajes de
2666 oponen su propia resistencia: policías, periodistas y políticos
que investigan, mujeres que ejercen agencia política (la directora
del hospital psiquiátrico de Santa Teresa Elvira Campos, la perio-
dista Guadalupe Roncal, el grupo feminista Mujeres de Acción que
denuncia a la policía de Sonora). Una de esas mujeres que no vacila
en asumir un programa político para Santa Teresa es precisamente
la periodista y diputada del PRI que convence al personaje de Gon-
zález Rodríguez de llevar hasta las últimas consecuencias sus inves-
tigaciones para que “huela” y “muerda” a Santa Teresa (789): “Esto
lo resolvemos nosotros a chingadazos, como siempre, o nos hundi-
mos juntos. Hay gente a la que no quiero hacer daño y a la que, sin
embargo, sé que dañaré. Lo doy por bueno, puesto que los tiempos
están cambiando y el PRI también tiene que cambiar” (789).
Hacia el final de “La parte de los crímenes” se vuelve evidente
la naturaleza del evento que colectivamente están experimentando
los personajes principales y que alude directamente aquí la diputa-
da del PRI: la consigna de alterar las relaciones de poder para for-

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“EL SECRETO DEL MUNDO” EN CIUDAD JUÁREZ 195

zar un cambio sistémico. Más allá del “grado cero” del vértigo acu-
mulativo de los cadáveres que producen una “orgía de informa-
ción” (Espinosa, “Secreto y simulacro”), Bolaño apunta como posi-
ble solución la reconfiguración de la comunidad en Santa Teresa a
través de un renovado ethos comunitario, una nueva forma de mu-
nus–regalo y obligación–que según Roberto Esposito une a los
miembros de una comunidad:

La comunidad es simultáneamente necesaria e imposible. La his-


toria humana alberga esta herida, la cual la corroe y la anula des-
de adentro. Nuestra historia sólo es interpretable en proporción
a esta “imposibilidad” desde la cual no obstante se origina, en la
forma de una traición necesaria: Nosotros habitamos el margen
entre lo que debemos y lo que podemos hacer. Tan es así que
cuando intentamos construir, realizar o efectuar la comunidad,
inevitablemente terminamos convirtiéndola en su opuesto exac-
to–una comunidad de la muerte y la muerte de la comunidad.
(Esposito 15)

Es la comunidad y su reverso tanatológico lo que aparece al acotar


la representación que 2666 hace del sistema de violencia y del espa-
cio de sufrimiento de las víctimas. Después de los crímenes, del ho-
rror, de la tragedia, queda la comunidad de Santa Teresa y su
(im)posibilidad ético-política. “La parte de los crímenes” no podría
concluir de otro modo:

Las navidades en Santa Teresa se celebraron de la forma usual. Se


hicieron posadas, se rompieron piñatas, se bebió tequila y cerve-
za. Hasta en las calles más humildes se oía a la gente reír. Algunas
de estas calles eran totalmente oscuras, similares a agujeros ne-
gros, y las risas que salían de no se sabe dónde eran la única se-
ñal, la única información que tenían los vecinos y los extraños pa-
ra no perderse. (791)

Si aceptamos, con Badiou, que la obra literaria, única e irrepetible,


es capaz de generar una verdad a la vez inmanente–“El arte es rigu-
rosamente coextensivo con las verdades que genera” (Handbook
9)–y singular–“Estas verdades sólo se dan en el arte” (Handbook
9)–entonces las verdades del arte son únicamente posible en los lí-
mites de su propia materialidad. Y si por “verdad” entendemos una
forma de conocimiento específico, entonces es posible afirmar que

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196 LA MODERNIDAD INSUFRIBLE

“La parte de los crímenes” narra la recomposición histórica de una


comunidad durante la mayor encrucijada ético-política de su histo-
ria moderna. Será ese esfuerzo de guiarse unos a otros por medio
de una risa solidaria, de celebrar aún en medio del crimen, lo que
constituirá el más esencial “secreto del mundo” para esa comuni-
dad fronteriza.
En la última entrevista concedida poco antes de morir en 2003,
Bolaño imaginó el infierno bajo el nombre de Ciudad Juárez,
“nuestra maldición y nuestro espejo, el espejo desasosegado de
nuestras frustraciones y de nuestra infame interpretación de la li-
bertad y de nuestros deseos” (Entre paréntesis 339). Buena parte de
la crítica ha tomado estas palabras de Bolaño para interpretar “La
parte de los crímenes” como la crónica de una ciudad entera su-
mergida en una vaga y problemática noción del “mal”. Distancián-
dome del facilismo de dicha interpretación, entiendo que hacia el
final de esta parte de 2666 Santa Teresa se transforma en la esperan-
za de una nueva comunidad. Es así que Bolaño ofrece la mayor al-
ternativa a la imagen del “infierno” modelado en Ciudad Juárez y
que es reiterada por las incontables investigaciones periodísticas,
novelas, canciones y películas que satisfacen el prejuicio sobre una
ciudad que sólo podría ser una extensión del inframundo en llamas.
Bolaño parece intentar así, con Borges, una respuesta mejor pensa-
da sobre la naturaleza del infierno:

Yo creo que en el impensable destino nuestro, en que rigen infa-


mias como el dolor carnal, toda estrafalaria cosa es posible, hasta
la perpetuidad de un Infierno, pero también que es una irreligio-
sidad creer en él. (Borges, “La duración del infierno”, 238)

Abandonado el mito de un infierno que se esfuma en cuanto deja-


mos de creer en él, la cruel modernidad que advierte Jean Franco
aparece en su brutal materialidad. Lo real obliga al personaje cen-
tral de la novela, Benno von Archimboldi, a asumir el más radical
compromiso político que aunque desborda la obra literaria del
enigmático escritor sólo podrá pensarse, como discutiré en lo que
sigue, precisamente desde el proyecto literario de Bolaño.

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“EL SECRETO DEL MUNDO” EN CIUDAD JUÁREZ 197

VI. ARCHIMBOLDI, ENTRE LO IMAGINARIO Y LO REAL

“Voy a conocer” (141) dice Bennon von Archimboldi cuando le


preguntan el motivo de su viaje a Santa Teresa. Con esta ambigua
afirmación, la primera frase atribuida directamente al enigmático
escritor alemán, se define el personaje más fascinante de 2666. “La
parte de Archimboldi” se estructura como una novela de aprendi-
zaje de artista, un Künstlerroman, cuyo protagonista, el significante
central y el más elusivo de la novela, recorrerá décadas y continen-
tes inscribiendo una obra literaria que desborda lo literario y que
establece sus propias relaciones de afecto y significación que impac-
tan la vida de múltiples personas a lo largo del relato. Al mismo
tiempo, Archimboldi representa las más complejas formas de ética y
política que intersectan la relación entre la praxis literaria y las cir-
cunstancias de vida del autor. Mientras que lo literario se enuncia
para suplementar las zonas de significado problemático en la vida
de Archimboldi, la vida resignifica esa misma escritura para resti-
tuir su capacidad de intervención en lo real. Dicho de otro modo,
mientras que Archimboldi escribe para dar sentido representacio-
nal a su experiencia única de lo real entre guerras, el crimen y las
permanentes fisuras en su subjetividad, lo real también condiciona
sus esfuerzos de representación al punto que afecta el propio itine-
rario de vida del autor. Como vehículo de un evento literario, la es-
critura de Archimboldi modifica de modos inesperados los posicio-
namientos de sus lectores, pero también la lectura de su obra
impondrá formas de reflexión sobre la superficie textual que obli-
gará al autor a reformular sus propios parámetros éticos y políticos.
Es así que “voy a conocer” despliega la fuerza de su polisemia: Ante
la desconcertante violencia de Santa Teresa, el viaje de Archimboldi
oscila entre “conocer” la ciudad como un indiferente turista y “co-
nocer” como una forma de comprensión de los dos mayores enig-
mas de 2666: por un lado, la naturaleza causal de los crímenes, y
por otro, la identidad del propio Archimboldi, como si así se pro-
pusiera cumplir con la consigna clásica del oráculo de Delfos: conó-
cete a ti mismo.
Como descubre el lector, el verdadero nombre de Archimboldi
es Hans Reiter, nacido en 1920 en Alemania. Su figura desde niño
llama la atención debido a su desmesurada altura. También muestra
una relación distinta con su entorno, pues rechaza el bosque, “la

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198 LA MODERNIDAD INSUFRIBLE

metáfora en donde vivían los alemanes” (797), y prefiere en cambio


el fondo (y no la superficie) del mar, “esa otra tierra, llena de plani-
cies que no eran planicies y valles que no eran valles y precipicios
que no eran precipicios” (797). Esa curiosa fascinación por la pro-
fundidad del mar, una forma de aislamiento del mundo, define en
más de un modo su personalidad en busca de otra tierra que suple-
mentara con profundidad la superficialidad del mundo. Es intere-
sante anotar que Reiter nace en lo que hasta dos años antes había si-
do el Reino de Prusia, pero que tras la Primera Guerra Mundial se
convirtió en un estado de la República Alemana. Como si incluso la
nación hubiera dejado de importar, el joven Reiter sólo quiere su-
mergirse en esa tierra que no es tierra. Únicamente a partir del naci-
miento de su hermana menor Lotte es que Reiter siente deseos de
permanecer en la tierra: “La niña era muy hermosa y tal vez fue la
primera persona que vivía en la superficie de la tierra que interesó
(o que conmovió) a Hans Reiter” (809). Ese vínculo con Lotte será
de crucial importancia hacia el final de la novela, como discutiré
más adelante.
Excéntrico y solitario, Reiter comienza su instrucción literaria
de modo azaroso cuando tiene acceso a la biblioteca en casa de un
barón prusiano, donde trabaja haciendo el aseo. Reiter lee primero
Parsifal, de Wolfram von Eschenbach, como se sabe, un poema so-
bre la búsqueda del Santo Grial, que lo marca profundamente:
“Wolfram, descubrió Hans, declara no poseer artes, pero no para
ser tomado como un inculto, sino como una forma de decir que es-
tá liberado de la carga de los latines y que él es un caballero laico e
independiente. Laico e independiente” (822). Esta férrea condición
de independencia ante la “carga de los latines”, es decir, el peso de
la tradición, se convierte en uno de los más importantes rasgos de la
identidad literaria de Reiter, pero también define la forma en que
Reiter se relaciona con el mundo:

La gente sana rehúye el trato con la gente enferma. Esta regla es


aplicable a casi todo el mundo. Hans Reiter era una excepción.
No les temía a los sanos ni tampoco a los enfermos. No se abu-
rría nunca. Era servicial y tenía en alta estima la noción, esa no-
ción tan vaga, tan maleable, tan desfigurada, de la amistad. (825)

La figura del caballero que sólo valora la amistad y su libertad es el


principio de una ética que Reiter ejercerá sobre todo hacia el final

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“EL SECRETO DEL MUNDO” EN CIUDAD JUÁREZ 199

de la novela, pero en su juventud, cuando es enlistado para comba-


tir en la Segunda Guerra Mundial, su extraña personalidad se acen-
túa con un aura de no-pertenencia. El soldado Reiter era tranquilo,
amistoso y disciplinado, pero parecía existir en un plano distinto de
la realidad. Sus mandos superiores piensan que será rápidamente
aniquilado por su pronunciada altura de casi dos metros que lo
convertía en un blanco fácil, a diferencia de los soldados delgados y
bajos de estatura que consiguen desplazarse con rapidez en las zo-
nas de conflicto. Reiter, en cambio,

había entrado en combate como si no hubiera entrado en comba-


te, como si no estuviera allí o como si la cosa no fuera con él, lo
que no significaba que no cumpliera o desobedeciera las órdenes,
eso no, por cierto, ni que estuviera en trance, algunos soldados,
agarrotados por el miedo, entran en trance, pero no es trance, es
sólo miedo, en fin, que él, el sargento, no lo sabía, pero que Rei-
ter tenía algo y eso lo percibían hasta los enemigos, que le dispa-
raron varias veces sin alcanzarlo nunca, lo que los ponía cada vez
más nerviosos. (840)

Bolaño juega con los atributos de Reiter no para sugerir una dimen-
sión sobrenatural en su personaje, sino una cierta disposición onto-
lógica que marca su manera de habitar sus circunstancias inmedia-
tas que tiene efectos directos en cómo es percibido por los otros. Es
la transparencia anómala de su persona, su natural bondad pero
también su voluntad de no-pertenencia al plano de lo real, lo que
confiere a Reiter la posibilidad de sobrevivir la guerra, pues en su
plano ontológico, él no está allí y por ello “fingía que era un buzo y
que estaba otra vez paseando por el fondo del mar” (841).
Siguiendo las convenciones del Künstlerroman, Reiter va explo-
rando gradualmente su subjetividad y desarrollando una sensibili-
dad artística. Durante una estancia en un castillo, Reiter se reen-
cuentra con la baronesa Von Zumpe, a quien había conocido años
antes en la casa de su padre, en cuya biblioteca hizo sus primeras
lecturas. La baronesa va acompañada de militares alemanes y ruma-
nos de alto rango, quienes toman un descanso en el castillo. El epi-
sodio, que en sí mismo se lee como una novela interpolada que rin-
de homenaje al Decameron y a los Canterbury Tales, incluye una
larga cena con los militares y la baronesa conversando sobre los
conceptos de muerte, asesinato y cultura. Por la noche, la discusión
se materializa en una violenta sesión de sexo entre la baronesa y el

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200 LA MODERNIDAD INSUFRIBLE

general rumano Eugenio Entrescu, que Reiter y otro soldado espían


hasta ellos mismos masturbarse. La relación entre sexo, criminali-
dad y muerte, que se irá desarrollando a lo largo de “La parte de
Archimboldi”, comienza a abordarse cuando el general Entrescu
afirma durante la cena que en su infancia tuvo por héroes a “asesi-
nos y malhechores” (851). El comentario cobra un sentido más pro-
fundo cuando un amigo de Entrescu, “el joven erudito Pablo Po-
pescu”, agrega: “un asesino y un héroe se asemejan en la soledad y
en la, al menos inicial, incomprensión” (851).
Los tres temas, sexo, criminalidad y muerte, llevan a un punto
climático cuando, ya en 1944, Reiter se cruza con el mismo contin-
gente militar rumano, cuyos soldados han asesinado y crucificado al
general Entrescu, cuyo pene todavía admiran en el cadáver. Como
experiencia límite en tiempos de guerra, el sexo, la criminalidad y la
muerte se van imbricando en la vida de Reiter hasta seguirlo aún en
tiempos de paz. En una escena clave, Reiter discute con Ingeborg,
por un tiempo su pareja, sobre “la atracción que sienten algunas
mujeres por los asesinos de mujeres. El prestigio de los asesinos de
mujeres entre las putas, por ejemplo, o entre las mujeres dispuestas
a amar hasta los límites” (970). Luego ella confiesa a Reiter: “cuan-
do estamos haciendo el amor y tú me coges del cuello, he llegado a
pensar que eras un asesino de mujeres” (970). El comentario desde
luego tendrá un mayor significado cuando Klaus Haas, el sobrino
de Reiter, sea acusado de asesinar mujeres en Santa Teresa, como si
el vínculo entre sexo y asesinato volviera a los hombres de su fami-
lia en asesinos de mujeres en potencia.
La experiencia de vida más importante de Reiter ocurre cuando
encuentra los diarios de Boris Abramovich Ansky en la pequeña al-
dea ucraniana de Kostekino, a orillas del Dniéper, donde Reiter se
recupera de una herida en la garganta que lo ha dejado temporal-
mente mudo. Ansky es un muchacho judío que descubre su voca-
ción como escritor justo en el momento en que se enlista en el ejér-
cito soviético. Reiter encuentra en Ansky a un admirable enemigo
cuya forma de habitar el mundo era el reverso de la suya. Apasiona-
do por la revolución rusa, Ansky cree que el objetivo final de la his-
toria será “abolir la muerte, abolirla para siempre, sumergirnos to-
dos en lo desconocido hasta encontrar otra cosa” (888). Mientras
que Reiter piensa sumergirse en el mar como metáfora para evitar la
superficie del mundo, Ansky emerge a las circunstancias inmedia-
tas de la superficie: trabaja como periodista, conoce escritores, tiene

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“EL SECRETO DEL MUNDO” EN CIUDAD JUÁREZ 201

amantes y sobre todo, escribe literatura. Son novelas de ciencia fic-


ción que regala a Efraim Ivánov, un escritor mediocre que alcanza
la fama con los libros de Ansky, pero que es asesinado durante la
dictadura de Stalin. La intensidad de vida de Ansky impresiona a
Reiter. En ese cuaderno lee por primera vez el nombre del pintor
italiano Arcimboldo:

Cuando estoy triste o aburrido, dice Ansky en el cuaderno, aun-


que es difícil imaginar a Ansky aburrido, ocupado en huir las
veinticuatro horas del día, pienso en Giuseppe Arcimboldo y la
tristeza y el tedio se evaporan como en una mañana de primave-
ra, junto a un pantano, el paso imperceptible de la mañana que
va disipando las emanaciones que suben de la ribera, de los caña-
verales. (911)

Los afectos intelectuales de Ansky se transfieren a Reiter. Tal es el


caso de su interpretación emotiva de Arcimboldo como ese espacio
estético capaz de disipar la oscuridad de un pantano y que Reiter
adoptará más adelante, pensando en Arcimboldo acaso como lo
describe Ansky: “la alegría personificada” (917).
Reiter va poco a poco apropiándose del imaginario del libro:
“lee el joven soldado Reiter con lágrimas en los ojos, lágrimas que le
duelen y que lo despiertan” (912, énfasis original). Ese despertar de
Reiter reconfigura su propia subjetividad: tras imaginar atormenta-
do que él ha sido el asesino de Ansky cuando fuerzas alemanas ocu-
pan la aldea, Reiter sueña una noche que ha vuelto al campo de ba-
talla y que ha disparado y asesinado a un soldado enemigo:

Después se ponía a caminar y encontraba a un soldado del ejérci-


to rojo muerto, boca abajo, con un arma todavía en la mano. Al
inclinarse para darle la vuelta y verle el rostro temía, como tantas
otras veces había temido, que aquel cadáver tuviera el rostro de
Ansky. Al coger el cadáver por la guerrera, pensaba: no, no, no,
no quiero cargar con este peso, quiero que Ansky viva, no quiero
que muera, no quiero ser yo el asesino, aunque haya sido sin que-
rer, aunque haya sido accidentalmente, aunque haya sido sin dar-
me cuenta. Entonces, sin sorpresa, más bien con alivio, descubría
que el cadáver tenía su propio rostro, el rostro de Reiter. Al des-
pertar de ese sueño, por la mañana, recuperó la voz. (922)

La transferencia que Reiter hace de su propio rostro al del enemigo


muerto restablece simbólicamente el vínculo ético anulado por la

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202 LA MODERNIDAD INSUFRIBLE

guerra. Siguiendo a Emmanuel Lévinas, podríamos designar este


momento como la “epifanía del rostro” (9), es decir, el instante en
que el sujeto recibe del rostro del otro una noción de alteridad radi-
cal que le permite experimentar el “deshechizamiento del mundo”
(9), es decir, el salto de un ensimismamiento improductivo hacia
una experiencia plena del ser. La lectura del cuaderno de Ansky y el
encuentro simbólico con su rostro que es también el suyo, permite
a Reiter resignificar el aislamiento ontológico que ha experimenta-
do hasta entonces–su constante sumergimiento–para poder ahora
emerger a una realidad y así reestablecer un nuevo pacto ético con
los otros.
Bajo esta nueva forma de compromiso que Reiter aprende de la
vida de Ansky, es lógico que surga un rechazo ético y político del na-
zismo. Mientras está preso por los aliados, Reiter conoce a Leo Sam-
mer, director de un campo de concentración polaco que ordena la
muerte de cientos de judíos contratando a niños polacos para que
los asesinen. Fiel a su nueva identidad, Reiter asesina a Sammer y es-
capa del campo de prisioneros. Para librarse del peso de una culpa
doble y ambigua (por haber sido un soldado al servicio de Hitler y
por matar a un Nazi que ejecutó judíos en masa) y así poder reco-
menzar su vida, Reiter decide no cometer “la estupidez típica de las
novelas policiacas inglesas” (972) siguiendo el consejo de una adivi-
na: “Es necesario que te cambies de nombre. Es necesario que no
vuelvas nunca más al lugar del crimen. Es necesario que rompas la
cadena” (973). El disparatado consejo es llevado a cabo al pie de la
letra. Cuando alquila una máquina de escribir para comenzar su lite-
ratura, Reiter decide espontáneamente cambiar su nombre: Hans
Reiter deja entonces de existir y comienza la vida de Benno von Ar-
chimboldi. El curioso nom de plume asombra a su editor, Jacob Bu-
bis, quien pregunta si su nombre es una referencia a Benito Mussoli-
ni. Archimboldi responde: “Benno por Benito Juárez” (1012), el
único presidente indio que ha tenido México, seguido por una varia-
ción del apellido del pintor italiano que recordaba a Ansky la ale-
gría, nombre y apellido unidos por esa conjunción acaso para “dejar
patente su pertenencia germánica” (1013). A partir de este momen-
to, la vida privada de Archimboldi se vuelve elusiva y transterritorial,
como su propio nombre. Se muda constantemente de residencia y
de país, sostiene un mínimo de contacto con su editor y jamás se de-
ja entrevistar en parte porque ningún crítico o periodista puede lo-
calizarlo. Como si hubiese absorbido las lecciones de vida de Ansky,

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“EL SECRETO DEL MUNDO” EN CIUDAD JUÁREZ 203

Archimboldi busca una ética de vida alejada de los foros públicos,


alejado de su propia fama, “que cuando no se cimentaba en el arri-
bismo, lo hacía en el equívoco y en la mentira”. Y así concluye: “La
fama y la literatura eran enemigas irreconciliables” (1003).
Bolaño mantuvo él mismo una actitud ontológica ante la escri-
tura literaria que proyectó en el personaje de Archimboldi: como
hemos visto, un escritor autodidacta y marginal que tiene una rela-
ción problemática con la literatura y la vida de los escritores que se
sujetan a los círculos de poder de las instituciones culturales y polí-
ticas que sustentan su trabajo. Como Archimboldi, Bolaño vive la
mayor parte de su vida en precariedad y anonimato, con empleos
modestos y siempre alejado de su país natal en un exilio autoim-
puesto. Aún cuando la fama lo alcanza, mantiene un perfil relativa-
mente bajo y fuera de los foros públicos. Esa ambigua actitud onto-
lógica, en pro de la literatura pero en contra del campo literario, se
materializa en su grafomanía, inscribiendo obsesivamente a mano
las páginas de decenas de cuadernos con posibles tramas, novelas
completas, cuentos y poemas, como pudo constatarse durante la ex-
posición Archivo Bolaño 1977-2003, organizada por el Centro de
Cultura Contemporánea de Barcelona en 2013. Para Valérie Miles,
co-curadora de la exposición, el peculiar hábito de escritura a mano
de Bolaño revela aspectos trascendentales de su figura de artista:

Que estos documentos aún perduren de puño y letra de Bolaño es


una suerte. Además de dejar constancia fehaciente de su autoría,
los cuadernos son del mayor interés porque ofrecen algunas claves
sobre el escritor y su contexto. Es difícil imaginar al visitante de
una exposición emocionado ante un lápiz de memoria de la mues-
tra, por valioso que fuera el material que pudiera contener. Inclu-
so un texto mecanografiado es un objeto más o menos único. Pe-
ro lo escrito de la mano del propio autor–en el caso de Bolaño, en
su extraordinariamente meticulosa caligrafía–tiene algo orgánico,
conserva su aura todavía o por lo menos da rienda suelta a la ima-
ginación del espectador. (VV.AA. Archivo Bolaño, 17-18)

La escritura a mano, orgánica y detentadora de un aura, se contrasta


con lo que Martin Heidegger, en su crítica de la modernidad, deno-
mina como “escritura impropia”, es decir, la escritura mecanizada
que depende de la tecnología para poder existir. Como explica Ti-
mothy Campbell, mientras que la escritura a mano establece una re-
lación propia que revela el Ser (el término trascendental de la onto-

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204 LA MODERNIDAD INSUFRIBLE

logía de Heidegger), la escritura a máquina sirve apenas como dis-


positivo para transcribir o preservar una escritura que ya ha perdi-
do su conexión ontológica auténtica. Así, Heidegger establece una
relación esencial entre la mano y la escritura, la misma que es vio-
lentamente rota por la irrupción mediadora de la máquina de escri-
bir. Anota Campbell:

Es esta tensión entre la relación propia con el Ser que el hombre


disfruta cuando escribe a mano y otra, degradada forma de escri-
tura impropia que mueve el discurso de Heidegger hacia otra
pregunta, hacia lo que desestabiliza aquello que pertenece más
propiamente al hombre, es decir, su relación con Ser como es ex-
presada en una acción que es la suya (la mano que escribe). En
otras palabras, Heidegger localiza la identidad de la mano que
actúa propiamente en oposición a otra forma que no sólo pone
en riesgo la identidad como tal, sino, más dramáticamente, pone
en peligro una relación propia con Ser. (6)

La escritura de Archimboldi, a diferencia de la Ansky, está siempre


mediatizada por la máquina de escribir. Después de la guerra, como
si la escritura a mano fuese ya ontológicamente imposible, Archim-
boldi emerge a la modernidad al adoptar la mecanización de la es-
critura que ya ha perdido su aura, como sugiere Walter Benjamin.
En esta pérdida, como se sabe, radica la condición moderna de la li-
teratura: una práctica escritural en la cual aura y modernidad son
nociones mutuamente excluyentes. Y aunque Archimboldi acepta
esa pérdida como algo inevitable, se rehúsa a participar en el campo
literario que promueve e institucionaliza la literatura. De este mo-
do, aunque practica una “escritura impropia”, Archimboldi parece
proponerse vivir una vida propia, es decir, una experiencia ontológi-
ca que habita el mundo sin la mediación trivial de la fama y los es-
pacios públicos, de algún modo sumergido en otro plano de lo real.
Paradójicamente, será esa misma “escritura impropia” lo que
obliga a Archimboldi a emerger a la superficie del mundo una vez
más. Esto ocurre cuando su hermana Lotte reestablece el vínculo
familiar original que Archimboldi creía perdido cuando pasan años
sin volver a verlos. Lotte se casa y tiene un hijo, Klaus, quien decide
buscar suerte en América pero que termina preso en Santa Teresa,
como ya se ha anunciado, acusado del asesinato de varias mujeres.
Durante varios años Lotte viaja a Santa Teresa para personalmente
explorar todos los recursos legales posibles para liberarlo, pues cree

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“EL SECRETO DEL MUNDO” EN CIUDAD JUÁREZ 205

desde luego en la inocencia de Klaus. Al transbordar en un viaje ha-


cia Santa Teresa, Lotte compra una de las novelas de Archimboldi.
En ella, Lotte lee los ecos ontológicos trascendentales en la escritu-
ra de su hermano y los reconoce aún bajo la estructura de la impro-
piedad de la literatura o acaso gracias a esa misma impropiedad que
permite la reproducción infinita que arrebata el aura a la inscrip-
ción del Ser confinada a la escritura a mano:

El estilo era extraño, la escritura era clara y en ocasiones incluso


transparente pero la manera en que se sucedían las historias no lle-
vaba a ninguna parte: sólo quedaban los niños, sus padres, los ani-
males, algunos vecinos y al final, en realidad, lo único que quedaba
era la naturaleza, una naturaleza que poco a poco se iba deshacien-
do en un caldero hirviendo hasta desaparecer del todo. (1111)

La noche que desde Santa Teresa hace contacto por teléfono con la
editorial de Bubis–para entonces en manos de su viuda, la baronesa
Von Zumpe–para buscar a Archimboldi, Lotte tiene un sueño revela-
dor: “Soñó con un cementerio en donde estaba la tumba de un gi-
gante. La losa se partía y el gigante asomaba una mano, luego otra,
luego la cabeza, una cabeza ornada con una larga cabellera rubia lle-
na de tierra” (1113). El llamado de Lotte hará emerger a la superficie
a un hombre que prefería estar simbólicamente muerto y en una pro-
fundidad imaginaria y ajena a lo real, como sus libros. Lo real y lo
imaginario se entrecruzan plenamente cuando Archimboldi busca a
Lotte meses después en Alemania. Ella le cuenta que Klaus tiene el
sueño recurrente de que un gigante lo liberará de la cárcel. Los sue-
ños en 2666 son una extensión de la ficción que interviene en la reali-
dad de modos directos e insospechados. Pero el cruce entre lo real y
lo imaginario articula una urgencia ética concreta e ineludible: la vida
de Klaus. “¿Y quién se va a preocupar por él? ¿Quién lo va a recor-
dar cuando yo me muera?–dijo Lotte–. Mi hijo no tiene hijos, no tie-
ne amigos, no tiene nada–dijo Lotte–” (1116). Y luego interpela di-
rectamente a Archimboldi: “¿Tú te ocuparás de todo?” (1116).
Como explica Timothy Campbell, el filósofo alemán Peter Sloter-
dijk afirma que en la actualidad estamos viviendo el fin de la comuni-
dad política. Retomando el concepto de “inmunidad” propuesto por
Esposito, Sloterdijk sugiere que en la era del capitalismo tardío son
ahora formas individuales de poder las que inmunizan el tejido social
de formas colectivas de vida política. Explica Campbell:

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206 LA MODERNIDAD INSUFRIBLE

ahora somos testigos no sólo del desmantelamiento de la protec-


ción del Estado que anticipa una forma postnacional de pro-
tección, sino de un movimiento mucho más radical y problemático
asegurando formas de vida individual a través de entidades no-
comunales. (92)

En este contexto, 2666 plantea la pregunta crucial de nuestra épo-


ca: ¿puede un individuo producir un cambio sustancial en la per-
versa historia occidental de la violencia? Más allá de la ideología de
lo nacional, ¿es posible volver a la forma más básica de coexisten-
cia, la comunidad? ¿Es la literatura un espacio privilegiado para so-
meter a examen esta posibilidad política? Críticos como Brett Le-
vinson apresuran una respuesta:

Entre más 2666 realiza su deber como literatura, más pierde su


camino como declaración política e histórica. Entre más dice
acerca de la historia, más cede de su estatus como literatura. La
literatura nunca es política. Atendiendo la política, olvida la lite-
ratura; atendiendo la literatura, se aleja de la política. No puede
tener una y la otra sin dejar caer las dos. (187)

El viaje de Archimboldi a México, que hará converger la radical al-


teridad de espacios y tiempos en un solo lugar–Santa Teresa–reabre
la posibilidad de reconstruir una comunidad después del fracaso
global de la modernidad. La idea, que surge de lo imaginario, des-
borda lo literario y se interna en lo real. Es así que 2666 contradice
a críticos como Levinson y afirma: la literatura es política, en tanto
intervención simbólica en lo real; lo político es también una inter-
vención simbólica, lo político y lo literario son formas correspon-
dientes de un mismo deseo y una misma pregunta: la capacidad hu-
mana de imaginar formas de vida mejores que nuestros presentes,
mejores que todos los presentes.

VII. EL LEGADO DE LA OBRA MAESTRA

Alain Badiou analiza ciertas manifestaciones de la tradición lite-


raria como eventos que articulan formas específicas de conocimien-
to, universales e infinitas. A esos conjuntos de obras–la tragedia grie-
ga desde Aristóteles hasta Nietzsche; la novela moderna de
Cervantes a Joyce–Badiou los denomina “configuraciones artísticas”

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“EL SECRETO DEL MUNDO” EN CIUDAD JUÁREZ 207

que generan verdades singulares que repercuten directamente en


nuestra conceptualización del mundo (Handbook 13). 2666 ha sido
ya considerada una obra maestra por muchos en la crítica. He discu-
tido aquí los principales aspectos de ese conocimiento singular que
se inscribe en sus páginas. Pero al llegar al final del libro, el lector
comprende que Bolaño fue consciente de su hallazgo y que incluso
problematizó su propio concepto de obra maestra. Es lo que discute
el viejo que alquila a Archimboldi la máquina de escribir en la que
transcribirá su primera novela, escrita a mano. Para el viejo, es nece-
sario comprender que las obras menores ocultan la existencia de las
obras mayores: “¡Es necesario que haya muchos libros, muchos pi-
nos encantadores, para que velen de miradas aviesas el libro que
realmente importa, la jodida gruta de nuestra desgracia, la flor mágica
del invierno!” (983). El ocultamiento de la obra mayor preserva su
misterio, es decir, su capacidad de producir nuevos significados sin
agotarse, sin permitir nunca una lectura definitiva, proyectando a
cambio una lectura que está siempre a punto de recomenzar.
La escena final de 2666 traslada esta visión a la figura misma del
autor, donde la grandilocuencia adquiere una dimensión humana y
finita. Archimboldi conversa con un viejo como él (Archimboldi ya
pasa de los 80 años) en un parque de Hamburgo. El viejo aborda a
Archimboldi cuando ve que éste ha comprado un helado llamado
“fürst Pückler”. El viejo se presenta como Alexander fürst Pückler,
descendiente de un talentoso intelectual autor de libros de botánica
y jardinería que según él ofrecen una idea “de la Europa de su tiem-
po” (1118):

Le interesaba la dignidad y le interesaban las plantas. Sobre la fe-


licidad no dijo una palabra, supongo que porque la consideraba
algo estrictamente privado y acaso, ¿cómo llamarlo?, pantanoso o
movedizo. Tenía un gran sentido del humor, aunque algunas de
sus páginas podrían contradecirme con facilidad. Y probable-
mente, puesto que no era un santo y ni siquiera un hombre va-
liente, sí pensó en la posteridad. (1118)

A pesar de su obra, explica el viejo, su antepasado jamás pensó que


pasaría “a la historia por darle el nombre a una combinación de he-
lados de tres sabores” (1118). Y luego pregunta a Archimboldi:
“Vaya legado más misterioso, ¿no cree usted?”. El misterio de una
obra maestra oculta entre obras menores, el legado inesperado de

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208 LA MODERNIDAD INSUFRIBLE

un hombre recordado por algo que no es su obra maestra, anticipa


en más de un modo los muchos debates críticos pendientes en tor-
no a la vida y obra de Roberto Bolaño. Más allá del misterio de la
obra maestra que puede o no ser 2666, Bolaño termina su relato
con la más simple pero contundente declaración ética y política de
su protagonista: Archimboldi “salió del parque y a la mañana si-
guiente se marchó a México” (1119). Archimboldi deja atrás la lite-
ratura y emerge al mundo para intervenir en él. Como pedía Lotte,
Archimboldi “se ocupará de todo”.

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